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COLEGIO: SAN CAYETANO

NOMBRE: HILLARY ALEXANDRA GUZMAN RINCON


CURSO:10D
PROGRAMA: LOGISTICA
FRACASO EMPRESARIAL

Erase una vez un fabricante Jerardo de galletas que empezó de la


nada con un producto sencillo pero original. No lo fabricaba nadie
más que él. Poco a poco, esta galleta se iba abriendo paso en el
mercado, todo era muy bueno. Primero, el mercado local; después,
la expansión por todo el territorio nacional. Los grandes
competidores habían ignorado el producto durante años; ni siquiera
se habían imaginado fabricar algo parecido para competir, no había
algo parecido. Sin hacer ruido, la marca y la galleta habían quedado
asociados por todos los consumidores.

La gerencia de la empresa se sentía orgullosa de los frutos de


tantos años de trabajo: una marca reconocida y unos beneficios que
animaban a seguir por el camino, que por ende estaban dando
frutos. Su estado de ánimo se tornó en preocupación cuando, por
razones, la última línea de la cuenta de explotación comenzó a
caerse. En un principio, no se le dio la mayor importancia; se pensó
en una de las muchas situaciones del paso que había vivido y
superado sin grandes esfuerzos. Los nervios se desataron poco
tiempo después, cuando el rubor crecía. Había que tomar medidas
drásticas. La medicina para recuperar la color sería una fuerte
reducción de costes en todas las áreas de la empresa.
El responsable de logística se vio obligado a acumular pedidos de
los clientes durante algunos días. Los transportaba y entregaba con
vehículos de mayor capacidad, mucho mejor aprovechados que en
el pasado; así ajustaba sus costes de distribución física.
Bastantes pedidos se entregaban fuera de plazo; algunos se
rechazaban y parte de la mercancía volvía al almacén de la fábrica.
Las reclamaciones de los clientes crecían y se despachaban con un
repertorio de excusas cada vez menos creíbles. Su malestar
aumentaba y los pedidos disminuían.
Los directivos confiaban ciegamente en salir de los números rojos
con los recortes de costes. Mantuvieron esa política contra viento y
marea.
Los ahorros de costes de distribución física se notaron mientras la
paciencia de los clientes no se agotaba. La lenta pérdida de clientes
revelaba síntomas evidentes en toda la empresa. El ritmo de
producción bajaba porque los almacenes se colapsaban de
mercancía. El personal del almacén tenía tiempo de sobra para
hablar de lo divino y lo humano. Sin embargo, el aprovechamiento
de los vehículos seguía siendo bueno, pero partían con menos
frecuencia. La empresa se dirigía hacia una espiral de final
inexorable: ser engullida por el ojo del huracán.
Las pérdidas de explotación llegaron a tal punto, que sólo cabían
dos alternativas: cerrar la empresa o venderla. El negocio acabó en
manos de un grupo multinacional por un precio irrisorio y se puso
manos a la obra para reflotar la marca. Años después, la vendió a
otro potente grupo nacional del sector, quien la gestiona en la
actualidad con normalidad.

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