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Aquel avioncito amarillo

El avión planeó susurrando por encima de los árboles, y cuando las ruedas tocaron la
hierba, la hélice seguía girando silenciosamente. El aparato rodó unos cincuenta metros
sobre el suelo, dio vuelta y se acercó a un grupo de personas que charlaban afuera de un
diminuto hangar. Un letrero pintado a mano decía: “Paseos en avión dos dólares”.
Me detuve montado en mi bicicleta, en una arboleda próxima a la pista. Nunca había
estado tan cerca de un avión de verdad.
Había salido de Tampa, Florida, con rumbo noreste, buscando un buen lugar para pescar,
y en el camino el avión pasó por encima de mi cabeza. Lo seguí, guiándome por el ruido, y
fui a esconderme entre los pinos, con la intención de observar lo que pasará.

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