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¿Se puede medir la maldad humana?

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“Cada uno de nosotros tiene tres posibilidades: ser pasivo y no hacer nada, ser malvado o
convertirse en un héroe.” Philip Zimbardo.

La maldad existe y la vemos o leemos a diario. Es un concepto que ha ido cambiando a lo largo del
tiempo y que ha tenido connotaciones religiosas, filosóficas, morales, culturales y hoy…científicas.
En el medievo la maldad se personificaba en brujas, herejes y en el propio diablo. Hoy es más
cotidiana, real y tangible, alejada de mitos, miedos y supersticiones porque la maldad es una
construcción humana. Podemos observarla en un niño que agrede a otro, en una madre o un padre
que asesina a su hijo o en un individuo que mata a sangre fría a varias personas en un centro
comercial, una tarde de sábado. Pero ¿debemos hablar de personas malvadas o de actos
malvados que llevan a cabo las personas?

Lo cierto es que la maldad forma parte de la condición humana y no tiene rostro ni edad
determinada. A ella se le achaca la crueldad más absoluta e inimaginable. En nuestras sociedades
hay un alto porcentaje de personas tóxicas, perversas, crueles y dispuestas a hacer el mal. Pero…
¿De qué está hecho un malo? ¿La maldad es intrínseca al ser humano o el ser humano se hace
malo con el paso del tiempo debido a determinadas circunstancias? ¿Todos podemos ser malvados
en un momento determinado de nuestra vida? ¿La maldad es una mancha en el alma o una
disfunción de la mente humana[1]? ¿Hasta cuándo se es malo? Y lo más importante: ¿Se puede
medir la maldad?

MALDAD Y CIENCIA

Es innegable que hay personas con cierta predisposición a realizar actos malvados, pero nadie
nace predestinado a ser malo. Según el neurocientífico James Fallon, una tendencia genética hacía
la violencia unida al maltrato infantil, son literalmente “una combinación asesina”. Una de las cosas
que nos hace humanos, aparte de la empatía, es el libre albedrío para decidir entre el bien y el mal,
pero no viene en nuestros genes ser buenos o malos, no hay un determinismo a ser malvado.

Tenemos genes para propensiones del temperamento, para la agresividad, para la insensibilidad
ante el sufrimiento ajeno y si los tienes reúnes una serie de criterios biológicos que acercan a los
humanos al concepto filosófico de maldad, pero no existe el gen de la maldad. Debemos
entenderla como el fruto de complejas interacciones entre predisposiciones biológicas y factores
sociales y ambientales. Sin embargo, aún no podemos establecer cuánto hay de cada factor en un
sujeto malvado.

La ciencia durante mucho tiempo ha eludido el concepto de maldad, pero ahora está desvelando
los misterios de la violencia. A lo largo de la historia de la psicología se han llevado a cabo
numerosos experimentos cuestionándose si la maldad es intrínseca al ser humano, si se nace
malo, como el Experimento Milgram de Stanley Milgram en 1961 o El experimento de la “cárcel” de
Stanford de Philip Zimbardo en 1971.

En 1994 Raine y otros


investigadores a través de la neuroimagen y sus diferentes técnicas (escanogramas cerebrales)
determinaron que los lóbulos frontales y temporales de los asesinos y los psicópatas
presentan deficiencias funcionales y estructurales de modo que la baja actividad de la corteza
prefrontal predispone a la violencia.

Hoy las investigaciones del neurocientífico Jesús Pujol nos dan nuevos datos: el mal se esconde en
el cerebro (no en el alma). Dicho con mucha simplicidad, la maldad sería un “cortocircuito neuronal
entre la parte emocional de nuestro cerebro y la parte intelectual”. A través de la neuroimagen, ya
podemos ver la maldad en una fotografía, podemos ver de qué manera una persona procesa las
emociones y que partes del cerebro están implicadas. Pujol lo llama “mapear el cerebro de los
psicópatas”, sin duda las personas más malvadas que existen. La ciencia moderna cree que
podemos entender la maldad teniendo en cuenta el cerebro, los genes y el ambiente de los
individuos, de modo que se pueden llevar a cabo actos malvados sin que existan patologías.

Otros neurocientíficos como Paul J. Zak, hablan de “La molécula de la moral”, afirmando que es la
oxitocina, que es un neurotransmisor, la que influye directamente en el comportamiento de las
personas y la que explica porque hay personas buenas y generosas y otras pueden llegar a ser
crueles y malvadas.

LOS 22 NIVELES DE MALDAD DE MICHAEL STONE

En 2001 el Dr. Michael Stone, psiquiatra forense de la Universidad de Columbia, creó una escala
que mide los rincones más oscuros de nuestro comportamiento, evaluando el crimen para
profundizar en las mentes que albergan el mayor índice de maldad.

Analizó factores neurológicos, genéticos y ambientales, a través de entrevistas cara a cara con
criminales, para intentar comprender que es lo que lleva a un individuo a matar a una o más
personas. Creó una escala de la maldad que tiene 22 niveles[2], teniendo en cuenta una serie de
indicadores: la depravación del crimen, la planificación, su puesta en escena, si torturó a la víctima,
si la agredió sexualmente, etc. Esta escala está dividida en tres niveles:

Nivel 1 al 8, asesinos impulsivos que cometen un solo acto criminal en un momento de rabia, celos,
venganza o complicidad sin que tengan rasgos psicopáticos.

1.- Personas que matan en legítima defensa y que no muestran rasgos psicopáticos, de
modo que estas personas carecen de maldad.
2.- Asesinatos por celos o crímenes pasionales cometidos por sujetos egocéntricos e
inmaduros, pero sin rasgos psicopáticos.
3.- Personas que están dispuestas a ser compañeros de asesinos. Muchas de ellas
tienen algunos rasgos antisociales, con una personalidad aberrante y son impulsivos.
4.- Matan en legítima defensa, pero han llevado a cabo algún acto o conducta que ha
provocado que la víctima lo ataque.
5.- Personas traumatizadas y desesperadas que asesinan a familiares u otras personas
tras abusos recibidos. Sus actos surgen como respuesta desesperada ante la rabia
llevando a cabo una efectiva venganza.
6.- Sujetos impetuosos, exaltados, que no tienen marcados rasgos psicopáticos pero
que actúan “en caliente” dejándose llevar por sus impulsos.
7.- Asesinos narcisistas y posesivos, que generalmente matan a seres queridos o a
familiares por celos.
8.- Personas que no presentan una psicopatía pero viven con una rabia subyacente.
Matan tras un suceso que desencadena esa rabia.

Nivel 9 al 15, asesinos con algunos rasgos psicopáticos (psicopatía instrumental) y psicóticos
(fuera del contacto con la realidad).
9.- Amantes celosos que presentan determinados rasgos psicopáticos.
10.- Asesinos que matan instrumentalmente a otras personas (sicarios) o porque se
interpusieron en su camino, con una marcada personalidad egocéntrica.
11.- Asesinan a aquellas personas que les estorban para llevar a cabo alguna acción.
12.- Personas con deseos de poder que se sienten acorraladas, porque sus planes
empiezan a fallar.
13.- Asesinos psicópatas rabiosos que pierden el control de sus peores emociones y le
dan rienda suelta.
14.- Psicópatas conspiradores, despiadados, egoístas, egocéntricos que asesinan
buscando su propio beneficio
15.- Psicópatas que matan a sangre fría a varias personas, en un ataque puntual de
rabia negando su culpabilidad y su confrontación con la realidad de los hechos.

Nivel 16 al 22 nos encontramos con los psicópatas puros.

16.- Psicópatas que no se conforman con asesinar, sino que también cometen otros
actos criminales como violaciones o mutilaciones.
17.- Asesinos psicópatas con connotaciones sádicas, fetichistas y marcadas
perversiones sexuales que pueden utilizar la tortura en el acto criminal
18.- Asesinos que disfrutan torturando pero el asesinato es el motivo principal.
19.- Psicópatas que no llegan a cometer asesinatos pero participan en actos terroristas,
violaciones, actos de dominio e intimidación.
20.- Asesinos que torturan, siendo la motivación principal infligir daño a sus víctimas.
21.- Psicópatas motivados por torturar en extremo pero que no cometen asesinatos.
22.- Asesinos psicópatas que infligen extremas torturas a sus víctimas y terminan
asesinándolas.

Nota: en mi libro Criminal-mente, podéis encontrar casuística de cada nivel.

Esta herramienta carece de valor clínico a la hora de juzgar a un criminal y Stone la creó tras
analizar con detalle a más de 600 criminales. Es muy criticada por la comunidad científica alegando
que está basada en el sensacionalismo sobre todo tras la emisión del programa “Most Evil” en el
canal estadounidense Discovey, conducido por el propio Stone. Sin embargo, a los criminólogos
nos puede servir de referencia para poder catalogar en los diferentes niveles la diferente casuística
de la actividad criminal simple o múltiple, analizando las motivaciones y el modus operandi.

Cierro con una pregunta: ¿En qué nivel creéis que podríamos incluir a Anna Julia Quezada?

BIBLIOGRAFÍA

Leyton, E. (2005). Cazadores de humanos. El auge del asesino múltiple moderno. Alba
editorial.
Pujol et al. Breakdown in the brain network subserving moral judgment in criminal
psychopathy. Social Cognitive and Affective Neuroscience · October 2011 7, 917-923 DOI:
10.1093/scan/nsr075.
Raine, A. (2013). The Anatomy of Violence: The Biological Roots of Crime. New York:
Random House.
Programa Most Evil. Discovery Chanel. 38 capítulos.

[1] El antropólogo Elliot Leyton (2005) defiende la idea de que nuestra forma de actuar, como
vemos el mundo, nuestros principios y nuestros valores morales y hasta nuestras fantasías pueden
llegar a crear una personalidad oscura, cruel e indiferente, crear una mentalidad depredadora que
buscará el placer a través de dañar y utilizar a los demás.

[2] En esta escala se clasifica y se describe a los homicidas y asesinos, según sus motivaciones,
sus modus operandi y sus perfiles psicológicos. Es jerárquica, de modo que asciende desde el nivel
1 (mínima o nula maldad) al nivel 22 (máxima maldad).

Paz Velasco de la Fuente – criminal-mente 2018

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Paz Velasco de la Fuente


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