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Carl Schmitt es un personaje que suele do lejos. Mi objetivo es más modesto; pre-
suscitar polémica para quien tenga un mí- tende limitarse a dar noticia en estas pági-
nimo conocimiento de su pensamiento. nas de Ius Canonicum de la aparición de es-
Algunos le pueden considerar un autor lú- ta obra, para que los interesados en la obra
cido y genial, valiente y comprometido con de Schmitt y en la problemática que pre-
sus ideas; y otros, en cambio, pueden pen- senta puedan acceder a ella en la lengua de
sar de él que sus ideas son equivocadas y Cervantes.
peligrosas, y no le perdonarán, por ejem- Nacido en 1888 en Plettemberg (West-
plo, que diese su apoyo a Hitler y al régi- falia), se trata de una figura polifacética,
men nazi, comprometiéndose con el na- auque fue sobre todo un jurista y un pen-
cional-socialismo en 1933. sador político. Cursó estudios de Derecho
No es mi intención entrar ahora en es- en Berlín, Munich y Estrasburgo, docto-
ta polémica, que nos podría llevar demasia- rándose en 1910. Empezó a destacar ya
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con algunos de sus primeros libros como rentes y muchos tipos diferentes de políti-
Romanticismo político (1919), La Dictadura ca. En un campo tan bipolar, una discusión
(1921) y Teología política (1922). Más tarde objetiva sólo es posible si las afirmaciones
publicó una de sus obras más conocidas, la son unívocas y las preguntas y las respues-
Teoría de la Constitución (1928). En esta tas son precisas» (p. 87).
época destaca por sus críticas al parla- Después de leer su libro la impresión
mentarismo político y a la Constitución de que nos queda es que, en el caso de Sch-
Weimar y publica también El Guardián de mitt, la Teología política es más teoría po-
la Constitución (1931), El concepto de lo políti- lítica que teología. De hecho, Schmitt no
co (1932) y Legalidad y legitimidad (1932). es un teólogo, ni se le puede considerar co-
Como antes decíamos, en 1933 se in- mo tal. Como decía al principio de esta re-
corporó al partido Nacional-Socialista. censión, se lo puede considerar más bien
Fue Catedrático de Derecho en la Univer- un pensador político, además de un jurista.
sidad de Berlín entre 1933 y 1945. Sin em- Por eso, pienso que lo que llama «Teología
bargo, a partir de 1937 fue alejándose pau- política» tiene mucho más de pensamiento
latinamente del Tercer Reich. Al acabar la IIª político que de razón teológica.
Guerra Mundial, en 1945 fue apartado de Como el propio Schmitt afirma en su
la Universidad y detenido e interrogado en primera obra de 1922, la teología política a
Nüremberg. Desde 1950 hasta su muerte, la que él se refiere se basa en la analogía de
que tuvo lugar en 1985, vivió retirado de la conceptos y de estructuras entre la Teolo-
vida pública, pero siguió publicando nue- gía y la Teoría política. Es consecuencia de
vas obras como Teoría del partisano; Teología un trasvase y de una aplicación de determi-
política II; o Tierra y mar. Una reflexión sobre nados conceptos teológicos al campo de la
la historia universal. política; en particular, traslada la noción de
En esta edición de cuya recensión nos potentia Dei absoluta, cuyo sujeto sería Dios,
ocupamos ahora se nos ofrecen los dos es- al poder soberano del Estado, que estaría
critos consagrados por Carl Schmitt a la representado por la persona de un monar-
cuestión de la Teología política: el primero ca o de otro soberano personal.
fue publicado en 1922 bajo el título de Teo- En este sentido, para Schmitt, un gran
logía política. Cuatro capítulos sobre la doctri- representante de la «Teología política» se-
na de la soberanía; el segundo lo publicó en ría el filósofo y pensador político Thomas
1969 y lleva por título Teología política II. La Hobbes («representante clásico del tipo
leyenda de la liquidación de toda teología polí- decisionista», lo llama en la p. 33 de su
tica. Se trata, por tanto, de dos trabajos pu- libro). Como es sabido, para Hobbes, el
blicados en muy distintos momentos histó- concepto del Soberano y del Estado esta-
ricos, pero que están unidos por la misma rían representados por la figura del «Levia-
temática, eso que Schmitt llama «Teología tán», ese monstruo marino citado en la Bi-
política». blia, convertido por él en un mito, y que da
Respecto a lo que entienda nuestro au- nombre a una de sus obras más conocidas.
tor por «Teología política», él mismo nos Es un soberano con un poder absoluto.
confiesa en este libro que «la teología po- Carl Schmitt conecta a Hobbes con su
lítica es un ámbito polimórfico; además, «teoría decisionista» de la soberanía, según
tiene dos lados diferentes, uno teológico y la cual el soberano personal es el único ca-
otro político; cada uno posee sus conceptos paz de decidir sobre el estado de excepción
específicos. Esto lo indica la propia estruc- con vistas a garantizar el orden del Estado.
tura del término. Hay muchas teologías Una de las consecuencias de esta tesis
políticas, pues hay muchas religiones dife- –y, por tanto, uno de los motivos no me-
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nores por los que se la puede considerar Condorcet, por ejemplo... hay que tener
errónea y peligrosa, en la teoría y en la por cierto que el ideal de la vida política
práctica– es que, en la situación contempo- consistiría en que discutiese no sólo el
ránea, la «forma política del catolicismo» cuerpo legislativo, sino toda la población,
–de la que habla Schmitt– implicaría la su- que la sociedad humana se transformase en
bordinación del orden religioso al nuevo un gigantesco club y la verdad naciese es-
Leviatán. Se trata de una idea completa- pontáneamente de la votación... Así como
mente inaceptable desde el punto de vista el liberalismo discute sobre cualquier ba-
de la doctrina católica y que pone en en- gatela política, quisiera también disolver la
tredicho al pensamiento de Schmitt desde verdad metafísica en una discusión. Su
este punto de vista, cosa que ha de ser te- esencia consiste en negociar, en las medias
nida en cuenta también para aquellos que tintas, con la esperanza de que el encuen-
lo consideran un «pensador católico». Por tro definitivo, la cruenta y decisiva batalla
otra parte, no cabe olvidar la opción que pueda quizá transformarse en un debate
hizo Schmitt en favor de Hitler y del Na- parlamentario y suspenderse eternamente
cional-Socialismo, aunque luego se fuese gracias a una discusión eterna» (p. 55).
distanciando de él. Si esa opción fue toma- Lo que ya no parece admisible, sin em-
da como consecuencia de su pensamiento bargo, es el remedio que se propugna para
político y en coherencia con sus ideas, nos hacer frente a esa ideología. Schmittt sigue
hemos de poner en guardia enseguida y diciendo: «La dictadura es la antítesis de la
preguntarnos acerca de qué fundamento discusión. El decisionismo típico del espí-
pueden tener unas ideas que conducen a ritu de Donoso le lleva a considerar siem-
tomar tales decisiones. pre el caso extremo, a esperar el Juicio
Una vez dicho todo esto, que me pare- Universal. Por eso desprecia a los liberales
ce esencial para valorar el pensamiento y respeta, en cambio, al socialismo ateo
schmitiano, pienso que no habría inconve- anarquista como a un enemigo mortal al
niente en reconocer también la agudeza que atribuye grandeza diabólica». Y más
crítica de Schmitt, que unida a su erudi- adelante añade: «Cuando Donoso Cortés
ción histórica, le llevó a un juicio despiada- vio que la monarquía tocaba su fin, porque
do sobre el liberalismo y la democracia ni reyes había ya, ni nadie con valor para
burguesa. Como botón de muestra, se pue- serlo sin contar con la voluntad del pueblo,
de citar lo que dice sobre el polígrafo es- sacó la consecuencia última de su decisio-
pañol Donoso Cortés, a quien considera nismo, es decir, reclamó la dictadura polí-
también un representante de la «teología tica... Donoso estaba convencido de que
política» y con el que tiene una gran afini- había llegado el momento de la lucha su-
dad. Hablando de Donoso, Schmitt se re- prema; frente al mal radical sólo cabe la
fiere a «su asombrosa intuición en las cosas dictadura, y en trance tal, el principio legi-
del espíritu»; después añade: «Buenos timista de la sucesión hereditaria es huero
ejemplos de ella, la definición de la bur- artilugio jurídico» (pp. 56-57).
guesía como “clase discutidora” y el cono- Los citados comentarios de Schmitt so-
cimiento de que su religión es la libertad bre la doctrina de Donoso Cortés, de la
de manifestación del pensamiento». que no parece estar muy alejado, nos dan
A continuación, Schmitt, que parece también algunas claves de su propio pensa-
identificarse con esa opinión de Donoso, miento político (o «teológico político», se-
afirma: «Es, a mi juicio, si no la última pa- gún su terminología), y quizá nos permiten
labra, la visión sintética más admirable del comprender también las consecuencias y
liberalismo continental. En el sistema de opciones a las que le llevó.
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no fue la liquidación de ese gran problema, que tiene en sus manos un documento cen-
sino la utilización eficaz de un mito políti- tral de la vida intelectual de la sociedad eu-
co. El mito del cesaropapismo y del bizan- ropea» (p. 135).
tinismo...» (p. 107). El nuevo escrito de Tal vez estas apreciaciones de Villaca-
Schmitt está dedicado a refutar la argu- ñas pudieran resultar exageradas para
mentación de Peterson, y considera que no quien no conozca bien o para quien pueda
se puede extrapolar al siglo XX y al régi- tener una valoración negativa de la obra de
men de Hitler lo que pasó en el siglo IV Schmitt, pero en todo caso al editor pare-
con Constantino el Grande. Como se ve, la cen haberle servido para justificar esta edi-
derrota del régimen nazi en 1945 no supu- ción en castellano.
so una marcha atrás en todas las ideas de A continuación, el autor de este Epílo-
Carl Schmitt; en concreto, no lo supuso en go nos dice que, a través de él, pretende
lo que consideraba «teología política». dar a conocer al lector no especializado los
Además de recoger los dos escritos principales personajes que figuran en el li-
mencionados de Carl Schmitt, habría que bro, algunos de los cuales quizá no son
añadir que el volumen objeto de esta re- muy conocidos. En concreto, va tratando
censión se cierra con un Epílogo que se ti- sucesivamente, y por este orden, de Ba-
tula La leyenda de la liquidación de la teología rion, Peterson, Schmitt, Max Weber, San
política. Su autor es el Prof. José Luis Villa- Agustín y Blumenberg. En algo más de
cañas Berlanga, Catedrático de Historia de cincuenta páginas (desde la 123 hasta la
la Filosofía Española de la Universidad 180), Villacañas traza un perfil de cada uno
Complutense. En este Epílogo, el Prof. de estos personajes, glosando aquellos as-
Villacañas nos dice cuáles son las razones pectos que ayudan a situar mejor los dos
que han llevado a traducir y editar ahora en escritos que lo preceden. Pienso que con
castellano esta obra de Schmitt: ello ha conseguido también dar a conocer
«Quizá se pueda hacer la historia del mejor el contexto y algunas claves de esta
siglo XX alrededor del complejo asunto obra, cosa nada desdeñable cuando se trata
sobre el que este libro trata. Así que el lec- de la obra de un autor tan complejo y po-
tor me disculpará si no puedo ser exhausti- lémico como Schmitt.
vo aquí. Sólo me propongo convencerlo de Eduardo MOLANO
El volumen que presentamos recoge las del Concordato Lateranense que tuvo lu-
disposiciones de rango legislativo de la gar en 1984 entre la República Italiana y la
Conferencia Episcopal italiana (CEI en Santa Sede. Es llamativa la amplia produc-
adelante) actualizadas hasta el día 1 de oc- ción legislativa de dicha Conferencia epis-
tubre de 2005 desde la entrada en vigor del copal. Ha seguido dócilmente las indica-
Código de Derecho Canónico de 1983 y ciones del Código de Derecho Canónico
teniendo en cuenta el Acuerdo de revisión en las materias de su competencia y ha