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El descuido y la

inseguridad están
deteriorando los parques
de Cali
Hace tiempo que en el Parque del Acueducto, ubicado al Oeste de Cali, se
respira algo más que aire. El olor a marihuana se volvió parte del entorno, lo
que despertó el temor entre los habitantes de San Antonio. “Es que transitar
por aquí se volvió complicado. El parque es bonito, pero muy inseguro ”, dijo
Cenón Hurtado, quien durante 25 años ha vivido cerca del parque y ahora ve
con asombro como ‘jíbaros’ e indigentes se tomaron el lugar. “Mis niños me
dicen que los traiga al parque, pero nunca venimos. Me dan miedo esos
muchachos que mantienen fumando sus cosas por ahí”, dijo Martha Perea,
otra de las vecinas.Como el Parque del Acueducto, otras zonas verdes han
dejado de ser un punto de encuentro para las familias de Cali y se convierten
en foco de problemas. Drogas, robos, descuido e indiferencia aquejan a
varios parques del norte, oeste y sur de la ciudad.Frente a las quejas, Efraín
Sierra, director del Dagma, dice que pese a que se están limpiando, podando
y recuperando los parques, la comunidad no está asumiendo la
responsabilidad de su mantenimiento. “Los parques no se ensucian porque
sí. Nosotros hacemos la intervención, gastamos recursos y al mes lo
encontramos nuevamente el deterioro. No ayudan a cuidar el espacio ”,
explicó Sierra, quien reconoció además que hacen falta esfuerzos conjuntos
entre Secretaría de Gobierno y Policía para mantener el orden.Drogas
invaden Parque del Acueducto La soledad es el detonante del deterioro que
está sufriendo este pulmón ecológico del Oeste de Cali. Grupos numerosos
de jóvenes se tomaron el parque para consumir droga, aprovechando la
ausencia de las autoridades. Los indigentes diariamente duermen y se bañan
en las quebradas del parque. “No hemos podido ponernos de acuerdo para
concretar una intervención al parque”, aseguró Sonia Avella, vocera de la
junta de acción comunal de San Antonio. Abandono en el Parque de la
Música“ Ese parque no tiene dueño”, es lo que aseguró Jorge Fernando
Villegas, presidente de la Junta de acción comunal (JAC) del barrio Santa
Mónica. Villegas explicó que el parque pertenece a un privado y que por eso
la comunidad se ve impedida para recuperar el lugar. “Esto nos está
perjudicando porque el parque se convirtió en casa de indigentes y
expendedores de vicio”, dijo Marina Lozada, habitante de la zona, agregando
que los problemas de inseguridad cada vez son más frecuentes. “Pasar por
este lugar después de las seis de la tarde es un peligro, roban mucho ”,
denunció Lozada. Parque Tequendama, con maleza e invasores El lugar que
durante años fue motivo de orgullo para el barrio Nueva Tequendama, hoy es
un dolor de cabeza para sus habitantes. Vecinos aseguran que el parque se
convirtió en el punto de encuentro para personas no gratas. Según Margarita
Molina, vecina del sector, ahora indigentes, drogadictos y parejas que tienen
sexo en el espacio público permanecen en este sitio sin ningún tipo de
control. La limpieza también se convirtió en un problema. Según Hugo
Becerra “el parque sólo lo podan cada dos meses, a eso se le suman las
basuras que se acumulan. No se ve bien”. Los piperos del Parque Alameda El
punto negro de este parque, cuentan sus vecinos, es la presencia de
consumidores de licor. Los vecinos los conocen como ‘piperos ’ y se
caracterizan por consumir alcohol de mala calidad que consiguen a bajos
precios en algunos lugares aledaños al sector. “Usted los encuentra a toda
hora, incluso al mediodía, ellos almuerzan con trago”, aseguró Jeremías Ruiz,
residente del barrio Alameda. Indigentes y expendedores de drogar también
convergen en esta zona, pese a la presencia de los guardas cívicos, que según
algunos vecinos “no tienen autoridad para sacarlos”.Senderos peligrosos en
el Parque del Perro“Las raíces de los árboles destruyeron los caminos, ya no
hay pasto y nunca llegaron las obras de remodelación”. Así describió Mireya
Silva el lamentable estado de uno de los parques emblemáticos del barrio
San Fernando Viejo. El Dagma ya ofreció $22 millones para realizar obras de,
limpieza y jardinería, pero puso como condición reunir $8 millones por parte
de la comunidad. “Nos faltan $4 millones y tenemos que ver si las empresas
privadas del sector nos pueden colaborar con lo que falta”, aseguró
Catherine Dupriez, presidenta de la junta de acción comunal del
barrio.Invasión en El IngenioPese a que la Secretaría de Gobierno realiza dos
veces por semana operativos de control de espacio público, los vendedores
ambulantes continúan siendo un problema en el Parque del Ingenio. “Esto no
podemos acabarlo de un día para otro”, aseguró Esperanza Sandoval
subsecretaria de seguridad y convivencia de Cali. La comunidad tiene
múltiples preocupaciones con el manejo de alimentos y la contaminación a la
cuenca del río Meléndez. Nora Valenzuela, vocera del barrio, aseguró que la
inseguridad y prostitución son otros problemas permanentes

Los niños también se mueren de hambre en


Magdalena

A las denuncias sobre la desnutrición de los niños en la Alta Guajira, se le


puede sumar  las presentadas por la emisora Radio Galeón de Caracol sobre
el estado de abandono y desnutrición de los niños en la alta Sierra Nevada de
Santa Marta, en inmediaciones del corregimiento de Palmor, vereda Sierra
Morena, jurisdicción de Ciénaga, Magdalena. Allí el hambre, la sed y el
abandono del Estado se reflejan en la población más vulnerable como son los
niños. Un Estado que descuida a la primera infancia es una vergüenza en su
política de atención social, donde su política de Estado a la población
indígena es sumamente excluyente, corrupta y vergonzosa ya que está
supeditada a los protocolos de entidades negligentes que como el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar y las mismas entidades gubernamentales
descuidan la atención básica a dichas comunidades para después entrar con
paliativos que en nada solucionan el problema de raíz, como es la atención
en salud, educación, saneamiento básico, permanentes.
La extrema pobreza de las comunidades indígenas en la parte alta de la
Guajira y de la Sierra Nevada de Santa Marta no es ajena a la que sufren las
demás comunidades nativas del país. Las culturas indígenas están bajo
amenaza de desaparición. Los pueblos indígenas siguen presentando los
peores índices de pobreza, desempleo y analfabetismo; representan la
tercera parte de la población más pobre del mundo, y en todos los países
viven en condiciones alarmantes. Los indígenas en Colombia subsisten de una
forma grave, crítica y profundamente preocupante, además de reflejar la
inoperancia de una legislación avanzada y la poca efectividad de la
institucionalidad responsable. En pocas palabras, Colombia cuenta con leyes
y normas progresistas, tanto a nivel nacional como por su obligación de
cumplir con el derecho internacional, pero en la práctica, esas medidas no
sirven para proteger los derechos de los pueblos indígenas.
Las Alertas Tempranas, los Informes de Riesgos, los Planes de Salvaguarda y
de las denuncias de las autoridades y líderes de los pueblo indígenas, son
atendidas después que se denuncian como última instancias por los medios
de comunicación; una clara muestra que se les da a estas comunidades en su
trato de respetar sus derechos.

Oxfam Intermón propone una renta


contra la pobreza del 30% del
salario medio
En España hay más de cuatro millones de personas que viven en la pobreza
severa, la que se da cuando alguien no llega al 40% de la mediana de la renta.
Y, además, las administraciones no son eficaces a la hora de reconducir la
situación: el 20% de familias más ricas recibe tres veces más transferencias
de dinero público que el 20% de las más pobres. Para solucionarlo, Intermon
Oxfam propone la creación de una renta garantizada contra la pobreza
equivalente al 30% del salario medio (591 euros actualmente, según sus
cálculos) para quienes estén en peor situación o complementos para los que
no estén en esos umbrales. En total, los números de esta ONG dicen que el
coste neto ascendería a 6.405 millones.
La propuesta de Oxfam recuerda en varios aspectos a la que hizo la Autoridad
Fiscal a mitad de 2019. Estaría gestionada por la Administración central y
sería compatible con la percepción de un salario. También estaría
estructurada en dos tramos en función de si el beneficiario está en situación
de pobreza severa o en riesgo de pobreza (ingresos entre el 40% y el 60% de
la mediana). En el primer caso, la ayuda ascendería al 30% del salario medio y
tendría complementos de 150 euros al mes por menores a cargo; en el
segundo, que busca eliminar “las limitaciones con las que crecen los niños en
pobreza”, el subsidio consistiría en un complemento de 100 euros mensuales
por hijo o 150 si la familia es monoparental.
Sin embargo, hay puntos en los que ambas propuestas se separan. Las
cuantía que pone Oxfam sobre la mesa son superiores y sus referencias a la
hora de determinarla –el sueldo medio y no el IPREM (Indicador Público de
Rentas Múltiples)- difieren. También cambian los detalles en los
solapamientos de ayudas y subsidios. Esto se traduce en un gasto algo mayor
en el caso de Oxfam, 6.405 millones frente a 5.500 millones.
Para financiar esa cantidad, la ONG también propone un aumento de la
recaudación fiscal y pone sobre la mesa varias alternativas. Una pasa por el
aumento del impuesto de sociedades incrementando su base imponible a
través de lar educción de la exención por la doble tributación interna e
internacional, la eliminación del régimen de las entidades de tenencia de
valores extranjeros o de algunas deducciones lo que suponía un incremento
de los ingresos de hasta 4.050,3 millones. Mediante cambios en el impuesto
de patrimonio y en el IRPF, aproximando los tipos de las rentas del capital a
las del trabajo, aumentarían los fondos en 2.526,2 millones y en 1.136,4
millones, respectivamente.
“La pobreza severa afecta al 9,18% de la población española actualmente.
Con nuestra propuesta se reduciría al 0,67%, casi cuatro millones de
personas saldrían de la pobreza severa”, dice Liliana Marcos, coautora del
informe. “Queremos dejar a un lado indicadores como el IPREM o el salario
mínimo, vinculados a la voluntad política. El IPREM, por ejemplo, lleva
prácticamente una década congelado”, justifica Marcos. El informe también
defiende la utilización del salario medio porque puede permitir un ajuste
automático durante las crisis si los sueldos bajan.
La salida de la pobreza severa de cuatro millones de personas supondría
rebajar su incidencia en la sociedad española del 9,18% al 0,67%. Además, se
reduciría la desigualdad en 3,8 puntos medida según el índice de Gini (en el
que el 0 es la igualdad absoluta y 100 en otro extremo): del 33,2 al 29,4.

La decisión de Estrasburgo es una


derrota más en una guerra que
estamos perdiendo
La Lhisteria antinmigración tiene un efecto similar al de los vertidos de
petróleo en el mar. Los restos de chapapote pueden ser localizados lejos del
lugar del accidente y sus consecuencias son percibidas durante años. Cuando,
a mediados de la pasada década, España tuvo que hacer frente en solitario a
un incremento de las llegadas de inmigrantes irregulares por la frontera Sur,
el gobierno del presidente Zapatero echó mano de todas las herramientas a
su alcance –presupuestarias, legales y semilegales– para bloquear las rutas
del Estrecho y hacia Canarias. Esta ofensiva, que definió el futuro de las
políticas migratorias de nuestro país, incluía las devoluciones en caliente
que acaba de bendecir el Tribunal de Estrasburgo, pero también otras
medidas como el uso de la ayuda al desarrollo como lubricante de los
acuerdos de control y repatriación con los países africanos.
En aquel momento Europa levantó una ceja y protestó desinteresadamente.
15 años después, el conjunto de la Unión ha llevado a escala la experiencia
española y ha convertido en regla lo que nunca debió ser más que una
excepción.
La historia es conocida. En 2014-2015 los conflictos en Oriente Próximo y
África provocaron el desplazamiento forzoso de millones de personas. Para
Europa, la emergencia humanitaria desembocó en una crisis institucional
auto-inducida y en un aparatoso fracaso del sistema europeo de acogida. El
miedo contaminó las acciones de los Estados miembros mucho más allá de
un cierre temporal de las fronteras y provocó una suerte de bomba política
de racimo de la que no se ha salvado casi nada.
El sistema de asilo y refugio es hasta hoy mismo una víctima colateral de esta
doctrina. Pero si creen que la decisión que ha tomado el Tribunal de
Estrasburgo es un problema, échenle un vistazo a las consecuencias sobre el
modelo europeo de cooperación internacional. Desde que se desencadenase
la llamada “crisis de refugiados”, la ayuda al desarrollo fue puesta al servicio
de una estrategia antinmigratoria en origen y en frontera. Los 6.000 millones
de euros prometidos al cuestionado régimen de Erdogan a cambio de cerrar
la ruta del Este fueron en su momento el ejemplo más sonado, pero el daño
principal de esta lógica se ha hecho sentir en un lugar diferente: el continente
africano.
El Fondo Fiduciario de Emergencia para África de la UE nació en 2015 para
apuntalar la política europea de control migratorio. La pomposa retórica de
la Cumbre de la Valeta hablaba de “abordar las causas raíz” de los
desplazamientos procedentes del continente –tanto los forzosos como los
voluntarios– y mejorar la coordinación en materia de protección y migración
legal. La financiación para un período de cinco años sería de más de 4.000
millones de euros destinados a programas de desarrollo y fortalecimiento
institucional.
En su interpretación más inocente, las aspiraciones de este fondo constituían
un ejercicio de fantasía económica y política. Si algo sabemos de siglo y
medio de migraciones masivas es que no emigra el que quiere, sino el que
puede. De modo que la movilidad humana se intensifica cuando los
individuos adquieren un nivel mínimo de capital económico y educativo. En
otras palabras, el potencial éxito de estos programas de desarrollo
incrementaría los flujos migratorios desde África hacia Europa, más que
reducirlos.
En el caso del desplazamiento forzoso, hay que ser muy ingenuo o muy cínico
para pensar que unos proyectitos aquí y allá van a poner fin a conflictos
encostrados en la región africana desde hace décadas (y en los que la
industria europea de defensa invierte generosamente).
Pero la ingenuidad no es uno de los defectos de los gobiernos de la UE, para
los que la política migratoria tiene mucho más de realpolitik que de realismo
mágico. Desde el minuto uno, los atemorizados líderes europeos vieron en
estos fondos una eficaz herramienta de chantaje o soborno para garantizar la
complicidad africana en su estrategia de cierre de fronteras. Y no se
equivocaban, porque cinco años de existencia del Fondo Fiduciario para
África han demostrado todo lo que un palo y una zanahoria pueden hacer
para convertir unas rutas migratorias en un verdadero infierno en la tierra.
Un documento publicado hace pocos días por la ONG internacional Oxfam
nos permite por primera vez comprender las magnitudes y orientación de
este esfuerzo. A pesar de las mejoras introducidas en respuesta a las críticas
del Tribunal de Cuentas Europeo, los 3.900 millones gastados hasta la
primavera pasada a través de esta herramienta siguen reflejando mucho
mejor las prioridades de los donantes que las de los países receptores. Decía
Oxfam: “Nuestra investigación (…) revela que el gasto en Ayuda Oficial al
Desarrollo está cada vez más atado al deseo de la UE por frenar la
inmigración irregular y alcanzar acuerdos con los países africanos para la
repatriación de sus nacionales”. Esta deriva aparece reflejada con crudeza en
las reuniones del Consejo Estratégico del Fondo Fiduciario y en las
condiciones impuestas a Estados paupérrimos como los del Sahel. La
impudicia europea llega hasta el punto de introducir los retornos de
emigrantes como indicadores de éxito de los programas de desarrollo. O de
considerar espacio seguro a un Estado fallido como Libia.
Paradójicamente, el único vínculo entre cooperación y migraciones que
podría tener verdadero impacto contra la pobreza africana es precisamente
el que la UE ha decidido ignorar. En casi cinco años de programa, Europa ha
gastado tan solo 56 millones de euros (1,5% del total de los fondos) en la
promoción de vías legales y seguras de migración. Mientras nosotros
jugamos a “ayudarles a no emigrar”, en 2018 las remesas multiplican por
dos toda la ayuda destinada por los países ricos a África subsahariana.
Este fondo es una catástrofe ética y política. A menudo hace lo opuesto de lo
que predica, y en casi todas las demás ocasiones consigue lo contrario de lo
que persigue. Lo peor es que constituye una imagen ajustada de unas
políticas migratorias en las que el miedo ha llevado a democracias liberales
de alto standing a cruzar líneas rojas en todas las direcciones. No hay
institución o política que no hayan quedado contaminadas por la obsesión
del control de fronteras. La decisión del Tribunal de Estrasburgo es una
derrota en un frente fundamental y sensible para España. Pero esta es solo
una batalla de una guerra más amplia y que estamos perdiendo.

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