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07 marzo 2020

El pasado 05 de marzo los jóvenes universitarios nos sorprendieron con la llamada “Megamarcha” en
la que se reunieron en las calles alrededor de 100 mil estudiantes reclamando pacíficamente el aumento
de la seguridad en la ciudad.

Todo esto surgió como respuesta al asesinato de cuatro jóvenes de regreso del carnaval de Huejotzigno,
las últimas versiones mencionan que los jóvenes se hicieron de palabras por alguna tontería de un
sombrero con unos cuates maloras que los alcanzaron y los asesinaron.

Estoy de acuerdo en que la seguridad en la ciudad ha ido a la baja pero me parece fuera de contexto
todas las leyendas que hacen referencia a que los están matando por ser estudiantes. El móvil no ha
sido por ser estudiantes aunque sí reconozco que es una población muy vulnerable ante la situación de
violencia que se vive en la entidad.

La megamarcha ha sido un ejemplo de civilidad y ejercicio sano del derecho a manifestarse, los
contingentes avanzaron de manera impresionante, sin hacer desmanes, sin ensuciar la ciudad y sin
perder la intención de sus consignas.

En cuanto al impacto; me parece que cerrarlo a la ciudad de Puebla es poco debido al alto porcentaje de
alumnos foráneos que se encuentran en la ciudad; el movimiento; observo, representa a todo el sureste
del País.

De manera personal esta marcha me ha llenado de varios sentimientos e ideas. El principal sentimiento
es orgullo por los jóvenes que han ido a la marcha y que están en francos movimientos de
transformación y es orgullo porque formé parte de los formadores de las generaciones que ahora se
encuentran en el ajo. Por el mismo motivo hay también en mí, un sentimiento de insatisfacción ya que
me gustaría estar con ellos pero ahora tengo otras responsabilidades (alguna vez en una junta en CFI les
dije “¿Y si nuestros alumnos se la creen y el día de mañana salen a las calles estaríamos dispuestos a
estar hombro a hombro con ellos?”).

De las muchas ideas que surgen hay dos preponderantes: la primera es a manera de reto y reflexión; ver
a los estudiantes me conflictúa y hace que me pregunte qué estoy haciendo yo; desde mis
responsabilidades actuales, para mejorar esta sociedad y su tejido. Me he dado cuenta que poco o nada
y que es necesario que salga de mi ostra.

La segunda es la idea de decirle a los muchachos que ahora se han comprometido a ser ellos portadores
de la seguridad que exigen, de la transformación de sus microsociedades; decirles que les corresponde
empezar a cambiar la lógica de las facultades como espacios de cruda competencia para generar
espacios de encuentro y apoyo, es su oportunidad para crear círculos de estudio que ayuden a bajar las
tazas de abandono, círculos de arte y comunidades que se acompañen en los movimientos urbanos que
realizan; al igual que en la marcha, sin importar ideologías; es momento de dejar de dispararle las
chelas a los foráneos para ayudarles a pagar las copias o a enfrentar los momentos de soledad y
nostalgia del hogar. Momento de romper la dinámica de chingarle entre semana para intoxicarme el fin;
para acabar con la lógica del conocimiento hiperespecializado y la segmentación de los saberes para
irlos integrando a su día a día al tiempo que ya se vinculan con la sociedad.

No he querido subir mi opinión al FB porque creo que no hay nada más chocante que los “ahora
deberían de …” de un cuate que está desvinculado de la lucha y que no se ha ido a parar en la marcha.
Ojalá nuestros estudiantes no dejen morir la llama que han encendido y sean lo suficientemente
valientes e inteligentes para afrontar y cambiar sus realidades cercanas y no se queden en la espera de
que “al que le corresponde” cambie las cosas y les garantice aquello que por derecho les corresponde
(haciéndose de la vista gorda de las responsabilidades que con esos derechos se adquieren).

El mayor sentimiento que me embarga definitivamente es de admiración y agradecimiento.

10 marzo 2010

Han pasado los “días de la mujer”, las marchas con dejos de violencia y el preformance “un día sin
nosotras”.

Son tiempos de cambio en el tema de género y la verdad siento que me rebasa y me es muy complicado
tomar y sostener valientemente una postura.

He crecido en contextos mayormente femeninos y siempre he considerado que no soy un “machito”


pero me observo y ciertamente encuentro actitudes en mí dignas de esa denominación. Más allá de mis
arranques neuróticos, deficiencias afectivas y situaciones de convivencia aprendidas y repetidas de
manera inconsciente; he de reconocer que en mi historia he generado violencia hacia mi madre,
hermanas y parejas. Situaciones en que directamente he abusado de los privilegios que el sistema
patriarcal me otorga, de la entrega desinteresada de ellas o he uhído en momentos en que he sido
necesitado.

También encuentro momentos en los que he ido contracorriente y he estado presente, he apoyado y me
he entregado. Luces y sombras como la realidad misma.

Me genera mucho ruido que estos temas polarizan a la gente y muchos toman banderas en los
extremos, dibujando situaciones y conflictos en los que que solo puedes estar de un lado u otro, escoger
entre blanco o negro. Se olvidan que la vida misma es una escala de grises y estas situaciones aún más.

Del movimiento feminista actual me parece que muchas veces la violencia desmedida sirve a otros
intereses y que de a poco, van perdiendo norte en el movimiento. No entiendo totalmente por qué han
tomado como bandera el tema del aborto; comprendo que utilizar la moralidad en lo sexual ha sido un
instrumento de dominación durante muchos siglos, principalmente en occidente y promovido por la
iglesia Católica y también comprendo que las principales afectadas por dicho instrumento de
dominación han sido ellas. Pero aún así no acabo de entender el por qué ese es su bastión de pelea.

Perder el norte del movimiento; incluso al movimiento mismo, le hace daño porque divide en lugar de
generar sinergias. Recuerdo que hace unos meses hubo una marcha que también llevó grados de
violencia altos motivada por el asesinato de una joven a manos de unos policías. Esa vez me pareció
adecuada y lógica la reacción pero que las pintas y consignas fuera principalmente absorbidas por el
proabortismo no permitió que la queja original de justicia por el asesinato tomara relevancia, se robaron
los reflectores y se apagó el apoyo de justicia.

Tampoco creo que esas mujeres representen a todas las mujeres. Sí apoyo la despenalización del aborto,
me parece una injusticia mayor que haya mujeres en la cárcel por haber abortado y criminales de
verdad libres, haciendo negocio o gobernando. Pero creo que antes de la legalización del aborto
deberían de estar luchando por generar propuestas de ley que garantizaran la no violencia gíneco-
obstétrica (que las mujeres que van a un hospital/escuela no tengan que sufrir 8 tactos en veinticuatro
horas sólo para que los residentes ensayen por ejemplo), propuestas de ley en favor del trauma y post
trauma por perder un hijo (haya sido apropósito o no), las que han sufrido violaciones (observo muchas
peticiones para castigar al violador pero no propuestas en apoyo a quien lo ha sufrido), las que trabajan
turnos inhumanos y un largo etcétera en el que la violencia de género también es profunda, visible y
que se ejerce con mayor regularidad.

Me da mucho pesar ver un movimiento feminista que tiene la oportunidad de denunciar un sistema que
les obliga a asesinar a sus hijos porque las reglas que ha establecido les orilla a eso al hacer
incompatible el desarrollo y éxito personal/social/económico con la maternidad. Podrían arrojarnos eso
en la cara y sería mucho más doloroso y profundo.

En su lugar han tomado la postura de creer en la mentira de que hasta cierta etapa, el feto no es humano
y ahí no hay asesinato. Lo entiendo, desde el punto de vista del dolor de reconocer que la vida
engendrada la mates por intereses individuales o sociales y me parece que hasta que no tengan el valor
de reconocer que sí es una forma de asesinato y cuestionar al sistema que de cierta manera obliga a esas
muertes no llegarán a ningún lado con dicha consigna.

Lamento también que cada vez más nieguen la palabra a las mujeres que han decidido ser madres, que
sueñan con serlo y se la parten por ello, a las mujeres que han decidido no serlo pero difieren en ciertos
aspectos ideológicos y fácticos, a los que no tienen vagina por creer que el pene es obstáculo de la
empatía… Lamento que poco a poco se vuelva un movimiento de segregación y no de unión.

Ojalá pronto lleguen al pico de lo anterior de tal manera que comencemos el viaje hacia el valle en el
que se puede generar unión y reconstrucción del tejido social en comunidad.

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