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CIUDADANÍA
Política y Ciudadanía
EL DERECHO
Uno de los debates más fecundos entablados en la Atenas de Pericles será el de la
naturaleza de las leyes: ¿Qué es la ley? ¿Qué características ha de tener una ley para ser
buena? ¿Por qué tengo que obedecer las leyes?. Pero, ¿por qué surge este debate ahora y no
en otro momento? Hay que pensar que estamos en una polis democrática. Los grandes
guerreros micénicos ya no están por lo que la ley ya no es lo que ellos dijeran; asimismo el
escepticismo hacia los dioses ha crecido, por lo que ya no son ellos los que dictan lo que tiene
que suceder. En una polis democrática somos nosotros, los ciudadanos atenienses, los que
tenemos que autogobernarnos, los que tenemos que darnos la ley a nosotros mismos. Cuando
uno no está bajo la tutela de nadie, cuando no ha de obedecer, es cuando realmente es libre,
cuando puede autogobernarse. Pero, ¿Cómo gobernarnos a nosotros mismos?
El estudio sobre las leyes suele englobarse bajo la palabra derecho. Sin embargo, es
una palabra con muchos sentidos y que se usa, a menudo, de manera equívoca. Establezcamos
una diferenciación para aclararnos.
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¿Para qué queremos las leyes? ¿Qué objetivos o finalidades pueden tener? ¿No sería mejor
una sociedad sin leyes que obedecer? Veamos los fines más importantes que se le han dado al
derecho:
b) El derecho como consecución de la SEGURIDAD JURÍDICA. Una vez que hemos garantizado
que el vecino no acabe con nosotros, ¿cómo garantizamos que el Estado, al que le hemos dado
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todo el poder coactivo, no abuse de ese poder? El mismo Hobbes no solucionaba el problema
afirmando que lo que nos quedaba era confiar en que la providencia nos diera un buen
monarca. Sin embargo, hoy no estamos en los tiempos de Hobbes y sí que podemos evitar que
los gobernantes abusen de nosotros. ¿Qué características ha de tener el Derecho para que el
Estado no abuse arbitrariamente de su poder?
1. Las leyes han de ser públicas. Es evidente que si no conocemos las leyes no
sabremos cuándo las estamos incumpliendo y, lo que es peor, no sabremos cuándo los
que gobiernan lo hacen. Es más, ¿con que legitimidad puede arrestarte un policía si era
imposible que tú supieras que cometías un delito? Hoy en día, al ser las leyes públicas,
su desconocimiento no exime de su cumplimiento. Tú no puedes alegar a un policía
que no sabías que eso era un delito porque tú podías haberte informado de ello ya que
tienes acceso a la información (leyendo el BOE por ejemplo).
3. Todos los hombres son iguales ante la ley. Si no fuera así, los políticos podrían
hacerse inmunes ante determinadas leyes. Por ejemplo, podrían decir que a ellos no
les afecta la ley contra el robo, por lo que podrían robar impunemente. La igualdad
ante la ley garantiza que los gobernantes no puedan abusar sobre su pueblo ya que
ellos serían castigados igual que sus gobernados.
EL DERECHO NATURAL
El derecho natural no tiene porqué coincidir con el derecho positivo. Las normas
legales no tienen porque coincidir con las leyes buenas: pueden existir leyes malas, injustas,
perjudiciales para aquellos que las cumplen. Así, la filosofía del derecho se encargaría, entre
otras cosas de qué leyes serían legítimas y cuáles no.
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Uno de los muchos puntos en los que diferían en su planteamiento Sócrates y los
sofistas es en el de cómo se legitimaban las leyes. Fue el famoso debate entre physis y nomos
que determino las tres grandes posturas en este tema:
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a) Juicios instrumentales: son aquellos que nos dicen qué medios son los
mejores para conseguir un fin dado. Por ejemplo, si yo quiero ir a la luna, los
juicios instrumentales me dirían todo lo que tengo que hacer para ello: todo lo
necesario para construir una nave espacial. Son los típicos juicios de la ciencia
aplicada a la realidad: la técnica.
b) Juicios de valor: son los que no me dicen los medios pero me informan de si
el fin que persigo es deseable o no. En el ejemplo de la luna, no me dirían qué
medios tengo que utilizar para ir, sino si ir a la luna tiene sentido o no. En
general, los juicios de valor valoran la realidad, me dicen si las cosas son
buenas o malas. En este sentido, la ciencia no nos puede decir nada. Un físico
te dice cómo conseguir mediante la fisión nuclear una bomba atómica pero no
puede decirte si usar esa bomba es bueno o malo.
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positiva de los habitantes de este estado primigenio. El buen salvaje, vive feliz en esta
situación y será la llegada de la sociedad la que trunque su bienestar. Es muy famoso
su aforismo: “El hombre es bueno por naturaleza y será la sociedad la que lo
corrompa”. Lo interesante de este planteamiento será que Rousseau va a sentar las
bases para el surgimiento de la democracia moderna. Cuando aparece la sociedad civil,
el Estado con sus leyes, cedemos nuestro poder a otros sólo porque nosotros
queremos. Nadie tiene derecho a gobernarnos sin nuestro permiso. De este modo, la
única legitimidad del poder político reside en la soberanía popular, en la voluntad
general del pueblo que se expresa votando democráticamente.
Una vez tenemos a esas personas: ¿Qué principio de justicia elegirían para la sociedad
en donde viven? Según Rawls elegirían las siguientes:
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EL CONCEPTO DE JUSTICIA
Este será el concepto central de la filosofía del derecho. Como vimos, uno de los fines
del derecho era la consecución de la justicia, y es que todo el mundo estaría de acuerdo en
que las leyes, por lo menos, han de ser justas. Pero, ¿qué es la justicia? Esta cuestión no es
banal ya que en función de cómo la definamos aceptaremos unas leyes como justas y otras no.
¿Cómo definimos entonces la justicia?
Platón, el más brillante discípulo de Sócrates, escribió en uno de sus más famosos
diálogos (El fedro) que el alma humana estaba formada por tres partes:
1. El alma concupiscible: era la parte más mundana y materialista del alma, centrada
en el deseo por los placeres mundanos (el disfrute, la posesión de cosas, etc.).
2. El alma irascible: más noble que la anterior, sería la voluntad, nuestra capacidad de
esfuerzo y sacrificio.
3. El alma racional: la más importante de las tres, representaría nuestra capacidad de
razonamiento y reflexión.
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Para explicarnos esto, Platón lo hace a través de una metáfora: el mito del auriga.
Imaginemos que nuestra alma es un carro de dos caballos manejado por un auriga. Uno de los
caballos, de color negro, representará nuestro lado concupiscible. Será un caballo díscolo,
desobediente, siempre queriendo desviar el carro del camino correcto. El otro caballo, de color
blanco, será el alma irascible. Éste, al contrario, será un caballo bueno, obediente, que tirará
del caballo negro para evitar que el carro se salga del camino (sería nuestra capacidad de
esfuerzo, de renuncia ante las bajas pasiones de nuestro cuerpo). El auriga sería nuestra alma
racional, encargada de conducir el carro hacia el camino correcto. Para Platón, si cada parte
del alma hace la función para la que está preparada, se dará una armonía entre las tres partes
y eso dará lugar a que reine la justicia en nuestro espíritu. Si el alma concupiscible se comporta
con moderación, la irascible lo hace con valentía y la racional con sabiduría, reinará la justicia
en nuestro ser.
Y esto también vale para la política. Platón elabora un sistema político ideal en el cual
existe una clase social por cada parte del alma. Así estarían:
Si en una ciudad cada una de estas clases hace lo que tiene que hacer, en ella reinará
la justicia. Como vemos, Platón entiende la justicia como orden, como armonía, proporción,
equilibrio entre las partes. Los conceptos de orden y de justicia estarán muy relacionados.
El discípulo más importante de Platón será Aristóteles, quien propondrá una distinción
de tipos de justicia que tendrá mucho éxito y se seguirá en la época romana (Cicerón) y en la
medieval (Santo Tomás de Aquino). Distinguirá entre tres tipos:
b) JUSTICIA DISTRIBUTIVA: rige las relaciones entre el Estado (u otra institución como
pueda ser una empresa) y el ciudadano, y se centrará en el reparto de cargas, empleos,
beneficios en razón de las capacidades objetivas y méritos de los beneficiarios. Un ejemplo
muy claro de este tipo de justicia es lo que denominamos como salario justo: hay que pagar al
trabajador cada trabajador exactamente por lo que ha trabajado y, por lo tanto, habrá que
pagar más a unos trabajadores que a otros (si no han trabajado todos lo mismo). Por lo tanto,
aquí no se trata tanto de igualdad como de equidad: dar a cada cual lo que se merece.
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como, por ejemplo, la defensa del medio ambiente o la erradicación de la pobreza. Aquí no
cabría quizá hablar de justicia, ya que no hay ni equidad ni igualdad, sino sólo altruismo o
generosidad.
LA POLÍTICA
LA NOCIÓN DE PODER
Las formas de aplicar el poder han ido variando a lo largo de la historia. Si nos vamos a
los orígenes más remotos del hombre en busca de las primeras formas de organización política
nos encontramos con un serio problema: no tenemos documentos escritos que atestigüen
cómo se organizaban los primeros humanos. Sin embargo, los estudios etnográficos (de
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pueblos con organizaciones supuestamente más antiguas o primitivas que las nuestras) o
etológicos (de la conducta animal), nos pueden dar algunas pistas. El gran filósofo griego
Aristóteles afirmaba que el hombre era un ser social por naturaleza (zoon politikos), al igual
que otros animales sociales como las abejas o las hormigas. Los hombres vivimos en
sociedades, necesitamos vivir los unos con los otros (estando habitualmente visto como algo
negativo o como una mera excentricidad el alejarse para vivir solo como un ermitaño o un
anacoreta). Para Aristóteles parece evidente que hechos como el apareamiento sexual y la
larga cría de los hijos como elementos indispensables para la supervivencia de la especie,
subrayan nuestro carácter social. Del mismo modo, la existencia de un lenguaje tan sofisticado
como el nuestro cuya finalidad es la comunicación, reafirma la idea de que somos seres hechos
para convivir.
El poder de los sistemas medievales ira in crescendo hasta llegar a las monarquías
absolutas de la Edad Moderna. Reyes como Luis XIV o Carlos V gobernarán bastos imperios y
gozarán de un poder inaudito hasta la fecha. No obstante, en esta época y gracias al
movimiento ilustrado (S.XVIII) comienzan a verse los primeros atisbos de cambio hacia
sistemas de poder no coercitivos. La idea de bien común, muy desarrollada por los pensadores
medievales, va a volver a tener importancia para los pensadores ilustrados (Rousseau,
Montesquieu, Locke, etc.): el soberano no sólo tiene que gobernar para su bien, sino para el de
sus súbditos. Así, llegará lo que se ha llamado despotismo ilustrado que aunque aún estaba
muy lejos del poder legítimo de los sistemas democráticos (todo para el pueblo pero sin el
pueblo) traerá reformas como la educación pública, ciertos derechos civiles, etc.
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No obstante, el poder
de los monarcas del
absolutismo va a ser, en muchas
ocasiones, poco más que
simbólico. Debido a la falta de
medios técnicos de
comunicación y a la enorme
extensión de sus dominios, los
monarcas se ven obligados a
delegar en emisarios que van a
operar con bastante libertad.
Imagina cuando el imperio
español dominaba toda
Sudamérica. De lo que pasaba
en Buenos Aires, el rey que
estaba en Madrid, tardaba
meses en enterarse, y otros
tantos tardaba en llegar su
respuesta y hacerse efectiva.
Así, los monarcas no podían
tener un control muy fuerte de
sus gobernados debido a que no
tenían los medios técnicos
necesarios para ello. Sin
embargo, esto va a cambiar en
el siglo XX.
La Revolución científica dio como fruto la Revolución Industrial, que no fue más que
utilizar los avances tecnológicos al servicio de la emergente economía capitalista. Pero no
fueron sólo los empresarios los únicos que utilizaron los nuevos avances para sus fines, sino
que los gobernantes también lo hicieron. Las primeras décadas del siglo XX dieron lugar a los
llamados sistemas totalitarios (llamados así por establecer un control total de la población).
Los más significativos fueron el fascismo italiano (a cargo de Benito Mussolini), el alemán
(Adolf Hitler) o el soviético (Joseph Stalin), entre otros (Franco, Pinochet, Pol Pot o Fidel Castro
fueron duros dictadores).
Según el pensador francés Raymond Aron nos describe las características principales
de un sistema totalitario:
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LA DEMOCRACIA
SÚBDITOS Y CIUDADANOS
Es decir, el paso de ser súbdito a ser ciudadano implica el reconocimiento de una serie
de derechos. Si eres súbdito estás obligado a cumplir la orden de tu señor con independencia
de que quieras o no, de que te parezca justa o injusta. Tu vida, tus posesiones, tu trabajo,
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dependen en última instancia de un noble o del rey que mantiene su poder, en último
término, por la fuerza. El poder se justifica mediante la fuerza o la coacción que surge de ella.
En una democracia la fuerza ya no es el principal instrumento de poder. Cuando pasas a ser
ciudadano tienes una serie de derechos que impiden que otro pueda dominarte mediante la
fuerza (ya vimos lo que son los derechos humanos). Pero, ¿quién es el que está encargado de
garantizar que se cumplan estos derechos? ¿Quién me protege de que alguien utilice su fuerza
contra mí y me convierta de nuevo en súbdito?
EL ESTADO
Definimos el Estado como una institución de carácter político y jurídico que, en los
límites de un determinado territorio (habitualmente una nación o país), posee poder o
autoridad para establecer leyes y hacerlas respetar, así como para regular y proteger las
múltiples actividades que afectan a la convivencia de sus ciudadanos.
¿Para qué sirve esto de dividir los poderes? Supongamos que el poder no está dividido
y tenemos un partido en el poder que atesora los tres poderes. Si uno de sus miembros
comete un delito, la policía encargada de detenerlo y los jueces encargados de juzgarlo son
"compañeros suyos", es decir, miembros de su propio partido. Sería muy fácil que, entonces,
fueran menos duros a la hora de juzgarlo que si el acusado fuera un miembro de la oposición
(del partido contrario). Si, como ocurre con las división de poderes, los jueces son
independientes del partido gobernante, juzgarán con igualdad a un político corrupto del
partido gobernante (aunque sea el mismo presidente) que a cualquier ciudadano.
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LA PLURALIDAD DE PARTIDOS
Toda democracia lleva consigo la existencia de una pluralidad de partidos (si sólo
hubiera un partido nos encontraríamos en una dictadura como, por ejemplo, la de Franco o la
de Hitler). ¿Por qué es necesario que en una democracia se den una pluralidad de partidos?
1. Porque como en cualquier país existen personas que piensan de modo diferente,
para que sus pensamientos lleguen a convertirse en realidad, necesitan estar representados
por diversos partidos, cada uno de los cuales representará una línea diferente de pensamiento.
3. Porque los partidos compiten por el poder mediante medios pacíficos, de modo que
así evitamos los típicos conflictos armados que han asolado la historia de la humanidad. Para
conseguir el poder, un partido ha de ser elegido por los votantes en unas elecciones
democráticas y no dando un golpe de Estado, obteniendo así el poder por la fuerza. El medio
que un partido tiene de conseguir el poder es la palabra, convenciendo a los ciudadanos de
que lo voten mediante razones, intentando que su proyecto persuada a los votantes.
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LA CONSTITUCIÓN
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
a) Mediante el voto: cada cuatro años votamos en las elecciones para elegir qué
partido queremos que nos gobierne. Cada cuatro años votamos en las elecciones nacionales
(para elegir el partido que gobierna el país) y cada cuatro años (intercalados de dos en dos)
votamos también en las elecciones municipales (para elegir el partido que partido que
gobierna en nuestra ciudad y en nuestra comunidad autónoma).
Del mismo modo, también podemos participar en política a nivel mucho más indirecto
haciendo uso de los medios de comunicación para expresar nuestra opinión política. Muchos
periodistas, o comunicadores en general, influyen mucho en las decisiones del electorado (de
los votantes) participando en debates televisivos, mediante programas de radio, artículos de
opinión en periódicos, etc.
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TIPOS DE DEMOCRACIA
La democracia griega
Problema: este sistema parece, a primera vista, el ideal, ya que todos formamos parte
de todas las decisiones. No obstante, el problema radica en que esto sólo es posible en grupos
muy pequeños. En un país como España sería imposible que todos nos reuniéramos cada vez
que tenemos que tomar una decisión.
Marx nos propone llegar a una situación diferente, en la que los seres humanos sean
económicamente iguales, pues únicamente si se llega a la igualdad económica podrá
alcanzarse la democracia, es decir, la igualdad política. ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver el hecho
de que existan ricos y pobres con el hecho de que exista o no una democracia? Porque,
habitualmente, sólo los ricos pueden acceder al poder. En las democracias del tiempo de Marx,
sólo los ricos podían pagarse una educación adecuada y pagarse una campaña política para ser
votados y ganar así las elecciones. Un pobre proletario jamás podría llegar a ningún cargo
político importante.
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En todas las épocas ha existido una lucha entre dos clases sociales antagónicas: la de
los ricos y la de los pobres:
Esta sociedad será diferente de todas las anteriores ya que en ella gobernará el
proletariado. Las personas serán iguales en riqueza y no existirán ni explotadores ni
explotados, puesto que cada individuo percibirá el fruto íntegro de su trabajo, es decir, cada
persona será dueña de lo que produzca (no como ocurre hoy en día. En una fábrica de, por
ejemplo, neumáticos, cada trabajador fabrica muchos neumáticos al día y los beneficios de su
venta no son íntegros para él, sino que sólo percibe una pequeña parte, su sueldo).
Sin embargo, esta situación tampoco será definitiva, sino que se dará un paso más
hasta llegar a la sociedad comunista. En ella desaparecerá completamente la propiedad
privada de los medios de producción, habrá riqueza en abundancia que será repartida
equitativamente entre todos. La totalidad de las personas serán dueñas de la totalidad de los
bienes y cada una percibirá, naturalmente, lo que necesite.
Para Marx, únicamente en esta sociedad comunista tendrá lugar una auténtica
democracia, ya que todas las decisiones se tomarán colectivamente sin que el poder otorgado
por la riqueza pueda interferir de ningún modo.
La democracia representativa
En este tipo de democracia, los ciudadanos no gobiernan directamente, sino por medio
de representantes elegidos libremente, los cuales son los encargados de dirigir las gestiones
administrativas y políticas.
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El régimen parlamentario
En nuestros días, casi todas las democracias modernas, tanto las de carácter
monárquico (la española) como las de carácter republicano (la francesa), se mueven en una
postura intermedia entre el régimen parlamentario y el presidencialista. Tratan pues, de
equilibrar las ideas de libertad e igualdad. Suelen ser gobiernos parlamentarios con un poder
ejecutivo fuerte.
De acuerdo con los principios del régimen parlamentario, los gobernantes siguen
siendo responsables ante el Parlamento, pero además, los partidos tienden a formar mayorías
parlamentarias (pactos entre varios partidos). El Parlamento nombra al jefe de Gobierno (suele
ser el líder del partido mayoritario) y, cuando no sucede así, se debe a que existe una coalición
de dos o más partidos entre los que suman la mayoría parlamentaria. A su vez, el jefe del
gobierno nombra a los ministros y, tanto estos como aquel, deben responder de sus
actuaciones ante el Parlamento, que, en todo momento, puede deponerlos.
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Naturalmente, no todos los sistemas de tipo mixto son iguales, sino que subsisten
ciertas diferencias entre unos y otros. Por ejemplo, el sistema de Gran Bretaña o de España se
inclina más hacia el régimen parlamentario, mientras que el francés lo hace hacia el
presidencialista. En este sentido, podemos encontrar multitud de matices particulares en cada
país, pero casi todos se mueven en un sistema de equilibrio entre una y otra tendencia.
b) Que una decisión sea avalada por una mayoría de votos no quiere decir que sea la
mejor. Que todos nos pongamos de acuerdo en decir que algo es de una determinada manera
no quiere decir que sea realmente así. Si todos eligiéramos por votación que hay que
exterminar a todas las personas de raza negra o de religión judía, es evidente que, aunque
sería una decisión democrática, no sería buena. En ocasiones, un experto en un tema toma
decisiones más correctas que el fruto del acuerdo entre miles de personas.
c) Como a fin de cuentas, los partidos gobiernan gracias a que son votados, muchas de
sus decisiones son populistas, es decir, se basan en parecer agradables a la gente, con el único
fin de obtener votos. Los partidos entonces toman las decisiones en virtud, no en que sean
buenas para el país, sino en que sean rentables electoralmente (den muchos votos).
d) Existen muchos medios de manipular a los ciudadanos para obtener votos. Así, los
partidos se gastan incontables sumas de dinero en campañas de imagen, en dominar los
medios de comunicación, en propaganda. Todos estos medios se manipulan para dar una
determinada imagen al partido o al líder en busca de votos. La política, como pasaba con los
sofistas, acaba por convertirse en retórica.
e) Los medios de participación son escasos. Exceptuando que podemos votar cada
cuatro años, no tenemos apenas más medios para participar de modo directo en la vida
política. ¿Qué hace para que nuestras opiniones se tomen en cuenta? Para solucionar esto se
suele hablar de fomentar la sociedad civil, es decir, hacer que los ciudadanos se agrupen y así
consigan presionar a los políticos para que sus opiniones sean puestas en práctica. Si eres uno
no puedes hacer nada, pero si te agrupas, los políticos acaban por tomarte en cuenta (ya que
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cuantos más seas, más votos se arriesgan a perder si no te escuchan). En la actualidad, muchos
grupos o colectivos tienen mucha fuerza para ejercer presión sobre los gobernantes: colectivos
de homosexuales, feministas, víctimas del terrorismo, etc. tienen mucho poder en España para
presionar al gobierno en su toma de decisiones.
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