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Universidad Pontificia Bolivariana

LENGUA Y CULTURA
Departamento de Proyección Social
Taller Semana 16 a 21 de marzo
Lengua y Cultura
de 2020
Docentes: Anny Muñoz y Alexander Salinas

Taller inferencias

Lea el siguiente texto y responda las preguntas que aparecen al final de la guía

Aranzazu, el pueblo de los bipolares


Por
Marianne Ponsford (Editora y periodista colombiana)

Esta será, amable lector, una historia triste.


Cuando uno sube hacia Aranzazu desde el sur, desde el valle del río Cauca, tiene la sensación de que se lo está
tragando la montaña. Atrás se queda la planicie abierta y verde, con sus enormes ceibas centenarias meciéndose
con modesta dulzura a la vera del río, en ese aire como dormido de la tierra caliente. Primero el paisaje se va
ondulando y se llena de cerros breves, como un mar que se inquieta antes de la tormenta. Después de dejar atrás
Pereira, la carretera comienza a serpentear cuesta arriba sin tregua hasta llegar a Manizales. Pero en Manizales
uno todavía alcanza a ver el valle, amplio y magnífico, en la distancia.
En cambio, en el trayecto que va de Manizales a Aranzazu, un municipio en el norte del departamento, la
cordillera parece un abanico que se cierra de golpe. Los cauces de las quebradas no son más que navajazos entre
las altísimas paredes verdes, llenas de una vegetación húmeda y bella, misteriosa.
Aranzazu está casi a 2.000 metros de altura, y hace un sol radiante al mediodía. El pueblo no puede ser más
pintoresco. Los jeeps de colores se alinean en la plaza central recién remodelada, parqueados como para una
exposición. Las casas están perfectamente pintadas, no hay un solo papel en el suelo, y todo el pueblo parece
haber decidido salir a la calle: es sábado, y la gente de las veredas vecinas ha venido a comerciar. Los hombres
llevan sus camisas recién planchadas, impecables, su toallita al hombro, su bigote recio y su sombrero blanco bien
puesto, y se juntan en grupos pequeños a conversar. No parecen tener ninguna prisa. Hay una sensación muy
nítida de próspera dignidad.
El pueblo es tan escarpado, y el desnivel entre la imponente iglesia y el terraplén de la plaza es tan alto que
debajo de la iglesia se han montado algunos negocios. Curiosamente, esa hilera de almacenes que dan a la plaza,
empotrados debajo de la iglesia —que ya de por sí tiene pretensiones de catedral—, le dan al edificio un aire de
exagerada monumentalidad.
Aranzazu tiene poco más de 12.000 habitantes, y de ellos, 580 han sido diagnosticados con trastorno afectivo
bipolar. El término médico suena extraño, sobre todo porque nada tiene que ver con el afecto. Tal vez ayude saber
que hace 25 siglos, Hipócrates lo llamaba melancolía. O tal vez no, porque la palabra melancolía ha ido
adquiriendo a través de los siglos un significado entre ingenuo y nimio, el del padecimiento romántico por
excelencia, y sirve para poco más que para un título y un puñado de versos memorables. La enfermedad, en
cambio, es terrible.

III.

Llamémosla Ana.

Hace tres meses, una mañana de mayo, Ana se ahorcó. Cerró con llave todas las puertas de su casa, aseguró las
ventanas y se dirigió a la cocina. Tomó una vela, la prendió y la puso sobre la mesa, como si hubiera querido ella
misma anticipar su velorio. Ató una soga a la viga del techo, hizo el nudo, se lo metió por la cabeza, apretó fuerte,
se subió a una silla y saltó. Ana tenía 58 años y vivía con su esposo en una finca de la vereda Campoalegre, en
Aranzazu, y el suyo es el tercer suicidio en ese municipio en lo que va corrido del año. Los tres suicidas habían
sido diagnosticados con el trastorno afectivo bipolar, al igual que el 5% de los habitantes de Aranzazu.

Voy a intentar reproducir aquí, en términos legos, lo mejor que pueda, en qué consiste la enfermedad. Le debo
a la amable paciencia del psiquiatra Eduardo Baena lo que he entendido y, así mismo, la seca tristeza que me ha
quedado ante las devastadoras cifras de bipolaridad en la región.

Todos los seres humanos tenemos estados de ánimo que oscilan entre la alegría, la felicidad y la tristeza leve o
profunda. Reaccionamos ante los acontecimientos traumáticos de la vida, como ante las buenas noticias. En toda
vida hay tantos dolores como alegrías. Y a veces, tantas veces, mucho más sufrimiento que felicidad. Digamos
que, si uno traza una línea recta horizontal, oscilamos suavemente hacia arriba y hacia abajo, trazando una suave
curva que sube y baja, atravesando esa línea horizontal. En los pacientes bipolares, esa curva es simplemente
mucho más pronunciada. Dramáticamente más. Si tienen un episodio y la curva sube hacia el territorio llamado
manía, pueden llegar a tener ideas delirantes —curiosamente, muchos se creen dioses, sanadores, salvadores del
mundo—, comportamientos irascibles, una euforia desmedida (gritan, saltan, se ríen a carcajadas) y un amor
propio magnificado hasta el absurdo. Gastan enormes sumas de dinero convencidos de que son genios financieros
y asedian a las personas del sexo opuesto creyéndose irresistibles. Apenas si duermen, y despliegan una energía
desmesurada. Se creen perfectos, brillantes, poderosos. Superiores a todos los demás. Y por supuesto, es
imposible razonar con ellos. Algunos pacientes solo tienen este tipo de episodios, pero otros llegan a entristecerse
hasta tal punto —y aquí la curva se desploma—, que caen en la más profunda depresión. Y en esa depresión, el
15% de los pacientes se suicida. El 15%. Lector, este promedio es más alto que el de la mayoría de las muertes
por diagnóstico de cáncer. Pocas enfermedades tienen un índice tan alto de mortalidad. (Visita al corrientazo que
ganó una estrella Michelin por error)

El trastorno afectivo bipolar se puede tratar y el paciente, tener una vida más o menos normal. Ese paciente
debe ser monitoreado todo el tiempo, porque la medicación para la fase maníaca es distinta a la que se administra
en la fase depresiva. Y la medicación no garantiza que no pueda tener recaídas. Hasta hace cuatro años, en
Aranzazu ni siquiera había un psicólogo de planta. Hoy, Leidy Johanna Ocampo, cuya ayuda para este artículo ha
sido invaluable y cuya sobria compostura profesional contradice sus pocos años, vive allí. Si algo le gustaría es
que hubiera un psiquiatra de planta en el municipio. O por lo menos uno que viniera una vez por semana. ¿No es
lo mínimo que se puede pedir? Caldas no es un departamento pobre. Pero en los tiempos que corren el progreso se
mide con otras varas y es más importante invertir en carreteras que en salud. Y es que cada vez que un paciente
tiene un episodio maníaco, debe ser hospitalizado de inmediato. Ante la falta de un psiquiatra local, deben ir hasta
Manizales. Sí, en su estado. Sí, muchas veces solos. Y sí, se pierden por el camino, no llegan, por supuesto. Es
insensato. Pero solo un psiquiatra puede hospitalizar y medicar.

Si el paciente se medica, su vida puede ser como la de cualquiera. Alan García, el presidente de Perú, por
ejemplo, es bipolar. Y de hecho, una amiga de Ana asegura que era una persona completamente normal.
Recuerda, sí, una tarde, años atrás, en la que comenzó a gritar como loca, sin motivo. Y que la llevaron al hospital
mental de Manizales. Pero aquello había pasado. Ana no estaba, aquella mañana de mayo de su suicidio, en
tratamiento; ningún psiquiatra la veía; no tomaba ninguna medicación.

IV.

¿Por qué? Hay que preguntarse por qué. Si las estadísticas dicen que el porcentaje de la población mundial
aquejada por el trastorno afectivo bipolar está entre el 0,4 y el 1,6 % de la población, ¿cómo es posible que las
cifras de Aranzazu lleguen al 5%?
¿Qué tiene este plácido pueblo de particular? La respuesta es nada. Aranzazu no tiene nada que lo distinga de
los otros pueblos de la zona y comparte con ellos su historia. Simplemente, la Universidad de Antioquia —entre
los muchos estudios que ha hecho en la zona a lo largo de los años— llevó a cabo una investigación exhaustiva
hace siete años en el municipio. Y a partir de ahí, han llegado a la prensa algunos pocos artículos sobre los
bipolares en Aranzazu. Es por eso que esta revista me ha enviado al pueblo. Pero la realidad es aún más
turbadora: toda la zona del norte de Caldas, del sur de Antioquia e incluso de Risaralda tiene un porcentaje similar
de bipolaridad. De hecho, entre el 70 y el 80% de los pacientes del hospital mental de Pereira egresan con
diagnóstico de trastorno afectivo bipolar. Y en Aguadas, cuya población es más alta que la de Aranzazu, el año
pasado había casi 700 casos diagnosticados. Así mismo, podría dar aquí las altas cifras de intentos de suicidio en
Pensilvania del 2008. Si se navega por la red con paciencia, los ejemplos van corroborando toda esta triste
realidad: Santuario, Pácora, Salamina… Los hospitales y centros de salud de la zona lo saben. Las cifras del sur
de Antioquia son también tan altas, que no es exagerado hablar de una endemia en la zona, cuya definición es
sencillamente una enfermedad que afecta a un número de individuos superior al esperado en una población
durante un tiempo determinado.

Ahora sí podemos intentar responder por qué. Para ello, es necesario primero contar lo que se sabe sobre las
causas del trastorno. La bipolaridad es una enfermedad que resulta de varios factores: unos genéticos y otros
ambientales. Es decir, es necesario heredar la alteración genética, pero es posible que a pesar de tenerla, la
enfermedad no se desarrolle nunca. Hace falta —no sé muy bien cómo decirlo y me excuso por la torpeza— un
golpe de la vida. Los factores ambientales que se suelen citar como detonantes frecuentes son la pérdida de uno de
los padres, el abuso físico y sexual en la infancia y los sistemas educativos represores, muy severos. O el trauma
del parto en las mujeres. (Fotos invaluables de la historia)

El factor genético se debe simplemente a que toda la zona fue poblada por la colonización antioqueña. Y los
colonos, que buscaron las tierras altas, más frías, para evitar el paludismo, fueron fundando los pueblos de Caldas
anclados en lo alto de esa dura y cerrada montaña. La geografía, allí, no es inocente. Se dice que la alteración
genética (que no es fácil de rastrear y todavía hay mucho de especulación en ello) fue heredada de los vascos, y
ellos, a su vez, de las migraciones judías en el viejo continente.

Cuando se habla de la colonización antioqueña, a veces se piensa que la migración hacia el sur en busca de oro
y fuentes de sustento que se dio a lo largo del siglo XIX fue inmensa. Pero no. No eran más que un puñado de
gentes en busca de una vida. Los pueblos eran diminutos y aunque no les guste demasiado admitirlo, se casaban
entre sí. Es la endogamia la que ha producido las cifras. Ignacio Zarante, profesor asociado del Instituto de
Genética Humana de la Universidad Javeriana, dice que no es gratuito que los primeros códigos penales europeos
castigaran, ante todo, el incesto: puro instinto de supervivencia. Pero es que en Europa no existe ese apretado
nudo de las cordilleras colombianas, que sumieron esos pueblos en un aislamiento casi total durante siglos. De
hecho hoy, uno nota que entre pueblo y pueblo del norte de Caldas hay casi exactamente una hora en carro. Y esa
hora de hoy, cuenta el doctor Zarante, equivale a un día a caballo del siglo antepasado. Estaban bien lejos entre sí.

Y es que toda la historia se confabula. Los indígenas de Antioquia fueron exterminados con más eficacia que
los de otras regiones del país. Uno lo ve en el pueblo: blancos, de ojos claros, buenos mozos. Los fenotipos son
muy recurrentes: si uno lo piensa, no es gratuito que la imagen de un Juan Valdez produzca tan alto grado de
identificación colectiva. Es que las gentes se parecen mucho.

Algunos habitantes de Aranzazu han elaborado con paciencia su árbol genealógico, y se sabe que la mayoría
de sus habitantes descienden de Marinilla. Se han hecho estudios para evaluar las relaciones genéticas entre los
habitantes de uno y otro pueblo, analizando la frecuencia de los apellidos. El resultado es que los dos pueblos
comparten, hoy por hoy, el 45,6% de ellos.

Es por eso. Por eso hay tanta gente allí que se hunde en el quieto abismo de la depresión.
V.

Paréntesis. ¿Será casualidad que la música montañera sea tan triste? ¿Que en sus estrofas hasta los guaduales
se echen a llorar? ¿O qué el tango tenga en la cultura antioqueña tanto arraigo? ¿Dónde acaba el cuerpo y dónde
empieza el alma de los hombres? ¿Dónde se encuentran? ¿Dónde se acaba el sufrimiento del cuerpo y dónde
comienza el sufrimiento del espíritu?

La cultura católica es tan binaria, tan simple, que ha creado un poderoso modelo de oposiciones: el bien y el
mal, el cielo y el infierno, el cuerpo y el alma. Pero la realidad no está hecha de efectistas antagonismos sino de
ambiguas zonas grises.

Ana no lo supo nunca, pero es posible que el alma de los hombres esté alojada en alguna misteriosa
combinación genética. Que toda expresión de la voluntad de elevación del espíritu del hombre puede ser leída
desde la biología. Toda ansia humana de trascendencia, toda pregunta por la existencia, podrían estar
encapsuladas en el denso ovillo de los cromosomas. Polvo eres y en polvo te convertirás.

VI.

Te dije, lector, que esta era una historia triste. No es la historia de un pueblo de locos, en absoluto. Aquí no hay
caricatura posible. En Aranzazu la vida es apacible, y el pueblo, abrazado de verde, es muy hermoso. Sus
habitantes son, de veras, amables y tranquilos. La sirena del pueblo suena a las diez de la noche y todos los
menores de edad deben marcharse a casa. Pero tras las puertas cerradas de todos esos pueblos y ciudades de la
zona, mucha gente sufre. Lo que pasa es que este tipo de enfermedades se absorben como tragedias silenciosas.
Con un "aquí hay mucha gente como apagada" aceptan el problema. Pero eso que la psiquiatría llama, con
correcta asepsia profesional, factores ambientales se traduce en infancias muy dolorosas, en las durísimas vidas de
las gentes pobres, en una historia de poca escolaridad, de maltrato, de absurdas exigencias: sea fuerte, sea berraco,
no llore, sea macho, haga plata, triunfe o usted no sirve para nada. Y si es mujer, aguante, mija, que para eso vino
al mundo. Esa es la cultura paisa. (9 Rasgos maravillosos de los colombianos)

La historia de vida de Olga, la segunda mujer que se suicidó este año, es desoladora. Huérfana, explotada de
niña por parientes lejanos, probó el bazuco antes de los diez años. Por fin, después de muchos penosos ires y
venires, de un matrimonio y hasta de un hijo, logró encontrar algo de felicidad con una joven mujer. Pero su
hermano, al enterarse, horrorizado, amenazó a su pareja, y esta la abandonó. Olga tenía 38 años cuando se quitó la
vida. Había sido diagnosticada, pero tampoco tomaba medicación.

Los prejuicios, la intolerancia, la reaccionaria cerrazón son como espejos metafóricos del infranqueable
relieve. ¿Dónde acaba pues la geografía del paisaje y dónde comienza la geografía del corazón? ¿Dónde el
adentro y dónde el afuera de las cordilleras? ¿Y cuántos de nosotros portamos en los dedos los anillos de Saturno,
ese dios implacable de la tristeza exagerada?

Pero, de nuevo, hay que llamar a las puertas del desarrollo. Apertura, educación, más inversión en salud
mental. No puede terminar de otra forma este artículo más que tocando a las puertas de la Secretaría de Salud de
esos departamentos. Si los pacientes están monitoreados, medicados, lograrán el milagro feliz del equilibrio. Y
eso es más progreso que cualquier autopista, aunque nadie pueda inaugurarla ni hacer discursos
autocongratulatorios. Nadie puede cortar la cinta exacta la felicidad. Pero para muchos, para un altísimo 5% de
una vasta población, sí se puede procurar un poco de sombra fresca para el salvaje sol de la melancolía. (La
historia del muerto que resucitó en la Costa)

De acuerdo a la lectura del texto Aranzazu, el pueblo de los bipolares, responde

1. ¿Qué problema se enuncia en el contenido del texto?

El problema que se enuncia en el texto consiste en el índice tan alto de bipolaridad y suicidios causados por esta
misma, en Aranzazu, municipio del departamento de Caldas, y se denuncia la falta de especialistas en ese tema en
este sector.

2. ¿Cuál es la solución que propone la autora?

La solución que propone la autora es invertir más en educación, salud y demás, para lograr un buen desarrollo en
aquellos pueblos vulnerables y proteger sus vidas de esta enfermedad la cual puede llevar hasta el suicidio, como
es el caso de algunos habitantes del municipio de Aranzazu.

3. ¿Dónde ocurren los hechos?

Los hechos principalmente ocurren en Aranzazu, el cual es un municipio del departamento de Caldas.

4. ¿A qué se refiere la expresión factores ambientales?

En cuanto a factores ambientales, se refiere a situaciones que cualquier persona puede llegar a vivir en su vida y
las cuales lo pueden conllevar a sufrir un trastorno de bipolaridad y/o depresión, por ejemplo, maltrato físico o
psicológico por parte de familia, amigos y otros, el abuso físico o sexual, etc.

5. ¿Qué tiene que ver la genética, los cromosomas con el problema planteado?

Según los estudios, se dice que este problema se ve reflejado por el pasado, estos padecimientos son originados
por la endogamia (apareamiento entre parientes) que se dio en tiempos de la colonia.

6. ¿Qué es el trastorno afectivo bipolar según lo que plantea la autora?

En los pacientes diagnosticados con bipolaridad, sus sentimientos son muchos más pronunciados y lo demuestran
de una manera más fuerte y algunas veces incontrolables a diferencia de una persona sin esta enfermedad. Las
personas que sufren de bipolaridad llegan a tener ideas e imaginaciones bastante fuera de lo normal, se ríen,
gritan, lloran de manera muy desmedida, algunos otros llegan a entristecerse hasta al punto de caer en depresión.

7. ¿Qué tiene que ver el planteamiento de Ignacio Zarante con el posible origen de la bipolaridad?

Se dice que el origen de la bipolaridad se da debido a la endogamia que se daba en esos tiempos, entonces por esta
razón Ignacio Zarante plantea la situación que llevaba a los habitantes de los pueblos a casarse con personas
próximas de consanguinidad, y es que entre pueblo y pueblo eran días de viaje gracias a que los medios de
transporte no eran una opción hace algún tiempo.
8. ¿Cuál es el propósito de la autora?

Es dar a conocer la gravedad de la situación y lo necesarias que se vuelven las ayudas del gobierno, pidiendo que
se tomen las medidas de mejorar los centros de salud dotándolos de los especialistas necesarios y actividades
educativas, recreativas y demás que puedan ayudar a prevenir que la bipolaridad de las personas no los lleve a
tomar la decisión de suicidarse y que los habitantes del pueblo aprendan a llevar la situación.

9. ¿Qué relación tiene el epígrafe del texto: “Esta será, amable lector, una historia triste”
con el tema desarrollado?

Desde mi perspectiva, tiene dos lados, el primero es porque en sí la historia resulta bastante preocupante y por lo
tanto resulta triste, y por el segundo lado, como se habla de bipolaridad y que este trastorno puede llegar a un
punto en el que la depresión se sale de control y esto ha llevado a muchas personas en ese pueblo a tomar la
decisión de suicidarse, por esta razón se habla de que es una historia triste, habla de la tristeza (bipolaridad,
depresión).

10. Explica el significado de las palabras subrayadas del párrafo 5, del capítulo 1, y su relación con el
tema abordado

Melancolía: El peor de los humores. La melancolía era para Hipócrates uno de los cuatro humores que
componían ese cuerpo humano.

Ingenuo: Indica ausencia o falta de malicia y de experiencia

Nimio: Que tiene muy poca o ninguna importancia.

En el párrafo se habla de lo extraño que se le nombra a este trastorno en términos médicos, entonces nombran
como Hipócrates le nombraba anteriormente, “melancolía” el cual significaba que era el peor de los humores asi
era más fácil de conocer este trastorno, sin embargo, a medida que pasaban los años, “melancolía” tomó más
significados como ingenuo o nimio.

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