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Género y medio ambiente. El derecho de las mujeres a los recursos naturales

Research · October 2015


DOI: 10.13140/RG.2.1.2423.6244

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1 author:

Laura Elena Ruiz Meza


Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
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Género
y Medio Ambiente
El derecho de las mujeres a los

recursos naturales en Chiapas

Laura Elena Ruiz Meza


Género y Medio Ambiente.
El derecho de las mujeres a los
recursos naturales en Chiapas

Fotografías: Laura Elena Ruiz M.


Diseño: cereceroguerreroestudiográficomexicano

© Laura Elena Ruiz Meza


© Programa de Apoyo a la Mujer, A.C.
promujerchiapas@prodigy.net.mx

ISBN: 978-607-00-1545-8

Este material se realizó con recursos


del Fondo Proequidad Séptima Emisión
del Instituto Nacional de Las Mujeres
y de Mama Cash;
empero no necesariamente comparten
los punto de vista expresados por la autora.

Primera edición: julio de 2009


Impreso en México
66 A la memoria de mi madre,
cómplice y amiga, ejemplo de
generosidad y fortaleza.

66 A las mujeres campesinas


que cotidianamente luchan
por defender su derecho a la
propiedad sobre los recursos
naturales.
C o n t e n i d o

Presentación 7
Introducción 9
Género y gestion social de 13
recursos naturales
13 Relaciones sociales y gestión ambiental
14 Vínculos entre género y ambiente
16 Posturas teóricas sobre la relación entre
género y recursos naturales
18 Derechos de propiedad sobre los recursos naturales
Las brechas de género en la 23
propiedad de la tierra en México
La exclusión de las mujeres en 27
la gestión del agua
Gobernabilidad ambiental, 33
equidad de género y derechos
al agua y
a la tierra en Chiapas
33 El contexto local
35 Segregación de género en las políticas hídricas
38 Gestión social del agua sin participación femenina
44 Las voces de las mujeres en el Comité Hidráulico y
la Asociación de Usuarios
45 Legitimando los intereses de las mujeres
49 La participación de las mujeres en la producción
agropecuaria y en el manejo del agua para riego
51 Perfil sociodemográfico de las
mujeres propietarias
53 Migración
54 Formas de acceso a la tierra
56 Relaciones de género y agencia de las mujeres
en el riego
58 Estrategias para acceder al agua
Dimensiones de género de los 71
mercados de derechos
de agua y tierra
71 ¿Qué son los mercados de derechos de agua?
73 Participación femenina en los mercados
de agua y tierra
Propuestas para formular una 83
política de género en la gestión
de los recursos naturales
83 Principios de la igualdad de género
84 Objetivo general
84 Objetivos estratégicos
85 Líneas estratégicas de acción
Bibliografía 93
Presentación

En México se registra una aguda desigualdad en la


distribución de la tierra con consecuencias directas en los niveles de
pobreza. De manera particular, las mujeres han sido uno de los grupos
sociales más afectados por las inequidades en la distribución de la
propiedad de la tierra, el agua y otros recursos naturales y productivos,
y en ello han intervenido un conjunto de factores estructurales y
mecanismos legales y culturales que operan de manera articulada
limitando su derecho a poseer y heredar bienes. Los factores que
excluyen a las mujeres de la propiedad y el control sobre los recursos
les impiden participar en condiciones de igualdad en los procesos
de adopción de decisiones, afectan considerablemente su calidad
de vida, las colocan en una situación de vulnerabilidad y restringen
su capacidad para enfrentar situaciones de riesgo e incertidumbre
producto de los procesos de ajuste estructural y de los reacomodos
en las relaciones comunitarias y familiares.

La importancia de reconocer y comprender el origen y


el impacto de género de los arreglos institucionales locales involucrados
en la gestión de recursos naturales, se basa en la urgencia de realizar
intervenciones dirigidas a modificar las estructuras de poder que
colocan a las mujeres en una situación de desventaja respecto a la
titularidad de recursos esenciales para la obtención de satisfactores.

La presente publicación es resultado parcial del


Proyecto “Construyendo el cambio: conservación de recursos naturales,
derechos de propiedad a la tierra y el agua y autonomía
económica de las mujeres campesinas en Chiapas”, realizado
por Programa de Apoyo a la Mujer, A.C. con el apoyo financiero
del Instituto Nacional de las Mujeres y de Mama Cash, a quienes
agradecemos su valiosa colaboración.

En el marco de la defensa de los derechos


económicos, sociales y políticos, el Proyecto pretende ampliar
las oportunidades de participación equitativa de las mujeres
campesinas en los procesos de gestión ambiental mediante el
fortalecimiento de sus habilidades para conservar sus recursos
naturales y de sus capacidades para defender su derecho a
la propiedad sobre los mismos. Asimismo, se busca formular
propuestas que contribuyan a incorporar la perspectiva de
género en los programas de gestión de los recursos naturales
impulsados por las instancias públicas y por las organizaciones
civiles y sociales.

El impulso de acciones que garanticen los


derechos de las mujeres a la propiedad sobre los recursos es
relevante por la importancia que la posesión de bienes tiene en
su autonomía económica y poder de negociación en los procesos
de adopción de decisiones en la familia y la comunidad.
8
Presentación

ProMujer, A. C. tiene la misión de contribuir


a la generación de cambios culturales que se dirijan a la
construcción de una sociedad más equitativa, solidaria y
humana, en la que hombres y mujeres puedan desarrollar
plenamente sus potencialidades. Para ello, sus servicios se
dirigen a promover el fortalecimiento de organizaciones sociales
en el área rural y al acompañamiento de procesos de cambio
protagonizados por las mujeres campesinas e indígenas.

Las reflexiones y propuestas que emanan


de la presente publicación pretenden contribuir a la lucha
cotidiana que realizan los grupos y movimientos de mujeres
indígenas y campesinas en Chiapas y en México para impedir
que las políticas neoliberales y de privatización de los recursos
naturales, pero también las costumbres, tradiciones y normas
de género de sus localidades de origen, continúen vulnerando
su derecho a la propiedad sobre los recursos vitales para la
subsistencia: el agua y la tierra.
Introducción

En los últimos años se ha incrementado el interés


por identificar los impactos que están teniendo las políticas agrarias
contemporáneas en la pobreza y la autosuficiencia alimentaria de la
población rural. Las reformas sobre la tenencia de la tierra también
tienen implicaciones en el acceso a otros recursos y servicios por
parte de la población empobrecida y marginada, entre ellos el agua
para uso agrícola. El control efectivo sobre los recursos productivos
continúa siendo significativo para el fortalecimiento de los modos de
vida rurales.

De manera paralela, cada vez con mayor énfasis se


habla de la crisis del agua, pero las discusiones continúan abordando
por separado la problemática del agua y la de la tierra, pese a que
más del 75% del agua es usada con fines agrícolas. Las reformas del sector
hídrico proponen un uso eficiente del recurso mediante la liberalización de
los derechos de agua, pero no se han considerado los efectos negativos
en la población empobrecida que carece de los recursos monetarios, de
la información y de la propiedad sobre la tierra para participar de manera
equitativa en los mercados de derechos de agua.

La tenencia de la tierra es clave para acceder a las


asignaciones de agua, tanto en los sistemas formales como en los
tradicionales de manejo de los recursos. No obstante, las reformas
en los sectores hídrico y agrario contemplan de manera separada los
derechos sobre el agua y la tierra, a la vez que no toman en cuenta
los regímenes no formales de derechos sobre estos dos recursos
naturales, lo que excluye a diversos grupos sociales del acceso al
agua -entre los que destacan las mujeres campesinas- y reduce el
valor de la tierra con fines productivos.

Las barreras de carácter formal y no formal que


enfrentan las mujeres rurales para acceder a la propiedad de la tierra
en el actual contexto de cambios agrarios han sido abordadas por
varios estudios e incluso por el movimiento de mujeres indígenas. Sin
embargo, pese a que el acceso al agua con fines productivos esta
vinculado de manera crítica con el control sobre la tierra, son muy
escasos los estudios en nuestro país que analizan las implicaciones
de las reformas a los códigos agrarios y de aguas -y su articulación
con la normativa consuetudinaria- en los procesos de asignación de
derechos de acceso y propiedad sobre los recursos naturales para las
mujeres campesinas.

En tanto que la reformulación de las políticas agrarias


y de recursos hídricos pretenden fomentar la eficiencia económica y la
introducción de mecanismos de mercado para incentivar la inversión en
el sector, así como la reasignación de los recursos naturales a través
de su liberalización e individualización, resulta necesario identificar las
10

implicaciones que tales políticas tienen en la creación y recreación de


Introducción

los derechos sobre los recursos y la seguridad en la tenencia para las


mujeres campesinas.

Asimismo, resulta relevante documentar las


dimensiones que adquieren los recientes procesos de mercantilización
de la tierra y el agua y sus efectos en la condición femenina. Con la
introducción de cambios legislativos en los sistemas de tenencia de
la tierra y el incremento en la posesión individualizada, las mujeres
se han enfrentado a situaciones de incertidumbre y riesgo, y han
perdido las reducidas superficies a las que han accedido mediante
mecanismos tradicionales, como la herencia, pues los acuerdos no
formales de posesión de la tierra no han sido reconocidos y fácilmente
se han perdido.

Analizar desde un enfoque de equidad de género, las


conexiones críticas entre el acceso al agua, la tenencia de la tierra
y la pobreza y vulnerabilidad de las mujeres rurales es el propósito de
la presente publicación, a partir de un estudio realizado en una zona
irrigada localizada en el municipio La Concordia, Chiapas.

El documento está organizado en cinco capítulos.


El primero presenta un marco conceptual en torno a los vínculos
entre género y gestión ambiental, y da cuenta de los principales
planteamientos teóricos y metodológicos acerca de las relaciones de
género y los derechos de propiedad sobre los recursos naturales.

En los apartados dos y tres se analiza, desde un


enfoque de género, la situación que enfrentan las mujeres en nuestro
país con respecto a sus derechos de propiedad sobre los recursos
naturales, en especial la tierra y el agua.

El cuarto capítulo aborda la exclusión de las mujeres


de los procesos de gestión de los recursos naturales y sus efectos en
la gobernabilidad ambiental y en la asignación de derechos al agua y
a la tierra entre los géneros. Asimismo, se examina la participación
de las mujeres campesinas en la producción agropecuaria y en el
riego y las estrategias cotidianas que ensayan para satisfacer sus
necesidades de acceso y control sobre el agua y la tierra.

En el quinto capítulo se efectúa un análisis sobre las


dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra
y sus efectos en la situación y posición de las mujeres campesinas
en la región de estudio.

Introducción
El documento concluye con un sexto apartado en el
que se presentan un conjunto de propuestas y recomendaciones que
pueden facilitar el diseño de Políticas de Género en las instituciones

11
públicas y en las organizaciones civiles y sociales involucradas en la
gestión ambiental.
Género y gestión social de
recursos naturales

Relaciones sociales y gestión ambiental

En el análisis de las formas específicas en que las


sociedades, grupos sociales y comunidades se relacionan con el medio
ambiente se ha insistido en la importancia de considerar estos vínculos
como una construcción social, donde un conjunto de factores materiales
y culturales median las relaciones que la población establece con los
recursos naturales (Velázquez, 2003).

Si el territorio es un espacio socialmente construido


con identidades e institucionalidades que definen las relaciones
entre los actores sociales y la distribución y uso de los recursos, la
gestión social del territorio es un proceso de negociación, de toma
de decisiones entre actores individuales y colectivos que tienen
pesos diferentes y desiguales, por lo que las decisiones finales de tal
interacción pueden favorecer más a unos actores que a otros (Weber
y Reveret, 1993).

Desde la perspectiva de la ecología política se ha


hecho referencia a las relaciones sociales que están en la base de la
distribución desigual de los recursos naturales. Bajo esta orientación
analítica se ha puesto creciente atención al estudio de los arreglos
institucionales locales involucrados en los procesos de gestión de los
recursos en tanto revelan las relaciones sociales y de poder que se
establecen entre diversos grupos, las cuales configuran los vínculos
entre pobreza y ambiente al intervenir en la asignación desigual de
titularidades ambientales, entendidas como derechos de uso y de posesión
legítima y efectiva sobre los recursos naturales.

Las instituciones sociales son consideradas como


estructuras de tipo normativo o patrones regularizados de
comportamiento entre individuos y grupos en una sociedad, que les
permiten actuar y negociar1. Estas instituciones pueden ser formales:
leyes y códigos del dominio público, y no formales: normas consuetudinarias
y prácticas sociales de tenencia,
posesión y derechos sobre un
recurso (Leach, et al., 1997). Así,
las instituciones regulan las
interacciones entre los grupos
sociales con el ambiente al
estructurar las prácticas de uso,
acceso y control sobre los recursos
y la distribución de los beneficios
14

derivados de su aprovechamiento,
Género y gestión social de recursos naturales

por lo que inciden en las condiciones


de vida de la población (Forsyth
y Leach, 1998).

De esta forma, el análisis de las prácticas de gestión


de los recursos desde la perspectiva de las titularidades o derechos
ambientales contribuye a explicar la combinación de instituciones
sociales que estructuran las dinámicas de acceso y control sobre los
recursos por parte de determinados grupos de población, diferenciados
por su posición en la estructura social, su pertenencia étnica, su
género y generación. Asimismo, permite mostrar cómo la pobreza y
vulnerabilidad es experimentada de manera diferente por cada grupo
social en función de su acceso relativo a derechos sobre los bienes
ambientales claves para su subsistencia.

Vínculos entre género y ambiente

El concepto de género alude a las características


socio-culturales asignadas a las personas en forma diferenciada de
acuerdo al sexo, y que determinan la forma como hombres y mujeres
interactúan y dividen sus funciones; estas características construyen
las identidades masculinas y femeninas, las cuales son modificables

1 Appendini y Nuijten (2002) definen a las instituciones como estructuras de tipo regulativo, normativo y cognoscitivo
que dan estabilidad, coherencia y significado al comportamiento social y que son transportadas por diferentes medios:
cultura, estructuras y rutinas.
en el tiempo y varían de una cultura a otra. Bajo esta acepción,
género es una categoría social que permite analizar las diferencias
en los comportamientos y responsabilidades, así como la desigualdad
de oportunidades de hombres y mujeres al interior del grupo familiar,
una unidad de producción, una comunidad, una nación y una cultura.
Como categoría relacional, el género se refiere, no a las mujeres, sino
a las relaciones que se establecen entre hombres y mujeres, entre
mujeres y entre hombres y a las maneras en que se ejerce el poder
al interior de esas relaciones.

El género, como expresión de las desigualdades


sociales, incide en la forma en que están estructurados los grupos

Género y gestión social de recursos naturales


domésticos, las comunidades y las
instituciones sociales que intervienen en
la gestión de recursos naturales. Las
relaciones entre hombres y mujeres
forman parte de la organización social y
están presentes en los vínculos que la
población establece con su ambiente.

El enfoque de género
toma en cuenta que las mujeres y los
hombres hacen un uso diferenciado de

15
los recursos naturales a partir de los roles
que les son asignados socialmente, y por
ello tienen experiencias, necesidades
e intereses distintos y son afectados
por los cambios ambientales de forma
diversa. Las normas y prácticas de
género definen espacios de vida,
responsabilidades y derechos desiguales
para hombres y mujeres respecto a la
propiedad sobre los recursos naturales. La posición subordinada que
ocupan las mujeres en la sociedad se traduce en un limitado control
sobre los recursos y en un escaso poder de negociación en la adopción
de decisiones en los procesos de gestión de los recursos naturales, es
decir, en las prácticas de manejo, acceso y control sobre los recursos
y servicios ambientales.

La importancia de incluir la perspectiva de género


en el análisis de las dinámicas socioambientales responde a la
necesidad de comprender de manera integral la complejidad de
relaciones que se establecen entre los grupos sociales y entre éstos
y los ecosistemas, relaciones que con frecuencia son decisivas para
crear oportunidades y obstáculos a la participación social en iniciativas
que busquen armonizar el bienestar humano con la preservación
ambiental. Hoy en día se reconoce que toda intervención social dirigida
a promover un manejo sustentable de los recursos naturales y una
distribución equitativa de los beneficios, necesita comprender los
procesos de gestión de los recursos desde un enfoque de género. No
obstante, esta dimensión de análisis ha sido escasamente abordada
en los estudios sobre los arreglos institucionales locales relativos a la
gestión de los recursos naturales.

Wiens (2002) señala la


importancia de examinar la forma en que las
instituciones sociales afectan y son afectadas
por las ideologías, normas y prácticas de género
en determinados contextos socioculturales,
económicos y políticos. Además de las
instituciones formales o marcos legales, es
importante destacar las instituciones no
formales, aquellas normas consuetudinarias y
las costumbres sociales que tienen un papel
significativo en los procesos de toma de
decisiones que definen los derechos de acceso y
control sobre los recursos naturales, materiales
y sociales entre géneros y generaciones.
16

Igualmente intervienen en la distribución de los


Género y gestión social de recursos naturales

beneficios y en las oportunidades que tienen las


personas para ensayar nuevas opciones de vida
orientadas a su bienestar.

Posturas teóricas sobre la relación entre género y


recursos naturales

La reflexión teórica en torno a las relaciones de


género y el ambiente está presente desde la década de 1970. La amplia
discusión sobre el tema se ha realizado desde distintas perspectivas
disciplinarias, metodológicas y políticas para dar lugar a un extenso
y fructífero debate a nivel internacional2. Como producto de ese
debate se fue perfilando durante la década de 1990 una formulación
teórico-metodológica conocida como género, ambiente y desarrollo
sustentable3.

Desde esta corriente de pensamiento, las relaciones


sociedad-naturaleza deben explicarse a partir de una serie de
mediaciones socioculturales, de los tipos de propiedad sobre los

2_ Por razones de espacio no se intenta dar cuenta de las distintas escuelas de pensamiento que durante las últimas
décadas se han estado construyendo en torno al tema. Braidotti (1994) y Rico (1998) realizan una agrupación de los
distintos enfoques desde una perspectiva histórica.

3_ En la base de esta orientación se encuentran los planteamientos formulados por diversas escuelas de pensamiento,
entre ellas el ambientalismo feminista (Agarwal, 1992), la ecología política feminista (Rocheleau, et al., 1996) y la
denominada microeconomía política del uso de los recursos por género (Leach, et al., 1995).
recursos y en las relaciones sociales que operan a diferentes escalas
y en distintos ámbitos. Ello significa conocer la forma en que se
estructura la organización social por clases, etnias y géneros, y su
relación con los procesos de producción, reproducción y distribución,
tomando en cuenta la diversidad de contextos históricos, sociales y
ambientales. Apoyada en la ecología política y la economía política,
esta postura intenta explicar las formas en que se interrelacionan
las desigualdades sociales y de género con la pobreza y el cambio
ambiental, y con ello avanzar en propuestas alternativas de política y
práctica a favor del mejoramiento social y ambiental (Rico, 1998).

Diversos estudios en torno al tema han permitido

Género y gestión social de recursos naturales


identificar varios elementos que conviene incluir en el análisis de las
dimensiones de género del cambio ambiental. Leach, et al., (1995)
han propuesto los siguientes:

66 Identificar la división del trabajo y de


las responsabilidades estructuradas con
base en el género y la edad, considerando
las diferencias de estatus social
entre mujeres y hombres. Asimismo,
conviene tomar en cuenta los valores e
ideologías de género que dan significado
y legitimidad a esas actividades,

17
percepciones contextualizadas en el ciclo
de vida familiar y en la clase social, edad,
religión y etnicidad de los individuos. Ello
se vincula con los procesos de toma de
decisiones a través de las cuales dichas
tareas son asignadas al interior de los
grupos domésticos y las comunidades.

66 Analizar los derechos de propiedad sobre


los recursos naturales, que se conciben
como parte de las relaciones sociales
en tanto representan relaciones entre
personas, más que entre personas y bienes (Jackson, 1995). Así, se
precisa identificar los marcos legales para comprender estos derechos,
pero muy especialmente los derechos consuetudinarios, aquellas
instituciones no formales de carácter social y cultural que tienen tanto o
más peso que las leyes formales para establecer formas de control sobre
los recursos entre géneros y generaciones.

66 Un tercer aspecto es el relativo a las instituciones sociales que intervienen


en la toma de decisiones en torno a la división del trabajo y los derechos
de propiedad sobre los recursos. Entre estas instituciones destaca el
grupo doméstico, en particular el contrato conyugal y las pautas culturales
vinculadas al matrimonio y a las relaciones de parentesco, residencia y
herencia. Estas prácticas sociales permiten explicar el conjunto de
relaciones cotidianas a través de las cuales hombres y mujeres se
relacionan entre sí y con los recursos, a la vez que muestran las relaciones
de poder que inciden en el uso y acceso a los ingresos y otros beneficios
(Jackson 1995, 1998a). En este sentido conviene señalar que en las
familias y grupos domésticos se crean y recrean relaciones sociales de
intercambio y apoyo mutuo, pero también se presentan conflictos y
diferencias de poder entre géneros y generaciones en cuanto al control
de los recursos y al ejercicio de la autoridad (Sen, 1990; Kabeer, 1998;
Oliveira, 2000).

66 Tomar en cuenta el cambio político y económico a nivel macro y analizar


cómo se articula con los procesos locales de uso de los recursos y la
dimensión de género de las instituciones sociales vinculadas a la gestión
de los recursos. Asimismo, es necesario considerar las características de
los ecosistemas en los cuales tienen lugar las prácticas sociales de uso
y manejo de los recursos naturales, puesto que pueden moldear los
procesos y los efectos del cambio ambiental.

De esta forma, tal propuesta sugiere entonces


centrar el análisis en las relaciones sociales y mediaciones culturales
que inciden en los patrones de uso, acceso y propiedad sobre los
recursos entre hombres
18

y mujeres y que operan


Género y gestión social de recursos naturales

a diferentes escalas y
ámbitos, instituciones
inmersas en contextos
económicos, políticos y
ambientales específicos.
Esas diferentes escalas
y ámbitos remiten a
la denominada matriz
institucional: Estado,
mercado, comunidad y
grupo doméstico.

Derechos de propiedad sobre los recursos naturales

Con base en la reflexión conceptual realizada en


los apartados anteriores, en la que se ha destacado el papel que
desempeñan las instituciones formales y no formales en los procesos
de gestión de los recursos naturales entre los géneros, es posible
avanzar en la comprensión de la compleja dinámica que adquiere la
asignación de los derechos de propiedad, particularmente sobre la tierra
y el agua, recursos en los que se ha puesto el énfasis en este estudio.
Al definir los derechos de propiedad, Agarwal (1994)
señala que son derechos efectivos aquellos que están tanto legal
como socialmente reconocidos y son aplicados por una autoridad
legítima, ya sea ésta una
institución a nivel comunitario
o del Estado, por lo que
conviene diferenciar entre
acceso y control de facto y
propiedad de jure. Los derechos
a la tierra pueden adquirir la
forma de propiedad o de
usufructo (derecho de uso),

Género y gestión social de recursos naturales


asociados con diferentes grados
de libertad para arrendar,
hipotecar, transferir o vender.
Pueden obtenerse por herencia, por ser miembro de una comunidad,
de transferencias del Estado, de algún arreglo de tenencia (renta,
aparcería) o por la compra. Sin embargo, el acceso a la tierra a través de
medios no formales, de una relación de parentesco o amistad, no
necesariamente significa que se tiene un control efectivo sobre el
recurso 4.

Un análisis de género de los derechos de propiedad


requiere considerar el complejo conjunto de derechos que tienen

19
hombres y mujeres y no sólo la propiedad legal (Meinzen-Dick, et
al., 1997). Así, mientras que los hombres tienen derechos a la tierra
amparados por las leyes estatutarias y las normas consuetudinarias,
las mujeres los obtienen generalmente a través de ciertas prácticas
y costumbres, lo que implica desiguales condiciones para garantizar
la certidumbre y la efectividad en la tenencia. En las mujeres el
control sobre los recursos es débil y temporal; aunque jurídicamente
tienen derecho a la propiedad ésta normativa pocas veces se ejerce.
Por ello, las mujeres suelen reclamar sus derechos ante las normas
tradicionales de la familia y el matrimonio, mientras que las demandas
de los hombres se dirigen a las leyes formales (Rocheleau, et al.,
1996).

El derecho estatutario y el consuetudinario no son


disposiciones legales aisladas, en la práctica están articulados para
estructurar las condiciones de acceso y control sobre los medios de
subsistencia de manera diferenciada entre los géneros. No se puede
presumir que los arreglos locales sean proclives a la equidad social y
de género, al igual que las leyes agrarias, reflejan los intereses de los
sectores que detentan hegemonía.

4_ El acceso se entiende como la posibilidad de utilizar, participar y obtener beneficio de un recurso; el control se
refiere al dominio, la propiedad y el poder de decisión sobre su uso y sobre los beneficios obtenidos.
Deere y León (2002) han demostrado que la
desigualdad de género en la propiedad de la tierra tiene sus expresiones
en la familia, la comunidad, el Estado y el mercado; es decir, se trata de
mecanismos interrelacionados que tienen su
base en ideologías patriarcales y en
construcciones de masculinidad y feminidad
que rigen, tanto los usos y costumbres en
el matrimonio y la herencia, como los
programas estatales de distribución y
titulación, presentes también en el mercado
de tierras.

Las legislaciones agrarias,


como instituciones formales que regulan el
control a los recursos, han considerado
que la tierra otorgada al varón equivale
al derecho del grupo doméstico y, aunque
la mujer formalmente tiene derecho a la
tierra, en la práctica sólo tiene acceso legal
a ella en ausencia de un hombre y si es
responsable de menores de edad.
20

De manera destacada, la dimensión de género de las


Género y gestión social de recursos naturales

normas y prácticas culturales en las sociedades campesinas ha sido


un importante factor de restricción de los derechos de las mujeres
a los recursos naturales y a su participación en espacios públicos.
Además de la división del trabajo que asigna espacios de vida y
responsabilidades distintas y jerarquizadas a hombres y mujeres, las
costumbres hereditarias han generado una distribución desigual de
la tierra por estar basadas en la patrilinealidad y la patrivirilocalidad,
factores constitutivos de las relaciones de parentesco, conyugales
y de residencia que responden a la lógica de reproducción de los
hogares campesinos y del patrimonio familiar (Deere y León, 2002).
No obstante, se trata de una lógica de reproducción masculina al
darse a los varones el privilegio en la herencia de la tierra, aunque
el código civil establezca que los hijos e hijas pueden heredar los
bienes de sus padres en partes iguales. A través de las prácticas de
herencia se definen dotaciones y titularidades, es decir, la obtención
de derechos de uso y control sobre los recursos, que a su vez inciden
en la distribución de beneficios entre géneros y generaciones.

Los postulados de la llamada ecología política


feminista han puesto el énfasis en el análisis de los derechos y
responsabilidades que se estructuran con base en el género para
comprender las variaciones que adopta la distribución desigual de los
recursos entre los hombres y las mujeres (Rocheleau et al., 1996).
Así, conviene considerar tanto los derechos legales como los derechos
consuetudinarios, diferenciándolos entre derechos de propiedad y
derechos de uso, y entre derechos exclusivos o compartidos, pues
estos tipos de derechos tienen implicaciones en la seguridad de la
tenencia sobre determinados recursos.

Género y gestión social de recursos naturales


De igual forma resulta necesario tomar en cuenta el
tipo de recurso, el uso que se le de al mismo, el ámbito productivo
en el que se ubique y la valoración social otorgada a ese espacio;
es decir, si se trata de bienes con propósitos de subsistencia (valor
de uso) o con fines comerciales (valor de cambio), si son recursos
ubicados en espacios domésticos o en ámbitos comunitarios, pues
todas estas categorías deben ser consideradas en el análisis de
las tareas y responsabilidades que realizan mujeres y hombres en
el manejo de los recursos. Igualmente, es importante conocer los

21
derechos que hombres y mujeres tienen para disponer del trabajo de
otras personas en los distintos ámbitos productivos. El conjunto de estas
titularidades y derechos definirá la posición de los individuos dentro
de los distintos ámbitos y en las instituciones relativas a la gestión de
los recursos.

Desde hace varias décadas numerosas Conferencias


de las Naciones Unidas han establecido la importancia de garantizar
los derechos de las mujeres a heredar, poseer y administrar bienes,
en especial la tierra y vivienda, mediante la transformación de las
leyes y las costumbres que las discriminan. En los últimos años, en el
marco del monitoreo al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo
del Milenio, se vuelve a insistir en estas medidas para avanzar en las
metas de equidad de género (WEDO, 2004).

El gobierno mexicano ha suscrito las agendas y


recomendaciones emanadas de los eventos internacionales en la
materia, no obstante, las políticas públicas aún no incorporan tales
encomiendas. Ha faltado una auténtica voluntad política para remover
los obstáculos jurídicos e ideológicos y culturales que impiden la
apertura de mayores oportunidades para que las mujeres obtengan
la propiedad de la tierra.
La defensa del derecho a la propiedad para las
mujeres campesinas es relevante porque constituye un medio
privilegiado para mejorar su bienestar, pues fortalece su posición de
resguardo y contribuye a mejorar
su poder de negociación en el
hogar y en el ámbito comunitario,
así como a transformar las normas
de género que restringen sus
opciones de vida. Deere y León
(2002) sostienen que, dadas las
desigualdades que se presentan
en el grupo familiar, el riesgo de
pobreza y el bienestar de una
mujer podrían depender de manera
significativa de si tiene o no control
directo a la propiedad, a bienes
productivos y al ingreso, y no sólo
un acceso mediado por su esposo
o por otros varones de su familia.

La propiedad sobre la tierra y otros bienes genera


en las mujeres un mayor nivel de participación en las decisiones sobre
22

lo que se produce y cómo se gasta el ingreso que se obtiene; también


Género y gestión social de recursos naturales

podría ofrecerles mejores posibilidades para elegir a su pareja, tener


control sobre sus posesiones en caso de disolución del matrimonio
por abandono o viudez y estar en una situación menos desfavorable
frente a conflictos y violencia doméstica (Deere y León, 2002).

Igualmente, la propiedad de activos económicos


tiene una importancia mayor que sólo los ingresos porque generan
ingresos en su uso y acumulan valor, por ello son un elemento que
otorga una fuente de seguridad extra: pueden ser vendidos en casos
de emergencia o ser dados en garantía para acceder a créditos. De
esta forma, las mujeres podrían tener mayor habilidad para afrontar
la adversidad si tienen bienes bajo su control. Esto es especialmente
importante para el caso de las mujeres adultas mayores, dadas las
bajas coberturas en los sistemas de seguridad social y la ruptura de
las redes de parentesco y apoyo cuando se quedan viudas, o cuando
los(as) hijos(as) establecen su propio hogar o emigran. El derecho a
heredar podría garantizarle a las mujeres el control de una parte del
patrimonio familiar y derivar en mayor poder de negociación frente a
sus familiares (León y Deere, op. cit.).

El control autónomo sobre los bienes y el patrimonio


familiar es un incuestionable argumento para el diseño de estrategias
que tiendan a reducir la pobreza en las mujeres.
Las brechas de género en la
propiedad de la tierra en México

En el marco de las transformaciones rurales


experimentadas en nuestro país producto de las políticas de liberalización
económica, los procesos de individualización y privatización de los
derechos sobre los recursos naturales han afectado de manera diferente
a hombres y mujeres al estar inscritos en las pautas androcéntricas
presentes, tanto en las legislaciones como en las normas y prácticas
de género que rigen los procesos de uso, acceso y control sobre los
recursos naturales.

A pesar de que las mujeres campesinas participaron


en la lucha revolucionaria de 1910 y a que durante las décadas de
1920 y 1930, organizadas en bloques de mujeres revolucionarias,
demandaron cambios a la leyes agrarias para que tuvieran el mismo
derecho a la tierra que los hombres, es hasta 1971 cuando la legislación
agraria establece la igualdad jurídica del hombre y la mujer para
acceder a la tierra. A pesar de este cambio en la ley, en 1985 sólo el
15% de los ejidatarios eran mujeres (Botey, 2000).

Las modificaciones a la legislación agraria efectuadas


en 1992 representaron un serio retroceso en materia de derechos de
las mujeres a la tierra. Al igual que para los solicitantes varones, las
mujeres ven cancelada la posibilidad de acceso a la tierra por la vía
del reparto agrario, e inclusive la asignación de una parcela para las
actividades productivas de las mujeres deja de ser obligatoria para
los núcleos agrarios. Al mismo tiempo, al definir el título parcelario
como un derecho individualizado del jefe de la familia, se deja a la
esposa y a los hijos la prioridad en la compra de la parcela en caso
de que el titular pretenda venderla, lo que la ley llamo “derecho del
tanto”.

Con la nueva normativa la esposa del titular del


derecho agrario ya no tiene garantizado su derecho a heredar la
parcela, lo cual contradice la ley civil, pues la viuda tendría el derecho a
la mitad de los bienes en matrimonios realizados
bajo el régimen de sociedad conyugal, como es
el caso de la mayoría de las uniones en el sector
social del área rural. Aunque la posibilidad de
heredar la parcela como esposa del titular no
significaba que las mujeres tuvieran acceso
a la propiedad de la tierra por derecho propio
como ciudadanas, sino sólo como viudas
responsables de una familia, con los cambios
a la ley incluso este derecho condicionado es
vulnerado.
24

Así, tales reformas vuelven a


Las brechas de género en la propiedad de la tierra en México

privilegiar a los varones, quienes están dejando de considerar a sus


esposas como sucesoras. Por su parte, el Programa de Certificación
de Derechos Ejidales y Titulación de Solares Urbanos (Procede), no
ha establecido la titulación conjunta de tierras a las parejas a fin
de aumentar la propiedad de la tierra en manos de mujeres. En
su estudio sobre las implicaciones de género de las contrarreformas
agrarias neoliberales en diez países latinoamericanos, Deere y León
(2002) demuestran que México encabeza la lista de las naciones en
las que se han logrado menos avances con respecto a los derechos
de las mujeres a la tierra.

Los cambios a la legislación agraria también han


fomentado la privatización de los recursos naturales, lo que ha
generado el crecimiento de los mercados de tierra y agua, mercados
con dominio masculino en los que las mujeres participan más como
vendedoras que como compradoras.

A nivel nacional, las cifras oficiales nos indican la


proporción de mujeres que han accedido a la tierra. Según datos
del Procede, en el año 2007 sólo el 19.8% de los ejidatarios y
comuneros certificados eran mujeres, y sólo el 18% dispone de
parcela individual; asimismo, la proporción de posesionarias es del
25.4% y las avecindadas representan el 34% (Procuraduría Agraria,
2007). Esta información indica que en todo caso la mayor parte de
las mujeres son propietarias de un solar donde se ubica su vivienda,
no de una parcela de labor 5.

En Chiapas, el dato sobre las mujeres con derechos


agrarios certificados es todavía menor al nacional. Para el año 2007,
son mujeres sólo el 15.9% del total de titulares, el 21.7% son
posesionarias y el 37.8 son avecindadas, según datos de la Procuraduría

Las brechas de género en la propiedad de la tierra en México


Agraria (2007)6. Esta información muestra que una pequeña proporción
de mujeres son titulares de una parcela y, como sucede a nivel
nacional, la mayor parte de las mujeres son propietarias del solar en
el que se ubica su vivienda, no de una parcela de cultivo.

En definitiva, las legislaciones agrarias -como


instituciones formales que regulan el acceso a los recursos naturales-
no han considerado a las mujeres como sujetos de derechos sobre
esos recursos y continúan considerando a los hogares encabezados
por un varón como principales beneficiarios. De esta forma, la
ideología patriarcal que impera en la legislación fortalece y a su vez
se ve reforzada por las instituciones no formales que de igual manera
responden a esa ideología, como lo son las prácticas culturales o
costumbres distributivas y hereditarias que estructuran las condiciones
de acceso y control a los medios de subsistencia entre hombres y
mujeres. A los obstáculos jurídicos se suman los de tipo cultural.

25

5_ Las diferencias entre las mujeres son importantes al analizar el impacto que han tenido las reformas a la Ley
Agraria, pues a partir de su relación de propiedad con la tierra, el estatus social de las campesinas difiere. Las
ejidatarias son titulares de un derecho agrario, mientras que las posesionarias han accedido a una parcela de labor
dentro del núcleo agrario, y aunque son reconocidas por la Asamblea por carecer de un derecho agrario no pueden
participar en la toma de decisiones. Las avecindadas no poseen parcela, sólo un solar.

6_ De acuerdo al Censo Agropecuario 2007, son mujeres solamente el 13.5% del total de ejidatarios y comuneros
(INEGI, 2008).
La exclusión de las mujeres en la
gestión del agua

La Conferencia Internacional sobre Agua y Ambiente


realizada en 1992 establecería nuevos criterios para el diseño y
modificación de las políticas de gestión de los recursos hídricos, a
partir de lo que se conoce como los Principios de Dublín, los cuales
han considerado al agua como un recurso vulnerable y finito, con un
valor económico en todos sus usos. Asimismo, tales principios han
establecido la participación social en la gestión del agua y puesto el
acento en el papel central que tienen las mujeres en la provisión del
vital recurso.

La Visión Mundial del Agua (WWC, 2000), documento


base para el diseño de planes y programas públicos en materia de
manejo de los recursos hídricos a nivel internacional, señala entre
sus objetivos primordiales el otorgar poder a mujeres, hombres
y comunidades para que decidan sobre el acceso al agua y que
puedan organizarse con ese fin. A pesar de esa clara referencia a
la participación de hombres y mujeres en la toma de decisiones
sobre la gestión del agua, las políticas hídricas han puesto muy poca
atención a los aspectos de género en su diseño y todavía existen
fuertes resistencias para reconocer a las mujeres como usuarias del
agua y para aceptar su participación en la toma de decisiones sobre
la gestión del recurso en todos los niveles.
Como bien lo señalan Zwarteveen y Bennett (2005),
las políticas públicas continúan adoptando dos enfoques al considerar
los vínculos entre género y agua. Por un lado prevalece el enfoque
de bienestar social y satisfacción de necesidades básicas con
respecto al sector de agua potable y saneamiento y, por otro lado,
se encuentra el enfoque productivista y de eficiencia económica
presente en el ámbito de la irrigación y en el uso del agua para las
actividades económicas.

A las mujeres se les ha asignado socialmente el


trabajo reproductivo y sus vínculos con el agua están relacionados
con las tareas domésticas y la
satisfacción de necesidades del
hogar. Sin embargo, la relación de
las mujeres con el agua destinada a
fines productivos es menos visible,
así como su participación en los
procesos de gestión debido a que la
agricultura y las actividades de riego
están asociadas a la masculinidad
y son identificadas como trabajo
exclusivo de los hombres (Zwarteveen
28

y Bennett, 2005).
La exclusión de las mujeres en la gestión del agua

De esta forma, las políticas de agua conciben de


manera separada a los usos del agua y ven a los usuarios como
individuos aislados sin apreciar las interacciones entre ellos y el
conjunto de las relaciones sociales. La separación entre el uso del agua
para fines domésticos, considerado dentro de la esfera privada, y el
uso para irrigación ubicado en el ámbito público y productivo, divide
su administración y manejo, simplifica y falsea la realidad y oscurece
las múltiples interconexiones entre los diversos usos y usuarios. Esta
tendencia a disociar los usos del agua conforme a espacios productivos
-masculinos y domésticos-femeninos, impide identificar y comprender
las relaciones entre los géneros y la diversidad de usos y usuarios del
agua que en la vida cotidiana se encuentran en estrecha conexión.

Las políticas de irrigación agrícola no suelen


considerar las diferencias entre grupos sociales y tampoco el
desequilibrio de género en materia de división de trabajo, derechos
de propiedad e ingresos. Ello se debe a que las políticas se inscriben
en conceptos normativos androcéntricos y estrictamente técnicos que
impiden reconocer los diferentes usos del agua que hacen las mujeres,
incluidos los usos productivos. Aunque las campesinas realicen labores
agrícolas y de riego, ellas no son vistas como agricultoras y usuarias
del agua para riego por parte de las leyes y políticas hídricas, de las
instancias públicas relacionadas con el manejo del agua, de sus propias
comunidades e incluso de sus propias familias. La consecuencia
inmediata es que ellas no son dotadas con derechos sobre el agua
(Zwarteveen y Bennett, 2005).

En el marco de las Conferencias Mundiales de las


Naciones Unidas, desde hace varias décadas se han establecido
compromisos para incrementar la participación de las mujeres en
la gestión de los recursos
hídricos. Si bien el gobierno
mexicano ha suscrito las

La exclusión de las mujeres en la gestión del agua


agendas emanadas de los
eventos internacionales, es
poco lo que se ha avanzado
en la incorporación de estas
recomendaciones en las
políticas públicas nacionales
(Ruiz, 2004).

Monsalvo y Zapata (2000) han señalado que la Ley


de Aguas en México sólo considera como usuarios a quienes de manera
formal cuentan con un título de propiedad y de concesión para el uso y
aprovechamiento del agua, lo que afecta a las mujeres debido a que la

29
titularidad legal y consuetudinaria de la tierra y el agua está en manos
de los varones7. Aunque las campesinas usan el agua en actividades
productivas como agricultoras, más aún con la creciente migración
masculina, su acceso a la tierra y al agua de riego es informal debido
a que no tienen los derechos agrarios a su nombre y a que el riego es
considerado culturalmente una actividad masculina.

Su escaso reconocimiento como productoras además


las excluye de las instancias de toma de decisiones y gestión del
agua, como lo son las Asociaciones de Usuarios del agua de riego y
los Comités y Consejos de Cuenca.

Los estudios realizados en zonas de riego en México


y Latinoamérica identifican una destacada presencia de mujeres jefas
de hogar por efecto de la migración masculina, quienes con frecuencia
intensifican su aporte de trabajo en las labores agropecuarias y de
irrigación (Buechler, 2000, Bastidas, 2000). Una investigación realizada
en diez distritos de riego del norte del país reveló que las mujeres
representan entre el 4% y el 26% del conjunto de usuarios, siendo la
mayoría de ellas productoras agrícolas (Fracchia, 1999). En los cuatro
Distritos de Riego existentes en Chiapas, los padrones de usuarios
indican una considerable participación de mujeres agricultoras, de

7_ Estudios realizados en Asia y América del Sur indican que a nivel internacional las legislaciones incluye el mismo
criterio para ser considerado usuario y acceder a los derechos de agua: tener la titularidad de la tierra (Meinzen-Dick
y Zwarteveen 1997; Bastidas, 2000).
un 8% a un 32% (Conagua, 2005), pero no están presentes en los
espacios donde se toman las decisiones.

En los últimos años se han apreciado algunos avances


en nuestro país en materia de institucionalización de la perspectiva
de género en el quehacer público; sin embargo, las instituciones
que tienen a su cargo superar las desigualdades entre hombres y
mujeres continúan sin incidir en las instituciones responsables de
la administración ambiental y agraria. Las políticas y programas
dirigidos a transformar el estatus de las mujeres han ignorado las
brechas de género en la gestión del agua, y de la misma manera se
puede apreciar una ausencia del enfoque de género en el diseño e
instrumentación de las políticas hídricas.

Aún queda mucho camino por recorrer para que las


mujeres sean vistas como ciudadanas, con capacidad de participar en
la adopción de decisiones sobre la gestión de los recursos naturales,
de ejercer sus derechos como humanas. Una visión amplia de la
ciudadanía no se reduce a considerar sólo los derechos civiles y
políticos, sino también los derechos económicos, sociales y culturales
que son indivisibles e interdependientes. Las mujeres poseen igualdad
jurídica frente a los hombres, pero esta equidad legal coexiste con la
30

persistencia de desigualdades sociales, económicas y culturales.


La exclusión de las mujeres en la gestión del agua
Conferencias y eventos internacionales que han establecido compromisos en
materia de género y gestión de los recursos hídricos

Conferencia Acuerdos establecidos

Década internacional Se reconoce el papel de las mujeres en el suministro de agua, sus


de agua potable y cargas de trabajo y responsabilidades en la esfera doméstica para
saneamiento (1981- garantizar la salud y alimentación de su familia, y se destaca la
1990) de la onu necesidad de tomar en cuenta sus intereses.

Conferencia de agua y Incluyó como principio que “la mujer tiene un papel central en el
saneamiento suministro, administración y defensa del agua”, por lo que debe

La exclusión de las mujeres en la gestión del agua


Dublín, 1992 participar en las instituciones relacionadas con la gestión de los
recursos hídricos.

Conferencia sobre Sugiere medidas para fomentar la participación de las mujeres


ambiente y desarrollo. en la gestión del agua, y señala la importancia de promover su
Río de janeiro, 1992 involucramiento en la lucha contra la degradación ambiental y en la
toma de decisiones políticas y económicas para lograr el desarrollo
sostenible.

Conferencia ministerial Se reconoció que las mujeres no sólo usan el agua en el ámbito
sobre agua potable y doméstico, sino también para realizar actividades productivas
saneamiento ambiental como agricultoras.
Noordwijk, holanda,
1994

Conferencia mundial La plataforma de acción recomienda tomar en cuenta las prioridades de


sobre las mujeres las mujeres en los programas de inversión pública para infraestructura

31
Beijing, 1995 de agua y saneamiento, y reconocer la participación de las mujeres
indígenas y campesinas en el riego y el ordenamiento de cuencas
hidrográficas.

Cumbre del milenio Erradicar la pobreza mediante el fomento a la equidad de género y el


Nueva york, 2000 empoderamiento de las mujeres.
Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
Reducir a la mitad el porcentaje de personas que carece de acceso al
agua potable.

Conferencia Las políticas de gestión del agua deben tomar en cuenta las
internacional del agua desigualdades de hombres y mujeres en su relación con el recurso.
Bonn, 2001

Cumbre mundial sobre Se establecen compromisos para erradicar la pobreza, y se destaca el


desarrollo sustentable papel de las mujeres en los temas de agua y saneamiento, energía,
Johannesburgo, 2002 agricultura, salud, biodiversidad y ecosistemas.

3er. Foro mundial del Considerar la participación de las mujeres en los procesos de protección
agua de los ecosistemas, asegurando sus derechos de acceso al agua y a la
Kyoto, 2003 tenencia de la tierra.

10 Conferencia regional Formular e implementar políticas públicas para ampliar el acceso de


de la mujer de américa las mujeres a la propiedad de la tierra y el agua, a otros recursos
latina y el caribe- naturales y productivos y al saneamiento.
consenso de Quito,
Ecuador, 2007
Gobernabilidad ambiental,
equidad de género y derechos al
agua y a la tierra en Chiapas

El contexto local

En el municipio La Concordia, en el centro de la


llamada Depresión Central de Chiapas por la que corre el Río Grijalva
y sus afluentes, se localiza el Distrito de Riego 101 Cuxtepeques, zona
irrigada habitada por población mestiza en la que coexisten ejidos y
propiedades privadas. El sistema de riego inicia su operación en 1980
y cuenta con un sólo aprovechamiento, el río Custepec, y una obra de
cabeza, la Presa Juan Sabines. La capacidad útil de almacenamiento
de la presa es de 73 millones de m3. En el ciclo agrícola 2008-2009
se destinó el 95% del agua a las actividades agropecuarias y el 4.1%
a usos domésticos (Conagua, 2009).

El distrito de riego abarca una superficie irrigable de


8,278 hectáreas, de las cuales el 94.8% corresponden al sector social;
en su área de influencia se encuentra gran parte del territorio de ocho
ejidos. El 5.4% de la superficie es de propiedad privada. Como se
muestra en la gráfica, los usuarios del sector ejidal son 1 664, de los
cuales 1 430 son hombres (86%) y 234 son mujeres (14%).
Fuente: Padrón de la Asociación de Usuarios del Distrito
de Riego 101 Cuxtepeques

En 1995, la Comisión Nacional del Agua transfirió la


operación y administración del riego a los agricultores mediante
la formación de la Asociación de Usuarios Productores del Distrito de
Riego 101 Cuxtepques, A. C.
34
Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

Si bien el cultivo de pasto para ganadería y el de


maíz continúan siendo los más importantes en términos de la superficie
sembrada e irrigada, en particular la superficie de maíz ha sufrido una
drástica caída de casi el 50% en los últimos ciclos agrícolas, reducción
que indica la severa crisis por la que atraviesa la actividad productiva
que en otro tiempo fue la base de la riqueza regional. Los sistemas de
cultivo de maíz de riego son intensivos en el uso de agroquímicos y
semillas híbridas. La producción de maíz para semilla está adquiriendo
importancia, actividad que se realiza mediante la renta y compra
de tierras. Por su parte, la superficie cultivada de sandía y papaya
experimenta un crecimiento significativo a partir del año 2000 y se
van estableciendo como los cultivos con mayor valor e importancia
comercial mediante el arriendo de derechos de tierra y agua.

Como sucede en otras regiones de la entidad, en


las comunidades del distrito la agricultura ha dejado de ser la única
y, para muchas familias, la principal fuente de ingresos, por lo que la
migración es un fenómeno que experimenta un constante crecimiento.
Los varones emigran en mayor proporción que las mujeres, pero la
migración femenina no es poco importante. En todos los hogares
varios integrantes ha emigrado a los Estados Unidos y a ciudades del
norte del país.
Segregación de género en las políticas hídricas

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


Las instituciones internacionales que se han dado la
encomienda de diseñar las políticas hídricas sostienen que la crisis del
agua por la que atraviesa la humanidad se debe a un agotamiento en
los modelos de gestión y de administración centralizada del recurso,
de tal manera que las medidas a adoptar deben centrarse en las
mejoras tecnológicas, en la modernización de la infraestructura, en la
disminución de la intervención pública mediante reformas político-
administrativas y jurídicas que faciliten la descentralización de
funciones y responsabilidades, y en la concesión de los derechos de
uso a los usuarios y a la iniciativa privada a fin de que los derechos
del agua sean claros, privados, individuales y se incorporen esquemas
empresariales y de eficiencia económica en la gestión de los recursos
hídricos.

En nuestro país, las políticas de liberalización y


desregulación económica se van a manifestar en una clara tendencia
hacia la descentralización
en la gestión del agua, la
cual ha implicado, por un
lado, el retiro del Estado de
sus responsabilidades para

35
garantizar el suministro del
agua a toda la población
y, por otro, la creación de
mecanismos de mercado
destinados a la asignación
de un valor económico al
recurso. Estas medidas han
generado serios impactos
ambientales y sociales, tales
como el aumento en la
presión sobre las fuentes de
agua, el incremento en la individualización, privatización y concentración
de los derechos de agua y una débil transparencia y participación social
bajo principios de equidad.

Mientras que las políticas hídricas se definen a nivel


internacional y en las altas esferas de la burocracia nacional, las
tareas y responsabilidades del manejo del agua en el ámbito de la
irrigación agrícola se han trasferido a los usuarios bajo criterios de
eficiencia, eficacia y racionalidad económica, pero sin otorgarles el
poder para tomar decisiones clave en la gestión del agua.
La Ley de Aguas Nacionales de 2004, en su Título
IV Art. 20, establece que “la explotación, uso y aprovechamiento del
aguas nacionales por parte de personas físicas o morales se realizará
mediante concesión otorgada por el Ejecutivo Federal a través de los
Organismo de Cuenca”8. Más aún, en su Art. 21 señala que para
acceder a un título de concesión se
deberá acreditar la propiedad o
posesión del inmueble en el que se
localizará la extracción de aguas, así
como los relativos a la propiedad o
posesión de las superficies a beneficiar.
De esta forma, mediante la introducción
de pagos se otorgan títulos de
concesión o asignación, quedando así
establecidos los derechos al agua, eje
de la política hídrica, los cuales están
estrechamente relacionados con la
propiedad de la tierra, derecho del
que han sido excluidas las mujeres.

En el caso del Distrito de Riego 101 Cuxtepeques,


36

durante el proceso de transferencia de la infraestructura hidroagrícola


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

a los usuarios, instrumentado por la Comisión Nacional del Agua


(Conagua) durante la primera mitad de la década de 1990, los espacios
de diálogo y construcción de consensos fueron minimizados, lo que
se tradujo en una ausencia de legitimidad del proceso de transferencia
que ha impedido una auténtica apropiación de la administración del
distrito por parte de los usuarios y la autonomía organizativa de la
Asociación de Usuarios del Agua (ACU), organización que fue constituida
para la concesión del derecho al agua otorgado. Entre los resultados
destaca la falta de transparencia y equidad social en la gestión del
recurso.

El enfoque estrictamente técnico y financiero


presente en el proceso de transferencia impidió que se tomaran en
cuenta las dimensiones sociales, culturales y políticas que han
intervenido en la definición de los arreglos locales en el manejo del
riego y en la asignación de derechos al agua. Igualmente, el traslado
de responsabilidades hacia las comunidades y la ACU ignoró las
implicaciones de las diferencias de poder al interior de las comunidades
que impiden, tanto la tan deseada eficiencia, como la participación y
la equidad social en la gestión del agua.

Al elaborar el padrón de usuarios del distrito, los


ingenieros a cargo reconocieron haberse sorprendido por la presencia

8_ A partir de 2007, las Oficinas o Gerencias Regionales de la Comisión Nacional del Agua cambiaron su denominación
a Organismos de Cuenca.
de mujeres propietarias y usuarias del riego en todas las comunidades

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


y por haber encontrado que una mujer agricultora estaba detentando
el cargo de autoridad agraria en uno de los ejidos en el periodo en
que se inició el proceso de la transferencia.

Como bien lo señalan Zwarteveen y Bennet (2005),


las “hidrocracias” o burocracias de las instituciones de irrigación están
integradas sólo por varones profesionales de la ingeniería, quienes
además consideran que las labores de riego son una actividad
exclusivamente masculina, de tal forma que las ideologías de género
que legitiman el ejercicio de la ingeniería, la agricultura y el poder
están asociados con los hombres. Las iniciativas orientadas a transferir
la operación del riego y a constituir las Asociaciones de Usuarios, se
concibieron pensando en los propietarios de las tierras, entre los que
predominan los jefes de hogar masculinos y son quienes se consideran
“usuarios”, miembros de las Asociaciones y por ello con capacidad de
participar en la toma de decisiones.

Las instituciones del sector de irrigación asumen


que sus políticas son neutrales al género, que la población rural es
social y culturalmente homogénea y que los beneficios llegan a todos
por igual. De la misma forma, se ignora que las negociaciones al
interior de los hogares intervienen en el uso, acceso y control sobre

37
los recursos naturales, pues erróneamente se supone que los hombres
son representantes de los intereses y necesidades de todos los
integrantes del hogar. Se reconoce que las mujeres tienen un papel en
el uso y manejo de los recursos,
pero en el caso de la irrigación,
con la posible excepción de
las mujeres jefas de hogar, las
mujeres son percibidas como
ayudantes de sus esposos. Estas
representaciones están basadas
en los patrones culturales de
división sexual del trabajo y en la
rígida separación entre espacios
públicos y privados.

Como resultado de la artificial división entre esferas


masculinas y femeninas con respecto a los usos y manejo del agua, no
se reconoce que los sistemas de irrigación también proveen agua para
uso doméstico. En este distrito las mujeres usan el agua de la presa
para propósitos domésticos y productivos a nivel de traspatio y en las
parcelas de labor. Esta realidad es bien conocida por el equipo técnico
del distrito y por todos los usuarios y agricultores; sin embargo, los
prejuicios de género impiden considerar a las mujeres como legítimas
usuarias, con capacidad de ser acreedoras de derechos al agua y de
participar como integrantes de la Asociación de Usuarios.

Gestión social del agua sin participación femenina

La gobernabilidad en la gestión del agua es el


resultado de un permanente proceso de confrontación social en torno
a la definición de los principios, valores e instituciones que intervienen
en la toma de decisiones acerca de quién gobierna y asigna el agua
y para el beneficio de quiénes. La gestión del agua es un área crucial
de decisiones políticas, de la cual la mayoría de las personas han sido
históricamente excluidas o visto su participación sumamente limitada
(Castro, 2006).

Poats y Yañez (2007) afirman que la gobernanza


supone un ejercicio equitativo de los derechos soberanos de todos los
ciudadanos sobre los bienes sociales, los ecosistemas y el agua y la
tierra, base de sustentación, derechos que corresponden a todos los
actores sociales que conviven en las comunidades. El ejercicio de la
gobernanza se traduce en el ejercicio de esos derechos sobre sus
38

territorios y recursos naturales. Hay buena gobernanza cuando existe


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

un ejercicio equitativo de esos derechos por parte de todos los actores


sociales.

Si se analiza la gobernabilidad en la gestión del agua


en el Distrito de Riego Cuxtepeques a partir de estos conceptos,
se puede afirmar que
dista de ser equitativa.
Las mujeres agricultoras
y usuarias del agua de
riego no suelen participar
en las reuniones de la
Asociación de Usuarios ni
en el Comité Hidráulico,
que es una instancia
formal de coordinación
y de toma de decisiones
constituida por la Jefatura
de operación del distrito y por la Asociación, integrada por el Consejo
de Administración o directiva y por los Delegados de Agua, dos por
cada ejido.

A pesar del discurso a favor de la participación y de


otorgar poder a mujeres, hombres y comunidades para que decidan
Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas
sobre el acceso al agua y que puedan organizarse con ese fin,
proclamado por las políticas internacionales, estudios realizados en
diversas latitudes demuestran que la participación femenina en las
organizaciones de usuarios del agua para riego es prácticamente nula
(Meinzen-Dick y Zwarteveen, 1997; Cleaver, 1998; Bastidas, 2000;
Monsalvo y Wester; 2002; Ruiz, 2004; Vera 2005).

La primera razón es que los


criterios formales de membresía las excluyen, pues
se estipula que el propietario de derechos sobre
la tierra irrigable es quien puede convertirse en
miembro de las Asociaciones. Aunque existan mujeres
propietarias, las restricciones culturales derivadas
de su rol de género asignado socialmente también
son barreras que les impiden su participación en los
espacios públicos. De esa forma, la ACU y el Comité
Hidráulico son espacios con dominio masculino.

Mediante su participación en la
Asociación de Usuarios y en las reuniones del
Comité Hidráulico, los hombres han desarrollado
habilidades para acceder a los recursos productivos,

39
a los financiamientos disponibles y también al
conocimiento, y han visto fortalecida su identidad
social y posición como agricultores, como actores
sociales involucrados en los espacios de adopción
de decisiones. Han ganado ciertos niveles de
intervención y control sobre el sistema del manejo
del agua, crearon y establecieron reglas que
rigen sus interacciones e institucionalizaron esas
reglas a través del Comité Hidráulico, normas
que se han legitimado también a nivel interno
en sus comunidades de origen a través de la
participación de las autoridades agrarias locales en
esas reuniones. Por su parte, los integrantes de las
distintas directivas que han coordinado a la ACU,
han capitalizado su situación de poder para acceder a información y
a recursos y para ampliar y escalar sus posiciones políticas.

En contraparte a las prerrogativas que han obtenido


los hombres, la ausencia de las mujeres en el Comité Hidráulico ha
reducido notablemente sus oportunidades para aumentar su control
sobre el agua y otros recursos, expresar sus reclamos sobre su
disponibilidad y calidad, y participar en las decisiones sobre la
asignación de la maquinaria para dar mantenimiento a los canales y
drenes que circundan sus parcelas. Así, las mujeres fueron excluidas
de la posibilidad de defender y asegurar sus derechos a los recursos
en los espacios formales de participación9. La Asociación de Usuarios
y el Comité Hidráulico han ignorado las necesidades diferenciadas de
hombres y mujeres y sus prioridades. Asimismo, no se ha tomado en
cuenta que las necesidades de las mujeres campesinas también están
diferenciadas de acuerdo a su posición social, a su ciclo de vida y a
sus prioridades en torno a los usos que hacen del agua.

A pesar de las ventajas que la participación en los


espacios formales puede tener para las mujeres campesinas, algunas
autoras (Cleaver, 1998; Jackson, 1998b) sostienen que hay poca
certidumbre de que la participación en Comités contribuye a mejorar
la posición de las mujeres y el uso eficiente de los recursos hídricos,
pues se enfrentan al riesgo de un alto
gasto en tiempo y esfuerzo al involucrarse
en instancias en las que pueden ejercer
poco poder o tener escasa posibilidad para
tomar decisiones. Incluso, señalan las
autoras, su participación podría fortalecer
su rol como ama de casa, participar sólo
con fines instrumentales para cumplir
40

con los requerimientos de donantes y


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

gobiernos pero sin asumir cargos o tareas


directivas. El establecimiento de Comités
como parte de las políticas de gestión del
agua puede restringir la participación de
los y las usuarias a tareas operativas más que de dirección. No se
puede negar que estas autoras tienen razón.

Entre las limitaciones a la participación femenina que


operan cotidianamente, y que contribuyen a reproducir las identidades
y jerarquías entre los géneros, se encuentra el balance negativo entre
costos y beneficios de la participación de las mujeres, ya que cumplir
con las reglas y prácticas de las organizaciones involucra tiempo,
costos y riesgos sociales para ellas (Meinzen-Dick y Zwarteveen, 1997).
Las mujeres enfrentan limitaciones para participar debido a que sus
amplias jornadas de trabajo doméstico operan como un obstáculo. Así,
el costo de oportunidad del tiempo usado para asistir a las reuniones
es diferente para hombres y mujeres porque sus prioridades no son
las mismas y regularmente ellas no pueden transferir algunas de sus
responsabilidades a sus esposos, a diferencia de ellos, que sí suelen
delegar tareas a sus esposas.

9_ La evidencia alrededor del mundo muestra que cuando la organización social para el manejo del agua es
formalizada, las mujeres se vuelven invisibles pese a su involucramiento cotidiano en el manejo del agua; incluso
cuando ellas llegan a estar presentes en esas organizaciones, su participación difiere de la de los hombres y es
minimizada (Vera, 2005).
Igualmente, las reuniones de las organizaciones

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


formales, constituidas en su mayoría por hombres, se realizan fuera
de las comunidades y los traslados implican gastos en tiempo y
dinero que desanima a las mujeres. De la misma forma, las reuniones
generalmente se prolongan por varias horas mas allá del medio día,
factor que -junto a las intensas y ríspidas discusiones que se llegan
a presentar y en las que las mujeres no pueden participar por pudor
o desconocimiento del tema- termina por desgastar el ánimo de las
mujeres que se interesan por asistir.

Por estos motivos, las mujeres prefieren consumir su


tiempo en actividades reproductivas que no pueden postergarse o en
invertir en sus redes no formales de apoyo para asegurarse el acceso al
agua y a otros recursos que les sean más eficaces y menos gravosas.
Sin embargo, como bien lo señalan Meinzen-Dick y Zwarteveen (1997)
aunque efectivas en algunos casos, estos mecanismos informales de
obtener respuestas pueden ser menos seguros.

Las normas de género también intervienen para


socavar la participación de las mujeres en las organizaciones formales
y en otros espacios públicos de adopción de decisiones. Los patrones
culturales de división de tareas por género y la adscripción de las
mujeres al ámbito privado presuponen que los lugares en los que

41
se reúnen los varones no son apropiados para ellas y el riesgo de
no respetar esta normativa tiene costos en su integridad moral, así
que los roles y espacios de acción delimitados social y culturalmente
para hombres y mujeres son asumidos como legítimos por ambos.
La participación activa de las mujeres en la Asociación de Usuarios
implicaría desafiar las normas y prácticas de género prevalecientes
en la familia y la comunidad.

En las comunidades, las mujeres ejidatarias que se


hacen cargo de sus parcelas de labor y manejan el agua de riego
reconocieron su derecho de
participar en las reuniones
del Comité Hidráulico para
tratar problemas que les
aquejan relacionadas con el
regadío, pero afirmaron que
su ausencia se debe a que
no es bien visto que ellas
discutan como lo hacen los
hombres, hacerlo es
considerado impropio para
una mujer. Aunque se trata de mujeres que tienen habilidades para
expresarse en público, se consideran incapaces de hablar en estas
reuniones dominadas por varones y les es más conveniente mostrarse
recatadas y tímidas, pues de esta manera no provocan el enfado de
los hombres y se enfrentan a menos resistencias para ver atendidas
sus demandas. Se trata de mujeres que se han animado a cuestionar
la forma en como son tomadas las decisiones en sus comunidades, a
reclamar que sean atendidas sus demandas y a criticar las actitudes
de las autoridades agrarias locales cuando favorecen más a unos
campesinos que a otros en el reparto de los subsidios públicos. Este
comportamiento poco sumiso y recatado les ha costado humillaciones
públicas y castigos, como dejarlas fuera de la distribución de los
apoyos gubernamentales.

Situaciones como estas dan lugar a que la mayoría


de las mujeres agricultoras señalen estar muy ocupadas en las labores
del hogar o se sientan incómodas al participar en las reuniones por
carecer de información y no poseer ciertas habilidades personales y
de liderazgo, además de no contar con los medios económicos para
trasladarse a las oficinas del distrito donde se realizan las reuniones.
Igualmente influye la idea de que el espacio es poco útil para resolver
necesidades concretas con rapidez y eficacia, pues en su experiencia
se hace caso omiso de sus peticiones e intereses.
42

Aunque son pocos


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

los incentivos de las mujeres para


tener presencia activa en los espacios
formales de toma de decisiones,
el análisis de los factores que
contribuyen a excluir a las mujeres
de esas reuniones
permite afirmar que
su ausencia no puede
traducirse simplemente
como falta de interés.
Es necesario que no se
devalúen sus jornadas
de trabajo y se ignoren
los vínculos de las
mujeres con el agua, así como es deseable
que sus derechos a los recursos sean formales
y menos dependientes de sus relaciones de
parentesco con los varones. Sin embargo,
también conviene reconocer que su poca
visibilidad y los mecanismos no formales que
ensayan para satisfacer sus necesidades de
acceso a los recursos puede tener ventajas
para ellas al suscitar menos resistencia de los
hombres, como lo afirma Jackson (1998b).
Meinzen-Dick y Zwarteveen (1997) advierten que

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


las Asociaciones de Usuarios del Agua para riego son uno de varios
dominios de interacción en los cuales las decisiones son tomadas; pero
hay otros dominios de interacción en donde las mujeres pueden influir
de manera más fácil y eficaz, como lo es el hogar. Las campesinas
pueden enviar a algún pariente masculino a que las represente en
las reuniones o apoyarse en su pareja para conocer los asuntos
tratados y las decisiones tomadas; no obstante participar a través
de los hombres dependerá del nivel de comunicación que tengan con
ellos y de su posición en las negociaciones al interior del hogar. La
legitimidad de sus necesidades puede ser mayor si se apela a sus
labores domésticas, a su rol como madres y amas de casa al exigir
su acceso al agua en cantidad y calidad suficiente, pues puede causar
menos resistencia que hacerlo como usuaria del agua para riego, así
que las mujeres podrían no estar interesadas en ser identificadas
principalmente como agricultoras.

Las mujeres que usan el agua de los canales para


lavar su ropa no tienen voz y voto en el Comité Hidráulico, pero eso
no implica que no influyan en lo que sucede dentro
de las reuniones. Aunque de manera indirecta,
como mujeres amas de casa se están haciendo
escuchar en los espacios públicos al manifestar la

43
carencia de agua en sus hogares y las limitaciones
de las obras de agua entubada que les impiden
realizar sus labores domésticas, y se apoyan en el
discurso de la vulnerabilidad, de ser mujeres a
cargo de las responsabilidades familiares por
tratarse de discursos socialmente aceptados en las
comunidades, para impedir que se tomen medidas
enérgicas en contra de ellas, como lo desearían
los agricultores y ganaderos afectados por la
contaminación del agua a causa de los
detergentes.

Los usos que hacen del agua


y la participación de las mujeres en la toma de
decisiones necesitan acompañarse con un examen de las normas y
percepciones que rodean a esos usos y decisiones. Jackson (1998b)
sugiere que para entender los procesos de exclusión y poder que
afectan a las mujeres se requiere poner atención a las luchas sobre
los significados tanto como sobre los recursos, pues los recursos no
son sólo bienes materiales, son también construcciones simbólicas,
las que están relacionadas con el género como lo están los títulos
formales de tenencia de tierra y derechos al agua.
Las voces de las mujeres en el Comité Hidráulico y la
Asociación de Usuarios

La reducida aceptación social y cultural a la


participación de las mujeres en los espacios públicos de toma de
decisiones genera la tendencia de recurrir a estrategias alternativas
para hacer valer sus derechos al agua y para acceder a la información
y a otros recursos materiales y sociales, entre las que destaca apoyarse
en sus redes sociales y en sus hijos o parientes masculinos para
intervenir en el quehacer político cotidiano de la irrigación. Sin
embargo, son varias las voces que insisten en la importancia de la
participación formal de las mujeres, ya que las organizaciones tienen
un importante rol de determinar los derechos sobre los recursos. Sin
duda, la participación de las mujeres en
los órganos de administración del agua
es relevante en tanto se trata de espacios
de adopción de decisiones que les
afectan, de planificación y de asignación
de recursos, además de ser un medio
para acceder a la información. Además,
el agua de riego no sólo se usa con fines
agrícolas comerciales, sino que tiene
44

múltiples usos: doméstico, para cultivos


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

a nivel de traspatio y ganadería a pequeña


escala, actividades que están en manos
de las mujeres.

Algunas autoras (Meinzen-Dick y Zwarteveen, 1997)


aseveran que la participación en instancias formales de adopción de
decisiones es deseable y necesaria debido a que el acceso a los recursos
por medios no formales puede ser menos seguro y estar sujeto a la
influencia de relaciones de poder y dependencia hacia los varones
que en poco contribuyen a la autonomía de las mujeres, además de que
el control formal sobre los recursos y su presencia en los espacios
públicos podría fortalecer la posición de negociación de las mujeres
como usuarias del agua dentro de los hogares y comunidades.

Para Nieves Rico (1998, 2006) el manejo equitativo


y ambientalmente adecuado del agua no sólo depende de las nuevas
normativas jurídicas, sino de la acción social de todos los actores
sociales en torno a su gestión y de su percepción acerca de la
problemática del agua, por lo que la autora argumenta a favor de
consultar a las mujeres de los distintos segmentos sociales acerca
de sus necesidades e intereses con respecto al agua, así como hacer
valer su derecho a la información y opinión en torno a la definición de
las cuotas y tarifas y en cómo se deciden las inversiones, igualmente,
es importante que puedan ejercer sus derechos como consumidoras

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


con respecto a la prestación eficiente de los servicios de agua
potable y saneamiento. En su opinión, es relevante que esté incluida
explícitamente en las políticas públicas la participación de las mujeres,
pues si los programas y proyectos se interesan por exigir una serie
de medidas y metas en materia de eficacia económica y eficiencia en
el uso del agua, también pueden incidir para que las organizaciones
aseguren la equidad de género.

Según Zwarteveen y Bennet (2005), la baja


representación de las mujeres y su participación indirecta en la
gestión del agua no sólo da como resultado una toma de decisiones
poco democrática, sino que afecta la respuesta de las organizaciones
formales a las necesidades de las mujeres, factor que perpetúa las
inequidades de género. El que las mujeres no tengan poder formal
reconocido no sólo es injusto y antidemocrático sino ineficiente; sin
un acceso seguro, los usuarios y usuarias estarán poco motivados a
invertir en mantener y mejorar los sistemas de riego, pues es deseable
mantener un equilibrio entre responsabilidades y derechos. La falta de
participación de las mujeres como grupo de usuarias implica debilidad
de las organizaciones en comunicación, representación y rendición
de cuentas, lo cual puede generar corrupción. Además, los espacios
formales de toma de decisiones tienen ventajas para las mujeres

45
porque facilitan el desarrollo de habilidades para la movilidad en el
ámbito público.

Las necesidades específicas de las mujeres necesitan


ser reconocidas y legitimadas; las mujeres podrían estar más
interesadas en participar en los espacios formalmente establecidos si
su presencia es interpretada como
una extensión lógica de sus roles
socialmente aceptados como
madres y esposas, pero también
como agricultoras. La exclusión
de las mujeres de las Asociaciones
de Usuarios puede ser interpretada
como una negación de sus
derechos ambientales, económicos
y ciudadanos.

Legitimando los intereses de las mujeres

En el marco de los proyectos de asesoría y


capacitación con grupos de mujeres campesinas que hemos realizado
en las comunidades, se llevó a cabo una reunión de negociación entre
varios grupos de mujeres con la directiva de la Asociación de Usuarios
y la jefatura del distrito de riego, en la que participaron también
funcionarios de la Conagua en la entidad y la responsable del área de
género de esa institución.

Como parte de las actividades del proyecto, se


efectuaron varios talleres de investigación participativa con las
campesinas que tuvieron el propósito de identificar la problemática
que enfrentaban las mujeres con respecto al uso, acceso y control
sobre el agua para fines domésticos y productivos, así como las
limitantes y oportunidades para participar en los procesos de gestión
de los recursos naturales a nivel local. A partir de esta reflexión, las
mujeres formularon un conjunto de demandas y propuestas orientadas
a mejorar su participación en el acceso y gestión del agua. De manera
paralela, se realizaron algunos cursillos de
capacitación que buscaban generar habilidades
de liderazgo en las mujeres para la defensa
de sus derechos humanos.

Ya que las campesinas no


suelen involucrarse en las instancias de toma
de decisiones, se fue generando la propuesta
de organizarse, formular su propia agenda y
46

buscar formas de inclusión. Así, se convoco


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

a una reunión con los integrantes del Comité


Hidráulico para hacer llegar las voces y
propuestas de las mujeres. Si la Asociación
de Usuarios y los programas instrumentados
en el distrito buscaban mejorar la eficiencia
en el uso del agua y promover la participación
social, las diferencias de género en el manejo
del agua merecían ser atendidas en el seno
de la organización. El evento convocó a más
de 70 mujeres campesinas.

La reunión se realizaría meses después de que en la


región se enfrentaron los estragos de la temporada de huracanes del
2005. En el mes de octubre de ese año, en pocos días la tormenta
tropical Stan descargó una abundante y persistente precipitación sobre
la Sierra Madre de Chiapas ocasionando derrumbes e inundaciones
que afectaron de manera muy severa a la población de la entidad.
En el distrito de riego, la presa saturó su capacidad de captación y
las comunidades en su área de influencia enfrentaron el riesgo de
inundarse. Aunque el desbordamiento de la presa no se presentó, el
incremento en el caudal de los ríos ocasionó la pérdida de ganado
y cultivos, así como la destrucción de viviendas, puentes, caminos y
carreteras.
Frente a esta situación, la Conagua realizó diversas

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


obras para reforzar la capacidad de resistencia del vaso de la presa
con el fin de evitar futuros riesgos de inundaciones. Así, otro de los
motivos de la reunión convocada con el Comité Hidráulico fue que las
mujeres conocieran las obras recientemente realizadas y la seguridad
que representaba para la
población y para sus cultivos.
Durante el recorrido por la
presa fue significativo constatar
que muchas de las mujeres,
pese a vivir tan cerca del
embalse nunca habían estado
ahí, e ignoraban cómo se
distribuía el agua desde la
presa hacia sus hogares y
parcelas de labor.

Posterior al recorrido, las mujeres dieron a conocer


la problemática que enfrentaban en cada una de sus comunidades
con respecto a la cantidad, calidad y condiciones de suministro del
agua, tanto para usos domésticos como productivos y acompañaron
sus demandas con propuestas de solución a dicha problemática.

47
Durante la reunión muchas mujeres intervinieron
para relatar cómo se han acercado a la Asociación sin recibir respuesta
a sus solicitudes de acceso a la maquinaria para que se les reparen
drenes y canales en sus parcelas, las cuales se inundan y afectan
a su ganado y pastizales. Otras se quejaron de haber pagado su
cuota en tiempo y forma y no haber recibido el agua para el riego
por fallas en la labor de los canaleros y por el abuso de poder de
los hombres, campesinos con los que comparten canales. Algunas
más señalaron que los canaleros atienden primero a los hombres y
a ellas les asignan el turno de riego con retraso. El evento concluyó
con la toma de acuerdos para incluir las necesidades e intereses de
las mujeres en la agenda de trabajo de la Asociación de Usuarios.

Aunque poco se ha hecho por cumplir los acuerdos


establecidos, las mujeres lograron romper los rígidos formatos de las
reuniones, hablar cara a cara con la directiva de la Asociación y con
los ingenieros del distrito a quienes apenas conocían, llenar con su
presencia el salón de reuniones del que han sido excluidas; cuestionar,
trastocar ese dominio masculino en el que se han convertido las
reuniones del Comité Hidráulico para ellas.

El rechazo masculino al evento realizado no se hizo


esperar. En la siguiente reunión del Comité Hidráulico, aún antes de que
se iniciara con la agenda del trabajo, uno de los delegados interrumpió
la reunión para expresar su disgusto por el evento realizado. Formuló
un reproche al presidente de la Asociación y le exigió una explicación
por haber realizado esa reunión que, en su apreciación, se había
efectuado para hacer la entrega formal a las mujeres de la obra
construida en la presa. Así mostró su indignación:

¿Cuándo se había visto que las mujeres fueran a


la presa?, ¡ni los mismos hombres han ido para allá! La mujerada
nada tiene que hacer ahí. ¿Por qué a ellas se les entrega la obra
de la presa antes que a nosotros los delegados del agua? Las
mujeres no saben nada del riego ni de la pesca que se hacen en
la presa.

En la opinión de este campesino y de otros que le


secundaron en la queja, no era legítimo que las mujeres salieran
de sus casas y menos de aun de sus comunidades para llegar a
las oficinas del distrito donde se hacen las reuniones, ¿qué tenían
que decir las mujeres ahí sobre los problemas del agua si para eso
están las asambleas ejidales? Tampoco era válido que se alejaran
todavía más para ir hasta la presa y conocer de cerca las nuevas
construcciones realizadas ¿Por qué las mujeres tendrían que gozar
48

de ese privilegio antes que ellos? Fue considerado peligroso, osado,


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

inadmisible.

Los mensajes que están detrás de estas


argumentaciones permiten afirmar que en los procesos de exclusión
y poder que afectan a las mujeres juegan un papel central los
discursos y sus significados como construcciones simbólicas. Boelens
(1998) señala que los discursos no son solamente pensamientos e
ideas expresadas en palabras o textos, sino prácticas con reglas y
condiciones; mientras más interiorizado esté el discurso y aceptado
por la gente como verdadero y legítimo, más fuerte será la influencia
de las prescripciones que éste establece y más fuertes serán sus
acciones y efectos.

¿De qué forma se establece si los problemas que


enfrentan las mujeres con el agua son válidos para incorporarlos
en la agenda de trabajo de las Asociaciones? ¿Quiénes definen esos
problemas? Los problemas son interpretados de manera distinta por
los diversos actores y actoras sociales, quienes movilizan recursos
discursivos desiguales que compiten por legitimar socialmente sus
visiones de la realidad. Las interpretaciones no son, en este sentido,
simples representaciones de la realidad, son intervenciones que la
constituyen y transforman; de ahí que tales discursos deban ser
contextualizados en el marco de las relaciones de poder.
Nancy Fraser (citada por de la Fuente, et al. 2007)

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


ha propuesto un modelo de análisis para comprender la conflictiva
dinámica de la incorporación de la perspectiva de género en las
agendas políticas. La autora propone interrogarse sobre quiénes
interpretan los problemas, los discursos que generan y los escenarios
sociales e institucionales en los que ello ocurre. Enfatiza el papel clave
de los discursos, los cuales incluyen los lenguajes que se utilizan para
hablar sobre los problemas (derechos, intereses, necesidades); las
formas de argumentación (apelación a la autoridad, normas de género
establecidas) y los modos de subjetivación que acompañan a esos
lenguajes (grupos vulnerables, sujetas de derecho, grupos de interés).
En la diversidad de discursos que intervienen en la interpretación y
definición de un problema están presentes las relaciones de
subordinación generizadas. Algunos discursos pueden ser hegemónicos,
institucionalizados y permean el
sentido común de una sociedad
y, en contraparte, otros están
subordinados al carecer de amplio
reconocimiento y tienen poca
incidencia en el debate público
institucionalizado. Este último es
el caso de las mujeres campesinas
del distrito de riego que pugnan

49
para que sus problemas, intereses
y derechos sean incorporados a
la agenda pública en torno a la
gestión del agua.

Un factor clave que interviene en el control de las


mujeres sobre el agua es el reconocimiento social de sus necesidades
y prioridades en el riego, de su legitimidad. Los reclamos de las
mujeres sobre sus derechos al agua han significado confrontar su
posición social en la familia y la comunidad al alzar la voz y defender
su derecho a convertirse en interlocutoras genuinas y respetables en
el ámbito de la irrigación.

La participación de las mujeres en la producción agropecuaria


y en el manejo del agua para riego

Se aplicó un cuestionario a 50 mujeres propietarias


de tierra en cuatro de las ocho comunidades presentes en el distrito:
Benito Juárez, La Tigrilla, El Diamante y el Ámbar. Se eligieron estos
ejidos por ser los de mayor presencia de población femenina adscrita
en el padrón de usuarios del agua de riego y por ser comunidades
en las que se ha llevado a cabo el proceso de certificación agraria,
entre otros criterios sociodemográficos10. La encuesta, aplicada en
el 2007, permitió obtener datos sobre el perfil social de las mujeres
campesinas, su participación en los procesos productivos y en las
tareas de regadío.

Se ha mencionado que en el distrito de riego el


padrón del sector ejidal está integrado por 1,664 usuarios, de los
cuales 1,429 son hombres (86%) y 235 son mujeres, que representan
el 14% del total de usuarios. En los cuatro ejidos seleccionados las
mujeres representan entre el 8.2% y el 21.3% del total de usuarios
del riego (Cuadro 1).

Cuadro 1. Usuarios por sexo inscritos en el padrón

Proporción de
Ejido Hombres Mujeres mujeres (%)
El Diamante 202 19 9.3
El Ámbar 229 19 8.2
La Tigrilla 304 67 21.3
Benito Juárez 382 77 19.7
50

Total 1,117 182


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

Fuente: Padrón de la Asociación de Usuarios del Distrito de Riego 101 Cuxtepeques.

66 Alrededor del 12% del total de ejidatarios son mujeres y no todas tienen
el título a su nombre. El control sociolegal de los derechos a la tierra y al
agua recae en los hombres, y ello muestra quienes detentan el poder que
representan esos derechos dentro de los grupos domésticos.

Cuadro 2. Sujetos agrarios por ejido


% % % %
Ejido Ejidatarios Posesionarios
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Benito Juárez 221 88.7 11.3 205 77.6 22.4
La Tigrilla 145 89.6 10.4 437 80.5 19.5
El Ámbar 182 86.3 13.7 n.d
El Diamante 203 87.2 12.8 n.d.

Fuente: Presidente del Comisariado Ejidal, 2006

10_ En los cuatro ejidos considerados en el estudio se encuentra el 78.16% de la membresía masculina y el 77.45%
de la femenina de la Asociación de Usuarios.
Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas
En contraste al reducido acceso que tienen las
mujeres a derechos formales a la tierra y el agua, su participación
en los procesos productivos y en tareas de regadío es destacado.

66 Entre un 40 y un 60% de las mujeres con tierra están a cargo del proceso
productivo y con frecuencia realizan actividades y tareas agropecuarias
diversas; en este grupo destacan las ejidatarias y posesionarias jefas de
hogar, pues las mujeres que tienen pareja intervienen de manera parcial
y no tienen control sobre el proceso de producción, que recae en sus
parejas.

66 Se aprecia una importante proporción de mujeres que declaró asumir


labores de riego de manera permanente y eventual, entre el 18% y el
40%, lo que revela que esta labor no es exclusiva de los hombres y que
las mujeres han participado en el riego y continúan haciéndolo en función
de su edad, estado civil y de la disponibilidad de mano de obra masculina
familiar y contratada.

Cuadro 3. Participación de las mujeres en las actividades productivas


y de riego. Porcentajes

Ejido A cargo del Asumen tareas Usuaria del Usuarias inscritas


proceso productivo de riego riego en el padrón

51
El Diamante n = 5 40 40 80 80
El Ámbar n = 5 60 0 100 100
La Tigrilla n = 18
Ejidatarias = 11 45.5 18.2 54.5 83.3
Posesionarias = 7 42.9 28.6 57.1 14.3
Benito Juárez n=22
Ejidatarias = 13 53.3 25 100 75
Posesionarias = 9 55.5 20 66.6 0

Fuente: Encuesta sociodemográfica y económica a grupos domésticos.

Perfil sociodemográfico de las mujeres propietarias

66 Entre las mujeres con tierra y usuarias del riego se presenta un alto
porcentaje de viudas y separadas, sobre todo en las ejidatarias, lo cual
se refleja en una gran proporción de hogares encabezados por mujeres,
entre el 60 y el 85% (Cuadro 4).
66 En cambio, entre las posesionarias predominan las casadas, aunque la
proporción de hogares encabezados por mujeres no deja de ser relevante.
Destaca de manera particular el caso del ejido Benito Juárez, en donde
además de las mujeres viudas y separadas, algunas de las que están
casadas encabezan su hogar debido a la ausencia de sus esposos a causa
de la migración, para alcanzar un 77.7% de los hogares.

Cuadro 4. Estado civil, edad y jefatura de hogar. Porcentajes

Estado Civil Edad


Jefatura
EJIDO Menos 50 de hogar
Separada o femenina
Casada Viuda de 50 años y
Abandonada años más

El Diamante n = 5 40 40 20 0 100 60

El Ámbar n = 5 40 60 0 60 40 60

La Tigrilla n = 18

Ejidatarias = 11 36.3 45.5 18.2 45.5 54.5 63.7

Posesionarias = 7 57.1 0 42.9 71.4 28.6 42.9

Benito Juárez n=22


52

Ejidatarias = 13 23 54 23 14.3 85.7 84.6


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

Posesionarias = 9 55.6 22.2 22.2 77.7 22.3 77.7

Fuente: Encuesta sociodemográfica y económica a grupos domésticos.

66 La gran mayoría de las mujeres ejidatarias son mayores de 50 años, a


diferencia de las posesionarias que están más representadas entre el
grupo de edad de menos de 50 años.
Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas
Fuente: Encuesta sociodemográfica y económica a grupos domésticos.

53

Fuente: Encuesta sociodemográfica y económica a grupos domésticos.

Migración

66 La encuesta mostró que en los ejidos El Diamante y El Ámbar, el 70 %


de los hogares tienen integrantes que ha emigrado, el 90% de éstos son
varones y se dirigen a los Estados Unidos en casi todos los casos.
66 En el ejido La Tigrilla, el 54.5% de los hogares reportó tener entre uno y
tres migrantes, todos ellos son varones, hijos y yernos; el 70% de ellos
se han dirigido a los Estados Unidos y el 30% en Tuxtla Gutiérrez, la
capital de la entidad.

66 Con respecto a Benito Juárez, el 72.7% de los hogares tiene entre uno y
cuatro migrantes, el 85% son varones y el 15 % mujeres, mientras que
ellos se dirigen a los Estados Unidos, ellas lo hacen a Tuxtla Gutiérrez en
donde laboran como empleadas domésticas.

Formas de acceso a la tierra

66 La herencia continúa siendo la forma predominante de acceso a la tierra


para las ejidatarias.

66 Las posesionarias han accedido a la tierra a través de la herencia pero


también por medio de la compra, aunque predominan las pequeñas
superficies.

66 Las ejidatarias suelen tener propiedades mayores de cinco hectáreas,


mientras que las posesionarias en su mayoría poseen parcelas menores
54

de cinco hectáreas.
Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

66 Las ejidatarias tienen tierra de riego y de temporal. Las posesionarias,


aunque tienen tierra de riego están más representadas entre las que sólo
tienen tierra de temporal.

Cuadro 5. Formas de acceso a la tierra y tamaño de las parcelas.


Porcentajes

Formas de acceso a la tierra Tamaño


EJIDO Herencia Dotación o Menos de 5 5 y más
asignación ejidal Compra has has
El Diamante n = 5 80 20 0 20 80
El Ámbar n = 5 60 0 40 40 60
La Tigrilla n = 18
Ejidatarias = 11 45.5 9 45.5 54.5 45.5
Posesionarias = 7 28.6 0 71.4 57.2 42.8

Benito Juárez n = 22
Ejidatarias = 13 66.7 22.2 11.1 0 100
Posesionarias = 9 57.2 14.2 28.6 55.5 44.5

Fuente: Encuesta sociodemográfica y económica a grupos domésticos.


Cuadro 6. Tipo de tierra que poseen las mujeres. Porcentajes

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


Tipo de tierra
EJIDO
Riego y temporal Sólo Riego Sólo Temporal
El Diamante n = 5 80 0 20
El Ámbar n = 5 60 40 0
La Tigrilla n = 18
Ejidatarias = 11 54.5 36.5 9
Posesionarias = 7 28.5 28.5 43
Benito Juárez n = 22
Ejidatarias = 13 0 85.7 14.3
Posesionarias = 9 33.3 33.3 33.4

Fuente: Encuesta sociodemográfica y económica a grupos domésticos.

55
Fuente: Encuesta sociodemográfica y económica a grupos domésticos.

Particularmente, las mujeres posesionarias enfrentan


situaciones de mayor vulnerabilidad que las ejidatarias porque tienen
un menor control sobre el proceso productivo y poseen derechos
formales al agua en menor proporción.

De manera semejante a lo encontrado en estudios


de caso realizados en otros distritos de riego del centro y norte del
país (Fracchia, 1999; Buechler, 2000; Pacheco, 2000), existe una alta
proporción de mujeres que encabezan su hogar y que participan de
manera destacada en las labores de agrícolas y de riego; ellas tienen
a su cargo la administración y supervisión del predio, toman las
decisiones sobre el proceso productivo y contribuyen a los ingresos
familiares de diversas maneras. Al ser viudas, pero también a causa de
la migración masculina, las mujeres campesinas han visto multiplicadas
sus responsabilidades y han asumido tareas consideradas propias de
los varones, induciendo procesos de feminización de la agricultura en
la región.

Además de las tareas domésticas y de las labores


agropecuarias, las mujeres también llevan a cabo actividades
comerciales por cuenta propia, las cuales realizan desde su hogar con
el fin de incrementar los ingresos familiares, tales como la venta de
alimentos preparados o procesados, de calzado, cosméticos, artículos
para el hogar, entre otros. A estas tareas se suman la administración
de las remesas enviadas por sus familiares migrantes.

De esta forma, las mujeres, en especial quienes


asumen la jefatura de su hogar, están a cargo de múltiples actividades
que forman parte de las estrategias de reproducción social de sus
hogares, en un contexto regional en el que la producción agropecuaria
56

no es ya la única fuente de ingresos familiares.


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

La evidencia revisada destaca elementos clave


acerca de las relaciones de género en la agricultura irrigada. Uno de
ellos es que los derechos formales al agua y a la tierra predominan
en manos de los hombres, pero otro aspecto importante es que
las mujeres que han accedido a recursos productivos desempeñan
múltiples tareas, las cuales, además de incrementar sus cargas
de trabajo, se realizan en condiciones marginales y adversas que
reproducen su posición subordinada por no ser reconocidas como
productoras, como mujeres que tienen un papel destacado en las
actividades agropecuarias y en la reproducción, tanto de sus hogares
como de sus unidades productivas. Su vulnerabilidad se agrava
cuando la toma de decisiones acerca de la distribución del agua
en las parcelas de riego también está concentrada en los varones,
como se revisará en el siguiente apartado.

Relaciones de género y agencia de las mujeres en el


riego

Las normas de género que rigen los patrones de


división del trabajo conciben a las labores agropecuarias y del riego
como tareas impropias para las mujeres por realizarse fuera de los
espacios domésticos, por demandar vínculos cotidianos con varones

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


ajenos al círculo familiar y por exigir mucho esfuerzo físico, por lo que
las actividades vinculadas a la irrigación son consideradas como un
dominio masculino. No obstante, la significativa presencia de mujeres
agricultoras que realizan directamente tareas agrícolas, ganaderas y
de riego confronta esas normas y percepciones culturales que en los
hechos se erigen como obstáculos para que las mujeres obtengan
derechos formales sobre los recursos productivos y se concrete su
acceso y control sobre el agua.

Al igual que lo han demostrado diversos estudios a


nivel mundial, en estas localidades las mujeres se han esforzado por
acceder al agua para usos domésticos y productivos en un contexto
social y cultural que no las reconocen como usuarias y productoras,
como interlocutoras válidas dentro de los sistemas del riego. Las
instituciones de manejo de los recursos hídricos continúan sin tomar
en cuenta las necesidades y prioridades de las mujeres y sus
conocimientos y jornadas de trabajo en los usos productivos del agua
permanecen sin ser reconocidos.

Los planteamientos de la
ecología política feminista sostienen que las
relaciones de poder implícitas en los procesos

57
de adopción de decisiones relativas a la división
sexual del trabajo permiten entender por qué
las mujeres tienen pocos derechos y muchas
responsabilidades en las instituciones locales
de manejo de los recursos naturales en el
hogar y la comunidad.

Las campesinas jefas de


hogar tienen a su cargo la responsabilidad
de garantizar el sustento de sus hogares, y el
grado de participación en las tareas agrícolas
se encuentra en relación a su posición en la
estructura social, su edad, historia personal,
su estatus en las relaciones de parentesco y
a la disponibilidad de mano de obra familiar
masculina. Mientras que los hombres están
interesados en el acceso seguro al agua para
usos productivos, las mujeres deben asegurar
su acceso al recurso para una variedad de
propósitos, no sólo productivos.
Los patrones de división de tareas por género
intervienen en la relativa ausencia de las mujeres en las actividades
de regadío, pero también los discursos de género que construyen las
subjetividades de hombres y mujeres. Las identidades de género
construidas a lo largo del proceso de socialización en la familia y la
comunidad, contribuyen a confinar a las mujeres al hogar y a excluirlas
de las labores agropecuarias, por lo que son subvaloradas sus capacidades
y se les conciben como ineptas
para realizar las labores de riego
e ingresar a espacios productivos
considerados exclusivos de los
hombres. Autoras como
Jackson (1998b) destacan la
importancia de identificar
la subjetividad de las mujeres
y sus experiencias de vida
particulares para explicar su
pobre acceso a derechos
legales al agua.

En los procesos y prácticas cotidianas de acceso y


distribución del agua las mujeres ponen en práctica una serie de
58

mecanismos alternativos para asegurar sus derechos al recurso ante


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

las restricciones que impone su condición de género, y para ello


hacen uso de su iniciativa y agencia, entendida como la capacidad
de ejercer su autonomía, de atender sus necesidades, de identificar
sus intereses y posibilidades y actuar en consecuencia ensayando
procesos de negociación y de toma de decisiones.

Estrategias para acceder al agua

Las mujeres agricultoras han usado su capacidad de


agencia al desarrollar las habilidades necesarias para desenvolverse
en medio de sistemas de irrigación en sí mismos complejos, ya que
contemplan aspectos tecnológicos para transportar el agua a través
de una amplia red de canales, e implican conocimientos específicos
sobre el manejo del riego en las parcelas y el dominio de técnicas
agrícolas, además de comprender elementos operativos y normativos,
reglas y obligaciones relacionadas con la distribución del recurso.
Si bien han sido excluidas de este ámbito por corresponder a los
varones desde su temprana juventud, las mujeres han participado y
colaborado de distintas maneras en las actividades agrícolas y, ante
la ausencia de los varones, han incursionado aún más en las labores
de riego hasta hacerse cargo de ellas.

Particularmente, las mujeres jefas de hogar han


aprendido a manejar las técnicas agrícolas al desplegar una serie
de destrezas para operar herramientas, saber dar instrucciones a

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


los trabajadores contratados, tomar decisiones sobre el procesos de
producción y aprender a negociar con los agricultores vecinos, lo que
ha significado adoptar las reglas que rigen el trabajo del riego.

Con frecuencia las mujeres tienen diferentes


preferencias que los hombres para la operación del riego y la asignación
de sus turnos, debido a que tienen que hacer compatibles los horarios
del riego con otras actividades domésticas y productivas, por lo que
prefieren mayor flexibilidad para disponer de un flujo de agua continuo,
aunque ello pueda significar un aumento en el tiempo total invertido
en la irrigación. Igualmente, suelen tener dificultades para regar de
noche debido a las normas sociales que restringen su movilidad y
seguridad y que ponen en cuestión su integridad moral y posición
social. Por ello, los trabajadores contratados son enviados a horas
tempranas del día para iniciar las labores de riego.

En las comunidades se observó que las mujeres


jefas de hogar, ejidatarias y posesionarias, asumen la responsabilidad
de administrar el proceso productivo agrícola y ganadero. En algunos
casos, ellas realizan las actividades directamente,
pues manifiestan no confiar en el trabajo que
realizan los trabajadores contratados porque no

59
cuidan de sus intereses de la misma forma que
ellas, y en otros casos las mujeres gestionan,
dirigen y toman decisiones sobre el trabajo
cuando participan sus parientes masculinos,
por lo común alguno de sus hijos, yernos o
cuñados.

Algunas de ellas realizan las


tareas de pastoreo y manejo de pastizales
para alimentar al ganado, pero el manejo
zoosanitario y la ordeña suelen ser labores
realizadas por los hombres. El mantenimiento
de canales y regaderas de la misma manera
se consideran labores masculinas debido a que
requieren de mucho esfuerzo físico, y en ello
interviene la noción cultural acerca de las actividades más apropiadas
para las mujeres, lo que contribuye a reducir sus oportunidades para
materializar sus derechos de acceso al agua.

En el proceso de distribución del agua, las mujeres


han aprendido a negociar con el canalero y con los agricultores
vecinos, pues lo consideran más fácil y cómodo que usar los canales
establecidos para hacer llegar sus peticiones y reclamos, tales como
acercarse a las oficinas de la Asociación de Usuarios y hacer sus
solicitudes mediante un escrito. Sin embargo, se enfrentan al problema
de no siempre obtener respuesta debido a que los canaleros se inclinan
más por favorecer a los agricultores varones en la prestación de
algunos servicios relacionados con el regadío. De igual forma, tienen
dificultades para reivindicar y hacer efectivos sus derechos al agua
cuando ellas riegan cultivos con menos prioridad para el riego que
otros, como el pasto, ya que tienen preferencia las siembras de maíz
para semilla y las hortalizas y frutas, cultivos con mayor valor comercial
que son atendidos por los hombres; así que deben esperar a que
otros satisfagan sus necesidades antes que ellas pese a tener el
mismo derecho a recibir oportunamente el volumen de agua requerido.

Ante ello, las mujeres han aprendido a lidiar con


las reglas del juego establecidas en los mecanismos de distribución
del agua a fin de evitar conflictos con los campesinos varones o
los canaleros, pues hay un
fuerte deseo de que operen
los principios de reciprocidad
y de buen entendimiento; se
busca el consenso en la toma
60

de acuerdos antes que la


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

confrontación, pues ésta no


representaría un mecanismo
adecuado para obtener
respuesta.

Otro ámbito
de interacción en el que se
aprecia la agencia de las
mujeres -y que directa e
indirectamente interviene en su acceso al agua y en la consecución
de algunas de sus necesidades con respecto al riego- son las redes
sociales, los contactos y vínculos con campesinos que tienen una
posición social o política de influencia y que pueden convertirse en
una fuente de apoyo para ellas; otra forma es la contratación de
mano de obra masculina para la realización de ciertas tareas y cuando
aumentan los requerimientos de trabajo durante el ciclo productivo.

No obstante el amplio uso de estos medios como


estrategias para ganar acceso a los recursos, se aprecia que no
siempre son exitosas, además de generar en las mujeres mayor
dependencia de los tiempos, decisiones y buena voluntad de los
hombres, comprometiendo así su autonomía.
Las barreras que cotidianamente enfrentan las

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


mujeres campesinas para intervenir de manera equitativa en los
procesos de toma de decisiones que determinan la asignación del
agua y el ejercicio de su capacidad de agencia se examinarán a partir
de sus testimonios y experiencia.

El testimonio de Carolina

Carolina tiene 64 años y se convirtió en ejidataria al


exigir a su hijo ausente del hogar el derecho agrario que heredó de su
padre. Tuvo ocho hijos pero vive sola desde que enviudo hace nueve
años, a partir de entonces tiene a su cargo la administración de su
unidad productiva; además de realizar directamente algunas labores,
entre ellas las de riego, cultiva maíz, sorgo y pasto para alimentar a las
pocas cabezas de ganado que posee. En entrevista relató que desde
pequeña participaba con su padre en las tareas agrícolas de cosecha
y cultivo. En los últimos años se ha visto involucrada en disputas por
el agua cuando los campesinos vecinos le impiden acceder al agua
que a ella se le ha asignado para irrigar su pastizal. A continuación
se presentan algunos fragmentos de su testimonio.

Cada martes y cada viernes tengo que pedir turno

61
de agua, pero ya me cayó mal porque no me atienden, pues;
este, el canalero se incomoda mucho, me dice que yo debo regar
cuando él me lo da el agua, y yo estoy pagando mi agua y no
puedo regar. Él dice que sólo a la noche me la van a dar, pero en
la noche no quiero porque es peligroso, está oscuro, pues, no se
ve, no me gusta porque hay culebras; muy noche hay que estar
aquí sentados esperando a que llegue el agua.

Entrevistadora: ¿A otras personas les pasa lo mismo


que a usted?

Pero nadie se pone a trabajar duro como yo. No,


le digo pues que tal vez a los hombres no, porque ellos de noche
vienen a cuidar, a ver su agua. Nosotras…, yo, al menos yo tengo
problemas, porque, como soy sola pues.

Porque cuando a mi me toca a mi primero el turno,


pues no me dejan trabajar. Yo solita tengo que regar mi tierra, me
dan el agua, pero ¿qué pasa? que viene el otro señor a agarrar
su agua, viene a regar, pero no se queda, se va a almorzar, y si
agarro el agua se ponen bravos, agarran su machete cuando yo
les digo que tengo una preferencia. Bueno, yo digo, antes de que
me vayan a machetear mejor no me arrimo. Ya que acabó de
regar él, ya está regando el otro allá abajo, se lo da al otro; mire,
desde abajito ya me lo cortan, tiene un desvío el agua, ya me lo
cortan el agua.

¿Cómo le quitan a usted el agua?

Porque aquí es muy peleada el agua, pues dicen


que se van desesperando pues, porque se tarda en llegar el agua
y uno está esperando que llegue para hacer el riego y no se puede
porque los otros de allá arriba del canal la agarran y yo tengo aquí
todo seco, seco, y no respetan el turno.

Ante esta situación, ella ensaya procesos de


negociación con el canalero, pero no ha tenido la repuesta esperada,
se enfrenta a dificultades para que su petición sea atendida ante la
preferencia que el canalero muestra hacia otros agricultores:

Yo el otro día hablé con el canalero, le dije que me


den el agua a mi sola; si me dan dos días el agua y yo le echo
ganas, riego todo lo que ya pagué, pero si me dan dos días y me
lo quitan ¿cuándo voy a regar?, ya tengo un mes sin regar y mi
pasto ya necesita el agua porque está reseca la tierra, necesita
62

mucha agua.
Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

Entonces, ¿qué será bueno hacer?, ¿un escrito para


quejarse?
Una carta, sí, pues no sé, yo sólo quiero que me
atiendan, pues, con mi agua, porque no tiene caso de que yo esté
pagando y que no me den mi agua. Entonces, ¿para qué pago?
Pero cuando hay junta, pues, dicen cuántas hectáreas hay en el
ejido, y que no se paga nada, que no llega ni a la mitad los que
estamos pagando, pues ¿por qué no paga la gente? ¿por qué voy
a pagar yo si no me llega el agua, pues?

¿Y eso le hacen a otras mujeres?

Yo pienso que sí porque somos mujeres, porque yo


miro a otras que vienen… así como yo a mi terreno.

Isabel, sin derechos a la tierra y al agua

Isabel tiene 26 años, está casada pero su esposo ha


emigrado a los Estados Unidos desde hace cuatro años. Vive con sus
dos hijas pequeñas y su suegra, quien es la propietaria de la tierra,
aunque ya la ha cedido a sus hijos parte de la parcela. Isabel no
cuenta con una red de apoyo familiar, sus padres y hermanos viven

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


en otra localidad. Al emigrar su esposo ella asumió la responsabilidad
de la finca familiar, realiza tareas de riego, de manejo del ganado y
contrata trabajadores para atender los cultivos. Ha intentado apoyarse
en su cuñado pero no obtiene respuesta. Se siente muy insatisfecha
con su situación actual pues tiene a su cargo las tareas del hogar y
las parcelas de labor, pero un control muy débil sobre los recursos
productivos:

Cuando yo estaba chica yo llegaba a trabajar,


cambiaba el agua al ganado, me gusta el campo porque crecí
en el campo. Lo que me molesta es que no tenemos lo nuestro,
estamos con mi suegra y no nos beneficiamos del dinero que envía
mi marido, pues se lo da a ella. Yo quiero tener mi propia casa y
mi propia tierra.

Yo no ordeño porque hay que ir muy de mañana,


no me quiero matar tanto ya, y además tengo que mandar a mis
hijas a la escuela. Le digo a mi cuñado que lo haga pero él se
queda con la paga de la venta de la leche y no me da a mí el
dinero; además mete sus vacas a nuestro terreno sin mi permiso
y no quiere cooperar cuando le pido su apoyo para el cultivo del
sorgo, yo lo tuve que sembrar sola, yo lo coseche y lo molí el grano

63
para alimentar al ganado.

Isabel accede al agua de riego con dificultades


como otras jefas de hogar, pero enfrenta la desventaja de no ser
propietaria de la tierra y no estar registrada como usuaria del agua.
Esa posición de mayor vulnerabilidad da lugar a que se vea en la
necesidad de buscar apoyo en algunos usuarios a fin de ver atendidas
sus peticiones a la Asociación; sin embargo, a pesar de hacer uso
de sus vínculos de parentesco con hombres, no tiene éxito en sus
gestiones, es fácilmente ignorada:

En mi terreno hay un jagüey y ya está muy lleno


de monte. Me animé a pedir las máquinas de la Asociación para
limpiarlo pero ya ve usted que a uno de mujer no nos hacen caso,
y entonces le pedí a un conocido de aquí en la comunidad, lo
solicité por medio de un mi padrino, porque es más conocido ahí.
Quedamos que iba a venir la máquina y entonces compramos el
diesel. Lo que yo quería era que viniera la máquina, pero no vino,
estuvo la máquina aquí trabajando en el ejido con otros, pero no
me hicieron el trabajo a mí, los fui a buscar y me dijeron que ya
no podían porque tenían trabajo en otro lado, y ya me quedé con
el diesel comprado y estaba de acuerdo de pagar al trabajador y
ya no vinieron.
Yo quise limpiar y quise meter pagado (contratar a
un trabajador), pero no quieren entrar porque tienen miedo a las
culebras. Como a los dos meses se me murió una vaca ahí, bajo
a tomar agua y ahí se quedó. Yo no sé cual es el trámite, aquí se
acostumbra que llegan y hablan con el encargado de las máquinas
y ¿por qué le hacen caso a los ejidatarios más conocidos, más
viejos y a nosotras no? ellos tienen más experiencia.... ¿hacer por
escrito la solicitud? Yo no se cuál es la manera porque sí es muy
necesario que me hagan caso.

Yo llego a pagar el agua, y a veces yo voy, pues,


a regar, casi no se halla quien vaya a hacerlo. La limpieza de las
regaderas es lo mas difícil, también por eso quería la máquina,
la regadera quiere limpiado para que el agua pase bien y no se
desperdicie, pero no se puede limpiar con machete. El canalero
debería ayudarme, a veces no me quiere dar agua porque me tiene
que dar dos días de agua, y me dice que en un día tendría que
ser suficiente, me tiene que dar varios días para que yo termine
de regar.

La experiencia de Isabel muestra cómo la falta de


64

derechos formales sobre los recursos y de una red de apoyo eficaz,


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

obstaculizan sus esfuerzos para garantizar el control sobre los recursos


productivos.

El caso de Lorena

Lorena es ejidataria, tiene 47 años y está casada,


tuvo dos hijos, quienes trabajan fuera de Chiapas y una hija, con la
que vive. Debido a la ausencia de su marido, quien debió emigrar
a los Estados Unidos, durante los últimos cuatro años ha tenido a
su cargo el proceso productivo y las labores del riego. En algunas
ocasiones contrata trabajadores para la realización de ciertas tareas
que considera muy pesadas, pero ese trabajo resultaba poco eficaz,
así que las tareas de supervisión han sido constantes, como lo señala
en su testimonio:

La mayoría de las veces yo iba a la parcela a


trabajar, pero es un trabajo difícil, teniendo que estar en todos
lados; pero como cuando él (su marido) estaba también aprendí
junto con él, entonces aprendí ahí a estar en el campo y ya no
se me hizo muy difícil, por eso fue que dije yo: pues si no hay
quien trabaje, quién me ayude, pues yo tengo que poder. A veces
buscaba a un peón que fuera a mirar las vacas y eso, pero pagaba
Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas
y estaban igual las cosas, como si nadie hubiera; entonces dije:
para ir a pagarles y para que no lo hagan bien, mejor hacemos
nosotros las cosas, estoy tirando el dinero nada más.

Con mi hija me acompañaba, en las tardes ya


íbamos las dos. En las mañanas ella se iba a la escuela, entonces
era cuando yo iba a hacer el riego pues en las mañanas es cuando
entregan el agua, a las siete; ponía el agua y dejaba ya todo
puesto bien para regar y me venía a mi casa. Cuando venía mi
hija comíamos y nos íbamos a cambiar el agua de lugar a otro lado
donde no se fuera a tirar para que aguantara toda la noche para
el otro día. Me llevaba la pala y hacíamos las canaletas donde va
la acequia, donde lleva el agua. Y el caso es que se regaba (…)
y se le abría más adelante otra canaleta para que se regara en
otro lado.

A la carga de trabajo que implica el riego se suma la


dificultad para acceder al agua asignada, y ello le exige hacer uso de
su capacidad de agencia para negociar con agricultores y canaleros:

El viernes me daban mi turno, me daban tres


días casi siempre. Y ahí íbamos temprano a regar, y había poca

65
agua, bien poquita agua; la mía es la última parcela, por eso es
que batallaba mucho. Si había alguien regando más arriba casi
necesitábamos todo el día para regar, porque siempre quitaban
el agua los que andaban regando más adelante, y si me veían
que no estaba ahí, pues la quitaban para ellos y no regaba yo.
Hasta que ya llegaba uno a hablar con ellos. Les decía que no
me quitaran el agua, por favor, que me tocaba mi turno, pero me
contestaban que tenían turno ellos también. Pero yo iba con el
canalero de las aguas y ahí veía si era cierto; si era cierto, pues
ya lo dejábamos así y hablábamos con el canalero para que no
nos contara ese día de riego si no había mucha agua, y si no,
pues que diera más agua.

De la misma manera que otras mujeres, se vio


en la necesidad de negociar un turno exclusivo para ella, pero a
diferencia de otros casos, su gestión fue exitosa aunque con el costo
de postergar su acceso al agua:

Uno de los problemas que tenía era que el que estaba


antes me quitaba el agua, pues cada quién tiene que hacer su lucha.
Pues entonces hablábamos con el canalero y ya le decía: “A mí no me
juntes con otro de allá arriba, a mí mejor déjame a lo último, pero
a mí sola, para que toda el agua se vaya para aquí”.
Al preguntarle ¿Y te hacía caso?, responde:

Pues sí, me decía: “¿y se espera hasta que ya


rieguen todos?”; y decía yo: pues mejor; pero lo malo es que mi
pasto no se regaba cuando debía regarse, a veces regaba cada 15
días. Es que cuando hay cultivos de otra cosa… le dan preferencia
a los cultivos y los pastos hay que regarlos en las noches. Si
uno no exige mucho tiene que aguantarse, pero yo pedía que me
dieran mi turno en el día.

Los discursos acerca de la vulnerabilidad y de la


debilidad y fuerza de mujeres y hombres asociados a los patrones de
división del trabajo agrícola son utilizados en el manejo del agua por
la entrevistada:

Hay veces que las compuertas las pueden abrir los


mismos usuarios para que salga más agua por el canal…, no está
permitido pero la gente lo hace... Pues también se le antoja a uno
abrirlas para poder regar bien, pero para empezar uno no tiene la
fuerza como para abrir, pues, una compuerta. Aunque tuviera yo
mi llave, yo no puedo, yo no tengo tanta fuerza para poder abrirla,
66

sólo los hombres pueden hacerlo.


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

Las historias relatadas han permitido identificar


cómo la personalidad y subjetividad de las mujeres, la cual se vive
junto a otras identidades según su situación social, estado civil, edad
y tamaño de la familia, brinda discursos y perspectivas diversas sobre
el trabajo relacionado con el manejo del agua, en el marco de la
posición que ellas adoptan en la toma de decisiones y negociaciones
sobre la división del trabajo por género al interior del hogar y en la
comunidad.

Del mismo modo, se ha constatado que las mujeres


no son tan impotentes, son visibles como actoras sociales en el ámbito
de la agricultura irrigada y poseen habilidades para intervenir a su
favor en los procesos y prácticas cotidianas de acceso y distribución
del agua. No obstante, los mecanismos y estrategias que usan para
hacer valer sus derechos al agua no siempre son seguros y eficaces,
pues dependen de una serie de circunstancias, de sus habilidades para
hacerse escuchar, de su posición como usuaria y de la percepción
que tengan otros sobre la legitimidad de sus reclamos. Igualmente,
se pudo identificar que si bien el tener derechos formales al agua es
una precondición necesaria para hacer llegar sus reclamos, ello no
garantiza que sea suficiente para ver materializados sus derechos al
agua.
Así, las mujeres agricultoras experimentan una

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


posición de suma desventaja y demandan de distintas formas el
establecimiento de condiciones más equitativas en los procesos de
asignación al agua ante los privilegios de los que gozan los hombres.
Para ellas la equidad en el acceso al recurso implica recibir el agua
que ya han pagado con anticipación, acceder al mismo volumen que
los demás agricultores y en el turno que les ha sido asignado, obtener
reciprocidad de sus vecinos y también gozar de ciertas prerrogativas
para irrigar sus parcelas como sucede con ellos, como recibir su turno
en horarios distintos, no tener que regar de noche -como tampoco lo
hacen muchos hombres- y obtener respuesta de sus redes sociales
de apoyo de la misma manera en que resultan efectivas los lazos de
apoyo masculinos.

Un factor clave que interviene en el control de las


mujeres sobre el agua es el reconocimiento social de sus necesidades
y prioridades en el riego, de su legitimidad, la cual esta asociada a
su condición y posición social en la familia y la comunidad. En el
funcionamiento de los sistemas de irrigación juegan un papel central
los intereses y reclamos de los distintos usuarios, pero quienes
diseñan y operan los sistemas de riego no toman en cuenta la
situación e intereses de las mujeres regantes, sino que cumplen más
las prioridades de los agricultores varones y priman una serie de

67
criterios técnicos y económicos que restan posibilidades de control
para las mujeres.

Disminuir la brecha de género en el control sobre el


agua implica desafiar la fuerte asociación cultural e ideológica entre
irrigación y masculinidad
(Zwarteveen, 2008). Para
vislumbrar cambios se debe
ir mas allá de los ámbitos
formales y trastocar toda
una cultura androcéntrica
construida en torno a la
irrigación y al uso del agua
con fines productivos,
deconstruir los símbolos
culturales que organizan y
estructuran las prácticas
y representaciones sobre
los vínculos entre el género
y el agua, tales como que
los jefes de hogar, los
agricultores usuarios y los asistentes a las reuniones sólo son hombres.
Los reclamos de las mujeres sobre sus derechos
al agua han significado confrontar esas normas y prácticas al alzar
la voz, desempeñar labores hasta ahora consideradas exclusivas de
los hombres y defender su derecho a convertirse en interlocutoras
legítimas y respetables en el mundo de la irrigación.

La falta de gobernabilidad y transparencia que impera


en el sector del agua no sólo tiene que ver con prácticas estrictamente
ilegales, sino también con las consecuencias de los enfoques injustos que
operan en el sector, los cuales socavan el derecho humano a un acceso
equitativo al agua y a la participación en igualdad de oportunidades en
la adopción de decisiones sobre su gestión (GWA, 2007).

¿Cuáles serán los beneficios para las mujeres de


tener derechos más formales y seguros? No obstante que imperan
mecanismos no formales en la distribución del agua, las experiencias
revisadas indican que es conveniente para las mujeres tener un
control formal sobre los recursos productivos, es una forma de ganar
legitimidad para defender sus reclamos de acceso al agua.

Las mujeres registradas en el padrón de usuarios


se han respaldado en sus títulos para negociar directamente con los
68

canaleros y la directiva de la Asociación, lo que no sucede con


Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas

otras mujeres que deben recurrir a medios indirectos que no


siempre funcionan.

El derecho formal y legal es una fuente de respaldo


en caso de despojo, otorga seguridad, mayor poder de negociación,
reduce la dependencia hacia otros y genera menos vulnerabilidad
en los arreglos cotidianos sobre el agua a nivel familiar comunitario
y familiar.

En el ámbito
rural se entiende que los
derechos son asignados a
la familia y muchas mujeres
prefieren que sean los hombres
quienes tengan el registro y no
ellas por las responsabilidades
que eso implica. Sin embargo,
en los procesos de toma
de decisiones no todos los
integrantes de las familias se
benefician por igual, marca
la diferencia el poder de
negociación que tengan las
mujeres y el tipo de decisiones que sean compartidas. La importancia

Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas


que tiene la asignación de derechos individuales para las mujeres se
aprecia en la experiencia que se relata a continuación.

Mónica es una ejidataria que perdió la posibilidad de


acceder a un crédito para tecnificar el sistema de riego en sus parcelas
debido a que su esposo no aprobó su solicitud de financiamiento. Ella
se ha dedicado durante varios años a cultivar sus tierras y a producir
queso y con las remesas que le envío una de sus hijas adquirió más
tierra para cultivar sandía. El programa de crédito se dio a conocer en
una de las reuniones de la Asociación, a las que no asiste ella, pero sí
su marido por ser el Delegado de Agua del ejido. De manera indirecta
Mónica se informó acerca del programa y presentó su proyecto, pero
la solicitud fue retirada por su esposo. La respuesta de Mónica fue
ceder a esa decisión arbitraria al reconocer que “él no me deja tomar
decisiones, se siente el dueño de mi tierra y no quiere que yo trabaje
esos terrenos”. Tras un prolongado proceso de negociación con su
esposo volvió a presentar su proyecto y reconoce que le resulta
conveniente asistir personalmente a las reuniones de la Asociación
para obtener información sin la intermediación de otros.

Las mujeres microempresarias como Mónica y en


general las jefas de hogar que están involucradas directamente en la

69
administración de sus unidades de producción si conceden valor a ser
reconocidas y registradas como poseedoras de sus derechos, pues
ello les da posibilidad de acceder a recursos externos vía programas
públicos y a subsidios, ingresos que son importantes en sus estrategias
de reproducción.

La adquisición de mayor control formal y no formal


sobre los recursos y el acceso a los espacios de adopción de decisiones
sobre la gestión del agua para las mujeres reclama redefinir las normas
y prácticas de distribución del agua, trastocar las estructuras de poder
basadas en el género y deconstruir las identidades y subjetividades
de género, además de una revaloración de las diversas jornadas de
trabajo de las mujeres.

Como se ha analizado, el marco institucional en


torno al que se efectúan los procesos de gestión del agua en la zona
de estudio es poco transparente e incluyente. La gobernabilidad en
la gestión del agua dista de ser representativa y equitativa. Continúan
siendo estrechas las posibilidades que tienen las mujeres para hacer
valer su derecho a participar en la toma de decisiones públicas como
expresión de auténtica participación ciudadana.
Uno de los requisitos necesarios para el fortalecimiento
de la democracia es la participación activa de la ciudadanía. Las
resistencias a la inclusión y participación de las mujeres en las esferas
públicas y de toma de decisiones sobre la gestión del agua en el valle
de Cuxtepeques, el descrédito de que son objeto sus necesidades e
intereses, la posición desventajosa en que las coloca su reclusión en la
esfera reproductiva y la invisibilización de su trabajo y de sus vínculos
con el agua, permiten afirmar que la ciudadanía y la democracia
siguen siendo una promesa
incumplida para las mujeres,
quienes aún no pueden ejercer
su derecho a tener derechos.
La plena participación de las
mujeres es un prerrequisito
para una gobernabilidad
verdaderamente democrática
del agua en la región.
70
Gobernabilidad ambiental, equidad de género y derechos al agua y a la tierra en Chiapas
Dimensiones de género de los
mercados de derechos de agua
y tierra

Las políticas orientadas a reducir la inversión


y participación pública en el manejo de la irrigación promueven
estrategias que combinan la descentralización por la vía de la
transferencia de infraestructura hidroagrícola, con la privatización a
través de mecanismos de mercado para reasignar los derechos de
agua, dispositivo que legitima un acceso inequitativo a los recursos.
Al ser considerada como un bien económico escaso, con un valor
de cambio y fuente de acumulación de capital, el agua adquiere la
característica de ser apropiable por el mayor postor.

¿Qué son los mercados de derechos de agua?

Los mercados de agua tienen lugar cuando al recurso


se le asigna un precio determinado mediante el libre intercambio de
algún titulo de propiedad para usarla, ya se trate de un derecho o una
concesión y autorización; son las interacciones entre compradores y
vendedores de estos títulos las que constituyen los mercados de agua
(Donoso, et al., 2004).

Desde la perspectiva gubernamental, los mercados


de agua pretenden ser mecanismos para reasignar los derechos de
agua entre sectores que compiten por el recurso hacia usos alternativos
de mayor valor, de tal forma que los usuarios con concesión valoren
los costos de oportunidad de utilizar el agua o venderla a otros sin
concesión. Los mercados de agua
buscan también incrementar el
uso eficiente del agua mediante
la reducción de la demanda,
propiciar la reactivación de la
agricultura de riego a través de
la tecnificación y modernización
de los obsoletos sistemas de
irrigación y aumentar la
motivación de los agricultores
para facilitar la reconversión
productiva mediante el cambio
a cultivos más rentables. Los
mercados de agua se basan
en una noción de propiedad
privada y su precio se define en términos monetarios en una
negociación (Ramos, 2004).

El argumento de introducir las fuerzas del mercado


para armonizar las necesidades de la economía y las ambientales
72

respecto a la protección del recurso no se sostiene en la práctica,


Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra

pues los mercados de agua no sólo no han garantizado el uso eficiente


del agua, sino que han desplazado la producción de cultivos básicos y
de aquellos destinados al autoconsumo y han despojado de sus tierras
a los(as) campesinos(as) mediante el acaparamiento de las mejores
áreas de cultivo. La mercantilización e individualización de derechos
agrarios y de agua tampoco han ofrecido mayores oportunidades
de acceso a los recursos naturales, ni para los sectores empobrecidos
de la población rural ni para las mujeres, quienes no están accediendo
a la tierra y el agua de manera significativa y autónoma, sino que,
en todo caso, la obtienen a través de los varones, sus padres o
esposos, en quienes continúa recayendo el control sobre los bienes
patrimoniales del hogar.

Alhers (2003) sostiene que el agua es un bien con


características particulares que da lugar a que las transacciones
comerciales sean particularmente conflictivas en comparación con
otros recursos. El ser un bien público que demanda un mínimo de
manejo colectivo y poseer múltiples usos y usuarios que le imprimen
diferentes valores, hacen del agua un bien poco conmensurable, es
decir, medible como una mercancía con valor de cambio. Al tomar
decisiones sobre el uso y destino del agua, las y los usuarios no sólo
se basan en un análisis de costo-beneficio, sino que entran en juego
una serie de valores culturales, sociales y ambientales asociados a
este bien colectivo.

Además de ello, los derechos al agua están


frecuentemente relacionados con otros derechos, tales como los
derechos a la tierra, a los derechos sociales, culturales y ambientales,

Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra


y son afectados por una diversidad de normativas jurídicas y
consuetudinarias que legitiman las exigencias sociales al agua
meditante una amplia heterogeneidad de referentes. La diversidad de
factores que intervienen en las formas en que las poblaciones se
relacionan con los recursos hídricos muestra una complejidad tal que
no puede soslayarse por parte de los marcos jurídicos formales
establecidos11.

En un contexto en el que la privatización de los


recursos naturales se incrementa y va despojando de su base de
subsistencia a amplios grupos
del campesinado, se presenta
como un imperativo determinar
los impactos de las políticas de
mercado en la situación y posición
de las mujeres campesinas
y jefas de hogar, sobre todo
considerando que los mercados

73
presentan agudos sesgos sociales
y de género.

Participación femenina en los mercados de agua y


tierra

Desde las reformas a la Ley de Aguas Nacionales


en 1992 se permite la transmisión de derechos derivados de las
concesiones de agua legalmente vigentes. La Ley de Aguas Nacionales
reformada en el año 2004 establece que los títulos de concesión podrán
ser transmitidos a terceras personas en forma definitiva o parcial, y
se indica que la transmisión de los derechos de aprovechamiento
de aguas deberá convenirse conjuntamente con la transmisión de la
propiedad de la tierra.

11_ Los planteamientos del pluralismo legal sostienen que las legislaciones nacionales suelen ignorar la complejidad
de las prácticas locales de manejo del agua. Basadas en una visión prescriptiva y normativa, las leyes pretenden
homogeneizar las formas de asignación de derechos a través de las concesiones establecidas por el Estado dejando
de lado las normatividades locales y las relaciones sociales y de poder existentes. El pluralismo legal propone
comprender la coexistencia de varios esquemas legales e incorporar ambos en una perspectiva integradora (Boelens,
2002; Meinzen-Dick y Pradhan, 2002).
En el caso de un distrito de riego, la transmisión de
derechos entre los usuarios de una misma Asociación Civil de Usuarios
(ACU) o a terceras personas que los sustituyan como usuarios en los
mismos terrenos, se efectuará sin mayor trámite. En cambio, las
transmisiones de derechos de
uso del agua esta regulada al
indicarse que cuando se otorguen
esos derechos a personas físicas
o morales de fuera del distrito
se requerirá de la aprobación de
la asamblea general de la ACU.
Sin embargo, esta normativa
no siempre se aplica, pues
generalmente se hace el trato
entre quien vende y compra los
derechos y una vez consumado
el arreglo en ocasiones se
notifica a la Asociación.

Desde que se impulsó el Programa de Certificación


de Derechos Agrarios (Procede) en los ejidos del valle de Cuxtepeques,
los agricultores y ejidatarios de mayor poder económico y político han
74

estado presionando a las asambleas ejidales y a la Asociación de


Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra

Usuarios para que se adopte el dominio pleno12. Ello implicaría el uso


del agua sin la intermediación o aprobación de ninguna organización o
instancia de autoridad comunitaria, ya que según el Art. 56 de la Ley
de Aguas Nacionales, al adoptarse el dominio pleno se tendrán por
transmitidos los derechos de aprovechamiento del agua para el riego,
e implica que el propietario podrá usar las aguas como concesionario
individual, a quien se le otorgará un titulo de concesión particular.

En el Distrito de Riego 101 Cuxtepeques, los diversos


actores sociales entrevistados coinciden en afirmar que tanto la renta
como la venta de tierras se ha elevado en los ejidos en los últimos
años, sobre todo después de haberse instrumentado el Procede, que
ya legitima la mercantilización de la tierra y el agua.

A partir del año 2003 -cuando la Jefatura del Distrito


asume que existe un significativo incremento de la venta y de los
traspasos de derechos entre los(as) usuarios(as) inscritos en la ACU-
se establece que el padrón de usuarios debe estar permanentemente
actualizado a través de la notificación de los cambios en la propiedad
de la tierra; no obstante, se acepta que son muy pocos los(as)
usuarios(as) que hacen caso de esta reglamentación. Además, en
muchos tratos agrarios no se establecen contratos por escrito, sólo

12_ El dominio pleno es un procedimiento administrativo que consiste en cambiar el régimen de las parcelas ejidales
(propiedad social) y convertirlas en predios rústicos de propiedad privada.
verbales, dado que algunos arreglos son temporales y en ocasiones
entre familiares.

Si bien no refleja una visión completa de las


transmisiones de derechos por las razones ya mencionadas, la revisión
efectuada al registro que posee la Jefatura del Distrito permitió

Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra


obtener información acerca del número y tipo de transferencias que
se han establecido y que han sido notificadas.

Según ese registro, de 2003 a mayo de 2007 se habían


reportado 124 cambios en la titularidad de los derechos agrarios y de
aguas, de los cuales 65 (52.4%) son enajenaciones; es decir, ventas
de los derechos, y 59 (47.6%) son transmisiones o cesiones que
pueden o no implicar una transacción comercial. Las transferencias
totales (toda la superficie que ampara el certificado) fueron levemente
menores que las parciales (se vendió o cedió sólo una parte del
derecho agrario), 59 frente a 65, lo que significa que en lo posible
se prefiere conservar una parte de la parcela, aunque eso signifique
incrementar el minifundio.

75
Un aspecto de suma relevancia a mencionar es que
de los 124 traspasos de derechos registrados, el 80% se establecieron
entre hombres y sólo el 3.2% se dieron entre mujeres, probablemente
de madres a hijas. Mientras que las transferencias de un hombre a
una mujer fueron del orden del 7.2%, de una mujer a un hombre el
porcentaje sube a 9.6%. Estas cifras indican que las transmisiones de
derechos han beneficiado predominantemente a los varones y no sólo
no han facilitado el acceso de las mujeres a la propiedad de la tierra,
sino que incluso han contribuido a que ellas pierdan sus parcelas.

Con estas transferencias en los derechos de propiedad


el número de usuarios -pero no el número de derechos de agua-
ha crecido al considerar particularmente los traspasos parciales. El
derecho de agua se otorga por la totalidad del predio, si éste se
divide, los derechos no se incrementan.

Datos obtenidos por la encuesta aplicada a 50


mujeres ejidatarias y posesionarias mostró que las campesinas han
participado en los mercados de tierra y agua más como oferentes
mediante la venta y arriendo de sus parcelas, que como compradoras
(Ver cuadro 7).

A simple vista, la relativamente alta proporción de


mujeres posesionarias que ha adquirido tierra podría sugerir que ellas
han resultado más beneficiadas; sin embargo, conviene señalar que
en su mayoría se trata de pequeñas superficies de temporal y no de
riego. Además de ello, entre las posesionarias casadas es frecuente
que sea el marido o los hijos mayores quienes trabajen la tierra y
tomen decisiones sobre el proceso productivo y los ingresos obtenidos,
de tal manera que los eventuales beneficios de ser propietaria para
este grupo de agricultoras se ven sensiblemente disminuidos.

Es sabido que los derechos obtenidos por matrimonio


o por alguna relación de parentesco se refieren más a derechos de
acceso que de control sobre el recurso, y que hay una relación directa
76

entre la participación activa de las mujeres en los procesos productivos


Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra

agropecuarios y su influencia en la toma de decisiones en torno a los


beneficios obtenidos.

Cuadro 7. Participación de las mujeres en los mercados de tierra


y agua. Porcentajes

EJIDO Mujeres que Mujeres que Mujeres que


han rentado han vendido han comprado
El Diamante n = 5 80 20 0
El Ámbar n = 5 40 0 40
La Tigrilla n = 18
Ejidatarias = 11 45.5 27.3 45.5
Posesionarias = 7 28.6 14.3 71.4
Benito Juárez n = 22
Ejidatarias = 13 100 25 11.1
Posesionarias = 9 0 100 28.6

Fuente: Encuesta sociodemográfica y económica a grupos domésticos.


Las condiciones contractuales en los procesos de
renta de derechos difieren entre hombres y mujeres. Mientras que
los tratos entre varones suelen involucrar un contrato por escrito,
las mujeres establecen acuerdos verbales. Así, las campesinas que
rentan su tierra para el cultivo de maíz, suelen aceptar el pago en
producto -que no va más allá de tres bultos de maíz en mazorca o

Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra


desgranado- para destinarlo al autoconsumo familiar y para alimentar
a los animales de traspatio. En estos casos, la negociación del precio
incluye un porcentaje de la cosecha.

77
Las mujeres propietarias, de edad avanzada y que
poseen pocas cabezas de ganado bovino, con frecuencia rentan sus
pastizales a campesinos de la localidad que si tienen un mayor hato
ganadero y requieren forrajes, sobre todo en épocas de estiaje. La
necesidad de obtener un ingreso por los pastizales que no utilizan,
junto a su reducido poder de negociación, da lugar a que se vean
forzadas a rentar en condiciones y a precios desventajosos para
ellas. Las mujeres declararon recibir 40 pesos al mes por cabeza de
ganado, o mil pesos por hectárea de pasto si se trata de parcela
de riego. Cuando de pretende utilizar como forraje el rastrojo de
maíz, el precio se reduce a 500 pesos por hectárea. En un caso
sumamente injusto, una ejidataria señaló haber recibido sólo dos mil
pesos por 13 hectáreas de pasto que rentaba a su primo durante seis
meses, precio que aceptó por incluir la reparación del cercado.

Entre las razones que las mujeres mencionaron para


rentar sus tierras se encuentra su edad avanzada, la falta de mano de
obra disponible y confiable y los altos costos de los insumos agrícolas,
aspectos que les impiden continuar cultivándola. Las mujeres que
han vendido parte de sus terrenos argumentan que se han visto en
la necesidad de hacerlo por circunstancias de extrema necesidad,
con frecuencia para afrontar enfermedades de familiares, eventos que
contribuyen a que los precios de venta sean sumamente bajos con
respecto a los que se podrían obtener sin el apremio que implica la
emergencia. En entrevista afirmaron que lamentaban haberse visto
obligadas a vender, pues prefieren conservar sus parcelas debido a
que el valor de la tierra se incrementa año con año y que cada vez
es más difícil adquirirla. La primera opción que tienen es la venta de
algunas cabezas de ganado y la última es la venta de su tierra.

Aquellas mujeres que han tenido la oportunidad de


adquirir pequeñas superficies lo han hecho para cultivar granos básicos
y para tener una fuente de ingresos que les permita enfrentar su
vejez y heredar a sus hijos y nietos, en el marco de una cultura
campesina de subsistencia en donde los bienes y patrimonio son una
fuente de ahorro.

En el Distrito de Riego de la Comarca Lagunera, en el


norte del país y en un contexto agrícola diferente al chiapaneco, Alhers
(2003) encontró situaciones
semejantes, pues la venta
es más común entre quienes
78

enfrentan enfermedad, no
Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra

tienen mano de obra, están en


cartera vencida y abandonan
la agricultura. Asimismo,
concluye que el acceso al
mercado de derechos de agua
es distinto para hombres y
mujeres, ya que el precio
pagado a las mujeres es
menor al que perciben los
hombres, además de que
ellas tienen que negociar un
porcentaje de la cosecha. Al
igual que en Cuxtepeques,
con frecuencia las mujeres prefieren recibir su pago en especie para
satisfacer necesidades del hogar o para comercializar localmente.
En su estudio identificó que las mujeres que rentan y venden el
agua y la tierra superan en casi el doble a los hombres; ambos
confesaron pesadas y difíciles negociaciones con sus compradores,
que junto a situaciones de venta obligada influyeron para disminuir
su poder de negociación13.

13_ A diferencia de lo que sucede en nuestro estudio de caso, en La Comarca Lagunera las mujeres involucraron a
los comisariados ejidales para organizar la venta y no hicieron la negociación directamente con el comprador, razón
por la cual ellas recibieron 19% menos por sus derechos de agua en comparación con los hombres. En su estudio no
identificó a ninguna mujer que haya comprado derechos de agua y tierra, pero los hombres habían comprado ambos
(Alhers, 2005).
De esta forma, se puede afirmar que los incentivos
de las mujeres para participar en los mercados de derechos agrarios
y de agua se encuentran permeados por circunstancias derivadas de
sus identidades de género, de edad y de clase que contribuyen a
incrementar su vulnerabilidad al priorizar arreglos no formales en los
tratos y un precio bajo de venta y renta a fin de obtener algunos

Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra


ingresos y construir relaciones de colaboración con sus parientes o
arrendatarios masculinos, relaciones que, sin embargo, no dejan de
situarlas en situación de desventaja.

Las diferentes modalidades de renta y venta, la


vigencia del contrato y el precio, dependerán del cultivo a producir,
del tipo de tierra y del poder de negociación de quien arriende y
venda. Los precios de venta de las tierras de riego han experimentado
un crecimiento sostenido derivado de la demanda, pero también del
proceso de certificación que ha incrementado el valor nominal de
la tierra en la región. En el año 2006, una hectárea de riego se
compraba entre 40 y 50 mil pesos, en 2008 se cotizaba al doble, es
decir, hasta en 80 mil pesos.

Son diversas las empresas


privadas que se han establecido en la región y que
de manera dinámica han influido en el crecimiento

79
de los mercados de derechos de tierra y agua. Estas
empresas establecen esquemas de agricultura por
contrato y tienen suma influencia en la fijación
de precios. La renta suele ser más ventajosa que
la compra porque implica menores inversiones y
riesgos para las empresas que se han establecido
en la región.

La compra y renta de tierras


y agua con fines comerciales se efectúa para la
producción de pastos para la ganadería, de sandía,
papaya, arroz y para la producción de semilla
de maíz y de frijol, cultivos de alta rentabilidad
para los cuales se destinan las tierras de riego.
Los arrendatarios y compradores suelen ser de la
misma comunidad cuando se trata de pequeñas superficies, no así
cuando las transferencias involucran áreas mayores.

En el valle de Cuxtepeques, como sucede en La


Comarca Lagunera, los mecanismos de mercado reproducen las
inequidades presentes en las relaciones de género porque el producto
del trabajo e inversiones de las mujeres en sus parcelas es trasferido
hacia otros o mal retribuido, pero incluso las ahondan en la medida
en que la gran mayoría de los compradores son hombres. De igual
forma, los mercados reproducen el tipo las relaciones sociales y de
poder que caracterizan a la sociedad en la que ellos se desarrollan.

Mientras que las mujeres luchan por acceder a los


derechos de propiedad por vías formales y no formales, los sesgos
de género de los mercados
vulneran esos derechos hasta
el riesgo de ser arrebatados
cuando las campesinas se ven
en la necesidad de rentarlos
o venderlos en un contexto
que les es sumamente injusto,
caracterizado por la crisis del
sector agropecuario y el
impulso de políticas neoliberales
de apertura comercial y
globalización económica que
presionan hacia la liberalización
de los recursos naturales.

Con el crecimiento de los mercados de derechos


80

de tierra y agua y los procesos de concentración de recursos que


Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra

se derivan de ello, la estructura agraria en el Distrito de Riego


Cuxtepeques se va transformando hacia la coexistencia, dentro de cada
ejido, de grandes unidades de producción orientadas a los mercados
nacionales e internacionales y de pequeños predios familiares cuya
producción se destina al mercado local y al autoconsumo, en este
segundo grupo se encuentran las mujeres campesinas que encabezan
su hogar.

Los costos ambientales en la región también son


severos. Los paquetes tecnológicos que demanda la reestructuración
productiva producto de la privatización de los recursos naturales,
altamente dependientes de agroquímicos, ha generado una crisis
ambiental sin precedentes en la región que está arrasando con los
cultivos básicos. El monocultivo, como patrón productivo imperante,
acelera la degradación de los suelos y los hace improductivos en el
corto plazo. La contaminación de tierras y aguas también afecta a
las mujeres de la región que usan de manera cotidiana el agua de los
ríos y la presa con fines domésticos.

A las externalidades ambientales negativas se


suman otros costos sociales. La individualización y reasignación de
los recursos naturales a través de su mercantilización afecta también
la cohesión comunitaria, pues se ha generado una pérdida de control
local sobre la gestión de los recursos ante la ausencia de un marco
institucional que reglamente la renta y venta de derechos de tierra y
agua, de soportes que garanticen la conservación y uso adecuado de
los recursos y la asignación segura y equitativa del agua.

Dimensiones de género de los mercados de derechos de agua y tierra


81
En el marco de las relaciones y estructuras de
poder existentes, estos mercados recrean mecanismos de exclusión
e inequidad en la asignación de derechos de propiedad sobre los
recursos naturales que afectan a los grupos de población en situación
de desventaja. De nueva cuenta las mujeres son las más afectadas, al
estar ausentes de las instancias de representación carecen de respaldo
social para asegurar sus intereses con respecto a sus derechos a la
tierra y el agua.
Propuestas para formular una
política de género en la gestión
de los recursos naturales

A partir de la problemática expuesta en materia de


inequidades de género en la gestión de los recursos naturales en la
región de estudio, en este apartado se perfilan algunas propuestas y
recomendaciones que pueden facilitar el diseño de Políticas de Igualdad
y Equidad de Género en las instituciones públicas y organizaciones
civiles y sociales involucradas en la gestión ambiental. Inicialmente
se anotan algunos principios básicos y objetivos que pueden orientar
el diseño e instrumentación de planes y programas encaminados a la
equidad y posteriormente se anotan propuestas y recomendaciones
a manera de líneas estratégicas de acción.

Principios de la igualdad de género

66 La igualdad de género implica que las aspiraciones y necesidades de


las mujeres y los hombres se consideren, valoren y promuevan de igual
manera, que puedan disfrutar de igualdad de condiciones para ejercer
sus derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos en
todos los aspectos del desarrollo humano; significa que gocen de las
mismas oportunidades de elección en todas las situaciones y ámbitos
de la sociedad y que puedan desarrollar sus capacidades personales en
condiciones de libertad.
66 La equidad de género es entendida como la existencia formal y real de
los mismos derechos, libertades, oportunidades y responsabilidades para
los hombres y las mujeres en todos los grupos de edad, sectores sociales
y etnias. Supone un tratamiento diferenciado a mujeres y hombres
de acuerdo a las desigualdades existentes con el objetivo de alcanzar
una igualdad real. La equidad de género es el proceso que conduce
a la igualdad, es un factor fundamental para luchar de forma eficaz y
sostenible contra la pobreza.

66 La igualdad y equidad de género estará presente de manera transversal


en las políticas y deberá expresarse en prácticas que permitan a mujeres
y hombres relacionarse en condiciones de equidad entre sí y en su relación
con el ambiente.

66 Transversalizar la perspectiva de género se refiere a la actuación


simultánea en diversos niveles e instancias para eliminar la desigualdad
entre hombres y mujeres y fortalecer la equidad. Es una estrategia para
conseguir que las preocupaciones y experiencias de las mujeres y hombres
sean parte integrante de la elaboración, puesta en marcha, control y
evaluación de las políticas y los programas, de manera que puedan
beneficiarse igualmente y no se perpetúe la desigualdad. Implica que la
responsabilidad por la equidad no está presente sólo en un mecanismo
institucional, sino que se trata de una responsabilidad compartida por el
conjunto de las instituciones del Estado.
84
Propuestas para formular una política de género en la gestión de los recursos naturales

66 El empoderamiento de las mujeres estará encaminado a potenciar su


participación como agentes de cambio, supone un mejoramiento de
su posición social y política para alcanzar control sobre sus propias vidas,
influir en las decisiones que afectan su derecho a la propiedad sobre los
recursos y satisfacer sus necesidades e intereses.

Objetivo general

Garantizar la transversalidad del enfoque de


género en los programas y proyectos de gestión ambiental, tanto
gubernamentales como civiles, de tal manera que el impacto de los
mismos no profundice las desigualdades sino que contribuya a la
igualdad entre hombres y mujeres.

Objetivos estratégicos

1. Institucionalizar una política transversal con perspectiva de género


en los planes, programas y proyectos de los organismos públicos
y organizaciones civiles y sociales involucrados en la gestión
ambiental.
2. Garantizar la igualdad entre hombres y mujeres, los derechos

Propuestas para formular una política de género en la gestión de los recursos naturales
humanos de las mujeres y la no discriminación en el uso,
acceso y derechos de propiedad sobre los recursos naturales
como condición básica para la conservación de la biodiversidad y
el desarrollo sustentable.

3. Potenciar la agencia de las mujeres y fortalecer sus capacidades


para ampliar sus oportunidades de desarrollo humano y reducir la
desigualdad entre los géneros.

4. Impulsar el empoderamiento de las mujeres mediante su participación


y representación en las instancias de toma de decisiones a fin de
avanzar en la gobernabilidad ambiental y en el ejercicio de sus
derechos ciudadanos.

Estrategias de acción

Algunas de las principales estrategias que se


proponen para avanzar en la igualdad de género se mencionan para
cada uno de los objetivos señalados.

Objetivo 1.

85
Institucionalizar una política transversal con
perspectiva de género en los planes, programas y proyectos de los
organismos públicos y organizaciones civiles y sociales involucrados
en la gestión ambiental.

Líneas estratégicas de acción

1.1. Mejorar la voluntad política de los organismos públicos para hacer


realidad las leyes nacionales a favor de la igualdad entre hombres y
mujeres, se elimine toda forma de discriminación y se incorpore el
enfoque de enfoque de género en las políticas ambientales, de aguas
y agrarias.

1.2. Modificar la legislación agraria y de aguas y establecer su armonización


con los acuerdos internacionales en materia de equidad de género, a
fin de que las mujeres accedan a la propiedad de la tierra y a otros
recursos naturales independientemente de su estado civil.

1.3. Facilitar la titulación conjunta de la tierra y la vivienda a nombre de


la pareja en los casos en los que así se prefiera.
1.4. Instrumentar programas de apoyo a la investigación, a la capacitación
y a la sensibilización en materia de equidad de género en la
conservación de la biodiversidad, la gestión integrada de cuencas y
en la gestión ambiental.

1.5. Reconocer la complejidad de los procesos sociales, culturales,


económicos y políticos que intervienen en la gestión de los recursos
naturales. Entender que el género es un factor clave que influye en
la forma en que los grupos sociales se vinculan con el ambiente.

1.6. Incrementar la investigación sobre las necesidades y responsabilidades


de hombres y mujeres en la gestión y manejo de los recursos naturales,
tomando en cuenta los niveles de uso, acceso y control sobre los
recursos y la distribución de los beneficios.

1.7. Generar de manera permanente estadísticas desagregadas por sexo


para identificar y monitorear las inequidades de género en el acceso
al agua y en la propiedad de la tierra y la vivienda, a fin de facilitar el
diseño de políticas y programas a favor de la equidad, más eficientes
y sostenibles.
86

1.8. Considerar las relaciones de género y no sólo a las mujeres. Si bien


Propuestas para formular una política de género en la gestión de los recursos naturales

muchas de los programas y proyectos se dirigen a las mujeres debido


a que son generalmente quienes sufren más desventajas, el enfoque
de género no debe eludirse, pues busca transformar las desigualdades
entre las mujeres y los hombres.

1.9. Establecer estrategias para generar habilidades y capacidades en el


personal técnico de campo en torno a la planificación de género, a fin
de que sea incorporado un enfoque de equidad en los programas y
proyectos que instrumenten las instituciones gubernamentales, los
gobiernos municipales y las organizaciones civiles ambientalistas.

1.10. Dotar de poder de decisión a las mujeres que ocupan cargos


administrativos y técnicos en las instituciones gubernamentales, en
los gobiernos municipales y en las organizaciones civiles, para que
puedan incidir en la promoción del enfoque de equidad de género.

1.11. Asegurar la asignación de mayores presupuestos a las iniciativas que


busquen reducir las disparidades de género en el sector agropecuario
y ambiental.

1.12. Incrementar los presupuestos a nivel municipal y mejorar la


transparencia en su uso para mejorar el abasto y calidad del agua
en las localidades.
Objetivo 2.

Propuestas para formular una política de género en la gestión de los recursos naturales
Garantizar la igualdad, los derechos humanos de
las mujeres y la no discriminación en el uso, acceso y derechos
de propiedad sobre los recursos naturales como condición para la
conservación ambiental y el desarrollo sustentable.

Líneas estratégicas de acción

2.1. El agua debe ser considerada un bien común de las comunidades, y


un derecho humano básico su acceso en condiciones adecuadas de
calidad, cantidad y regularidad en el suministro.

2.2. Reconocer el derecho de las mujeres a la propiedad de los recursos


naturales y productivos y al patrimonio familiar como un derecho
humano y una medida de combate a la pobreza y a la violencia que
aqueja a las mujeres.

2.3. Modificar las leyes y costumbres locales para que se reconozca a las
mujeres como productoras y usuarias del agua para riego, de manera
que se cuestione la falsa idea de que ellas sólo usan el agua con fines
domésticos.

87
2.4. Desafiar la fuerte asociación cultural e ideológica entre irrigación y
masculinidad.

2.5. Promover que las autoridades agrarias y las asambleas ejidales


certifiquen que las mujeres también son las propietarias de la tierra,
las jefas del hogar a cargo de la unidad productiva cuando el titular
del derecho agrario haya emigrado o esté ausente.

2.6. Sensibilizar y capacitar al personal técnico que distribuye el agua


de riego en las comunidades para que actúen con respeto hacia las
necesidades de las mujeres y propicien condiciones de igualdad con
los hombres en el acceso al recurso.

2.7. Promover campañas que cuestionen los estereotipos y las normas


culturales acerca de los patrones de división del trabajo por género,
las cuales excluyen a las mujeres de las políticas de gestión social de
los recursos naturales, restringen sus posibilidades de poseer recursos
y desalientan su participación en espacios públicos.

2.8. Impulsar acciones para redefinir las costumbres y prácticas de


herencia de la tierra y la vivienda con el propósito de favorecer a las
mujeres.
2.9. Instrumentar medidas para sensibilizar a mujeres y hombres de las
comunidades, de manera que se comprendan los beneficios de una
adecuada participación de todos y todas en la resolución de sus
problemas ambientales y sociales.

2.10. Generar y difundir información sobre los vínculos entre género y


agua y género y tierra, así como sobre las ventajas que conlleva
incorporar el enfoque de equidad de género para la conservación
y uso sostenible de los recursos naturales. Esta información podría
ser usada como base en programas y campañas de sensibilización,
capacitación y defensoría de los derechos humanos en todos los
niveles y espacios de adopción de decisiones.

2.11. Asegurar que las Instancias Municipales de las Mujeres impulsen


acciones para que a nivel municipal se apliquen las leyes nacionales
y estatales a favor de una vida libre de violencia para las mujeres y se
elimine toda forma de discriminación por razones de género en los
derechos de propiedad a la tierra, el agua y la vivienda.

Objetivo 3.
88

Fortalecer las capacidades de las mujeres para ampliar


Propuestas para formular una política de género en la gestión de los recursos naturales

sus oportunidades de desarrollo humano y reducir la desigualdad de


género.

Líneas estratégicas de acción

3.1. Consultar a las mujeres de los distintos sectores sociales acerca de


sus necesidades e intereses con respecto a los usos que dan al agua y
a la tierra, así como hacer valer su derecho a la información y opinión
en torno a la definición de las cuotas y tarifas y en las inversiones.

3.2. Asegurar el ejercicio de sus derechos como usuarias y productoras


con respecto a la prestación eficiente de los servicios de agua potable,
saneamiento y de riego.

3.3. Potenciar las capacidades y habilidades de liderazgo en las mujeres


para la defensa de sus derechos humanos, la construcción de su
ciudadanía y el incremento de su poder de negociación en los
ámbitos domésticos y comunitarios.

3.4. Incrementar el involucramiento de las mujeres en iniciativas de


contraloría social y vigilancia ciudadana de los recursos públicos, y en el
diseño de presupuestos participativos que incluyan sus necesidades y
prioridades en materia ambiental. La promoción de la rendición

Propuestas para formular una política de género en la gestión de los recursos naturales
de cuentas puede ser un efectivo mecanismo para construir
ciudadanía e inclusión social en los procesos decisorios y para
establecer contrapesos en el ejercicio del poder público.

3.5. Facilitar la participación de las mujeres en acciones de


negociación y abogacía ante los Congresos Locales para la
revisión y formulación de leyes y reglamentos que fomenten
una gestión del agua y la tierra bajo criterios de sustentabilidad
y de equidad social y de género.

3.6. Establecer vínculos y alianzas con los movimientos de mujeres


rurales a nivel local, nacional e internacional, que permitan el
fortalecimiento de las capacidades de incidencia política para la
transformación de las leyes y costumbres que las discriminan
en todos los ámbitos de su vida.

3.7. Generar mayor conciencia entre hombres y mujeres acerca de


los efectos nocivos de la mercantilización de los derechos a la
tierra y el agua, potenciar el control local sobre la gestión de
los recursos y establecer marcos institucionales que garanticen
la conservación y uso adecuado de los recursos y la asignación
segura y equitativa del agua.

89
3.8. Prestar mayor atención a la equidad en la instrumentación de
los proyectos relacionados con la gestión ambiental. A menudo,
dentro de los proyectos las tareas técnicas son remuneradas
y encargadas a los varones, mientras que las mujeres suelen
ser involucradas en actividades de “ayuda” y su contribución
en trabajo no es reconocida ni remunerada. Es necesario
asegurarse de que los hombres y mujeres tomen parte y se
beneficien por igual en los diversos proyectos ambientales y
de manejo del agua.

3.9. Participación equitativa de mujeres y hombres en el diseño


de planes de desarrollo local, de ordenamiento territorial y de
gestión sostenible del agua y la tierra.

3.10. Apoyar la agricultura orgánica en manos de mujeres y reconocer


su participación en la seguridad alimentaria de sus familias.

3.11. Fomento a la educación ambiental y de una cultura del agua


que reduzca su dispendio y contaminación y fomente su
captación, ahorro y reciclado.
Objetivo 4.
Facilitar la participación y representación de las
mujeres en los espacios de toma de decisiones a fin de avanzar
en la gobernabilidad ambiental y en el ejercicio de sus derechos
ciudadanos.

Líneas estratégicas de acción

4.1. Garantizar la participación de las mujeres en los espacios de toma de


decisiones sobre la definición de políticas y programas de gestión del
agua, de manejo de cuencas y otros relacionados con la conservación
ambiental.

4.2. Establecer acciones positivas para garantizar que las mujeres


incrementen su participación en los Comités de Agua Potable, a fin de
que sus necesidades e intereses con respecto al suministro y calidad
del agua sean tomados en cuenta.

4.3. Se propone que las Asociaciones de Usuarios del Agua tomen medidas
para instalar una Vocalía de la Mujer como parte de Mesa Directiva,
90

destinada a atender las necesidades e intereses de las mujeres


Propuestas para formular una política de género en la gestión de los recursos naturales

campesinas usuarias del agua de riego y con fines domésticos.

4.4. Las Asociaciones de Usuarios pueden incorporar el enfoque de género


en la formulación de su reglamento interno mediante el uso de un
lenguaje no sexista y la inclusión de las necesidades de mujeres y
hombres con respecto a su acceso equitativo al agua. Asimismo,
aplicar acciones positivas para que las mujeres usuarias del riego
puedan acceder a cargos de representación en paridad con los
varones, entre ellos acceder a cargos de Delegadas de Agua como
representantes de sus comunidades.

4.5. Fomentar la creación de Unidades o Gerencias de Género en los


Comités y Consejos de Cuenca, con la tarea de formular y aplicar una
política de equidad de género y mejorar la participación, los derechos
de propiedad y la autonomía de las mujeres campesinas.

4.6. Garantizar que las autoridades agrarias a nivel local tomen medidas
para incluir a las y los posesionarios(as) y avecindados(as) en las
asambleas ejidales, quienes carecen de espacios colectivos para
participar en los espacios de adopción de decisiones y hacer llegar
sus necesidades e intereses.
4.7. Facilitar la participación de las mujeres en las instancias de toma de

Propuestas para formular una política de género en la gestión de los recursos naturales
decisiones a nivel local mejora la comunicación, la información y el
desarrollo de sus habilidades para la movilidad en los ámbitos públicos,
además de incrementar la representación social y la transparencia.

4.8. En la realización de las reuniones, considerar que la ubicación de los


y las participantes no haga evidentes las jerarquías, pues las mujeres
suelen ubicarse en la parte trasera de los recintos de reunión, lo que
impide su participación activa.

91
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