Está en la página 1de 5

La Guerra de Malvinas:

A lo largo de 1976 y durante el año 1977, las conversaciones secretas trataron de sentar las
bases para la prosecución de las negociaciones sobre las Islas Malvinas. La Argentina y Gran
Bretaña acordaron elaborar en conjunto una solución pacifica a la disputa existente entre los
estados sobre la soberanía y al establecimiento de un marco para la cooperación económica
argentino-británica.

La junta Militar juzgo que las reuniones con los británicos facilitaban sus maniobras dilatorias,
en consecuencia, el régimen castrense encontró en esta disputa por la soberanía una
oportunidad para recomponer el orden autoritario en crisis.

Así dispuso, en 1982, que tropas de la Armada desembarcaran en las islas Malvinas, el
presidente Reagan, en conocimiento de la decisión argentina, se comunico con el Gral. Galtieri
intentando disuadirlo y le manifestó la necesidad de encontrar una alternativa al uso de la
fuerza, le advirtió que la ministra británica, Margaret Thatcher, respondería a un eventual
ataque y que los EE. UU apoyarían a Gran Bretaña. Sin embargo, el dictador argentino, que se
consideraba aliado estrecho de los Estados Unidos y confiaba en recibir el apoyo
norteamericano, se mantuvo irreductible en su determinación.

El canciller argentino, Nicanor Costa Méndez, procuro informalmente que la delegación


soviética ejerciera su derecho al veto impidiendo la condena a la Argentina como país agresor,
los soviéticos se mostraron cautelosos frente al apoyo estadounidense a la posición británica.

Thatcher anuncio el envió de la flota naval británica al Atlántico Sur, era la mayor flota de
guerra montada por Gran Bretaña desde la segunda guerra mundial, el 5 de abril, más de cien
embarcaciones encabezadas por los portaviones “Invincible” y “Hermes” incluyendo
helicópteros, aviones de despegue vertical, equipamiento de detección electrónica y
armamento sofisticado partieron desde Inglaterra en dirección al Atlántico Sur. Thatcher titular
del gobierno conservador mostraba su inflexibilidad rechazando toda posibilidad de negociar
sin previo retiro de las tropas argentina y a la vez exhibía su resolución a llegar al
enfrentamiento armado de no lograr sus objetivos. Por su parte, en un intento de evitar la
guerra, Reagan comisiono al secretario de estado, Alexander Haig, como mediador entre las
partes, pero la neutralidad requerida para el ejercicio de la mediación se veía condicionada por
varios factores. El gobierno estadounidense tenia compromisos con el británico, cuya suerte
paso a depender, en gran medida, del resultado de la confrontación en Malvinas; Londres
presiono constantemente sobre Reagan para que respaldara al Reino Unido; la dictadura
argentina era impopular para la opinión pública norteamericana y la prensa estadounidense
condeno masivamente la ocupación de las islas.

Haig inicio su cometido visitando la Argentina en dos oportunidades. Tras viajar a Londres,
permaneció en Buenos Aires, cuya propuesta que tenia contemplaba el retiro de las tropas
argentinas y el retroceso de la flota británica, Haig se entrevisto con la Junta militar tratando
de encontrar formulas de coincidencia, pero la junta se mantuvo intransigente en sostener la
soberanía argentina sobre el territorio isleño bajo la fórmula de mantener el pabellón
argentino en Malvinas y en conservar la jefatura argentina en el gobierno de las islas.

Tras la partida de Haig, un navío ingles se dirigió a las Georgias del Sur, en estas permanecían
un grupo de argentinos encargados del desmantelamiento de varios puestos balleneros
conforme a un contrato efectuado con una firma británica y con conocimiento de la embajada
inglesa, el grupo había sido transportado por un barco de la Armada Argentina que había
partido, luego de colocar la bandera argentina en el lugar. Esto precipito la decisión británica
de desalojarlos mediante un grupo de infantes de marina. El 25 de abril, los argentinos fueron
fácilmente rendidos por los ingleses.

A pedido del gobierno francés, interesado en conocer la responsabilidad de Astiz (teniente de


navío) en el secuestro de dos monjas francesas en la Argentina, el oficial argentino fue llevado
a Gran Bretaña. Este enfrentamiento entre fuerzas de ambos países constituyo el primer
fracaso para el gobierno militar argentino.

Sin embargo, la Argentina obtuvo un relativo logro diplomático, a solicitud de Costa Méndez, el
consejo permanente de la OEA voto por amplia mayoría 18 votos, la convocatoria del TIAR
para prestar ayuda continental a la Argentina. Solo tres países se abstuvieron en la votación:
Los Estados Unidos, Trinidad y Tobago y Colombia. Aunque el tratado había sido concebido
para prevenir un ataque externo al hemisferio por parte de un tercer país en el marco de la
Guerra Fría. Los Estados Unidos anunciaron el 30 de abril el fracaso de la mediación de Haig y
el apoyo militar a Gran Bretaña.

A partir de entonces, la flota inglesa hizo sentir su poderío, el 1º de mayo sus aviones
realizaron tres ataques aéreos sobre el aeropuerto de Puerto Argentino, ocasionando serios
daños a la pista, aunque sin alcanzar a inutilizarla, un submarino ingles torpedeo el crucero
General Belgrano y lo hundió.

Mientras la escalada bélica seguía en ascenso, las negociaciones se trasladaron a las Naciones
Unidas. El secretario general de esta organización Javier Pérez de Cuellar, busco clausulas de
acuerdo que giraban en torno a un cese del fuego y la administración provisoria de las
Malvinas a cargo del organismo internacional, mientras los países en litigio desarrollaban sus
negociaciones.

El gobierno ingles accedió a plantear sus puntos de vista con respecto a las ideas de Pérez de
Cuellar, la Argentina propuso al secretario general de la ONU la inclusión en las negociaciones
de las islas Georgias y Sándwich, lo que fue rechazado por los británicos, las gestiones de
Cuellar se dieron por fracasadas.

Por entonces, se produjo el desembarco británico en las islas, los ingleses avanzaron por el
territorio isleño en camino hacia la Capital del archipiélago y hacia fines de mayo lograron
rendir al único foco de resistencia argentino en el interior.

Seguidamente, el consejo de Seguridad de las Naciones Unidas abordo la última iniciativa de


pacificación. El 4 de junio, cuando se ponía en marcha el cerco británico sobre la capital
malvinense, se votó una resolución reclamando el armisticio y el cese de fuego. Dicha
resolución conto con el apoyo de nueve países: España, Panamá, Polonia, Japón, Irlanda,
China, Zaire, Uganda y la Unión Soviética, pero fue vetada por el reino unido. Los británicos no
tenían intereses en una solución diplomática, ya que era inminente una definición bélica a su
favor.

De inmediato Pérez de Cuellar, intento lograr el cese de las hostilidades. Luego se reunirían los
dos comandantes militares antagónicos en Malvinas con la presencia de un representante del
secretario general de las Naciones Unidas para acordar la cesación total del fuego.
Las conversaciones se desarrollarían en Nueva York, sin perjuicio de los derechos, las
reclamaciones o la posición de las partes y sin prejuzgar el resultado.

El gobierno de Buenos Aires la rechazo por considerar que se trataba de imponer “condiciones
de rendición”. Finalmente, el 14 de junio y tras varios combates, las fuerzas inglesas lograron la
rendición del jefe del Comando conjunto, el Gral. Menéndez, y se sumaba así la derrota
argentina en la única guerra de su historia en el siglo XX.

La política Económica de la dictadura Militar

A partir del Golpe de Estado de 1976 comenzó a implementarse un conjunto de medidas que
tuvieron un importante impacto en la esfera económica argentina, produciendo una ruptura
de las características estructurales del funcionamiento de la economía del país. Analizando
distintos indicadores como la distribución del ingreso; las tasas de crecimiento, la morfología
del PBI, el empleo, etc.

Probablemente el impacto haya sido cualitativo, al modificar sustancialmente el balance de


poder entre los diferentes grupos económicos y la inserción productiva y comercial de los
sectores empresarios, lo cual dio paso a una morfología, a estrategias y a características que se
diferenciaran radicalmente de las prevalecientes en la etapa sustitutiva de importaciones.

Los factores internos vinculados al proceso de liberalización eran algo más sutiles. Nuestro país
vivió desde fines de los años ’60 un proceso de agudos conflictos sociales y políticos; las
movilizaciones populares, así como la existencia de fuertes grupos radicalizados en la escena
política nacional entrañaban una seria dificultad, que implicaban el abandono del proceso de
sustitución de importaciones, la liberalización de la economía y un nuevo tipo de sustitución de
importaciones, la liberalización de la economía y un nuevo tipo de inserción en la economía
mundial.

Los factores externos volvían a cobrar importancia, la existencia de numerosos grupos políticos
radicalizados, armados o no puso en guardia a las grandes potencias, especialmente a los
EE.UU. que ya habían intervenido en forma indirecta en el Brasil y Chile, apoyando golpes de
estado en una lucha que adquirió tanto la forma “Norte-Sur”.

Una vez superada la conflictividad social por medio de la represión, la implementación de un


mercado libre que arbitrara en los diferentes reclamos sociales se convertía en un objetivo en
si mismo para acabar con el orden vigente y pasar a nuevas formas de regulación y de control
de conflicto social, en adelante, el mercado disciplinaría a la fuerza de trabajo al tiempo que las
luchas corporativas se trasladarían también a ese mismo ámbito.

Población y Condiciones de Vida:

La emigración neta de argentinos volvió a intensificarse en los años ’70, el fenómeno iniciado
hacia fines de la década de 1950 se extendió hasta los últimos días de la dictadura militar, las
estimaciones efectuadas al respecto indican que, entre 1955 y 1985, emigraron hacia el
exterior unos 650.000 argentinos, entre los que predominaba el personal técnico-profesional,
aunque durante el último régimen tuvieron una incidencia significativa los exiliados políticos.
Desde principios de los `70, se constataron cambios en la modalidad del asentamiento urbano
de la población del país. La tasa de crecimiento de la población del AMBA y en particular del
Gran Buenos Aires, fue inferior a la correspondiente al resto de la población urbana del país.
Por otra parte, la población de la Capital Federal paso a representar del 12.4% del total de la
población urbana en 1970 al 10,5% en 1980.

Mientras el resto de la población urbana del país creció del 43,6% en 1970 al 48% en 1980.

En lo referente a las condiciones de vida, resulta indudable que el modelo aperturista


implantado a partir de 1976 tuvo un profundo impacto sobre los trabajadores, no solo provoco
la caída del salario real, sino que redujo la participación de los trabajadores en el ingreso
nacional a una magnitud inédita en las últimas cuatro décadas de la historia del país. En un
solo año 1976, el salario real bajo un 37% respecto de los valores vigentes en 1974-1975,
situándose en niveles apenas superiores a los de 1945, mientras que la participación de los
salarios en la renta nacional descendió del 45 al 27% entre 1974 y 1983. Recién en 1981
comenzó una leve recuperación del salario real y de la participación de los trabajadores en el
ingreso, aunque no sirvió para alcanzar los niveles precedentes.

El deterioro del poder adquisitivo de los salarios afecto el consumo de los trabajadores, la
tendencia a la disminución relativa de los gastos básicos de consumo y al incremento de los
consumos de bienes durables y de servicios de salud y educación se interrumpió hacia 1975.
En términos absolutos, el deterioro del salario real se tradujo en una caída de todos los gastos,
inclusive los básicos. La tendencia negativa en la evolución del gasto social se acentuó entre
1976-1983, en esta materia, el gobierno militar desarrollo su accionar alrededor de dos
principios: el de la subsidiariedad del Estado y el de la descentralización de las prestaciones
desde el gobierno nacional hacia los gobiernos provinciales. En función del primer principio,
intento transferir al sector privado las prestaciones sociales para los trabajadores asalariados y
reservo al sector publico la asistencia a estratos sociales en situación crítica; de ahí la
introducción de arancelamiento en los hospitales públicos, del que fueron exceptuados
quienes podían justificar su condición de pobreza. También se fijó un tope máximo de ingresos
para el acceso a la propiedad de viviendas construidas por el Estado. En cuanto a los
propósitos de descentralización, se concreto la transferencia de escuelas y hospitales
nacionales hacia las jurisdicciones locales. Como consecuencia, no solo disminuyo el gasto
social del gobierno nacional (educación, salud y vivienda) en relación con el PBI, sino también
su participación en el presupuesto nacional, agudizando una tendencia negativa iniciada en la
década del ’60.

Por otra parte, a partir de 1980 el gobierno elimino la contribución empresaria al sistema
previsional por lo que el estado debió incrementar la provisión de fondos para poder sufragar
los pagos de las jubilaciones, como estos fondos se originaban básicamente en impuestos al
consumo, el sistema paso a ser financiado por los asalariados y en forma parcial, por la
población de bajos ingresos que siendo consumidora no goza de derecho a la jubilación.

Otro efecto de la política económica del periodo fue la modificación de la estructura


ocupacional, la disminución de los establecimientos industriales particularmente en la Capital
Federal, Córdoba, Buenos Aires y Santa Fe provoco entre 1974 y 1985 una caída del 10% del
empleo asalariado en el sector industrial, lo que significó una reducción de más de 150.000
obreros industriales.

Las características que asumió el cuentapropismo (disminución de trabajadores por cuenta


propia) durante este periodo también contribuyeron al deterioro de las condiciones de vida.
Por un lado, se intensifico el crecimiento de los asalariados ocultos, trabajadores que venden
su fuerza de trabajo a empresarios en condiciones contractuales tan lábiles que se
autoclasifican como autónomos. Esta precarización de la relación salarial se difundió,
particularmente, en los sectores de la industria y de la construcción. Por otro lado, crecieron
los trabajadores marginales, con escasas calificación y realizando tareas ocasionales de todo
tipo. En esta categoría proliferaron los vendedores ambulantes o a domicilio, trabajando un
numero de horas semanales muy alto y percibiendo muy bajos niveles de ingreso.

También podría gustarte