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ESTRATEGIAS PARA TRABAJAR CON LA DIVERSIDAD EN EL

AULA
En esta lectura nos habla de las diferentes estrategias para poder trabajar con la diversidad en
nuestra aula. Es visto que a muchos docentes les atemoriza y dificulta manejar un aula diferenciada.

Los aspectos básicos para manejar un aula diferenciada son:

1. Tener un fundamento firme para diferenciar la enseñanza de las aptitudes, intereses y perfiles de
aprendizaje de los niños.
2. Diferenciar a un ritmo cómodo, con ayuda de guías de enseñanza diferencial.
3. Realizar actividades cronológicamente diferenciadas para registrar el desempeño de los niños.
4. Actividades como leer o escribir, pueden emplearse como actividades de anclaje.
5. Elaborar y transmitir bien y cuidadosamente las instrucciones.
6. Agilizar la asociación de los estudiantes a los grupos o áreas de trabajo.
7. Tener una formación base para los alumnos.
8. Los alumnos deben saber que hacer para obtener ayuda cuando estemos ocupadas como
trabajar cooperativamente.
9. Reducir el ruido al mínimo y enseñarles a hablar en voz baja y susurrar.
10. Planificar bien la entrega de tareas de los niños para evitar la distracción.
11. Enseñarles a los alumnos a reacomodar el mobiliario.
12. Reducir al mínimo el movimiento errático.
13. Promover la concentración en la tarea.
14. Tener un plan para los que terminar pronto.
15. Elaborar un plan para hacer alto a las actividades.
16. Hacer que los alumnos se responsabilicen por su aprendizaje
17. Conversar con los alumnos sobre procedimientos en el aula

El hablar sobre diversidad se ha convertido en una suerte de práctica que dirige la palabra y la
mirada hacia los extraños
La entrada de la diversidad al territorio educativo tuvo que ver, con una operación que pretendía
transforma las imágenes demasiado homogéneas de los grupos escolares en otras algo más
coloridas. Fue rápidamente emparentada con las nociones, también difusas, primero de integración y
más actualmente de “inclusión” educativa.
Si entendemos la diversidad como una noble necesidad, esto es, la de pensar el otro por sí mismo,
en sí mismo y desde sí mismo, y la de establecer relaciones éticas de alteralidad, pues entonces a
cada relación, a cada conversación, a cada encuentro, todo puede cambiar, todo puede volver a
comenzar, todo se hace transformación, todo se recubre de un cierto misterio, todo conduce hacia la
llamada de un cierto no-saber.
Hay una cierta obstinación, una cierta reiteración en cambiar los parámetros y los contenidos
curriculares, en cambiar las leyes de accesibilidad de la población escolar a las instituciones de sus
comunidades de pertenencia, cambiar las ideas de la universalización de la enseñanza, el
mecanismo de evaluación para poder, siempre medir y volver a medir, cambiar la idea de la misma
obligatoriedad de la enseñanza, los planos y los sistemas para la formación de maestras y maestros
y esto parece ser en estas últimas décadas, la principal novedad, los contornos y las imágenes de las
escuelas catalogadas como excluyentes volviéndose ellas o volviéndolas a ellas a esos contornos y a
esas imágenes, figuras de escuela ahora rebautizadas como inclusivas.
Gabriela Diker lo ha planteado del siguiente modo. La cuestión no es analizar cómo se producen los
cambios, ni cómo es que deben producirse sino pensar en el tipo de registros, en el tipo de sentidos
que se genera en el interior del discurso mínimo del cambio educativo. La autora habla del cambio
como deterioro, del cambio como promesa y del cambio imposible. En el primer caso se trata de un
discurso fuertemente vinculado al pasado, a la idea de un cierto naufragio escolar, a la idea de un
profundo deterioro, a partir del cual se hace imperioso cambiar. En el segundo caso se pone en juego
una curiosa pero repetida formula de cambio, según la cual se vuelve imprescindible un cierto
diagnóstico de una realidad educativa siempre negativa, para implantar y validar un discurso
forzosamente utópico. En el tercer caso, queda evidente esa suerte de discurso más bien nostálgico
y ansioso alrededor de la escuela que no está allí, que no existe, que no ha de existir. Tal vez no este
demás decir que ya no nos satisface pensar en un cambio educativo más o menos sensible.
Si fuéramos capaces de adueñarnos por un instante de ciertos sentidos del educar que huyan de la
diversidad tibia y de la normalidad omnipresente, podemos ser también capaces se sugerir otros
lenguajes para nuestra experiencia educativa.

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