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21 de marzo.

Día 7 de confinamiento

La lista de Kiril Serébrennikov, dramaturgo ruso que estuvo 20 meses en arresto


domiciliario, me ha dado pie para construir una rutina de seguimiento. Estos días
deben servir para algo más que compulsar una y otra vez el devenir de la pandemia.
Es necesario, por mi estabilidad, hacer que este periodo sirva de ordenamiento, de
recomposición.

Laura, en la otra habitación, se dispone a pintar las paredes. Voy a ayudarla. Leo los
mensajes en el móvil y me impongo un enunciado; aléjate de Albert. No le importa
nada, sólo la brutal paranoia que su cabeza lanza. No es justo. No volveré a ese piso.
Está decidido.

Pasé el día pintando. Laura se molestó, ella quería hacer ese trabajo y la relegué al de
la limpieza. Fui consciente en todo momento de que estaba ocurriendo esta situación.
Al final de la tarde explotó. Estaba frustrada y lloró. No sabía qué pensar, ni qué decir,
aunque la entendía perfectamente. No es fácil planear un ejercicio y que al final será
resuelto por otro. Ella es una persona que decide antes de actuar. Eso es de admirar.
En mi caso, casi nunca hay algo decidido previamente, y si lo hay, lo olvido.

Cenamos curry. Lo hizo ella. Lo tenía decidido.

22 de marzo.
Día 8 de confinamiento

El estado de alarma se prolonga 15 días más. Estaremos un mes encerrados. Esto


será muy complicado. Me duele la cabeza. Estoy preocupado, inquieto, algo enfadado.
Quiero salir de aquí, de esta ciudad. La recomposición será escuchar lo menos posible
a los que previamente están resueltos.

He paseado a Murph. La ciudad es bella en silencio. Es la parte buena; que nadie


sabe qué decir porque reconocen al instante su error.

Albert me enerva. Es una pose, egoísta y orgullosa. Pero en una cosa tiene razón; se
trata de modular la economía personal. Se puede vivir de forma ajustada. Es lo que
haré. Quiero que pase esto porque necesito pensar.

23 de marzo.
Día 9 de confinamiento

He decidido que escribiré este diario un día después. Durante la mañana. Me


propongo un ejercicio de memoria y no de detalle. El estudio específico de lo que
ocurre en el día me impide cierto flujo normal. Me parece ya un trabajo inmenso
centrarme en lo que ocurre, aunque entiendo perfectamente que es un excelente
ejercicio en estos días.

Tras la complicada noche del sábado, ayer decidí dejar a Laura proceder. No me
inmiscuí en lo que pretendía hacer con la pintura o la limpieza. Me dediqué a otras
cosas, siendo respetuoso, sin preguntar. Las pocas veces que intervine fue para
valorar su esfuerzo desde una posición de absoluta normalidad. Eso tuvo una
consecuencia muy amable por su parte. Ambos pudimos respirar y el día, en ese
sentido, fue muy tranquilo. En este confinamiento, es importante que, aunque
compartamos el mismo espacio, no lo hagamos a nivel mental o físico. Es importante
que cada uno mantenga sus propios quehaceres.

Tuve una mañana, creo recordar, tranquila. Para ello ayuda mucho las dobles
sesiones de entrenamiento. No siempre me apetece, pero es importante recordar que
es algo esencial para el mantenimiento físico y mental. Queda un mes por delante. Se
va a hacer duro. Además, las noticias que llegan son devastadoras. El virus está
desatado.

Por la tarde escribí a Ana. Necesitaba saber cómo se encontraba. La noté, en su


mensaje de audio, entera y hasta ciertamente feliz por vivir esta situación. Lo noto por
su empeño de cambiar el acento. Es la ruina de una pose de importancia que ella
necesita constantemente. No quiero culparla. Me pone nervioso, me genera mucho
rechazo esa indefinición, pero es simplemente una acción de búsqueda personal. Le
contesté tranquilo, aunque mentí; le dije que estaba en casa de una amiga. Debería
elaborar por qué. A bote pronto, todavía tiene un peso de fidelidad en mi cabeza. Ana
todavía es una esperanza, incluso una expectativa.

Albert, Carlos, Javi y yo estuvimos charlando por videollamada. Fue interesante


porque transcurrió en cierto clima de positivismo. Hablamos de modular nuestras
economías y pelear por encajar nuestro futuro profesional en la época postpandemia.
Estoy de acuerdo. A mí me relaja no pagar el alquiler, reducir gastos actuales por la
propia cuarentena. Necesito saber que saldré de esta con algo de dinero en el banco,
aunque no sea mucho. En el horizonte varias opciones; el proyecto de trading, el
intento de unas oposiciones y queda pendiente ese brainstorming con Laura, del que
tengo esperanzas.

Entendí que estamos en guerra. Me reconfortó, de alguna manera, que nuestra guerra
sea en casa, acomodados y conexión rápida a internet. Así se lo hice saber a mis
padres. Están bien. Han entendido que deben permanecer en casa. Son muy frágiles
ante este virus.

Día bueno, con altibajos, pero interesante.


Por cierto, Eva ha vuelto. Veo su silueta.

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