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LAS LEGIONES ROMANAS

En la República romana las legiones se formaban cuando la situación así lo requería, y


una vez neutralizada la amenaza, o se hubieran conquistado los territorios que se
buscaban, estas eran disueltas.

Augusto, Marco Antonio, y Lépido formaron en el año 43 a. n. e. el segundo triunvirato,


cada uno de ellos organizó sus propias legiones, pero cuando Augusto se hace con el
poder absoluto de Roma y su imperio tras la derrota de Marco Antonio en la batalla de
Actium (31 a. n. e.), se encuentra con 50 legiones a su mando. Augusto decide entonces
reorganizar el ejército y convertirlo en profesional. Disuelve algunas legiones, y otras las
fusiona en una sola, reduciendo el número a 28. La mayoría de estás duran más de dos
siglos, y algunas como la V Macedonica aún se encontraría en el siglo VI.

El nombre que recibía una legión podía tener varios orígenes. Su nombre podía ser por el
nombre de la provincia en donde se había distinguido en combate (V Macedonica), por el
nombre de su comandante (emperador), o también podía denotar alguna característica
especial (X Equestris, denota su origen de caballería). Gemina es el término latino para
gemelos, y se otorgaba a las legiones que se creaban a partir de la unión de dos o más.

Augusta es un término que significa venerable o majestuosa. Pia Fidelis significa leal, y
era concedido a aquellas legiones que eran leales en alguna revuelta. Victrix cuya
traducción es victoriosa, se otorgaba después de ganar alguna batalla o campaña.
Adiutrix, asistencia, asistente, ayuda. Rapax, codiciosa. Firma, firme. Concors, armonioso.
Para la legión V Alaudae (alondra), el origen de su nombre es confuso, y varias son las
explicaciones encontradas, desde que su nombre debe referir a la costumbre de los galos
(entre los cuales esta legión fue reclutada) por usar las alas de la alondra en sus cascos,
o así llamada por la cimera en forma de cresta de alondra que adornaba el casco de sus
soldados, pasando por el idioma que estos hablaban, hasta que eran así llamados por la
excelente voz de los cantantes galos que componían la legión.
Algunos de estos nombres variarían a lo largo del tiempo, y otros incluso se les añadían
nuevos nombres a los que ya tenían. Algunas de las legiones nunca conseguirían un
nombre antes de su desaparición, como por ejemplo las legiones XVII, XVIII, XIX, y otras
se desconocen el que tenía antes del segundo nombre (Legio VII).

El legionario
Reclutamiento

Durante la época imperial los requisitos para convertirse en legionario eran: ser delgado
pero musculoso, y tener buena vista y oído. También era preciso saber leer y escribir y,
sobre todo, ser ciudadano romano. Esto no quería decir que fuera ciudadano de Roma,
sino que tuviese la ciudadanía romana.

La ciudadanía se conseguía después de servir en el ejército durante 25 años en puestos


auxiliares, lo que le otorgaba derechos y privilegios especiales a él y toda su familia.

Los aspirantes a soldados tras acudir a la oficina de reclutamiento que se encontraba en


la capital de provincia, eran sometidos a una entrevista y un reconocimiento médico. Una
vez admitidos, prestaban juramento de obedecer a sus superiores y no desertar. Sus
documentos junto con un certificado del gobernador y las dietas de viaje (tres monedas de
oro por cabeza), se entregaban a un oficial que les acompañaba en el largo viaje hasta el
destacamento asignado.
Instrucción y entrenamiento

Durante cuatro meses los nuevos reclutas eran sometidos a un entrenamiento implacable.
Al concluir este período los supervivientes ya podían llamarse soldados (milites). Los que
no podían resistir el entrenamiento eran rechazados.

Primero se les enseñaba a desfilar marcando el paso. Luego se les llevaba de marcha,
forzándolos al máximo hasta que fueran capaces de recorrer 20 millas romanas (30 km)
en cinco horas. Después tendrían que recorrer la misma distancia cargados con todo su
equipo, que incluía armas y armaduras, utensilios de cocina, estacas para la empalizada,
instrumentos para cavar y provisiones para varios días, pues al final de cada marcha
tenían que levantar un campamento con terraplenes y fosos de defensa.

El entrenamiento continuaba hasta que eran capaces de recorrer 24 millas (36 km) en
cinco horas.

En un principio los legionarios utilizaron bestias de carga y carros para transportar el


equipo. Pero el célebre general Mario impulsor de grandes reformas en el ejército, les
obligó a transportar personalmente casi toda la impedimenta necesaria para reducir el
tamaño de las caravanas de intendencia.

El equipo completo debía pesar por lo menos 30 kilos, y las armas y armaduras más de
20. Los legionarios realizaban marchas tres veces al mes durante 25 años. Este
entrenamiento y capacidad de desplazamiento fue una de las causas por la que el ejército
romano era tan superior a otros ejércitos. Esto era solo parte de la instrucción, puesto que
el programa de entrenamiento también incluía carreras, saltos, equitación y natación.
Cuando se consideraba que se encontraba en buena forma física comenzaba la
instrucción en el manejo de las armas.

Los reclutas aprendían a atacar a una gruesa estaca clavada en el suelo con una pesada
espada de madera, y un escudo de mimbre que pesaba el doble que un escudo normal.
Se les insistía que golpearan de frente, sin describir arcos con la espada, que puede
evitarse con más facilidad. También se les entrenaba en el lanzamiento de pesadas
jabalinas de madera contra las estacas.

Una vez superado este paso, se les consideraban dignos de empuñar armas auténticas
forradas de cuero para evitar accidentes, que les deberían de parecer ligerísimos en
comparación con las pesadas armas de madera.

Rutina diaria

Terminados los cuatro meses de instrucción y ya convertidos en soldados (milites),


seguían realizando marchas, ejercicios y entrenamientos aunque ya disponían de algún
tiempo libre, pero se les mantenían ocupados durante las horas de trabajo. Al amanecer
se presentaban al centurión para que les asignaran las tareas de la jornada,
principalmente guardias o trabajos de limpieza, a veces patrullas o funciones de policía,
pero también la construcción de calzadas y obras civiles, en donde debían de picar piedra
en las canteras, cavar cimientos, alisar caminos, y pavimentar. Todo nuevo legionario
procuraba conseguir un destino que le evitara trabajos desagradables. Estos trabajos,
destinados para los que conocían un oficio (herreros, carniceros, enfermeros, domadores
de caballos,...), eximían de realizar otras tareas.

Percenio, líder de un motín contra Tiberio en el Año 14 se expresaba de la siguiente


manera: "el servicio militar es duro y poco provechoso. Tu cuerpo y alma se valoran en
unas cuantas monedas por día; con esta limosna tienes, además, que pagar la ropa, las
armas y las tiendas de campaña, así como los sobornos para los centuriones que son
demasiados crueles, y poder librarte así de los encargos pesados".

Además, los soldados tenían prohibido casarse, por ello eran muy usuales los
matrimonios informales e incluso que tuvieran hijos, estos no serían legítimos, pero esto
se arreglaba cuando se retiraran. De hecho, tan pronto cualquier hombre que se integrara
en el ejército, su matrimonio quedaba legalmente anulado. El emperador Septimio Severo
(193-211) dio permiso a los soldados para que vivieran con sus esposas, en vez de
obligarles volver cada noche al campamento.

Pero también existían algunas ventajas: una paga regular considerablemente superior a la
de un labrador, y el mejor servicio médico del imperio. También se podían aprender otros
oficios, y después de la derrota del enemigo muchas veces se presentaban oportunidades
de saqueo.

Además de la paga también se recibían otras recompensas. Augusto entregó 75


sestercios a cada uno de los legionarios, mientras que Claudio estableció una costumbre
de pagar un donativo en metálico al inicio del mandato de un nuevo emperador.
Augusto también se preocupó de que se gozara de una buena jubilación después del
cumplimiento del servicio; los licenciados recibían una parcela de tierra o una buena
cantidad de dinero, equivalente a la paga de doce años.

Organización
Organización jerárquica

El ejército romano se encontraba muy jerarquizado. En la cúpula se encontraba el


emperador. El prefecto del pretorio era, en cierto modo, el Ministro de la Guerra y estaba
asistido en Roma por el prefecto de las cohortes pretorianas, de los oficiales y de los
centuriones. En las provincias, cada ejército regional estaba bajo el mando de un general,
el legado del ejército.

Al mando de cada legión había un comandante (legado), 7 oficiales (un prefecto del
campamento y seis tribunos, los tribunos se encargaban de la selección de sus soldados)
y 59 centuriones. Cada unidad auxiliar tenía un jefe y varios centuriones (infantería) o
decuriones (caballería). En la marina, cada barco se organizaba como una centuria, fuese
cual fuere su tamaño; su comandante, que estaba a las órdenes de un prefecto
(almirante), ostentaba el título de centurión.

Dentro de una legión, un hombre empezaba como simple soldado de a pie (miles),
después de varios años de servicio y para los soldados con oficio, el primer ascenso era
de miles a inmunis; aunque tenía el mismo salario, les eximía de las rutinas generales de
los demás soldados.

Pero el primer ascenso verdadero convertía al soldado en principal, de los que existían
dos clases: los que cobraban paga y media (sesquiplicarii) y los que percibían doble paga
(duplicarii). El primer grupo incluía varios tipos de suboficiales, como el tesserarius
(ordenanza). Entre los segundos estaban los portaestandartes (signiferi y vexillarii), los
optiones y otros oficiales. El siguiente grado era el de centurión, en donde los más
veteranos y experimentados (primi ordines) formaban parte de la primera cohorte, y el
más antiguo de ellos (primus pilus) tenía derecho a asistir a los consejos de guerra.

El verdadero carácter de los centuriones aparece ilustrado en un episodio de la Guerra de


las Galias de Julio César. En el año 52 a. n. e., las tropas de César trataron de conquistar
la fortaleza de Gergovia, pero fueron rechazados y tuvieron que retirarse monte abajo. En
estas condiciones habrían sufrido terribles bajas, pero los centuriones se quedaron a
cubrir la retirada de sus hombres: murieron casi 700 hombres, de los cuales 46 eran
centuriones (1 por cada 14 legionarios, cuando la proporción normal era de 1 cada 80).

Organización de tropas

La legión constituía la base del ejército romano. Originalmente el término "legión" se


aplicaba a todo el ejército, hasta que en el siglo IV a. n. e., adquirió un significado más
familiar para describir un regimiento de infantería pesada. El secreto de su éxito radicaba
en su organización, sumamente flexible.

En el siglo I, una legión con toda su capacidad, estaba formada por 5 120 hombres y
dividida en diez cohortes. Una cohorte normal comprendía 480 hombres y se dividía en 6
centurias de 80 hombres; no obstante, la primera cohorte de la legión, formada por los
mejores soldados, tenía 5 centurias dobles de 160 hombres. El mando de cada centuria
estaba en manos del centurión, asignado por méritos especiales.
Cada centuria de 80 hombres se dividía a su vez en 10 contubernios (unidad mínima del
ejército romano, que era alojado en una tienda), y dos centurias formaban un «manípulo»,
por lo que una cohorte esta compuesta por tres manípulos.

Un ejército lo componían habitualmente cuatro legiones aunque esta cifra podía variar
incluso a cinco.

La primera cohorte era siempre la mejor de una legión, la sexta la componían los mejores
hombres jóvenes, la octava eran tropas selectas, y la décima buenas tropas. Las cohortes
más débiles eran la 2ª, 4ª, 7ª y 9ª, compuestas la 7ª y 9ª por tropas con poca experiencia.

Despliegue en campo

En los primeros tiempos, un ejército romano estaba compuesto por aproximadamente


1000 hombres, estos estaban divididos en cinco categorías (según su nivel económico),
los más ricos estaban armados como hoplitas griegos (largas lanzas, espadas, corazas,
grebas y escudos redondos), el grueso del ejército lo componía las otras cuatro
categorías, con menor armamento, y los más pobres no llevaban ninguna armadura y
estaban armados con ondas. Adoptaban la formación de una falange, esta consistía en un
largo bloque de soldados con varias líneas de fondo protegidas por sus escudos y lanzas.

A principios del siglo IV a. n. e. la legión formada por unos 4800 hombres tiene en la
infantería cinco clases de soldados: los hastati, los príncipes, los triarii, los rorarii, y los
accensi.
Los hastati, eran los hombres más jóvenes, llevaban armadura completa y escudo
rectangular, como armas ofensivas, empleaban el pilum, y una espada corta. Unidos a
estos estaban las levas, que eran los más pobres, llevando una lanza y varios pilum.

Los príncipes, mejor armados que los hastati, pero eran hombres con más experiencia y
madurez que aquellos.

Los triarii, que eran los soldados más aguerridos de la legión e iban armados de corazas y
largas lanzas.

Los rorarii eran los hombres más jóvenes e inexpertos, los accensi eran los luchadores
menos seguros.

La primera fila, o sea el grueso de la legión, la formaban los hastati, en las alas de la
formación se colocaba la caballería; en segunda fila y como reserva para relevar y
defender la primera línea se situaban los príncipes y, en la tercera, como reserva y para
acudir a los sitios comprometidos, formaban los triarii. Entre los espacios que dejaban las
turmas de caballería se solían situar máquinas arrojadizas.

En el siglo II a. n. e. los rorarii y los accensi se convirtieron en vélites y fueron repartidos


entre todos los demás grupos a razón de 20 hombres por manípulo, se convirtieron en las
tropas más móviles del ejército, ya que después de lanzar los pilum contra el enemigo,
retrocedían entre las líneas de los hastati y los príncipes. Los manípulos eran ahora de
160 hombres, con dos centuriones al frente de cada uno. Otro hecho a destacar en este
período fue el aumento en el número de las tropas auxiliares, y el descenso del número
de ricos romanos que quisieran prestar servicio en el ejército.

El cónsul Mario introdujo el ejército profesional, aumentando el período de servicio que


hasta ahora había sido de seis años, esto atrajo a muchos pobres que veían el servicio
como un oficio, se tuvo cuidado de reenganchar a los soldados veteranos y de dar un
buen retiro al finalizar el servicio. También se le otorga a él, el eliminar las diferencias
entre las distintas líneas, dándoles a todos igual armadura y armamento, y la división de la
legión en diez cohortes. De este modo la legión entraba al combate en una formación de
cinco cohortes en la primera línea, y de otras cinco cubriendo los espacios que quedaban
entre las primeras.

Entre la reforma de Mario y el emperador Augusto hubo dos cambios que modificarían
para siempre el ejército: el primero daba autoridad a los gobernadores provinciales para
reclutar tropas, permitiendo levantar las nuevas tropas en cualquier provincia del imperio;
y el segundo punto era que la lealtad de los soldados pasaba ahora a los comandantes,
los cuales podían proporcionarle un botín.

En el siglo I a. n. e., Julio César reformó esta disposición, añadiendo una tercera fila de
tres cohortes; es decir, que la formación combativa de la legión, desde entonces, consistió
en un frente de cuatro cohortes, cuyos intervalos se cubrieron con tres en segundo
término, y las tres de última fila quedaban como reservas. Con tal cambio, fue borrándose
la importancia de la legión como unidad táctica, viniendo a ser reemplazada por la
cohorte.
Es a partir de la segunda mitad del siglo I cuando se aumenta a 480 hombres el número
de cada cohorte, dividida en seis centurias, y 810 hombres la primera cohorte dividida en
cinco centurias.

El método de combatir consistía en arrojar al enemigo una lluvia de flechas y piedras por
parte de los arqueros y honderos de las tropas auxiliares, rápidamente estas tropas se
retiraban para dar paso al resto de tropas mediante el arrojo de los pilum hasta llegar al
cuerpo a cuerpo, en donde se usaba la espada corta y el escudo.

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