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El Animus, el Hombre Interior (El Hombre y sus Símbolos – Carl g.

Jung):
La personificación masculina en el inconsciente de la mujer –el animus- muestra aspectos buenos y aspectos
malos, como le ocurre al anima en el hombre. Pero el animus no aparece con tanta frecuencia en forma de
fantasía o modalidad erótica; es más apto para tomar la forma de convicción “sagrada” oculta. Cuando tal
convicción es predicada con voz fuerte, insistente, masculina o impuesto a otros por medio de escenas de
brutal emotividad, se reconoce fácilmente la masculinidad subyacente en una mujer. Sin embargo, aun en
una mujer que exteriormente sea muy femenina, el animus puede ser también una fuerza dura e inexorable.
Podemos encontrar de repente en contra de algo en una mujer que es obstinada, fría y completamente
inaccesible.

Uno de los temas favoritos que el animus repite incesantemente en las meditaciones de ese tipo de mujeres
viene a ser así: “La única cosa que yo deseo en el mundo es amor…, y él no me ama”; o “En esta situación
solo hay dos posibilidades… y las dos son igualmente malas.” Raramente se puede contradecir la opinión de
un animus porque, por lo general, suele tener razón; sin embargo, pocas veces parece ajustarse a la
situación individual. Es apto para una opinión que parece razonable pero al margen de la cuestión.

Al igual que el carácter del anima de un hombre está moldeado por su madre, el animus está básicamente
influido por el padre de la mujer. El padre dota al animus de su hija con el matiz especial de convicciones
indiscutibles, irrecusablemente “verdaderas”, convicciones que jamás incluyen la realidad personal de la
propia mujer tal como es realmente.

Esa es la causa de que, algunas veces, el animus sea, como el anima, un demonio de la muerte. Por ejemplo,
en un cuento gitano, un apuesto extranjero es recibido por una mujer solitaria a pesar de que ella tuvo un
sueño que le advertía que él era el rey de la muerte. Después de haber estado con ella algún tiempo, ella le
insto a que le dijera quien era realmente. El, al principio, rehusó diciendo que ella moriría si se lo decía. Sin
embargo, la mujer insiste y él le revela de repente que es la propia muerte. La mujer muere inmediatamente
de miedo.

Considerado mitológicamente, el apuesto extranjero es probablemente una imagen pagana del padre o de
un dios que aparece aquí como rey de la muerte (como el rato de Perséfone realizado por Hades). Pero
psicológicamente representa una forma particular del animus que atrae a las mujeres alejándolas de todas
las relaciones humanas y, en especial, de todos los contactos con hombres auténticos. Personifica al capullo
de seda de los pensamientos soñadores, llenos de deseos y de juicios acerca de cómo “deberían ser” las
cosas, y que separan a la mujer de la realidad de la vida.

El animus negativo no aparece sólo como un demonio de la muerte. En los mitos y en los cuentos de hadas
desempeña el papel de ladrón y asesino. Un ejemplo es Barba Azul, que mataba secretamente a todas sus
mujeres en una cámara oculta. En esta forma, el animus personifica todas las reflexiones semiconscientes,
frías y destructivas que invaden a una mujer en las horas de la madrugada cuando no ha conseguido realizar
cierta obligación sentimental. Es entonces cuando comienza a pensar acerca de la herencia de la familia y
asuntos de esa índole, una especie de tejido de pensamientos calculadores, llenos de malicia e intriga, que la
llevan a un estado en que es capaz de desear la muerte a otros. […]

Alimentando secretas intenciones destructivas, una mujer puede conducir a su marido, y una madre a sus
hijos, a enfermedades, accidentes o, incluso, la muerte. O puede decidir que sus hijos no lleguen a casarse:
una forma del mal, profundamente escondida, que raramente sube a la superficie de la mente consciente de
la madre. […]
A veces una extraña pasividad y la paralización de todo sentimiento, o una profunda inseguridad que puede
conducir casi a una sensación de nulidad pueden ser el resultado de la opinión de un animus inconsciente.
En las profundidades del ser de la mujer, el animus le susurra: “No tienes esperanza. ¿De qué vale
intentarlo? De nada sirve lo que hagas. La vida jamás cambiará para mejorar.”

Desgraciadamente, siempre que una de esas personificaciones del inconsciente se apodera de nuestra
mente, parece como si tuviéramos tales pensamientos y sentimientos. El ego se identifica con ellos hasta el
extremo de que resulta imposible separarlos y verlos tal como son. Se está realmente “poseído” por la figura
desde el inconsciente. Solo después que ha cesado la posesión, se comprueba con horror que hemos dicho y
hecho cosas diametralmente opuestas a nuestros verdaderos pensamientos y sentimientos, que hemos sido
la presa de un factor psíquico ajeno.

Al igual que el anima, el animus no consta meramente de cualidades negativas tales como brutalidad,
descuido, charla vacía, malas ideas silenciosas y obstinadas. También tiene un lado muy positivo y valioso;
también puede construir un puente hacia el “sí-mismo” mediante su actividad creadora. El siguiente sueño
de una mujer de 45 años puede ayudar en la aclaración de este punto:

Dos figuras embozadas trepan hasta el balcón y entran en la casa. Van envueltas en un ropaje negro con
capucha, y parece que quieren atormentarnos a mi hermana y a mí. Ella se esconde bajo la cama, pero ellos
la sacan de allí con una escoba y la torturan. Luego me toca a mí. El jefe de ellos me empuja contra la pared,
haciendo gestos mágicos ante mi cara. Mientras tanto, su ayudante hace un boceto en la pared y, cuando lo
miro, digo (con el fin de congraciarme): “¡Pero si está muy bien dibujado!”. Ahora, de repente, mi torturador
tiene noble cabeza de artista y dice con orgullo: “Sí, desde luego”, y comienza a limpiarse las gafas.

El aspecto sádico de esas dos figuras era muy conocido por la soñante ya que, en realidad, sufría con
frecuencia de ataques agudos de ansiedad durante los cuales le asediaba el pensamiento de que la gente a
la que ella quería se encontraba en gran peligro o, incluso, que había muerto. Pero el hecho de que la figura
del animus sea doble en el sueño sugiere que los salteadores personifican un factor psíquico que es dual en
sus efectos y que podría ser algo completamente distinto a esos pensamientos atormentadores. La hermana
de la soñante, la cual huyo de los hombres, es cogida y torturada. En realidad, esa hermana había muerto
cuando era muy joven. Tenía dotes artísticas, pero había utilizado muy poco su talento. Después, el sueño
revela que los salteadores embozados están, en realidad, disfrazados de artistas y que si la soñante les
reconoce sus dotes (que son las de ella) prescindirán de sus malas intenciones.

¿Cuál es el significado profundo del sueño? Es que, tras los espasmos de ansiedad, hay un peligro autentico y
mortal; pero también hay una posibilidad creadora para la soñante. Ella, al igual que su hermana, tenia
cierto talento como pintora, pero dudaba si la pintura seria para ella una actividad con significado. Ahora
bien: su sueño le dice del modo más firme que debe reavivar ese talento. Si obedece, el animus destructivo y
atormentador se transformara en una actividad creadora y plena de significado.

Al igual que en este sueño, el animus aparece con frecuencia como un grupo de hombres. De esa forma, el
inconsciente simboliza el hecho de que el animus representa una colectividad más que un elemento
personal. A causa de esa inclinación a lo colectivo, las mujeres habitualmente se refieren (cuando su animus
habla por medio de ellas) a “uno” o “ellos” o “todo el mundo”, y en tales circunstancias su conversación,
muchas veces contiene las palabras “siempre” y “debiera” y “tuviera”.

Muchísimos mitos y cuentos de hadas hablan de un príncipe convertido por hechicería en un animal salvaje
o en un monstruo, que es redimido por el amor de una doncella: un proceso que simboliza la forma en que
el animus se hace consciente. Muy frecuentemente, a la heroína no se le permite hacer preguntas acerca de
su misterioso y desconocido enamorado y esposo; o se encuentra con él solo en la oscuridad y jamás debe
mirarle. Esto implica que, por confianza y amor ciegos hacia él, ella podrá redimir a su marido. Pero eso
jamás sucede. Ella siempre rompe su promesa y, al final, encuentra a su amado otra vez después de una
búsqueda larga y difícil y de muchos sufrimientos.

El paralelo de eso en la vida es que la atención consciente que una mujer tiene que conceder al problema de
su animus probablemente requiere mucho tiempo y acarrea infinidad de sufrimientos. Pero si ella se da
cuenta de quién es y qué hace con ella, y si ella se enfrenta con esas realidades en vez de dejarse poseer, su
animus puede convertirse en un compañero interior inapreciable que la dota con las cualidades masculinas
de iniciativa, arrojo, objetividad y sabiduría espiritual.

El animus, exactamente igual que el anima, muestra cuatro etapas de desarrollo. La primera aparece como
una personificación de mero poder físico, por ejemplo, como campeón atlético u “hombre musculoso”. En la
segunda etapa, posee iniciativa y capacidad para planear la acción. En la tercera, el animus se transforma en
la “palabra”, apareciendo con frecuencia como profesor o sacerdote. Finalmente, en su cuarta
manifestación, el animus es la encarnación del significado. En este elevado nivel, se convierte en mediador
de la experiencia religiosa por la cual la vida adquiere nuevo significado. Da a la mujer firmeza espiritual, un
invisible apoyo interior que la compensa de su blandura exterior. En su forma más desarrollada, el animus
conecta, a veces, la mente de la mujer con la evolución espiritual de su tiempo y puede, por tanto hacerla
aún más receptiva que un hombre a las nuevas ideas creadoras. […]

El “hombre interior” dentro de la psique de una mujer puede conducir a disturbios matrimoniales análogos a
los mencionados en la sección referente al anima. Lo que complica especialmente las cosas es el hecho de
que la posesión de uno de los cónyuges por el animus (o el anima) puede ejercer automáticamente tal
efecto irritante en el otro que él (o ella) quede también poseído. Animus y anima tienden siempre a
arrastrar la conversación a un nivel más bajo y a producir una atmosfera emotiva irascible y desagradable.

Como dije antes, el lado positivo del animus puede personificar un espíritu emprendedor, atrevido, veraz, y
en su forma más elevada, de profundidad espiritual. Por medio de él, una mujer puede experimentar el
proceso subyacente de su situación objetiva personal y cultural, y puede encontrar el camino de una intensa
actitud espiritual ante la vida. Esto, naturalmente, presupone que su animus deje de representar opiniones
que están por encima del criticismo. La mujer tiene que encontrar el atrevimiento y la interior amplitud
mental para dudar de la santidad de sus convicciones. Solo entonces será capaz de aceptar las sugerencias
del inconsciente, en especial cuando contradicen las opiniones de su animus. Solo entonces llegaran hasta
ella las manifestaciones de su “sí-mismo” y podrá entender conscientemente su significado.

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