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CAPÍTULO UNO
SEIS
CIUDAD DE NUEVA YORK, NUEVA YORK
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COLDWIND
—Supongo que sacaron los restos del río —dijo. Miró el cartel durante
un largo momento antes de agregar—, deberíamos visitarlo.
Sam, unos pasos por delante de ella, se dio la vuelta. Vestido con botas
de montaña y ropa más adecuada para el bosque que para la jungla de
concreto, se veía fuera de lugar en el mar de gente elegantemente vestida que
caminaba a su alrededor. También necesitaba un corte de cabello y una
afeitada.
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COLDWIND
—Sólo vamos a conversar —dijo—. Eso es todo.
—No le veo el punto a eso —le dijo Seis. Su cabeza estaba llenándose
rápidamente de recuerdos —en los que había trabajado tan duro para dejar
atrás— y de repente quería estar en cualquier otro lugar—. Sea lo que sea,
digo no. Le dije que no a John sobre la Declaración. Dije que no a dirigir la
Academia de la Garde Humana. ¿Cómo es que esto es diferente?
Sam caminó hacia ella. Tomo sus manos entre las suyas.
—Vamos a escuchar lo que este tipo tiene para decir —dijo—. ¿Por
favor?
—Está bien, pero sólo estoy haciendo esto por ti. Y cuando se acabe el
tiempo, saldré por la puerta y me dirigiré a Penn Station. Este viaje no va a
acabarse por sí sólo. ¿Entendido?
—¿Cuál fue el apodo que te puso ese tipo en el refugio en el que nos
quedamos para dormir la otra noche después de que tú le diste un sermón? —
preguntó Sam, poniéndose el dedo índice sobre la barbilla y fingiendo
pensar—. ¿Lechuza chillona?
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COLDWIND
—Muy gracioso —dijo Seis—. Especialmente porque él fue el único
que estuvo roncando y mantuvo a todos despiertos durante toda la noche.
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COLDWIND
complexión media, cabello y barba castaño rojizo. Se encontró con su mirada
de frente, y pudo decir que él estaba realizando su propia evaluación de ella
incluso mientras le tendía la mano y decía:
—Peter McKenna.
Seis tomó su mano. Su agarre era firme pero no excesivamente
agresivo.
—Gracias por venir —dijo McKenna, soltando su mano y saludando a
Sam—. Es un placer conocerlos a los dos.
Su acento era irlandés, pero de que parte del país era algo que ella no
podía identificar. Eso no importaba, ya que esta sería la única vez que se
verían. Escucharía lo que tenía que decir, y luego se iría. Sólo estaba allí
porque Sam quería esta reunión y ella quería hacerlo feliz.
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COLDWIND
—James también sería parte del equipo.
—¿Cuáles países?
—Estados Unidos —respondió McKenna—. Francia. El Reino Unido.
Alemania. Japón. Suecia. Otros.
—Suena exactamente igual que un programa del gobierno para mí. Tal
vez nadie te lo dijo, pero yo no firmé la Declaración. Y la Academia de la
Garde Humana es una mierda.
—Sí —dijo McKenna—. Entiendo que hayas dejado muy claro tus
sentimientos sobre esas cosas.
Seis ya se estaba enojando. McKenna solo estaba jugando con
ellos. Como ella había esperado, esto era una pérdida de tiempo.
—Nos iremos ahora —dijo mientras se levantaba y empezaba a echarse
su mochila al hombro—. No te levantes. Podemos salir por nuestra cuenta.
Sam miró su reloj.
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COLDWIND
—Yo pensé que nosotros habíamos estado de acuerdo en diez minutos
—él dijo—. Han sido menos de tres. Este podría ser un nuevo récord
personal para ti.
—Mi hijo ha desarrollado un legado —McKenna dijo tranquilamente—.
Él no va a la Academia de la Garde Humana.
Seis se volvió.
—¿Cuál es su legado?
—Insecto-patía1 —respondió—. Es particularmente hábil para
conseguir que las arañas de la casa infesten la habitación de su hermana y la
cubran con telarañas.
Una cara destelló en la memoria de Seis: Un niño, de cabello oscuro y
cara redondeada. Bertrand. Él también tenido el poder para comunicarse
con los insectos. Él le había caído bien. Y ahora estaba muerto, asesinado por
los mogs como muchos otros.
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Telepatía con insectos
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Academia de la Garde Humana
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COLDWIND
—Cuéntame más sobre esta operación tuya.
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COLDWIND
Vaciló de nuevo y miró hacia la ventana.
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COLDWIND
—Todavía suena a política, como de costumbre —dijo Seis.
—Ahí está ese 'nosotros' de nuevo —Seis dijo—. ¿Vives aquí también?
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COLDWIND
—¿No es así como siempre empieza todo? ¿Hasta que alguien deja de
ser confiable?
—¿Está perdido?
—Desde hace dos meses —McKenna dijo—. Estaba asustado de que
sería forzado a reportarse. Al igual que tú, él desconfía del gobierno. Así
que huyó.
—¿Y no puedes encontrarlo? —Preguntó Seis—. ¿Con todos los
recursos disponibles que tienes?
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COLDWIND
—Estoy hambriento —Sam dijo repentinamente, interrumpiendo sus
pensamientos.
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COLDWIND
—Yo no soy John ni Nueve —dijo Seis—. Yo no juego bien con los
demás.
—La que es exactamente la razón por la que eres perfecta para este
trabajo —Sam masticó pensativamente—. Creo que tienes miedo de que si
dices que sí después de decir que no a lo de la ONU y a lo de
la AGH, parecerá que estás de acuerdo con John.
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COLDWIND
Seis se enfureció.
—Está bien —dijo—. Lo intentaré. Pero si una sola cosa parece ir mal,
estoy fuera.
McKenna asintió.
—Su avión sale en dos horas.
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CAPÍTULO DOS
SAM
DARWIN, AUSTRALIA
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Kaiju: es una palabra japonesa que quiere decir bestia extraña o bestia gigante, pero es generalmente
traducido al inglés como "monstruo".
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COLDWIND
volvió a Seis—. Hey, apuesto a que yo podría escribir un impresionante guión
para Godzilla vs El Mogasaurio. Syfy lo amaría.
James sonrió.
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Administración Federal de Aviación.
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—Para Thomas —dijo James—. No Tiberius. Aunque es del todo
accidental. Mis padres no lo hicieron a propósito. Ellos no tienen sentido
del humor.
Unos minutos más tarde, James volvió a hablar por los altavoces:
—Hmm —dijo Seis. Sacó una de las carpetas que McKenna les había
proporcionado con información sobre su misión, y comenzó a mirar los
documentos que contenía. Sam abrió su propia copia del archivo. Empezó a
leer, pero siguió mirando por encima a Seis. Ella tenía esa expresión en su
rostro que significaba que estaba procesando la información, tratando de
encajar las piezas para que tuvieran sentido. Era un mirada que
había visto un millón veces antes de. Y eso la hacía más hermosa de lo que ya
estaba. Él sintió como se le aceleraba un poco el corazón. Seis levantó la
mirada como si se hubiera dado cuenta.
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COLDWIND
—¿Qué? —preguntó.
—Si te preocupa eso, usas máscara —dijo Seis—. Hay otras opciones
además de matar a cincuenta personas. Sólo haces eso porque quieres.
—¿Crees que fueron los mogs? —preguntó Sam—. Eso es algo que ellos
harían.
—Podría ser —dijo Seis—. Pero es poco probable. La mayoría han
sido contenidos. Definitivamente fue alguien con sádico, sin embargo.
Sam regresó su atención al archivo. Hubo un sobreviviente al
ataque en el pueblo, una niña de cinco años llamada Miah. La encontraron
escondida debajo de una de las casas. Ella fue la que les dijo a los rescatadores
que habían secuestrado a un niño. También era a quién él y Seis estaban
camino de ver.
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COLDWIND
—No cada episodio —dijo Sam a la defensiva—. Además, ¿qué hay de
malo en querer ligar con una sexy alienígena? —Se inclinó y la beso en la
mejilla—. ¿Quieres ver otro episodio?
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COLDWIND
—¿Tenemos que hacerlo? —preguntó Seis—. Creí que había cumplido
con mi deber viendo Star Trek contigo.
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COLDWIND
El resto del viaje sucedió sin incidentes. Aterrizaron en Singapur justo
después de la hora del almuerzo, y luego volaron la última etapa más corta
hasta Australia. Cuando finalmente aterrizaron en Darwin, fue por la
tarde. Allí, cambiaron del lujoso Gulfstream a un Jeep decididamente menos
cómodo. Aun así, fue agradable estar fuera del avión después de más de un día
en el aire.
—La niña no tiene parientes vivos —James les recordó antes de partir
hacia la ciudad—. Ha estado viviendo con uno de los trabajadores sociales
asignados a su caso, así que ahí es a dónde van a ir. Su guardián piensa que
ustedes son miembros de un grupo de trabajo gubernamental que investiga
la masacre.
—Gobierno —dijo Seis significativamente cuando se sentó en el
asiento del conductor y se puso un par de gafas de sol.
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—Por favor, entren.
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—Cuando el dragón vino, la princesa se escondió —dijo—. Tenía
miedo de los dragones. Así que se escondió debajo del castillo y observó.
Entonces el dragón exhaló fuego sobre todos y los quemó.
Con la mano libre, derribó todas las figuras, dejando solo la del niño de
pie.
—Entonces el dragón se llevó al niño y voló lejos —dijo—. La princesa
no salió por un largo tiempo. No hasta que la gente de la siguiente aldea vino
a ver lo que sucedió y le dijeron que todo estaría bien.
—Ya veo —Sam dijo—. Contaste esa historia muy bien. ¿Puedo
hacerte una pregunta? —Esperó a que Miah contestara.
Miah asintió.
—Se parecía a ti —dijo.
—¿A mí?
La niña asintió de nuevo.
—Un chico de piel blanca. Pero él no era un chico. Era un dragón que
pretendía ser un chico.
—Un dragón en un disfraz de chico disfraz, ¿eh? —Sam dijo, tratando
de bromear.
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Miah recogió la figura Lego del niño y la sostuvo en la mano, mirándola
durante mucho tiempo.
—Como nuevo.
—Gracias por hablar conmigo, Miah —dijo Sam—. Voy a ir a hablar
con Oliver por un minuto, ¿de acuerdo? Entonces tal vez pueda volver y
ayudarte con tu castillo.
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a Bunji? ¿Y por qué alguien mataría a un pueblo entero para secuestrar a un
chico?
Miah miró a Graham. Ella no habló, pero Sam vio que fruncía el ceño
al concentrarse. Un momento después, el perro salió corriendo, recogió la
pelota y se la devolvió a la niña.
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Miah se encogió de hombros.
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Sam asintió.
Seis se detuvo.
—¿Deberíamos volver y hacerle más pruebas?
—¿Oh?
—Ha habido otro secuestro —dijo James.
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CAPÍTULO TRES
SEIS
MANILA, FILIPINAS
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COLDWIND
fue noqueada. Vincent Iabruzzi, otro miembro de la Garde Terrestre, fue
secuestrado. Él es un curador.
El asintió.
—Sí. No es el más interesante de todos, pero ella está muy entusiasmada
con ser parte de la Garde Terrestre. Tiene millones de seguidores en Twitter, y
su Instagram es un desfile de selfies diseñado para hacer que todos los
adolescentes del mundo quieran asistir a la AGH.
Sam busco su perfil en su teléfono y le mostró a Seis algunas de las
fotos. Todas ellas mostraban a una linda chica con cabello rubio rizado. La
mayoría la mostraban haciendo cosas típicas de adolescentes: comiendo
helado, jugando con un labrador negro, haciendo caras estúpidas con amigos
en una fiesta de pijamas. Pero otras fueron claramente escenificadas para
mostrarla usando su legado para el bien. En una, ayudaba a levantar una pila
de escombros en Nueva York. En la más reciente, se le veía ayudando con la
limpieza en Filipinas, luego siendo abrazada por un mujer cuya casa había
ayudado a desenterrar.
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—Puedo ver por qué la escogieron para ser la cara de la Garde
Terrestre —dijo Seis—. Ella parece muy… alegre.
Melanie resopló.
—Supongo que los ocho millones de infantes de la marina estacionados
en este lugar no son suficientes —dijo—. Como si eso realmente los fuera a
detener si quisieran entrar aquí, de todos modos.
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COLDWIND
—Regresábamos de pasar el día ayudando con cosas del terremoto —
comenzó. Su voz era ligeramente plana, como si solo quisiera terminar de una
vez—. Yo había hecho un montón de trabajo pesado. Vincent había curado a
la gente. Usar su legado siempre lo desgasta más que cuando yo uso el
mío. Creo que la curación es más difícil. De todos modos, él estaba bastante
cansado. Los dos lo estábamos. Sólo queríamos tomar una ducha y comer
algo. Pero tuvimos que saludar y tomar fotos y todo eso. Ya saben, para
la publicidad de la Garde Terrestre. —Su voz adquirió un tono amargo—
. Y fue entonces cuando todo salió mal. Realmente no recuerdo mucho. Vi
a Vincent caer e intenté llegar hasta él. Entonces algo me pinchó en el
cuello. Más tarde me dijeron que fue un dardo tranquilizante. No recuerdo
nada hasta que desperté un par de horas más tarde.
Seis miró a Sam. Esto era más o menos lo que ya sabían gracias a lo que
James les había contado. Esperaban obtener información adicional de
Melanie.
—Dicen que hay personas con legados involucradas —dijo Melanie—
. La forma en la que Vincent desapareció tan rápido y todo. Fue alguien que
podía teletransportarse.
Melanie suspiró.
—Solía pensar que las decisiones más difíciles a las que se enfrentaba la
gente de mi edad eran acerca de beber y de tener sexo. Ahora tenemos toda
esta otra cosa de la que preocuparnos.
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—No es fácil —concordó Sam.
—Sin embargo, tú no has tenido tu legado por mucho más tiempo que
el resto de nosotros, ¿cierto? —preguntó Melanie—. Y parece que lo estás
manejando bien.
—Sí —dijo Sam—. Pero no tuve muchas opciones. El mío se
manifestó justo en el medio de la guerra, y tuve que descubrir muy
rápidamente qué estaba sucediendo. —Miró a Seis—. Además, he tenido
mucha ayuda para aprender a usarlo. Confía en mí, toma un poco de tiempo
antes de que ya no se sienta raro. Antes de que tú ya no te sientas raro.
Melanie bajó los pies, cruzó los brazos sobre su pecho, aún se
resguardaba.
—Estoy llegando allí —dijo—. Más o menos. Cada vez que uso
mi legado, me sorprende que realmente funcione. Todavía se siente un poco
como un truco de magia. Durante mucho tiempo, tuve ese extraño miedo de
que tal vez alguien estuviera jugándome una elaborada broma pesada. Como si
de alguna manera hubiera maquinaria o algo que no podía ver que estaba
haciendo el trabajo real, y que yo estaba siendo filmada para uno de esos
shows de cámara oculta. Es tonto, lo sé.
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—Ahora, no lo sé —admitió Melanie—. Nadie nos dijo que
la gente querría herirnos o… —Su voz se apagó. Sacudió su cabeza—. No lo
sé.
—¿Vincent alguna vez menciono que alguien se contactara con él? —
Seis preguntó, tratando de volver al tema de la conversación—. ¿Qué lo
amenazarán?
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—No —dijo ella—. Y estoy realmente cansada. ¿Hemos terminado
aquí?
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—No se puede hacer nada sin que lo sepas, ¿verdad?
—Ya sabes —dijo Seis—. Solo estamos viajando en primera clase por
todo el mundo. ¿Cómo va todo allí?
"Allí" era la Academia de la Garde Humana en Point Reyes, California,
donde Lexa ayudaba a Nueve a poner en marcha las cosas. En respuesta a la
pregunta, Lexa se encogió de hombros.
—Conseguí una oficina con todos los juguetes que un hacker podría
desear —dijo, indicando la habitación detrás de ella. Presionó el teclado—. Es
la forma en la que Nueve intenta asegurarse de que me quede por un tiempo.
—Parece que está funcionando —dijo Seis.
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COLDWIND
—Supongo que no llamaste sólo para ponerte al día —dijo Sam—.
¿Qué pasa?
—Dos cosas —dijo Lexa—. Uno, ustedes saben sobre los sanadores
que han estado desapareciendo.
Era una afirmación, no una pregunta. Sam asintió.
—Lo sabemos.
—Bueno, encontramos un sanador potencial. Una chica llamada Edwige
Pothier. Se ha hecho una reputación. Se dice que puede ayudar con todo,
desde quedar embarazada hasta curar enfermedades terminales. Lo único es
que lo ha estado haciendo desde mucho antes de que los legados comenzaran
a aparecer en humanos.
—¿Cómo? —preguntó Sam.
Lexa asintió.
—Lo aprecio mucho. Y mientras están allí, tengo a alguien más con
quién podrían estar interesados en hablar.
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COLDWIND
—¿Oh? —dijo Seis—. ¿Quién es ese?
—Los subieron hace cuatro y tres semanas —dijo Lexa—. Este fue
publicado hace dos días.
Sam se rió.
—Correcto. Lexa, estos videos son geniales, pero realmente no sé lo
que…
—Seis tiene razón —dijo Lexa—. Al menos, creo que la tiene.
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COLDWIND
—Solo hago que las máquinas realicen lo que se supone que están
diseñadas para hacer —objetó Sam.
—¿No es eso lo que ella está haciendo? —dijo Seis—. Hizo que un
caballo de papel actuara como un caballo real, y que una rana de papel saltara
como una rana real. Hizo bailar a la marioneta de una bailarina.
—Supongo —admitió Sam—. Pero nunca hemos visto un legado como
ese.
—Están apareciendo todo tipo de legados nuevos —dijo Lexa.
—¿Quién es la chica? —Seis preguntó.
—No —dijo Lexa—. Pero esta parte sí. Mendelson le dijo a la policía
que estaba bastante seguro de haber visto a un par de muñecos salir con esas
monedas. Muñecos vestidos como piratas.
—Parece que Tarvis ha estado bebiendo un poco —sugirió Sam.
—Estoy segura de que eso es lo que piensa la policía también —dijo
Lexa—. Y tal vez eso es lo que pasó. O tal vez alguien como Geppettogirl usó
su legado para hacer que esos piratas hicieran su trabajo sucio.
Seis gruñó.
—Bien —dijo ella—. Intentaremos encontrarla.
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Lexa sonrió.
Sam se rió.
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CAPÍTULO CUATRO
SAM
NUEVA ORLEANS, LUISIANA
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—¿Sobre qué?
—No.
—Evella.
—Evella, soy Sam. Ella es Seis. ¿Sabes quiénes son los garde? ¿Qué es un
legado?
La mujer asintió.
—Escuché algo acerca de eso. Hombres del espacio y otras cosas. —Le
dio a Seis una mirada significativa, pero no dijo nada más.
—Sí —dijo Sam—. Bueno, si Edwige realmente puede sanar a la gente
como escuchamos que lo hace, podría tener un legado. Un regalo.
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COLDWIND
—Ella no los cura —dijo Evella—. Dios lo hace. Edwige, ella sólo sabe
cómo pedirle su ayuda de la manera correcta.
—No es eso.
—Varios.
—¿Cómo cuáles?
Sam se concentró en una pequeña pila de lo que parecían ser raíces
secas que yacían sobre la mesa frente a Evella. Lentamente se levantaron en
el aire. Sam hizo un círculo con las raíces, luego las bajó de nuevo a la
mesa. Esperó la respuesta de Evella.
—Supongo que eso hace la mesa mucho más divertida —dijo. Volvió
su ojo bueno hacía Seis—. ¿Qué haces tú?
Seis se volvió invisible. Luego reapareció en el otro lado de la
habitación.
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—Eso —dijo—. Entre otras cosas.
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—Cuando se pone a trabajar, brilla con el espíritu —dijo Evella.
—¿Puedes mostrarme?
—No hay nada que mostrar —le dijo Edwige—. A menos que quieras
verme moler algunas raíces y escucharme decir algunas oraciones.
Seis miró hacia la mesa. Un cuchillo descansaba allí, él que Evella estaba
usando para reunir las hierbas en montones. Seis lo recogió y rápidamente lo
pasó por su palma. El corte no fue profundo, pero la sangre brotó. Estiró su
mano hacia Edwige.
—No es una sanadora —le dijo a Sam—. Al menos no del tipo que nos
interesa.
—Tal vez no —dijo él—. Pero si alguien más piensa que si lo es, aún
podría estar en peligro.
—No tengo miedo —anunció Edwige.
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—Deberías tenerlo —le dijo Seis—. Alguien está cazando adolescentes
con legados curativos.
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y casi imperceptiblemente negó con la cabeza. Sostuvo la mano de Seis por
otro momento, luego la soltó. Seis pasó sus dedos por su palma. No había
corte alguno.
—Fue un placer conocerte también —dijo Seis—. Tal vez te veamos de
nuevo.
—No creo que siempre lo haya sido —dijo Seis—. Pero lo es ahora.
—¿Piensas que ella estaba fingiendo, y luego fue dotada con un legado
de curación? —dijo Sam—. Eso parece extrañamente conveniente.
—Tal vez siempre ha sido una sanadora —dijo Seis—. Tal vez
le dieron un legado porque estaba predispuesta a él.
—Tiene tiempo suficiente como para que nosotros vayamos por algo
de comer —le dijo Seis—. En serio, ¿qué puede pasarle en la próxima
hora? Vamos a almorzar. Luego podemos volver y ver si Edwige habla de
nuevo con nosotros. ¿De acuerdo?
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COLDWIND
—Creo que es una especie de plan —dijo Sam—. Oye, ¿alguna vez has
probado un po' boy5 de ostras?
Seis señaló.
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Po'boy es un sándwich submarino típico de Luisiana. Es parecido a un bocadillo y se sirve en una
baguette. Está compuesto generalmente de marisco o pescado rebozado, o carne
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COLDWIND
frente al cual había un letrero escrito a mano que decía Donaciones ¡Gracias! La
chica sostenía un trozo de papel en sus manos, lo estaba doblando.
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El joven buscó en sus bolsillos.
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CAPÍTULO CINCO
SEIS
NUEVA ORLEANS, LUISIANA
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COLDWIND
quien quiera que los estuviera controlando los sacudía. Seis dio un aplauso
lento.
—Muy bien —dijo ella. Luego aclaró su mente y se imaginó los frascos
volviendo a sus lugares. Lo hicieron—. Pero yo soy mejor.
Los frascos explotaron, enviando fragmentos de vidrio y su contenido
en todas direcciones. Instintivamente, Seis y Sam contraatacaron con su
telequinesis, y antes de que alguno de los fragmentos pudiera alcanzarlos, se
detuvieron y quedaron flotando en el aire. Luego, lentamente, los restos
comenzaron a girar en dirección contraria a las agujas del reloj, creando una
nebulosa nube turbulenta que centelleaba con trozos de vidrio.
—Cállate, Max —gruñó la chica. Levantó las manos, y Seis sintió que
intentaba usar su telequinesis para lanzarlos a ella y a Sam. Seis canceló
fácilmente el intento telequinético de la chica usando su propia telequinesis.
La chica frunció el ceño.
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COLDWIND
—Vamos, Nemo —dijo el chico—. Sabes quiénes son ellos. No
podemos vencerlos.
—Él tiene razón —dijo Seis—. Así que, mejor deberíamos hablar.
Un grito proveniente de afuera la distrajo. Hubo más gritos después de
ese.
Se escucharon disparos.
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COLDWIND
El hombre comenzó a caminar hacia atrás por la calle. Al lado de Seis,
Nemo permanecía erizada de miedo e ira.
Edwige corrió. Seis se volvió para enfrentar a los dos recién llegados.
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COLDWIND
Un segundo después, Seis sintió como su propio ataque la golpeaba en
el pecho. No tenía la misma fuerza que cuando lo había enviado, pero fue
suficiente para hacerla retroceder. Tropezó, se enderezó, y se recuperó. El
muchacho estaba mirándola, con una sonrisa de triunfo en el rostro. Nunca
había visto un legado como este, uno que reflejara su propio ataque
sobre ella. Se preguntó qué, exactamente, era lo que podría hacer el chico, qué
tan poderoso era realmente. Pero no había tiempo para pensar en eso ahora.
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COLDWIND
hombre que estaba peleando con Seis. Detrás de ellos, Edwige estaba
arrodillada junto a Ghost. Sus manos estaban en el pecho de la chica mientras
intentaba curarla.
—Cuatro contra uno no parece justo —dijo el hombre, y sonrió
mientras se limpiaba la sangre de un corte en la cara.
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Artes Marciales Mixtas
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—¿Dónde está ella? —gritó Evella, girando a su alrededor—. ¡Edwige!
—De acuerdo.
Evella seguía mirando a su alrededor como si pudiera encontrar a
Edwige si tan solo buscaba lo suficiente. Seis fue hacia ella para intentar
calmarla.
—¿Dónde está ella? —Preguntó Evella de nuevo.
—No lo sé. Pero la encontraremos. Lo prometo. En este momento, sin
embargo, tenemos que sacar a estos chicos de aquí, y esa chica necesita ir a un
hospital. ¿Puedes encargarte de la policía? Diles que ese hombre atacó a la
chica. Eso es todo. No sabes nada más.
Evella asintió.
Las sirenas estaban más cerca.
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COLDWIND
CAPÍTULO SEIS
SAM
NUEVA ORLEANS, LUISIANA
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—¿Geppettogirl de YouTube? —Max preguntó.
Sam asintió.
—¿La conoces?
—Ella está en nuestra lista —dijo Max.
—Tenemos una lista de chicos que creemos que pueden tener legados
—dijo mientras Nemo negaba con la cabeza—. Estamos visitándolos. Es
por eso que estábamos tratando de hablar con Edwige.
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Max negó con la cabeza.
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—Puede respirar bajo el agua —dijo Max.
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COLDWIND
—Tenemos un lugar —dijo Max vagamente.
Sam lo dejó pasar. Max estaba empezando a abrirse con él, y no quería
presionarlo demasiado para obtener más detalles y terminar consiguiendo que
pare de hablar.
—¿Y quiénes son 'nosotros'? —Preguntó en cambio.
Sam se rió.
—Algo así… hable con alguien que puede ayudarnos a descubrir quién
se llevó a Edwige —dijo Sam—. No es la primera persona desaparecida con
un legado de curación.
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COLDWIND
—Pero ellos hicieron que fuera una ley para nosotros asistir a la
academia —respondió Max—. Y nos quieren para esa cosa de la Garde
Terrestre. ¿Has visto los anuncios que hacen con la hija del presidente? Están
tratando de hacer que suene como un campamento de verano.
—Como sea, ese no fue un buen momento para mí. Pero mis padres no
me dejaron irme. Eventualmente hice trampa en un examen solo para que me
expulsaran. Era la única salida. Mi padre no me habló durante dos meses
después de eso. Ni una palabra. En la cena él se sentaba allí hablando con mi
madre y mi hermana, pero ni siquiera me miraba. Era como si ya no
existiera. Como si hubiera muerto. Cuando finalmente habló conmigo, fue
para decirme que me enviaban a otra escuela militar. Encontró una que me
aceptaría a pesar de que me habían echado de la última. Fue incluso peor que
la primera. Así que no esperé a que me echaran. Me fui. No podía irme a casa,
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COLDWIND
así que me relacioné con otros chicos fugitivos y viví por aquí y por
allá. Luego cuando mi legado apareció hace unos seis meses, comencé a
buscar a otras personas como yo.
De nuevo dejó de hablar, mirando a la nada. Sam prácticamente podía
sentir que como maquinaba la mente del chico, y se preguntó en qué estaría
pensando. Claramente había tenido una vida difícil. Sam se sintió mal por
él. Pero también necesitaba información.
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de esta chica que podía curar a la gente, así que decidimos echarle un vistazo.
Tratamos de llegar a ellos antes que ustedes… antes que nadie más.
—¿Evella?
—Sí —dijo Max—. Ella es súper religiosa. Supongo que piensa que lo
que está sucediendo con los legados es, no sé, el mal o algo así. De todos
modos, Edwige no quería contarle sobre su legado. Hace un par de días,
Edwige le envió un correo electrónico a Nemo diciendo que estaba pensando
en contactar a la AGH. Decidimos que deberíamos venir e intentar
convencerla de que no lo hiciera en persona.
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COLDWIND
Recordó cómo se había sentido cuando sus propios legados aparecieron. Un
minuto, había querido hablar sobre eso. Al siguiente, había querido hablar de
todo menos de lo que estaba sucediendo. No era fácil ser un adolescente
bajo circunstancias normales; ser uno en circunstancias extraordinarias era aún
más difícil.
—Ahí está.
—¿Edwige? —Dijo Sam, esperanzado.
—Geppettogirl —dijo Max, sacudiendo la cabeza.
—Está bien —dijo Sam. Se dio cuenta de que esta era la oportunidad
que estaba buscando, la oportunidad de ayudar a Max a que confiará en él.
Max caminó hacia la chica. Sam observó, alerta ante cualquier señal de
que Max pudiera correr o hacer cualquier otra cosa que requiriera
interferencia. Cuando él se le acerco a la chica, le dijo algo y le tendió la
mano. La chica le estrechó la mano. Luego Max habló durante bastante
tiempo. La expresión de la chica cambió, y comenzó a mirar a su alrededor.
Por un momento, Sam pensó que ella escaparía. Pero no lo hizo. Entonces
Max se volvió y señaló a Sam. La chica lo miró, frunciendo el
ceño. Sam asintió.
Dio media vuelta y habló un poco más con Max. Luego comenzó a
guardar las cosas que había sacado no mucho antes en la caja de cartón. Max
le hizo señas a Sam con la mano.
Cuando llegó, Max dijo:
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—Sam, esta es Rena.
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hombre miró a Sam y a Max, y luego le contestó haciendo movimientos con la
mano. Sam se dio cuenta de que se estaban comunicando en lenguaje de
señas. Rena hizo algunos más, y el hombre asintió. Entonces Rena los
condujo a una pequeña habitación donde había otra mesa de picnic.
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Rena lo miró con curiosidad, pero no lo presionó para obtener más
detalles. En cambio, ella preguntó:
Rena resopló.
Sam sonrió.
—Tengo tiempo.
—Primero, respóndeme una pregunta —dijo Rena—. ¿Por qué
vinieron a buscarme?
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—¿Y qué decidiste?
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—Mi amiga Ghost —explicó Max.
Rena le hizo unas cuantas señas más a su tío, quien negó con la cabeza
y repitió las señas que había usado antes.
—Fue Evella —dijo Rena—. Uno de los clientes estaba allí cuando
llegó la ambulancia. Dijo que había mucha sangre.
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CAPÍTULO SIETE
SEIS
NUEVA ORLEANS, LUISIANA
Por delante de Seis, Nemo dobló una esquina. Seis, que tuvo que
esperar a que un grupo de amigos cruzaran frente a ella, se quedó atrás. Para
cuando llegó a la esquina y dio vuelta siguiendo a Nemo, la chica ya no estaba
a la vista. Seis caminó más rápido, mirando en las diversas tiendas y
restaurantes que pasaba, pero no había ni rastro de ella. Entonces vio un
destello azul. Nemo estaba una cuadra por delante, caminando rápido.
Seis continuó siguiéndola mientras la chica zigzagueaba por el Barrio
Francés. Finalmente, se detuvo frente a un automóvil, un destartalado Chevy
Tahoe verde, y abrió la puerta. Entró, lo puso en marcha y se alejó. Ella estaba
conduciendo hacía Seis, yendo despacio. Seis, cansada de seguir a la chica y no
queriendo seguir al automóvil, caminó a mitad de la calle y se materializó.
Nemo pisó los frenos, haciendo que el SUV se detuviera.
Seis se quedó frente al Tahoe, impidiendo que Nemo se alejara. Vio a la
chica mirar detrás de ella, pero estaban en una calle de un solo sentido, y un
camión de reparto estaba detrás del Chevy. Nemo miró a Seis a través del
parabrisas. Seis le devolvió la mirada.
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El conductor del camión volvió a tocar el claxon, luego se asomó por la
ventana y gritó:
—¡Muévete!
Nemo escaneó el área frente al Tahoe. Por un momento, Seis pensó que
arrancaría e intentaría atropellarla. En cambio, la chica abrió la puerta y salió,
dejando el Tahoe funcionando mientras empezaba a gritarle al conductor del
camión.
Seis utilizó la distracción para deslizarse dentro del Tahoe y cerrar la
puerta. Al escuchar el sonido, Nemo se volvió. Seis, materializándose, se
asomó por la ventana y sonrió.
Nemo resopló.
—No soy estúpida, ¿sabes? Elegí esa calle a propósito, así tendrías más
dificultades para seguirme.
—¿Yo dije que eras estúpida?
—No con ninguna palabra. Ahora que eso ya quedo claro, ¿podemos
hablar?
Nemo resopló. Miró por la ventana, golpeando ansiosamente los dedos
contra el asiento. Seis la estudió, notando cosas que no había visto antes.
Como las uñas de Nemo. Habían sido mordidas hasta casi desaparecer, y
pintadas del mismo color azul que su cabello. Y debajo de su descolorida
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sudadera con capucha roja llevaba una camiseta que decía Pregúntame Acerca
De Mis Tendencias Antisociales.
Nemo la miró.
—Tienes placas de Florida, pero una etiqueta de inspección de Virginia
—dijo Seis—. Las placas son más fáciles de cambiar.
Nemo resopló.
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—Un tiempo —dijo Nemo—. Un par de meses. Nos quedamos en
campamentos, en su mayoría. A veces en moteles malísimos donde podemos
pagar en efectivo.
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—No iré a la AGH —declaró Nemo.
—¿En serio?
—En serio —dijo Seis.
—Mierda —exclamó.
—¿Malas noticias? —Preguntó Nemo.
Seis vaciló. No quería decirle lo que decía el mensaje de Sam. Si Nemo
se enteraba de que Ghost había desaparecido, probablemente
enloquecería. Por otro lado, ahora tenían que ir al hospital, y Nemo se
preguntaría por qué.
—Es Evella —dijo, optando por decirle una verdad a medias—. Algo
está mal. —Le tendió su teléfono a Nemo—. Busca el University Medical
Center y dime cómo llegar hasta allí.
Nemo hizo lo que le pidió. Quince minutos después, Seis detuvo el
Tahoe en el estacionamiento del hospital. Ella y Nemo salieron, caminaron
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hasta entrar al hospital y se detuvieron. YA ESTAMOS AQUÍ. ¿DÓNDE
ESTÁN? Seis le escribió a Sam, luego esperó una respuesta. Llegó a los pocos
segundos.
Seis maldijo.
—Debieron regresar y llevársela también —dijo—. Deberíamos
habernos quedado.
—Sabes que no podíamos hacer eso —Sam le recordó—. ¿Jóvenes
garde? ¿Fugitivos con legados no registrados? Tenemos suficientes problemas
en este momento.
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Sam negó con la cabeza.
—No, pero Max me dijo algo interesante. Según él, Edwige estaba al
tanto de lo que ellos estaban haciendo.
Seis suspiró.
Nemo empalideció.
—Como dijo Sam, hablemos de esto abajo —dijo Six—. Todo va estar
bien —agregó—. ¿Recuerdas lo que dije sobre confiar en la gente?
Nemo no respondió, pero tampoco hizo otra demanda. En cambio,
parecía encogerse en su sudadera con capucha. Sam saludó a Max y Rena, y
los cinco caminaron hacia el ascensor.
En la cafetería, encontraron una mesa. Seis y Nemo fueron a buscar
comida, luego volvieron y se sentaron. Seis se abalanzó sobre su sándwich,
pero Nemo solo picoteó su ensalada.
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—Primero, Ghost —dijo Sam—. Todavía no lo sabemos con certeza,
pero creemos que las personas que se llevaron a Edwige podrían haber
regresado por ella. En cualquier caso, eso es lo que tiene más sentido.
—Ella estaba muy malherida —dijo Nemo, alejando su bandeja
con enojo—. Si ellos no la ayudan, probablemente muera.
—Si se la llevaron, es porque la quieren por su legado —dijo Seis—.
No la dejarán morir. Y tienen a Edwige. Ella puede curarla.
—O tal vez no querían que ella hablara, y decidieron asegurarse de que
no pudiera hacerlo —sugirió Nemo.
—Creo que Seis tiene razón —dijo Sam rápidamente—. Entonces,
cuanto antes encontremos a Edwige, antes encontraremos a Ghost. Mientras
tanto, Rena tiene una historia que ustedes deben escuchar.
Rena asintió.
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—Esta es la parte que quería que escucharan —dijo Sam.
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—Los mensajes comenzaron a llegar cada vez menos. Luego me
escribió y dijo que estaba en un pequeño problema. Necesitaba algo de dinero.
No dijo por qué. Pero le dije que lo ayudaría.
Seis recordó los artículos que Lexa les había mostrado sobre la tienda
de antigüedades que había sido robada por muñecos.
—¿Por qué creíste que trabajamos para esa gente? —le preguntó Sam.
—Yo-Yo les contó sobre mí. Dijo que ellos estaban interesados.
Que ellos nunca habían oído hablar de alguien que pudiera hacer lo mismo
que yo.
—Bueno, eso es probablemente cierto —le dijo Seis—. Nosotros
tampoco habíamos escuchado de alguien como tú.
—¿No? —Dijo Rena—. Creo que soy especial. ¿Creen que la gente con
la que Yo-Yo está mezclado es la que se llevó a Edwige y a la otra chica?
—Eso es lo que tenemos que averiguar —dijo Seis.
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—Han sucedido muchas cosas hoy —agregó Sam—. Sabemos que un
tipo llamado Jagger Dennings era parte del grupo que vino por Edwige. Se
escapó.
—Conozco ese nombre —dijo Rena—. Yo-Yo lo mencionó. Lo
recuerdo por el cantante de ese viejo grupo. Los Rolling Stones. Mi mamá
amaba esa canción suya, ‘Gimme Shellter’.
—Esto se vuelve cada vez más extraño. Tenemos que volver al avión.
—El truco es, que parece que iremos a Texas y vendrás con nosotros.
—¿Para buscar a Yo-Yo? —dijo Rena.
—Si Ghost puede estar allí, nosotros también iremos —dijo Nemo.
—Sí —agregó Max, aunque sonó menos seguro.
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Seis los miró. No había manera de que pusiera a cualquiera de los
adolescentes en una situación peligrosa innecesariamente. Especialmente a
Nemo, cuyo temperamento podría meterla en problemas. Tenía la sensación
de que Rena podía manejarse bajo presión, y ella y Sam podrían no tener
opción en involucrarla si es que iban a rastrear a estos peleadores. Por ahora
ella se conformaría con sacarlos a todos de las calles. Podían figurarse el
resto luego.
—Está bien —dijo ella—. Vámonos. —Se levantó y sacó las llaves
del Tahoe de su bolsillo—. Daremos un paseo —le dijo a Sam.
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CAPÍTULO OCHO
SAM
TEXAS
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identificados a través del software de reconocimiento facial. Tampoco le
dieron ningún nombre a Rena.
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Rena se la tendió. Freakshow la tocó ligeramente con la punta de los
dedos. Un momento después, Rena sintió algo que se arrastraba en su
brazo. Miró hacia abajo y vio que docenas de pequeñas arañas negras se
arrastraban hacia arriba por su cuerpo. Gritó y se sacudió, pero los arácnidos
seguían subiendo. Era como si estuvieran pegados a su piel. Se restregó,
tratando de quitárselas. Luego, tan rápido como habían aparecido, se fueron y
ella se encontró pasándose los dedos contra la piel desnuda.
Sprout sonrió.
—Mucho —dijo ella.
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—Eso podría ser útil —le comentó Seis a Sam.
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—Deberíamos llamarte Annie May —anunció Sprout.
Rena asintió.
—Supongo que está bien —dijo. Hizo una pausa y luego dijo: —Verán,
tengo un amigo que está aquí. Se llama Yo-Yo, pero supongo que ustedes le
dicen de otra forma. Él hace fuego.
—¿No está? —dijo Rena—. ¿Qué significa eso? ¿No está aquí? ¿Se fue?
—Él está aquí —dijo Sprout—. Es solo que… —hizo una pausa,
luego suspiró—. Resultó herido en una pelea. Está en la enfermería.
—Pero estará bien, ¿verdad? —le preguntó Rena.
—Claro —dijo Sprout, sonando demasiado segura de eso—. Claro que
lo estará.
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—Hablando de la enfermería, ¿escuchaste de la chica que trajeron hoy?
—dijo Freakshow.
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—¿Invitados especiales? —Dijo Rena—. ¿Qué significa eso?
—Son los peces gordos —le susurró Sprout—. Gente que apuesta en
las peleas. Se sientan en otra habitación y observan. Nunca los vemos. Aunque
a veces, si ganas una pelea, te presentan con ellos. Aún no he peleado en una
contienda en la que se apueste. Pero quiero hacerlo.
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—Entonces, ¡adelante! —dijo Dennings, y se alejó rápidamente. Se
mantuvo a un lado de la arena, observando a las chicas.
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los ojos. Con una dificultad obviamente enorme, levantó la mano con la que
había estado tocando el suelo y la apunto hacia su amiga. Freakshow fue
levantada del suelo por la fuerza de la telequinesis de Sprout. Luego fue
arrojada hacia atrás, aterrizando con fuerza en el suelo con un grito de
dolor. Sprout se tambaleó unos pocos pasos, agotada por el esfuerzo.
—¡Levántate! —gritó Dennings, y el grito de las gradas cambió—.
¡Levántate! ¡Levántate! ¡Levántate!
—¡Drac!
Un jadeo de asombro se elevó de la multitud reunida cuando un
hombre salió de las gradas. Tenía el cabello negro muy corto y la piel
pálida. Mientras caminaba hacia donde Dennings estaba esperando, la sala
quedó en silencio. Sprout, que se había puesto de pie y parecía haber superado
los efectos del ataque de su amiga, ahora lo observaba todo.
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La luz que rodeaba la cabeza de la chica se volvió de repente negra
como la tinta. Drac quitó las manos. Su cara tenía una peculiar mirada de
satisfacción. En el suelo, Freakshow lloraba.
—Tu legado ha sido eliminado —Dennings dijo—. Ahora no eres más
que una humana normal de nuevo.
Se acercó a él.
—He escuchado mucho sobre ti de Sparky —dijo—. Me alegra que
hayas decidido darnos una oportunidad.
—¿Puedo verlo?
—Más tarde —dijo Dennings—. Ven conmigo. —La rodeó con un
brazo y la llevó a una puerta en la parte posterior del hangar. Él y Rena
caminaron afuera. Dennings la llevó a un edificio mucho más pequeño a unos
cien metros de distancia. Abrió una puerta y entraron. Estaba lleno de
monitores de televisión, varios de los cuales mostraban el hangar principal
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desde diferentes perspectivas. También había varios que mostraban los otros
edificios en el complejo, e incluso el área fuera de la cerca. Varios hombres
estaban sentados en sillas frente a los monitores. Ninguno de ellos levantó la
vista cuando Dennings y Rena entraron.
—En caso de que no te hayas dado cuenta de lo que sucedió allá atrás,
yo te diré qué hacer y cuándo hacerlo. ¿No tienes algún problema con eso?
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—¿Y cuánto es eso? —preguntó Dennings.
Dennings asintió.
—Echa un vistazo al monitor número cinco —dijo, señalando una de
las pantallas.
Rena miró. El hombre sentado frente al monitor presionó un botón en
la consola frente a él y comenzó a reproducirse un video. Mostraba la batalla
que acababa de tener lugar en el hangar, pero desde la perspectiva de alguien
sentado en las gradas.
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CAPÍTULO NUEVE
SEIS
TEXAS
—No estoy seguro de que eso califique como un plan —dijo Sam.
—Hemos hecho las cosas con menos que eso —ella le recordó.
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vidrio. El autobús se estrelló contra los hombres, la mayoría se dispersaron,
algunos quedaron debajo de él.
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—Supongo que tendremos que estar de acuerdo en no estar de acuerdo
con eso.
Un crujido de pies hizo que Seis volteara. Los hombres que habían
escapado ilesos del encuentro con el autobús aparecieron detrás de ella. Había
menos de una docena de ellos. Ella y Sam podían encargarse de ellos
fácilmente. Levantaron sus manos.
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Seis cerró sus ojos. Contó hasta cinco, calmándose a sí misma.
—Está bien —dijo, y abrió los ojos—. Nos iremos de aquí. —Se volvió
hacia los demás—. Vamos. Antes de que cambie de opinión.
Aunque los hombres de Dennings los observaron cautelosos al salir, no
encontraron resistencia mientras caminaban hacia la puerta principal del
complejo, que estaba abierta. Seis nunca miró hacia atrás mientras ella, Sam y
Rena comenzaban a caminar por el camino polvoriento que conducía al
monte.
—Gracias —dijo.
Seis asintió.
—Sé lo que es perder a un amigo —ella dijo—. E hiciste un buen
trabajo allí.
—Viste lo que le hicieron a Freakshow —Rena dijo—. Creo que le
hicieron lo mismo a Yo-Yo. —Hizo una pausa—. ¿Crees que su poder se ha ido
realmente?
—No lo sé —le dijo Seis. Lo que ella creía, pero no dijo, era que
Dennings y quienquiera que estuviera detrás de las peleas no tendrían mucho
más uso para un chico sin un legado. Entonces, ¿por qué los mantendrían
vivos? «A menos que mientan sobre que les pueden quitar los legados», pensó.
—Él les hizo grandes promesas a esos niños —continuó Rena—.
Dinero. No tener que ir a la AGH y seguir sus reglas. Los chicos que conocí
en su mayoría parecían ser de los tipos que no encajaban exactamente incluso
antes de que se convirtieran en superhéroes, ¿sabes? Creo que él los hace
sentir como estrellas. Con eso de los apodos. Es como estar en un club, o una
pandilla.
—Pero luego él los lastima cuando fallan —dijo Seis.
—Nunca has estado en una pandilla, ¿verdad? —dijo Rena—. Eso es lo
que hacen. Te levantan, te derriban. Te dicen que no vales nada a menos que
ellos digan que si lo haces. Eso hace que quieras pertenecer aún más. Sé que
no tiene sentido, pero así es como lo hacen. He visto a mucha gente ser
consumida así en mi vecindario.
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Los pensamientos de Seis volvieron a centrarse en Cinco, y en cómo él
había traicionado al resto después de caer bajo la influencia de los mogadorianos.
Ella lo entendía. Querer pertenecer hace que la gente haga cosas que nunca
pensaste que harían. Iban a encontrar a Dennings, cerrar su operación y
conseguir que los chicos a los que había estafado tuvieran una orientación real.
Mientras tanto, tenía otros problemas. A saber lo que ella y Sam iban a
hacer con el pequeño grupo de jóvenes garde que habían recogido. Pensó en
ello todo el camino de regreso hasta al SUV que habían estacionado a unos
pocos kilómetros de distancia. Y todo el camino de regreso al aeropuerto
donde el jet los estaba esperando. Cuando ya estaban a bordo y sentados, aún
no había tomado ninguna decisión.
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parecidas. Sería como decirle a su yo más joven que haga algo por su propio
bien. Ya sabía cuál sería la respuesta de Nemo ante tal cosa. Pero, ¿cuál era la
alternativa?
Sam la siguió.
—Normalmente, me encantaría oírte decir eso —bromeó mientras
cerraba la puerta de la cabaña—. Pero tengo la sensación de que sé lo que
estás pensando, y también creo que eso hará la vida mucho más complicada.
Seis encendió el monitor pegado a la pared frente a la cama.
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—Todavía no —dijo—. Pero voy a tener que hacerlo. Y eso plantea un
problema adicional: una vez que reporte que han sido encontrados y que están
a salvo, se espera que vayan a la AGH.
—Ellos no van a querer hacer eso —dijo Seis—. La mayoría
de ellos, de todos modos.
—Les haré saber que irán —dijo McKenna—. El Capitán Kirk puede
aterrizar en California, y una vez que se hayan encontrado con Nueve, pueden
ir al cuartel general.
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—En realidad, tal vez lo sea —dijo McKenna—. Déjenlos ver las
instalaciones. Tal vez uno o más decidan quedarse ahí.
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