Está en la página 1de 3

Profecía de Guatimoc (fragmento)

Ignacio Rodríguez Galván

I huye de mí: la sepultura cóncava


tu mansión es. ¡Aparta, aparta!
¡Qué dulce, qué sublime En vano suplico y ruego; mas el alma mía
es el silencio que me cerca en tono! Vuelve a su ser y el corazón ya late.
¡Oh cómo es grato a mi dolor el rayo De oro y telas cubierto y ricas piedras
de moribunda luna, que halagando Un guerrero se ve. Cetro y penacho
está mi yerta faz! Quizá me escuchan De ondeantes plumas se descubre;
las sombras venerandas de los reyes tiene potente maza a su siniestra, y arco
que dominaron el Anáhuac, presa Y rica aljaba de sus hombros penden . . .
hoy de las aves de rapiña y lobos ¡Qué horror! Entre las nieblas se descubren
que ya su seno y corazón desgarran. llenas de sangre sus tostadas plantas
-"¡Oh varón inmortal!¡Oh rey potente! en carbón convertidas; aun se mira
Guatimoc valeroso y desgraciado, bajo sus pies brillar la viva lumbre.
Si quebrantar las puertas del sepulcro Grillos, esposas y cadenas duras
Te es dado acaso ¡ven! Oye mi acento: Visten su cuerpo, y acerado anillo
Contemplar quiero tu guerrera frente, Oprime su cintura; y para colmo
Quiero escuchar tu voz..." De dolor, un dogal su cuello aprieta.

II - Soneto la tierra "Reconozco, exclamé, sí, reconozco


Girar bajo mis pies, nieblas extrañas la mano de Cortés bárbaro y crudo.
Mi vista ofuscan y hasta el cielo suben. ¡Conquistador! ¡Aventurero impío!
Silencio reina por doquier; los campos, ¿Así trata un guerrero a otro guerrero?
Los árboles, las aves, la natura, ¿Así un valiente a otro valiente? . . . " Dije
La natura parece agonizante. y agarrar quise del monarca el manto;
Mis miembros tiemblan, la rodillas doblo pero él se deslizaba y aire sólo
Y no me atrevo a levantar la vista. con los dedos toqué.
¡Oh mortal miserable! Tu ardimiento,
tu exaltado valor es vano polvo. -Rey del Anáhuac,
Caí por tierra sin aliento y mudo, noble varón, Guatimoctzín valiente,
Y profundo estertor del hondo pecho indigno soy de contemplar tu frente.
Oprimido salía. Huye de mí. - "No tal," él me responde,
Y su voz parecía
Que del sepulcro lóbrego salía.
De repente -"Háblame, continuó, pero en la lengua
Parece que una mano de cadáver del gran Netzahualcóyotl".
Me aferra el brazo y me levanta. . . ¡Cielos! Bajé la frente y respondí: "Lo ignoro."
¿Qué estoy mirando? . . . El rey gimió en su corazón. - "¡Oh mengua
-"Venerable sombra, Del gran Netzahualcóyotl.
Bajé la frente y respondí: "Lo ignoro." -¿Pues las pasiones que al mortal oprimen
El rey gimió en su corazón. -¡Oh mengua, acosan a los muertos en la tumba?
Oh vergüenza!" gritó. Rugó las cejas ¿Hasta ella el grito del rencor retumba?
Y en sus ojos brilló súbito lloro. ¿También las almas en el cielo gimen?"
-"Pero siempre te amé, rey infelice. Así hablé y respondió - "Joven audace,
Maldigo a tu asesino y a la Europa, El atrevido pensamiento enfrena.
La injusta Europa que tu nombre olvida. Piensa en ti, en tu nación; mas lo infinito
Vuelve, vuelve a la vida, No será manifiesto
Empuña luego la robusta lanza, A los ojos del hombre: así está escrito.
De polo a polo sonará tu nombre, Si el destino funesto
Temblarán a tu voz caducos reyes, El denso velo destrozar pudiera
El cuello rendirán a tu pujanza, Que la profunda eternidad te esconde,
Serán para ellos tus mandatos, leyes; Más, joven infeliz, más te valiera
Y en México, en París, centro de orgullo, Ver a tu amante en brazos de tu amigo
Resonará la trompa de venganza. Y ambos a dos el solapada acero
¿Qué e estos tiempos los guerreros veles Clavar en tus entrañas,
cabe Cortés sañudo y Alvarado Y reír a tu grito lastimero
(varones invencibles si crueles) Y, sin poder, morir, sediento y flaco,
y los venciste tú, si, los venciste Agonizar un siglo, ¡un siglo entero!
en nobleza y valor, rey desdichado!"
Sentí desvanecerse mi cabeza,
-¡Ya mi siglo pasó. Mi pueblo todo Tembló mi corazón, y mis cabellos
jamás elevará la oscura frente Erizados se alzaron en mi frente.
hundida ahora en asqueroso lodo.
Ya mi siglo pasó. DEl mar de Oriente
Nueva familia de distinto idioma (…)
De distintas costumbre y semblantes, ¡Oídlos en su duelo
En hora de dolor al puerto asoma; maldecir su nación, su vida, el cielo!. . .
Y asolando mi reino, nuevo reino Sangrienta está la tierra,
Sobre sus ruinas míseras levanta. Sangrienta el alta sierra,
Y cayó para siempre el mexicano, Sangriento el ancho mar, el hondo espacio,
Y ahora imprime en mi ciudad la planta Y del innoble rey del claro día
El hijo del soberbio castellano. La faz envuelve ensangrentado velo.
Ya mi siglo pasó". Nada perdona el bárbaro europeo:

Su voz augusta Todo lo rompe y tala y aniquila


Sofocada quedó con los sollozos, Con brazo furibundo.
Hondos gemidos arrojó del seno, Ved la doncella en torpe desaliño
Retemblaron sus miembros vigorosos, Abrazar a su padre moribundo.
El dolor ofuscó su faz adusta Mirad sobre el cadáver asqueroso
Y la inclinó de abatimiento lleno. Del asesino aleve
Caer sin vida el inocente niño.

¡Oh vano suplicar! Es dura roca


el hijo del Oriente:
brotan sangre sus ojos, y a su boca
lleva sangre caliente.

Ya eres esclavo de nación extraña,


Tus hijos son esclavos
A tu esposa arrebatan de tu seno...
¡Ay si provocas la extranjera señal!...

¿Lloras, pueblo infeliz y miserable?


¿A qué sirve tu llanto?
¿Qué vale tu lamento?
Es tu agudo quebranto
Para el hijo de Europa implacable
Su más grato alimento.

Y ni enjugar las lágrimas de un padre


Concederá a tu duelo,
Que de la venerable cabellera
Entre signos de gozo
Le verás arrastrado
Al negro calabozo,
Do por piedad demanda muerte fiera.
¡Ay, pueblo desdichado!
¡Dónde Cortés está? ¡dónde Alvarado?

El que huella al endeble, será hollado;


El que la muerte da, recibe muerte;

Y el que masa su espléndida fortuna


Con sangre de la víctima llorosa,
Su sangre beberá si sed lo seca,
Sus miembros comerá si hambre lo acosa".

También podría gustarte