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Usías de bata y reloj: Visiones de la moda en el siglo XVIII

Ana María Díaz Marcos


Actas del Curso “Folklore, literatura e indumentaria”

Usías de bata y reloj:


Visiones de la moda en el siglo XVIII
Ana María Díaz Marcos,
Universidad de Connecticut

Neil McKendrick ha señalado que ropa y accesorios- pudiera causar a


en el siglo XVIII se produce una la economía nacional se publica la
auténtica "revolución del consumi- Historia del lujo y de las leyes sun-
dor" perfectamente ejemplificada tuarias de Sempere y Guarinos
en el cambio cada vez más rápido (1788). Este autor, aun siendo
de las modas en el vestir (44). Este consciente de los riesgos de tipo
aumento del consumo se liga al moral que podía acarrear, conside-
entusiasmo de la época por todo lo raba el lujo como un mal necesario
novedoso, como pone de manifies- para el estado porque favorecía la
to el Libro del agrado publicado en circulación de capitales y generaba
1785: riqueza a través del comercio:

"conviene renovar el haz de la tie- "El acostumbrar a los vasallos


rra: que no haya cosa, que no sea desde la niñez a la más rígida parsi-
nueva: discurrir cosas nuevas: jugar monia, y a despreciar las frivolida-
a juegos nuevos: no comer sino des del lujo, que de nada sirven
nuevas viandas: asimismo no escu- para la verdadera felicidad, por una
Traje de maja
pir sino de un modo nuevo" parte traería infinitas ventajas al
(Museo del Traje MT000693) (Eijoecente 130). estado. Mas, esto no sería suficien-
La fascinación dieciochesca por la te para la defensa de la nación, y
para resistir a los numerosos ejérci-
moda, junto con el gusto por el lujo
tos […] para todo esto son necesa-
y la novedad cada vez más extendi- rios inmensos gastos. Estos han de
Bata (Museo del Traje MT015368) dos entre todas las clases sociales, salir, por la mayor parte, de los
hacen germinar una obsesión dis- derechos del comercio. Por consi-
cursiva por estos temas que se guiente, cuanto más se multipli-
hace palpable en numerosas obras quen los consumos, tanto más
del período. subirán las rentas de la Real
Hacienda. Si los hombres se con-
El debate sobre el lujo había enfren-
tentaran con lo necesario, apenas
tado a numerosos pensadores del habría comercio, y por consiguiente
ámbito europeo, y en España tam- se disminuiría el Erario de tal suerte,
bién se discutió ampliamente si el que no habría las rentas indispen-
lujo era positivo o no para la nación. sables para la defensa de la
En este contexto de obsesión y nación". (370)
preocupación por el lujo y por los Aunque el lujo abarcaba un ámbito
perjuicios que la importación indis- muy amplio -la casa, el mobiliario,
criminada de artículos de novedad - los carruajes, las fiestas o los ban-
especialmente tejidos, prendas de quetes que un anfitrión ofrece- lo

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La moda y el lujo en el vestir son,


por tanto, aspectos fundamentales
del imaginario cultural del siglo
XVIII. Ya en 1728 el Padre Feijoo
dedicaba un artículo de su Teatro
crítico universal al tema de la moda,
destacando su enorme poder de
seducción:
"aunque en todos tiempos reinó la
moda, está sobre muy distinto pie
en este […] Antes el gusto manda-
ba en la moda, ahora la moda
manda en el gusto. Ya no se deja
un modo de vestir porque fastidia,
ni porque el nuevo parece, o más
conveniente, o más airoso. Aunque
aquel sea, y parezca mejor se deja,
Jubón femenino
porque así lo manda la moda" (170-
(Museo del Traje MT009246a) 171).
cierto es que una indumentaria refi- A esta tiranía de la moda aludía
nada destaca a primera vista y por también Luis de Eijoecente en 1785
esa razón Romero del Álamo consi- destacando el "espíritu de moda"
deraba a la moda "hermana legíti- que se imponía en Europa (135) y
ma del lujo" (Martínez Chacón, abril subrayando la afición de su siglo a
637). La moda, el lujo y el afán de gozar del mundo y de todo lo que
novedad se convierten así en obje- se asociara a la novedad.
to de continua reflexión y controver- Los representantes por excelencia
sia a lo largo del siglo. Autores de los excesos de la moda y el lujo
como Moratín, Cadalso, Torres de en el siglo XVIII son los petimetres y
Villarroel o Romero del Álamo dedi- petimetras, también denominados
can numerosas páginas a examinar “currutacos”, “pisaverdes”, “pirra-
estas cuestiones y prestan especial cas” o “usías”, caracterizados por
atención al lujo en el vestir visto su preocupación por la apariencia y
como un "problema" específico de el gusto por lo novedoso en mate-
la sociedad del momento, causante ria de atuendo. Así, Sempere y
del empobrecimiento de la pobla- Guarinos define la moda en estre-
ción y, en general, de la decadencia cha relación con estos personajes:
y corrupción de costumbres:
"Las que en todo rigor se llaman
"el lujo, profusión y moda, son las modas son de corta duración y no
causas del crecido número de celi- tienen más subsistencia, que mien-
batos, las que siempre, y por siem- tras permanece la sorpresa de la
pre, destruyen la población, atrasan novedad. Cualquiera acaecimiento
la agricultura, suspenden las artes, público, el capricho de un petime-
impiden los matrimonios, y produ- tre, o petimetra, las muda cada día,
cen todos los males políticos de un inventando otras nuevas, o resuci-
Estado" (Martínez Chacón, Abril tando las antiguas" (373)
624). La palabra más común y más repe-

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tida en los textos de la época es racterizada como una mujer coque-


"petimetre", un galicismo que pro- ta, frívola y adicta a las modas que
cede de la forma "petit maître" y en aparece con frecuencia acompaña-
el Diccionario de autoridades se le da del cortejo o del pretendiente
define como "el joven que cuida que la acompañaba en su tocador
demasiadamente de su compostu- y actividades sociales y con el que
ra y de seguir las modas". Charles mantenía conversaciones frívolas
Kany ofrece una visión del petime- sobre sus temas favoritos: modas,
tre como víctima de la moda que vestidos, peinados y cosméticos.
puede proceder de cualquier clase En la comedia La petimetra de
social: Moratín, la protagonista aparece en
escena siempre obsesionada por
"El petimetre o petrimetre era el
su apariencia y adornada con dijes,
exquisito o dandi, un hombre joven
accesorios y vestidos llamativos:
cuyo único oficio aparente era ves-
tir a la última moda. En esa tarea "Aquel andar tan airoso,
suplantaba y superaba al lindo del aquel chiste y desenfado,
siglo XVII. Normalmente era de la aquel primor con que juega
clase media, aunque el término de la basquiña y del manto.
podría ser aplicado a miembros de su discreción, su gracejo,
cualquier clase que adoptaran una la invención de su tocado,
actitud alambicada en el vestido, la El buen gusto en el vestir,
forma de caminar y el comporta- y del vestido lo extraño,
miento. Así, un artesano que se vis- admiración de la Corte
Guantes (Museo del Traje MT000753)
tiera de día de fiesta, e incluso un es, y aun de la España; y tanto,
pobre podrían, dependiendo de la que ya por antonomasia […]
ocasión, ser llamados petimetres" la Petimetra la llaman" (66-67)
Los textos del XVIII aluden con fre- La representación crítica de estos
cuencia a los excesos de sus gran- personajes aparece reiteradamente
des hebillas, zapatos estrechos, en obras publicadas en el último
calzón apretado y llamativas chupa tercio del siglo XVIII que reflejan la
y botones, además de mencionar actividad intelectual desarrollada
su afición al maquillaje. El atuendo durante el reinado de Carlos III
de un petimetre es llamativo, osten- (1759-1788), monarca que personi-
toso y muy variado, como apunta fica los ideales políticos de la ilus-
Iriarte en su fábula El galán y la tración española (Caso González
dama. 50).
"Cierto galán a quien París aclama, La crítica de los petimetres presen-
petimetre del gusto más extraño, te en muchos de estos textos ilumi-
que cuarenta vestidos muda al año na aspectos de la sociedad del
Zapatos (Museo del Traje MT009275) y el oro y plata sin temor derrama, momento y del complejo ideario
celebrando los días de su dama, asociado al debate en torno a la
unas hebillas estrenó de estaño, moda y el lujo.
sólo para probar con este engaño
lo seguro que estaba de su fama". 1. Competición social y deseo de
Su homónimo femenino, la petime- agradar
tra, es un personaje presente en
Los ensayos críticos de la época
muchos sainetes y comedias, ca-
relacionan los excesos del lujo y la

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moda con el deseo de agradar y nes sociales y reflejo de la ansiedad


competir socialmente, convirtién- de una sociedad que se ha vuelto
Vestido masculino
(Museo del Traje MT000654) dose así en marcadores de tensio- esclava de las apariencias porque
ha sucumbido completamente al
deseo de gastar y aparentar como
medio de conquista y ascenso
social, tal y como pone de manifies-
to Sempere y Guarinos:
El motivo principal porque los pri-
meros hombres inventaron el vesti-
do, fue para la decencia, y el abri-
go. Pero la malicia trastornó bien
presto estos objetos, sustituyendo
otro, bien diferente de los primiti-
vos. Este fue el deseo de agradar y
de parecer bien […] Se cuida más
de deslumbrar a la vista que de
apasionar el corazón: y los grandes
maestros de agradar en la sociedad
son los sastres, peluqueros, y
modistas." (372-373)
Sin duda la fascinación por ciertos
accesorios de moda como escofie-
tas, guantes o medias se debe a
que las clases bajas presenciaban
una exhibición constante de lujo y
vestuario a la moda por parte de la
nobleza y clase media. De esta
forma, la criada Mariquita Estropajo
del sainete de Ramón de la Cruz La
presumida burlada (1768) aparece
burlonamente representada por sus
ansias de señorío después de morir
su ama y casarse con el que fuera
su patrón. Los delirios de grandeza
de esta presumida la llevan a con-
tratar un profesor de canto, hablar
del palacio de su familia y darse
aires de petimetra. Sin duda,
Ramón de la Cruz buscaba en este
sainete la complicidad del auditorio
ofreciendo un final ejemplarizante al
quedar escarmentada la protago-
nista por la aparición al completo
de su familia -unos pueblerinos
nada refinados- y descubrirse lo
absurdo de sus ínfulas y pretensio-

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nes. ante los otros: el deseo de agradar


Este sainete, en principio, docu- domina el ambiente y, al mismo
menta la posibilidad de ascenso tiempo, se teme la falta de distin-
social -en este caso tras un matri- ción social al difuminarse levemen-
monio ventajoso- pero también el te las diferencias en la apariencia,
nerviosismo ante esa epidemia de es decir, se vuelve especialmente
imitación social que puede difumi- necesario que el vestido y el porte
nar las diferencias ostensibles a pri- hagan ostensible la clase para
mera vista, es decir: se percibía que seguir manteniendo inamovible el
ese afán de los criados por imitar a sistema y las jerarquías.
sus amos era peligroso para el sis- Sería ingenuo considerar que el
tema y las jerarquías. temor de autores como Jovellanos
No obstante, el interés creciente o los editores del periódico ilustra-
por la moda no puede explicarse do El Censor a la "mezcla" e indis-
únicamente por el deseo de medrar tinción obedezca a una posible
socialmente. Es preciso tener en confusión real entre señoras y cria-
cuenta que este proceso se produ- das basada en la similitud de su
jo también a la inversa, como ejem- indumentaria. Lo que los textos de
plifica el fenómeno del majismo, finales del XVIII ponen de manifiesto
muy criticado por los ilustrados, con sus críticas y representaciones
que consistía en la apropiación por satíricas no es que esa confusión
parte de las clases altas de los fuera remotamente posible sino
modales, el porte, el lenguaje y el que se temía que pudiera serlo en
atuendo de las clases populares, el futuro. En este sentido aparece
aplebeyando sus modales. Así, con frecuencia representada la cria-
Jovellanos en su Sátira contra la da contagiada del afán de moda de
mala educación de la nobleza, alu- su señora, como la sirvienta de La
día al gusto de una parte de la petimetra de Moratín "cualquier
nobleza por imitar los modales ple- moda que salga/ por Dios, señora,
beyos y en Pan y Toros criticaba la que sean/ las primeras que se
mezcolanza que se producía en las vean/ nosotras con ella" (137).
plazas de toros: Según esto, el temor ante la moda
como recurso para competir y
"mezclados los sexos sin ningún
ascender socialmente más que
recato, la tabernera con la grande
constatar una realidad reflejaría los
de España, el barbero con el
duque, la meretriz con la beata y el temores del siglo ante el desmoro-
seglar con el sacerdote; donde se namiento del sistema jerárquico. El
presentan el lujo, la disolución, la sainete de Ramón de la Cruz La
desvergüenza, el libertinaje, el atre- presumida burlada no pretende
vimiento, la estupidez, la truhanería, ilustrar el peligro que representan
y, en fin, todos los vicios que afean las criadas que pueden seducir a
a la humanidad, como en el solio de sus amos para ascender en la
su poder" (citado por Rodríguez
escala social sino que burla y
Solís 93).
escarnece a aquellos que tratan de
Esta sociedad, por tanto, se carac- ocupar el lugar que no les corres-
teriza por una notable ansiedad ponde. Esa ridiculización satírica

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es, por tanto, fuertemente conser- a lo extranjerizante, percibido como


vadora de las diferencias y jerar- un atentado a la idiosincrasia casti-
quías. La moda y la indumentaria se za.
convierten así en perfecto reflejo de Cuando la petimetra del sainete Las
los temores y conflictos de clase de majas vengativas (1768) es dibuja-
la sociedad dieciochesca. da como una "usía de bata y reloj"
(Cruz 2: 37) se está aludiendo al
2. Majos y petimetres: patriotismo y vestido de corte francés y al gusto
afrancesamiento
de la época por accesorios como
Goya retrató en pinturas y graba- relojes, dijes, cajitas y cadenas. La
dos a petimetres y petimetras, maja, en cambio, escogía un atuen-
majos y majas que encarnan idea- do de corte más castizo: "vistosa
les opuestos representados a tra- moña de seda y plata en su negra
vés de estéticas y actitudes bien trenza; rico jubón de raso; saya
distintas que, a su vez, ilustran un corta, adornada de azabaches y
aspecto clave relacionado con la abalorios; graciosa mantilla caída
moda y la indumentaria de la sobre el cuello; media de seda y
época: la idea de patriotismo frente zapato de terciopelo" (Rodríguez
Solís 48). Los majos -a diferencia
de los petimetres- llevaban calzón
ajustado, medias, zapatillas con
hebilla, chaleco, chaquetilla, faja,
capa larga y el pelo largo recogido
con una redecilla (Kany 222). Majos
y petimetres marcaban con su
atuendo dos posiciones ideológi-
cas opuestas: el afeminamiento y
afrancesamiento de los segundos
encontraba su contrapunto en el
casticismo y la virilidad de los pri-
meros. No resulta casual que los
vocablos como “petimetre” y “peti-
metra” procedan de una expresión
francesa ya que estos personajes
se caracterizaban precisamente por
la fascinación por todo lo francés,
especialmente en materia de moda
y estilo, y por un lenguaje salpicado
de galicismos. El propio Feijoo
apuntaba ya en 1726 que los exce-
sos de la moda provenían de
Francia, identificada con la ligereza
y la frivolidad:

"Francia es el móvil de las modas.


Vestido masculino
De Francia lo es París, y de París un
(Museo del Traje MT020352) Francés, o una Francesa, aquel, o

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aquella a quien primero ocurrió la una actitud completamente hostil al


nueva invención (…) Los Fran- influjo extranjero, y los hombres de
ceses, en cuya composición, según los barrios bajos, como revancha a
la confesión de un Autor suyo, entra su miseria, se atrincheraron en
por quinto elemento la ligereza, con aquella xenofobia y acentuaron su
este arbitrio influyeron en todas las desprecio hacia los petimetres
demás Naciones su inconstancia, y ricos. Se consideraban superiores a
en todas establecieron una nueva ellos, y llegaron a creerse deposita-
especie de Monarquía (…) el mal rios y genuinos representantes del
que nos hacen los Franceses con espíritu castellano en sus más
sus modas: cegar nuestro buen jui- puras esencias." (Martín Gaite, 76-
cio con su extravagancia, sacarnos 77)
con sus invenciones infinito dinero, Lo más notable, en todo caso, es
triunfar como dueños sobre nuestra
que majos y petimetres "represen-
deferencia, haciéndonos vasallos
de su capricho" (172). taban" a través de su vestido y de
Cadalso, a su vez, documenta en su lenguaje corporal esos conteni-
las Cartas Marruecas el vocabulario dos antitéticos. Los excesos de
galicista de la hermana de Nuño, ambos los llevaban a convertirse
una petimetra que utiliza palabras incluso en caricatura, en actores
como “bonete de noche”, “desabi- que utilizaban el espacio urbano
llé”, “toeleta”, “piquete”, “maistre como escenario para actuar ante
d'hotel” y expresiones que son cal- los otros trasmitiendo mensajes
cos del francés como "mi nuevo políticos (patriotismo / afrancesa-
jefe de cocina es divino, él viene de miento) y de género (afeminamien-
arribar de París" (130). En conse- to/hombría). La cuestión del afemi-
cuencia, los petimetres se identifi- namiento frente a la virilidad se rela-
caban con el afrancesamiento de ciona con las expectativas de géne-
modales y lenguaje y la fascinación ro que se examinarán en el aparta-
por todo lo procedente de Francia, do siguiente, pero resulta interesan-
lo que significaba no sólo una trai- te destacar también esa idea de la
ción a los ideales patrios sino un actuación o representación tan cara
peligro para la economía española, al siglo XVIII, considerado por los
seriamente perjudicada por la hermanos Goncourt el "siglo de
importación indiscriminada de pro- amaneramiento universal" (23).
ductos de moda procedentes de La noción de teatralidad se relacio-
Francia. Este gusto por lo francés na con la afición de la época por la
se percibirá como algo especial- actuación ejemplificada en los bai-
mente peligroso cuando estalle la les de máscaras o en la costumbre
Revolución Francesa, aspecto que de posar y hacerse retratar de una
ayuda a entender los temores que sociedad en la que el disfraz jugaba
suscitaban los petimetres entre sus un importante papel (Ribeiro 174).
coetáneos. Frente a esto los majos El gusto de ciertos nobles por dis-
pretendían encarnar el espíritu cas- frazarse y jugar a ser majos sería un
tizo opuesto al exceso extranjeri- ejemplo de esta actitud lúdica, al
zante: tiempo que el comportamiento rela-
mido de muchos petimetres y peti-
"El pueblo se había replegado en metras constituye una cuidada

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actuación que pone en escena una sociedad en la que domina la


contenidos e ideas que muchos teatralidad sobre lo genuino y las
coetáneos percibían como antipa- personas se convierten en muñe-
trióticos y subversivos. Petimetres y cos:
majos encarnan ideales opuestos,
"Antiguamente hacíamos del per-
sus vestidos y modales son el
sonaje Godo, como estatuas de
soporte del papel que quieren
piedra tallada […] pero ahora
representar: el refinamiento euro- somos unos titerillos alegres, que
peo y aristocratizante o la virilidad hacemos gestos, que afectamos
castiza y plebeya. No debemos, una compostura supersticiosa, que
por tanto, identificar el majismo con guiñamos el ojo […] que nos echa-
un comportamiento "natural" frente mos polvos" (44-45).
a la afectación de los petimetres, A esta mentira del petimetre se
pues ambos eran exceso y artificio, oponía no la virilidad chabacana del
como subraya Martín Gaite al mati- majo -otra forma de actuación, al
zar que el estilo de los majos "mez- fin y al cabo- sino el ideal más natu-
cla de agresividad, chabacanería e ral del hombre de bien, identificado
Polonesa (Museo del Traje MT001004/5) insolencia, que llegó a ser […] el con el patriotismo, el valor, la reli-
reverso de la imagen que rechaza- giosidad y la inmunidad a las
ban, pero tan caricaturesco como modas frente a la ociosidad y frivo-
ella" (77). lidad del petimetre, tal y como
Entendida esta noción de actua- expone Nuño en las Cartas marrue-
ción, es más fácil comprender la cas:
insistencia de los ilustrados por
caracterizar a los petimetres y "por cada petimetre que se vea
currutacas como falsedad, subra- mudar de modas siempre que se lo
manda su peluquero, habrá cien mil
yando que su comportamiento es
españoles que no han reformado
"teatro" frente a lo genuino del
un ápice en su traje antiguo. Por
hombre de pelo en pecho, repre- cada español que oigas algo tibio
sentante de los valores autóctonos. en la fe, habrá un millón que saca-
Es decir, en estos textos se reitera rán la espada si oyen hablar de
que los petimetres son una especie tales materias" (Cadalso 98).
de simulacro y por eso se les retra-
ta como personas incompletas. Así, 3. La ruptura con las expectativas
de género
Álvarez de Bracamonte los consi-
dera "más títere que Polichinela, y Como se ha visto, la "petimetrería"
mas mono que otro tanto" (Cañas se asociaba al artificio, frente al
Murillo 35). ideal de lo natural y genuino. A este
La referencia al polichinela alude a respecto, nada ha sido más procli-
toda una nomenclatura que refleja ve al juicio de lo que es o no natu-
la percepción de este personaje ral que la ideología asociada cultu-
como marioneta de una pantomima ralmente a cada sexo y, en este
frente a la utilidad social del indivi- sentido, la incomodidad ante estas
duo propugnada por los ilustrados. figuras se debe a que el comporta-
Así, por ejemplo, Luis de Eijoecente miento de los petimetres y curruta-
destaca el papel de los títeres en cas atentaba contra los patrones

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de género establecidos. Estos per- sin faldas" (ibíd. 35). Es decir, se


sonajes resultaban especialmente trata de personajes "antinaturales"
subversivos por su ataque directo que no son identificables inmedia-
al molde de género y su relación tamente como hombre o mujer, lo
con otro ideal ambiguo, rebelde, cual se asocia directamente con la
cosmopolita, extranjerizante y "frí- degeneración y la inmoralidad. En
volo", pero su frivolidad erosionaba este sentido, el periódico La pensa-
las categorías establecidas, provo- dora gaditana (1763-1764) dedica
cando una gran ansiedad. uno de sus números al tema del
afeminamiento de los hombres
3.1. La afeminación de los petime- destacando su nueva costumbre
tres de maquillarse y perfumarse y su
comportamiento amanerado:
Uno de los rasgos de los petimetres
es su amaneramiento y afemina- "No me pondré de propósito a refe-
rir el tiempo que consumen en pei-
ción que aparece reiteradamente
narse, los afeites con que muchos
en los textos dieciochescos. Así, hacen resplandecer la delicada tez
Torres Villarroel define al petimetre de su rostro, el cuidado de la blan-
como "mozo puta, amolado en cura de sus manos, ni menos los
hembra" (28) y subraya, con res- olores, los moños y encajes con
pecto a este tipo de hombres que que acompañan su desfigurada
"gastan tocador y aceite de sucino gentileza. Tampoco contaré los
porque padecen males de madre; quiebros, los melindres, los suspi-
gastan polvos, lazos, lunares y bra- ros con que se hacen presentes en
las visitas." (Cienfuegos 65)
zaletes, y todos los disimulados
afeites de una dama; son machos
desnudos y hembras vestidos"
(ibíd.).
Los autores del XVIII insisten en
denostar a estas figuras por su aso-
ciación con lo femenino, su ambi-
güedad sexual y afeminamiento
que retaban los moldes de género
establecidos. Luis Álvarez de
Bracamonte en El petimetre por la
mañana (1762) también se refiere a
estos personajes destacando la
imposibilidad de encasillarles en
uno u otro sexo, por lo que se con-
vierten en "gallina entre gallos y
gallo entre gallinas" (Cañas Murillo
34) de modo que les considera
"diptongo o equivocación de la Vestido masculino
(Museo del Traje MT000900)
Naturaleza, común de dos en el
gesto, ambiguo en las facciones, De igual forma, el sainete de
Doña Tal con calzones y Mariquita Ramón de la Cruz titulado El peti-

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metre retrata al protagonista, Don amenaza el estilo ambiguo de los


Simplicio, como un hombre que petimetres.
dedica la mañana al peluquero y al Por otra parte, resulta de sumo
tocador, que se jacta de sus manos interés considerar el concepto de
blandas y lleva todo tipo de dijes y "manos blandas" que aparece en el
accesorios -relojes, cascabeles, sainete El petimetre, en tanto que
cajitas de rapé, frasquitos y pañue- ese afeminamiento se consideraba
los de olor- de forma que él mismo un impedimento insuperable para
reconoce que siempre va "hecho desempeñar correctamente las
una botica" (180). tareas y empresas propias del
Esta apariencia recargada y la acu- sexo, tal y como subraya La pensa-
mulación de objetos y accesorios dora gaditana: "¿Pero los hombres,
para dar empaque y realizar una que fueron criados para gobernar
exhibición constante se identifica los reinos, mandar ejércitos, pisar
en estos textos con la emulación de cátedras, ocupar tribunales, se han
lo femenino, es decir, se aborrece de entregar a la delicadeza, al lujo y
este comportamiento por ser imita- a la afeminación? ¡Vergüenza gran-
ción de la mujer, como explícita- de!" (Cienfuegos 65). Es decir, que
mente subraya Torres Villarroel: el comportamiento de los petime-
tres no sólo era considerado anti-
"Cuidan los hombres de este siglo
natural, indicio de depravación y
solamente en afeitarse a menudo,
decadencia cultural sino que aten-
tomar mucho tabaco y chocolate,
mirar las ventanas, en traer un patri- taba también contra la división tra-
monio en cajas, sortijas, relojes, dicional de los sexos en tanto que
palilleros, encajes y puntas y todo los pisaverdes, con su comporta-
su estudio es imitar a las mujeres, y miento, se negaban a actuar como
hurtarles el genio y los adornos. se esperaba de los verdaderos
¡Desdichada edad aquella en que hombres:
los hombres viven tan afeminados."
(112) "(la naturaleza) parece que está
Cristina Molina Petit ha apuntado avergonzada de mirar cada día más
y más burlados sus intentos y des-
que esta misma preocupación por
preciados sus esfuerzos en produ-
el afeminamiento de la sociedad cir hombres, hombres, y que se
está presente en Rousseau y entretiene en franquearnos muñe-
Montesquieu y, en cierta medida, cos, que lejos de cumplir con la
puede decirse que para ambos obligación de su valiente sexo, sólo
autores "cuando las cualidades piensan en ser hombri-mujeres,
femeninas pasan a ser valores adulterando con afeminación lo
sociológicos, la sociedad puede majestuoso, lo respetable y lo vene-
considerarse depravada" (83). rable de su hermosura." (ibíd.)

De esta forma, la generalización de A este respecto, Rebecca Haidt ha


un comportamiento afeminado y la subrayado que los petimetres de
mayor presencia de lo femenino en estos textos eran más que perso-
la sociedad se identificaba con la najes "reales" representaciones de
degeneración y la decadencia y por las tensiones de género que su
eso se percibía como una gran existencia despertaba (108). No es

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Usías de bata y reloj: Visiones de la moda en el siglo XVIII
Dra. Ana María Díaz Marcos
Actas del Curso “Folklore, literatura e indumentaria”

casual, por tanto, que aparezcan de las responsabilidades propias de


con frecuencia retratados mediante la edad adulta en favor de una frivo-
imágenes de humanidad degrada- lidad que era interpretada como
da. Torres Villarroel, por ejemplo, juego de marionetas frente a la utili-
asocia el acortamiento de sus nom- dad social del individuo encomiada
bres con un estado infantil perma- por los ilustrados.
nente: "hacen a los hombres del
tamaño de sus estaturas, y se lla- 3.2. Las petimetras y el hogar.
man Periquitos, Manuelitos, Fraz-
Si los petimetres se identificaban
quitos" (29). Álvarez de Bracamonte
con la afeminación y el amanera-
también alude a la incapacidad o
miento, las currutacas se percibían
negativa del petimetre a alcanzar el
como una grave amenaza para el
estado adulto y las responsabilida-
reparto de papeles de género por
des subsiguientes, identificándose
su rechazo de la posición tradicio-
con una eterna minoría de edad
nal de la mujer en familia y la socie-
que lo iguala a la mujer y a los
dad. Los textos que las denuestan
niños:
no las representan como marima-
"Cuatro niñerías lo ocupan, y otras chos, es decir, que su subversión
tantas frioleras lo llenan, sin que no es idéntica a la de los hombres,
quede lugar para un cuidado, para pero sí paralela, pues su actitud
un pensamiento varonil, sólido y supone un cambio radical en el
fructuoso […] unas inclinaciones
comportamiento considerado apro-
afeminadas, unos deseos vanos,
unos antojos mujeriles, unos pen- piado para la mujer.
samientos aniñados". (Cañas
Murillo 50) Bata (Museo del Traje MT009319)
Para La pensadora gaditana los
petimetres son "muñecos" (Cien-
fuegos, 65), mientras que Álvarez
de Bracamonte los considera "mas
títere que Pulichinela, y mas mono
que otro tanto" (Cañas Murillo 35).
La referencia al polichinela y al
muñeco son sólo algunos ejemplos
de toda una nomenclatura que
refleja la percepción de este perso-
naje como marioneta de una panto-
mima: "títere, muñeco, arlequín,
chuchumeco, figurín, duende,
manequín, chisgaravís y saltimban-
quí" (Martín Gaite 282). Es decir: la
figura del petimetre resultaba
abyecta y perversa por su ataque a
las fronteras de género, su renuncia
a desempeñar los papeles propios
de la masculinidad y por el rechazo

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Un aspecto crucial a la hora de echa al puchero la especia,


entender las representaciones de la y dí a quien venga que espere".
petimetra en textos como La peti- (192)
metra de Moratín (1762) o La fami- Esa "obediencia" del marido lo
lia a la moda de María Rosa Gálvez identifica con la figura del "calzona-
(1805) tiene que ver con la amena- zos" tal y como específicamente
za que representa para el principio reconoce Canuto, al encarar al final
de autoridad masculina. Así, La de la obra a su esposa, la coqueta
pensadora gaditana subraya que y petimetra Madama Pimpleas de
tal autoridad está en crisis, en parte La familia a la moda:
por la misma actitud de los petime-
"Pues yo, que estoy aburrido
tres:
de sufrirte y afrentado,
"En ningún tiempo se miran más si a la orden lugar has dado
burlados [los hombres] de las pro- obraré como marido.
pias mujeres y menos respetados Me ataré bien los calzones".
que en el presente. Antiguamente (Gálvez 254)
[…] los hombres eran obedecidos Esta misma cuestión aparece en la
con respeto gustoso; hoy se miran carta ficticia del marido de una lec-
lisonjeados con una obediencia fin- tora petimetra a La pensadora
gida. Porque valga la verdad:
gaditana: "Es el caso que estando
¿cómo ha de poner temor en su
casa y a su familia un Adonis que habrá ocho días en una junta de
nada piensa menos que en hacerse amigos, tuve unas palabras con
respetar?" (Cienfuegos 69). uno, el que imprudente me llamó
Pero, además, esa autoridad tam- gurrumino, y me dijo que yo era la
bién se desmorona por la actitud mujer de mi casa, y que se me divi-
de las petimetras. Así, en el sainete saban las enaguas desde cien
de Cruz El petimetre aparece la leguas" (Cienfuegos 95). En definiti-
figura de Don Simplicio, marido y va, los textos que retratan a las
padre de petimetras, que se ve petimetras destacan la negativa de
obligado a coserse sus propias éstas a someterse a la autoridad
medias ante la negativa de todas del esposo y subrayan su presencia
las mujeres de su casa a hacerlo, en el espacio público, alejadas del
por hallarse ocupadas en tareas recato y la domesticidad propues-
como leer seguidillas (185). La pre- tos como idóneos para la mujer.
sencia en escena del marido y La figura de Madama Pimpleas
padre con aguja e hilo causaría la resume a la perfección los principa-
hilaridad del público, al igual que el les defectos achacados a las curru-
final del sainete en el que las muje- tacas: está obsesionada por ser
res se van con sus acompañantes elegante y es una esclava de la
mientras Don Simplicio queda solo moda, le fascina todo lo que sea
en casa con la obligación de obe- francés, es una derrochadora y
decer las siguientes órdenes de la está tan endeudada que ha consu-
esposa: mido el mayorazgo de su hijo y
tiene un amigo marqués que hace
"Tú en casa te queda el papel de cortejo y la ayuda a ves-
Y si tarda la criada, tirse en su tocador.

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Además, Madama Pimpleas, apa- y adornada con todas las baratijas


rece reflejada como una mujer y accesorios propios de cualquier
dominante y egoísta que llega a petimetra que se precie:
competir con su propia hija y la
"Muy bien, las cintas,
mete en un convento para que no
las sortijas, las pulseras,
oscurezca su belleza, como reco-
el collar, el ramillete,
noce el padre: los guantes, caja y frasquera,
el reloj, las arracadas
"Ya verás que es muy hermosa,
y lo que sabes que lleva
joven, llena de candor,
una mujer de mi porte". (92)
y así no la hace favor
su compañía a mi esposa". Frente a eso, su prima María, refle-
(Gálvez 166) jo de todas las virtudes, la sirve y la
En consecuencia, Madama Pim- reprende al mismo tiempo por estar
pleas, queda retratada como una ociosa y no dedicarse a las labores
madre desnaturalizada, que tiene domésticas, es decir, a las activida-
celos de su hija e intenta impedir su des propias de su sexo:
felicidad y, además, lo hace por
"Ya ves que tú no haces nada,
puro egoísmo y vanidad, ya que se y yo siempre cocinera
siente atraída por el joven que aspi- te sirvo, como si fuera
ra a ser su yerno, a quien intentará la más indigna criada.
seducir sin éxito. Este personaje Pues no, prima, no es razón,
aparece representado con todos que la que ha de ser mujer
los rasgos que Haidt considera de todo debe saber,
característicos de las petimetras: se del estrado y del fogón". (76)
negaban a ser confinadas en el En este sentido, el criado Roque
ámbito doméstico, eran manirrotas expone su parecer sobre qué tipo
y coquetas y sus deseos y hábitos de actividades debe realizar una
retaban los parámetros culturales mujer de bien, y por eso Jerónima
que enmarcaban el comportamien- representa para él una "madama
to femenino apropiado (110). fatal" (102) presumida, melindrosa y
Por su parte, La petimetra de afectada que siempre está "pen-
Moratín también ofrece una intere- sando en el uso nuevo / y en darse
sante visión de esta figura, al repre- en la cara el unto / ni sabe coser un
sentar a dos primas completamen- punto / ni echar sal a un huevo"
te distintas: la petimetra Jerónima y (ibíd.).
la recatada María, de forma que el Cocinar y coser son, por tanto, las
contraste resalta los defectos de la actividades propias del sexo feme-
primera frente a las virtudes de la nino y las petimetras como
segunda. Jerónima es vanidosa, frí- Jerónima o Madama Pimpleas, con
vola y presuntuosa y hace creer a su intensa vida social y su rechazo
todos que es depositaria de una del ámbito doméstico y las activida-
dote de la que carece y que perte- des hogareñas, retaban el reparto
nece en realidad a la humilde María. tradicional de papeles y, en definiti-
Jerónima aparece en escena siem- va, el mismo concepto de familia y
pre obsesionada por su apariencia hogar con su engreimiento y narci-

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sismo. En esta comedia, Jerónima mera existencia, difuminaban las


aparece en escena embebida en fronteras establecidas identificán-
mirarse al espejo, frente al recato y dose con un "otro" más rebelde
la discreción de su prima María, ante los ideales establecidos. Los
cuyo temperamento modesto la petimetres, con sus andares ama-
hace representante de los antiguos nerados y su gusto por los cosmé-
valores. El propósito didáctico de la ticos, representaban un concepto
obra es obvio, pues María termina- de masculinidad refinada, artificiosa
rá casándose con el galán discreto y ambigua, mientras que las peti-
y rico, mientras que Jerónima se ve metras, con sus cortejos y actividad
forzada a hacerlo con Damián, un social, suponían un ataque directo
petimetre pobre que la toma por a la figura del ángel del hogar: eran
obligación y considera que la vida cualquier cosa menos las mujeres
será un infierno con ella (146). En recatadas y silenciosas que pasa-
definitiva, la petimetra Jerónima es ban su vida entre la cocina y la sala
retratada como "engañoso oropel" de costura. El comportamiento y
frente al "oro fino" que representa actitud de los petimetres supone
su prima, la mujer tradicional (110). una rotunda trasgresión de los ide-
ales de género y de la noción de
4. Conclusión utilidad social del individuo. La
moda, el lujo y la actuación consti-
Si "la moda o inclinación a lo tuyen las herramientas para elabo-
moderno es innato a nosotros mis- rar una identidad distinta a la esta-
mos", como subraya La pensadora blecida culturalmente como desea-
gaditana (205), lo cierto es que la ble y apropiada.
sociedad del XVIII conoció muy
bien esa "naúsea en lo poseído y el
Obras citadas
inmediato anhelar por lo nuevo"
(ibíd. 204), y sucumbió al hechizo CADALSO, José de, Cartas marrue-
del lujo, la moda y la novedad. Tal cas, Madrid, Espasa Calpe, 1993.
situación generó una controversia CAÑAS MURILLO, J.; Lama, M.Á.,
sobre si el lujo era positivo o no "De petimetres y petimetras de la ilus-
para la nación y, al mismo tiempo, tración: El petimetre por la mañana y
una diatriba contra los petimetres y El petimetre por la tarde, de Luis Álva-
rez de Bracamonte", Anuario de estu-
petimetras como figuras que encar- dios filológicos, 17, 1994, pp. 27-55.
naban esa fascinación por la moda
CASO GONZÁLEZ, José Miguel,
y el adorno. La virulencia de las Historia de la literatura española:
acusaciones contra tales persona- Siglo XVIII, León, Everest, 1995.
jes pone de manifiesto que su frivo- CIENFUEGOS, Beatriz, La pensadora
lidad provocaba un gran nerviosis- gaditana, Cádiz, Servicio de Publi-
mo por lo subversivo de su com- caciones Universidad de Cádiz, 1996.
portamiento. Los petimetres y peti- CRUZ, Ramón de la, Sainetes, Bar-
metras, además de representar el celona, E. Domenech y Cª, 1882.
gusto extranjerizante y la falsedad EIJOECENTE, Luis de, Libro del agra-
artificiosa, retaban los moldes y do, Barcelona, Viuda Piferrer, 1785.
expectativas de género y, con su FEIJOO, Benito Jerónimo, "Las mo-

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Folklore, literatura e indumentaria

das", en Teatro crítico universal. Vol. 2 MARTÍNEZ CHACÓN, Elvira, Efectos


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