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Pontificia Universidad Javeriana

Santiago Guatame Hernández


Sociosemiótica
25/03/2020
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Visión del mundo de las serranillas de Santillana

“¿Qué es lo literario?” fue un cuestionamiento que alguna vez se realizó Lucien Goldmann y que

alcanzó a desarrollar analíticamente: una obra se puede considerar literaria si posee la capacidad

para expresar una visión del mundo. Dicha visión del mundo se puede dar en evidencia como

una estructura social o como una explicación histórica de acuerdo a una cosmovisión. En pocas

palabras, si una obra determinada logra que el lector advierta y, por consiguiente, extraiga de su

contenido una perspectiva del mundo, puede denominarse literaria. Por ejemplo, El ruiseñor y la

rosa de Oscar Wilde logra establecerse como obra literaria desde lo que Goldmann proyecta,

dado que transmite una visión de mundo práctica y terrenal, apartando los ideales y el amor

hiperromántico. Cabe mencionar que dependerá del lector hallar y dar a conocer la visión de

mundo en alguna obra, ya que el esfuerzo de Goldmann por ahondar en lo literario no podría

existir sin la intervención del lector; él será el encargado, a modo de herramienta y subordinado

por su lectura, de explorar todo lo que una obra puede conquistar. A partir de lo anterior, se

intentará realizar la conexión entre la visión de mundo propuesta por Goldmann y las serranillas

del Marqués de Santillana.


Las serranillas de finales del siglo XV fueron escritas por poetas jóvenes 1 en las que se describe

el encuentro entre un caballero, desesperado por encontrar el enamoramiento, y una campesina

que lo suele rechazar por la brecha social existente entre ellos. En dicha lírica se muestran los

pasos que atravesaba el enamorado para conseguir el amor de su amada, específicamente cuatro

momentos: en primer lugar, el fenhedor, momento en el que el hombre, tras ver a una mujer de

belleza incomparable, recibe el flechazo de un Cupido enceguecido y surge amor en él,

sentimiento caracterizado en ese entonces como una pasión innata y natural; en segundo lugar, el

pregador, sucede cuando el enamorado manifiesta su amor a través de la palabra y decide servir

a la dama, quien es elevada a una condición superior, considerada divina por el amante. Durante

la servidumbre amorosa del hombre éste se educa y mejora moralmente, por lo que se destaca un

aspecto pedagógico en la andanza del enamorado; llegado el tercer momento, el entendedor, el

caballero es aceptado por la dama como un amigo, tras haberle servido como a una diosa por un

tiempo indefinido; y finalmente, el drutz, la instancia más anhelada por el caballero, pues allí

logra la consumación del amor. Sin embargo, cabe mencionar que este último paso se daba de

dos formas diferentes: por un lado, dicho encuentro podía referirse al permiso que la dama le

otorgaba al hombre para entrar en su recámara, en la que solo se contemplaban desnudos

mútuamente: esto se conoce como amor puro. Pero, por otro lado, podía darse la unión carnal

entre ambos: esto se denomina amor mixto.

Lo anterior sirve de contexto para el desarrollo ulterior del texto, pues se citarán varias

serranillas de Íñigo López de Mendoza Santillana, más conocido como Marqués de Santillana, en

1 La juventud resultaba fundamental para el enamorado, debido a que se la asociaba a un amor intenso y físico. Por
ello muchas serranillas destacan la primavera o, al menos, al florecimiento de la naturaleza, como una alegoría a los
años jóvenes en los que se logra amar con ímpetu.
las que se advierte el surgimiento del amor y sus características desde la perspectiva del amor

cortés.

Las serranillas se caracterizan por su división temática, pues a lo largo del poema se da a conocer

la ubicación geográfica en la que va a llevar a cabo el encuentro, el contacto visual entre el

caballero y la campesina, el diálogo que se tienen y la conclusión, en la cual el lector observa si

el enamorado concretó el drutz o no. En la primera estrofa de las Serranillas de Moncayo, se

evidencia una de las características del amor cortés: que por medio del acto de amar y servir -que

sería lo mismo- se educa y mejora moralmente al caballero:

Serranillas de Moncayo,
Dios vos dé buen año entero,
ca de muy torpe lacayo
faríades caballero2

Asimismo, cuando el caballero intenta describir la belleza de la mujer el poeta recurre a las

hipérboles para exagerar la expresión y engrandecer la beldad de la amada, ya que, desde luego,

se la concibe como una diosa:

Después que nascí


non vi tal serrana
como esta mañana3

2 López de Mendoza Santillana, Í., 1997. Comedieta De Ponza, Sonetos, Serranillas Y Otras Obras. Barcelona:
Crítica, p.31.
3 López de Mendoza Santillana, Í., 1997. Comedieta De Ponza, Sonetos, Serranillas Y Otras Obras. Barcelona:
Crítica, p.37.
Nuevamente, la belleza de la mujer se compara con la de la naturaleza y la vence por ser la más

bella desde la visión “ciega” del enamorado:

Mas vi la fermosa
de buen continente,
la cara plaziente,
fresca como rosa,
de tales colores
qual nunca vi dama
nin otra, señores

Asimismo, las facultades físicas de la mujer suelen ser descritas en las serranillas, debido a que,

según se indica en el amor cortés, la atracción por la dama surge únicamente desde los ojos. Es

decir, el enamoramiento solo pueden sentirlo personas que estén dotadas de visión, ergo, los

ciegos eran incapaces de enamorarse en el medioevo, por lo menos desde los ideales y demandas

del amor cortés. Además, de allí parte el ideal de belleza femenina: cuerpos específicos,

normativizados y sumisos al ojo de su perseguidor. En ese orden de ideas, no solo se imponía

cómo debían lucir las mujeres, sino cuáles podían enamorarse. Me explico: las campesinas no

podían alcanzar el amor, pues su educación no les otorgaba un estatus justificable por el que

pudieran ser deseadas. Sin embargo, el Marqués de Santillana parece parodiar esta parte del amor

cortés que hace referencia a las campesinas, esto es, que las vuelve atrevidas y perspicaces,

características antagónicas a las propuestas por Andrés el Capellán en el Libro del amor cortés.

En otras términos, en las serranillas se advierte que las campesinas sí son deseadas por el

caballero sin importar su posición social.


En la serranilla La moça de Bedmar, se logra detallar que la mujer por la que se siente fervor es

musulmana por la vestimenta que lleva consigo:

Pellote negro vestía


e lienços blancos tocava,
a fuer de Andaluzía,
e de alcorques se calçava.
Si mi voluntad agena
non fuera, en mejor logar,
non me pudiera escusar
de ser preso de su cadena4

Asimismo, en el cuarto verso se destaca otra perspectiva recurrente en el amor cortés: se trata de

la enajenación causada por el enamoramiento. Como se mencionó en los primeros párrafos, los

caballeros se dejan dominar por las necesidades de su dama, perdiendo por completo la

individualidad de sus acciones, dejándolos desalojados de su voluntad.

Por último, observemos la que sería su serranilla más famosa, La vaquera de la Finojosa, en la

que, como bien se ha dicho, se advierte la división entre tópicos (ubicación, descripción, etc.) y,

además, destaca el rechazo de la dama-campesina hacia las demandas del hombre:

Bien como riendo


dixo: «Bien vengades,
que ya bien entiendo
lo que demandades:
non es desseosa
de amar, nin lo espera,
aquessa vaquera
de la Finojosa».

4 López de Mendoza Santillana, Í., 1997. Comedieta De Ponza, Sonetos, Serranillas Y Otras Obras. Barcelona:
Crítica, p.43.
En ese orden de ideas, el amor cortés, al menos detallado y “manipulado” por la perspectiva del

Marqués de Santillana, puede ser desarrollado como una visión del mundo desde las lógicas de

Lukács y de Goldmann: una visión del mundo que se sirve de la tragedia del enamorado y de su

fracaso, de las añoranzas del caballero y de la servidumbre a merced de la dama.

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