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El nombre que recibía una legión podía tener varios orígenes. Su nombre podía ser por el
nombre de la provincia en donde se había distinguido en combate (V Macedonica), por el
nombre de su comandante (emperador), o también podía denotar alguna característica
especial (X Equestris, denota su origen de caballería). Gemina es el término latino para
gemelos, y se otorgaba a las legiones que se creaban a partir de la unión de dos o más.
Augusta es un término que significa venerable o majestuosa. Pia Fidelis significa leal, y
era concedido a aquellas legiones que eran leales en alguna revuelta. Victrix cuya
traducción es victoriosa, se otorgaba después de ganar alguna batalla o campaña.
Adiutrix, asistencia, asistente, ayuda. Rapax, codiciosa. Firma, firme. Concors, armonioso.
Para la legión V Alaudae (alondra), el origen de su nombre es confuso, y varias son las
explicaciones encontradas, desde que su nombre debe referir a la costumbre de los galos
(entre los cuales esta legión fue reclutada) por usar las alas de la alondra en sus cascos,
o así llamada por la cimera en forma de cresta de alondra que adornaba el casco de sus
soldados, pasando por el idioma que estos hablaban, hasta que eran así llamados por la
excelente voz de los cantantes galos que componían la legión.
Algunos de estos nombres variarían a lo largo del tiempo, y otros incluso se les añadían
nuevos nombres a los que ya tenían. Algunas de las legiones nunca conseguirían un
nombre antes de su desaparición, como por ejemplo las legiones XVII, XVIII, XIX, y otras
se desconocen el que tenía antes del segundo nombre (Legio VII).
El legionario
Reclutamiento
Durante la época imperial los requisitos para convertirse en legionario eran: ser delgado
pero musculoso, y tener buena vista y oído. También era preciso saber leer y escribir y,
sobre todo, ser ciudadano romano. Esto no quería decir que fuera ciudadano de Roma,
sino que tuviese la ciudadanía romana.
Durante cuatro meses los nuevos reclutas eran sometidos a un entrenamiento implacable.
Al concluir este período los supervivientes ya podían llamarse soldados (milites). Los que
no podían resistir el entrenamiento eran rechazados.
Primero se les enseñaba a desfilar marcando el paso. Luego se les llevaba de marcha,
forzándolos al máximo hasta que fueran capaces de recorrer 20 millas romanas (30 km)
en cinco horas. Después tendrían que recorrer la misma distancia cargados con todo su
equipo, que incluía armas y armaduras, utensilios de cocina, estacas para la empalizada,
instrumentos para cavar y provisiones para varios días, pues al final de cada marcha
tenían que levantar un campamento con terraplenes y fosos de defensa.
El entrenamiento continuaba hasta que eran capaces de recorrer 24 millas (36 km) en
cinco horas.
El equipo completo debía pesar por lo menos 30 kilos, y las armas y armaduras más de
20. Los legionarios realizaban marchas tres veces al mes durante 25 años. Este
entrenamiento y capacidad de desplazamiento fue una de las causas por la que el ejército
romano era tan superior a otros ejércitos. Esto era solo parte de la instrucción, puesto que
el programa de entrenamiento también incluía carreras, saltos, equitación y natación.
Cuando se consideraba que se encontraba en buena forma física comenzaba la
instrucción en el manejo de las armas.
Los reclutas aprendían a atacar a una gruesa estaca clavada en el suelo con una pesada
espada de madera, y un escudo de mimbre que pesaba el doble que un escudo normal.
Se les insistía que golpearan de frente, sin describir arcos con la espada, que puede
evitarse con más facilidad. También se les entrenaba en el lanzamiento de pesadas
jabalinas de madera contra las estacas.
Una vez superado este paso, se les consideraban dignos de empuñar armas auténticas
forradas de cuero para evitar accidentes, que les deberían de parecer ligerísimos en
comparación con las pesadas armas de madera.
Rutina diaria
Además, los soldados tenían prohibido casarse, por ello eran muy usuales los
matrimonios informales e incluso que tuvieran hijos, estos no serían legítimos, pero esto
se arreglaba cuando se retiraran. De hecho, tan pronto cualquier hombre que se integrara
en el ejército, su matrimonio quedaba legalmente anulado. El emperador Septimio Severo
(193-211) dio permiso a los soldados para que vivieran con sus esposas, en vez de
obligarles volver cada noche al campamento.
Pero también existían algunas ventajas: una paga regular considerablemente superior a la
de un labrador, y el mejor servicio médico del imperio. También se podían aprender otros
oficios, y después de la derrota del enemigo muchas veces se presentaban oportunidades
de saqueo.
Organización
Organización jerárquica
Al mando de cada legión había un comandante (legado), 7 oficiales (un prefecto del
campamento y seis tribunos, los tribunos se encargaban de la selección de sus soldados)
y 59 centuriones. Cada unidad auxiliar tenía un jefe y varios centuriones (infantería) o
decuriones (caballería). En la marina, cada barco se organizaba como una centuria, fuese
cual fuere su tamaño; su comandante, que estaba a las órdenes de un prefecto
(almirante), ostentaba el título de centurión.
Dentro de una legión, un hombre empezaba como simple soldado de a pie (miles),
después de varios años de servicio y para los soldados con oficio, el primer ascenso era
de miles a inmunis; aunque tenía el mismo salario, les eximía de las rutinas generales de
los demás soldados.
Pero el primer ascenso verdadero convertía al soldado en principal, de los que existían
dos clases: los que cobraban paga y media (sesquiplicarii) y los que percibían doble paga
(duplicarii). El primer grupo incluía varios tipos de suboficiales, como el tesserarius
(ordenanza). Entre los segundos estaban los portaestandartes (signiferi y vexillarii), los
optiones y otros oficiales. El siguiente grado era el de centurión, en donde los más
veteranos y experimentados (primi ordines) formaban parte de la primera cohorte, y el
más antiguo de ellos (primus pilus) tenía derecho a asistir a los consejos de guerra.
Organización de tropas
En el siglo I, una legión con toda su capacidad, estaba formada por 5 120 hombres y
dividida en diez cohortes. Una cohorte normal comprendía 480 hombres y se dividía en 6
centurias de 80 hombres; no obstante, la primera cohorte de la legión, formada por los
mejores soldados, tenía 5 centurias dobles de 160 hombres. El mando de cada centuria
estaba en manos del centurión, asignado por méritos especiales.
Cada centuria de 80 hombres se dividía a su vez en 10 contubernios (unidad mínima del
ejército romano, que era alojado en una tienda), y dos centurias formaban un «manípulo»,
por lo que una cohorte esta compuesta por tres manípulos.
Un ejército lo componían habitualmente cuatro legiones aunque esta cifra podía variar
incluso a cinco.
La primera cohorte era siempre la mejor de una legión, la sexta la componían los mejores
hombres jóvenes, la octava eran tropas selectas, y la décima buenas tropas. Las cohortes
más débiles eran la 2ª, 4ª, 7ª y 9ª, compuestas la 7ª y 9ª por tropas con poca experiencia.
Despliegue en campo
A principios del siglo IV a. n. e. la legión formada por unos 4800 hombres tiene en la
infantería cinco clases de soldados: los hastati, los príncipes, los triarii, los rorarii, y los
accensi.
Los hastati, eran los hombres más jóvenes, llevaban armadura completa y escudo
rectangular, como armas ofensivas, empleaban el pilum, y una espada corta. Unidos a
estos estaban las levas, que eran los más pobres, llevando una lanza y varios pilum.
Los príncipes, mejor armados que los hastati, pero eran hombres con más experiencia y
madurez que aquellos.
Los triarii, que eran los soldados más aguerridos de la legión e iban armados de corazas y
largas lanzas.
Los rorarii eran los hombres más jóvenes e inexpertos, los accensi eran los luchadores
menos seguros.
La primera fila, o sea el grueso de la legión, la formaban los hastati, en las alas de la
formación se colocaba la caballería; en segunda fila y como reserva para relevar y
defender la primera línea se situaban los príncipes y, en la tercera, como reserva y para
acudir a los sitios comprometidos, formaban los triarii. Entre los espacios que dejaban las
turmas de caballería se solían situar máquinas arrojadizas.
Entre la reforma de Mario y el emperador Augusto hubo dos cambios que modificarían
para siempre el ejército: el primero daba autoridad a los gobernadores provinciales para
reclutar tropas, permitiendo levantar las nuevas tropas en cualquier provincia del imperio;
y el segundo punto era que la lealtad de los soldados pasaba ahora a los comandantes,
los cuales podían proporcionarle un botín.
En el siglo I a. n. e., Julio César reformó esta disposición, añadiendo una tercera fila de
tres cohortes; es decir, que la formación combativa de la legión, desde entonces, consistió
en un frente de cuatro cohortes, cuyos intervalos se cubrieron con tres en segundo
término, y las tres de última fila quedaban como reservas. Con tal cambio, fue borrándose
la importancia de la legión como unidad táctica, viniendo a ser reemplazada por la
cohorte.
Es a partir de la segunda mitad del siglo I cuando se aumenta a 480 hombres el número
de cada cohorte, dividida en seis centurias, y 810 hombres la primera cohorte dividida en
cinco centurias.
El método de combatir consistía en arrojar al enemigo una lluvia de flechas y piedras por
parte de los arqueros y honderos de las tropas auxiliares, rápidamente estas tropas se
retiraban para dar paso al resto de tropas mediante el arrojo de los pilum hasta llegar al
cuerpo a cuerpo, en donde se usaba la espada corta y el escudo.