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1 Este estiércol

Algo me sobresalta allí donde me creí más seguro,

me aparto de los bosques silenciosos que amaba,

no iré ahora a pasear por los prados

no desvestiré mi cuerpo para encontrarme con mi amante el mar

no tocare con mi carne la tierra para que se renueve.

Oh, ¿Cómo puede ser que el suelo mismo no sienta asco?

¿Cómo podéis estar con vida, brotes de primavera?

¿Cómo podéis dar salud, sangre de las hierbas, raíces, huertos, grano?

¿No se depositan continuamente cadáveres dañados dentro de vosotros?

¿No están todos los continentes cada vez más atestados de agrios muertos?

¿Dónde os habéis desecho de sus carroñas?

¿De tantas generaciones de glotones y de borrachos?

¿Dónde habéis vaciado todo ese líquido y esa carne asquerosa?

Nada de ello veo en vosotros hoy. ¿O es que quizá me engaño?

Abriré con mi arado un surco, hundiré mí asada en el césped y le daré vuelta,

Estoy seguro de que descubriré un poco de carne hedionda.

¡Mira este estiércol, míralo bien!

Tal vez cada larva formo alguna vez parte de un enfermo

Pero mira:

La hierba de primavera cubre los prados,

La habichuela rompe sin ruido el humus del jardín,

La delicada lanza de la cebolla se yergue,

Los brotes del manzano se arraciman en las ramas,

El trigo resucita de su tumba con semblante pálido,

El matiz despierta en el sauce y en el moral,


Los pájaros trinan a mañana y tarde mientras sus hembras están en los nidos

Los polluelos asoman de sus cascarones,

Aparecen las crías de las bestias, el ternero sale de la vaca, y el potrillo sale de la yegua,

Las hojas verdesoscuras de la papa brotan puntualmente de su montículo,

El amarillo tallo del maíz brota de su montículo, las lilas florecen delante de las puertas,

La vegetación del verano es inocente y desdeñosa sobre todas esas capaz de agrios muertos.

¡Que alquimia!

Que los vientos no sean realmente infecciosos,

Que no sea engaño este verde y transparente mar que tan amorosamente me sigue,

Que sea seguro dejarlo lamer mi cuerpo desnudo con todas sus lenguas,

Que no me haga daño con las fiebres que en él se han depositado,

Que todo sea limpio por siempre y siempre,

Que el sorbo frio de la fuente sepa también,

Que las moras sean tan sápidas y jugosas,

Que los frutos del manzano y del naranjo, los melones, las uvas, los duraznos y las ciruelas no
me envenen,

Que cuando me hecho en la hierba no me contagie ningún mal

Aunque probablemente cada hoja de hierba brota de lo que alguna vez fue un mal contagioso.

Ahora la tierra me sobrecoge, es tan sosegada y tan paciente,

Cría cosas tan dulces de tanta corrupción,

Gira sin daño y sin mancha sobre su eje, con tan interminable sucesiones de cadáveres
malsanos,

Destila tan exquisitos vientos del hedor que recibe,

Renueva con tan torpes apariencias sus cosechas anuales,

Prodigas y suntuosas,

Da tan divinos géneros a los hombres y acepta al cabo/ tales sobras de ellos.

Walt whitman. Traducción de José Manuel Arango. En “la escuela de la noche” por William
Ospina.

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