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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD
AUTÓNOMA DE PUEBLA

MAXIMILIANO DE
HABSBURGO

PROFESOR: JOSE NICOLAS


CID LOPEZ
MATERIA: HISTORIA DEL
DERECHO
GRUPO: 205
HORARIO: 10:00-11:30
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INTRODUCCION

En el presente trabajo se muestra la biografía de Maximiliano


de Habsburgo, quien nació el 6 de Julio de 1832 en Austria,
Viena y falleció el 19 de junio de 1867 en el Cerro de las
Campanas, Querétaro. Uno de los principales objetivos de
este informe es exponer la labor que empleó en su época. El
archiduque Fernando Maximiliano José de Austria fue
miembro de la Casa Imperial de Habsburgo-Lorena. Fue
proclamado, el 10 de abril de 1864, emperador como:
Maximiliano I de México, inició el Segundo Imperio Mexicano,
con el apoyo de Napoleón III de Francia y un grupo de
mexicanos conservadores que trataron de revivir la monarquía
mexicana instaurada anteriormente por Agustín de Iturbide
(Portillo, 2011).

Para comprender uno de los papeles fundamentales de


Maximiliano de Habsburgo hay que mencionar que, durante el
siglo XIX, la forma de gobierno monárquico se estableció en el
México independiente en dos momentos de su historia
política. En la segunda década, cuando Agustín de Iturbide
encabezó el primer Imperio mexicano con las características
de una monarquía constitucional moderada. En la segunda
mitad del siglo (1864-1867), cuando Maximiliano de
Habsburgo, con la ayuda de las tropas francesas de Napoleón
III, ocupó la capital y gran parte del territorio de México,
estableciendo el Segundo Imperio mexicano (Bernal, 2012).

El archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo asumió el


cargo de Comandante en Jefe de la Armada de Austria en el
1854. Tenía un interés privado en la flota, y con él la fuerza
naval de Austria ganó un defensor influyente de las filas de la
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familia imperial. Esto fue crucial ya que la fuerza marítima


nunca fue una prioridad de la política exterior de Austria y la
marina de guerra en sí era relativamente poco conocida o
apoyada por la monarquía. Fue capaz de llamar la atención
pública y atraer fondos para la armada austriaca. (Portillo,
2011).
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BIBLIOGRAFIA
Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena,
conocido ampliamente como Maximiliano I de México (6 de
julio de 1832- 19 junio de 1867), emperador de México.
Nacido en Viena, Austria, específicamente en el Palacio de
Schönbrunn. Sus padres, Francisco Carlos de Austria y Sofía
Guillermina de Wittelsbach, Princesa de Baviera. Su nombre
de pila fue Fernando Maximiliano José de Austria. La tradición
afirmó que Fernando Maximiliano fue producto de una
aventura de su madre con Napoleón II (hijo de Napoleón
Bonaparte de Francia y María Luisa de Austria) debido a que
se sabe de su profunda y estrecha relación. Aunque, en
realidad nunca fue comprobada la paternidad de Napoleón II.
Maximiliano I de México fue criado al lado de los mejores
tutores, se le educó como un niño con aprecio por la cultura,
las artes, y la ciencia, especialmente la botánica. Cuando
creció, decidió ingresar al servicio militar, entrenado en la
Armada Austrohúngara.  Su disciplina y entrega era tal que en
dicha carrera consiguió grandes honores militares. Como
resultado, a los veintidós años, asumió el papel de
Comandante en Jefe de la Armada de Austria en 1854.
Maximiliano de Habsburgo tenía un interés privado en la flota
de la fuerza naval de Austria. Esto fue crucial porque la fuerza
marítima tomó importancia; nunca fue una prioridad para la
monarquía de Austria.
El archiduque Maximiliano de Habsburgo logró adquirir fondos
para dicha institución militar. Como Comandante en Jefe,
desarrolló importantes y diversas reformas, con el fin de
modernizar las fuerzas navales: promovió la creación del
puerto naval de Trieste y Pola, asimismo de la flota de batalla
designada al almirante Wilhelm von Tegetthoff, también
promovió una expedición científica a gran escala en 1857
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hasta 1859), con este acontecimiento la fragata Novara SMS


se convirtió en el primer buque de guerra de Austria en
circunnavegar el mundo. Sus reformas fueron de carácter
liberal y progresista.
Gracias a ello, a comienzos del año 1857 fue nombrado virrey
del Reino de Lombardía-Venecia. Ese mismo año, el
archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo se casó con
su prima segunda, la princesa Carlota de Bélgica, hija de
Leopoldo I, rey de los belgas y Louise-Marie de Francia. El
cargo de virrey fue disfrutado por Fernando Maximiliano en un
periodo muy corto, debido a la decisión del emperador
Francisco José de destituirlo debido a las políticas liberales
rechazadas por su hermano en Italia. Con la destitución el
virrey tuvo que retirarse de la ciudad de Trieste; generando la
perdida de muchas posesiones italianas.
En cuestión de meses, Maximiliano de Habsburgo fue
contactado por miembros de la monarquía mexicana, entre
ellos el aristócrata José Pablo Martínez del Río, quien le
propuso asumir el cargo de emperador de México. Al principio
no se sintió muy tentado por la oferta, pero luego con el deseo
de aventurarse con una expedición botánica por los bosques
tropicales de Brasil, aceptó debido a que era mucho más fácil
llevarla a cabo estando en América. El 26 de mayo de 1864,
momento en que tomó el cargo; perdió todos sus derechos
como noble en Austria, aunque él tuvo conocimiento de ello
estando en México. Maximiliano sería llamado Maximiliano I
de México.
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Los problemas del liberalismo triunfante en 1860

En 1860 Juárez recuperó la capital y fue reconocido por el


Congreso como Presidente, después de que había ocupado el
cargo, como interinato, durante la Guerra de Reforma o de
Tres Años contra los conservadores, desde la renuncia de
Ignacio Comonfort en 1857. Su primer acto de gobierno, como
presidente electo, fue ordenar la expulsión de los extranjeros
intervencionistas en la Guerra de Reforma, entre ellos el
delegado apostólico, el arzobispo de México, Pelagio Antonio
de Labastida y Dávalos, y los embajadores de España,
Guatemala y Ecuador, por intervenir en los asuntos internos
de la nación; al mismo tiempo que recibía a los embajadores
de Inglaterra, Francia y Prusia. Los conservadores, ahora
dirigidos por Félix María Zuloaga, Leonardo Márquez y Tomás
Mejía, continuaron una guerra de guerrillas apoyados en la
insurrección indígena de Manuel Lozada, en las serranías del
occidente del país, cometiendo diversos asesinatos, entre
ellos los de Melchor Ocampo, Santos Degollado y Leandro
Valle.
El Presidente Juárez enfrentó las secuelas de la guerra, con
un país sin recursos y acosado por los acreedores, con lo que
estableció la reducción de aranceles para impulsar el
comercio, suprimió las alcabalas o aduanas internas, acuñó
monedas de cobre y, por último, lo más grave, se suspendió el
pago de la deuda externa, por decreto del 17 de junio de
1861, que causó el rompimiento de relaciones con Inglaterra y
Francia, países a los que se unió España, que no reconocía al
gobierno juarista. Estos países realizaron una convención en
Londres, en octubre de 1861, a la que no acudieron
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representantes norteamericanos, ya que habían entrado en la


Guerra de Secesión, que duraría hasta 1865.
Los gobernantes europeos: Victoria de Inglaterra, que iniciaba
el imperialismo inglés; Napoleón III emperador de Francia; y la
hija de Fernando VII, Isabel II reina de España, buscaban
expandir su presencia en el mundo; sin embargo, se acordó
no intervenir en los asuntos internos de México, pero sí
asegurar el pago de sus adeudos, por lo que enviaron un
ejército tripartito de intervención, aprovechando que los
norteamericanos no podrían invocar la doctrina Monroe por su
guerra civil.

La invasión tripartita de 1861-1862


Tropas españolas arribaron en diciembre al puerto de
Veracruz y, para enero de 1862, desembarcaron en nuestro
territorio ejércitos de las tres potencias. Al menos Francia
arribó con planes imperialistas promovidos por mexicanos,
quienes, ante su virtual fracaso ante los liberales, buscaron en
Europa mantener sus privilegios con la imposición de un
gobierno netamente conservador, apoyado por alguna
potencia europea. Durante 1860-1861, una comisión
encabezada por José María Gutiérrez Estrada, José Manuel
Hidalgo y Esnaurrízar y Juan N. Almonte persuadió al
gobierno de Napoleón III de apoyar una nueva intervención en
México, que llevara a implantar una monarquía. Una vez que
se contó con su apoyo, se decidió que el candidato ideal era
Maximiliano de Habsburgo, quien después de renunciar a sus
derechos al trono de Austria aceptó el ofrecimiento que se le
hacía.
Mientras en México, Juárez había expedido, el 6 de
noviembre de 1860, una convocatoria para las
elecciones de diputados al Congreso de la Unión y
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para Presidente Constitucional de la República en un


plazo de dos meses.
Había venido gobernando con facultades
extraordinarias, debido a la guerra civil, por lo cual le
era apremiante restablecer la legalidad del gobierno a
través del Congreso. Tras una votación muy cerrada, el
gobierno juarista apenas pudo triunfar con unos votos
de diferencia, y el Congreso declaró a Jesús González
Ortega presidente de la Suprema Corte de Justicia,
cargo que llevaba implícito ser el sustituto legal del
presidente. Tan fuerte era la oposición en la Cámara en
el marco de la invasión, que 51 diputados suscribieron
una petición formal para destituir a Juárez por incapaz
quien, con 52 votos a su favor, salvó su estancia en el
poder.

La invasión de México por Francia, España e Inglaterra

A fines de 1861 y principios de 1862, apareció frente a


Veracruz una poderosa flota de guerra compuesta por más de
38 buques artillados, al mando del francés Jaurien de la
Graviere, el español Juan Prim y el inglés sir Charles Wyke. El
presidente Juárez se esforzó por llevar a cabo un arreglo de
corte diplomático, luego del ultimátum de la alianza tripartita
generado por la suspensión de pagos de la deuda exterior.
El ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Doblado, inició
un intercambio de notas con los gobiernos demandantes. Ante
lo apremiante de la situación, el Congreso facultó al gobierno
para tomar todas las providencias con el fin de salvar la
independencia, defender la integridad del territorio, así como
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la forma de gobierno prescrita en la Constitución y las Leyes


de Reforma.
El gobierno mexicano logró llegar a un acuerdo, el 19 de
febrero de 1862, con el representante español y suscribir el
texto conocido como Los Preliminares de La Soledad. Dicho
documento fue avalado por los británicos, pero no así por los
franceses; quienes, con este hecho, demostraron sus
intereses intervencionistas.
El 9 de abril de 1862, las potencias suspendieron las
negociaciones de la Convención de Londres, por lo que las
tropas españolas e inglesas se retiraron del país. El
rompimiento de la Convención de Londres no obedeció a la
protección dispensada al monárquico mexicano Almonte, sino
al hecho de que para Francia la expedición debía acabar con
el gobierno de Juárez, en tanto que los enviados español y
británico entraron en tratos y firmaron Los Preliminares de La
Soledad, lejos de ocupar inmediatamente la capital mexicana,
como los norteamericanos en 1848, permaneciendo con las
tropas en los puertos. Las tropas francesas se negaron a
abandonar nuestra nación, no obstante, el retorno a Europa
del cuerpo expedicionario inglés y español; para ello el
emperador francés se valió de la complicidad de los
conservadores mexicanos, quienes establecieron el 20 de
abril de 1862 un gobierno encabezado por Juan Nepomuceno
Almonte, quien solicitó apoyo a Francia. Almonte había
llegado a México al amparo de las fuerzas francesas y tomó el
mando del gobierno que defendía la intervención, para lo cual
organizó un gabinete con miembros del partido conservador,
al tiempo que el ejército francés emprendía la marcha con el
fin de apoderarse de la capital.
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Llamado a la defensa de la Independencia Nacional frente


a la intervención francesa Benito Juárez, presidente de
los Estados Unidos Mexicanos

En los momentos en que el gobierno de la República, fiel a las


obligaciones que había contraído, preparaba la salida de sus
comisarios a la ciudad de Orizaba para abrir con los
representantes de las potencias aliadas las negociaciones
convenidas en los Preliminares de la Soledad, un incidente,
tan imprevisto como inusitado, ha venido a alejar la
probabilidad del arreglo satisfactorio de las cuestiones
pendientes que con afán procuraba el gobierno, esperando
que triunfaran la razón, la verdad y la justicia, dispuesto a
acceder a toda demanda fundada en derecho. Por los
documentos que he mandado publicar, veréis que los
plenipotenciarios de la Gran Bretaña, de la Francia y de la
España, han declarado que no habiendo podido ponerse de
acuerdo sobre la interpretación que habían de dar a la
Convención de Londres, de 31 de octubre, la dan por rota,
para obrar separada e independientemente. Veréis también
que los plenipotenciarios del emperador de los franceses,
faltando de una manera inaudita al pacto solemne en que
reconocieron la legitimidad del gobierno constitucional y se
obligaron a tratar sólo con él, pretenden que se dé oído a un
hijo espurio de México, sujeto al juicio de los tribunales por
sus delitos contra la patria, ponen en duda los hechos que
pocos días ha reconocieron solemnemente y rompen no sólo
la Convención de Londres, sino también los Preliminares de la
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Soledad, faltando a sus compromisos con México y también a


los que los ligaban con la Inglaterra y con la España. El
gobierno de México, que tiene la conciencia de su legitimidad,
que se deriva de la libre y espontánea elección del pueblo;
que sostiene las instituciones que la República se dio y
defendió con constancia; que se encuentra investido de
omnímodas facultades por la representación nacional y que
reputa como el primero de sus deberes el mantenimiento de la
independencia y de la soberanía de la nación, sentiría ajada la
dignidad de la República si se rebajara hasta el grado de
descender a discutir puntos que entrañan la misma soberanía
y la misma independencia a costa de tan heroicos esfuerzos
conquistadas
El gobierno de la República, dispuesto siempre y dispuesto
todavía, solemnemente lo declaro, a agotar todos los medios
conciliatorios y honrosos de un advenimiento, en vista de la
declaración de los plenipotenciarios franceses, no puede ni
debe hacer otra cosa que rechazar la fuerza con la fuerza y
defender a la nación de la agresión injusta con que se le
amenaza. La responsabilidad de todos los desastres que
sobrevengan recaerá sólo sobre los que, sin motivo ni
pretexto, han violado la fe de las convenciones
internacionales...

Puebla 5 de mayo de 1862


El general Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez,
comandante de las tropas francesas que avanzaban desde
Orizaba hacia México, se sentía seguro de derrotar fácilmente
al ejército mexicano y dominar al país. Contaba con unos 6 mil
soldados, considerados los mejores del mundo. En vísperas
de la batalla de Puebla escribió al ministro de Guerra de
Francia: Tenemos sobre los mexicanos tal superioridad de
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raza, organización, disciplina, moralidad y elevación de


sentimientos, que os ruego digáis al emperador que a
partir de este momento y a la cabeza de seis mil
soldados, soy el amo de México.

El presidente Juárez le dio la orden al General Ignacio


Zaragoza de detener el avance de las fuerzas armadas
francesas en los fuertes de Loreto y Guadalupe cerca de la
ciudad de Puebla. Zaragoza contaba con sólo (2,000) dos mil
hombres.

Al mediodía del 5 de mayo de 1862 las tres baterías de


cañones de la fuerza expedicionaria francesa abrieron fuego
contra los fortines de Loreto y Guadalupe, dos antiguas
edificaciones religiosas a las que se habían agregado obras
de defensa durante la guerra de Independencia para proteger
a la ciudad de Puebla de las fuerzas insurgentes.
El plan de ataque del ejército comandado por el general
Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, era simplísimo:
tomar a sangre y fuego estas fortificaciones erigidas en el
cerro Acueyametepec o de Loreto y Guadalupe, único punto
desde el que se podía oponer alguna resistencia; una vez
logrado esto, ocupar la capital de Puebla, desde donde se
prepararía la campaña definitiva sobre la ciudad de México, y
así concluir la operación lo antes posible.

Telegrama de Ignacio Zaragoza recibido en México a los 5


y 49 minutos de la tarde Excmo.

Señor ministro de Guerra: Las armas del supremo gobierno se


han cubierto de gloria; el enemigo ha hecho esfuerzos
supremos por apoderarse del cerro de Guadalupe, que atacó
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por el oriente a derecha e izquierda durante tres horas; fue


rechazado tres veces en completa dispersión y en estos
momentos está formado en batalla fuerte de 4,000 hombres y
pico, frente al cerro, la fuerza de tiro. No lo bato como
desearía porque, el gobierno sabe, no tengo para ello fuerza
bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los
fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 y 700 muertos y
heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase usted dar
cuenta de este parte al ciudadano presidente. Ignacio
Zaragoza. Los franceses se batieron como bravos. Puebla,
mayo 5 de 1862.

Derrotadas las tropas francesas en la batalla de Puebla, se


refugiaron en Orizaba mientras esperaban refuerzos para
proseguir la ofensiva. Mientras tanto, Luis Bonaparte sobrino
de Napoleón I, se alió con grupos de conservadores
mexicanos para imponer un rey europeo en el país.
A pesar de esto los conservadores, dando patadas de
ahogados fueron a Francia a hacer tratos con Napoleón III
para que fuera el monarca de México, éste les recomienda
que le hagan la petición a Maximiliano. Así que se dirigen al
castillo de Miramar y frente al mar Adriático convencen a este
noble de aceptar el trono en México. Maximiliano, no sólo
recibe el ofrecimiento de los conservadores mexicanos, sino
que, además, Carlota lo incita a aceptar porque ella quería su
propio reino y además su hermano Francisco José lo quería
lejos del suyo pues lo sentía una amenaza. Maximiliano
acepta convencido de que el pueblo de México lo reclama
como Emperador.

La retirada del gobierno juarista


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Tras la derrota de sus soldados, Napoleón III ordenó que se


incrementara el efectivo del Cuerpo Expedicionario hasta
superar los 23,000 hombres. El Mariscal Elías Forey, quien
sustituyó a Lorencez, puso sitio a Puebla el 16 de marzo de
1863. A pesar de la heroica resistencia de los mexicanos
encabezados por el General González Ortega, pues Zaragoza
había muerto, la ciudad cayó tras 62 días de asedio. Los
franceses entraron a Puebla el 19 de mayo, en medio de la
alegría de los conservadores y, en junio, tomaron la ciudad de
México mientras el presidente Juárez se retiraba.
El 31 de mayo de 1863, ante la inminencia de la llegada de las
tropas francesas, Juárez y su gabinete abandonaron la
capital. Ese mismo día el Congreso le dio al presidente un
nuevo voto de confianza, cerró sus sesiones y se disolvió. Sin
embargo, varios diputados, entre ellos el presidente en turno
de la Cámara, Sebastián Lerdo de Tejada, decidieron
acompañar al presidente en su peregrinación hacía el norte.
En primera instancia, Juárez, su gabinete y la diputación
permanente, se dirigieron a San Luis Potosí donde se
establecieron los poderes de la nación; después, el Gobierno
de la República itinerante iniciaría su largo andar por diversas
partes del país, hasta Paso del Norte (Ciudad Juárez),
manteniéndose a pesar de mil vicisitudes como el máximo
órgano de representación mexicano, durante todo el tiempo
que duraría la intervención francesa y el imperio de
Maximiliano.

La Junta de Regencia del Imperio Mexicano


Al capturar la ciudad de México, Forey trató de dar a la
invasión un tinte de legalidad, y estableció una Junta Superior
de Gobierno; conformándose el ejecutivo con el general José
Mariano Salas, el obispo de Tulancingo don Juan B. de
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Ormachea (en sustitución de Pelagio Antonio de Labastida y


Dávalos, Obispo de Puebla, que se encontraba ausente) y
Juan Nepomuceno Almonte hijo de José María Morelos;
quienes solicitaron a Maximiliano de Habsburgo aceptara la
corona del Imperio Mexicano. El príncipe, al aceptar el cargo,
nombró a Almonte lugarteniente del imperio y, a su llegada a
México, lo nombró mariscal de palacio. En 1866 sería enviado
a Francia como comisionado para solicitar a Napoleón III
ampliar el apoyo de las tropas francesas en México, salvando
así su vida.

Ofrecimiento de la Corona a Maximiliano 1863 (fragmento)

Sin Vuestra Alteza Imperial, ineficaz y efímero sería —creed,


Señor, a quien nunca ha manchado sus labios con la lisonja—
cuanto se intentase para levantar a nuestro país del abismo
en que yace: quedando además frustradas las altas y
generosas miradas del monarca poderoso cuya espada nos
ha rescatado y cuyo fuerte brazo nos sostiene y nos protege.
Con Vuestra Alteza, tan venerada en la difícil ciencia del
gobierno; las instituciones serán lo que deben ser para
afianzar la prosperidad e independencia de su nueva patria,
teniendo por base esa libertad verdadera y fecunda,
hermanada con la justicia que es su primera condición, y no
esa falsa libertad no conocida entre nosotros sino por sus
demasías y estragos. Esas instituciones, con las
modificaciones que la prudencia dicta y la necesidad de los
tiempos exige, servirán de antemural incontrastable a nuestra
independencia nacional.

El Imperio Mexicano
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En abril de 1864 zarparon de Miramar en la embarcación


“Novara” y llegan en mayo Maximiliano y Carlota al puerto de
Veracruz. Pero al contrario con lo esperado, la recibida en
Veracruz no fue muy alegre. No sucedió lo mismo cuando los
emperadores hicieron su feliz entrada a la ciudad de México el
12 de junio de 1864 acompañados por los miembros del
Ayuntamiento. Al llegar a México se encontró con sorpresivas
dificultades desde que los extremistas mexicanos se negaban
a reconocer su corona. Hubo múltiples batallas entre tropas
francesas y republicanas.
El 12 de junio, inició su gobierno. Sus primeras acciones
fueron: reorganizar la Academia de San Carlos, fundó los
Museos de Historia Natural y de Arqueología, y la Academia
Imperial de Ciencias Literatura. Decretó la religión católica
como la oficial del Imperio, pero mantuvo los principios de la
reforma liberal: alejó al clero del gobierno, dispuso que los
servicios religiosos fueran gratuitos, y que toda
correspondencia con Roma pasara por la censura del
gobierno antes de ser entregada. Se instalaron en el Palacio
Imperial de la ciudad de México y en el de Chapultepec. Los
emperadores no podían tener hijos, por lo que decidieron
adoptar a los dos nietos de Agustín de Iturbide, anterior
emperador de México, Agustín de Iturbide y Green y Salvador
de Iturbide y de Marzán. Le dieron al joven Agustín de Iturbide
y Green el título de príncipe y heredero del imperio. Carlota
hizo varios recorridos por Texcoco, Toluca, Cuernavaca,
Puebla, Veracruz y Yucatán. Junto con Maximiliano impulsó
los ferrocarriles, el telégrafo, la línea de vapores, la
colonización y el establecimiento de la Beneficencia que ella
misma presidió. Ambos, tanto Maximiliano como Carlota eran
personas cultas y benevolentes, sus virtudes destacaban la de
ser personas tranquilas, de ideas liberales e interesadas por
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las artes y las letras. Carlota tomo cargo de gran parte de la


política. Cuando Maximiliano se iba de gira, Carlota se
encargaba del gobierno. Se pasaba gran parte de su tiempo
en el escritorio leyendo y contestando correspondencia.
También estaba muy interesada en las tradiciones y
costumbres de su pueblo. Su deseo de conocer la vida
cotidiana de su pueblo llegaba a molestar varias veces a sus
damas de compañía quienes habían recibido una educación
guiada principalmente al hogar. Más Carlota había sido
educada en un ambiente meramente político.

Carlota observo a las primeras que México era un país


dominado por la corrupción y la ignorancia. Trato de
actualizar el país y publico todas las leyes que se le vinieron
a la mente, las cuales eran en beneficio de los más
oprimidos. Era católica como su pueblo, por obligación,
pero pensaba que primero debería estar el Estado y
después la Iglesia, no al revés como pensaban los
conservadores que la trajeron. Se dio cuenta de la
corrupción que ejercía con descaro el clero, lo que la altero
demasiado.

Los problemas empezaron cuando el archiduque, hombre


liberal, colocó en su gobierno a liberales moderados. Esto
ocasionó un rompimiento severo de la Iglesia y de los
conservadores con Maximiliano. Pero Maximiliano no se dio
cuenta de estos disgustos que día a día crecían. Esto molesto
a sus seguidores conservadores, que con el tiempo fueron
descubriendo que su emperador era liberal y esto trajo mucha
controversia. Otro hecho que de la misma manera también
trajo mucha controversia fue que Maximiliano invitase a
Juárez a unírsele. Los dos gobernantes del mismo país
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compartían semejantes ideales y pertenecían al grupo de los


masones. Llegaron a tener un agrado mutuo personalmente.
Pero políticamente serían enemigos. Juárez declino la oferta
de Maximiliano.

Respuesta del presidente Benito Juárez a los


ofrecimientos de Maximiliano

Usted me ha dirigido una carta confidencial fechada el 2 del


presente desde la fragata Novara. La cortesía me obliga a
darle una respuesta, aunque no me haya sido posible
meditarla... El filibusterismo francés ha puesto en peligro
nuestra nacionalidad y yo, que por mis principios y mis
juramentos he sido llamado a sostener la integridad de la
nación, su soberanía e independencia, he tenido que
multiplicar mis esfuerzos, para responder al sagrado depósito
que la nación, en ejercicio de sus facultades soberanas, me
ha confiado. Sin embargo, me he propuesto contestar, aunque
sea brevemente los puntos más importantes de su misiva.
Usted me dice que "abandonando la sucesión de un trono en
Europa, su familia, sus amigos y sus propiedades y lo que es
más querido para un hombre, la patria, usted y su esposa
doña Carlota han venido a estas lejanas y desconocidas
tierras obedeciendo solamente al llamado espontáneo de la
nación, que cifra en usted la felicidad de su futuro".
Realmente admiro su generosidad, pero por otra parte me ha
sorprendido grandemente encontrar en su carta la frase
"llamado espontáneo", pues ya había visto antes que cuando
los traidores de mi país se presentaron por su cuenta en
Miramar a ofrecer a usted la corona de México, con las
adhesiones de nueve o 10 pueblos de la nación, usted vio en
todo esto una ridícula farsa indigna de que un hombre
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honesto y honrado la tomara en cuenta. En respuesta a esta


absurda petición, contestó usted pidiendo la expresión libre de
la voluntad nacional por medio de un sufragio universal. Esto
era imposible, pero era la respuesta de un hombre
honorable... Usted me invita cordialmente a la ciudad de
México, a donde usted se dirige, para que tengamos una
conferencia junto con otros jefes mexicanos que se
encuentran actualmente en armas, prometiéndonos todas las
fuerzas necesarias para que nos escolten en nuestro viaje,
empeñando su palabra de honor, su fe pública y su honor,
como garantía de nuestra seguridad. Me es imposible, señor,
acudir a este llamado. Mis ocupaciones oficiales no me lo
permitirán. Pero si, en el ejercicio de mis funciones públicas,
pudiera yo aceptar semejante invitación, no sería suficiente
garantía la fe pública, la palabra y el honor de un agente de
Napoleón...
Me dice usted que no duda que de esta conferencia —en
caso de que yo la aceptara— resultará la paz y la felicidad de
la nación mexicana y que el futuro Imperio me reservará un
puesto distinguido y que se contará con el auxilio de mi
talento y de mi patriotismo. Ciertamente, señor, la historia de
nuestros tiempos registra el nombre de grandes traidores que
han violado sus juramentos, su palabra y sus promesas; han
traicionado a su propio partido, a sus principios, a sus
antecedentes y a todo lo que es más sagrado para un hombre
de honor y, en todos estos casos, el traidor ha sido guiado por
una vil ambición de poder y por el miserable deseo de
satisfacer sus propias pasiones y aun sus propios vicios, pero
el encargado actual de la presidencia de la República salió de
las masas oscuras del pueblo, sucumbirá, si es éste el deseo
de la Providencia, cumpliendo su deber hasta el final,
correspondiendo a la esperanza de la nación que preside y
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satisfaciendo los dictados de su propia conciencia. Tengo que


concluir por falta de tiempo, pero agregaré una última
observación. Es dado al hombre, algunas veces, atacar los
derechos de los otros, apoderarse de sus bienes, amenazar la
vida de los que defienden su nacionalidad, hacer que las más
altas virtudes parezcan crímenes y a sus propios vicios darles
el lustre de la verdadera virtud. Pero existe una cosa que no
puede alcanzar ni la falsedad ni la perfidia y que es la
tremenda sentencia de la historia. Ella nos juzgará.
Benito Juárez Presidente Constitucional de la República
Mexicana.

No iba a permitir que Francia gobernara México, porque iba a


“impedir que México perdiera su soberanía”. Curiosamente, el
propio Juárez estaba dispuesto a vender el país a Estados
Unidos, es por ello que dicho país reconoce el gobierno de
Juárez como el único gobierno.

La invasión colonialista se complica

Se refugia en la frontera, esperando recibir la ayuda de


Estados Unidos; el cual enfrentaba la guerra civil, más en
cuanto ésta terminará haría el país hasta lo posible para
cumplir con la Doctrina Monroe. Mientras esperaba,
continuaba liderando movimientos en contra de aquellos que
estaban a favor de Maximiliano. E incluso declaraba traidores
a la patria a todos estos por lo cual recibían la pena de
muerte.
Maximiliano respondió de igual manera, sentenciando a los
seguidores de Juárez. Ambos gobiernos continúan buscando
la manera de hacerse prevalecer. Maximiliano continúa
tratando de ganar poder y prestigio. Promueve al país, invita a
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gente de todo el mundo a establecerse en México, manda


embajadores de diferentes países. Sin embargo, afuera se
prevé el declive del imperio mexicano.

La lucha de liberación nacional fue encabezada por los


generales Mariano Escobedo, cuyas tropas expulsaron a los
invasores de casi todo el norte, por el general Ramón Corona
en el Occidente, y por el general Porfirio Díaz en el sur, desde
el verano de 1866.

El momento que más se temía llegó en 1865, Estados Unidos


finaliza su guerra civil. Después de un tiempo de
restablecimiento, se ve capaz de brindar a Benito Juárez la
mayor ayuda posible. Entre esta ayuda se encuentra
armamento y sobre todo, la expulsión de las tropas francesas.
Napoleón III comienza a dejar de apoyar a Maximiliano. Se ve
presionado por Estados Unidos en América, y por Prusia en
Europa. Se ve en la necesidad de retirar sus tropas de México
para que estas combatieran en contra de Prusia. Ordena el
retiro total de sus tropas a más tardar 1867.Carlota parte a
Europa la madrugada del 7 de julio de 1866 con el plan de
buscar apoyo del Papa Pio IX, Napoleón III y el hermano de
Maximiliano, entre otros. Su preciosa corona peligra. Sabe
que sin el apoyo de Napoleón III, el final de su imperio se
acerca.

Carlota recibió la negativa de Napoleón III respecto a tener


una entrevista con éste. Más ella no desistió, y continuó
insistiendo. Finalmente obtuvo una cita el 18 de agosto de
1866 en su hotel. Los acompañaban representantes del
imperio mexicano y representantes del gobierno francés, sin
embargo, la entrevista se dio sólo entre Carlota y Napoleón
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donde conversaron y luego de discutir el tema.


Desesperada le ruega a Napoleón III que la ayude a ella, a
Maximiliano y al imperio mexicano. Napoleón continúa con
su negativa, y sugirió la abdicación de Maximiliano.

Carlota sale de Paris, y va en busca de ayuda de la Iglesia


Católica. Llega con el Papa Pio IX. Debemos de recordar que
anteriormente habían tenido problemas con la iglesia por
establecer algunas de las posturas de Juárez, junto con la
masonería de Maximiliano. El Papa le hizo muchas promesas,
pero estar terminarían siendo sólo eso, promesas. El Papa
comienza a notar que Carlota empezaba a sufrir de problemas
mentales, paranoia debido a la desesperación que el hecho
de perder su imperio, su corona, su dignidad, y a su esposo.
Existe la teoría de que la causa de la locura de Carlota fue
debido a la ingesta de la seta teyhuinti, se dice que Carlota
fue con una herbolaria de la ciudad de México a la cual le
pidió ayuda para poder concebir. Llevaba oculta su identidad
con un velo, pero la herbolaria la reconoció, como la
herbolaria era partidaria de Benito Juárez le dio el veneno. Al
teyhuinti se le conoce como “la carne de los dioses “, se
emplea en soluciones muy diluidas, como un tónico, y que en
infusiones muy concentradas puede producir un estado de
locura permanente.
Maximiliano se enteró de la desgracia de su esposa cuando
más problemas tenían. Se quedo solo, sin dinero y los
hombres que lo trajeron ya estaban totalmente arrepentidos
de haberlo hecho. Muchas fueron las veces que había
pensado en abdicar de su puesto. De hecho, recorre el
Palacio de Chapultepec indicando las pertenencias a
embarcar, deja la mayoría de las habitaciones intactas pues
muchos objetos habían sido regalos al pueblo de México y no
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a la persona de él o la emperatriz. Sale sigilosamente rumbo a


Veracruz. En Orizaba se había organizado junto con los
conservadores de la región una multitudinaria manifestación
en apoyo a Maximiliano y para impedirle que se fuera.
Maximiliano decide quedarse entonces en Orizaba por un mes
para pensar que hacer. Cuando Maximiliano desea retoma la
idea de abdicar, su madre la archiduquesa Sofía, le manda
este mensaje: "prefiero verte muerto en las ruinas de tu
imperio mexicano que verte ser la vergüenza de la dinastía en
Europa". Por otro lado, Carlota, en un momento de lucidez, le
dice a Maximiliano que mientras hubiera emperador, habría
imperio. Le pedía que no abdicara. Maximiliano le dejo a sus
seguidores la decisión. Ellos le pidieron que no los dejara.

Carlota se Opone a la Abdicación de Maximiliano (Julio de


1866)

"Abdicar es condenarse, extenderse a sí mismo un certificado


de incapacidad, y esto solo es admisible en los ancianos o los
imbéciles, no es la manera de obrar de un príncipe de 34
años, lleno de vida y esperanza en el porvenir... Desde el
momento en que se aceptan los destinos de una nación, se
está a sus riesgos y peligros, nunca se tiene la libertad de
abandonarlos ... En tanto haya aquí un Emperador habrá un
imperio, incluso si le pertenecen solamente seis pies de tierra.
El imperio no es otra cosa que un Emperador. Que no tenga
dinero no es una objeción suficiente, pues se obtiene a
crédito, éste se gana con el éxito, y el éxito se conquista. Y si
no se tuviese crédito, ni dinero, se podría obtenerlo porque se
respira, y no se debe desesperar de sí mismo... El mandato
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de Juárez ha terminado. . . y no se cede el puesto a un


adversario de tal naturaleza. Tampoco se dice, como en una
casa de juego, que la banca ha saltado o que la farsa ha
terminado, y que se van a apagar las luces. Todo esto no es
digno de un príncipe de la casa de Habsburgo... Partir como
civilizadores, salvadores y regeneradores, y volver con la
explicación de que no hay nada que civilizar, nada que
regenerar y nada que salvar sería el mayor absurdo que hay
bajo el sol...No se abandona su puesto ante el enemigo. Los
reyes de la edad media esperaban por lo menos, antes de
entregar sus estados, que vinieran a quitárselos, y la
abdicación sólo se ha inventado desde que los soberanos
olvidaron montar a caballo en los días de peligro... Espero
poder hablar en este lenguaje al otro lado del mar".

Maximiliano se queda. Recibe el apoyo de sus más fieles


seguidores. El optimismo le entro como último remedio. Un
genio militar, el general Miguel Miramón, llegaba de Europa
dispuesto a derramar su sangre por él. Miramón había
participado en la batalla contra la invasión norteamericana.
Combatió contra los liberales y había sido presidente interino
de la republica conservadora en 1860. Cuando termina su
gobierno, partió a Europa. Vuelve a México ofreciendo sus
servicios a Maximiliano. Pronto el optimismo termino. Miramón
sufrió una terrible derrota en Zacatecas a manos del general
republicano Escobedo. El ejército de Juárez, comandado por
Porfirio Díaz, ganaba poder y territorio. Continuaron
extendiéndose. Luego de tres semanas y algunas
escaramuzas menores entre los ejércitos, el Gral. Tomás
Mejía que defendía la Ciudad de Matamoros se rindió. Con
esta victoria los liberales controlaban todo el norte del país.
Maximiliano que pensaba que su hermano abdicaría a su
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favor en Viena, pues él pensaba que tenía más apoyo popular


sigue considerando irse a Viena. Napoleón manda un
enviado, Francis de Castearnos, con un plan muy negativo:
ofrecerle el grueso del armamento francés y a su vez
desestabilizar al mismo gobierno de Juárez dando también
más armas a algún general conservador. A sabiendas de sus
intenciones, Maximiliano se niega a recibirlo y decide
enfrentar con honor su destino.

El día 24 de abril Mariano Escobedo en su campamento en


las afueras de Querétaro decide dar la batalla definitiva y la
última para el 27 de abril. Maximiliano tenía por cuartel
general el Cerro de las Campanas. Su comida era modesta,
similar a la de los demás, y se complementaba con pan que le
hacían las monjas del convento. A Maximiliano se le veía
sucio y desaliñado como si estuviese en el frente de batalla.
Padecía enfermedades gástricas-nerviosas. Maximiliano
acudía al frente de batalla para animar a su tropa y conocer la
situación de primera mano.

Derrota y Aprensión de Maximiliano

Maximiliano pudo escapar hacia el Cerro de las Campanas,


pero a las pocas horas fue rodeado y tuvo que entregar su
espada al Gral. Corona diciendo: "Esta espada es del
Pueblo de México". Maximiliano pidió que si debía de correr
sangre fuera únicamente de él y volvió a pedir amnistía
para sus tropas y oficialía. A Maximiliano se le dijo que no
era considerado como Emperador de México, sino como
Archiduque de Austria y que a partir de ese momento
quedaba en calidad de prisionero de la República". Se le
notificó que se consultaría con el presidente su petición.
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La vida de Maximiliano había quedado en manos de Benito


Juárez. Juárez utiliza una ley que el mismo Maximiliano había
impuesto en 1865, “todos los que pertenecieron a bandas o
reuniones armadas que no estén legalmente autorizadas,
proclamen o no algún pretexto político, cualquiera que sea el
número de los que formen la banda, su organización y el
carácter y denominación que estas dieren, serán juzgados
militarmente por las cortes marciales y si se declare que son
culpables, serán condenados a la pena capital.” Ésta noticia
no tardó en cruzar el Atlántico. En Europa hubo mucho
movimiento diplomático pidiendo a través de los embajadores
en E.U.A. que este país interviniera a favor de Maximiliano.
Aunque la mayoría de los gobiernos europeos, señalaban a
Napoleón III amo el asesino, por negarle su apoyo (siendo él
unos de los que lo habían instaurado en el trono) y haber
dejado al archiduque a su suerte. La condena dio la vuelta al
mundo, destacando en Europa donde los periódicos decían
que "el indio sacio su sed de sangre", algunos dibujaban a
Juárez vestido de indio norteamericano devorando con
grandes colmillos a Maximiliano. Muchos personajes
importarte intervinieron a favor de la vida de Maximiliano,
entre ellos Víctor Hugo y Giuseppe Garibaldi. Juárez recibió
miles de cartas y telegramas. Este responde que no puede
hacer nada ante la justicia. Luego de toda esta presión por la
vida de Maximiliano y el resto de los imperialistas, Juárez
concede tres días de retraso para el fusilamiento de
Maximiliano, el general Miguel Miramón y el general Tomás
Mejía. En esos días acuden más personas a ver a Juárez,
sobre todo mujeres. La esposa de Miramón va con sus dos
pequeños hijos a pedir por su esposo y la esposa del Gral.
Tomás Mejía hizo lo propio con un embarazo avanzado.
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Luego de lo cual dio a luz en el camino rumbo a Querétaro


donde el recién nacido pudo ser visto por su padre prisionero.
Apozar de las peticiones, Juárez se negó rotundamente.
Tenía que demostrar que cualquiera que atentara contra la
soberanía, independencia y libertad de su país tendría esa
sentencia. Al menos eso es lo que argumentaba

Hecho prisionero Maximiliano y sus generales, a la espera de


ser juzgados, el archiduque pensó en un primer momento que
la ayuda diplomática no se haría esperar, finalmente un
príncipe de la Casa Imperial de Austria se encontraba en
peligro. Sin embargo, en la mente de Maximiliano persistía la
idea de seguir siendo el emperador de México, cuando las
circunstancias evidenciaban que él ya no era emperador,
ahora la realidad le demostraba que era un preso de las
fuerzas republicanas, un reo del gobierno de la República a la
que él invadió y en la que estableció “su” imperio. Un imperio
ilegítimo e, incluso, una invasión en la que se omitió, al entrar
al país, el hecho de redactar una declaración de guerra a fin
de derrocar a un gobierno republicano, legal, legítimamente
constituido y vigente. En calidad de preso y usurpador,
Maximiliano sólo podía confiar en sus abogados, en los
miembros de su séquito y en un milagro para salir de una
situación complicada y muy grave. El gobierno republicano se
estableció en San Luis Potosí, hasta ahí viajó su presidente
don Benito Juárez, pues la capital del país se encontraba en
sitio por las fuerzas republicanas al mando del general Porfirio
Díaz. La ciudad de Querétaro y el archiduque habían caí-do,
pero en la capital aún se libraban batallas entre las huestes
imperiales y republicanas que, en ambos casos, no se habían
enterado todavía de la caída de Querétaro y su principal
protagonista.
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Fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo

A las cuatro de la mañana del 19 de junio, el sacerdote


Manuel Soria y Breña se presentó en la celda de Maximiliano,
le encontró despierto, vestido y aseado de su rostro y cabello.
Ambos se dispusieron a iniciar conforme a los cánones de la
Iglesia católica el rito de confesión. Los generales Miramón y
Mejía hacían lo mismo en las celdas contiguas. Pasada una
hora, se ofició una misa reunidos los tres reos. Al cuarto para
las seis de la mañana, se dispuso el desayuno para
Maximiliano, café, pan, pollo y vino tinto. A las seis de la
mañana el coronel Miguel Palacios arribó a la prisión de las
Capuchinas. Escoltado por una guardia de soldados, invitó a
los reos a salir de la prisión en donde tres carruajes les
esperaban junto con decenas de soldados que les habrían de
escoltar. Maximiliano, junto con su sacerdote, subieron al
carruaje y toda la comitiva se dirigió al cerro de las
Campanas. En el trayecto fue notoria la curiosidad de muchos
que, por las calles y ventanas de sus casas, veían partir
rumbo al patíbulo a aquel que una vez fuera llamado
emperador de México. Había quedado atrás el protocolo
imperial, las reverencias, la pompa de otros ayeres, el rito
cortesano con su glamur y el emperador con sus sueños y sus
ideas. Se daba paso a un reo condenado a muerte, a un
usurpador con dos traidores. La República hacía gala de un
triunfo de la soberanía nacional sobre el enemigo invasor. La
ejecución de Maximiliano habría de confirmar aquel triunfo
nacional para memoria de todas las generaciones y mensaje
al mundo de que en México existía una soberanía
insoslayable y un derecho de gentes que debía ser respetado
y recordado siempre. En el cerro de las Campanas ya todo
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estaba dispuesto. Se había improvisado un paredón con


adobes, 4,000 soldados republicanos en torno al sitio se
encontraban formados, lucían sus uniformes con gallardía,
con alta dignidad y honor; un silencio imperturbable esperaba
el arribo de los condenados a muerte. A lo lejos se
contemplaba el cortejo que paulatinamente se aproximaba al
lugar, el pelotón de ejecución marcialmente esperaba el
momento, todo se tradujo en tiempo y espera. Al llegar los tres
carruajes bajaron los reos acompañados de sus sacerdotes y
algunos extranjeros, Maximiliano con actitud serena les dijo a
sus compañeros “Vamos señores”. Se le encaminó al paredón
en donde ya se encontraban los pelotones de fusilamiento.
Algunos curiosos del pueblo se aproximaron al lugar y a una
distancia moderada veían impasibles aquellas escenas.
Maximiliano sacó de su bolso un puño de monedas de oro que
repartió entre los soldados del pelotón, les pidió de favor que
le apuntaran al pecho, asimismo cedió su lugar al centro al
general Miramón situándose a la izquierda de éste y exclamó:
“Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y
libertad de México, que mi sangre selle las desgracias de este
país. ¡Viva México! “Enseguida Miramón exclamó: “Mexica-
nos, protesto contra la mancha de traidor que se ha querido
arrojarme para cubrir mi sacrificio. Muero inocente de este
crimen y perdono a sus autores, esperando que Dios me
perdone y que mis compatriotas aparten tan fea mancha de
mis hijos haciéndome justicia”. Maximiliano separó su larga y
rubia barba echándola hacia sus hombros y mostró su pecho.
Se dio la indicación al pelotón y a la voz de ¡fuego! se
detonaron las descargas mortales. Maximiliano recibió seis
balas y cayó boca arriba, aún contuvo un poco de vida y, con
los ojos abiertos, quiso levantar el brazo derecho moviéndose
ligeramente de derecha a izquierda y exclamando con voz
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entrecortada “¡hombre! “El jefe del pelotón se acercó al


cuerpo, ordenó a uno de sus soldados le diera el tiro de gracia
apuntando al corazón y disparando a quemarropa. Se oyó la
detonación y Maximiliano expiró. Sus ropas prendieron fuego
a lo que hubo necesidad de arrojar un poco de agua.
Terminaba así la vida del archiduque de Austria y su sueño
imperial en México.

Discurso de Juárez al restablecerse la República Benito


Juárez, Presidente Constitucional de la República
Mexicana Mexicanos:

El gobierno nacional vuelve hoy a establecer su residencia en


la ciudad de México, de la que salió hace cuatro años. Llevó
entonces la resolución de no abandonar jamás el
cumplimiento de sus deberes, tanto más sagrados cuanto
mayor era el conflicto de la nación. Fue con la segura
confianza de que el pueblo mexicano lucharía sin cesar contra
la inicua invasión extranjera, en defensa de sus derechos y de
su libertad. Salió el gobierno para seguir sosteniendo la
bandera de la patria por todo el tiempo que fuera necesario,
hasta obtener el triunfo de la causa santa de la independencia
y de las instituciones de la República. Lo han alcanzado los
buenos hijos de México, combatiendo solos, sin el auxilio de
nadie, sin recursos, sin los elementos necesarios para la
guerra. Han derramado su sangre con sublime patriotismo,
arrostrando todos los sacrificios, antes que consentir en la
pérdida de la República y de la libertad. En nombre de la
patria agradecida, tributo el más alto reconocimiento a los
buenos mexicanos que la han defendido y a sus dignos
caudillos. El triunfo de la patria, que ha sido el objeto de sus
nobles aspiraciones, será siempre su mayor título de gloria y
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el mejor premio de sus heroicos esfuerzos. Lleno de confianza


en ellos procuró el gobierno cumplir sus deberes, sin concebir
jamás un solo pensamiento de que le fuera lícito menoscabar
ninguno de los derechos de la nación. Ha cumplido el
gobierno el primero de sus deberes, no contrayendo ningún
compromiso en el exterior ni en el interior, que pudiera
perjudicar en nada la independencia y soberanía de la
República, la integridad de su territorio o el respeto debido a
la Constitución y a las leyes. Sus enemigos pretendieron
establecer otro gobierno y otras leyes, sin haber podido
consumar su intento criminal. Después de cuatro años, vuelve
el gobierno a la ciudad de México, con la bandera de la
Constitución y con las mismas leyes, sin haber dejado de
existir un solo instante dentro del territorio nacional. No ha
querido, ni ha debido antes el gobierno y menos debiera en la
hora del triunfo completo de la República, dejarse inspirar por
ningún sentimiento de pasión contra los que lo han combatido.
Su deber ha sido, y es, pesar las exigencias de la justicia con
todas las consideraciones de la benignidad. La templanza de
su conducta en todos los lugares donde ha residido ha
demostrado su deseo de moderar, en lo posible, el rigor de la
justicia, conciliando la indulgencia con el estrecho deber de
que se apliquen las leyes, en lo que sea indispensable, para
afianzar la paz y el porvenir de la nación. Mexicanos:
encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a
consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios será
eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los
derechos de todos los habitantes de la República.
Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos.
Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al
derecho ajeno es la paz. Confiemos en que todos los
mexicanos, aleccionados por la prolongada y dolorosa
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experiencia de las calamidades de la guerra, cooperaremos


en adelante al bienestar y a la prosperidad de la nación, que
sólo pueden conseguirse con un inviolable respeto a las leyes
y con la obediencia a las autoridades elegidas por el pueblo.
En nuestras libres instituciones, el pueblo mexicano es el
árbitro de su suerte. Con el único fin de sostener la causa del
pueblo durante la guerra, mientras no podía elegir sus
mandatarios, he debido, conforme al espíritu de la
Constitución, conservar el poder que me había conferido.
Terminada ya la lucha, mi deber es convocar desde luego al
pueblo para que, sin ninguna presión de la fuerza y sin
ninguna influencia ilegítima, elija con absoluta libertad a quien
quiera confiar sus destinos. Mexicanos: hemos alcanzado el
mayor bien que podíamos desear, viendo consumada por
segunda vez la independencia de nuestra patria. Cooperemos
todos para poder legarla a nuestros hijos en camino de
prosperidad, amando y sosteniendo siempre nuestra
independencia y nuestra libertad.

CONCLUSION
En nuestra investigación acerca de la etapa del segundo
imperio, podemos darnos cuenta de los constantes cambios
que ha habido a lo largo del tiempo y que sin duda alguna han
consolidado la forma de organización política actual.
La diversidad de pensamientos en el ser humano es muy
variada y a la necesidad de organización en una nación en
sociedades no siempre se está conforme debido a ciertos
intereses.

La época del imperio de Maximiliano fue de gran


trascendencia para la restauración del gobierno republicano
en México. Con la investigación pudimos observar que
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además de ser un hecho interno vivimos en un mundo donde


existen los intereses internacionales.

Maximiliano, fue de alguna manera manejado para que se


llevarán a cabo las exigencias del grupo conservador, sin
embargo, al llegar a México llega a considerarlo como su
propia patria, sin embargo, las diferentes leyes que fueron
establecidas durante el mandato de Benito Juárez que
establece que no debería intervenir naciones ajenas, no tuvo
la libertad de establecer la autoridad como él lo quería. 

En los hechos de la historia, desafortunadamente se llevan a


cabo revueltas sociales, que han llevado a los
enfrentamientos armados.

Las diferencias de ideologías llevaron al gran descontento y la


sentencia final de Maximiliano, que sin duda alguna fue
definitiva para el término del dominio que Francia quería
imponer en México y a la entrada de Benito Juárez la
instauración del sistema republicano y el triunfo del grupo con
ideas liberales.

Una frase muy conocida siempre ha sido y será que “Los


pueblos que olvidan su historia están obligados a repetirla”, tal
vez toda nuestra historia hubiera sido muy diferente si
hiciéramos caso a esta frase. Por eso es que se considera tan
importante estudiar nuestra historia, y la de nuestro país, para
poder algún día cambiarla.

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pp.917-922, 923-930, 931-944, 945-955, 956-963, 964-967 y
969-977

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