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Fragmento de “El Quijote en Montevideana IX: Lectura y movimiento”.

Capítulo en Cervantes,
Shakespeare. Prisma latinoamericano, lecturas refractadas. Linardi y Risso/ Montevideo, 2017, pág. 11-
26.

Lectura, movimiento y movilidad en el Quijote

Ma. Ángeles González


Universidad de la República
Montevideo, Uruguay

La ficción de fines del XVI y comienzos de XVII está atravesada por una
tensión entre la nostalgia de las heroicas hazañas ‘narradas’ de la aristocracia de otros
tiempos (que nunca fueron, claro está, como las presentan las gestas ni los libros de
caballería) y el ‘lanzamiento’ a la búsqueda moderna de la realización personal
mediante el movimiento (el viaje en un sentido geográfico de desplazarse de su lugar de
origen y el movimiento de la escala social, que es también un desplazarse del lugar de
origen). De hecho, la génesis del Quijote toma en cuenta el éxito del Guzmán de
Alfarache (1599) y, con este, el ‘género’ nacido con el Lazarillo de Tormes (1554),
cuyos episodios se estructuran en secuencias de ‘aventuras’, semejantes, en cierta
forma, a los libros de caballería. Muchos personajes en la obra de Cervantes dan cuenta
de este hacerse mediante el lanzamiento hacia el afuera y la “quête de l'aventure”: por
ejemplo, de distintos modos, el Licenciado Vidriera, los Carriazo y Avendaño de La
ilustre fregona y aunque, en un modo más paródico, los entrañables Rinconete y
Cortadillo. Mención aparte merecen las más complejas pero no menos fascinantes
movilidades de los personajes femeninos, con sus consecuentes efectos en el
agenciamiento de libertades y autonomías. 1

Aventura y emulación libresca

Aunque la idea de la aventura puede estar, para nosotros, muy ligada a la


sociedad capitalista, la “ideología de la aventura” fue promoción de un modelo de
aristocracia guerrera entre los siglos X y XII: “la vida de los caballeros franceses
dependía de un ‘ingreso incierto’ [que] era designado mediante la palabra ad-ventura”,
como ha explicado Pablo Katchadjian (2004), siguiendo a Michael Nerlich. En la época
de Cervantes, y aun antes, la literatura (tanto en el plano de la producción como de la

1
Ver “Introducción. Volver a las Ejemplares en el cuarto centenario”, en Sujeto, Barroco y Modernidad.
Montevideo: Ediciones del Grupo de Estudios Cervantinos, 2014: 11-17 (Ed. e introducción de Ma. de los
Ángeles González).

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Shakespeare. Prisma latinoamericano, lecturas refractadas. Linardi y Risso/ Montevideo, 2017, pág. 11-
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recepción) da cuenta de un interés y una reasignación de los valores que destellan en esa
“ideología de la aventura”.
En el volumen de las actas selectas del Coloquio Montevideana IX, 2 Jonathan
Hall parte de un presupuesto asumido por Blanco Aguinaga, Rodríguez Puértolas e Iris
Zavala, 3 acerca de la relación entre la popularidad de los libros de caballería,
nostálgicos de hazañas y glorias épicas medievales, con la Conquista de América,
proponiendo que esta sirvió para revitalizar esos ideales periclitados. Ya Irving
Leonard, en Los libros del Conquistador (1953 [1949]), reveló de modo contundente la
importancia de los libros de caballería para los conquistadores españoles como sustento
del imaginario bélico sobre las bases ideológicas de la Reconquista contra los moros y
de una identidad neomedievalizante que se proyectó como trasferencia a la conquista
“espiritual” de los indígenas americanos. Algunas de estas cuestiones alimentan buena
parte de los discursos que más recientemente Barbara Fuchs estudió como “mímesis” en
el sentido de imitación cultural e intencional de la ideología de la Reconquista (2001).
De algún modo el Quijote, siendo parodia explícita de ese género literario tan
exitoso y de tan eficaz recepción americana como los libros de caballería, y resultando a
su vez tan leído en Europa y América desde su publicación, remueve y propicia la
reestructuración de esas relaciones que anudan, en sinuosas cadenas simbólicas, ‘poesía
e historia’, literatura y ‘realidad’.
De hecho, la historia de la recepción del Quijote no puede eludir esta
problemática cuestión, ni siquiera en Uruguay. Hace un siglo, en el tercer centenario de
la publicación de la Segunda Parte del Quijote (1915), José Enrique Rodó escribía:

América nació para que muriese Don Quijote, o mejor, para hacerle renacer entero de
razón y de fuerzas, incorporando a su valor magnánimo y a su imaginación heroica el
objetivo real. [Mientras, con el Quijote mueren los héroes] melancólicos como Tristán,
vagos e inconsistentes como Lanzarote, inmaculados como Amadís, se consagra en las
tremendas lides de América el nuevo tipo heroico, rudo y sanguíneo, de los Cortés,
Pizarros y Balboas, perseguidores de realidades positivas; apasionados, tanto como de la
gloria, del oro, del poder. Mientras la armadura herrumbrosa y la adarga antigua y el
simulacro de celada del iluso caballero se deshacen en un rincón oscuro, resplandecen al

2
Cervantes, Shakespeare. Prisma latinoamericano, lecturas refractadas. Linardi y Risso/ Montevideo,
2017: 159-176.
3
En Historia social de la literatura española. Madrid: Castalia, 1978.

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Shakespeare. Prisma latinoamericano, lecturas refractadas. Linardi y Risso/ Montevideo, 2017, pág. 11-
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sol de América las vibrantes espadas, las firmes corazas de Toledo. Mientras Rocinante,
escuálido e inútil, fallece de vejez y de hambre, se desparraman por las pampas, los
montes y los valles del Nuevo Mundo los briosos potros andaluces, los heroicos
caballos del conquistador, progenitores de aquellos que un día habrán de formar, con el
gaucho y el llanero, el organismo del centauro americano. […] Así, el sentido crítico del
Quijote tiene por complemento afirmativo la grande empresa de España, que es la
conquista de América (Rodó, 1957: 1148).4

De acuerdo a esta justificación de la Conquista y exaltación de la colonización


española, América nacería, para Rodó, como un producto de la imaginación europea y
como la realización empírica de un sueño literario idealizante, tan atractivo como
desfalleciente, que se vivificará en la acción. Se trata, entre otras cosas, de una de las
versiones de la “teoría del derrame”, gestada a fines del siglo XIX, que justificó la
decadencia de España por la prodigalidad de sus fuerzas ‘heroicas’ expandidas en el
territorio americano: la idea de la madre que se debilita para dar vida a múltiples retoños
que multiplicarán, sin embargo, sus energías. La cita permite rastrear también la
supervivencia de la ideología aventurera exaltadora de las hazañas caballerescas
individuales que resultan estimables para Rodó incluso como antecedentes del gaucho,
cuya valentía destacó en las montoneras patrióticas. Los valores residuales que había
dado lugar –una vez diluida la caballería en los ejércitos regulares- a los relatos
idealizantes de “señores” en combate contra encantadores, dragones y gigantes, se
reasignaban así a la serie histórica gracias al imaginario de la Conquista americana, con
su correspondiente suposición de “quête de l'aventure” y su culto al liderazgo personal,
de la que Jonathan Hall hallará todavía supervivencias en la figura del caudillo
rioplatense que surge de las ambivalentes páginas de Sarmiento sobre Facundo Quiroga
y que alientan en el citado texto de Rodó.
El ensayo de Hall recuerda, asimismo, que en la época en que los adelantos de la
imprenta empiezan a aprovecharse con fines de divulgación masiva, el “capitalismo de
imprenta” sentaría las bases para el Estado moderno (Benedict Anderson), reactivando
ese deseo de aventura residual de la cultura aristocrática, y refundiéndolo en nuevas
formas literarias para el nuevo mercado de masas.

4
Artículo originariamente titulado “La filosofía del Quijote y el descubrimiento de América” (Buenos
Aires, La nota, 1915).

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El Quijote parece marcar en varios sentidos las transiciones todavía inestables en


el siglo XVII, cuando coexisten distintas formas de legitimación, como el poder
individual y carismático del líder guerrero –persistente en muchas formas de la
Conquista de América- y la centralización del poder monárquico estatal y burocrático.
El Quijote atestiguaría también de un modo muy evidente el poder de la
imprenta, como confirma Hall, empezando por la figura del protagonista –consumidor
moderno de los mitos nostálgicos reciclados- y siguiendo por múltiples personajes que
rodean al hidalgo devenido caballero, puesto que muchos comparten la pasión libresca,
o padecen en cierto grado la confusión-locura generada por la lectura, ya sea
combatiendo al héroe o siguiéndole el juego, todos afectados por la circulación de la
letra.
Los ensayos de Augustin Redondo y Juan Diego Vila preparados para este
volumen avanzan asimismo en esa dirección señalada por el impacto de la imprenta en
el estímulo a la emulación aventurera, en tanto afectan a los personajes, a la
configuración del libro, a los lectores, a la historia del libro y a la historia de la lectura,
todas dimensiones ya contempladas en los texto publicados por Cervantes en 1605 y
1615. La tensión anotada entre los ideales anacrónicos caballerescos reprimidos por los
cambios sociales y políticos, y reconvertidos en figuras de ficción, despliegan toda su
potencialidad en el libro, que aparece como reproductor privilegiado de imaginarios,
vehículo por excelencia de amplificación para la ‘mediación del deseo’ (Girard, 1963),
pero igualmente capaz de difundir las limitaciones y artificios de los modelos, como lo
atestigua la parodia cervantina.
El ensayo de Redondo 5 advierte que Alonso Quijano pertenece a una generación
que habría asistido a la “glorificación y repudio del libro”, que el humanismo consideró
receptáculo del saber y contra el cual advertían severamente los sectores más
conservadores y los censores. Inutilizado, improductivo para labores colectivas,
frustrado en las aspiraciones heroicas que nutrían la razón de ser de su categoría social,
al hidalgo de aldea encuentra en el libro un universo que le proporciona una razón de
existir y deviene “hombre-libro” en un acto que lo constituye –al decir de Redondo-
“hombre-libre” de hacerse a sí mismo y alzarse por encima de sus condiciones, gracias a
la actitud que supone la busca de aventuras. El recorrido propuesto por Redondo aborda

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En Cervantes, Shakespeare. Prisma latinoamericano, lecturas refractadas. Linardi y Risso/
Montevideo, 2017: 27-47.

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Shakespeare. Prisma latinoamericano, lecturas refractadas. Linardi y Risso/ Montevideo, 2017, pág. 11-
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la “locura del libro”, las relaciones entre intelecto, ingenio y locura, apelando a figuras
de El Bosco, Durero, Arcimboldo y conectándolas, a su vez, con pasajes e
interpretaciones del Quijote. El trazo envuelve a la literatura latinoamericana gracias a
una célebre foto de García Márquez con su libro Cien años de soledad abierto sobre su
cabeza, en un gesto que bien podría homenajear a Don Quijote.
Juan Diego Vila, por su parte, atiende particularmente las repercusiones del libro
en la trama de la propia novela, puesto que aunque Don Quijote no ha leído la ‘historia’
de sus hazañas, sí la han leído casi todos los otros personajes. 6 En un análisis de la
Segunda Parte de 1615 como relato que se configura en la relación y contienda con
otros libros contemporáneos, sobre todo con la Primera Parte de 1605 y con la apócrifa
continuación de Avellaneda, Vila también enfatiza los efectos de la producción
mercantil y circulación del impreso y las transformaciones, aculturaciones y
amaneramientos que la literatura produce en los lectores, centrándose en el lugar de la
ficción donde estas cuestiones se evidencian con mayor escándalo: el Palacio Ducal.
La delirante maquinaria imaginativa impuesta por los Duques pone a prueba la
capacidad fabuladora del lector más crédulo –para el caso Don Quijote-, obligado a leer
“como la imaginación manda”. Recorriendo la sobreescritura que el Quijote de 1615
hace del de 1605, el abordaje de Vila pone también en evidencia las prepotencias
ducales como expresión y condición de dominio de clase, que además de ofrecer una
interpretación del texto previo ideológicamente sesgada, incidiendo sobre la vida ya
contada del caballero, pretende orientar y controlar el sentido del libro futuro,
degradando incluso a Don Quijote y Sancho a la función de meros espectadores
desconcertados e impotentes. Todo lo cual no hace sino confirmar el poder de la letra
impresa, el riesgo de la circulación de “sentidos en pugna” y el desvelo de los sectores
dominantes por controlar y dirigir la orientación de la lectura.

Bibliografía

Fuchs, Barbara. Mimesis and Empire. The New World, Islam, and European Identities. Cambridge:
Cambridge University Press, 2001.
Icaza, Francisco A. El “Quijote” durante tres siglos. Madrid: Imprenta de Fortanet, 1918: 115.

Leonard, Irving A. Los libros del Conquistador. México, Fondo de Cultura Económica, 1953. [Edición
original en inglés: Books of the Brave, 1949]).

René Girard, Mentira romántica y verdad novelesca. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1963.

6
En Cervantes, Shakespeare. Prisma latinoamericano, lecturas refractadas. Linardi y Risso/
Montevideo, 2017: 48-81.

15
Fragmento de “El Quijote en Montevideana IX: Lectura y movimiento”. Capítulo en Cervantes,
Shakespeare. Prisma latinoamericano, lecturas refractadas. Linardi y Risso/ Montevideo, 2017, pág. 11-
26.

Katchadjian, Pablo. La ambigüedad de la aventura. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 2004.
Disponible en
http://newpagecomunicacion.sociales.uba.ar/files/2013/02/1432.pdf

Nerlich, Michael. Ideology of Adventure: Studies in Modern Consciousness (1100-1750). Vol. I.


University of Minnesota Press, 1988. Disponible en
https://books.google.com.uy/books/about/Ideology_of_Adventure.html?id=mL7TO8fmH3IC&redir_esc=
y

Rodó, José Enrique. “El centenario de Cervantes”, Escritos Misceláneos, Obras Completas. Madrid:
Aguilar, 1957. Edición, prólogo, bibliografía y notas de Emir Rodríguez Monegal: 1146-1148.
Originariamente publicado con el título “El centenario de Cervantes” (La nota, Buenos Aires, 1915).

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