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El cuento trata de un niño llamado Bartolo, que tenía una cama, la cual
de pronto comenzó a volar. Bartolo nunca imaginó que su cama lo
llevaría hasta la cordillera de Los Andes, hacia una ciudad secreta y
maravillosa donde conoció a algunos amigos: Oliverio, el zorro; quien
hablaba graciosamente; a Pascual, el conejo; Valentín el Puma y una
niña llamada Sofía.
Bartolo era un niño como todos, iba a la escuela, jugaba, subía en las
ramas de los árboles para cazar lagartijas, corría, etc., volvía a su casa
cansado, muy sucio y aunque a su mamá le molestaba, a él no le
importaba porque decía que si un día llegara limpio a casa a su mamá
le podía dar un ataque y eso no le gustaba porque quería verla
saludable.
El sol otra vez estaba entrando por el túnel y el calor se hacía más
cada vez. Sólo les quedaban diez minutos para lograrlo antes que
amaneciera. Así, con la desesperación, todos comenzaron a empujar
nuevamente, cansados y acalorados, cayeron rendidos. Bartolo estaba
decepcionado y nunca pensó que todo sería así, hasta quiso darle un
abrazo a Sofía, pero no se atrevió. Luego, Oliverio como suplicando,
insistió en que escucharan su idea. Valentín y Pascual miraron un
poco resignados y finalmente accedieron a la idea de Oliverio. El zorro
emocionado se acercó al conejo y al oído le contó su plan, lo encontró
un poco disparatado, pero había que intentarlo, era la única esperanza
que tenían, de lo contrario, morirían derretidos y quemados por el sol
en pocos minutos. La idea era tomar la cola del puma y estirarla al
máximo a una columna, de tal forma que pareciera un elástico.
Posteriormente, Oliverio se puso su casco y Sofía, Pascual y Bartolo,
lo tomaron y pusieron como si Valentín fuera una onda con elástico y
Oliverio, una piedra o una gran bola, lo tiraron con toda la fuerza hacia
atrás para luego soltarlo, salió disparado directo al meteorito, el
impacto fue estruendoso, tanto que finalmente se despejó la salida del
sol.