Está en la página 1de 8

«Canto a mí mismo»

Walt Whitman II
Las casas y los aposentos están cargados de
perfumes,
I
los estantes y los armarios están cargados de
Me celebro y me canto a mí mismo. perfumes.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, Aspiro y me complazco en su fragancia,
porque lo que yo tengo lo tienes tú siento su influjo enervador,
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también. pero me rebelo… Me rebelo y me escapo.
Vago… e invito a vagar a mi alma. La atmósfera no es un perfume.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra No tiene el gusto de las esencias;
para ver cómo crece la hierba del estío. es inodora,
Mi lengua y cada molécula de mi sangre está hecha para mi boca
nacieron aquí,
y yo lo absorbo y la adoro como a una novia.
de esta tierra y de estos vientos.
Iré a los repechos donde comienzan los
Me engendraron padres que nacieron aquí, bosques y me desnudaré para gozar
de padres que engendraron otros padres que enloquecido su contacto.
nacieron aquí, Me gusta ver el vaho de mi aliento,
de padres hijos de esta tierra y de estos las ondas del río,
vientos también.
los hilos de seda que se cruzan entre los
Tengo treinta y siete años. Mi salud es árboles,
perfecta.
las horquillas donde descansa la vid.
Y con mi aliento puro
Me gusta oír los ecos,
comienzo a cantar hoy
los zumbidos, los murmurios de la selva.
y no terminaré mi canto hasta que me muera.
Me gusta sentir el empuje amoroso de las
Que se callen ahora las escuelas y los credos. raíces
Atrás. A su sitio. al través de la tierra,
Se cuál es mi misión y no lo olvidaré; el latido de mi corazón,
que nadie lo olvide. la sangre que inunda mis pulmones,
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al el aire puro que los orea
bien que al mal,
en inspiraciones y espiraciones amplias.
dejo hablar a todos sin restricción,
Me gusta olfatear las hojas verdes
y abro de par en par las puertas a la energía
original de la naturaleza desenfrenada. y las hojas secas,
las rocas negruzcas de la playa
y el heno que se apila en los pajares. ni te nutrirás con el espectro de los libros.
Me gusta oír el escándalo de mi voz, forjando Tampoco contemplarás el mundo con mis
palabras que se pierden en los remolinos del ojos
viento.
ni tomarás las cosas de mis manos.
Me gusta besar,
Aprenderás a escuchar en todas direcciones
abrazar
y dejarás que la esencia del Universo se filtre
y alcanzar el corazón de todos los hombres por tu ser.
con mis brazos.
Me gusta ver entre los árboles el juego de
luces y de sobras cuando la brisa agita las III
ramas. He oído a unos juglares que hablaban del
Me gusta sentirme solo entre las multitudes comienzo
de la ciudad, y del fin.
en las estepas Pero yo no hablo del comienzo y del fin.
y en los flancos de la colina. Nunca ha habido otro comienzo que éste de
Me gusta sentirme fuerte y sano bajo la luna ahora,
llena ni más juventud que ésta
y levantarme cantando alegremente a saludar ni mas vejez que ésta;
al sol.
y nunca habrá más perfección que la que
¿Qué creíais? tenemos
¿Qué me conformaría con mil hectáreas de ni más cielo
tierra nada
ni más infierno que éste de ahora.
más?
Instinto… instinto… instinto
¿Pensasteis que toda la tierra sería demasiado
para mí? Instinto siempre procreando el mundo.

¿Para qué habéis aprendido a leer si no sabéis De la sombra surgen los iguales que se
ya interpretar mis poemas? contradicen y se complementan,

Quédate hoy conmigo, la sustancia que se multiplica…


vive conmigo un día y una noche el sexo siempre,

y te mostraré el origen de todos los poemas. siempre una malla de identidades y


diferencias… y la preñez y el parto siempre.
Tendrás entonces todo cuanto hay de grande
en la Tierra y en el Sol Inútil es querer perfeccionar.
(existen además millones de soles más allá) Esto lo saben ya los doctos y los indoctos.

y nada tomarás ya nunca de segunda ni de Firmes,


tercera mano,
clavados
ni mirarás más por los ojos de los muertos,
ligados,
abrazados al mismo palo, dejándome canastas, tapadas con blancos
lienzos que llenan y alegran mi casa
resistiendo como caballos percherones,
con su abundancia, las acepto sin remilgos,
amorosos,
sin preguntar de dónde vienen
altivos
y sin ponerme a calcular lo que valen.
y eléctricos…
¡yo y este misterio estamos aquí!
IV
Clara y tierna es mi alma.
Me rodean gentes nuevas,
Y claro y tierno es mi cuerpo:
gentes que me acosan a preguntas…
todo lo que no es mi alma también.
Me llegan recuerdos de mi infancia,
Si falta uno, faltan los dos.
de mi barrio,
Y lo invisible se prueba por lo visible,
de la ciudad,
hasta que lo visible se haga invisible y sea
probado a su vez. de la nación;
En todas las edades el mundo ha dispuesto pienso en las grandes fechas,
sobre lo bueno y lo malo.
en los grandes sucesos,
Pero yo que conozco la correspondencia
exacta en los grandes inventos,

y la imparcialidad absoluta de las cosas, en las nuevas empresas;

no discuto, en los autores (en los antiguos y modernos);

me callo me requieren la comida,

y me voy a bañar al río para admirar mi los amigos,


cuerpo. los vestidos; me preocupan los ademanes,
Hermoso es cada uno de mis órganos y mis las atenciones,
atributos,
las deudas.
y los de otro hombre cualquiera sano y
limpio. Me distraen la indiferencia real o fingida de
las gentes que amo,
No hay en mi cuerpo ni una pulgada vil;
las dolencias de mis parientes,
nobles son todos los átomos de mi ser
mis propias dolencias,
y ninguno me es más conocido que los otros.
las malas acciones,
Estoy satisfecho:
la falta y la pérdida del dinero,
veo, danzo, río, canto…
el abatimiento
Cuando mi amante y fervoroso camarada, que
ha dormido a mi lado toda la noche, y la exaltación.

se levanta y se va sigilosamente al amanecer, Me acongojan las batallas


y los horrores de la guerra fratricida; Pero el otro que soy, no debe humillarse ante
ti ni tú debes humillarte ante él.
me angustian las noticias inciertas
Deja las palabras,
y los acontecimientos definitivos…
la música y el ritmo;
Todas estas cosas llegan a mí de noche y de
día, apaga tus discursos;
entran en mi vida, túmbate conmigo en la hierba.
vienen y se van… Sólo el arrullo quiero,
¡pero yo no soy nada de esto! el susurro
Yo estoy fuera de estos empujones y las sugestiones de la voz.
que me traen y me llevan, ¿Te acuerdas de aquella mañana transparente
de verano?
Yo me quedo arriba
Estabas con la cabeza reclinada en mis
alegre, ocioso, rodillas y dulcemente te volviste hacia mí,
compasivo, abriste mi camisa
viéndolo todo en panorama, y me buscaste con la lengua el corazón
mirando, erguido el mundo desde lo alto profundo.

o apoyado el brazo sobre un sostén seguro, Después te alargaste hasta hundirte en mi


barba, te estiraste
aunque invisible,
y te adheriste a mí desde la cabeza hasta los
esperando curioso, pies.
con la cabeza medio vuelta hacia un lado, Conocí entonces la paz y la sabiduría que
están más allá de las disputas de la tierra.
lo que va a acontecer…
Y ahora sé que la mano de Dios
el acto siguiente.
es la promesa de mi mano;
¡Yo estoy dentro y fuera del juego a la vez…
que el espíritu de dios
y lleno de asombro!
es hermano de mi espíritu;
Miro hacia atrás
que todos los hombres nacidos en el mundo
y me veo en la niebla discutiendo con
son mis
satíricos y sofistas.
hermanos también
Pero yo no he venido a disputar ni a
escarnecer. y que todas las mujeres son mis hermanas y
mis amigas…
Estoy aquí observando y… ¡espero!
¡que un solo germen de la creación es amor!
Infinitas son las hojas erguidas o marchitas
V
del bosque,
Creo en ti, alma mía.
las hormigas oscuras que se afanan debajo de
las hojas,
las costras musgosas de la cerca, Tal vez eres el vello que nace en el pecho de
los adolescentes muertos, a quienes yo
las piedras amontonadas; hubiese amado,
infinito el saúco, las barbas de los ancianos,
el gordolobo, la pelusilla de los niños arrebatados
la fitolaca. prematuramente al regazo de las madres…
¡Me pareces el regazo de todas las madres del
mundo!
VI
Sin embargo, esta hierba es muy oscura para
¿Qué es esto?, me dijo un niño mostrándome ser la cabellera blanca de las madres
un puñado de hierba. cansadas,
¿Qué podía yo responderle? es más oscura que la barba incolora de los
viejos,
Yo no sé lo que es la hierba tampoco.
demasiado oscura para surgir de la roja y
Tal vez es la bandera de mi amor, tejida con
tierna bóveda de los paladares.
la sustancia verde de la esperanza.
Pero oigo tantas lenguas que gritan,
Tal vez es el pañuelo de Dios,
tantas lenguas que no se articulan en la boca,
un regalo perfumado que alguien ha dejado
caer con alguna intención amorosa. tantas voces que no salen de los labios.
Acaso en alguno de sus picos ¡mirad bien! ¡Qué son estas voces!
hay un nombre,
¡Cuál es su designio!
una inicial
Quisiera poder traducir lo que dicen de los
por donde conozcamos a su dueño. jóvenes que se fueron para siempre en la
mañana,
Pienso también que la hierba es un niño,
de los viejos y de las madres que partieron en
el recién nacido del mundo vegetal.
la tarde,
¿O es un jeroglífico uniforme cuyo
y de los niños a quienes la muerte arrebató en
significado es nacer en todas partes:
la aurora.
en las zonas pequeñas
Dime:
y en las grandes,
¿Qué piensas tú que ha sido de los viejos y de
entre los negros los jóvenes,

y los blancos, de las madres y de los niños que se fueron?

para darse a todos En alguna parte están vivos esperándonos.

y para recibir a todos? La hojita más pequeña de hierba nos enseña


que la muerte no existe;
¡Oh, hierba rizada,
que si alguna vez existió, fue sólo para
yo te trataré con cariño! producir la vida;
Ahora me pareces la hermosa cabellera sin que no está esperando ahora, al final del
cortar del cementerio. camino, para detener nuestra marcha;
que cesó en el instante de aparecer la vida. para mí el hombre altivo que se encabrita ante
el desprecio,
Todo va hacia delante
para mí la novia
y hacia arriba.
y la novicia,
Nada perece.
para mí las madres
Y el morir es una cosa distinta de lo que
algunos suponen. y las madres de las madres,
¡Y mucho más agradable! para mí los labios que sonríen
y los ojos que lloran,
VII para mí los niños
¿Es agradable nacer? y los que engendran a los niños.
Pues yo os digo que es tan agradable morir. ¡Desnúdate!
Oídme: No eres culpable,
Muero con el moribundo no estás marchita
y nazco con el niño que recogen los pañales. ni repudiada por ninguno.
Yo no soy sólo esto que se alarga entre mi Veo tu carne limpia.
sombrero y mis zapatos.
Te veo al través del manto fino
Mira atentamente la pluralidad del universo:
o del refajo tosco…
nada es igual y todo es bueno.
y me quedo aquí…… tenaz,
Buena es la tierra,
empeñoso,
buenos los astros…
incansable…
y las estrellas subalternas también.
No me puedes echar.
Yo no soy sólo arcilla,
ni lo auxiliar de la arcilla tampoco.
VIII
Soy el compañero,
El niño duerme en la cuna.
el semejante de ése,
Descorro la muselina
tan inmortal y tan insondable como yo
y lo contemplo largo rato.
(tal vez él no sabe que es inmortal,
Después, silenciosamente, espanto las moscas
pero yo si lo sé). con las
Cada especie para sí y para los suyos. manos.
Para mí los machos y las hembras, El mozo y la doncella de mejillas
empurpuradas
para mí los adolescentes que luego amarán a
las mujeres, descienden entre los arbustos de la colina.
Yo los espío desde arriba.
El suicida está tendido en su cuarto sobre un lo que se grita
charco de sangre.
y lo que se calla también,
Puedo ver su cabeza con los sesos fuera
los aullidos que amordaza el decoro,
y el sitio donde ha caído el revólver,
la detención de los criminales,
Me sumerjo en la ciudad
los ofrecimientos furtivos de adulterio,
y presencio el espectáculo de la calle:
la aceptación o el repudio
el charla de los que pasan,
hecho sólo con el movimiento de los labios…
el traqueteo de los omnibuses, Todo lo observo,
la rueda del carro que rechina, todo lo anoto,
el sordo murmullo de la suela de los zapatos todo este espectáculo con su resonancia me
en el pavimento, interesa,
el golpe de los cascos sobre los adoquines, me mezclo en él…
el retintín de los trineos, y luego me voy.
el cochero con el alquila levantado,
las peleas de nieve… IX
los gritos de júbilo, Las grandes puertas del granero esperan
abiertas a los carros perezosos cargados de
los vítores a los héroes populares, hierba seca. El sol cae sobre la alfalfa tostada
la furia de la muchedumbre arrebatada, y denuncia algunos hilitos verdes todavía.

el paso rápido de una camilla (dentro llevan En haces apretados los apilan luego en el
un enfermo al hospital), pajar henchido que se pandea.

el encuentro de dos enemigos, Yo estoy aquí y ayudo también.

la blasfemia súbita –el puñetazo y la caída─ ¡Miradme tumbado sobre la cresta de la


carga!
los transeúntes que se apiñan excitados,
Con las piernas cruzadas voy sintiendo el
el policía con su estrella, abriéndose paso traqueteo de las ruedas, luego doy un brinco,
rápidamente hasta el corazón de la refriega, recojo el trébol y,
las piedras impasibles que reciben y hecho una pelota, ruedo con el cuello
devuelven tantos ecos, enmarañado y cubierto de paja.
los gruñidos de los ahitos Me voy solo de caza por los montes lejanos y
solitarios,
y de los hambrientos,
camino asombrado de mi ligereza y mi
de los que se desploman en un ataque de
alegría…
insolación
Al caer la tarde busco un sitio seguro donde
o de epilepsia,
pasar la noche,
los gritos de la embarazada a quien de pronto
enciendo una hoguera,
le cogen los dolores del parto…
aso la pieza que acabo de cobrar por la puerta entreabierta de la cocina lo vi
cojear y, casi desmayado, sentarse sobre un
y me duermo sobre un montón de hojas secas, tronco.
con el perro y la escopeta a mi lado.
Traje agua, lavé su cuerpo sudoroso y sus
El cliper yanqui con su altivo tajamar corta la pies ensangrentados;
espuma y se desliza rápido por el agua.
le ofrecí un cuarto junto al mío,
Mis ojos buscan la tierra:
le di ropas limpias y gruesas
me inclino sobre la proa
(aún recuerdo sus ojos espantados y su
o grito gozosamente desde la cubierta. azoramiento)
Los pescadores de almejas se levantaron al y le puse compresas en las rozaduras del
alba y esperaron a que yo llegase. cuello y los tobillos.
Me recogí los pantalones sobre los tobillos y Estuvo conmigo una semana hasta que se
me fui con ellos. repuso y pudo caminar hacia el norte.
¡Fue un gran día! Cuando comía, sentado a la mesa junto a mí,
Si hubieses venido conmigo, habrías comido el fusil cargado descansaba en un rincón.
sancocho de almejas.
He estado en la boda de un armador de
trampas.
Fue en el lejano oeste y al aire libre.
La novia era india piel roja.
Su padre y sus amigos estaban allí cerca, con
las piernas cruzadas y fumando en silencio.
Llevaban mocasines y mantas amplias y
gruesas sobre los hombros.
A la orilla del río esperaban los novios.
El armador estaba vestido casi todo de pieles,
la barba y las guedejas exuberantes
le protegían el pescuezo.
Tenía cogida por la mano a la novia.
Era una moza de pestañas muy largas,
de cabeza desnuda
y de trenzas ásperas y rectas que descendían
por las caderas voluptuosas hasta los pies.
El esclavo furtivo se paró frente a mi casa.
Oí crujir las ramas secas bajo sus pies;

También podría gustarte