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Dos millones de personas se dedican al reciclaje de manera informal en América Latina, una
labor clave en un continente que apenas reutiliza un 10% de la basura que genera. La covid-
19 los ha puesto contra las cuerdas
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Una recicladora con mascarilla clasifica material reciclable en una nave de una asociación de
recicladores de Bogotá. JAVIER SULÉ
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Tanto suspender el reciclaje como declararlo actividad esencial tuvo consecuencias. “Si paras,
se ha de considerar que es temporal, pero los recicladores van a tener que seguir subsistiendo
de alguna manera. Y como servicio esencial hay un riesgo porque expones a los trabajadores al
virus, y han de hacer su labor con la protección y seguridad adecuada”, dice Alfredo Rihm,
especialista sénior en gestión de residuos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En Ecuador hay toque de queda a partir de las dos de la tarde. Las actividades vinculadas al
reciclaje se encuentran suspendidas y quienes trabajan en el sector llevan tres meses sin poder
hacerlo. La situación podría alargarse hasta julio, y el Gobierno no ha atendido las necesidades
del gremio. Tan solo recibieron un bono de 120 dólares por parte de dos fundaciones privadas.
“Los recicladores vivíamos al día. A veces hemos pensado saltarnos el toque de queda porque
ya no tenemos de dónde. Con las compañeras decimos: ‘protejámonos, pero salgamos,
arriesguémonos, que si la policía nos multa les explicaremos que tenemos que dar de comer a
la familia y pagar el alquiler'. En Ecuador, el 75% de los recicladores somos mujeres y ver llorar
a nuestros hijos y nietos de hambre no es fácil”, denuncia por teléfono Elvia Pizuña, recicladora
desde niña en Quito, la capital, y hoy también dirigente de la Red Nacional de Recicladores del
Ecuador (Renarec) que agrupa a 1.300 recicladores.
ampliar fotoUna nave de acopio de material reciclable en Bogotá donde ahora los recicladores
tomaron la decisión de dejar lo reciclado en cuarentena durante cinco días antes de
manipularlo y clasificarlo. JAVIER SULÉ
En Brasil se estima que unas 400.000 personas se dedican al reciclaje. Telines Basílio do
Nascimento Júnior, más conocido como Carioca, es el presidente de la Cooperativa
Coopercaps en la ciudad de São Paulo y lleva también dos meses en casa sin trabajar.
Para Carioca, la basura lo es casi todo. Siempre dice que le salvó la vida porque lo sacó de la
calle y las drogas, pero nunca vivió una situación como la actual. El número de contagiados en
Brasil por coronavirus supera el medio millón y las muertes se acercan a las 30.000. São Paulo,
el estado más poblado del país, concentra más de un cuarto de los muertos por covid-19.
Ante la situación, los 1.100 recicladores de las 25 cooperativas paulistas decidieron parar. La
populosa urbe brasileña, en desavenencia con el presidente Jair Bolsonaro, sí estuvo confinada
de forma estricta por orden de sus autoridades locales. Si bien ahora flexibilizó la cuarentena,
los recicladores continúan sin salir. Contaron con el apoyo del alcalde de la ciudad Bruno
Covas, que confinó a su ciudad en desavenencia con el presidente, Jair Bolsonaro. “Tenemos
una ayuda de 1.200 reales, unos 200 euros, por tres meses de la alcaldía que nos permite
quedarnos en casa y llevar mejor la cuarentena. Sin embargo, hay otros 9.000 recicladores no
formalizados que no tienen apoyo. No sabemos cuándo volveremos a trabajar, pero la
cuarentena debe continuar porque São Paulo es el epicentro de la pandemia en el Brasil”,
explica Carioca a través de una conversación por WhatsApp.
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Trabajar con residuos siempre fue arriesgado para los recicladores, expuestos a toda clase de
enfermedades. El coronavirus les ha llenado de nuevos miedos
En buena parte del Caribe y Centroamérica, la situación de los recicladores es crítica. Con
excepción de Nicaragua, el acceso a los vertederos a cielo abierto donde la gran mayoría
recupera residuos ha sido prohibido. A diferencia de América del Sur, estos trabajadores no
están organizados ni cuentan con reconocimiento de las autoridades, por lo que acceder a
posibles ayudas estatales se les hace muy difícil. En República Dominicana existe un riesgo
importante de crisis humanitaria para la gran cantidad de haitianos que trabajan en
vertederos. Solo en El Salvador, en algunos casos, han recibido un bono de unos 250 euros o
canastas con víveres.
Buenas prácticas
Vivanco, de la IRR, aboga por la reactivación paulatina de los programas de reciclaje inclusivo y
del trabajo de los recicladores de base definiendo unos protocolos para salvaguardar su salud,
higiene y seguridad. En esa línea, acaban precisamente de publicar, elaborado por la
Fundación Avina, una guía de buenas prácticas con información y orientaciones para el
cuidado, la higiene y la seguridad laboral en el desarrollo de este trabajo en plena pandemia.
Una de las partes habla sobre cómo evitar los riesgos a los que se enfrentan por entrar en
contacto directo con materiales que puedan estar contaminados. Y es que mucho se ha
hablado sobre el comportamiento y la durabilidad del virus en determinadas superficies y
materiales que algunos estudios indican que en el caso del cartón y el papel sería de un día, de
tres en el plástico, cuatro en el vidrio o cuatro horas en el cobre.
ampliar fotoColombia, pese al estricto confinamiento, es uno de los pocos países de América
Latina donde el reciclaje se consideró esencial y se permite trabajar a los recicladores. JAVIER
SULÉ
Trabajar con residuos siempre fue arriesgado para los recicladores, expuestos a toda clase de
enfermedades. Ahora, el coronavirus les ha llenado de nuevos miedos. “Es preocupante
sentarte en la casa y estar atada de manos sin poder trabajar, pero también analizar que
afuera hay un peligro tan grande porque, si me contamino, pongo en riesgo a mi familia y a
todo mi entorno. En Ecuador fallecieron tres personas que trabajaban en vertederos”, dice
preocupada Elvia Pizuña. En Brasil ha habido también algún positivo entre este gremio, pero es
difícil predecir si la causa ha sido el contacto con materiales contaminados.
En cualquier caso, los miembros de este colectivo saben que, cuando retomen su labor,
deberán replantearse la forma de trabajar y adaptarse a la nueva realidad. Pero, si no hay un
esfuerzo de Gobiernos e industria, ellos no van a poder comprar equipos de autoprotección
como ropa adecuada, guantes, tapabocas o gafas. “Estamos hablando de dos millones de
personas; difícilmente vamos a poder llegar a todos en una primera etapa, pero de la mano de
las organizaciones hay que hacer que se cumplan los protocolos por dos razones: Una, por la
propia seguridad de ellos y otra, para que la ciudadanía no cambie la forma como estaba
empezando a percibir al reciclador. Costó mucho cambiar la imagen y que lo dejaran de ver
como un habitante de calle que esculcaba en la basura. Ahora ni mucho menos quisiéramos
que lo vieran como un transmisor del virus, sino como alguien que está haciendo su trabajo de
la mejor manera posible”, dice Jadira Vivanco.
Es el caso de Bogotá, donde los que realizan las rutas de recolección diferenciada están
saliendo a la calle con la mayor protección posible y con protocolo de lavado de manos cada
media hora. El material que recolectan lo ponen en cuarentena en el centro de acopio durante
cuatro días y se fumiga. Sin embargo, una de las consecuencias de extremar la precaución es
que producen bastante menos porque, por temor a la presencia del virus, tomaron como
medida no esculcar todas las bolsas como hacían antes y recoger solo las más escasas, de color
blanco, donde teóricamente los ciudadanos ponen lo que se puede recuperar. El otro
inconveniente es que la industria que compra el material está prácticamente cerrada.
Los recicladores vivíamos al día. A veces hemos pensado saltarnos el toque de queda
Nadie sabe muy bien cómo será la etapa de la postpandemia. Latinoamérica no era un modelo
de eficiencia de reciclaje ni de economía circular, pero había iniciado un camino interesante en
esa dirección para convertir la basura en un insumo con valor para la economía y un activo
para la sociedad con valientes políticas de reciclaje inclusivo. De la mano con organizaciones y
cooperativas, el reciclaje informal, siempre estigmatizado e invisibilizado, venía
fortaleciéndose, reivindicando derechos e incidiendo en la construcción de políticas públicas
con la meta de formalizar a los recicladores como prestadores de un servicio público como es
la recolección de residuos reutilizables.
Una vez se retome cierta normalidad, los que tanto trabajaron por esta realidad en el
continente y los propios recicladores esperan que no haya un retroceso de lo conseguido. “No
creo que haya una involución, pero hay que ver como recuperamos lo que se hizo antes e
incorporamos lecciones aprendidas en esta crisis que nos permitan repensar todo aquello que
sea necesario”, considera Alfredo Rihm, del BID. En la misma línea se expresa desde Honduras
su colega Estrella Peinado, especialista en temas de reciclaje inclusivo y economía circular
del BIDLAB: “El reciclaje se tiene que recuperar tan pronto como sea posible para no cargar los
sistemas de recolección y disposición final de la basura. Hay que seguir incentivando la
separación en la fuente; la domiciliaria, y la industrial, y no perder lo ganado. No nos podemos
permitir que ni este ni otros temas medioambientales pasen a un segundo plano”.