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POLÍTICA

CIUDADANÍA
Política y Ciudadanía

EL DERECHO
Uno de los debates más fecundos entablados en la Atenas de Pericles será el de la
naturaleza de las leyes: ¿Qué es la ley? ¿Qué características ha de tener una ley para ser
buena? ¿Por qué tengo que obedecer las leyes?. Pero, ¿por qué surge este debate ahora y no
en otro momento? Hay que pensar que estamos en una polis democrática. Los grandes
guerreros micénicos ya no están por lo que la ley ya no es lo que ellos dijeran; asimismo el
escepticismo hacia los dioses ha crecido, por lo que ya no son ellos los que dictan lo que tiene
que suceder. En una polis democrática somos nosotros, los ciudadanos atenienses, los que
tenemos que autogobernarnos, los que tenemos que darnos la ley a nosotros mismos. Cuando
uno no está bajo la tutela de nadie, cuando no ha de obedecer, es cuando realmente es libre,
cuando puede autogobernarse. Pero, ¿Cómo gobernarnos a nosotros mismos?

DERECHO: UNA PALABRA POLISÉMICA

El estudio sobre las leyes suele englobarse bajo la palabra derecho. Sin embargo, es
una palabra con muchos sentidos y que se usa, a menudo, de manera equívoca. Establezcamos
una diferenciación para aclararnos.

En principio conviene diferenciar el DERECHO


OBJETIVO del DERECHO SUBJETIVO. El derecho
objetivo se entiende como todo conjunto de leyes,
normas o principios que pueden regir la vida de una
comunidad. Aquí también diferenciaríamos lo que
denominamos como DERECHO POSITIVO del llamado
DERECHO NATURAL. El derecho positivo es el conjunto
de leyes vigentes en un momento dado y en una
comunidad concreta (hay muchos derechos positivos:
el español, el francés, el castellano-manchego, el
ciudadrealeño…), mientras que el derecho natural
sería no el conjunto de leyes vigentes en un momento
dado, sino el conjunto de leyes que deberían regir en
todo momento y lugar, aunque ahora no lo hagan. El
derecho natural trata de las leyes buenas, válidas,
justas, las leyes que todos querríamos que imperaran
en nuestra comunidad. ¿Qué diferencia existe entre el
derecho natural y el derecho positivo? Que el derecho
positivo no tiene por qué estar compuesto por buenas
leyes. Pueden existir leyes injustas, leyes que
perjudiquen a los que las cumplen. Es por ello que al
derecho positivo no se le puede preguntar por la legitimidad de sus leyes sino sólo por su
legalidad. Al derecho positivo sólo cabe consultarle si la acción que realizo es legal o ilegal,
pero no si es justa o injusta, buena o mala. De la justicia o injusticia de las leyes, de su
legitimidad, se encarga del derecho natural y que, por tanto, es el que más nos interesa a
nosotros.

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El derecho subjetivo, al contrario, se refiere a las personas, cosas o acciones que se


relacionan con las leyes. Aquí cabría diferenciar entre SUJETO DE DERECHO: a quién le
corresponde el derecho (pueden ser personas o instituciones, entidades financieras, etc.) y el
OBJETO DE DERECHO: qué derecho corresponde (evidentemente no pueden ser personas ya
que hablaríamos de ESCLAVITUD). Habitualmente, solemos tener constantemente en la boca la
palabra derecho (yo tengo derecho a esto, a esto otro y a esto otro) olvidando que los
derechos siempre van ligados a una RESPONSABILIDAD.

Por ejemplo: yo tengo derecho a la libertad de expresión. Nadie me puede obligar a


que diga cosas en las que no creo y siempre puedo expresar libremente lo que pienso. Sin
embargo, cada vez que hago uso de este derecho tengo que tener clara mi responsabilidad: lo
que diga tiene efectos, habrá personas que serán influidas por mis palabras o que pueden
verse ofendidas por ellas.

LOS FINES DEL DERECHO

¿Para qué queremos las leyes? ¿Qué objetivos o finalidades pueden tener? ¿No sería mejor
una sociedad sin leyes que obedecer? Veamos los fines más importantes que se le han dado al
derecho:

a) El derecho como consecución de la PAZ SOCIAL.


Esta finalidad fue expuesta de manera más decidida
por el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679),
quien nos expuso sus teorías en una de las obras
clásicas de la filosofía: El Leviathan (1651). Hobbes
nos dice que, al principio, antes de que existiera la
ley, lo que había era lo que él llamaba el ESTADO
NATURAL. Esta situación se caracterizaba por la
escasez de recursos y por la guerra perpetua de
todos los hombres, los unos contra los otros. Allí
primará la ley del más fuerte (algo parecido a la
moral agonal de los héroes homéricos) que será
aquel que con su fuerza controle los recursos. El
mismo Hobbes nos dejó muy clara está situación en
su célebre cita “Homo homini lupus”. En un determinado momento se sale del estado natural y
aparece la sociedad civil, aparece la ley y el Estado tal y como lo conocemos. ¿Qué ocurre para
que esto suceda? Que todos los hombres realizan un pacto, un CONTRATO SOCIAL, en el que
ceden su fuerza a un soberano (al Estado) para que éste garantice la paz social. De este modo
el único que puede utilizar la fuerza de modo legítimo es el Estado, pero sólo con el fin de que
no estemos constantemente en guerra los unos contra los otros. Es interesante notar que
Hobbes parte de una antropología muy pesimista: si dejas al hombre en plena libertad, sin
leyes ni prohibiciones, entra en una terrible guerra perpetua. El hombre es malo por
naturaleza y es la sociedad (la ley ejercida violentamente por el soberano) la que puede
obligarle a ser bueno.

b) El derecho como consecución de la SEGURIDAD JURÍDICA. Una vez que hemos garantizado
que el vecino no acabe con nosotros, ¿cómo garantizamos que el Estado, al que le hemos dado

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todo el poder coactivo, no abuse de ese poder? El mismo Hobbes no solucionaba el problema
afirmando que lo que nos quedaba era confiar en que la providencia nos diera un buen
monarca. Sin embargo, hoy no estamos en los tiempos de Hobbes y sí que podemos evitar que
los gobernantes abusen de nosotros. ¿Qué características ha de tener el Derecho para que el
Estado no abuse arbitrariamente de su poder?

1. Las leyes han de ser públicas. Es evidente que si no conocemos las leyes no
sabremos cuándo las estamos incumpliendo y, lo que es peor, no sabremos cuándo los
que gobiernan lo hacen. Es más, ¿con que legitimidad puede arrestarte un policía si era
imposible que tú supieras que cometías un delito? Hoy en día, al ser las leyes públicas,
su desconocimiento no exime de su cumplimiento. Tú no puedes alegar a un policía
que no sabías que eso era un delito porque tú podías haberte informado de ello ya que
tienes acceso a la información (leyendo el BOE por ejemplo).

2. Las leyes no se pueden aplicar retroactivamente. La ley ha de estar vigente antes


de que se cometa el delito y no al contrario. Supongamos que en un país no está
prohibido fumar en los autobuses públicos. Entonces yo me subo en uno y enciendo mi
cigarro. Como no hay ley que lo prohíba no estoy cometiendo delito alguno. Al día
siguiente el gobierno aprueba una ley en la que se prohíbe fumar en los autobuses y,
entonces, un policía recuerda haber visto fumando en el autobús el día anterior, por lo
que decide multarme. El policía estaría aplicando la lay retroactivamente, lo cual no
garantiza la seguridad jurídica. Si pudiera hacerse así, los políticos harían leyes para
castigar los delitos ya cometidos que les diera la gana.

3. Todos los hombres son iguales ante la ley. Si no fuera así, los políticos podrían
hacerse inmunes ante determinadas leyes. Por ejemplo, podrían decir que a ellos no
les afecta la ley contra el robo, por lo que podrían robar impunemente. La igualdad
ante la ley garantiza que los gobernantes no puedan abusar sobre su pueblo ya que
ellos serían castigados igual que sus gobernados.

c) La consecución de la JUSTICIA. Parece que no necesita explicación el hecho de que


queremos vivir en sociedades donde reine la justicia (nadie quiere ser tratado injustamente).
Sin embargo, el asunto no es tan fácil. La Justicia es uno de los conceptos filosóficos más
importantes y complejos de la historia. Su definición ha sido uno de los principales
quebraderos de cabeza de muchos pensadores. Aquí, y de modo general, definiremos justicia
como dar a cada uno lo que le corresponde, de modo que hay que diferenciar justicia de
igualdad. Un trato justo no es dar a todos el mismo, sino dar a cada uno lo que se merece, por
lo que daremos a algunos más que a otros. En este sentido la justicia se parece más a la
equidad que a la igualdad. No obstante, hablaremos más de ella más adelante.

EL DERECHO NATURAL

El derecho natural no tiene porqué coincidir con el derecho positivo. Las normas
legales no tienen porque coincidir con las leyes buenas: pueden existir leyes malas, injustas,
perjudiciales para aquellos que las cumplen. Así, la filosofía del derecho se encargaría, entre
otras cosas de qué leyes serían legítimas y cuáles no.

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Uno de los muchos puntos en los que diferían en su planteamiento Sócrates y los
sofistas es en el de cómo se legitimaban las leyes. Fue el famoso debate entre physis y nomos
que determino las tres grandes posturas en este tema:

a) IUSNATURALISMO: a pesar de la diversidad de códigos normativos imperantes en


las diferentes épocas y naciones, el iusnaturalismo sostiene que existe un código legal
universal y necesario, válido e inmutable para todo tiempo y lugar. Este código es lo que
hemos llamado derecho natural y constituiría el criterio a partir del cual establecer leyes
legítimas. Las leyes de cada Estado serían legítimas en función de lo que respeten y se adecuen
al derecho natural. Dentro del iusnaturalismo hay diferentes corrientes:

1. El iusnaturalismo cosmológico. Apela a que en el Universo hay un orden. Las


leyes cósmicas que lo rigen, rigen también las vidas humanas, por lo que lo que
debemos hacer es obedecer esas leyes. Fue seguido por la escuela estoica.

2. El iusnaturalismo teológico. Apela a que el orden natural ha sido instaurado


por Dios, así que en último término, obedecer las leyes naturales será
obedecer las leyes divinas. Se propuso durante la Edad Media por el gran
filósofo San Agustín de Hipona. Según él, la ley divina ha de estar por encima
de la ley temporal o humana (agustinismo político). Este planteamiento fue
utilizado durante todo el Medioevo por el alto clero en su lucha por el poder
contra los reyes europeos: ¿quién estaba por encima, el emperador
Carlomagno o el Papa? Al régimen político en el que los gobernantes son
líderes religiosos se le denomina teocracia.

3. El iusnaturalismo racionalista. Mantiene que ese orden, más que


encontrarse en la naturaleza, se encuentra en la razón humana. Habría algo así
como una serie de principios y reglas a las que se puede llegar mediante la
razón o que son consubstanciales a ella. De ese modo, lo que debe hacerse es
seguir las normas de la razón.

b) POSITIVISMO JURÍDICO: va a negar de


raíz la posibilidad del derecho natural, es
decir, de llegar a tener un criterio sólido
para distinguir buenas y malas leyes. ¿Por
qué? Antes hay que entender qué es el
positivismo. Después de que una serie de
científicos cambiaran nuestra concepción
del mundo (Copérnico, Galileo, Newton,
etc.), la tecnología fruto de esa gran
Revolución Científica fue desarrollándose
hasta llegar a su máxima expresión en el
Siglo XIX (Industrialización, ferrocarriles,
barcos de vapor, tendidos eléctricos…). La
ciencia parecía mostrarse como el camino
hacia un progreso ilimitado que llevará

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acompañado el avance social en todos los frentes. Siguiendo este entusiasmo,


pensadores como August Comte, postularon la filosofía positivista: sólo el discurso
científico tiene algo que decirnos algo sobre la realidad, todos los demás discursos son
sospechosos, de segundo nivel o, sencillamente, absurdos. ¿Qué otros discursos hay
aparte del científico? Las que salieron aquí perdiendo fueron las humanidades: la
historia, filosofía, literatura, etc. sólo serán tomadas en serio en la medida en que
tomen para sus estudios el método científico. Será el comienzo de la interminable
guerra entre ciencias y letras. Pero, ¿qué tiene que ver esto con las leyes? Para
entenderlo vamos a distinguir entre dos tipos de juicios o afirmaciones que pueden
hacerse sobre las acciones que realizamos a diario:

a) Juicios instrumentales: son aquellos que nos dicen qué medios son los
mejores para conseguir un fin dado. Por ejemplo, si yo quiero ir a la luna, los
juicios instrumentales me dirían todo lo que tengo que hacer para ello: todo lo
necesario para construir una nave espacial. Son los típicos juicios de la ciencia
aplicada a la realidad: la técnica.

b) Juicios de valor: son los que no me dicen los medios pero me informan de si
el fin que persigo es deseable o no. En el ejemplo de la luna, no me dirían qué
medios tengo que utilizar para ir, sino si ir a la luna tiene sentido o no. En
general, los juicios de valor valoran la realidad, me dicen si las cosas son
buenas o malas. En este sentido, la ciencia no nos puede decir nada. Un físico
te dice cómo conseguir mediante la fisión nuclear una bomba atómica pero no
puede decirte si usar esa bomba es bueno o malo.

Entonces, la ciencia no puede decirnos si una ley es buena o mala, ya que no


puede hacer juicios de valor, por lo que el derecho natural no es asunto de la ciencia, y
como la ciencia, según el positivismo, es la única que puede decir cosas con sentido,
cualquier discurso acerca de lo bueno o malo de una ley no será tomado en serio.
Pero, entonces, ¿cómo legitimar las leyes? ¿Qué hace entonces que yo deba obedecer
una ley? En general, los pensadores que han negado el derecho natural se han
acercado a la forma mediante la cual se ha legitimado la ley (ya que niegan el
contenido). Una ley será válida (legal que no legítima) si ha sido elegida
democráticamente. Si entre todos hemos llegado al acuerdo de que una ley nos
conviene, ese acuerdo basado en una votación, hará que esa ley sea válida, pero no
que sea buena o mala. Y yo tendré que obedecerla porque la he elegido para mí mismo
(Sería absurdo no obedecer una ley que yo he elegido obedecer). De este modo, el
positivismo jurídico tendrá mucho que ver con otra gran corriente de filosofía del
derecho: el contractualismo.

c) EL CONTRACTUALISMO: como su nombre indica, hará mucho hincapié en la idea de


contrato social. El máximo representante de esta corriente será seguramente el gran
ilustrado francés Jean Jackes Rousseau (1712-1778), quien nos dejó gran parte de su
planteamiento en su famosa obra El contrato social (1762). Para Rousseau, igual que
para Hobbes, antes de la llegada de la sociedad civil, del Estado, todos vivíamos en un
estado natural. Sin embargo, al contrario que el inglés, Rousseau tiene una imagen

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positiva de los habitantes de este estado primigenio. El buen salvaje, vive feliz en esta
situación y será la llegada de la sociedad la que trunque su bienestar. Es muy famoso
su aforismo: “El hombre es bueno por naturaleza y será la sociedad la que lo
corrompa”. Lo interesante de este planteamiento será que Rousseau va a sentar las
bases para el surgimiento de la democracia moderna. Cuando aparece la sociedad civil,
el Estado con sus leyes, cedemos nuestro poder a otros sólo porque nosotros
queremos. Nadie tiene derecho a gobernarnos sin nuestro permiso. De este modo, la
única legitimidad del poder político reside en la soberanía popular, en la voluntad
general del pueblo que se expresa votando democráticamente.

Una versión contemporánea de esta


filosofía es el NEOCONTRACTUALISMO
defendido, entre otros, por el
norteamericano John Rawls (1921-
2002). Rawls escribe en 1971 la obra
más importante del Siglo XX en
filosofía del derecho: Theory of Justice.
En esta obra seguirá el planteamiento
contractualista pero actualizándolo y
dándole algunos matices
diferenciadores. Al igual que Hobbes o
Rousseau, parte de un contrato social
a partir del cual se llegan a acuerdos. A
este pacto metafórico lo llamará la
POSICIÓN ORIGINAL: una situación
artificial en la que reunimos a un grupo de personas que reúnan estas características:

1. Nadie conoce su lugar en la sociedad, su posición de clase o estatus social, y


tampoco nadie conoce su suerte en la distribución de activos y habilidades
naturales, su inteligencia, su fuerza, y cosas similares. Se asumirá incluso que
las partes no conocen sus concepciones del bien o sus propensiones
psicológicas particulares. A esto lo llamará Rawls el velo de la ignorancia.

2. Serán mutuamente autointeresadas: su fidelidad a las normas acordadas se


basa en su propio provecho.

3. Racionales: capaces de ponderar las consecuencias que pueden seguirse de


la adopción de cualquier práctica social.

4. Tienen necesidades semejantes que posibilitan la cooperación.

5. Son suficientemente iguales en poder y aptitudes, lo que les garantiza la


dificultad de dominarse unas a otras en circunstancias normales.

Una vez tenemos a esas personas: ¿Qué principio de justicia elegirían para la sociedad
en donde viven? Según Rawls elegirían las siguientes:

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1. Principio de igual libertad: cada persona ha de tener un derecho igual al


más amplio sistema total de libertades básicas, compatible con un sistema
similar de libertad para todos. Las libertades básicas serían: libertad de
expresión, asociación, pensamiento, conciencia, propiedad privada y libertad
de no ser objeto de una detención arbitraria. Es decir, todos los miembros de
la sociedad serían lo máximamente libres que pudieran ser y todos igual de
libres (no habría libertades para unos que no tuvieran otros).

2. Las desigualdades sociales y económicas deben de resolverse de modo tal


que:
a) resulten en el mayor beneficio de los miembros menos aventajados
de la sociedad (el principio de la diferencia).
b) los cargos y puestos deben de estar abiertos para todos bajo
condiciones de igualdad de oportunidades (justa igualdad de oportunidades)

Es interesante, sobre todo, el principio de la diferencia: sólo permitiremos que


alguien gane más de lo que se merece o tenga más derechos y libertades que otros,
siempre y cuando esto se traduzca en un beneficio para los menos aventajados. Esto, a
la larga, conseguirá que los ricos y poderosos cada vez lo sean menos (ya que les
costará más medrar su situación al tener siempre que “repartir beneficios”) y los
desfavorecidos también (ya que cualquier mejora siempre repercute para bien en
ellos). Al final tendríamos sólo una clase media que iría cada vez a mejor.

EL CONCEPTO DE JUSTICIA

Este será el concepto central de la filosofía del derecho. Como vimos, uno de los fines
del derecho era la consecución de la justicia, y es que todo el mundo estaría de acuerdo en
que las leyes, por lo menos, han de ser justas. Pero, ¿qué es la justicia? Esta cuestión no es
banal ya que en función de cómo la definamos aceptaremos unas leyes como justas y otras no.
¿Cómo definimos entonces la justicia?

En primer lugar la Justicia es el conjunto de órganos judiciales de un determinado


Estado. En este sentido, Justicia se refiere a todos los órganos, instituciones, profesionales y
pautas de acción encargados de hacer efectivo el ordenamiento legal: tribunales, jueces,
magistrados, leyes, juicios, apelaciones…

Y, en segundo lugar, la justicia ha de entenderse desde su dimensión más filosófica


como exigencia moral o como fin del derecho. En este sentido, la justicia está muy ligada a la
idea de orden u ordenamiento. La justicia expresa una forma de ordenarse, de organizarse,
tanto en la vida de cada uno (ser justo como virtud moral) como en el Estado. Para ser justos
hemos de ordenar nuestra vida con una serie de principios. ¿Cuáles serían?

Platón, el más brillante discípulo de Sócrates, escribió en uno de sus más famosos
diálogos (El fedro) que el alma humana estaba formada por tres partes:

1. El alma concupiscible: era la parte más mundana y materialista del alma, centrada
en el deseo por los placeres mundanos (el disfrute, la posesión de cosas, etc.).
2. El alma irascible: más noble que la anterior, sería la voluntad, nuestra capacidad de
esfuerzo y sacrificio.
3. El alma racional: la más importante de las tres, representaría nuestra capacidad de
razonamiento y reflexión.

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Para explicarnos esto, Platón lo hace a través de una metáfora: el mito del auriga.
Imaginemos que nuestra alma es un carro de dos caballos manejado por un auriga. Uno de los
caballos, de color negro, representará nuestro lado concupiscible. Será un caballo díscolo,
desobediente, siempre queriendo desviar el carro del camino correcto. El otro caballo, de color
blanco, será el alma irascible. Éste, al contrario, será un caballo bueno, obediente, que tirará
del caballo negro para evitar que el carro se salga del camino (sería nuestra capacidad de
esfuerzo, de renuncia ante las bajas pasiones de nuestro cuerpo). El auriga sería nuestra alma
racional, encargada de conducir el carro hacia el camino correcto. Para Platón, si cada parte
del alma hace la función para la que está preparada, se dará una armonía entre las tres partes
y eso dará lugar a que reine la justicia en nuestro espíritu. Si el alma concupiscible se comporta
con moderación, la irascible lo hace con valentía y la racional con sabiduría, reinará la justicia
en nuestro ser.

Y esto también vale para la política. Platón elabora un sistema político ideal en el cual
existe una clase social por cada parte del alma. Así estarían:

1. Los productores: serían los encargados del mantenimiento de la polis (Agricultores,


carpinteros, arquitectos, etc.). En ellos dominaría el alma concupiscible.
2. Los guardianes: encargados de la defensa de la polis. En ellos dominaría el alma
irascible.
3. Los gobernantes: serían los encargados de dirigir y legislar. En ellos dominaría el
alma racional. Para Platón, los filósofos deberían ser los que mandan (con lo cual yo estoy muy
de acuerdo).

Si en una ciudad cada una de estas clases hace lo que tiene que hacer, en ella reinará
la justicia. Como vemos, Platón entiende la justicia como orden, como armonía, proporción,
equilibrio entre las partes. Los conceptos de orden y de justicia estarán muy relacionados.

El discípulo más importante de Platón será Aristóteles, quien propondrá una distinción
de tipos de justicia que tendrá mucho éxito y se seguirá en la época romana (Cicerón) y en la
medieval (Santo Tomás de Aquino). Distinguirá entre tres tipos:

a) JUSTICIA CONMUTATIVA: rige las relaciones entre individuos. La palabra


“conmutativa” viene del latín “conmutatio” que significa “intercambio”. Esta idea de justicia
prima la idea de igualdad sobre cualquier otra: se hará justicia cuando se dé un intercambio de
lo igual por lo igual. Se da, fundamentalmente, en los contratos y las compraventas. Cuando
compras algo, si la compra es justa, pagarás un precio por un producto, siendo ambos
plenamente intercambiables, dando lo igual por lo igual, el precio justo, ni más ni menos. Un
modelo conmutativo será el que prime en el Código de Hammurabi (la ley del talión).

b) JUSTICIA DISTRIBUTIVA: rige las relaciones entre el Estado (u otra institución como
pueda ser una empresa) y el ciudadano, y se centrará en el reparto de cargas, empleos,
beneficios en razón de las capacidades objetivas y méritos de los beneficiarios. Un ejemplo
muy claro de este tipo de justicia es lo que denominamos como salario justo: hay que pagar al
trabajador cada trabajador exactamente por lo que ha trabajado y, por lo tanto, habrá que
pagar más a unos trabajadores que a otros (si no han trabajado todos lo mismo). Por lo tanto,
aquí no se trata tanto de igualdad como de equidad: dar a cada cual lo que se merece.

c) JUSTICIA SOCIAL: rige las relaciones entre el individuo y la sociedad. Consiste en


obrar en función de lo que consideraríamos como buenos fines de la sociedad (causas justas)

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como, por ejemplo, la defensa del medio ambiente o la erradicación de la pobreza. Aquí no
cabría quizá hablar de justicia, ya que no hay ni equidad ni igualdad, sino sólo altruismo o
generosidad.

LA POLÍTICA

La política es una actividad mediante la cual nos organizamos socialmente, creando y


modificando normas de convivencia que tienden a la búsqueda de objetivos comunes para
todos los miembros de la comunidad. La política busca el bien común, trabaja para conseguir
lo mejor para todos, pero eso choca directamente con los intereses individuales de cada
persona. Es por ello que la política debe proteger ese interés general de los intereses
particulares ejerciendo su autoridad (como ya vimos cuando estudiamos a Hobbes). Para
ejercer su autoridad, la política está dotada de poder.

LA NOCIÓN DE PODER

El poder es la capacidad de cambiar la conducta de los demás para imponer la propia,


a pesar de la resistencia de los otros. En este sentido, las relaciones de poder siempre son
desiguales, siempre hay alguien que tiene el poder y obliga a los que no lo tienen a hacer algo
(como ya veremos habrá sistemas políticos que nieguen la misma noción de poder
argumentando que es intolerable cualquier tipo de desigualdad). En filosofía política solemos
hablar de cuatro tipos de poder diferentes:

El poder coercitivo: es la capacidad de obligar a alguien a actuar de un modo


determinado empleando amenazas o, directamente, la violencia. Ha sido muy
utilizado a lo largo de la historia: la mayoría de los regímenes políticos se han
apoyado principalmente en el poder de las armas.
El poder de recompensa: es la capacidad de conseguir que alguien actúe de un
modo determinado a cambio de algún premio. Esto se ve muy claramente
cuando nos referimos al voto por interés. En unas elecciones mucha gente vota
en función de la recompensa prometida por el partido aspirante a gobernar.
Ej.: Si gano las elecciones subiré el sueldo a los profesores de filosofía.
El poder persuasivo: es la capacidad de conseguir de que alguien actúe de un
modo determinado porque le convencemos de ello. La persuasión suele ir de
la mano de un líder carismático que sirve como referente para la acción de los
demás. Los estados totalitarios que gobernaron durante gran parte del Siglo XX
solían tener líderes indiscutibles: Hitler, Mussolini, Franco, Stalin…
El poder legítimo: es el poder respaldado por el derecho y la opinión pública
que se convierte así en autoridad legítima. Parece que le poder político sólo
acaba siendo realmente efectivo si incluye el consentimiento de los
gobernados. Para la filósofa Hannah Arendt, la supervivencia del poder está
muy estrechamente ligada al grado de adhesión que logre suscitar en la
ciudadanía.

HISTORIA DE LOS SISTEMAS POLÍTICOS

Las formas de aplicar el poder han ido variando a lo largo de la historia. Si nos vamos a
los orígenes más remotos del hombre en busca de las primeras formas de organización política
nos encontramos con un serio problema: no tenemos documentos escritos que atestigüen
cómo se organizaban los primeros humanos. Sin embargo, los estudios etnográficos (de

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pueblos con organizaciones supuestamente más antiguas o primitivas que las nuestras) o
etológicos (de la conducta animal), nos pueden dar algunas pistas. El gran filósofo griego
Aristóteles afirmaba que el hombre era un ser social por naturaleza (zoon politikos), al igual
que otros animales sociales como las abejas o las hormigas. Los hombres vivimos en
sociedades, necesitamos vivir los unos con los otros (estando habitualmente visto como algo
negativo o como una mera excentricidad el alejarse para vivir solo como un ermitaño o un
anacoreta). Para Aristóteles parece evidente que hechos como el apareamiento sexual y la
larga cría de los hijos como elementos indispensables para la supervivencia de la especie,
subrayan nuestro carácter social. Del mismo modo, la existencia de un lenguaje tan sofisticado
como el nuestro cuya finalidad es la comunicación, reafirma la idea de que somos seres hechos
para convivir.

Muchos estudios etológicos realizados a partir de los años 60 mantienen la línea


aristotélica. Recientemente, el psicobiólogo Dario Maestripieri, ha publicado extensos
estudios sobre una especie de monos, los macacos Rhesus, resaltando en ellos conductas
políticas muy sofisticadas (compleja jerarquización, juegos de alianzas, traiciones, batallas
masivas, nepotismo, etc.). Resulta muy curioso como siendo los Rhesus mucho menos
inteligentes que otros primates como los chimpancés o los gorilas, mantengan estructuras
políticas mucho más complejas y sofisticadas. ¿Qué tipo de organización política se da en estas
estructuras pre-humanas y que suponemos que existían de modo similar en las primitivas
sociedades humanas? El modelo de gobierno será plenamente autocrático (del griego autos:
uno mismo; y kratos: poder). Gobierna uno o un pequeño grupo de individuos sin contar con el
permiso del resto de la población y legitimando su poder de un modo meramente coercitivo.
En las comunidades de macacos el poder es matriarcal (mandan las hembras), y su legitimidad
sólo estriba en la agresividad que muestran ante las que intentan quitarles ese poder.

Lamentablemente, el modelo autocrático ha dominado gran parte de la historia de la


humanidad. Los grupos de humanos primitivos en los que mandaría un macho alfa se unirían
formando clanes (conjuntos de varias familias). Es de suponer que los individuos más fuertes
dominarían los clanes y así hasta llegar a dominar poblaciones más amplias. Estos sistemas
primitivos derivaron en los regímenes monárquicos, dominantes durante toda la Edad Antigua,
la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna. Éstos se van a caracterizar porque los
individuos que gobiernan (la clase noble o aristocrática) consigue que el linaje familiar persista
en el poder. La legitimidad del gobierno seguirá basándose en la coerción (la clase noble es la
clase guerrera) pero, a esta se le suma la tradición: yo debo gobernar porque así lo hicieron mi
padre y mi abuelo. Cualquier idea será buena para reforzar la idea: en el año 800 el Papa León
III corona al rey de los francos Carlomagno, como emperador. No sólo la tradición legitima el
poder real, sino el mismo Dios ve bien tal gobierno.

El poder de los sistemas medievales ira in crescendo hasta llegar a las monarquías
absolutas de la Edad Moderna. Reyes como Luis XIV o Carlos V gobernarán bastos imperios y
gozarán de un poder inaudito hasta la fecha. No obstante, en esta época y gracias al
movimiento ilustrado (S.XVIII) comienzan a verse los primeros atisbos de cambio hacia
sistemas de poder no coercitivos. La idea de bien común, muy desarrollada por los pensadores
medievales, va a volver a tener importancia para los pensadores ilustrados (Rousseau,
Montesquieu, Locke, etc.): el soberano no sólo tiene que gobernar para su bien, sino para el de
sus súbditos. Así, llegará lo que se ha llamado despotismo ilustrado que aunque aún estaba
muy lejos del poder legítimo de los sistemas democráticos (todo para el pueblo pero sin el
pueblo) traerá reformas como la educación pública, ciertos derechos civiles, etc.

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No obstante, el poder
de los monarcas del
absolutismo va a ser, en muchas
ocasiones, poco más que
simbólico. Debido a la falta de
medios técnicos de
comunicación y a la enorme
extensión de sus dominios, los
monarcas se ven obligados a
delegar en emisarios que van a
operar con bastante libertad.
Imagina cuando el imperio
español dominaba toda
Sudamérica. De lo que pasaba
en Buenos Aires, el rey que
estaba en Madrid, tardaba
meses en enterarse, y otros
tantos tardaba en llegar su
respuesta y hacerse efectiva.
Así, los monarcas no podían
tener un control muy fuerte de
sus gobernados debido a que no
tenían los medios técnicos
necesarios para ello. Sin
embargo, esto va a cambiar en
el siglo XX.

LOS SISTEMAS TOTALITARIOS

La Revolución científica dio como fruto la Revolución Industrial, que no fue más que
utilizar los avances tecnológicos al servicio de la emergente economía capitalista. Pero no
fueron sólo los empresarios los únicos que utilizaron los nuevos avances para sus fines, sino
que los gobernantes también lo hicieron. Las primeras décadas del siglo XX dieron lugar a los
llamados sistemas totalitarios (llamados así por establecer un control total de la población).
Los más significativos fueron el fascismo italiano (a cargo de Benito Mussolini), el alemán
(Adolf Hitler) o el soviético (Joseph Stalin), entre otros (Franco, Pinochet, Pol Pot o Fidel Castro
fueron duros dictadores).

Según el pensador francés Raymond Aron nos describe las características principales
de un sistema totalitario:

Un único partido posee el monopolio de la actividad política legítima.


Rápidamente se elimina a la oposición (Hitler, nada más subir al poder eliminó a
todo posible rival en el poder en la noche de los cuchillos largos) de tal modo que
toda acción sólo es lícita si es autorizada por el partido gobernante. Este partido
está comandado por un líder carismático al que, prácticamente, se le convierte en
divinidad viviente.

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Política y Ciudadanía

El partido gobernante está envuelto en una ideología que legitima su autoridad.


En el caso de Alemania, la penosa idea de que la raza aria era superior a todas las
demás, legitimaba que los alemanes dominaran el mundo. Habitualmente se
exaltaba la idea de nación (Alemania lo es todo y tú como individuo eres
sacrificable si Alemania está en peligro) a la que se identifica con el partido
(Alemania es el partido nacionalsocialista). Los enemigos del partido serán
entonces también enemigos de la nación, malos patriotas.
El Estado tiene un control absoluto de los medios de comunicación. De este modo
realiza una propaganda constante a favor del régimen. Se instaura un sistema de
censura para evitar las críticas al gobierno. De este modo se manipula a la
población para que crean que los gobernantes realmente velan por el bien de su
pueblo. Goebbels, ministro de propaganda nazi decía que una mentira repetida mil
veces se convierte en verdad, cosa no muy difícil de hacer controlando la radio y la
televisión.
El Estado controla la economía. La economía ha de servir a los intereses de la
nación y no al de los empresarios. Debido a que los regímenes totalitarios están
fuertemente militarizados, necesitan un mantenimiento económico muy fuerte. La
Alemania nazi va a mantener un sistema económico autárquico: para mantener su
ejército necesita recursos que tiene que conseguir conquistando nuevos países.
Cuando conquista nuevos países, necesita más ejército para mantenerlos bajo su
poder, lo cual hace que necesite más recursos y así sucesivamente. Hitler no se
lanzó a conquistar Europa porque estuviera loco (que lo estaba), sino por
necesidades económicas.
Politización de toda actividad. Todos los éxitos de cualquier persona se asocian al
régimen (los grandes deportistas, por ejemplo, son grandes miembros del partido,
grandes patriotas, grandes nazis), mientras que los fracasos se asocian a un chivo
expiatorio o cabeza de turco (judíos, comunistas, etc.). Si la economía va mal, es
cosa de los judíos. Si la selección nacional de fútbol pierde, es cosa de los judíos.
Hasta si hace mal tiempo, algo tendrán los judíos que ver.

LA DEMOCRACIA
SÚBDITOS Y CIUDADANOS

En los antiguos imperios y en las monarquías absolutas, las personas tenían la


condición de súbditos (del latín súbditus que significa "sometido"), es decir, que se
encontraban sujetas a la autoridad superior del emperador, del rey o de los nobles. Sin
embargo, en los países democráticos, gozan de la calidad de ciudadanos, es decir, que son
personas libres, que poseen el derecho de intervenir en el gobierno y la administración del
Estado.

En Europa, la conversión de los súbditos en ciudadanos comenzó con la Revolución


Francesa. Fue entonces cuando el pueblo llano, sublevado contra los privilegios de la nobleza y
el alto clero, proclamó la libertad, la igualdad y la fraternidad de todas las personas y, con ello,
el reconocimiento universal de los derechos civiles y políticos: libertad de pensamiento y
expresión, religión y culto, de reunión y asociación libre, libre circulación y cambio de
domicilio, participación en las tareas políticas y laborales, etc.

Es decir, el paso de ser súbdito a ser ciudadano implica el reconocimiento de una serie
de derechos. Si eres súbdito estás obligado a cumplir la orden de tu señor con independencia
de que quieras o no, de que te parezca justa o injusta. Tu vida, tus posesiones, tu trabajo,

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Política y Ciudadanía

dependen en última instancia de un noble o del rey que mantiene su poder, en último
término, por la fuerza. El poder se justifica mediante la fuerza o la coacción que surge de ella.
En una democracia la fuerza ya no es el principal instrumento de poder. Cuando pasas a ser
ciudadano tienes una serie de derechos que impiden que otro pueda dominarte mediante la
fuerza (ya vimos lo que son los derechos humanos). Pero, ¿quién es el que está encargado de
garantizar que se cumplan estos derechos? ¿Quién me protege de que alguien utilice su fuerza
contra mí y me convierta de nuevo en súbdito?

EL ESTADO

El Estado se encuentra presente en multitud de actividades cotidianas que afectan a


los ciudadanos: organiza el territorio en distintos departamentos, provincias o regiones;
administra la justicia, la educación y la sanidad; ordena el sistema de comunicaciones
(ferrocarril, carreteras, rutas aéreas, correspondencia) y el de prensa y televisión: pone en
circulación y garantiza las monedas y los billetes que utilizamos en nuestra compras, etc.

Definimos el Estado como una institución de carácter político y jurídico que, en los
límites de un determinado territorio (habitualmente una nación o país), posee poder o
autoridad para establecer leyes y hacerlas respetar, así como para regular y proteger las
múltiples actividades que afectan a la convivencia de sus ciudadanos.

Una de las principales características de los Estados democráticos o Estados de


derecho consiste en la división de poderes. En los estados democráticos, con el fin de reforzar
las garantías legales y evitar la concentración del poder en determinadas personas,
instituciones u organismos, se recurre a la división de poderes. A este efecto, suelen
diferenciarse tres tipos de poderes: el legislativo, el ejecutivo y el judicial.

El poder legislativo: reside en el Parlamento o Cortes y su misión principal


consiste en elaborar las leyes y otorgarles vigencia y consistencia social.
El poder ejecutivo: está integrado por el gobierno: el jefe o presidente del
gobierno, los ministros y el resto de los cargos políticos. Su tarea principal
consiste en organizar y dirigir la administración del Estado, es decir, gestionar
los asuntos que afectan a la sociedad (economía, justicia, sanidad educación,
deportes, etc.).
El poder judicial: se encuentra constituido por los jueces, magistrados y el
resto de los organismos encargados de la administración de justicia.

¿Para qué sirve esto de dividir los poderes? Supongamos que el poder no está dividido
y tenemos un partido en el poder que atesora los tres poderes. Si uno de sus miembros
comete un delito, la policía encargada de detenerlo y los jueces encargados de juzgarlo son
"compañeros suyos", es decir, miembros de su propio partido. Sería muy fácil que, entonces,
fueran menos duros a la hora de juzgarlo que si el acusado fuera un miembro de la oposición
(del partido contrario). Si, como ocurre con las división de poderes, los jueces son
independientes del partido gobernante, juzgarán con igualdad a un político corrupto del
partido gobernante (aunque sea el mismo presidente) que a cualquier ciudadano.

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Política y Ciudadanía

Del mismo modo, si el poder


legislativo y el ejecutivo no estuvieran
separados, los políticos del partido
gobernante podrían hacer leyes que les
favorecieran sólo a ellos perjudicando al
resto de la población. Así, para evitar que
los que gobiernan comentan cualquier
tipo de abuso a partir de su poder, los
poderes se dividen. Así, un político puede
ser juzgado por sus crímenes por un juez
independiente (que no es un "colega de
partido") y para establecer leyes ha de
contar con el resto del Parlamento (para
que no pueda hacer y deshacer las leyes
que le dé la gana). Así, la división de
poderes surge para que el poder
democrático no se convierta en una
tiranía.

LA PLURALIDAD DE PARTIDOS

Toda democracia lleva consigo la existencia de una pluralidad de partidos (si sólo
hubiera un partido nos encontraríamos en una dictadura como, por ejemplo, la de Franco o la
de Hitler). ¿Por qué es necesario que en una democracia se den una pluralidad de partidos?

1. Porque como en cualquier país existen personas que piensan de modo diferente,
para que sus pensamientos lleguen a convertirse en realidad, necesitan estar representados
por diversos partidos, cada uno de los cuales representará una línea diferente de pensamiento.

2. Porque la existencia de un partido político determinado, aunque no esté en el


poder, se convierte en una garantía de que esos pensamientos diferentes puedan ser
escuchados o tener influencias. Cada partido tiene un gran número de simpatizantes por lo
que, si alguien quiere gobernar (ser elegido en las urnas) tendrá que contar con él a riesgo de
perder muchos votos.

3. Porque los partidos compiten por el poder mediante medios pacíficos, de modo que
así evitamos los típicos conflictos armados que han asolado la historia de la humanidad. Para
conseguir el poder, un partido ha de ser elegido por los votantes en unas elecciones
democráticas y no dando un golpe de Estado, obteniendo así el poder por la fuerza. El medio
que un partido tiene de conseguir el poder es la palabra, convenciendo a los ciudadanos de
que lo voten mediante razones, intentando que su proyecto persuada a los votantes.

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Política y Ciudadanía

LA CONSTITUCIÓN

La Constitución es un texto donde se recoge la ley fundamental del Estado. Esto


significa que el resto de las leyes que lo rigen han de estar de acuerdo con los principios y
directrices asentados en ella, de tal modo que, a fin de cuentas, ha de servir para regular toda
la vida política.

En este contexto, la función principal de una Constitución reside en establecer los


cauces legales de acceso al poder (qué puedo hacer para llegar a gobernar), las relaciones de
los diversos poderes públicos entre sí (las jerarquías entre unos y otros, las funciones de cada
uno, etc.) y la de estos con los ciudadanos (¿en qué casos me puede detener un policía? ¿cómo
debe ser un juicio justo? ¿cómo ha de tratarme un médico de la seguridad social?). En los
países democráticos la Constitución es elaborada por una comisión parlamentaria nombrada
en el seno de unas cortes constituyentes, luego es aprobada por el Parlamento y, por último,
sometida a un referéndum popular (a que todo el pueblo vote a favor o en contra).

La Constitución Española de 1978 es la norma suprema o máxima del ordenamiento


jurídico español, consecuencia de un proceso histórico denominado Transición Española que
convirtió el régimen franquista de 1975 en una Monarquía parlamentaria.

LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

La democracia se basa en la efectiva participación de la ciudadanía en el poder y en los


asuntos públicos (Si democracia significa gobierno del pueblo, ¿cómo iba el pueblo a gobernar
si no puede participar en la política?). En España, podemos participar de la política de dos
formas fundamentales:

a) Mediante el voto: cada cuatro años votamos en las elecciones para elegir qué
partido queremos que nos gobierne. Cada cuatro años votamos en las elecciones nacionales
(para elegir el partido que gobierna el país) y cada cuatro años (intercalados de dos en dos)
votamos también en las elecciones municipales (para elegir el partido que partido que
gobierna en nuestra ciudad y en nuestra comunidad autónoma).

b) Directamente, siendo miembros de cualquier partido: nosotros también podemos


ser políticos independientemente de nuestra clase social, nivel económico, raza, religión, etc.
Cualquiera de nosotros podría llegar a ser presidente del gobierno.

Del mismo modo, también podemos participar en política a nivel mucho más indirecto
haciendo uso de los medios de comunicación para expresar nuestra opinión política. Muchos
periodistas, o comunicadores en general, influyen mucho en las decisiones del electorado (de
los votantes) participando en debates televisivos, mediante programas de radio, artículos de
opinión en periódicos, etc.

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Política y Ciudadanía

TIPOS DE DEMOCRACIA

La democracia griega

La democracia griega constituyó una organización típica de las ciudades-estado (polis)


de Grecia, en general y, particularmente, de Atenas durante los siglos IV y V a. C. En algunas
poleis griegas, el verdadero poder político y jurídico residía en la Asamblea de ciudadanos,
constituida por todos los varones libres mayores de edad.

La democracia ateniense es el claro ejemplo de democracia directa: todos los


ciudadanos se reúnen y toman todas y cada una de las decisiones. Cada vez que se toma una
decisión, todo el pueblo vota, así que todas las decisiones están legitimadas por el pueblo. Si
las cosas salen mal, la responsabilidad del error no caerá sobre nadie en concreto, sino sobre
toda la población.

Problema: este sistema parece, a primera vista, el ideal, ya que todos formamos parte
de todas las decisiones. No obstante, el problema radica en que esto sólo es posible en grupos
muy pequeños. En un país como España sería imposible que todos nos reuniéramos cada vez
que tenemos que tomar una decisión.

La democracia marxista o el comunismo democrático

Se trata de un tipo de democracia imaginado por


Karl Marx pero que, hasta el momento, jamás ha sido
llevado a la práctica por ningún país. Realmente, el
régimen comunista que se llevó a cabo en los países del
Este de Europa no se parecía demasiado a lo que Marx
había imaginado (desde luego, el exterminio de millones
de disidentes políticos en los campos de concentración
rusos en Siberia no era lo que Marx tenía en mente).

Según Marx, existen algunos estados que se dice


que son democráticos aunque, en realidad, no lo son. ¿Por
qué? Porque en ellos hay personas ricas o capitalistas,
dueñas de las riquezas y de los medios de producción
(fábricas, maquinaria, etc.), y personas pobres o
proletarios, que no tienen nada y que, para vivir
únicamente cuentan con el salario que reciben por su trabajo. En tal situación, los primeros
imponen su voluntad a los segundos, dominándolos y explotándolos de acuerdo con sus
intereses.

Marx nos propone llegar a una situación diferente, en la que los seres humanos sean
económicamente iguales, pues únicamente si se llega a la igualdad económica podrá
alcanzarse la democracia, es decir, la igualdad política. ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver el hecho
de que existan ricos y pobres con el hecho de que exista o no una democracia? Porque,
habitualmente, sólo los ricos pueden acceder al poder. En las democracias del tiempo de Marx,
sólo los ricos podían pagarse una educación adecuada y pagarse una campaña política para ser
votados y ganar así las elecciones. Un pobre proletario jamás podría llegar a ningún cargo
político importante.

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Política y Ciudadanía

En todas las épocas ha existido una lucha entre dos clases sociales antagónicas: la de
los ricos y la de los pobres:

- En la Antigüedad (Grecia y Roma): entre personas libres y esclavos o entre patricios y


plebeyos.
- En la Edad Media: entre señores feudales y vasallos o entre los dueños de las tierras y
los siervos que las trabajaban.
- En la Edad Moderna: como ya hemos visto, entre los capitalistas (dueños de los
medios de producción) y los proletarios (trabajadores).
En las sociedades modernas los capitalistas y los proletarios tienen intereses
contradictorios y, debido a ello, se encuentran en continuo enfrentamiento. Los proletarios,
cobrarán conciencia de sus fuerzas (son muchos más que los capitalistas) y se unirán,
sublevándose contra sus amos y arrebatándoles sus riquezas. En este momento desaparecerá
la sociedad capitalista y será sustituida por una sociedad socialista.

Esta sociedad será diferente de todas las anteriores ya que en ella gobernará el
proletariado. Las personas serán iguales en riqueza y no existirán ni explotadores ni
explotados, puesto que cada individuo percibirá el fruto íntegro de su trabajo, es decir, cada
persona será dueña de lo que produzca (no como ocurre hoy en día. En una fábrica de, por
ejemplo, neumáticos, cada trabajador fabrica muchos neumáticos al día y los beneficios de su
venta no son íntegros para él, sino que sólo percibe una pequeña parte, su sueldo).

Sin embargo, esta situación tampoco será definitiva, sino que se dará un paso más
hasta llegar a la sociedad comunista. En ella desaparecerá completamente la propiedad
privada de los medios de producción, habrá riqueza en abundancia que será repartida
equitativamente entre todos. La totalidad de las personas serán dueñas de la totalidad de los
bienes y cada una percibirá, naturalmente, lo que necesite.

Para Marx, únicamente en esta sociedad comunista tendrá lugar una auténtica
democracia, ya que todas las decisiones se tomarán colectivamente sin que el poder otorgado
por la riqueza pueda interferir de ningún modo.

La democracia representativa

En este tipo de democracia, los ciudadanos no gobiernan directamente, sino por medio
de representantes elegidos libremente, los cuales son los encargados de dirigir las gestiones
administrativas y políticas.

Este tipo de democracia se encuentra establecida en casi la totalidad de los países


modernos desarrollados y posee las siguientes características:

1. Establecimiento de una ley suprema y fundamental (la Constitución) en la que se


reconocen los derechos y deberes de todos los ciudadanos.
2. Existencia de un gobierno y de una oposición (si no hay oposición estaríamos en un
régimen de partido único, es decir, en una dictadura).
3. Elecciones periódicas y libres con voto secreto.
4. Pluralidad de partidos, sindicatos y grupos de presión.
5. Libertad de opinión y prensa.

Dentro de la democracia representativa se distingue, a su vez, entre democracia


presidencialista o liberal y democracia parlamentaria o radical.

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Política y Ciudadanía

La democracia presidencialista o liberal

Es el propio de las democracias liberales que, en su sentido más clásico y tradicional,


intentan defender la libertad, las iniciativas individuales y el libre juego del mercado. De
acuerdo con estos principios se piensa que el mejor gobierno es el que menos gobierna, es
decir, en que interfiere menos en la vida de los ciudadanos. Su función fundamental sería la de
evitar que determinados ciudadanos o grupos impida o restrinja la libertad de otros.

Con el fin de proteger de modo eficaz esas libertades el régimen presidencialista


tiende a establecer la máxima separación posible entre los poderes legislativo, ejecutivo y
judicial, y a crear una amplia pluralidad de organismos e instituciones que sirvan de freno y
contrapeso a los poderes gobernantes.

El régimen parlamentario

En este sistema la primacía corresponde al poder legislativo, y los gobernantes (el


poder ejecutivo), aparecen como meros delegados o representantes suyos, ya que se
encuentran sometidos a la autoridad del Parlamento que, libremente, puede deponerlos.

Los defensores del régimen parlamentario suelen mostrarse partidarios de anteponer


la idea de igualdad a la de libertad. Piensan que si no se restringen ciertas libertades, los ricos y
poderosos gozarán de ciertas ventajas y tratarán de hacerse con mayores cuotas de poder.

En base a esta concepción se encuentra el pensamiento de Rousseau, para quien la


sociedad surge en virtud de un pacto entre personas libres e iguales, de acuerdo con el cual los
seres humanos deciden someterse a la voluntad general y a las leyes elaboradas por dicha
voluntad. En este contexto, los gobernantes son meros delegados de la voluntad general, es
decir, de la voluntad del pueblo.

Este tipo de democracia estuvo presente en la Francia revolucionaria de finales del


siglo XVIII y en numerosos países durante el siglo XIX y principios del XX, y, en general, ha sido
defendida por las corrientes progresistas y socialistas. Pero dado que esta forma de gobierno
acababa con gobiernos débiles, inestables y poco duraderos, tras la Segunda Guerra Mundial
casi todos los países europeos evolucionaron hacia un sistema mixto.

Democracia de tipo mixto

En nuestros días, casi todas las democracias modernas, tanto las de carácter
monárquico (la española) como las de carácter republicano (la francesa), se mueven en una
postura intermedia entre el régimen parlamentario y el presidencialista. Tratan pues, de
equilibrar las ideas de libertad e igualdad. Suelen ser gobiernos parlamentarios con un poder
ejecutivo fuerte.

De acuerdo con los principios del régimen parlamentario, los gobernantes siguen
siendo responsables ante el Parlamento, pero además, los partidos tienden a formar mayorías
parlamentarias (pactos entre varios partidos). El Parlamento nombra al jefe de Gobierno (suele
ser el líder del partido mayoritario) y, cuando no sucede así, se debe a que existe una coalición
de dos o más partidos entre los que suman la mayoría parlamentaria. A su vez, el jefe del
gobierno nombra a los ministros y, tanto estos como aquel, deben responder de sus
actuaciones ante el Parlamento, que, en todo momento, puede deponerlos.

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Política y Ciudadanía

De este modo se logran gobiernos estables y duraderos y, al mismo tiempo, se


reconoce y respeta la autoridad del Parlamento. Y además se conjugan las libertades propias
del liberalismo con la igualdad de las tendencias democráticas radicales.

Naturalmente, no todos los sistemas de tipo mixto son iguales, sino que subsisten
ciertas diferencias entre unos y otros. Por ejemplo, el sistema de Gran Bretaña o de España se
inclina más hacia el régimen parlamentario, mientras que el francés lo hace hacia el
presidencialista. En este sentido, podemos encontrar multitud de matices particulares en cada
país, pero casi todos se mueven en un sistema de equilibrio entre una y otra tendencia.

PROBLEMAS DEL SISTEMA DEMOCRÁTICO

Como decía el político británico Winston Churchill "La democracia no es el mejor


sistema, únicamente es el menos malo". Las democracias en las que vivimos están muy lejos de
ser perfectas y presentan una gran cantidad de problemas. Son sistemas que hacen más
probables que en cualquier otro, los buenos resultados, pero no los garantizan. En este
sentido, tienen muchas limitaciones como:

a) Su representación nunca es completa. La mayoría de la población se ve obligada a


elegir entre unos pocos representantes. Además, como la mayoría de las democracias son
bipartidistas (tienen sólo dos partidos con oportunidades reales de gobernar), cada ciudadanos
sólo puede elegir entre dos modelos de representantes. Contando que en España hay unos 44
millones de personas y sólo dos partidos mayoritarios (PSOE y PP), ¿representan sólo estos dos
partidos la enorme cantidad de ideas y de maneras de entender la política de 44 millones de
personas? Es evidente que no.

b) Que una decisión sea avalada por una mayoría de votos no quiere decir que sea la
mejor. Que todos nos pongamos de acuerdo en decir que algo es de una determinada manera
no quiere decir que sea realmente así. Si todos eligiéramos por votación que hay que
exterminar a todas las personas de raza negra o de religión judía, es evidente que, aunque
sería una decisión democrática, no sería buena. En ocasiones, un experto en un tema toma
decisiones más correctas que el fruto del acuerdo entre miles de personas.

c) Como a fin de cuentas, los partidos gobiernan gracias a que son votados, muchas de
sus decisiones son populistas, es decir, se basan en parecer agradables a la gente, con el único
fin de obtener votos. Los partidos entonces toman las decisiones en virtud, no en que sean
buenas para el país, sino en que sean rentables electoralmente (den muchos votos).

d) Existen muchos medios de manipular a los ciudadanos para obtener votos. Así, los
partidos se gastan incontables sumas de dinero en campañas de imagen, en dominar los
medios de comunicación, en propaganda. Todos estos medios se manipulan para dar una
determinada imagen al partido o al líder en busca de votos. La política, como pasaba con los
sofistas, acaba por convertirse en retórica.

e) Los medios de participación son escasos. Exceptuando que podemos votar cada
cuatro años, no tenemos apenas más medios para participar de modo directo en la vida
política. ¿Qué hace para que nuestras opiniones se tomen en cuenta? Para solucionar esto se
suele hablar de fomentar la sociedad civil, es decir, hacer que los ciudadanos se agrupen y así
consigan presionar a los políticos para que sus opiniones sean puestas en práctica. Si eres uno
no puedes hacer nada, pero si te agrupas, los políticos acaban por tomarte en cuenta (ya que

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cuantos más seas, más votos se arriesgan a perder si no te escuchan). En la actualidad, muchos
grupos o colectivos tienen mucha fuerza para ejercer presión sobre los gobernantes: colectivos
de homosexuales, feministas, víctimas del terrorismo, etc. tienen mucho poder en España para
presionar al gobierno en su toma de decisiones.

f) Habitualmente, los sistemas democráticos pretenden ser tan abiertos y tolerantes


que dejan que "se cuelen" actitudes y pensamientos no tolerantes ni democráticos. Ej.: grupos
neonazis, bandas, partidos de extrema derecha, etc.

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