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Una de las dificultades más cotidianas a las que el historiador se enfrenta son las
arduas y laboriosas tareas de reseñar, resumir, sintetizar o comentar algún libro,
capítulo o artículo en las que se refleje la comprensión de las ideas o propuestas
centrales de las páginas leídas. Ahora mismo nosotros nos enfrentamos a esta
tarea al comentar un capítulo del libro coordinado por el Dr. Cervantes Bello cuyo
título se expone en la ficha de arriba.
Por otro lado, una de los objetivos centrales del trabajo es la de identificar la
influencia que tuvo el obispado en la conformación del territorio en la Puebla de la
Colonia y posteriormente en la conformación del Estado Nacional a mediados del
siglo XIX cuyas reminiscencias coloniales aún estaban muy vigentes.
Para dilucidar el punto clave, el Dr. Cervantes propone entender primero el poder
que la iglesia mantuvo en la dominación española que, digámoslo de una vez, fue
extenso y amalgamado con el poder civil. Entonces podemos hablar de poderos
compartido o unidos en donde la iglesia claramente jugó un papel vital en la
cotidianidad de los habitantes sujetos y de las acciones de dominación. Por esto
es que el texto refiere que el aspecto más evidente del gobierno eclesiástico fue
“la instauración de doctrinas y parroquias que impusieron una forma de vida sobre
los asentamientos indígenas y la cabeza de su poblado”.
Ahora bien, habíamos dicho con antelación que cada parroquia se hallaba sujeta
al obispado con sede en la ciudad episcopal, sin embargo ésta última se hallaba,
al mismo tiempo, sujeta a la autoridad imperial. Por eso es que las parroquias
entendidas como centros de flujos controlados debían rendir cuentas a los
obispados para hacer compacta una idea de control generalizado. No en vano los
mecanismos utilizados por el obispo fueron recurrentes, tal como lo menciona
nuestro autor:
Y es que, entre los efectos tangibles que ambas razones dejaron, podemos
enunciar la construcción de los grandes y hermosos templos, colegios y hospitales
que albergó la Ciudad de Puebla como ciudad episcopal. La concentración de la
contribución decimal (esto es el diezmo) que durante siglos arribaron a Puebla de
los Ángeles permitieron la construcción de once conventos de religiosas,
hospitales como el de San Pedro y los seminarios de San Pedro y San Pablo. Es
importante destacar que esta concentración de los dineros eclesiásticos significó
también una concentración de las instituciones religiosas pues, como apunta
Cervantes Bello, en la ciudad de Puebla se levantaron once conventos mientras
que apenas dos fueron construidos en el interior del obispado.
Pero dichos flujos se vincularon con la economía colonial en sus diversas formas.
Una ya la hemos comentado, los diezmos parroquiales que concentró la ciudad
episcopal en sus diferentes instituciones clericales. Sin embargo hubo otras
formas de ingreso que se derivaron en rentas monetarias utilizadas para sostener
a los eclesiásticos.
Las hipotecas, una de esas tantas formas de la obtención de dineros para las
instituciones eclesiásticas significaron el préstamo de dinero en efectivo y el cobro
de intereses con respecto del tiempo en uso por el deudor. Como aval de que el
deudor pagaría la deuda contraída debía presentarse una propiedad. Por esta
razón Cervantes Bello enuncia que este mercado no era un mercado abierto, sino
que se restringía a un grupo de propietarios de la ciudad episcopal y del obispado.
Por un lado, los factores que favorecieron este proceso hipotecario fue sin dudas
que se trataba del acceso a dinero en efectivo con tasas de interés bajas y
estables y, además, constituyó un mecanismo a largo plazo en el que pasados al
menos cinco años se podía pedir redimir la deuda. Sin embargo, para la iglesia fue
mucho más provechoso dejar un plazo indefinido, porque de esa manera era más
probable la imposibilidad para pagar la deuda por los intereses acumulados y
poder hacer uso de las propiedades hipotecadas.
Esta forma de hipoteca fue tan importante que, de acuerdo con el autor, a finales
de la época colonial la iglesia poseía la mitad de las casas de la ciudad de
Puebla. Desde aquí podemos notar el proceso mediante el cual, desde la
fundación de la ciudad, la iglesia pudo “poner valor” a los espacios que eran parte
del obispado de Puebla.