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La Puta Barbuda - Digital PDF
La Puta Barbuda - Digital PDF
“En la posada del Fin de los Mundos, que quizá exista y quizá no, hay más
habitaciones de las que haya visto en cualquier bar […]. Si es que existe
[…]. No sé lo grande que es. Si no supiera que es imposible, diría que ha
crecido desde que llegué.”
Neil Gaiman,
The Sandman: El Fin de los Mundos.
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paso, a cada puerta, algo diferente, y probé y disfruté
cada opción que me fui encontrando. Espectáculos y bai-
les de una sensualidad inenarrable, tríos con semielfas
y enanas, orgías de medianos, bondage extremo propio
de elfos oscuros, y actos sexuales con seres que la ima-
ginación aún no ha podido describir… Al llegar el día,
o en mitad de la noche, la fiesta se trasladaba a la ta-
berna de nuevo, y más tarde, volvía a descubrir nuevos
rincones, y nuevas sensaciones. Entre tantos placeres, y
por culpa de la parte más hedonista de mi ser, perdí la
noción del tiempo. Desconozco cuántos días o semanas
—¿meses?— permanecí allí, como tampoco tengo recuerdo
de mi partida.
No sé cuándo ni cómo, pero sé que volveré. Y quizá,
esa próxima vez, no acuda solo. Dicen que las cosas
buenas, si se comparten, se disfrutan mejor. Y en bue-
na compañía todo es mejor. Mientras tanto, y hasta mi
vuelta… o hasta que visitéis La Puta Barbuda por voso-
tros mismos, aquí tenéis mi testimonio.
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Despedida de soltero
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Despedida de soltero
—Así es —guiñó—. ¿Te gustaría saber qué hay arriba?
—Shhh… —no articuló bien pero afirmó con la cabeza
adelante y atrás.
—Cualquier cosa que puedas desear. Pero este —clavó
un grueso dedo en la mesa de madera— es el primer
nivel. Aquí mando yo —sonrió con malicia— y ya que
esta es tu última noche “de libertad”, ¿qué tal si pruebas
algo… diferente… especial?
—¡Shí, por favó! —exclamó emocionado el elfo.
—Pues espera y verás —Thoris se levantó, desapare-
ciendo entre el gentío, y dejando solo y absorto al bo-
rracho prometido.
No hacía ni cinco minutos que Thoris se había mar-
chado —o eso creyó el elfo— cuando una mujer de corta
estatura y formas redondeadas y voluptuosas se le acer-
có, insinuante. Tenía el cabello largo, plagado de rizos
color naranja fuego, y una miríada de pecas se repartían
entre sus mejillas, sus hombros y su escote, a la vista
gracias a una blusa blanca que era el acompañamien-
to perfecto de una falda larga de lino marrón. Llevaba
dos cuernos llenos de cerveza y lo miraba casi desde su
misma altura, con sonrisa pícara.
—Me han soplado que eres el macizorro que se casa
—le hablaba sin soltar los cuernos—, pero no me habían
dicho que era un “orejas puntiagudas” tan apuesto.
—Puesh shísheñora… shoy un elfo —emitió un hipo—,
¡y a mucha honra!
—Oh, no me malinterpretes, dulzura, adoro a los de
tu raza. Vivís cientos de años y aun así disfrutáis las
fiestas como nadie.
—Esho eh shierto… —intentaba centrar la mirada en
la cara de mejillas redondeadas—. ¿Y a qué debo eshte
honor…? —enarcó una ceja esperando su nombre.
—Puedes llamarme Jengibre y, bueno, me han dicho
que venga… a hacerte compañía. Ya que te casas, no es
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La Puta barbuda
justo que solo se diviertan tus amigos, ¿no?
—Tiene ushté toa la rashón… —nunca había mira-
do con deseo a una enana, pero ahora sus ojos pasa-
ban lentamente de los ojos de su interlocutora a los sus
enormes pechos, y de estos a los cuernos rebosantes de
espuma, para volver, algo ruborizado, a esos ojos como
esmeraldas que lo miraban con atención—. ¡Esh mi boda
y debería…! —se detuvo en medio de su intento de arenga
para mirarla—, ¿qué debería?
—Beber —dijo la enana, y al momento agarró al ebrio
elfo por la nuca y lo colocó, con la boca bien abierta,
justo bajo sus pechos—. Desabróchame la blusa.
—Pero… —El elfo dudó.
—Desabróchala —ordenó de nuevo—, ahora.
—S-shí… —el elfo, aun completamente beodo, tenía
esos dedos de su raza que se mueven como por arte de
magia; en segundos, la blusa estaba desabrochada y los
pezones lo miraban expectantes y firmes.
—Ahora, abre la boca —dijo Jengibre con malicia.
—Shí, sheñora… —abrió la boca todo lo que pudo,
muy pegado a ella pero sin llegar a tocarla—. Ahhh.
—¡Pero acércate! —Tiró de él por la parte de atrás del
cuello, incrustando la cabeza del elfo entre sus tetas, y
cuando vio que el novio seguía ahí con la boca abierta,
bebió con ansia, dejando escapar la mayor parte de la
cerveza que, recorriendo su cuello, fue a parar a su esco-
te y, de ahí, directa a la boca del elfo que no tardó en
empezar a beber — Así, muuuuuy bien… —dejó de beber
y escanció el contenido del interior del cuerno entre sus
pechos haciendo que El’Gal’an no dejase de tragar—. ¿Te
gusta, elfito?
—¡Mmmmfff! —El elfo no dejaba de sorber entre los
pechos de la enana, intentando no atragantarse.
—Tengo una idea mejor —enredó los dedos en el cabe-
llo de la parte de atrás de la cabeza del elfo y lo separó
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Despedida de soltero
un poco para mirarlo, luego soltó uno de los cuernos, el
que estaba vacío, sobre la mesa, y tomó la mano del
elfo para llevarla bajo sus faldas, a su entrepierna, y que
los dedos “mágicos” de este juguetearan con su vello pú-
bico—, ¿y si me acompañas arriba y sigues bebiendo…
pero usando la próxima vez esto de copa?
El elfo tragó saliva, parecía que la borrachera le iba
desapareciendo a pasos agigantados mientras seguía a
la voluptuosa Jengibre escaleras arriba ante la atónita
mirada de algunos de sus compañeros de juerga. ¿Cuán-
do se había visto a un elfo seducido por una enana?
Aunque, claro, estaban en La Puta Barbuda.
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El mejor trabajo imaginable
Inspirado en el webcómic Alfie, de InCase
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La Puta barbuda
tradicional oficio del pastoreo. Pero había problemas en
esos planes. Primero, porque a Burg lo que le interesaban
eran los ponys. Cepillarlos, limpiarlos, cuidarlos... Quería
ser mozo de cuadras y eso crispaba a toda su familia. Y
segundo porque, de todas las jóvenes medianas que ha-
bitaban La Provincia, que eran muchas, Burg prefería…
a los chicos de su pandilla. No podía explicarlo, pero
cuando empezó a crecer —todo lo que puede crecer un
mediano—, se dio cuenta de que las mujeres no le atraían
nada, sin embargo le excitaban algunos chicos, y a ve-
ces o pasaba realmente mal, cuando tenía una erección
involuntaria durante el festival del río donde los jóvenes
medianos eran proclamados adultos por los ancianos.
Pero las relaciones entre medianos del mismo sexo es-
taban prohibidas, eran una aberración y un insulto a
Hob, el dios principal de su raza, Señor de la Fertilidad
y la hierba de pipa. Así que Burg reprimió sus impulsos
y, solo cuando se encontraba a solas, se masturbaba
pensando en ese leñador tan fornido o en ese pastor que
siempre iba descamisado. Su padre le retiró la palabra
cuando empezó a trabajar como mozo de cuadra cui-
dando ponys pero al menos eso le dio cierta felicidad a
Burg… al menos durante un tiempo.
Un día llegó a La Provincia una compañía de
centauros que iban camino de, según decían, “la ma-
yor reunión de centauros que el mundo ha visto nunca”.
Acamparon a las afueras y, aunque no entraron en el
la ciudad apenas para reponer provisiones, llamaron la
atención de Burg al instante con esos cuerpos enormes de
caballo y esos torsos de humanos velludos y musculosos.
Ese día, el mediano no se dirigió a su casa después de
terminar el día de trabajo. Siguió a dos centauros que
habían comprado vino, pan, queso y carne seca hasta
su campamento, y los espió tras unos arbustos, a una
distancia prudencial. Se quedó absorto mirándolos; cómo
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El mejor trabajo imaginable
llevaban las armas encima sin apenas ropa que cubriera
sus torsos, las canciones que entonaban al calor de la
hoguera, las risas tras cada historia… y el sexo. Burg no
daba crédito a lo que veía. ¡Los centauros se montaban
los unos a los otros… entre machos! Lo hacían entre
risas, jadeos y camaradería. Se penetraban unos a otros
por el culo con vergas tan grandes como un mediano.
Burg no podía dejar de observar, se había llevado la
mano a su propio miembro pero la vergüenza pudo con
él y salió corriendo hasta su casa para, en la tranqui-
lidad de la noche, masturbarse con todo lo que había
visto. Estaba extasiado.
Al día siguiente, uno de los centauros fue a ver-
lo a las cuadras. Estaba solo, como casi siempre, así
que nadie pudo ver el sonrojo cuando cruzó su mirada
con la del centauro. El magnífico ejemplar, alto, robusto
como un percherón, y de un color negro ébano buscaba
un sitio donde acicalarse, y pensó que unas cuadras de
ponys podían ser un sitio tan bueno como cualquier otro
donde se cuidaran caballos. Burg creía estar soñando,
pero echó mano de profesionalidad —y una banqueta—
y se dispuso a atender a su inesperado cliente, que se
presentó con el nombre de Eku’o. Lo cepilló con mimo,
peinó su cola y sus crines, lo lavó con agua tibia y, al ir
a lustrarle las pezuñas, le llamó la atención su poderoso
rabo. Quizá fuera por el agua, quizá por los cuidados
del mediano, lo cierto es que Eku’o desplegó toda la en-
vergadura de su miembro, pero no dijo ni una palabra.
Burg, quizá obnubilado por la visión, o quizá fuera de
sí por la sangre que abandonaba su cerebro para ir a
endurecer su propia polla, alargó la mano y lo tocó. La
verga del centauro se hinchó bajo su tacto, y unas grue-
sas venas se marcaron bajo la piel. A la primera mano
siguió la otra, y cuando quiso darse cuenta, se encontra-
ba abrazado a aquella tremenda polla, masturbándola
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La Puta barbuda
con ahínco. Eku’o eyaculó un charco espeso y caliente
de semen sobre la paja del suelo y, sin mediar palabra,
entregó una bolsa con más monedas de oro de las que
Burg había visto juntas en su vida y se despidió con una
frase que el mediano siempre recordaría: “Esta noche, si
vienes al campamento, no te quedes escondido”.
Desde ese día, Burg acudió cada noche al campa-
mento de centauros y, aunque no era uno de ellos, todas
y cada una de aquellas vergas pasaron por sus mági-
cas manos. Pero todo llega a su fin, y la estancia de
los centauros, tras varios días acampados, no fue una
excepción. Eku’o fue a buscar a Burg la mañana que
partían y, tras hablarlo con sus compañeros le ofreció
acompañarlos a un lugar como jamás había visto. Un
lugar mágico donde cada cual es libre de disfrutar como
le plazca. Y mientras llegaban, siempre podía divertirse
con la compañía de todos ellos.»
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El día de los Orcos
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La Puta barbuda
ban a la desenfrenada orgía del caos que montaban
los orcos. De las razas más pequeñas, como medianas
y gnomas, solo las más valientes —e imaginativas— se
atrevían a participar, compensando la estrechez de sus
entrepiernas, con manos hábiles, gargantas profundas,
pechos voluptuosos y trabajo en equipo.
Ese año, los orcos fueron llegando en oleadas desde
la hora del té, hacia la mitad de la tarde. Como siem-
pre, entraban cantando, pero no borrachos. El jefe de
seguridad de La Puta Barbuda, el centauro Horseluis, no
lo habría permitido. Pero sí podían emborracharse allí
mismo, y es lo que hicieron. Hacia el anochecer, todos
los grupos de orcos que se esperaban, estaban ya allí, la
mayoría con más alcohol en sus venas que sangre ver-
de, y las canciones, las fanfarronadas, las muestras de
fuerza y las historias de los grandes héroes de su raza,
viciaban el aire. Muchos skaldas se subían a las mesas
y rememoraban las grandes gestas y hazañas de jefes y
reyes orcos con cornetas y tambores en su manos. Pero
ninguno como Ckerhs. Ckerhs era el Rey-Skalda más
famoso del momento entre los orcos. Iconoclasta como
pocos de su raza, era un guerrero que escribía canciones
y poemas épicos sobre sus propias guerras. Esta pre-
potencia estaba justificada, pues hacía más de un siglo
que un Orco no ganaba tantas batallas. Sus bramidos,
enaltecidos por el sonido de su cuerno de guerra, hicieron
que algunos orcos incluso despejaran de un manotazo
sus mesas, dispuestos a tener sexo sobre estas. Era cla-
ramente una señal, así que Jäna, la camarera semielfa,
tan fría e inalterable como siempre, comenzó a dirigirlos
a todos hacia los pisos superiores, donde se encontraban
las habitaciones. Los pasillos se llenaron de gritos y ví-
tores, pero al quedarse vacía la taberna, Jäna vio que
un orco aún permanecía allí. Era Ckerhs, el Rey-Skalda,
que tenía unas peticiones algo “inusuales” para un orco,
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El día de los Orcos
solicitando ver a Eärendiel. La semielfa lo trajo a mi des-
pacho de inmediato y, al verlo, no necesité una palabra
más. Lo mandé con Jäna en busca de Pak “Granclava”
Hura-Krethathko, nuestro Goliath residente.
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Kitsune
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La Puta barbuda
y el líder de la party —como a ella le gustaba llamar
al grupo—, un paladín elfo que luchaba por el Bien y la
Legalidad, iba raudo a buscar a una enana de largas
trenzas doradas con la que tenía un affaire desde hacía
años —todo muy respetuoso, por supuesto—, su compa-
ñera bárbara se buscaba un buen semiorco que pudiera
seguirle el ritmo. Pero a ella no le iban esas cosas. No
sabía qué “le iba”, pero definitivamente, mientras daba
vueltas a una jarra de hidromiel sentada a una de las
mesas de la taberna, sabía que no era ninguna de las
opciones de sus compañeros.
—Se te ve muy sola, jovencita —Al levantar la vista,
vio el origen de aquella voz que mostraba interés en
una solitaria exploradora como ella: una elfa alta y
fuerte, de pelo largo y extraño, blanco en la raíz, que se
iba transformando en un brillante rojo sangre, vestía al
modo de los piratas, y aunque sus pantalones bomba-
chos mostraban gran parte de sus muslos bronceados, lo
que más llamaba la atención era lo poco que tapaba su
torso el chalequillo de cuero que llevaba—. ¿No están tus
compañeros por aquí?
—Eh, sí… —balbuceó—. Están todos… divirtiéndose
por ahí.
—Y a ti, ¿no te gusta mi local? —Se sentó frente a ella,
mirándola con aquellos ojos profundos como el mar.
—¿Es… tuyo? —Los ojos de la joven exploradora se
abrieron como platos.
—Bueno, casi —La elfa se rascó la cabeza y desvió un
poco la mirada—. Digamos que yo soy la encargada de
los pisos de arriba, mientras que la taberna de la planta
baja es de aquel enano tatuado al que tanto le gusta
tocar la bandurria —Señaló hacia el escenario y luego
le tendió la mano—. Mi nombre es Eärendiel, pero me
llaman “La Marinera”.
—Rocío —se presentó—, me llamo Rocío de la Maña-
na.
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Kitsune
—¿En serio? —se sorprendió—. Es un nombre algo ex-
traño, ¿no?
—Ya, bueno —se sonrojó—, mi padre era cazador y mi
madre druida, así que a ambos les gustaban los nombres
que les recordaban cosas de la naturaleza. Es ridículo.
—Para nada, Rocío —se disculpó guiñándole un ojo—.
Y, ¿sabes una cosa? Creo que ya sé a quién te voy a
presentar. No me gusta que haya nadie solo en mi local.
Cuando subieron ya casi había anochecido. Eärendiel
se había marchado pidiéndole que esperara un poco a su
anfitrión, dejándola sola en una habitación que parecía
estar hecha enteramente de madera. No solo eso, había
plantas y un balcón donde se metían algunas ramas de
uno de los árboles que crecían en la parte trasera de La
Puta Barbuda. Junto a la cama, de heno y a la altura
del suelo, había, eso sí, una enorme cubeta de madera
y metal para bañarse. Debía de ser mágica porque el
agua no dejaba de humear vapor. Se dio cuenta de que
hacía casi tres días que no se bañaba y, como parecía
que iba a esperar un rato, decidió desnudarse y meterse
en el agua. No supo cuánto tiempo había pasado pero,
tras quedarse dormida en el baño y abrir los ojos, el cie-
lo ya estaba completamente negro, el agua seguía calien-
te y junto a ella, en un taburete, había un albornoz de
algodón. No fue hasta salir y cubrirse para secarse que
vio los brillantes ojos que la observaban desde la cama.
—¡Ah! —gritó— ¡Me has asustado! ¿Se puede saber
cuánto llevas ahí? —La figura no dijo una sola palabra,
en cambio, se acercó a una mesita y prendió la mecha
de la lámpara de aceite; cuando la luz fue llenando la
estancia, Rocío descubrió a una chica delgada, no mucho
más alta que ella, de pelo castaño alborotado, comple-
tamente desnuda—. ¿No vas a decir una sola palabra?
—Venciendo sus miedos, Rocío se aproximó a la chica
que, como única respuesta, le sonrió y la invitó a sentar-
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La Puta barbuda
se junto a ella con una palmadita en el jergón—. Parece
que no sabes o no puedes hablar —se sentó—, ¿estoy en
lo cierto? —La chica se acercó a ella, la miró fijamente
con sus ojos oscuros y, tras unos instantes en los que sus
narices casi se podían tocar, le dio un lametazo desde la
barbilla hasta la punta de la nariz—. ¿¡Qué-qué haces!?
¿¡Por qué has hecho es…!? —no le dio tiempo a terminar
la frase porque la misteriosa muchacha pegó sus labios
contra los de ella de improviso, dejándolos ahí unos se-
gundos hasta que se aventuró a abrirlos ligeramente e
intentar explorar con su lengua el interior al mismo tiem-
po que movía las manos con agilidad para deshacerse
del albornoz.
»Como una cachorrita, la chica misteriosa gateó has-
ta ponerse a cuatro patas sobre Rocío que, sorprendida
y extasiada, se dejaba hacer limitándose a pasar las
manos por el cuerpo de su recién descubierta amante si-
lenciosa. Notó en las yemas de los dedos el tacto de las
costillas, los pechos pequeños y el cabello enmarañado.
Jugueteó con los rizos y mechones hasta encontrar dos
protuberancias grandes y peludas, una a cada lado de
la cabeza, como orejas de gato, pero no le dio mayor
importancia; no iba a ser la primera chica con rarezas
que se encontraba. Su compañera de cama se giró so-
bre ella, cambiando de postura para dedicarse a lamer
el sexo de la exploradora, y dejando el suyo propio al
alcance del rostro de Rocío. En ese momento, algo pe-
ludo, suave y esponjoso, como un plumero, acarició su
frente. Al principio pensó que la chica llevaría una de
esas colas falsas metidas en el culo, pero al fijarse mejor
y palpar entre sus glúteos, se dio cuenta de que la cola
anaranjada salía del final de la espalda de la chica.
Era rara, muy rara. Y le encantaba. Así, pasaron horas,
entre lametones, mordiscos y arañazos hasta que ambas
cayeron rendidas, la una en brazos de la otra.
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Kitsune
Rocío supo que la mañana había llegado cuando los
rayos suaves y rosados de la aurora le acariciaron los
párpados. Sin abrirlos, y recordando la noche, se apretó
aún más al cuerpo de la compañera de cama que había
tenido la noche anterior. Un cuerpo cálido, suave y… pe-
ludo, muy peludo. Al abrir los ojos, la muchacha muda
y de cabellos revueltos y castaños ya no estaba allí.
Había sido sustituida por una pequeña zorra de pelaje
pardo que se desperezaba para mostrar unos grandes
ojos oscuros. Unos ojos que le eran muy familiares. Unos
ojos que se acercaron al rostro de Rocío para dejar paso
a un lametón que la recorrió desde la barbilla a la pun-
ta de la nariz. Y todo estaba bien.
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Una noche loca
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La Puta barbuda
to, le encantaban. Además, Thoris, como encargado de
la taberna, y Eärendiel, como gerente del establecimiento,
estaban continuamente en disputa. Se apreciaban, pero
las atribuciones de uno siempre chocaban con las del
otro. Y, una noche, cansada de tanta tontería, Jäna de-
cidió sacar ventaja.
El día había sido flojo, y cuando los clientes restantes
de la taberna finalmente se marcharon a las habitacio-
nes de la planta superior, Jäna más cerveza que ningún
día, procurando agacharse más que otras veces pero
manteniéndose siempre en su punto ciego, inalcanzable.
Así, perdió la cuenta de cuánto llevaba ingerido el ena-
no, e incluso con la dureza y aguante de su raza, Thoris
comenzó a balbucear al hablar y a mirar con descaro
a la camarera. Con disimulo y la excusa de rellenar los
barriles, y lavar jarras y cuernos, Jäna se escabullía a
cada rato a la oficina para llevarle a Eärendiel vasitos
de licor que la reconfortaran en una jornada de intenso
papeleo. A media noche, ambos estaban a punto. Thoris
con más cerveza en vena que sangre, y Eärendiel con el
juicio totalmente nublado por culpa de los fuertes licores
de la cocina de La Puta Barbuda. Fue entonces el mo-
mento de la segunda parte del plan de Jäna.
—Sé que quieres saber lo que escondo en los pantalo-
nes, Señor Falogordo —envalentonada, la semielfa susu-
rró al oído del enano posando una mano sobre su mus-
lo—, pero me da mucha vergüenza enseñarlo —se mordió
el labio al haber atraído su atención—. Aunque… arriba,
en la habitación de la oscuridad mágica… bueno, ahí no
verías cuánto me puedo ruborizar.
Thoris no articulaba palabra, pero entendió la mayor
parte de lo que le decían. Cogió la llave y se fue arriba
dando tumbos. Era el turno de la elfa marinera, y sería
más difícil. Se quitó los pantalones y, con la camisola
apenas tapándole la mitad de los cachetes del culo, en-
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Una noche loca
tró en la oficina simulando haberse tirado un barril de
vino encima sin querer. Sus piernas delgadas atrajeron
la atención de una Eärendiel ya con la cabeza bastante
tocada por el alcohol; y un roce de su mano por aquí,
un susurro más bajo por allá y la elfa trastabillaba por
las escaleras rumbo a la habitación de la oscuridad má-
gica. Jäna, en silencio, la siguió y entró, pero se quedó
en la puerta, sin ser vista y conjuró un hechizo de ver en
la oscuridad absoluta. Su plan dio resultado más rápido
de lo que pensaba. Desinhibidos, Thoris y Eärendiel se
abandonaban a sus impulsos dejándose guiar solo por
el tacto en una habitación en la cual sus visiones mejo-
radas era prácticamente inútiles. Las manos se movían
entre pechos y pollas, las caricias dieron paso a lame-
tones y mordiscos, y de ahí había solo un paso hasta
las penetraciones de dedos, lenguas y vergas. Ese era el
momento. Jäna se desnudó por completo y se metió de
lleno en el centro del torbellino de sexo y desenfreno para
disfrutar de un trío que llevaba deseando más tiempo del
que le gustaría reconocer.
Antes del alba, Jäna descorrió las cortinas y echó un
vistazo a la escena. La elfa y el enano dormían pláci-
damente uno junto al otro en una sábanas empapadas
de saliva, semen y jugos vaginales. Y aunque le habría
encantado ser testigo del despertar de ambos, es posible
que no saliera muy bien parada en ese momento. Salió
de la habitación dejando a sus jefes allí, apenas imagi-
nando cuál sería el final de una noche loca.
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Orgía Mediana
Se llamaba Bë’orn, pero la gente lo conocía como “el
hombre-oso” o solo como Oso.
Provenía de un plano pequeño y remoto, casi como
si fuera un mundo-satélite que orbitara alrededor de un
plano más grande y complejo. Este mundo era conocido
por los viajeros planares simplemente como Lo Salvaje, y
hacía honor a su sobrenombre. Agreste aunque hermoso,
Lo Salvaje era una pequeño mundo formado por bosques
frondosos y montañas escarpadas. Allí, los animales y
bestias corrían libres, preocupados tan solo de su puesto
en la pirámide alimenticia. La única ley en Lo Salvaje
era “El grande se come al pequeño”, y esa máxima man-
tenía en equilibrio todo un ecosistema donde los grandes
y fuertes cazaban a los pequeños, al tiempo que estos
últimos se reproducían a mayor velocidad que aquellos
que les daban caza. Y en lo más alto de la pirámide, el
primer eslabón era dominio de los Cambiapieles, como
se denominaban a sí mismos los miembros del pueblo
de Bë’orn, cuya ferocidad los colocaba en una posición
sin igual como señores de Lo Salvaje. Hasta la llegada
de los orcos negros. Provenientes de un mundo destruido,
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La Puta barbuda
esta raza lejanamente emparentada con los orcos comu-
nes, viajaban a través del Plano Etéreo dentro de levia-
tanes esclavizados, en busca de pequeños submundos del
Plano Material en los que competir en fuerza, violencia
y brutalidad. Arrasaron a hierro y fuego, masacrando
a todo ser vivo por pura diversión y, al encontrar resis-
tencia en el pueblo de los Cambiapieles, la situación se
recrudeció. Los orcos negros se multiplicaban exponen-
cialmente. Su reproducción a base de esporas hacía que,
tras la muerte de uno, varios ocuparan su lugar. Así, ni
siquiera necesitaban esclavos para el mestizaje. Los orcos
negros perpetraron un auténtico genocidio en Lo Salvaje
y, cuando creyeron que ya no tenían más rivales en aquel
mundo devastado, partieron en pos de nuevos mundos
que conquistar. Todos los Cambiapieles murieron, y solo
Bë’orn quedó en pie.
De eso hacía ya muchísimos años, pues los Cambia-
pieles vivían tanto como los elfos más longevos. Y desde
entonces, una vez cada cierto tiempo, Bë’orn visitaba La
Puta Barbuda en busca de alguna hembra que pudiera
soportar su brutal, aunque por suerte espaciado, celo.
Pero ese año había elegido una noche más ajetreada de
lo normal en el prostíbulo interdimensional; y ni Mina, su
querida mujer-vaca, ni ninguna de las fornidas y volup-
tuosas semiorcas que a veces pululaban por allí, estaban
libres. “Ve arriba, al fondo del pasillo, a la habitación
pequeña; es algo diferente a lo que estás acostumbrado,
pero si te interesan nuevas emociones, es tu oportunidad”,
le había dicho Eärendiel, convencida de que algo podría
hacerse. Pero lo que Bë’orn vio al abrir la puerta, lo dejó
totalmente descolocado.
—Cre-creo que me he equivocado —Bë’orn, con sus dos
metros y medio de altura se había quedado de piedra
al descubrir que, sobre el pequeño catre, desnudos y ya
metidos en faena, había tres halflings de poco más de
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Orgía Mediana
un metro de altura; dos hembras y un imberbe muchacho
de pelo negro tanto en la cabeza, como en el empeine
de sus grandes pies.
—¡Nada más lejos de la realidad, mi enorme amigo!
—El varón se dirigió a él con la mano en alto para sa-
ludarlo, esbozando una gran sonrisa—. La verdad es que
éramos un nutrido grupo de cuatro, pero mi hermano,
que está en la habitación de al lado, ha redescubierto su
sexualidad y, bueno —ensanchó su sonrisa con calidez
mientras señalaba una pared con el pulgar—, está ahí
dentro con un musculoso y viril goliath.
—Ya, pero… —El cambiapieles no intuía por dónde
irían las insinuaciones.
—El caso, caballero —habló con voz aguda desde la
cama una de las hembras halfling, de piel morena y ca-
bello castaño— es que queríamos montarnos un cuarteto,
pero, uhm…
—...nuestra mesa se ha quedado con solo tres patas,
nos vendría bien una cuarta —comentó la otra, pecosa y
de rizos color caoba.
—¡Y aquí estás! —exclamó el muchacho palmeando la
pantorrilla de Bë’orn.
—Me… me siento muy honrado —titubeó el gigantesco
hombre-oso—, pero creo que mi “pata” puede ser dema-
siado para vuestra “mesa”, no sé si me entendéis.
—¡Tonterías, amigo mío! —El halfling lo invitó a acer-
carse a la cama—. Es bien sabido que el tamaño no im-
porta. Mi nombre es… bueno —carraspeó—, los nombres
halflings son algo rimbombantes pero puedes llamarme
Tuc.
—Yo soy Evamanora —dijo con una risilla la chica
pecosa— aunque puedes llamarme Ev; y esta de aquí
—continuó señalando a la otra halfling— es mi amiga
Mardiniquita.
—Llámame, Tita —guiñó un ojo, pícara—. ¿Y tú eres?
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La Puta barbuda
—Bë’orn… —La extrañeza ante el nombre que sonaba
como un gruñido animal se dibujó en los rostros hal-
flings— pero muchos me llaman Oso.
—Bonito apodo—dijo Tuc—. ¿Es debido a alguna mar-
ca de nacimiento?
—Más bien a esto… —al quitarse la túnica corta, el
cambiapieles mostró un cuerpo totalmente cubierto de
espeso vello negro—. Dicen que parezco…
—¡Un oso! —chilló Tita, extasiada.
—Err… así es —se sonrojó el hombre-oso.
—Estoy seguro de que lo pasaremos en grande, ami-
go Bë’orn —dijo Tuc invitándolo a acercarse a la cama
donde Tita y Ev le empezaron a quitar las botas y a
desabrochar el pantalón— y ahora, veamos lo que tienes
dentro de esos… —Tuc, como las otras halflings, enmu-
deció de sopetón, pues al terminar de desnudar al cam-
biapieles descubrieron con sorpresa una verga casi tan
grande como cualquiera de ellos.
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42
Robar a un ladrón
El lugar era ya legendario cuando él era solo un niño.
Había escuchado, siempre a escondidas, a otros chicos
de la calle hablar a veces de una mansión mágica; otras
era una posada donde todo era gratis, pero la mayoría
de las historias coincidían en algunas características con-
cretas: La Puta Barbuda era indiscutiblemente una casa
de placer, ubicada más allá de los mapas y los atlas, en
otra esfera de la realidad, a la que solo se podía acce-
der por casualidad, por medios mágicos, o por haberla
visitado anteriormente. Pronto tuvo edad para que no
le echaran de las conversaciones y, después de dar un
golpe y robar alguna tienda, o a algún rico mercader,
se sentaban a contar el botín y a pensar qué placeres
ultraterrenos podrían encontrarse en ese mítico lupanar.
Siempre había uno de los ladrones de la pequeña cofra-
día que conocía a un tipo que tenía un primo al que le
habían contado de primera mano que alguien había es-
tado allí. Héroes de todos los rincones de la Gran Rueda
llegaban allí, por tierra o por mar, para gastarse todos
los tesoros saqueados en dungeons y castillos, a fin de
obtener placeres que ningún sitio en ninguno de los pla-
43
La Puta barbuda
nos conocidos, podría satisfacer. Ninguno, salvo La Puta
Barbuda. Todos sus compañeros soñaban con ir allí al-
gún día y participar en orgías desenfrenadas, montarse
tríos con dos tieflings, o solicitar los favores sexuales de
alguna dragona con gusto por los humanos. Y se menti-
ría a sí mismo si no admitiera que él también deseaba ir
con todas sus fuerzas, pero por otros motivos diferentes.
El pícaro conocido solo con el nombre de Rok ansiaba
encontrar La Puta Barbuda con un único objetivo: robar
las riquezas que seguro guardaba tras sus más de mil
puertas. Con tantos aventureros y héroes arribando a
sus puertas, provenientes de cada rincón de la Creación,
el sitio estaría repleto de los tesoros más increíbles que
cualquier ladrón como él pudiera aspirar a robar. Esta-
ba convencido de ello. Así, cuando estuvo convencido de
que su edad y sus artes para el latrocinio eran más que
suficientes, se marchó de la ciudad a fin de encontrar un
medio que le hiciera encontrar el camino a La Puta Bar-
buda. Y lo consiguió. Un viejo hechicero, marchito según
él mismo de tanto follar entre los muros de la legendaria
casa, poseía un medallón para viajes planarios y, como
él mismo le dijo, La Puta Barbuda estaba en un semi-
plano, un lejano y poco accesible universo de bolsillo al
que Rok, por fin, ya tenía entrada.
Cuando llegó, no se asombró lo más mínimo. Para el
pícaro, el edificio de tres plantas que se encontraba ante
él, aparte del obvio bullicio que salía de allí y el bucólico
paraje en el que se encontraba, no parecía tener nada
especial. El interior tampoco era gran cosa: la planta
baja estaba ocupada casi en su totalidad por una enor-
me taberna llena de mesas y sillas, taburetes, bancos
acolchados en las esquinas y junto a las ventanas, y
una larga barra de bar que lo presidía todo. Tras ella,
un atareado elfo —¿o era una humana?— intentaba ser-
vir todas las bebidas con cuidado de no derramar nada,
44
Robar a un ladrón
enanas sirviendo las mesas, y un barullo que ensordecía
cualquier conversación. Pidió una cerveza a la espera del
momento propicio y, al cabo de un par de horas, cuando
la luz rojiza se colaba por los ventanales, un enano que
lucía su torso desnudo lleno de tatuajes y un mandil bajo
su redonda barriga, sacó un instrumento de seis cuerdas
y se puso a entonar canciones lascivas bastante groseras
que todo el mundo parecía encantado de escuchar. El
ladronzuelo aprovechó para escabullirse escaleras arri-
ba con cuidado de que nadie reparara en él. El primer
piso era un descansillo que se bifurcaba en dos pasillos
—¿o eran tres?— cada uno de los cuales presentaba no
pocas puertas. Eligió una al azar, asegurándose de que
no se escuchara nada en el interior y, tras comprobar
que la cerradura no se resistía, entró. Era una bonita
habitación, espartana, pero bonita. Una cama grande,
un sillón de madera y cuero, una mesita con bebida, y
una alfombra que parecía hecha con algún tipo de tigre
verde y amarillo. A los pies de la cama, un baúl le suge-
ría que acababa de encontrar su objetivo y, al abrirlo, el
brillo de su interior se reflejó en su rostro. Allí había de
todo. Monedas de oro, piedras preciosas engastadas en
dagas que pagarían castillos, medallones que con toda
seguridad guardaban conjuros, y docenas de cosas más.
Por suerte para él, Rok era un ladrón muy previsor, y
siempre llevaba consigo su “bolsa de trabajo”, una suerte
de petate hechizada para poder meter en ella cualquier
cantidad de objetos y artículos que nunca se llenaba.
Con rapidez, vació el contenido y cerró la tapa. Se dirigió
a la mesita y se sirvió una copa de vino antes de partir
pero oyó un ruido a su espalda y, al girarse vio a un tipo
enorme y musculoso, de esos que pueden partir un cuello
con una sola mano, tan solo con una toalla anudada a
la cintura, mirándolo.
—No me han avisado de que fuera a subir alguien —la
45
La Puta barbuda
voz gutural y los colmillos inferiores sobresaliendo de su
labio eran muestras suficientes de que, aunque muy dilui-
da, aquel tipo tenía sangre de orco—. ¿Tan pronto te ha
enviado la jefa aquí arriba?
—Eh… sí —Rok pensó con rapidez; el tiarrón que tenía
delante podía haberle partido el cuello fácilmente con
solo dos dedos, debía pensar rápido—. Pero puedo irme
si quieres y volver… más tarde.
—¡No, no! —presentando las palmas de sus manos, el
semiorco se disculpó y, dibujando una sonrisa en su ros-
tro, se acercó a él con paso firme—. Perdona, es solo que
me he sorprendido. Perdona mis modales —A Rok lo que
de verdad le impresionó fue que esa masa de músculos
tuviera tal educación—. Veo que ya te has servido algo
de beber, así pues, ¿empezamos?
—S-sí, claro, ¿por qué no? —El pícaro no sabía dónde
se había metido pero, si quería salir vivo de allí con to-
das las riquezas… y extremidades… tenía que seguirle la
corriente a aquel monumento de más de dos metros de
alto que con sumo cuidado se arrodillaba ante él.
—Veo que eres algo vergonzoso —sonrió aún más mos-
trando los colmillos blancos y relucientes— así que déja-
me hacer a mí.
—Lo que tú dig...ooooohhhh —Sin tener tiempo a re-
accionar, Rok vio como el musculoso semiorco le bajaba
los pantalones de un tirón y se metía su miembro en la
boca para devorarlo con dedicación.
—No te preocupes —hizo una breve pausa para mirar-
lo con descaro— no tardaré en ponértela bien dura.
—No… me… ¡preocupa…! —El semiorco tenía razón,
no sabía cómo explicarlo pero su habilidad con la len-
gua, la situación en la que se encontraba, y mil cosas
más que pasaban por su cabeza, hicieron que la erección
de Rok apareciera tan de repente que le dio en la cam-
panilla al semental que tenía arrodillado ante él.
46
Robar a un ladrón
—Puedes llamarme como quieras —se relamió el se-
miorco mirándolo—, pero aquí todo el mundo me conoce
como Perro —Le dio un lametón recorriendo el miembro
de Rok de arriba a abajo—. ¿Quieres que siga?
—Sí, Perro —No sabía si era el momento, ese nombre
o una mezcla de todo, pero Rok no quería que su im-
provisado amante dejara lo que estaba haciendo—, no
pares…
—De acuerdo… —gruñó bajo antes de volver a practi-
carle una mamada profunda y dedicada—, amo.
—No tan… rápido —El ladrón no sentía algo así des-
de sus años de juventud en las calles del suburbio que
controlaba la pequeña cofradía a la que aún pertenecía.
—No me lo creo —El semiorco, tras abrir bien la boca,
le metió dos de sus enormes y gruesos dedos por detrás,
lo que hizo que Rok se viniera en su boca como cuando
“jugaba” con sus hermanos de cofradía.
—¡Aaahhh! —el gemido fue agudo, ahogado—. Mierda,
no sentía algo así desde…
—Cállate —El semiorco se enderezó, poniéndose de pie;
era casi una cabeza más alto que Rok—, y déjame hacer
a mí. Deja hacer a Perro.
—Es-está bien… —Rok tenía clara su misión de no
levantar sospechas, apretaría los dientes hasta que todo
pasara y, después, se iría de rositas con el botín robado.
—Ven aquí —con rudeza, Perro lo volteó haciéndole
mirar la cama, puso la mano en su espalda y ejerció
la suficiente presión como para que el pícaro captase la
idea; cuando apoyó las manos en el jergón, el semiorco
se sacó el miembro y lo penetró con brutalidad, como
solo alguien con esa fuerza podría hacer.
—¡Argh! —A Rok se le quebró la voz en medio del gri-
to, sentía el desgarro, las lágrimas a punto de salir, pero
también el placer—. Más…
—¿Perdón? —sonrió el semiorco.
47
La Puta barbuda
—¡Qué más fuerte, joder! —Rok tenía los ojos cerrados.
—Sí, amo —El semiorco empezó entonces una serie
de acometidas, arrítmicas, brutales, que no consiguieron
sacarle al ladrón otro grito, pero sí algo de sangre en
el labio de tanto morderse, y alguna lagrimita. Siguieron
así hasta que Perro se corrió en el interior de Rok y este,
exhausto, cayó desmadejado sobre la cama en un pro-
fundo sueño.
El trino de los pájaros y el viento moviéndolas hojas
secas de los árboles lo despertaron. Eso y el frío. Un frío
que solo sentiría si estuviera desnudo. Abrió los ojos. Es-
taba desnudo. Miró a su alrededor y no daba crédito a
lo que, nervioso, veía. Estaba en medio del bosque, fuera
de La Puta Barbuda y sin nada. Ni botín, ni ropa, ni
sus pertenencias estaban allí. Ese cabrón le había dado
bien por culo. Y además le había robado a un ladrón.
48
50
La Mazmorra
Las Mazmorras —lo que muchos llaman dungeons— son
importantes en eso de ser un aventurero. Hay quien diría
que son la base, junto a los dragones, de la auténtica
esencia del aventurero. Porque, si no, ¿qué harían los
grupos de aspirantes a héroes sin estas cámaras subte-
rráneas conectadas por angostos pasillos, iluminadas por
antorchas de fuegos fatuos, custodiadas por monstruos y
plagadas de tesoros listos para ser saqueados? Y aunque
este tipo de dungeon es el más común, también podría
serlo una mina enana abandonada, un antiguo castillo
en ruinas, un laberinto perdido o incluso una casa dema-
siado grande y con demasiadas habitaciones.
Seres de todas las especies y razas tienen eso en co-
mún, cualquiera que lo desee puede convertirse en un
aventurero que explore estas mazmorras en busca de oro
y gloria, y de entre todas ellas, los humanos han sido los
primeros y los más prolíficos en aventurarse en innume-
rables mazmorras. Pero, ¿qué ocurre cuando eres el único
humano de un grupo de aventureros… y además te dan
miedo las mazmorras?
51
La Puta barbuda
Habían vuelto de una incursión bastante provechosa:
unos cuantos monstruos de nivel medio, una mazmorra
con una buena cantidad de monedas de oro, algunos
objetos mágicos y un enorme dragón rojo vencido con
un golpe de suerte. Se repartieron el botín y, por ser su
compañero, a Max le dieron parte del mismo aunque se
acobardara en el último segundo, como siempre, antes
de entrar, y se quedara en el exterior. Mientras, todos
sus compañeros sin excepción —el hechicero elfo Edelel,
el bárbaro semiorco Ugruk, Aurelion el clérigo enano,
e incluso Jazzy la pequeña pícara mediana— habían
luchado, sudado y vencido a un montón de monstruos,
habían sufrido para conseguir un buen botín, y sin em-
bargo compartieron con Max parte de las ganancias
mientras él, por su miedo, no había hecho nada. Esta-
ban dispuestos a arreglarlo de una vez por todas y por
eso, después de esa expedición, habían decidido acudir
a La Puta Barbuda. Si allí no le quitaban su particular
fobia, nada lo haría.
Todo empezó como una juerga en uno de los antros
más famosos de todos los planos. Ese día la taberna
estaba especialmente abarrotada. El alcohol, en múltiples
formas —cerveza, vino, licores, hidromiel—, corría como
ríos. La bebida tardó poco en empezar a escasear así
que Ugruk mandó al joven humano a por más bebida.
La camarera, una estirada —¿o estirado?— semielfa le
espetó que no tenía tiempo de bajar a la bodega a por
más bebida hasta que no sirviese todas las mesas que
el faltaban así que le tendió una llave de la cual colga-
ba una etiqueta con una araña dibujada y siguió a lo
suyo. Max, ajeno a todo el plan, dejó a sus compañeros
apurando sus copas y cuernos y bajó las escaleras bus-
cando la puerta de la bodega. Se detuvo ante una puerta
de madera de lo más normal que no mostraba nada
especial, salvo una araña pintada de negro a grandes
52
La Mazmorra
brochazos, que hacía suponer que era la cerradura de la
llave que portaba en la mano. Al entrar y no ver nada
en la oscuridad, echó mano a la lata de yesca que aún
llevaba en el bolsillo y, mientras intentaba encenderla, la
puerta tras él se cerró con un sonoro golpe y una luz,
como de una llama azulada, apareció, como a varios
pies más adelante de donde él se encontraba. Caminó un
rato sin ver nada hasta que se encontró con la luz que,
en un instante, se volvió de un anaranjado más normal
mostrando la vela que la sostenía.
—Bienvenido —una voz suave y sibilante a su espalda,
lo sobresaltó—. Tú debes ser mi nuevo… esclavo.
—¿Es...esclavo? Creo que se ha confundido, señ… —
Max, al girarse hacia la voz que le hablaba se quedó
mudo; ante él, una elfa de piel oscura y ojos de un brillo
pálido y blanco, mostraba un semblante impertérrito.
—Si estás aquí, eres mi esclavo —aseveró; Max se dio
cuenta de que, a excepción de un corsé de bajopecho,
unas botas de tacón y un montón de joyas plateadas con
motivos arácnidos y rubíes incrustados, su interlocutora
iba completamente desnuda, incluso su cabeza, total-
mente rapada, solo estaba adornada por pendientes en
orejas, nariz, labio y ceja, algunos de ellos incluso unidos
por finas cadenitas.
—Aquí ha habido un terrible error señorit… —su frase
fue cortada en seco por un sonoro bofetón.
—Habla cuando se te ordene —dijo enérgica al tiempo
que le tendía un collar de cuero unido a una cadena que
ella sostenía; tenía pinta de cadena para pasear perros—.
Y de ahora en adelante te referirás a mí como “Ama”.
—Mire, no sé quién cree que soy pero… —Otra bo-
fetada lo volvió a callar y, para su propia sorpresa, se
colocó el collar de perro.
—Perfecto —sonrió ladina—, ahora quítate la ropa.
—Pero… —Volvió a cruzarle la cara—. S-sí, Ama…
53
La Puta barbuda
—Así me gusta —La elfa oscura lo observaba con una
mirada que parecía una mezcla de deseo y hambre, in-
cluso se relamió al ver su miembro que, curiosamente, no
tenía nada de flácido—. Ahora sígueme.
—Sí… —Ella tiró de la correa con violencia y le lanzó
una mirada asesina, esperando— Ama.
—Aprendes rápido. Tengo algo para ti —Lo acercó a
ella de un tirón, lo agarró por la nuca y lo besó con
fuerza; en unos instantes que a Max le parecieron eter-
nos, la drow recorrió su boca con una lengua cálida
y dulce antes de volver a tirar de él para separarlo de
ella—. Si esto es demasiado para ti solo tienes que decir
una cosa: “Soy escoria”.
—¿Cómo? —volvió a sorprenderse Max, aún atontado
por el beso.
—Que si quieres que todo esto pare en algún momen-
to, solo tienes que decir “Soy escoria” y acto seguido, te
dejaré libre. ¿Entiendes?
—Sí —afirmó con la cabeza Max—, Ama.
—Perfecto —Se mordió el labio la drow—. Ven con-
migo. Tenemos mucho trabajo por hacer, y la noche es
eterna aquí, en mi mazmorra.
54
La Mazmorra
que la llenaban: cadenas, potros, ganchos colgados del
techo, látigos, fustas, dildos, grilletes… Mil y un juguetes
con los que humillar y dominar, con los que conseguir de
ellos una sumisión total. Pero el juguete estrella era ella
misma. Usaba cada parte de su cuerpo de las maneras
más inverosímiles. Max pronto lo comprobó cuando, en
un primer momento, fue obligado a arrodillarse y a be-
sarle los pies a la elfa oscura. Esta reía introduciendo un
dedo en la boca del humano para que éste lo chupara
bien y, acto seguido, lo empujaba a sentarse en el suelo
y restregaba el húmedo pie contra el escroto de su sumiso
obteniendo de él gemidos bajos y quedos. Luego llegó el
turno de los azotes y, tras apoyarlo boca abajo en uno
de sus duros potros de madera, comenzó una retahíla as-
cendente flageladora con una fusta de cuero. Cuando las
nalgas de Max empezaron a enrojecerse, Iz’draw echó
mano del látigo, y entonces no solo arrancó regueros de
sangre del músculo humano, sino también los primeros
gritos de dolor. El brazo se le había empezado a dor-
mir de tanto usar el látigo así que ambos se permitieron
recuperar algo de resuello. Tras unos minutos, Iz’draw
tomó una enorme verga de metal y, tras humedecerla
ella misma con su propia salida, se la ató a la pelvis
y se dispuso a penetrar por detrás al joven humano. La
primera embestida casi hizo que Max perdiera la voz.
La siguiente le arrancó unas lágrimas que no veía desde
niño, y la tercera hizo que se mordiera tan fuerte el la-
bio que el sabor metálico inundó sus papilas gustativas.
Después de la décima acometida, los gritos se fueron
convirtiendo en simples gemidos, a los que poco después
solo siguieron jadeos de puro placer. Hubo incluso un
momento en que su miembro se había puesto tan duro
que Max creyó que iba a eyacular. Nada más lejos de
la realidad. Ojo avizor, su “Ama” colocó un anillo de
oro en la base de su pene que se lo mantuvo con toda
55
La Puta barbuda
la sangre ahí, a punto de hacerla estallar, pero sin que
éste pudiera llegar a correrse. Iz’draw entonces lo tumbó
de espaldas, le colocó unos grilletes en las muñecas para
inmovilizarle las manos tras la cabeza, y se sentó sobre
su cara para sentir la lengua del humano en su propio
sexo. Al cabo de un breve rato, ella misma empezó a
sentir tal excitación que decidió recompensar a su “su-
miso” con una lenta y profunda felación. Max, con la
boca pegada al coño de la drow, gimió. Gimió de placer
y de impotencia por no poder soltarlo todo. Más allá
del dolor de sus nalgas, o lo desgarrado que tuviera el
culo, estar tan al borde del éxtasis y no poder terminar
lo estaba volviendo loco. Tanto que, aún con el clítoris
de la elfa oscura pegado a su lengua, comenzó a sisear.
Al darse cuenta de lo que podía significar, Iz’draw se
levantó y se sentó a su lado, con gesto sombrío.
—Dilo —musitó.
—S-s-s… —Max solo tartamudeaba en un siseo.
—Dilo de una puta vez, humano enclenque, y todo
habrá acabado —gruñó la drow.
—Soy… —dijo.
—¿Sí? —enarcó una ceja la “Ama”.
—Soy todo tuyo… Ama.
La elfa oscura sonrió. Sonrió con malicia y con las-
civia. Sonrió con aire de superioridad, exultante, triun-
fante. Se sentó a horcajadas sobre su sumiso para darle
un “premio” y se introdujo de golpe el miembro todavía
anillado de este, al tiempo que se apoyaba en su pecho
clavando sus uñas y formando finos y sangrientos cercos
con ellas. ¿Y Max? Por fin lo había conseguido. Ya no
temía las mazmorras, descubrió el BDSM… y también
que le encantaba.
56
Las Mellizas
No eran mellizas. Ni siquiera eran hermanas. Pétalo y
Ella no pertenecían ni siquiera a la misma raza.
Mientras que Pétalo —que no es que se llamara así,
pero todo el mundo la conocía por lo rosado de su piel y
lo dulce de su carácter— era una mediana, Ella era una
gnoma. La primera era una mujercita en miniatura, de
apenas tres pies de altura, formas redondeadas, pechos
voluptuosos y algo rellenita; además la mediana era
dueña de una leonina melena castaña que la hacía pa-
recer aún más pequeña. La gnoma, al contrario, aunque
superaba la altura de su amiga en poco más de veinte
centímetros, presentaba una constitución muy delgada,
de pechos pequeños y con una cabeza ligeramente más
grande de lo normal, que enmarcaba un rostro aniñado,
y estaba coronada con un extraño y revuelto cabello mo-
rado que peinaba de punta con cera perfumada; además,
sus ojos eran de un azul turquesa que, a veces, parecían
emitir un suave fulgor.
Eran inseparables —algunos afirmaban que formaban
una suerte de pareja sentimental, aunque nunca fue re-
conocido… o negado— y es más, en La Puta Barbuda
61
La Puta barbuda
eran famosas por ello. Aunque sus cuerpos no llegaran
al metro veinticinco y parecieran féminas en miniatura,
apenas de la altura de un muslo humano, lo cierto es
que juntas, que era como siempre iban, resultaban una
experiencia inolvidable. Además, tenían debilidad por los
miembros, digamos, grandes. A veces se atrevían a ser
penetradas —situación que ocurría más a menudo de lo
que se podría pensar— y eso las dejaba doloridas varios
días, pero su auténtico arte era trabajar en pareja, rea-
lizando hazañas que por separado les sería imposible.
Era uno de esos días.
Pétalo y Ella ya estaban retozando sobre la cama,
desnudas, cuando su cita de esa noche llegó a la habi-
tación. Sin mediar palabra, y tras dos breves sonrisas,
continuaron sus quehaceres, esta vez sin quitar ojo al
enorme semiorco que las observaba con lujuria mientras
se deshacía con rapidez de la ropa y dejaba a la vista
un cuerpo grande, peludo y musculoso, lleno de cicatri-
ces, amén de un imponente miembro que era más largo
y grueso que el brazo de cualquiera de las dos chicas.
Además ya estaba erecto, lo que ambas aprovecharon
para agarrarlo y atraerlo a la cama con ellas. Tras
tumbarlo boca arriba y juntar sus dos lenguas con la del
semiorco en un extraño beso a tres, empezaron a “re-
partirse el trabajo”; Pétalo colocaba sus enormes pechos
sobre la cara del semiorco que se afanaba por lamerlas
ambas sin dejar una sola pulgada por saborear, al mis-
mo tiempo que Ella, mucho más flexible, se sentaba a
lo largo de aquel rabo, sin dejarse penetrar, moviéndose
adelante y atrás haciendo que sus labios vaginales, bien
lubricados ya por su compañera, recorrieran la total
longitud del miembro. Al rato cambiaron posiciones, pero
Ella sustituyó los pechos de su amiga haciendo que su
cita saboreara los jugos de su sexo; por su parte, Pétalo
usaba el canalillo de sus tetas para masturbar al tiarrón
62
Las Mellizas
allí tumbado. El glande del semiorco parecía a punto de
explotar. El tallo, grueso y plagado de venas que lo cir-
cundaban como lianas alrededor de un árbol, presentaba
una buena colección de detalles que la mediana se en-
tretenía en repasar con sus deditos, como si pudiera leer
en ellos. La gnoma, echando un vistazo al sutil trabajo
de su amiga, dejó de gemir sobre las fauces del semior-
co para gatear hasta donde estaba Pétalo y ambas, ya
juntas y sentadas, procedieron a lamer aquel miembro
que les llegaba prácticamente a la altura de las barbi-
llas. Las lenguas jugueteaban entre sí con el gigantesco
rabo entre ellas, como si ambas compartieran la comida.
El semiorco, tumbado, las veía hacer y al cabo de un
rato, cuando las chicas pasaron de lamer a restregar sus
cuerpos haciendo un sándwich con la polla entre ellas,
no pudo soportarlo más. Se incorporó de golpe y, tras la
sorpresa inicial de Pétalo y Ella, las tumbó en el centro
de la cama, boca arriba, mirándolo a él. La primera en
abrir sus piernas fue la mediana que le mostró un sexo
carnoso y muy velludo. Ella, por su parte, ya le había
dado a probar su entrepierna lampiña. El semiorco se
abalanzó incrustando su cara entre los regordetes muslos
de la mediana para saborearla al tiempo que la lubri-
caba. Mientras, con solo dos dedos, acariciaba de ma-
nera tosca a la gnoma, y ambas parecían encantadas
con aquello. Tras varios orgasmos de las chicas, cambió
de postura e intercambió posiciones hasta que consideró
que ya estaban preparadas. Tragó saliva, indeciso, pero
las miradas de ambas chicas disiparon sus dudas. Con
extremo cuidado, el semiorco introdujo la punta de su
miembro en la mediana, arrancando a esta un grito roto.
Sacó esos pocas pulgadas y luego probó suerte en el
estrecho sexo de Ella hasta oírla aullar. Repitió entonces
con Pétalo intentando introducirse un poco más en ella, y
lo mismo hizo con la gnoma. Así, sucediéndose de una a
63
La Puta barbuda
otra, con un metesaca lento pero seguro, iba penetrándo-
las casi de manera simultánea mientras oía los chillidos
de ambas en los que el dolor y el placer parecían ir de
la mano. Tras lo que pareció un proceso de dilatación
eterno, el semiorco se envalentonó y, en lugar de salir
de la mediana, la agarró por los costados, la levantó y
la empaló con su polla hasta quebrar su voz. Tras ello,
llegó el turno de hacerle lo mismo a la gnoma que no
pudo impedir que dos pequeñas lágrimas recorrieran su
rostro. Cuando las tuvo juntas, tumbadas una al lado
de la otra, exhaustas y doloridas, se masturbó con ener-
gía hasta descargar todo su semen caliente sobre ellas,
tras lo cual, se marchó a lavarse, agotado echando un
último vistazo a las chicas. Lo que no pudo ver fue que,
momentos después, ambas se quedaron dormidas, abra-
zadas y en un dulce aunque pegajoso beso.
64
66
Sobre las Hadas
Se notaba en el ambiente que era día de recolecta.
En el semiplano en el que estaba ubicado el local de
La Puta Barbuda existía un tipo de hada que solo podía
encontrarse allí: las mouris. Aunque carecían de lo que
podría llamarse inteligencia o raciocinio, las mouris se
movían por instinto y adoraban revolotear alrededor de
la gente. Su extraña alimentación se basaba en emocio-
nes, las emociones que cualquiera desprende. Y la exci-
tación era la emoción que más energía les proporciona-
ba. Por ello solían revolotear bajo las mesas acechando
emociones. Era incluso normal que, en su forma invisible,
se aventuraran bajo la ropa de los visitantes para ma-
nipular los genitales y zonas erógenas de estos con sus
pequeños cuerpos, a fin de acelerar la ansiada excitación
que les daría un buen atracón. Y todo ello le venía muy
bien a La Puta Barbuda pues los visitantes eran más
propensos a subir a las habitaciones de los pisos superio-
res. Los días en los que acudían de forma masiva a por
emociones, se conocían como “días de recolecta”, y eran
los días que el ambiente estaba más animado.
Hoy era uno de esos días, Jäna lo sabía, se había
67
dado cuenta al instante desde la barra. A veces, la tem-
peratura subía tanto que los clientes pedían cerveza a
raudales para hidratarse, y cuando el personal de La
Puta Barbuda no daba abasto, los mismos clientes in-
teractuaban más entre ellos, incluso siendo completos
desconocidos o de grupos diferentes. En ocasiones esto
daba resultados diversos e irregulares, desde orgías im-
provisadas en el mejor de los casos, a peleas de bar en
los peores. Pero estas hadas, en su afán por recolectar
más y más emociones podían llegar a ser imprudentes en
exceso. Jäna recordó el caso de una mouri a la que no le
bastó con alimentarse de todas las emociones que recogió
al excitar ella misma a dos tórridos amantes semiorcos,
sino que los siguió a uno de los reservados y casi muere
ahogada en el semen de uno de ellos al encontrarse en
la trayectoria de una brutal eyaculación.
Esperaba que nunca volviera a ocurrir algo así mien-
tras veía a las afanadas mouris trabajar en su reco-
lecta de emociones. Como simples criaturas, las mouris
no tenían nombres propios, pero ella, como simple pa-
satiempo, cuando era habitual ver a alguna con más
asiduidad, solía ponerles nombres en base a los colores
que presentaran sus pieles o a las formas de sus deli-
cadas alas. Así, hoy había no pocas de esas a las que
ella había “bautizado” de alguna manera, revoloteando
por la taberna. Cinabrio era una mouri de piel rojiza y
cuyas alas se parecían a las lenguas de fuego de una
pequeña hoguera extinta cuando solo quedan las ascuas;
caliente como la que más, solía sin embargo toquetear
a los visitantes a través de la ropa. Mucho más directa
era aquella a la que Jäna llamaba Madreperla, blanca
e irisada como el nácar, volaba siempre bajo las faldas
de las mujeres a fin de intentar beber directamente de
sus jugos vaginales. Chispabrillante y Oronegro, como el
día y la noche, solían dar vueltas juntas, y era así como
mejor trabajaban, metiéndose en cuantos calzones po-
dían para masturbar entre las dos cuantos miembros se
encontraban. Brisacálida, de un color tan pálido como el
agua, era todo dulzura, y solía elegir féminas cuyo vello
púbico fuera lo suficientemente frondoso como para que
ella estuviera a gusto. Había muchas otras como Alma-
viva, Gustodevino, Alatiznada, Pieldeámbar, Ojosdepla-
ta… que la camarera no veía por ninguna parte, pero
estaba segura de que estarían atareadas entre los sexos
de algunos de los bebedores que tenía ese día.
Jäna se había quedado absorta con el espectáculo que
las mouris ofrecían. Incluso activó un conjuro de ver lo
invisible para no perder detalle. Eso empezó a excitarla
y, sin que nadie la viera, dirigió la mano a su entrepier-
na. La sorpresa fue mayúscula al encontrar una mouri
atareada en masturbar su miembro, ya duro como una
piedra, con sus manitas, sus pies y su lengua. En lugar
de echarla, acarició suavemente la espalda de esta, sacó
la mano, y decidió disfrutar de aquello. En un rato aca-
baría su turno y ya buscaría un pasatiempo adecuado
para... desfogarse.
70
Sangre de Demonio
Los tieflings son una rareza en la mayoría de mundos.
Enanos, elfos, medianos y, sobre todo, humanos, los tie-
flings aparecen casi en cualquier grupo racial, pero lo
que los define como colectivo, es su linaje, su sangre,
que tras quizá generaciones aletargada, dormida, da la
cara en el nacimiento menos pensado. Los tieflings son
aquellos seres que han tenido un antepasado demonio
o diablo, y que además muestran los estigmas de dicha
herencia que muchos consideran “infernal”. Pero si hay
algo que caracteriza a los tieflings más allá de sus ras-
gos demoníacos —globos oculares completamente negros,
cuernos en la frente, colmillos, pieles de colores cálidos,
e incluso colas vestigiales—, más allá del aura de caos
que irradian, y más allá de su leyenda negra… todos los
tieflings poseen un poder de seducción extraordinario y
magnético. Y la tiefling que estaba bailando en ese pre-
ciso momento en el pequeño escenario improvisado que
tenía delante, no era una excepción.
Se movía con la soltura de una salamandra sobre las
brasas, con la gracilidad de una ondina en la marea, si-
nuosa como el humo; silenciosa y, aun así, sensual como
71
La Puta barbuda
el deseo mismo. No había música, todo estaba en su ca-
beza, y los movimientos de su cuerpo solo respondían a
los pulsos de su propio pecho. Y qué pecho. Redondas y
brillantes, sus tetas, coronadas con pezoneras de oro bru-
ñido, unidas entre sí por varias cadenas, parecían botar
a cámara lenta con cada vaivén de sus caderas que, de-
coradas por otra cadena a modo de cinturón, mostraban
a veces un pubis rasurado y desnudo con un zarcillo de
oro que asomaba a veces con cierta vergüenza por entre
sus labios vaginales. El largo cabello, negro y trenza-
do, caía por su espalda a ambos lados de sus cuernos,
retorcidos en perfecta simetría, como si de un antílo-
pe se tratara. Sus puntas estaban rematadas en fun-
das tan brillantes como el fuego. La cola acompañaba
cada paso de baile en una cadencia pausada, hipnótica,
mientras manos y pies, enjoyados, interpretaban fluidos
movimientos. Cuando quiso darse cuenta, la tiefling no
bailaba sola. Los movimientos somáticos de sus manos
habían invocado uno, dos tres y hasta cuatro pequeños
fuegos fatuos de color verde mortecino que lamían su
piel produciendo bajos gemidos en la bailarina infernal.
Uno de ellos se dirigió, reptando por el abdomen, hasta
su entrepierna y, con dificultad, se introdujo en el sexo
de la tiefling. Esta, en un éxtasis inesperado, comenzó a
emitir gemidos mientras se mordía el labio con fuerza.
Los pasos de baile se tornaron espasmos que, cada vez
más intensos, la arrastraron a un torbellino de placer y
locura que concluyó con un profundo orgasmo. Orgasmo
que fue no solo suyo, sino compartido también por esos
ojos que la habían estado observando todo el tiempo.
72
Estereotipos y Perjuicios
Algo que no cualquiera sabe de la mayoría de los elfos
es que son terriblemente superficiales. Valoran la belleza
—de cánones élficos, obviamente— casi al mismo nivel
que la sabiduría y, para una raza que es de las más
longevas que existen, al menos entre seres “inteligentes”,
unido a una práctica inmunidad a los venenos, las en-
fermedades y demás males “mundanos” llega a veces a
hacer de los elfos una raza que raya el clasismo y el
racismo. Su educación y cultura los hace ser amables,
aunque distantes, con los demás. Son, en su mayoría, el
ejemplo de raza que se cree “mejor” que los demás en
muchos sentidos. Por eso uno de los mayores tabúes que
hay para un elfo, culturalmente hablando, es el sexo
interracial. Aunque el parecido con los gnomos —que lle-
gan a ser como elfos del tamaño de simples niños— les
resulta curioso, y la existencia de los semielfos desde que
los mundos son mundos da muestras de que el aparea-
miento con humanos no es algo tan extraordinario, hay
razas contra las que un elfo siente, cuanto menos repug-
nancia. Quizá los primeros y más odiados por los elfos
sean, cómo no, sus acérrimos enemigos naturales desde
75
La Puta barbuda
hace eones, los orcos, y por extensión, los semiorcos. Las
guerras, el abismo físico y cultural, se unen en una in-
franqueable barrera —aunque se conocen notables excep-
ciones— entre ambos mundos. Un caso más extraño es
el de los enanos. Enanos y elfos son quizá de las razas
más sociales —exceptuando a los humanos— y con ma-
yor tradición de aventureros en grupos interraciales. Am-
bas son consideradas eminentemente “buenas”, sociales
y aliadas. Entonces, ¿qué les lleva a sentir esa animad-
versión —totalmente recíproca, cabe decir— tan acusada?
Aunque los elfos sean más de bosques y los enanos más
de montaña, el asunto parece ser más intrínsecamente
físico y, a veces, social. Aunque tanto un elfo como un
enano son longevos, resistentes, culturalmente avanzados,
compartiendo gusto por la cultura, el avance y la magia,
tanto unos como otros están en lados totalmente opues-
tos en un aspecto puramente físico. La altura, delgadez,
delicadeza y etereidad de los elfos, contrasta con la baja
estatura, la robustez y la tosquedad de cualquier enano.
Entonces, ¿qué hace que tantos elfos rompan este tabú
de su cultura? ¿Qué lleva a un enano a los brazos de
una elfa?
Estas preguntas llevaban rondando la cabeza de
Elëanor esa noche, y había sido incapaz de encontrarles
respuesta. Ella, perteneciente a la nobleza de los Altos
Elfos, entre cuyos pretendientes se encontraban príncipes
de todos los reinos élficos, y que representaba el epíto-
me del canon de belleza de su raza —delgada, esbelta,
de suaves curvas y pechos firmes y pequeños, con larga
melena rubia adornada con unas delicadas orejas pun-
tiagudas—, no podía explicar la excitación que sentía al
encontrarse desnuda y expuesta ante aquel rudo y peludo
enano de trenzada barba cobriza que mostraba una im-
portante erección ante ella.
76
Estereotipos y Perjuicios
Osrik había crecido hasta los cincuenta años rodeado
de mujeres bajas y de formas redondeadas en el Reino
Enano del Nordeste. No era de la realeza ni tampoco
un noble, pero su familia comerciante y acomodada le
había facilitado una buena educación que más tarde le
permitió embarcarse en la carrera de aventurero. En sus
viajes entonces conoció a otras razas, como los versátiles
humanos, los diminutos medianos, los divertidos gnomos,
los enormes orcos… y de todas ellas probó los placeres
de la carne. Pero si hubo un tipo de mujer que, inexplica-
blemente le atrajese, esa eran las elfas. Estaba dispuesto
a descubrir el porqué de aquella obsesión, y la escuálida
princesita que yacía en la cama, desnuda ante él, podía
ser un comienzo. Un buen comienzo.
Ella, con movimientos titubeantes, se acercó al enano
lentamente y, tras una rápida mirada a los ojos de este
que desvió al instante, se armó de valor y dirigió una
mano temblorosa al miembro erecto que se erguía ante
ella. No era demasiado largo, era evidente que, si un ena-
no tuviera un pene con mucha longitud, podría llegar a
ser incómodo y poco… práctico. Pero la falta de esta se
veía compensada por el grosor. Elëanor se dio cuenta de
que no podría abarcar con sus delgados dedos toda la
circunferencia de la polla de Osrik así que, con ambas
manos, se la rodeó en un tímido intento de acariciarla.
Al contacto, el enano se estremeció, hecho que provocó
un pequeño susto en la elfa y, después, un repentino
momento de valor para agarrar con fuerza aquel pene
y empezar a masturbarlo con decisión. Osrik gruño de
placer, lo que dio a la elfa el arrojo necesario para seguir
lo que hacía cada vez con más seguridad. Los jadeos
guturales y profundos del enano le indicaban que iba por
el camino correcto, así que, al rato, se vio con la valen-
tía suficiente para acercar su cara a la punta de aquel
grueso tronco de carne repleto de venas y coronado por
una mata frondosa de vello rojizo. Iba a ser imposible
77
La Puta barbuda
meter aquello en una boca elfa, así que Elëanor se limitó
a sacar la lengua y lamer la punta del pene del enano
que gruñó para sí. La lengua de la elfa iba recorriendo
el miembro desde la punta hasta la base sin dejar de
acariciarlo con ambas manos. Osrik disfrutaba tanto
que echó mano de la cabeza de la elfa para controlar
un poco los movimientos de esta. Elëanor fue consciente
en ese preciso momento de lo anormalmente grandes y
anchas que eran las manos de un enano, y eso la ca-
lentó aún más, así que abrió la boca todo lo que pudo
dejando que Osrik colocara dentro la punta de su polla.
Elëanor no podía chupársela demasiado profundo ya
que habría tenido que desencajarse su estrecha mandíbu-
la para dejar pasar el grosor de aquel glande. Cuando
se dio por vencida, se retiró de él hasta recostarse en el
cabecero de la cama y miró al enano, desafiante.
—Puto enano —la musical voz de la elfa desentonaba
con sus palabras; quería sentir dentro aquella polla aun
sabiendo que era muy probable que tal grosor la destro-
zara, pero no le importaba, así que se abrió de piernas
para él—. ¿Se puede saber a qué estás esperando?
—A que te des cuenta de que como te la meta, nin-
gún elfo va a poder hacerte sentir nada nunca más —su
acento era duro pero había un deseo incontenible en
cada una de sus sílabas—, maldita elfa quisquillosa.
—Cállate y fóllame de una vez —La elfa escupía cada
palabra odiándose por sus deseos mientras sus dedos
abrían unos labios vaginales rosados y sin atisbo de
vello—, y si tanto miedo te da romperme, ya sabes qué
hacer.
—Tú te lo has buscado —Osrik dirigió primero su
mirada y luego todo su cuerpo a aquel sexo delicado y
pequeño, y tras dedicarle un último vistazo fugaz a su
dueña, hundió la cabeza entre aquellos muslos blancos y
delgados dispuesto a sorber cada gota de los jugos élficos
que salieran de allí.
78
Estereotipos y Perjuicios
Elëanor aulló al sentir el contacto con aquella lengua.
Se sentía como una jarra de cerveza caliente que no de-
jan de apurar hasta conseguir el último sorbo y jamás
había experimentado la sensación de una mata de pelo
como aquella barba entre las piernas. Para su sorpresa,
no tardó demasiado en llegar al primer orgasmo, lo que
hizo que la siguiente fase, tras correrse un par de veces
más, llegara pronto. Separó la cabeza del enano de su
entrepierna y, sin palabras, le pidió que la penetrara,
atrayéndolo hacia sí tirando de aquellos brazos anchos
como el tronco de un roble. Tragó saliva cuando la punta
de aquella polla gorda y nudosa se posó en la entrada
de su sexo. Contuvo la respiración al tiempo que Osrik,
con unas manos enormes, de dedos encallecidos por el
trabajo en la forja, la agarró firme por las costillas y la
sostuvo con fuerza. La primera acometida fue despacio,
y la elfa sentía cada pulgada de aquel miembro inten-
tando abrirse paso a través de ella. Dolía. Sentía que los
huesos de su pelvis se despegaban, abriéndose, desmon-
tándola, pero se obligó a no gritar y, para aguantar el
creciente dolor, se mordió el labio con fuerza, intentando
no hacerse una herida que afeara su rostro perfecto.
Cuando el enano había introducido en ella casi la mi-
tad de su miembro, tomó aire y terminó de penetrarla
con una salvaje embestida que le arrancó a Elëanor un
rasgado aullido de dolor. Lo insultó, lo increpó, pero no
le dijo que parara. Por su parte, el enano se la sacó
casi entera y se la volvió a meter de golpe varias veces
más con fuerza a fin de conseguir una mayor holgura
en aquel estrecho sexo de elfa. Las uñas de ella se le
clavaron a Osrik en los brazos con cada acometida, y
los gritos proferidos llenaban toda la estancia. El enano
entonces le metió un dedo gordo y de piel rugosa en la
boca para que dejara de berrear. Incómoda en un pri-
mer momento, a Elëanor se le antojó estar chupando
79
La Puta barbuda
otra polla, ancha y salada, parecida a la que en esos
instantes la horadaba por dentro. Cerró los ojos y dejó
que las lágrimas fueran el único atisbo de sufrimiento
mientras chupaba aquel dedo-polla con quedos jadeos,
y se acostumbraba al enorme trozo de carne que, aun-
que le hacía arder las entrañas, también le provocaba
un placer indescriptible. La boca barbada del enano se
dirigió a chupar aquellas tetas pequeñas y blancas, mor-
diendo y lamiendo los diminutos pezones. La mano más
libre, firmemente agarrada a las costillas de la elfa, la
bamboleaba con cada penetración. Elëanor volvió a co-
rrerse dos veces más, apretando sus labios vaginales en
torno a la polla del enano, y mordiendo el dedo que este
aun metía en su boca. El orgasmo de Osrik tardó algo
más en llegar, pero cuando su semen caliente inundó las
tripas de Elëanor, esta pensó en cuántas normas de su
sociedad estaba rompiendo, y en lo poco que le impor-
taba. En la vergüenza que la cultura en la que habría
crecido hacía sentir a los elfos y elfas por desear lo que
ella había tenido la valentía de tomar por su propia
mano. Cerró los ojos con fuerza y las lágrimas dejaron
de brotar, sintió un enorme orgullo de sí misma, y los
últimos pensamientos dejaron paso entonces a un último
y profundo orgasmo.
80
Friegaplatos
La taberna de La Puta Barbuda estaba siempre a rebo-
sar de gente.
Seres de todas las razas y procedencias, de todos los
mundos y planos, llegaban buscando cualquier deseo
realizable, aplacar sus pasiones ya fuera entre dos bue-
nas tetas, a cuatro patas sintiendo el calor del buen sexo
en las tripas, o un poco de todo. Pero todos los visitantes,
todos los residentes, y todos los que en definitiva pisaban
aquel lugar mágico y maravilloso tenían algo en común.
Todos tenían la taberna como la primera parada. Y
por mucho que aquel bardo enano tatuado y borracho
pensara que era el jefe de la sala, Jäna sabía que eran
su presencia, su voz y su carisma los que ponían orden
desde detrás de la barra en la gigantesca taberna. De
manera estoica, pero siempre amable, Jäna atendía a to-
dos sin excepción, sabiendo que era muy probable que no
tuviera descansos en varios días —benditos conjuros de
aguante—, así que cuando se daba la asombrosa situa-
ción de que la taberna se vaciara —muy probablemente
porque todas las habitaciones de los pisos superiores es-
tuviesen a rebosar de gente follando como conejos— Jäna
se permitía el lujo de descansar.
83
La Puta barbuda
Se desanudó el mandil manchado y lo colgó de un
gancho tras la barra, se deshizo del lápiz que llevaba en
la oreja y se estiró levantando los brazos por encima de
su cabeza, con los dedos entrelazados, formando con su
silueta un esbelto arco. Oyó cada hueso, cada articula-
ción de su cuerpo crujiendo y, al abrir los ojos, vio que
no estaba en la completa soledad que había creído. En
el rincón más oscuro de la barra, junto a la pila, a Dan,
el gnomo friegaplatos —en realidad su nombre gnomo
era mucho más largo, Dannoodles Biff Fris de Ratooille
el Boca Ancha, como el de todos los gnomos, por lo que
allí todos lo conocían como Dan —Muy enfrascado en
su labor como para darse cuenta de nada.
Jäna no podía con su alma, estaba deseando coger
una cama y dormir varias semanas seguidas sin que na-
die perturbara sus sueños, y sin importarle que consiguie-
ran alguien que hiciera sus labores. Pero también tenía
una tensión dentro que le resultaba insorportable. Los
pezones de sus pequeños pechos se habían puesto duros
y se marcaban a través de la blusa blanca de algodón
que llevaba, y bajo el pantalón notaba cómo la polla se
le iba poniendo cada vez más dura por momentos.
—Dan… —su voz fue casi un susurro pero el oído del
gnomo, casi tan perceptivo como el de un elfo, la oyó
perfectamente.
—Dime, Jäna, ¿hay algo más que freg...? —No pudo
continuar la frase porque, ante él, su colega de taberna
estaba ante él mostrando su largo y delgado miembro
exento de testículos, erecto y palpitante, que prácticamen-
te le llegaba a la altura de la barbilla.
—Quizá me vendrían bien algo de ayuda con… esto —
Se cogió la polla con una mano, haciendo más evidente
que se la ofrecía al gnomo.
—Jäna, yo… —el gnomo titubeó unos instantes.
84
Friegaplatos
—Por favor… —había un atisbo de sincera súplica en
aquella voz.
—Ay —suspiró el gnomo al tiempo que cogía con am-
bas manos aquel rabo suave y sin venas marcadas, y se
lo metió en la boca tan profundo como pudo.
Las arcadas no tardaron en venir pero, antes de que
Jäna se quejara de su brusquedad, Dan volvió a metér-
sela en la boca, ahora poco a poco, con delicadeza, sin-
tiendo con la lengua cada pulgada de carne. Arrancó un
profundo gemido de la semielfa al que siguió un espasmo
de puro placer. Cuando la polla le llegó al fondo de la
garganta, Dan se la sacó con la misma parsimonia para
volver a meterla en una rítmica felación de cadencia
regular y armónica. Hacía justicia a su apodo. En la
boca de Dan cabía perfectamente todo aquel miembro,
dejando espacio para que su lengua lo saboreara y lo re-
pasara con dedicación. Jäna estaba en un éxtasis. Había
agarrado la cabeza de Dan, enredando sus dedos en los
cabellos rizados de este, primero con cierto cariño, para
después agarrarlo con fuerza y tirar de su cabeza hacia
ella como si quisiera follarle la cabeza a su compañero.
Siguieron un buen rato así, en el silencio de la taberna
solo roto por el ruido de la saliva y los jadeos, hasta
que, entre los estertores del orgasmo, Jäna eyaculó con
un agudo grito en la boca del gnomo.
Dan se limpiaba los restos en la comisura mientras in-
tentaba escupir en la pila de platos toda pizca de semen
que quedara en su boca cuando se volvió a la semielfa
con fingida preocupación.
—Oye, Jäna —titubeó—, tengo una duda. Algo que me
reconcome por dentro.
—No, Dan —frunció el entrecejo ella—. Ya lo sabes.
Esto es solo sexo. No puede haber nada entre nosotros,
—En realidad —el gnomo se aguantó la risa—, solo
quería saber si ya podía terminar de fregar los platos
85
La Puta barbuda
—La sonrisa no se borró de su cara ni aun después del
bofetón.
—¡Eres imbécil! —Jäna se dio media vuelta y se mar-
chó a su habitación, escaleras arriba, dejando a Dan
el gnomo friegaplatos con sus quehaceres. Y con una
sonrisa bobalicona.
86
Una nueva vida
Narya solo había tenido un sueño. Acababa de cumplir
200 años y durante toda su corta vida —en términos
élficos, apenas había salido de la adolescencia— siempre
había imaginado cómo sería su vida. Se casaría con
Aranwë, el elfo con el que había sido prometida por
sus padres y los padres de él, cuando ambos no tenían
más de 50 años. Llevaría su cabellera rojiza y rizada,
recogida en un moño. El vestido sería de blanco irisado,
con brillos parecidos a las perlas que recolectan los elfos
grises. En la noche de bodas vestiría un sencillo corpiño
a juego con el traje de novia. Se soltaría el moño, y ten-
dría una noche de pasión junto a su amado tan legen-
daria que los bardos escribirían canciones. Vivirían en
las mansiones plateadas de sus suegros hasta que estos,
hastiados de la vida, decidieran dejar sus cuerpos físicos
y reencarnarse. Momento que ellos aprovecharían para
buscar su propia descendencia. Continuar el ciclo que los
elfos de su mundo habían estipulado como parte de la
tradición desde hacía milenios.
La idea de una despedida de soltera la tomó por
sorpresa, pero la aceptó. Además, no habría ningún
89
La Puta barbuda
problema, ya que Aranwë había decidido que la harían
juntos, para reforzar sus lazos. La descolocó que quisiera
celebrar la despedida en La Puta Barbuda. Nunca ha-
bía estado allí y, según las leyendas que había oído de
viajeros y aventureros, se trataba del mayor lupanar de
todos los mundos conocidos. Al menos, se dijo en su mo-
mento, lo harían juntos. Estaba muerta de miedo, pero
había sido idea de Aranwë, y él era arrojado, galante, y
cuidaría de ella.
Por eso, el día que llegaron, después de beber, de can-
tar, de conocer a gente en la taberna de La Puta Bar-
buda, y cuando ya se hubo hecho de noche y hubo que
subir a la habitación en la que ambos comenzarían su
pequeña y excitante aventura, se armó de valor y subió
con decisión. Una vez allí, mientras esperaban, se des-
nudaron el uno al otro y, justo antes de que el silencio
se hiciera incómodo, sus “dobles parejas” llegaron. Ella
era una humana de piel cobriza, formas redondeadas y
cabellos ondulados y negros. Él, un semiorco gigantesco,
musculoso, cuyo gigantesco miembro apenas podía es-
conderse en los pantalones que llevaba. Tras unos mo-
mentos incómodos seguidos de unas sonrisas y unos leves
tonteos, decidieron pasar a la acción. Y entonces ocurrió
lo inesperado.
Aunque había sido idea de Aranwë, este se echó para
atrás y rechazó tener relaciones con aquella preciosa
humana. Buscó la mirada de su prometida pero ella
ya había tomado una decisión. El orco, sin demasiados
miramientos, se colocó entre sus piernas y la penetró
con rudeza durante un buen rato. Tras el grito inicial, y
unos primeros instantes de dolor en los que sintió que la
abrían por dentro, Narya comenzó a moverse al compás
de su recién conocido amante hasta explotar en un rá-
pido pero intenso orgasmo. Todo ello antes la atónita e
incrédula mirada de su prometido que, convencido de que
90
Una nueva vida
todo había acabado, cuando la humana y el semiorco
iban a marcharse, Narya pronunció una corta frase:
“Quiero más”.
Aranwë no salía de su asombro, pero había enmudeci-
do. Se sentó en una butaca y observó cómo su prometida
se vestía con el corsé blanco de bordados florales que
iba a llevar en la noche de bodas, y se tumbaba en la
cama, expectante. Fue testigo de cómo un enano tatuado,
de cabello y barba oscuros, que portaba un laúd, dis-
frutaba del cuerpo de su prometida… aunque no tanto
como ella con todo aquello. Casi sintió miedo cuando un
elfo oscuro ocupó el lugar del enano y también fue bien-
venido por Narya. Dos medianos tuvieron su momento,
así como una elfa preciosa con una melena bicolor que
iba del blanco al rojo, e incluso una chica —¿o era un
chico?— con pechos pequeños pero también un impresio-
nante miembro. Al cabo de varias horas, Narya cayó
dormida, exhausta, sin que Aranwë apartara la mirada.
Toda la noche.
A la mañana siguiente Aranwë se marchó de La Puta
Barbuda. Solo.
Narya había descubierto dónde deseaba estar. Ahora
tenía una nueva vida.
Y le encantaba.
91
El Colegio de la Seducción
No creía que fuera posible pero, al parecer, tres eran
demasiado. Gmelch estaba desnuda, tumbada en aquella
cama redonda y observando en el espejo mágico del te-
cho —uno que mostraba el aura de todo aquel reflejado
en él— cómo las tres gnomas que antes la habían invi-
tado a su habitación, se esforzaban por darle con sus
lenguas todo el placer posible, a la vez, y de la manera
más intensa posible. Y, como estaba comprobando la
barba semielfa, su límite no era ni de lejos tan lejano
como ella había creído en un principio. Entre espasmos,
llegó a un clímax brutal y salvaje, derramando sus ju-
gos sobre Brina, Lily y Zatna, manchando sus rostros y
cabellos —rosa fucsia, naranja metálico y celeste que se
transformaba con un suave degradado en turquesa bri-
llante— y viendo a las pequeñas y delgadas gnomas de
pechos menudos y enormes ojos, limpiarse entre ellas a
lametazos. Estaba exhausta, había priorizado la “inves-
tigación empírica” de sus estudios, y ahora debía tomar
nota de todo pero, ¿cómo, si ni siquiera podía recuperar
el resuello?
93
La Puta barbuda
Aunque el camino de un bardo es solitario en cuanto
a la compañía de los de su misma clase, prefiriendo ro-
dearse de otro tipo de aventureros que no hayan seguido
sus pasos para lucirse como el juglar del grupo, la mayo-
ría de los bardos aprenden su oficio de una manera muy
distinta. Forman grandes grupos dirigidos por grandes
bardos con dilatadas carreras, que enseñan a los más
jóvenes a través de la experiencia y el arte. A veces, estas
agrupaciones se organizan en centros parecidos a las
universidades e institutos de magos, llamados “Colegios
de Bardos”. Cada colegio sigue unas normas básicas que
los distinguen de otros, así se forman y definen de ma-
nera que cualquiera pueda saber qué tipo de bardos son
preparados en ellos. Algunos de los más famosos son
el Colegio del Saber y el Colegio del Valor, ambos con
numerosas sucursales en casi cualquier mundo, pero tam-
bién existen otros como el Colegio del Desafío, el Colegio
del Glamour, el Colegio de las Espadas, o el Colegio de
los Susurros. De vez en cuando surgen nuevos Colegios
de Bardo con enseñanzas diferentes, frescas y rompedo-
ras. Algunos mueren antes de surgir, otros se establecen
con fuerza entre la comunidad, y otros alargan su lucha
durante años, intentando medrar mediante el esfuerzo y
el mérito de sus estudiantes y egresados. Este último era
el caso del Colegio de la Seducción, una joven institución
dedicada al estudio del placer, el sexo y las relaciones en
todas sus formas. Y es de ahí de donde habían salido
Gmelch y sus dos otros compañeros, también semielfos,
Arendal y Balthan, antes de llegar a La Puta Barbuda.
94
El Colegio de la Seducción
tenía que era posible enamorar a alguien tan solo con el
poder de la voz. Su papel en La Puta Barbuda pretendía
ser meramente teórico y con resultados reflejados solo en
la aritmética: ¿a cuántas criaturas de aquel lugar sería
capaz de seducir eligiendo bien sus palabras? Balthan
era lo que suele llamarse un “bardo típico”; tocaba la
bandurria y luchaba estoque en mano en bares y ta-
bernas para defender el honor de cualquiera que hubiese
sido insultado. Con canciones solía derretir corazones con
la misma facilidad con la que tocaba las cuerdas de su
instrumento, y su espada estaba tan afilada como su
mirada. En La Puta Barbuda pensaba poner en prácti-
ca su arriesgada teoría de que era capaz de provocar el
clímax, y por ende un orgasmo, solo con el poder de su
música. Las intenciones de Gmelch eran muy diferentes.
Para ella la seducción estaba indisolublemente ligada
al contacto físico. El placer venía dado por una mano
diestra, por una boca experta y, en definitiva, por al-
guien que supiera, no solo usar su cuerpo de una manera
óptima, sino también encontrar los puntos de placer en
el cuerpo de cualquiera. Por ello, pretendía acudir a La
Puta Barbuda en calidad de voyeur pues de la observa-
ción de cualquiera en pleno acto sexual se podían extraer
datos, experiencias, notas, hipótesis y nuevas teorías. Los
tres bardos semielfos tenían unas ideas muy concretas de
cómo serían sus papeles al llegar… pero las cosas no
siempre salen como se planean.
95
La Puta barbuda
ver al padre del niño. Semielfo entre elfos, esta condición
de mestizo propició las continuas burlas de otros niños
elfos durante toda su infancia y juventud, lo que provocó
que se esforzara al máximo para ascender en la escala
social de los Altos Elfos de tal manera que siguió tan a
rajatabla todos los preceptos de los Primero Nacidos que
su rectitud y sus prejuicios fueron de la mano hasta que
entró en el Colegio de la Seducción y, conociendo a otros
como él, pudo relajarse. Aun así, su desagrado por otras
razas que los elfos consideraban “menos agraciadas” era
algo que le había calado muy hondo desde siempre. Por
eso no podía haberse imaginado, antes de aquella visita,
que mantendría relaciones sexuales con un miembro de
la raza enana, con sus cuerpos bajos, anchos y achapa-
rrados, de músculos redondeados y con pieles duras tan
proclives a estar cubiertas de vello. Y mucho menos con
dos de esas criaturas… ¡e ir camino del tercero! Pero su
tercer polvo fue interrumpido por un estruendo que prove-
nía de fuera, en el pasillo, y por pura intuición, salió a
investigar a medio vestir.
96
El Colegio de la Seducción
una sesión de sexo improvisado sobre numerosas alfom-
bras y cojines. Llevaba ya al menos dos horas cuando la
voz de su compañero se había introducido en su mente
con un conjuro sencillo que solían utilizar en el colegio
para copiar en los exámenes. A regañadientes dejó a
medias a sus acompañantes y subió a toda prisa las
escaleras abrochándose a trompicones los pantalones.
97
La Puta barbuda
mano trataba de recoger todas las observaciones. Cerró
los ojos durante un instante y, al volver a abrirlos, se
encontró con los gigantescos ojos de una de las gnomas
ante ella, ofreciéndole una mano. Le ofreció a cambio la
suya, aún manchada por sus jugos vajinales, y la siguió
hasta la cama redonda donde esperaban desnudas y lis-
tas las otras dos gnomas.
98
Transmutación
Llevo mucho tiempo en La Puta Barbuda, recibiendo
entre mis piernas a hombres y mujeres, elfos, enanos,
semiorcos, seres para los que no existen nombres en la
lengua común… y nunca había conocido a nadie como
Nina.
Era humana, y como tantos humanos cuando vienen
por primera vez a La Puta Barbuda, lo primero que
buscó fue una rolliza enana de senos grandes llenos de
amor, cariño y comprensión. He dado placer a hembras
de toda condición, pero Nina era diferente. Hablaba
como si tuviera miedo a romper un plato, le daba ver-
güenza desnudarse y no se le daba bien eso de… recibir,
por decirlo de alguna manera. Sin embargo, cuando fui
yo la que me desnudé, las cosas cambiaron a mejor.
Recuerdo sus ojos abriéndose, como bandejas de mithril,
y sus manos delgadas recorriéndome todo el cuerpo.
Exploraba cada curva, cada cabello, cada pulgada de
piel, como si descubriera el mundo. Mamó de mis tetas
como un bebé y devoró mi peludo y pelirrojo coño como
si fuera su primera vez —era muy probable que así fue-
ra—, pero cuando fui a masturbarla, acercando uno de
101
La Puta barbuda
mis gruesos dedos a escasos centímetros de su lampiño
pubis, se revolvió, incómoda, sin pronunciar una sola
palabra de rechazo. La experiencia es un grado que te
da más conocimiento que la propia sabiduría, así que lo
dejé correr. Sin embargo, cuando mis dedos y mi lengua
abrieron y se introdujeron en aquel culo estrecho y cálido,
tardó apenas unos minutos en correrse con un espasmo
tan adorable que me embargó un sentimiento agradable
y extraño, casi familiar.
Y no volví a verla.
***
102
Transmutación
lago vestido, obviamente—. Espero encontrarme alguna
cara conocida, pero al abrir la puerta veo a alguien que
no consigo situar. Parece un humano, hombre, aunque
delgado y bajo… casi como un adolescente. Me mira y
sonríe antes de acercarse y saludarme con un beso. Me
descoloca completamente.
—Hacía mucho que quería volver a besarte —su voz
fluctúa entre aguda y grave con algunos gallos entreme-
dias.
—¿Nos conocemos? —Lo observo detenidamente, pero
solo sus ojos me dicen algo, me parece una locura pero,
con un hilo de voz, me aventuro—. ¿Nina…?
—Casi —sonríe comprensivo—. Ahora me llamo Nino.
—Nino… —frunce el ceño y entrecierro los ojos, busco
la verdad en cada nota de su voz, en las palpitaciones,
en su expresión; finalmente le devuelvo la sonrisa—. Yo
también te he echado de menos.
103
La Puta barbuda
energías masculinas y femeninas conviviesen dando lugar
a resultados diferentes e insólitos. Pero esto era diferente.
No era común que alguien cambiara de sexo, aunque no
imposible. Había oído de mundos en los que se prac-
ticaba una magia diferente, una especie de Escuela de
Transmutación o “Trans”, como era conocida entre los
no duchos en conocimientos arcanos. Era muy probable
que Nina accediese de alguna manera a estos extraños
y complejos rituales y acabara siendo Nino, un hombre
con un cuerpo nuevo.
Y menudo cuerpo. Lejos de los reparos de la primera
vez, siento a Nino disfrutar de su nueva condición, así
como disfruta conmigo. Me acaricia, me lame, me besa,
me penetra una y otra vez. Se deja tocar, arañar, y mas-
turbar. Hace que llegue al orgasmo varias veces y él se
corre en diferentes partes de mi cuerpo. Tas horas de ge-
midos y jadeos, fluidos y sudor, se queda dormido con la
cabeza apoyada en mis pechos. Lo abrazo y reconozco
que sí, que sentí una sensación familiar, casi maternal
con Nina. Una sensación que ahora, con Nino, se mezcla
con otra cosa. Orgullo.
104
“¡Goblinz kerer foyar!”
Homenaje al juego de rol Pathfinder
107
La Puta barbuda
de unas pocas que no veía “aptas” para los goblins. La
mazmorra quedaba descartada. La preciosa y sádica
drow calva que la guardaba era maravillosa hacien-
do llegar al placer a través del dolor, pero dudaba que
se contuviese, y una muerte —no hablemos ya de cua-
tro— no sería bueno para el negocio. Cualquier enana
preferiría atarse una piedra al cuello y lanzarla luego
al lago antes que tocar siquiera a un goblin. Y si se lo
dijera a alguna elfa, lo más probable es que, en cuanto
los viera, vomitara hasta que no le quedara una gota de
esa pseudo-inmortalidad suya en las tripas. Medianas
y gnomas estaban ocupadas, e incluso razas más “to-
lerantes”, como tieflings y humanos, escaseaban en ese
momento. Revisó uno por uno los libros, los mapas y
guías de habitaciones —no era fácil llevar el control de
un establecimiento mágico que cambiaba y mutaba a
placer— e incluso los libros de visitas. Salió al pasillo y
el conjuro de amortiguación sónica hacía que tanto sexo
allí concentrado fuera soportable en las zonas comunes
gracias a ese silencio mágico. Nada, no se le ocurría
nada. Hasta que… Podía funcionar. Corrió escaleras
abajo, salió a toda prisa por la puerta trasera y corrió
hasta los establos, deseando encontrar a quien quizá
podía salvarle el día. Pero allí, entre el heno y la paja,
y los jergones algo más cuidados que usaban los centau-
ros que acudían a La Puta Barbuda, no estaba ella. La
elfa y antigua pirata suspiró, decepcionada y dispuesta
a perder a unos desagradables clientes… aunque clientes
al fin y al cabo, cuando escuchó una voz profunda y
dulce tras ella.
—¿Buscabas algo, jefa?
—A ti, mi querida Mina —La sonrisa de la elfa se
ensanchó al girarse y encontrarse la fabulosa enormidad
de aquellas tetas—. Te buscaba a ti.
108
¡Goblinz kerer foyar!
Lo preparó todo con rapidez, allí, en los establos, sobre
el heno y la paja fresca, con la brisa nocturna refrescan-
do y llevándose cualquier olor desagradable; donde nadie
pudiera oír o ver nada, y donde incluso unos incultos y
chillones goblins pudieran tener su intimidad.
109
El Rincón del Vampiro
Homenaje al Escenario de Campaña “Ravenloft”
y a todos los juegos de rol sobre vampiros
—Estáis en mi sitio.
111
La Puta barbuda
tó la oportunidad, aceptamos visitar un par de días La
Puta Barbuda. Pero, ahora que habíamos molestado al
vampiro “residente” del lugar, temía que nuestra incipiente
aventura terminase antes de empezar.
—No sabíamos que este reservado era suyo —mi espo-
sa ya estaba haciendo el amago de levantarse y recoger
nuestras copas—, si nos da un momento, nos cambiare-
mos de sitio enseguid…
—Tranquilos —la mueca de frialdad del vampiro se
convirtió en una sutil sonrisa, posó una de sus manos
en el hombro de mi esposa para que no se levantara—,
siempre puedo cedéroslo un rato… si estáis dispuestos a
compartir algo de vuestro tiempo con mi humilde perso-
na.
—¿Compartir? No sé si… —Mi mujer dudaba, dirigién-
dome una mirada que no pude ver, perdido en el mag-
netismo del vampiro.
—¡Estaríamos encantados! —me sorprendí a mí mismo
aceptando su ofrecimiento, completamente perdido en sus
ojos vacuos de emociones.
—Maravilloso —Se sentó con el mismo aire regio con
el que nos miraba de pie, llamó a uno de los camareros
con un gesto y éste le respondió solo con un movimiento
de cabeza para desaparecer tras la barra y volver con lo
que parecía claramente una copa y una botella llena de
espesa sangre de color rojo oscuro—. Y, ¿qué os trae por
aquí? —su mirada iba de uno al otro, lenta, como si una
presa se balanceara en una tela de araña.
112
El Rincón del Vampiro
dentro de nuestros corazones, éramos como dos pollitos
ávidos de la atención de la mamá gallina… solo que con
un componente de tensión sexual que era imposible disi-
mular. Mi mujer le hablaba apretando las tetas contra
el brazo del vampiro, mientras que yo no apartaba mi
mano de su muslo, siendo consciente de que jamás había
hecho algo así. El momento crítico llegó cuando, tras
una rápida ojeada, percibí una erección bajo los panta-
lones de cuero negro de aquel ser de la noche, y pasé una
mano por su entrepierna, ante la sorpresa de mi mujer.
—Hay actividades que no están demasiado… bien vis-
tas, aquí en la taberna de la planta baja —como si
atisbara nuestra decepción a propósito de sus palabras,
continuó con una sonrisa y un deje de indiferencia en la
voz—, pero se pueden hacer excepciones. Máxime si uno
está en un reservado especial. Como este.
Fue como si un resorte saltara dentro de mi cabeza,
en mi corazón y dentro de mis pantalones. Le saqué el
miembro, duro y frío, como un témpano de hielo, y me
lo metí en la boca. Le hacía una mamada con energía y
pasión, como hipnotizado, bajo la atenta mirada de mi
esposa embarazada. No era como si ignorase que ella
estaba allí, al contrario; me excitaba que me viera ha-
cerlo. Ella miró al vampiro y, por toda respuesta, lo besó
con pasión antes de bajar a devorar su polla, compar-
tiéndola conmigo, su marido. Nos la pasábamos de una
boca a la otra o la lamíamos a la vez mientras nuestras
lenguas se entrechocaban como en una visceral lucha de
espadas. No teníamos noción del tiempo que pasamos
así ni cuánto duró todo aquello, pero sí sabíamos una
cosa: Al fin habíamos tenido nuestra aventura.
113
El sexo de los ángeles
Es curioso que se diga que los ángeles no tienen sexo.
La imagen que la gente de a pie tiene de los seres
celestiales —Devas, Planetares o Solares— es la de seres
de luz y pureza, con grandes alas con las que surcan
los cielos, plenos de bondad y, quizá en menor medida,
sin atributos sexuales. Y esto último no podría estar más
lejos de la realidad. Aunque criaturas, en su mayoría, le-
gales y buenas, los ángeles son también seres pasionales.
Fruto de estas pasiones suelen ser hijos con mortales o
semi-mortales, normalmente humanos y elfos, cuya des-
cendencia, varias generaciones después, pueden dar como
resultado el nacimiento de una de las pequeñas maravi-
llas de la naturaleza: un Aasimar. Como sus ancestros
celestiales, los aasimar suelen heredar tanto la bondad
como la fiereza en la lucha contra el mal; algunos de-
sarrollan poderes parecidos a los de los ángeles menos
poderosos, y se sabe de aasimar que han sido capaces
de invocar unas alas de pura energía mágica celestial.
Pero el caso de Evan era diferente. Como si de un án-
gel de cuento se tratase, este joven aasimar había nacido
sin genitales. Durante su infancia, esto no tuvo mayor
117
La Puta barbuda
importancia y no fue hasta la pubertad que los deseos
sexuales bullían en su interior y, por miedo al rechazo,
se aisló de cualquier contacto sexual. Su espíritu sacri-
ficado le valió para convertirse muy pronto en Paladín
del Orden, y siendo aún muy joven, partió en busca de
aventuras, de maldades que castigar y, en secreto, de algo
que pudiera permitirle algún día tener relaciones sexuales.
Y así, mediante historias, cuentos y relatos de tabernas…
llegó a La Puta Barbuda.
Más allá de su armadura, no había nada que su-
giriese el sexo de Evan. Su pelo era corto y rubicundo,
pero sus ojos, como el azul del cielo, eran enormes y
estaban enmarcados por largas pestañas negras. Tenía
una pequeña boca de fresa que parecía siempre recién
maquillada con carmín, y sus mejillas se sonrosaban,
haciendo que sus pocas pecas pasaran del rosa palo, al
marrón chocolate.
Cuando Eärendiel escuchó, en la tranquilidad de su
despacho, la historia de Evan, rápidamente pensó en
presentarle a Jäna. La intersexualidad le había concedi-
do desde su nacimiento —y luego durante su desarrollo—
atributos tanto del género femenino —unos pequeños y
redondeados pechos— como del masculino —una impo-
nente verga que le abultaba los pantalones cuando se ex-
citaba. La experiencia de Jäna podía haber sido perfecta
para Evan, se habrían complementado a las mil mara-
villas… Pero Jäna hacía dos días que se había cogido
vacaciones y andaba perdida follando de habitación en
habitación. Había incluso quien aseguraba haberla visto
dos noches seguidas con la misma persona, una tiflin
de piel azulada que vestía solo un taparrabos de seda
y que ocultaba sus pezones con la caída de sus propios
cabellos. El tema era difícil, porque necesitaba alguien
con la suficiente delicadeza y ternura, y que además le
diera a Evan una experiencia inolvidable. La elfa recor-
118
El sexo de los ángeles
dó a Amber, una enana regordeta y tetona, muy guapa,
que tenía la cabeza y la entrepierna llena de rizos peli-
rrojos, y una sensibilidad inusitada. Quizá por tamaños
o quizá por ánimo de complementar, Eärendiel tuvo la
idea de que incluir en la ecuación una figura masculina
sería perfecto, y a su mente vino, como un fogonazo, el
nombre del gnomo Dannoodles Biff Fris de Ratooille el
Boca Ancha… o Dan el friegaplatos. La combinación
estaba hecha.
La cosa no empezó todo lo bien que podría haberlo
hecho. Al parecer, la lisa y lampiña entrepierna de Evan
era prácticamente insensible. Aunque su figura era algo
andrógina, sin unas caderas marcadas pero tampoco
unos pectorales desarrollados, sus pezones apenas res-
pondían a estímulos, ya fueran suaves como caricias, o
algo más fuertes como pellizcos o mordiscos. Aunque sin
resultados, llevaban horas probando cosas y los tres es-
taban sudados y cansados. Pararon, algo desilusionados,
para descansar e hidratarse. Fue en esos momentos que
Amber se dio cuenta de una cosa. Cuando Evan bebía,
su piel se erizaba, algunos de sus músculos se contraían
y su jadeo después de tragar se parecía poderosamente
al que alguien emitiría mientras le practican una buena
mamada. “Quizá”, pensó la enana, “sus zonas erógenas
sean otras”. Se recostó entonces en la pared, contra el
respaldo de la cama, y abrió las piernas mostrando su
pelirrojo y velludo sexo a Evan. “Ven aquí y cómemelo”,
ordenó. Evan se arrodilló ante Amber y, con algo de
vergüenza, comenzó a lamer. Tras unos pocos y des-
confiados segundos, Evan aceleró el ritmo de su lengua
emitiendo unos jadeos increíblemente similares a los de
hacía un rato. La vacilación se convirtió en confianza y
sus dedos se clavaron en la carne de Amber, agarrando
los muslos de la enana con fuerza. Dan observaba la
escena, el vaivén, y dicho espectáculo le puso el miembro
119
La Puta barbuda
duro como la polla de un gnomo de la piedra. Se fijó
entonces que Evan, de rodillas y con el torso inclinado
sobre Amber, mostraba un culo pequeño y abierto, in-
maculado, y recordando lo bien que se lo pasaba Jäna
cuando embestía sus posaderas desde atrás, se fustigó a
sí mismo mentalmente por no haber caído en lo más
obvio. Así, con resolución, llevó la punta de su miembro
a escasos centímetros de la entrada del culo de Evan y
con un “Espero que te guste”, se la hundió dentro de una
sola acometida. Evan jamás había sentido nada como
aquello y sus jadeos fueron sustituidos por un agudo ge-
mido. El placer que experimentaban hasta ese momento
sus papilas gustativas, unido a la sensación de que algo
se abría paso por sus tripas, lo hizo revolverse en sal-
vajes espasmos de placer indescriptible. Una descarga
eléctrica tras otra recorrió su cuerpo haciendo que sus
músculos convulsionaran sin parar. El placer parecía no
acabar hasta que, poco a poco, la claridad volvió a su
mente y sonrió para sus adentros sin querer moverse de
donde estaba. Por fin, Evan había experimentado su pri-
mer orgasmo.
120
La Diosa está en todas partes
Adoro pasear por el interior de La Puta Barbuda.
Sentarme en un rincón de la taberna y embriagarme
del ambiente de desinhibición que impera en el lugar
cuantas más canciones, alcohol y gente se derraman por
las mesas, mientras siento varias mouris toqueteando mi
sexo en busca de placer del que alimentarse. Me gusta
pasear por los pasillos de la planta superior escuchando
los gritos, jadeos y gemidos tras cada puerta. Asomarme
y observar el interior de las estancias para encontrar-
me seres de todas las razas y condiciones, de cualquier
ideología, género y orientación… todos disfrutando del
supremo placer del sexo. Dando, recibiendo, compartien-
do. A veces me excito mirando por el ojo de una cerra-
dura cómo un nutrido grupo de medianos montan un
gang-bang con un humano despistado que acaba con
un montón de pequeños penes que solo salpican con su
semen. Otras soy testigo de cómo el baile de una exube-
rante tiefling es capaz de llevar al éxtasis a cualquiera
solo con mirarla. Descubrir a parejas de recién casados
que acuden buscando experiencias que atesorar durante
toda su vida, solitarios que buscan sexo, dolor o cariño,
123
La Puta barbuda
e incluso visitantes casuales que descubren que este es su
sitio, y se quedan a vivir en este templo del placer para
siempre. Pero no todo es mirar.
Me dirijo hacia el sótano, aventurándome en la maz-
morra de esa pequeña drow que inflige dolor para llevar-
te al clímax y me presto para ser encadenada al potro y
azotada con un látigo. Dejo que coloque pinzas de metal
con pesos en mis pezones mientras pasa una fría verga
de mithril por mis labios vaginales. Me consigue arran-
car un gemido, profundo y grave, y sonríe, satisfecha.
Me escabullo hasta las cuadras y, sobre un montón
de heno seco y aromático que me envuelve como un per-
fume, me dejo montar por un centauro, una y otra vez,
que no da crédito a la resistencia de esa humana que
aguanta sus monstruosas embestidas.
Me baño en el lago tras la construcción y un banco
de tritones me hacen el amor con sus manos palmeadas
hasta que mi sudor se mezcla con el agua.
Seco mi cuerpo desnudo al sol sobre el embarcadero
de madera y unas preciosas y pequeñas mujercitas se
acercan a mí. Una es gnoma y la otra mediana. Se
desnudan y se reparten mis pechos con hambre y ansia.
Cuando se quedan dormidas, vuelvo a entrar y busco por
las habitaciones.
Un grupo de elementales, cada uno de un plano dife-
rente, me convencen de montar una orgía para ser yo su
enlace “material”; y más tarde me topo con una joven
figura angelical, sin atributos ni órganos sexuales, pero
que se entrega a mis caricias sin ninguna condición.
Experimento el sexo salvaje con una dragona que no
toma por completo su forma humana, sino que se man-
tiene en un estado híbrido donde sus pechos, hombros
y espalda están cubiertos de una segunda piel hecha de
escamas color cobre; con unos cuernos a los que aga-
rrarse mientras devora mi coño con su lengua reptiliana;
124
La Diosa está en todas partes
y cuyos dientes me hacen correrme a cada mordisco que
me propina en mis muslos y mi vientre.
Siento el gélido toque en mis carnes de un vampiro,
y la rugosidad del pene de un goliath en mis entrañas.
Mancho las barbas de un enano con mis jugos vajinales
y disfruto de las enormes tetas y gruesas pollas de un
grupo de orcas ávidas de sexo. Conozco cada rincón de
este semiplano, y el sexo no tiene secretos para mí.
125
ÍNDICE DE RELATOS
I Despedida de soltero 9
II El mejor trabajo imaginable 15
III El día de los Orcos 21
IV Kitsune 27
V Una noche loca 33
VI Orgía mediana 37
VII Robar a un ladrón 43
VIII La mazmorra 51
IX Las mellizas 61
X Sobre las Hadas 67
XI Sangre de Demonio 71
XII Esteriotipos y perjuicios 75
XIII Friegaplatos 83
XIV Una nueva vida 89
XV El Colegio de la Seducción 93
XVI Transmutación 101
XVII “¡Goblinz kerer foyar!” 107
XVIII El Rincón del Vampiro 111
XIX El sexo de los ángeles 117
XX La Diosa está en todas partes 123
· La Puta Barbuda ·
Microescenario de Campaña para 5e
CONTENIDOS
I. Bienvenidos a La Puta Barbuda
II. Geografía de La Puta Barbuda
○ ¿Dónde está?
○ ¿Cómo se llega?
III. Historia, Mitología y Cosmología de La Puta
Barbuda
IV. Explorando… La Puta Barbuda
○ Descripción por Plantas y habitaciones
○ Mapas
V. Dramatis Personae
○ Habitantes de La Puta Barbuda
PNJs principales
Lista de PNJs secundarios
○ Personajes Pregenerados
○ Nuevas opciones de Personaje
Nuevas subrazas: Semielfo Intersexual y Se
miorco Intersexual
Nuevo trasfondo: Trabajador Sexual
○ Nueva criatura: Las Mouris
VI. Semillas y Ganchos de aventuras
VII. Nuevas reglas y ayudas de juego
○ Hay que tener tablas en el Sexo
Extra: Compatibilidad procreadora y embara-
zos
Encuentros
○ Tirada simplificada
○ Tirada múltiple
El Tablao’
○ Nuevos objetos mágicos
VIII. Asistente para creación de Hoja de Personaje
○ Presentación de la Asistente
○ Identidad Sexual
Sidebar: Sexicon
○ Nuevas habilidades
LOS AUTORES
HOJA DE PERSONAJE, por Eneko Menica
I
Bienvenidos a La Puta Barbuda
132
II
Geografía de La Puta Barbuda
135
La Puta barbuda
Obviamente Öh, la Diosa del Sexo, no es la Diosa
Creadora de todo, ni mucho menos, sino una Diosa Me-
nor dedicada a sus propios placeres, valga la redundan-
cia. Pero para sus fieles y, sobre todo, para los miembros
de su culto, con las Sumas Sacerdotisas a la cabeza (que
solo pueden ser féminas, por respeto a la Diosa), el libro
del culto es sagrado, y adoran su texto como las propias
palabras de la mismísima Öh. Pero lo más seguro es que
la historia de esta particular divinidad sea muy diferente
a lo que promulgan sus más acérrimos fieles.
136
Mitología, Cosmología e Historia de La Puta Barbuda
ilustrado de cuentos pornográficos anónimo que nos re-
lata pequeños episodios de la vida de Öh tan dispara-
tados como divertidos. Desde su búsqueda a través del
multiverso en pos del dragón con el mayor pene jamás
visto, hasta la orgía en la que 1.001 vírgenes quedaron
embarazadas solo por emborracharse alrededor de una
gigantesca hoguera, durante siete días y siete noches, el
tono de dichos cuentos es exagerado e hiperbólico, pero
todo el que lo lee lo toma como una verdad absoluta so-
bre la Diosa. A excepción, claro está, de la mayor parte
de su culto.
137
La Puta barbuda
enano y gerente de la taberna de La Puta Barbuda, que
canta muchas noches la historia de cómo la Diosa del
Sexo, tras visitar todos y cada uno de los planos cono-
cidos, formó con su propia magia divina un terruño que
surcara indefinidamente el universo entre el Plano Etéreo
y el Plano Astral; que ella misma construyó una pequeña
posada en la que se servía el desayuno por las mañanas
y cerveza caliente por las tardes, y donde recibía entre
sus propias piernas a todo visitante que llegara en su
busca. Poco a poco, aquellos visitantes que se quedaban
a vivir allí se convirtieron en trabajadores, y luego en
una gran familia que amplió y mejoró la posada que ya
sería conocida como La Puta Barbuda.
138
IV
Explorando… La Puta Barbuda
139
La Puta barbuda
A continuación se describen brevemente algunas de las
estancias más o menos fijas que podemos encontrarnos.
EXTERIOR
PLANTA BAJA
140
Explorando… La Puta Barbuda
141
La Puta barbuda
4. Taberna. La estancia más grande de toda la cons-
trucción (a excepción de La Mazmorra, en el sótano). La
regenta Thoris Falogordo, un bardo enano que siempre
lleva el tatuado torso descubierto, y que anima a los
parroquianos con canciones soeces e historias sexuales
acompañadas de música. Hay un escenario, varias me-
sas de madera baja con taburetes, unos cuantos reserva-
dos y la joya de la corona: la barra del bar. Aunque hay
todo tipo de razas, lo que más abunda son camareras
enanas de muslos rechonchos y camareros halflings de
peludos pies.
142
Explorando… La Puta Barbuda
4c. Reservados. Ocultos entre cortinas de terciopelo e
hilo de oro, los reservados de la taberna pueden estar
adornados de las más pintorescas formas: desde suelos
de madera cubiertos de alfombras y mullidos cojines,
hasta sofás de cuero, pasando por jaulas, grilletes, y
divanes. Se dice que uno de esos reservados pertenece a
perpetuidad a un antiguo y poderoso vampiro.
143
La Puta barbuda
que Eärendiel gestiona todo el local. A veces, Thoris y
Jäna necesitan utilizarla, pero mientras el enano es ahu-
yentado con un rapapolvo aun siendo copropietario, la
joven semielfa intersexual suele librarse por la debilidad
que su jefa siente por ella.
144
Explorando… La Puta Barbuda
de visitantes y clientes, no es raro que sea utilizada por
los centauros para sus encuentros, tanto entre ellos como
con seres de otras razas. Algunas veces, incluso han
descubierto a Mina, la voluptuosa mujer-vaca residente,
montándose un gang-bang con, como ella las llama,
“criaturas de tamaño pequeño”.
PLANTA SUPERIOR
145
La Puta barbuda
chill-out por antonomasia de La Puta Barbuda. Un lu-
gar para el hedonismo y las prácticas onanistas.
146
PLANTA
SUPERIOR
Habitación pequeña.
Terraza.
Sala de los sueños.
Termas.
Habitación grande.
Habitación mediana.
Sala de variedades y
Pasillo mágico.
La Puta barbuda
PLANTA SÓTANO
INSTRUCCIONES
148
V
Dramatis Personae
HABITANTES DE LA PUTA BARBUDA
PNJs Principales
149
La Puta barbuda
150
Dramatis Personae
reina seguía rezando y suplicando, tomó la forma de la
regordeta enana y yació con el esposo de esta. Una, dos,
docenas de veces hasta que supo que la semilla del Rey
había agarrado bien en su interior. Marchó del lecho
matrimonial con la excusa de ir a lavarse, momento en
que la auténtica Reina volvió a sus aposentos. El Rey,
aún excitado sin saberlo por la Diosa, y la Reina exci-
tada por el frescor de la noche, ajena a todo lo ocurri-
do, hicieron el amor hasta la mañana siguiente. Pocos
meses después, cuando la Reina paseaba por el bosque
a los pies de la montaña-reino, se encontró a Öh. Esta
le explicó lo ocurrido y, extendiendo los brazos, le dio al
hijo por el que había suplicado. Era suyo, y a cambio
la diosa había tomado a su marido durante un par de
horas. Dado el cuerpo rechoncho de la Reina, nadie, ni
siquiera su marido, dudó que había estado embarazada
sin que nadie lo notara. Así nació Thoris.
151
La Puta barbuda
● Identidad Sexual: Hombre Cis (Cisgénero masculino),
Polisexual.
153
La Puta barbuda
delicado y rubicundo que había sido secuestrado como
parte de un botín. Pero nada. En un alarde desesperado,
Öh tomó la forma de una hermosa elfa, de crines de
fuego y ojos como el ámbar. Hizo aparecer grilletes en
sus muñecas y tobillos, y apenas cubrió la desnudez de
su cuerpo de alabastro con sedas sucias y hechas jirones.
Después, esperó pacientemente entre los fastuosos tesoros
de un dragón marino muerto hacía siglos, y dejó que los
rumores y las leyendas susurradas en los oídos de cada
puerto hicieran el resto. Este tercer intento surtió efecto.
Cuando sus miradas se encontraron, la pasión surgió
al instante. Aurora reclamó a la “damisela en apuros”
como premio para ella. La lavó, la curó y, ese mismo
día, entre los vaivenes del barco sobre las olas, ambas se
fundieron en un acto sexual que duró dos lunas con sus
respectivos soles. Aunque pasaron juntas varias semanas
intensas y ardientes, Aurora ansiaba la libertad, y un
amor en cada puerto. Así que dejó marchar a la joven
elfa en el puerto de una importante y civilizada nación.
Pero he aquí la magia de Öh, que tras un tiempo, obró
el milagro, y Aurora se descubrió embarazada. Nadie en
su tripulación osó preguntar, así que al tiempo, una niña
preciosa, con el pelo rojo y blanco, nació. Una niña que,
en lengua élfica, fue llamada “La enamorada secreta del
Mar” en honor a su misteriosa madre.
154
Dramatis Personae
descarada. Lleva el cabello largo y ondulado, blanco en
la raíz y que tras un par de palmos, se va volviendo rosa
en un suave degradado para terminar en unas puntas de
color rojo fuego. Viste ropas de estilo pirata, tatuajes de
motivos marítimos, numerosas joyas de oro, y gusta de
mostrar los hombros, como su madre elfa, y parte de su
generoso escote.
155
La Puta barbuda
156
Dramatis Personae
de humano y elfo, sino también masculinos y femeninos.
Aunque marchó con sus padres a un mundo pre-revolu-
cionario de armas y pólvora, cuando tuvo edad suficiente,
volvió a La Puta Barbuda y solicitó empleo.
157
La Puta barbuda
mortales, esta unión da fruto. Aparecen bebés con un
enorme potencial, poderosos héroes o semidioses, con un
poder más allá de lo que un aventurero podría llegar a
soñar.
Y si existe un dios al que le guste pasar tiempo con
mortales esa es, sin duda, Öh, la Diosa del Sexo, o “Dio-
sa Despelotada”.
158
Dramatis Personae
159
La Puta barbuda
tan poderosos. Pero uno de sus mayores misterios está
relacionado con la misma estructura de su semiplano y
la construcción principal del mismo La Puta Barbuda, y
uno de sus más recientes inquilinos.
Aunque su poder le permite adoptar cualquier forma
deseada, su aspecto preferido es el de una mujer joven
y arrebatadora belleza con el rostro lleno de dulzura,
cuerpo de curvas voluptuosas, exigua ropa y voluminoso
cabello rosa fucsia que recoge en extraños aunque armó-
nicos peinados.
● Identidad sexual: Meta-género Pangénero, Omni-
sexual.
OTROS PNJs
Residentes
Algunos los llamarían “trabajadores sexuales” (o pros-
titutos y prostitutas, v. Nuevo Trasfondo), otros se refieren
a sí mismos como devotos y adeptos de la Diosa Öh,
muchos están aquí también huyendo de su familia, de
un matrimonio concertado, de un mundo para el que no
están hechos; y los hay que solo se quedan por diversión.
Sea como sea, la “población” del Semiplano del Sexo es
rica y variada. Son famosas las enanas que dan nom-
bre al local, los delicados elfos, las orgías de medianos
y medianas que gustan de montar fastuosas fiestas, se-
miorcos con atributos solo aptos para los cuerpos más
“resistentes”, diversos animoides (mitad humanos y mitad
animal, como centauros, minotauros, kitsunes o felinos) y
una miríada de diferentes tipos de planodeudos, aasima-
res, tieflings y seres de otros mundos.
Visitantes
Seres de todos los mundos que hacen auténticos pe-
regrinajes hasta aquí, considerándola una de las Siete
160
Dramatis Personae
Grandes Maravillas Planares, así como Patrimonio Cul-
tural del Multiverso, llegan buscando sexo, diversión y
algo realmente único. Aventureros de los rincones más
lejanos de la creación que acuden a gastarse las ganan-
cias de sus aventuras y saqueos.
Devotos que adoran a cualquier manifestación de Öh,
sea con el nombre que sea, en cualquier cultura o religión
conocida. Todos ellos están ubicados en esta categoría,
como los PJs al llegar. Así mismo, no son raros los casos
en que un visitante solicita quedarse una temporada más
larga de lo habitual. Pero en La Puta Barbuda hay sitio
para todos, si vienen con el ánimo adecuado.
Enemigos
En esta categoría entran todos aquellos que están en
contra del lugar, ya sea por convicciones morales, por
motivos religiosos, en incluso por simple avaricia (La
Puta Barbuda esconde innumerables tesoros) o por la
lujuria desenfrenada.
161
La Puta barbuda
que es invitado por tres halflings (Ev, Tita y Tuc) a un
cuarteto.
5. Brina, Lily y Zatna (relato 15, “El Colegio de la
Seducción”): Tres gnomas centradas en dar placer oral a
la barda semielfa Gmelch.
6. Ckerhs (relato 3, “El Día de los Orcos”): Rey-Skal-
da (bardo-bárbaro del norte) y único orco homosexual,
que él sepa, de su tribu.
7. Dannoodles Biff Fris de Ratooille el Boca Ancha,
alias “Dan” (relatos 13, “Friegaplatos” y 19, “El sexo de
los Ángeles”): Gnomo friegaplatos que a veces es el des-
ahogo sexual de Jäna y que, junto a la enana Amber, le
descubre al aasimar Evan los placeres del sexo aun sin
genitales.
8. Eärendiel Thuringwethil* (v. PNJs Principales): elfa
ex-pirata, gobernanta de las “habitaciones”.
9. Elëanor (relato 12, “Estereotipos y Prejuicios”): Alta
Elfa que rompe prejuicios de su raza al acostarse con el
enano Osrik.
10. El’Gala’n (relato 1, “Despedida de soltero”): Elfo
que se va a casar y acaba “seducido” por la enana
Jenjibre.
11. Ella (relato 9, “Las Mellizas”): Gnoma, pareja de
la mediana Pétalo.
12. Erynnîth (v. VIII, Asistente a la Creación de Perso-
najes): Elfa silvana que lleva el papeleo del local.
13. Evan (relato 19, “El sexo de los Ángeles”): Aasimar
asexuado que busca cómo tener relaciones sin órganos
sexuales; Eärendiel empareja a la criatura con la enana
Amber y el gnomo Dan.
14. Gmelch, Arenthal y Balthan (relato 15, “El Colegio
de la Seducción”): Tres bardos semielfos que acuden a
La Puta Barbuda para ampliar sus “conocimientos aca-
démicos” sobre el arte de la seducción.
15. Unos goblins (relato 17; “¡Goblinz kerer foyar!”):
162
Dramatis Personae
Cuatro pequeños goblins bastantes ruidosos que se lo
montan con la minotaura Mina en un extraño gang-
bang.
16. Horseluis (relatos 2, “El mejor trabajo imaginable”,
y 3, “El Día de los Orcos”): Centauro encargado de la
seguridad del local.
17. Iz’draw (relato 8, “La Mazmorra”): drow “Ama”
dueña de una mazmorra BDSM en el sótano de La Puta
Barbuda.
18. Jäna “Dos Corazones”* (v. PNJs Princiales): se-
mielfa intersexual, encargada de la barra de bar de la
taberna.
19. Jenjibre (relato 1, “Despedida de soltero”): enana
que hace compañía al elfo El’Gala’n.
20. Los halflings Ev, Tita y tuc (relato 6, “Orgía Me-
diana”): Medianos que se quieren montar un cuarteto con
el cambiapieles Bë’orn.
21. Una kitsune (relato 4, “Kitsune”): chica-zorro muda
que pasa una noche mágica con Rocío de la Mañana.
22. Las mouris (relato 10, “Sobre las Hadas”): hadas
asexuales que revolotean bajo las mesas de la taberna;
son “bautizada” por Jäna como Cinabrio, Madreperla,
Chispabrillante, Oronegro, Brisacálida, Almavida, Gusto-
devino, Alatiznada, Pieldeámbar, Ojosdeplata…
23. Max (relato 8, “La Mazmorra”): humano que le
tiene miedo a las dungeons y, mientras sus compañeros
(el hechicero elfo Edelel, el bárbaro semiorco Ugruk, Au-
relion el clérigo enano y Jazzy, la pequeña pícara me-
diana) están de juerga, conoce a la drow Iz’draw en su
mazmorra BDSM del sótano.
24. Mina (relato 17; “¡Goblinz kerer foyar!”): Minotau-
ra que se lo monta con cuatro goblins al mismo tiempo.
25. Narya (relato 14, “Una nueva vida”): Elfa que
acude a La Puta Barbuda junto a su prometido Aranwë
a celebrar una despedida de solteros en pareja, para ex-
163
La Puta barbuda
perimentar antes de casarse… y las cosas no salen de
igual manera para ambos.
26. Nina/Nino (relato 16, “Transmutación”): Ser hu-
mano que, nacido mujer, va a La Puta Barbuda y tiene
relaciones con una enana (llamada Amber, pero cuyo
nombre solo sabemos en el relato 19); un tiempo después,
vuelve al local y a ver a la misma enana, esta vez con-
vertido en hombre.
27. Osrik (relato 12, “Estereotipos y Prejuicios”): Enano
que se queda prendado de la alta elfa Elëanor.
28. Öh* (v. PNJs Principales): Diosa del Sexo, encarna-
ción del Semiplano del Sexo.
29. Pak “Granclava” Hura-Krethathko (relato 3, “El
Día de los Orcos”): Goliath grande y barbud, encargado
de la cocina tras la taberna.
164
Dramatis Personae
30. Perro (relato 7, “Robar a un ladrón”): semiorco que
trabaja en La Puta Barbuda y conoce a Rok, el ladrón,
y tienen una noche de sexo intenso.
31. Pétalo (relato 9, “Las Mellizas”): Mediana, pareja
de la gnoma Ella.
32. Rocío de la Mañana (relato 4, “Kitsune”): explora-
dora humana que tiene una noche mágica con la kitsune.
33. Rok (relato 7, “Robar a un ladrón”): Ladrón hu-
mano que intenta robar en La Puta Barbuda pero co-
noce a Perro.
34. Thoris Falogordo* (v. PNJs Principales): Enano
bardo, encargado de la taberna.
35. Williburgues “Burg” Dedoslargos (relato 2, “El me-
jor trabajo imaginable”): Mediano mamporrero de cen-
tauros.
165
La Puta barbuda
36. Un vampiro (relato 18, “El Rincón del Vampiro”):
Vampiro que se monta un trío con una pareja con ganas
de tener una aventura; su nombre no es revelado en el
relato.
(*): Personajes No Jugadores Principales.
166
Dramatis Personae
Personajes Pregenerados
(¡Listos para rolear!)
FUE: 13 (+1)
INT: 8 (-1)
DES: 13 (+1)
SAB: 13 (+1)
CON: 14 (+2)
CAR: 16 (+3)
Identidad sexual
Rol de género:
Femenino
Identidad de género:
Cis
Orientación sexual:
Heterosexual
Trasfondo:
Noble
167
La Puta barbuda
ADRIK HUEVOCANO
Enano de las Colinas / Clérigo de la Superchería 1 /
Caótico Bueno
FUE: 14 (+2)
INT: 12 (+1)
DES: 10 (0)
SAB: 16 (+3)
CON: 16 (+3)
CAR: 12 (+1)
Identidad sexual
Rol de género:
Masculino
Identidad de género:
Cis
Orientación sexual:
Heterosexual
Trasfondo:
Charlatán
168
Dramatis Personae
AMOR
Humana / Barda 1 / Caótica Neutral
FUE: 14 (+2)
INT: 14 (+2)
DES: 13 (+1)
SAB: 12 (+1)
CON: 10 (0)
CAR: 16 (+3)
Identidad sexual
Rol de género:
Femenino
Identidad de género:
Cis
Orientación sexual:
Pansexual
Trasfondo:
Artista
169
La Puta barbuda
SKANDAL TEMERIDAD
Tiefling / Pícaro 1 / Legal Maligno
FUE: 12 (+1)
INT: 10 (0)
DES: 17 (+3)
SAB: 12 (+1)
CON: 12 (+1)
CAR: 10 (0)
Identidad sexual
Rol de género:
Masculino
Identidad de género:
Cis
Orientación sexual:
Homosexual
Trasfondo:
Criminal
170
Dramatis Personae
ARKAH
Semiorca / Bárbara 1 / Neutral Verdadero
FUE: 18 (+4)
INT: 10 (0)
DES: 14 (+2)
SAB: 11 (0)
CON: 10 (0)
CAR: 9 (-1)
Identidad sexual
Rol de género:
Intersexual
Identidad de género:
Fluido
Orientación sexual:
Monosexual
(mujeres)
Trasfondo:
Forastera/Salvaje
171
La Puta barbuda
OSBORN BARRICAMACIZA
Mediano Piesligeros / Explorador 1 / Neutral Bueno
FUE: 11 (0)
INT: 11 (0)
DES: 17 (+3)
SAB: 12 (+1)
CON: 10 (0)
CAR: 9 (-1)
Identidad sexual
Rol de género:
Femenino
Identidad de género:
Trans
(Masculina)
Orientación sexual:
Bisexual
Trasfondo:
Marinero
172
Dramatis Personae
SEMIELFO INTERSEXUAL
173
La Puta barbuda
+2 a Carisma, +1 a la puntuación de cualquier otras
dos características de tu elección: esto refleja, no solo su
indiscutible atractivo sino también la variada naturaleza
de esta subraza.
Mediano: no tienen bonificador ni penalizador al ta-
maño.
Velocidad normal: Velocidad base de 30 pies (9m).
Visión en la penumbra: los semielfos intersexuales ven
el doble que un humano en condiciones de luz tenue.
Adaptabilidad: Los semielfos intersexuales obtienen
soltura con dos habilidades de manera adicional en el
primer nivel.
Sangre semiélfica: cuentan a la vez como humanos,
elfos y semielfos para cualquier efecto relacionado con
la raza.
Inmunidades élficas: inmunidad a los efectos del sueño
mágico, obtienen un bonificador +3 racial a las TS con-
tra conjuros y efectos de encantamientos.
Sentidos agudos: bonificador +3 racial a las pruebas
de Percepción.
Multitalento mejorado: los semielfos intersexuales esco-
gen dos clases favoritas a primer nivel, y obtienen +1 PG
y +1 punto de habilidad cada vez que sube un nivel en
cualquiera de esas dos clases.
Idiomas: los semielfos intersexuales empiezan hablan-
do común, élfico y un idioma planar a elección.
SEMIORCO INTERSEXUAL
175
La Puta barbuda
+2 a Sabiduría, +2 a Constitución: lo que refleja tan-
to la elevada intuición y sexto sentido de esta subraza,
como su sobresaliente fortaleza intrínseca.
Mediano: no tienen bonificador ni penalizador al ta-
maño aunque son algo más grandes que la media de
semiorcos alcanzando fácilmente los 6 pies.
Velocidad normal: Velocidad base de 30 pies (9m).
Visión en la penumbra: gracias a la sangre de orco,
los semiorcos intersexuales tienen una visión en la oscuri-
dad y en penumbra muy superior. Ven hasta los 60 pies
en condiciones de luz tenue como si fuera luz brillante, y
en plena oscuridad ven como si hubiera luz tenue, aunque
en la oscuridad no pueden distinguir los colores, viendo
solo en escala de grises.
Líderes: Los semiorcos intersexuales tienen un bonifi-
cador racial de competencia con las habilidades Intimi-
dación y Persuasión, que se multiplica por 2 cuando los
objetivos son semiorcos.
Sangre semiorca: cuentan a la vez como humanos,
orcos y semiorcos para cualquier efecto relacionado con
la raza.
Resistencia implacable: Cuando los puntos de golpe se
reducen a 0 pero no mueren inmediatamente, el PJ puede
quedarse con 1 punto de golpe. No puede volver a utili-
zar esta característica hasta que completar un descanso
prolongado.
Corpulencia: Tu máximo de puntos de golpe aumenta
en 1 y aumenta 1 más cada vez que subes de nivel.
Ataques salvajes: Cuando un semiorco intersexual sa-
que un crítico en un ataque con un arma cuerpo a cuer-
po, puede volver a tirar uno de los dados de daño del
arma y añadirlo al daño adicional del golpe crítico.
Idiomas: los semiorcos intersexuales empiezan hablan-
do común, orco y otro idioma a elección.
176
Dramatis Personae
Nuevo Trasfondo
TRABAJADOR SEXUAL
177
La Puta barbuda
menos? ¿Te gusta o lo odias? ¿Lo escondes o te aver-
güenza? Estas, y otras que puedan ir surgiendo, son
preguntas que, al responderlas, pueden definir mucho un
personaje con este trasfondo.
OCUPACIONES ESPECIALIZADAS
Los trabajadores sexuales pueden ser de muy diversa
índole. Discute con tu DM para decidir tu especializa-
ción. Puedes seleccionar la ocupación especializada de la
siguiente tabla o hacer una tirada con un d8 al azar.
d8 Ocupación especializada
1 Prostitución
2 Stripper / Bailes exóticos
3 Modelo de desnudo
4 Actor/ actriz de espectáculos eróticos/pornográficos
5 Artista plástico de obra erótica
Escritor/a de literatura erótica o Director de es-
6
pectáculos eróticos/pornográficos
7 Mamporreros, masturbadores o masajes eróticos.
Otros: nyotaimori (bandeja viva para servir comi-
8
da o bebida), estatua viva, geisha…
178
Dramatis Personae
Como trabajador sexual especializado, conoces todas
las habilidades necesarias para realizar de una manera
correcta y óptima tu ocupación, no solo para disfrute de
quien contrate tus servicios, sino para obtener remunera-
ción económica de ello. Las cuestiones que tendrías que
plantearte, además de las ya comentadas, son ¿sigues en
el negocio? ¿Lo abandonaste? ¿Eres capaz de alternar
ambos aspectos o escondes uno de estos mundos? Y, ¿qué
te aporta esta dicotomía?
RASGO: SECRETOS
Cuando la gente está recibiendo placer, sea por la
manera que sea, suelen relajarse,dejar caer los muros que
construyen para proteger sus cabezas y corazones y, al
final, es muy probable que sus más oscuros y profundos
secretos salgan a la luz.
Los trabajadores sexuales, sean del tipo que sean,
suelen ver cómo muchos de estos secretos llegan a sus
manos antes o después, procedentes de miembros de cual-
quier estrato social. Y los secretos son poderosos. Cuando
llegas a una población, tienes la capacidad de enterarte
de los rumores que corren por la ciudad o pueblo en
cuestión. En tu propia localidad, eres capaz de distinguir
cuáles de los rumores que pululan por sus calles son cier-
tos. Además, una vez por aventura eres capaz de conocer
un secreto: la respuesta a una sola pregunta. Ahora bien,
quizá la respuesta no sea lo que esperas… o la pregunta
no se haya realizado correctamente.
CARACTERÍSTICAS SUGERIDAS
Los trabajadores sexuales tratan con mucha gente,
escuchan sus palabras, sus problemas; son paños de
lágrimas y hombros donde llorar. Esto hace que sean
personajes increíblemente empáticos, y tienen un 75% de
probabilidades de caer bien tras una primera toma de
contacto.
179
La Puta barbuda
d6 Ideal
Amor. Todo el mundo necesita que lo quieran,
1
aunque solo sea por unos breves instantes (Bueno).
Honor. La palabra dada jamás debe romperse
2
(Legal).
Libertad. Mi cuerpo es mío, y hago lo que quiero
3
con él (Caótico).
Compañerismo. La gente que trabaja y lucha a
4
mi lado es la que de verdad me importa (Neutral).
Poder. Con el sexo se puede manipular a cualquie-
5
ra, y la manipulación es poder (Maligno).
Hedonismo. El placer lo es todo, y su búsqueda,
6
un camino en sí (Cualquiera).
180
Dramatis Personae
d6 Vínculo
No conocí a mis padres, encontré mi modelo a
1
seguir en mi mentor/a.
Entré en el negocio para saldar una deuda de mi
2
familia.
3 Un antiguo amante me traicionó.
4 Tengo un hijo secreto.
Solo me he enamorado una vez, y fue de un/a
5
cliente/a.
Mi familia no sabe a qué me he dedicado, pero
6
vuelvo a casa cada año para visitarlos.
d6 Defecto
1 Me es imposible enamorarme de nadie.
2 No confío en nadie que no sea de mi propio sexo.
Todo el mundo tiene un precio, y a mí me pierde
3
el dinero.
Digo lo que los demás quieren oír, aunque eso im-
4
plique mentir.
5 Hablo demasiado y eso suele traerme problemas.
No tengo pudor, ni siquiera en las situaciones más
6
comprometidas con el respeto.
181
La Puta barbuda
Básicamente has ejercido como el trabajador sexual
que se describe en el trasfondo, solo que no era un “tra-
bajo remunerado”, es decir, eras un esclavo y tus servicios
sexuales eran ejercidos por obligación. Quizá fueras par-
te de un botín de guerra o el bastardo de algún noble
con el servicio, es probable que provengas de una larga
tradición de sirvientes, o que fueras raptado siendo solo
un bebé, o incluso pudiste haber sido vendido como con-
cubina por tu propia familia en pago a un señor de la
guerra. El caso es que tus labores eran de índole sexual,
y no las hacías por iniciativa propia. Ahora bien, ¿cómo
rompiste con esa vida? ¿Te persigue tu pasado? ¿Te con-
diciona esa vida que dejaste atrás al relacionarte con tus
compañeros de aventuras?
182
Nueva criatura
Mouri
Fata Minúscula - Neutral Verdadero
183
La Puta barbuda
CA: 16
PG: 3 (1d4)
Velocidad: 10 pies, 35 pies volando.
FUE DES CON INT SAB CAR
6 (-2) 20 (+5) 10 (+0) 8 (-1) 18 (+4) 16 (+3)
Habilidades: Persuasión +5, Percepción +6, Sigilo +7
Percepción pasiva: 16
Lenguaje: —
Desafío: 1/4 (50 PX)
ACCIONES
Invisibilidad superior: Las mouris pueden hacerse to-
talmente invisibles a voluntad, pero cualquier objeto que
porte no se beneficia de esta habilidad.
● NdA: Ver relato 10, “Sobre las Hadas”.
184
VI
Semillas de Aventura
La Puta Barbuda es un lugar enorme, mágico e cuasi
infinito donde vivir las más alocadas aventuras. Desde
una orgía con elementales, hasta el robo de la caja de
la taberna de toda una noche, pasando por escándalos
sexuales, adulterios peligrosos, embarazos mágicos no
deseados y mil historias más. Pero, debido a la condición
especial de este micro-escenario de campaña, podemos
entender que no todo el mundo sea capaz a la prime-
ra, de montar una aventura con un componente carnal,
podríamos decir. Así, esta breve sección solo pretende
ofrecer al DM una pequeña ayuda en forma de algunos
ganchos de historia, premisas fácilmente desarrollables,
para comenzar una apasionante y divertida andadura en
este extraño y maravilloso lugar.
185
La Puta barbuda
● Mala leche (aventura de investigación): Los PJs lle-
gan tras fallar su primer encargo; la estaban cagando
y entonces apareció un grupo más experimentado y les
robó dicha misión.
Llegan a La Puta Barbuda y, tras descubrir que es el
Semiplano del Sexo, el personal les comenta que muchos
han enfermado, sospechan de algo alimenticio, así que
les ofrecen esa investigación. Pueden vivir allí mientras
dure la investigación.
○ Giro: Goblins que, creyendo que era Mina la
minotaura, se follan a la vaca de los establos.
○ Doble giro: Leche de Minotaura en sustitución.
189
La Puta barbuda
raza vendría a ser la edad media de un individuo de la
misma. La esperanza de vida racial sería inversamente
proporcional a la fertilidad. Así, los elfos estarían muy
cerca de la esterilidad, seguidos por los enanos; mientras
que los orcos tendrían una fertilidad muy alta ya que
mueren antes; en la zona media de la tabla estarían
humanos, semielfos y medianos. Podríamos hacer su-
posiciones mediante este % y subirlo o bajarlo en base
a métodos anticonceptivos o prácticas más “seguras”.
Aunque en la realidad no sería así, aquí consideramos
que todas las razas de seres inteligentes son compatibles,
independientemente de su forma, origen y tamaño.
190
Nuevas Reglas y Ayudas de Juego
Además, queda a discreción del DM sumar los PX
que considere oportuno en base a calidad de la interpre-
tación, descripción explícita, etc, que se haga de dichos
encuentros. Esto vendría a sustituir (o completar) el tra-
dicional sistema de PX por muertes, como el sistema de
PX por Heroicidades.
191
Encuentros
· o qué se esconde tras cada puerta ·
193
La Puta barbuda
TABLA SIMPLIFICADA DE
d30
ENCUENTROS TRAS UNA PUERTA
Encuentro sexual sencillo con mismo sexo y
1
misma raza
Encuentro sexual sencillo con mismo sexo y
2
diferente raza (a discreción del DM)
Encuentro sexual sencillo con sexo opuesto y
3
misma raza
Encuentro sexual sencillo con sexo opuesto y
4
diferente raza (a discreción del DM)
Formar parte de un “Sandwich” o “Trío del
5
Infierno” (HMH)
6 Formar parte de un “Trío Dúplex” (MHM)
7 Formar parte de un “Trenecito” (trío HHH)
Formar parte de una “Cadena de aconteci-
8
mientos” (trío MMM)
9 Orgía de la misma raza del PJ
10 Orgía de una sola raza diferente al PJ
11 Orgía multiracial
Gang-bang de la misma raza del PJ (partici-
12
par)
Gang-bang de raza diferente al PJ (ser prota-
13
gonista)
14 Gang-bang multiracial (participar)
15 Gang-bang multiracial (ser protagonista)
16 Impedir una violación
17 Impedir robo a una pareja
18 Impedir asesinato
Impedir una violación de alguien con mucho
19
dinero
20 Impedir robo a pareja con mucho dinero
21 Impedir asesinato de alguien con mucho dinero
22 Sesión de voyerismo (a discreción del DM)
194
Encuentros
Gang-bang de centauros a los que les falta
23
“protagonista”
Orgía elemental (les falta alguien del Plano
24
Material)
25 Encuentro sexual con dragón
26 Encuentro sexual con dragón con tesoro
27 Sesión de BDSM (soft)
28 Sesión de BDSM (hard)
29 Encuentro con Jäna
30 Encuentro con Öh
195
La Puta barbuda
PASO 3. Tabla de encuentros sexuales y enemigos (d4)
1 Intento de violación
2 Intento de secuestro
3 Intento de robo
4 Intento de asesinato
196
Encuentros
El Tablao’
No todo es sexo.
Bueno, para muchos sí que lo es pero a veces, y solo
a veces, antes de subir a las habitaciones del primer piso
(o de bajar a la mazmorra del sótano) la taberna de La
Puta Barbuda es un buen sitio donde pasar el rato… y
no solo una especie de recepción donde ir calentando “la
varita” y “el libro de hechizos”. Primera parada al cruzar
el umbral del local, la taberna de La Puta Barbuda está
regentada por Thoris Falogordo, un bardo enano que
con su torso desnudo y tatuado, ameniza toda la planta
con frívolas canciones y estrofas llenas de guarradas.
Dicha taberna está provista de varias mesas de madera
con sus taburetes, un par de reservados con alfombras y
sofás de cuero, una terraza trasera con vistas al lago y
una barra en la que se encuentra Jäna sirviendo bebidas.
Tras la barra, la cocina, el almacén y el despacho que
comparten Thoris y Eärendiel.
La taberna es un crisol de razas y criaturas de todo
el multiverso. Son continuas las fiestas, las juergas, las
canciones y (sí, a veces también) la antesala a alguna
que otra orgía. Pero lo que está claro es que es el primer
punto, la primera parada, en La Puta Barbuda, ya sea
en la barra o en una mesa, solo o acompañado, bebien-
do o solo cantando.
197
La Puta barbuda
ENCUENTROS EN LA
d12
TABERNA DE LA PUTA BARBUDA
1 Camarero/a atendiendo mesas
2 Mouris “en los bajos”
PNJ asiduo de la taberna y cuya mesa favorita
3
“ha sido ocupada” por el PJ
4 Invitación a beber
5 Invitación a cantar
6 Invitación a sexo / Intento de ligar con el PJ
Invitación a sexo en grupo (trío, dobles parejas,
7
orgía…)
8 Pelea de bar
9 “Solo” charla intrascendente
10 Oferta de trabajo en La Puta Barbuda
Encuentro con PNJ “famoso” de La Puta Bar-
11
buda (Thoris, Eärendiel, Jäna, Öh)
12 Encuentro con alguien del pasado del PJ
Nuevos Objetos Mágicos
...para el Sexo, claro
199
La Puta barbuda
201
VIII
Asistente a la creación de Personajes
¡Saludos, visitante!
Mi nombre es Erynnîth y,
aunque no se me vea demasia-
do por el establecimiento, soy
una elfa silvana que trabaja de
secretaria en La Puta Barbuda,
llevando el papeleo, las agen-
das, los números y, en defini-
tiva, todo ese trabajo invisible
y exento de glamour que, sin
embargo, alguien debe hacer. ¡Y
ese alguien soy yo!
202
Asistente a la creación de Personajes
La máxima en La Puta Barbuda, sea la estancia que
sea, es pasarlo bien. Ya sea entre canciones y jarras de
cerveza, con fríos chapuzones nudistas, orgías desenfre-
nadas o sorprendentes y casi improbables historias de
amor (¡y sexo!). La única y más importante norma, es el
respeto mutuo. En un lugar donde la búsqueda del placer
y la diversión es el fin mismo, solo el total consenso en-
tre todas las partes, puede hacer que la experiencia sea
positivamente inolvidable.
203
Sidebar: CUADRO DE IDENTIDAD SEXUAL
204
IDENTIDAD DE GÉNERO (qué te consideras): Per-
cepción que tenemos sobre nosotros mismos en cuanto
a nuestro propio género, que podría o no coincidir con
nuestro fenotipo sexual.
205
○ Tercer Género. En este grupo estaría cualquier ser
inteligente que no se sienta identificado con los pará-
metro de género binario. A su vez, esta etiqueta agrupa
un diverso número de identidades no binarias según la
cultura en la que se encuentren: los jishra (La India),
las vírgenes juramentadas de la zona de los Balcanes,o
las kothay o “no-hombres” de Thailandia, entre otros.
Un tema aparte son los llamados Dos-Espíritus.
○ Dos-Espíritus. De manera general, describe al ter-
cer (e incluso cuarto) género en diferentes tribus de na-
tivos norteamericanos, que consideran que en su propio
ser conviven tanto un alma femenina como otra alma
masculina, resultando en una identidad dual y comple-
ja, nueva y diferente.
206
● Bisexual. Son personas que se sienten atraídas por
miembros tanto del género masculino como femenino.
● Pansexual. El deseo sexual puede estar producido por
cualquier género.
○ Polisexual. Tipo de Pansexualidad, en la que el
individuo puede sentirse atraído hacia personas de un
género u otro, aunque no todos los géneros atraen de
la misma manera o intensidad.
● Asexual. Individuos que no sienten ninguna (o poca)
atracción sexual, aunque puede tener grados.
○ Graysexual/Grisasexual. Estado intermedio y flui-
do entre la sexualidad (binaria o no) y la asexualidad.
● Autosexual. La atracción está dirigida hacia uno
mismo.
● Skoliosexual. Individuos que sienten atracción hacia
personas transgénero.
● Sapiosexual. Personas que se sienten atraídos pero
por la inteligencia de otros individuos.
● Demisexual. Individuos que no pueden sentir un de-
seo sexual hacia otra persona hasta no haber forjado un
vínculo afectivo con esta.
● Arromántico/a. Personas que no siente atracción ro-
mántica o enamoramiento hacia otras personas, aunque
sí pueden tener otros tipos de sentimientos, como cariño.
Como el Asexual, puede tener diferentes grados.
○ Akoiromántico/Lithromántico/Apromántico. Subti-
po de Arromántico, personas que pueden experimentar
enamoramiento hacia otras personas, pero no desean
que ese amor sea recíproco.
○ Lithsexual. Parecido al lithromántico, pueden sen-
tir atracción física hacia otras persona, pero no nece-
sitar que esta atracción sea correspondida.
● Poliamor. Persona que puede sentir enamoramiento
y/o encontrarse en relaciones románticas/sentimentales
con varias personas al mismo tiempo. Existen diferentes
tipos y grados.
207
● Otros. Algunas de estas orientaciones no están sa-
cadas del mundo real, sino que están extraídas de obras
de ficción fantástica, aunque pueden ser perfectamente
aplicables al mundo de La Puta Barbuda:
○ Omnisexual. Utilizado por el Capitán Jack Har-
kness, de la serie de tv Torchwood, spin-off de Doctor
Who, para dar a entender que puede sentir atracción
romántica y/o sexual hacia cualquier especie inteligen-
te.
○ Orcosexual. Dícese de la atracción física hacia los
orcos y sus rasgos principales (piel verde, musculatura
voluminosa, vello corporal, narices chatas, mandíbula
inferior prominente con caninos inferiores que sobresa-
len hacia arriba por fuera de la boca y por encima
del labio superior, etc).
208
NUEVAS HABILIDADES OPCIONALES
Seducción (CAR)
Es la habilidad y el conocimiento de técnicas para
“ligar”, es decir, intentar engatusar a otra persona con
nuestros encantos. La CD sube dependiendo de la com-
patibilidad entre Género y Orientación Sexual. Depende
del bonificador de Carisma.
209
Autores de
La Puta Barbuda
FALI RUIZ-DÁVILA
Mago Enano de nivel
36
Escritor, guionista,
fotógrafo, Dungeon
Master.
Crítico de có-
mics durante más de
10 años y autor de
la saga steampunk
1900, ha publicado y
escrito en libros sobre
la Historia del Có-
mic, Los Vengadores,
el Feminismo en Jue-
go de Tronos, y ha
entrevistado a doce-
nas de autores, tanto
nacionales como in-
ternacionales. Ganador de dos premios Ignotus (colecti-
vos, con la revista Scifiworld) entre otros, director del 1er
Congreso de Cómic de la Universidad de Sevilla y autor
de Manual para Guionistas de Cómic, el primer libro
español para aprender a escribir guiones de historietas.
Publica su primera novela, Ragnarök Z, una antología
de relatos eróticos, y estrena una obra de teatro, para
dar un giro a su carrera y dedicarse a los juegos de rol.
Su primer proyecto, La Puta Barbuda, supera todas las
expectativas y le consigue el puesto de coordinador de
210
Autores de La Puta Barbuda
la Colección La Mazmorra RPA, un subsello de juegos
de rol para adultos, en la Editorial Suseya. Como fotó-
grafo ha estado unido a la cosplayer, modelo y también
fotógrafa Florencia Sofen desde hace 4 años, llegando
a aparecer en revistas como Playboy, además de ser el
primer fotógrafo español en publicar en Marvel Comics.
Es el escritor y creador de La Puta Barbuda.
Twitter: @fali_ruizdavila
Facebook: /faliruizdavila
Instagram: @ruiz_davila
Blog de rol: ladragonera.wordpress.com
SAMUEL HERNÁNDEZ
(EL ASFALTO ES BLANDO)
Hechicero Genasí del
Fuego de nivel 31
Ilustrador y diseñador
gráfico.
Apasionado de las
tintas, acrílicos, acua-
relas y casi cualquier
otro material que
manche. Amante del
turquesa, el azul de
prusia y el amarillo
de Nápoles, colores
y gamas que alter-
na entre dibujos que
van desde la figura
femenina a pececillos,
estrellas y planetas.
Licenciado en Bellas
Artes por la Univer-
211
La Puta barbuda
sidad de La Laguna en 2011. Ha trabajado para Ca-
narias3PuntoCero y CanariasCultura ilustrando relatos,
entre otros medios y particulares. Se ha dejado ver por
eventos de toda España, ha trabajado en diversos pro-
yectos editoriales como Canarias 1400 (2012), La Ga-
lería de Espejos (2013), Ilusionaria IV (2014), Cuentos
impopulares Vol. 1. Los archivos secretos (Apache, 2016)
o Escape en 2115 (2017), y recientemente ha ilustrado el
mundo de fantasía erótico-festiva La Puta Barbuda. Ha
participado en multitud de exposiciones colectivas y ha
dejado ver su obra en sus dos muestras individuales: “Ar-
bres Lumineux” y “Bukowski entre los Arbres Lumineux”.
Ilustra el interior de La Puta Barbuda y ha diseñado
prácticamente a la totalidad de personajes.
www.elasfaltoesblando.com
info@elasfaltoesblando.com
SERGIO BLEDA
Hechicero Semielfo de nivel 45
212
Autores de La Puta Barbuda
Unidos, ha trabajado en ilustración y publicidad, y ha
realizado storyboards y arte conceptual para cine y tele-
visión. Su último trabajo para el mercado francés es la
miniserie NSA (Casterman). Acaba de publicar en Espa-
ña EveMoon, el hada perdida (SAF), su segundo álbum
ilustrado infantil, editado en España por Cuocio. Con
Cinco relatos apasionados (Dibbuks), su segundo libro
erótico ilustrado en colaboración con el editor y escritor
Ricardo Esteban, es galardonado con el Premio Carlos
Giménez al Mejor Álbum Ilustrado en la Heroes Comic
Con Madrid 2017 y con el Premio José Sanchís al Mejor
Álbum Ilustrado en la Heroes Comic Con Valencia 2018.
Es autor de la portada de La Puta Barbuda.
Web: http://www.actiweb.es/sergiobleda/dossier.html
ENEKO MENICA
Explorador Mediano de nivel 42
Twitter: @emenica
Blog: https://eltomocarmesi.blogspot.com/
Patreon: https://www.patreon.com/emenica/
213
La Puta barbuda
FLORENCIA SOFEN
Bruja Elfa de nivel 27
Twitter: @FlorenciaSofen
Facebook: /FlorenciaSofenCosplay
Instagram: @florenciasofen
LAUZ LANILLE
Clériga Gnoma de nivel 28
Twitter: @LauzLanille
YouTube: /lauzlanille
214
Autores de La Puta Barbuda
TINTA BLANCA
Pícara Humana de nivel 36
Facebook: /tintablancatattoo
Web: suseyaediciones.com
215
CLIENTES VIP DE
LA PUTA BARBUDA
Este libro no sería posible sin todos los mecenas que
nos apoyaron durante la campaña de mecenazgo, gra-
cias de corazón a:
NIVEL 1
Laura Muñoz Roger Prat
aphendy serdd
Inés bartofg
Chapel Amalia de los Santos Lanzas
DarkPando Patrik Caetano
Daniel Espinosa Ramos Adrik
Daniel Llago AlbertMF
imix Miguel A. Hdez
sephirot1300 Carmen Rguez
jackgraham Metal Knight
mayte AngryMono
Alfredo Aguilera Espinoza Juan Antonio Correa Guzmán
Kokhe Saeba Takashi Lady Corvus
Andres M Belaza Alfonso Moya
Balthan jdelgom
Albert Altimira Villalobos MariaSexologa
Joel Acedo Círculo Saviñao
Torizo KinoEl
claudia da1vampire@hotmail.com
mendiola
agustinher
NIVEL 2 Nalviento
Pol Robles Mariana González Mattaboni
Luis Manuel Aguilera Hernandez Eva Morales
Javier Ignacio Serradilla santovezuera
Pendiente Ophiukus
BuggyFC Draven
Luis MiquelPG
Luis López Cano arkerion
Jesús Martínez Selfa rolero
Quini Aida Santos
rocio Fer
nachiguaka bjacobo
Manolo Quintanilla Garcia Aphodius
elric_gc Ana
Anfirekth Tomás Aira
julioneko Isaías Eb
Domingo_Perez Jaione
emenica Josep Badia
Jesus Romero Lola Dávila Castillero
Mary Gonzo tuttoeniente
Lukar
NIVEL 3
Miguel Botas García NIVEL 4A
Montse Porroche Jesus Romero
EfusGlethro Iratxe
Perr XanBreo
Lukaina Alejabar
Kikote charrio
Cecrom guyvrush
silviabpini Sagraldar
Ursoth ocalavia
Rubén Uterga Turumbay Seoman
Tenfes
Playerhector97 NIVEL 4B
Boriar Logio51
Dani Guaita Francisco
Andy Alvein nemesis_rex
Roberto López Arnau Juan José Alegre
Torak Imanol Ortiz Zafra
seismol Ydus
Zorozoro88 Cándido
Revenantwolf13 Sonia Carreras
jesman1977 Juan el Herrero.
Héctor González Barea Miquel Mula
kinote starkvind
Andrés Salmerón FURAN-KUN
abaddonx pimo
Carles Martorell Gomez greatkithain
Mary Gonzo
Anselmo Caaveiro Grueiro
Panollo NIVEL 5 DUAL CLASS
juandjara David Arias Sánchez
Miguel Ferreras Rodriguez
Dracmall NIVEL 6A
scater Mondagh
Kelemvor Freshbane ElpoderosoCrom
urko
Toni Gutierrez Art
NIVEL 6B
Yago Guillamón
Veronica
NIVEL 8
K Das Q Produccions Úniques
Gabyed
IkarugaShock
NIVEL 9
Gangrol
NIVEL 9 2º Ed
Eduardo Sánchez
NIVEL 10
EPIC CLASS
lordbeorn
Cristian Ibarz Guarné
albagmelch
Arendal
Balthan
NIVEL GREMIO
Generación X Valencia
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