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Daniele Finzi Pasca - Teatro de La Caricia
Daniele Finzi Pasca - Teatro de La Caricia
Teatro de la caricia
Facundo Ponce de León
Teatro de la caricia
Las traducciones al español de las obras de Daniele Finzi Pasca han sido realizadas por:
Dolores Heredia: Patria; 1337 Deujener sur l´herbe; Giacobbe, Aitestas, Visitatio; Te amo
Lorenna Esposito: Viaggio al Confine.
José Espinoza Lossio: Nomade, Rain, Corteo, cartas al Cirque Eloize y al Cirque du Soleil, notas de
Johanne Chasle sobre taller impartido por Daniele en el Cirque du Soleil en octubre de 1999.
Facundo Ponce de León: Come Acqua allo specchio; Naufragando; Brutta Canaglia la solitudine;
La tromba Rossa; Nomade, Rain, Corteo, Nebbia, Santitá, Piazza San Michele.
I coccodrilli fue escrita originalmente en español e Ícaro fue traducida por el propio Daniele.
ISBN: 978-9974-96-755-7
Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier pro-
ceso reprográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo o
cualquier otro medio mecánico o electrónico, total o parcial del presente ejemplar, con o sin
finalidad de lucro, sin la autorización del autor.
Índice
F
acundo: Se agotaron las primeras 1.000 copias de la edición en
español, vamos a hacer una segunda edición, creo que de la misma
cantidad de ejemplares. Yo quisiera ajustar algunos detalles de es-
critura, y de fechas, y las introducciones a los capítulos…
D: Bueno, pero no nos tratemos de usted cuando tenemos que resolver estas
cosas.
F: Usted empezó.
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F: Habría que hablar de la Chiqui, Toffu, Geneviéve, Alexis, Sarai, Robi, Gio-
vanna, Jean, Gabriele, Biti, Roli, Tanja, Amal, Andrea... y seguro me olvido de
algunos…
J: Está bien. Debería decirse que esas óperas siguen en cartel, que este año
volveremos a colaborar con Gergiev, que de la otra parte Rain y Nebbia han ter-
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minado sus giras mundiales ( Julie sale porque tiene una reunión por la gira de
La Verità).
D: Haga como le parezca, pero no nos tratemos de usted cuando tenemos que
resolver estas cosas. Y esta vez fue usted el que empezó.
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Prólogo
E
stos textos son el resultado de una serie de conversaciones con Daniele Finzi Pasca
realizadas en Magadino cuando asomaba el verano de 2007. Parten de una idea
de Julie Hamelin, que nos unió bajo sueños compartidos. Fueron charlas en espa-
ñol, idioma que Daniele conoce a pesar de no ser su lengua materna y en el que
originalmente fueron escritas estas líneas.
He intentado mantener el espíritu de los encuentros, preguntas y respuestas que vuelven una y
otra vez sobre las mismas cuestiones. Un viaje circular. Metáforas unidas por el hilo de la incohe-
rencia; esa incoherencia que es tan difícil representar en un escenario y que, si se logra, se vuelve arte,
resonancia interior, catarsis, conmoción. Una manera de resumir el trabajo de Daniele a lo largo de
sus 26 años de creación es justamente ese: representar la incoherencia de la vida, que no es lo mismo
que su sinsentido. Es más, quizás sea su más profundo sentido, su poesía.
Que la vida no es coherente es algo que de tan obvio perdemos de vista: soñamos con ser ma-
yores cuando niños y de grandes nos pasamos añorando la magia perdida; cuando reímos mucho
se nos caen las lágrimas y en medio de un llanto doloroso aparece siempre algo que nos despierta
una sonrisa.
El clown juega con esta paradoja existencial, hace malabares con ella, la muestra y la esconde
y la vuelve a mostrar. Todos reímos y todos lloramos. Quien pretenda inclinar la balanza hacia
alguno de los lados está traicionando el misterio, el lugar donde mora el sentido de la incoherencia.
Daniele viaja por el mundo con la balanza sobre los hombros. Guardián del misterio, no para
esconderlo sino para contarlo. Son historias pequeñas, proezas minúsculas de guerreros solitarios,
de héroes perdedores.
Viajó a Calcuta con 18 años y allí lo esperaba toda una arquitectura invisible, que volvió a
descubrir en París y que sigue buscando hoy, porque lo invisible se descubre una y otra vez, arriba o
abajo de un escenario. O en el proscenio, el lugar predilecto de Daniele para cortejarnos. Que la vida
y el arte se sostienen sobre estructuras invisibles es otro de los pilares de la exploración artística del
Teatro Sunil, la compañía que fundó al regreso de la India.
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De todo ello hablaremos una y otra vez aquí: del elemento ritual que nos acompaña desde el
fondo de la historia y al que acudimos para saber qué nos depara el destino. Del teatro y del circo, del
clown, el actor y la acrobacia. De la enorme complejidad que se necesita para hacer algo simple. De
la identidad y el viaje. De las batallas cotidianas.
Del misterio, o del imposible o de la incoherencia de que este libro, aunque hable de Daniele,
hable de ti.
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Héroes cotidianos
C
uentan que cuando apareció el público quedó muy impresionado. Estaba muy
viejita, frágil. La acompañaron hasta un sillón y la ayudaron a sentarse. Ella
tomó un poco de vino y empezó a contar historias. Las recordaba y las volvía
a contar sin ningún papel entre sus arrugadas manos. Los jóvenes que estaban
allí presente la miraban asombrados y silenciosos; la anciana era como una
aparición, ¿de dónde vendría? ¿Quién sería? Hoy no importa. Basta con recordar que ella dijo una
vez: “todas las penas pueden ser soportadas si las conviertes en una narración”.
Hay algo extraño en esto de contar historias. Nos entendemos, a nosotros mismos y a los otros,
en función de una buena historia. Y ello vale tanto para un escritor como para quien no sabe leer ni
escribir pero cada noche, en algún lugar del mundo, hace un cuento que probablemente escuchó de
su abuelo y le agrega o quita elementos para hacerlo más cercano.
Crecemos a través de narraciones, las primeras que recibimos son bien simples, “había una
vez…”. Luego se van complicando más, se multiplican las tramas, los personajes, las relaciones, los
desenlaces. Pero estructuralmente seguimos anclados en esta extraña necesidad de contarnos, todo
el tiempo, historias.
Empezamos a conversar de esto con Daniele en relación a su visión del clown y el teatro. Lo
que fuimos hilvanando, a fin de cuentas, no es otra cosa que una historia sobre un contador de
historias.
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Pregunta: ¿Cuál es la relación que hay entre la acción teatral y la historia que
se quiere contar?
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P: Pero quien descubre esas estrategias propias no sería alguien tan normal.
R: La gente que quiero está hecha de esa materia tan frágil y bella. Son seres
vulnerables, inestables, son fuertes porque tienen raíces profundas y no porque
saben batallar; se defienden en silencio, gritan como locos porque tienen miedo a
las inyecciones, se desvanecen viendo la sangre, no saben qué decir y se acercan y
nos abrazan para defendernos de ciertas preguntas. Mis padres, mi amor, ciertos
amigos, son muchos los que están hechos de esta materia tan especial. Yo me
dedico a contar sus historias.
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R: Una cosa es un artista que se forma en las técnicas que necesita su arte y
otra cuestión es la naturaleza del clown como personaje, como portador de his-
torias. Para actuar sobre el escenario se necesita de virtuosismo. La forma es tan
importante como el contenido. Una bonita historia es solo la mitad de la obra, el
resto es forma, capacidad de sorprender, de crear, de transformarse, es búsqueda
del gesto intuitivamente perfecto, sencillo. Las estructuras formales más fuertes
producen ligereza.
R: El talento es una gran cuestión. Creo que es algo que uno tiene desde
el principio y lleva siempre consigo. Es una injusticia extraña de los dioses que
permiten a uno lograr en cinco minutos lo que tú llevas horas o años de luchas
diarias. Es así… desgraciadamente injusto… pero, por otro lado, talento es una
palabra muy bonita para volar.
P: ¿Talento?
R: Sí. Era el nombre de una moneda. Recuerda la parábola del que creía que
podía fructificar su talento si lo enterraba en la tierra y resulta que no.1 El talento
crece en el intercambio, hay que usarlo para que fructifique. Si uno lo entierra y
no lo comparte no sirve de nada, más allá de que uno nazca con él.
No se explicaría Mozart, no se explicarían los genios de la historia que logran
en pocos años lo que otros se pasan estudiando toda la vida. El talento viene de
nacimiento, pero después se tiene que desarrollar para que dé sus frutos. Cuando
encuentro a alguien con talento quedo siempre fascinado. Es una calidad huma-
na que me pone de buen humor, que me hace sonreír, me conmueve.
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R: Creo que el genio sería el que tiene una enorme facilidad para desarrollar
su talento, realiza menos esfuerzo en lograr los objetivos que a otros les llevan
toda la vida.
R: Tu ves actores, ves gente de vez en cuando que tiene ojos especiales, espí-
ritus, cosas que te hacen sentir que ellos tienen un fuego adentro.
P: ¿Y qué pasa con los que tienen el talento para una cosa y hacen otra? Por
ejemplo, tiene el don del acróbata pero quiere ser clown. ¿Y si alguien nace sin
talento?
R: Más importante que plantearte eso es saber que siempre hay un aprendiza-
je por hacer. Charlar, escuchar, aprender, te hace llegar muy lejos, eso es seguro.
Umbriel: Yo necesito de alguien que esté cerca de mí, que me aconseje, que
me haga notar los errores y así yo me podría corregir. Necesito una guía.
Anciana: Tu trabajo, tus sacrificios no son intercambiables por conse-
jos o cumplidos. Estás sola, ninguno puede ayudarte.
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R: Hay artistas que necesitan ciertos estados de depresión y dolor para crear,
es muy variado eso, no hay regla. En mi caso, cuando todo va perfectamente bien
no tengo esa urgencia que siento en otros momentos. A veces cuando el alma se
exprime, los jugos que salen tienen un sabor más profundo.
P: Me refería más al hecho de que no siempre hay que estar buscando el ta-
lento o algo escondido por desarrollar. Hay gente que puede sentirse muy feliz
con lo que hace y no necesita descubrir nada. No sé… te lo pregunto.
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vida. Fabrizio tenía y sigue teniendo un enamoramiento por el mundo del circo.
Con algunos chiquilines empezó a prepararnos y entrenarnos en el pasaje de la
gimnasia a la acrobacia. Yo tenía seis o siete años.
P: ¿Y qué es la acrobacia?
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P: Y no hay entre todos estos tipos de clowns, payasos, bufones, los persona-
jes de la comedia del arte italiana… ¿no hay entre todos ellos un factor común?
P: ¿Cuál es?
R: Una definición posible, que es la que yo tengo del clown, la primera que
me viene, es la de un actor experto en danzar en el proscenio. El proscenio es una
reminiscencia de la plaza y los teatros de antes, aquellos sin la caja negra que co-
nocemos hoy como escenario. El proscenio está delante del telón de boca, es un
lugar donde un actor dialoga directamente con el público sin poder actuar por-
que el público, cuando estás en esa posición, tiene que creerte. ¿Qué es esto de la
creencia? Es que tú escuchas al actor y te parece creíble lo que te cuenta. “Señoras
y señores, esta noche no podremos presentarle el espectáculo como lo habíamos
imaginado.” Y tú crees que pasó algo. Se establecen ahí las reglas del juego que
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nos permiten jugar juntos, como cuando de niños decíamos: “hagamos que yo
era el capitán y tu eras mi enemigo”.
R: Es por eso que digo que el proscenio es una reminiscencia de ese lugar.
Efectivamente en el circo no hay una caja negra, estructuralmente es más pareci-
do a una plaza, donde todos estamos alrededor viendo lo que efectivamente está
pasando ahí, en ese momento, y no en aquel entonces imaginario. Estamos aquí
y el acróbata está brincando ahora. Eventualmente se puede disfrazar también de
egipcio para su número, pero es un acróbata disfrazado de egipcio y todos sabe-
mos que no estamos en Egipto ni necesitamos viajar imaginativamente allí.
Un acróbata no se transforma, hace y lo hace de manera extraordinaria. Un
clown sí se transforma en un cierto modo: atrás queda su pensamiento, que mue-
ve los hilos y que pone en movimiento su cuerpo. Lo que pasa entre la mente y
el cuerpo es una danza, una manera de transformarse. Un actor, por su parte, usa
las reglas de la actuación, de jugar… nadie es verdaderamente Hamlet, hay que
transformarse e interpretar a Hamlet, encarnarlo, darle vida representándolo.
En el caso del clown, desde mi punto de vista, no se puede decir que está
interpretando a un personaje. Un clown no interpreta a un clown, ni tampoco es
un actor que interpreta a un clown. Un clown es un clown. También puedes decir
ese actor es un clown, pero no que lo representa. Un clown es un actor especia-
lizado en danzar en el proscenio, en la plaza, o en la pista del circo donde, por la
naturaleza del espacio mismo, se necesita de ser, no de interpretar. Es un espacio
presente, real; es el espacio donde la realidad y el sueño conviven y se mezclan.
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Bienvenidos a la fiesta
A
partir de la idea de héroe clownesco comenzamos a girar sobre la definición de
clown que plantea Daniele. Lo primero que propuso fue imaginar una fiesta, o
recordarla, porque todos hemos pasado alguna vez por la experiencia de corte-
jar a alguien. Brotan ahí algunas de las preguntas que nos hacemos de vez en
cuando en la vida: ¿quién soy?, ¿quién quiero ser?, ¿cómo quiero que me vean los
demás? En definitiva, la construcción de una identidad, uno de los puntos de partida de la explo-
ración artística.
Imaginemos por un segundo que tenemos la posibilidad de hacer un censo por todo el mundo de
profesiones, oficios y actividades. Habrá ingenieros, carpinteros, arquitectos, modistos, actrices, guio-
nistas, directores, almaceneros, sepultureros, pediatras, abogados, magos, acróbatas y astronautas.
Pero no solo eso: ingenieros eléctricos o industriales, carpinteros restauradores de muebles o creado-
res, modistas de alta costura o remendadores, actores de televisión o de teatro callejero, artesanos del
cuero o de la lana, clown de circo o de teatro… los saberes, conocimientos y formas de vida se vuelven
casi infinitos. ¿Cuántos serán? En cualquier caso, la estrategia que plantea Daniele es aprender a
ubicarse en las fronteras de las identidades, la de viajar hacia los confines de lo que creemos que
somos para descubrirnos allí. Una identidad que se diluye como una mancha.
Es como una rayuela, donde los casilleros son nuestro nombre, o nuestra actividad o nuestra
patria. Y en vez de saltar de casillero en casillero, intentamos brincar por los bordes. Y el viaje de la
rayuela termina siempre en el cielo. Alas en los pies, de eso se trata.
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años, o como un Pierrot. Es más, uno podría decir que tú propones a lo largo de
26 años una manera de ser clown. A lo que voy es que nunca es una manera de ser
completamente nueva, como que siempre se está inmerso en una tradición, sea
la del circo, la del teatro o de la bufonería. En este sentido, más que hablar de ser
clown, ¿no sería mejor decir “apropiarse de modelos históricos de ser clown”?
P: ¿Por ejemplo?
R: Existen los bonitos, los maravillosos, los inteligentes, los capaces de diri-
gir a la gente. Podemos decir que son fascinantes. Están ahí en la fiesta y dicen:
“bueno, danzamos” y todos corren sillas y mesas a un costado y se ponen a bailar.
Son líderes que afirman su forma fascinante de ser a través de su elegancia y be-
lleza. En la pista de circo esta danza de cortejo, esta tipología, es encarnada por
el clown blanco. Entra en la pista un clown bonito, inteligente, virtuoso, que toca
muchos instrumentos, y anuncia al público lo que ha de pasar.
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Les he dicho todo esto porque dentro de este espectáculo había previsto
hacer llover sobre todo el escenario, una bella lluvia…pero los produc-
tores no lo han aceptado, problemas técnicos, de presupuesto. Entonces,
visto que no hay lluvia, habrá que imaginarla. Voy a hacerles una se-
ña y en ese momento tendrán que imaginar una tormenta, una gran
tormenta, también con truenos… de todo el resto nos vamos a ocupar
nosotros. Una última cosa: Francesco, si decidieras un día regresar,
siempre habrá un lugar para ti aquí entre nosotros. Solamente quería
hacértelo saber.
(Daniele Finzi Pasca, Rain, 2003)
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En la misma fiesta está el poeta en la terraza, ahí solo, como esperando. Al-
guien se le acerca y él le empieza a charlar de cosas extrañas: “todos piensan que
soy feliz, todos me ven contento… pero yo adentro tengo… tengo dolores, du-
das. Estamos aquí festejando esta noche y hay gente que muere en las guerras,
niños moribundos de hambre…”. Charla de estas cuestiones, triste, melancólico,
de repente recuerda: “una noche igual a esta mi padre aplastó a mi perrita con el
coche”.
P: Es el Pierrot…
Tenía un reloj. Uno bello. Regalo de mi tía. Claro que no para un do-
mingo. Los domingos los zapatos o los bomboloni llenos de crema o
de mermelada, depende, o incluso los cannoncini con el zabaione. El
zabaione con huevo. Tanto huevo. El reloj para el cumpleaños. Bello el
reloj. Aquí es una palabra que no sirve a nada. Nada. No importa. Hay
poco para estar alegre. Reloj de veras no sirve a nada.
(Daniele Finzi Pasca, Patria, 1994)
R: Sucede que cortejando uno descubre que las formas para hacerlo, quiero
decir, los patrones, no son muchos, son modelos que se repiten. En el momento
mismo que empezamos a cortejar nuestra percepción de las cosas cambia. Nos
fijamos perfectamente en nosotros, en nuestros gestos, en la forma de mirar, de
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P: ¿Hoy?
R: Sí. Si tú quieres maldecir a alguien que quiere ser clown y no te cae sim-
pático, es tan fácil… Son suficientes algunos consejos: encuentra un nombre
cortito para tu personaje, aprende a inflar globos, ya que a los niños les encanta,
y trata de decir muy seguido “mierda”, porque los pequeños se divierten con la
mala palabra. Y no te olvides de imprimir algunos cartoncitos de publicidad para
que la gente pueda contactarte. Animará su primera fiesta de cumpleaños inflan-
do globos y diciendo “mierda” muy seguido. Repartirá tarjetitas para otras posi-
bles celebraciones. Los niños y los padres quedarán contentos y lo invitarán el
próximo cumpleaños. Pasarán los años y su fama de animador de fiestas se habrá
consolidado. Y ahí se quedará el pobre.
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Triste el hombre que se puso la corbata para ir a la fiesta soñando por fin tener
una novia cuando siempre fue alérgico a las corbatas. Salió, buscó y consiguió
enamorar a una. La llevó a la ópera, iban al museo a interpretar a Kandinsky y un
día, luego de cortejarla, decidieron casarse. A partir de ahí una posibilidad es que
él, triste, siga yendo a los museos que lo aburren y a charlar de Kandinsky que le
parece horrible por el resto de su vida. Fue coherente con una imagen que se creó
de él mismo. Otra opción es que después del casamiento abandone las corbatas,
nunca más entre a un museo y hasta se olvide del nombre del pintor con el que
empezó a cortejar.
La forma de cortejar tiene que ser profundamente tuya, debes descubrirte en
ella, porque es con lo que vivirás luego para siempre. Si no el divorcio está en la
puerta, o la condena a una vida… de mierda… yendo a la ópera y viendo a Kan-
dinsky cuando en realidad no lo quieres.
Cada clown trata de descubrir su forma de danzar en el proscenio y allí es
mejor no propiciar demasiados consejos. Creo que para encontrar tu forma de
danzar enfrente del dragón que es el público, cada uno debe pasar por varias ten-
tativas fallidas, descubrirse arriesgando de ser uno mismo, frágil y fuerte, angeli-
cal y diabólico, bello y feo.
¿Y por qué?
El por qué no se sabe
El mundo gira,
muere un amor
miro a lo alto
y todo el cielo no me deja dormir
El mundo gira
un dolor vive
miro a lo alto
y todos los sueños no me dejan dormir
¿Y por qué?
El por qué no se sabe
(Daniele Finzi Pasca, Corteo, 2005)
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P: ¿Y cómo saber cuándo dejar de cortejar y mostrarse tal cual uno es? ¿Es
acaso posible eso?
P: “How deep is your love, is your love, how deep is your love…”
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está fuera de ti. Esto se relaciona con el escenario y hace profundamente distinta
la forma de actuar. No importa en un clown lo que él está sintiendo adentro. Es
muy importante que él sepa lo que le está pasando a quien está enfrente de él.
P: Pero tu decías antes que el clown es aquel que danza un cortejo enfrente de
la humanidad. Y ahí es difícil, porque a algunos le gustarán los Bee Gees y a otros
no, se complica cortejar a todos.
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Cuando tú no puedes tener novia vas a los amigos y te aconsejan que dejes
de hablar de cosas aburridas, que te vistas mejor, que vayas a los conciertos de
rock, etcétera. Y tú lo haces, sigues los consejos. ¿Qué puede pasar? Que no pase
nada sería lo mejor. Pero quizás alguien se enamoró de ti. Es una tragedia, porque
después enfrente tienes dos vidas posibles: el divorcio, porque un día tú vas a
volver a escuchar tú música, vestirte a tu manera y hablar de lo que te gusta. Ella
te dirá: “tú no eras así”. O una vida terrible de constante disfraz, haciendo lo que
no querías hacer.
Con respecto a un clown los consejos del tipo: “ve por ahí”, “haz esto”, “mué-
vete en una cierta forma” son muy delicados. Porque después, arriba del escena-
rio, tú de repente haces algo de eso, la gente se ríe y te quedas con esa fórmula que
funcionó. Pero tiempo después te vas a encontrar que estás haciendo algo que no
es lo que tú querías hacer. Funcionó, pero no eres tú.
R: Creo más interesante seguir reiterando que somos seres sensuales, con vi-
sión de la vida, filosóficos, interesados por los porqués, por el funcionamiento
de las cosas, que tenemos miedos, sufrimientos, heridas, que reímos por cosas
simples, fascinados por la bellaza. Cada uno de nosotros es una historia única,
simple y compleja; tenemos que aprender a danzarla si queremos ser clown. La
mejor forma de descubrirse a sí mismo es no tratar de encajar en un modelo. Es
un proceso largo, a veces doloroso, pasa a través fracasos y extrañas sorpresas. Ser
sí mismo no es tan fácil.
Un clown descubre sus puntos de fuerzas, sus talentos y empieza a danzar
utilizando estos elementos. Después descubre sus puntos débiles, sus heridas,
las partes que no ama de sí mismo y lentamente empieza a valerse también de
estos elementos como puntos de fuerza. Si quieres estudiar ballet puede pasar
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que alguien te diga: “tiempo perdido, usted no tiene el cuerpo apto: tiene piernas
chuecas, la columna vertebral doblada y tendría que perder 25 kilos.” Un clown
es lo que es, nadie te tiene que aconsejar de perder tu gordura, sino de aprender
a usarla para fascinar al dragón, para hacer enamorar, para lograr danzar arriba de
las tablas tu propia visión de la vida.
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P: Vimos hasta ahora tres patrones de cortejo y su correlato con figuras clási-
cas de clown: Blanco, Augusto y Pierrot. ¿Crees que hay más?
R: Seguramente, pero no muchos más. Luego se mezclan, son como los colo-
res, se matizan, se combinan y formas esfumados peculiares, únicos.
P: ¿Pulcinella?
R: Tiene mucho que ver con la historia del clown italiano. El Pulcinella viene
de la tradición napolitana, es el filósofo clown, el sofista que va para arriba y para
abajo con las ideas, desestabiliza, provoca y responde a cualquier afirmación con
un “¿por qué?”. Creo que muchos de nosotros, clowns que tenemos un vínculo
con la tradición italiana, con su lengua y su cultura, estamos muy influenciados
por esta forma de danzar las ideas arriba del tablado. También hay gente que se
enamora de esa habilidad para hacer volar las ideas. Los polémicos nos pueden
fascinar totalmente.
Habías descubierto que todo... ¿Todo? Y tú: sí todo, todo, todo, incluso
el cielo en la noche es más profundo de lo previsto, mucho más, pero son
secretos. Y yo me quedaba a mirar el cielo en la noche y me decía: ¿Qué
tan profundo? ¿Cuánto? Viajando se descubren cosas terribles. Por
ejemplo: entre un lugar y otro muchas veces no hay nada... ¿Nada? Na-
da... una nada que no se percibe, pero que sientes que pulsa sutilmente.
¿Qué pulsa? Que pulsa claro. No entiendo... Es que esto no hace bien...
(Daniele Finzi Pasca, Giacobbe, 1995)
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P: Hay una figura que no has nombrado y que se ve mucho en las fiestas:
aquel que llega a pelear. Busca en un momento determinado la oportunidad de
dar un puñetazo y generar un ruido en el lugar donde todos quedamos mirando
al forzudo, mientras la novia llora y le pide calma y él dice que la miraron, o la
tocaron o la empujaron.
R: La fuerza bruta, el hombre de las cavernas con una estaca en la mano, ¿pue-
de ser también una forma fascinante de cortejar? No la conozco muy bien…
P: Hay quienes se enamoran del peleador, que siempre se viste resaltando sus
músculos…
P: ¿Estos modelos de cortejo los aplicas tanto a un hombre como a una mu-
jer?
P: ¿Cómo es en tu caso?
R: Podría decirte que mis clowns son siempre hombres y mujeres en los cua-
les los elementos masculinos y femeninos buscan trascenderse.
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R: Una mujer es agua, noche, mamá, hermana, abuela, ballena, luz, sonri-
sa, caricia, curvas, perfume, silencios, misterio, belleza, tormenta, gordura, hue-
sos, sueños... Cada uno está habitado por muchos, somos tantos, miles y miles
si confiamos en Pirandello. Las estrategias para llevar el barco en el puerto no
son muchas, es la forma de interpretar cada movimiento, cada mirada, lo que se
vuelve muy personal. Creo que un clown llega a ser ligero y profundo cuando,
ya desde el prólogo, logra mirar todos los ojos del dragón y, danzando, consigue
enamorarlo.
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Facundo Ponce de León
Te acercas de nuevo y ella resurge y luego se hunde una y otra vez, y otra
vez a tratar de acercársele. Por mis rumbos, cuando una mujer se siente
triste, tratamos que se acerque a una ballena. Las dos tienen que mi-
rarse a los ojos. Es una medicina de fuerza. Una ballena es una enorme
mamá, la más grande de todas...
(Daniele Finzi Pasca, Te amo, 2002)
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R: Si uno tiene un bebé entre los brazos y quiere hacerlo dormir, empezará
a moverlo, a hamacarlo lentamente. Puede ser que el niño se duerma, pero des-
pertará enseguida si los movimientos no son conjuntos, es decir, si no son en
conmoción. El gesto del clown es un gesto en conmoción, se hace junto a. Tú
estás enfrente de este dragón y lo invitas a danzar, y lo invitas siendo tú mismo,
percibiéndote a ti. No importa saber si estás feliz o estás emocionado mientras
danzas. El buen bailarín está todo el tiempo viendo cómo se siente el otro porque
quiere establecer una conexión, un viaje; llevar al otro donde él quiere. Moverse
junto, con-moverse. Este es mi punto de partida de la acción clownesca. Desde ahí
desarrollo después una técnica y un entrenamiento.
En el Sunil investigamos la forma y la base teórica de esta capacidad, cómo
construirla. Parto de una idea guía: nunca estar en el gesto que tú estas cumplien-
do. Nunca estar donde se está. Es un enfoque distinto a muchas otras escuelas.
Creo que se tiene que estar siempre alrededor del gesto principal, no importa
sentir, vivir una emoción, sino percibir continuamente el efecto que se provoca.
Yo me muevo así sobre el escenario, observando lo que provoco. Si pongo mi ma-
no entre una fuente de luz y una pared blanca, al mover los dedos creo la ilusión
de un perro que está ladrando. Puedo darle voz, hacerlo hablar. Al trasformar mi
mano en un perro, no importa si siento una perreidad surgir en mi alma. Lo que
importa es la posición de mis dedos en relación a la fuente de luz y la pared. No
miro mi mano, sigo observando la pared, el efecto que mi gesto proyecta. Y miro
al público, su ánima y sus ojos, continúo a adaptarme para lograr que ellos vean
un perro y no un extraño entrecruzarse de dedos proyectados como sombra so-
bre una superficie blanca.
Mi clown se ubica afuera de lo que hace, mueve y jala los hilos, es el titiritero
detrás del títere, se ubica fuera, en un punto de observación continua, viendo los
efectos, estudiando la contundencia, la pertinencia, la fuerza y la belleza de lo
que se puede generar en el otro.
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P: Otra manera de decirlo sería que tu clown nunca se ancla en una identi-
dad, que siempre necesita partir de una hacia otra, que en el momento que es
un Pierrot ya está pensando en mudar a un Augusto y luego a un Pulcinella…
Eso explicaría por qué ves una cierta decadencia en el clown que decide darse el
nombre de Pimpollito y se pasa la vida haciendo el mismo número. Para ti sería
esencial reinventarse, ubicarte siempre fuera de donde estás.
R: Hay clowns que son como cristales y una perfecta fórmula química per-
mite clasificarlos. Yo soy más bien una estratificación de capas, de arenas, de pen-
samientos contradictorios, de objetos ajenos que alguien tiró en el lago y que se
depositaron en el fondo. Mis clowns son la sombra de muchas sedimentaciones,
nunca están inmóviles, a cada segundo otra estratificación se está formando.
P: Sin embargo, ahora que se cumplieron los 25 años del Sunil, en perspectiva
podría verse que el objetivo de reinventarse también genera una identidad, una
cierta estabilidad. ¿O crees en una identidad borrosa?
R: Creo que todos somos una identidad borrosa. Uno no es solo bello, o solo
inteligente, o solo torpe. El clown es siempre mezclar los colores básicos para
encontrar el color personal, abocarse más a la singularidad del artista que a un
estereotipo. En la tradición del circo lo que sucedió fue la cristalización de ciertas
figuras, de ciertos colores básicos: Pierrot, clown Blanco y Augusto. Probable-
mente hay muchos que se disfrazan como si fueran clown, retoman las ideas de
otros y tratan de representar algo que vieron alguna vez. Pero el clown es más
sencillo, mucho más sencillo, no necesita de nada, solo de una honesta comple-
jidad.
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
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Ir al teatro y volver
al circo
D
aniele fundó el Teatro Sunil en 1983 en Lugano, Suiza. Tenía 19 años y re-
gresaba de Calcuta. En el Grotto Santo Antonio di Balerna dio el puntapié
inicial junto a sus amigos Sarkis y Gianfranco, organizando una reunión de
amigos de barrio en una comuna. Meses después, María Bonzanigo sumó sus
talentos. Al inicio se llamó Sunil´s clowns y participó una veintena de jóvenes,
entre ellos los hermanos de Daniele, Marco y Gabriele. El nombre actual de la compañía surgió
en 1986 y durante los siguientes 20 años María y Marcos fueron los principales cómplices de la
aventura.
El primer espectáculo fue Rituale y se estrenó en un pabellón enorme, de unos 100 metros por
50, usualmente utilizado en ferias y eventos empresariales. El lugar estaba totalmente vacío y a cada
persona que entraba se le ofrecía una vela. La gente se sentaba en el piso y se movía a medida que el
espectáculo avanzaba. Rituale buscaba conmover, religar a los espectadores con lazos ancestrales
que quedan escondidos por la rutina. Comenzaba una exploración de las posibilidades del teatro.
El circo, que había sido lugar de partida de la búsqueda artística, iba quedando como una refe-
rencia constante, pero de un tiempo que se hacía lejano, de una etapa de la vida que había dejado su
marca para siempre y que se respiraba en todos los espectáculos teatrales. El circo era melancolía.
En 1989 Daniele escribe Ícaro, la obra más representativa de la compañía y que hasta el día de
hoy sigue realizando. A raíz de ella conoce, en distintas partes del mundo, a Antonio Vergamini, Do-
lores Heredia y Hugo Gargiulo, tres artistas que se sumaron al núcleo principal del Teatro Sunil.
El argumento de la obra es sencillo: la historia de dos personas que se encuentran y planifican
escapar volando de un cuarto sin puertas ni ventanas. Daniele elige una persona entre el público que
será su compañera durante toda la función. Brotan en esta obra todos los elementos fundamentales
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Facundo Ponce de León
del Teatro Sunil: la caricia, el virtuosismo, la vigilancia, la preocupación por los efectos, la historia
cotidiana y heroica, reírte pero de repente emocionarte, la técnica para que caiga el velo y brote la
conmoción. Textos, música, luces, maquillaje, vestuario y escenografía son en Ícaro una suerte de
manifiesto de la compañía.
Ícaro se representó en Canadá entre 1996 y 1999. En 2000, Teatro Sunil estrenó, junto a Car-
bone 14, la obra Visitatio, escrita y dirigida por Daniele. Al estreno asisten Julie Hamelin y Jeannot
Painchaud, fundadores de Cirque Eloize. Habían visto Ícaro y querían ver la nueva creación. Esa
noche invitaron a Daniele a trabajar en un proyecto de circo que finalmente fueron tres: Nomade
(2002), Rain (2003) y Nebbia (2007). En paralelo a la primera creación para Eloize, Daniele
recibe una llamada de Line Tremblay, del Cirque du Soleil. Un nuevo espectáculo, Corteo, nacería
de ese encuentro y se estrenaría en 2005 en Montreal.
Volvemos a las incoherencias de la vida: Ícaro, la obra más emblemática de la singularidad
teatral del clown que encarna Daniele, fue también el espectáculo que hizo que él regresara pau-
latinamente al circo, que volviera a casa. Pero claro, cuando se regresa no se vuelve al mismo lugar
del que se partió. En el viaje cambian los ojos, uno llega siempre con nuevas miradas, el hogar está
distinto. Cuando Daniele regresó al circo tenía sus maletas llenas de experiencias teatrales que tanto
Cirque Eloize como Cirque du Soleil querían conocer e intercambiar con nuevos elementos circenses.
Y se conocieron. Y la pista de circo y el escenario se fundieron en una identidad borrosa. Y Daniele
creó un casillero más de la rayuela en la que Sunil brinca por los bordes desde hace 26 años.
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
al circo nacional, adoraba ese mundo y me transmitió esa misma adoración. Pero
el viaje a India cambió muchas cosas dentro de mí. Surgieron distintas preocu-
paciones, descubrí el teatro y después otros modo de pensar el teatro. El circo se
quedó lentamente atrás. Tuve la ocasión de encontrar personas como Paul Glass
y Margareth Mackworth-Praed, que me provocaron muchas reflexiones. Fueron
siempre muy generosos con sus consejos y me pusieron en contacto con María
Bonzanigo. Ella fue un encuentro clave, juntos logramos plasmar una serie de
reflexiones, estructuramos una forma de pensar y tratamos de responder a cier-
tas cuestiones. Nos completábamos perfectamente y teníamos, como seguimos
teniendo 25 años después, una extraña complicidad, una forma de comunicación
muy especial.
La cosa más singular, si me pongo a pensar cómo empezamos, es que nues-
tras intuiciones las clarificamos en un par de comidas y en algunos paseos por
las montañas exactamente al principio de la aventura. Años después mi trabajo
diario no es otra cosa que un seguir perfeccionando las mismas intuiciones, solo
que con los años se organizaron y cristalizaron en un estilo y, probablemente, en
una técnica.
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Facundo Ponce de León
pio, era como una sensación, hasta casi pedante te diría, de saber por dónde había
que ir. Me sentía muy seguro. Los primeros espectáculos eran como un fuego, es-
taban llenos de estas ganas de contar cosas, y de contarlas en una forma personal,
propia. Estaban llenos de errores, de ingenuidad, pero también de intuiciones.
P: ¿En qué momento te das cuenta de que te interesa más hacer llorar que
hacer reír? A propósito, lo de hacer reír y llorar ya viene del maquillaje clásico
del clown que se pintaba una lágrima. En El Circo de Chaplin, por ejemplo, los
payasos que nos hacen reír son también personajes tristes.
R: La tristeza del clown es una cuestión romántica: hay clowns tristes, carni-
ceros tristes, curas tristes y prostitutas tristes. Mi clown se concentra en la con-
moción: buscar y encontrar formas para que ciertas historias puedan movilizar
interiormente al espectador. Me interesa más hacer llorar que hacer reír y no es
porque soy triste, es porque me gusta más la pasta que la ensalada; el fútbol me
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
R: Es una interrogación sobre el rol de Dios y tiene que ver con una cuestión
íntima entre mi y él...
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Facundo Ponce de León
les llenaban sus obras de referencias esotéricas. Intenté comprender por qué mi
abuela acertaba siempre con sus ñoquis.
El estudio de los rituales me llevó al análisis de la forma y de los procesos al-
químicos que entraban en línea de cuenta cuando un par de papas se transforma-
ban en un manjar para los dioses. Surgieron ejercicios de entrenamiento, técnicas
de desarrollo de estrategias para encontrar lo que estaba buscando. Escribir para
mí es como ir a recolectar champiñones: hay días buenos y días malos, días pro-
picios y días que ni vale la pena darse una vuelta. Hay que levantarse temprano,
ser el primero en llegar, tener lugares secretos, proceder a golpes de intuiciones,
saber que cerca de un hongo hay otro, como las ideas, las buenas no llegan solas.
Escribir, diseñar un espectáculo, es como irse a buscar champiñones, no todos
los que encuentras son buenos, al igual que con las ideas, algunas te pueden echar
a perder otras, algunas hasta te pueden envenenar.
¿Hay escuelas que enseñen a los padres y los entrenen en cómo mecer a su
hijo? Más bien lo que hay es que uno observa, ve cómo lo hace la abuela, una
señora que cuida bebés y, de repente, cuando te dan el niño en los brazos, no
sabes cómo moverlo. Le cantas, te lo pegas al corazón y así empiezas a encontrar
pistas para descubrir cómo mecerlo. Los viejos y los maestros nos transmiten sus
experiencias a través del ejemplo.
Escribir es como pescar. Un pescador sabe dónde tirar el anzuelo, mirando el
espejo del mar e interpretando las corrientes del agua descubre los movimientos
de los peces.
P: Pero muchas veces los pescadores se pasan horas y hasta días sin pescar...
R: Pero ahí trabajan, al igual que nosotros. Hay esa extraña tendencia a pensar
que los artistas no hacen nada, tremenda mistificación esta idea de que pasamos
horas sin trabajar: somos cazadores, pescadores: como camaleones quedamos
inmóviles por horas esperando que una idea, una intuición pase por allí, cerca de
nuestra boca. Sentado enfrente de una copa de vino, silencioso espío la plaza, no
me muevo, no escribo nada, espero, simplemente espero y todo de repente, jalo
y empiezo a luchar con el pescado que mordió mi anzuelo. Un pescado valioso
puede valer días de inmovilidad.
P: Si entendí bien, entonces la respuesta a cómo narrar es, por un lado, muy
personal, pero, por otro, implica ciertos elementos: saber cómo narraron otros
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
(la tradición, ver cómo caían los clowns de la silla, nutrirte de experiencias aje-
nas) y saber a dónde se quiere llegar con la técnica, no confundirla con un fin en
sí mismo.
Ciertas ideas son como los pájaros que vienen a hacer el nido en tus
cabellos. Hay que golpear la cabeza de tiempo en tiempo para que par-
tan.
(Daniele Finzi Pasca, Nomade, 2002)
Si quieres construir un barco, es bueno saber que hay algunas leyes que deter-
minan que cierto tipo de formas floten. Si encuentras un maestro que te cuenta
esas reglas te vas a ahorrar 500 hundimientos de barcos con fallas. Ganas tiempo,
evitas repetir errores ya hechos, te concentras y aprendes de los esfuerzos hechos
por nuestros antepasados. Intentas superarlos, que es una formas de rendirles
honor.
Tenemos que excavar muy profundamente para llegar al centro de las cuestio-
nes; eso toma vida, tanta vida. Es una gran chance la que tienen los que acertaron
el punto donde empezar a excavar. Otros empezaron cientos de agujeros, una
cancha de fútbol llena de tierra revuelta. La poesía existe solo por una serie de ex-
trañas casualidades y surge siempre después de justas e inexplicables decisiones.
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Facundo Ponce de León
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
P: Pero aunque el viento sea siempre el mismo, ¿no hay una decisión de cam-
biar de barco y subir a uno más grande?
P: Volvamos al pequeño barco del Sunil y sus inicios para ver cómo se fue
hilando ese destino. Hoy con las posibilidades tecnológicas de comunicación pa-
rece más sencillo que una compañía de teatro pueda salir de su país en busca de
nuevos horizontes, pero ¿cómo lograron ustedes salir de Suiza en la década del
80 y llegar a otros países y continentes?
R: La primera cosa fue endeudarnos con Sarkis que nos prestó dinero para
comprar una camioneta. Queríamos hacer teatro y nos compramos un camión,
intuitivamente asociamos el teatro con el viaje, pensamos que clowns y gitanos
eran sinónimos. Todo se dio casualmente, primero fuimos a Italia y luego surgió
la primera, catastrófica y extraordinaria gira por Brasil en 1986. Encontramos
personas que hoy son familia para nosotros, descubrimos tantas cosas… La pri-
mera: hay tres tipos de agentes culturales: los santos, los ladrones y los que son
ambos al mismo tiempo. Nuestro agente, que era también productor, amigo de
amigos, filántropo y ocasionalmente ladrón, desapareció el día antes de Pascua.
Nos dejó una cuenta bestial en el hotel de Ciudad Vitória y se voló con todo el di-
nero. El mismo día recibimos dos llamadas desde Lugano. Roberto, el prometido
de mi prima Ana que estaba de gira con nosotros, se encontraba grave en el hos-
pital. Algunas horas después llamó mamá a decirme que Roberto había muerto.
Fueron horas y días que no se olvidan. Sin dinero, lejos de casa, día de Pascua con
una función de Dialoghi col Sonno que presentar esa tarde, un desastre. Decidi-
mos hablar con Ana después de la función. En plena tempestad se creó en Brasil
una ola de solidaridad. La gente de Campinas, del Teatro Lume que acabábamos
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Facundo Ponce de León
de conocer, y tanto otros, nos dieron un gran apoyo. En esa primera aventura
descubrí que la gente de teatro es gente solidaria, hacemos parte de una misma
familla y en el peligro, en las dificultades, siempre nos ayudamos.
El encuentro con Luis Otávio Burnier, un joven director con un talento des-
bordante que venía de fundar Lume, me marcó mucho. Conversando con él em-
pezamos a compartir ideas, puntos de vista. Con sorpresa nos dimos cuenta de
que a pesar del océano que nos separaba, miles de kilómetros de agua, a pesar de
que cada uno tenía referencias y estilos distintos, buscábamos las mismas cosas,
había muchos puntos de contacto.
P: Imagino que en cada país el tipo de encuentro que tenías era diferente…
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
R: Con María al principio nos interesaba más reflexionar que producir. Des-
pués transitamos por una fase intermedia hasta llegar a concentrar nuestro trabajo
en la creación. Crear es para mí un viaje de exploración dentro de nuestros miste-
rios. El hecho de empezar a impartir talleres nos obligó a aclarar muchas cosas. En
un taller tienes que precisar, sintetizar, clarificar tus intenciones y tus ideas. Lenta-
mente tomaron forma algunos elementos; el teatro de la caricia, el gesto invisible…
visiones precisas de lo que estábamos descubriendo con María.
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Facundo Ponce de León
Esta vez no queríamos contar una historia, sino una anécdota. Todo el
mundo, al menos una vez en la vida ha sido visitado. Soñamos a una
persona, y al día siguiente, descubres que ha muerto durante la noche.
Miramos a un extranjero sobre el muelle y nos quedamos con la sensación
de haber encontrado un hermano gemelo o un ángel o un diablo... A veces
hemos visto pasar una luz en el cielo y nos hemos dicho: eso no es avión,
demasiado rápido, tampoco una estrella, demasiado lenta... ¿visitantes?
Ana ve cosas extrañas. Ella cuenta que durante la noche sus amigos vie-
nen a visitarla y danzan con ella. Ana escucha voces. Nosotros tenemos
un muelle para perdernos un poco…Es el sitio ideal para reencontrar a
nuestros antepasados o a nuestros monstruos. Quien lleva un muelle en
la memoria va a entender mejor lo que vamos a contarles.
(Daniele Finzi Pasca, Visitatio, 2001)
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
P: ¿Cómo escribiste esos espectáculos? Hasta ahora las obras del Sunil salían
de una búsqueda propia y no eran un pedido de otra compañía ¿No se te dificulta
crear si te lo piden?
Si queremos tener una casa con un cierto calor, debemos utilizar mate-
riales que han vivido (…). Para mí la escenografía no es simplemente
un pretexto para construir una convención, es más bien el lugar del sue-
ño donde la ilusión puede habitar.
(Daniele Finzi Pasca, carta a Cirque Eloize, marzo de 2002)
R: Con Cirque Eloize lo primero que hice fue tratar de entender qué estaban
buscando, cuál era su lógica y su visión del circo. Necesito siempre conocer las
reglas, los deseos de los productores. Después es más fácil tratar de correspon-
der, tratar de respetar pero sorprender, sobre todo sorprender. Nos entendimos
muy fácilmente, había muchos puntos en común en nuestras respectivas expe-
riencias
R: Con Fabrizio y María, a mediados del los 80 habíamos creado los Danny
Brothers. Juntos trabajamos también para el Circus Nock. Fue una bonita aventu-
ra: la pista del circo tiene un encanto particular. Después nada de circo por casi
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Facundo Ponce de León
20 años hasta el encuentro con Eloize. Se desarrolló una bella amistad. Además de
con Julie, Jeannot y Daniel, se creó una complicidad con Krzysztof Soroczynski,
un hombre hecho de la misma materia humana que Fabrizio. De un lado estaba
toda su personalidad y visión del circo, del otro mi forma de pensar la acrobacia,
mi estética, y los sueños de una tierra a la cual siempre hago referencia.
Después del estreno de Nomade entendimos enseguida que teníamos que se-
guir colaborando juntos. El cielo desde niño me sorprende y me fascina. Sobre el
cielo decidimos realizar una trilogía.
Con los años con Julie se creó una intensa complicidad. Estamos trabajando
juntos, uniendo nuestras respectivas visiones en proyectos que nos están llevando
al mundo del cine y de la ópera. Julie tiene una impresionante capacidad para crear
condiciones para que ciertas aventuras tomen forma. Es una mujer sumamente
intuitiva, que pone siempre una pizca de alegría en los grupos que dirige. Tiene
ese raro talento que le permite dialogar fácilmente tanto con los creativos como
con los productores. Es una compañera de vida y de trabajo, entregada, cómplice
y visionaria. Podemos charlar horas como podemos quedar en silencio; siempre
nos entendemos profundamente. (Daniele escribió su primer guión cinematográfico,
Piazza San Michele, que actualmente se encuentra en etapa de pre-producción. En 2008
la English National Opera lo invitó a dirigir L´Amour de loin, ópera de Kaija Saariaho
con la dirección musical de Edward Gardner. Se estrenó en Londres el 3 de julio de 2009.
Junto a Daniele, además de Julie, trabajó su hermano Gabriele).
P: ¿Es a raíz del buen funcionamiento con Cirque Eloize que surge la vincula-
ción con Cirque du Soleil?
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
invitado a dar un taller. Fue después del estreno de Nomade que Line Tremblay,
directora de creación del nuevo proyecto, me llamó por teléfono. Yo estaba en
México y me invitó a una comida en Las Vegas para hablar “de algo”, así me lo
dijo. Hice el viaje. Me propuso escribir y dirigir la nueva creación. La propuesta
llegó en un momento de mi vida doloroso, estaba bastante apachurrado, incapaz
de tomar decisiones, estaba con los sentimientos a dos centímetros del piso...
Las luces de Las Vegas, noches sin sueños, emoción mezclada con miedo. El día
siguiente nos fuimos de caminata al desierto y conversamos sobre el funciona-
miento de muchas cosas: cómo era el circo para ella y para mí; las posibilidades
de fusionar el mundo del Sunil con el de Soleil; en definitiva, de las posibilida-
des de construir un espectáculo. Finalmente todo se concretó y en noviembre de
2005 estrenamos Corteo. Fue una experiencia inolvidable.
P: ¿No podría interpretarse como una metáfora el hecho de que, cuando Cir-
que du Soleil te llama para realizar un espectáculo, elijas como tema la muerte de
un clown? ¿No podría verse como la muerte de un cierto tipo de búsqueda que
hacías?
R: Para nada, todo lo contrario, fue la exaltación de una búsqueda. Logré que
todo el Sunil trabajara en el espectáculo. Fue fundamental tenerlos cerca, me ayu-
daron a influenciar el juego de todos los acróbatas, a crear una estética, un sabor.
Fue una satisfacción sentir que con Corteo, que era un barco tan distinto a los que
veníamos navegando, el viaje nos pertenecía.
Embriagado de nostalgia
se levantará polvo en el viento.
Después estaré
cerca de ti.
Después seré
un recuerdo para ti
(Daniele Finzi Pasca, Corteo, 2005)
Corteo no me quitó para nada las ganas de hacer Ícaro, un teatro sencillo, ho-
nesto, muy directo. Ícaro es un teatro pobre. Adoro ese tipo de mundo, adoro co-
cinar platos genuinos, hechos de pocas cosas, que no necesitan tanta elaboración
para sorprender el paladar. La sencillez es una decisión, siempre lo fue para mí,
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Facundo Ponce de León
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
P: Hablamos del pasaje del barco del Teatro Sunil al barco del circo, ¿cómo se
dio que además dieras un salto a un barco tan grande como es el espectáculo de
clausura de unas olimpíadas?
R: Las olimpíadas fueron aventura sin respiro. Hay dos elementos que siem-
pre entran en nuestra vida de teatreros: el tiempo y el dinero. Las olimpíadas son
como preparar la fiesta de un matrimonio, el papá de la novia tiene su budget, sus
deseos, su lista de invitados. La fecha de casamiento no se podrá mover, tampoco
la ceremonia de clausura. Todo tiene que estar listo sin posibilidad de posponer
nada. En Torino las últimas semanas traté de estirar el tiempo a su máxima posibi-
lidad, 24 horas por día, noches casi sin dormir... hasta el más poderoso productor
no te puede regalar más tiempo. Dinero, sin embargo, se puede siempre encon-
trar. Todos los sabemos, el día antes del casamiento la mano a la cartera para sacar
el dinero que falta para comprar las flores que sirven para vestir la iglesia, todos
los padres del mundo lo van a poner. El dinero se puede fabricar, el tiempo no.
En seis meses construimos la ceremonia de clausura y fue una extenuante lucha
contra el reloj, fue el esfuerzo físico más grande que me ha tocado experimentar.
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Facundo Ponce de León
Trabajar con mucha gente es un vértigo, por eso es esencial no perder nuestra
sencillez y no perder nunca el entusiasmo. Lo más importante es estar muy cerca
de todos, sonreír, encontrar siempre el placer. Jean Rabasse me había aconseja-
do tratar de concentrarme mucho en algunas imágenes: una ceremonia olímpica
queda en la memoria colectiva sintetizada en una o dos imágenes fuertes. Desde
hace años hago volar personajes en mis espectáculos, decidí entonces crear una
inmensa máquina de viento capaz de hacer flotar en el centro del estadio a un
acróbata. Fue un proyecto muy arriesgado, una aventura tecnológica extrema. Es
una emoción difícil de describir cuando todo funcionó y los acróbatas empeza-
ron a flotar suspendidos en al aire, sin cables, solo apoyados en el viento.
R: Quise contar la belleza de una tierra llena de una dosis de locura que el
carnaval exprime bien; la nostalgia de una vieja ciudad elegante; la emoción de
los atletas. Fue también una despedida con mi hermano Marco, probablemente
será la última vez que trabajemos juntos. Allí en el centro del estadio de Torino, al
final de la ceremonia, con los fuegos pirotécnicos que danzaban arriba, mientras
cerraba entre los brazos a la pequeña Juanita, Marco me saludó. Después de años
estaba decidiendo de cambiar ruta, de bajar del barco del Sunil para buscar otra
vida. Él siempre buscó algo más espiritual. El último traje que se puso fue el de
un clown blanco. Ahora vive en un convento. En Torino muchas cosas dieron una
vuelta. Todos los sentimientos a flor de piel.
*****
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
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Facundo Ponce de León
Álbum de fotos:
Página 1:
Foto 1 (Fausto Gerevini): Daniele Finzi Pasca, Foto 3 (Andrea López): Daniele junto a Evelyne
María Bonzanigo y Pietro Sarubbi du- Allard durante un ensayo de Nebbia,
rante un ensayo de Dialoghi col Sonno, 2006.
1988. Foto 4 (Valerie Remise): Ensayo de Nebbia,
Fotos 2 y 3 (archivo Sunil): Primer número 2006.
circense de Daniele junto a Fabrizio
Arigoni y María Bonzanigo. Página 11:
Foto 3 (Fausto Gerevini): Daniele y Maria, Foto 1 (Andrea López): Andrée-Anne Gingras
Dialoghi col Sonno, 1988 Roy durante la lluvia de corchos en
Nebbia, 2007
Página 2: Foto 2 (Andrea López): Stéphane Gentilini en
Foto 1 (archivo Sunil): Ensayos de Daniele Nebbia, 2007
1986 Foto 3 (Valerie Remise): Función de Nebbia,
Foto 2 (archivo Sunil): Ensayos de Daniele 2007
1986
Foto 3 (Dolores Heredia): Daniele en Giacobbe, Página 12
1995 Foto 1 (Antonio Vergamini): Daniele durante un
ensayo de Corteo, 2005.
Página 3: Foto 2: (Antonio Vergamini): Ensayo de Corteo
Foto de Andrea López: Daniele en Ícaro, 1999
Página 13:
Página 4: Foto de Roberto Vitalini durante un ensayo de
Fotos de Andrea López: Daniele en Ícaro, L´amour de Loin, 2009
1999
Página 14:
Página 5: Foto 1 (Andrea López): Ensayo de la Ceremo-
Foto de Andrea López, Dolores Heredia en nia de Clausura de la Olimpíadas de
Aitestás, 2001 Invierno, Torino, 2006
Foto 2 (Andrea López): Daniele y Julie Hamelin
Página 6: durante un ensayo de la Ceremonia de
Foto 1 (Andrea López): Dolores Heredia, Ana Clausura de la Olimpíadas de Invierno,
Heredia, Yves Simard y Antonio Ver- Torino, 2006
gamini en Visitatio, 2001 Foto 3 (Andrea López): Daniele junto a su her-
Foto 2 (Andrea López): Yves Simard, Daniele, mano Marco y María Bonzanigo du-
Ana Heredia y Hugo Gargiulo durante rante un ensayo de la Ceremonia de
un ensayo de Visitatio, 2001. Clausura de la Olimpíadas de Invierno,
Torino, 2006
Página 7: Foto 4 (Andrea López): Ceremonia de Clausura
Foto de Andrea López: Dolores y Ana Heredia, de la Olimpíadas de Invierno, Torino,
Te amo, 2003. 2006
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Transformarse
U
n truco de magia clásica consiste en colocar pañuelos sueltos de distintos colores
sobre la mano y cerrarla. Con la otra mano el mago empieza a tirar y resulta
que todos los pañuelos están de repente atados entre sí. Este truco es una metáfora
de lo que realiza un buen artista. Su tarea es ligarnos con aquello que descono-
cíamos o habíamos olvidado. Sentarse en la butaca del teatro, el circo o el cine, del
mismo modo que contemplar una pintura, una canción o un libro, es entregarse al misterio de que el
artista logre unirnos con una historia del mismo modo que el mago enlaza los pañuelos. Nos identifica-
mos con lo que tenemos enfrente y esa unión es un nudo que, paradójicamente, desata algo en nosotros.
Sí, estamos ante otra de las incoherencias: la ligazón que se establece en el arte es para desatar, para
abrir. Es un nudo que desnuda, que nos hace parte de una cadena que desencadena algo en cada uno.
Para lograr esta unión con el espectador, el mundo del teatro necesita a su vez de ciertos vín-
culos al interior de la creación artística. Sin una buena interrelación entre los distintos elementos
que componen un espectáculo (dirección, actores, producción, iluminación, escenografía, vestuario,
maquillaje, técnicos) es difícil que la magia del arte acaezca la noche de la función.
El regreso al mundo del circo hizo que Daniele profundizara en la mecánica de estas relaciones
previas a la relación con el público. Si bien nunca abandonó la actuación, en los últimos años la
tarea de dirigir lo enfrentó al desafío de comprender los desvelos de muchos actores y acróbatas.
El barco se había agrandado y había más tripulantes que querían entender o poner a prueba las
formas de navegar. La clave era encontrar maneras de optimizar el tiempo, que es en definitiva lo
que todos necesitamos cuando decidimos emprender un viaje.
Daniele encontró esa clave leyendo un libro sobre los italianos. Es curioso, pero otra de las tareas
de los artistas es justamente esa: atar experiencias que en principio parecen no tener conexión: en
un libro sobre la idiosincrasia de un pueblo, encontrar pistas para dirigir un espectáculo; en un
cuento del siglo xvii descubrir una relación de amor del siglo xxi; en una oficina rutinaria, hallar
la necesidad de ser heroico.
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Facundo Ponce de León
Vincular experiencias lejanas con lazos sutiles es lo primero que logra el artista antes de intentar
la magia de unir a los espectadores la noche de la función, cual si fuera un mago que recibe pañuelos
sueltos y los devuelve todos juntos.
P: Decías que el viento es siempre el mismo cuando uno navega y lo que cam-
bia es la técnica en función del barco. ¿Cuáles son los cambios más importantes
que tuviste que realizar?
Delirio: Cada cosa tiene un nombre para que la encuentres donde está.
La cabeza es la cabeza porque está sobre la espalda y bajo el sombrero.
Si creciera en el campo se llamaría melón.
Presente: ¿Si no está pegada al cuello deja de ser una cabeza?
Delirio: Lo es todavía, pero soy yo que ya no soy yo. Sin la cabeza ya no
seré yo... la cabeza es fundamental.
(Daniele Finzi Pasca, Aitestas, 2000)
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
R: Surgió a raíz de algo que le leí al escritor Luciano De Crescenzo que habla-
ba de italianos de amor e italianos de libertad. Los primeros eran los que vivían al
sur y los segundos estaban en el norte del país.
Los actores tenemos como un dial interno que nos permite, al igual que en las
viejas radios, cambiar de frecuencia e ir buscando distintas estaciones. Girando
la perilla cambiamos de sintonía, pasamos de un sonido a otro hasta encontrar
el canal que buscamos. En los primeros ensayos uno no sabe bien cómo hacerlo.
Tratas de sintonizar la estación: Shkshkshkskhksk moviendo el dial, shkshkshks-
hkshks… de repente encuentras la señal. Al otro día, la enciendes y se perdió.
Nuevamente a mover la perilla hasta encontrar la estación. Así pasa el tiempo
hasta que un día ya tienes el automatismo de cómo mover la perilla y llegar a
donde quieres. Eso es buscar un personaje: aprender a mover el dial, captar una
transmisión que llega de un lugar particular del éter, amplificar lo que misterio-
samente flota alrededor de todos. Un actor es una radio, tiene la capacidad de
captar y de amplificar sonidos, historias que llegan de otro tiempo. Más potente
es un actor, más sus antenas pueden atraer señales débiles, antiguas, mensajes
que llegan de mundos muy lejanos. Podemos pasar días tratando de sintonizar
una estación, movemos los moduladores interiores hasta que de repente algo se
escucha, algo que toca, que suena como un idioma extranjero... seguimos afinan-
do la búsqueda y de repente empezamos a transmitir. Así un actor se transforma:
sintonizándose.
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Facundo Ponce de León
P: ¿Está bien decir que los actores de amor no necesitan saber a dónde quie-
res llegar como director mientras que los de libertad te interrogan sobre intencio-
nes, objetivos y secretos?
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
R: Creo que hay que distinguir dos aspectos: por un lado está el tiempo que
uno usa para crear algo y esta es una cuestión muy personal. Un músico, un escri-
tor, un escultor o pintor procede en una cierta forma con sus tiempos de creación
y allí puede darse lo que tú dices de no apurar los procesos. Pero por otro lado
está el creador que crea junto a otros, y ahí la cuestión del tiempo se vuelve más
delicada.
Cuando tú diriges un espectáculo, significa que de alguna manera te apropias
del tiempo de otros. Es su vida y no se puede malgastar. No quiero decir que se
necesita apresurar, un vino necesita de varias etapas, a veces de años en un barril
para afinarse. De la misma forma hay procesos de creación que crecen a través de
un largo viaje. En todo caso siempre me preocupo de no desperdiciar tiempo.
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Facundo Ponce de León
R: Más bien trabajamos siempre bajo presión, hay siempre una fecha de es-
treno a respetar. La parte que más me cuesta de mi trabajo es que hoy ya sabes
dónde te vas a encontrar dentro de tres años.
R: Ambos. Cuando realizo una puesta en escena busco tener respuestas para
algunos y objetos de vinculación o historias para otros. Muchos actores pueden
pasar noches sin dormir, noches agitadas, llenas de preguntas o de pesadillas.
Subir al escenario es pisar un espacio peligroso, todos íntimamente lo sabemos.
Tratar de transformar una idea en un gesto poético es un proceso hasta a veces
doloroso. En un mundo donde el sufrimiento es algo que tiene formas y propor-
ciones gigantescas, seguro que las tribulaciones de un artista que busca danzar su
canción pueden parecer ridículas. Pero es como sufrir de amor: innecesario, pero
absolutamente inevitable. Crear, interpretar, es ponerse a viajar en un océano de
dudas.
R: Me encontré con actores que querían ser bailarines, bailarines que soña-
ban ser acróbatas, acróbatas que trataban de ser actores. Me encontré sobre todo
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
con gente que se estaba buscando, que no hacía otra cosa que reflejar el misterio
de la existencia continuando a explorar sus tripas.
P: Se podría decir que tu trabajo como director es también una danza de cor-
tejo, no con el dragón de mil ojos que es el público, sino con los actores que
tienes enfrente y que los quieres llevar hacia un cierto lugar.
R: Cada vez que trabajo con un nuevo intérprete me hago la misma pregunta:
¿cómo me va a matar? Es que un intérprete tiene que matarte. Algunos con pe-
queñas dosis de veneno, otros empujándote como si fuera por error, otros lloran-
do mientras te apuñalan. Cada intérprete creo que un día u otro va a querer ma-
tarme: un director debe saber hacerse transparente, desvanecer, hacerse sombra.
P: No entiendo.
R: No creo que dirijo, más bien guío. En un cierto momento cualquier in-
térprete va a tener la profunda necesidad de desprenderse. No todos logran ha-
cerlo de forma armónica, algunos necesitan quebrar, romper un vínculo. No lo
veo como algo trágico, simplemente es parte de la aventura. Desde los primeros
ensayos siempre me pregunto, “quién sabe cómo un día me matará”. El director
está enfrente de un intérprete, observa, intuye. Su presencia crea un diálogo sutil,
profundo, bello. Pero ese diálogo tiene que tomar otra dirección en un cierto
momento.
P: Dirigir sería, entonces, como una tensión, un juego de poder del que sal-
dría el espectáculo.
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Facundo Ponce de León
Necesito de ligereza, solo así estoy más libre de soñar. Cuando hay un mo-
mento difícil, duermo. Como te decía hace un momento, tengo el sueño muy
cercano, duermo dos minutos y bajo la tensión, estoy tranquilo otra vez y puedo
volver a jugar.
P: ¿Nunca te estresas?
R: Río, vuelo, tengo dolores en las tripas, mal de espalda, pierdo la voz, náu-
seas, me emociono, brinco de felicidad y me enojo con mi mismo, escupo sangre,
me tomo una copa de vino, provoco, me dejo aconsejar, voy a ver una película,
descanso, me estreso y trato de no estresarme, río otra vez, adelgazo un poquito,
prendo una vela, reescribo la misma historia varias veces y trato que todo sea un
juego. Hago todo eso durante una creación
Decidir quién tiene el timón sirve solo cuando hay tempestad. Si hay poco
viento el barco avanza sin inconvenientes. Cuando el viento inesperadamente se
levanta, cuando estás en un huracán y es uno el que está al mando, debes resolver,
allí no hay tiempo para discutir. Decidir quién dirige es solo una sabia forma de
prepararse para las eventuales tormentas. (Nos quedamos largo rato hablando de
esta metáfora, de cómo uno de los problemas de las organizaciones en general son los
que viven como si todos los días hubiera tempestad. Hablamos de términos cercanos
pero diferentes: poder, obediencia, autoridad, legitimidad. Claro que con ello nos íba-
mos alejando del tema del teatro, el circo, la dirección y los actores de amor y libertad.
Pero no hay conversación que en algún momento no se desvíe hacia temas relaciona-
dos. Algo que, dicho sea de paso, prueba que todas las cosas están relacionadas entre sí,
como los pañuelos de los magos).
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
R: El buen bailador de tango sabe llevar la danza donde piensa que tiene que
ir. Guía con delicadeza, precisión, claridad. En el tango uno guía y el otro se li-
bera, aparentemente es paradójica la cuestión, pero no lo es: solo los que saben
dejarse guiar pueden volar arriba de las tarimas de un teatro. La autoridad en el
arte no es decisión de uno, es una invención compartida y continua. Al menos
entre dos que, a cada instante, así como respiran, reanudan un pacto: tú guías, yo
vuelo.
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Facundo Ponce de León
que sean las más justas posibles. Y la belleza siempre tiene alguna cosa
que ver con la justeza.
(Daniele Finzi Pasca, carta al Cirque du Soleil, 2004)
P: Habría una forma de guiar a los actores de amor, otra a los de libertad, otra
para la relación creativos-productores…
R: Hay clowns que son manchas pegajosas, otras son manchas que perfuman,
otras huelen, manchas ingenuas de chocolate, manchas trágicas de sangre, man-
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
R: Gotitas de sangre de alguien que se hizo mal, de alguien que está heri-
do. Las gotas nos conducen a lo largo de un pasillo que termina enfrente de una
puerta, ¿qué habrá atrás? Las gotas de sangre son como piedritas en el camino…
sirven para regresar a casa
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Facundo Ponce de León
P: Podías hacer eso con el maquillaje de Ícaro pero ¿podías hacerlo con los
materiales con los que te maquillabas en Giacobbe? ¿No era algo mucho más es-
peso? Ahí quizás el niño no podría dejar de llorar.
R: Son signos de guerrero que necesito, de esos guerreros que usan las pa-
labras, la memoria, la risa, la ligereza como armas. Necesito caminar por donde
pasaron poetas y me gusta regresar de un viaje o terminar un espectáculo con las
líneas negras pintadas bajo de los ojos que se fueron hasta el pecho por culpa del
sudor, de las lágrimas.
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R: Sí, no es que uno se maquilla sino que se mancha con esos elementos, que
a su vez irán borrándose a lo largo del espectáculo, se irán descomponiendo,
cambiando contigo a medida que el viaje del espectáculo avanza. Eso no sucede
ni con la máscara ni con un maquillaje estático. El maquillaje solo sirve si te da
fuerza. Lo mismo con los zapatos que te pones. Deben ayudarte a danzar con el
dragón y a ser tú mismo.
Lo que desprecio es la gente que tira el cambio sobre la mesa, el olor rancio
del cigarrillo, caras falsas, gente que simula reírse, odio los nuevos edificios,
los bustos que erigen en medio de la plaza, el precio del agua mineral y el
olor putrefacto del lago. Odio a los vecinos que miran a papá y piensan
que es un perdedor, odio lo silenciosas que están las calles de noche, los cal-
zoncillos de lana que pican, y odiaba cuando querían tirarme del pelo.
(Daniele Finzi Pasca, Piazza San Michele, 2009)
R: Muy seguido los clowns se funden en estos tres papeles. Piensa en Cha-
plin, Buster Keaton… son muchos que interpretan y se dirigen, escriben, bo-
rran y ensayan. Casi todos los clowns son intérprete, director y dramaturgo. Esto
significa que podríamos decir que el clown es también aquel que reúne y hace
dialogar estas tres entidades.
R: No es una exigencia, son tendencias, solo así son útiles las definiciones.
Luego uno no es dramaturgo sino que es coreógrafo y otro se concentra más en
dirigir que en actuar, y otro en producir más que en escribir, y así se puede seguir.
Luego ves que Chaplin funciona de una manera, Jacques Tati de otra. Las defini-
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Facundo Ponce de León
ciones ayudan a tener una base para analizar, para partir. No es necesario definir
nada, a veces es simplemente un gesto generoso.
R: Algunas escuelas parten del bufón o de la comedia del arte o del estudio de
la locura. Mis referencias son algunos chamanes, algunos doctores y, sobre todo,
la forma que tenía mi abuela de cocinar. Es el intento de encontrar la línea media
que pasa entre lógica e incoherencia, las ganas de dar voz a los héroes perdedores,
un tentativo patético de crear belleza, ligereza, poesía. El clown como un cha-
mán, como un doctor, como un bailarín y, sobre todo, como un cocinero.
Yo le preguntaría a Dios ¿por qué hay peces que se comen a otros peces
más chiquitos? ¿Y por qué… por qué la guerra? ¿Por qué la desespera-
ción? ¿Y por qué… por qué los misterios? ¿Por qué tú tuviste que ama-
rrarte las alas y encerrarte aquí Afrodita? ¿Y por qué yo me tuve que ir
tan lejos? ¿Y por qué alguien tuvo que escribir nuestra historia?
(Daniele Finzi Pasca, Te amo, 2002)
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L
a obviedad de que necesitamos pisar la tierra para poder vivir, es decir, que nadie
puede volar por sí mismo, nos hace olvidar que son infinitas las formas de caminar,
de apoyarnos sobre el suelo. Sería interesante distinguir comunidades y personas
por este patrón: cuán fuerte o suave apoyan los pies para andar. Algunos van con
paso firme, golpeando una y otra vez la Tierra que nos alberga desde tiempos in-
memoriales. Otros caminan como pidiendo permiso y hay quienes andan como si estuvieran a pun-
to de empezar a correr. En todos los casos, creamos o no en el fenómeno de la levitación, la mayor
parte de los casi siete mil millones de personas que habitamos el mundo estamos condenados a vivir
con los pies apoyados.
Podemos intentar despegarlos: ponernos en puntas de pie, sobre los talones, con zapatos, descal-
zos, concentrarse durante un tiempo en la técnica para quitar ambos pies del suelo por un instante
mayor a un salto. Y volveremos a caer.
Daniele cree que puede haber alas en los pies. Hay que entrenarse para que la realidad no pese,
que sea un poco más liviana, ligera y simple en su infinita complejidad. Entre nuestros pies y el suelo,
el viento.
El arte, la ficción, es el invento que nos hemos dado para ayudarnos en esta tarea de estar ligeros.
Ante tanta gente loca que se cree cuerda por estar siempre inmersa en la realidad y fiarse solo de lo
que dicen los sentidos, y ante esos pocos locos que se han ido completamente de este mundo, el arte
nos mantiene en ese espacio intermedio, nos muestra que nunca es buena cosa pisar con demasiada
fuerza el suelo.
Alzar los pies, todo el peso de la vida en un gesto liviano, en un velo que espera revelarnos algo…
que nos recuerda que en la incoherencia mora el sentido. El velo cae suavemente mientras acaricia
y eriza la piel; los ojos se humedecen y el llanto es una manera de lavarnos. Nos sentimos distintos,
algo ha cambiado, vemos con otros ojos, descubrimos que podemos caminar sin tocar el suelo.
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R: Probablemente por ser suizo italiano, para mí el circo es una estación del
año. Llega el final de noviembre y los animales están bajando del tren. Cruzan
la ciudad desde la estación hasta el terreno cerca del cementerio. El circo es un
espacio de aserrín y queda una huella cuando se van y dejan la ciudad. El circo
son los clowns, es un olor bien preciso, son los trajes rojos con los botones do-
rados, mujeres con pestañas de cartón y un sutil y ligero asco que nunca entendí
de dónde surge.
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tiene que estudiar ciertas leyes. Si las conoce puede entender más rápidamente
por qué y cómo construir algo correcto.
R: Son muchas. Cada escuela teatral las plantea de alguna manera. Tiene que
ver con puntos de partida teóricos para definir el gesto y la acción teatral. En mi
caso, un gesto correcto tiene que ver con el equilibrio entre pensamiento y movi-
miento. Un gesto teatral es un pensamiento en acción, cuanto más claro y correc-
to esté el pensamiento, más contundente será el movimiento en el escenario, más
real parecerá la acción. De manera muy extraña, en el escenario es más creíble
quien construye artificialmente a quien efectivamente, por poner un ejemplo, se
dispara un balazo en el pie de veras. La verdad en la escena no es verdadera. La
sangre que salpicará del pie herido no parecerá verdadera sangre. La emoción
en la escena es un pensamiento en conmoción. Y la conmoción es el tentativo
de moverse junto al dragón que es el público sentado cada noche en el patio de
butacas. Es una interpretación correcta de elementos.
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P: ¿Por qué?
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Las acrobacias de los acróbatas nos van a permitir contar mejor el de-
lirio de ciertas fiestas, los enigmas escondidos detrás de algunos rituales
y la pasión con la que una porción de la humanidad juega con su des-
tino.
(Daniele Finzi Pasca, carta a Cirque Eloize, marzo de 2002)
P: ¿Pero tú crees, por ejemplo, que un espectáculo de circo que sea solo nú-
meros acrobáticos puede emocionar?
R: Claro que sí. Hay espectáculos de circo que nos levan de viaje por nuestra
infancia. Chagall creó imágenes que dialogan con nuestro inconsciente haciendo
flotar violinistas y esposas sobre los techos de las casas.
P: ¿A cada acróbata o actor le pides que piense algo distinto o todos deben
compartir un mismo pensamiento para que se logre la conmoción?
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R: ¿Y empezar a actuar?
P: Por ejemplo...
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P: Pero esa justeza de la que hablas podría ser un cambio invisible, quiero
decir, un cambio en el interno del acróbata. Lo que me decías del pensamiento
detrás del movimiento puede ser algo que un acróbata incorpore sin que ello
cambie ni su gesto físico, ni su virtuosismo, ni siquiera su emoción frente al pú-
blico. En otras palabras, ¿no podría quedar todo a nivel interno del pensamiento
y la preparación pero sin correlato con lo que se ve en el espectador?
R: Creo que no, y ese es el punto esencial. La pregunta clave es: ¿existe un
invisible que esté detrás? Si existe, entonces ese invisible hace que efectivamente
un ojo no esté mirando solo el salto del acróbata sino otra cosa. Un movimiento
tiene un perfume, tiene un antes y un después. Deja huellas transparentes en el
espacio, deja imágenes totalmente irreales en los sueños de cada espectador. Las
cualidades de un gesto acrobático son múltiples y no se pueden evaluar todas en
términos matemáticos. ¿Cuándo un gesto se vuelve arte? El marinero que mira el
mar y huele una tormenta, el pescador oye el mar y lanza las redes, los chamanes
miran alrededor de nosotros y nos reconocen, intuyen nuestras enfermedades.
Mi abuela sabía con un día de anticipación que llegaba la nieve y el padre de un
amigo olía los vientos. Todos tratamos de ser justos, perfectos, intensos arriba
del escenario. Yo trato de ser agua y viento, busco la densidad para encontrar la
ligereza; otros son fuego, relámpagos, cataratas, flores, humedad. Hablar sobre la
justeza en el escenario es hablar exactamente de cómo aprender a ver estas cosas,
que son invisibles, pero que en realidad no lo son porque se pueden percibir.
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R: A unos les gusta la danza clásica, a otros la moderna, otros hacen cabaret
y otros hacen teatro políticamente comprometido, la cuestión es que se sientan
profundamente felices y libres de hacerlo. Contentos, satisfechos aún en la insa-
tisfacción de saber que no lo hacen con la perfección que podrían, pero sabiendo
que lo que hacen es su vida. Eso es lo bonito. Tristes quienes podrían ser felices
y se lo pierden. Como director es la única cosa que no admito, no soporto los
compañeros que no están totalmente entregados a lo que están haciendo. Pocas
veces me pasó de abrir una puerta y de pedir a alguien que tome sus cosas y se
largue. Siempre fue por cuestiones de pasión, solo de pasión. Danzo únicamente
con gente enamorada, ese es mi límite, mi gran límite.
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de repente deja de funcionar, algo pasó, hay que reafinar el gesto, hay que reafi-
narse para poder revivir el efecto.
P: ¿Captar ese tiempo correcto para dar el susto o emocionar no es más una
cuestión de intuición que de técnica?
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R: Más que una elección sería una necesidad. Unos pueden hacer una obra
por placer, para divertirse, jugar y contarse cosas, del mismo modo que a muchos
les gusta ir a pasear a la montaña. Otros escalan para viajar dentro de sí mismos.
Cada ascensión es una investigación. Del mismo modo pasa con el teatro, todas
búsquedas de nosotros mismos. Y en ello se nos va la vida. Busco de construir
catarsis, investigar el alineamiento perfecto entre la intención y las condiciones,
prepararse para encontrar la vibración y conmover.
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Has rozado con los ojos cosas que no se pueden ni siquiera imaginar,
pero son secretos, tantas cosas son secretos, también yo tengo los míos.
Por decir yo por ejemplo de niño antes de dormir, en la noche, cuando
se hacía negro negro, yo, con la luz apagada, me quedaba con los ojos
abiertos así, y pensaba que si se debía morir era mejor que muriésemos
todos juntos. En la noche pensaba: podremos subir todos juntos en una
barca y luego nos hundimos todos juntos así de improviso que a lo me-
jor hasta hay tiempo de despedirnos. O si no pensaba que podíamos
subir todos en un coche y podríamos aventarnos desde un precipicio. Un
precipicio grande, no como esos chiquitos que luego al máximo ningu-
no se muere y quedamos todos chuecos, digo un precipicio enorme que
cuando llegues abajo... ciao... O mejor aun, podríamos morir todos de
una enfermedad secreta, de esas que prácticamente uno está vivo todo
el tiempo y luego, a un cierto punto, ¡trac! muerto.
(Daniele Finzi Pasca, Giacobbe, 1995)
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R: Creo que sí. Más allá de que me fascina hacerlo, creo que como director
es importante seguir pisando las tablas, porque una de las cosas que hace mara-
villosamente frágil a un actor es el frecuente miedo a desnudarse y quedar a la
intemperie. Arriba del escenario nos caen, muy seguido, aguaceros sobre el alma.
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El dolor y los miedos que no son de uno se relativizan muy rápidamente. Todas
las enfermeras y todos los médicos tendrían que enfermarse de vez en cuando pa-
ra redescubrir qué significa la palabra dolor. Nosotros directores olvidamos muy
seguido el olor al miedo. El piso de un escenario es un lugar lleno de trampas, de
vorágines. Si te hundes te puedes hundir muy profundamente. Te puedes herir.
Un actor lo sabe y se mueve como los caballos cuando pisan un terreno que no
conocen: huelen, tratan de entender por dónde se están metiendo. El jinete que
olvida el miedo del caballo no va cruzar el río. De vez en cuando volverse caballo,
volverse actor, es una buena forma para sentir que quedarse desnudo enfrente
de un dragón es un gesto valiente, un gesto lleno de amor que necesita de mucha
paciencia. Para nosotros directores conocer a los caballos es sobre todo saber
reconocer los miedos y ayudar a vencerlos. Las tarimas están llenas de agujeros,
es importante que un actor sepa protegerse, es importante que pueda conocer el
terreno y cruzar el espectáculo sin jamás lastimarse. La pierna de un actor que
se quiebra es un drama, como, los caballos, no van a sobrevivir. Un director no
tendría que olvidarlo. Para mí hacer Ícaro es regresar a ser caballo, bellísima sen-
sación.
*****
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Álbum de fotos:
Página 1: Foto 2 (Viviana Cangialosi): Los artistas de Donka
Foto 1 y 2 de Roberto Vitalini durante una función durante un ensayo, Riazzino, 2009.
de L´amour de Loin, 2009
Página 10:
Página 2: Foto 1 (Viviana Cangialosi): Helena Bittencourt,
Foto de Daniele Finzi Pasca: Escenario de Rolando Tarquini y Karen Bernal
Corteo, Cirque du Soleil, 2007. durante una función de Donka, 2010
Foto 2 (Viviana Cangialosi): Función de Donka,
Página 3: 2010
Foto de Daniele Finzi Pasca: Mauro Mozzani
y Valentyna Paylevanyan durante una Página 11:
función de Corteo, Cirque du Soleil, Foto 1 (Viviana Cangialosi): Helena Bittencourt
2007 y Karen Bernal durante una función de
Donka, 2010
Página 4:
Foto 1 y 2 de Viviana Cangialosi: Daniele Finzi Página 12
Pasca durante los ensayos de Donka, Foto 1 (Viviana Cangialosi): Andrée-Anne
Riazzino, 2009 Gingras Roy y Karen Bernal durante
Foto 3 de Viviana Cangialosi, Daniele Finzi una función de Donka, 2011
Pasca y Julie Hamelin observan un Foto 2 (Viviana Cangialosi): Función de Donka,
ensayo de Donka, Riazzino, 2009 2011
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Arquitectos de estructuras
invisibles
H
ay artistas que nos entran en la piel, que traducen en su obra algo que nos
parece propio, como si estuviese hecho para nosotros. Todos hemos vivido
la experiencia de ver una obra, escuchar una canción o leer un texto en el
que parece que nos hablaran directamente. Si bien se mira, esto significa dos
cosas aparentemente opuestas: por un lado el arte nos descubre nuestra sin-
gularidad y por otro nos revela que no somos tan singulares. Del mismo modo que el médico puede
explicarnos el funcionamiento de nuestro propio cuerpo porque no es exactamente propio, el artista
puede respondernos algo porque antes hubo una pregunta común, un desvelo que no era tan perso-
nal como creíamos, una soledad compartida.
Este mecanismo de preguntas y respuestas se hunde en el tiempo en una doble dimensión: la
línea de tiempo de nuestra propia vida, a través de la cual entendemos quiénes somos por lo que
fuimos, y lo que queremos ser, y por otro lado la inclusión de ese tiempo personal en un tiempo que
nos supera, que nos abarca y en el que descubrimos conexiones, cercanías.
Daniele se referirá a esta dimensión temporal como mítica y ritual. Un tiempo que se hunde en
el tiempo y que encierra pistas para saber qué nos depara el destino. En su búsqueda artística el tiem-
po es también espacio, sistema a través del cual se despliegan conexiones que es necesario interpretar.
Estructura portadora de sentido. Una vez más nos movemos sobre los bordes, del teatro a la vida
y de la vida al teatro. En el proscenio, el clown nos cuenta un sistema y una interpretación posible,
insinúa una estructura invisible que será, en última instancia, la que sostiene todo el espectáculo y lo
vincula con la vida. Habrá conmoción si el espectador siente propia esa conexión, si descubre una
respuesta posible y una pregunta común desde el fondo del tiempo.
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P: ¿Por ejemplo?
R: Una vez introducida la idea de que una acción teatral cualquiera cambia
de sustancia, de olor, de profundidad, cuando hace parte de un proceso ritual
cambió la forma de entrenarme y de crear.
En los mismos días fui al Lido y a Les Folies Bergère. Ese mundo de las len-
tejuelas y las plumas en el que me había formado con Fabrizio se había quedado
atrás, ya no era el foco de mis intereses.
Estar sentado horas mirando la mirada inexistente de la estatua de la Isla de
Pascua, encontrar personas con las cuales había compartido la extraña experien-
cia de Calcuta, ver las bailarinas del los cabaret, irme al Atelier Brancusi, asistir
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la cabeza contra una puerta, a confundir el cielo con el mar, a tropezarse con las
reglas, a romper cristales, a gritar en las bibliotecas, a preguntar evidencias, a per-
der el hilo del discurso ¿Cómo juntar ese gesto simple, esa historia cotidiana de
héroes perdedores con el hecho de que se vuelva mágico? ¿Es que surge la magia
porque existe o porque la creas en el hecho ritual? ¿Es porque conectas con dio-
ses o porque produces un cierto tipo de energía? ¿O es todo una ilusión?
R: Esa es justamente la reflexión sobre la que con María hemos estado giran-
do en estos años de exploración. ¿Por qué uno llora y otro no llora? ¿Por qué al-
gunos animales se mueven en una cierta forma? Por qué, por qué. Ahora estamos
trabajando sobre un proyecto de máquinas para leer el destino. ¿Por qué esta idea
de máquinas para leer el destino? ¿Por qué es importante decidir qué es leer el
destino?
P: ¿Por qué?
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En las lecturas del destino debemos precisar dos momentos distintos: la crea-
ción de un sistema de lectura y la lectura misma. Una acción clownesca se es-
tructura de la misma forma. Hay una línea dramatúrgica, una idea que, después
de ser planteada, toma forma y se elabora estructurándose en un juego teatral.
En una segunda fase tenemos la interpretación de esa idea, de la dramaturgia
que fue ya planteada y se trata que tome vida. Para leer el destino tenemos que,
en primer lugar, estudiar un sistema o inventar uno nuevo. En cualquier caso se
necesita un sistema con sus reglas, con sus virtudes, con sus posibilidades. La
cuestión fundamental es que para responder necesitamos inventar reglas, puede
ser un sistema sencillo y banal como lanzar una moneda: cruz, vamos a la batalla,
cara, regresamos a dormir. Pero un sistema será más complejo y más interesante
cuanto más allá de un sí o un no pueda responder. Un sistema debe ser aleatorio,
simple, claro y ofrecer multitud de combinaciones posibles.
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R: El clown danza arriba del escenario una estrategia, cuanto más fascinante
sea su estrategia, más sencillo será ponerse a danzar. Hay ritmos, gestos incohe-
rentes, movimientos inesperados, soluciones elementales, pausas, respiros, llan-
tos y silencios que pueden florecer siempre y cuando el canto que uno canta, la
danza que uno danza, lo permitan. Ayer tú preguntabas: ¿cómo se juzga que una
obra de teatro sea buena? Yo creo que se puede juzgar por su capacidad y estrate-
gia para dar respuestas lo más complejas e interesantes posibles, en el sentido de
simplemente complejas. Hay una diferencia entre lanzar una moneda o interpre-
tar el destino usando el Tarot o el I Chin. Estos dos sistemas son estratificados,
son precisos y abiertos, permiten crear multitud de correlaciones posibles.
Pero una cosa es el sistema y otra la lectura de ese sistema; el primero exis-
te independientemente del segundo. En general, la acción de alguien que lee el
destino es lo que llamamos interpretación y también de un actor se dice que es un
intérprete. Volvemos a la pregunta: “¿empezamos la batalla?”. Aunque alguien es-
pera que le digan sí o no, es siempre mejor ofrecer respuestas abiertas, alegóricas,
alusivas. “Mira, así cayeron las conchas, y mira la distancia entre esta concha y la
otra, y mira este espacio. El hecho de que esté aquí significa que tú estás en una
fase más roja. Pero tu parte masculina está de este lado y la fuerza femenina de
este otro. Están muy separadas y eso puede significar… etcétera, etcétera”.
Tú preguntabas sobre el teatro; ¿qué hace un actor?, ¿qué hace un clown?
La acción clownesca es la suma de la construcción de un sistema de lectura y la
virtuosa capacidad de leerlo. En ambas importa saber cómo conducir teniendo
siempre una referencia para ti, para el espectador, que es a quien se le está leyen-
do un sistema. El clown entonces, al conducirte, no inventa ni improvisa nada.
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Facundo Ponce de León
el Sunil es la mayoría que decide. Así el grupo decidió que antes del
espectáculo... se hiciera... un prólogo. Donde un actor, en este caso soy
yo, tiene que llegar aquí adelante del público…
(Daniele Finzi Pasca, Ícaro, 1988)
R: Porque enfrente hay alguien. Danzar lo que ves, cómo lo ves y qué piensas
de lo que ves en referencia al sistema: esa es nuestra tarea. Mi clown refleja, no
reflexiona, interpreta y no inventa, cuenta fielmente y miles de veces una historia
como si fuera la primera vez. Más que a improvisar, está atento a las referencias.
P: Pero está lleno de sistemas: el tarot, leer las manos, la astrología, el zodíaco
chino, el occidental, I Ching, numerología, cábala, runas, grafología, videncia,
buzios, la borra del café…
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Daniele Finzi Pasca: Teatro de la caricia
mi juego ritual. Porque ahí se cierra un camino, no se abre. Es algo delicado por-
que en todos los casos lo que hay es necesidad de respuestas, y a más sufrimiento
mayor necesidad de respuestas.
En mis historias los clowns encuentran muy seguido moribundos que pre-
guntan “¿me voy a salvar?”. Y ellos, tropezándose, cayendo y levantándose res-
ponden: “conocí un perro muerto sentado cerca de un pescador vivo, los dos
conocían a mi abuelo y me invitaron a tomar un chocolate caliente. Mirándome
a los ojos me dijeron de repente: todos tenemos una posibilidad, solo tienes que
plantear mejor las preguntas”.
Están los clowns que enfrente de ti empiezan a leer el sistema y están atentos
no para convencerte sino para ayudarte en una dirección. Es como cuando uno
lee un libro y siente que el autor le contó algo que lo llevó por algún lado sin tener
que convencerlo. Una lectura del destino está muy cerca de lo que esperamos de
la amistad, de lo que pedimos a la vida. No hay una persona que alguna vez no
lance la moneda, que alguna vez no se diga: “dejo de respirar y si mientras lo hago
veo un pájaro la cosa irá bien”.
Dado que todo tenía que tener un sentido, tenía que significar y comu-
nicar algo, razonó durante todo un otoño y, mientras rastrillaba, ela-
boró un método para interpretar el lenguaje de las plantas de las hojas
caducas.
(Daniele Finzi Pasca, “La profezia”, Come acqua allo specchio, 1991)
P: Pero creo que hay un elemento que estamos omitiendo. Cuando lanzamos
la moneda o esperamos que se cruce una hormiga, pase lo que pase, nos queda la
duda. Lo mismo cuando escucho al tarotista, quedo en la frontera del ritual, pero
no completamente dentro, porque puedo dudar de alguna cosa. La hormiga se
cruzó e igualmente sigo pensado que quizás no hay que entrar a dar el examen. Y
esto creo que se puede conectar también con la búsqueda del clown que planteas,
esa idea de estar siempre en la frontera, nunca terminar de adentrarse completa-
mente en un sistema, en un ritual. Estar siempre atentos, vigilantes.
R: Pero la duda a veces sirve y a veces no. Para decidir los pasos que tengo
que dar me guiaré no solo de intuiciones, sino también de experiencias. Estas
experiencias no están hechas solo de cosas tangibles. Ayer llovió, la luna es cre-
ciente, la mañana no es demasiado fría, me pongo las botas y me voy a buscar
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R: ¿Por qué estamos tan pegados a los mitos? Porque mueven cosas que no
podemos verbalizar. Y es extraño, porque en realidad tú lo cuentas o lo muestras
para que en ese lenguaje aparezca ese invisible. Es como si tiráramos un boo-
merang y mientras esperamos que regrese…tácate, nos llega por atrás. Algo así
sucede con la percepción de los invisibles.
Los abuelos, a diferencia de los padres, cuando un día te encuentran triste,
demolido porque el primer amor se fue, no te aconsejan diciéndote: “hay que
hacer esto o aquello”. Te cuentan de un tío que se enamoró de una gitana o de
cómo después de un incendio la tierra es más generosa. En el momento no com-
prendes bien pero de repente, como un boomerang, llegan inesperadamente en
los sueños imágenes que nos transforman, comprendemos, conectamos.
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tepasados construyen formas donde todas las proporciones tienen que ver entre
sí, entonces ahí debe haber algo. Si te fijas en el mapa todas las catedrales en Fran-
cia están a distancias precisas, no son casuales, buscan de formar una perfección
entre las proporciones. Como bien lo dijo Saint Exupéry, “lo esencial es invisible
a los ojos”, lo que está secretamente detrás de un gesto, su razón mágica, su razón
sencilla, el grito escondido bajo un silencio.
El clown busca de construir sistemas para leer, contar una historia para tratar
que los niños no tengan miedo de sus sueños. Inventa un sistema de lectura para
lograr que un pequeño vea que sus sueños son bonitos. Uno llega y me dice:
– Yo tengo miedo.
– ¿De qué?
– De esa puerta.
– ¿Y cuál es la pregunta?
– ¿Cómo no tener miedo?
– Formulémosla mejor.
– ¿Se puede hacer algo?
A partir de esto te lanzas a construir un sistema: los monstruos están allí, tú
estás acá. Están cerca. Pero hay armas y se podría hacer esto… Empiezas a dar
instrumentos para enfrentar las inquietudes.
En el arte, como en cualquier cosa, los que te dicen sí o no, los que te dicen
qué hacer son un poco peligrosos, no abren.
P: Pero igual habría que buscar un equilibro. Porque es tan peligroso el que
lanza la moneda y dice rápidamente sí o no, como el que se pasa mucho tiempo
sin decirte nada, cantidad de años pensando en formular preguntas o sistemas
complejos mientras el miedo sigue ahí.
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Ana seguía riendo. Reía ligera y feliz. Qué cosa linda la felicidad. Llega
como el viento y entra hasta en la profundidad del estómago. La feli-
cidad es contagiosa, como la hepatitis, como la borrachera, como las
ganas de sentirse libre.
(Daniele Finzi Pasca, Santitá, 2008)
P: Pero el logro de ese gesto ¿no implica todos los cuartos juntos que recién
me decías que hay que separar?
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rituales para propiciarse al Tío, así llaman al dios de las cuevas.3 Otro encuentro
con el chamanismo… regreso un día en mi teatro y vuelvo a preguntarme sobre
cómo caer desde una silla. Y caes, e investigas de no lastimarte, y te preguntas so-
bre el dolor, y así avanzas. Un día juntas el caer, la muerte de una lama, las manos
de los mineros, la silla de mi abuelita, el sueño de un Pierrot que quisiera volar
y todo eso toma una cierta forma, se vuele un pensamiento en movimiento, se
vuelve conmoción.
*****
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Viajar lejos, hacia adentro
E
n 1982 aterrizó en Lugano Guido Colussi, un sacerdote salesiano que llegó a Sui-
za en busca de medicamentos, alimentos y dinero para llevar a Calcuta, ciudad
azotada por el hambre, el hacinamiento y la enfermedad. La guerra con Pakistán,
tres sequías sucesivas y una masiva migración del campo a la ciudad hacían de
Calcuta la ciudad con más leprosos y gente sin hogar del mundo. Guido era un mi-
sionero que buscaba fondos para construir escuelas y hospitales. En la India colaboraba con la obra
de Teresa de Calcuta y en Lugano conoció a Marcello y Fabrizia, los padres de Daniele, que por ese
entonces tenía 18 años y estaba perdidamente enamorado de una joven que tenía otros planes.
Los padres le preguntaran a Guido si quería que alguien lo acompañara y a Daniele si quería
acompañarlo. Ambos dijeron que sí y a los pocos días estaban en el aeropuerto con las cosas que ha-
bía recolectado Guido en su fugaz pasaje por la ciudad. Partieron. Daniele viajó lejos, hacia adentro,
donde se cifra el destino de todos los viajes.
La última incoherencia de este libro es que en el final llegamos al principio. En el viaje circular a
través de la concepción artística de Daniele, hemos mencionado su experiencia en Calcuta pero sin
entrar nunca en ella. Lo haremos ahora, finalizando nuestro recorrido cuando comenzó su viaje de
descubrimiento, de iniciación. Donde conoció los ojos de Sunil.
Señoras y señores, quedan con la historia que posibilitó el resto de la historia.
Buen viaje. Viento.
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pequeño grabador grabé mi voz, pequeños monólogos que enviaba por correo.
El más rápido demoraba diez días entre Calcuta y Lugano.
P: ¿Vive Guido?
R: No, murió hace once años. Él venía de una familia de misioneros, cuatro
hermanos y una hermana se fueron a la India. Hoy vive Dino, su hermano menor.
Don Guido Colussi era un hombre gigante, le faltaba un dedo y siempre conta-
ba que lo perdió construyendo una iglesia cuando un amigo erró el martillazo.
Le encantaba impresionar a los chiquilines con esa historia y reía siempre, reía
mucho.
R: Casi nada porque llevábamos muchas cosas que Guido había consegui-
do, sobre todo medicamentos. Mi madre me cortó el pelo muy corto y dormí
junto con mis hermanos en un mismo cuarto. Creo que fue la última vez que
dormimos los tres juntos en el mismo cuarto. Fue en enero, poco después de mi
cumpleaños.
R: Sí. Llevé una grabadora, un chal, una manta… hasta el día de hoy siempre
llevo una como si fuera el cobijo del hogar, algo que hace sentirme en casa. Llevé
un buzo de mi padre… muchas veces tengo la sensación que mi tarea es terminar
algunas cosas que él empezó, del mismo modo que él trató de terminar cosas que
empezó mi abuelo. El día que me fui tenía toda la emoción en la piel, como un
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R: Sí, recuerdo que se lo dije, pero no recuerdo cómo. Debe de haber sido pa-
téticamente porque mi adolescencia la vivía mucho como el Werther de Goethe,
pensando que todo debía hacerse muy lírico, romántico y exagerado.
R: No creo que haya sido eso. En todo caso el viaje me permitió confirmar
la necesidad de querer vivir una historia absolutamente personal y no querer ser
como todos.
R: Nací en un lugar donde hay una tendencia a uniformar, donde todos los
que quieren crecer en alguna dirección, hacia arriba o abajo, son vistos con sospe-
cha y se trata de ponerlos en el buen lugar. ¿Cuál es el “buen lugar”? El del medio,
donde todos parecemos estar derechos, avanzamos juntos, ni muy altos, ni muy
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La vieja había esperado por años aquel llamado. Sabía que la calma
del país, las bellas fachadas de las casas pintadas una y otra vez, las
plumas lucidas en los sombreritos de las damas los domingos de maña-
na, las sonrisas dispensadas a cada paseante durante los paseos consa-
grados a hacer la digestión, las manos apretadas entre los políticos, los
arriates de flores de los jardines públicos perfectamente ordenados, todo
esto estaba destinado a desaparecer
(Daniele Finzi Pasca, Il leone, Come acqua allo specchio)
R: Todos los hombres de mi familia tuvimos alguna vez en nuestra vida la du-
da de llevar a cabo una vida religiosa; ese viento se lo llevó solo a Marco; después
de casi 25 años de teatro cambió el rumbo y ahora vive en un convento. De niño
fui monaguillo y es mi máximo acercamiento a ciertos misterios. Es una vida que
admiro mucho, que me fascina pero soy demasiado inconsistente, inconstante,
terriblemente incapaz de respetar las reglas. Además, creo ser como los patos, ne-
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luz evita que nos hundamos en los dolores, las heridas de amor se sufren menos
de día.
En Delhi descubrí dos de mis pequeños talentos: una memoria fotográfica y
un preciso sentido de la orientación en el espacio. Eso hizo que luego en Calcuta
me pusieran a trabajar con los equipos que iban a buscar los enfermos a los slums:
era uno de los pocos que sabía ubicarme inmediatamente adentro de aquellos
laberintos.
Por otro lado, descubrí una incapacidad total, técnicamente dislexia, para
relacionarme con los números. Ya sabía que hacía errores al escribir, confundo
letras, invierto las sílabas. En Delhi descubrí que confundo también los números.
Me dicen “26” y apunto “38”.
Ambas cosas se aplicaron luego a mi trabajo: construyo tratando siempre de
ubicarme en un espacio, en un lugar. Mis historias son imágenes que se super-
ponen, que se confunden aparentemente. Me gusta crear laberintos donde reubi-
carse. Después, tratando de ordenar las cosas hago confusiones y esto me ayuda
a perderme.
R: A los pocos días Guido me envió con un joven a la ciudad de Benarés. Era
un hindú de mi edad que estaba ayudando y planificando ser cura. Para alimen-
tarnos llevamos 24 huevos duros en un saco marrón y sal. Me dio unas rupias
para poder vivir y viajamos en los trenes más baratos. Descubrí formas de vivir,
de sentarse, de comunicar…
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R: Más bien poco, era como si él se diera cuenta que yo estaba haciendo un
proceso solitario e interior. El viaje iniciático, que todos podríamos hacer alguna
vez en la vida, es bueno que sea solitario para ejercitar ese modo de fijar en la me-
moria. En mi caso la noche fue el escenario para grabar recuerdos: pocas luces,
turbantes, Oriente, sentirme dentro de un libro de Salgari, coches muy viejos,
oscuro, otra vez los olores, gente jalando carretas, los ojos negros oscuros de mu-
chas mujeres, la sensualidad que desbordaba por sus miradas, humedad, silencio
en el cuarto y sonidos lejanos toda la noche, siempre, como si India no pudiera
callarse. Era como hacer un brinco en el tiempo.
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R: Estuve una vez conversando con ella un momento, pero luego la veía e
intercambiábamos cosas concretas de trabajo.
R: Yo no sabía qué decisión tomar y ella me escuchó sin dar respuesta. Fue
una valiosa forma de responderme.
R: En Calcuta viví con Atilio Colussi, que era el confesor de la Madre Teresa
y me contacta con ella, que a su vez me presenta al hermano Andrés, que era el
encargado masculino de la obra de Teresa. Lo conocí de mañana y me llevó a
una casa cerca del puerto que estaba llena de jóvenes monjes. Una casa chiquita:
comedor, capilla, dormitorio, todo en el mismo espacio. Dormí ahí la primera
noche, pero no lo aguanté. Demasiado duro. Recuerdo que dormí cerca del techo
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y se veía el puerto desde una pequeña ventana. Bien temprano salimos a pie con
Andrés y otros jóvenes para Kalighat. Fuimos a un lugar que tenía dos pabellones
llenos de gente que estaba muy enferma, a punto de morir. Me dieron un pañuelo
para que me tapara la nariz. Cruzamos un muro que tenía una virgencita encima,
nos quedamos un segundo rezando y después empezamos a trabajar. Ahora es-
toy seguro que ya no soy capaz de trabajar en aquellas condiciones. No teníamos
nada, ni guantes ni desinfectante. Cada uno hacía lo mejor que podía. La primera
batalla era contra el olor.
P: ¿Olor a qué?
P: ¿Había alguien afuera del pabellón esperando por algún familiar o que us-
tedes le avisaran que había muerto?
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tionada por todos lados, humanidad que te raspa, que se aplasta en los autobuses
y se aglutina en las calles. Tenía necesidad de un espacio mío.
Quien nace nómade piensa distinto al resto. Vivir enfermo, siempre he-
rido, con un pañuelo rojo que tapa la sutil hemorragia. Y danzar, como
si nada pasara, y el dolor hace sudar y reír sutilmente.
(Daniele Finzi Pasca, La tromba rossa, 1999)
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R: Cortar las uñas a varios les daba una sensación extraña, no podían hacerlo.
Recuerdo una vez que había un viejito que estaba muy cerca de morir. Pensé que
sería lindo cortarle las uñas como para prepararlo para partir. Entonces le tomé
los pies y empecé. Cada vez que le cortaba un trozo de uña hacía como un gesto
extraño en el cuerpo. Después de un momento me di cuenta que debajo de sus
uñas empezó a sangrar. Me sentí muy mal, muy dolido. Quedé realmente conster-
nado porque me di cuenta que estaba perdiendo la necesaria atención y comen-
zaba a moverme en forma automática. Hacía cosas, tomaba, llevaba, me movía
de una manera, ordenaba, limpiaba, perdiendo la atención. Un clown tiene que
estar muy vigilante en el escenario, puedes tener una buena intención, pero debes
concentrarte no solo en el gesto, sino en el efecto que ese gesto produce.
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Estás enamorados, abrazas con fuerza, con toda la fuerza de tu pasión y, sin
querer, terminas para asfixiar a tu amor. Mejor abrazar con todo el cariño del
mundo, pero fijándose si el otro puede respirar.
Un clown es un cocinero enamorado que, preparando una cena, trata de sedu-
cir a su amor. En Brasil un coreógrafo dio una conferencia en la que nos contaba
que lo importante para él era danzar, con o sin gente enfrente. Danzar para él era
un viaje interior. Yo muy raramente, más bien te diría que nunca, me trasformo
en soledad. Para transformarme tengo que hacerlo para alguien, junto a alguien,
en honor a alguien. Nunca cociné para un invitado inexistente, siempre necesito
imaginar quién va a disfrutar de mis ñoquis y cocinarlos para que los coma.
R: Sí, de hecho regresé a Suiza por eso, me agarré algo parecido a la fiebre
tifoidea. Antes de eso tuve malaria y recuerdo alucinaciones: una era que veía a
mi madre que me ofrecía un refuerzo de mantequilla y jamón. Estaba en mi cama
y mi mamá desde el baño me preguntaba: “Vuoi del burro nel panino al prosciutto
crudo?”4 También tuve una cosa extraña, que un pseudo médico me dijo que era
alergia a las lluvias monzónicas. Se me hincharon e hirieron las manos y los pies,
sumado a una picazón insoportable en la zona de la ingle. Apenas regresé a Luga-
no visité a un dermatólogo que, horrorizado, me encontró lleno de garrapatas. En
forma preventiva toda mi familia y varios amigos hicieron el mismo tratamiento
que yo de desinfección.
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Otra vez un monje budista me invitó a seguirlo. Nos fuimos muy lejos del
centro, a un barrio que yo no conocía. Entramos en una casa donde había varios
monjes, caminamos hacia un cuarto chiquitito. Hablaba en tibetano supongo.
Me mostró tres cosas y una danza. Antes que todo se puso un sombrero de paja
sobre la cabeza. Después abrió una cajita de metal con pequeñas cosas dentro.
Me mostró que el dedo pequeño de la mano izquierda era todo viejo y la uña
era toda deforme. Me mostró la mano derecha. La uña se había caído del dedo
chiquito, y una nueva, joven y bonita había crecido. Me mostró un pedazo de
plástico que después entendí que era un trozo de piel del talón de su pie derecho.
Un pie estaba todo lleno de cortes y el otro cubierto de una piel suave. Me pidió
que mirara en sus ojos. Uno era distinto del otro. Uno miraba al vacío y el otro me
miraba por dentro. Después empezó a danzar y me parece recordar que empezó
a llover en su cuarto.
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Pensaba que estaría con nosotros solo unas horas porque ya estaba muy mal, sin
embargo vivió 24 días. Nació entre nosotros una relación muy fuerte, como una
hermandad cuando nos mirábamos. Había algo especial. Recuerdo que le pedí
a la hermana Luc la posibilidad de llevarlo a un hospital para que lo operaran.
Ella aceptó y con un enfermero norteamericano cargamos a Sunil y fuimos a un
hospital.
Estuvimos muchas horas esperando en una sala con un numerito en la mano
y nos turnábamos para sostener entre los brazos a Sunil. Cuando por fin nos aten-
dieron dijeron que era operable pero preferían no hacerlo porque ya tenía parali-
zadas las piernas y estaba grave. Yo tuve una reacción muy agresiva. Regresamos
a Kalighat con la negativa de operarlo.
R: Durante todos los días que estuvo dijo unas pocas frases en su idioma que
yo no entendía, pero las hermanas sí.
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P: ¿Y qué dijo?
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do como en definitiva era Sunil, o la de una niña que se llamaba Sashi, que me
la entregaron en los brazos y se murió inmediatamente, generan un dolor lleno
de preguntas, de porqués. Ponen en movimiento músculos interiores que no se
puede sospechar que existan. Sunil, la lucha por vivir y el hecho de su muerte, me
ayudó mucho a moldear ese músculo interior.
R: Sí.
R: Creo que sí. Te diré algo, yo nunca escuché los cassettes. Los míos y los
que me mandaron están todos en una caja desde hace 26 años.
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al describir estas cosas es como que las descubres, y puedes contarlas, que en
realidad son historias de pequeños detalles. Al final de cuentas todos viajamos y
descubrimos perfumes.
P: Luego de un viaje tan importante como el que realizaste a la India, del que
nació buena parte de tu concepción artística, ¿no crees que los viajes posteriores
son insignificantes al lado de esa experiencia?
*****
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Fotos blanco y negro:
Andrea López páginas: 4-5, 8, 15-16, 28, 48, 102-104, 120,
141-143
Fausto Gerevini página 84
Dolores Heredia página 27
Valerie Remise página 12
Daniele Finzi Pasca ilustraciones 46-47, 67, 83
146
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