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Domingo de Ramos
Domingo de Ramos
DOMINGO DE RAMOS
EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Esta celebración es el pórtico de la Semana Santa, sin embargo sigue siendo parte del tiempo de la
cuaresma, por lo que en la celebración se han de destacar los lazos que mantiene con el itinerario
cuaresmal. Recibe este nombre del doble motivo que preside su celebración eucarística en la que, tras
aclamar a Jesús como Rey y Mesías, en su entrada triunfal a Jerusalén, anuncia el misterio de su Pasión
a través de las lecturas de la Misa.
En la tradición popular este domingo tiene una importancia especial, sobre todo por la costumbre de ir
a la iglesia para recoger los ramos benditos de palma. Es una tradición que se fundamenta en el relato
evangélico de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. El riesgo que corre esta celebración es que se
reduzca simplemente a un “paseo” a la iglesia para llevar a la casa el ramo bendito.
El primer testimonio de una celebración para conmemorar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén nos
viene de la misma ciudad, donde la comunidad cristiana junto con los peregrinos provenientes de varias
partes recordaban algunos acontecimientos de la vida del Señor en los mismos lugares donde se habían
desarrollado. Esta tradición particular de Jerusalén encontró una buena acogida en el pueblo y llegó
hasta Roma a través de las comunidades cristianas de Galia y de España.
El domingo de Ramos en la Pasión del Señor resume muy bien la dinámica del misterio pascual de
Cristo. La celebración de este domingo tiene unas notas que hay que presentar:
Para alcanzar una mayor claridad de este significado, la procesión litúrgica se regula con algunas
normas de considerable importancia:
Una procesión verdadera. Tiene que expresar un verdadero recorrido de un lugar a otro, como
el éxodo desde Egipto hasta la tierra prometida, como la peregrinación de este mundo al Padre.
Una única procesión. ¿Por qué realizar una sola procesión en este día y no una antes de cada
misa? Porque el simbolismo de la procesión pretende explicar la unidad y la unicidad de la
Iglesia, del pueblo de Dios que camina hacia la Jerusalén celestial. En la medida de las
posibilidades los cristianos están llamados a expresar visiblemente que forman un solo cuerpo
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en el Señor; no se trata de tomar un simple ramo de palma en este día por hacerlo, se trata de
expresar la naturaleza y la misión de la Iglesia.
-. La bendición de los ramos. Conviene insistir en que la bendición de los ramos es secundaria en
relación a la procesión. Lo que en este día se pretende es aclamar a Cristo en su camino pascual. Al
bendecir los ramos no se pretende dar a los fieles unos “objetos benditos” que puedan guardar, sino
aclamar con ellos a Cristo en su procesión. Esa es la razón por la que no se pueden bendecir los ramos
sin hacer la procesión. Las palmas y los ramos manifiestan que la muerte en cruz es camino de victoria,
y victoria ella misma, por cuanto esta muerte destruyo la muerte.
En otras palabras, estos ramos no son amuletos de la buena suerte sino signos rituales, es decir,
símbolos en función de un rito preciso; por tanto, sólo en relación con el rito estos símbolos se
convierten en signos de nuestra relación de fe con Dios en nuestros hogares y se transforman en
memoria continua para vivir de acuerdo con su Palabra.
Cuando los ramos se secan se pueden destruir normalmente, pero guardando, eso sí, un sentido de
respeto que impide tratarlos como un objeto cualquiera. Es bueno recordar que las cenizas que se
imponen sobre nuestras cabezas en el primer día de la cuaresma (miércoles de ceniza) provienen de la
combustión de los ramos benditos del año anterior.
-. El símbolo de las palmas. Los ramos de olivo y las palmas tienen referencia bíblica y llevan un
mensaje que sobrepasa el simple acontecimiento histórico que conmemora. En el antiguo Oriente, la
palma, por su larga vida y su resistencia, se consideraba como el símbolo de la eternidad, no por
casualidad el libro del Apocalipsis describe a los ciudadanos de la nueva Jerusalén con vestiduras
blancas y con palmas en las manos (Cf. Ap 7, 9). La palma también es símbolo de aquella sabiduría
divina que está a la base de la vida eterna: “El justo florecerá como una palmera” (Sal 92, 13).
El olivo tiene muchas referencias bíblicas. En el relato de Noé (Gen 8, 11), la rama de olivo en el pico
de la paloma explica la voluntad divina de renovar una alianza indestructible con la humanidad,
anticipación de la Alianza eterna sellada con Cristo. El olivo también es signo del pueblo de Israel, que
como la viña, recibe un cuidado particular por parte de Dios (Cf. Jr 11, 16). Con toda esa riqueza
simbólica se porta el olivo o las palmas al comienzo de la Semana Santa y se llevan a casa como signo
de la Alianza, de la gracia, de la sabiduría que Dios nos ofrece en Cristo para hacernos su pueblo, la
nueva Jerusalén.
-. La lectura de la Pasión. Este gesto subraya el aspecto de que la victoria de Cristo se obtiene por
medio del sufrimiento y la muerte. Todos los años se reserva la lectura de la Pasión según San Juan
para el Viernes Santo, y se proclama en este domingo según el evangelio sinóptico que se lee
preferentemente ese año.
La lectura de la Pasión del Señor es un momento que exige una excelente preparación interior; no
puede ni debe reducirse a una lectura aburrida. Debe ser un momento de intensa escucha.
DESARROLLO DE LA CELEBRACIÓN
En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para consumar su misterio
pascual. Por eso en todas las celebraciones de este día se hace memoria de esta entrada del Señor, esta
se puede hacer de tres maneras: por medio de una procesión, una entrada solemne o una entrada simple.
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-. La procesión. A la hora señalada se reúnen los fieles en una iglesia menos o en otro lugar apto fuera del
templo al que se va a ir en procesión. Los fieles tienen en sus manos los ramos. El presbítero puede llevar la capa
pluvial en lugar de la casulla, el color de las vestiduras este domingo es el rojo.
Se comienza primero por un saludo y una monición por parte del presidente en la que invita a los hermanos a
participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Luego dice la oración y rocía en silencio con
agua bendita los ramos. Seguidamente se proclama el Evangelio de la entrada de Jesús en Jerusalén. Luego de
una breve homilía se da inicio a la procesión hacia el templo donde se va a tener la celebración de la eucaristía.
Hay otras dos formas de conmemorar la entrada de Jesús en Jerusalén las cuales son la entrada solemne o la
entrada simple. Para una ampliación más detallada conviene leer las rúbricas del Misal Romano.
-. Lectura de la Pasión. Esta se hace sin cirios, sin incienso, sin saludo y sin signación del libro. La lee un
diácono o, en su defecto, el presbítero. También puede ser leída por lectores laicos, reservándose, si es posible,
al presbítero o al diácono la parte correspondiente a Cristo. Al final se dice la aclamación Palabra del Señor.
La Carta de Pablo a los Filipenses (2, 6 – 11). Cada vez que nos encontramos delante de la cruz
experimentamos un sentimiento de temor. La cruz aparece como la expresión del fracaso total; así lo vivieron
también los primeros discípulos y las primeras comunidades cristianas.
El himno querido por la comunidad de los filipenses resume el mensaje de Pablo frente al escándalo de la cruz.
Es cierto, el Verbo encarnado se hizo siervo fiel hasta la humillación de la cruz, pero por esto “Dios lo levantó
sobre todo, y le concedió el nombre sobre todo nombre”.
Con la proclamación de esta lectura también hoy a nosotros se nos da la clave para interpretar la Pasión: la
muerte de Jesús no señala el fracaso de la misión de Cristo, sino por el contrario, su plena realización, porque
estaba en el misterioso designio divino que el hijo del hombre “padeciera estos sufrimientos para que entrara así
en la gloria” (Lc 24, 26), y se revelara de esta forma el amor de Dios y el sentido profundo de la vida llamada a
hacerse don por amor.