Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EGO
MARY FERRE
SINOPSIS
Hola, soy Rishelle:
Os hablaré de Kainer Scott Lynn, un ser especial distinto al resto de los mortales. Una persona
particular, un ángel del cielo y una delicia de alma dañada que solamente me tiene a mí. En definitiva, un
chico roto del que me enamoré.
Lo que existe entre nosotros dos es exclusivo, único, verdadero. Ambos sabemos cómo amarnos y
cómo tratarnos, especialmente cuando sus miedos le atacan constantemente. Él es mío y yo soy suya
aunque para los ojos de la sociedad seamos hermanos; una piedra en el camino que nunca nos ha
importado.
A continuación leeréis las razones que me cegaron ante el humano que más amo en mi vida.
Esta es mi historia, y comenzó justamente cuando él se volvió en mi contra.
Sinceramente, Rishelle Lynn.
CONTENIDO
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISETE (PRIMERA PARTE)
CAPÍTULO DIECIOCHO (SEGUNDA PARTE)
EPÍLOGO
BIBLIOGRAFÍA
CONTACTO
PRÓLOGO
En el alba comienzan los miedos de una persona. El cerebro justifica su descanso ante la
inminente declaración de un cuerpo que necesita despertar para reanudar la práctica diaria de vivir. He
invocado a mi alma en el conflicto habitual con el que discrepo cuando un miserable y diminuto rayo de
sol quema la retina de mi ojo. Sonrío por la habitual sensación de descaro por el acto en sí, normalmente
tengo control en algo tan sencillo como el amanecer, pero me siento inseguro si se trata de una secuela de
ahí afuera que se produce día tras día.
Mi alegría se compacta con la alarma de ese aparato cargado por el diablo. El zumbido
inesperado ha conseguido entumecerme y me sumo a imitar a una mañana idéntica a la de ayer. Me
sonrojo ilusionado por la chica que se conmueve a mi lado, piando como un pajarillo por su enorme
disconformidad ante semejante responsabilidad.
Acurrucada frente a la entrada de su preciosa y angelical habitación, patalea aclamada por una
segunda advertencia para su pronta salida. Ruedo milagrosamente en este colchón bastante demacrado y
la volteo gentilmente como un distinguido ser que la ama más allá de una verdad.
La línea reseca hacia su mandíbula acentúa el rastro húmedo de un sueño profundo en el que ha
estado descansando placenteramente. Acaricio su jovial naturaleza que emana del más discreto mechón
de su largo cabello hasta la planta de su pie blanquecino que caliento discreto con el mío. Memorizo la
hermosura que emerge despacio desde un mundo inalcanzable para mí. Donde quiera que haya estado
estas siete horas, no me ha permitido llevarme con ella, he tenido que buscarla en mis pensamientos
durante la vigilia de la noche. Me encontré con sus ojos, ellos me miraron, ellos me amaron hasta ahora.
Su mañana no es tan valorada como la mía, yo agradezco el gozo de compartir mi vida con ella,
ella maldice en voz baja creyendo que mis oídos no alcanzan su dulce voz. Humedezco su hombro al
descubierto con un tierno beso que no será correspondido, sonrío, ella es lo que he estado esperando en
esta eterna madrugada. El brazo extendido despreocupadamente por encima de su cabeza, el otro relajado
sobre su vientre, sus piernas al voleo jugando con ganar el espacio de la cama… este es mi momento
favorito del día.
Un tercer tono juega a desesperarme, alcanzo la tecla y elimino cualquier indicio de otra posible
interrupción. Ella se sonroja repasando con su lengua los labios tan sedosos que fueron creados para ser
absolutamente míos, falta poco para que me deleite con su atención y yo sé que me derretiré en su existir.
Pretendo embriagarme con su aroma matutino, es el aliciente que hará funcionar a esta materia
denominada cuerpo. Huelo su escondite del hueco en su cuello saboreando los rastros de un inexistente
perfume. Me deleito con su castidad, con su pudor, con su inocencia. Pongo en marcha mi mano palpando
la cálida piel de color albina que es coloreada por las tiernas pecas de la misma pigmentación que su
cabello. Mi pelirroja favorita se estremece por mi cálida atención y juega a palpar con la yema de sus
dedos el recubrimiento con el que me visto para dormir.
—Buenos días.
—¿Y si no fuese la hora? ¿Me mantendrías alejado de ti tanto tiempo? —Aprieto mis labios
mientras me declaro admirador de la lindeza que se sonroja.
—Babeando mi cuello.
Lo noto, es algo natural por estar encerrados en estos recipientes llamados cuerpos, esta cosa que
se te estremece cuando la persona que amas hace simplemente ese gesto que te cambia el día. Ella,
conmovida ante mi parálisis momentánea, me obsequia con un tierno beso cerca de mis labios que ha
trastocado mi escasa personalidad.
—Por cierto, no me has deleitado con tus buenos días —pajarillo se mueve acaparando mi lugar
en la cama. Esparciéndose encima de mí, ganándome.
La resolución deriva a que reestructure las posiciones de sus extremidades que me tenían cautivo.
He conseguido unir la tonalidad de sus mejillas con su cabello, un sueño hecho realidad para quien tenga
el poder de apreciarlo. Ha salido de su habitación, seguramente al baño donde se estará preguntando por
qué no consumamos el amor que desbordamos por nuestro ser.
La amo más de lo que un alma pueda amar. Estirado en el lado minúsculo donde duermo cada
noche, recapacito si algún día podré vivir lo suficiente para disfrutar su vida junto a ella, luego me
acuerdo contra quién lucho y golpeo mi barriga esfumando el pinchazo que me tortura en este nuevo
amanecer.
Regresa indiferente a nosotros dos y comienza sus particulares hazañas en las que abre su
armario, escoge la ropa y se contonea discretamente mientras se cubre con las prendas. Aclama mi
atención lanzando una camiseta que cae justamente en mi brazo, donde lo reposo para agotar los últimos
segundos del calor que aún mantiene cálida la sábana. Ella se sienta en ajustándose el nudo de sus
desastrosas deportivas, arrastro mi cuerpo besando su espalda porque el amor que siento por ella aviva
mis instintos.
—¿Lo ha sido? —Posa su barbilla en su propio hombro, curioseando mi reacción atónita ante
semejante ser tan hermoso. Es ella, siempre será ella, —¿estás bien?
—Queda poco.
—¡No! Entonces tendré que salir ahí afuera y buscar un trabajo. ¿Sabes? —Mi pajarillo insiste
mientras levanta la palma de su mano y la entierra en la piel de mi rostro, —no estaría nada mal que
también salieras al mundo real; tal vez buscar un trabajo, una afición, una manera de traer comida a
casa…
—Ya cuido de que los ácaros no nos invadan. Podrías contagiarte, enfermar, morir.
Hundo mi cabeza en el hueco de mi brazo cruzado, con la espalda en el colchón y mi otro brazo
estirado. Cinco de mis dedos revolotean en mi nuca, los otros aprietan la sábana áspera. Ya he cerrado
los ojos contemplándola en mis pensamientos, esta tranquilidad será fugaz como las otras, pero mientras
tenga la capacidad para amarla lo haré recordándome por qué soy feliz. Ahí está, tan radiante y pelirroja
que lloro en silencio por mi amor verdadero. Su pelo hondea en la brisa caliente del verano, se encuentra
agachada oliendo una flor, me canturrea que me una a ella y cortemos el tallo. Corro años luz hacia una
imagen que se distorsiona. Ya no está. Yo he caído al abismo oscuro, sigo cayendo, cayendo y cayendo,
flotando en una cuarta dimensión. La he perdido, he perdido la razón. Golpeo mi barriga
inconscientemente, levanto mi camiseta y me araño para encontrar la luz que me levanta de la cama. He
sudado. Tiemblo. Esto cada vez se hace más inaguantable.
Acarreo con mi cuerpo por la madera que cruje en la planta superior. Nuestra casa es una ruina,
todavía no me explico cómo no se han derrumbado las paredes, inclusive, estas escaleras tan largas por
las que bajo. No huelo el ligero aroma del gel con el que ella se ducha cada noche, sé que ha salido de
casa y también sé que podría haberme dado un último beso. Esa ausencia de memorizar sus labios me
dolerá durante estas horas en las que no la veré. Será un largo día. Mi chica tiene responsabilidades, yo
estaré luchando con el mismo demonio, y lo único que me consuela es que traerá algo de comida,
veremos un rato el cacharro ese denominado televisión, y luego, en el anochecer, ella y yo nos
abrazaremos. Si está de buen humor permitirá que le haga el amor con los ojos, acariciar su piel,
besarla… si no lo está, ella sólo posará su cabeza en mí y se dormirá.
Vivo enamorado junto al amor de mi vida, expectante siempre de lo que ella decida hacer con
nosotros dos. Le daré todo a mi pajarillo, estaré esperando impaciente cualquier cosa que mi amor
decida. Será la encargada de poner sonrisas en mi cara, endurecerá una parte de mi cuerpo con la que me
siento bien y llevará las riendas de nuestra relación. Cual sea que ella decida.
Es el talismán de mi honra.
Accedo a la cocina con la presencia de una persona en la mesa. Odio esta parte de la casa,
debería ser tan bonita como mi amor, sin embargo, luce como si un tanque hubiera destrozado la ilusión
puesta en la construcción.
—¿Y mi hija?
—En clase.
Miro dentro del frigorífico. Está desenchufado. No funciona. Tampoco hay comida. Esas palabras
saliendo por la boca de esta mujer consiguen que me aísle.
—¡Estoy hablando contigo! —Ella ha apagado un cigarrillo en algún plato viejo. Pienso mejor si
está al otro lado del intento de isla que sigue sobre sus cimientos, —¿es que no me oyes o te haces el
sordo?
—Lo sabrías si estuvieras aquí, —resoplo por encima de mi hombro y vuelvo mi fijación a un
limón podrido —pero como nunca estás no conoces su horario.
—¿Te haces el listillo conmigo? Ella no volverá a donde sea que vaya. Tiene que trabajar
conmigo —le doy mi atención al cien por cien.
—Eso nunca sucederá. No mientras yo viva.
—Estas putas facturas no se pagan solas. ¡Nos van a cortar la luz y el agua! ¿Y tú, mierda de niño?
¿Cuándo vas a aportar en esta casa? ¿Te crees que puedes vivir con nosotras sin darnos una mierda a
cambio?
—Follártela no nos dará dinero. Que la follen a ella por dinero, sí. Se han acabado ya esas
chorradas de institutos.
—¿Y qué vas a hacerme, eh? —Enciende otro cigarrillo, nerviosa, decidida, dispuesta a
separarme del amor de mi vida.
—Haré lo que sea con tal de que tus hijas no acaben como tú.
Su mirada depravada repasa mi cuerpo. Me hace sentir explotado. Esta vez tira el cigarro al suelo
y lo pisa. Viste con una bata de seda de color azul, es la que se pone cuando recibe esas visitas de
hombres que detestamos. Cuando ella está en casa nos amargamos. Piensa que lidera a esta familia y la
verdad es que no nos aporta una mierda.
—Hablaré de ti. En principio encajarías como camarero, ¿haces pesas? Podrías subirte a la barra
en alguna noche de despedida de soltera y…
—No.
—Mi hija empezará esta noche, más vale que hagas lo mismo. A partir de hoy, tanto ella como tú
tendréis que pagar un alquiler por vivir en mi casa.
—Eh, veo que aquí hay material del bueno —Aly ha metido la mano en el pantalón de mi pijama.
Me acaricia donde pica. Nunca me habían tocado así. Cierro los ojos porque escalo este agujero negro,
tengo que ir hacia ella, hacia su sonrisa, hacia su mano, hacia su cabello rojizo.
Pero no logro alcanzarla. La sombra me domina en la liberación. Una energía recorre mi cuerpo y
no es de placer como cuando pienso en pajarillo. Mis pupilas se clavan en el demonio de mujer que está
masturbándome sin mi permiso, que se restriega contra mi cuerpo mientras se piensa que estoy aquí con
ella.
—Has crecido mucho. ¿Haces ejercicio? Así te acariciarán las mujeres, —vuelve a meter la
mano en mis pantalones. No me he corrido, no porque pajarillo no aparece en mi mente y me da miedo no
recordarla nunca más.
Se siente bien, ¿por qué se siente bien? ¿Por qué pajarillo no puede tocarme como Aly? No. Yo la
esperaré. Esperaré a pajarillo hasta que ella me desee.
—¿No te gusta? Esto no piensa como tú. Quiero que me acompañes esta noche al club. Veniros los
dos. Sois grandecitos para saber cómo funciona aquello. Mi hija encajará bien y yo puedo presentarte a
algunas ricachonas que van por allí. Amarán follarte.
—No me toques. Ninguno seremos como tú. Preferimos morirnos de hambre que no caer tan bajo
como caíste tú.
—Sshh, no te enfades. Tócame. Aprende cómo debes tocar a una mujer. Esas que van al club
están desesperadas.
Usa sus manos para desabrocharse el nudo de su bata. No lleva sostén, pero sí bragas. Se ha
movido hacia el filo de la isla, ha abierto sus piernas y me retiene. Nunca he visto unas como las de ella,
estoy acostumbrado a ver las dos de pajarillo, y me pregunto si todavía crecerán más o esas serán las
definitivas. De todas formas, me quedaré toda una vida para admirarlas porque son las únicas que me
excitan. Estas dos tienen buena forma, aunque un mal trato, pienso en la de hombres que las habrán tocado
y me entran ganas de vomitar.
Me encuentro con mis dedos apretando delicadamente el pezón izquierdo de su pecho. Es tan
alucinante. Pajarillo me deja tocarlas algún que otro sábado, pero se ruboriza al excitarse si no puede
terminar de correrse conmigo. Yo la esperaré. Tomaré todo lo que me ofrezca porque la amo más que a
mi vida. Es mi amor. Mi único amor.
Saben bien, al gel con el que se ducha pajarillo. Sus pezones tienen una textura perfecta para que
mi lengua encaje en ellos. Salto de uno a otro, corriéndome duramente mientras pienso en mi chica. Lamo
la piel del centro de sus pechos, ella se apoya en sus codos mirándome cuan desesperado estoy por echar
un polvo. Estoy a punto de bajarle las bragas, de abrirle las piernas y de follarla como nunca lo han
hecho. Pero le daría un placer demasiado ansiado para su última vez.
Sujeto con más fuerza la baldosa rota, paso el dedo por el pico y finalmente lo hinco en su cuello.
Encajado entre sus piernas, ella ya tumbada en la isla y casi con mi boca en su piel, la veo
desangrar lentamente. Ha levantado la mano, me ha mirado a los ojos y no ha podido ofrecerme su último
aliento. He elegido una muerte fría a pesar de todo.
Apoyo las palmas de mis manos a cada lado de su cadera y miro a la mujer que acabo de matar.
Aly ha cometido un grave error, intentar separarme de pajarillo le ha sentenciado a un final no deseado.
Por pajarillo.
- CAPÍTULO UNO –
El autobús humea calle abajo tras su parada, dos pasajeros se han bajado y se encaminan en
dirección sur hacia el residencial situado a quince minutos. Ambos comentan el fatigoso día de trabajo en
la ciudad mientras yo suspiro al ver el último trasporte público que pasará por esta avenida.
Alyelle y yo sumamos ya cuarenta y cinco minutos andando calle arriba a las tres y cuarto de la
tarde. Nos estamos abrasando, el sol se halla en lo más alto y nos castiga directamente; no encontramos
sombras a nuestro paso, ni árboles, ni señales de tráfico en la que cobijarnos por un instante para
recuperar el aliento. Ella acaricia mi mano en calidad de refuerzo, la pobre nunca se ha quejado de
nuestras caminatas diarias aunque aguante la carga de los libros en su espalda y sostenga una carpeta. Soy
yo la que me burlo de los horarios de verano.
Me equilibro gracias al peso de dos bolsas que se balancean por mis andares. Empezamos a
ralentizar el paso hace medio kilómetro. Aly se ha escondido detrás de mí jadeando, agarra mi camiseta
para no perder el ritmo y yo acelero en un brote de energía tirando de las dos. Sólo nos quedan cinco
manzanas, giraremos a la derecha y por fin alcanzaremos la sombra en llano.
—¿Un descanso?
—Tengo sed.
—Sí, un descanso.
Pongo las bolsas en la acera de la cuesta empinada. Me muevo antes que mi hermana y le saco la
botella de agua que lleva en su mochila. Es la única que tenemos, está casi acabada y yo no beberé a no
ser que mi vida dependa de ello. La pongo en sus labios desplazándola ya que no querría que se cayera y
rodara hasta abajo. Sonríe demostrando su felicidad por haber hecho esta parada, siempre le ordeno que
cuanto más rápido andemos antes llegaremos, pero en los últimos diez minutos no había hablado y eso me
asustaba.
—¿Quieres?
Miro hacia las bolsas recogiéndolas del suelo, noto el tirón en mi espalda y me repito una y otra
vez que he bebido agua antes de salir y no la necesito.
Ella toma la delantera acercándose a la carretera para cruzar en un acto reflejo. La verdad es que
me da igual, no me importa subir por esta parte de la avenida ni por la otra. He asimilado que el
ingeniero que diseñó este proyecto se olvidó de las personas que no tenemos vehículos y que es el único
camino para ir a la ciudad.
—Mentira.
—No te oigo contar, Aly. Venga. Ya nos queda muy poco.
Nos restan ocho números hasta nuestro momento favorito del día cuando le enseñamos el dedo
medio al sol y recorremos el resto de camino a casa por la sombra.
Mi hermana llega levantando sus brazos. Me toca sonreír mientras me apoyo en la pared de un
muro abandonado. Cada día miramos la cuesta y nos abrazamos porque la hemos subido sin morir en el
camino.
—¿Cómo lo sabías?
—¿Ves ese trozo de piedra? Cuenta siempre veinte a partir de ahí —recupero las bolsas y la
aparto del borde empinado, —tenlo en cuenta mañana. Sigamos.
La tercera parte de nuestra caminata, después de dejar el colegio atrás y subir ese infierno, se nos
hace más amena porque nadie habita en esta zona. Nuestra casa está situada a unos cinco kilómetros en
línea recta por esta calle abandonada. Las viviendas no se vendieron por el difícil acceso, se las
prestaron a familias pobres y se marcharon por culpa de la cuesta. Ahora están ocupadas en su mayoría
por vagabundos, delincuentes y drogadictos. Tenemos la suerte que las viviendas anexas a la nuestra
están vacías, aunque a veces oímos disparos y vemos las luces de los coches de policía, por lo demás,
vivimos pacíficamente alejados de la civilización.
Las fachadas de todas las viviendas que se construyeron han sido pintadas por grafitis. Los
pequeños trozos de césped son piedras marrones entre matojos de hierba seca. La estructura en general
de las urbanizaciones es horrorosa por el mal cuidado en las diversas estaciones del año. Los cables de
la luz se pueden tocar con las manos si te subes a una silla, las tuberías están mal acondicionadas y
siempre cae algún trozo de algo desde los tejados. North Columbia es el barrio más odiado por la ciudad.
Si alguien dice que vive aquí automáticamente te encasillan ignorándote y existe un cien por cien de
probabilidades de que nos tomen por locos. Hagamos lo que hagamos, no somos bienvenidos en esta
ciudad del norte de Canadá.
Alyelle vuelve a ser Aly, mi hermana pequeña que está siendo toda una campeona a pesar de vivir
esta mierda de vida. A sus diez años salta jugando por la acera, sorteando las jeringas y cristales de
botellas rotas. Siempre le regaño para que tenga cuidado, pero en estos tres o cuatro meses me he dado
cuenta que en algún momento dejó de ser niña y se convirtió en una persona consciente de la realidad. Por
eso me gusta darle su propio espacio para que tome sus decisiones y que me pregunte si tiene dudas, es su
obligación aprender a valerse por sí sola en caso de que alguien nos separara.
—¿Puedo llenar la bañera hasta arriba? —Me pregunta mientras pienso si nuestra madre ya habrá
pagado la factura o nos llegará otra carta amenazando con cortárnosla, —¿o sólo puedo los domingos?
—¿Por qué no nos damos un baño juntas? Hace mucho que no lo hacemos.
—Al que quieras. Hagamos un campeonato mundial de peleas de piernas, quien gane es la mejor
del universo.
—Aham… me lo pensaré.
A diario me invento un montón de juegos para hacer la vida de mi hermana más fácil. Aly se hará
mayor pronto y me odiará por no haberla mantenido en su infancia, donde es mucho más feliz.
Se ha adelantado entrando en casa y me premio un día más porque la he traído de vuelta. Trago
aire aunque no sea fresco, cualquiera me sirve ahora mismo porque estoy agotada. Tengo sed, apenas
siento los brazos, me duelen las manos y necesito descansar. Nuestra pequeña valla de madera se cayó
hace cinco o seis tormentas de viento y aún no se nos ha ocurrido derribarla. Antes de poner un pie
dentro, investigo si hay algún coche sospechoso, gente extraña, sorpresas que esperarán a que estemos
todos en nuestro hogar... No tenemos teléfono y si algo sucediese la policía nos pondrían en una lista
donde no seríamos la prioridad.
—Aly, no vacíes la bañera cuando salgas —voceo arrastrando las bolsas a la entrada. Un día de
estos también se nos caerá la puerta. Quien quiera que haya construido esta urbanización se ha salido con
la suya si la querría para una película de terror.
Mi corazón latía desanimadamente y su voz ha sido el aliciente para recuperar con honor mi ritmo
cardiaco. Me olvido de las bolsas, del baño y de criticar todo para centrarme en él, que ha estado
esperándonos.
Encorvo mi espalda poniéndome recta, girándome y afrontándole una tarde más. Han pasado
demasiadas horas desde que no nos vemos, pero para él es el equivalente a medio siglo. Le transmito una
señal con un leve movimiento, mi única intención es no preocuparle. La toma aceptándola y cede la
tensión que acumulaba en sus músculos. Sin embargo, aún no las tengo todas conmigo porque no sé cómo
se encontrará hoy.
Cuando yo tenía ocho años y Alyelle apenas unas semanas de vida, mamá salió una noche a
celebrar su rápida pérdida de peso después del parto y apareció días después con un hombre con el que
se había casado. Apreté los puños dispuesta a rogar que no volviese a abandonarnos porque no sabía
cuidar de un bebé, pero era toda sonrisas y caricias con su quinto marido, y habían traído comida,
pañales y cosas de primera necesidad. Nunca le reñí por dejarme sola. Y no me arrepiento de ello.
La primera vez que vi a Kainer él no me miró a los ojos porque su cabeza estaba decaída y se
abrazaba tímidamente por la cintura. Despertó en mí una ternura que al día de hoy prosigo padeciendo. Su
estilo me llamó la atención; su pelo oscuro era puntiagudo, en su cuello tenía un par de collares de
pinchos, su camiseta me daba miedo por un dibujo macabro y sus pantalones estaban en sus últimas.
Aparté la vista de él palmeando el trasero de mi madre que mecía como una profesional a mi hermana
mientras su marido descargaba las cosas de una furgoneta. Señalé al chico que se achicaba inmóvil en la
entrada y acto seguido nos presentaron como hermanos.
Mucho antes de que Kainer se instalara con su padre en nuestra casa abandonada, escuché cómo
le decía una asistenta social a mi madre que nos llevaría tanto a mi hermana como a mí a un reformatorio
si faltaba al colegio. Desde aquella tarde cumplo con mis obligaciones sin falta; me encargué de que
Kainer se graduara y en el presente haré lo mismo con Alyelle. Sí, se puede decir que realizo las
funciones de una madre y un padre en esta extraña familia.
Conforme iba creciendo, me iba percatando de que algo no iba bien con Kainer. Siempre ha sido
un chico ejemplar con mi hermana y conmigo. Era y es el primero en adelantarse cuando se trata de
nosotras, sobre todo, hace unos años en el cuidado de Aly mientras nuestros padres realizaban esos
viajes eternos de luna de miel en el que se ausentaban de casa durante semanas. Llegué a convencerme
de que era un ángel del cielo porque no podía ocuparme de las dos si no tuviera su apoyo. Pero con el
paso de los años me di cuenta que mi hermano postizo mayor no actuaba como un chico normal.
En su adolescencia dejó atrás su peculiar estilo punk para vestirse de color negro absoluto con
sus habituales pantalones negros y camiseta del mismo color. No importaba si era verano o invierno, si
llovía o nevaba, ese color lo elegía por encima de todo para salir a la calle, bajar esa cuesta kilométrica
empinada y asistir a clase porque le obligaba a ello. Los dos nos enfrentamos con frecuencia porque se
negaba a ir al instituto. Le decía que vendrían a por nosotros y que nos separarían, y al parecer eso le
hacía razonar. En el patio se sentaba solo en una esquina mirando hacia abajo, yo intentaba que se
integrara con los demás pero él ponía resistencia. Kainer no era como los demás. Y a mí me dolía que no
lo fuese.
Nunca se ha sentado bien entre la gente, no le gusta hablar con desconocidos y tampoco es un
genio para expresarse en público.
Excepto conmigo.
Me ha visto crecer, ha estado a mi lado día y noche mientras yo dejaba la niñez, y es todo lo que
tengo. Al principio no hablaba mucho, pero como en casa no siempre había electricidad no le quedó otra
opción que convivir. Cada noche durante años, cuando acostábamos a Alyelle, nos tumbábamos en mi
cama y nos contábamos cualquier cosa que se nos ocurría. A raíz de acercar nuestros corazones,
comprendí que el chico tímido que una vez vi postrado en la puerta seguía siendo el mismo chico
atemorizado de algo.
Kainer es una persona particular, una delicia de alma dañada que solamente me tiene a mí y a mi
hermana. Un chico roto del que me enamoré sin querer. Un chico que lleva encerrado en casa desde hace
cinco años, y no sé cómo ayudarle.
Supongo que yo tampoco soy un ejemplo de chica a la que seguir. Mi única meta es sacar a mi
hermana de casa, que vaya a una universidad pública y que sea feliz lejos de nosotros dos. Kainer tiene
veinte y tres años, y yo dieciocho, no somos lo suficientemente fuertes para ella. Necesito que sea
valiente, que no nos tome en cuenta y que no seamos su referencia en la vida. ¿Quién se enamoraría de su
medio hermano? Nadie.
Lo que existe entre Kainer y yo es exclusivo, único, verdadero. Nos hemos enamorado ya que
somos una mierda por separado y juntos somos algo más. El carácter de mi chico es extraño y sólo le
entendería yo, todavía no ha nacido otra chica que pueda atenderle como yo lo hago; tratarle cuando lo
requiera y ofrecerle lo mejor de una misma. Una palabra o movimiento podría desestabilizarle. Se le
caería el mundo encima si me fuese o viniese otra persona a entrometerse en nuestras vidas. Ambos
sabemos lo que sentimos el uno por el otro y cómo amarnos, es muy importante que estemos juntos. Para
siempre.
Mi hermana no tiene apenas juguetes, pero los pierde siempre por casa y luego aparecen donde
menos se lo espera. Kainer es mi prioridad, es primordial interesarme por él antes de que elija no hablar
con nadie durante semanas.
La directa de Alyelle me hace sonreír, gesto que no imita Kainer. Llego hasta él, a juzgar por su
rigidez presiento que no está aquí, conmigo.
—Hola, Kai.
—Soy muy afortunada por tenerte. Ha sido un día largo sin ti.
Levanta sus brazos abriéndolos y me escabullo sobre su pecho, abrazándole y rodeándole con mis
brazos. Huele al mismo gel que olemos los tres, pero siempre es más intenso cuando me planto sobre su
piel e inhalo impregnándome de su aroma.
El aspecto físico de mi chico ha dado un giro inesperado desde su graduación hasta hoy. Se hizo
un hombre cuando terminó el instituto. Antes era un saco de huesos, se escondía en su media melena que
tapaba la mitad de su cara y optaba por el negro para todo. Ahora es tan sexy que estimula mis partes
íntimas.
Pasa el día en soledad. A veces malgasta el tiempo dentro de la bañera, vestido y mirando a la
nada. Tumbado en mi cama con la nariz pegada en la sábana porque le recuerda a mí. O en los días de
mucho estrés se sienta detrás de la puerta y comienza a contar dibujando todos los números en el aire. Es
por eso que le recomendé que hiciera ejercicio en la casa, me negó querer recogernos de lunes a viernes,
pero decidió tomar mi consejo y desfogarse mientras sube y baja por las escaleras, carga con los muebles
o hace flexiones hasta cansarse. Se cortó el pelo hace unos años, se lo deja crecer y cuando se cansa me
pide que se lo corte. También se deshizo de la ropa negra y le coge prendas a un novio de mi madre que
dejó sus cosas cuando se marchó.
La verdad es que no cambia frecuentemente; viste con pantalones de pijama, camiseta al azar y
chaqueta gris de lana.
—¿Amor?
Aunque Kainer siempre será para mí un chico sensible, tierno y tímido, he de admitir que su
fuerza me asusta un poco. Sus brazos ya no son extremadamente delgados, se ha desarrollado y sus
músculos son duros al tacto. Mientras yo estudio por las tardes, él se entretiene haciendo flexiones que
durarían horas y horas si no fingiera que he terminado. Hubo un momento en mis once que creí que algún
día le alcanzaría y sería alta como él, me equivoqué, yo no crecí tanto y Kainer se hizo enorme. Tengo
que moverme estratégicamente si quiero perderme en sus ojos. Su cara es redondeada, tiene algo
pronunciada la mandíbula pero sus horas de más haciendo deporte no le han pasado factura. Le nace un
poco de vello por debajo de la barbilla, a mí me gusta, él lo odia y se rasura con algún cristal. Es muy
guapo. Los labios sonrosados, sus ojos tan negros como si escondiera un demonio y el tono de su piel son
hermosos. Es perfecto por fuera y por dentro.
Kainer aparenta ser una máquina de matar y su voz es grave, y se trastorna jadeando si no oye lo
que quiere.
Es un ser singular, es mío.
Me enamoré. Él me gusta. Nos amamos con todo nuestro ser. Ambos nos lo demostramos de
manera distinta, y no podríamos vivir separados. Ni Kainer quiere estar con otra, ni yo deseo salir con
otro que no sea él. Hay algo de locura en esta rareza, el amor es así, una vez que viene ya no se va.
Quiero creer que no me dejará, que nunca lo dejaremos, porque ambos moriríamos si alguien nos
interrumpiese como pareja.
Si algo amo por encima de todo es que Kainer puede ser tan romántico como extraño. En estos
pasados cinco años le he traído libros de la biblioteca del instituto para que no se le hiciera tan pesada la
espera y se los devoraba en unos días. Es un amante de todas las historias clásicas de amor, piensa que si
actúa conmigo como un caballero le querré tanto en la vida como en la muerte. Es cierto que a veces
habla raro, pero sé que es su forma de expresarme lo enamorado que está de mí.
Me descuelgo de Kainer despacio, haciendo movimientos lentos con mis brazos, en parte, porque
huelo mal y todavía sudo. Él protesta pero cede besándome en la frente, abrochándose el botón superior
de la chaqueta de lana que necesita un lavado urgente. Tiene manchas negras y no sé si quiero preguntar
qué habrá estado haciendo.
—Yo también te he echado de menos —se centra en mi dedo corazón que palpa con los suyos.
—¿Sí? —Levanto mi mano para acariciar su cara. Es tan dulce que amaría lamerle entero. Me
sorprende dándome un abrazo, escondiendo la cabeza en mi cuello alzándome y besándome, —doy asco,
estoy sudando.
—He tenido un bonito sueño con una chica.
—Mi vida, tengo miedo por si te quedas dormido. Eso es peligroso, podrías ahogarte.
—Era imposible. Una chica pelirroja de cabello largo y con rizos en las puntas me estaba
mirando con sus hermosos ojos azules. Ella me sonreía. Siempre me sonreía.
—Uno trasparente. Sus senos eran visibles. Recorría con mi vista el brillo reluciente de su piel
blanquecina. Las pecas en sus hombros eran poesía para mis ojos.
—Besó mi boca. Sus labios sonrosados me besaron. A mí. Fui bendecido con su pasión.
La tomo asegurándome que no está herido. Kai tiene una rozadura de tanta masturbación. Suele
hacerlo cuando se agobia.
Él y yo no hemos intimado aún, y juro que lo deseo con toda mi alma, pero siento que no estoy
preparada para ello y tampoco soy una experta en el tema. No tengo amigas en clase, ellas se van con
chicos y se supone que yo salgo con Kainer. Nunca encajé con las chicas del instituto y cuando he
necesitado tener una charla del tipo sexo me he mordido la lengua. El tema impone respeto. Mi novio me
ha masturbado alguna vez, nos hemos besado y tocado también, aunque cuando se trata de desnudarnos,
sentirnos y acabar con nuestros miembros fusionándose me enfermo. Empiezo a temblar, a entrar en
shock. Menos mal que comprende el miedo que siento, si llega a ser otro ya se habría acostado con otra.
Sin embargo, él se masturba delante de mí y sin estar presente, lo más importante es que piensa en mí. Me
he propuesto lanzarme este mismo verano, sé que Kainer me cuidará y lo hará sin que me duela, he leído
tantos de esos casos en las revistas del instituto que me asusta que algo saliese mal.
—¿Te has enfadado? ¿Te has enfadado porque me he masturbado sin que me mires?
—¿En qué pensabas? ¿Por qué me dejas al otro lado cuando no hablas?
—¿Me lo contarías si te molestase que me masturbara? —Abro los ojos señalando hacia arriba,
Alyelle podría haber salido ya de la bañera, —ella tendrá que saber lo nuestro algún día. No es tonta. Ve
cómo somos cuando estamos juntos.
—No permitiré que nos la quiten. Alyelle no sufrirá por culpa de nuestras acciones.
—Tal vez se lo contemos cuando entre en el instituto y haya crecido más. Sus amigas del colegio
le hablarán de sus padres, ¿y de qué hablará ella? ¿De que sus hermanos se enamoraron?
—¿Hermanos? Esa palabra no me pone cachondo. Tus palabras suelen excitarme, esa en concreto,
no.
—Por ahora. No deberías escondernos de Alyelle, no quiero defraudarla. Me gustaría que ella
conociera el verdadero amor.
—Nosotros no somos lo que se dice… —él ha levantado una ceja y discutirá conmigo si se le
mete en la cabeza que lleva la razón —somos pareja, somos amigos y somos más que eso. Alyelle no
asimilaría que su hermano mayor salga con su hermana mayor.
—Ahí estás otra vez. No somos hermanos.
—De eso teníamos que hablar, pajarillo. El verano es muy largo, y tengo la intención de no
despegarme de ti. Aunque sudes. Eso sí me excita. Que sudes. No la palabra hermano.
Me hace cosquillas usando sólo la yema de sus dedos que presionan mi vientre. Esquivo sus
brazos pero toma ventaja y casi me acorrala contra la pared.
—¿Qué hacéis? —Pregunta Alyelle en la cima de la escalera, su pelo está mojado y lleva la
toalla enroscada en su cuerpo.
—Siempre, cariño. Vístete y únete a nosotros. Jugaremos cuando Rishelle se deshaga del olor a
pocilga que lleva en su cuerpo, —mi hermana desaparece emocionada porque jugaremos los tres y Kai
golpea tímidamente mi hombro —si la niña lo supiera le hubiese dicho la verdad.
—Hueles a rosas para mí, pero no podía decirle que me moría de ganas por besarte contra la
pared y de contagiarme con tus risas porque son el motor de mi vida, —me deja boquiabierta mientras me
besa rápidamente en los labios —piénsate muy seriamente contárselo. Esconderme me está empezando a
cansar. Es nuestra niña, nos amará igualmente si le decimos que entre los dos nació algo inquebrantable.
Le devuelvo el beso mirando hacia la escalera. Kainer no dice tonterías, de hecho, nuestra vida
en casa sería más satisfactoria. Sé que le mata mentir a Alyelle, para él sí es su hermana ya que la conoce
desde que era un bebé, de mí piensa que sólo era la vecina sin padres y que mamá me acogió. Pero
nuestra niña es muy chica, bastante tiene con ser pobre, con no tener padres y con sobrevivir con lo poco
que puedo ofrecerle. No es tan fuerte como para soportar una noticia de esa índole. A mi hermana la
hundiría si sus personas favoritas en el mundo están enamoradas el uno del otro, además, el factor
hermano nunca lo comprendería. Es complicado. Una noticia que hay que tratar con mucho tacto.
Me consuela tomándome entre sus brazos, acariciándome, siendo ahora mi soporte para que esta
muralla no se descomponga en ladrillos. Mi madre es un problema grave para nosotros tres porque se nos
acaba la comida. Hasta ahora, de lunes a viernes, me he estado trayendo todas las sobras del comedor del
instituto porque le conté a la cocinera que necesitaba alimentos para el perro. Y de eso nos hemos estado
alimentando durante años. Antes, entre Kainer y yo, nos la apañábamos mejor para aprovechar al máximo
las sobras y hurgábamos en la basura, pero desde que él se graduó la responsabilidad recae sobre mí. En
cinco años no nos ha faltado la comida, y en fechas festivas nos comíamos las sobras frías y secas porque
no tenemos gas para el fuego de la cocina.
Mañana es el día de mi graduación, hoy oficialmente es la última vez que puedo traerme comida
del instituto, en cuanto se nos acabe no sé cómo vamos a hacerlo con Alyelle. Nosotros hemos pasado
días sin comer, lo hemos llevado más o menos bien, pero no puedo dejar que esto afecte a mi hermana
pequeña. A ella no.
—Lo siento tanto por la niña. ¿Qué te dijo mi madre? ¿Te comentó que regresaría?
—No. Avisó que tenía cincuenta dólares en su bolso, se cambió de ropa y se marchó.
—¿Crees que hemos cometido un error en pagar la factura de la luz? ¿Debimos guardar el dinero
para nuestra comida del mes?
—Con luz entretenemos mejor a Alyelle. Encenderá ese trasto de televisión y se saltará la
comida. Haremos lo de siempre. Fingiremos que nos hemos quedado dormidos, no encontrará alimentos
en la cocina y acabará por dormirse también. Le queda una semana de colegio aún.
—¿Qué pasará después cuando se nos acabe las provisiones? Y no la han aceptado en ese
estúpido campamento de verano.
—Si le pasase algo no quiero que avisen a nadie que no sea a mí. A nosotros.
—¿Cuándo jugamos?
—Kainer, ya los he hecho, y los he aprobado todos. La señorita dice que soy la más lista de la
clase.
—¿Lo dice? —Él la acecha cogiéndola en brazos mientras juega a hacerle cosquillas.
—¿Irás mañana a tu fiesta de graduación? La hermana de mi amiga dice que su vestido es bonito y
tiene brillantes.
A Kainer se le oscurece la cara sonrojada de felicidad que mostraba jugueteando con ella y pasa
a acecharme con sus ojos negros. Él no me lo ha prohibido, le dije que hoy me traería la comida por
última vez, pero nunca le he confirmado que estoy pensando regresar mañana para coger más provisiones.
—Tú no fuiste porque Rishy recogió tu titulación a los dos meses, ¿no te acuerdas?
—Alyelle, no te metas, —la baja lentamente y ella queda entre nosotros, —¿irás mañana a esa
fiesta?
—No es una fiesta. Me entregan el título y habrá una sobremesa con barra libre.
—Se te olvidó comentarme ese detalle, que te irías y no regresarías hasta la noche.
—Sí, y podemos ir a ese parque que tanto me gusta. ¿Iremos? Soy las más pequeña de los tres.
Quiero ir al parque.
—¿Tenemos un plan? —Sonrío a Kainer. Son sus gestos los que me atemorizan. Doy las gracias a
mi hermana que está en medio porque él ya habría enloquecido de alguna rara forma.
Sube las escaleras despareciendo en mi habitación, cerrando la puerta, aislándose. Nos ha dejado
a las dos mirándole aquí, sin saber qué hacer o decir.
—Eh, no cariño. Ya conoces a Kai. Hemos planeado limpiar mañana la casa por la tarde y no le
gustaría hacerlo él solo.
—Ya, pero él no quiere que te canses. Coge aquella que no pesa tanto y sígueme.
Argumentaré la polémica de la fiesta de graduación más tarde. Ahora necesita un poco de tiempo
y mi hermana algo de atención.
Nuestra casa no es la más hermosa de la urbanización. Nos pintaron grafitis en la fachada, nos
tiraron huevos y papel higiénico cuando aparecían en coches, y también nos quemaron gran parte del
jardín. Pero por dentro es igual de fea como por fuera. Mi madre daba muchas fiestas y el padre de Kai
venía acompañado de hombres muy guarros que destrozaban todo.
Las paredes son de color azul, pero se ven blancas por del desgaste. Tenemos un sofá que
encontramos en un contenedor porque una banda de música se trasladó a dos manzanas al norte, cuando se
fueron se dejaron algunos muebles y Kainer y yo los trajimos una mañana de sábado. En la planta baja, a
parte del recibidor que es un palo donde Alyelle deja su abrigo en invierno, no hay nada más que la
extensa sala de estar ocupada por ese trasto acolchado y una televisión que cogimos también de un
contenedor. Recuerdo cuando Kai conectó la antena a uno de esos cables de luz, no sabíamos cómo
enchufarla y lo consiguió. Se sintió realizado. Eso le gustó.
Pasamos al fondo, a la cocina. Si esto fue alguna vez una cocina. Alyelle deja la bolsa y me
comenta algo sobre su muñeca. Sé que ha desaparecido porque detesta entrar aquí. Esta cosa se
derrumbará tarde o temprano. Por las grietas en el techo, por el poco cuidado de las paredes y porque
está construida en su mayoría por baldosas que se hallan esparcidas en el suelo. Nosotros no nos
atrevemos a quitar nada, tememos que se nos venga abajo. En un rincón tenemos una mesa junto a una
silla. Hace unos días estuvo ahí sentada mi madre y no me habló cuando le dije adiós, tampoco saludó a
su hija pequeña. En el medio tenemos una isla, si se puede llamar isla a una pieza de cimientos cubiertos
con baldosas rotas. No nos funciona el gas para cocinar, no nos funciona la luz, no nos funciona el
frigorífico ni la lavadora. Empleo horas restregando la ropa con los botes de jabón que lleno en los
baños del instituto. Da asco vivir entre tanta mierda.
No viene nadie a advertirnos si estamos en riesgo o no, pero las facturas sí que llegan.
—Estará durmiendo.
A mí también me disgusta la cocina, no es mi lugar favorito de la casa aunque hace unos días
Kainer la limpió para nosotras dos. Salgo olvidándome de la comida saltando algunas de las baldosas
esparcidas y echo un vistazo asegurándome que el grifo no gotea. Sonrío pasando por la puerta de nuestra
cueva, como la llaman Kai y Aly, es un trastero subterráneo donde tenemos mierda acumulada. Hace un
par de semanas los tres bajamos para buscar juguetes antiguos de la niña y nos divertimos.
—No funciona.
¿Otra vez? Se supone que Kainer lo debía arreglar. Se lo dije hace unos días. No lo suelo usar
porque me lavo la cara con jabón en el instituto para ahorrar, pero debería funcionar. Aly sí que lo usa,
todavía no ha asistido al colegio hecha un desastre y cuido mucho su higiene.
No malgasto demasiado tiempo porque tengo que ocuparme de dos personas ahí afuera.
Al vaciar la bañera y secarme con la misma toalla que Aly, enrollo la fina tela en mi pelo. Hace
un par de años que me cansé de acarrear con él, de verlo a diario, de soportar el peso en lo alto de mi
cabeza. Lo tengo demasiado largo y pelirrojo, y Kainer lo ama mucho más que yo. Si no me lo he cortado
es porque me amenazó seriamente con desaparecer si me atrevía a tocarlo. Al menos cubre la mayoría de
mi cuerpo flácido sin vida. No me han crecido las tetas desde los catorce, el color de mi piel es tan
natural y soso que me da asco mirarme, por no hablar de todas esas pecas que conlleva ser pelirroja.
Intento distraerle siempre con mis labios sonrosados o con mi mirada azul tierna, pero no soy lo que un
chico buscaría en una chica.
Procuro superar mis límites cuando se trata de sexo. Kainer está enamorado de mí, tanto como yo
de él, me hace sentir guapa, sexy y deseable. Luego estoy yo, que hay algo en mí que me provoca
rechazarme cuando avanzamos en la cama. Le deseo mucho, me gusta los ratos que pasamos tocándonos,
acariciándonos, besándonos… aunque ahí está mi voz siempre diciéndole que lo dejemos para otro
momento. Estoy cansada de no lanzarme en ese aspecto. El verano será largo y mi novio se pasa todo el
año encerrado en casa. Necesita desfogarse también de una vez por todas con una chica.
Peino mi cabello dejándolo caer como quiera, salgo comprobando que mi hermana sigue sentada
en el sofá viendo una serie juvenil y me planto frente a la puerta de mi habitación.
En mi habitación tendríamos que dormir Alyelle y yo. No es muy grande, pero frente a mi cama
hay un espacio donde cabía su colchón de niña, el techo se empequeñece en esa parte y era perfecto para
ella. Pero Kainer ya se había enamorado de mí, quería pasar tiempo conmigo y no le gustaba la
habitación del bebé. Hicimos un cambio justo dado que mi hermana necesita su propio espacio. Aquí nos
apañamos, este rincón es una réplica del desván que tenemos arriba en versión diminuta. Dormimos en un
colchón antiguo y además tenemos un armario de madera en el que metemos nuestras cosas. Podría ser
mucho peor, a él le encanta mirar un muro de piedra que tenemos como vista desde la ventana y a mí me
entra luz para estudiar. Esta habitación está deteriorada, pero yo no la cambiaría por ningún otro rincón.
Ya nos he dado privacidad cerrando la puerta. Me he acostumbrado a tener un ojo sobre mi
hermana y otro sobre él, y ahora necesito que la niña no nos interrumpa. Cada vez que veo a Kainer de
esta forma me siento culpable, se aísla de nosotras dos, de mí. Está tiritando de frío y afuera estamos a
cincuenta grados por los menos.
—Kainer, mi amor, estoy aquí contigo. No me moveré, —me desplazo rodeando la cama e hinco
mis rodillas en el suelo, tomando conmigo sus manos.
—Buscaré algo en los cajones de mamá, quizá haya alguna hierba que te pueda servir. Si no,
mañana bajo al instituto y cogeré medicinas de la enfermería.
—He estado esperando este día durante siglos —parpadea poco a poco.
—Yo también. Por fin me he graduado, ya no tendré que pasar más tiempo estudiando o haciendo
deberes. Ahora ocuparé mi tiempo libre en ti. Sólo en ti.
—¿Me lo prometes? —Besa mis manos haciendo contacto visual con mis ojos.
—Por supuesto. No tenemos nada que hacer y a Alyelle le queda todavía una semana. En cuanto
regrese a casa nos tumbaremos en la cama y nos abrazaremos durante horas.
Kainer me hace un hueco en la cama y me recibe contento. A pesar de que mi cabello esté mojado,
no opone resistencia cuando se trata de abrazarme. Su piel se siente dura, tensa, rígida. Es como si se
preparase para no ser el chico débil y delgado que era hace unos años.
—He tenido algo como… una crisis con mi pelo.
—¿Por qué me torturas queriéndotelo cortar? Es hermoso. Eres una chica privilegiada por poseer
ese color, —lo expresa tan convencido que me lo creo. Adoro mi pelo, es que a veces… no sé por qué es
tan estricto con algo tan insignificante.
—Esta vez no creo que pueda prometerte nada. Hace mucho calor.
—Mójatelo.
—¿Rishelle, Kainer? —Forcejeo con él que me arrastra hacia la cama cuando intento que mi
hermana no nos pille.
—Convenciéndole para que baje a jugar. Se encuentra cansado de hacer deporte en casa.
—¿Salir? —Él abre los ojos asustado, analizándonos a las dos que le miramos intrigadas.
—Afuera, como siempre. Buscaremos la pelota. Espero que el viento no la haya volteado.
—¡No!
—No es suficiente.
Kainer no dará su brazo a torcer, y lo que menos necesito ahora es una discusión entre los dos,
acabaré consolando a mi novio y explicando a mi hermana que él es un chico especial.
Le indico a Alyelle con la mano que salga de la habitación y me responde con una mueca, a este
tipo de situaciones me refiero cuando desearía que no supiese lo nuestro. Condicionarla le haría sentirse
diferente a los dos y no es así. Los tres estamos unidos, que él y yo nos amemos no significa que la
dejemos de lado.
—No me apetece, —ha cerrado los ojos para no verme y yo me he cruzado de brazos —y tú
tampoco quieres estar conmigo. Prefieres salir al a calle y jugar.
—Porque no hay nadie, porque hace sombra y porque nos apetece sentir el aire fresco.
—Vete. Abandóname. Atiende a tu hermana antes que a mí. Mientras, me quedaré aquí solo. Sin
nadie.
Respiro hondo arrodillándome de nuevo, llegando a él con las palmas de mis manos. Kai es tan
grande por dentro como por fuera, un ser intenso que vive cada frase apasionadamente.
—Cariño, pon de tu parte. Por favor. Al menos cuando esté Aly. Es una niña que se está criando
sin madre. Solamente nos tiene a nosotros dos.
—Ella también podría estar aquí arriba. ¿Por qué no jugáis en la habitación?
—No volveré ahí de nuevo, Kainer. Haz lo que quieras. Si no quieres estar con nosotras en esta
tarde cálida de verano, disfrutando y riendo, quédate en la cama. En serio.
—Eso haré. No me amas lo suficiente como para elegirme a mí también después de pasar tantas
horas fuera de casa. Sin mí. Sola. Con otros.
—¿Tú crees?
—Oh, sí. Hoy has subido la cuesta con bolsas y tus brazos flacos no lanzarán como otros
campeonatos.
—Eh, fue un consejo del entrenador. Vamos, demuéstrame que sabes lanzar.
La mayoría de las veces la dejo ganar para que piense que si se esfuerza puede lograrlo.
Aly y yo somos distintas porque no compartimos el mismo padre. Nunca conocí al mío y mamá no
me habló de él, pero sí recuerdo al de Alyelle, frecuentaba sus visitas nocturnas en la casa y hasta
cenamos juntos alguna que otra vez. Supe que era su padre porque ella es su retrato exacto. Sus ojos
marrones, sus pómulos y sus labios son iguales al de aquel hombre. Tampoco supe nada de él ya que
nuestra madre vivió el embarazo sola. Mi hermana es más alta que las niñas de su edad, su cabello es
rubio y largo aunque se le enrede, y sus piernas son largas. Nos parecemos un poco, ambas recogiendo
las mejores partes de la mujer que no nos quiere. Alyelle es una chica muy inteligente, su profesora dice
que va más adelantada que los demás y es muy sociable y amigable. Me gustaría que su vida fuera yendo
en esa misma dirección, en esa en la que nadie sabe lo realmente pobres que somos.
El atardecer nos avisa claramente de que hemos pasado unas horas jugando. Después del
campeonato inventado por mi hermana, hemos decidido jugar a otro juego. El brazo me duele, y no tengo
derecho a quejarme porque ella es feliz. Kainer apareció hace una hora más o menos, y mi amor intentó
abrir la puerta y salir afuera, pero no sé lo que pensaría que decidió mirarnos a través del cristal de la
ventana. Le he sonreído y él ha hecho lo mismo ajustándose la chaqueta de lana que cubre su camiseta.
Mando a mi hermana a que coja los tres cubiertos limpios que procuro fregar en la cocina del
instituto, y va colocando las cosas en la mesa frente a la televisión. Hacemos que nuestras cenas sean en
familia, es el único momento del día que nos divertimos mientras comemos. Kai ha abierto sus brazos de
nuevo en cuanto he cerrado la puerta.
—Lo has hecho bien, —sonrío separándome de él para que Alyelle no nos vea —mañana darás un
paso más. Este verano jugarás con nosotras. ¿Tienes hambre?
—No. No mucho.
Él se alimenta una vez al día. Nosotras tenemos la opción de almorzar en los comedores, pero él
depende de la comida que le traigamos. Le he dicho muchas veces que se acercara a mi instituto y le
pasaba algo de comer, pero dado que no pone un pie fuera de casa, se me hace muy difícil que sobreviva
como es debido. Por eso, hoy he traído de más. Mientras esperaba a la niña he hurgado en el contenedor
de su colegio y he cogido algunos extras que no nos lo podíamos permitir.
Yogures que han tirado porque se han pasado dos días de su fecha de caducidad. Cuando tengo
que alimentar a mi familia no miro fechas, solamente cantidad, y hoy he cargado muchos kilómetros
arrastrando lo que comeremos durante un largo fin de semana, y cinco noches si Aly almuerza la semana
que viene en el colegio.
La niña no se queja porque le obligamos a que se llene hasta explotar en el comedor del colegio.
Tampoco Kainer dice nada, mi novio se conforma con lo que sea y para mí es un placer verle comer. Los
dos nos vamos moviendo disimuladamente hacia el centro del sofá, ambos con la bandejas en la mano y
pinchando mientras nos sonreímos.
Desearía que todos los momentos de la vida fueran como este, tan solo nosotros tres en el salón
de casa, una noche normal, y cenando sin preocuparme qué comeremos el día de mañana cuando no
consiga nada.
Restriego con cariño mi cabeza sobre el brazo de Kainer, nos estamos riendo de todas las
aventuras que viven los dibujos animados. Alyelle está concentrada en la trama mientras que yo miro a
Kainer, le da vergüenza que lo haga, a veces se ruboriza. Parece tan pequeño sentado que me olvido que
ya tiene veinte y tres años. Hace nada tenía dieciséis, y ya es todo un hombre que se sigue resguardando
en su tímida personalidad.
- CAPÍTULO DOS –
Me despreocupo de las bolsas subiendo las escaleras de dos en dos, saltándome la muñeca de mi
hermana que ha dejado tirada en mitad del escalón. Al asomarme veo a Kainer tendido en la cama, algo
más relajado a primera vista aunque todavía aislado ya que no se ha movido para mirarme a los ojos.
—Kai, Kainer cielo, ¿cómo estás? ¿Qué te duele? He traído medicinas. Te haré una sopa y te
sentarán bien. Levántate, por favor.
—¿Por qué? ¿Por qué a mí? —Su cara está hinchada, tiene los ojos llorosos y mi tacto no le hace
efecto.
—Porque las personas nos enfermamos. ¿Te acuerdas cuando a Alyelle le dolía la pierna y la
garganta? De jugar. La curamos y ya está sana. ¿Eh? Hagamos lo mismo contigo.
—No, amor. El sol ya ha salido y calienta. Sacaré un cazo con agua al porche, tu sopa va a estar
muy rica. Confía en mí.
Se lleva las manos a la cara para llorar. Está gimiendo mientras solloza, me ha contagiado y
también le imito, yo lo hago en silencio.
Es habitual en él que le den brotes como este, pero nunca los había visto de esta magnitud ni tan
profundo. Sus signos han empeorado en los pasados dos meses y no sé cómo ayudarle. Al principio pensé
que era un chico triste por consecuencia de la infancia que le había hecho vivir su padre o por no conocer
a su madre, luego creí que había entrado en una extraña depresión y hasta el día de hoy sigo pensando que
lucha contra esa enfermedad. Los libros de la biblioteca no me concretan nada exacto, Kainer padece
síntomas y signos que varían constantemente. A él todo le influye, el clima, el día de la semana, el mes
del año, las visitas de mi madre, mi propia madre y hasta mi hermana. Sé que soy lo único que tiene en su
vida, y también soy consciente de que deja en mis manos todas las opciones para poder ayudarle.
Apoyo mi frente sobre su antebrazo dispuesta a permanecer así hasta que recoja a Alyelle del
colegio. Quiero que se duerma para mi propia tranquilidad, si continúa llorando me sentiré fatal por
abandonarle. Es la última sensación que quiero trasmitirle.
—¿Qué quieres que haga? Háblame. Guíame en esto, cariño.
—No me comprendes.
—¿Abajo, dónde?
Cierra los ojos pegando sus labios contra los míos. Me consuela que haya parado de llorar y que
haya superado la parálisis que ha sufrido desde esta mañana. Todavía sigue temblando, el cuerpo lo tiene
encorvado y su respiración es acelerada, pero ya ha regresado, conmigo.
—¿Sabes? He cogido comida de un camión cuando salía del instituto. Estaba abierto y no había
nadie dentro, no sería robar del todo, ¿no?
—No.
—He traído medicinas, así nos aseguramos que Alyelle esté bien durante el verano. Y tú.
—O tú. Podrías enfermar tanto como nosotros. Moriré si algo te sucede, Rishelle. Muero si te me
vas.
—Yo también tengo miedo de que te vayas.
Busco el tic de su labio inferior para cerciorarme que está mintiéndome, pero en ninguno de los
diez segundos que me paso embobada mirándole se inmuta. Lo ha dicho en serio. Quiere irse de casa.
—No.
—¿Por qué dices que será duro? ¿Por qué lo has dicho? ¿Tienes intención de marcharte? —La
idea me hunde y me siento en la cama. Su abrazo es una traición si se le ha pasado por la cabeza
abandonarme.
—Haré todo cuanto esté en mi ser para que así no suceda. Perderte sería revivir mi propio
infierno. Mis intenciones contigo no son más que amarte desde la soledad de mi oscuridad. Mi Rishy, te
amo, —se incorpora mareándose un poco, llevándose la mano a la cabeza, pero acaba por enfrentarme
acercándose a mí —eres lo que soy.
—Si me amas tanto como yo a ti, no te vayas de mi lado, no te cortes el pelo y sé fuerte.
—Tu rechazo me quema las manos, —ha intentado tocarme, no lo he permitido. Esto es una
despedida. ¿Es esto una despedida? —Rishelle, mi alma gemela, mi amor.
—No, —agacha la cabeza sonriendo —la mayoría del tiempo no planeo. Sólo conservo mi
estancia allí abajo.
—¿Pero dónde es allí abajo? ¿Hablas de la cueva donde están los trastos, la que está abajo y que
limpiamos los otros días? ¿Es allí donde vas cuando no estamos en casa?
Se hace con mis manos, las besa con ternura y repite el beso que planta en mi frente. Yo me
deshago en mimos con él, sus hombros están encorvados hacia abajo y su pose todavía duda de su
estabilidad de pie, pero lo está intentando. Se esfuerza en dar lo mejor de sí mismo dando el primer paso
para sostenerme.
—Te quiero, Rishelle. Cree en mí, en lo que te digo. Cree en nosotros dos. Estoy pasando por
algo que me tortura, soy incapaz de abrazarme a tu refuerzo. Pierdo el control. El dolor más difícil con el
que lucho es tu marcha. Si te quedas conmigo todo nos irá bien, si te vas me harás daño, me hará daño.
—Pero Kai, —entrelazamos nuestras manos —¿qué te ocurre? ¿Es la muerte de tu padre? Él se
encuentra en un lugar mejor, estoy segura que tu madre te amaba con locura. Conociendo a ese hombre no
me extrañaría que le dijese cualquier cosa y ella huyera. Nosotras te amamos. Alyelle y yo somos tu
familia ahora. Supera esta depresión. Por favor.
—Los dolores de cabeza me provocan el desmayo. Es como si alguien estrujara con ansia mi
cerebro. Rishelle, no lo… no aguanto, —se sienta en el borde de la cama y yo me arrodillo. Él está
abriendo sus sentimientos, —eso me matará. Algún día me iré. No prometo no intentar con todas mis
fuerzas quedarme.
—¿Hablas de la inconsciencia? Leí en un libro que podrías caer en coma si se repite. ¿Por qué no
vamos a un médico? Te curarán. Quizá sólo tienes migrañas.
Se desliza hacia arriba la camiseta empapada de sudor junto a la chaqueta de lana fina. Lo que me
enseña me parte en dos, soy incapaz de analizar la crueldad que se ha hecho en la piel. Tiene diversos
arañazos acentuados, alrededor un color amarillento y morado que me hiere tanto como a él. Paso mis
dedos por su mano que aún sujeta la ropa, entiende mi rechazo a sus heridas y me complace cubriéndose.
—Cuando despierto de la oscuridad me doy cuenta que estoy arañándome, golpeando mi cuerpo
como si fuese imposible desgarrarlo.
—Sabía que te hacías eso, pero…
—Esto se agrava, Rishy. Los dolores son insufribles. Paso la mayoría del tiempo en la cama
porque no puedo dar más de mí. Algo está matándome.
—Por mucho que sane todo se repetirá de nuevo. Despertaré asfixiado en la oscuridad y me haré
lo mismo.
—Kainer, amor, ¿por qué no me lo habías contado antes? Iremos a un médico para que te cure. No
tenemos medicamentos suficientes. Te acompañaré. Saldremos juntos a la calle, nadie te hablará ni te
tocará. Seré tus brazos y tus piernas cuando tú solo seas voz. Permaneceré junto a ti siempre.
Leí algunos términos sobre la autolisis, sus consecuencias y procedencias. Kainer no está
sufriendo una depresión cualquiera, él ya entró en casa triste cuando nuestros padres se casaron. Ha
debido ver cosas horribles si su padre no mantenía la bragueta subida. Mi chico necesita una atención
que nadie le ha dado en su vida. Es por lo general bastante callado, como si intentara no molestar allá
donde esté. Siempre ha tenido un carácter especial para desenvolverse en casa, menos mal que tanto
Alyelle como yo le hemos hecho reír, integrarse y ser uno más.
Tengo la sensación que nunca haré lo suficiente. Se me escapa de las manos. He esperado estas
semanas a que mejore, pero no las tengo todas conmigo dado que se está desgarrando por completo;
cuerpo y alma. Kainer no se encuentra preparado para luchar contra su enfermedad.
—Pajarillo, ¿cuál es tu razón para llorar? —Corta el recorrido de mis lágrimas con una de esas
caricias en mi cara que me gusta. Estamos tan lejos el uno del otro que me duele saberlo.
—Lo hago, —me centro en sus ojos negros que me miran desolado —pero no me iré de tu lado.
Estaré aquí, contigo.
—¿Qué será de mí mientras tanto? Si no sales de la cama, de casa. Si algún día te beso y ya no…
ya no sientes lo mismo. Te lo juro, tengo un nudo en mi garganta.
Juega a recoger mi pelo húmedo que se pega a mi piel y sopla sutilmente para calmarme. Yo
también necesito un poco de tregua cuando se trata de nosotros dos, cuando abre su corazón nunca estoy
preparada para lo que dirá.
—Te protegeré. Seré tu guardián. No descansaré hasta tenerte conmigo para siempre, —le hago
un ronroneo porque se me eriza la piel, —siempre estaremos juntos. Prométemelo, hazlo por mí,
prométeme que me esperarás.
Arruga los ojos por un pinchazo en su cabeza, ha soltado mi pelo y se ha llevado la mano a su
sien.
—Aguarda en la cama mientras rebusco en las medicinas. Encontraré algo para el dolor.
Le hago caso sentándome a su lado, besando con cariño su rostro. Los dos nos quedamos en
silencio durante un largo periodo de tiempo en el que se golpea varias veces la cabeza, luego el brazo y
por último el vientre. Uno de sus gritos me ha puesto en pie, nerviosa, insólita ante la imagen de ver cómo
se está destruyendo.
Salgo corriendo de la habitación aligerando el paso por las escaleras en las que troto muy
rápidamente. En la entrada he dejado esparcidas varias bolsas de las que me olvidé cuando vine y me
centro en abrir la cremallera de mi mochila. Saco las tabletas de pastillas que he robado de la
enfermería, remuevo mis cosas hasta dar con el tarro y leo la inscripción del contenido.
Descifro el significado de tanta letra en conjunto pero el timbre de casa me alarma. Nadie lo
había tocado en años, siempre entra mamá acompañada de sus amigos o novios. No sabía que funcionara.
No es que me haya planteado en averiguarlo tampoco. La acción se repite otra vez y me pongo en pie
frunciendo el ceño.
¿Quién demonio es y qué hace en este barrio?
Ella.
Aparto las bolsas con el pie porque entrará, ella entrará y nos hará una inspección para su propia
conformidad.
—¿Hola? ¿Chicos? —Ponía su dedo sobre el pulsador pero le he abierto. Ella podría estar así
durante horas. Es muy pesada.
—¿Dónde está lo más bonito del mundito? ¡No has crecido y estás muy flacucha! Tu pelo es
orgásmico para cualquier hombre, chica, cuídatelo y…
—Oye… no…
Esta mujer es la hermana de mi madre, mi tía, la tía Allyson. Es unos años más joven que mamá;
pelo rubio como Alyelle, ojos azules, labios estropeados, cuerpo de niña de quince años y figura
extremadamente delgada. Como yo. Se viste con ropa demasiado ajustada como para ir a visitar a sus
sobrinos, el vestido le va a explotar y los zapatos saldrán caminando solos si ella no los mete en una
lavadora. Parece sacada de una fiesta nocturna en la que ha salido a patadas.
Y por supuesto que ella ha entrado arrasándome porque no tiene nada mejor que hacer. Se dedica
al mismo oficio que su hermana; a casarse con hombres, a vaciar sus bolsillos y a buscar a otros cuando
se cansan de deberse a un matrimonio. Las dos viven en un continuo baile de fin de curso disfrutando las
noches y la vida fácil. Creo recordar que no tiene hijos, no que yo sepa, lleva un par de años sin venir
por aquí pero mi madre nos ha ido poniendo al día de sus locuras.
Ha puesto en el sofá varias bolsas de compras, seguro a cuenta de un hombre rico que se ha
apiadado de ella. Evalúa el estado actual nefasto de nuestro hogar mientras yo estoy cruzada de brazos
esperando a que suelte alguna estupidez por la boca. Sin embargo, sacude su cabeza y se agacha para
trastear en sus bolsas.
—¿Y la chiquitina? Le he comprado unos vestiditos tan monos que no he podido resistir la
tentación. Mira, mira este Rishelle, ¿no se lo pondrías para siempre?
Me enseña un vestido precioso de color turquesa. Lleva un lazo atado en la espalda, unas flores
en el encaje del borde superior del cuello y un estampado muy bonito, ideal si saliésemos de casa y si
retrocedemos seis o siete años. Porque es como cinco tallas más pequeño que la que usa mi hermana.
—Tía Ally…
—¿Y este blanco, no es lo más exquisito de la tienda? Mira este rosa. Por favor… es que son
tan…
—No seas celosa, muchacha, también he traído ropa nueva para ti. Envidiosa.
—Oye, no te la he pedido —levanto los brazos. Nunca he encajado con ella. Me pone un poco
atacada de los nervios. Muy atacada de los nervios.
—Te quejas, te quejas mucho —saca de las bolsas cajas minúsculas de zapatos, trajes de baño y
complementos que no usaríamos.
—¿Me estás llamando tonta? ¿Te crees que no sé su edad? ¡Es un bebé todavía!
—Alyelle ha cumplido diez años. Hace cuatro meses. A mi hermana no le cabría esa ropa ni
aunque la forzásemos.
—Vamos, no ha pasado tanto tiempo. ¿Dónde está? ¡Alyelle, la tía Allyson ha vuelto y ha traído
regalitos!
—Está en el colegio.
—¡Es verano!
—Termina la semana que viene, —cruzo de nuevo mis brazos con la intención de tener una
conversación con ella. Si resiste. Porque normalmente tiene espasmos y lo mismo me deja con la palabra
en la boca.
—Diez años. Una niña de diez años. Y es así de enorme, —levanto la palma de mi mano por
debajo de mi hombro, ha crecido mucho últimamente.
—No puede ser, —hace una mueca mirando todas las cosas que ha sacado emocionada de las
bolsas de compra.
—¿Por qué iba a saber yo algo de la zorra de tu madre? ¡Esa puta se puso culo y no tomó en
cuenta mi opinión!
Kainer hace un ruido en lo alto de la escalera. Desde aquí abajo podemos ver algunas de las
puertas del pequeño pasillo de arriba. Como siempre, se abraza así mismo, se encorva hacia abajo y mira
con sus ojos apenados. Me había olvidado de él, de que estaba teniendo una crisis. Esta mujer me había
distraído. Se ha debido sentir solo sin mí. Sonrío al verle pero mi tía mueve mi cuerpo haciéndome
tambalear.
—Si tuvieran que darme dinero por cada novio de las zorras que conozco, sería pobre.
—¡Tía Allyson!
—Rishelle, eres muy bla bla bla y ble ble ble —se ríe a carcajadas de mí. Kainer ni se ha
movido, sigue sujetándose la cabeza mientras lidia con su dolor.
—¿Por qué debería? ¿Es que esa zorra no viene? —Saca un cigarrillo de su bolso pero le freno
con la mano. Estoy empezando a estar desesperada.
—Por favor, si sabes dónde está, ¿podrías decirle que se pase por casa? La necesito. Esta vez la
necesito mucho, —trago saliva comprobando a Kainer de reojo, está empeorando. Él se ha agachado
escondiéndose entre sus brazos. Ella también se está dando cuenta que algo pasa en casa.
—¿Qué le pasa?
—Acabo de estar en el club. No la han visto en días. ¿Está loco? —Ve que Kainer se está
meciendo.
—No, de eso nada. Le duele la cabeza. Sufre de migrañas. Quiero llevarle a un hospital y mi
hermana no puede quedarse sola. Es muy pequeña. ¿Podrías quedarte con ella o llevarnos en taxi al
hospital?
—Llama una ambulancia, tengo lo justo para volver a la ciudad. ¡Vivís en el puto culo del mundo!
—¿Recogerías a Alyelle del colegio y la traerías a casa? Llamaré para que te autoricen.
—Oh, —ladea su cabeza —es que… es que tengo mucha mierda que hacer. Eres un poco
desagradecida. Os he traído ropa y quieres que te haga de niñera.
—Somos tus sobrinos, Allyson. ¡Para una cosa que te pido! ¿No le ves? Kainer no puede soportar
el dolor y cuando se acaben esas pastillas no tendremos más. Porque, ¿sabes qué?, los tres no tenemos
comida. Tu hermana se ha ido, no aparece por casa desde hace unos días y sabe que dependemos de los
alimentos del comedor.
—Aparece, va, viene, se queda, se cansa de estar aquí, paga algunas facturas, luego sube las
escaleras y no sale de la cama en días. Ella no sabe ni que existimos. Comemos gracias a que he traído
reservas del instituto, ¿y sabes lo gracioso? Hoy es el día de mi graduación y no podré asegurarme de que
mis hermanos coman nunca más.
Me enfado conmigo misma, con mi madre, con ella, con todos… y subo la escalera para atender a
mi novio. Llego a él comprobando la temperatura de su frente. Fría. Le agarro por las mandíbulas de la
cara asegurándome que sigue aquí. Sus ojos son negros, tan negros que parece sacado de una pesadilla.
—Kai, te daré de comer y te tomarás algunas pastillas. Lucharemos juntos contra esto. Te lo
prometo, no te abandonaré.
—Pero pequeña Rishy, ¿qué le pasa? ¿Qué os pasa? —Se presenta acercándose a los dos.
—Pasa nada que te importe. ¿No te ibas? Llama a un puto taxi y lárgate. Rezaré para que le fallen
los frenos y te estampes cuando bajes la cuesta.
—¡Oye, niña, háblame con respeto! —Ella se agacha a mi lado, —¿por qué sabes que no está
loco?
—Métele en un psiquiátrico.
—¡Tía Allyson! ¡Dios Santo! Tranquilo Kainer, no le hagas caso. Ella no te conoce.
—¿Qué tipo de droga os metéis? —Quiere apartarme para olerle la boca aunque le doy la espalda
y retrocede en cuclillas, —Rishy, no te ayudaré si no me cuentas la verdad.
—Esta es la verdad. ¿Es que no le ves? Necesita medicación. Un médico que venga si es posible.
Él no pestañea desde que le sostengo la cara. A veces se mueve para llevarse las manos a la
cabeza y otras veces tiembla. Parece un cuerpo sin vida. Caerá en coma.
—Te lo he preguntado yo a ti. Tienes que volver al club, preguntar a las camareras y a sus
compañeras de trabajo. Ella me ha hablado de…
—Rishelle, he venido del club. Nadie la ha visto desde hace unos días.
—Allyson, hablo en serio —ya no toco la cabeza de Kainer y se esconde abrazándose las
rodillas. Si está en trance no volverá por un tiempo.
Mi tía agarra mi brazo apartándonos de él, escuece. La muy idiota tiene fuerza.
—No, yo hablo en serio. ¿Qué mierda hacéis? ¿Qué os hacéis para que esté así? ¿Es una especie
de juego de adolescentes?
—Te juro que no nos drogamos. Ni siquiera fumamos. Aquí vive una niña pequeña. Los dos
intentamos hacer lo mejor. Él, —miro hacia atrás y parece no querer escucharnos —él no se encuentra
demasiado bien últimamente. Siempre ha sido un chico especial.
—¿De la clase de especial que está loco o de la clase de especial que hace eso para llamar la
atención?
—De la clase que está enfermo y no tiene padre ni madre. Sólo a Alyelle, a mí y a mamá, pero
sobre todo a mí. Yo me encargo de curarle cuando está herido.
Susurro mirando a Kainer con nostalgia. Sé que sus brotes son pasajeros, que no siempre se
quedan con él aunque le dejen secuela. Se le pasará. Mañana será el mismo, nos tumbaremos y nos
besaremos. Dice estupideces cuando lo pasa mal. Mi novio volverá. Volverá pronto. Pero si aprovecho
que mi tía está en casa podré sacar algo para nuestro beneficio; un médico, dinero, un paseo en taxi al
hospital, una tarde soñada por Alyelle cuando se vayan de compras juntas o lo que sea… me conformo
con cualquier pequeño detalle.
—¡Joder! —Está pensando, usa su neurona para hacerlo, —¿cuándo fue la última vez que estuvo
en casa?
—Hace unos días. Apenas me acerqué a ella, la cocina olía a alcohol y tabaco. Baje de la
habitación con Alyelle y nos fuimos a nuestros respectivos centros escolares. Kainer dijo que se fue. Ella
dejó cincuenta dólares en su bolso pequeño y se marchó.
A mi tía Allyson le ha costado llegar a mí, a nosotros. Ha tenido que ver la desesperación en mi
rostro como para no decir ninguna tontería, reírse o tomarme por tonta. Ella puede dar de sí, a veces
pensará, y es que le estoy contando la verdad.
Saca de su bolso de cuero falso un móvil como esos que llevan mis compañeros de clase. Nunca
he tenido uno, Kainer tampoco. No nos podemos comunicar con nadie. Tendríamos que buscar a alguien
para llamar por teléfono si tuviésemos una urgencia grave.
La melodía nos alarma a los tres. Tanto mi chico, mi tía, como yo, nos extrañamos de que el
aparato esté sonando en la habitación de mi madre. He estado tan liada ocupándome de todo que no me ha
dado tiempo de revisar sus cosas. Si ha venido a casa Kainer no me ha dicho nada. Por eso, me muevo
extrañada abriendo la puerta mientras Allyson se choca con mi espalda. No hay nadie, pero la habitación
huele mal.
Con el móvil en mano, mi tía se agacha tirándose al suelo y arrastra el bolso de mi madre que se
encontraba debajo de la cama. Desconecta la llamada mientras cojo el aparato y lo trasteo como si fuera
una experta. Allyson me lo arranca de las manos rodando los ojos porque no doy con nada que nos dé una
pista, en estos instantes, Kainer nos acompaña dentro de la habitación pero no puedo centrarme ahora en
él, mi tía es demasiado expresiva y su rostro es de sorpresa.
—La última vez que hizo una llamada fue hace tres días, a las seis y cuarenta y ocho de la
mañana.
—Sí, esa mañana estuvo aquí. Creo que pasó la noche entera en casa. Oí su voz en plena
madrugada, —miro de reojo a Kainer y vuelvo a centrarme rápidamente en mi tía, —¿a quién le hizo una
llamada?
—Nah, al club.
—Es extraño, mamá nunca sale de casa sin su móvil. Es el único que conserva desde hace un año,
mira, si hasta ha bordado el nombre de Alyelle en la carcasa. Y se ha dejado el bolso. Es incluso más
inusual todavía. No es que seamos ricos y podamos permitirnos mucho, pero hace un par de años le tuvo
que dar toda la ropa de marca, junto con los bolsos y zapatos a un matón porque tuvieron problemas. Sólo
se quedó este. Si miramos en su armario no tiene más.
—Tía Allyson, mi madre no sale de casa sin su bolso y sin su móvil. Créeme.
—¿Y a dónde quieres llegar? —Se cruza de brazos fingiendo que le importa.
—Oye, tú… —Kainer se está golpeando la cabeza, —¿por qué te estás pegando?
—Kai, cielo, para, —le ordeno mientras él retrocede apoyándose en el marco de la puerta.
—No, solo… solo es Kainer. Tía Allyson, —me sostengo de sus brazos —mamá nunca se va sin
sus cosas. Puede ser una despistada olvidándose de dejarnos dinero o en atendernos, pero ella siempre
sale arreglada y con su bolso colgando.
—Sobrinita número uno, tu madre es una zorra de mucho cuidado. Habrá conocido a uno que le
estará dando una buena dosis de sexo duro y dormirá durante el día. Confiemos en que la idiota vuelva.
Mamá es una mujer descuidada en general, podría haberse colocado y marchado de casa sin más.
Aunque me preocupa que ella no haya aparecido por el club, es constante en su trabajo porque no tiene
otro lugar donde ir y en el que sentirse joven, sexy y guapa.
—¿Algo que decirnos? —Suspiro mientras mi tía sigue prendada del móvil, —porque nos serías
de mucha ayuda ahora que ella no está y…
—Eh, no te confundas, tengo que ocuparme de mis líos. Si hubiese querido tener hijos yo me
hubiera fecundado con los espermas de algún gilipollas. Porque querida, ellos no sirven nada más que
para follar, cuando les empiezas a hablar de compromisos ellos vuelvan… vuelan alto y si te he visto ni
me acuerdo. Nunca salgas con ningún hombre. Fóllatelo, exprímelo y búscate a otro que te sepa a lo
mismo.
Mi tía es conocida por sus arranques compulsivos en contra de los hombres. Ella, ella que ha
traído a esta casa decenas de ellos con los que anunciaba que se iba a casar, que eran el gran amor de su
vida. Conforme crecí me di cuenta que Allyson era la misma versión que mi madre. Las dos salen en
busca de su verdadero amor. Lo bueno de no ser como ellas es que puedo decir que yo lo he encontrado
sin salir de casa. Nunca seré una zorra que irá de hombre en hombre si ya tengo a Kainer que llena mi
corazón.
—Dame tregua, niña envidiosa. Si he venido hoy a casa es por ti. ¿Te crees que tú estabas en mis
planes de hoy? Pues no. Tengo algo importante que decirte.
Arrugo mi entrecejo cruzándome de brazos. Tía Allyson afianza la cuerda del bolso en su hombro
para relajar su pose de puta estirada.
—Si te vas a largar sin darnos al menos dinero, no tenemos nada de qué hablar.
—Es por tu padre —me río porque no sé quién es, ni mi madre lo sabía.
—Aunque me obligaras a ello, a que me creyese la tontería que dirás por tu boca, te diré en una
escala del cero al no me importa cuánto tiempo le dedicaré a lo que puedas decirme.
—Él se está muriendo, —alzo una ceja como si me hubiese dado la noticia del año —sabe que
existes, ha preguntado por ti.
—¿Por qué me cuentas esto? ¿A qué viene con que ahora tengo un padre?
—Para mí solo existe el padre de Kainer. Si alguien puso un pie en casa como tal fue él. Era un
fracaso de hombre, pero dormía con mi madre todas las noches y no nos faltaba comida. Así que si ves a
mi padre le dices que se vaya a la mierda.
¿Por qué me pone el tema tan nerviosa? Mamá me habló de él en su momento y yo tomé la
decisión de frenarla en su cuarta o quinta frase. Su explicación desvariaba por el tamaño de su pene y no
quise saber absolutamente nada. Era un camionero pelirrojo borracho. Por lo que dijo no tenía familia y
tampoco estaba en sus planes. Cuando mamá le comunicó lo del embarazo se fue con su camión. Jamás
retomamos la conversación sobre mi padre.
Y que mi tía lo haya nombrado significa que tiene contacto con él.
—Rishelle, me ha mandado para que te recoja y te lleve al hospital. Tenemos que irnos ya porque
los médicos han dicho que morirá. No le harán ningún trasplante de hígado. ¡Ese cabrón se ha bebido
todas las botellas del país!
—Tu madre se reencontró con él hace unos tres años. Han estado follando desde entonces y lo han
pasado bien. Ya que la zorra no ha contestado a sus mensajes, me ha tenido que llamar a mí y aquí me
ves, pagando un taxi hasta el puto final de la cuesta porque con estos tacones no la subiría ni aunque me
ofrecieran oro.
—¿Y cuánto te ha ofrecido él para que vengas, hagas el papel de tía enrollada y me lleves de la
mano a darle la sepultura? ¿Eh? ¿Os pensáis que soy un objeto? Quiero a mamá porque al fin de cuentas
es mi madre, ¿pero a ese hombre? Él no significa nada. El único que quiero en mi vida es a Kainer, que
por cierto, está demasiado callado.
—¿Por qué eres tan remilgada como la zorra de mi hermana? ¡Dios, sois iguales! Hago de puto
correo porque es tu padre. ¡Tu padre! Vente al puto hospital, que te coja la mano, que te dé un jodido beso
en la cara y que se muera en paz.
—Que no… que… que ese hombre no es nadie para mí. Además, ¿por qué vendrías tú y no mi
madre? Sería ella la que…
—¡Porque yo también me lo he follado! ¿Te lo tengo que decir todo?
La razón por la cual mamá y mi tía están peleadas es por culpa de un hombre. Una tarde las dos
aparecieron por casa discutiendo, lanzándose indirectas e intercambiando insultos hasta que Allyson se
fue enfadada. Ahora, un hombre dícese mi padre, le ha pagado para que haga de mensajera del diablo.
Yo no tengo sentimientos hacia mi padre, hacia ningún padre. Protejo a Alyelle del suyo. Él vino
una vez cuando yo tenía trece años y Kainer le echó del porche amenazándole con darle una paliza. Mi
chico no era temible o un depredador humano, pero hizo que esa noche durmiera mejor gracias a su
apoyo.
Mi hermana y yo lo tenemos muy claro, somos hijas de nuestra madre. Para nosotras dos no existe
ningún hombre. Sólo Kainer, el padre de mi novio, que pasó algo más de tiempo en su infancia y todavía
le recuerda. Los otros que embarazaron a mi madre no tendrán un lugar en los corazones de sus hijas. No
nos interesa. Yo, cuando crecí, comprendí que no necesitaba la figura de un padre para sentirme amada o
deseada, mi madre ya hace el trabajo solita. ¿Dónde se habrá metido?
—Tengo que revisar a Kainer. Si no vas a ayudarme en ninguno de los aspectos, sal de la casa,
por favor. Dile a ese borracho que no tiene una hija, que nunca la tuvo.
Mi novio tiene las palmas de sus manos sobre sus rodillas, está sudando, sentado y golpea su
sien. Me acerco a él en nuestro espacio personal donde nos decimos a menudo lo mucho que nos amamos.
La cama está empapada de sudor al igual que él. Le zarandeo un poco besando la cima de su cabeza. Si
mi tía no me ayuda con mi hermana pequeña no podré curarle o hacer que se sienta bien.
—¿Quieres tocarlo?
Lo muevo hacia un lado para darle mejor acceso, ha vuelto a darse un puñetazo.
Mis ojos lloran en silencio porque no deseo que influya en su reacción. Decido sentarme e
inesperadamente salta arrodillándose, aprieta su frente en el hueco de mis piernas y parece que ha
regulado su respiración. Ha sido rápido.
Mientras masajeo su pelo, Kainer se queda quieto, creo que se ha dormido pero sujeta mis
gemelos intensamente. Nos conectamos como pareja a nuestro modo. Si esta postura le hace sentirse
mejor lo tomaré como una victoria porque no le había visto tan inerte desde ayer por la noche antes de
dormir. Él lo hizo primero, luego yo me desperté esta mañana y ya sabía que no se encontraba bien.
—Tú… tú… acompáñame. Ven conmigo, —levanto la vista. Su rostro ha empalidecido. Tiene una
pierna más adelantada que la otra y el brazo en alto como si no quisiera molestarnos, —vente con la tía
Ally.
—Por favor —traga saliva sujetando la correa de su bolso, dándole un vistazo a mi chico.
—Sé que no acostumbras a ver algo así. Pero Kainer no tiene a nadie. Sólo me tiene a mí. Ha
pasado mala noche, no tenemos medicinas, no puede salir a la calle y realmente quiero que se calme
antes de darle las pastillas que he cogido del instituto.
—Yo no te haré daño, Rishelle. Vente. Recogeremos a la niña. Pasaremos un día entre tía y
sobrinas. Os encantará —frunzo el ceño porque ha dicho que tenía líos de los que ocuparse, ¿y ahora
ejerce de tía enrollada?
Luce como si no quisiera entrar del todo, como si se hubiera asustado de algo. Aunque la estampa
de su sobrina sosteniendo la cabeza de su medio hermano le habrá impactado. Kai se ha acomodado entre
mis piernas.
—Él no es tu familia.
Mi tía abre los ojos señalando a Kai, ese gesto me quiebra por dentro. ¿Cómo se atreve a
juzgarnos? Ella no es más que la insulsa que viene esporádicamente. Si su acto de buena fe era
comprarnos ropa para que le acompañe al hospital y conocer a un idiota que dice ser mi padre se ha
equivocado de día, de sobrina y hasta de familia.
—Rishelle.
—¿Estás bien? Si quieres puedes cogerle cosas a mi madre, no le importará, así tendrá un motivo
para hablar con nosotros cuando decida aparecer por casa.
—Eso de mi padre ha sido rastrero. No lo esperaba de ti. Mamá tiene todo el derecho, tú ninguno.
Dile a ese hombre que no quiero saber nada de él. Es la última vez que te lo repito.
—Me voy, —por fin anuncia confirmándomelo y yo asiento con la cabeza. Kainer nos ha dado un
poco de aliento a los dos, lo necesitábamos, le he conseguido calmar. —Antes quisiera comentarte algo
sobre la ropa de tu hermana. ¿Hablamos de la talla en su habitación? Le quiero hacer algunos regalos.
—Cómprale cualquier cosa para una niña de diez años. Sus piernas son largas, el resto de su
cuerpo pequeñito. Y de calzado…
—¿Puedes acompañarme al menos a recoger las bolsas? —Esa orden ha sonado seria. Sí, estoy
agilizando este instante en el que ella tendría que marcharse y no volver más. Soy amable. Es mi tía la
que… la que está haciendo cosas raras.
—Te ayudaré.
—Gracias, Rishelle.
Susurro a la cabeza de mi novio que se refuerza agarrándose a mis piernas. Allyson pone un pie
dentro de la habitación pero yo le hago un gesto aconsejándole que no lo haga. Kainer es especialmente
tímido con los desconocidos y se achica como un niño débil. Consigo zafarme de sus manos que se posan
relajadamente sobre la cama, en la posición que mantenía, solo que con medio cuerpo recostado en el
colchón y con las rodillas hincadas en el suelo.
Sonrío orgullosa de que mi novio haya conseguido alcanzar la relajación. Aunque luce un cuerpo
inerte a primera vista, sé que está dormido o buscando una postura cómoda. Es tan frágil que se rompe
fácilmente.
Mi tía me saca del trance emocional agarrándome por el antebrazo y pegándome a ella.
Volamos por las escaleras como plumas ligeras. Pisotea con fuerza los escalones de todos los
escalones en nuestro descenso y sigo sus pasos porque ella nos empuja un tanto nerviosa. El acto me
resulta divertido hasta que pierde un zapato, tropiezo con él y ambas caemos por culpa de la madera
levantada del último tramo.
Tira de mi brazo cargando conmigo hacia la entrada, y justo cuando su mano está sobre el
manillar de la puerta que ha abierto descuidadamente, freno provocando que su mirada se nuble.
—Tía Allyson, ¿qué ha sido eso? ¿Es que nos quieres matar? ¿A qué viene tanta prisa?
Ella fija su atención en lo alto de la escalera. No hace falta que me voltee para saber que es
Kainer, habrá salido de la habitación, seguramente sonriendo por cómo hemos acabado este corto viaje.
Mi tía me sostiene con fuerza rodeándome la muñeca con sus dedos, me hinca todas sus uñas.
He estado a punto de darme la vuelta pero ella ha tirado de mi cuerpo arrastrándome fuera ya que
estoy situada entre la casa y el porche. Mi tía tiene los ojos dilatados, le suda la frente, ha empezado a
temblar y tartamudea con el brazo en alto.
—¿Has estado fumando algo indebido? —Acaba de soltar mi mano señalando a Kainer, ha bajado
las escaleras y le siento cerca, —Allyson, no consentiré que te metas con él. ¿Intentas imitarle? ¿Ahora te
golpearás la cabeza?
Me desplomo perdiendo el equilibrio hacia un lado por la potencia arrolladora que me ha pasado
por encima. La imagen pasa por la retina de mis ojos como un rayo veloz; veo a Allyson descalzándose y
perseguida por mi novio Kainer que la derriba antes de llegar a la valla. Abro la boca sacudiendo mi
cabeza, parpadeando e irguiéndome porque es imposible que él haya salido de casa. Es imposible que
haya superado sus miedos para lanzarse sobre mi tía.
Ahora, ella está tendida en el camino de piedra malgastada, no se mueve y tampoco tengo una
visión completa de su cuerpo porque el de Kainer ocupa la mayor parte del espacio. Quiero nombrarle,
levantar la mano y preguntar qué ha hecho, qué ha pensado para que salga de casa y haya derrotado a mi
tía de esa forma.
—¿Kai? ¿Kainer?
Balbuceo avanzando hasta que mi novio recupera el movimiento. Quiero tenderle el brazo y que
tome todo de mí. Se está girando lentamente. Sus ojos están centrados en el desastre que tenemos por
jardín en la parte derecha de casa, cada vivienda posee uno y la poca atención ha derivado a matojos.
Levanta la cabeza muy despacio, parece que está diciendo algo pero todavía no logro entenderle. Da un
paso hacia atrás sacudiéndose la chaqueta de lana, torna su cuello a la parte izquierda de nuestra entrada,
aún de espalda a mí, y se centra ahora en las piedras que la niña amontonó jugando el pasado fin de
semana. Desconozco qué está haciendo o pensando, se está reencontrando con una experiencia nueva al
pisar la calle después de cinco años. Por eso, le doy tiempo para que se habitúe.
Tiempo que se convierte en unos largos quince segundos que pasa desde que decide darse por
satisfecho a darse la media vuelta definitivamente.
Por primera vez en diez años, Kainer Scott Lynn, mi medio hermano, mi novio y el amor de mi
vida; está sonriendo. Por primera vez veo los dos hoyuelos en las mejillas de su rostro. Él está frente a
mí dedicándome la mayor sonrisa que nunca jamás tendré de nuevo. Su postura ha cambiado
radicalmente, ya no está encorvado, ni tiene los hombros caídos ni se abraza porque le dé miedo el
mundo; Kainer ha puesto su espalda recta, ha estirado su pose y tiene ambos brazos a cada lado de su
cuerpo. Su barbilla está en alto, sus labios resecos permanecen inmóviles para mí regalándome todavía
la sonrisa que me ha hecho enamorarme más de él. Sus ojos son negros y hay algo en él que me está
provocando cerrar las piernas, pero también hay algo en él que me desorienta.
Si no le conociera diría que sería el chico perfecto del cual enamorarme. Ha salido afuera y ha
abandonado su miedo a la humanidad mirando al frente. Este chico, que ha entrecerrado los ojos no sin
antes hacerme un guiño, me desconcierta totalmente.
—¿Kainer?
- CAPÍTULO TRES –
A esta hora, mis compañeros de curso ya tendrán en su poder los diplomas en forma de cilindros
que certifica el graduado escolar. Permanecerán sentados con sus familias en las mesas redondas que el
instituto ha alquilado para el evento y todos disfrutarán de una buena merienda con fotos en grupo
incluidas. En cambio, yo no he tenido la oportunidad de elegir como el resto de alumnos que crearán
nuevos recuerdos de este día tan especial. Siempre supe que en mi casa no habría nadie que se alegrase
por mí o me motivara empujándome a salir una tarde para estar con mis amigos por última vez. Es
deprimente, y triste.
No haré más análisis en referencia a mis años como estudiante, mi deber es concentrarme en
hacer que mi hermana pequeña no acabe como yo; sentada en una cama y mirando fijamente al horizonte.
Me siento angustiada. Insegura. Expectante. Tan solo porque el chico que tengo frente a mí no
define la esencia de mi novio Kainer. Ha golpeado a mi tía Allyson, y acto seguido tras el anunciamiento
de una corta presentación fingiendo que no me conoce, la ha cogido en brazos y se la ha llevado a un
hospital. Según su versión. He tratado con devoción al humano del que me enamoré, ahora parece que no
soy nadie ya que trata de fingir que he caído en la trampa. Todos estos años. Todos y cada uno de los
años en los que hemos estado juntos. En casa.
Temo levantar la cabeza, mirarle a los ojos y permitir que su sonrisa imborrable domine a la
chica rota que vive en mí. Es su nuevo escudo, una aparente felicidad que no oculta ni aunque esté
temblando a punto de descomponerme.
Kainer no ha preguntado por Alyelle o por mí, que le he visto noquear a mi tía después de que
haya pisado la calle por primera vez en cinco años. Debería alegrarme por él, sin embargo, me encuentro
indecisa ante el nuevo carácter de mi chico.
Quizá quiera demostrarme que no es especial. Un chico tímido, sensible y bueno que no me
necesita para vivir como creía. Tal vez ha estado esperando al día de mi graduación para ser por fin el
hombre que es, para dejar de simular que estaremos juntos para siempre. Le han salido muy bien los
planes. Si ha pretendido asustarme lo ha conseguido. Si ha ideado que estemos tan alejados aun
permaneciendo bajo el mismo techo y en la misma habitación, le felicito.
—Con lo charlatana que eres y mírate. Llevas veinte y tres minutos en silencio, sin decir algo
como; gracias Kainer por acompañar a mi tía al hospital. Y yo amablemente te respondería; de nada mi
vida, mi alma, mi sol o lo que sea. Tú no eres aburrida, Rishy. Hagamos una locura y salgamos de esta
habitación.
A esto me refería cuando pienso que he estado durmiendo con una especie de actor. Antes le he
preguntado con qué dinero se ha comprado su nuevo reloj y ha respondido refunfuñando.
Kainer y yo llevamos un buen rato encerrados aquí. Yo algo más, desde que regresé con mi
hermana del colegio. No le he dicho la verdad cuando me ha preguntado por él, he tratado de convencerle
contándole que se encuentra enfermo. También le he dicho que nuestra tía ha traído cosas para ella.
Hemos subido las bolsas a su habitación y espero que lo esté pasando mejor que yo.
Ha lanzado la bola de papel al techo y no la ha atrapado porque ha dado un paso gigante hacia mí.
Sentado en la cama, estira las piernas llamando mi atención gorgoreando e imitando mi actitud
desganada.
Nunca hubiera puesto la mano en el fuego por nadie que no fuese Kainer.
—Pajarillo… vamos… hagamos las paces, —me pongo tensa cuando me abraza contra su cuerpo
frío —prometo que tía Allyson seguirá siendo igual de puta que la zorra de tu madre. Las dos son iguales.
Tienen que estar juntas. En el mismo paraíso del sexo salvaje con hombres que pagan sus caprichos.
¿Desde cuándo no te hace tu madre un regalo? ¿Y la tía buena de Allyson? ¿Has visto cómo le han
crecido los pechos? Son gigantes. Los de tu madre eran como pequeños y puntiagudos, pero sensuales
para su edad. Creo que me equivoqué con ella. La juzgué antes de tiempo. Pero tu tía ha sido muy mala.
Chica mala.
Que haya optado por ignorarle no significa que para él sea invisible. Cada vez que abre la boca
dice una barbaridad más grande que la anterior. Sueño con que esto sea una broma de Aly y Kai, algo
como una obra de teatro para festejar mi graduación.
Pero me temo que mi hermana no colabora con esto, y Kainer es real. Esta persona no es un
invento. Es real.
Imagino que le ha costado fingir todos estos años mientras esperaba este día en el que soy libre de
mis responsabilidades. Ha sido delicado, dulce, amable, sensible, cariñoso… como un gatito y novio
perfecto. Ahora esto se ha convertido en una masacre emocional que me destruye, lo más penoso es que
él sabe que sus palabras hieren mis sentimientos. Se siente bien con eso.
—Ha sido el sexo, ¿verdad? Echemos un polvo. Uno rápido. Aquí. Contra la puerta.
—¡Kainer!
—Es que no me van las mojigatas, —me señala con el dedo —tenemos que terminar esas cosas
que hacemos cuando el pequeñín te mete la mano dentro de las bragas y…
Abofeteo su cara sin meditarlo. Jamás le he puesto la mano encima a nadie. He oído en el instituto
barbaridades de él y no se me ha ocurrido iniciar una pelea para defender su honor. Ha sido mi primera
vez, justo ahora, y por supuesto que no me siento bien.
—¡NOOOO!
Alyelle me empuja asustada por ver a su hermano golpeándose duramente. Recapacito secando
mis lágrimas y me ocupo de ella sacándola de casa.
Cierro la puerta con llave para que a mi hermana no se le ocurra entrar en casa. He tenido un
descuido y ya he creado en ella memorias que no se borrarán de su mente. Es increíblemente duro ver
lastimarse a una persona que quieres.
—Jugando afuera. Dime Kainer, ¿por qué he tenido que sacar a mi hermana pequeña de su propia
casa?
—Lo siento.
—Oh sí, deberías sentirlo. Y mucho. ¿Es que no me vas a mirar a los ojos? Consigues que te
abofetee, ¿y ahora haces el numerito de desvalido? Vaya. ¿Hasta cuándo vas a seguir con tu papel? ¿Eh?
Kainer siempre quiere estar conmigo. Al menos antes. Le gustaba sentirse protegido bajo mis alas
de pajarillo mientras le canturreaba lo mucho que le quería. Le quiero.
Está siendo la primera discusión en pareja más irreal que he visto nunca. En la televisión lo hacen
mucho más creíble, nosotros fracasamos hasta en eso. Me he pasado días regañándole para que finalizase
sus estudios, y esos encontronazos han sido más verdaderos que esto. Ambos nos hemos alejado un poco
desde hace unos días, pero que me pida un rato a solas me hace ver las cosas de diferente modo. Es como
si no me necesitara más. Como si caminara en la vida sin mí. Él ha salido a la calle, se ha ido con mi tía
y ha herido mis sentimientos, claro que le ofrezco un rato a solas.
Alyelle se ha sentado en el tranco de la acera. Ella estaría saltando por los jardines de las otras
viviendas, jugando, toqueteándolo todo… y la pobre se ha quedado ahí plantada añorando mi regreso.
Acaricio su cabeza reuniéndome con ella.
—No.
—¿Quieres hablar de lo que has visto? —Sube un hombro mientras dibuja en la carretera una
línea con su piedra favorita, —sabes que puedes hablar conmigo de todo lo que te preocupe.
—Sí.
La niña se ha asustado, solamente eso. Todavía no se ha hecho preguntas del porqué no la trata
como me trata a mí, o por qué se encierra todo el día en la habitación. Ya le dije que estaba enfermo, que
era especial, y conforme vaya cumpliendo años me tocará compartir su verdadera personalidad con la
única chica, además de mí, que le querrá sinceramente. Lucharé por los dos, porque no se estropee su
relación de hermanos.
Ambas ponemos nuestra atención en Kainer, que permanece parado en el porche con los hombros
caídos y la cabeza agachada. Aparto la vista antes que Aly, yo ya le he visto salir antes y no me
sorprende que se reuniera con nosotras. Después de haber meditado quiero creer que ha tomado la
decisión de no actuar como un gilipollas.
—Supongo.
—Hola.
—Sí.
Aly me da un codazo. Si Kainer quiere mi bendición no se la daré. Estoy muy enfadada con él.
—Rishelle también desea que te sientes con nosotras. Sacaré la pelota del jardín para que
juguemos. Bienvenido a la calle, Kai —se agacha propinándole un beso sonoro en su mejilla. Él se ha
sonrojado.
Ahora luce como mi novio; tímido, ausente, sensible y arrinconado en su propio ser para no
molestar.
—¿Estás mejor?
—Me duele la cabeza —ha susurrado. Antes ha elevado los decibelios de su voz y parece que ya
ha cambiado de opinión, —¿y tú?
—Mirad, he encontrado la cuerda. ¿Jugamos a la comba? Por fi, por fi, por fi. Kainer y tú os
ponéis ahí y ahí, y la movéis.
—Entra a lavar esa mierda. Está sucia, Aly.
—¡Qué aguafiestas!
—¿En la cocina?
—Sí. Y no toques nada de allí. Con un poco de suerte hoy cenamos sin intoxicarnos.
La niña salta brincando y entrando en casa. Se cansó de la cuerda hace dos primaveras y la habrá
encontrado por casualidad. La última vez que jugamos tuve que atarla a un poste mientras se hacía
campeonatos en solitario. Recuerdo que me dolía mucho el brazo y Kai lamió mi piel porque estaba
convencido de que su saliva era curativa.
Siempre ha sido tan romántico. Hemos estado muy unidos, desde hace unos días él ya no es el
mismo, por su enfermedad depresiva o porque habrá perdido interés en mí, pero siento que todo se ha
perdido entre los dos.
—Pajarillo, —tiembla haciendo que sus rodillas choquen entre sí —cuando has bajado yo me he
tumbado en la cama. Necesitaba estar solo.
—Te entiendo.
Tira sobre mi regazo un puñado de billetes atados por una goma elástica. Un puñado muy grande.
Me aparto comprobando si es una broma. Él no se inmuta. Se evade inerte mientras se fija en una fila de
hormigas cercana a nosotros.
—¿Qué es esto?
—Dinero.
—¿De dónde has sacado este dinero, Kainer?
—No lo sé.
Kainer está mintiendo porque no quiere justificar su acción; ha robado dinero para que no
pasemos hambre, para nosotras, para los tres. Ha hecho más por la familia que yo. En mi vida se me
habría pasado por la mente robar a nadie si existen los contenedores con desperdicios que la gente ya no
quiere. Estoy sintiendo unas ganas enormes de lanzarme encima de él y comérmelo a besos.
Por eso ha cargado con mi tía sin decirme nada, porque no se atreve a contarme que le ha
robado… de ahí su actitud de mal actor. Cuando ella se entere le denunciará, meterá a Alyelle en un
reformatorio y a mí me echará de casa. Ese dinero pertenece a alguien, y es mucho dinero. Cuento como
unos cinco o seis mil, dinero de verdad. Esto nos da para el verano. En invierno le buscaré trabajo ahora
que puede salir a la calle y yo también trabajaré, por fin veo la luz en este túnel oscuro.
—¿Quitar el qué?
—Yo…
—Vale, vale, no hace falta que te tortures más. ¿Te das cuenta de cuánto hay aquí?
—Estoy molesta, ¿eh?, pero se me pasará. Comprarte un reloj de lujo en vez de declinarte por la
comida me ha sentado mal.
—Me he quitado esa cosa. No la quiero.
—Kainer, seremos como personas normales. ¿Sabes que podemos llenar la casa con comida? Y
reservaremos algo para los libros de Aly, si mamá no nos deja el suficiente la pueden echar del colegio.
—Ahora está mojada —hablando de la reina de Roma, que aparece con el labio inferior por
encima del superior.
Guardo el dinero en mi bolsillo. Aun no sé cómo afrontar esto del dinero y mi hermana es una
niña, pediría juguetes y cosas que no nos podemos permitir si descubre que somos más ricos que ayer.
—Oh, no lo creo, —añado acariciando la cabeza de él —ha estado en la calle esta mañana y le ha
sentado bien el paseo.
Ambas nos sorprendemos del movimiento de cabeza que hace mi novio, en mi dirección. Sus ojos
oscuros penetran los míos. He dicho algo que le ha ofendido. Que esté dando pequeños pasos no quiere
decir que se encuentre recuperado del todo, necesito medir mis palabras y tratar de calmarle cuando se
altere. Kainer seguirá siendo especial.
—¿He salido?
—¿Me tomas por tonta? —Pego mis labios para que la niña no me oiga, pero ha saltado a Kai
para tenerme cara a cara, como él, —claro que has salido, esta mañana cuando he vuelto de llevar a mi
hermana al colegio.
Cuando ella se da media vuelta yo aprovecho para tomarle la temperatura. Su frente es un volcán,
su rostro, su cuello…
—Kainer, dime la verdad, ¿te encuentras bien? —Niega con la cabeza rompiéndome con su
respuesta, —¿quieres descansar en la cama?
—Me da miedo.
—¿El qué?
—Te juro que no sé de dónde ha salido —sus pupilas brillan por la fiebre. Se lamenta.
—Si no te ha perseguido la policía porque has robado un banco, esto ha salido del bolso de mi
tía. Cuando ha cogido su móvil he creído ver esto enrollado. Por eso no se deshacía de él.
—¿Cuándo ha venido tu tía? —Levanto una ceja retándole, la pregunta no es una broma.
—Esta mañana. Estabas en la habitación cuando tocó al timbre, y vino a traer compras de ropa
para Alyelle. Se equivocó en la talla, pensaba que tenía tres años. ¿Me oyes?
—Puede que deliraras, por eso no te acuerdas. Tú empeoraste, le pedí que se quedara con la niña
o que nos pagara un taxi al hospital, y al final salió el tema de mi madre. Ella llamó a su móvil y sonó en
su habitación.
—Se ha olvidado del bolso. Lo escondió debajo de la cama. Guardará droga, ya lo miraré porque
seguramente haya algo de dinero. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?
—¿Mi madre?
—Tu tía.
—Aquí viene la mejor parte, me habló de mi padre, discutimos, me fui contigo a nuestra
habitación, ella quiso que le acompañara a la puerta, me empujó a la salida, le dije que no y tú te hiciste
una aparición de película.
Apoya su frente en sus rodillas mientras se las sujeta meciéndose. Él no estaba preparado para
escuchar la versión extensa, ni siquiera la corta. Necesito que no le afecte. Los tres estamos haciendo un
esfuerzo en esta familia. No consentiría que retrocediésemos. Tenemos dinero, y mi novio está de vuelta.
Sonrío pos los ruiditos de mi hermana arrastrando la cuerda. Le compraré una comba con dibujos
de princesas para que juegue. Es una niña muy buena.
—Kainer, —susurro acercando mis labios a su oreja —estás en la calle y tenemos dinero,
hagamos que Alyelle se sienta orgullosa de los dos. Es el día de mi graduación, no he tenido una fiesta y
me gustaría que fuésemos a la hamburguesería de la que te hablé, la favorita de la niña. Se queda
embobada todos los días mirando a través del cristal, hay un castillo inflable, bolas de juego y
actividades para los niños de su edad. Tengo hambre, no estoy acostumbrada a saltarme los almuerzos en
viernes. Mi estómago se resiente. Nos hemos ganado al menos una tarde.
—No nos iremos sin ti. Me has dicho que te daba miedo estar solo. Es un viaje a la ciudad de
tres.
—¿Me estás haciendo burla? Porque me ha dado dinero para que te compre una de esas
hamburguesas en tu local favorito.
—No es verdad.
—Tan verdad que subirás ahora mismo a ponerte un vestido bonito, tenemos que irnos ya porque
tenemos un largo camino hasta la hamburguesería.
—¿Viene Kainer? ¡Cómo mola! —Mueve la mano zarandeándola por la emoción, —¿me tengo
que duchar?
—La hemos llamado, he hablado con ella. Le ha salido un trabajo en otra ciudad y tuvo la mala
suerte de olvidarse su móvil. Así que mañana lo trasteamos para que puedas jugar con él.
Es la primera vez que he visto a mi hermana salir corriendo hacia la ducha. Normalmente rehúye
ya que nuestra bañera da asco, pero sé que la noticia del pequeño viaje, de mamá y de la comida le ha
alegrado. Soy muy feliz por ella.
Me toca lidiar con mi novio.
—Estoy dispuesta a olvidar que hace diez minutos te has comportado como un gilipollas si te
mueves. Tenemos una cita.
—Rishelle.
—Yo… yo no puedo, —se levanta retrocediendo hacia la casa y le detengo, —Rishy no, no me
obligues.
—Tú. No. Estás. Enfermo. Espabila de una vez, este es el mundo real. ¿Qué hay de malo en que
celebre el día de mi graduación con mi novio?
—¿Tu padre?
—No.
—Pues quién creas que te está matando no te tocará porque estarás con nosotras. Allyson ha
venido sola, sin acompañante, mi hermana no ha invitado a ningún amiguito y a mí no se me da bien
invitar a chicos… así que no existe nadie apuntalando tus miedos.
—Porque te echo de menos, —relajo la tensión de mis hombros —echo de menos al Kai que me
mira enamorado, que no me rehúye y que no quiere separarse de mí.
—A veces no lo parece. Prefieres quedarte aquí con tu locura antes que acompañarnos. Hoy he
cerrado una etapa. He acabado el instituto.
—Por él, porque me gana —su amigo imaginario es algo nuevo en sus brotes. Tendré que
acostumbrarme.
—Jamás.
—Kai, estaremos juntos por siempre. ¿Sabes por qué? Porque nos amamos. Seguiremos con la
conversación más tarde. Entremos antes de que a Alyelle le dé un infarto por la emoción.
—Parajillo, —se adhiere a los dedos de mi mano, tiembla, siempre tiembla, —gracias por ser mi
mundo allí abajo.
Entramos agarrados de la mano, él algo más confiado que antes y yo menos enfadada. El dinero
me ha motivado tanto que pasaré el mejor verano de mi vida al lado de mi única familia. A mamá no le
diré absolutamente nada, si pregunta por qué tenemos comida contestaré que la tía Allyson ha tenido la
bondad de comprarla para nosotros.
Mi novio y yo nos soltamos de la mano porque Alyelle ha salido al pasillo enseñándonos dos
trajes que guarda con cariño; uno celeste y otro en un tono blanco, como siga creciendo este año no se los
pondrá.
—Decidme, ¿cuál de los dos os gusta? —Choco mi cadera contra Kainer que mira hacia el suelo,
—¿Kai, Rishelle?
—Yo me decanto por el celeste. ¿Tú?
—Me gusta el celeste, fue mi favorito de todos los tiempos. ¿Qué opinas Kainer? Rishelle ya ha
elegido, te toca a ti.
—Pienso que… que… —se abraza levantando un poco la cabeza —que si vas a jugar en el
parque no sería conveniente que una señorita de tu índole mostrara algo más que sus piernas.
—Quiere decir que te pongas pantalones porque si vas a jugar en ese parque infantil se te verán
las bragas. Él ha sido más inteligente que las dos. No había caído en ese aspecto, ¿qué me dices, Aly?
¿Te pones unos vaqueros cortos de verano y una camiseta bonita? Al fin de cuentas, imagino que
chorreará tomate por tu camiseta cuando muerdas tu hamburguesa.
—¡Qué hambre!
Se encierra de nuevo en su habitación. Ella se ha duchado, me tocará peinar su pelo, estoy segura
que amará los geles infantiles que le compraré.
—Yo… es mejor que… Quiero que las dos estéis bien afuera. No me encuentro bien con eso de…
de salir a la calle y…
—Te protegeré bajo mis alas de pajarillo. Entra en la bañera, es tu turno. Te buscaré algo de ropa
en la habitación de mi madre.
—¿Qué? Siempre coges ropa de sus amigos. Pero si quieres puedes vestirte como guste el señor.
—Mejor. Gracias.
Le empujo directo al baño, y termino de ayudar a mi hermana que nos esperará en el sofá.
Kainer se ha vestido con la misma ropa que empiezo a detestar, más bien, porque él sufre cambios
de temperatura y se empapa de sudor. La elevo por encima de su cabeza viendo la gran mayoría de
marcas rojas que se ha provocado en la frente como consecuencia de los golpes. Los dos nos quedamos
inmóviles, con su torso al descubierto y una sed de pasión insaciable.
—¿Sabes? Antes, cuando… cuando tú no eras tú y estabas delirando por la fiebre, me has
preguntado si queríamos follar.
—Es tu primera vez también. A no ser que hicieras algo en el instituto y yo no lo sé.
—Sería mi primera vez, Rishy. Te quiero, —apoya su frente contra la mía —no me tomes si yo no
puedo darte a cambio lo mismo que tú a mí.
Su cuerpo es grande. Hace o hacía algo de ejercicio, con nosotras en casa, este verano no hará
mucho ya que pasará la mayor parte del tiempo ocupado con las dos. Me embobo mirando sus brazos, su
torso, el vello de pelo hasta su ombligo y la línea delgada que separa el pantalón de su ropa interior.
Kainer acaricia mis mejillas ruborizadas, sonrío nerviosa porque creo que los dos estamos preparados.
Quizá necesitaba liberarme de los estudios y ganar dinero este verano, y ahora que más o menos todo se
encuentra cubierto… el… el momento ha llegado.
Kainer me cuidará tanto como yo a él. Deseo saltarnos la parte en la que le pido que pare y darle
permiso para que acceda a mis encantos. Amará hacerme el amor, hemos soñado con dar el paso durante
muchos años.
—La niña se ha vestido ya, está impaciente, ¿quieres darle el disgusto de que no iremos a ningún
lado? Necesito cambiarme de camiseta y estoy lista.
—¿No te bañarás?
En el aseo, me arreglo vistiendo con una camiseta de tirantes con brillantes en la zona del pecho.
Pellizco mis mejillas, muerdo mis labios y recojo mi pelo en una cola baja, a mi novio no le gustaría
verme con toda la carga pelirroja recogida. Entra tras pedir permiso y deja la toalla en su lugar habitual.
Sonríe mordiéndose el labio con la mirada hacia abajo. Hace años que no le veía usar vaqueros, unas
zapatillas desgastadas y una camiseta azul. Se ha peinado con el mismo peine con el que se relaja a veces
antes de dormir, lo pasa por mi cabello y consigue alcanzar el punto de calma que le permite entrar en un
sueño profundo.
Apoyo mi cuerpo sobre el suyo quitándole los brazos de su abrazo eterno y los coloco en mí,
rodeando mi cintura como debe ser. A Kainer le da vergüenza, me ama, pero últimamente se esconde por
temor a lo que pueda sucedernos.
—¿Solamente eso? Has tenido mucho tiempo libre como para pensar en algo fabuloso.
—Tenemos citas todos los días de nuestras vidas, todos en los que no te vas y me dejas en el
olvido como un ser indeseado.
—Oye, —golpeo su hombro —hoy es mi primer día libre.
—Te pondrás bien —omito que le sigo aunque no tengo ni idea de qué está hablando.
—Nada importante que no desee olvidar. Luego hablaremos, cuando regresemos a casa.
—¿Y si yo no lo hago?
Comienza a sollozar humedeciendo mi cuello. No, no otra vez por favor. Usará sus armas más
poderosas para librarse de la salida en familia que destrozará el corazón de Alyelle. Decirle que se
cancelan los planes por culpa del pánico de su hermano mayor no será suficiente. Ella ha aprobado sus
exámenes, ha realizado con éxito la única norma que le tengo impuesta desde que nuestra madre no se
ocupa de nosotras.
Kainer no colabora conmigo dejándose caer sobre mí, yo también hago uso de mis trucos y le
sostengo la cabeza lamiéndome los labios. Se agarra de mi trasero elevándome hacia arriba mientras le
beso con necesidad absoluta de consumirnos en esta pasión desenfrenada. Mi novio declina los
lloriqueos, la debilidad y la timidez para complementarse conmigo. Nos acariciamos con nuestras
lenguas sensualmente, tocándonos y amándonos en el silencio del baño.
—Sí. Seguiremos con esto luego, ¿de acuerdo? —Entrecierra los ojos y se propina uno de esos
golpes que destroza su cabeza, —¡Kainer, no lo hagas! Alyelle, ¿puedes ayudarme aquí?
—Aleja a la niña de mí, no la quiero cerca. Es peligroso.
—¿Ayudarte en qué?
Mi hermana abre la puerta sin llamar antes y Kainer se apoya en el lavabo ignorándonos.
—¿Por qué no quiere salir? Por favor, Kai, ven con nosotras. Te echaremos de menos.
El ultimátum ha sido para que empiece a tomar decisiones por sí mismo, que elija entre quedarse
aburrido en la habitación o salir con su novia y una niña que lo adora.
Nos entretenemos mientras tanto en el porche. Le he hecho dos trenzas a mi hermana ya que su
peine no hace correctamente su función y se le enreda el pelo. Ahora luce como una cría de su edad,
nerviosa por salir a jugar y arreglada para ello.
Me impaciento con la espera de Kainer, si se ha tumbado en la cama juro por mi hermana que lo
sacaré y le obligaré a moverse. Necesito borrar del calendario el día de hoy en el que ha sufrido el punto
más alto de un brote; se ha golpeado, ha venido mi tía, ha salido por primera vez a la calle, ha traído
dinero para todos y me ha besado como me gusta que lo haga.
—Ya viene, —anuncia mi hermana jugueteando por el porche —Kainer, se hará de noche si
caminas así de lento.
Sonrío alisándome la camiseta de tirantes, el pelo, los vaqueros… no se puede imaginar lo mucho
que le quiero, lo mucho que me preocupo por él, por restarle importancia a sus brotes depresivos. Soy lo
único que tiene en su vida y su motivación depende de mí. Arrastrarle fuera de casa por tercera vez en
cinco años, y en un mismo día, le hará reforzar su confianza.
Alyelle se abraza a su cuerpo como si fuese su padre. Él levanta los brazos para permitir que la
niña le demuestre cuánto le quiere y le cuesta devolverle el gesto, pero lo hace, le acaricia la cabeza y
palpa delicadamente su espalda.
—¿Preparado?
—Nunca.
Kainer duda fijándose en el camino de la entrada a nuestro porche, mi hermana ha salido de casa
y nos espera al otro lado de la valla.
—Perderme.
Abraza su cintura dando un paso hacia atrás. Duda impulsándose hacia delante y remite la idea
retrocediendo. Su rostro es pálido, sus ojos oscuros y el vello de su barbilla le hace un poco más sexy
siendo un blandengue. Jamás había visto así a mi novio. Sabía que le molestaba hacer esto de salir
afuera, pero si después va a sufrir las consecuencias del esfuerzo no quiero que él lo pase mal.
—Yo quiero. Quiero ir, Rishy —lagrimea y me pongo delante de él para que la niña no le vea así.
—Sé que quieres y siento forzarte. Pienso que te sentirá genial respirar aire fresco y hacer algo
diferente a tu rutina. Aunque si te está suponiendo un horror prefiero que te quedes en casa.
Kainer se autolesiona arañándose por debajo de la camiseta azul, de repente, parpadea un par de
veces poniendo recta su espalda y se arrodilla presionando la cabeza contra el poste.
—Pajarillo.
—¿Sí?
—Corre.
—Paciencia, cariño, —me agacho acariciando la espalda de mi novio —¿por qué quieres que
corra?
He cerrado la puerta para disimular delante de la niña, no tenemos llave pero nadie subirá hasta
aquí para robarnos lo poco que tenemos.
—Ayúdame, Rishy. Agarra mis manos y condúceme hacia la ciudad. Con vosotras.
—¿Estás seguro?
—Rápido.
Chasqueo mis dedos pidiéndole ayuda a mi hermana que colabora. Después de proponer que
suspendiéramos la excursión, se me ha roto el alma y la de Kainer también, que hace uno de esos
esfuerzos descomunales para caminar a nuestro lado.
Echo el cierre de la valla mientras que los dos caminan lentamente a unos escasos metros de mí.
La niña se abraza a su hermano y él se apoya en ella. Les alcanzo entrelazando mi brazo con el de él, que
me recibe apoyando su cabeza en la mía.
- CAPÍTULO CUATRO –
Alyelle se ha hecho dueña de la zona de juegos, su altura le impide pasar por los túneles
giratorios o pasadizos secretos, pero se las apaña defendiendo su estatura. Kainer estaba en lo cierto, si
se hubiese vestido con uno de sus trajes enseñaría la ropa interior porque desde que se ha cenado no ha
parado de jugar con sus nuevos amigos. Él y yo la vigilamos a través del cristal al otro lado de la
carretera. Divisé una pequeña zona verde que pertenece a una casa de la que todavía no ha entrado ni
salido nadie. Nos planté aquí por la oscuridad y por mi novio.
Nos hemos agobiado por un atasco que se ha formado frente a la hamburguesería, todos quieren
aparcar cerca del establecimiento. Kainer se ha golpeado el vientre pensando en que no le vería, le he
ayudado evitando que siguiese y me ha susurrado que tiene miedo allí abajo.
Jugueteo con su pelo ignorando que nos puedan ver. Se ha tumbado en posición fetal a mi lado,
meciéndose y tartamudeando. A mi hermana ya le he dado el alto tres veces, la muy creída ha fingido que
no me ha visto, sé que no quiere salir pero mañana le compraré hamburguesas y algunos juguetes para que
se entretenga.
Todavía nos queda un largo camino hasta casa. En nuestra calle hay farolas sin luz y con suerte no
tropezaremos. Aprieto cariñosamente la mejilla de mi novio llamando su atención.
—¿Nos vamos?
—Por favor, —le imito burlándome con sentido del humor —has aguantado nuestra cita y no ha
sido tan terrible, ¿o sí?
—¿Quién es él? —Se ha girado para que no le vea golpearse en el pecho, —¿me esperas justo
aquí? Voy a por la niña.
—Romperás tu promesa.
—¿Hablas en serio?
—¿Y Kai?
—Alyelle, —la encaro dándole un beso en la frente —es tarde para los niños. Esto se está
llenando de adolescentes, adultos y gente que ama la noche.
—No es nuestro problema. Además, tienes que irte pronto a dormir que mañana bajamos al
supermercado y te compraré un juguete nuevo.
—Te lo prometo.
Mi chico se pone de pie cuando se percata de nuestra presencia. Con su habitual caminar de
cuerpo cansado y alma herida, nos toma ventaja adelantándose mientras nosotras le seguimos en silencio.
Alyelle añade preguntas sobre los amigos que ha hecho en la hamburguesería y está segura que
volveremos algún día.
Empujamos a nuestro chico cuesta arriba en los últimos metros. Mi hermana y yo estamos
acostumbradas a realizar el mismo paseo de lunes a viernes, y le ayudamos con su fatiga ya que parece
que se está ahogando. Ha doblado la espalda apoyando sus manos empuñadas sobre las rodillas. Inhala el
aire fresco de la cálida noche de verano, es un aliciente para sobrellevar esta penosa construcción que
nadie pisa excepto nosotros tres.
Alyelle sonríe dándonos su apoyo desde el llano de lo alto. Sostengo a mi novio contra mí para
que no resbale al suelo y ambos conseguimos hacer un parón en nuestro destino soñado.
—No te quitaré la razón en eso —yo también recupero el aliento, —¿cómo vas Kainer?
—Oh cielo, tú te encuentras en mejor forma que yo, debería costarte menos. Sigamos, ya nos
queda poco. Aly, no te alejes de nosotros que no hay luz.
Ella retrocede brincando hasta su hermano mayor, entrelaza los dedos con los suyos y veo en él
una reacción positiva correspondiéndole con alegría. Imito a la niña sujetando también su mano, en mi
caso palpo la ensangrentada y no me atrevo a tocarle. Aprovechando que ninguno nos vemos cara a cara,
levanto su brazo para dejarlo caer sobre mi espalda y me regodeo feliz en su regazo.
Él se siente reforzado. Desprende helor de su piel, parece que estoy abrazada a un enorme muro
de hielo. Ha erguido la espalda, no tiembla y se ha acordado de cómo andar. Le premio en lo más
profundo de mi corazón por el gran esfuerzo de esta noche.
—Es que te prefiero con nosotros. Si mamá ha regresado acompañada me gustaría que…
—¿Cuándo vuelve?
—No dijo una fecha exacta, por eso ha mandado a la tía Allyson con el dinero.
Apoyo mi trasero en el borde de la bañera, mientras se llena intento pensar con madurez. Si
tendremos que devolver el dinero, si mi tía denunciará a Kainer o si traerá a matones con ella.
Hoy me ha tocado girar la cara en la mayor parte del día, por mi hermana, por Kainer y por mí. Si
analizo con detenimiento usando una lupa y al detalle, me doy cuenta que han pasado cosas que no
esperaba; desde que mamá ha olvidado su bolso hasta la visita inesperada de la tía anunciando mierda
sobre mi verdadero padre. Puedo lidiar con esas dos mujeres, con el viaje de mi madre y con la
aparición de Allyson.
Ojala me sintiera igual cuando hablamos de Kainer. Con él todo es diferente. El tacto con su
personalidad debe ser premeditado. Su enfermedad se está agravando, su profunda depresión le mata por
dentro y nunca encontraré una solución fiable si no mantengo la calma. Rememoro el instante en el que me
avasalló y se abalanzó sobre mi tía, noqueándola sin más. Ha salido a la calle por primera vez, sin mí,
con ella, solos… para robarle, por nosotras, por la comida. Quiero convencerme que esas han sido las
verdaderas razones, que en un ataque de adrenalina él hizo lo que hizo por su pequeña familia de tres.
Que se haya comprado un reloj me desconcierta, Kainer no es así, jamás entraría solo a una tienda de
relojes a comprarse uno… a no ser que se lo haya quitado a alguien. Estoy demasiado confusa con
respecto a mi novio. Temo no hacer lo correcto para su enfermedad, para sus intermitentes cambios de
humor, sus palabras y su autolisis. Debí traerme un libro de la biblioteca donde redactaban los pros y
contras de dañarse uno mismo.
Después de bañarme enrollo la toalla alrededor de mí. Mañana haré una lista de nuestras
necesidades vitales ya que compartimos la misma para los tres. Hacer la compra me resultará un poco
complicado puesto que nunca he tenido tanto dinero que repartir entre tres.
Mi novio se ha dormido sin desvestirse. Siempre duerme en posición fetal, agarrado a sus piernas
y ocupando el mínimo espacio en la cama, pero esta noche ha hecho una excepción al recostarse en el
centro del colchón. Termino de reajustarme el pijama que uso desde los catorce, un regalo de mi madre
que todavía puedo exprimir.
A Kainer le encanta mirar el muro que cubre nuestra ventana, he intentado no hacer ruido y ser
cautelosa dejándome caer sobre el colchón. Desprende humedad congelada por la figura de su cuerpo;
empezando por los pies y terminando por su cabeza malherida. Le acaricio despacio asegurándome que
respira, lo hace, mi novio está vivo y luce como si no lo estuviese. Tenía que haberle dado un calmante
para dormir, le comentaré al de la farmacia que me venda algo para su brote en cuanto a la temperatura
de su piel.
Abro los ojos despertándome en mitad del recorrido hacia un merecido descanso. Kainer se ha
volteado arrojándose por encima de mí y me ha movido para golpearme el trasero. Alzo el brazo
encendiendo la lámpara que solamente dispone de una bombilla entre hierros sin sentido, y le miro a los
ojos. Se está muriendo… muriendo de risa. Tengo que taparle la boca porque va a despertar a mi
hermana. Hunde su cabeza en mi pecho mordisqueándome un pezón.
—¿Pequeñín? ¿Tan poco te valoras? Estoy cansada, Kainer. No me apetece escuchar tus tonterías.
—Te pido que follemos, ¿y tú le llamas tontería a esa cosa del acto del amor?
—¿Es que la mojigata no quiere hablar de sexo? No. Ella no. Ella sólo le pone a cien y el muy
subnormal se masturba viendo películas porno porque no terminas lo que acabas. Conmigo sí terminarás,
porque yo lo empezaré y yo lo acabaré.
Kainer desliza mi cuerpo hasta el centro de la cama, he ahogado un grito que despertaría a
Alyelle, si ella nos oyese tendría que contarle una mentira que me haría sentirme mal. Mi novio se ha
poseído, aparte de que está congelado, se ha quitado la camiseta en un parpadeo y procura arrebatarme la
mía. Una prenda que tapa mis pechos pecosos que tanto odio.
—¡Kainer! —Susurro pegando mis labios, —no me apetece esto, y tampoco te quiero así.
—¿Qué esperas, un ramo de flores, una cena romántica y un paseo por las estrellas? Tía,
espabila, tienes dieciocho y ya has hecho guarradas.
Sonríe mordiéndose el labio inferior. Ha rodeado su cintura con mis piernas y admira mi cuerpo
como si fuese la última mujer de la Tierra y tuviéramos que aparearnos para procrear. Él no me ha
forzado, ha parado de tocarme cuando se lo he pedido y ha aguantado sus incipientes deseos de hacerlo a
la ligera.
—Me vas a decir que lo quieres despacio, ¿no? Y con ropa. ¡Joder! —Rueda los ojos y se aparta
señalándome, —la primera vez que vamos a follar y tenemos que hacerlo a tu manera. Puedo… quizás…
depende… sí… estoy de un jodido buen humor. Dame tus bragas que huela a algo pornográfico.
—¿Qué? ¡No!
—¿Pretendes que meta mi polla por una ranura entre tu pijama infantil y tus braguitas de princesa?
—Rishelle, no eres deseada por un hombre, así, a simple vista, negativo. Los hay de esos que les
gusta las jovencitas, inexpertas y pelirrojas como tú. Pero este no es el caso. Somos dos enamorados,
¿no? Hacemos esto del amor de pareja, ¿por qué no follamos?
—Te ves ridículo dando estos tipos de discursos. ¿Has cogido las revistas de desnudos de mi
madre? ¿Es esa lectura nueva a la que te has aficionado? Pensaba que eras un amante de los caballeros
que hablaban a sus damas con moderación.
—¿En serio? —La carcajada rebota entre los dos, —¿te crees que pequeñín no piensa con la
punta de la polla? Porque lo piensa. Vaya si lo piensa… le gusta masturbarse, cogérsela así y frotarse.
Cierro los ojos reforzándome la ceguedad con mis dedos. Kainer me agarra de la cintura y me
penetra con ropa mientras le propino patadas que no llegan a tocarle. Trata de jugar conmigo a un juego
que no me gusta. Su diversión no se complementa con la mía. Él no suele ser así, es el chico más tímido,
sensible y delicado que he conocido nunca, y últimamente parece que se ha trasformado en su peor
versión.
Leí artículos relacionados con llamar la atención. Enfatizaban que el sujeto podría hacer uso de lo
más extraño a lo más cotidiano con la finalidad de obtener su recompensación, llenar el vacío que al
entender del enfermo echa en falta. Pero Kainer está conduciendo su enfermedad al límite.
Acostumbro a ser paciente cuando se trata de mi chico, aunque me desconcierta ver esta faceta
nueva de él, en la que es un gilipollas como los chicos de mi instituto. Ellos sólo piensan en el sexo, y sí,
es importante, ya tenía en mente avanzar con mi novio. Mi novio, no el imbécil que se ha levantado para
comprobar cómo de grandes son sus músculos.
Su actitud me asombra tanto que aún no me creo que hace un par de horas temblaba y me regalaba
una flor. Ahora es un presumido de mierda que me ha propuesto hacer el amor como si no nos
conociéramos.
—Por mucho que aprietes tus puños no te crecerán más los músculos del brazo.
Su vientre está ensangrentado por los arañazos, tiene hematomas por causa de sus propios golpes
con los que se tortura. Pero parece que no le duele o le molesta porque no se ha quejado. Se desplaza
lentamente hacia la cama arrastrándome ahora hacia el filo del colchón, se rodea la cintura con mis
piernas mientras sonrío por lo mal actor que es. Reconozco a mi novio, él jamás miraría el volumen de
sus músculos mientras yo esté despierta. Ama estar tumbado conmigo, es como si conectara con su paz
interior.
—¿Que fue de aquello sobre que me esperarías y que no tenías prisa? Te masturbas y yo no, ¿qué
más quieres?
—¿QUÉ MÁS QUIERO? ¿QUÉ MÁS QUIERO? —Me pilla distraída y mete su lengua en mi
garganta, —quiero que terminemos lo que empezamos. No te hagas la estrecha. Te gusta que te chupen
el…
—¡Kainer! Estás siendo grosero. Dame la revista que le has quitado a mi madre. Ella es la única
en esta casa que escondería porno del malo.
—¡Por el amor de Cristo y de la Virgen María, y de todas las vírgenes del mundo! ¡Ni se te ocurra
nombrar a tu madre cuando estoy más duro que una piedra!
—Hagamos un trato, pajarillo. Si tenemos sexo esta noche, en cuanto nos corramos y los dos nos
hayamos liberado de esta tensión sexual no resuelta; yo, Kainer Scott Lynn, te prometo que te cortaré el
pelo hasta donde quieras.
He creado una bola de fuego que flota en mis entrañas y que me impide parpadear, hablar o
moverme. Ha congelado mi cuerpo usando en mi contra algo que no estaba dispuesto a darme. Para mi
Kai es muy importante el tamaño de mi pelo, es lo más parecido a su medicina personal. Y que desee
cortarlo me avisa de que algo grave sucede.
Ese algo es pura metáfora porque la realidad es que se trata de Kainer. De una persona.
Mi novio.
Kainer sufrirá cuando abandone este trance de mierda que no me está gustando nada. Si él no
reacciona tendré que hacerlo yo.
—Oh, bebé, ¿llorarás tú porque te quiera cortar el pelo? —Flexiona sus brazos acercando todavía
más su cuerpo al mío, —si te lo planteas, los dos ganamos. Yo follo de una jodida vez y tú te refrescas
para el verano. ¿Trato?
—No follaremos.
—¿Y por qué no? —Hace una mueca nueva que jamás había visto en él —¿por qué con él sí y
conmigo no? ¿Qué te he hecho yo?
—No me gustas así. Por favor, deja que me duerma. Tengo sueño.
—¿Y qué hago yo? He venido para quedarme, —se golpea la frente —si el subnormal no se está
quieto. Acompáñame. Hagamos cosas guarras en el sofá, como aquella vez en la que yo me arrodillé y
luego tú…
—¡Que no me hables!
—No.
La bola de fuego estalla en mi garganta provocando que hiperventile, tosa y gruña por sus
palabras. Es el conjunto en sí de un chico que desconozco. Me preocupa que ambos nos estemos
desviando como personas, denigrándonos e insultando nuestros caracteres. Finge dirigirse a mí como si
no hubiésemos malgastado la mitad de horas de nuestras vidas en conversar el uno con el otro. En
compartir nuestros sentimientos, corazones y almas. Kainer me está decepcionando.
Me ha hecho llorar.
El cretino me ve detenidamente poniéndome en pie mientras intento huir mirando hacia la ventana.
En el cristal está reflejada su figura déspota que le define como un ser divino. Endereza su espalda
cuando siempre se regaña así mismo porque le cuesta cargar con el peso de su cuerpo y gesticula su
rostro liberándose de la tensión acumulada. Determino su nueva postura como un reto hacia mi
personalidad. No significaría nada su nueva corrección corporal si fuese él, pero el chico que me espera
estirándose mientras susurra lo bueno que está no se parece a mi novio.
Se escabulle por la habitación moviendo las pocas cosas que tenemos. La búsqueda de su reloj
me sirve para escabullirme rápidamente hacia la habitación de Alyelle. A unos pocos pasos de llegar, me
alcanza alzándome al vuelo por la cintura, me desnivelo colgando de sus brazos y me tapa la boca con la
palma de su mano. Ya me había inhabilitado antes de que se me ocurriese gritar.
Ahora la que tiemblo soy yo, que respiro por la nariz mientras nos dirige a la habitación.
—Te soltaré si me prometes que no gritarás. ¿Tan feo soy que quieres huir de mí?
—No tiembles, pajarillo, —me encara sosteniéndome de mi rostro —nunca te haría daño. ¿Por
qué huyes de mí?
—Yo no huyo.
—¿Que no huyes? Te has marcado una salida de maratón. Eh, —besa mis labios y cierra los ojos
mientras lo hace —durmamos juntos esta noche. Prometo que cerraré el pico que Dios me ha dado,
aunque me decepcionas, pensé que encontraría a mi media naranja charlatana.
Él es delicado apoyando mi cuerpo sobre el colchón. A veces siento que veo a mi novio y otras
veces siento que me lo han cambiado. Apaga la luz tras saltar como un huracán por encima de mí, me
abraza con todas sus fuerzas por unos quince segundos, y Kainer, el chico que simula experimentando su
personalidad, mete su mano por debajo de mis bragas.
—¡FUERA!
—Rishy, hagamos una guarrería antes de irnos a dormir y nos despertaremos más felices.
—¿Por qué de repente es tan importante el sexo? Y quita también esa pierna de ahí.
—Porque soy un tío de veinte y tres años que se la ha cascado durante diez largos años. ¿Es esa
una respuesta convincente? Hubo una vez cuando Alyelle se fue de excursión y nosotros dos intimamos,
¿te acuerdas?
—Por favor, Kainer, —esto no está ocurriendo. Mi novio es sonámbulo. Mi novio es uno de esos
sonámbulos. Sí, puede serlo. ¿Puede serlo? Y si lo es, ¿yo no puedo despertarle? No, él no lo es. Ha
corrido detrás de mí cuando me he asustado. Todavía sigo asustada, pero como me ha dicho; nunca me
haría daño. Mi novio jamás me haría daño.
—¿Contarte el qué?
—Lo que pasó exactamente aquella noche de invierno cuando Alyelle no durmió en casa. ¿Qué
hicimos exactamente?
Viví el mejor fin de semana de mi vida, y junto a este chico que me pregunta qué ocurrió ya que ha
decidido olvidarse de nuestra mejor noche en pareja.
—Eso intento.
—¿Me dejas sin historia para dormir? Cerraré los ojos mientras me relatas lo que él hizo cuando
se puso de rodillas y…
—Te quejas de que tu novio no habla, y ahora que habla te sienta mal.
Odio que se defina en tercera persona, como si no fuese él mi novio, como si se hubiese cansado
de esta relación. Si es su forma de decirme adiós, que se vaya, no quiero vivir al lado de este chico que
ha fingido toda una vida.
Le doy la espalda reposando mi cabeza sobre mi brazo cruzado y me limito a no dejarme llevar
por sus tonterías. Sigue susurrando, hablando, preguntando e imaginándome desnuda. Yo le ignoro hasta
que por fin veo la luz al final del túnel y me abandono en el descanso merecido.
—¡Rishelle! ¡Rishelle!
Mi hermana me induce a saltar de la cama rápidamente y a abrir la puerta que nunca ha estado
cerrada. Ella es educada por naturaleza.
—Buenos días, hermana favorita. Son las once y cuarto de la mañana, —levanta su brazo
enseñándome el reloj de Kainer —¿te gusta mi nuevo reloj?
Agarro a mi hermana por el hombro divisando que Kainer no está alrededor y la meto en la
habitación conmigo.
—¿Qué hacía?
—No lo sé.
—¿Dónde está?
—Arriba.
—¿Dónde es arriba?
—¿Quieres detallarme cómo es su comportamiento para que podamos comprarle todas las
medicinas que necesite?
—¿Has tenido una pesadilla? Porque estás rara. ¿Podemos desayunar? Tengo hambre y en las
bolsas hay algo podrido. Por favor.
—Cariño, —me agacho un tanto nerviosa recordando al chico con el que he dormido —te
necesito como mi hermana, como mi apoyo y como mi consejera. Iremos a hacer esas compras que te
prometí y comeremos fuera, pero antes tienes que contarme muy bien cómo has visto a tu hermano. Sabes
que está malito.
—Yo estaba viendo los dibujos, Kainer ha bajado las escaleras con el reloj en la mano y me lo ha
regalado, me ha pedido que lo esconda en mi habitación. Después ha entrado en la casa de al lado, he
salido para acompañarle pero me ha regañado ordenándome como si tuviese ocho años.
—No lo sé, me he enfadado un poco con él, luego se me ha pasado porque me ha dado el reloj.
—¿Y él si puede?
—Él es mayor, —me agacho arrodillándome —¿le has visto actuar diferente? ¿Ha hecho un
movimiento… andado… gesticulado…? ¿Algo que tú digas; este no es mi hermano?
—¿Andaba con los hombros caídos? —Le hago directamente la pregunta porque la pobre no está
entendiéndome.
—¿Se ha reído?
—No.
—Sí, creo que sí. Él no nos mira nunca. Ya lo conoces, —suelto el aire sonriendo porque es
exactamente como nos miraría mi novio, —¿por qué está enfermo? ¿Qué le pasa?
—Cosas de adultos, cariño. Veo que te has vestido ya. Me arreglo y nos vamos al centro.
—Te lo prometí.
Sigo a mi hermana porque necesito orinar, y ella se voltea señalando una nota tirada en el pasillo.
—¿Una nota?
—Sí, y tú me has metido en la habitación así de rápido que no me has dado ni un segundo para
preguntarte de quién es. ¿De quién es?
“Rishelle, él es un estafador. No le hables. Quiere hacerse amigo tuyo. Ignórale, si él se cansa yo tendré fuerzas para
destruirle”
Kainer.
—Pues no las leas más, por favor. Si ha venido mamá en plena madrugada con alguno de sus
amigos ellos han podido hacer cosas de mayores ajenas a las niñas buenas como tú.
—¿Ha venido? No, no creo. Ella se estaría quejando de nuestras voces en el pasillo. Te lo digo
muy en serio, cielo, no vuelvas a leer más notas.
—¿Quién es él? ¿Y por qué no deberías hablarle a él? ¿Te lo ha escrito Kainer? ¿A quién va a
destruir?
—Confía en mí. Me visto y salimos a desayunar. Apaga la televisión, no queremos recibir una
factura de la luz del saldo destinado a tus juguetes.
—¡Nunca!
Distraigo a mi hermana mandándola abajo mientras rompo la nota en cuatro trozos. Los deposito
en la papelera del baño y me aseo pensando en la frase que ya he memorizado. Es raro que Kainer se
comunique conmigo escribiéndome advertencias de esta índole; ¿quién quiere ser mi amigo? ¿Quién es un
estafador? ¿A quién quiere destruir? Si mi tía le ha hecho algo juro que se las verá conmigo. Mi novio
sufre las consecuencias desde su visita. Por descarte, ha debido de ocurrir algo que Kai me oculta, y
necesito averiguar de qué se trata.
Elijo ropa limpia para bajar a la ciudad; pantalón corto de color blanco y camiseta rosada.
Deslizo mis pies en las sandalias que me han acompañado durante los dos últimos años y entro en el
cuarto de baño para recogerme el pelo en una cola baja que doblo en dos partes. El espejo es mejor
evitarlo cuando estoy recién levantada, afortunadamente, las pecas no se extienden por mi rostro como en
el resto de mi cuerpo y a mí me gustan. Son bonitas.
Cuento hasta veinte trayendo conmigo la silla a juego con el escritorio de mi hermana. La coloco
estratégicamente debajo de la apertura del desván y tiro del trozo de cuerda metalizada.
La estructura de madera baja formando una escalera con acceso al punto más alto de esta casa.
Han pasado seis años desde que no subo al desván porque no hay nada que pueda llamar mi atención.
Cuando Kainer se mudó a casa, se suponía que ese sería su habitación, pero él dijo que le daba miedo
estar solo; también se negó a que me intercambiara con él.
Pongo un pie en el primer escalón asegurándome de que mantiene mi peso. En la subida oigo
gemidos agudos que me sorprenden y construyen de nuevo esa bola de fuego que acabará por explotar
dentro de mí. Asomo mi cabeza intrigada y me encuentro a Kainer sentado cerca de la ventana. Los
sonidos se originan en su garganta, está llorando.
—Kainer, mi amor.
—Vete, —deja a un lado el trapo sucio porque se cubre con sus brazos —vete, por favor.
—¿Por qué me apartas? —Absorbo los mocos que saldrán en cascada como mis lágrimas.
—Si vas a hacerle caso es mejor que no nos hablemos. Que terminemos con la relación. Ya no
quiero seguir contigo.
Acaba de torcer el cuello para aniquilarme con su mirada siniestra y ha arrugado el ceño. Mi
novio me ha trasmitido el peor mensaje que podía relatar de sus labios; nuestra ruptura como pareja.
Jamás me había preparado para que él acabara con nosotros dos.
Hasta que no me hace llorar no aparta la vista de mí. Coge el trapo de nuevo y lo rasga en el
hierro. Está sacando brillo a un objeto podrido.
Mi cerebro se activa cantando una canción. Cuando tu novio quiere romper la relación sin sentirlo
de corazón, finjo que no ha pasado y me levanto porque no tiene interés en que esté con él.
—Quita las escaleras del pasillo cuando bajes —su voz es apenas un ligero susurro.
—Sí, lo deseo. Deseo que no me molestes; no os quiero ver a ninguna de las dos.
—Que no me ames y no quieras pasar tiempo conmigo no significa que hagas lo mismo con la
niña. Ella te adora, Kainer. ¿Qué mierda te está pasando? —Silencio absoluto, —¿es que no me vas a
dirigir la palabra? ¿No me vas a mirar a los ojos? Repíteme de nuevo que deseas no verme más.
¡HAZLO!
Contesta golpeándose en la cabeza. Me siento tan disgustada que me lanzo sobre su mano y le
aprieto tomándole de las muñecas. De rodillas es difícil combatir con su fuerza, es grande y se sabe
defender.
—¡Suéltame, Rishelle!
—Kainer, no hagas esto difícil. No te podré ayudar si tú no colaboras conmigo. ¿Quién te está
amenazando? ¿Quién te está haciendo daño? ¿Hablas con un desconocido y me lo ocultas?
Paro de forcejear porque le cuesta respirar. Su rostro está hinchado por haber llorado, sus ojos
negros se ven enrojecidos y la piel de su cuello deteriorada. Cada minuto que pasa, Kainer empeora.
—Dime algo antes de que llame a una ambulancia y te ingresen en un hospital. Si sigues
autolesionándote te harás heridas que no cicatrizarán, se infectarán. Morirás.
—Sí, —ladeo la cabeza mientras levanto la suya por la barbilla —la he leído, mi amor. Y no sé
qué significa exactamente. ¿Ha regresado mamá con un amigo que te odia y te hace daño? Si no abres tu
corazón, cariño, yo no te podré ayudar.
—La recuerdo, sí. ¿Qué mensaje oculto hay en la nota? —Vuelvo a sentarme frente a sus piernas
cruzadas y parece que no entra en cólera, —¿por qué has escrito la nota?
—Para ayudarte.
—Él también sabe luchar. Él es un… un estafador. Sonrisitas contigo y autodestrucción conmigo.
Me odia. Siempre se burla de mí, de que no pueda salir de allí abajo. Lo sabe todo. Él lo sabe todo de
nosotros, lo usará para separarte de mí, para que no me ames y lo ames a él. Yo no quería decirte esto, si
ibas a llorar yo… yo no lo pretendía.
Los signos pasaron a ser síntomas muy concretos. Desvaría. Su mente trabaja a otro ritmo
diferente a sus acciones.
Cierro los ojos moqueando en su mano ya que me acaricia secando mis lágrimas. Él no se
encuentra bien, aunque me niegue a mí misma que su enfermedad es pura depresión, en el fondo sé que su
descontrol tiene una denominación que al día de hoy desconozco.
—Amor…
—¿Sí?
—Ayúdame a entenderte, —cojo su mano y la aprieto con fuerza —ayúdame a unirnos en una sola
persona como cuando estamos tumbados en la cama. Cuéntamelo con sinceridad, yo no te dejaré de amar.
Siempre estaremos juntos, ¿recuerdas?
Me empujo de los talones y las palmas de mis manos para retroceder arrastrándome por el suelo
mientras pongo distancia entre los dos. Alarmada, me muevo huyendo de su mirada que llora a mares, de
su voz que se lamenta a gritos y del chico que hasta hace un momento era tan solo Kainer, mi novio
depresivo y especial.
Acelero el paso asustada hasta el vacío del desván. Necesito salir de aquí. Huir de Kainer.
Mis intenciones mueren en un ligero pensamiento porque se lanza hacia mí, hincando sus rodillas
en el suelo y abrazándose a mis piernas como si su vida dependiera de mi equilibrio.
La confesión de su estúpido juego ha espantado mi sed de atención. Inofensivamente creo que sus
palabras son el producto de una serie de entretenimientos a los que se ha aficionado tras mi último día de
instituto. Su enfermedad no es más que pura diversión perfectamente ideada en cualquiera de los casos.
Kainer ha dispuesto del suficiente tiempo libre como para prepararse en esta aventura de dominar dos
personalidades que no me gusta.
Ni mi hermana ni yo seremos participes de este mecanismo planeado porque el único fin que ha
pensado es hacerme daño, abandonarme él primero para que le sea más fácil la ruptura.
—Para esto. Y hazlo ya —le respondo controlando mi respiración. Aún desconozco a este chico
que me sostiene contra sí.
—Si te suelto te irás. Te irás lejos de mí. No me dejes. Prometiste que siempre estaremos juntos.
Por siempre, ¿recuerdas?
Acelerada por si Kainer decide perseguirme, bajo las escaleras del desván y las empujo al techo.
Me dirijo atemorizada a mi habitación para coger el resto del dinero que guardo para este verano y corro
hacia la entrada de la casa pronunciando el nombre de mi hermana.
—¿Por qué has tardado tanto? —Aparece desde una parte del jardín quejándose. Recorro por ella
los pasos que nos separan, la sujeto del brazo y tiro de su cuerpo por la calle y sin mirar atrás, —me
haces daño, ¿por qué vamos tan deprisa? ¿Y Kainer?
—Vamos, no te entretengas.
—¡Oye, tú! —Se cruza de brazos parándose en mitad de la acera. He derribado a Kainer, he
hecho algo que está mal, muy mal… —yo no voy contigo. ¿Por qué corremos?
—Eh, mi vida, —sonrío nerviosa —era una sorpresa pero… ¿no querías montarte en un autobús?
Si no llegamos a la mitad de la cuesta no podremos cogerlo.
La cuesta empinada en dirección a la ciudad nos facilita la movilidad por esta. Alyelle me lleva
muchos pasos de ventaja porque brinca canturreando que iremos en autobús. La verdad es que no sé
exactamente cuáles serán los planes a partir de ahora. Cuando me desperté pensé que había tenido una
pesadilla, luego estaba mi hermana y la nota, y tampoco imaginé que me iba a encontrar a Kainer tan
abatido, ni solo. Él ama estar con nosotras dos. Nada está surgiendo bien, a estas horas ya deberíamos
haber acabado de desayunar en una de esas cafeterías bonitas en las que un café cuesta una fortuna. Pero
nos lo merecemos. Los tres nos los merecemos.
—Es mejor reponer energías. Lo cogeremos para ir al supermercado. Adelántate y busca una
mesa para dos.
Cuando nos sirven el desayuno compruebo que he metido el dinero como relleno extra de mi
sostén. Me alivia saber que tenemos la posibilidad de mantenernos fuera de casa unas horas.
Apenas he tocado mi desayuno porque no pasa por mi garganta. Alyelle ha tenido la gran
amabilidad de masticar el bollo por mí y la he frenado al pretender agarrar mi taza de café. Ella se ve tan
feliz sonriendo inocentemente que me arrepiento de no haber hecho algo antes. Mamá es una mierda de
madre, tendría que haberme buscado un trabajo y no haber sobrevivido con las sobras del instituto.
Además, si hace un tiempo me hubieran comunicado que Kainer cambiaría yo hubiese hecho lo posible
para ayudarle.
Esta mañana quería tenderle la mano. He subido al desván sabiendo que mi Kainer estaba solo,
meciéndose, llorando, en silencio. Era él. Mi novio. Tenía que averiguar las razones de su abandono en
solitario cuando se muere por estar con nosotras dos.
Nunca hubiera apostado a que la respuesta de mis dudas fuese un alter ego. ¿Qué es eso? ¿A qué
ha venido la nota? ¿Qué clase de juego nos está separando? Si le pierdo me muero. Kainer ya ha dicho
algo que no debió decir sobre dejar nuestra relación, no sé si la próxima vez que le vea querrá seguir
conmigo, irse de casa o torturarme con la ignorancia.
—Estoy llena como cuando como en el colegio. ¿Adónde vamos a ir ahora, Rishy?
- CAPÍTULO CINCO –
Pago al taxista después de que el hombre nos haya ayudado a llevar nuestras cosas hasta la
puerta de casa, ha sido amable por ofrecerse y le he dado buena propina. Cuando le veo girar hacia la
cuesta empinada infernal pierdo el rastro de mi visión sobre su coche y me centro en mi hermana que
rueda por la calle con su nuevo patinete rosado.
Me aterroriza entrar porque desconozco cómo me encontraré a Kainer. Hemos pasado el fin de
semana en la ciudad y temo averiguar cómo se habrá tomado estas horas en las que hemos desaparecido
sin previo aviso. Sin contar con él. Espero que haya dormido, comido y por el bien de esta familia, que
no haya empeorado. Creo que necesitábamos este paréntesis entre los dos ya que no se estaba
encontrando bien. Aunque ha sido divertido dormir en un motel con Alyelle, he pensado en mi novio cada
segundo del día, siempre dudando de la decisión repentina que tomé saliendo de casa en vez de tratar de
apoyarle en su dura enfermedad de tristeza y depresión.
Pero el intercambio de palabras que tuvimos ayer por la mañana me ha afectado hasta que se ha
manifestado en mis peores pesadillas. No he sido capaz de entregarme a los placeres de los dos días ni a
mi hermana porque sentía que me faltaba él, mi novio.
He huido cuando más me necesitaba como una cobarde. Cuando me confesó sus miedos y
pensamientos. Él abrió su corazón luchando con su propio yo y mi respuesta fue huir de casa sin mirar
atrás.
Ahora me siento una perdedora, mala persona. Me he entregado a mi hermana dándole lo mejor
durante dos días y he dejado a mi novio a un lado porque no soy madura para abrazarle y darle mi apoyo.
Se lo compensaré.
Había pagado otra noche más de motel con la intención de regresar mañana lunes, pero la niña
tiene en casa su mochila del colegio y no la podía llevar con las manos vacías. Se suponía que debería
cansarse tras el largo día en el parque, nuestros largos paseos, sus horas de juego y el fin de semana en
general, y luce como si su energía se renovara. Son casi las diez de la noche, ella sabe que su tiempo de
diversión es limitado ya que aunque estemos en verano y le queden cinco días de clase por puro
entretenimiento, le he ordenado que en cuanto llegásemos a casa las dos nos íbamos a dormir.
—No lo harás, —canturrea rodando cerca de mí —un poco más, por fi.
Aprovecho que rueda cerca para agarrar el cacharro por un hierro. La freno entre quejas y acaba
por arrastrarlo hasta el porche.
—¡Alyelle! —Aprieto mis labios nerviosa por haber oído su nombre, —¿qué te he dicho de él?
¿Intentas desobedecerme?
—¿Puedes esperarte un segundo a que meta las cosas en casa? Si las dejamos fuera nos la pueden
quitar.
Ella ha preguntado por su hermano, y gracias a su edad he podido distraerla durante estos dos
días. En realidad ha insistido en que me subiese a un taxi para recoger a Kainer, luego me ha hecho sentir
mal porque le he mentido diciéndole que le había llamado, que me había dicho que no quería venir y he
usado ese tipo de frases con tal de no escuchar el mismo nombre que ha retumbado en mi corazón.
Me quedo quieta hasta que oigo cerrarse la puerta de su habitación. Se ha llevado una de sus
muñecas debajo del brazo y jugará hasta que le obligue a ponerse el pijama. Mientras tanto arrastro las
bolsas con comida, cosas de mi hermana y algo para Kainer también. Le he traído un tarro de chocolate
que tanto desea cada vez que sale en los anuncios de televisión. Mantengo el fajo de billetes en mi sostén
a expensas de dividirlo para nuestras provisiones del verano, eso no depende de mí, sino de la gravedad
de mi novio; si se habrá calmado o si su enfermedad ya está a otro nivel.
Sea como sea, gastaré el resto para nuestra supervivencia; la de mi hermana, mi novio y la mía
propia. Si no soy capaz de mantenernos con vida por los siguientes dos meses, tendré que buscar un
trabajo y a Kainer no le quedará otra opción que aceptarlo.
—¿Y mi cepillo?
Aparto las bolsas hacia un lado rebuscando en mi bolso. He metido sus cosas de aseo aquí ya que
prefiero arroparla antes de colocar nada.
En cada escalón siento explotar mi corazón. Miro hacia el techo desde mi posición porque hay
posibilidades de que esté todavía encerrado en el desván. No me atrevo a confirmarlo, pero juraría que
lo he imaginado allí tirado en vez de recostado sobre la cama y llorando mi ausencia.
—Él duerme.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque las luces están apagadas, porque es de noche y porque le he visto en la cama.
—En la mía.
—¿Cuál? —Abro el grifo incitándola a que escupa la pasta de dientes. Demasiada presión para
responder a sus preguntas. La convencimos de que compartíamos habitación, pero no una cama. Así que
le enseñamos su viejo colchón y a su entender yo debería dormir ahí. Siento que mi hermana lo sabe todo,
ella nos mira, nos evalúa y finge como si nunca viese más allá que sus dos hermanos. A veces presiento
que sabe que Kainer y yo nos hemos enamorado.
Apoyo mi espalda en la puerta que cierro despacio para no despertarla. Suspiro muerta de miedo
por cómo me lo encontraré. Kainer no ha contestado a la llamada de Alyelle, si duerme él me alegraría
por esta noche, pero si está despierto juro que me saldrá el corazón por la boca. Yo no me hallo con
fuerzas para llevar a cabo mi plan, rendirle mi perdón y compartir con él lo mal que me siento por no
haberle incluido en estos días de diversión.
Me arrepiento por no haber regresado la misma mañana del sábado. Discutimos, ¿y qué pasa si lo
hacemos? Las parejas discuten. Se quieren igualmente, y discuten. Luego se arreglan. Siempre se
arreglan, ¿no?
Cargo con una banqueta pequeña que usamos para jugar. La coloco bajo la cuerda de este techo
cuadriculado que ya cae al vacío. Procuro no hacer ruido deslizando la escalera de madera que ya se
asegura mi peso.
En mi ascenso me planteo retroceder muchísimas veces. En volver abajo, cerrar los ojos y dormir
soñando con sus brazos rodeando mi cintura. Su voz susurrándome al oído esos poemas de amor que
ruborizan mi piel. Sentir su afecto. Sentirme completa.
Lo primero que veo al asomar la cabeza es una lámpara de gas que no veía desde mis diez u once
años. Jugábamos los sábados con ella cuando Kainer estaba de buen humor, luego mamá debió
esconderla aquí porque era peligroso para unos niños.
Tuerzo mi cuello ligeramente hacia la estructura de hierro que mi novio ha construido. No son
más que hierros para mis ojos, pero para él será una obra de arte en la que ha puesto todo su cariño y
esfuerzo. Todavía quedan algunos restos esparcidos por el desván. Es maravilloso que se haya buscado
un entretenimiento, reforzará su motivación.
Kainer se halla cerca de la escalera que ya he subido. Permanece sentado contra la pared a un
metro de la vieja lámpara. La observa concentrado mientras simula que no existo para él, este rechazo me
hace dudar, temblar, retroceder. Se está meciendo ligeramente ausente de mi visita y se golpea de vez en
cuando en la cabeza. Sin embargo, me he hecho una promesa que cumpliré porque es mi novio y le amo.
Necesito demostrarle que le quiero, que juntos podemos destruir la tristeza que le invade. Llegaremos
hasta el fondo de su dolor, lo quemaremos y se curará, jamás volverá a lesionarse arañándose la piel ni
torturarse palmeando su cabeza.
Atrapo la goma que sujetaba mi cola baja y suelto mi cabello. La idea de proseguir con esto
desaparece dada su indiferente reacción, por lo tanto, observo desanimada los ojos oscuros del chico que
no me presta atención.
Doy un paso hacia él, expectante por contraatacar con la prenda que expondrá mis pechos a la
vista. Deslizo mi camiseta hacia arriba desvistiéndome con agilidad, esperando a ver una de esas
respuestas en las que mi chico babearía por besarme la piel. Por vergüenza, me tapo usando mi cabello y
recapacito si estoy haciendo lo correcto. Él es mi Kai, es mi novio y el chico con el que he estado desde
que era una niña.
La falda vaquera cae junto a mis bragas en un arranque de actitud positiva. Nos imagino como dos
jóvenes amantes que se aman por encima de todo, que han crecido y vivido juntos, y que aunque nos
estemos separando nos seguimos deseando. Su expresión sigue inactiva, a veces se lleva el puño a su sien
y otras veces a su pecho, pero sus ojos no han repasado el cuerpo que ha esperado ver desnudo desde que
nos conocimos.
Aquí estoy, entregándome a Kainer porque necesitamos recuperarnos, porque sé que esto le
ayudará a sentirse tan amado como espero sentirme yo.
Mi rostro se ruboriza por la impresión de estar haciendo el ridículo. Cuando lo ideé en mi cabeza
era mucho más romántico, cercano y pasional… sin embargo, no existe reciprocidad por su parte.
Tengo en cuenta su enfado por habernos marchado de casa, no obstante, me limito a amar a mi
novio para hacerle cambiar de parecer; si me fui era porque estaba asustada, nunca por él. Me acerco
lentamente a mi chico que ha congelado su imagen por un instante y ha seguido con el zarandeo de sus
dedos crujiéndolos entre sí. Estiro sus piernas fácilmente gracias a que me ha ayudado, eso significa que
está de acuerdo con mi cuerpo desnudo.
Estoy a horcajadas sobre sus piernas, se ha quedado inerte y ha fijado sus ojos en mí, en mi
clavícula, como si no le importase que nos esté uniendo a ambos. Le atraigo hacia mis labios, me besa a
pesar de que sugiere despegarse de mí antes de lo que pensaba y me premio por haber obtenido de mi
novio un casto beso que me ha dado la vida.
—¿Estamos bien con esto? —Pregunto alarmada antes de seguir. Los dos temblamos por todo en
general; los nervios, mi desnudez y lo que pretendo acabar antes de arrepentirme.
Tomo su gesto como una afirmación tras sentir sus manos en mi cintura. Se ha apoyado en mí
provocando que brinque, han pasado muchas horas desde que no nos tocamos y le echaba de menos. Su
piel arde en fuego como la mía, y su acercamiento a mis senos reanima mi corazón.
Kainer me ama.
Antes de rompernos o hacernos daño, aprovecho que sus labios se han posado sobre mí y dejo
caer mis manos dentro del pantalón. Tanteo el borde de la prenda y de la ropa interior. He soñado con
acariciarle así desde hace un año. Prometí que postraría mi timidez en la puerta de casa y todavía no la
echo en falta, aunque necesitaría un empujón para llegar a su erección sin desmayarme.
Gimotea cuando siente mis dedos en su vello púbico. Le gusta porque me ha regalado un lamido
cerca de mi pezón y me muevo al centro de su boca. Halaga mi excitación como un ser de otro planeta
que venera a la única mujer que existe para él, me clava a su cuerpo aferrándome con el impulso de mis
piernas porque no quiero huir de su lengua húmeda. El tacto de mi otro pecho es considerado con una
caricia de sus dedos. Inclino mi hombros hacia atrás repartiendo el peso de mi cuerpo contra el suyo.
Descuidé el camino de mi mano en su ropa interior por él, por concederle aquello que tanto ha deseado;
yo.
Trato de no fundirme en lágrimas por el susurro de su leve voz que ha avivado mi sed de él. Le
acaricio el cuello despegándole de mis pechos algo maltratados por el placer extremo y le beso
apasionadamente en los labios. Kainer aprieta sus puños en mi cintura, me llega a pellizcar e incluso me
gusta que lo haga, pero le doy un respiro pausado antes de deslizar mi mano por su pecho y colarla de
nuevo en su ser.
Me magnifica el brillo incesante de sus ojos oscuros cuando llego al eje de su erección. Él ha
jadeado soltando su agarre sobre mi cintura y me acaricia lentamente la espalda que se rinde a su tacto.
Juguetea con el pelo apoyando su frente en mi clavícula, deseo que sus ojos me miren sólo a mí mientras
le masturbo lentamente. Sin embargo, me conformo con sentir su excitación entre mis dedos y su
aceptación por tal hecho. Nunca le había masturbado ni acariciado como lo estoy haciendo ahora, y hay
una ligera dosis de arrepentimiento corriendo por mis venas. Me he perdido algo muy importante entre
nosotros dos que nos hubiera unido todavía más.
Quiero preguntarle si le gusta o si prefiere que pare, porque le noto tan fundido a mí que me apena
terminar antes de que se haya excitado como deseo. Su cuerpo responde a mis caricias y sus labios besan
con ternura mi piel, pero inconscientemente me remuevo sobre sus piernas y sueño con llenarme de su
amor por completo.
Deslizo suavemente los tejidos de las prendas sacando su erección, esto… esto tiene que entrar
en mí. Los calambres del pánico me provocan que me asfixie momentáneamente hasta que Kainer acaricia
mi rostro y me besa en los labios.
—Te querré igual si te detienes ahora —me anima ladeando la cabeza. Es el mejor chico que
jamás conoceré en la vida.
Abrazo sus hombros atrayéndole hacia mí en un beso largo que ninguno romperíamos si no fuese
porque me lanzo en mi primera vez. Sin más preámbulos, atrapo su gruesa erección y la conduzco hacia
mi interior. Ambos escondemos la cabeza contra el otro, ninguno vemos esta especie de magia que duele
y al mismo tiempo excita. La introducción acaba con la caída de mi peso sobre él, unos segundos
después, sueño con quedarnos así para siempre.
Kainer es el que inicia el ritmo ante mi aparente descaro inmóvil y se eleva muy despacio hacia
arriba. He sentido cómo se ha roto la línea que separa mi virginidad del contacto con mi novio. Es
molesto, pero a la vez excitante. Reposo mis brazos en sus hombros abrazando su cabeza contra mi pecho
mientras me anima a moverme lentamente. Con las rodillas hincadas, fuerzo a mis piernas para que
trabajen juntas en la penetración. Tanto él como yo nos tomamos nuestras pausas como una necesidad
primaria ya que mi chico también está viviendo su primera vez.
Aprieto con ganas mi interior para recibirle en cada subida y bajada. A Kainer le encanta porque
sus gemidos aumentan con el acto y me susurra lo mucho que me ama. Ha rodeado todo mi cuerpo con sus
brazos, a veces sólo mi espalda y a veces se apoya en mi trasero, llegando a acariciar mis piernas según
le convenga. Nuestros besos son largos, sensuales y placenteros, y mientras le cabalgo no nos
despegamos el uno del otro. Esto es lo más lejos que hemos llegado los dos, y siento que le debo una
vida llena de sexo romántico en el que llego a su corazón y le comprendo un poco más.
Así, relajadamente, veo venir el final de esta muestra de amor única entre dos jóvenes que se
aman. Busco egoístamente el punto exacto para culminar el sexo con un orgasmo. Kainer ha apoyado la
espalda sobre la pared y ha cerrado los ojos tocando mis pezones con la yema de sus dedos. Su cuerpo
se está quemando como el mío, la rapidez con acabar esto se ha convertido en una perversión mutua en la
que ambos llegamos a la cumbre gimiendo con algunos segundos de diferencia.
Este ha sido, y será, el orgasmo más placentero de mi vida. Y gracias a mi novio y a esta valentía
que me ha animado a recuperarnos mientras disfrutábamos de algo que necesitábamos con urgencia.
Kainer me ha deleitado con su aprecio, cariño y su enorme bondad. Ha hecho real mi fantasía. Imaginé
algo más corto, ligero y rápido, pero todavía vibra en mi interior y a mí me ha completado como persona.
Kainer Scott Lynn es todo lo que deseo, él lo es todo para mí.
Mis dedos aprietan sus hombros ya que mis brazos se encuentran doblados por una de mis
posturas favoritas a partir de ahora. Él ha encorvado la espalda apoyada y yo me dejo caer sobre su
torso. Se encuentra caliente al tacto, el pobre suda porque no se ha desnudado y tampoco me he acordado
de ello. Es por eso que el calor del verano, de nuestros cuerpos y de su ropa me está quemando, y aun así
no me importa. Quedo doblada sobre mi novio después de haber hecho el amor por primera vez. Todavía
tiembla, todavía se achica y todavía tiene miedo a tocarme más allá de mi pelo, pero no me importa
porque le he traído de vuelta. Juntos lograremos vencer sus temores más dominantes.
Ha pasado demasiado tiempo desde que no ha pronunciado palabra. Me asusta que se esté
arrepintiendo o que quiera que lo hagamos de nuevo. Realmente estoy cansada por este largo fin de
semana, aunque le complacería de nuevo si así son sus deseos. Aparto la cabeza de su torso y me encaro
a Kainer, sus ojos miran directamente a la tenue luz de la lámpara. Puedo ver que él no muestra interés en
mí como hace un rato, parece que se mantiene inerte porque se arrepiente o le soy una molestia.
—¿Necesitas algo? ¿Te encuentras bien? —Ladea su cabeza cerrando los ojos y los abre
parpadeando.
—Sí.
—No.
—No.
Pasa sus nudillos por mi mejilla mientras desliza sus dedos por mi boca. Kai tiene razón, es
nuestra cama, pequeña, pero nuestra.
—¿Bajamos ya?
—¿Te he hecho daño? —Besa la comisura de mis labios y el gesto me hace enrojecer.
—Nuestra habitación, —le corrijo sacándome su erección de mi interior —todo lo que es mío es
tuyo. Es nuestra habitación.
Asiente inmovilizándome la cabeza para besarme en los labios. Me balanceo resbalando a duras
penas por su pantalón y rodeo su cintura con mis piernas. Kainer siempre ha sido así. Se comporta como
un chico romántico cuando no estamos vigilados por mi hermana. Por eso yo le conozco mejor que
ninguna otra persona, porque sé dónde están sus límites y cómo trabajar en ellos. Echaba mucho de menos
a mi novio. Ser simplemente él le ayuda a superar aquello que le atormente, y tenerme a su lado le servirá
como apoyo para luchar contra su profunda depresión.
Pongo mis pies en el suelo mientras Kainer me ayuda a estabilizarme. Las rodillas se me han
desencajado por la postura y él se ha arrodillado para besármelas. Es un chico que sufre si yo sufro, aun
no me acostumbro a su disposición cuando se trata de mí. Su atención fue una de las cualidades que me
enamoraron, que un día me levantara y sonriera porque tenía en casa lo que mis amigas de clase buscaban
en las aulas de al lado. En mi caso nunca fue así, yo vivía con un chico que me hacía volar y que todavía
me hace volar como un pajarillo. Él ama ese apodo porque yo poseo el control de su libertad para que
volemos juntos por siempre. Queremos salir de esta casa, vivir, hacer lo que cualquier pareja haría y
cumplir nuestros sueños, y trabajaremos para que eso suceda.
—Hemos hecho el amor. Ya tenemos en nuestras manos más que la semana pasada. Han sido unos
días de nervios para ambos, con mi inquietud sobre el dinero y el final de mis estudios te he trasmitido
malas vibraciones. Lo he notado. Vayamos a dormir.
Tomo la delantera entrelazando nuestros dedos. Kainer me sigue sufriendo espasmos que intento
controlar acariciando su brazo. En mi paseo desnuda hacia nuestra habitación, le indico que suba la
escalera del desván y aunque le cuesta empujar la madera hacia arriba lo logra con mi ayuda. Él puede
hacer cualquier cosa que se proponga.
La habitación huele a sudor, a humedad y un poco a abandono. Me prometo que cambiaré este
lugar adaptándolo a una pareja que tendrá que vivir en esta casa hasta que mi hermana vaya a la
universidad y los dos tengamos un trabajo medianamente aceptable. Nuestra economía será importante
dado que Alyelle forma parte de nuestras vidas, es nuestra responsabilidad ocupar el mismo lugar que
debería estar ocupando mi madre. ¿Dónde se habrá metido esta mujer? Casi he perdido a mi novio en
nuestra primera discusión y yo también necesito que se encargue de pasar tiempo con su hija pequeña.
—Te noto reacia —susurra Kainer desde su altura. Rodea la cama y se sienta despacio en el
borde, como si requiriese invitación para tumbarse.
—No, no lo es. Ella no era nada —se recuesta en posición fetal y yo le abrazo por detrás
asomando mi cabeza por encima de su brazo
—Cariño, sé que sigues enfadado con ella, que… que piensas que no te quiere como uno de sus
hijos y que…
—Yo. No. Soy. Su. Hijo. Que esa maldita me pusiera su apellido no le hace una madre. Y menos
para mí.
Sonrío animándole. Mi Kainer es tan especial que no se atrevería a investigar su pasado por sí
solo.
—A ella no le gustaría.
—¿Por qué?
—Porque murió —su confesión corta mi respiración por un segundo. Nos acomodamos uno frente
al otro, compartiendo una almohada grande que sobresale de la cama.
—¿Cómo?
—No lo recuerdo. Vivíamos en una especie de motel de unos diez metros cuadrados.
—Era pequeño.
—Estoy segura que ella te amaba mucho. Como también lo hacía tu padre.
—Bueno, en eso no se diferencia mucho a las discusiones de nuestros padres. Tía Allyson dijo
una vez que las mujeres gritamos porque sí y punto y final, —sonrío recordando la frase y mi novio no me
sigue —¿se llevaban mal?
—¿Fuiste a su funeral?
—No. Mi padre nos metió en un coche y nos sacó del pueblo antes de que eso sucediera.
—¿Pudiste despedirte de ella en el hospital? —Sus labios tiritan, nos hemos agarrado las manos,
—¿es por ella que no te gustan los hospitales?
—¿Por qué no os quedasteis a su funeral? El viaje por carretera debió esperar. Cualquier niño
querría despedirse de su madre.
Kainer ha elegido siempre no hablar cuando le preguntaba por su padre o por su pasado. Los dos
abandonaron Estados Unidos y no lograron instalarse en Canadá porque mi madre se cruzó en sus
caminos. Me imagino cuánto habrá echado de menos mi novio a su madre. Por eso rechaza tanto a la mía,
porque no acepta que nadie ocupara el lugar de la mujer que perdió.
Le beso en los labios por su enorme esfuerzo. Ha compartido sus sentimientos conmigo y él no
sabe lo mucho que significa para mí. Es un chico muy especial, con un corazón roto y una extraña
depresión que le ha empujado contra sus límites; hasta se autolesiona porque no puede soportar su vida.
Su estúpido padre debió prestarle más atención. Ha crecido entre el alcohol, la droga y la lujuria yendo
de bar en bar cada noche. Este chico necesita, y ha necesitado, mucho cariño y amor.
—Ni la nombres.
—Pero…
—Dijo que mi padre biológico había preguntado por mí, ¿puedes creerlo? Abandonó a mi madre,
Kai. Me crió sola. Sabía que era un borracho, pero no que Allyson estuviera en contacto con él.
—Pajarillo, —resopla porque se está agobiando —tu familia somos Alyelle y yo. Ellos no son
nadie.
Somos primogénitos de dos parejas que no han sabido apreciar el valor de tener un hijo, y si Kai
se adaptó a vivir en un mundo sin su madre, ¿por qué me preocuparía yo por mi padre? Sin duda, tía
Allyson se inventó una excusa para fastidiar a su hermana mayor.
—¿Piensas en un hombre que nunca te amó? —Acaricia mi rostro mientras me limito a negar, —
¿segura? Jamás permitiría que un desconocido, tu tía o tu madre nos separasen.
—Nuestra cama.
—Nuestra cama, —sonríe besándome en los labios —y también sería un lujo para mis ojos que
sólo te miran a ti.
—Ha aparecido el Kainer que nunca te abandonará. Tienes que ser fuerte.
Ruedo por la cama hasta apoyarme en su conjunto de prendas que huelen a sudor, pero no me
importa, este es nuestro momento más íntimo y privado, cuando sólo yacemos tumbados en la cama y nos
comunicamos. Con mi chico a veces es terriblemente complicado, ahora que nos hemos acostado juntos y
sonríe tengo que aprovecharme de disfrutar su estado de serenidad.
—Fuerte para el dolor —anuncia tajante. Levanto la cabeza sonriendo, no sé a qué viene esto.
—En general.
—Odio cuando te pones así.
—Kainer, —le atrapo la cara y acabamos mirándonos fijamente —¿por qué me haces sentir
estúpida?
—No, quiero que hablemos. Lo estábamos haciendo bien. Y no parpadees huyendo de lo que nos
ha pasado estos días. Si confiamos el uno en el otro estoy segura que…
—Rishelle, durmamos. Por favor —cierra los ojos y veo una lágrima salir de su ojo.
La acción borra cualquier atisbo de felicidad en mi rostro sintiendo que hemos dado otro paso
hacia atrás. Me pregunto en dónde he fallado exactamente, si se ha sentido ofendido o si he pronunciado
la frase incorrecta. Jamás he medido mis palabras con Kainer, siempre he tenido un trato distinto con él
porque es especial, mi novio es especial, pero derrumbarse de esta forma y obligarme a padecer su
mismo dolor me destroza.
Siento que le estoy perdiendo. Que pide una clase de ayuda que yo no puedo ofrecerle.
—Por favor, no finjas que no lo sabes —me encierra entre sus brazos y se pierde en mis ojos, —
la última vez que te hablé de él te fuiste y me abandonaste.
—¿Hablamos de esto mañana por la mañana? He puesto el despertador, a la pila le queda muy
poco de vida y…
—¿Por qué tiemblas? He entendido que añorabas conversar conmigo. Es lo que hago.
—Pero…
—Te… te recuerdo que quisiste terminar con lo nuestro —repetirlo otra vez me hiere. Es lo único
que me ha matado este fin de semana.
—Eres lo que más quiero de mi vida, pajarillo. Eres el latir de mi corazón. Lo eres todo. Eres
mis piernas y manos cuando yo no puedo ser mi voz. Eres quién me llena de esperanza, si no caigo en el
olvido allí abajo es porque tu cabello es la cuerda que me ayuda a subir. Mírame a los ojos, —no puedo
evitar llorar —préstame atención. He tratado de ocultarle dentro de mí y parece ser que he incentivado su
poder.
—¿Hablas de él?
—Hablo de él.
—Hieres mis sentimientos, Rishelle. Lucho con él a diario, soy su recipiente más débil y pretende
hundirme. Arrebatarme todo lo que tengo. Y todo lo que tengo eres tú. Siento que no soy lo
suficientemente valiente como para enfrentarme a él.
—¿Has jugado con esa tabla y hablas con muertos?
Se levanta apenado mientras niega con la cabeza. Tapo mi desnudez con la sábana. Estoy oyendo
argumentos que no logro encajar en una misma pieza. Soy incapaz de seguirle ya que no tiene fiebre, le
estoy tocando y sólo sufre las consecuencias por ir vestido con ropa de invierno cuando ya estamos en
pleno verano.
—Pero no querrías estar con un chico como yo pudiendo salir con otro. ¿Me equivoco?
—No, oye, no… —me arrodillo en el suelo porque me está malinterpretando, —amor, yo nunca
me enamoraría de nadie. Eres mi novio, mi pareja, mi compañero de vida. Nos queda por hacer juntos un
millón de cosas. Tenemos planes, planes de futuro. ¿O es que lo has olvidado?
—¿Te has enamorado de otra? ¿De otro? ¿Ese él es tu amante, tu nuevo amigo o tu…? —Me
pongo de pie liándome la sábana como traje de noche, necesito buscar mi ropa. Eso es, Kai ha… él ha…
ha conocido a un chico que le está dando lo que yo no le doy y… ¿cómo he estado tan ciega? Su actitud
ha cambiado en los últimos días, y con razón, ahora me tendrá en casa y ya no podrá recibir la visita de
su amigo o salir con él a donde quiera que se lo lleve.
—Rishelle.
—¿Enloqueces porque me imaginas con otro? —Se pone sobre sus pies convencido de que mi
aparente ataque de celos se debe a su nuevo amigo. Amigo imaginario que es muy real.
—Estos dos días han sido largos, duros, —levanto la mano y él frena en seco —necesito
descansar la mente. Contigo son todo sorpresas. Procuro ingerirlas ordenadamente. Dormiré en el sofá.
—Huyes.
—Kainer.
—¿Huyo? —Me río por no desmayarme —acabas de decir que nuestros planes han sido una
farsa. Por no hablar de ese tal ‘él’. ¿Quién es él? ¿Un amigo del instituto?
—Soy yo.
—Bien, pues deberías parar de masturbarte porque ya te he dado sexo. ¿Lo querías, no? Ya está.
Ahora olvidaremos esta conversación y… —se ha llevado las manos a su cabeza, Kai lamenta su
confesión arrodillándose en el suelo.
—Me muero, mi pajarillo, me muero lentamente y tú sólo crees que tengo un amante. Ese amante
es una chica, y eres tú. Solamente tú. Si abrieses los ojos te darías cuenta de lo que él me hace. Te he
protegido de él y ya no tengo fuerzas para luchar más. Te has ido y he recuperado el aliento de mi vida en
cuanto has entrado en esta casa.
—¡Él! —Me observa detenidamente tras su respuesta agría. Continúa arrodillado junto a la cama,
dispuesto a volverme loca. Ese es su juego de esta noche.
—Vale, supongamos que una persona viene a atormentarte. Contéstame con sinceridad, ¿él es un
fantasma?
—No.
—¿Un vagabundo?
—No.
—¿Amigo de mi madre?
—Ayúdame a luchar.
—¿Juegas conmigo? Porque durante estas horas en las que hemos estado separados he… yo he…
he pensado de todo y… —resoplo muriéndome de miedo —y… y
—¿Y?
—Tu depresión ha empeorado. Los cambios de este verano, la visita de mi tía y el dinero te han
afectado. No es necesario hablar de ti en tercera persona. Te quiero, te quiero mucho. Los dos saldremos
de este oscuro túnel.
Acorto nuestra distancia más tensa e imito su postura arrodillándome en el suelo. Es así como
funciono con él dado que se limita a dejar caer su cabeza. Mi novio tiembla cuando le doy un beso en los
labios. Siento que le pierdo.
—Cada segundo que consume mi energía. Eres el rostro con el que sueño a todas horas y eres el
alma que sostiene la mía. No llores. Siento ser tan frágil.
—No cometas ninguna locura. No permitas que tu tristeza se encargue de joderte la vida. Nos
tienes a Alyelle y a mí. Ella te ama con locura, ha preguntado por ti un millón de veces, —aparta la vista
agachando la cabeza —eres su figura paternal. Eres su hermano favorito. ¿Ves cuánto te necesitamos? Sin
ti me hubiera bajado del barco. Hagamos esto, ¿prometes apoyarte en mí como siempre lo has hecho?
—Eres quien me sostiene.
—¿Prometes permanecer conmigo las veinticuatro horas? Eso requiere salir afuera.
—Podría intentarlo.
—¿Prometes aprender a contarme aquello que te atormenta? Si hay un él o una ella, yo lo quiero
saber. Tal vez eso te consuma por dentro y sea perjudicial para tu salud.
—Nos meteremos en esa cama, cama que es nuestra, como esta casa. Todo nos pertenece a los
tres y tú eres parte de esta familia de tres. Tres, repito, tres.
—Te sigo.
—Haremos el amor —confirmo contundente. Se le escapa una sonrisilla, es el chico más tímido
del mundo, una sonrisa juguetona potencia mi fuerza para sacarle de su tremenda tristeza y depresión. —
¿Estás de acuerdo conmigo?
—Haremos el amor.
—Te has encontrado un tanto nervioso últimamente, ninguno de los dos hemos estado al mismo
nivel de los brotes y ataques que has sufrido. Pero se acabó. Lo superaremos. Te quiero, mucho más que
ayer, y anteayer, y en todos mis pensamientos tú apareces.
—¿Qué?
—¿Subimos a la cama?
—¿De mi madre? Ella volverá, Kainer. Volverá muy pronto. Lo presiento. Su habitación queda
vacía por el momento, podemos utilizarla. No tienes que temer que ella entre. Dejaremos un mueble
detrás de la puerta principal, nos levantaremos en plena noche si…
—¡No! Prométemelo.
—Genial, cariño. ¿Ves? Despacio y poco a poco. Tenemos mucho tiempo libre. Sigue tu propio
ritmo en la vida porque jamás te presionaré.
Cuando nos ponemos de pie tras habernos ayudado mutuamente, rodeo su cintura y dejo mi cabeza
sobre su pecho. Él acaricia mi pelo, temblando por el acercamiento. Nos susurramos lo mucho que nos
amamos mientras desabrocho el primer botón de su chaqueta, Kai se muestra resistente al gesto y me
despego lentamente rompiendo el contacto.
—Huele mal.
—¿Te niegas a que te vea desnudo? —Agacha la cabeza como señal de timidez, pero yo pensé
que deseaba hacer el amor conmigo, —¿te has hincado las uñas en la piel? Si es así, te las desinfectaré
antes de que…
—Bien, —el rechazo me desanima y le sonrío sin mostrarle mis dientes —será mejor que te
acomode en el suelo. ¿Dormirás aquí o dónde?
—En el suelo. Podemos bajar el colchón al suelo, hacer el amor y dormir juntos. ¿No eran esos
los planes? —Flexiona las rodillas agachándose para esconder su cabeza en mi cuello. Le atraigo hacia
mí agradeciendo el gesto, —siento no ser perfecto para ti.
—Eres perfecto.
—Lo seré —desliza sus dedos hacia el borde de la sábana y la deja caer al suelo.
—Prométeme que sostendrás mis manos cuando las mías estén congeladas y susúrrame lo mucho
que me amas. Pajarillo, tus alas me salvarán. Tú eres mi salvación. No permitas que tus ojos lloren, me
pondré triste si sé que lloras.
—Kainer…
—Sshh, —besa mis labios —tu cuerpo es mío, tú eres mi chica. Ahora y siempre. Pase lo que
pase, recuérdalo, te amo sólo a ti.
—Destruiré esa sólida capa de hielo que me impide vivir. Te veneraré como te mereces, y seré el
chico normal con el que sueñas.
—Sé paciente, libera al pajarillo que vive en ti y vuela alto cuando no te sirva. Sé libre si yo no
logro escapar. ¿Me lo prometes? ¿Prometes abandonarme?
- CAPÍTULO SEIS –
Alter ego. Dos palabras que me conmueven retumbando mientras machacan mi cabeza. Kainer lo
volvió a repetir. Anoche pronunció de nuevo un término global que desconozco, que no he leído en los
libros sobre la depresión.
Sus espasmos son cada vez más frecuentes. Su cuerpo convulsiona moviéndose como un huracán
en el colchón, y gracias a que no estamos sobre los muelles puedo disimular que no me afecta su
comportamiento. Expira con ansia sus inexistentes mocos. Pretende asustarme con un vocablo que no
pertenece a los libros que ha leído en los pasados años, Kainer está sufriendo y me duele mi cobardía.
Ayer hicimos el amor. Regresé a casa, le recuperé, nos amamos, hablamos. Incluso cerré los ojos
mientras soñábamos juntos en voz alta antes de dormirnos. Él me abrazaba, besaba mi piel y me repetía
que yo era suya. Que nadie nos separaría. Fue tan sincero, cercano y dócil que me desahogué pidiéndole
que no nombrara a ninguna tercera persona. Recuerdo que me susurró que la destruiremos juntos. Eso
quiere decir que hay alguien más quién ha estado perturbando su mente, su vida.
Un rodillazo mueve mi cuerpo hacia el suelo. El colchón no es grueso, pero lo suficiente alto
como para resbalar debajo de la cama.
—Rishy, —Kainer se encuentra sobre sus manos y sus pies, —Alyelle. Alyelle.
Sacudo mi parte de la sábana que se enrolla por completo en mi cuerpo y ruedo de nuevo hacia la
cama. He tenido otros despertares más completos que este, pero mi novio se encuentra batallando una
crisis y debo respetar su espacio. Esperar a que se le pase.
Ha comenzado hace un rato, calculando sus habituales brotes, supongo que se recuperará pronto.
Tengo que adaptarme a sus nuevos síntomas y tratar de no enloquecer, ni mostrar frente a él ningún ápice
de afecto. Tratarle especialmente como siempre he hecho, con la diferencia de una dosis extra de
paciencia.
—Kainer, ven cariño, ven conmigo. Abre los ojos y mírame como anoche.
—Tengo frío. Pierdo calor. ¡Tápame!
Logré que se deshiciera por una noche de su chaqueta y camiseta. Él me pidió a cambio que
apagásemos la luz de la lámpara, entendí que se avergonzaba de mostrar sus heridas aunque fuese su
novia. Tuvimos cuidado al hacer el amor, no se quejó, pero no soy tonta y le percibí un poco incómodo
con respecto algunas posturas. De todas formas yo estaba demasiado centrada en repetir sus dos palabras
mientras trataba de llegar a su corazón.
Enciendo la luz de la lámpara para cogerle ropa limpia del armario. La imagen desastrosa que
veo en el colchón me hunde aquí. Se ha hecho nuevas heridas, sangra desde el centro de su torso hasta su
bajo vientre. Tiene arañazos graves que se infectarán si no le curo, y puede que… sí… puede que sea
eso, que la infección le haga delirar, desvariar e imaginar que existe alguien más.
—Cariño, abre los ojos, —alza su puño quejándose en voz baja —vístete con la camiseta. Ahora
cojo ropa del armario de mi madre y…
—Hey, no grites. Despertarás a la niña, —rueda al otro lado huyendo de mí, le ofrecía la
camiseta, —¿desde cuándo hace que no te alimentas? ¿Te comiste lo que había en la cocina? Si tienes
hambre te haré un buen desayuno. Fuimos al supermercado.
—Kainer, ¿te pones la camiseta y bajamos a desayunar juntos? —Sus ojos están abiertos y me
está escuchando. Mira hacia los muelles de la estructura donde debería estar el colchón. Él no lo hace a
propósito, trata de controlar su ansiedad, —te subiré el desayuno y despertaré a mi hermana.
—No, —se gira lentamente agachando su cabeza —me gustaría despertarla yo.
—Le hará mucha ilusión. ¿Te encuentras con ánimos? Ponte la camiseta y luego te curaré las
heridas.
Se retuerce como un osito de peluche necesitando mimos, despierta mi lado maternal y no dudo en
lanzarme a sus brazos que ha levantado para acogerme. Evito tocar su infección aunque su cuerpo se haya
enfriado considerablemente.
—¿Ya se te ha pasado?
—Poco a poco, cariño, —sonrío apartándole los mechones que se le pegan a la frente —si
quieres acompañarme a preparar el desayuno puedes hacerlo.
—Oye, eso está pasado de moda. Ya soy adulta —me acerco para besarle y antes de rozar sus
labios él aplasta mi cara contra la suya metiendo su lengua hasta el fondo de mi garganta.
—Sí, —me ha babeado toda la boca —me has pillado por sorpresa. Necesito ir al baño.
—Es pronto, dejémosla media hora más. Cuando termine de preparar el desayuno, ¿vale? Por
cierto, hoy pondremos la casa en marcha. Ya que tenemos dinero y que he hecho compras, arreglaremos
la cocina.
Introduce su mano por debajo del vestido y aprieta duramente mi pezón. La sensación de picor me
angustia, quizá mis pechos estén sensibles, anoche me los lamió y jugueteó con ellos.
Salgo de la habitación seguida por su mirada hasta que cierro la puerta. Compruebo si Alyelle
sigue en su cama durmiendo y sonrío por muchas razones, entre ellas, que la actitud de Kainer me gusta.
Podré lidiar con su enfermedad si su capacidad de recuperación es favorable y él pone de su parte.
Hoy será un día especial, el primer día de nuestra nueva vida. Se terminaron los exámenes y los
horarios. A mi hermana le quedan cinco días de clase, luego podrá jugar durante un mes y medio hasta su
próximo inicio de curso, que para entonces mi madre habrá vuelto. En cuanto venga me llevaré a Kainer
fuera de casa por unos días, iremos a ese hotel de cinco estrellas. Se lo merece, nos lo merecemos como
pareja. Si tengo en mis manos las herramientas para hundir a su tristeza lo conseguiré. Sus padres están
muertos, pero me tiene a mí, y una familia que le ama con locura.
No compré nada que no pudiera meter en el frigorífico porque no funciona. Hablaré con Kai y
valoraremos la posibilidad de comprar otro si no conseguimos arreglarlo. Nuestro primer desayuno al
completo lo comeremos en familia, saco las cosas de las bolsas y las coloco sobre la mesa frente al sofá.
Programo el canal de dibujos para Aly, le gustará que su hermano favorito la despierte. Mi novio no
posee un don para comunicarse, pero sí es capaz de trasmitirte todo aquello que desee con una mirada o
una caricia.
Oigo la voz de mi hermana sonando arriba, comenta algo sobre sus nuevos juguetes y los dos
bajan rápidamente por la escalera. Alyelle abre la boca negando, está a punto de decir ‘No’ como suele
responder cuando se sorprende.
—Todo.
—Absolutamente todo.
Simulo ser una azafata mostrando algo valioso para alguien, y la verdad es que consigo la
sorpresa de mi hermana pequeña pero no la de Kainer. Este se sienta en el sofá, arrastra la mesa hacia él
y se mete en la boca más de tres bollos infantiles. Se suponía que los nuestros no tienen figuras de
animales.
Alyelle se ríe porque ha vertido la mitad de un cartón de leche en uno de los vasos nuevos que he
comprado. Siguiendo la misma línea, el vaso con forma de jirafa estaba destinado a ella.
—¿A qué están ricos los de chocolate? —Kainer asiente a su pregunta mientras se sienta en el
suelo recuperando otro vaso vacío, —puedes comértelos todos. Los que no van rellenos y no son
divertidos también me gustan.
—Despacio o te atragantarás.
A juzgar por la dosis de cantidad dentro de su boca juraría que lleva dos días sin comer. Tenía la
comida envasada en la cocina, eran nuestras reservas para el fin de semana antes de que mi tía viniese.
Ella no ha llamado, aun no habrá echado en falta su dinero y se habrá olvidado de que mi novio la
noqueó. En cuanto él coja fuerzas sacaré el tema y preguntaré por ella, necesito saber exactamente qué
ocurrió y si estamos a salvo gastando tanto dinero.
Me uno a ellos ocupando un espacio minúsculo en el único sofá ya que Kainer se sienta
cómodamente con las piernas un tanto abiertas. Ingiere cantidades enormes que mastica rápido. Los tres
vemos los dibujos animados mientras realizo una observación atenta a las dos personas que más quiero
en mi vida.
Procuro no entrar en pánico con la iniciativa de mi novio porque no los imagino andando juntos
por la calle y sin mí. No obstante, me limito a sonreír mientras le hago una señal a Kainer que se ha
bebido casi medio litro de leche.
—Claro. Las materias han finalizado, os entretendrán con actividades y recogeremos tus notas el
viernes.
—Es que quiero jugar con mis nuevos juguetes. Por fi, Rishy, ¿podría no ir al colegio?
—Como dice tu hermana, pequeña Alyelle, jugarás toda la semana o toda una vida. Es de buena
chica obedecer a los mayores. Siempre.
Kainer no suele hablar más de lo necesario o dar su punto de vista, de hecho, si regaño a mi
hermana él se pone de su parte e incluso me advierte que soy estricta cuando le ordeno como una madre
lo haría.
Por eso, las dos nos hemos quedado sin habla tras el casto beso de mi novio en mi cabeza y su
marcha acelerada a la habitación. Ha subido media escalera con los hombros agachados y la otra media
corriendo.
Imagino que serán los efectos secundarios de un mal despertar. No me olvido que lo está pasando
mal y solo nos tiene a Alyelle y a mí.
—A tu habitación. Te preparé una bolsa con zumo y un bollo por si luego tienes hambre de vuelta
a casa.
—No, mi vida. He terminado el instituto, cuando se nos acabe el dinero yo encontraré un trabajo y
saldremos de la pobreza.
Lo medito durante diez segundos. No. No iré con ellos. Creo que le vendrá bien un poco de
tiempo a solas con la niña. Quiero que se contagie de su inocencia, alegría y su felicidad. Y Kainer se ha
ofrecido sin consultármelo, ha sido una buena idea, me gustaría que reforzara toda su personalidad y
confiara más en él.
—Tengo cosas que hacer, he comprado productos de limpieza. Eh, antes de subir, —me levanto
porque ella iba de camino a la escalera —sabes que Kainer es...
—Si por casualidad ocurre algo mientras vais al colegio o sufre un ataque de ansiedad, le coges
de la mano muy fuerte, pides ayuda a algún adulto o te metes en una tienda, pregunta si te pueden pedir un
taxi y venid los dos a casa. ¿Vale?
—¿Todo eso?
—Todo eso, ya lo sabes. Eres una niña mayor que cuida de su hermano.
—¡Por supuesto que soy mayor! Míranos, este año seré más alta que tú.
Un rato después, Kainer se reúne con nosotras en el porche. Cargo la mochila de Alyelle con sus
cosas y me volteo visualizando si el chico que está parado frente a mí es mi novio o uno de esos que
pasean por la pasarela. Oía la ducha, pero no imaginé que hurgaría en el armario de mi madre y elegiría
un traje de hombre. Anuda su corbata hasta la cima de la camisa, se ajusta la chaqueta, pasa la mano por
su pelo y se mira así mismo porque nos falta un espejo aquí abajo. Hasta los zapatos son nuevos.
Tanto mi hermana como yo estamos sorprendidas, ella seguramente viéndole muy guapo, yo… yo
intentando no babear delante de él y desesperarme porque haya dado un cambio radical desde nuestro
despertar. Sin embargo, me alegro que su motivación aporte positividad a su vida.
Si no fuese este mi novio, juraría que ha salido de una conferencia importante o un bufete de
abogados. Se ve realmente elegante en traje gris.
He enmudecido. Suelo ser la que siempre habla por culpa de mi novio y ahora… ahora yo no sé
qué decir.
La beso en la cabeza despidiéndome de ella que brinca feliz hacia la calle. Kainer acaricia mis
dedos antes de seguirla.
Plantada aquí en el porche, me pregunto por qué habrá enderezado sus hombros y por qué están
jugueteando corriendo uno detrás del otro si se supone que mi novio es bastante tranquilo. El traje es
excesivo para él, para bajar y subir una cuesta empinada y soportar el sofocón del sol que ya está
saliendo, pero me alegro de que haya tomado la iniciativa de abandonar su odiada ropa y la imposición
propia de lamentarse por su tristeza.
Cuando les pierdo de vista procuro no llorar al notar el vacío en casa. Eran raras las veces que
no teníamos instituto y me quedaba sola con Kainer, por eso, echo de menos el ruido de mi hermana y la
presencia de mi novio. Mi madre es otra historia. ¿Dónde se ha metido? ¿Envió a la tía Allyson para que
conociera a mi verdadero padre?, ¿por qué no me ha avisado de que la tía y él estaban en contacto?,
¿habrá preguntado por mí toda mi vida o habrá esperado a que tuviera dieciocho años? Tan pronto
aparezca mamá le preguntaré.
Resoplo sonriendo porque yo tengo que lidiar aquí con mis propios problemas. Alyelle es uno de
ellos, pero será feliz este verano con sus nuevos juguetes, luego está mi novio, que sigue siendo igual de
especial y es una obligación adaptarme a sus cambios de actitud, de palabra y de actos. Y profundizando
en esta mierda de casa que se nos viene abajo; no nos funciona parte de la cocina, han salido humedades
en las paredes, las escaleras se van a caer, el baño está oxidado y si empiezo a sumar todas mis
preocupaciones mi madre está en último lugar.
Kainer volverá en una hora y media aproximadamente porque les irá bien a los dos. Ella se
encontrará a sus amiguitas en la entrada como cada mañana y mi novio se dará media vuelta porque
querrá hacerme el amor. Sonrío al recordar lo de anoche, he manchado un poco pero no me dolió, lo que
sí siento son unas ganas enormes de repetirlo. Fue tan romántico como imaginé todos estos años. Siempre
supe que sería el primero, y yo fui su primera vez. Aunque tuvimos que tratar con algunos desafíos a
causa de su fiebre, no me arrepiento de habernos acercado tal y como ocurrió. Soñar con repetirlo hoy me
hace ilusión, mientras tanto, adelantaré quehaceres en casa hasta que mi chico vuelva. Sí… le arrancaré
el traje con la boca si me lo permite, o si él se encuentra con humor para ello.
Fijo mis ojos en la puerta de la habitación de mi madre mientras subo la escalera. Kainer se
siente nervioso con ella porque estoy segura que le recuerda a su madre. Él sigue enfadado ya que la
pobre murió y le ha sido complicado alcanzar el estilo de vida de su padre. Es terrible, lo de mi chico es
triste, cuanto más le conozco más le amo.
Al entrar protejo mi nariz con mi brazo por el mal olor. Esta mujer tiene algo escondido que se
está pudriendo y el aroma es asquerosamente inhumano. Necesito coger urgentemente su documentación
para la matrícula escolar de mi hermana. El bolso debería estar por aquí porque mi tía fue la última en
hurgar dentro de él, y Kainer también ha cogido su traje del armario. Es vomitivo permanecer por más
tiempo dentro, echo un vistazo tragando arcadas y una fuerte tos me saca directamente al pasillo. Toso
escupiendo en el suelo mientras me recuerdo que la puerta sigue abierta y hago todo lo posible por
cerrarla sin respirar. Esta habitación se ha convertido en mi prioridad, si el olor se esparce nos
moriremos del asco. Cuando venga Kai le obligaré a que me ayude a limpiarla, será un ratón o sustancias
de hierbas destinadas a un solo uso.
La mañana trascurre en base a mi estado de paranoia comprobando cada minuto del reloj. Es
mediodía y Kainer no ha llegado todavía, en otras circunstancias no me preocuparía porque es un chico
de veinte y tres años y es mayor para salir cuando desee, pero cuando se trata de mi Kainer no. Él es
especial. Está experimentando sus primeras veces desde hace cinco años y no me siento a gusto pensando
en que ha podido desmayarse o sufrir sus habituales ataques. Si se ha asustado seguramente se habrá
golpeado en la cabeza, alguien ha podido llamar a la policía o a una ambulancia. ¿Y si está ingresado?
Dentro de poco tendré que caminar cuesta abajo para ir al colegio de Alyelle, esta mañana ha pasado
rápida.
Sin haber adelantado nada de trabajo, me encuentro sentada en el sofá mientras muerdo la esquina
del resguardo de compra que ha volado de una bolsa. Sólo he hecho un adelanto tras la visita a la
habitación de mi madre, mover las cosas de un lado a otro, porque el resto del tiempo lo he malgastado
preocupándome por Kainer.
Me sobresalta la voz de mi novio tras mirar de nuevo el reloj de pulsera de Alyelle. Él ha tardado
bastante, pero no importa, no me enfadaré y no le agobiaré con la hora puesto que lo ha intentado y está a
salvo en casa. Habla en voz baja justo en el porche, antes de que entre y me vea inquieta, disimulo que
limpio la especie de mesa que tenemos frente al sofá. Justamente al tirarme sobre mis rodillas, mi novio
aparece ocasionando un estruendo que me hace brincar.
Cargaba con láminas gruesas de madera hasta que las ha tirado al suelo. Se vuelve afuera y
arrastra otra tanda hacia la entrada de casa. Hay unas veinte de diferentes tamaños, y mi novio se ve
sofocado.
—Cariño, ¿para qué es todo esto? —Se quita la chaqueta del traje que aplasta contra una silla que
tenemos en el porche. Acto seguido desanuda la corbata, desabrocha algunos botones de la camisa y
también se quita los zapatos. Ha ocurrido tan rápido que aún me quedo embobada en su nuevo estilo, y
tristemente, en la camisa manchada con las heridas que él se ha provocado.
—Aparta.
Esquiva mi cuerpo moviendo una pila de maderas y recupera sus prendas del porche. Kai se
asoma analizando nuestro vecindario vacío. Procuro no intervenir en sus motivaciones, si ha deseado leer
le he respetado manteniendo silencio en casa, si ha querido que me tumbara con él he dejado a mi
hermana de lado para complacerle, al igual que sus actividades en solitario. Hago lo mejor para él, para
que se sienta satisfecho consigo mismo.
Ahora se ha agachado dividiendo en grupos de tres las maderas, ignora que continúo aquí parada
pensando en cómo intervenir de nuevo.
—¿Te ayudo?
—Kai, ¿estás…?
Reniega en voz baja yendo hacia uno de los muebles que hay en el salón y saca una caja. La lleva
consigo abriéndola hasta la entrada donde todavía permanezco dolida por su descaro en comunicarse
conmigo. ¿Cómo acertar con Kainer? Haga lo que haga, y diga lo que diga, nunca será suficiente desde
que últimamente delira más de lo habitual.
Descarto quedarme a su lado por más tiempo antes de que empeore. Mientras se olvide de
golpearse la cabeza y de llorar un río entero en apenas unos minutos, me tomaré su actitud como algo
positivo. Si a mi chico le ha dado por construir cosas le apoyaré sin dudar. Aunque hacer el amor no esté
en sus planes ahora mismo.
—No me hables.
—Kainer.
—Kai, no te apoyo en este juego. Por favor, cálmate, —ha colgado una segunda madera debajo de
la primera y se agacha para coger la tercera, —cariño, mi amor. Nadie te hará daño.
—El papel de novia celosa no va contigo. Estás bien para un polvo, pero no para escuchar tu
vocecita de pajarillo todo el PUTO día. Ponte ahí y en silencio.
Sostiene una cuarta tabla de madera que pliega rápidamente sobre la puerta con ayuda del taladro
atornillador. Retrocedo alejándome unos pasos de su círculo y observo detenidamente la única ventana
que queda libre.
Ha parado para desafiarme y acobardarme porque fijo mis ojos en la ventana, sabe que no me
siento a gusto y mi idea es alejarme de él. Empuña el taladro hacia abajo, me indica que siga la línea
imaginaria hacia el interior de la casa. Y yo le obedezco.
—Silencio.
—Es hora de ir a recogerla. Vamos, salgamos juntos. Luego te ayudaremos a construir lo que nos
pidas. ¿Vale?
—Rishelle, ¡CÁLLATE! ¡AHORA! —Golpea su cabeza lanzando a su vez una lámina al aire. He
dado otro brinco. Él entrecierra los puños cuando no se araña, es mi oportunidad para el acercamiento.
—Mi amor. ¿Te acuerdas lo que hablamos anoche? Pues nuestros planes siguen en pie. Si no me
cuentas lo que te atormenta yo no te puedo ayudar. Sé dócil y piensa en tu familia.
Me he quedado perpleja.
Sin palabras.
Su saliva todavía cae de su labio inferior. Kainer ha logrado desequilibrarme, borrar todos mis
pensamientos.
Levanto la mano para acariciarle pero se aparta antes de que lo haga. Ha sacado su genio.
—¡Anoche!
—¿Te funciona con él? Porque no iría contigo ni al fin del mundo.
Pretendo ser inmune a sus declaraciones aunque acaben por colarse dentro de mi corazón.
Después lloro. Lloro sin que me vea. Desconozco si es consciente de sus declaraciones. Y en
cuanto se le pase el brote, vuelve a ser el chico tímido del que me enamoré, ese que me recita poesías
cada noche y sueña con hacerme el amor toda una vida.
—Nos empezamos a entender —evalúa tan siniestramente mis ojos que evito mirarle.
Acelero el ritmo dirigiéndome a la cocina, tengo que apoyarme para no desmayarme. Kai ha
bloqueado la puerta trasera, la que daba al jardín, una vía acceso en caso de emergencia.
—Si quieres joderte la vida, hazlo tú, no nos metas ni a ella ni a mí, —le empujo con mis manos
pero no se mueve —por favor, Kainer.
—Estoy siendo amable. Muy amable. De hecho, más amable que ningún otro día. El niño dice que
no me hables y tú le desobedeces.
—¿Qué niño?
—El pequeñín, tu querido y amado novio. Ven. Hoy paso por un día jodidamente bueno. Y ya que
eres una insípida de mierda, como una maceta vieja, al menos me servirás para algo.
Tira fuerte de mi mano y su pasión por arrastrarme con él se incrementa. No soy valiente en
detenerle con palabras ni con golpes en su espalda. Me veo deslizándome por el suelo, detrás de su
cuerpo rígido.
—Hablemos. Hablemos de él. De quién sea. ¿Dónde está? Nos sentaremos los tres como buenas
personas, dialogaremos de…
—¡Estás buena!
¡Dios, soy un desastre! Uno que se muere de intranquilidad por la dominación absoluta de mi
novio sobre mí, ya estamos en el pasillo superior.
—Si te tumbo en la cama será sobre tus manos y tus rodillas, más tarde te follaré. No creo que
superes mis expectativas. Entra.
—Kainer, no puedo jugar contigo. Yo… la niña… Alyelle no sabe regresar a casa sola. Si dice en
el colegio que no la hemos recogido ellos la traerán, y vendrá acompañada por aquellos que nos la
quieren quitar. Servicios Infantiles no permitiría lo que…
—¿Por qué?
Se impulsa enganchándome por las piernas para lanzarme sobre su hombro izquierdo. Los dos
entramos en la habitación mientras me revuelvo zarandeando las piernas, Kainer me deja en el suelo
espontáneamente. Mi poderío se esfuma tan pronto saca una cuerda del armario. Cuerda que jamás había
visto, es gruesa y su mirada tenebrosa.
—Atarte.
—No, oye… ya… ya basta. Alyelle se asustará si no la recogemos. Más tarde jugaremos y te
prometo que…
Hinca su rodilla en la madera magullada del suelo atrayendo mi mano hacia él, atrapa mis
muñecas manejándome con éxito ante mi escaso forcejeo. Pasa la cuerda en forma de ocho tan
concentrado que ni siquiera respira, me inmoviliza persistente en los movimientos adecuados y
estudiados de su labor.
Mueve mis manos lentamente a la pata de hierro de la estructura de la cama sin colchón, este
todavía permanece esparcido cerca de mí. A medida que su maniobra se afianza fijándome, yo me
encargo de buscar un rayo de luz en su mirada totalmente oscura. Kainer trabaja aislado, solo.
—Mi amor —bajo la vista a sus labios, lucen tensos, como él. —Cariño, soy tu pajarillo,
háblame.
Me quejo por el nudo extra. Tengo medio cuerpo encorvado porque la estructura no es lo
suficiente alta como para sentarme tranquilamente en el suelo y esperar a que termine este juego de mi
novio.
—Eh, no me has contado nada de tu visita a la ciudad. ¿Cómo os han ido las cosas por las calles?
¿No echas de menos a Alyelle? Deberíamos recogerla. ¿Por qué no quitas las maderas de la puerta y
salimos juntos? Si te apetece…
Aprieta los huesos de mi mandíbula usando una mano. Kainer se ha vuelto ya que salía de la
habitación, no lo podía permitir, si se va perderé tiempo y me estoy empezando a preocupar. Alyelle es
una niña, intento evitar que Servicios Infantiles hagan preguntas, nos vengan a visitar o investiguen
nuestra vida. Ellos llamarán al móvil de mamá, y se supone que todavía está en su habitación.
—Kai, —me repito procurando no alterarme demasiado —ven aquí, cielo. Desátame, nos iremos
juntos, nos tumbaremos, nos acariciaremos. Seré tuya. Haré lo que me pidas.
Rueda en el suelo junto a la puerta donde se había tendido para torturarse. Hace un par de
flexiones mientras critica a un tal pequeñín.
—Ah, olvidaba que te había atado. ¿Lo has visto? —Derrapa acompañándome en el suelo y me
sonríe, —lo hace a menudo el muy listo. ¿Decías algo? Porque no te prestaba atención. Tu hombre ha
vuelto. Pequeño es un llorón.
—¿Pero qué…?
—¿Te ha atado? —Toquetea la cuerda sorprendido —¿por qué te ha atado? ¿Discusión de pareja?
¡Os va el porno duro! ¿Cómo no he caído antes? Pajarillo, contesta, ¿follas con cuerdas y a mí me niegas
que me la menee pensando en ti?
Mi cara, impasible.
Mi boca, entreabierta.
Mi alma, confundida.
Mi vida, aterrorizada.
—¿Me sueltas?
—Hoy no, —pronuncio con los labios resecos —por favor, ¿puedes desanudar la cuerda?
—Es que me pones cachondo atada. —Se dispone a salir de la habitación mientras señala hacia
abajo, —¿qué mierda ha pasado ahí? Vale, vale, yo lo termino.
—Kainer, mi vida…
—¡No! ¡NO! ¡Estás atada por ser una puta que ha querido saltar por la ventana! Aquí ya mando
yo. ¡YO! ¡Me has enfadado! ¡Sigo enfadado!
—Hablas de mí con el pequeño, ¿os reís a mi costa? ¡Pues míralo, hundido allí abajo! Él no es
más fuerte que yo. Siempre es él, él y él. ¿Quién me hace caso a mí? Pajarillo, ¿lloras? ¡Lo odio! ¡Odio
llorar! ¡No lo hagas! ¡Prohibido!
—Por eso te ruego que me liberes. Alyelle saldrá pronto del colegio.
—¡Hijo de puta!
Kai se retuerce lanzándose al suelo y se golpea la frente con la madera astillada. Patalea gritando
y llorando, oigo el nombre de mi hermana y el mío. Ante el brote inesperado me ayudo de mis piernas
pero me es imposible moverme. Jadeo una canción que suele calmar a mi novio y parece funcionar, se ha
tendido con las piernas y manos abiertas. Totalmente inerte.
—Kai, tu pajarillo no te abandonará. Levántate, necesito que me desates. Iremos juntos al colegio.
¿Te apetece?
—Alyelle.
—¡Es más débil de lo que aparenta! Demasiada literatura, —se ríe poniéndose sobre sus manos y
rodillas, —¿ves lo que haces? ¡Silencio! ¡Molestas! ¿Qué te pasa ahora, por qué lloras?
—¿Y lo tienes que decir con tu vocecita? ¡Sois iguales! ¡No os soporto! ¡Silencio!
—Desátame para que recoja a la niña del colegio. Cuando volvamos espero que ya hayas
acabado con esto.
—¿Acabado con qué? —Pisa fuerte acribillándome sin tocarme, —¿acabado con qué?
—Pasaremos juntos mucho tiempo, mi querida Rishelle. Él ha muerto para ti. Te debes a mí, sólo
a mí. Seré tu novio, amigo, amante. Seré tuyo y harás absolutamente lo que te ordene. Si evidencias mi
autoridad juro que te mataré. ¿Has entendido?
—No.
—Odio. Que. Alguien. Llore. ¡No más lloriqueos en esta casa! ¿Correcto?
—Sal de mi casa.
—El mismo. Ya no te amo así. Me has atado y amenazado. Tu actitud no me gusta. Vete de casa y
ocupa otra hasta que aprendas a no delirar. Porque soy tu novia, Kai. Tu novia.
—¡RISHELLE!
Arranca la puerta del armario llorando a pleno pulmón. Sigo con mis ojos sus acciones de
dañarse físicamente. Se desploma sufriendo convulsiones. Cargo como puedo con el peso de los hierros y
la estructura a penas se mueve debido a mi inexistente fuerza.
Pierdo a Kainer conforme pasan los segundos. Sus palabras son de auxilio. Ruega ayuda. Él
pronuncia mi nombre, el de Alyelle, y se balancea rodando por el suelo.
—¡Pequeño, muérete! ¡Me toca a mí! ¡Hijo de puta! ¡Eso duele! ¡Basta, no llores! ¡Eres un
quejica! ¡Ahí, más al fondo, púdrete! Rishy… pajarillo, ven… ven… Soy yo, no te asustes.
—¡Tú no te mueves!
—Kainer.
—¡QUIETA! ¡Ha sido idea tuya! ¡Oh, no, pequeño, tú te quedas y yo salgo! ¡La puta ley de la
naturaleza, el más fuerte gana!
Sufro su delirio atacada de los nervios, esforzándome rápido por desanudarme. Ha fijado la
cuerda al hierro perfectamente, su idea ha tenido éxito. En plena convulsión de Kainer, hago lo posible
por llamar su atención, por atraerle a mí y así convencerle de que atarme ha sido un grave error. Pero se
ha callado, su garganta ya no grita y sus temblores se han moderado.
—Kai, mi amor, mi vida, mi corazón… A tu pajarillo le duele los brazos. Tenías razón, la
estructura de la cama es de buena calidad y así no puedo llegar a ti. Además, es hora de recoger a
Alyelle.
—Yo no quería.
—Te perdono, Kainer. Te perdono. No pasa absolutamente nada. Nos recuperaremos. Los dos
hemos tenido un malentendido, me he interpuesto en tu labor con la puerta y la madera, y lo siento,
realmente lo siento. Levántate despacio y suéltame.
—Alyelle.
—¡Me estás alterando! Oye, ya está bien. Ponte de pie y ven aquí. No la metas en esto. La niña no
sabrá lo que ha ocurrido hoy.
—¡Rishelle! ¡Rishy, ayúdame! ¡Te está engañando! Pajarillo… ¡no, no, soy yo, mi amor! ¿Te
recito un poema? Allá va… ¡Mentiroso, ella es mía! ¡Estás hablando en voz alta! ¡Te oye! ¡Perdedor!
—Aquí. Desátame.
—Alyelle, —aprieta los labios y cambia de posición sosteniéndose sobre sus manos y sus
rodillas —Aly, Alyelle…
Cuando siento las palmas de sus manos acariciar mi rostro me respondo por primera vez a una
pregunta que me ha atormentado desde la mañana del sábado. Su temperatura vuelve a ser la misma;
cálida y cercana. Sus ojos miran hacia el suelo mientras busca mis labios para darme un beso casto. La
sangre salpica en mis piernas desnudas, no le queda un rastro de piel que no se haya manchado.
—Te perdonaré si me desatas y no montas una escena mientras me ves salir por la puerta. Alyelle
saldrá del colegio, es mi obligación ir a recogerla.
—Perdóname. Yo no quería.
—Me encuentro en el límite. Baja las manos de mi cara y ponlas en la cuerda. Quiero ir a por mi
hermana pequeña.
—Ella no está.
—¿Quién no está? ¡Kainer, que me mires a los ojos y no te escondas detrás de tus manos!
—Ella. Alyelle.
—¿Dónde está mi hermana? —Pregunto aunque sé que la ha llevado al colegio. Esta cosa forma
parte de su delirio. Está ardiendo. Tiene fiebre, —¡no me has contestado! ¿Dónde está mi hermana?
—Perdóname.
—¡KAINER!
Quedo atrapada junto a un cuerpo inerte. Mi mirada solloza en pánico con el pensamiento de
Alyelle apareciendo en mi mente; su sonrisa, sus brincos, su alegría. Es la primera vez en su vida que no
la recogeré del colegio. La ansiedad me mata lentamente. Siento como si la bola de fuego ardiera en
llamas dentro de mi cerebro.
Estiro la pierna hacia la cintura de Kainer. No respira. Su piel es azulada. Está congelado.
Ha muerto.
La noticia altera mi presión arterial provocando que me derrumbe cayendo inerte junto a él.
Parpadeo entre lágrimas atada de por vida a un hierro que ha presenciado el declive de un ser humano.
- CAPÍTULO SIETE –
Desgarro mi garganta pronunciando una palabra de socorro que muere en mi voz muda.
Parpadeo por el efecto de la corriente de electricidad que atiza mi interior, impresionada, intento abrir
mis ojos que permanecen pegados. Saboreo un amargor que reseca mi boca, la saliva no ha colaborado
en mi tosido, carraspeo mientras me ataca otra bocanada de tos.
La intervención de mis extremidades ignora la emisión severa de mi cerebro, siento todas las
partes de mi cuerpo y he comprobado en un espasmo que ya no estoy atada. El éxtasis de la emoción
recobra vida en mi corazón, recordándome el impacto de ver a Kainer muerto.
Sollozo lamentándome por la pérdida. Meneo mi cabeza negándome, culpándome por ese
desastroso final que ha sufrido. La vista se me nubla por el cúmulo de lágrimas que se disparan una tras
otra, rodando en el suelo polvoroso de madera que se astilla en mi barriga.
Me tomo todo el tiempo del mundo para desahogarme, llorar la muerte de mi novio. Los
sentimientos se disparan en mi imaginación, visualizándonos día tras día hasta que se fue sin mí.
—Tú me odias. Me odias, y mucho. Sabes que detesto los lloriqueos y tú te despiertas de la siesta
y lo primero que haces es llorar. Llorar. Llorar. Llorar. ¡Estabas mejor moribunda!
Su vocablo me devuelve al mundo real del que huí desmayándome a su lado, muriéndome con él.
Pero la objetividad me golpea duramente al abrir los ojos definitivamente, al parpadear y al
convencerme en dónde me encuentro tumbada; dentro de su juguete recién construido, en el desván. Juzgo
el interior de mi estancia, hierros en su mayoría oxidados que han sido soldados entre sí y que han
formado un cuadrado lo suficientemente pequeño como para encorvarme.
Palpo mis pechos expuestos que son cubiertos por el largo de mi cabello pelirrojo. Estoy
desnuda. Miro más allá de los hierros y siento la brisa caliente de las cinco lámparas que rodean esta
cosa.
Kainer me ha encerrado, no puedo salir. Cruzo mis piernas por pudor, el miedo me invade
hundiéndome. Por primera vez me cuelgo de los hierros con los que ha trabajado.
Está asomado por el agujero del desván, en la escalera. Ve cómo rodeo con mis dedos dos hierros
frontales y hago uso de mi fuerza para moverlos, en vano.
—Pajarillo, pajarillo, ya deberías saberlo. Te lo pondré fácil, ¿dónde viven los pajarillos?
—¡Casi! Tú no vivirás en un nido. ¡Lo harás en una jaula! ¡Bienvenida a tu nuevo hogar!
—¿Una jaula?
Repaso con mi mirada la caja minúscula al vacío que ha sido construida a base de hierros. Los ha
soldado a la madera, son inamovibles. Al menos unos cuantos tienen que ceder, Kainer me ha metido
aquí. Esto… esto se aleja de aparentar una jaula, es más bien una prisión para las personas más bajas que
yo.
—¿En verano?
—Kainer, no estoy para bromas ni para juegos. He pillado el concepto de ser un pájaro y de vivir
en una jaula. Sácame. Por favor.
—¡Eres una desagradecida! ¡No valoras lo que hago por ti! Prepararé la cena.
Alyelle. ALYELLE.
—¡KAI, VUELVE INMEDIATAMENTE! ¿Dónde está mi hermana? ¡Kainer! ¡Sube, ya! ¿Ha
regresado mi madre, la ha recogido ella, se la ha llevado?
La tensión se dispara inyectándome adrenalina. Empiezo a forzar los hierros abriéndolos entre sí;
los de arriba, los que tengo detrás, los que me rodean… Me apresuro por mi hermana pequeña, porque
Kai no es explícito en su explicación. Mamá se la habrá llevado o estarán todos abajo, él me ha usado
para jugar a los pájaros y las jaulas.
Algunos hierros son más frágiles que otros y daré con el truco tarde o temprano.
—Salir de la jaula.
—Kainer, en cuanto me sueltes te ayudaré. No podré si me dejas encerrada. Y por favor, dame mi
ropa.
—¡Joder! —Se sienta cruzándose de piernas, —realmente os pone cachondos hablar así, ¿eh?
Pero la respuesta es afirmativa. Permanecerás presa y cautiva de tu… ¿Qué palabra has dicho?
¿Libertad? ¡Los pajarillos como tú no tienen libertad!¡Y me hablas de libertad, tú, tú! Te he traído la cena.
He incendiado la cocina. Ha estallado algo, está un poco quemada, aunque te gustará, porque me amas.
Me amas mucho. ¿Tienes hambre?
—¿Y mi hermana?
—¡NECESITO SABERLO! ¿Dónde está? ¿Ha vuelto mi madre? ¡Aly, Alyelle, sube al desván!
¡Mamá! ¡Mamá estoy en el desván!
—He cocinado una zanahoria. Quiero revivir nuestro huerto. Lo pasaremos genial.
—¡Mamá!
—Espero que pongas de tu parte comiéndote la comida que con mucho gusto he cocinado para ti,
me enfadaría si no cenas.
—Mi novia ignorándome, ¡qué manía de gritar, llorar, tartamudear, ordenar! ¡Él no hace nada en
casa y le tratas como a un rey, yo te hago la cena y me llevo tu mirada decepcionante! Rishelle, lo
pasaremos bien. ¿Quieres una zanahoria? ¿Se cocinan las zanahorias? Oye, ¿sabes si la cosa que llamas
hermana se ha llevado mi reloj? Lo he buscado en la habitación y no…
—La niña. Alyelle. ¿Se ha llevado mi reloj? ¡Es tu culpa! Me he centrado tanto en ti que me
olvidé del reloj. Deberías agradecérmelo.
—Oh, no, —se recuesta rodando mientras ríe a carcajadas —por favor, dame paciencia. Y eres
un falso, un quejita, un llorica, un mierda…. ¡sensible! Siempre hablas tan bien de ella que pensé que era
una maravilla. ¡Habla demasiado!
Valoro su actitud aterrorizada en el rincón opuesto de… de la jaula. El trasero me duele por el
contacto de mi piel desnuda con la madera polvorosa. Kainer se ha callado, respira hondo para llamar mi
atención.
—¿Kainer?
—Hola Rishelle, —se ha arrodillado para acercarme el plato —¿comerías y me harías ese
enorme favor? ¿No querrás insultar mis habilidades culinarias? Lo he cocinado con amor para ti y para
que te sientas orgullosa de mí. ¿No es lo que siempre dices? Te amo. Te amo mucho. Yo sé que me amas
y…
—¿Me lo prometes?
—¿De verdad? ¿Me dominarás como a un tonto como lo haces con él?
—¿Qué?
Juraría que estaba convencida al cien por cien de que él solamente pasaba por diferentes etapas
de su enfermedad. Que su depresión, tristeza y amargura variaba según el día, la hora o el clima. Siempre
ha sido un chico especial, lo sigue siendo, pero en los últimos días siento que él y yo nos hemos alejado,
que hemos tomado caminos opuestos. Temo que se haya dado cuenta y actúa de esta forma para que no me
vaya de su lado.
Cierro los ojos tirando la zanahoria a un rincón del desván, tumbo una lámpara y espero a que
Kainer suba de nuevo. Lo hace porque ha oído el golpe, eso significa que se ocupa de Aly ya no ha
tardado en aparecer. Ambos están cerca, juntos.
—¿Qué ha sido eso? No ha sido él, no he sido yo… has sido tú.
—¿Te meas?
—Necesito ir al baño.
—No, eso ha sido un error, —la recoloco mientras le sonrío —lo siento.
—Sinceramente, no pretendía ser estricto en tus necesidades, fisiológicas quiero decir. Pero no
confío en ti. Eres una chica muy lista. Como yo. No irás al baño. No esta noche de todas formas. Mañana
será otro día.
—Aham. Tus sueños son los míos, mi amor. Eres lo que más amo. Cuéntame.
—Da igual.
—He pensado mucho en los dos. Me pones a cien. Pero él me mataría, y lo haría, el niño llorón lo
haría si te abro de piernas y te follo. No me culpes. He aprendido gracias a tu novio. Él ve películas
guarras cuando duermes, bueno, y tu madre no es discreta con sus compañías. Y ya soy adulto, no un niño,
sé cómo se folla. ¿Querrías follar conmigo?
Esto me suena de algo. Kainer ha usado un vocabulario diferente conmigo en los últimos días.
Antes de sus brotes, después de ellos, a veces, constantemente. Ya no me acuerdo. Él no se encuentra
bien. Le evalúo asintiendo en su charla sobre follar. Describe al detalle los besos que me daría en mi
entrepierna o las cien veces que jadearía su nombre en una noche.
Sin embargo, no le rechazo porque pretendo permanecer estable. Escupe locuras sexuales por su
boca, dentro de cinco minutos podría rodar por el suelo y sangrar. Todas las heridas de su piel avivan las
rojeces, tiene infección y coagulación alrededor de algunos arañazos.
—No, mi vida. Pensaba en lo guapo que estás con ese traje, —se mira sonriendo —eres el chico
más guapo del mundo, ¿lo sabías?
—Es difícil porque no estoy enfadado contigo. No se me ocurre otra cosa que follar.
—Kainer —me sonrojo disimulando mientras intento acariciarle. Se ha alejado. Él repasa mi
cuerpo con su oscura mirada. Me hace sentir deseada.
Alinea la lámpara a la misma distancia que las otras y se dispone a irse. A punto de verle bajar la
escalera, le llamo en voz alta, él finge que no existo, repito el mismo grito por dos veces más y consigo
atraer su atención.
—Te quiero, Kainer. Te quiero mucho. No lo olvides. Por siempre juntos, —se propina un
puñetazo en el rostro que le hace perder el equilibrio, pero lo recupera en el hueco de la escalera del
desván, —¿te has hecho daño?
La incertidumbre comienza a abrir un agujero en mis entrañas. Kai ha repetido el mismo discurso
cuando le he preguntado por mi hermana. La posibilidad de que ella no esté en casa se está haciendo
realidad. Me hunde la sensación de que se haya sentido abandonada, de que mamá le haya recogido o de
que… no… Kainer no le haría algo como esto.
—Buenas noches.
—Buenas noches, —se asegura de que permanezca en silencio llevándose un dedo a sus labios —
callada y en silencio. Bastante tengo con él.
—A dormir.
Empuja la escalera con la evidente intención de no regresar esta noche. Presto atención a los
ruidos, golpes o movimientos que pudiera realizar abajo, pero no oigo nada. Fuerzo todos los hierros
investigando cuáles de ellos ceden y cuales no; están soldados a prueba de fuego.
Doy un respiro a mi espalda apartando mi pelo de ella, la cabeza me pesa y el calor no me ayuda
mientras permanezco encerrada en esta jaula. Trato de proyectarme positividad, imaginar que quiere
jugar conmigo y convencerme del bienestar de mi hermana pequeña. Alyelle es muy exclusiva con los
extraños, no está acostumbrada a tratar con ellos aunque es una niña sociable. Si Kainer no la ha recogido
del colegio Servicios Infantiles la habrá retenido, ahora podría estar llorando en una casa de acogida o
en un centro… pero no… no porque mi novio ha cumplido.
Engancho mis dedos a los hierros superiores, aplicando movimientos duros por si doy con la
salida. La escalera del desván desciende lentamente, Kainer asoma la cabeza mirando hacia el suelo.
—¿Quieres ir al baño?
—Me encantaría.
Arrastra sus pies hacia la jaula, encorvado, sudado y preparado para sacar de su pantalón de traje
una llave. Le sigo con la mirada mientras rodea la estructura, se agacha y trastea lo que parece un
candado. Será lo único que no he toqueteado, y si lo he hecho, no me he dado cuenta. Mi novio abre
inseguro cuatro hierros que simulan una puerta, vuelve a ponerse sobre sus pies y me tiende una mano.
Con enormes deseos por acabar con el juego, me sujeto a él sintiendo cómo vibra su piel por el
bombardeo de la sangre. Me tomo el derecho a acariciarle entre los botones de la camisa desabrochada,
a evaluarle tal y como lo haría un médico. Tiembla sufriendo espasmos, a veces se acuerda de enderezar
la espalda y a veces simplemente se deja llevar cargando con su peso.
Rodeo su cuello con mis dedos procurando descubrir cuan profundamente triste está. Kai no ha
expresado abiertamente cómo se siente, y quizá desee encerrarme por necesidad de perder lo único que
tiene en su vida.
—Kainer, juré que no te abandonaría y…
Retrocede alejándose de mí, rompiendo la magia cercana entre los dos. Sujeta mi mano y tira de
mi cuerpo adormilado hacia la escalera. Tropiezo porque mis piernas no responden, estar encerrada en
una jaula no tan grande me ha provocado las primeras repercusiones físicas. Kai se adelanta
esperándome abajo, alza su mano sin mirarme a los ojos, sin indicarme que lo haga con cuidado o que no
haga ruido por si despierto a la niña. Su rechazo no debería afectarme, pero le necesito también.
—Amor, ¿estás ahí? ¿Estás al otro lado? —Lo último que pienso es en orinar, ducharme o
mirarme en el espejo. Me pego a la puerta para tratar de recuperar a mi novio, —ya sabes lo que te dije,
nunca me enfadaré contigo y nunca te abandonaré. Te quiero, a pesar de todo, te quiero. Tu pajarillo no te
abandonará. Jamás. Por siempre juntos, ¿vale?
Observo la puerta abrirse muy despacio. He usado el inodoro y ahora me entretengo en el lavabo
restregando la suciedad de mis dedos. Kainer aparece lentamente abriendo el grifo de la bañera, disimulo
implicándome en la limpieza de mis manos cuando verdaderamente solo están magulladas.
No ha sido tan mala experiencia permanecer encerrada dentro de una jaula, lo que me mata es su
constante cambio psíquico y físico. A veces me habla como si no me conociera, otras difamando
estupideces, y otras tantas riéndose de mí, de él, de los dos. Por no hablar de las constantes variaciones
con su temperatura corporal, la manera de hablar, de caminar, de mirar… y hasta de besar. Puedo contar
las veces que he sentido a mi novio no desearme como yo a él. Es lógico que se encuentre nervioso por
mi nueva vida, porque haya acabado el instituto y porque mi madre no aparezca por casa. Pienso que
cualquier pequeño detalle influye en su consciencia, en su comportamiento, en él generalmente. Es mi
obligación tratarle con cuidado, ser especial y más atenta de lo habitual.
Acaba de cortar el grifo ya que la bañera iba a rebosar de agua. Se ha entretenido en cada uno de
sus movimientos mientras se desvestía; ausente, distante, pensativo. Afortunadamente su espalda no sufre
daños importantes, aunque desde mi posición puedo percatarme de la gravedad de sus heridas en los
costados. Sus brazos tienen un color amarillento, morado… el color de su propio calvario.
—Kainer, mi vida.
—Entra en la bañera.
—¿Puedo curarte?
Le obedezco para no alterar su aparente serenidad de espalda a mí. Al pasar por su lado él me
rechaza nuevamente apartándose, incluso me invita a agilizarme empujándome dentro de la bañera. El
agua es cálida porque las tuberías se calientan durante el día. Intuyo ciertamente que me acompañará, por
eso, me adelanto deslizándome hacia atrás ya que prefiero apoyarme sobre su espalda para no tocar sus
heridas. Kai salpica una buena cantidad de agua mientras mueve mi cuerpo hacia delante y se sienta en el
mismo lugar donde pretendía ponerme.
Se recuesta impulsando mi espalda contra sí. Mi peso podría ser un suplicio para su dolor.
—Cállate.
—Kainer, estás cruzando una línea peligrosa que afecta a nuestra vida.
—Amor, ¿te apetece charlar conmigo? Ya sabes, como solíamos hacer cuando éramos un par de
críos asustados. Abrir nuestros corazones. Y si te cuesta comunicarte conmigo hazlo con alguien
especializado en ello. Te ayudará. Yo te acompañaré. No te dejaré solo.
—Sshh, cierra los ojos y cálmate. Disfruta del baño. La jaula será incómoda.
—¿Pretendes meterme dentro otra vez? —Consigo revolverme. Si es valiente me lo dirá a los
ojos, mirándome como siempre; enamorándome.
—Por encima de mi cadáver. Vale que me uses porque pienses que no tienes a nadie más, pero
encerrarme allí es cruel. Cruel, Kainer. Si me amas no deberías si quiera pensar así.
—¿Qué es triste, mi amor? —Acaricio su cara, está temblando, —¿por qué te evades? ¿Es que ya
no me amas?
Las lágrimas pican fuerte. Contengo mi llanto reteniéndolo en el interior de mi nariz que se resiste
a no ocultar el pinchazo de mi corazón. Kainer se ha desenamorado de mí. Por eso ha cambiado, porque
ya no tiene que fingir que me ama, ¿cuándo ocurrió? Hemos estado bien, los dos nos hemos querido,
dormido abrazados y soñado juntos hasta hace unos días.
La posibilidad de que haya conocido a otra persona ha aumentado. Los exámenes finales me han
tenido ocupada y en cuanto los he terminado él ha comenzado a entrometer a un tal ‘él’ que ha sido
motivo de varios desencuentros entre nosotros. Entre ellos, que el sábado huyera de casa porque no
soportaba la idea de oírle decir que existía otra persona en su vida. Kainer ya no me ama, es evidente, y
me lo está haciendo saber de una forma muy distinta típica de un chico especial como él. ¿Han estado
saliendo juntos mientras yo estaba en el instituto? ¿Han quedado y han hecho el amor en casa?
Razono los pros y contras de haber mantenido una relación con mi supuesto hermano, y desecho
cualquier propósito que nos negara amarnos libremente. Pero… eso… eso ya pasó. Kai ha dejado pistas
en un camino imaginario y me ha costado algo de tiempo recogerlas, atenderlas y ponerlas en práctica.
Kainer es único, exclusivo, ¿lo sabrá su nueva pareja? ¿Cuándo se verán, mientras yo esté
encerrada en la jaula? ¿Por eso la ha construido, para eliminarme de sus proyectos de futuro?
Salpico agua poniéndome de pie pero su fuerza me retiene abajo y caigo sentada frente a su rostro
arrugado. Se ha enfadado. Hundo mi dedo en su nariz como método destructivo, repito mis laberintos
alrededor de su cara esquivando los manotazos porque soy una molestia. Resoplo imitándole hasta que
inmoviliza mis manos sosteniéndome por las muñecas.
—¡Eres un mierda!
—¡Y un infiel!
Se toma mi acusación como una agresión verbal; bajando la cabeza, soltándome, saliendo de la
bañera, cubriéndose con una toalla y arrastrando sus pies hasta el pasillo. Ha desaparecido dejándome en
evidencia, su respuesta es afirmativa si no ha negado que haya otra persona en su vida.
—Sal —ha regresado con la misma toalla que usamos los tres. Se ha puesto un pantalón de
chándal que no usaba desde hace un par de años. Parece decidido. De hecho, agarra mi mano
equilibrándome porque haber llegado a la raíz de su problema, nuestro problema, me ha dejado una
herida abierta en mi corazón.
Sin embargo, su seguridad me consuela. Supongo que ha fingido ser un chico especial ya que era
la única forma de que me acercara a él, o le tratara con más tacto o… o no lo sé. Pienso en dónde he
fallado, en qué he hecho mal y en todas las horas que ha pasado solo en casa, con él o con ella.
—¡Sé secarme!
Se retracta suspirando cuando le quito la toalla. Me había pegado a la pared, dado un par de
vueltas y recogido el pelo enredándomelo más. Ahora no necesito que sus manos me toquen, si se sacia
con otra persona que me olvide.
—¿De quién hablas? —Siseo cubriéndome con la toalla, —¿a quién te refieres?
—¿Es que me has dado la oportunidad de quererte? Eres arisca, confiésalo. Confiésalo y los dos
empezaremos de nuevo. Seremos los nuevos Rishelle y Hy…
Los ha puesto contra la puerta impidiéndome que salga del cuarto de baño. Sonríe con su estúpida
dentadura perfecta mientras me niega. Chistea que me quedaré aquí hasta que decida y que no tendré
cojones de enfrentarme a él. Se ha puesto a hablar solo. Me mira a los ojos, luego al techo, más tarde
baja la cabeza, se distrae metiendo un dedo entre la toalla y mi piel…
Él no es el mimo chico del que me enamoré. Este es un ser prepotente que presume de sus brazos
musculosos.
—Lo he hecho. Estás en el baño, ¿no? Los pajarillos deberían dormir por las noches. Es tarde.
—Quiero dormir con mi hermana pequeña. Mañana la llevaré yo al colegio y al volver los dos
tendremos una conversación. Recogerás tus cosas y te irás con él.
—¡Yo no quiero irme con él! ¡Él es como una garrapata, no se va, no se muere y solo me da por
culo! —Le abofeteo arrepintiéndome instantáneamente. Ha sido un golpe bajo. No era mi intención. Quizá
me haya sentado mal el comentario porque… porque… bueno… ya me… creo que me los estoy
imaginando juntos.
—Sería lo correcto. Es como un puto grano en el culo, pero en el futuro le amarás. Ah no, pero si
ya le amas… ¡qué tierno! ¡Yo soy el grano en el culo, no él! ¡Qué pena! La tristeza y la melancolía de
mierda que siente se la podría ahorrar, esas mierdas no le servirán para conquistar a una bella dama. No
tú, por supuesto —se golpea la frente.
—Kai, es hora de irse a dormir. Mañana hablaremos de él, de nosotros, de nuestra vida y de lo
que haremos. ¿Vale? Puedes quedarte en la cama, yo estaré con Alyelle.
—Alyelle, Alyelle, Alyelle… una niña bonita. ¡Se nota que no es tu hermana! Ella es más guapa
que tú, y simpática. Dormirás en tu jaula. Como los jodidos pajarillos.
—Eh, ven aquí, —sostiene mi cuerpo debilitado, —no deberías haber visto esto. Subamos a tu
jaula y mañana se te pasará.
—¿Y mi hermana? ¿Y mi hermana, Kainer? ¿DÓNDE ESTÁ MI HERMANA? ¿Ha sido mi madre,
ya ha vuelto?
—Sshh, pequeña pajarillo, mueve el culo o te pondré sobre mi hombro y me excitaré de tan
solo… Hijo de… —Se ha vuelto a golpear en la cabeza.
—Viviendo una vida mejor —sonríe e intento escapar de la habitación, esta vez atrapa mi cuerpo
entre sus brazos.
—Suéltame, quiero irme con mi hermana. Es una niña, no sabe vivir sin mí. ¿Ha venido mi
madre? ¡Quiero verlas!
—¡KAINER!
Sollozo a pleno pulmón cuando me coloca sobre uno de sus hombros. Aunque pataleo, el impacto
de haber visto la habitación vacía ha reconstruido en mi mente el momento exacto en el que me pareció
buena idea que los hermanos se fueran juntos al colegio. Debí percatarme que este chico ya no me ama, la
habrá usado para quedar con el otro mientras yo le esperaba en casa.
—Eso es… ¿Has visto? Con tu colaboración no sufrirás daños —cierra el candado de esta jaula
en la que me ha metido. He perdido los papeles derrumbándome, gritándole y pataleando. Mi hermana
está bien, dormirá en casa de su amante.
—Lo acepto, —grito antes de verle bajar por la escalera del desván —acepto que tengas a otro.
Ya no tienes que fingir.
—Kai, amor, no te vayas. No me dejes sola. Te amo. Te amo muchísimo. Por favor, dime dónde
está mi hermana y jugaremos a los pajarillos, a las jaulas, a lo que quieras. Pero si me has querido alguna
vez hazlo por mí. Sabes lo que significa Alyelle en mi vida.
—¡No te has comido la zanahoria! —Se da media vuelta hacia el rincón, —¿cómo te has atrevido
a mentirme, pequeña zorra?
—¿Y mi hermana?
—Has herido mi sensibilidad culinaria. ¡La discriminas porque es negra! ¿La querías de color
naranja? ¡Te vas a un puto zoológico, maldita!
—Por favor, Kainer, —lloro por impotencia, porque mi hermana no duerme en casa, —si me has
amado dime dónde está. Tan sólo te pido que me digas dónde está. Si con mamá o la tía Allyson. ¿Está
con ellas?
—¡No me hablo contigo! —Frunce el ceño señalándome con el dedo. Ha apagado una de las
lámparas a patadas, —¡te estoy ofreciendo mi puta amabilidad y te estás cargando nuestra relación!
—También lo acepto. Acepto lo que me digas. Ahora dime, ¿Alyelle está con mi madre?
—Alyelle ya no estará nunca más en nuestras vidas, ¡NUNCA! ¡No repitas su nombre!
—¿Llamas a un polvo amante? —La verdad atraviesa la capa que cubre mi alma, —eres más
tonta de lo que pensaba. Y mira que no tenía nada en contra de las pelirrojas, pero Rishelle, te estás
cargando mis expectativas. Por tu culpa ya no me podré follar a ninguna pelirroja. Oh, y no te me pongas
a llorar. ¿Es que eres una niñita tan debilucha como tu hermanita? Al menos ella no se quejó. ¡Tú no
paras! ¡SILENCIO! ¡SILENCIO, RISHELLE LYNN!
—Alyelle… —balbuceo su nombre entre lágrimas —¿qué has hecho con mi hermana?
—Ah, ¿ahora te preocupas? Cuando estabas en tu habitación follando con él no te daba ni una
pizca de pena.
—Aly… Alyelle…
—Si te vas a poner así… —refunfuña agachándose para encararme —Alyelle no era una niña
feliz. Su vida será mucho mejor donde quiera que ya esté. Los ángeles la habrán recibido y la protegerán
para siempre. ¿Es lo suficiente mono? ¿Me ha quedado bien? Rishelle, mírame.
—Quiero verla.
—Y yo zanjar el temita de tu hermana. ¿No decías que lo aceptabas, doña no me como las
zanahorias quemadas porque prefiero el color naranja? Pronunciar o aclamar a tu hermana me lo está
poniendo difícil. Soy un buen tío, ¡qué cojones, no lo soy!, pero tampoco te haré daño si no pronuncias
más su nombre o me preguntas dónde está. Tu hermana no se encuentra con los dos, ni contigo, ni
conmigo. Ha sido una dura decisión, meditada durante un largo tiempo. La cría ya ha vivido lo que ha
tenido que vivir y se acabó. No preguntes, ni llores, ni te hagas la inocente cuando sabemos que para ti
era una carga.
—¿Otra vez? Repite conmigo; no mencionaré a mi hermana y/o Alyelle nunca más. Pero nunca,
nunca, nunca…
Atraviesa los hierros para restregar mi cara contra los hierros oxidados. He gritado, llorar me ha
facilitado la lubricación.
—Dejé de ser tuya en cuanto pensaste en sacar a mi hermana de su hogar, de apartarla de mí.
¿Cómo te has atrevido? Por tu bien que esté durmiendo en la casa que hay al lado. O con mi madre, o con
mi tía. Si Servicios Infantiles han metido las narices en esta familia me costará una vida entera
recuperarla.
—Si Servicios Infantiles hubiera hecho su trabajo no hubiera permitido que dos hermanos se
estén acostando bajo el mismo techo. Sumando una cría a su cargo.
—¡TÚ NO ERES MI HERMANO! ¡Y no hemos follado! Mi primera vez fue ayer por la noche.
Aunque dudo de la tuya. ¡Suéltame! —Le cuesta estar de pie y se sienta frente a la jaula.
—¿Por qué no me lo había dicho? ¡Qué cabrón! ¿Ya habéis fornicado? ¿Fue ayer? ¡Claro, el muy
llorón me hundió! ¿Cómo fue?
—Ya está, se acabó, —susurro alejándome de la parte frontal de la jaula —si tu intención era
hacerme daño te felicito. Lo has conseguido.
—Por lo que has dicho en el baño sé que no he sido tu primera vez, pero olvidarte de los dos
juntos me… No quiero verte. Vete.
—Oh, pajarillo se ha puesto sentimental. Sois tan… iguales. Me dais asco. Tú y él. ¿Sería tan
difícil no arrinconarte para llorar? ¿Pretendías mantener virgen a un tío de veinte y tres que se ha
masturbado desde que te crecieron esas dos mierdas que tienes como tetas?
—Basta, vete…
—¡Yo jamás te mentiré! ¡No soy como él! —Alza los brazos cabreándose, —en otra vida,
recuerda que los hombres necesitamos sexo para vivir. Nos pone cachondos cualquier mujer. Y no te
hagas la mártir, lo has tenido empalmado mientras os abrazabais en la cama y se lo pagas rechazándole.
¿Juguetear a chuparos mutuamente es sexo en vivo? ¡Él quería más, más pasión y más roce carnal! Oh, oh,
¿he hecho llorar a la princesita pelirroja? ¡TE JODES!
—Adiós.
—No, yo diré cuándo despedirnos. Rishelle, mírame, mírame a los ojos y te ordeno que lo hagas
inmediatamente —sostiene una lámpara en la mano para enfocarme.
—Kainer, por hoy es suficiente. Yo no tengo información de mi hermana y tú no tendrás mis ojos.
—Kai…
—Rishy…
Me arrojo a la superficie oxidada clavando los hierros en mi cara. Le miro a los ojos, ojos
oscuros que brillan en la oscuridad y que son alumbrados por una bombilla en sus últimas. Este
acercamiento me horroriza porque le he perdido para siempre.
No es Kainer.
—Ayúdame, pajarillo.
Ha apoyado su frente en los hierros rozándonos ligeramente, en la misma posición, y con la única
diferencia de que esta vez hemos intercambiado los papeles; yo he sido capaz de ocultar mi dolor y él
solloza a mares delante de mí.
—¿A quién?
—A mi alter ego, por favor, —me mira llorando —él es más fuerte.
Kainer cae hacia atrás desmayándose. Esperadamente más que repentinamente. Observo el
movimiento lento de su cavidad torácica rememorando esta misma imagen. Él suele tener un final insólito
como el que contemplo, como ha repetido últimamente al derrumbarse tras sufrir un brote que le lleva a
la inconciencia.
Me esfuerzo en recuperar mi agilidad mental que se encuentra un tanto despistada. Todas sus
demandas poseen un significado; desde su cambio de personalidad, pasando por una tercera persona,
hasta nombrar un alter ego antes de abandonarse.
Soy la culpable de no poder ofrecerle la ayuda que reclama. Incentivo su calvario. Siento que le
defraudo. Y muero. Muero con él cada vez que le veo así.
- CAPÍTULO OCHO –
Sospecho que Kainer ha soñado con limarme y pintarme las uñas. Desde hace cinco días no ha
levantado la cabeza de mis dedos que cuida como si fuesen suyos. Tendida en una vieja y polvorienta
alfombra, permito que su nuevo entretenimiento conserve mis instintos nerviosos en una celda dentro de
mi corazón. Me conmueve alabar cada palabra que pronuncia, doblegarme, rendirme a su dinamismo.
Pero carezco de nuevos horizontes por el inesperado giro de mi vida encerrada en una jaula; o me someto
a sus dirigencias o no tendré escapatoria.
Mi objetivo en estos pasados días ha dado su fruto porque al menos he conseguido domar a la
bestia en la que se convierte de vez en cuando. Salir de la jaula me hace bien. Si le pido que necesito ir
al cuarto de baño él me acompaña; a veces con buenos modales y otras tantas siendo un idiota, pero en su
mayoría, me salgo con la mía. Ladeo la cabeza, susurro, suspiro y le miro inocentemente hasta que
recapacita. Por eso, cada maldito segundo del día es un avance, si Kai me saca de la jaula tantas veces lo
requiera, me concedo el derecho a no arruinar mi mente en el desván.
Su estado físico es lamentable. Huele mal, la barba le crece, su peso disminuye y la fuerza
desaparece lentamente. Veo su decadencia como un auténtico fracaso. He perdido la cuenta de las veces
en las que he iniciado una conversación con él, he llamado su atención, preguntado por mi hermana
pequeña y pataleado porque la furia me podía. Y he obtenido a cambio a un extraño chico que se refugia
en su silencio, y su silencio me llega a desesperar.
—Mentirosa.
—¿Cuánto te queda?
—Los pajarillos no duermen en las camas. ¿Has visto a alguno dormir en una?
—Yo he dormido en una cama desde que nací. ¿Tú?
Cuando se despertó aquella mañana tras su desmayo que perduró toda la noche, Kainer se ausentó
durante el día y al atardecer me trajo un plato de comida junto con un kit de manicura. Nunca lo había
visto en casa puesto que nuestro cuidado con las uñas era la última de todas mis preocupaciones, tampoco
él me respondió al preguntarle de dónde lo había sacado. Imaginé que lo cogería de las cosas de mi
madre, ella suele ser más coqueta que yo.
Desde entonces, me saca de la jaula, me tumba desnuda afuera y trabaja en mis dedos con
delicadeza. Aunque repita las mismas acciones. En estos eternos cinco días él no me ha mirado
directamente a los ojos, apenas vocaliza o respira enfocándose en mis uñas, es su nuevo y gran
entretenimiento, y tengo que aprovecharme de esto.
Por lo general, Kainer grita si me ve llorando o hablando en voz baja, si pregunto por mi hermana
o si me convierto en una chica histérica presa del pánico. Mi alteración va ligada en su totalidad a la
suya. Analizo su trance cuando actúa como un miserable, luego se trasforma en un caballero que me
susurra cuánto me ama; pero siempre acabamos destinados a no permanecer juntos por más de un rato
durante el día. O sale de casa para cuidar a Alyelle, o él simplemente no puede soportar estar conmigo.
—A los pajarillos se les tienen que limar las uñas —se centra en mi dedo índice.
Besa mi dedo mientras hago lo posible por moverme sin llamar su atención. Es estricto al
extenderme en la alfombra, es estricto siempre que me ordena puesto que pretende protegerme de algo
que le está atacando o afectando. Estoy aprendiendo a ser valiente accediendo, soy fiel a sus súplicas
porque su karma depende en su mayoría de la mía. Una inusual pose o una palabra mal dicha y Kainer
pasaría por un brote físico que abriría nuevas heridas en su piel.
—¿Puedo sentarme?
—No.
Persisto en dar con la explicación sensata cuando Kainer se refiere a ese ‘él’. Al principio pensé
que cabría la posibilidad de que fuese un compañero de clase, un amigo imaginario, una pareja o un
amante. Ese último concepto sigue siendo el que más me asusta porque desaparece demasiadas horas en
el día.
Es muy probable que esté manteniendo una relación con una tercera persona, pero jamás creí que
fuera capaz de referirse a él delante de mí. Restregarme que no está solo significa que no me ama, que no
le importo y que me encierra por temor a que nos separemos para siempre. ¿Qué quiere, que le lleve al
altar?
—¿Importa?
—¿A él le importa?
—¿Cómo os conocisteis?
—Kai, —planifico mis pasos acercándome a él —gracias por estar cuidando de mis uñas. Eres un
amor.
—A la jaula, —ni se atreve a enfrentarse a mis ojos —es tarde.
—Mi vida, —sus manos están ardiendo y las ha retirado poniéndose en pie —¿te da asco que te
toque?
Empuja mi espalda cargando con mi peso mientras me conduce a la jaula. Le resulta fácil
encerrarme ya que me dejo llevar sin preguntar, alterarle podría provocar su desmayo o que sus brotes se
complicaran. Acaricio sus dedos cuando gira la llave del candado. Kai ha evitado mi mirada, parece ser
que le hace daño encararse a mí, percibo que él ya no me necesita. Desciende abrazándose la cintura,
oculta sus lágrimas y desaparece en un desfile rutinario al que me estoy acostumbrando.
Sigo sin resolver las incógnitas que me llevan a sufrir inquietudes constantes. Desconozco el
paradero de mi hermana pequeña, tampoco sé si mi madre habrá regresado o si mi tía Allyson ha
reclamado el dinero que Kainer le robó. Pero lo que más acelera mi corazón es la oscuridad de mi novio;
la evolución de su enfermedad y cómo estoy siendo participe de su locura.
Un rato después, se planta delante de la jaula con un plato amarillento y una patata, la piel está
quemada. Con sus hombros aparentemente caídos, pincha un trozo y me ofrece el tenedor.
—Mastica. No te atragantes.
—Sí.
—¿Y tu cena?
—No tengo hambre —insiste en pasar el tenedor por el hueco de dos hierros.
—Gracias.
—No se merecen.
Empuja el plato hacia mí, retira una lámpara que nos alumbra, se levanta y arrastra sus pies hasta
sentarse en el otro extremo de espalda a mí. Evita constantemente mirarme a los ojos, enfrentarse a mí,
sonreírme o comunicarse como lo hemos hecho durante años. Kainer rompe mi vida en dos, mi alma, mi
todo. Está siendo injusto conmigo y a veces dudo si usa su enfermedad como escudo porque no se atreve
a confesarme que se ha enamorado de un chico.
Levanta los brazos mientras lucha imaginariamente con algo que le está destrozando cada rincón
de su mente. Fuerzo el candado sin aparente movimiento, Kainer habla solo y llora desde que menciona a
otra persona.
—No es más fuerte que tú, cariño. Ven conmigo. Ven, acércate. Duerme junto a mí esta noche y ya
verás como no te pasará nada.
Un nuevo brote le ataca; mi novio vocea, llora y tiembla. Le analizo detenidamente desde la
esquina de la jaula. Su dolor penetra en el interior de mi cuerpo y paraliza mi corazón, muero lentamente
viendo a Kainer sufrir. Patalea tiritando de frío, encogiéndose, rompiéndose frente a mí.
—¡Silencio! —Responde golpeándose la frente contra la madera del suelo, —¡cállate tía del pelo
rojo! ¡Te odio! ¡Te odio!
Sacrifico hasta la última bocanada de mi aliento para que sus palabras no me afecten. Por mucho
que sea consciente de su enfermedad no deja de ser mi Kai gritándome barbaridades que hieren.
Verle retorcerse implica sentirme tan destrozada como él; el pinchazo se hunde en mi piel y este
no desaparecerá. Kainer se incorpora sacudiendo la cabeza mientras se ríe. Escupe saliva oliéndose y se
refiere a un ‘él’ como un cerdo guarro de corral. Juraría que su desmayo estaba al caer, me había
equivocado.
Cubro mis pechos usando mi largo cabello porque se ha empeñado en verme desnuda. De
rodillas, me ladeo sentándome en la esquina dentro de la jaula. Él hará lo posible para gritarme, meterse
conmigo y echarme en cara aquello que no se atreve a contarme.
—¡INSISTE, PUTA!
Contengo la respiración apenada hasta que se va. Se está duchando, oigo todas sus quejas.
Kainer no se asea, no se acerca a mí, no hace nada por estar conmigo, por mirar mis ojos o
acariciarme. Cada día me obliga a darme un baño, me deja una toalla para que me seque sola y es
paciente cuando cepillo mi cabello. Dado por finalizado mi tiempo en el aseo, me acompaña gentilmente
a la jaula en la que me encierra para que pueda lamentarse en soledad. He intentado hablar con él, fingir
que no está ocurriendo nada y que tan solo se encuentra un poco despistado; pero Kainer no oye mi voz.
—¿Esa zorra sólo se tiraba a obesos? ¡Se me cae el pantalón! ¡Parezco un puto fantasma! ¡Odio a
tu madre, aunque eso ya no importa! Rishelle, es hora de que hagas algo en condiciones y apruebes mi
atuendo.
Aparece asomando su cabeza por la escalera del desván. Se ha vestido con unos vaqueros
aparentemente grandes y una camisa vaquera que se ajusta perfectamente a su torso.
—¿Bien? ¡Si me quieres deberías decirme que estoy muy bueno! ¡Como un tren! ¿Crees que
atraería a las chicas esta noche? —Sonríe ajustándose los botones de la camisa, he bajado la vista hacia
el suelo, —oh, oh, no te pongas así. Si quieres que follemos soy todo tuyo, pero tú no das una mierda
cuando estás con él. ¡Si no folláis no me echéis la puta culpa! Dime, ¿es esta ropa atractiva o no?
—Sí.
—Ponte cinturón.
—Mírame cuando hables conmigo, ¡joder! ¡Ni que tuviera yo la culpa! ¡Rishelle, que me mires a
la puta cara!
—¡Qué te pongas un cinturón y te vayas de una vez por todas! —La rabia encelada me ha podido.
He gritado rota de dolor al imaginarme con otro, al imaginar que sus manos acariciarán otro cuerpo y
otro cabello. Si quería romper conmigo debió decirlo.
Kainer se agacha delante de mí. Poco a poco se desprende de esta farsa con la que me ha
enamorado y parece seguro de sí mismo.
—Pobre niñita pelirroja, ¿desde cuándo no follas con él? Porque sus pensamientos son muy
guarros. ¿Qué te crees, que el pequeñín no se toca mientras te das un baño? Fíjate bien, él deja la puerta
abierta para ver cómo restriegas ese gel gelatinoso por tu piel.
—Sí, mis intenciones son bastantes claras. Sábado noche, clubs de putas por aquí, clubs de putas
por allá. Sexo, alcohol y diversión. Espérame en casa, cariño.
Sujeta el botón de sus pantalones afirmándose que buscará un cinturón antes de irse, pero con un
pie en el primer escalón le llamo y se detiene para atenderme.
—¿Y?
—Necesito cosas de chicas. Ya sabes. En el armario del baño hay unos trapos que…
—¿Qué? ¿Qué hablas?
—La cosa roja. Me toca. Esta noche, —miento, no quiero que se vaya con otra mujer, con otro
hombre o con quien sea.
—¿Por favor?
—Ir al baño. Hoy no me he duchado. Te has ido casi todo el día, ¿recuerdas?
—Por supuesto que recuerdo todo. Bueno, no todo, pero algo sí.
—Con una condición, ¡no me toques los huevos que yo no soy él!
—No, —sonrió moviéndome el pelo como a él le gusta —es lo último que haría.
Se acerca decidido sacando la llave del candado. Siempre la lleva escondida en el bolsillo de su
pantalón, ya sea de pijama u otros, tengo que atraerle hacia mí para quitársela en cuanto se distraiga.
Cuando abre la puerta de la jaula salgo arrastrándome. Kainer no me ayuda tendiéndome una
mano, ni me acompaña, ni es gentil como normalmente. Me guía despreocupado al baño, se espera en la
puerta observando mis movimientos de brazos cruzados y mira el reloj que le regaló a mi hermana. No
me había fijado. Alguno de los dos lo había perdido, se lo habían dejado o no sé exactamente qué
sucedió.
—¿Y ese reloj, por fin apareció? —Revoloteo el armario soñando con que me hable de la niña.
—Se lo regalaste a Alyelle. Ella estaba encantada. ¿Se lo has vuelto a coger?
—¿Y tú, has cogido ya de una puta vez lo que te pongas en la entrepierna?
—No tengo, —me giro sonriéndole —es imprescindible que mañana vaya a la tienda. La
menstruación es una cosa que yo no lo elijo. No querrás ver todo lleno de sangre.
—¿Adónde vas?
—No te importa, —se araña el vientre mientras esboza un grito de dolor —¡maldito hijo de puta!
—¡Aléjate de mí!
Me arroja contra la pared del baño en la que me hinco el palo donde colgamos las toallas. Él se
destroza la piel de su barriga profundizando sus heridas y creando otras nuevas. Pienso en salir corriendo
aprovechando que está teniendo un brote, pero no puedo abandonarle, no puedo pensar en mí cuando mi
novio se encuentra en una batalla personal con la que lucha a diario. Yo no soy así, no soy de esas que
salen acobardadas si las cosas se ponen feas. Estoy aprendiendo a tomarle en serio, a evaluar cada tramo
de su brote.
Medio recostado entre el pasillo y el baño, sonríe saliendo victorioso de este fugaz ataque de ira.
Cojo uno de mis paños para la menstruación y lo pongo sobre su vientre, abriéndole aún más la camisa
ensangrentada que se ajusta a su figura de chico mayor.
—Esas no duelen.
—Sí. Recuerda que te odio —levanto mi vista hacia sus ojos y sonríe sincerándose.
—Pues te jodes.
—Eso es lo que quiero. Joder, joderme a un par de putas. Pero me estás distrayendo.
Paso el paño por sus heridas haciéndole daño y le propino una patada en la entrepierna. A él le
excita ya que ha ronroneado intentando tocarme el culo. Me alza en al aire cargando con mi cuerpo y me
lleva a la jaula bajo un inesperado silencio que se origina entre los dos.
Gateo hasta el otro extremo mientras Kainer me encierra. Se me ha secado la garganta, no puedo
ni pronunciar su nombre, y quiero ser tan injusta gritándole que se vaya a la mierda que me limito a
mantenerme callada.
De todas formas, no deseo huir lejos de él, todo lo contrario, rezo por retenerle junto a mí. A mi
lado para siempre. Mi chico no está acostumbrado a vivir una vida sin mí, a vivir en este mundo repleto
de miedos y dudas para él. Esta noche me ha confesado que se va de putas, ¿y su supuesto él? ¿Ya lo han
dejado, se han peleado o sólo era una aventura pasajera?
Condicionada y severamente acobardada, huyo por primera vez de la sombra negra que se ha
adueñado de Kainer y que acecha lentamente la jaula.
—Pa.Ja.Ri.Llo.
Cae de rodillas pegando su rostro a los barrotes. Siento como mi alma se descompone ya que su
rostro se encuentra malherido; le sangra la nariz, tiene una raja en su labio inferior, sus mejillas están
sonrojadas y han aparecido nuevos golpes por su rostro, cerca de la cabeza.
—Pajarillo, ¿me has echado de menos? Yo a ti, sí. Mucho. Ha sido una noche de mierda.
—Estás herido.
—Ayúdame pequeña pelirroja, —extiende su brazo por los barrotes y esquivo su toque un tanto
decidida a no permitir que me ponga la mano encima —ven, no te asustes de tu querido y amado novio.
He pensado en ti. Todo el tiempo. Y ha ocurrido, ha ocurrido…
—Ya no puedo amar a otras que no sean pelirrojas. Me ponen cachondo las pelirrojas. Tú formas
parte de mi pasado, de mi presente y seguramente de mi futuro. Es una mierda, —finge que llora y no le
salen lágrimas —deberían gustarme todas. Sin embargo, tú eres la que más me gusta. Yo también te he
cogido cariño, como el pequeñín. Pero, sshh, no lo despiertes o romperá mis huevos. Él ha aprendido a
luchar.
—Buenas noches.
—Quiero dormir contigo, —golpea su cabeza, —¡sí, es mía! ¡Pues la compartimos! ¿Sólo te la
puedes follar tú y yo no? ¡Si vamos a dormir! Claro, que si ella me…
—Kainer, amor. Duerme en una cama y lava tus heridas, por favor.
—¡No, quiero dormir contigo! ¡ES INJUSTO! ¡Siempre lo elijes a él! ¿Qué te he hecho? ¿Eh?
¿Me odias como yo a ti? ¡Has jodido mis gustos, pedazo de puta!
—¿Ves? Pajarillo usa sus alas para el rescate, como siempre. ¿No tienes frío ahí dentro? Yo te
puedo calentar. Ya sabes, tengo un cargamento dispuesto a…
—La he perdido, —sonríe agachando la cabeza —he perdido la llave y él se ha enfadado mucho.
Tanto que el hijo de puta me ha pegado una paliza. ¿Dónde la he puesto? No lo sé. ¿De dónde sacaremos
otra? Tampoco lo sé. Me ha traído arrastrando hacia casa porque quería verte.
—Porque él se siente seguro allí abajo. Solo. Lamentándose. Llorando como un quejica.
—¿Algo puntiagudo? No funcionará. Ese sistema es antiguo, oxidado. Lo encontré en una caja.
Probaré mañana. ¿Duermes conmigo?
—Necesito ir al aseo.
Su despiste perdiendo la llave podría cambiar mi destino. La jaula está perfectamente soldada a
la madera y es imposible que la movamos sin cargarnos toda la estructura del suelo. Derrumbaríamos el
desván sobre la casa.
Kainer chasquea sus dedos reposando su espalda contra la jaula. Temo dar el primer paso,
tocarle, acariciarle o demostrarle que sigo a su lado a pesar de que el juego del pajarillo ya no tiene
ningún fundamento.
Entrecierro los ojos durante la noche hasta que el desván se ilumina con el nuevo día. Soy la
primera en despertarme apagando las lámparas que tanto me cuesta mantener activas. Kainer ha dormido
profundamente durante la noche, sin movimientos o autolesiones, descansar junto a mí le ha beneficiado
aunque ahora sea yo la que le esté poniendo en marcha.
—Cariño, en serio. Estoy siendo paciente con esto de la jaula, de seguirte el juego y de no
enloquecer por no saber dónde está mi hermana pequeña. Pero haber perdido la llave me agobia.
—No. Puedes. Salir.
—¿Cómo que no puedo salir? ¡Joder! —Manoseo el candado atacada de los nervios, —es tu
obligación sacarme de la jaula. ¡Sal a buscar algo o dame un cuchillo!
A plena luz, las contusiones físicas son más pronunciadas que anoche. El color de su cara varía
desde un amarillento morado hasta un rojizo sangriento. En los orificios de su nariz tiene sangre reseca,
el labio inferior se le ha hinchado y las heridas de su vientre se han profundizado. Mi novio es un
desastre, y lo será todavía más si no consigue sacarme de aquí.
Le espero alterada durante unos minutos, y él regresa masticando con la boca abierta un bollo que
compré para mi hermana.
—¿Quieres?
—Pajarillo, siempre tan intensa —sonríe trasteando la bolsa que contiene el otro bollo.
—La tiene. Tú no te beneficias de ella. Has perdido una oportunidad brillante para comer esta
cosa rellena de fresa. Me gustan las fresas.
Sentado frente a la jaula, repasa la gravedad de sus heridas y alejo mi pensamiento por un instante
para ocuparme de él.
Yo me centro en el candado oxidado que permanece intacto. Solamente podría hacerlo girar una
llave o lo que sea, sin la ayuda de Kai no podré hacerme con un cuchillo o un alambre.
La sensación de asfixia por el encierre se apodera de mí. Recojo mi pelo en alto por el sol que
penetra a través de los cristales. Creo que no había enloquecido tanto desde que Kainer cayó desmayado
hace unos días y pensé que había muerto, noté cómo mi corazón dejaba de latir con el suyo. Y días
después, sigue aquí, incrementando la gravedad de su enfermedad y perdiendo la dichosa llave que me
otorgaría mi libertad.
—¿Te callarás, pelirroja? ¿Quieres que te amordace esa puta boca o te corte la lengua?
—Me encuentro mal. Creo que mancho, —llamo su atención —es urgente. Corre. Sube.
Me desespero toqueteando el candado de mil maneras. El objeto inerte se ríe de mí, como Kainer,
que tras unas horas sube con un plato vacío y una patata en la mano.
—Hora de la comida.
—Oye, —suelta el plato y la patata —a él no le gustará que me hables así. ¿Tratas de esta forma a
tus novios?
—Golpe bajo, —sonríe poniéndose de rodillas —¿si le dejas saldrías conmigo? No sería nada
serio por el momento. Te odio por celos, pero cuando le abandones y decidas abrir los ojos para ver que
soy mucho mejor, te recibiré con un buen polvo y con alegría. Podríamos viajar. O podríamos robar un
banco, quedarnos con el dinero y gastarlo en una isla donde la…
—¿Por qué?
—Porque ahora mismo serías el último chico en el mundo con el que saldría. No te quiero ni a ti,
ni a tu él, ni a las putas, ni a nadie, ¡QUIERO SALIR DE LA JAULA!
—Eh, señorita pelirroja alías pajarillo, estás un poco indispuesta a conversar. ¿Qué hay de todos
los ruegos sobre hablar y resolver los problemas? ¡Eres muy conflictiva!
—Son los nervios. Se me ha dormido el tobillo, noto un calambre odioso.
Lo he sacado entre dos hierros. Se concentra en masajearme sensualmente. Me siento una idiota
medio recostada dentro de la jaula.
—Gracias, cariño.
—¿Por qué le amas más que a mí? ¿Te caigo mal? —Sus manos hacen maravillas en mis músculos
del pie. Sube y baja masajeándome sin detenerse. Me gusta.
—Me caes un poco mal cuando haces cosas raras, por lo general, te quiero igual.
—En efecto.
—Kainer, hasta hace unas horas sólo me sacabas para ir al aseo o para limar mis uñas. Y si es
verdad que has perdido la llave de la jaula esto me retendrá en contra de mi voluntad por el resto de mi
eternidad. ¿Crees que el sexo forma parte de mis pensamientos?
—Hagamos un trato.
—¡NO JODAS!
—Sí. Estoy animada. Para que eso suceda, chico listo y sexy, tendríamos que permanecer juntos,
piel con piel. Es hora de abrir esta jaula y ponernos a ello.
Kainer comienza a dar vueltas alrededor del desván gritando, sollozando y gesticulando. Se
pregunta respondiéndose. Me quedo plantada atónita por el efecto que le haya causado, mi plan de
acostarme con él sería factible si me hubiera sacado de la jaula. Pero a juzgar su singular conversación,
la idea de demostrarle que todavía le quiero quedará atrapada conmigo.
Nos necesitamos mutuamente y siento que no doy con la tecla que desactive al idiota en el que se
ha convertido.
Kai resulta ser un chico leal en su estado habitual. Intuyo certeramente que algo grave le mata por
dentro, como si un bicho le consumiera lentamente. Prefiere hablarme o tratarme mal antes de enfrentarse
a aquello que le está quitando la vida. Le he ofrecido mi ayuda y todo de mí para que ambos
solucionemos esto. Y sin embargo, lo único que estoy logrando es empeorar su enfermedad.
Dado que vivo con él, me someto a él y paso la mayor parte del tiempo con él, yo también me
considero culpable por incentivar su malestar general.
Rueda por la pared riéndose, charlando sobre lo fea que es la casa y emitiendo veredictos
fundamentales que solucionarían sus problemas.
Ha elegido no hacerme caso mientras le he nombrado porque para él es más interesante y más
importante imaginar cómo sería empequeñecer la jaula. Me he puesto de rodillas, también he sacado
ambos brazos por los hierros.
Pretendo que se duerma encima de mí, como suele amar y funcionar siempre que un brote de
ansiedad provoca que desvaríe.
—Herramientas que no puedo cargar. Sobresfuerzo para la mierda de comida que comes. Y es
mía. Oh, no. Tuya no. Es mía. Ha nacido de mi sensatez. ¡Pareces un gilipollas! Lloras. Lo odio. Odio que
llores. No. Es. Mi. Puto. Problema.
—Tranquilo. Ya no me preocupa.
—¿No? —Se arrastra acercándose, —¿cerrarás la puta boca y no rogarás que te saque de la
jaula?
—Un error lo tiene cualquiera, Kainer. No enloqueceré por esto. Mi hogar es más sagrado que
una insignificante llave.
—Yo no te amo. Pero podría amarte. Tus palabras son sabías. Mi corazón palpitará por tu
razonamiento. Eres la mejor. ¡Muy bien, pelirroja! —Le sonrío tímidamente atrayendo toda su atención a
mí.
—¿En serio? —Esta vez no finjo porque me sorprende su capacidad de imaginación. Kai ha
estrellado su cabeza contra los hierros, me ha asustado, —amor, ¿por qué te haces daño?
—Claro. ¿Por qué te ofendes? Hay una diferencia así de grande, —abre sus brazos en dos
direcciones opuestas.
—¿Diferencia?
—¿En serio? Es sencillo. Follamos para torturarle y nosotros forjaremos relaciones. ¿Qué me
dices? ¿Te sueltas el pelo de una jodida vez y te abres para mí? Tic. Tac. Tic. Tac.
Ahora ha sacado su otro dedo índice que mueve al mismo compás. Siempre sonriendo.
Ensimismado en su imaginación, dejo caer mi peso sobre los hierros y le acaricio como le gusta.
Él es inmune a mi tacto.
Él no me siente.
Kainer es el único en darme las claves que me acercan a sus demonios. Y si no es capaz de
acabar con la oscuridad que le atormenta lo haré yo
O llego hasta el fondo de su problema o me rindo cayendo en la misma locura que él.
- CAPÍTULO NUEVE –
Deposito mis heces fielmente en una bolsa de plástico que Kainer me ofrece siempre que se la
pido. Gracias a su poco descaro desparece del desván para darme espacio y así hacer todas mis
necesidades sin la presión añadida de su presencia. Es sencillamente horripilante tener que plantearme
qué posición adoptar en este reducido espacio, usualmente intento aguantar hasta el final y no le suelo dar
demasiada importancia.
Mi alimentación ha variado de mal en peor. No es que haya sido una fiel consumidora de comida,
pero Kai me obliga a masticar y tragar alimentos duros, ásperos, sucios y no cocinados. Jamás se olvida
de subirme un plato, de sentarse frente a la jaula y de no moverse hasta saciar su satisfacción propia. La
mayoría de las veces trae piezas calcinadas que han sido arrancadas de la misma tierra.
De día, Kainer permanece conmigo en el desván. Se complica hablando solo sin mirarme y luego
me regaña por estar callada, por hablar o por respirar. Le soy un problema, haga lo que haga y diga lo
que diga. Sin embargo, cuando no soporta estar más tiempo conmigo se marcha indignado desvariando e
insultándome. Le gusta el sol, se suele sentar delante de una ventana y se deja calentar por los rayos.
De noche, Kainer lucha contra su demonio golpeándose la cabeza, arañándose los brazos y
abriéndose nuevas heridas. Casi el noventa por ciento de su cuerpo está malherido. El color de este es
producto de la infección, la sangre reseca y la gravedad de los arañazos que se provoca. Él no escatima
en esconderse, no se oculta, me hace partícipe de su propia autodestrucción. Son pocas las veces que ha
tenido un brote grave en la planta de abajo, suele despertarse algunas que otras noches pero cae
desmayado o rendido por su calvario.
Su compañía depende del día, de su estado de ánimo o de la frecuencia con la que hablo o no
hablo. Es cierto que las mañanas son mágicas, calmadas, soleadas y alegres. Por lo general él traza
cuerdas en silencio o me cuenta historias de los libros que ha ido leyendo durante los años. Cuando cae
el sol y el desván se oscurece rueda por el suelo, por la pared, se golpea, se acerca a la jaula, luego se
aleja, y Kai sufre un constante cambio de actitud y aptitud.
Con respecto a mí, he de decir que en ningún momento se ha manifestado tan distinto como hace
un par de meses. Es cierto que le observo detenidamente para estudiar la gravedad de su enfermedad, y
suelo aceptar. Si Kainer tiembla, carga con su cuerpo y no habla, posiblemente me encuentre al chico más
dulce del mundo. Por lo contrario, si es un estúpido que me insulta, se mete conmigo, me acusa o está
bastante inquieto; significa que es un gilipollas. Huyo de ese especialmente, me acorralo en la jaula y
finjo dormir. Es lo único que hago.
En los pasados quinces días he aprendido a dosificar mis miedos, ansiedad y pánico. Juro que
Kainer enloqueció cuando le exigí durante veinticuatro horas que buscara la maldita llave, pero he
aprendido que mi alteración es la suya y que mi dolor le afecta si no controlo mis impulsos. Por esta
razón, procuro que no se desmaye dado que me ha encerrado y nadie más lo sabe. Si le pierdo mis días
dentro de la jaula estarían contados. Procuro contentarle aguardando mi verdadera personalidad; si
quiere que hablemos lo hacemos, si le molesta que respire me doy la vuelta en la jaula, si se dirige a mí
yo le trato cordialmente al igual que si se manifiesta en un estado bastante nervioso calmo sus instintos
destructivos.
He dejado atrás a la vieja Rishelle. Me he dado por perdida abandonándome por culpa de mi
novio… de mi ex novio. Kainer prosigue hablándome de un ‘él’, desaparece y cuando vuelve me cuenta
que se ha follado a una chica. Hace tres días me confesó que le gusta una morena que trabaja en la lonja
de pescado. Me ha detallado dónde se acostaron y cuánto tiempo duró el acto. Tan grande es su nueva
ilusión que le ha regalado una flor, me pide consejo y me trata como si fuese su hermana pequeña. Lloro
siempre que se va, o aunque esté conmigo. Y no lloro porque es evidente que hay otra chica en su vida,
sino por la situación en la que me encuentro; presa en una jaula por jugar a un estúpido juego.
Cada día me acuerdo de mi hermana pequeña Alyelle. Dada mi nula información sobre su
paradero, sueño con que esté pasando un verano de lujo junto a la loca de mi madre o mi tía. La niña está
con ellas porque Kai no podría haberla abandonado, no me permitió recogerla y sabe que huimos de
Servicios Infantiles desde que tengo uso de razón. La mejor parte de mi sueño es imaginarla tirándose por
el trampolín de una piscina de algún amigo de mi madre o lamiendo un helado mientras brinca. Mi
pesadilla sería que estuviera en Servicios Infantiles o que Kainer la hubiera abandonado en cualquier
lugar. Esta es la única dirección de Aly, la policía nos hubiera llamado la atención y que yo sepa nadie ha
venido. No me echan en falta.
A veces me torturo pensando en que he sido castigada por amar a mi medio hermano, por amarle
tan profundamente que me olvidé de mí. Siempre he sido tan protectora con Kainer que nunca supe
acarrear con una relación destinada al fracaso. Él nunca se mostró tan distante, frío e irascible conmigo.
Si me enamoré de su corazón fue por su trato tan romántico, por su bondad y su sinceridad. No es que
haya sido un chico muy sociable, pero me arrastró a una convivencia en la que me acomodé y fui feliz.
Ahora me habla de su novia, me grita, se autolesiona para fastidiarme y se encarga de que grabe
en mi memoria cuanto me odia. A pesar de su denigrante actitud sé que no se ha olvidado del aprecio que
siente por mí puesto que se ocupa de alimentarme, de tirar las bolsas de plástico con mis heces y de
cepillarme el pelo tras asearme bañándome con un cubo lleno de agua.
Es medio día, como almuerzo he masticado algo parecido a una planta con sabor. El sol aprieta en
plena cumbre del verano y Kainer traza su trenza de paja frente a la ventana, veo unos destellos de
brillantez en su frente porque está sudando. Se ha aficionado a ponerse un pantalón vaquero que no se ha
quitado en dos semanas y cuando está de buen humor viste una camiseta de color celeste que huele muy
mal.
—¿Qué?
—¿Te ayudo?
—No, —se voltea amenazándome con su mirada —los pajarillos no hablan. Protegen con sus
alas.
—No te incumbe.
—Lo último que me faltaba en esta puta jaula es que me AMORDAZARAS. ¡Idiota!
De vez en cuando yo también pierdo el control sobre mí, sobre él, sobre la jaula… y juro que ama
verme desquiciada. A veces esa es mi forma de tranquilizarle, imitarle para que no se autodestruya.
Mis dedos resbalan sentándome de espalda a él. Ni se ha movido ante mi acusación. Está
empeñado en seguir trenzando aquello que seguramente le regalará a ella. Los celos no deberían serme un
problema o un extra añadido, no, por supuesto que no… yo lo hubiese superado si mi nuevo hogar no
fuese una jaula.
¿Cómo me he dejado arrastrar hasta aquí? Creí que cediendo un poco Kainer cambiaría y
volvería a ser el de antes. Ahora sólo tiene voz para nombrarla a ella, para gritarme a mí, para ser un
gilipollas y para no hacer nada por sacarme de esta prisión. Se me cae encima. Esta jaula se me cae
encima.
—¿Odias tu cabello, pajarillo? Oh, ¿no me respondes? ¿Te has enfadado con pequeñín? Vamos,
no te toques esa mata pelirroja de esa forma, me está poniendo cachondo y…
—Hagamos el amor —confieso desesperada. Es cierto que pasaba las manos por mi pelo, no por
nada en especial, es una meditación que ha surgido efecto porque se ha acercado a mí.
—Ya sabes lo que tienes que hacer, ponte sobre tus rodillas y manos, y pega tu culo a los hierros.
—¿Así imaginas el sexo entre nosotros? —Toso temblando mientras giro la cabeza, —¿o yo no te
soy suficiente como ella?
—Pajarillo, sabes que es imposible porque estás encerrada, pero el sexo es posible. Salida
imposible. Sexo posible. Salida imposible. Sexo posible. Salida imposible. Sexo posible. Salida
imposible. Sexo posible.
—Eh, que eres la bocazas, no yo. ¿No tienes compasión de mí? Salida imposible y sexo posible.
Salida imposible. Sexo posible.
—¿Follaremos?
—¿Saldrás con ella?
—¿Follaremos?
Estrella su mano contra los hierros, se levanta y apalea su cabeza dando vueltas.
—¡NUNCA! ¡NUNCA! ¡Eres tú! ¡TÚ! Te vas con él. Le quieres a él. Juegas con él. Eres una
traidora.
Rompe su camiseta rodando por el suelo mientras vocea insultos que van dirigidos a mí.
Derramo lágrimas recolocando mi postura de espalda a él. Vivir en la miseria con Kainer me
desmorona inhibiendo mis instintos primarios de protección y sensibilidad. Me convierto en un ser tan
distante como él reconociendo mi dolor al no participar en su serenidad. Permito que el tiempo
simplemente pase hasta que lo crea conveniente, y como he predicho, después de unos minutos de brote
en solitario se ha marchado del desván.
Permanezco recostada gran parte de la tarde aguantando las ganas de orinar, no soporto el dolor.
Le he llamado pero no me ha respondido. A veces pensar en nada me ayuda a equilibrar mi vejiga, otras
como esta me es un infierno disimular que yo puedo con todo. No puedo. Yo no puedo controlar la
llamada de la naturaleza.
—Pajarillo, la cena está servida. ¿Quieres semillas o frutos rojos del bosque?
No ha pasado tanto desde que le pedí la bolsa que ya lleno bajo su atención. Kainer suele respetar
mi intimidad, aunque hoy le parece divertido verme orinar.
—¿No sería mejor un cubo?
—Doña exigente —analizo su rostro marcado por nuevos hematomas. Ha puesto semillas de trigo
en el plato.
—Dos vasos de agua por día no me harían daño. Sopesa mi petición. Gracias por la cena, es
exquisita.
—En la cocina.
—Te he llamado.
—Te he oído, —mete su mano en la jaula para acariciar mi cabello —y he corrido hacia ti con
todas mis fuerzas. No te he alcanzado, Rishy.
—Tampoco tenías que implicarte tanto en correr. Ya me ves, no me puedo mover de esta jaula.
Estaría aquí sí o sí.
—Pero no allí abajo. Allí abajo hace frío, todo es oscuro y yo tampoco puedo moverme.
—Saben a mierda.
—Un poco —sonrío imitándole. Solo nos separan unos miserables hierros.
—Mañana compraré comida. La robaré. Haré algo… —pausa su voz y nos conectamos
visualmente —haré algo por ti.
—¿Dónde está?
—Detrás del armario en mi… nuestra habitación. Y en mi mochila también había dinero.
—Hey, —quiero sacar la mano para acariciarle también pero me arrepiento porque podría
apretar un botón imaginario que le hiciera reventar delante de mí, —no tienes que robar, si hay dinero
compra con dinero.
—No hay dinero. Ya no.
—Él lo ha gastado.
—Sí. ¿No es pronto para dormir? Está anocheciendo, pero no es… —sacudo mi cabeza y sonrío,
—recostémonos. Por aquí.
Sin pensarlo, me dejo caer hacia la derecha y Kai hacia su izquierda, quedando casi cara a cara.
Mi punto de visión es una herida en su torso que es cubierta por una tira de su camiseta rota. Todavía le
cuelga por partes desde que se la rompió.
Parece ser que funciona. Sus ojos parpadean y me atrevo a sacar una mano para palpar su rostro
ardiente.
—¿Cansado?
—Mucho.
—¿Quién es él?
—Mi alter ego, —pestañea encontrándose con mi palidez —te hablé de él. Tarde. Pero ya le
conoces.
—Yo también te quiero, pero explícame eso del alter ego. ¿Quiénes sois? ¿Cuántos sois? ¿Dónde
están ellos? ¿Es un juego de rol? ¿Te metiste en internet cuando ibas al instituto y has quedado con
amigos que os dedicáis a perjudicaros?
—¿El hombre que os paga por hacer cosas malas? Háblame, háblame mi amor.
Se queda dormido roncando unos segundos hasta que respira profundamente sonriendo.
Kainer abre un ojo, luego lo cierra y abre el otro. Pestañea imitando unas piernas con sus dedos
que arrastra hacia mí.
—Tres. Tres. Tres. ¡Eso ha dolido, pequeñín! Para tu información, lo has dejado llorando en una
esquina. Pero no te preocupes. Él llora todo el tiempo. Se le pasará. ¿Qué hacemos? ¿Ya quieres dormir?
¿Te has comido la cena? ¿Piensas seriamente, pelirroja, que hay un hombre que nos paga por esto? Es un
insulto, pajarillo. Me siento insultado. No importa. Solamente soy yo. No existe nadie más.
—Rishelly, Rishelly, Rishelly… tantas preguntas en tan poco tiempo. ¡Chica, date uno de esos
respiros que os tomáis las mujeres! Oye, cuéntame, ¿qué hago para que mi morena me haga una mamada?
Ella y yo sólo follamos, pero quiero más. Más cosas. ¿Me daría una bofetada si se lo pregunto
directamente? Solo quedamos para follar, aunque hay veces que tengo que hacer la cosa de las caricias y
susurros, aunque eso corre de mano de pequeñín. Él es el melancólico y el romántico. Si supieras lo que
hace cuando no está llorando por las esquinas... Y eso que no tiene esquinas…
—¿Eres miembro de una secta? —Procuro que sus palabras no dañen mi corazón, que ya tiene
bastante con tratar de mantener la calma mientras me habla de su chica, —¿han venido a casa para pedirte
que te unas a un grupo? ¿Es alter ego tu líder? ¿Es tu jefe? ¿Es tu apodo? ¿Eres tú?
—Mi amor, —me repito que este chico no es mi novio —¿estás ahí?
—T… ttt… te quie…. ¡NO! ¡VETE AL INFIERNO! ¡NO TE MUEVAS! Rishelle, coge mi mano…
coge mi mano…
Kainer golpea su frente en los hierros retorciéndose de dolor, y se araña las palmas de sus manos.
Ante este repetido brote, esta vez no simulo que nada le sucede a mi chico y me implico sacando
mis brazos para agarrarle de los hombros. Él dibuja las agujas de un reloj imaginario en el suelo, su
fuerza es increíblemente superior a la mía y me cuesta proceder a sujetarle como me ha pedido.
Convulsiona blanqueando sus ojos y cierro los míos resbalándose por mis dedos la prenda
maltratada que se rompió. Consigo apretar su hombro izquierdo ayudándome de mi insistencia y le
inmovilizo el brazo. Le retengo apretujándole en los hierros. No se me ocurre hacer otra cosa que
chuparle, besarle y soplarle suavemente para que se tranquilice.
Beso pacientemente sus dedos mientras abro mis ojos. Su cuerpo ha entrado en un trance calmado
que me permite retenerle junto a mí. Huelo la cima de su cabeza apoyando mi nariz en su piel, pretendo
hacerle sentir que jamás le abandonaré.
—Sea lo que sea, abre bien los ojos y mírame cuando estés perdido. Nunca te dejaré. Yo no me
iré a ningún lado sin ti. Por siempre juntos, ¿te acuerdas?
—Sí puedes. Puedes y quieres. Porque te estoy esperando. Mi niño. Tu chica, tu familia y
millones de personas que todavía no te han conocido y que algún día te conocerán cuando seas un
sofisticado profesor de historia en la universidad. ¿Olvidaste que compartiste conmigo todos tus sueños?
Esos en los que querías comprar una casa bonita cerca de la universidad para no ir al trabajo en coche y
tenerme esperándote con el puré cada noche. Conseguirás aquello que te haga feliz, lo que te propongas, y
no me separaré de ti. Seremos íntimos amigos, amantes, y marido y mujer. Nuestros hijitos tendrán lo que
nosotros no tuvimos en nuestra infancia; una familia que se ocupara de nosotros, unos brazos adultos a los
que abrazar o una vida fuera de la pobreza. Sé que el fuego te asusta, que allí abajo hay oscuridad o estás
solo, pero es mentira. Kainer, piensa en mí, en nosotros dos, en Alyelle.
—Sí.
—Él. Él lo es.
Sostengo su cuerpo en mis brazos cargando con su peso mientras lloro besándole. Acaba de
desmayarse. Cuanto más le toque, más me sentirá. Soltarle significaría desconectarme de él, de su
necesidad inmediata.
Kainer se ha obsesionado con que alguien le está haciendo daño. Imagina que le complica la vida,
su existencia, que le retiene, humilla. Piensa que está solo en un lugar oscuro allí abajo, que corre
kilómetros hacia mí cuando verdaderamente me encuentro a un paso de él. La tristeza forma parte de su
personalidad, la sensibilidad, la timidez… todas estas características las pierde tan pronto se transforma
en un ser diferente a él.
Recopilo información que me ayude a entenderle. Sus salidas al exterior o su silencio me distraen
de la realidad, del mensaje importante que me trasmite siempre que alza el brazo para pedirme ayuda.
Sus constantes cambios son cada vez más frecuentes, dominan su carácter, todo lo que representa el chico
con el que me he criado.
Estoy completamente segura que ese ‘él’ se llama Alter Ego. Es una clave secreta, un tipo de
mensaje, un grito de ayuda de Kainer. Finge para que mi atención se centre en él. Es la única razón por la
que me ha encerrado, no quiere que me pierda su espectáculo mediocre mientras él lucha profundamente
contra su enfermedad.
Leí que la depresión es un proceso que puede derivarse de un suceso en concentro o de un hecho
que ha marcado su vida. Sus padres quedan descartados, él ha sido feliz conmigo, en casa y con la
estúpida de mi madre. Su etapa escolar no ha sido agradable porque ha sido un chico un tanto solitario,
pero los chicos no se han metido con él y poco a poco nos fuimos enamorando. A mi hermana la ha
tratado como una hija, son los hermanos perfectos.
Algo estoy haciendo mal, se me están escapando muchos pedazos que componen esta rara
película. Cada acción cobra vida delante de mis ojos, todo ocurre delante de mí, lo vivo a diario y en
primera persona. Kainer juega en solitario arrastrándome con él y yo no estoy flotando a su mismo nivel.
Sus dientes amarillos aparecen arropados pos su sonrisa. Ha cruzado sus piernas, me mira y me
analiza tanto como yo a él. Extrañamente, y para mi sorpresa, giro la cabeza atrayendo mis manos hacia
mí lejos de su alcance.
Soy su proyecto enfundado en el miedo y cobardía por no superar mis expectativas, todas las que
me planteo cuando está en calma y que no llevo a cabo cuando aparece esta sonrisa. Una maléfica que
detesto.
—Bonito discurso, —me muevo dentro de la jaula hacia el otro extremo —¿no me hablas y vas de
novia perfecta? ¡Eres una maleducada! ¡Señorita, me dirijo a usted! ¡Disculpa! Tic, tac, tic, tac.
—¿Qué quieres?
—Te he hecho una… —se arrastra encontrándome en el lateral de la jaula —te he hecho un
cumplido. Bonito discurso. Muy de tu… de tu estilo. Ya sabes. ¿Quieres la puta casa blanca al lado de la
universidad? Pues ya tendrías que correrte en una barra como tu madre. Oh, no me mires así, jovencita.
¿No era stripper? Pobrecita. Abandonó sus sueños porque se quedó embarazada y… ah, no, espera, que
siguió lamiendo una barra de hierro frente a hombres que pagaron por su cuerpo. ¡Una puta!
—No sabía que el trauma que sufres es por tu madre —contraataco intentando alejarle de mí. Con
suerte sufrirá un brote psicótico, se irá y me dejará en paz.
—¿Mi madre? ¿Quién mierda habla de mi madre? Somos piedras que flotan en el espacio y
caemos en familias.
—Sí me servirán, a diferencia de ti yo saldré de aquí y haré algo con mi vida. Ah, no, —le imito
y le sienta fatal —que tú no haces nada con tu vida. ¿Quieres desperdiciarla a mi lado o quieres salir ahí
afuera y hacer algo por ti?
—¡QUÉ ME HABLES!
—¡Él, él, él! Soy ella. Mírame, me desnudaste y mi cuerpo es de chica. No existe un él. Este
desván está vacío, sólo somos tú y yo. ¡DAME LA LLAVE!
—Esta pelirroja te gustaba —me cuelgo de los hierros encarándome porque gira en torno a la
jaula.
—Siempre me has caído mal. Que quiera follar contigo no significa que te soporte.
—Esa es mi primera amante, —decaigo posando mi trasero en el centro —¿qué pensabas, que
tenía una chica nada más? Oh, Rishelle, pajarillo arrinconado, ella es una de… bueno, es la primera de
dos, porque hay otra que he conocido. He olvidado su nombre gracias a tu amor. Ella trabaja en una
tienda de comida cerca de la cuesta, nos gustamos y follamos en el despacho de su jefe. Con su delantal
rojo y pelo estropeado, pero me gusta verla así. Hay tardes que salimos al campo, el sol calienta y las
flores no se han resecado. Cerca de la vía del tren. Yo me tumbo y me monta. Me gusta esa sensación.
Con la chica del pescado es diferente, ella y yo lo hacemos rápido en un rincón maloliente de la lonja. Es
un ir a por todas. Pero si tengo que elegir a alguna de las dos me quedo con las dos. Ambas me aportan
cosas muy distintas. Igual que tú, pajarillo.
Odio cuando relata sus experiencias con otras. Hace unas semanas ambos nos acostamos ahí
mismo, había venido del fin de semana de mierda y supe que era el momento. Él me recibió con los
brazos abiertos, le di todo de mí y… y ahora lo busca fuera. Este juego no fue divertido cuando me
encerró, este juego nunca fue divertido. Hubiese puesto la mano en el fuego por él, por su fidelidad y por
su compromiso conmigo. Me equivoqué. Me equivoqué al juzgarle. ¿Cree que le detendré o que le negaré
estar con otras chicas?
Una parte de mi corazón se desvanece derritiéndose. La otra, la otra no hace nada porque me ha
negado la libertad de poder expresarme. En cautiverio no puedo ser como yo soy.
—Rishelle, —me toca el hombro con su dedo índice —Rishelle. Rishelle. Rishelle.
—¿Qué?
—De acuerdo. Déjame una bolsa de plástico. Por si hay suerte y no regresas.
—Volveré.
—Oye, —miro hacia el suelo porque es imposible desviar mi vista a sus ojos —si a ti te pasara
algo, ¿quién me sacaría de la jaula? ¿Y si te desmayas, te secuestran o te vas olvidándote de mí? ¿Qué
será de mi futuro? ¿Moriría aquí?
—¿A las chicas le gustan las camisetas ajustadas? He encontrado una negra. Ah, le di a mi chica
un vestido blanco que encontré en el armario.
Se me ha parado el corazón.
—¡Pues no quiero vivir en una jaula! ¡Sácame, joder! ¡No sé cuántas veces te lo he dicho!
—Ah, ya entiendo, —me acusa señalándome —eres una puta desagradecida. Para él eres todo
palabras bonitas y amabilidad, y conmigo te comportas como una puta de mierda. ¡Por esto te odio a
muerte! ¡Te odio!
—¡ESTÁS LOCO, KAINER! —No llego a ponerme de pie porque la jaula es pequeña, pero sí me
incorporo lo suficiente como para hacerle llegar mi cabreo —¡UN JODIDO LOCO! ¡Eres un ser
despreciable que no te quiere ni tu familia, ni tus futuros amigos ni tus chicas! ¡Me perdiste, gilipollas!
¡Soy amable para que me saques de la jaula, y cuando lo hagas, me iré y no te veré nunca más! ¡PORQUE
YO TAMBIÉN TE ODIO A MUERTE! ¡Tú debiste estar con tu padre en aquel coche y el PUTO
ACCIDENTE TE HUBIERA MATADO! ¡Olvídame! ¡Vete y no vuelvas más! ¡PREFIERO MORIR
SOLA! ¡VETE! ¡VETE CON LAS OTRAS!
Grito apoyando mi cabeza en el lado opuesto de la jaula. Cierro los ojos colgada. Él no se ha
movido, lo hace segundos después de mi actuación de mierda. No sirvo para ser actriz. Pero Kainer no se
ha ido, que era lo que pretendía, aquí puedo controlar sus brotes, fuera no.
—Ve. Te.
—Pues dile al pequeñín que le jodan, que le jodan y bien. ¡En una lonja, en el campo o en la casa
de su pu…!
—Sigue, verte enfadada me pone cachondo —le miro de reojo. Se ha recostado fuera con una
sonrisa tatuada en su cara.
—Estás celosa.
—No.
—Sí.
—No.
—Sí, pajarillo. Admítelo. No es cuestión de herir tus sentimientos. Míralo de esta forma, a mi
entender cada una de las chicas me aporta algo diferente. Hay otra que conocí en la parada del bus y diez
minutos después ya nos besábamos. Con una quiero besarme solamente, con otra echar un polvo rápido,
con otra pasar el tiempo haciendo cosas románticas, y así sucesivamente. En la vida hay que elegir lo que
te haga sentir bien. Atarte a una pareja es un aburrimiento. Este estilo de vida es para las personas
auténticas que aprovechan hasta el último suspiro.
—¿No te ibas?
—Por tu bien, no me enfades —le imito abatida porque no sé lo que me está pasando. No soporto
oírle hablar de otras chicas, no soporto que me ignore, no soporto que pretenda tenerme en la jaula
eternamente. No le soporto.
—Pajarillo sabe que odio que llore, pajarillo sabe que odio que llore, pajarillo sabe que odio
que llore…
—Yo no lloro.
—Estás loco.
—Kainer está loco, Kainer está loco, Kainer está loco… Bueno, se me ha hinchado ya. Es hora de
irme. Espérame en casa, querida, —se ríe a carcajadas dándole una patada al conjunto de trenzas en las
que ha trabajado con detenimiento, —te recomiendo que estés calladita. No me gustan tus lloriqueos.
Por las noches sale, o se va de casa, o me deja sola. Me distraigo haciendo ecuaciones en mi
mente, tras resolverlas las complico más añadiendo múltiples que se me daban fatal en clase. Pero esta
noche no puedo concentrarme. La imagen de Kainer con otras chicas me pone de mal humor, me hunde,
me hiere. Sé que es un chico de veintitrés años que ama experimentar nuevas sensaciones con las chicas,
pero… pero…
¿Qué hay de mí? ¿Ya no le sirvo? ¿No le era suficiente? Dice que cada una le aporta algo
diferente, ¿qué le aporto yo, la visión de un ave enjaulada? Kai siempre me ha tratado con amor cuando
se dirigía a mí como su pajarillo, me comentaba tímidamente que le gustaba protegerse en mis alas, que
junto con mi cabello era lo que soñaba. ¿Y qué ha cambiado, qué he hecho, qué ha pasado delante de mis
narices para que ahora esté follando con otras?
Juro por mi vida que no son celos. No estoy celosa. Intento llegar al punto del declive en el que
nos hemos perdido; como hermanos y como pareja.
Después de darle vueltas a las mismas ecuaciones, a llorar por la ausencia de mi hermana y mi
madre, y de no soportar la idea de estar encerrada en la jaula… cierro mis ojos lentamente con la idea de
dormirme pero los gritos de Kainer me desconcentra alertándome.
—¡LA MATARÉ, LA MATARÉ!
Los golpes subiendo la escalera del desván consiguen atrincarme en el fondo de la jaula.
—¡QUÉ ME DEJES HIJO DE PUTA! ¡LA MATARÉ! ¡TE MATO PUTA PELIRROJA!
—Yo no tengo la culpa de que te hayas peleado con alguna de tus chicas o… yo que sé.
Respiro inquieta porque se pone de pie y una fuerza sobrehumana le hace caer abajo. Kai se
desploma. Observo detenidamente su brote.
—Vaya día llevamos, ¿no? —Me cruzo de brazos aparentando seguridad en mí misma, —
cuéntame, ¿qué te ha pasado con tu chica? Te ayudaré. Suelta…
Avanza los pocos pasos que nos separaban logrando introducir su brazo entre dos hierros. Kainer
agarra mi cabeza estrellándome duramente en la tapicería dura y oxidada. Atrapa en ira mi cabello como
si fuese un puñado de arena, apretujándome contra los barrotes.
—¡PARA! ¡YA!
Cierro mis puños rodeando mis dedos en la barrera que nos separa, llorando y suplicando que
recapacite seriamente.
Me suelta para remover trozos de madera. Encuentra un artilugio plateado que usa como cuchilla
cuando trenza sus cuerdas frente a la ventana.
—No. Vengas. Con. Eso. Es una advertencia, Kainer. Me estás haciendo llorar. Mírame. Lo odias.
Odias que llore. Por favor.
Ignora que estoy sufriendo una crisis tan grave como la suya y acorta la distancia con el pequeño
hierro afilado. A medida que huelo su horrible sudor Kai me señala sonriente.
—Despídete de tu pelo.
—Como desees. ¿Quieres cortarme el pelo? Yo te dejo. Pero por favor, tranquilo.
En estos instantes no se me ocurre qué decirle para serenar sus ansias de venganza. Porta con
orgullo esa cosa puntiaguda que suelta agarrándose de los hierros.
—Aléjate de mí. No te quiero volver a ver más, —me toco la frente al sentir la sangre de una
herida insignificante, —vete de mi vida.
Encoje sus hombros hundiéndose en su postura fetal habitual, y se abraza ambas rodillas
meciéndose. Llora con tanto sentimiento que me contagia. Le imito en silencio para no alterarle.
—Él. Él. Él. Él. Él. Él. Él… —Se encuentra tan cerca y a la vez tan lejos.
—Kai, ya ha pasado.
Reacciona pasándose la mano ensangrentada por su rostro húmedo y absorbe los mocos. Se sienta
con los hombros decaídos, se mece todavía con la cabeza agachada.
—Rishelle.
—No tienes por qué mirarme a los ojos si no quieres. Toca mi mano, —la introduce entre los
barrotes y la palpo acariciándola, —no ha sido tan malo, ¿a qué no? ¿Y la llave de la jaula? ¡Prohibido
negarme con la cabeza! ¿Dónde la has puesto? Piensa, amor.
—Rishelle.
—Por favor, me… me… sangro, necesito ir urgentemente a un hospital o moriré aquí.
—Kai, te lo ruego con todo mi corazón. Si me quieres, si alguna vez me has querido, por el amor
de Dios, ¡sácame de la jaula!
—Es el hogar de los pajarillos —sonríe apretando mis dedos mientras juega.
—Te quiero.
—Yo no.
Rompo el contacto yéndome al otro lado de la jaula. Espero que mi rechazo le haga sentir algo,
por muy poco que sea, algo.
Kainer contradice mis expectativas rompiendo todo lo que encuentra en el desván; desde trozos
de madera, hasta las trenzas de paja en las que había trabajado. Encojo mi cuerpo oyendo de fondo la
sinfonía de la destrucción masiva. Grita a pleno pulmón desahogándose mientras se golpea con aquello
que le parece irrompible.
Presiento que esto no está yendo en una buena dirección y soy incapaz de llegar a su alma porque
cada vez que abro la boca no reacciona a mi favor.
Me invento una canción que canto a susurros. Detrás de mí, el chico de mis sueños se ha
sumergido en un trazo encadenado que retoma aunque las fuerzas le abandonen.
Retumbo tras ver cómo se ha caído una parte de la pared, la he visto derrumbarse y me he
acomodado en mi nueva posición fetal favorita. Kainer está usando un trozo de madera mientras arrasa
con todo. Soy el alma protagonista en su garganta ya que vocea escandalosamente que me matará.
- CAPÍTULO DIEZ –
Hoy el día no ha amanecido mejor que el de ayer, ni él ha vuelto a ser el mismo después de
sufrir un brote. Destrozó el desván, se autolesionó y se desmayó despertándose en el alba.
Se le ha antojado cortarme el pelo, y aquí estoy, tumbada dentro de la jaula cubriendo mi cara.
Kai usa un cuchillo de sierra mientras va estirando los mechones. Por lo que a mí respecta, no le he
mirado a los ojos para no intimidarle, simplemente, me he recostado cuando me lo ha ordenado y
permanezco en silencio. Tras pasar una noche en el infierno ya no le quedan fuerzas para ser el chico que
me enamoró.
Estoy agotada de rogarle que me saque de la jaula, que busque una llave y que no rompa nada más
porque el desván se nos viene abajo. Pero desde que he amanecido muerta de miedo y tan apática como
él he ideado un nuevo plan que me conduce al derrumbe emocional; todo me da igual. Ni siquiera yo
puedo controlar a Kainer, por eso considero que soy una súbdita de sus pensamientos ya que es imposible
recuperar a mi novio.
Me lanza otro trozo de mechón pelirrojo que resbala por mi mano. Kainer está en silencio
mientras trabaja en mi cabello. Siento su furia y sus llamas de fuego porque lo que está haciendo va en
contra de su voluntad.
—¿Abrirás la jaula?
Que Kainer esté eufórico no significa que no entre en su juego, necesito llegar a su alma de un
modo u otro, y aunque me canse de luchar contra un chico que no es capaz de escuchar mi dolor, mi llanto
o mi pena… es mi obligación mantenerme en un mismo nivel de personalidad e intentar atraerle de nuevo
a mí.
—Ya te queda menos, pelirroja. Pajarillo con nuevo pelaje. ¡Cómo me gusta! Sí, lo mejor para
una chica tan mala como tú. ¡Y no quiero oírte! ¡Ni quejas, ni vocecitas, ni chillidos! Es tu nuevo pelo, lo
aceptarás. ¿Nos entendemos?
—Por si te sirve de ayuda repites lo mismo —se burla imitando mi voz. Es un idiota. Uno que me
está cortando el pelo a tropezones
Cuento hasta cien. Si ignoro lo que me dice se enfada, pero me sirve para evadirme de su silencio
entrecortado.
Empuja mis hombros y me incorporo apoyándome en los hierros. Kai admira con orgullo el
desastroso corte. Es el único feliz en este desván. Sin mirarle directamente, inclino la cabeza hacia abajo
mientras le permito que me toque.
—Bien hecho, bien hecho Hy… ¡Sí! ¡Bien hecho! ¡Estás hermosa! —Sonríe aferrándose a los
hierros, —he mentido, eres fea pero se te coge cariño. Ahora no hables pequeña pájaro. Me duele la
cabeza y si te oigo gritar o pedirme que busque ¡la llave que no existe!, me enfadaré y no seré un buen
chico. ¿A que pondrás de tu parte tanto como yo pondré de la mía? Porque seré un hijo de puta, y estar
encerrada será lo último que harás en tu corta vida.
—Buena chica. Muy buena chica. ¿Ves? Si al final no eres tan tonta. Calladita. Es muy importante
que no me des por culo.
—No tengo tiempo. Por cierto, si oyes voces abajo no entres en cólera, mi chica vendrá a casa
esta tarde.
—Entendido.
Espero a que suba la escalera del desván para llorar desconsoladamente. Me desahogo a mi
ritmo. Sé que sus palabras no deberían herirme, pero lo hacen. Estoy atrapada, soy cautiva de mi propia
libertad para que Kainer no sienta que me ha perdido cuando esté experimentando con otras chicas.
A veces pienso que Kai no es un chico enfermo, que simplemente es su forma de expresar que me
quiere para él y para nadie más. Que no solamente me tiene encerrada porque teme que nos separemos o
vuele alto; pretende conservarme porque no sabría vivir una vida sin mí.
Por otra parte, la sensatez me aborda completamente cuando acepto que su enfermedad le está
dominando. Que es difícil luchar contra la tristeza y soledad. Kainer ha estado solo durante muchos años
en los que he asistido al instituto, demasiadas horas en las que habrá ideado el plan de tenerme presa
para su beneficio. Es la única explicación fiable que me gana, soy todo lo que tiene en la vida, todo. Y
aunque no esté por la labor, en el fondo de su corazón aún vive el chico tierno del que me enamoré, estoy
convencida. Tan solo está llamando la atención.
Kainer tiene que encontrar el camino de vuelta a la realidad, el camino a mí, a los dos.
Acaricio mi pelo que cuelga por encima de mis pechos. Kainer odiaría verme así, no sé en qué ha
estado pensando mientras me lo cortaba. Las puntas están desequilibradas, unas mucho más altas que
otras, gruesas y mal estructuradas por los cuchillazos. Sin embargo, me alegro de haberme librado del
peso con el que luchaba. Sin un peine, sin una ducha y sin un buen cuidado se me había enredado y estaba
feo. El único contratiempo es que no cubre mi cuerpo desnudo y me siento mucho más expuesta de lo que
él me hace sentir.
Ha perdido la llave y no alcanzo a coger una tabla de madera que me ayude a trabajar con el
candado. Como se empeñe en preservar mi cautiverio no habrá quien le haga cambiar de idea. La jaula es
un pasatiempo… pero, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo podré ser afable con él si no quiere liberarme?
Es desesperante.
Me sorprende que la escalera baje. Seco mis lágrimas disimulando y aspirando los mocos de mi
nariz. Todavía me encuentro apoyada en los hierros de espalda a la salida.
—Pajarillo, una patata para ti.
La estrella contra mi cabeza, la pequeña patata cae delante de mí y reúno todas las fuerzas del
mundo para no devolverle el lanzamiento.
—Gracias por darme la patata —la he cogido. Ya la estoy limpiando con las manos.
—¿Intentas ignorarme?
—¿Por ser una agradecida? Suéltame el pelo. Corre. Vuelve abajo. Prepárate para recibir tu
visita.
—¿La parte en la que te odio o en la que te maldecía por haberme cortado el pelo? Porque yo
también tengo mis ratos.
—Has llorado.
—Hasta hace unas semanas sí que me incumbía, pero… bueno… da igual. No importa.
Mi mano derecha tiembla porque ha girado definitivamente para plantarse delante de mí. Todo él
al completo permanece inmóvil, de pie, adoptando una posición firme como un opresor.
—Te queda totalmente prohibido provocarme. Es lo último que harás en tu vida. ¿Hablo o no
hablo claro?
—Genial.
—Yo no soy una broma —recita desde lo alto. No he erguido mi cabeza que mantengo escondida
por si se siente amenazado.
Acto seguido se marcha del desván con un ojo sobre mí. Ni se va indignado, ni abatido, ni
contrariado. Simplemente me ha desafiado recordándome quién manda.
Por la tarde, efectivamente oigo una voz dulce femenina, su voz grave tratando de ser un chico
amable y el conjunto en general de sus risas. Como dormito cada dos o tres horas soñando con mi
libertad, no tengo constancia de la hora exacta, pero sí del atardecer que borra uno de los días más
calurosos del año.
—Pelirroja, —finjo dormir y como no le hago caso aprieta su dedo índice en mi hombro, —
Rishelle Lynn.
—¿Qué?
He oído algo antes. Ha invitado a la chica de la lonja, la morena con la que folla. Según él es un
polvo sin importancia.
—¿Tanto te costaba?
Revolotea la cima de mi cabeza yéndose calmadamente.
Bajando la escalera del desván responde a la chica que ya preguntaba dónde estaba. Oír su voz
provoca que mi cuerpo sienta un enorme escalofrío incontrolable, se me hace extraño que una tercera
persona venga a casa.
Dormía envuelta en mis celos, sin embargo, me he puesto de rodillas colgándome de dos hierros
con la esperanza de que la chica me vea. Yo no quiero verla a ella, en mi situación actual no podría vivir
conociendo a la morena con la que se acuesta Kainer, pero la necesito para salir de la jaula y acabar con
este juego. Creí que le beneficiaba y que formaba parte de una tontería sin importancia, pero me he dado
cuenta que alimenté su enfermedad. Deseo salir porque no aguanto sus cambios constantes de humor y
toda esta mierda en la que me metí a ciegas por él.
Kainer espera paciente mientras me mira fijamente y me ofrece el plato de pescado. Más
educado, refinado, atento, amable y considerado… más que ninguna otra vez.
—Gracias —estiro la mano cogiendo el pescado por la cola y mordiéndolo como si nunca
hubiera visto uno. Hace años que mamá no trae pescado a casa. En el instituto nos daban de esas láminas
congeladas con sabor a nada, esto sabe bien.
—Rishelle, ten cuidado con las raspas. No tienes prisa, usa los cubiertos. Si te bebes toda la
botella de agua pídeme otra cuando vuelva. Más tarde subiré. Te enciendo la lámpara por si te da miedo
la oscuridad.
Estoy embobándome con Kai. Se ha volteado para encender la lámpara. Anoche destrozó medio
desván pero parece que ha sobrevivido una bombilla que alumbra lo suficiente. Acerca el trasto a la
jaula, sacude sus manos, se asegura de que alcanzo a la bandeja y hace un gesto con la boca en modo de
despido.
Embelesada, sigo su manera de caminar hacia el descenso. Lo hace con la cabeza en alto y
confiando en mi silencio dado que no ha subido la escalera. Miro hacia un lado, hacia otro, al frente…
buscando qué acaba de pasar. Me hace perder la credibilidad de lo que ven mis ojos.
Mastico los trozos de pescado que se me han quedado entre los dientes oyendo una de las
conversaciones más normales que Kainer ha tenido con una chica. Se desenvuelve bien, él no ha
tartamudeado y ahora comentan los graves errores de la revolución industrial. Escucho desde el desván
todo, absolutamente todo. Me pregunto si ha dejado la escalera extendida para hacerme daño o para que
me acostumbre a ello.
Me entran unas ganas enormes de pedir auxilio, pero me he quedado sin voz. Kai ha sido amable,
me ha traído una cena que ya se enfría y gracias a él no me encuentro a oscuras. Echaba de menos la luz
en el anochecer.
Pasan un par de horas charlando en nuestra habitación hasta que ella comenta que se tiene que ir.
Por eso les he oído, porque no han estado abajo. Hay una pequeña posibilidad de que los dos se despidan
con un beso, o con más de uno. Desde el desván no me percato de ningún ruido. Estoy demasiado lejos.
Por primera vez no me asustan sus pasos mientras sube, Kai se ha despeinado. Es posible que se
hayan besado apasionadamente.
—¿No te gusta?
Kai no se agacha para preguntarme, ni mueve la cabeza ni se altera. Permanece a un par de pasos
lejos de la jaula. Ha metido sus manos dentro de los bolsillos, se ha enganchado a su pantalón fingiendo
ser un chico normal de veintitrés años. Juro que nunca se había mantenido en esta postura.
Ni es el chico tímido que me enamoró ni el arrogante que me insulta para hacerme rabiar.
Simplemente luce como un chico universitario que se preocupa porque no haya cenado. ¿Cómo pretende
que mastique esta deliciosa comida si enloquezco? ¿Qué le ha hecho cambiar? ¿Qué le ha pasado? Se
encontraba tan furioso que parece haberse reiniciado.
—¿Has?
—Iba a hacerlo.
Saco el brazo de la jaula para coger la botella que todavía se mantiene fresca y trago feliz. Él me
mira mientras bebo, cuando termino la pongo en la bandeja discretamente. No me atrevo a enfrentarme al
chico que parece sacado de la universidad en la que debería estar sino luchara con su enfermedad.
—¿Quién las ha traído? —Procuro cuidar mis palabras. Es necesario para mi salud mental oírle
decir que ha sido gracias a su novia, la chica morena de los muelles, o que ha llamado a su otra chica
para que le haga la compra.
—Tarrah.
—No, —se rasca la nuca sonriendo —una chica que conocí en un club.
—¿De putas?
Sus nuevos gestos con la mano dicen mucho de él. No estoy frente al chico tímido del que me
enamoré, pero tampoco frente al gilipollas que no soporto. Es imposible discutir con Kainer porque no
me ha dado motivos suficientes. Le estoy preguntando confiando en que me diga la verdad.
—Sí.
—¿Qué había de la chica de los muelles y de aquella que trabaja en una tienda de comida en la
cuesta? ¿O hay más? Claro que hay más, —no le doy oportunidad a que abra la boca. Él no se ha movido,
pero no tengo que tentar a mi suerte, podría activarse y desactivarse rápidamente.
—Conocí a Tarrah hace un par de semanas. Llevamos saliendo juntos ese tiempo.
—¿Es lo que haces cuando no estás en el desván? ¿Estar con ella? —Insisto mientras Kai se
agacha delante de la jaula, apoyando una mano en la estructura del techo.
—¿Te gusta?
—Sí.
—Más que ninguna otra —mi tortura no tiene límite. Necesito cerrar esta boca y dormir, pero no
puedo, quiero poner punto y final a esta cosa que sucede entre ambos. Es obvio que está iniciando una
nueva vida lejos de casa, con otra chica, por separado. Ha terminado con nuestra relación y… —él te
ama. No lo dudes.
Él.
—¿Alter ego?
—¿Lo llamáis así? ¿De quién ha sido la idea? —Hinca una rodilla equilibrándose delante de mí.
—Ha salido de tu boca. Desconozco el significado de alter ego. Soy chica de números.
—¿Decirme el qué?
—Lo que le duele. Lo que sucede allí abajo —cierro los ojos como si la conversación se
repitiese una y otra vez. —Rishelle, debes ser flexible. Adaptarte. Depende de él, no de mí.
—Kai, me… —sonrío apartando el pelo de mi cara porque ahora se concentra ahí, —me estás
volviendo loca.
—¿Es un juego? ¿Estás en un juego de rol humano o en una secta? Confiésamelo. Yo no te juzgaré.
Te lo prometo. Estaré a tu lado. Ya ves… mírame, no me he… no me he movido de aquí por… ¿por
cuánto? ¿Un mes? ¿Seis semanas? Cuento los días de dos en dos, de cuatro en cuatro, de cinco en cinco…
estoy perdiendo la cabeza.
Introduce la mano en la jaula con el propósito de acariciar mi mejilla. El momento que ambos
creamos no desaparece porque me consuela atrayéndome hacia su cuerpo y yo me abrazo a él con todas
mis fuerzas.
Levanto la cabeza, mis ojos humedecidos miran unos negros brillantes. Todavía acaricia mi rostro
como si le perteneciera. Pero siento que no es mi Kainer, mantiene la espalda recta, los hombros
firmes… aparenta ser un hombre seguro, alguien que se aleja del que era mi novio. Mi adorable novio.
—¿Hablas en serio?
—Sí.
—¿Buscarás la llave?
—Eso no está en mis planes, —se rasca la nuca mientras dejo caer mis brazos —creo que yace en
el fondo del río.
—¿Del río?
—Yo no.
—¿Quién? ¿Él, ella, alter ego? ¿Te parece gracioso? ¿Te hace gracia condenarme así?
—Cielo, no me juzgues a mí. No me llevaré tu bronca. Haré lo que esté en mis manos con tal de
que abandones la jaula.
—A salvo, —trastea el candado y levanta su vista hacia la mía —es mejor que no hables de ella.
Alyelle está en un lugar mejor.
—¿Y mi madre? ¿Sabes dónde está mi madre? ¿La has visto por los clubs? ¿Por las calles de
marcha? ¿Se está encargando de la niña?
—La oxidación se ha adherido al metal de cobre. Hay que buscar algo fuerte e irrompible para
tratar con algo de esta tesitura.
—Hazlo. Ve.
—Lo haré, —sonríe colgándose de los hierros —si me prometes que comerás la cena que te he
preparado.
Miro hacia el plato de verduras, ya frías, y el pescado que lancé desastrosamente hacia la
bandeja. Debajo de dos cubiertos ha dejado una servilleta de papel, la cubertería parece nueva.
—¿Por qué insistes en que coma esa cena que milagrosamente ha aparecido en esta casa?
¿Pretendes drogarme o envenenarme? ¿Que caiga en el suelo y así te quitas un peso de encima? ¿Y todo
para estar con esa tal Farrah?
—Tarrah.
—¡Eso!
—Cielo, Tarrah no tiene nada que ver en esto. Es mi chica, ¿vale? Acéptalo. No es suya, es mía.
Y si insisto es porque me apena que te ofrezca sólo una patata, una zanahoria o hierbas como parte de tu
alimentación. Tarrah la ha comprado de camino a casa, y he fingido que tenía dolores de barriga para que
te la comieses tú. Rishelle, no soy esa persona a quien odias.
—¿Quién eres tú? Si no eres Kainer Scott Lynn, ¿quién eres tú? ¿Te ha dicho tu líder que te
pongas otro nombre? ¡Sácame de la jaula y llévame a esa secta! ¡YA!
Kainer se está comportando demasiado bien como para ser verdad. Se ha incorporado tras
acariciar mi cabeza mientras ha asentido, obedeciéndome, y busca en el desván algo similar a la llave
hundida en el fondo del río.
¿En el rio? ¡En el rio! El cretino se ha atrevido a lanzar la llave al rio. Entones, era cierto. Todas
mis teorías no iban desencaminadas. Kainer quiere encerrarme para siempre mientras que vive una vida
paralela a la mía con una chica, lejos de mí. Pero sé que en el fondo de su corazón no quiere perderme.
¿A qué viene el repentino interés por sacarme? ¿Es parte del juego en el que está metido? Sea
como sea esta misma noche seré libre. ¿Y después? ¿Qué pasará después? ¿Qué hago? Una vez que abra
el candado de la jaula, ¿qué hago? ¿Adónde voy? ¿Dónde está mi hermana?
—Rishelle, ¿sabes si tu madre tenía una caja de herramientas?
—Por supuesto, —mueve algunas pequeñas montañas de madera —pero si quiero hacerlo
tenemos que darnos prisa. Él puede llegar en cualquier momento, ya no me dejarán ver a Tarrah.
—¿Quiénes no te dejarán?
—Tu novio y el bastardo hijo de puta. Un consejo, mantente alejada de él. Huye cuando tengas
oportunidad o acabará contigo. Lo que ha hecho con tu pelo es solamente el principio. Si se empeña en
algo no parará hasta conseguirlo, —arremete contra su propia cabeza —joder, eso ha sido fuerte.
¿Rishelle?
Cuando me nombra girando el cuello ve a una chica pelirroja de dieciocho años que se ha pegado
a los barrotes de su prisión personal, tiritando de frío, llorando y negándose cruelmente a la nefasta
realidad.
—¿Rishelle?
Han sido sus palabras de advertencia perfectamente pronunciadas las que han activado la alarma
de mi corazón. Cabizbaja, rechazo su atención revolviéndome en la jaula de espalda a él mientras me
cercioro de lo que realmente sucede con Kainer.
—Sácame de la jaula.
—En ello estaba. He sido un bocazas, ¿no? Suponía que ya conocías al bastardo y…
—Kainer, pierdes el tiempo hablando. Aprovéchalo en buscar algo que nos sirva para ese viejo
candado.
—Como gustes. Miraré por la casa, reza para que tengamos suerte. ¿Necesitas que te suba algo?
—¿A mi hermana?
—Cosas que quepan en mi mano —sonríe. ¿Desde cuándo hace esa clase de muecas?
—Vale, —parpadeo por si me pierdo algo —no necesito nada más. Un poco de ropa para
vestirme.
—Enseguida vuelvo.
Observando cada detalle mientras baja por la escalera del desván me percato que hay algo de
diferente en él y en mí.
—¿Sí?
Afirma con el pulgar hacia arriba y desciende pacíficamente. Sin gritos, sin insultos, sin
encorvarse. ¿Qué diablos está sucediendo? ¿Qué se me está escapando? ¿Qué no ven mis ojos? Siento la
tensión apretar mis músculos.
Kainer tiene un serio problema de actitud y es probable que el pobre no sepa ni quién es, dónde
está o a qué se dedica en la actualidad.
Lo increíble de su constante cambio intermitente es que rememora acciones que él mismo realiza.
No las oculta. Se acuerda del corte de mi pelo, que conoció a Tarrah o que mi novio me ama. Él es mi
novio. Todo él es mi novio. ¿De qué demonios habla? ¿Es una regla exclusiva del juego?
De todas formas soy consciente de que Kainer comenzó esto cuando me gradué. Este dato
importante quiere decir que ha planeado el encierro, y con ello ha arrastrado a Alyelle que rezo porque
esté con la tía Allyson. Es lo más lógico puesto que vino a casa unos días antes de que él la dejara con
ella para llevar a cabo su plan de retenerme.
Cuando Kainer regresa al desván tras unos minutos abajo haciendo ruido, aparece con un conjunto
de artilugios puntiagudos y cargando con ropa arrugada que deja caer.
—¿Puedes dármela?
—Desapareció.
—Más o menos.
Mientras me visto, Kainer se lleva consigo los artilugios y trastea el candado detrás de mí. Le
sigo con la mirada sin perderme detalle. Aunque ahora esté siendo una persona agradable, no confío en
que pueda estrellarme en la cabeza cualquier cosa que esté en sus manos.
La sensación de la ropa en mi piel es fascinante, un pantalón y una camiseta me han dado fuerza
moral. Pero mis emociones se apagan tan pronto Kai va desechando los artilugios hacia un lado.
—¿Te ayudo?
—Descuida.
—Dame alguna púa de esas, la meteré ahí dentro y conseguiré abrir la jaula.
—¡Vete a la mierda! —Sonríe forzando todo lo que encuentra dentro del candado.
—Soy el doble de grande que tú y no puedo. Imagínate aplicar tu fuerza huesuda usando esto, —
me señala un destornillador adjuntando una mueca de regalo —te sacaré de la jaula. No esta noche,
¿vale?
—Lo haré, —acaricia mi rostro educadamente —te lo prometo. Rishelle, cumplo lo que me
propongo. No es que tengas muchas opciones de salida. Yo te sacaré.
—Mañana si estoy aquí saldré y compraré un soplete. Prenderé el candado con fuego, la madera
del suelo o los hierros. Ya veremos. ¿Serás paciente hasta entonces?
—Lo seré. ¿Dónde te vas mañana? ¿Por qué dices si estás aquí? ¿Piensas irte con Tarrah?
Sonríe sentándose mientras recoloca los artilugios. Yo también le imito, estar vestida me aporta
mucho más de lo que pensaba.
—Mis citas con Tarrah son contadas con la palma de mi mano. Sería increíble pasar más tiempo
con ella.
—¿Qué te lo impide?
Alinea los artilugios por tamaños, perfectamente colocados a cinco milímetros entre uno y otro.
Ladea su cabeza ausentándose de mí, de nuestra conversación. Luce como si ya estuviera corriendo a
cientos de kilómetros alejándose del mundo real.
—¿Kainer?
—¿Sí?
—¿Estás conmigo?
—¿No me ves? —La mueca me asegura que el chico agradable no ha huido, —¿quieres que haga
algo por ti?
—Entonces, haz lo que quieras por mí. Me gustaría sentirme valorada puesto que a veces me
tratas como una mierda.
—Eh, —aprieta mi mejilla —no me culpes. Recuerda que no soy tu enemigo. Date media vuelta,
alinearé el desastre que tienes colgando de la cabeza.
Mi mirada viaja directamente a su mano derecha que porta unas tijeras pequeñas. Su cara es la
viva imagen de la profesionalidad, como si verdaderamente quisiera cortarme el pelo. Esta mañana me lo
destrozaba con un cuchillo y horas después pretende remediar su error.
Intrigada, sigo sus pasos hacia la lámpara que cada vez alumbra menos. La retira mientras se
sienta y se prepara animado con tijeras en mano.
Arrastro mis pies hacia el otro extremo pegando mi cabeza a los hierros. Kainer peina mi cabello
usando sus dedos y el escalofrío viaja al instante por mi cuerpo. Después del berrinche en su despertar
necesitaba algo de cariño, afecto y mimos. Sólo es él acariciándome, pero dadas mis circunstancias en
las que me encerré en una jaula creyendo que le ayudaría, aprovecho cada instante en el que puedo
sentirme amada por el que fue mi novio.
Había cerrado los ojos dispuesta a memorizar cada uno de sus movimientos. Estaba casi
sumergida en un profundo sueño en el que los dos éramos felices en una casita y Alyelle jugaba en el
jardín.
—Era hermosa. Su pelo ondeaba al aire mientras tendía la ropa. ¿Sabes que amaba lavar a mano?
Cada día bajaba al río para restregar ropa limpia en una roca. Yo iba con ella. Le gustaba que jugara a su
alrededor.
El corazón me ha dejado de latir. No porque sus manos hayan comenzado a cortarme los
mechones más largos, sino porque hablar de su madre significa que comparte sus sentimientos. Es
evidente que esto le ayudará a potenciar su propia personalidad y a abandonar ciertos hábitos y miedos
que le impiden ser feliz.
Su voz cambia de grave a dulce, tose y respira entrecortadamente cuando se refiere a ella.
—Solía colgarme de los árboles cuando no me bañaba en el río. Adoraba escalar troncos y jugar
en las ramas. Era un niño inquieto, travieso. Pero mi madre siempre confiaba en que no me cayera.
—¿Te caías?
—Muchas veces. Mi padre me regañaba porque aparecía con heridas en las rodillas. A mí no me
importaba, yo me divertía y mi madre apaciguaba los castigos que me imponía mi padre. ¿Te he contado
alguna vez el tobogán que construyeron mis padres por mi cuarto cumpleaños?
Inicia una conversación en la que revive su infancia. Relata curiosos momentos que han marcado
su niñez, tanto los buenos como los no tanto subrayando el mal genio de sus padres. Oír su voz es la
mejor sinfonía que podría regalarme.
Confío en que si continua trabajando duro abriendo su corazón se dejará ayudar. Mañana, cuando
salga de la jaula finalmente, pensaré con detenimiento qué haré con nosotros. Yo sigo enamorada de él y
estoy convencida de que Kainer encontrará de nuevo el camino hacia mí.
- CAPÍTULO ONCE –
Estiro mis extremidades superiores bostezando mientras parpadeo. Me niego a abrir los ojos
todavía. Cambio de posición hundiendo la cabeza en la almohada, despertando lentamente a la chica
perezosa que habita en mí. Me acurruco un rato más aunque Kainer haya encendido el equipo de música y
esté sonando una canción que ruge mucho. Mi pelo cubre la totalidad de mi rostro, me da cierta seguridad
a primera hora de la mañana ya que el amanecer aprieta fuerte y el desván se iluminará en cuestión de
minutos.
Ya está subiendo la escalera. Sello mis ojos disimulando en vano puesto que la música de guitarra
eléctrica pondría en pie al más dormilón del mundo. Es su manera de darme los buenos días. Temiendo
por el chico que me encontraré, rezo porque sea el mismo con el que he estado soñando los últimos seis
años de mi vida.
—Hora de despertarse, —suelo ignorarle para evaluar su estado anímico —Rishelle, hoy será un
día importante y te quiero en forma. Te subiré el desayuno.
Le respondo encogiendo mis piernas con el pulgar hacia arriba, y empujo el edredón por encima
de mi cuerpo acomodándome mientras espero su vuelta.
En la más absoluta tranquilidad matutina analizo detenidamente los pasados seis años de mi vida,
de mi inexistente vida. Seis años encerrada en la misma pesadilla con el hombre que se marginó de la
sociedad para cuidarme íntegramente.
Es cierto que de vez en cuando actúa como un idiota enfermo por su obsesión compulsiva de
querer follar, me insulta porque soy su fuente de diversión y si me enfado es más feliz. Ese es el
gilipollas al que evito siempre que puedo. Por regularidad, Kainer es agradable cuando no se siente
agredido por mis palabras o por su tormento. Pasamos juntos nuestro tiempo libre; leemos libros,
jugamos a juegos, contamos historias y hablamos mucho. Echo de menos a este Kai que me abandona si
se golpea en la cabeza o se abre nuevas heridas, entonces, sé que el gilipollas aparecerá tarde o
temprano.
Tengo sentimientos mezclados que apuntalan mi corazón cuando se trata de él. El chico del que
me enamoré en mi adolescencia se desenamoró de mí. Quizá disimuló para atraerme al juego en el que
caí ya que el hombre con el que convivo no me mira a los ojos como antes. Ni es tímido, ni frágil, ni se
acobarda. Además, hace algunos años me confesó que no siente nada por mí, que soy parte de su familia y
que tras romper con Tarrah no quiere volver a enamorarse.
Seis años después puedo confirmar que a mis veinticuatro años sigo siendo la chica que no puede
tratar con la enfermedad de Kainer. He intentado un montón de tácticas que se fueron al traste tan pronto
cambiaba de actitud. Los enfados, las sonrisas e incluso las declaraciones no aprietan esa tecla que
desactiva su mecanismo. Soy una maldita fracasada que cayó en la trampa de la jaula, mi eterno hogar.
—Pelirroja. Pelirroja, ¿te has dormido?
—No, —me siento atrayendo la bandeja hacia los hierros —pensaba en…
—¿El libro que leímos ayer? El desamor forma parte de la existencia humana y…
—Pensaba en ti.
—Ah.
Aunque me haya confirmado que no siente nada, yo no puedo negar la evidencia. Dar la espalda a
mis verdaderos sentimientos sería mentirme, mentirle. Sigo enamorada a pesar de los pros y contras de su
enfermedad. Vivo con este chico desde niña, no conozco a nadie ni nunca conoceré a otro que no sea él.
Acepté que moriré encerrada dentro de una jaula en el desván, en una barriada olvidada de la ciudad y
sola. Kainer tarde o temprano acabará por alejarse de mí, desaparecerá como suele hacer a menudo.
Sus veintiocho años le han sentado de maravilla. Es inevitable no sonrojarse cuando se cuelga de
los hierros y clava una rodilla al suelo mientras me ve comer. Si superé mi nueva vida también superé
que ha crecido tanto físicamente como mentalmente. Su cuerpo ha aumentado por el ejercicio al que
dedica un par de horas al día. Trabaja sus músculos meticulosamente, me es imposible concentrarme
viéndole ejercitarse en una barra que encontró hace años. Sus brazos son gigantes, su cuello ancho, su
torso sexy, y gran parte de su figura se lo debe a su constancia.
—¿Te gusta, Rishelle? El pan está duro, pero había que acabar con él.
Kainer no suele comer delante de mí por motivos personales. Supongo que en el fondo es
consecuente racionando la comida que robará. Nunca me ha contado realmente de dónde se está sacando
tantos privilegios alimenticios puesto que ambos tomamos al menos tres comidas al día. Tampoco es que
haya insistido mucho preguntándole al respecto, sería tentar a mi suerte y por ahora nos va bien.
Cruje sus nudillos al igual que su cuello. Ya que estoy terminando tiene la mirada puesta en la
barra. Babeo desde mi posición infantil mientras comienza una ronda antes de conversar. Esta mañana
enciende de más todos mis instintos sexuales, aquellos que he escondido durante seis años. Apago la
llama de mi fuego pensando en las montañas de sus brazos, en los músculos que ha desarrollado y en su
físico sensual. Obviamente he declinado la oferta de follar cuando se convierte en un gilipollas, de todas
formas, él sale para acostarse con chicas. Me lo ha dicho.
Pero yo, aunque tuviera una mínima oportunidad me sería extraño tener sexo con otro. ¿Cómo
puedo sentirme tan unida a un hombre que no conozco?
Alejo la bandeja masticando el último trozo de pan duro con mantequilla y elijo un libro con un
ojo puesto sobre él. Se ha quitado la camiseta mientras sube y baja su cuerpo colgándose de la barra.
Para mi desgracia, se encuentra de espalda a mí, para su suerte, no tiene que ver este espectáculo patético
en el que babeo como una colegiala.
En estos seis años no he cambiado físicamente como él. Mi cabello ha crecido después de que
una mañana decidiera cortármelo con un cuchillo. Mi piel sigue igual de pálida, sin gracia, lisa… y
abundan nuevos lunares que se unen por encima de mis dos hombros. Soy similar a una galleta que
quieres sumergir en la leche por su aspecto. Bueno, una galleta tiene más gracia que yo. Me odio por ser
tan delgada, por no tener pechos grandes y por no ser lo suficientemente guapa para él. Kainer piensa que
soy su hermana pequeña, luego, él se arrepiente y no para de preguntarme que quiere follar conmigo. Y
para no variar, según su día, me grita lo fea que soy y después declara que no ha sido él quien lo piensa.
Vale, yo no es que sea una supermodelo o una chica imponente, pero mi seguridad depende cien por cien
de la suya y dada sus fiestas sexuales con otras chicas esto no me deja muchas opciones. Soy, y seré la
cría con la que creció.
Abro el libro por una página al azar. Busco un tema interesante que nos sumerja en una
conversación profunda, de esas en las que nos pasamos las horas debatiendo cualquier tema. Es mi nueva
afición porque su voz me acompaña y no me hace sentirme tan sola. Cuando era un adolescente Kainer
amaba leer los libros que traía del instituto, seis años después me alegro que todavía conserve su amor
por la lectura. Hace años puso una estantería alrededor de la jaula y la completó con libros que rotan
según los vayamos acabando.
También se encarga de cuidarme como merezco porque me lo da todo; cambia los libros, me
alimenta, me facilita el aseo, vacía la botella en la que hago mis necesidades y lava la ropa. Kainer ya es
un hombre que actúa como tal cuando no se convierte en un gilipollas engreído.
Prácticamente, con un ojo puesto en él y el otro siguiendo las líneas, empiezo una lectura lenta,
pausada y dinámica en la que relato un trozo de historia que permanecerá para siempre en su recuerdo.
Humedezco mi garganta bebiendo agua después de pasar un rato sumergida en el libro. Él paró de
ejercitarse en cuanto pronuncié una palabra que activó su interés por la reina y se sentó frente a mí
intrigado por la historia. Gesticulando tan expresivo como él sólo sabe, me envía una señal de
agotamiento. Cierro el libro desinteresadamente y me rindo ante su particular forma de comunicarse
conmigo.
—Mucho. Discrepo con varios términos. Se equivocan. ¿Quién escribió ese libro?
—¿Historiadores? —Tenemos puras enciclopedias y las han podido escribir quienes sean.
—Mienten. Mienten en fechas, Rishelle. ¿Por qué confunden a la gente con las fechas? ¿Cómo nos
pueden tratar así de tontos? ¿Es porque nadie puede demostrarlo? ¿Porque nadie se puede inventar una
máquina del tiempo y retroceder en él?
—Bueno, quizá son errores sin importancia —cuando sube una ceja arrugando su rostro me saca
los colores, —también puede que tengas razón. Me encontré los libros en la basura, no estarían a la altura
para lucirse en una estantería de verdad.
Le imito haciendo una mueca hasta que relaja su propia tensión. Menos mal, que sufra un brote
psicótico es lo último que deseo esta mañana.
—Tomaré tu argumento positivamente. Bien dices que estaban abandonados en la basura, por algo
será.
—Exacto —esa es la actitud. Quisiera premiar su reacción dándole un beso en los labios, pero él
me rechazaría porque piensa que soy su hermana pequeña.
—Tengo que marcharme, —se retira de la jaula buscando su camiseta —no tardaré. O al menos
intentaré llegar temprano. Te subiré comida en caso de que estés hambrienta y todavía no haya regresado
a tiempo.
—¿Adónde vas?
Sujeto los hierros oxidados apretando fuerte mis puños como si estos se abriesen. Él no se ha ido
aun y ya le echo de menos. Últimamente suele desaparecer días enteros, a veces viene un poco alterado
mientras finjo que duermo, otras tantas me saluda en la oscuridad y se duerme sin más. Apenas hablamos
de lo que hace afuera o quiénes son sus compañías, a veces me muerdo la lengua para que no nombre a
otra mujer. Me muero de celos. Sé que ya es un hombre adulto, que vive una vida de mierda conmigo y a
su edad yo también estaría saliendo con chicos o… o haciendo cosas de personas normales. Pero se trata
de Kainer, mi Kai. Siento rabia al sentirme abandonada por él.
—Sí.
—Ems, lo que sea. ¿A qué hora vendrás? El reloj se quedará sin pilas pronto. Es para... ya
sabes… esperarte y charlar. Quizá… ¿leer otro libro?
—Vale, ¿es…? ¿Es….? —¿Qué me pasa? Odio que se vaya y no puedo si quiera expresar lo que
siento —¿te vas con una chica?
—Por supuesto, —sonrío fingiendo que nuestra vida forma parte de lo más normal de este mundo
—desde lo de Tarrah no has…
—Decía que me parecería lógico que hoy salieras con una chica. Es un día precioso, nos
encontramos en vísperas navideñas y nevará al atardecer. Podrías pasear con ella por el centro agarrados
de la mano, patinar sobre hielo, dar una vuelta alrededor del lago y comeros un gofre.
Aprieto mis ojos cuando me percato del ridículo que hago, él se ha ido ya.
Salir con una chica no se halla entre sus planes inmediatos, pero luego me confesará que ha
follado, que soy una puta, que no valgo nada, me lanzará cosas y discutiremos. Pero aunque a veces sea
un gilipollas, es mi gilipollas. Sigue siendo Kai, mi… mi ex novio. El único hombre al que amo y amaré.
Pone a mi alcance comida embolsada que seguramente devoraré cuando se vaya. Impone bastante
siempre que como delante de él, lo hago lentamente como un pajarillo porque sé que le gusta, y la verdad
es que me apetece tragar cualquier alimento que calme mi ansiedad. Rueda un par de veces por la jaula
asegurándose de mis necesidades, complementando y alineando todo a su manera; libros con el título al
derecho, ropa perfectamente doblada, almohada de repuesto ya acomodada, bombillas de la lámpara
clasificadas según su potencia… y por último, se saca del bolsillo de su pantalón vaquero una
chocolatina que mete dentro de la jaula. Tras meditarlo bien se arrepiente y la coloca de nuevo sobre un
libro. Es su habitual gesto en el que me expresa un sentimiento, sentimiento que desconozco puesto que no
abre su corazón si le alabo por dejarme una chocolatina que no esperaba.
Se está abrochando el abrigo nuevo que trajo a casa, nunca le pregunté si se lo compró o si fue un
regalo de Tarrah. Le queda muy bien. Es un hombre muy guapo, y fue mío.
—Lo prometo.
Muerdo mi labio con lágrimas en los ojos. Desconozco hacia dónde se dirige cuando baje las
escaleras y se marche de casa. Otra vez. Me hace sentir desolada. Entro en un bucle de pura soledad, uno
del que no salgo hasta que no le veo aparecer de nuevo; con o sin sonrisa, con o sin maldad recorriendo
por sus venas… no importa… Hasta que Kainer no regrese sano y salvo no podré respirar.
Comprobando los bultos que esconde en los bolsillos de su abrigo, se confirma un objeto
olvidado y se dispone a descender la escalera. Antes de poner un pie en el primer escalón tuerce el
cuello suspirando mientras me ve apenada. Paso a paso se agacha atrayéndome hacia él.
—No lo hagas. Odio las falsas esperanzas y ya deberías saber que siempre me repites lo mismo.
Una y otra vez.
Retrocedo despacio hasta el fondo, chocando mi espalda con los hierros. Su rostro sensato no
gesticula ni evalúa mi enfado infantil.
Odio cuando dice que hará lo posible para concederme mi libertad aun yendo en contra de ese tal
‘él’. Es evidente que sigo cautiva en este parásito de jaula. Nunca avanzamos, si se olvida de su plan y
por casualidad se lo recuerdo, me suelta que jamás haría algo tan cruel como abrir la puerta para que
pueda volar.
Kainer es un maldito y constante hombre de poca fe. Sus palabras no son convincentes. Y ahora
que se ha ido no iba a ser diferente. Su nueva ideología para el día de hoy es liberarme de esta cruel
carga, pero jamás le creeré porque me cansé de intentarlo con él.
He pasado los últimos seis años encerrada en esta prisión, me he hecho ilusiones por algo que no
ocurriría ni a corto ni a largo plazo. ¿Por qué no simplemente me confiesa la verdad? Él pasará el día
fuera con su cita, disfrutará, y más tarde regresará al desván con ganas de discutir y de molestarme.
Ojeo las provisiones mordiéndome el labio mientras me cuelgo de la jaula. Llevo años sin
ponerme de pie, no sé cómo se siente caminar, si pudiera hacerlo estaría dando vueltas por toda la casa
de esquina a esquina. Esta gloria de espera me pone de los nervios.
Me estiro completamente hacia el montón de ropa rebuscando dentro de un bolsillo. Saco el reloj
de pulsera que Kai se compró hace seis años en su primera salida al exterior, sin mí. Una noche me
despertó un ruido silencioso y le pillé yéndose a hurtadillas, lo había dejado cerca de mi almohada y lo
conservo escondido desde entonces. Todavía funciona. A veces miro la hora y otras tantas no, el tiempo
en la jaula me desespera.
Alyelle solía amar el reloj. Recuerdo que Kainer se lo regaló y a ella le hizo ilusión. Creo que
más tarde se lo quitó, por aquellos tiempos él ya empezaba a ser un chico distinto. Cambió
improvisadamente, dejó de ser mi tímido novio para convertirse en un gilipollas que me miraba
directamente a los ojos y me odiaba con toda su alma.
Suspiro colocando el objeto de vuelta en su lugar. Las viejas memorias provocan que mis
lágrimas piquen fuerte. Echo mucho de menos a mi hermana, ella será ya una jovencita guapa e inteligente
de dieciséis años. Ojalá haya cumplido todos sus sueños ya que se merece el mundo ideal que nunca pude
ofrecerle. Espero que mi madre la haya criado bien, con buenos valores humanos y metas en la vida.
También me acuerdo mucho de mamá, ella no ha venido a por mí; supongo que dio por hecho que Kainer
y yo estaríamos mejor sin la niña o su compañía. Si Aly se encuentra con la tía Allyson la he perdido para
siempre, seguro que la subió a una barra del club convenciéndola de que tiene que trabajar para comer.
Dios… ese sería mi mayor temor.
Me consuela que mi hermana ha crecido lejos de nosotros. Kainer y yo éramos una mala
influencia para su educación.
Después de pasar unas horas fuera, está de vuelta. No me relajaré hasta que no pronuncie la
primera palabra. Entonces, evaluaré al hombre que discretamente sube por la escalera.
—¿Rishelle, duermes? —El suelo ha retumbado porque se le ha caído algo. Me he visto obligada
a moverme por obligación, —¿te he despertado?
—Descansaba.
—¿Qué es eso?
—Un soplete. Uno que pesa seis kilos. En marcha, enseguida te daré instrucciones.
—Fundiré esa jaula. Es necesario que pongas de tu parte. Abrígate, afuera nieva como no lo ha
hecho en veinte años. Las carreteras están cortadas, pero nosotros saldremos, —se quita el jersey de lana
fina que se puso encima de la camiseta sudada. Sigo postrada investigando si Kai dice la verdad o está
mintiéndome. —Rishelle, ¿Rishelle?
—¿Sí?
—Elije algo cómodo. Tenemos un largo viaje por delante.
—¿Adónde vamos?
—Todavía es pronto para que… —empuja el barril con sus brazos, le cuesta concentrarse. —
Hazme el favor, un resfriado es lo último que te faltaba.
Es mi momento.
Aprovecho el despiste para atrapar un viejo pantalón que usaba en clase de gimnasia, saco el
reloj de su escondite para guardarlo en el bolsillo, cierro la cremallera y acomodo mi cabello mientras
maniobro con el jersey oscuro.
Vestida, atenta y expectante, Kainer reúne sus fuerzas para acercar el objeto a la jaula.
—Eh, muy bien, Kai. Muy bien. Lo has hecho genial, mi vida.
—¿Qué hago?
Alargo mis brazos muerta de miedo intentando atrapar la goma del soplete. Él se una a mí
incorporándose lentamente y pestañea porque parece tener una discusión severa consigo mismo.
—Puedo hacerlo yo. Ten cuidado tú, Kainer. Dime cómo se enchufa esta cosa y…
—¡Obedece! —Grita desquiciado, —¡OBEDECE SI QUIERES VIVIR!
—Lo siento.
Ojalá que no sea otra escena. Ha traído un soplete y eso fundirá los hierros. Tendrá efecto en la
oxidación o algo parecido. Él es mi llave personal. Él es el único que me sacará de la jaula. ¿Y si salgo,
adónde iré? ¿Qué será de mí? ¿Cómo me enfrentaré a él? ¿Me querrá en su vida o se deshará de lo que
somos, o hemos sido?
Cuento desde el número ciento cincuenta por debajo del cero hasta el infinito. Una manía extraña
que me serena cuando Kainer me contagia su ansiedad.
El calor inunda la jaula, las chispas saltan en contacto con esta y por primera vez en seis años se
tambalea. Con mis ojos llorosos, y mi combinación de números, súplicas y rezos, veo la estructura caer.
Se ha poseído aplicando el calor sobre los hierros deformes, muchas veces había estudiado aquellos que
se fundirían primero, y su objetivo de derrumbar la estancia ha obtenido resultados.
Kainer ha abierto una apertura considerada en la que cabe mi cuerpo, y el suyo. Destruye con sus
manos los hierros que han sobrevivido al fuego y se aparta mirándome, esperándome al otro lado.
Postrada en un rincón opuesto al que ha quemado, observo mi carta de libertad aportando mi más
sincera tranquilidad en la resta numérica a la que todavía me enfrento. Aproximándome al número menos
ciento trece, cierro los ojos y me sumo a la inquietud que verdaderamente me está dominando.
—Te aconsejo que agilices tus… —se golpea en la cabeza y yo sacudo la mía, —Rish, no
tenemos tiempo. Necesitamos salir de esta casa lo antes posible. Por favor, pon de tu parte y…
Se revuelca en el suelo gritando mientras lucha contra su propia cabeza; atizándose fuerte en la
frente y haciendo sangrar su nariz.
La jaula está abierta, me convenzo de que no estoy soñando. Han quedado en pie muchos más
hierros de los que imaginaba y los que se han fundido ya no son más que un mal recuerdo. Puedo salir.
Puedo salir del que ha sido mi hogar durante seis años y temo no ser suficiente para el mundo que habrá
girado igual sin mí. Desearía que Kainer no fuese testigo de lo patética que seré en cuanto consiga poner
un pie sobre una superficie plana. El acto de andar me acobarda, y el hecho de que él ya no pueda
retenerme en contra de mi voluntad más.
—Efectivamente, —me tiende una mano y desconfío en si debo aceptarla o no, —estaré a tu lado,
Rishelle. Si te caes, yo te cogeré. No te preocupes. Ven, ven conmigo y pondré fin a tus miedos.
—¿Cómo lo harás?
—Te lo demostraré tan pronto salgas de la jaula y me acompañes. Por favor, hazlo por mí ya que
yo no soy él.
—¿Dónde está él? —Afianzo el reloj dentro de mi bolsillo, me aporta seguridad. —¿Lo ves?
¿Quieres que confíe en ti cuando no eres sincero conmigo?
—¿Dejamos las preguntas para más adelante? La cabeza me va a estallar. Se nos hará de noche en
la carretera. En seis años yo no te he hecho daño. He cuidado de ti, he hablado contigo y te he hecho
compañía. Somos… ¿amigos?, ¿hermanos? No es importante. Lo es el que vengas conmigo.
—He planeado tu libertad lejos de esta casa. Sin ataduras, sin jaula. Los dos. Juntos. ¿No es lo
que pedías? Querías salir de tu hogar, ¿cierto? ¿Cuáles son tus impedimentos ahora? Tú no tienes por qué
hacer nada. Me aseguraré de tu bienestar. Te llevaré conmigo. Yo nunca te haría daño ni te defraudaría.
Así que por favor, agarra mi mano e impúlsate.
Masajeo mi rostro ocultándome instantáneamente detrás de las palmas de mis manos. Ya me estoy
arrepintiendo de moverme. Las opciones en la jaula son limitadas, él puede cambiar de opinión e idear
otro plan perturbador para privarme de vivir. Jamás sabré lo que Kainer piensa o pensará con respecto a
mí, por el momento, alzo mi mano lentamente hacia la suya y él la acepta apretándomela gentilmente.
—Muy bien, pajarillo. A tu ritmo. Sin prisa pero sin pausa. El tiempo es oro.
Siento mil huesos crujir en mi cuerpo, sobretodo en mis rodillas. Gateo despacio hasta los hierros
de la jaula mientras que Kainer los protege con su otra mano tirando de mí. Salto un par de ellos que no
se han fundido y él me coge en peso atrayéndome consigo en un último tramo.
Hago muecas de dolor acomodándome entre los brazos fuertes de Kainer que me sostiene
delicadamente. Parpadeo acostumbrándome a no tener los hierros como fondo. He estado dentro de una
jaula demasiados años y empuñar la mano en alto jugando con mis dedos es la primera y espero no última
nueva sensación que hará de mí una chica más segura.
Respiro profundamente analizando a Kainer que ha cerrado los ojos por consecuencia de su lucha
personal interna. Mi cuerpo ha inmovilizado sus brazos, le resulta difícil golpearse si se lo impido
indirectamente. Estoy segura que apretaría sus pupilas ya que ha voceado varias veces lo mucho que le
duele ver. Sin embargo, el sudor, la tensión y su rostro enrojecido me ponen en una mala posición moral y
hago lo posible para acariciarle sin presionar ese botón que le haga estallar contra mí.
Me ayudo impulsándome de los codos hasta sentarme delante de Kainer. Le tengo a unos tres
pasos, tan cerca y tan lejos que el sentimiento de añoranza deja un rastro de lágrimas en mis mejillas.
Por fin le pongo un escenario a esta viva imagen de él y mía, sin una frontera de rejas que nos ha
separado seis años. Si estaba de buen humor siempre ha hecho lo posible para que no me sintiera sola; ha
estirado sus brazos dentro de la jaula con tal de abrazarme, me ha acariciado, ha puesto una banda sonora
a mis respiraciones cuando dormía, ha masajeado mi espalda o nos hemos quedado juntos durante horas
mirándonos porque no tenía nada mejor que hacer. Kainer no me ha abandonado, a su manera, y ahora que
mi sueño se ha hecho realidad, soy puro papel que se estropeará si permito que me toque.
Se ve tan impresionante sin los hierros que mis sentimientos se han multiplicado. Él ha agachado
su cabeza, me ha pedido unos segundos de descanso, y en vez de tirarme a sus brazos y tratarle como
solía hacerlo cuando salíamos juntos… me quedo inmóvil. Aquí. Sin poder abrir la boca para consolarle,
para traerle de nuevo al mismo mundo del que salimos los dos. Le amo. Le sigo amando y duele no ser la
razón por la cual late su corazón.
—He aparcado fuera. Es urgente que salgamos cuanto antes, — Kainer no sabe conducir. Quiero
preguntarle, necesito preguntarle. Pero no tengo voz. —¿Puedes ponerte de pie sin tropezar? ¿Rishelle?
¿Rishelle, me oyes?
—Eres delgada. Lo harás bien, —se levanta acortando la distancia que nos separa —yo te
ayudaré. ¿Prefieres que cargue contigo? Aunque tienes que acostumbrarte a caminar. Depende de ti, del
empeño con el que trabajes. ¿Rishelle? ¿Rishelle?
Aparto la cabeza para que no vea en primer plano cuan consternada me encuentro. Kainer se ha
agachado, sus rodillas en el suelo me acobardan todavía más. Las palabras me hacen daño, él abre la
boca y diga lo que diga herirá mis sentimientos. Me he convertido en una chica que se ha refugiado en un
habitáculo de medio metro en el que se sentía feliz, ahora que me ha dado la libertad todo me está
asustando. Comenzando con él, y terminando porque hay un vehículo en el que nos iremos. Ha hablado de
irnos, juntos. Juntos.
—Mírame y no me temas. Soy el mismo que te ha sacado, con el que has despertado y el que te
cocinará carne si logramos llegar a la hora de la cena. Él volverá. Ellos volverán. Todo se nos irá a la
mierda si no me ayudas. Yo pongo de mi parte, tú de la tuya. Es importante que tú y yo trabajemos en
equipo. Si no quieres hacerlo por mí, hazlo por él. Tu novio te…
—Detente, no… no metas a nadie más entre tú y yo. Necesito que cargues conmigo hasta abajo.
Las escaleras me harán rodar, apenas tengo fuerza en las piernas.
—Entonces, ¿te subes a mi espalda? —Genial. Como si fuésemos hermanos o amigos del alma.
Maniobra rápidamente indicándome que ponga un pie sobre su pierna y me cuelgue de él. No se
había mostrado tan impaciente y efusivo desde hace un largo tiempo. Suele ser un hombre calmado, lento,
inteligente y observador cuando no se disfraza de insensible.
—¿Rishelle? ¿Te mueves ya o cargo contigo?
—¿Qué plan? —Disimulo arrastrándome hacia atrás en el suelo. Me sorprendo de cuanto echo de
menos estar encerrada, y segura, dentro de la jaula.
—Tienes razón, no confío en ti. De hecho, pienso que algo malo sucederá si salgo de casa
contigo. ¿Podré hacer una llamada?
—No.
—No.
—¿Con mi madre?
—Rishelle.
—Entonces, deja que me adapte. Si tu intención era liberarme te lo agradezco. Ahora, no te… ya
no te… puedes irte si quieres. A veces me has dicho que te soy una carga, que cuidar de tu hermana
pequeña te quitaba tiempo para estar con Tarrah.
—Por supuesto que no, —me recuerdo que es Kainer, tengo que cuidar mi lenguaje —de veras
que lo siento. Si te he ofendido, te pido perdón.
—Disculpas aceptadas. ¿Qué quieres, morir en esta casa y vivir tu vida encerrada en este desván?
Te ofrezco la posibilidad de venirte conmigo. Por favor. No tienes nada que perder. Lo verás con tus
propios ojos. Yo no te esconderé nada. Forzarte es lo último que querría. Me caes bien. Y aunque
interfiera en tus sentimientos, sí, eres mi hermana pequeña. Siempre lo has sido para mí. Venga, hagamos
esto antes de que él se aproveche de mi bondad.
Mis limitaciones no son abundantes puesto que Kainer no tiene intención de dejarme a mi suerte, y
tampoco desea verme envejecer en este desván.
Afirmo menos convencida que antes, pero un poco más considerada con él. Consigue que me
cuelgue de su espalda sin sufrir ningún percance. He ejercitado mi cuerpo mientras estaba en la jaula,
pero mis piernas me fallan si aplico mi peso al completo sobre mis tobillos delgados. Abro mis brazos
de par en par, abrazándole en el trote de su descenso por la escalera del desván.
No miro atrás. No le doy una miserable mirada a la prisión que me ha visto crecer en seis años.
Esas paredes han sido protagonistas de tantas locuras entre Kainer y yo que quiero borrar de mi mente
peleas, agresiones, y noches sin dormir por temor a que me matara. Por otro lado, tampoco me quejo de
todo. Con él he aprendido a ser una chica que ha madurado encerrada entre hierros oxidados. Le he visto
crecer conmigo, hemos tenido conversaciones sobre libros, chicas, y he sentido que el verdadero amor no
se trata de aquellas parejas que salen agarradas de la mano y comparten un helado en verano o una tarde
de abrigos en invierno; se trata de sentir que formas parte de la razón que hace vivir a la persona que
amas. Si tu pareja no encuentra un motivo por el que luchar, tú no encontrarás un motivo por el cual vivir.
Así he sentido el amor con Kainer. Él no podría vivir sin mí, y yo, gozando de mi nueva libertad,
me temo que no querría estar en ningún otro lugar sin su compañía. Es mi único motivo por el cual vivir.
El olor a podrido provoca que ahogue mis tosidos en su camiseta. No he querido mirar el
recorrido por la casa porque los recuerdos de Alyelle me matarían, los nuestros propios también. Kainer
se ha parado, ha movido su cuerpo susurrándome que salte y consiga ponerme en pie. Ya me estoy
resbalando lentamente por su espalda, con mi cara pegada a la prenda que se traga mi aliento.
—Abre los ojos y sígueme. El olor nos matará a los dos. Vamos.
Empuja mi cuerpo cambiando de sentido. La acción me obliga a parpadear y a poner luz y color a
una casa que ya había olvidado. La puerta principal está sellada con láminas de madera, una encima de
otra. Antes de encerrarme en el desván pensé que era su nueva afición, nunca se me pasó por la cabeza
que pretendía privarme de mi libertad. Aquel día no recogimos a Alyelle del colegio y llevo ese
momento clavado en mi corazón.
—¿Por qué bloqueaste la salida principal? —Ha colocado más láminas en la ventana y en algunas
partes de la pared. Supongo que se vendrían abajo con el cambio climático. Pero eso no es excusa. Su
intención era encerrarme y ya que no puedo moverme le amenazo con mi mirada.
Los rincones han sido maltratados por la furia de Kainer. ¿Se dedicaba a esto cuando se iba del
desván? Los muebles desmejorados están desmontados, el sofá está rajado, las paredes repletas de
agujeros… y el suelo… el suelo ha tenido años mejores. Por no hablar de que huele a algún producto
tóxico. Esta ha sido una casa que albergó a una familia, un poco diferente, pero una familia que lo intentó.
Así ha quedado mi verdadero hogar. Mi hermana, Kainer y yo fuimos muy felices aunque nuestros
padres no se ocuparan de nosotros. Ya es oficialmente una casa abandonada que forma parte de este
vecindario.
Una pierna responde mejor que la otra. Cojeo brevemente porque la izquierda me falla, es la
culpable de que no pueda repartir el peso de mi cuerpo en ambas extremidades. Jamás llegaré a la salida
sin su ayuda, y a juzgar por su mirada entristecida al visualizar mi descomposición en mi intento, él
también se ha dado cuenta. Lo sabe. Sabe que no podré salir de casa corriendo si ese fuese mi plan.
—Como antes, ¿entendido? Es importante que aguantes la respiración. Sobre todo ahora.
La brisa congelada me desconcierta cuando Kainer hunde sus pies fuera de casa. La nieve cae a
montones en invierno, en grandes cantidades, y más en vísperas navideñas. Ha forjado un camino
utilizando la pala que veo apoyada en el jardín. Parpadeo adaptándome a la claridad que rebota en las
pequeñas montañas de nieve. Acomodada, me agarro mientras brinco débilmente y me regaño por no
tener la fuerza que necesito para andar sin su ayuda.
Entreabro los ojos divisando la fachada lateral de casa completamente malograda, todavía no
entiendo cómo se ha mantenido en pie durante tanto tiempo. Por dentro no es mucho mejor, pero sigue
siendo un hogar familiar.
Deslizo mi cabeza hacia un lado para mirar lo mismo que él, y veo una furgoneta de color azul
marino aparcada en la carretera. Echo un vistazo rápido a la calle desolada, sin coches, sin un alma
alrededor. Nadie ha oído nuestros gritos, nadie ha supuesto que Kainer me ha encerrado durante seis
años. Nadie me ha echado de menos.
—¿Es tuya?
Carga conmigo abriendo las dos puertas traseras de la furgoneta y me suelta despacio. No es más
que un vehículo. Aquí atrás hay mantas, una caja de cartón y otra con herramientas.
—¿Sabes conducir?
—Enseguida vengo. No te asustes. Tengo que asegurarme de que las cadenas realizan su función.
La carretera no nos dará problemas, pero si se hace de noche puede que nos quedemos tirados en mitad
de la nada.
Arrastro mi cuerpo para asomarme por la ventana. Kai se ha agachado, va de una rueda a otra
hablando solo. ¿Aprendió a conducir? ¿De quién es este vehículo? ¿Adónde iremos?
Cuando ha comprobado lo que sea que hiciera con las ruedas, cierra las puertas traseras y se sube
en el asiento del conductor. Frota sus manos alentándolas con su propia respiración.
—¿Te apuntaste a una autoescuela o das por hecho que sabes conducir?
—¿Pasarás el camino ahí atrás criticando lo que haga o te sentarás a mi lado? Necesito un poco
de compañía. Saca un libro de la caja.
—¿Qué te pasa?
—No.
—¿Por qué están húmedos tus ojos si no estás llorando?
—La luz.
—¿Me mientes?
—Sí. Nos hemos entretenido. Ah, y no te preocupes por tu pierna. Cuando lleguemos me
encargaré de recordarte cómo se camina. Léeme de todas formas, estaré por aquí conduciendo.
—¿Rishelle?
—¿Sí?
- CAPÍTULO DOCE –
Rememoro las escenas del día de ayer en el que la carretera y la furgoneta fueron nuestras únicas
compañeras de viaje. La lectura fue alucinante, tanto, que repetí en voz alta la historia ya que Kainer se
encontraba de muy buen humor. Él no habló conmigo como quería, sus sentidos iban destinados a la
conducción. Su velocidad era estable, a veces se quejaba de los otros coches que nos frenaban en una
cola, y otras solamente permanecía en silencio mientras que yo nos leía en la parte trasera.
Con el paso de los kilómetros nos fuimos alejando el uno del otro. Él opto por el silencio y yo
por leer sin prestar atención a mis palabras; temía que cambiara de repente y me dejara en mitad de la
nada sin provisiones ni nadie alrededor. En el atardecer encendió la radio, yo abrí un paquete de galletas
saladas y me rendí durmiéndome con el ronroneo del motor rugiendo debajo de mí.
Arrastro mi cuerpo hasta los asientos delanteros, la pierna izquierda ha mejorado pero aún me
duele el pinchazo en la cadera. Diviso un precioso paisaje vestido de un blanco radiante por
consecuencia de las fuertes nevadas en mi país. Veo montañas, árboles y… a Kainer. Acaba de cruzarse
por delante, no ha respondido a mi tierna sonrisa matutina.
Rodea la furgoneta, cuento los pasos reteniendo la respiración en mis pulmones y abre las dos
puertas traseras permaneciendo inmóvil con sus ojos taladrando los míos. Ahí, en su postura de hombre
alfa y maduro que controla lo que le apetece, dictamina quién manda ahora y quién no tendrá la
amabilidad de cortejarme hoy.
Agacho la cabeza mostrándole respeto, un mal uso de cualquiera de mis gestos y él podría
malinterpretarme. Kai, cuando le apetece, es un hombre atento, cordial, agradable… pero si saca su mal
genio y me observa idénticamente como ahora, a mí no me quedan otras opciones extras que rendirme
ante su voluntad.
—Te cargaré, —una señal de su mano me obliga a deslizarme hasta el borde donde él me está
esperando —¿por qué gateas?
Esa pregunta ha sonado tajante. La voz le ha cambiado. Es ruda, dura, grave, terrorífica.
—¿Te ha golpeado?
Sorprendida, trago saliva adaptándome a su severa manera de hablarme. Creo recordarle siendo
delicado incluso cuando es un capullo. Él no fuerza su garganta amenazándome con su voz. Si grita se
deja el alma, si se enfada o tiene uno de esos días en los que me insulta, él no deja de ser mi Kainer. El
mismo Kainer de siempre.
—Pelirroja.
Kainer agiliza su acto cogiéndome en brazos pero le golpeo suplicándole que me suelte.
—Dentro.
Su voz autoritaria, digna de un robot, me condena a rendirme tragándome mis ruegos que han
salido agudos desde mi boca. Él ignora mi sufrimiento aunque se mueve rápido. He cerrado mis ojos
colgándome de su cuello, huele a hombre como los amigos de mi madre. Odié ese tipo de olores en una
casa donde vivía tres niños, en la actualidad soy adicta a su aroma, a cualquier aroma que provenga de su
piel.
Despego mi cabeza de su cuerpo cuando pasamos la entrada hacia una cabaña. Al menos, es lo
que aparenta aunque su espacio sea reducido. Kainer nos ha frenado, incluso me gira a un lado
estratégicamente para apreciar detenidamente el rincón a nuestra derecha donde hay una cocina antigua
junto a una mesa en la que cabrían seis personas. Repite el movimiento pausado hacia el lado opuesto,
avanza un paso, y me enseña un cuarto de baño sencillo. No he visto uno en años. Más adelante se halla el
resto de la cabaña entrañable. En la derecha, una pared separa la cocina de una cama con capacidad para
dos. Es custodiada por una cabeza de reno colgada en lo alto como cabecero. Una chimenea situada
delante de nosotros calienta el ambiente. Un sofá a nuestra izquierda invita a que nos sentemos ya que
está perfectamente tapizado y los libros ya adornan la pared del fondo colocados en estanterías viejas de
madera.
Estamos en una cabaña de estilo campero que incita al descanso. Sientes la calidez y cada detalle
está cuidado. Afuera hace frío, nieva, y el invierno es perfecto cuando disfrutas un lugar como este.
Pocas veces me olvido de que es Kainer, y con él siempre estoy en alerta. Una palabra, un gesto o
una acción equivocada determinarían sus próximas horas. La voluntad de mantenerle el máximo de
tiempo conmigo me obliga a tragarme mi orgullo, soportando el dolor como puedo.
—¿Baño? ¿Tila?
—Agua.
—Dame unos días para adaptarme a usar mis piernas de nuevo. ¿Me atarás?
—No.
—No.
—Entonces, creo que me recuperaré. La espalda me duele, la cadera me mata. Soy basura ahora
mismo. Me pondré bien.
Kainer se distancia de mí aún con sus ojos puestos sobre mi postura cómoda. A él le está pasando
factura la tensión con la que carga. Le noto la rigidez desde aquí, y casi oigo todos sus pensamientos
arrepintiéndose por verme así.
Detesto darle espacio para que piense, su imaginación vuela y es mi responsabilidad traer su
atención.
Su entrecejo se ha unido. Su enfado es cada vez más notable. Mis fuerzas son escasas, no podría
lidiar ahora con él. ¿Qué le pasa? Parece que verme tirada le está creando algún trauma. Hago un enorme
esfuerzo sentándome en la cama.
—¿Él te ha herido?
—Kainer.
—¡Responde! —Se está alterando. Es lo último que me faltaba después de pasar un día y una
noche dentro de una furgoneta. Estaba acostumbrada a dormir entre edredones y con una almohada. Mis
huesos no están demasiado agradecidos conmigo. —Pelirroja. ¿Te ha herido él?
—¿Quieres la verdad?
—Por supuesto —da un paso decidido hacia delante. Su rostro se ha arrugado. Ha crecido tan
bien que se ha convertido en un hombre apuesto. Le echo tanto de menos que ya ni siquiera sé si estoy
enamorada de él o de un chico tímido que me abandonó tras encerrarme en una jaula.
—¡YA BASTA!
—Es verdad. Mis alas son imaginarias en tu mente, idénticas a las de un pájaro. El hogar de un
pájaro es una jaula. Me has encerrado en una durante seis años.
He llegado al borde de la cama colgando mis piernas. Crujo mis manos, cuello y cintura. La
sensación destroza mi espalda, siento la tirantez apuntalar cada músculo de mi cuerpo, pero tengo que
acostumbrarme.
Acaba de arrodillarse muy cerca de mí, acorralándome con sus enormes brazos estirados. Se ha
quitado el abrigo lanzándolo al suelo. El brote seguía las pautas usuales en él hasta que ha activado algún
botón invisible que le ha traído hasta mí.
Tiemblo.
—Él es…
—¡Habla!
—¿Ha sido él? ¿Os traéis entre manos un plan para destruirme?
—Por siempre juntos. ¿Recuerdas? He echado mi vida a perder por estar contigo.
—Te odio.
—Ódiame cuanto desees, mi vida. Nunca te abandonaré.
Cierro los ojos asintiendo por la reacción en cadena que echaba de menos en Kainer. Está
sufriendo un brote como consecuencia de su propia mente. Ha lanzado los libros por la cabaña, está
destrozando el sofá, y se encamina rápidamente para cargar contra la mesa de madera. Las pocas
pertenencias se verán perjudicadas si no trato de averiguar cómo tratarle ahora que no nos separa unos
hierros oxidados.
Convulsiona agitando la cabeza. Seco mis lágrimas usando mi jersey como pañuelo y le observo
detenidamente desde la cama. Kainer despierta en mí una clase de ternura que no había sentido jamás.
Hasta el día de ayer era imposible hacer mucho por él porque estaba encerrada en la jaula, pero ahora
soy libre. Soy libre y tengo que atenderle como se merece. Tal vez solo esté llamando la atención. Él
necesita ciertos cuidados que nadie en el mundo le dará, excepto yo.
Cojeo olvidándome del dolor y me derrumbo a su lado. Palpo su mejilla añorando al viejo Kainer
que echo mucho de menos. Está consciente, pestañea sacudiéndose y me aparto para no molestarle.
—¿Rishelle? ¿Qué ha pasado? —Echa un vistazo a su alrededor negando mientras apoya las
palmas de sus manos en el suelo, —vaya, ha sido él. ¿Cuándo ha vuelto? No he podido… él es incluso
más fuerte.
—Sí. Duele un poco pero cada vez menos —le miento. Cojeo y no puedo evitar andar de otra
forma, —pensé que no volverías conmigo.
—¿Te gusta?
—Mírame, ¿me ves envuelto en una fortuna? Anda, permíteme que te enseñe la cabaña.
Se levanta de un salto tendiéndome la mano. La sangre chorrea hasta sus dedos, a él no le duele.
Ignora que se haya autolesionado. Es como si formara parte de su personalidad. Se siente bien
ensangrentado.
—Espero que haya un botiquín —me dejo ayudar sin apoyar la pierna. Él se da cuenta.
—Hazlo.
Aún dudo si eso se sentiría como la verdadera libertad, o simplemente sería una excusa de mierda
para abandonar mis responsabilidades. Mis miedos. Miedo a vivir con un hombre que no me amará como
yo a él, miedo a enamorarme cada día más, miedo a tratarle según su cambio de personalidad, miedo a
hacer crecer esta relación, miedo a acostumbrarme a esta clase de amor, y miedo a… a que se me escape
de las manos.
Su voz se ha apagado tan pronto ha observado la gravedad de mi problema. Seis años en una jaula
han mutilado mi pierna, una consecuencia que morirá conmigo si no me ve un médico y hace lo posible
por salvarla. De hecho, la siento, la noto moverla hacia un lado y otro, pero no puedo caminar con
propiedad sin cojear. El peso de la pierna me imposibilita avanzar, sin contar con el dolor punzante de mi
espalda.
Resguardo los mocos dentro de mi nariz secándome las lágrimas. Al darme la vuelta, Kai ha
evitado mirarme a los ojos y ha salido de la cabaña cerrando la puerta tras un breve golpe. Le nombro
cojeando hasta el manillar que no gira. Ha bloqueado la salida. La cabaña no dispone de otra salida que
no sea la puerta. Es entrañable, pequeña y sin ventilación alguna.
—Kainer. Vuelve. No me duele. No duele, cariño. Todo nos saldrá bien. Lo prometo. Los dos
estaremos juntos, por siempre.
Abro el grifo sonriendo por sentir el agua caliente. Era una cría cuando fue la última vez que me
di un baño espumoso y relajante. La bañera no pasa por sus mejores momentos, incluso la oxidación de
los extremos no invitaría a un comprador, pero a mí me basta. Miro el fondo del inodoro, lo toco
agachándome porque echaba de menos un baño; hacer mis necesidades en una bolsa o botella no ha sido
agradable. También abro el grifo del lavabo, es gratificante. El cuarto de baño no está diseñado para ser
parte de una bella cabaña, aunque para mí es suficiente.
Salgo rápidamente echando un vistazo alrededor, bajo la cremallera del bolsillo y saco el reloj
escondiéndolo detrás de unos libros que han sobrevivido a Kainer.
Regreso al baño desnudándome apurada para sumergirme dentro de la bañera. He cerrado el grifo
porque el agua caliente se agotaba. Me tapo la nariz con mis dedos hundiéndome hasta que Kai me
devuelve a la cruda realidad sujetándome por el brazo.
—Entonces avísame.
—¿Gritar? ¿Es así como nos comunicaremos? Anda, —sonrío sinceramente enrojecida —¿por
qué no entras en la bañera conmigo? Hace seis años que…
Él cree que soy su hermana, me pregunto si se habrá olvidado de aquellos años en los que ambos
nos enamoramos. O quizá exageramos las cosas porque no teníamos a nadie más. Lo que sentí lo sentí de
corazón, no me arrepiento. Hasta el día de hoy sigo enamorada de Kainer, este amor me está matando
tanto como a él su enfermedad. Pero le quiero. Y me será inevitable caer en la tentación de no
expresárselo.
—Rishelle.
—Dime, hermanito.
Aparece en el baño con ambas cejas elevadas. Ha hecho una mueca que ya reconozco. Se adentra
lentamente sin mirar más allá del agua cristalina.
—¿Hermanito?
—Tu pierna.
—¿Te repito lo mismo que le he dicho a él? —Afirma intrigado mientras se voltea porque he
salido de la bañera, —Kainer, mírame. Por favor.
Escurro mi pelo en el lavabo y él me entrega una toalla. Continúa sin mirarme porque se
avergüenza de mí, de nosotros dos siendo algo más que amigos.
—Lo de siempre.
—No actúes como un hombre despreocupado restando importancia al asunto. Kai, ¿te das cuenta
de lo que sucede?
—Más o menos, —huye del cuarto de baño y le sigo anudándome la toalla —y no le resto
importancia. Tan solo déjalo estar. Estoy contigo, ¿no? Yo te protegeré de él.
—Kainer, préstame atención —me ha dado la espalda pegando sus manos en lo alto de la
chimenea, —Kainer. Por favor. Sigo aquí. Los dos seguimos aquí.
—Rishelle, —su mirada conservadora y sólida me preocupa. He vivido un mundo entero con este
hombre que presume de hermano mayor —es mejor no hablar de ello. Por su bien. Por el bien de todos.
—Todos. Vale, tranquila Rishelle —los nervios me descomponen y cojeo hasta la cama.
—Y los míos.
—Pelirroja, él te…
—Basta, —suelto el llanto que contenía —no hables más de él. No te dirijas a nadie más como él.
Él eres tú. Tú, Kainer. Tú fuiste mi novio. Tú no eres mi hermano. Tú me encerraste en una jaula. Tú me
has liberado. Tú has encontrado esta cabaña. Tú has preparado todo esto para mí. Tú vienes y vas cuando
te conviene. Tú me has arruinado la vida. Qué menos ser educado y tener la decencia de escucharme si
me apetece hablar.
—Rish…
—Si… da igual.
—No, insisto. Habla. Hablemos —se ha arrodillado justo como antes de sufrir un brote de
convulsiones y autolesiones.
—¿Tú y yo?
—Hace quince minutos estábamos en esta misma posición. Tú has pensado que alguien y yo
queremos eliminarte porque eres un estorbo.
—¿Lo soy?
—Kainer, por el amor de Dios. ¡No sigas! Dile a la vocecita de tu cabeza que no quiero ni un
juego más.
—Hermanos, —sonrío aireándome la cara mientras aparto el pelo que cae sobre ella —si somos
hermanos, ¿por qué quieres empezar de nuevo?
—Correcto. Sigamos por ahí. Si soy tu hermana, ¿por qué no has hecho nada por abrirme la jaula
que me ha tenido presa durante seis años? He tenido mucho tiempo libre para pensar. Es un concepto que
deseo aclarar contigo aprovechando tu generosidad. Es bueno que charlemos. Y también es bueno que me
cuentes la verdad.
—¿Te agobio?
—Mucho.
Hiperventilo cuando sale al exterior. Levanto mi brazo comprobando el temblor de este y muevo
mis dedos porque los siento encajados.
Ha sido intenso. Ha sido rápido. Ha sido mucho peor de lo que ideé en mi cabeza.
Prosigo con mi idea de hablar abiertamente de su enfermedad. Sin historias inventadas o mentiras.
Pretendo obligarle a rememorar aquello que cree haber olvidado y aquello de lo que no se hace
responsable. En mis planes cada palabra que pronuncio provoca un efecto positivo en él y todo surge de
maravilla. Kainer asiente aceptando la realidad, se deja ayudar y poco a poco le convenzo de la situación
horrible por la que está pasando. Desde sus cambios constantes hasta las heridas que se provoca.
A pesar de que parece fácil intentar controlar la mentalidad de un hombre más fuerte que yo,
física y psíquicamente, siempre acabo encontrándome con una coraza de hierro destruible. Son las
primeras palabras cruzadas que ambos tenemos al respecto. En la jaula me era imposible ya que
dependía de él, pero eso ha cambiado, estamos lejos de la ciudad, solos y su amabilidad me da
esperanzas para atraerle a mí.
Mis planes tendrán que fluir teniendo en cuenta otros factores con los que no contaba, de todos
ellos; sus brotes son los que más me preocupan.
—¿Has comido con él?
Cierra la puerta con llave y la pone detrás de esta. Un mensaje que para mí vale millones, él no
tiene intención de encerrarme en la jaula. Dice mucho de los posibles avances que realiza sin mi
aprobación, quizá se me escapan detalles importantes, o me envía mensajes en clave que no descifraría
aunque me empeñara en ello.
—Me lo temía.
—En el armario.
—Exacto. Cocinaré mientras te vistes. Utiliza el baño para ello, por favor. Nadie querría ver el
cuerpo desnudo de su hermana pequeña.
—Ojala fuera tu hermana pequeña, —le sonrío cojeando hasta el armario empotrado —yo no
daría una mierda por mi hermano mayor y si no estuviera enamorada de ti te hubiera matado.
—Pelirroja, —levanta la mano —basta con ese término. Somos hermanos. Enamorarte de mí es
un delito que te quemaría en la hoguera. El libro que leímos sobre…
Le cierro la puerta del baño en la cara. Le he ignorado cogiendo rápidamente dos prendas
dobladas que arrugo en mi mano. Espero intrigada hasta que oigo ruidos en la cocina. Por no sé cuántas
veces ya, suelto el aire contenido premiándome por mi valentía. Cada decisión que tome con Kainer
determinará su enfermedad, pero tengo la sensación de que nuestro destino se halla tanto en sus manos
como en las mías.
Él tiene que ser fuerte. Yo tengo que estar preparada para cada hombre que tenga el honor de
presentarse ante mí.
Al fin de cuentas. Sigue siendo Kainer, mi mejor amigo, mi hermano y mi novio.
El pantalón de pana color pastel me queda enorme, al igual que la camisa de cuadros del mismo
tomo. Culpo a mi aceleración de antes porque he cogido prendas de hombre. Kai se vería imponente
embutido en esta ropa, yo no. Tampoco me importa aparentar ser una chica guapa o acicalarme, él me ve
como su hermana, es el único concepto del que se acuerda perfectamente sin ayuda.
Descuido mi pelo pasando las yemas de mis dedos entre este, y salgo viéndole de espalda
mientras cocina. Su organización con los platos, cubiertos, cacharros y demás me sorprende. Lo tiene
todo alineado por tamaño, forma y uso. Le observo durante varios minutos en silencio, me fascina la
forma en la que trabaja ausente de todo. Él me ha alimentado muy bien durante seis años. Me gustaría
preguntarle algún día cómo se las ingenió para hacer funcionar los aparatos de la vieja casa.
—Ah, ¡ya estás aquí! Huevos, bacon, pan, mantequilla, mermelada y la especialidad de la casa;
queso.
—Se ve delicioso —ha señalado la comida acorde a su forma de verla. La cocina, a pesar de que
es antigua, parece reluciente porque se implica en la perfección que sólo él comprende.
—Tenemos provisiones para los próximos dos meses. Cuando llegue la primavera bajaré al
pueblo a por más. Podemos comer lo que queramos. Yo también estoy hambriento.
Le premio gratamente en silencio por su actitud positiva y cordial conmigo. Me sirve toda la
comida en un plato viejo, pero limpio. Procuro no reírme delante de él ya que utiliza moldes para que
nada se toque entre sí. Es estricto separando los alimentos. El queso se está fundiendo por el calor del
huevo, recapacita y lo posiciona bien lejos, recoloca el bacon y mueve despacio las dos rebanadas de
pan tostado. Ya satisfecho, pone delante del plato la mantequilla y junto a este el de la mermelada. Se
mueve tan astutamente, y parece tan concentrado, que intervenir en su manía sería descortés por mi parte.
Jamás le había visto tratando así la comida, con tanto cariño y delicadeza. Tanto Alyelle como
Kai confiaban en mi capacidad de administrar lo que cogía del instituto, ambos estaban de acuerdo
conmigo y que fuera yo la que controlara nuestra alimentación. Si él me hubiera dicho que se desenvuelve
bien en la cocina quizá no hubiéramos pasado tanta hambre.
Abro la boca recordando todas las veces que se ha quedado embobado mientras yo comía dentro
de la jaula. Su pose era de macho alfa, colgado de los hierros superiores y de los frontales que se
malograron mucho más que los otros. A veces me daba vergüenza comer sin él, pero era obligatorio. El
Kainer agradable sólo tenía una misión; alimentarme y no quejarme por su forma de cocinar.
Opto por usar uno de los tres tenedores que ha colocado encima de una servilleta, Kainer me pilla
mojando el utensilio dentro de la mermelada.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —Se sienta lejos de mí, en el otro extremo de la mesa.
—¿Qué ocurriría si revuelvo el contenido del plato? —Le amenazo sonriente apuntando el
tenedor hacia la comida.
—No lo hagas.
—¿Por qué?
—Rishelle.
—El tenedor.
Se pone en pie viniendo directo hacia mí, hacia el plato. Yo lo interpreto como diversión en
estado puro. Le he imitado, me apetecía correr por la cabaña para recordarle que una vez fue un niño.
Pero me he caído de la silla. El dolor punzante no desaparece ni aunque me mentalizase de lo contrario.
—En la espalda, lumbares, cadera… todo en conjunto hasta los dedos de mi pie.
—Rishelle, me temo que no. Caen cinco centímetros de nieve cada minuto.
—Kai, eras tú, —llevo mi mano a la suya y decide finalizar con el masaje —anoche, esta mañana,
ahora… eres y serás tú.
—La furgoneta está guardada. Hasta la primavera nos será imposible salir al exterior si no
queremos morir congelados.
—¿Hablas en serio?
—De corazón, —mira al plato señalándolo —come. Y por favor, que no se repita más ese
embrollo que has cometido.
—Kainer, no me ignores ahora mismo. ¿Qué sucedería con nosotros dos si nos surge una grave
urgencia?
—Hablo de magnitudes más serias. ¿Y si se incendia la cabaña? ¿Y si nos quedamos sin comida?
¿Y si…? —Cierro los ojos regañándome por esto, —¿y si él regresa y arrasa con todo? ¿Qué será de ti y
de mí?
—Cuidaré de ti, Rishelle. Nunca te pasará nada malo. Te he sacado de la jaula, ¿no?
—Eso no dependía de mí. Come, por favor —se sienta de nuevo metiéndose un trozo de bacon en
la boca.
—Kai, piensa. Haz uso de tu cerebro. Aislarnos en la cima de la montaña nos creará más de un
problema. A mí me crearás problemas.
—¿Por qué tan negativa hoy? —Su mirada es cálida, su voz grave.
—¿Yo? ¿O él?
—Tú. Los dos. Los tres. Los cuatro. Los quinientos tú.
—La comida.
Ha bajado la cabeza dando por finalizada la conversación. Su plato, perfectamente ideado para
que nada invada el espacio contrario, se vacía al igual que el mío en un desayuno almuerzo un tanto
distinto si tengo en cuenta que estoy sentada en una mesa y no dentro de una jaula.
Es pronto, sí, aún es pronto para presionarle. Necesitamos adaptarnos a la cabaña, reducir mi ira
contra un hombre que no se merece mi mal humor puesto que él es gentil conmigo. Si yo le…
—¿Él?
—¿Quién si no?
—He acabado.
Él no es consciente de que ha roto un plato mientras habla. Tampoco sabe que ha hincado el
tenedor en su mano y está pinchándose.
—¿Qué libro quieres leer? —Cojeo apurada abriendo uno que he visto tirado en el suelo, —
Kainer, aquí, aquí cielo. ¿Por qué no te sientas en el sofá? Ven.
Muerde su puño enrojecido, inflando las venas de su cuello. Se ha deshecho del tenedor. Sangra.
Rodea la mesa viniendo hacia mí. Hace una pausa apoyando sus manos en las rodillas. Grito como una
histérica insonorizando mi voz. Kainer no me oye porque soy incapaz de abrir la boca.
Acudo a consolarle porque se ha derrumbado frente a la nevera. Ha volcado sin querer la silla en
la que estaba sentada, si no me hubiera levantado él hubiera llegado a mí.
—¿Qué hago? —Intento impedir que se golpee la sien, —¿leo?, ¿cocinamos?, ¿comemos otra
vez? Dime, por favor.
Le sostengo la cabeza con ambas manos para sentir el momento exacto de su desmayo. Él está
siendo fuerte. Lucha porque convulsiona, mueve sus extremidades en el aire. Soy una gran experta en
esquivarle.
—Mi amor, respira. Estoy contigo. ¿Dónde están las llaves de la furgoneta?
—No sé conducir, —sonrío tragando saliva —por eso te necesito. ¿Permitirías que él nos llevara
a un hospital? Ya sabes, por la pierna.
—Rishelle. Rishelle…
Las lágrimas inundan mis ojos. Su fuerza es superior a la mía y la evidencia provoca que se me
resbale la cabeza de mi sujeción. Se retira rodando por el suelo, mutilándose y torturando mi sensibilidad
que le observa detenidamente.
Cojeo persiguiéndole como una desesperada hasta que convulsiona clavado en el suelo.
Abandono mi torso posicionándolo sobre el suyo. Me dejo caer llorando mientras procuro
apaciguar sus males.
—¿Estás llorando?
—¡Odio que llores, pajarillo! ¡Lo odio maldita zorra! ¡Apártate de mí, no quiero que tus zarpas
me toquen!
Le obedezco secando mis mocos con mi camisa. Le miro a los ojos, no brillan ni tampoco dan una
mierda por mí. Me odia. Kainer me odia.
—Tú.
Tira de su pelo, y yo me recuerdo que podríamos llegar a las manos si le altero. Por eso, me
convenzo de que un buen hombre se ha marchado y que otro, infinitamente insoportable que me desea la
muerte, será mi acompañante.
—Una cabaña —tengo que tapar mis orejas. Pone todo su ímpetu en gritar.
—¿Bacon?
- CAPÍTULO TRECE –
Anoto nuevos datos en una hoja en blanco del libro que protege el reloj. Asumo que es mi
obligación plasmar las características, rasgos y funciones de la evolución de su enfermedad. Describo al
detalle indagando en los constantes cambios, el tiempo de duración, las palabras que le han podido
afectar y cada gesto singular que le conduce de lleno al desmayo.
La idea de redactar su personalidad nació hace seis años cuando supe que no saldría de la jaula
tan fácilmente, pero Kainer se negó a darme algo con lo que escribir por mi seguridad. No confiaba en sí
mismo como para ofrecerme un complemento puntiagudo que me indujera a un ataque directo hacia él o
hacia mis venas.
Se encuentra afuera investigando los alrededores de la cabaña. No contento con estar aquí
conmigo, ha intentado inventar un drama imaginario para que ambos discutiésemos. En cuanto ha
comenzado a gritarme con los brazos en alto y a acusarme insultándome sin sentir lastima, yo me he
escondido en el cuarto de baño y acto seguido él ha salido refunfuñando lo jodido que es soportarme.
Leo la última frase repasando el portazo que ha dado antes de desaparecer. Ya satisfecha, firmo el
texto añadiendo mi nombre junto a mi apellido, y cierro el libro ajustándolo entre otros dos más.
—¿Para eso quería la furgoneta el muy hijo de puta? ¡Lo mataré! ¡También lo mataré!
Kainer entra pisoteando el abrigo que se quita mientras he brincado gracias a su aparición tan
aparatosa. Disimulo frotándome las manos cerca de la chimenea sin hacer contacto directo con sus ojos
porque le sienta mal, piensa que le desafío.
—¿DISCULPA?
Cierro un ojo esperándome un golpe por la espalda o en la cabeza, pero no, Kai agarra mi hombro
para que estemos cara a cara. O mejor dicho, pecho a cara. Elevo mi cabeza hacia atrás y le fulmino con
mis dos ángeles azules que también intimidan si me lo propongo.
—¿Se puede saber qué mierda ocurre? ¿Por qué estamos en una puta montaña, rodeados de nieve
y en esta cosa? ¿POR QUÉ?
—¿Quieres saberlo? —He perdido la cuenta de las veces en la que me he repetido. Kainer no
tiene el poder de su mente, pero yo puedo ayudarle a recordar.
—¡HABLA!
—¡Que hables!
—Has sido tú. Tú has planeado esto. Has comprado esta cabaña porque no soportabas que me
pudriese en una jaula. Has trabajado por los dos sacándonos de una casa que estaba a punto del derrumbe
y has conducido hasta nuestro destino.
—El secreto de la vida se halla justo aquí, —toco su corazón sonriéndole —pero no eres lo
suficientemente hombre como para descubrirlo.
Mi corazón se encoje al verle empuñar un cuchillo, pero se arrepiente y elije golpearse la cabeza.
Es el momento de intervenir.
—Kainer, mi amor, —cojeo acercándome a la cocina —se acabó. Te has hecho sangre, te has
desfogado y te has torturado.
—Bueno, —me río fingiendo que no me duelen sus palabras —yo también te odio.
En tres pasos se pega casi a mí, ha usado su dedo índice para amenazarme. Le he creído. Aunque
sea Kainer, él me aplastaría si su mente le diera la orden a su cuerpo. Es un hombre que ha crecido en
volumen debido a sus ejercicios diarios. Casi seis años subiendo y bajando de una barra colgada en el
desván. Por no hablar de cuando amontonaba láminas de madera en grandes cantidades y las movía como
si fuesen plumas.
Me obligo a retroceder disimulando que nada grave sucede. Kainer no se acordaría de los
pequeños detalles y tengo esa carta a mi favor.
Frunce el ceño señalando mi pierna. Abre la boca, la vuelve a cerrar y la vuelve a señalar. He
cojeado porque me es inevitable desplazarme de cualquier otra forma.
—Antes me lo has preguntado. Pero te lo volveré a repetir. No me importa repetírtelo otra vez.
Me duele la pierna desde ayer que me sacaste de la jaula. El dolor irradia desde mi espalda hasta los
dedos del pie. Un hormigueo y unos pinchazos insoportables.
—¿Te has quedado coja? —Aguanta una carcajada, su rostro enrojecido ahogándose me lo
confirma, —¿coja? ¿Ahora tengo que hacerme cargo de una coja? ¡No me jodas!
—Inténtalo. Inténtalo. ¡COMO SI FUERA TAN FÁCIL! ¡Eres una maldita desgraciada!
—Porque. Te. Odio. —Finalmente estalla en risas. —Y te odiaré mucho más porque serás una
carga. ¿Qué mierda tengo que hacer contigo cuando no andes? ¿Fabricarte una rueda móvil que te lleve al
baño? Es. Al. Único. Puto. Sitio. Dónde. Tú. Irás. ¿Nos entendemos o tengo que ponerte esa carita de niño
bueno para grabártelo en tu puto cerebro?
—Si te odias por ser un hijo de puta no me eches mierda. Yo no tengo la culpa de que tu vida sea
tan desgraciada como la mía.
—No.
—Pero.
—Hazme un favor. Hazme un favor y hazlo tú antes. Pero lárgate de la cabaña. Viviré un millón de
veces mejor sin ti.
Grita envuelto en ira apuñalándose la cabeza. Da vueltas sobre sí mismo mientas se rasga la piel
de los brazos.
Desconozco los términos exactos que debería usar cuando se convierte en este capullo. Él y yo
nos odiamos, nos llevamos a matar. Insultarnos, discutir y enfrentarnos forma parte de todo lo que
conlleva tratar con esta personalidad. Querría anotar cada uno de mis pensamientos para que no se me
olvidara nada, pero sería arriesgado con Kai delante.
—Vale, pero hazlo en tu mente y a mil kilómetros lejos de mí. ¿Quieres que te enseñe lo que
necesitas saber para conducir?
A pesar de que comparta a viva voz lo mucho que me odia, yo también sé manejar bien la
situación después de seis años conviviendo con Kainer.
—Follaremos si nos vamos juntos a la ciudad. Tú, yo, el paraíso blanco, la carretera y un destino
hermoso. Lo pasaremos bien.
—En absoluto. Créeme, seis años de abstinencia. Lo deseo tanto como tú. Pero no así, ni aquí. Tú
te has ido por ahí a follar, —lo recuerda y se siente orgulloso —yo no. Porque a veces piensas que eres
mi hermano mayor. Y no lo eres.
—Te sientes triste por lo de Tarrah —me apoyo en la pared que divide la cocina del resto de la
cabaña. Él se ha tranquilizado, que era lo que pretendía.
—¿Tarrah? Estaba buena. Tenía un buen polvo. ¡Y que polvo! Pero no es mi tipo. Ella y yo no…
para él sí, para mí no.
—Me hablaste mucho de ella. Estabas enamorado hasta la médula, pero lo dejasteis.
—¡Joder! ¿Tengo que aguantar la charla? Yo no soy de hablar, yo te odio. Te soporto por
obligación, no por placer.
—Cuéntame algo que no sepa —se sienta en el borde de la cama mientras cojeo hacia él. A mitad
de camino freno porque se está riendo de mí. Llena mis ojos de lágrimas que no puedo guardar dentro y
me escondo en la cocina. —Pajarillo, tal vez ya va siendo hora de que vueles y no andes.
Kainer no oculta sus carcajadas sonoras burlándose de mí. Se derrumba tumbándose en la cama y
repite gritando que soy una coja.
Lloro en un rincón de la cocina alejada de él. Mis lágrimas mueren en el viejo fregadero, me
sostengo porque procuro ser más fuerte que los dos juntos, pero hiere mis sentimientos y no puedo evitar
sentirme afectada por sus acciones conmigo. Nunca he hecho demasiados avances con este Kainer
estando en la jaula; siempre que discutíamos yo fingía dormir y él salía a follar por ahí con cualquier
chica. Luego me lo contaba todo para hacerme daño.
Los minutos que pasamos separados nos vienen de maravilla. He resbalado hasta el suelo en el
que permanezco sentada cómodamente, Kainer aparece secándose los ojos y restregándose el antebrazo
ensangrentado por la cara.
—Dispara.
—¿Cuándo te vas?
—Pero si la coja eres tú. ¿Cómo podrías albergar en tu corazón un sentimiento tan duro?
¿Odiarme a mí?
—Mira, Kai, —me saca de mi zona de confort. Desearía pegarle una paliza, pero para eso ya está
él —vete de la cabaña. Haz algo por mí y folla. Vete a follar con lo que sea. Pero vete.
—¿Tú? Sí. Cuando has cargado conmigo hasta la… —se está riendo de mí. Hinca ambas rodillas
en el suelo lejos de donde me encuentro. Ha apartado la mesa a un lado para mirarme.
—¿Te ha llevado en brazos? Cuéntame. Cuéntame más. ¿También te ha cogido como un bebé
cuando te sacó de la jaula?
—Para tu información, salí gateando. Además, hiciste lo correcto fundiendo los hierros.
—Lo eres. Lo eres, Kai. Eres el que me ha sacado de la jaula, el que ha conducido hasta la
cabaña y el que ha cocinado para los dos.
—¡Si yo no sé cocinar!
—El huevo estaba en su punto, el pan tostado y el bacon sabía deliciosamente. Durante seis años
me has cocinado.
—Tú eres mejor que todos porque no dejas de ser tú. ¿Has intentado hacer algo por ti o solamente
sales por ahí a follar y luego me das una patata cruda? ¡Odio cuando vienes! —Alzo una ceja encarándole
descaradamente —él es mucho más agradable. Él es atento, y educado, y amable, y cariñoso, y…
—Tu hermano.
—Oh, ya me da igual que lo creas. Si te apetece, seguiremos siendo hermanos. Por cierto, ¿dónde
está nuestra hermana pequeña?
—¡QUE NO PREGUNTES!
Yo también me levanto enfurecida porque no ha confesado dónde se encuentra. Siempre que tengo
oportunidad le ataco repitiéndole la misma pregunta.
—Oye, ¿quieres echar un polvo o no? ¿Te apetece follar con una chica?
—Pues en marcha. Te llevaré encantada —cojeo hacia la puerta oyendo sus risitas detrás de mí.
Saliendo al porche, veo que el sol brilla a medias iluminando el hermoso paisaje. Kainer ha
comentado que estamos en la montaña, eso significa que la ciudad quedaría dirección sureste. Necesitaría
ceñirme a los carteles de la carretera. La furgoneta tiene que responderme rápido o se agobiará y
comenzaremos una discusión grave que podría llevarle a arremeter contra mí.
Choco contra su cuerpo de vuelta a la cabaña. Salto los libros esparcidos comprobando la ropa
en el armario. Juraría que me dijo que había ropa para mí. Da igual, no pasa nada, todo me vale aunque
solamente haya para él. Atrapo un par de chaquetas, una para mí, y otra para Kainer que se ha pegado a
mi espalda.
—Ponte esto.
—Has roto el abrigo, Kainer. Póntelo. No querrás presentarte ante una bella chica con esa camisa
manchada de sangre. Y podrías lavarte un poco mientras saco la furgoneta.
—Sí. Saldremos a tomar algo. He pasado los últimos seis años en una jaula. Quiero, no, me
apetece pasar un tiempo agradable con mi hermano.
—¿Y qué? ¿Me prohibirás que no llore, que permanezca en silencio y que sea una buena amiga
cuando me cuentes al detalle cómo te acuestas con otras? ¿Es eso lo que quieres de mí?
—Ostias, —me analiza de arriba abajo —eres un pájaro muy listo. Casi… ¡CASI ME LA HAS
COLADO! ¿CÓMO TE HAS ATREVIDO?
—Kai te…
—¡NO! ¡Silencio!
—Pero…
Abrigada y decepcionada, cierro los ojos girándome cuando enloquece histéricamente por la
cabaña. Sus gritos de odio tocan la fibra sensible de mi corazón, ¿en qué pensará cuando se tortura?
¿Contra qué lucha a diario? ¿Cuál fue la causa de su autodestrucción?
Una vez contento con el fuego expulsado por su boca, me mira fijamente en silencio.
—¿Estás bien?
—Me voy, —endereza su espalda acusándome con el dedo —y tú pelirroja te quedarás en casita.
En silencio y sin lágrimas. Odio cuando lloras. Te odio.
—A algún lugar lejos de ti. Das asco. ¿Quién querría pasar un sábado por la noche con la coja de
su hermana pequeña? Yo no.
Recoge del suelo un par de polvorientas figuras y me las lanza en la distancia. Me agacho
escondiéndome detrás del sofá. Las cosas comienzan a volar sobre mí.
—¡KAINER!
—¡Silencio!
—Vete. Arranca la puta furgoneta y vete. Gira la llave de contacto y pisa el acelerador. Es así
como conducirás. Y para ya… ¡Kainer!
—Adiós.
—¿Vas a hacer…? —Sangro, tengo una herida en la frente —¿Vas a hacerte el indignado saliendo
como un cobarde?
—¡PAJARILLO!
—No me esperes levantada. Cuidado con hacer tonterías. Cuando llegue quiero verte aquí o te
mataré.
—¿Te vas? —Salgo al porche pero no hay rastro. ¿Dónde habrá escondido la furgoneta? —
¿Kainer? ¿Kai, te has ido ya?
Él no recapacita al volearme cruelmente contra la cama. Saca una cuerda que escondía en la
costura trasera de su pantalón y rompe el contacto directo con mis ojos mientras la anuda a la estructura.
—¡Quieta ahí!
Como predije, consigue hacerse con el control de mi tobillo izquierdo ganando el forcejeo que
nos ha entretenido durante diez segundos. Finalmente me ata. Un nudo firme y tenso que ya pica en mi
piel.
—¿Adónde vas? No sabes conducir. Nevará aunque salga el sol. Vivimos en Canadá, los
inviernos nos…
La estructura de la cama pesa una tonelada. Kainer ha elegido mi tobillo izquierdo para el nudo, y
el dolor que se extiende por mi cuerpo me imposibilita desatarme con la agilidad que yo quisiera. Lo
intento hasta cansarme. De todas formas cede, puedo conseguirlo si me empeño un poco más en ello.
Sentada en el suelo, meto mi dedo entre la cuerda y mi piel claramente enrojecida porque me
pica. Asustada, muevo mi cabeza centrándome en el ruido de un motor que ruge afuera. Así no sonaba la
furgoneta, recuerdo perfectamente el vehículo que nos trajo a la cabaña. ¿Qué está haciendo? ¿Qué trasto
ha encendido?
Rasgo la cuerda con mis uñas usando mis dedos y aplico mi escasa fuerza. Me implico en forzar
ambos nudos, tanto el de mi tobillo como el de la estructura. Sin éxito.
El silbido del viento se cuela por la ranura de la puerta. Atontada, observo todos los copos de
nieve que se funden dentro. Descanso suspirando mientras medito cuál sería la mejor manera de
solucionar esta historia; la de su enfermedad, la suya, la mía… Es un problema de dos. Es mi
responsabilidad guiarle hasta la profundidad de su dolor, y ayudarle para que ponga en orden su cabeza,
sus pensamientos.
La cuerda es demasiado corta. No llego ni al baño, ni a la cocina, ni al libro donde oculto mis
notas sobre Kainer. Quisiera plasmar ahora mismo mis ideas más frescas, y así, trabajar más confiada en
él.
Amaría aprender más sobre este tema, encontrar la solución perfecta que le mantenga en un estado
de equilibrio constante. Necesitamos un médico. Un especialista. Debería arrastrarle hasta un hospital
ahora que soy libre.
En la jaula, el sentimiento era distinto puesto que vivíamos en la ciudad. Pero aquí en la montaña
podría sufrir una desorientación importante. Los alrededores son nuevos, los caminos y los detalles que
no conoce en su estado mental habitual. Kainer se ha marchado enfadado, ahora podría estar tiritando de
frío tirado en la nieve y susurrando mi nombre mientras se atraganta por el aire helado.
Siento esa necesidad de cuidarle aunque me doble en peso, altura y fuerza de voluntad. Si no
estuviera atada ya hubiera salido en su busca; corriendo, cojeando, saltando o como fuese. Él ya estaría
conmigo, luchando con sus mierdas, pero a salvo.
Lanzo otro taco de madera cuando la puerta se abre sin previo aviso. Recoloco mi cuerpo
ocultando una enorme sonrisa porque Kainer ha regresado. Acompañado.
Cambio mi expresión facial analizando a la mujer que trae consigo. Ella, exponiendo sus piernas
en el corazón del frío y portando un abrigo de piel que no cubre lo suficiente como para abrigarse, se
agarra al cuerpo de Kai que me sonríe abiertamente.
Mastica un chicle con la boca abierta. Ambas tenemos en común que mi boca permanece
entreabierta, en mi caso, porque estoy petrificada.
Atónita, miro los movimientos de una pareja, que a vista de cualquiera, podrían aparentar ser un
matrimonio físicamente perfecto puesto que ella es tan alta como él. Y apuesta. Guapa. Y un poco
maquillada de más. Se está quitando el abrigo que deja sobre la mesa. Ella también me mira.
La mujer recorre la cabaña hasta mí, hasta la chimenea frotando sus manos. Astutamente me he
apartado arrastrándome de vuelta a los pies de la cama. Creí que me iba a atacar.
Siento cosas extrañas en mi vientre. ¿Alegría? ¿Desconfianza? Es la primera persona que veo en
seis años, la última fue mi hermana pequeña. Nadie me había hablado en años. Me había acostumbrado a
las voces de Kainer. Que otra, más dulce que la mía, esté emitiendo sonidos me parece surreal.
El Kainer odioso.
—¿Te has ido en la furgoneta? —Le pregunto desde el suelo. En cuanto se descuiden me siento en
la cama. Parezco idiota aquí abajo, elevando mi cabeza para mirar de uno a otro.
Ella, si no llevara debajo del abrigo un vestido de estampado de leopardo no se pegaría al fuego
que justo acabo de avivar.
—¡No sé conducir! ¿Esta es la bienvenida que me haces? ¡Silencio! —Lleva el dedo a sus labios.
¿Me está mandando a callar?
—Oye, a los dos, he venido a follar no a escuchar cómo dos hermanitos discuten.
—¿Ella es coja?
—¡Kainer, no!
Por supuesto que pataleo en vano porque él esquiva el zarandeo de mis pies. Tampoco es mi
intención forzarle ya que está liberándome de la cuerda. Acto seguido saldré de la cabaña y... y… y algo
se me ocurrirá.
Escondiéndome en mi larga melena, le golpeo en la cabeza sin querer. Él me descompone
aniquilándome con su mirada oscura, sentencia mi porvenir sin aparente esfuerzo.
—¡Siéntate!
—¿Qué soy, tu hermanita? Me has traído en tu moto de nieve a una cabaña para follar. Y no me
has metido tu polla todavía. Me. Aburro. Aburro. Aburro.
—¡Silencio! —Kainer lleva ambas manos a sus orejas. La cosa se puede poner fea.
—Connie…
—¡Cannie!
—Ya está, ya está. Ya ha pasado. Buaf, ¡ha sido intenso! ¿Por dónde íbamos? Ah, sí. Tú y tú, ¡en
silencio! ¡No puedo manejaros a todos al mismo tiempo! ¡Malditos débiles de mierda! Y no me mires así,
pelirroja.
Cannie se ha escondido detrás del sofá tan pronto Kainer ha empezado a gritar. Es cierto que ha
sido intenso, pero también corto. Si ella le viera en todo su esplendor huiría de la cabaña.
—¿Qué haces todavía vestida? ¡El vestido fuera! ¡Te lo he dicho en el bar! ¡Desnuda, con las
tetas al aire y sin lloriqueos!
—He… he… es mejor que vuelva al trabajo. Follaremos en otro momento. Puedo llamar a un
amigo para que me recoja. No hace falta que… —ella está achicándose frente a un Kainer dispuesto a
cumplir con su misión.
—Pasa, que te ha mentido desde que puso sus ojos en ti y abrió su bocaza, —me levanto frenando
el avance de él sobre ella —y ha cometido el error de equivocarse eligiéndote.
—Yo me piro.
—¡Tú te desnudas!
—Por favor, Cannie. Me has… me has gustado desde que me he perdido en tu sonrisa. He entrado
en el bar porque sabía que allí encontraría a una mujer que comprendiera cuán dolido me encuentro. He
estado embobado contigo mirándote en la distancia, soñando con que tu boca tocase la mía. Cuando has
caminado hacia mí moviendo tu cintura de esa forma tan sensual he querido morir a tu lado, pasar el resto
de mi vida junto a ti. Perdona mi estrés. He cruzado media comarca encima de una moto de nieve por ti.
Para sentirme amado por una mujer que abriera su corazón como yo. Regálame una noche. Una noche
demostrándote lo mucho que me importas. Después, si todavía quieres, te llevaré al bar y te pagaré.
Ahorco mi cuello con mi mano perdiendo el equilibrio contra la pared de la chimenea. La mujer
ha sonreído. Ella acaba de lanzarse contra sus brazos y ambos se están besando.
—Cachorrito, ¡me has puesto cachonda! Pero follaremos con una condición.
—Hecho.
—Si vuelves a gritar o hacer cosas extrañas yo me largo de aquí. Con dinero en mano, por
supuesto.
Sé que tengo cuatro ojos sobre mí porque he gemido indignada. Conteniendo el llanto. Se debe al
dinero, ¡cómo no! Le importa una mierda si él sufre gritando o qué le lleva a hacerlo. Lo único que
pretende es follarse a mi novio. A mi… al que era mi…
—¿Quieres que te desnude yo? —Él ronronea sonriente mientras que los dejo atrás y abro la
puerta del frigorífico. Por hacer algo.
—Ella no mirará. No podría ver el cuerpo de su amado follando con otro más sexy que no sea el
suyo.
—¿A quién?
—¡A ÉL! —Me defiendo estrellando un plato precocinado, —¡estoy enamorada del idiota con el
que te vas a acostar! ¡Del mismo que te ha traído para follarte sólo por fastidiarme!
—Oh, pelirrojita.
—Kai. Kainer, por favor. ¡Aquí no! ¡Te odio! ¡Te odio con toda mi alma! —Cojeo hacia el sofá
porque ya han iniciado su fiesta. —Eres el mismo, mi amor. El mismo Kainer que un día me enamoró. ¿Te
acuerdas de lo felices que fuimos en nuestra juventud? ¿Cuando eras dulce, un chico tímido y sensible?
Eras lo mejor de mi vida. Alyelle y yo te amamos. Tienes una familia.
Prosigo redactando un texto cargado de recuerdos que nace desde lo más profundo de mi corazón,
pretendo desbloquear el cerebro de Kainer. Y a voz en grito. Quiero que no desnude a esa mujer, ni que
la bese, ni que se deje acariciar como se lo está permitiendo. Él nunca será tan amado por nadie que no
sea yo.
Él la ha desnudado. El vestido ha volado por encima de sus perfectos y formados cuerpos. A ella
le ha gustado porque ha gimoteado sonriendo lo muy excitada que se encuentra. Yo, ante esta dolorosa
estampa de ver su espalda moviéndose eróticamente sobre Kainer, me retiro yendo hacia el cuarto de
baño donde me encierro.
Aquí dentro, siento cómo mi voz se apaga lentamente rememorando nuestro pasado. Los gemidos
de sexo inundan la cabaña mientras yo me oculto en las lágrimas que derramo a mares. Kai es más
escandaloso que la mujer, que al mismo tiempo, obtiene sin esfuerzo aquello con lo que he soñado
durante años.
Perdí a Kainer y todo el derecho a ejercer de amiga, hermana, novia y amante. Incapaz de saciarle
en ninguno de los sentidos. Y esta noche, él ha quebrantado todas mis expectativas de recuperarle como
algo más que familia.
Vivir con esta sinfonía de fondo con sus jadeos dominando los de la mujer me amargará. Será un
recuerdo que me atormentará para el resto de mi eternidad porque le quiero.
Todavía le quiero.
- CAPÍTULO CATORCE –
Lanzo algunos troncos de más a la chimenea para calentar la cabaña. Cojo el libro de mis notas y
apunto lo sucedido en la pasada noche; nuevas teorías, descripciones y actuaciones que nos han marcado
en nuestras primeras horas viviendo aquí.
Cojeo hasta la cama mientras releo lo escrito y añado nuevos términos concentrada en mi
caligrafía. Revivo los hechos que pusieron a Kainer en nuestro punto de mira tras sufrir un brote
complicado.
Dormía en el suelo del cuarto de baño cuando los gritos de la pareja me despertaron. Salí
disparada hacia afuera tan pronto Cannie enloquecía por ver a Kainer golpearse la cabeza, rodar y
arrasar con aquello que encontraba cercano a él. Corrí rápidamente hacia ella para que su voz no afectara
a Kai, incluso me exigió su ropa, un vehículo y hasta su dinero, pero la convencí de que esa no era la
solución más lógica si quería llegar con vida a su destino en plena madrugada.
Cannie temblaba en el momento que la abracé y la guié hacia un rincón de la vieja cocina. Le
susurré tranquilizándola que por nada de mundo interviniera entre Kainer y yo ya que iría a por sus cosas.
Y eso hice. Sin miedo, sin retrasos, sin echar un vistazo al hombre derrotado que se lamentaba entre
lágrimas delante de la chimenea… cogí su ropa y me di la vuelta mientras se vestía. Me acuerdo que
llevé un dedo a mis labios pidiéndole silencio. Cannie asintió asustada y la premié sonriendo por
controlarse.
Kainer era mi única preocupación. Podía lidiar con la mujer pero con él no. Con él sentía que mi
corazón encogía mientras me dirigía cojeando hacia la chimenea donde cayó rendido. Se mecía llorando,
se rasgaba la piel y entreabría los ojos ajeno a todo. Le pregunté si quería volver a la cama o necesitaba
estar a solas; no me respondió. Hablé con Cannie pidiéndole que pasara la noche con nosotros, insistí en
que yo misma la llevaría de vuelta a donde quisiera cuando amaneciese y aceptó mi propuesta. Le costó
llegar al sofá, acompañada por mí, porque todavía temblaba por él. Pero al rato se durmió. Ella no me ha
dado problemas.
Ni Kainer.
Subrayo dos veces que esta mañana he abierto los ojos estando tumbada en un lado de la cama. En
el izquierdo. Señalo contundentemente que anoche me recosté en el suelo junto a Kai para atenderle si
sufría otro de sus ataques. Escribo con letras mayúsculas que posiblemente he padecido un lapsus
importante al olvidar cuándo me trasladé al colchón.
Aprieto la punta del bolígrafo anotando que Kainer y la mujer no se hallaban conmigo en la
cabaña cuando he abierto los ojos. Obviamente, él la ha acompañado y no he escuchado nada. He salido
afuera para echar un vistazo y estoy sola.
Cierro el libro dejándolo por esta vez. Las dudas taladran cada uno de mis pensamientos y me
pregunto cómo han surgido las cosas mientras dormía. Mi ritmo cardiaco se dispara. ¿Habrá amanecido
de buen humor? ¿Qué chico ha despertado a Cannie? ¿Será el mismo con el que se acostó anoche u otro
más agradable? ¿Tal vez el borde que gruñe? ¿O tal vez otro simpático?
Sacudo la cabeza dándome un respiro y cojeo hacia la estantería animándome porque soy capaz
de controlar a cualquier Kainer que se presente ante mí.
Amontono sobre el plato los cubiertos, el vaso y los restos de pan que me han sobrado del
desayuno. Le he estado esperando pero me moría de hambre. Tenemos suficientes reservas para un par de
meses, y si se inquieta por haberme adelantado no me importaría repetir una segunda ronda.
Ya viene.
La madera cruje por el peso de sus pisadas mientras abre la puerta y me conmuevo ante su llegada
inminente. Ha entrado, juraría que el gilipollas se ha esfumado y un amable hombre me acompañará hasta
el siguiente brote.
—Buenos días. ¿Te preparo el desayuno o prefieres hacerlo tú? La mermelada de fresa es mi
favorita. Te agradezco que la hayas…
Demasiado silencio.
La sombra de Kainer se postra en la pared junto al baño. Permanece inmóvil e invisible.
Se apoya descuidadamente sobre la superficie dura, dejando caer al suelo un trapo oscuro.
Observo detenidamente cómo abandona el peso de su cuerpo en sus hombros. Tiene la columna vertebral
ligeramente encorvada, la cabeza agachada, las manos escondidas y su expresión facial exige a gritos una
caricia verdadera.
El plato se rompe cuando se me cae de las manos y las cosas se esparcen en el suelo. Kai, mi
Kainer. Parpadeo secando mis lágrimas frente al hombre tímido que se esconde de mí. Luce como si le
diera vergüenza devolverme la misma atención que pongo yo en él.
Mi voz le alerta.
Descaradamente, y tomándose su tiempo de meditación, alza la barbilla para mirarme a los ojos
por primera vez en seis años. Seis años desde que se marchó y me dejó en compañía de desconocidos.
Es él.
Es él, mi Kainer.
Lo he sabido porque me admira orgulloso, y se le escapa una sonrisa que ilumina mi vida. Sólo él
podría revivir mis emociones más felices. Kainer, mi… mi Kai ha vuelto, y ha avanzado arrastrando sus
pies en mi dirección.
Su cuerpo se desmorona fundiéndose con el mío en un abrazo de bienvenida que tanto él como yo
hemos necesitado. Tiembla, balbucea, arde, hunde su cabeza en mi cuello y acaricia mi piel con sus
enormes brazos. Se desahoga sollozando, es su manera de comunicarse conmigo, y a juzgar por su
intensidad me ha echado de menos.
Imito su llanto en silencio reconociendo a Kainer, mí Kainer; el chico sensible, tímido y amoroso
que se enamoró de mí. Ambos nos sostenemos e intento recordar cómo tratar a este nuevo hombre.
—Hey, hola.
—Por favor, pajarillo, no me sueltes. Ahora no. —El tono de su voz me sorprende. Nunca le
había imaginado tan varonil.
Permanecemos abrazados durante diez minutos hasta que mi espalda se queja, y le suelto
despacio. Él también se despega con la cabeza agachada, excusándose educadamente. Mi dulce y tímido
Kai.
—¿Te encuentras mejor? —Niega dos veces. Se calla. No pronuncia palabra. Apenas está
respirando. —¿Vas a mirarme a los ojos?
—No.
—No.
Sus manos resbalan lejos de mi cuerpo y se aleja de mí. Desprende tanto calor que quiero
arrancarle su jersey manchado. Aunque es mi Kainer, mi adorado y amado Kainer, cada palabra cuenta
porque él sigue luchando con su propio demonio.
Acabamos de reencontrarnos y nos hemos dado un abrazo intenso. Ahora, midiendo más de metro
ochenta, se voltea huyendo como si le diera asco. Jamás imaginé que me rechazaría sin darme la
oportunidad de explicarle cómo me he sentido todo este tiempo. Kai ha estado jugando conmigo durante
seis años, seis años.
Cojeo hacia la cama donde me siento. Seco mis lágrimas en la manga de la camisa que no me he
quitado desde ayer. Kainer se da cuenta que ya no somos los mismos, que no he insistido en preguntarle
como siempre. Arrastra sus pies y se arrodilla delante de mí. Gesto idéntico a sus otros yo.
—Por favor.
Sin pedir permiso, cuela sus manos por debajo de mi pantalón y se concentra disfrutando. Cuando
se acerca al interior de mi muslo golpeo sus manos y las desliza despacio hacia afuera.
—Te duele.
—No importa.
—Rish.
Quizá esté equivocada. Le he echado tanto de menos que me mata recuperarle porque sé que le
perderé. Ni siquiera puedo describir cuán enamorada sigo de él; se acueste con otras o no, Kainer es mi
salvación. Me mantengo con vida gracias a sus ganas de sobrevivir.
—Vale —asiente retirándose porque se da por vencido. Es el único hombre que se da por vencido
conmigo. Al menos, los otros me toman por su hermana o por una amiga, o por una cría idiota. Pero
persisten en no abandonar esta extraña relación que tenemos.
—Tres veces —se abraza así mismo mientras procura que nuestros ojos se conecten.
—El número de veces que me has sostenido las manos. ¿Te acuerdas de nuestra promesa?
“Prométeme que sostendrás mis manos cuando las mías estén congeladas y susúrrame lo mucho que me
amas. Pajarillo, tus alas me salvarán. Tú eres mi salvación.”
—Tu cuerpo es mío, tú eres mi chica. Ahora y siempre. Pase lo que pase, recuérdalo, te amo sólo
a ti. Destruiré esa sólida capa de hielo que me impide vivir. Te veneraré como te mereces, y seré el chico
normal con el que sueñas. Sé paciente, libera al pajarillo que vive en ti y vuela alto. Sé libre si yo no
logro escapar.
—Kai…
—He intentado protegerte de mi alter ego. Y he conseguido que me odies tanto como a él.
—Te amo.
—Nunca.
—Me odias. Me odias por haberte hecho esto —cae a mis pies. —Yo también me odio.
—No.
—Sshh Kainer, tranquilo mi amor. De lo que sí me acuerdo es de nosotros dos siendo un par de
adolescentes que se enamoraban cada día más. De ti y de mí yendo juntos al instituto, de ti esperándome
en casa cuando yo regresaba, de...
—Te amo.
—Piensas que he sido yo quien se acostó con la puta. Con Tarrah. Con las demás. ¿Crees que he
sido yo?
—De acuerdo. No te alteres, por favor. ¿Quieres comer, darte un baño, que lea un libro?
Carga con su peso arrastrando sus pies hacia el sofá, asfixiándose mientras me mira y me juzga.
—Esto no es una discusión, Kainer. No te atormentes.
—De eso ya hablaremos. ¿Podemos poner en orden nuestras metas ahora que estás aquí? Tal vez,
sacarnos de la cabaña y…
—Jamás tendría sexo con ninguna otra mujer que no fueses tú. Él es el fuerte, consigue a todas las
que quiere. Sin mi consentimiento. Sin el consentimiento de ninguno. Yo te amo. Eres mía, Rishelle. Mi
pajarillo. Juntos por siempre, ¿te acuerdas? Juntos por siempre.
—Kainer, —me pongo en pie alzando mis brazos para pedirle ayuda —¿qué ocurre entre tú y yo?
¿Qué ocurre con él? ¿Cómo te vas un día y no apareces en seis años? ¿Cómo lo haces?
—Allí abajo no tengo nada para luchar. Me escapo cuando duerme, cuando él se debilita y todo
está en silencio.
—Pajarillo, quiero estar junto a ti todo el tiempo que él me permita. Sabes que él ganará y me
vencerá. Por favor, ven a mí. Te necesito como nunca te he necesitado antes. Te lo prometo, te prometo
que obtendrás las respuestas a tus ansiadas preguntas. Te quiero.
—Si me amas, ven a mí. Yo te protegeré. Siempre te protejo aunque pienses lo contrario. Amaría
pasar el tiempo que me reste abrazándote con todas mis fuerzas. Quiero hacerte sentir que sólo hay una
mujer en mi vida, y esa eres tú. Tú, pajarillo. Confía en mí.
—Te juro por nosotros dos que no siento nada cuando él se acuesta con otras —ladea su cabeza
avergonzándose.
—Ellas no tienen nada que ver entre tú y yo. Solo es que…
—Ven, por favor. Ven. Te he echado de menos. He llorado como un ser débil cuando me has
mirado a los ojos y te has dado cuenta que estoy aquí, contigo.
Confío plenamente en este Kainer, porque es mi Kainer, porque es mi novio, porque se le nota en
los ojos cuán enamorado está de mí. Me enamora con su voz aterciopelada, algo grave y sensata.
Desprende sensibilidad, dulzura, ternura y ganas de abrazarle hasta ya no respirar.
Cojeo hacia él pero rápidamente me detengo porque ha bajado los brazos que tenía en alto para
fijarse concretamente en mi pierna. A pesar de que diga lo contrario, no soy la misma chica de la que se
enamoró. Ya no soy joven, bonita y sexy. Nunca me he sentido así. Él se ha metido conmigo por ser coja y
por… por ya no ser tan bonita como antes. Aunque me creció el pelo, no es lo suficientemente largo como
para atraer la atención de Kainer. Mis ojos azules son otros simples ojos si ha estado mirando a los de
cualquier chica.
Al no sentirme deseada por un hombre que es imponente a primera vista, mi desconfianza se eleva
más que mi preocupación por su enfermedad.
—Rishelle —lo está haciendo otra vez. Se está culpando porque cojeo.
—¿Huevos?
—Rish, te quiero aquí conmigo —se cruza de brazos avergonzado por animarme.
—Es que…
Arrastra sus pies decidido a elevar mi cuerpo en el aire mientras atrapa mis labios que ya besa
tiernamente. Sonríe con ternura. La timidez le aborda porque su rostro se ha enrojecido. Le he rodeado la
cintura con mis piernas. Duele, una de ellas me mata, pero no me importa porque por primera vez me ha
besado el Kainer del que me enamoré.
Para él le soy ligera dado el gran tamaño de sus brazos. Encajamos perfectamente. Me he
enganchado a su cuello y nos miramos de nuevo, como si nos estuviéramos conociendo. Olvido lo que me
ha matado durante seis años porque si Kainer puede regresar, puede encontrar el largo camino de vuelta a
mí, no pierdo la esperanza de salvarle. De salvarnos a los dos.
—Soy la misma.
—Más hermosa.
—No —ahora soy yo la que esconde la cabeza y nos mueve girando frente a la chimenea que
chispea.
—Te he echado de menos. Lo sé, tu cara expresa el más profundo de tus sentimientos. El
desconocimiento ante lo que me sucede.
—¿Aunque tengas que soportarle? Porque ves mi rostro cuando él se encuentra contigo.
—De ti.
—Eh pajarillo, no te tortures por mí. Él es distinto. Habéis pasado muchas horas a solas. Es
normal que tus sentimientos hayan…
—El problema es que… es que… No existe un “él”, sino un tú, siendo tú. ¿Entiendes?
—Entiendo.
—Lo soy.
—Es el mismo, —retrocede sonriendo como si hubiese dicho una estupidez —y bastante
inteligente.
—Espera un momento.
—En absoluto.
Acorrala mi cuerpo guiándolo hacia la pared. Controla mis brazos que eleva por encima de mi
cabeza y profundiza un beso que rechazo porque no es lo correcto. Es Kainer, mi Kainer, pero parece…
no sé, diferente. Aún conserva su timidez, sensibilidad, ternura y consideración, sin embargo, siento que
no es él realmente.
—¿Qué nota media saqué en aquel examen de trigonometría que repetí dos veces?
—Sobresaliente. Hiciste el primer examen y no te conformaste con el notable alto. Ese fin de
semana estudiaste durante doce horas seguidas para averiguar dónde se hallaba tu error.
—Ninguno. Eres una chica de números. Amabas oírme hablar de los que yo leía, que por cierto,
cogías de la biblioteca y luego devolvías. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vas a ponerme a prueba? ¿Qué
tengo que hacer para demostrarte que soy el único hombre que te ama por encima de él?
Lloro asimilando la evidencia y Kainer me consuela. Ha abierto sus brazos para mecerme como
si temiera perderme para siempre, pegando su cuerpo al mío.
Lo he sabido tan pronto he puesto mis ojos en su postura decaída, cabeza agachada, en la
oscuridad brillante de sus ojos y en cada gesto que desprende sensibilidad.
—Eres tú.
Siento un beso tierno en mi frente y veo ligeramente una sonrisa que echaba de menos. Él ha
sonreído cientos de veces, aunque no mi Kainer. Mi chico especial. Ahora todo un hombre de arriba
abajo.
Su aura es pura dulzura que se cuela por mis cinco sentidos.
Quiero analizar el cuerpo que me sé de memoria y perderme en esas perlas negras que me miran
brillando. Sólo a mí.
—¿Mejor?
—Un poco.
Abro los ojos sin pestañear, prendiéndome de sus ojos que se achican por su gran sonrisa.
Ambos nos embobamos mientras entrelazamos nuestras manos. Kai encorva la espalda en su giro
decidido que nos encamina hacia la cama, estira el brazo para señalar que tome asiento y acto seguido
hunde el colchón a mi lado.
—Ha pasado bastante tiempo —juega con mis dedos sin mirarme.
—Define tiempo.
Le retiro la mano concienciada en profundizar el tema hasta donde pueda. Hasta donde él desee.
Que Kainer ponga los límites si se siente atacado.
Doblo la pierna derecha quejándome del dolor en mi espalda, y aclamo la atención que un tímido
hombre me ofrece.
—Cuéntame cómo te sientes, lo que te sucede cuando piensas que me dejas y ya no eres el mismo.
¿Qué pasa por tu cabeza?
—Y con él, —afirma sacudiendo su cabeza —también estás con él. Te gusta él. Le tratas mejor
que a mí.
—Mírame Kainer.
No puedo enfrentarme como una energúmena a los ojos del hombre que me enamoró. Es mi
perdición.
—Allí abajo.
—Estupendo. Si él te manda allí abajo, aquí arriba sigues siendo tú. El mismo cuerpo, la misma
persona. El mismo tú.
—¿Te has enamorado de él? Confiésamelo. Lo soportaré. ¿No dices nada? ¿Por qué? Yo te estoy
siendo sincero. Te hablo con el corazón.
—Me he enamorado de él, —sus ojos se llenan de lágrimas —porque él eres tú. Sólo hay un
Kainer en este mundo.
—Sueles decirlo a menudo —choco nuestros hombros para que la tensión no nos afecte.
—¿Te acostumbrarías a vivir toda una vida así? ¿Conmigo? ¿Esperándome? ¿Rishelle, no quieres
estar conmigo?
—Te quiero. Nunca te olvides. ¿Vale? —Le niego sonriendo mientras cierro los ojos. He echado
de menos la ternura con la que se declaraba.
Suspiro temblando porque sus dedos acarician mi mejilla. Parpadeo sonriente llevando mi mano a
la suya para sentirle de nuevo. Acerca su rostro al mío y se detiene a escasos milímetros de mis labios.
Abro la boca recibiendo sus labios que dominan el beso más excitante que jamás me haya dado.
El deseo efusivo que emana de nuestros cuerpos se complementa con un juego de brazos y manos que
luchan por la inhabilitación. Consigue hacerse con la inmovilidad de mi cabeza e hinca una rodilla en el
colchón desplazándonos. Nuestras narices chocan, inhalo su respiración. Con mis piernas colgando y su
cuerpo sobre mí, aprovecha cada segundo el palpito de nuestros labios que ambos saboreamos
apasionadamente.
Kainer se tumba encima de mí, sin aplastarme, dejando al aire el espacio suficiente como para
que acaricie su pecho y llegue al borde de su jersey que ya rueda por encima de su cabeza. Él suspira
conteniendo las ganas de seguir besándome en los labios y se extiende sutilmente por mi cuello. Jadeo
chocando mi cadera con la suya para buscar el contacto que no he recibido en seis años. La espalda me
ha dado un tirón y he cambiado de postura rodeándole con mis piernas, gimiendo por la sensación de
tener sus labios en mi piel desnuda.
Agitados por desnudarnos, luchamos firmemente contra las prendas que se nos resisten. Kainer
rompe mi camisa de cuadros y se encuentra con mis senos excitados. Se bloquea durante unos segundos
pero rápidamente me llena de besos eternos, chupeteos, lametones y succiones que mojan mi entrepierna
mientras ruedo intentando deshacerme del inmenso placer. Ha metido una mano dentro de mis pantalones
y he estirado mis brazos en el colchón por encima de mí… está haciendo realidad uno de mis sueños.
Se desnuda sin mi ayuda porque apenas alcanzo a sus pantalones. Temo rozar sus heridas ya que
algunas son demasiado profundas, por eso procuro no acariciarle efusivamente y permito que tome el
control.
La dureza que una vez sentí en mi interior choca con mi pierna acentuando mis sentidos
estimulantes que se centran en mi sexo. Kainer lame mis pechos y brinco retorciéndome en la cama ante
el deseo efímero de gritarle que nos dé una pausa. Su intención termina deslizándose más y más abajo,
rodeando mi ombligo sutilmente.
—Pero aquella noche cuando me montaste, conocí la verdadera felicidad. Jamás olvidaré cómo
me hiciste sentir, —se abre hueco penetrándome muy lentamente —y espero que jamás te olvides de
cómo quiero hacerte sentir.
—Te…
—Te quiero.
El gemido le ha asustado retrocediendo, he pensado por un instante que había acabado. Y tan solo
era yo, sintiéndole todavía más después de haberse impulsado para llenarme del todo.
Encorvo mi espalda provocando que nuestros pechos al descubierto se choquen entre sí. Anhelo
sus labios en los míos cuando saborea mi cuello, cuando se pierde en mis pezones que le reciben
adorándolo con fervor. Mis piernas vuelan en el aire, a veces apoyándome en el colchón y otras veces
rodeándole para buscar el punto álgido del orgasmo.
Kainer me embiste profundamente. Es más cuidadoso con sus gemidos que yo, apenas ha jadeado
y percibo que su disfrute se halla en mi placer extremo. Intenta retenerme evitando que me escurra
pegándose parcialmente a mí, frenándome mientras retiene mi pierna que se posa en lo alto de su cintura.
La fatiga de mis jadeos alcanza la cumbre y se detiene temblando dentro de mí. Noto el líquido caliente
cuando el orgasmo desaparece tan rápido como aparece.
Esconde su cabeza en mi cuello, temo lo peor porque lo peor puede suceder en cualquier
momento.
—Te enfadaste porque te hice una casa de muñecas con cajas de cartón. Y ya no eras tan niña.
—Respuesta correcta.
—Amo tu romanticismo, Kainer. Y te amo a ti. Suena raro… pero… pero es la verdad.
Rueda a mi lado sin tocarme. Ausentándose. Seguramente sea una tontería, por eso no le presiono.
Hay muchas probabilidades de que sufra un brote tras haber liberado testosterona. Y todo influye cuando
hablamos de Kai.
—¿Te apetece comer? —Gira el cuello sonriendo, afirmando. —No soy buena cocinera.
—Estoy deseando probar tus dotes culinarias. Siempre he amado verte con un delantal en la
cocina.
—Y acosarme mientras bato huevos —era la fantasía sexual de Kainer que nunca cumplí porque
no teníamos dinero para comprar comida.
—¿Te apetece algo en especial? —Me incorporo tapando mis pechos mientras busco esa camisa
de cuadros que tanto odio. Será lo único que me ponga.
Me siento absurda.
Con mi Kainer intento cuidar los detalles que antes no me importaban. Me urge peinarme, revisar
si mancho o si me han crecido pelos en sitios insospechados, elegir una ropa bonita… Sé que es el
mismo. Bueno, mi corazón dice lo contrario porque ninguno me ha mirado como él.
—Rish, mi amor, —besa mi hombro ya cubierto por la camisa —cocina para mí sin ropa. Me
gustaría llevarme conmigo el recuerdo de tu cuerpo desnudo. Cuando estoy allí abajo es una de las pocas
cosas que me consuela.
—Tu cabello, tu sonrisa, tu cuerpo desnudo… he soñado tantas veces con hacerte el amor que
seguiré amándote en la cocina.
—Batiendo huevos.
—De repente siento unas ganas enormes de comer huevos. Ve, deseo satisfacerme con tu espalda
desnuda y largas piernas.
—¿Largas, eh? Apenas he crecido —manosea mis pechos. Me ha quitado la camisa, y eso
dificulta mi concentración.
—Estos han crecido, y mucho. Te seguiré. Hazlo antes de que ponga mi boca aquí, —me toca la
entrepierna y cruzo mis piernas avergonzada —y luego lleve mi lengua hasta aquí.
- CAPÍTULO QUINCE –
Kainer rodea sus brazos alrededor de mi cuerpo mientras lame sensualmente el lóbulo de mi
oreja. Dobla sus rodillas entre risas porque su misión es distraerme, acapararme y que cocine lidiando
con el cosquilleo que me produce su ardiente lengua.
Hemos hecho el amor. Dos veces. Le he cabalgado como a él le gusta, pero se ha sentido mal
porque pensaba que me cansaba y me ha volteado literalmente contra la cama. Mis piernas estiradas
completamente, su cuerpo desnudo presionando mi espalda y nuestras manos cogidas en los embistes más
hermosos que jamás he sentido. Ni sentiré. Sabía que había mucho más que la típica postura a la que se
referían las chicas del instituto, y con Kainer he descubierto algunas que han provocado mi descontrol
absoluto.
Acaba de cargar conmigo hasta la cocina, con parada en el baño incluida, me ha sentado en la
mesa y nos hemos besado. Kainer lo quiere todo; besarme, hacerme el amor, que cocine, comer, que esté
desnuda… a mí. Me desea haciendo cualquier cosa y espero que no se olvide de lo feliz que somos
siendo nosotros mismos. Sin barreras, sin miedos, sin temores… tan solo una pareja de adultos que se
enamoraron y viven una historia de amor complicada.
—¿De rodillas?
—No, —le doy un codazo mientras sopla la humedad que ha dejado en mi cuello —dame la silla.
Tráela.
—Es para ti, enseguida te serviré. Los huevos tardan poco en cocinarse.
—¿Es un truco para deshacerte de mí?
—¿Por qué tengo en mi cabeza respuestas obscenas en las que implico a mis huevos?
Se sienta justo detrás de mí en la única silla que ha sobrevivido en pie y se divierte con mi pierna
recorriendo un camino con sus dedos. Vierto los huevos en la sartén y también el café en el agua caliente.
Procuro hacerlo bien, quiero que tenga una buena comida libre de restricciones y…
—¡Kainer!
—¿Qué?
—¿Fuera de ti? —Se levanta risueño devorándome con su mirada oscura. Me sienta en la
encimera y muerde mis labios, —nadie, ni siquiera tú me separará de ti. Y porque te quiero, y te respeto,
me lavaré las manos para comerme esa cosa negra que has cocinado para mí.
Le aparto de un empujón retirando rápidamente los huevos quemados del fuego y él se va entre
risas después de besar la cima de mi cabeza. Le recordaré que ayer mismo cocinó y que se desenvolvió
estupendamente en la cocina, podría ocupar mi lugar.
Miro de reojo su salida inmediata del baño. Siento como se encoje mi corazón porque se ha
quedado pasmado mirando al suelo. Agarro fuerte el tenedor mientras bato más huevos, ajena a lo que
pueda estar pasando por su cabeza.
—Pajarillo.
—¿Sí?
—Robaste del instituto material escolar. Querías que escribiera mis sentimientos en unos
cuadernos. Lo metiste todo en una caja de zapatos que encontraste en el contenedor. Cuadernos que nunca
fueron escritos porque prefería leer.
Le tiendo un trapo limpio que he encontrado debajo del fregadero. Arrastra sus pies hacia mí tal y
cómo solía hacerlo cuando era más joven. Antes se escondía del mundo que le asustaba, ahora, el pobre
lleva consigo el peso doble de su cuerpo que carga sobre todo en sus hombros. A veces encorva su
espalda, otras veces agacha la cabeza, y otras tantas se abraza así mismo, pero sigue siendo mi Kainer.
—¿Hay algo sucio? —Le pregunto cuando me besa en los labios y se lleva el trapo, —¿te ayudo a
limpiar?
Cuando voy a darle la razón, Kainer se arrodilla y se implica seriamente en frotar aquello que le
perturbe. Es verdad, él odia las manchas o las cosas raras que no… bueno… en fin… las cosas raras
según su punto de vista.
Vertiendo los huevos en la sartén, los remuevo fijándome en el trapo sucio con el que ha entrado y
que se encuentra ahí tirado. ¿Ha estado limpiando afuera? Sacudo la cabeza sonriendo por verle
concentrado. No quiero interrumpirle, pero la comida se enfriará.
—¿Kainer?
—¿Me llamabas?
—Aristóteles. Murió horas después. Lloraste durante dos días seguidos. Ni siquiera yo me sentía
con fuerzas para consolarte. Fue desolador.
Veo cómo se enjuaga las manos y se las seca sonriente con sus ojos en los míos. Arrastra los pies
hasta sentarse en la silla sin borrar la sonrisa de su boca. Palmea su pierna indicándome que me siente
sobre él. Es… es extraño.
Me cuesta creer que es el mismo hombre. Le noto diferente, como si fuese otro Kainer con muy
buena memoria.
—Acompáñame.
—Comeré de pie —cojo el plato volteándome porque este no es mi Kainer. Él finge ser el chico
del que me enamoré.
—Rishelle.
—¿Cargármelo?
—¡Él nunca se refería a mí como pelirroja! ¿Y tienes las santas narices de mentirme?
—¿CUÁNDO?
—¿Cuándo has venido? ¿En qué momento has sentido que has vuelto?
—Meaba.
—Oh Dios… —me llevo las manos a la cabeza, —¿antes o después de que haya quemado los
huevos?
—Ah, vamos. No te pongas así. Me los iba a comer. Asumo mi responsabilidad. Es obvio que mis
manos, mis hermosas manos sean una distracción para ti.
—Si te vas a desmayar es mejor que lo hagas en la cama. Me hubiera gustado venir antes y que
también te acostaras conmigo. ¿Te apetece que…?
—¿Porque somos el mismo? ¿Hemos vivido todos la misma vida? —Canturrea cogiendo el plato
de los huevos quemados, y se apoya en el poste mientras se los come delante de mí.
Analizo su postura corporal cien por cien diferente a la de mi Kainer. Aunque es similar a él. Sus
hombros están encorvados, deja caer la cabeza un par de centímetros y ha arrastrado los pies, eso
significa que puede ser físicamente idéntico a mi Kainer. Pero no es mi Kainer.
—Tú, charlatán… —cojeo dispuesta a mantener una discusión con él. He frenado porque ha
fijado su mirada en mi pierna. Resoplo indignada, —no te hagas el ofendido. Ya me has visto cojear.
Sabes los…
—¿Problemas que tienes en tu espalda? Sí. Todos lo sabemos. Por tu salud, yo guardaría reposo
en la cama.
—No como me gustaría, pero sí. Siempre dormías, no te compliques recordando algo que no ha
existido. Por cierto, estos huevos dan pena.
—Espera, deja el plato en tus manos. ¿Tenéis todos en común los mismos recuerdos? ¿Es por eso
que has respondido a las preguntas como si fuera mi Kainer?
—Sí —pronuncia no muy convencido. —¿Puedo dejar ya el plato en su sitio o me tendrás aquí
todo el día jugando a las preguntas y respuestas?
—¿Cómo sucede? ¿Cómo sabes que vienes y vas? Si ahora te vas tú, ¿cómo lo percibes? ¿Tenéis
un código mágico secreto o tu cerebro se detiene para darle la bienvenida a otro?
—Joder con la pelirroja. Eres bastante preguntona, ¿no?
—Es lo que tiene ser mangoneada por un mismo hombre que juega a ser doscientos más. ¿Cuántos
sois?
—La enfermedad se agrava notablemente. Se duplican las probabilidades de que sufra un fuerte
brote que le provoque el desmayo con los ojos abiertos…
Susurro sacando el libro de su escondite. Me da igual que me vea porque quiero largarme y
necesito plasmar todos los datos posibles. Compruebo que he rellenado las hojas en blanco del final y
cojo otro para escribir mis pensamientos antes de que se me olviden.
Kainer, que no me molesta en absoluto, permanece sentado en el brazo del sofá mientras escribo
mirándole de vez en cuando. Cuento hasta cinco las posibles personalidades diferentes. Actualmente
desconozco la totalidad del tiempo en que se controla, y qué le provoca entrar en el bucle de ese viaje en
el intercambio.
—¿Quieres hacer el amor conmigo o follar como animales salvajes? —Kainer se sonroja, anoto
los rasgos ante una proposición indecente, subrayando que una de sus personalidades sólo me pregunta
por el sexo.
—Había sido divertido en la cocina mientras no sabías que era yo… pero ahora que me lo
preguntas…
—No tendremos sexo. Tu pene es pequeño. Jamás podrías satisfacerme como merezco.
Ha ladeado la cabeza y aguanta con orgullo la herida que le he ocasionado. No responde como
otros lo harían, otros. Sí, por supuesto que hay más de uno. Si uno se muere de ganas por follar conmigo,
el otro cree que es mi hermano, y luego aparece mi Kainer que me hace el amor y me convence totalmente
de que es el único para mí.
Estoy confundida, aunque estoy empezando a captar detalles que los distinguen.
Idéntico a mi Kainer, pero diferentes formas de mirarme. Al mío no le brillan los ojos, no sé si
este hombre disimula o tienen en común la misma característica. El silencio nos sirve para descubrirnos
mutuamente.
—A mí no. A él sí.
—A tu novio y al fuerte.
—¿Al fuerte?
—¿Sabes por qué me odia? —Me siento en el otro brazo del sofá. El tirón de mi espalda me
acaba de torturar, pero Kainer es más importante. De su salvación depende la mía, —cariño, ¿por qué me
odia?
Sus ojos se han clavado en un punto, exactamente igual que cuando ha salido del baño. Sigo la
dirección de su mirada que me muestra un tanga. Cannie se lo habrá olvidado. ¿Se han acostado juntos
esta mañana? ¿Antes de que mi…?
Hago lo posible para que la mueca no sea tan notoria y cojo el tanga con mis uñas. Lo tiro
descaradamente a la chimenea, esperando que la pequeña prenda se convierta en cenizas. Kainer se reúne
conmigo frente al fuego, sonríe apoyando su brazo en mis hombros, atrayéndome hacia él como si
planeara algo.
Me aparto retrocediendo ante su insólita mirada triste.
—¿Te he ofendido?
—Es cuestión de confianza, Kai —trago saliva. Su silencio me pone nerviosa. Su ternura también.
—¿Cómo funciona esto? Más bien… más bien para estar prevenida. ¿Tú te vas dentro de un rato,
minutos, semanas, meses…? ¿Y ya está? ¿Viene otro nuevo?
Agacha la cabeza tímidamente, metiéndose las manos en los bolsillos de su pantalón. Kai no lleva
ropa interior, antes hemos saltado rápidamente de la cama para comer y… ¿él sentía ya que otro vendría?
—Lo siento, pero… yo me… me resulta… es una mierda no saber ni cuándo te irás ni…
—¿Si él aparecerá? ¿Le quieres mucho, eh? —Sonríe haciendo una mueca terriblemente
apetecible.
Me volteo escapando de la corta distancia y abro una brecha importante entre los dos. Kai me
pone nerviosa. Todo en él me altera puesto que su tranquilidad no se complementa conmigo.
—¿Has intentado acosarme en la cocina? —La señalo frunciendo el ceño y rememorando qué
hemos hecho después de nuestra parada en conjunto por el baño. Él se estaba comportando muy diferente
a mi Kainer, —el truco de las preguntas ya no me sirve.
—¿Decías algo?
—¿Qué quieres de mí? —El pinchazo de mi espalda se diluye por todo mi cuerpo, —¿qué quieres
exactamente de mí? ¿A qué estás jugando conmigo?
—Rishelle, —avanza liberando sus manos y se detiene porque mi amenaza con el dedo es más
factible que cualquier palabra que pronuncie, —cielo, la fantasía de “tú” Kainer, también es mi fantasía.
No exactamente, porque a mí me gustan las rubias. Aunque te ves bien.
—No —llevo las manos a mis orejas para no oírle más. ¿Qué está pasándome? ¿Qué está pasando
con Kainer? ¿Adónde nos está llevando todo este lío? —¡No me toques!
A pesar de que le grito que no se acerque a mí, Kainer abraza mi cuerpo inmovilizándome
mientras me susurra que todo nos irá bien. Seguramente me vea tan histérica como se siente él, pero me
da igual. Ya me da igual todo puesto que esta locura no tiene fin.
Kainer no cambiará. Jamás conseguiré equilibrar su mente si soy incapaz de saber cuándo se
marcha, y da paso a un mismo hombre con diferente personalidad.
Alter ego.
Repito las palabras en cadena y pataleo sujeta por él que domina perfectamente el control de su
serenidad.
—¿Me prometes que mantendrás la calma? Sufres una lesión importante en tu pierna. Un exceso
inoportuno y la lesión se pondrá fea.
—Lo juro.
—¿También me prometes que borrarás de tu mente “alter ego”? —Todavía me retiene en contra
de mi voluntad. Más alto, más fuerte, más poderoso ante el cuerpo flácido de una mujer que intenta
descifrar por qué detesta esas palabras.
—Prometido.
—¿Eres otro?
—Soy el mismo, —sonríe —y el que antes se cortaría las manos que hacerte daño. Yo te soltaré y
tú te sentarás en la silla, ¿de acuerdo?
—Perfecto.
—¿Sabes que mientes, y aun así te soltaré? ¿Espero que eso juegue en mi favor cuando te lances
contra mí y agarres ese cuchillo que estás mirando?
—¿Qué cuchillo? —Distinto, e inteligente. Me sentiría más segura si lo tengo cerca. Pero no se
me ocurriría hincárselo o usarlo para amenazarle. Sigue siendo mi Kainer. El hombre que ha
tranquilizado mis inquietudes.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
—Kainer, ¿puedo hacerte otra pregunta?
Escapo de sus brazos por su incipiente acto de nerviosismo. Va desde una esquina a otra y así
sucesivamente, dando vueltas por la cabaña mientras susurra que le matará por convencerme de que soy
su amante en vez de su hermana.
En el desván controlaba sus emociones siempre que yo no interviniera. Sus sentimientos eran cien
por cien dominados por su propio yo; desde los brotes, el tiempo empleado en ellos, el desmayo después
de una lucha interna, sus tareas, y hasta su voz. Kainer ha convivido con su ira sin interrupciones y ha
sabido aprovechar cada minuto cuando su mente le liberaba de la carga.
El traslado inmediato del que fue nuestro hogar a la cabaña, ha perjudicado seriamente su
enfermedad. Quizá no se sentía preparado psíquicamente para adoptar un cambio radical que ha afectado
su estilo de vida. Ha agravado, indirectamente, los signos de su personalidad y ahora es incapaz de
combatir con el dolor que eso le produce.
Su autodestrucción le perjudica.
—Kainer —su ruta nueva incluye sentarse en el sofá, en la cama, en la silla, y retomar el
recorrido por los rincones.
Suelto al aire negándome. El duro trance que ataca a Kainer le mantiene aislado, ausente. Se mece
como si fuese su punto de reflexión. Ni siquiera se siente presente en la cabaña porque su mente divaga
lejos de aquí.
Ya está.
Ya no más.
Hemos malgastado juntos media vida, y durante seis años he intentado que encontrara su
estabilidad emocional, ese punto entre la locura permitida y la locura desbordada. En su camino hacia la
felicidad, Kainer se topa solamente con grietas que le empujan sin querer a una mierda de abismo que le
induce al sufrimiento constante.
Para siempre.
Yo también me culpo porque me adapté a la comodidad de una jaula ya que mis miedos a perderle
eran superiores a nuestra vida en pareja. Mi abismo interno era igual de potente que el de Kainer, que
luchaba incluso con más dureza contra su enfermedad. Me atemorizaba mucho la separación, nuestra
separación física y psíquica. Que él viviese una vida ajena a la mía en la que yo no estaba incluida
porque estuviese encerrado en un hospital o porque se recuperase y llegase a la conclusión de que yo le
perjudicaba.
Me serené en la jaula porque mi felicidad fue egoísta, he preferido verle demacrarse antes que
luchar por un futuro en pareja. Kainer tampoco se sucumbía ante mí, él no era dócil cuando se trataba de
liberarme, simplemente cambiaba de tema o me amenazaba con el encierro eterno.
Pasó un año, y otro, y otro, y después otro. Así sucesivamente hasta seis. Por supuesto, yo no
confiaba en él cuando me propuso sacarme del desván, y fue tan sencillo como hacerse de un soplete y
fundir los hierros que me privaban de mi libertad. Pensé que Kainer cambiaría, que su misma
personalidad permanecería entre nosotros dos para siempre puesto que la mayoría de las veces era
amable.
La rutina le mantenía distante del retorcimiento, del dolor, de la lucha contra su propio yo y de
una vida angustiada que apenas dominaba. Por eso confié en Kai, por eso no huí. Porque en la cabaña
podría ser quien quisiera, resetear su vida y personalidad tras haber superado graves y consecuentes
brotes que ya no acababan tan frecuentemente en desmayos. Era una oportunidad perfecta para empezar
de nuevo, juntos, solos, libres.
Se suponía que tenía que ser sencillo para él, tiene todo cuanto desea en la cabaña. Nos ha
abastecido hasta la primavera, y yo también estoy siendo consecuente aguantándole y ahogando gemidos
de infierno cada vez que pongo un pie delante del otro. Pero mi salud pasa a un último lugar en mi lista de
prioridades puesto que la enfermedad de Kainer no se asemeja en nada a lo que yo pueda padecer en mi
pierna o espalda.
Desconozco los factores concretos de la gravedad. Si las consecuencias han sido producto de una
serie de cambios radicales que han podido afectarle más de lo que él se permite. Nuestro traslado de
casa a la cabaña, que yo sea libre, que vivamos una extraña relación sin barreras que nos separen… o
quizá encontró su verdadera felicidad y logró superarse.
Quizá sea eso. Que finalmente derrotó a sus demonios y ahora es mucho más vulnerable.
—Hey. Hola. ¿Cómo vas? —Me retiro un poco porque su mirada penetra en la mía. Es su silencio
lo que me incomoda. —¿Ya te encuentras mejor? ¿Libre de él?
Apenas pestañea. Solamente me mira. Me cuesta adivinar con qué persona estoy tratando.
Le devuelvo el gesto alegre mientras me pongo de pie. De repente, le siento pegado detrás de mí,
he dado dos pasos y me ha seguido. No se le ha escapado ni una sonrisilla, ni tampoco ha dicho nada.
Evalúo sus capacidades acelerando el paso que él sigue impaciente ya que siento el calor de su cuerpo en
mi espalda.
Antes de llegar a la cocina, cambio la ruta de vuelta al fondo y Kainer se mantiene quieto
justamente a un milímetro de mí.
Rodeo el sofá y me sigue, hago lo mismo abriendo un libro y se pega a mí, vierto leña en la
chimenea y respira en mi oreja, estiro la ropa de cama y se queda inerte.
Su pronunciación es escasa.
—¿Sí?
—Rishe. Lle.
—¿Se te ha olvidado hablar?
Aparto a Kainer que pretendía seguirme pero le hago un alto con el brazo. Él ha fruncido el ceño,
ha golpeado mi mano y ha sonreído pegándose a mí.
—¿Sabes si él te ha dicho algo sobre los vehículos? ¿Disponemos de más motos de nieve o
furgonetas? Miraré en el cobertizo. ¿Hay uno? Anoche le dijiste algo a Cannie sobre…
—Ya Kai, tranquilo. Ya vale. —Acaricio sus brazos, él parece en trance. Empieza a darse golpes,
sobre todo en la cabeza, —quédate aquí, ¿de acuerdo? Rishelle saldrá un momento. Juro que te vendré a
buscar, tan solo moveré la moto para probarla. Puedes salir si quieres. Ponte un abrigo, no quiero que te
resfríes y…
Kainer ha caído repentinamente. Le ha fallado la pierna derecha que sostiene mientras él grita
insultos dirigidos a una figura masculina.
Es mi señal para abrir la puerta y arrancar lo que sea que nos saque de la montaña.
Le salto acelerada abrochándome el abrigo de hombre que he cogido del armario al azar. Me
agacho a su lado para anudarme los cordones de unas enormes botas que me llevarán directa al suelo.
Tropiezo con mis propios pies hasta en dos ocasiones antes de que Kainer pronuncie mi nombre
entre lágrimas. Giro medio cuerpo con la mano en la manivela de la puerta y le observo gatear a duras
penas para alcanzarme.
—¿No, qué? —Tengo que inmovilizar su cabeza antes de que se haga más daño, —yo no me iré
sin ti.
Kainer se repite decenas de veces chocándose con la mesa de la cocina, rodando de nuevo por la
cabaña, dejándose la voz nombrándome y advirtiéndome que no salga.
Yo, impasible ante la triste imagen de verle demacrado sufriendo otro brote que le tumba, llevo
mis manos al borde del abrigo y lo estiro bien.
—Aguarda en paz, cariño. No tardaré. Reza porque pueda manejar los botones de la moto o de la
furgoneta.
Es más bien un susurro que me hago a mí misma. Kainer se halla fuera de sí porque él ya tiene
bastante con su dolor.
Decidida, abro la puerta ahogando un grito de congelación. La ventisca trae consigo unos copos
de nieve que van a parar a mi rostro parcialmente desnudo. Me cobijo subiendo la tela del abrigo y
entrecierro los ojos buscando algún vehículo. La nieve me deslumbra por culpa del sol. Tengo que
aferrarme a un poste mientras observo con detenimiento desde mi posición.
Cualquier cosa me vale. Hoy, después de seis años, cambiaré nuestras vidas y las pondré en
manos de profesionales.
Me volteo asustada porque creí haberle oído salir. No, ha sido una falsa alarma. Diviso la
fachada de la cabaña; es pequeña y está cubierta por una gran cantidad de nieve. A mi derecha, veo una
extensión de la misma en la que podría caber una furgoneta. Mi primer pensamiento va dirigido a
averiguar qué hay en lo que parece un cobertizo, sin embargo, un olor a quemado me distrae girando
parcialmente mi cabeza. Siguiendo el rastro.
El olor me guía hacia la izquierda. Cruzo el diminuto porche con mi fijación puesta en la madera
ardiendo. Kainer ha debido de encender una hoguera mientras ha estado aquí afuera. Es mi obligación
echarle un vistazo al fuego, si no se controla como la chimenea provocaremos que arda la cabaña entera y
saldremos en las noticias.
Cojeando lentamente al extremo, llego a una especie de terraza medio cubierta y de la que sale
humo. Analizo detenidamente dónde se encuentra el foco del humo oscuro. Remuevo con el pie algunos
tacos de madera que ya han prendido. Solamente hay montecitos de reserva para la chimenea. Kainer ha
pensado en todo. Pero el olor sigue siendo fuerte.
Toqueteo todo aquello que esté a mi alcance, abriendo y cerrando los barriles donde están las
provisiones del fuego. Alzando mi cabeza con la nariz al aire para descubrir de dónde viene el olor. Y
me quedo aquí atontada como si el fuego fuese más importante que la vida de mi Kai.
Me decido a volver dentro pero tropiezo con algo que me resulta familiar. Cojo un zapato de
tacón, lo miro y mis sentimientos se disparan soltándolo al instante. Retrocedo negando por la pérdida de
Cannie que se habrá olvidado calzarse. Reviso la terraza abrigándome dispuesta a regresar a la cabaña
cuando una brisa húmeda me provoca las primeras arcadas.
Escupo pataleando trozos de madera calcinados, investigando a su vez por qué huele mal. Abro
de nuevo los bidones y barriles que se encuentran a mi alcance; uno repleto de gasolina, otro de leña, otro
sirve como contenedor de matojos, y otro está vacío. En el rincón, justo detrás de un barril que ya había
abierto, hay una caja metálica escondida. Me recuesto sobre un bidón y abro la tapadera, es un
congelador. Con comida.
Hago una mueca sacudiéndome las manos. Trago saliva volviéndome a abrigar cuando el olor me
ataca de nuevo. No, ahora no malgastaré mi tiempo en…
Alzo la nariz. Sigo el rastro. Muevo el barril de madera. No puedo. Lanzo los tacos sobre mis
hombros hasta lograr moverlo. Detrás de este hay restos de cenizas. Muevo el otro barril, el vacío, hay
más cenizas. El tercero, el de la gasolina, es imposible moverlo, por eso me encargo de alejar todavía
más los otros dos. Remuevo con la bota las cenizas que todavía humean. Él ha debido encender una
hoguera y no la ha apagado completamente.
Convencida de verter la nieve sobre las cenizas, me entretengo en un detalle que llama mi
atención. Me agacho entre los barriles porque hay algo que brilla. Un pendiente. Muevo la joya en mis
dedos, soplando, sonriendo y borrando mi sonrisa tan pronto me alarma un pensamiento.
Cannie.
Hago uso de mi escasa fuerza para volcar el barril vacío y observo el rastro de cenizas.
Desplazo el barril junto al que está vacío y comienzo a gritar desesperadamente. Cannie, la
cabeza de Cannie estaba escondida detrás del barril junto con un brazo, un pie…
Cannie.
—¡CANNIE!
Mis oídos se ensordecen. Cojeo arrastrándome por el porche hasta la nieve exterior. La necesidad
de huir histéricamente ha provocado que me haya colado en un minúsculo agujero que ya escalo
ágilmente.
—¡RISHELLE! ¡RISHELLE!
Llorando alarmada, me niego a darle un minuto más de mi vida a un hombre que ha…
Que ha…
Que ha….
No era una muñeca. Era… era una persona. Una persona humana. Cannie ha… ha muerto y sus
restos están…
No…
No puede ser…
Escalo las escaleras del porche para huir de la nevada que empieza a caer. Me duele todo. Desde
el cuello hasta mis piernas. El sol se ha escondido para siempre y la ventisca sopla fuerte.
Aquí, tirada contra el poste del porche, vomito un trozo de huevo por el olor desagradable de un
cuerpo que está descomponiéndose.
—Rishelle, Rishelle, entra por favor. Sé que estás ahí. Esperándome. Asustada. Pajarillo, ven,
ven por favor. Yo te salvaré. Yo te curaré. Deja que te explique y que…
—¡CALLA! ¡CÁLLATE!
Uso el mismo método que Kainer para aliviar el sufrimiento y agarro una cantidad de mi pelo.
Tiro de este con todas mis fuerzas. Siento placer mientras me torturo golpeando mi cabeza y mis brazos.
La cabeza, el brazo, las prendas esparcidas… el reciente recuerdo me acorrala y me hace presa
de mi dolor.
No puede ser.
No puede ser.
Abro la boca para inhalar aire, consternada por el llamamiento que proviene de la cabaña. Kainer
ha pronunciado mi nombre hasta cien veces seguidas aclamándome de manera distintas; haciendo ruido,
quejándose porque se ha herido, gritando que “él” es más fuerte… Me quiere. Me quiere a mí. Derribar
la puerta y dedicarme plenamente a sus necesidades se ha quedado en un sutil pensamiento porque me
estoy levantando para… para salir de aquí.
Sujeta a un poste que carece de nieve, pero no de humedad, bailo entre capas de hielo que me
impiden ponerme de pie. Aterrorizada, me obligo a moverme rápidamente porque Kainer ha logrado
hacerse con el control absoluto de su propia mente. Canturrea que viene hacia mí.
Helada por el descenso repentino de temperatura, decido lanzarme al vacío y caigo en ese agujero
parcialmente hondo que me ha recibido antes. Escalo de nuevo hacia arriba saliendo del obstáculo y me
desplazo llorando como un reptil lejos de la cabaña.
Entona canturreando mientras lucho con la ventisca que ha secado mis lágrimas. Pero me urge huir
de este hombre; moralmente y socialmente. Es un… es un… Kainer es un… asesino.
—Kai, mi vida. No me iré, yo… —me invento una decena de excusas para tocar su alma, pero ha
sido rápido y ha cerrado la puerta.
Educadamente, estabiliza mi equilibrio apretándome por los hombros cuando me baja. Le miro
directamente a los ojos con la más absoluta intención de retarle, desafiarle, provocarle… y no lo
consigo. No porque se ha arrodillado abrazándose con fervor a mis dos piernas.
—Mi pequeña pajarillo, mi… ¡No, calla maldito! ¡Te echo tanto de menos! ¡No, tú no!
Acaricio su cabeza con tacto, cariñosamente, sutilmente… recordando a su vez si dentro del baño
habrá una ventana. Disimuladamente nos muevo y me asomo comprobando que no tengo salida. Resoplo
muerta de miedo por el cambio drástico de Kainer que araña mi rodilla.
Ha girado la cabeza. Ya no estoy de espalda a él. Sabe que no estoy afuera, pero tampoco canta
victoria conmigo aquí dentro. Disimulo machacar la carne con una cuchara mientras yo le evalúo
observándole de reojo. Kainer sonríe, se ha puesto de pie yendo en esta misma dirección. Pongo mi
atención en un cuchillo. Me regaño por ni siquiera tenerlo en cuenta.
—¿Carne?
—¡Adoro la carne! ¡Me gusta la carne! ¿Podrías hacer puré? No he comido puré desde… desde…
mi madre fue la última persona que me hizo puré…
La última vez que comió puré fue en la cena de su vigésimo cumpleaños. Le pedí dinero a una
profesora inventándome una fea excusa de mierda y compré preparados de puré para su día especial. Lo
disfrutó tanto que limpió el plato con su lengua. Luego cambió, le pasó algo, Kai se enfadó y me culpó
por haber sido el único en comer aquella noche. Ama el puré de patatas, en el instituto lo saboreaba a
diario. Era su refugio en el comedor cuando no me quería cerca de él. Al principio pensé que me alejaba
centrándose en el alimento para no llamar la atención porque ya empezábamos a gustarnos, a ser
mayores…
Sus acciones son completamente definidas. Las respuestas a mis dudas las tengo atrás, en el
hombre que se ha sentado y que rasga suavemente la piel de mi pierna.
—¿Prefieres un masaje?
Se ha sentado en el suelo aferrándose a mi pierna izquierda. Esa que me hormiguea y que apenas
siento tras haber pasado un rato tirada en la nieve.
—Si abrieras los ojos verías que no tenemos horno. Hazla como quieras, —gimo porque me ha
arañado, —pero como eres tan inútil no sabrás cocinar. Lo dejarás todo impoluto para él, ¿no?
¡Cualquiera lo aguanta! Martillea quejándose como si fuese el único jodido. ¡Y qué culpa tengo yo! ¡Qué
le den! ¡Es un gilipollas! ¡Ah, no, por ahí sí que no! ¡Pues odia a quien te salga de los huevos! ¡Eh, no me
culpes! ¡Que yo no he follado! ¡Ya, es listo! ¡Ella tonta! ¡Lo sé! ¡Ya no le soporto más! ¡Eso deberíamos!
¡Claro, en una votación! ¡Imposible! ¡Le duele! ¡No estoy en esa mierda!
Tapo mi boca con ambas manos porque el grito hubiera sido más fuerte que mi voluntad de
ahogarlo en mi garganta.
Prosigo disimulando que cocino mirando mi objetivo primordial; la única puerta. Sopeso hasta
dónde llegaría si le ordenara a mis piernas que corrieran sin cesar, sin saber si habrá algún vehículo
dispuesto a sacarme de esta pesadilla, a alejarme finalmente de él y poner remedio a su sufrimiento.
—¿Kainer?
—Kainer.
—Amor.
Desabrocho los botones del abrigo empapado de agua que congela mi piel. Lo dejo sobre la
encimera de la cocina, siempre haciendo movimientos lentos y meditados para no alterarle, y respiro
hondo volteándome mientras esbozo un jadeo de frío porque el resto de mi ropa también chorrea de agua.
La he sentido por debajo del abrigo cuando me he caído en ese agujero del que he salido arrastrándome.
Kainer se ha callado. Él no ha girado del todo la cabeza, tan solo la ha ladeado para mirar de
reojo hacia dónde voy. Pretendía acercarme a su corazón, pero me urge plantarme delante de la chimenea.
Cojeo con mi fijación puesta en el ligero fuego que chispea de los troncos y añado más.
Cannie me debilita aquí, arrodillada, frotando mis manos. He pasado desapercibida ante Kainer y
he creado un sentimiento de empatía con la mujer que yace muerta.
Sus quejas resurgen tras el breve silencio y es la sinfonía que me acompaña ahora mismo. Sollozo
preguntándome cómo he permitido que un hombre me dominara seis años. Aunque él me retuvo en la
jaula, debí haber actuado de muchas otras maneras, entre ellas negarme a todo; a comer, respirar o
incluso vivir.
Pero tenía la certeza de que Kainer me quería a su lado, y siempre he sabido que yo soy el motor
de su vida.
—¡Dímelo a mí! ¿De verdad? ¿Cómo? ¡No, nadie me cuenta nada! Sí, sí. Por supuesto. A veces
lo…
He luchado contra lo imposible adaptándome a una vida controlada por un hombre que ya no
conozco.
He luchado contra todos los aspectos que se me han presentado durante seis años, incluso años
atrás también, intentando comprender la personalidad de un chico que necesitaba cariño.
- CAPÍTULO DIECISÉIS –
Kainer rueda por el suelo luchando con sus extremidades. Trenzo mi pelo suspirando con mi
mirada puesta en su lamento, recupero otro abrigo del armario y me entretengo un poco en el baño. Antes
de entristecerme por los recuerdos me pongo en marcha agachándome para intentar abrigarle.
Soy su diversión.
Corre brincando por la cabaña como si fuera un niño. Los movimientos de sus dedos me detienen
porque dos de ellos los tiene entumidos.
Saltaba felizmente sobre el colchón hasta que se ha lanzado para golpearme en la cabeza. Le
esquivo riéndome porque no me hace daño, solamente quiere jugar.
También grito cuando encorva su espalda cayendo contra el duro suelo de madera. Me arrodillo
ignorando que me matan los pinchazos de mi cuerpo y le atiendo a pesar de que sonríe. Cuento cada
quince segundos, es el intervalo que transcurre desde que se golpea la cabeza hasta que entrecierra los
ojos.
—¡Y con él, maldita zorra! ¿Cómo te has acostado con él y no conmigo?
—Basta, Kainer.
Escupo en el fregadero enjuagándome los restos de sangre, y noto su cuerpo pegado a mi espalda.
No hace nada, tampoco dice mucho, permanece ahí escondido como si fuese su refugio. Evaluándole, me
muevo estratégicamente abriendo la puerta de salida. Me sigue, pero la cierra interponiéndose en medio.
—No, no, no —canturrea haciendo palmas. Afortunadamente los dedos entumecidos solo afectan
a un Kainer risueño y niño.
—Práctica, señorita pelirroja. ¿Por qué te has recogido el pelo? A él no le gustará. Suelta esa
especie de trenza malhecha y…
—¡Tú no me das órdenes! —Le amenazo cansada de jugar, —ahora mando yo. Ponte el abrigo. Te
espero en el coche.
—¿Te vas? ¿Te vas sin más? ¿Olvidas todo lo que hemos vivido?
Se ha movido como un rayo para estrellarse con la mesa de la cocina, la ha roto. Kai yace tirado
entre un chorro de sangre. Asustada, me agacho para atenderle y me encuentro con una de esas sonrisas
que iluminan mi vida. La sangre proviene de una astilla hincada en su hombro. En silencio porque él
también lo está, me encargo de sacársela con mucho cuidado y luego presiono su piel con la manga de mi
abrigo.
Jamás me acostumbraré a verle ensangrentado, ni por consecuencia de sus heridas ni por las
cicatrices que nunca sanaron. Es un acto reflejo sin control; él se hiere y mis preocupaciones se disparan.
—¿Te duele?
—Me lo imagino.
—Algo.
—Sí.
Me ayuda más que yo a él asegurándose de que no me tambalee cuando nos ponemos en pie.
Sonríe educadamente mientras trastea los restos de la madera esparcida.
—Kai, —le aclamo porque se ha quedado pensativo —nos íbamos ya de la cabaña. Te he sacado
un abrigo para que te lo pongas. Estabas en ello.
—Saltaba encima de la cama. No nos íbamos. Por favor, —se voltea aniquilándome —no me
mientas. Es lo último que necesitas.
—¿Por qué?
—Pregúntaselo a él, no a mí. No tengo nada que decir en esta mierda de guerra.
—Hazme un favor, respeta mi silencio. —Besa mi frente cariñosamente como lo haría un hermano
mayor. De repente, evalúa mis contusiones faciales, —¿te ha levantado la mano?
—Exactamente, no.
—Mírame.
—No.
—Así es. Mírame a los ojos, por favor te lo pido, —lo hago aunque me cuesta un mundo tener que
enfrentarme a esa oscuridad que no reconozco —no ha sido para tanto, ¿no? Necesito saber si te ha
herido o…
—¿Cómo te ha herido?
—Rishelle…
—Jugabas con mi cabeza hasta que doblaste tu espalda. Fui a atenderte, tú te incorporaste
rápidamente y chocamos nuestras frentes.
—¿Y la nariz?
—Producto del choque. Nos íbamos ya —alejo los tartamudeos de mi garganta. Tenemos que
salir de la cabaña urgentemente.
Casi había sonreído antes de caer al suelo derrotado tras doblar sus rodillas; se ha vuelto a
derrumbar.
Ahoga los gritos en su garganta cuando cojeo rápidamente hacia su abrigo. Se lo estiro de manera
informal por la espalda e incentivo su motivación moviéndole, pero elije no colaborar y permanecer
quieto.
Retrocedo tan pronto me doy cuenta que estaba avanzando hacia él. Dispuesta a consolar su
lamento, y a atenderle como siempre he hecho, hago y haré. Pero es más importante sacarlo de la cabaña
puesto que es la única forma de ayudarle. Necesito encontrar un hospital para que traten sus heridas
emocionales. Sí. Un hospital para él, y para mí. Nuestra salud prevalece ante todo.
—Ni se te ocurra moverte. No permitas que se apiade de tu mente, de ti. Mantente fuerte. Él me
hará daño.
Corro de nuevo acelerada buscando el vehículo que nos saque de esta pesadilla. En el otro
extremo opuesto al cadáver de Cannie solamente hay nieve, un montón que cubre la extensión de la
cabaña. Hundo mis piernas en la fría capa de hielo comprobando la densidad, esta me llega hasta la
cintura. Sacudo mis pantalones de pana en la seguridad del porche cuando me convenzo de que la
furgoneta podría ocultarse donde se halla la mujer.
Motivada por huir lejos, me recorro los diez metros que separan un extremo de otro y me cubro la
nariz con la manga del abrigo. El olor es insufrible.
—Paseaba.
Tiemblo al girarme. Ha cruzado sus brazos, erguido la espalda y levantado la cabeza que
mantiene inerte ante mi cuerpo flácido y terriblemente en constante movimiento por culpa de mis nervios.
Ha salido sin abrigo.
—¿QUÉ ES ESO?
—¡Te he hecho una pregunta! ¿¡Qué mierda es eso!? ¿Qué has hecho, Kainer?
Me cuelo entre los barriles señalando a Cannie. Él no ha dirigido la vista hacia mi mano, él es
pura serenidad e intolerancia plantada delante de mí.
—Rishelle.
—¿Kainer? —Se extraña. Puede que esté cambiando. Necesito seguir en mis trece y que las
lágrimas no me la jueguen.
—Pregúntale a él.
—¡Soy una mujer! Tengo veinticuatro años. No puedes tratarme como a una cría.
—¿Admites que la has asesinado? ¿Qué hago yo ahora? ¿Qué hacemos? Oh Dios Santo, la
vendrán a buscar y…
La dramatización que caracterizaba se está convirtiendo en una escena muy real. Creí que
provocándole caería, se doblegaría y rogaría que no le abandonara. Sin embargo, este Kainer no es tan
fácil de derrotar. La prueba de ello se halla en su capacidad egocéntrica de no mostrar ni un ápice de
interés por el cuerpo sin vida de una mujer. Independientemente de si la conocía o no, es un cuerpo sin
vida.
Retrocedo alejándome de los dos. De un Kainer que ha achicado los ojos observándome y
disfrutando de ello.
—Rishelle.
—Rishelle.
—¡Me defenderé!
Grito agarrándome la trenza mientras tiro de ella. Me he lanzado al montón de nieve para poner
distancia entre ambos, pero me he hundido y Kainer ha avanzado suspirando. Juraría que piensa que su
hermana pequeña es un poco patosa.
—Cambia.
—Rish…
Empieza a sacudir su cabeza, a surgir efecto. Él se escabulle gritando mi nombre en plena crisis
de su brote que le tumba en la nieve. Espero impaciente a que se levante pero su cuerpo no responde.
Escarbo rápidamente abriéndome paso mientras soy un mero producto de mi histeria.
—¡Como te pase algo juro que seré yo la que te pegue! ¡Kainer, despierta! ¡Muévete! ¡Si te
atreves a abandonarme te perseguiré hasta el fin de tus días! ¡Él no tiene nada que ver con lo que te haré
como no te pongas de pie! ¡Kainer!
Me cuesta nadar entre los montones pero finalmente llego al hombre que yace inerte en la multitud
blanquecina. Le arrastro a sabiendas que no conseguiré mucho y le golpeo sutilmente en sus mejillas.
Se ha desmayado.
—Kainer, no me dejes. No me dejes ahora que te voy a curar. Por favor. ¡Ayuda, socorro! ¡Que
alguien me ayude!
Palmeo su rostro, meto los dedos en su nariz, le hago el boca a boca, y su inconciencia perdura.
Compruebo visualmente la distancia que nos separa de la puerta y de la furgoneta, los dos
estamos justo en medio. Opto por reanimarle en la cabaña puesto que ya sé dónde está aparcado el
vehículo y…
—Sí, por supuesto que… No. Ahora no podemos. Nos íbamos. ¿No te acuerdas?
—¿Irnos? ¿Adónde?
Se sacude el polvo de nieve mientras nos levanta sin apenas esfuerzo. Jadeo soportando el dolor
de mi espalda cuando me coge en brazos y nos lleva al porche, junto a la terraza donde se sitúan los
restos de Cannie.
—A ver, chiquitina y pequeña zorrita, ¿de qué mierda hemos hablado? ¿Quién ha tenido los santos
cojones de sacarte?
Aunque parece intimidante, no es más que mi Kainer, este gilipollas que se folló ayer a la mujer
que ha matado.
—Los dos, por decisión propia, hemos decidido abandonar la cabaña para… para… oye, ¿vas a
cambiar? Porque quiero ahorrarme esta charla paterno-filial. Ah, y por mucho que cruces los brazos
como antes no me das miedo.
Pongo un poco de distancia. Me asusta que pueda arremeter contra mí, caer en su juego nos
retrasará.
—Kainer, cambia.
—¡CAMBIA!
—Pajarillo.
—Te prometo que nunca te abandonaré. Te prometo que nunca te dejaré por otro que no seas tú.
Somos familia. Te amo. Te amo y tú me amas. Sé fuerte. Podemos acabar con esto. Ya no te hará más
daño. Enterraremos al demonio.
Voceo tirando de mi pelo, golpeando mi cabeza disimuladamente bajo su atenta mirada. Kainer se
encuentra totalmente sorprendido por mi actitud. Niega alucinando, y a veces se rasga la piel de su brazo.
Le imito por voluntad propia gritando lo mucho que le quiero. Se siente acorralado.
—No importa que hayas matado a una mujer inocente. Lo superaremos. Inventaremos la excusa
más maravillosa del mundo para que no te pase nada. Ni a mí. Cielo, sigo aquí. Siempre he estado a tu
lado aunque me haya enfadado contigo.
—¡RISHELLE!
Por fin se estrella ferozmente contra el poste del porche y cojeo hasta él para frenarle. Kai no es
inmune a mi voz. Surge un efecto inmediato. Puede que el secreto se encuentre en mi tono o en mis
intenciones. Nunca lo sabré porque nos vamos.
—¡LE MATARÉ, LE MATARÉ! Rishelle, no, no me dejes. No te vayas de mi lado. Amo tu pelo.
¡No, no lo amo! ¡Puta! Mi amor, yo te…
—Sshh, tranquilo, Kainer. Sigue así. Lo estás haciendo muy bien. Acompáñame. ¿Vale?
Ha rodeado el poste con sus enormes brazos. Está haciendo fuerza para que no le mueva.
—Rishy —susurra mi nombre con un tono de voz que reconocería entre un millón.
—La moto.
Pronuncia antes de voltearse y chocar su espalda en el poste que abrazaba.
Retrocedo nerviosa mientras soy protagonista del espectáculo radiante de Kainer. Agacha su
cabeza despacio como si abandonara el personaje que le priva de ser quien es. El peso de sus músculos
más poderosos recae sobre sus hombros. Y tímidamente, se oculta avergonzando de la mujer que ama.
Lloro desahogándome como si fuese la primera vez. Como si Kainer fuese mi única cura. Él,
delicadamente, acaricia mi espalda mientras besa la cima de mi cabeza.
—Lo estás haciendo bien, Rishelle. Ten cuidado a quién de ellos motivas porque…
—¿Irnos? —Le miro desde mi posición inferior. Aunque cargue con el peso de su cuerpo sigue
siendo un hombre enorme.
—Lejos de la cabaña.
—¿Con Cannie?
—¿Estás bien? ¿Sana? ¿Y tu pierna, te duele mucho? ¿Has mirado en el botiquín? Hay un par de
vendas que te…
—No perdamos más el tiempo, por favor. Ya no sé ni cuándo te irás, ni cuándo volverás.
—Siento con todo el dolor de mi corazón no poder avisarte como te mereces. Él es fuerte. Mucho
más fuerte. Mi alter ego es un dolor en lo más profundo de mi alma. Es un infierno vivir con él,
separarme de ti… Te prometí que te contaría todo. Y cumplo mi promesa. Pero temo que él nos oiga.
Querrá utilizarlo para herirte.
—¿De qué estás hablando? Kainer. Esto es tan sencillo como buscar un hospital y… Oh, no,
Kainer, otra vez no…
Me ha abandonado de nuevo.
—Es un hijo de puta. Siempre consigue llevarte a su terreno y… —lo dejo hablando solo porque
comunicarme con cualquier Kainer que no sea mi novio me produce nauseas.
Cojeo por el porche totalmente desesperada. He llegado al límite. Busco la moto de nieve que ha
debido esconder junto a la furgoneta, no veo nada que destaque alrededor de la cabaña.
Paso por su lado reteniéndole como puedo, estaba golpeándose cruelmente, rasgándose la piel de
sus brazos.
—Amor, resiste.
Uso la manga de mi abrigo como escudo cuando atravieso la zona de los barriles donde se
encuentra los restos de la mujer. Me abro un hueco entre los montones blanquecinos de nieve. Ya no
malgastaré más el tiempo en averiguar qué vehículo nos sacará de la montaña, Kainer ha nombrado la
moto y estoy segura que ha sido a posta. Me dirijo hacia la furgoneta rezando, debe estar aparcada al
lado.
—¡Pelirroja! ¡No me abandones, no me abandones! Tengo miedo. Tengo mucho miedo. ¡Rishelle!
¡Rishelle!
Detengo mi avance por un instante con la intención de consolarle desde la distancia. Pero en
cuanto ladeo la cabeza para reencontrarme con su mirada le veo saltar hacia la nieve. Kainer está
asustado, nervioso, y patalea sin moverse aunque simule que nada usando sus extremidades.
—Te has atascado. Levanta las piernas igual que si caminaras por una superficie de…
Mis sentimientos estallan como fuegos artificiales cuando se lanza sobre mí dándome un abrazo
que me destruye emocionalmente. Kainer llora aferrándose a mi cuerpo que se mantiene firme gracias a
los montones de nieve que nos rodean. Yo también lloro discretamente mientras acaricio su espalda y le
tranquilizo susurrándole lo mucho que le amo.
—Sígueme, nos separan unos metros para llegar a la furgoneta. Hoy dormiremos en un hospital.
Tú y yo.
—Mi amor, no permitiré que eso suceda porque no hemos hecho nada malo. ¿Quieres que le
matemos? ¿Quieres que un médico te lo arranque de tu ser?
—Entonces, sígueme. Rodea tus brazos alrededor de mi cintura que yo tiraré de los dos.
—Él no quiere.
—Sígueme. Rápido.
—¿Adónde?
—No es tu problema. Hazlo. Y en silencio.
—Oye, pequeña putita aquí tú no… —le abofeteo en la cara otra vez. Imponiéndome. Él alucina
cubriéndose como si hiriera su orgullo.
Ruedo los ojos dándole la espalda mientras me vuelvo hacia el camino que había abierto.
Kai me sigue contándome historias sin sentido. Me habla sobre cuanto desearía montar en un
cohete espacial, pero no puede porque le falta ochenta dólares. Unos minutos después, inicia una
conversación comentando la economía mundial, quiere invertir en la bolsa para comprar un cohete.
Incluso lo ha visto personalmente.
—¿Cuánto queda? ¿Adónde vamos? ¿Sabes que el algodón no nace de una planta? Flota en el
espacio y los alienígenas de…
—¿Perdona? ¿Disculpa, doña me he hecho una trenza porque mi pelo huele mal?
—¡Hemos llegado!
Fuerzo la cerradura de la furgoneta rezando porque esté abierta. No consigo abrirla. Uso a mi
novio como herramienta cuando le ordeno sutilmente que golpee la puerta. Ha sido fácil, tras una pequeña
discusión de un minuto en el que le he prometido que le llevaré a la luna en uno de esos cohetes
espaciales que ama tanto… ha hecho lo que tenía que hacer.
—¿Algodón? ¿Quién ha hablado de algodón? ¡Es de bebidas! ¡No me prestas atención! Tienen la
presión suficiente como para mandar a mi cohete al espacio. Es que no puedo creer lo tonta que eres y lo
poco que…
Me he colado dentro de la furgoneta. Era verdad. La moto de nieve está dentro. ¿Cómo la ha
subido hasta aquí? Ha tenido que ser un Kai inteligente. Habrá usado las tablas gruesas de madera como
rampa. Las acabo de encontrar debajo de una manta.
—Cariño. Te llevaré adonde me pidas si me ayudas a sacar la moto de nieve. ¿Ves? No es tan
grande. Necesito tu ayuda.
—¡Yo no tengo el culo gordo! —Caigo en su trampa porque se está riendo, —muy, pero que muy
gracioso. ¿Cómo la subió él?
—Pregúntaselo.
—¿La empujamos?
—¿Por qué te caigo mejor? ¿Mucho mejor que él? ¿Hasta dónde? Dime una distancia y…
—Kainer, céntrate en esto. Hay que coger las tablas para la rampa. ¿Colaboras?
—Eres mi favorito, —le beso en los labios —y siempre serás mi favorito. Si él te dice lo
contrario te está mintiendo.
—¿Por qué soy tu favorito? —Ha entrecerrado los ojos. Me cuesta llegar a un acuerdo.
—Porque me tratas bien, me cuentas tus sueños, eres simpático, nos llevábamos bien…
—Suficiente. Sé que somos los mejores hermanos del mundo. El beso te lo podrías haber
ahorrado. Me da asco besar a mi hermana. Pero no se lo diremos a nadie. ¿Trato?
—Trato.
Incluso arranca la moto después de rogarle que lo hiciera por su hermanita pequeña. Él ha
recapacitado asintiendo porque piensa que somos hermanos, y también se ha ofrecido a conducir porque
he insistido en que sabe cómo hacerlo. Al principio se ha echado atrás, luego por arte de magia, ha
tomado el control de la moto que intenta arrancar.
—Ayer la usaste para dar una vuelta por los alrededores.
—Antes ha hecho un ruido, creo que debes mantener esa cosa encendida, y también tirar de esa
cadena para… ¡NO!
Kainer se ha impulsado saltando de la moto. Entierra su cuerpo luchando con los brazos y las
piernas en alto, gritando mientras quema su voz.
Trasteo la moto como puedo. Nunca he conducido una, ni siquiera he conducido nada que no sea
un monopatín que me encontré en la calle. Pienso con detenimiento los ruidos producidos si toco algún
botón u otro, probando mil maneras de…
—Rishelle. Rishelle.
—¡Sí! —Pruebo una vez más moviendo los manillares y la moto se mueve, —¡Kainer, lo he
conseguido! ¡Lo he conseguido!
—Rishy…
Emocionada, me lanzo contra el cuerpo de Kainer que se incorporaba después de enterrar gran
parte de su cuerpo en la nieve.
Sufre un brote acechándose la cabeza mientras las muecas de su rostro detienen mi feliz momento.
Aguanta como un campeón agotando sus fuerzas, desvaneciéndose un poco sobre mí. Pestañea
presionándose el pecho, llevando ambas manos al lado izquierdo de su cuerpo como si pensara en
tocarse el corazón.
—Se ha terminado.
—Bueno, nunca hemos sido unos fanáticos de la vida en la montaña.
—Amo tu sonrisa.
—Como humano.
Y le sonrío. Le sonrío porque está siendo simpático y porque no reconozco qué Kainer se ha
presentado ahora.
Es necesario que le evalúe si quiero conducir este trasto hasta la civilización. Sería bueno tener a
un Kainer agradable como compañero de viaje, que me indique más o menos qué vías de carretera
debemos tomar.
—¿Te encuentras con ganas de sentarte en la moto? Jamás podré cargar con tu cuerpo. Y no
pienso abandonarte en la nieve. Si nos vamos, nos iremos juntos.
Me dedica una sonrisa que derrite mi corazón y descarto al gilipollas que detesto.
A su lado, sin perderme detalle de sus movimientos, me percato de unos cuantos gestos que había
ignorado desde su último brote. Kainer arrastra los pies hacia la moto, permite que el peso de su columna
vertebral recaiga sobre sus hombros y esconde tímidamente la cabeza. Ante la sorpresa, abro la boca
plantada aquí en la nieve mientras toma asiento. Él ha estirado un brazo aclamándome, no sé si sonreír o
golpearme por no haberle reconocido. Esto de enfrentarme a sus diferentes personalidades me confunde.
—Rishy, ven.
—¿Por qué no me has dicho nada? —Le abrazo fuertemente porque le echaba de menos. Siempre
le echo de menos. Se ríe devolviéndome el gesto amable que nos permuta en la nieve. Ni el frío podría
separarnos.
—Te amo, te amo tanto que duele no saciarte como mereces. Perdón, —susurra pegando su boca a
la mía —perdóname, pajarillo.
—Kai, mi amor yo…
—Sshh, me toca a mí. Mantén la aguja grande entre los números cero y cien. La pequeña debe
estar siempre en la letra S, significa sur. Cuando arranques la moto vigila ambas agujas, si esas fallan
guíate por el mismo rumbo del inicio. El primer pueblo que te encontrarás está vacío y no servirá de
nada, sigue hasta el segundo pueblo que veas; se llama Roadstall o algo así. Allí hay un bar que está
abierto las veinticuatro horas del día, entra sin miedo y habla con cualquiera porque te ayudarán. Es el
primer establecimiento que encontrarás en tu llegada, si no te apetece pasar por el bar sigue adelante, a
unos cinco kilómetros hay una gasolinera que…
—Lo tengo. Hasta cien, dirección sur, mantengo el rumbo hasta Roadstall.
—Esa es mi chica, —me premia con un beso —has sido una mujer valiente.
Lleva un par de minutos apretando fuertemente sus ojos. Tiene un tic en el labio superior que me
distrae. Pierde el control. Y lo hace lentamente.
—Rishelle.
—¿Sí?
—De irnos juntos para salvarnos. Solamente me ha costado seis años —me río pero él no me
sigue y temo haber dicho algo que… No, Kainer sigue aquí conmigo.
—Eso intento.
—Lo siento. Él está siendo un incordio. Muy bien. Mantén tu vista en mí. ¿Recuerdas las baldosas
de la escalera que se cayeron después de aquella tormenta que nos dejó sin luz durante el fin de semana?
—Me acuerdo.
—He escondido ahí algo para ti.
—¿Podrías guardar el secreto por mí? ¿Recogerás lo que he dejado para ti? Ve a por ello y no…
Quería seguir hablando, quería permanecer aquí conmigo. Ha hecho lo posible porque ha
gesticulado con la boca y se ha atragantado ahogando las bocanadas de aire que se han muerto en su
interior. Repito sus palabras en mi mente para no olvidarme de ellas. Se ha apoyado en mi cuerpo,
echándose completamente mientras le sostengo meciéndole.
Beso su cabeza llorando por todas las emociones vividas en un par de días, en seis años, en toda
una vida.
- CAPÍTULO DIECISIETE –
(Primera Parte)
Las voces resuenan continuamente entre cuatro paredes. Algunas pretenden destacar con otras
menos sonoras, pero la mayoría de ellas pelean indiscretamente por captar mi atención. Sus convicciones
son certeras porque la definición de sus conocimientos le avalan como tal. Mi inconsciencia les
simplifica la labor de aportar sus referencias mientras asiento conteniéndome de la histeria individual.
Presa de la exposición real de mis sentimientos, me derivo en un viaje virtual que destaca por la
ausencia de vida en general. Sola, y flaqueando en el abismo, elijo la indiferencia pese a sus insistencias
en subrayar con orgullo los datos que han aportado.
Enderezo la espalda apretando los puños para aparentar que prosigo psíquicamente aquí. Caso
opuesto a la evolución de la postura que adopta mi cabeza; ligeramente decaída, ocultando las lágrimas
que se atreven a desafiarme sin mi consentimiento. No obstante, paso desapercibida ya que esos ruidos
que nacen de gargantas ajenas lo controlan todo.
Hasta que una voz grave resuena contundente y el silencio me alerta del fin de mi viaje.
Regreso a sabiendas de que esos ojos verdes que me miran sólo a mí, no se desvanecerán tan
sencillamente. Me consolido rindiéndome delante de la persona que ha enmudecido a esas voces
chillonas. Ha viajado a mi lado sosteniéndome de la mano cuando le he necesitado y ha cumplido con mis
plegarias echando a los componentes de su equipo. Una mujer ha insistido en permanecer en la sala
puesto que es su obligación, él, mi salvador, se ha negado porque mi salud prevalece ante cualquier ley.
Sentado en su sillón porque así lo he requerido anteriormente, nos separa una mesa gris y de
aspecto horrendo ocupada por documentos, rotuladores y un marco de fotos que sostengo en mi mano
derecha. Acaricio el rostro hermoso de una niña rubia, de todos los integrantes de esta imagen, ella la
única que toca la fibra de mi corazón.
En la foto familiar que ya he puesto en la mesa, y que he volteado, no solamente destaca una
preciosa niña de diez años, sino dos jóvenes adolescentes que la abrazaban sonriendo, y que a su vez,
eran abrazados por un feliz matrimonio. Feliz. La familia del hombre con mirada clara y voz resistente ha
formado una familia hermosa.
—Señorita Lynn.
Restriego mis ojos siendo consciente del siniestro silencio. Se hace incómodo, demasiado
incómodo para lo que puedo soportar. Él no insiste; sé que no me presiona, es un amor conmigo y ha
interpuesto mi salud emocional a una mujer muy exigente.
Confirmaría con gusto que está siendo mi firme apoyo. Nos separan casi veinte años, pero le
siento como si se hubiera metido en mi cabeza y supiera lo que necesito en todo momento sin
preguntarme.
Este hombre es mi impulsor. El que me despierta sin palabras aunque finja dormir con los ojos
abiertos o flote a la deriva en un viaje virtual ajena a las voces inquisidoras de su equipo.
—Esa mujer agobia a cualquiera. Discúlpala. Ahora, habla de ti. Ha pasado una semana. Una
complicada semana, Rishelle.
—Y hoy es el día.
—¿El día?
—Lo había olvidado. Estoy de acuerdo. Creo que tus condiciones le serán favorables. Le
ayudará.
Hoy le veré.
Kainer lleva en coma más de una semana. Encerrado en el cuerpo que yace moribundo en una
cama y enchufado a decenas de cables que hacen sonar las máquinas. Ayer me escapé, logré rogar lo
suficiente como para que me dejaran verle a través del cristal; nadie lo sabe excepto ese policía
simpático que se ha jugado el puesto de trabajo para que admirara con mis propios ojos aquello que
relatan los médicos.
Hace una semana hice exactamente lo que él me pidió. Arranqué la moto, comprobé las agujas y
antes de llegar al pueblo me encontré con una mujer que nos auxilió. Ella se encontraba tan asustada
como me encontraba yo después de cargar con el peso de Kainer sobre mi espalda.
Sabía que se había desmayado y sabía que había perdido el conocimiento; nunca imaginé que
caería en un coma. Se mantiene con vida gracias a todas las medicaciones que le inyectan a través de sus
vías.
La policía llegó minutos antes que la ambulancia. Sostenía el cuerpo de Kai en mis brazos
mientras la mujer les explicaba cómo nos encontró y ellos me preguntaron si había sido herido o nos
habían herido. Mis nervios hablaron por mí sin permiso y comenté rápidamente que lo más importante era
él, necesitaba ayuda. Apenas recuerdo el trascurso de lo ocurrido, pero sabía que se lo llevarían sin mí;
estaba en coma y yo solamente muerta de miedo.
Fui atendida en una segunda ambulancia minutos después de que la primera se marchara.
Comprobaron la vía que sus compañeros engancharon en mi brazo, recuerdo algunas preguntas pero no
las respuestas. Comentaron que me encontraba en shock porque no podía alejar la vista del rastro del
vehículo que se llevó el cuerpo de mi novio.
Pasó rápido. La primera ambulancia actuó en primera necesidad atendiendo al más grave y la
segunda me trasladó a mí. Envuelta en una manta térmica, rememoraba cada día vivido junto a Kainer de
camino al hospital.
Me derrumbé psicológicamente cuando me tumbaron en una cama. Gritaba sin cesar que quería
ver a Kai. Ellos me ataron durante un par de días en el que las visitas de los psicólogos eran mi única
compañía mientras me aislaban de él. Amargada, tirada entre cables y cansada de vivir, me preparaba
para la actuación más importante de mi vida porque quería fingir que ya me sentía bien y que la
medicación daba su resultado. Esa era mi más absoluta prioridad en cuanto alguien entrara en mi
habitación del hospital.
Y esperaba una visita tarde o temprano ya que eran estrictos con las tomas, pero nunca me
preparé para conocer a dos hombres que… que acabarían con mi vida.
Kainer no existe.
—Rishelle, Rishelle, —el médico alumbra mis ojos con su pequeña linterna.
—Lo siento.
—Te has quedado en blanco. Hablaba de… no importa. Por favor, échate en la camilla.
—Mis compañeros me ayudan. Solemos reunirnos para comentar los avances de nuestros
pacientes, los progresos e inconvenientes de…
—Faltaría más —se sienta en el borde de la mesa dejando la pequeña linterna sobre esta.
—¿Cómo está él? ¿Has hablado con él? ¿Ha reaccionado? ¿Le has cogido de la mano y te has
comunicado con su interior?
—Rishelle.
Cuando los policías se identificaron supe al instante que algo iba mal, estaba convencida que me
notificarían una noticia grave.
Fueron cuidadosos relatándome la información. Sufrí en el acto una crisis de negación, e incluso
exigí un abogado. Más tarde, mi psicólogo asignado entró en la habitación y puso orden ya que las
enfermeras y médicos acudieron rápidamente a comprobar el porqué de mi alteración. Me negué a que
los policías se marcharan. Quería más, necesitaba más. Éramos cuatro porque le pedí a mi psicólogo que
se quedara conmigo y él no me soltó la mano. Mi atención se centró en esos dos hombres que repitieron
aquello que habían venido a contarme. Se extendieron en toda la información puesto que respondían a mis
preguntas y yo también les daba respuestas.
Recibí ayuda inmediata después de pasar tres horas envuelta en una conversación con dos
hombres de la policía, y mi psicólogo. Ellos han sido testigos de la sentencia de nuestras vidas.
Pedí el alta voluntaria después de recibir la visita. Mi psicólogo se negaba al igual que los
especialistas que me trataban, pero necesitaba poner un pie en el hogar que nos vio crecer a los tres.
Prometí que llamaría, prometí estar en contacto y cumplí mi promesa hasta que aparecieron por mi cocina
otro grupo de policías; dos de ellos fueron los mismos que me habían contado la verdad sobre Kainer.
—¿Sigues el tratamiento? Las pastillas regularán tus emociones, aunque aún es pronto. ¿Has
llamado al número de teléfono que te di?
—Él no se moverá de la cama. Primero quiero evaluarte. Asegurarme de que estás a salvo en tu
casa. ¿Has llamado al número?
—No.
—¿Por qué?
—¿Él?
—Hermanos.
—Rishelle, me preocupa tu distracción. Ponte en mi lugar. Piensa en mí. ¿Crees que debo dejarte
sola en casa? Pasa unos días ingresada en el hospital. Mejorarás, será bueno para ti, para tu salud.
—¿De qué servirá eso doctor? —Hoy es el día elegido. Hoy es el día en el que le veré.
—Permíteme que te haga más pruebas. Me lo debes. Hazlo por él, querría que su hermana fuese
atendida como se merece también. Eres un lienzo en blanco. Necesitas ayuda y todavía no te das cuenta.
Acepté mi destino en el asiento trasero del coche de policía. Era consciente de lo que iba a
suceder tras contar mi versión de los hechos ocurridos con Cannie, pero este hombre me salvó. Me salvó
y demostró que la enfermedad de Kainer es intratable.
Con respecto a su enfermedad he dicho lo que ha sucedido. Pueden corroborar que digo la verdad
llamando a los profesores del instituto o preguntando a los dependientes de las tiendas que hay en la
cuesta. Ellos han visto a Kainer sufrir brotes que disimulaba, riendo o acelerando el paso. Nunca he
tenido dudas, cuanta más información diese a los médicos mejor para él. Y no me arrepiento. Es por este
motivo que tengo a los especialistas detrás de mí. Me llaman y me preguntan irrumpiendo en mi
intimidad, mi psicólogo les detiene hasta cierto punto porque cree que es bueno desahogarme y aportar
tanto como pueda.
Hyden y yo.
—Tengo prisa. Necesito verle antes de irme.
—Hoy no.
—¿Te has leído los documentos que te imprimí? Subrayé las definiciones más llamativas del
significado de Alter Ego. ¿Tienes dudas?
Escondo mi rostro en las palmas de mis manos mientras lloro. El psicólogo ha susurrado que ha
metido la pata presionándome y he alzado una mano apretando su pierna. No lo ha hecho a propósito
porque me ha cuidado mucho, sé que le importo y me ha ayudado más que ninguno.
—¿Estás segura?
—Sí —miento.
Acaba de disolverse un corro de médicos que seguramente hablaban de nuestro caso. Los hemos
ignorado gracias a mi psicólogo que me ha protegido de sus insistentes preguntas. Les ha pedido respeto
para mí ya que es un día importante, y ellos tampoco han insistido demasiado en acosarme
indirectamente.
Siento las miradas de los trabajadores en mí. Ellos comentan que he salido en las noticias de
televisión y en las portadas de los periódicos. Nuestro caso está siendo actualidad.
Nos colamos a presión entre varios cuerpos dentro del ascensor. Apoyo mi frente sobre su torso
porque el poco espacio me impide moverme, y porque no tengo otras opciones. Huele muy bien, casi tan
bien como Kainer. Hyden. En la planta cinco, el ascensor se vacía y logro respirar con cautela sin llamar
la atención de mi psicólogo, no quiero preocuparle. Ya ha hecho bastante.
Se abren las puertas y el miedo me incapacita. Soy acorralada sutilmente por su bondad y me
aconseja susurrándome que me tome mi tiempo, que regrese otro día cuando me sienta más preparada. Me
niego, me niego porque hoy es el día.
El policía que me coló hace unos días no está aquí. Solamente me asomé, dudo que haya tenido
problemas con sus superiores. Le sustituyen tres hombres que se ponen de pie cuando nos acercamos; tres
hombres uniformados, especializados y cualificados que trabajan como policías. A Kainer se le acusa de
triple asesinato.
Suspiro cerrando los ojos mientras me agarro a la bata blanca de mi psicólogo. Los cuatro
comprueban que la visita ha sido concertada y aprobada, e ignoran mi debilidad. Me separa una puerta de
Kain... Hyden. Una puerta. Y esta vez sí que podré entrar en la habitación, hablarle, tocarle y llegar a su
corazón.
—Doctor, nos encontramos ejerciendo nuestro trabajo al igual que usted. Si nos vamos de aquí
nos…
—¡El paciente está en coma! ¿Qué piensan que sucederá? ¿Qué cogerá a su hermano y le sacará
por la ventana? Hemos pedido que se respete el encuentro. Esta chica ha pasado seis años encerrada con
un hombre enfermo y…
—No os enfadéis por mí, —todos los ojos se enfocan en mi cara —por favor. Estaré bien. Solo
quiero pasar un rato de duelo con mi hermano, en paz y en silencio. Os rogaría que no hablaseis. Nunca
más volveré a molestarle, a molestaros.
—Doctor, —mi psicólogo pelea con fuerza por Kainer y por mí, sobre todo por mí, —los
policías cumplen órdenes. Mantén la calma porque me estás poniendo nerviosa. Es la… la hora. ¿Puedo
pasar?
—Adelante, señorita. ¿Le importaría dejar su bolso con nosotros? O puede dejarlo en…
Agacho la cabeza asintiendo mientras que el psicólogo se indigna con los policías. El más joven
me sonríe cuando le doy mi bolso, también me susurra que esperarán en el pasillo.
—¿Puedo pasar?
—Adelante, le guardaré el bolso. Silencio, caballero. Vayámonos allí mientras ella visita al
paciente.
Reencontrarme con Hyden se sentirá extraño porque no podré tratarle como otro hombre que no
sea Kainer. Mi Kainer. Sopeso seriamente huir lejos de la habitación, pero mi cerebro piensa de otra
forma y ya estoy abriendo la puerta.
Tumbado, rodeado de cables e inmóvil… Él no se ha movido desde la última vez que le vi, me
culpé por no haber estado a su lado durante el proceso de ingreso, de tratamiento. Kainer es un… Hyden
es un gran hombre que ha trabajado sus músculos durante seis años seguidos en el desván y ha crecido
increíblemente en todos los sentidos. Su pelo cae en una capa a cada lado de su cabeza, algunos
mechones sudorosos se pegan en su frente mientras que su cuerpo luce un cien por cien magullado.
Herido. Reventado.
En esta semana me han llegado diversas informaciones sobre el estado de su enfermedad. Mis
aportaciones han ayudado a los especialistas; he descrito al detalle cómo se comportaba y el cambio de
personalidad constante que ha sufrido una vez que salimos de nuestro hogar. Pidieron un historial clínico
a Estados unidos y cuando lo recibieron corroboraron mi versión. Kainer tenía cinco años cuando ingresó
en un hospital por causa de un cuadro psicótico importante que nunca llegaron a tratar porque la sanidad
es privada y sus padres lo sacaron de las instalaciones. Se han negado a contarme más. Ellos han
utilizado términos como un trastorno de personalidad o una enfermedad inestable mental.
A sus pareceres sólo pueden trabajar a raíz de mis palabras ya que no han tenido el placer de
comunicarse con él. Por eso corren detrás de mí, ansiosos por ampliar sus conocimientos en base a mi
experiencia vivida durante los seis últimos años.
Soy la única persona que conoce la verdad. Que conoce al verdadero Hyden Becker.
—Hola, Hyden.
Cierro las persianas para evitar miradas indiscretas. Se supone que el tiempo es ilimitado, pero
han dicho que dispongo de unos quince minutos más o menos.
—Triple asesinato, mi vida. Triple asesinato. Mi madre, tía Allyson, Cannie… ¿cómo has estado
ahí adentro para volverte tan paranoico? ¿Por qué no te apoyaste en mí? Perdiste tu fe tan pronto que es
lo único que me enfada. Juntos, hubiésemos salido adelante con todo aquello que te preocupara, con todo
aquello que te arrastraba al abismo. Asesinar a mi madre, a mi tía y a la pobre Cannie te ha restado
puntos con los humanos que nos han separado. Lamento no haberte defendido, cariño, lo he intentado pero
han encontrado tus huellas en los cuerpos de mi madre y de mi tía. Cannie es otra historia porque ha
intervenido un psicólogo que me persigue allá donde vaya. Ah, al final no me quedo coja. Aunque la
lesión de mi espalda será crónica. No importa.
—¿Sabes? Amo tu verdadero nombre. Hyden, Hyden Becker. ¿Quién tuvo la genial idea de añadir
un segundo nombre a tu falsa identidad? Kainer Scott. Me excita más Hyden, Hyden Becker, —he
susurrado en sus labios y le he besado —Hyden, haz algo por mí y manifiéstate. Usar el apellido de mi
madre fue inteligente, ¿fue idea de tu papi o de ella? Por supuesto que fue de tu padre. Tú no eres el malo
aquí, mi amor. Tu padre es el único culpable de tu enfermedad. Si él hubiera hecho lo imposible para
curarte ahora serías un hombre honrado.
—Me he tomado un somnífero antes de venir. Contigo no me sentía nerviosa, ahora esto me
supera y… y solo quiero que acabe de una maldita vez. Sé que estás ahí, mi vida. Quizá tus otros yo estén
festejando que no has despertado en una semana. Una semana, cariño. Dormilón. Por cierto, ya me han
contado el significado de alter ego, de hecho, tengo una montaña de folios que me esperan en casa. Ahora
lo sé, —acaricio su rostro —ahora sé lo que querías decirme. Tu grito de auxilio cada vez que
pronunciabas esas dos palabras que eran desconocidas para mí. Te has comportado como un auténtico
campeón. Eres mi campeón.
Me rompo a su lado desahogándome mientras sollozo en silencio. Mojo la sábana con mis
lágrimas porque me he rendido a su voluntad. Le agarro la mano derecha como símbolo de amor y
permanezco sufriendo un duelo repentino que vivo en soledad.
—Ellos no lo saben todo, Hyden.
Beso sus labios acariciando cada centímetro de su rostro imparcial. Hyden no reacciona y
empiezo a dudar si de verdad está aquí conmigo o no.
—Hyden, no me… no me guardes rencor. Te quiero. Te quiero con todo mi corazón y he luchado
todos los días de mi vida para darte la oportunidad que te mereces. Lo siento. Siento no meterme dentro
de ti y destruir a esos hijos de puta que te inventas como excusa para justificar tu falta de afecto. Tus
carencias que se han originado desde tu infancia. ¿Por qué no me contaste que tu madre te maltrataba y
que tu padre te emborrachaba? Juntos, mi vida, le hubiésemos dado un final de mierda. Me alegro de que
se haya estrellado en la carretera, porque estará pagando el daño que te ha hecho. Es lo que me matará,
amor, es lo que me enterrará, no haber podido hacer nada para salvarte desde que nos conocimos.
—Hyden, no… no puedo hacerlo. Quiero irme a casa. Te esperaré allí. Por favor, dímelo, dime
que regresarás conmigo. Por siempre… por siempre juntos.
Hyden no despierta.
—He sido feliz contigo. Me has hecho muy feliz. Tu vida ha tenido sentido porque eres lo que
más quiero en la mía. Serás el único hombre al que amaré por encima de mi propio yo. Las estrellas
reflejarán el brillo de tu bondad, cariño. El sol calentará y desaparecerá cada día porque tú lo harás
posible. La luna mirará aturdida algunas noches para comprobar que duermo en paz.
Zarandeo su rostro llorando sin parar y ahogo mis sollozos en la manga del abrigo que no me he
quitado. Es suyo.
Una semana desde que Hyden Becker no ha abierto los ojos. Ni los abrirá.
Nuestros recuerdos me atormentan acribillando mi cerebro. Mi corazón dice sí, mi cabeza dice
no.
Yo deseo su felicidad.
Él desea su felicidad.
Aprieto los dedos en el cojín que presiono en su rostro con todas mis fuerzas. Me implico en la
labor mientras Hyden empieza a convulsionar. Entrecierra los puños, levanta ligeramente sus piernas y
lucha por su vida en vano. En cuestión de segundos, los movimientos de su cuerpo cesan regresando al
estado inerte en el que se encontraba desde hace una semana.
Hyden Becker ha muerto. Y se ha llevado consigo a todos los hombres que han matado al amor de
mi vida.
- CAPÍTULO DIECIOCHO –
(Segunda Parte)
Si estás leyendo mi carta es porque habré confiado en mí para decirte dónde la esconderé.
Duermes plácidamente en la jaula ausente de la condena que vivirás por haberte enamorado de mí, por
ser el epicentro de mi vida. De todas ellas. Él también duerme, por si te lo preguntas. El silencio es mi
único compañero en este duro momento en el que te escribo de mi puño y letra. Y no prometo ser lo
suficientemente fuerte como para terminar mi declaración. Redactar mi triste y desolada vida me costará
parte de la mía, pero no me importa porque mereces saber la verdad.
Por eso, quiero que descubras quién soy yo, pajarillo. No te asustes, amor. Espera hasta el final.
Por favor.
Mi nombre no es Kainer Scott, me llamo Hyden Becker. Desconozco la edad que tengo y la fecha
exacta en la que nací, deduzco que nos separan alrededor de cinco o seis años. La mujer que me dio a luz
lo hizo en la naturaleza, junto a un río, y me urge confesarte que mis problemas comenzaron con mis
progenitores.
Antes de olvidarme diré en mi defensa que el inexacto origen de mi procedencia fue uno de los
muchísimos errores que cometieron mis padres. Conmigo, en general. Reconozco algunos de mis datos
porque ellos me lo aportaron, dudo siquiera si prestaron atención a su primogénito.
Es posible que mi relato esté repleto de comentarios cargados de rencor, pero no mentiré. Espero
que me comprendas.
Mis padres se conocieron en la carretera. Mi padre conducía una caravana muy pequeña y mi
madre cobraba por sexo. Se enamoraron cuando se juraron que cruzarían el mundo juntos, sí esa misma
noche. Por lo que decían, las primeras cinco semanas fueron inolvidables para ambos ya que cubrían sus
necesidades según sus antojos del momento. Fumaban hierba, bebían hasta el amanecer y conocieron por
el camino a más gente que igualaban sus expectativas de futuro.
Todos ellos crearon algo como una comuna; sin reglas, sin horizontes, sin otros pagos que no
fueran el tabaco o el alcohol… Vivían juntos en pequeñas caravanas, furgonetas o camiones abandonados
que eran adaptados para la convivencia. Según mis intuiciones, todos eran felices hasta que los
embarazos restaron el protagonismo a sus estilos de vida libre.
Yo fui el primero, el primer niño de la comuna. Mi madre me tuvo junto a un rio porque andaban
escasos de dinero para lo verdaderamente importante; allí en mi país no eres nadie si no tienes un seguro
que cubra la asistencia médica, y mis padres nunca pagaron uno. Aunque era el más mimado por las
mujeres, los mimos comenzaron a expandirse con los nuevos nacimientos. Los de las niñas reinaban más
que el de los niños, no te preguntes por qué, ellas eran sonrisitas con las niñas porque de los niños se
encargaban los hombres.
Crecí en la anomalía rodeado de niños. Rishelle, veía a los adultos caer en el desmayo por las
drogas, el alcohol y los días de juerga seguidos. Querían sentirse jóvenes, reforzarse para las siguientes
consumiciones mientras aludían a los niños de la comuna. He de admitir que no todas las madres
reflejaban el espejismo de la mía, había algunas que madrugaban para cocinarnos el desayuno aunque
luego se pasaran el día durmiendo.
Recuerdo los primeros años de mi vida como una mierda. Rishy, pasé a ser el último para todos
ellos. Con los nuevos nacimientos de los bebés se olvidaron de mí. Mis padres eran fuego en sus peleas,
en sus borracheras, en sus… en sus tonterías. Yo era un niño necesitado en todos los sentidos puesto que
nadie me hacía caso. Si comía era porque me colaba en las caravanas y las mujeres me alimentaban, si
lloraba no era tan importante como si lo hacía un bebé, si Hyden se caía por un barranco mis heridas
sanarían y me regañaban por haberme tropezado. Sentía que mi mundo no giraba en el mismo sentido que
los demás.
La vida en la naturaleza no era tan mala después de todo. Los niños crecíamos felices, los adultos
seguían siendo felices y convivíamos en una armonía a la que me acostumbré. Sabía que mi lugar estaba
con mis padres, si él me ordenaba algo yo lo hacía, si mamá se emborrachaba y me pegaba… también lo
aceptaba. Era divertido, diferente. Recuerdo reír porque las risas fueron importantes en mi niñez.
Siempre me llevaba a los más pequeños conmigo y vivíamos nuestras aventuras en solitario
desobedeciendo a nuestros padres; saltábamos al río desde las rocas de la cascada, buscábamos insectos
y confiábamos los unos en los otros ya que éramos hermanos. Los niños de esa comuna pertenecían a la
familia. A mi familia.
Lo peor de todos los niños era lidiar con los adultos. Rish, había parejas que desaparecían y
dejaban a sus hijos abandonados, luego volvían reincorporándose como si nada, ignorando las
responsabilidades que conlleva un niño. Odiaba ver a una caravana regresando porque sabía que esa
misma noche habría una fiesta que les mantendría fuera de la vida durante un par de días. Sí, me fui
haciendo cargo de los más pequeños porque los consideraba míos, sin mí, ellos rondarían por los
alrededores llorando.
Rishelle, mis… mis padres también me… me abandonaron. Aunque fueran unas mierdas de
figuras parentales, ellos siempre estaban allí dispuestos a gritar o a ordenar lo que fuese. Pero me sentía
protegido por ambos. Fue una vez solamente, la única antes de que los tres dejásemos definitivamente la
comuna.
Antes del suceso recuerdo que mi madre había bebido y que mi padre se había enfadado. Ah, no
te he contado cómo se llamaban; ella amapola y él árbol fuerte. Adelante, sonríe sin mí. Jamás me dijeron
cuáles eran sus verdaderos nombres, tampoco insistí porque a mi modo de ver eran como mis super
héroes. Mi padre condujo la caravana sacándola de la comuna por primera vez en años. Le había gritado
que para él estaba muerta, ella le lanzó botellas de cristal desde fuera y saltó rápidamente hacia dentro.
Pensé que era una discusión cualquiera por culpa de los excesos, pero me equivoqué cuando me percaté
que el vehículo ya rodaba en la carretera.
Los primeros cinco minutos recorrí con mis ojos el recorrido mientras ellos se alejaban. Y cinco
minutos después supe que se habían ido sin mí. Los mayores tenían coches, motos y otras maneras para
desplazarse. Usar la caravana significaba no regresar.
Mi vida cambió a raíz de ese acontecimiento. Algo creció en mi interior. O al menos, eso se
incrementó ya que me había sentido diferente desde que tengo uso de razón. Parecido a tener a un amigo
imaginario viviendo dentro de mí. Rishelle, esa noche… pasé la primera noche sin mis padres luchando
en una pesadilla que me atormentaba. Sentía como un niño me pellizcaba la cabeza mientras se reía de
mí. Al principio me desperté devolviendo el golpe a un niño con el que dormía, luego su madre me echó
de la caravana porque su hijo se quejó.
Esa misma noche me recosté junto a un hombre que dormía cerca de la hoguera, yo nunca pude
hacerlo porque alguien me hablaba. Miraba hacia todos lados por si era víctima de una broma, y me di
cuenta que no había nadie despierto excepto yo.
Las siguientes semanas no fueron a mejor. Era más o menos cuidado por las mujeres pero no era
bienvenido en las caravanas ni me dejaban jugar con los demás niños. Pajarillo, cuando mis padres se
fueron la voz se instaló en mi interior. En mi cabeza. En mi ser. A él le encantaba burlarse de mí
gritándome lo odiado que era porque nadie en la comuna me quería. Me aislé del grupo porque las
madres veían que mi comportamiento extraño podría afectar a los pequeños y yo solamente procuraba
silenciar a la dichosa voz que ya vivía conmigo. La forma más fiable de hacerla desaparecer
consiguiendo la paz interior era lesionándome.
Un mecanismo de defensa que perfeccioné después de practicar con mi mente durante los
primeros años de mi infancia. Aprendí que el silencio era un impulsor perfecto para su regodeo, por eso
amaba aguantar la respiración en el río, porque él se fundía esparciéndose en mi cuerpo. Era mi
pasatiempo favorito, putearle como él me puteaba cuando le convenía. Confieso apenado que se convirtió
en mi mejor amigo porque mis padres me abandonaron, y según los cambios de estaciones, ya había
pasado mucho tiempo.
Reía solo. Caminaba solo. Jugaba solo. Hablaba solo. Vivía solo. Así era todavía mi vida con los
miembros de la comuna. No sabía hasta cuándo me dejarían comer de su comida, andar alrededor por si
necesitaba un baño o cobijarme bajos los toldos los días de lluvia. Por eso, el de la voz era mi mejor
amigo, porque a pesar de que era un dolor siempre permanecía junto a mí y me ayudaba a ser mejor
persona.
Mis padres volvieron, por supuesto que lo hicieron, pero en un coche. No recuerdo cómo sucedió
exactamente. Jugaba en solitario mientras hablaba con la voz cuando una mujer gritó mi nombre y salí
corriendo ante el feliz anunciamiento. Quería recibir a mis progenitores. Todos en la comuna me miraban
criticando que me había vuelto loco. La misma mujer que me avisó, fue la misma que metió mis cosas en
el maletero del coche y me obligó a que entrase en él. Rodé los ojos porque era una tonta, lanzándome al
asiento trasero como si mi vida dependiera de los que masticaban chicle en silencio.
Las primeras horas en mi nueva casa fueron un desastre. Mis padres me observaban muy
asustados mientras la voz dominaba mi interior. No me funcionaba ninguna de mis técnicas; ni
pellizcarme los brazos, golpearme la cabeza o tirarme del pelo… los típicos gestos que saciaban la
incansable tortura a la que a veces me enfrentaba. A él no le gustaba el cambio, Rishy, y supo
demostrarme su descontento. Creo que aún me guarda rencor por ello.
Mis padres, sin embargo, no aportaron luz a mi oscuridad. Hablaban delante de mí sobre
venderme, abandonarme en un descampado, llevarme a una bruja espiritual o simplemente a mi madre se
le escapó que deberían marcharse otra vez sin mí. Pero ahí mi padre ejerció como tal, o quizá fue la
botella de alcohol de la que bebía, y confirmó que me quedaría con ellos aunque me haya vuelto loco.
Recuerdo que cuando decidieron cargar conmigo recibí una paliza. Me regañaron porque habían quedado
en ridículo delante de los miembros de la comuna. Mis padres se avergonzaron el día que regresaron a
por mí, nunca lo hubieran hecho.
Así fue la segunda etapa de mi vida. Crecí adaptándome a una serie de circunstancias que me han
marcado para siempre. Pajarillo, mi madre fumaba una clase de hierba que potenciaba su malestar
general; me maltrataba. Ella era la dueña absoluta de la fuerza que arremetía contra mí. Sus manos, sus
piernas… era su juguete favorito mientras creía que era una especie de Dios. Mi padre, por lo contrario,
pretendía que mejorara en mi locura. Para él he sido la carga que ha nacido de sus huevos, por lo tanto,
que me emborrachara bajo sus órdenes se sentía como una de esas liberaciones que no tenían fin. Si me
veía dando vueltas por el motel, por los alrededores o huyendo de mi madre, me cogía del cuello de mi
camiseta y me arrastraba junto a él para que el alcohol curara también mis penas.
Mi madre me pegaba, mi padre me emborrachaba y la voz se hacía cada vez más fuerte.
Rishelle, no puedo decirte exactamente qué me ocurre. No puedo darte un dato exacto de lo que
verdaderamente pasa por mi cabeza. Cuando era niño y mis padres lidiaban con mi dolor, con mi locura,
hubo un momento en el que perdí el conocimiento y desperté en un hospital. Los médicos hablaban de
hacerme pruebas, mis padres de dinero, entonces, lo siguiente que recordé fue que estaba tendido en la
cama del motel donde vivíamos. Ellos seguían hablando de irse sin más, pero mi padre se negaba ya que
su chaval sería un verdadero hombre. Achacaba mi locura a una etapa complicada de mi infancia.
Era. Es. Y será insoportable. Mi amor, vivo desde niño con una incansable voz que hunde mi
vida. Se encarga de controlar cada músculo de mi cuerpo, cada articulación que lo compone y hasta del
latir de mi corazón. Esa voz se ha dormido solamente tres veces. Tres o cuatro veces en las que aparecían
otras voces con diferentes tonalidades y que también arremetían contra mí. Como mi madre.
En mi niñez podía más o menos saciar mi dolor. Al rasgar la piel de mis brazos la voz se apagaba
lentamente, si me golpeaba la cabeza contra algo se quejaba y el silencio me abordaba, y si por
casualidad me encontraba en una situación más extrema con tan solo mover mi cuerpo desaparecía. Y a
los ojos de cualquiera lo definen como locura, locura extrema.
Mi padre había quedado con sus amigos los borrachos para beber ya que celebraban algo, ellos
siempre celebraban un día especial. Mi madre yacía en la cama después de haberse fumado un porro, uno
de esos que la tumbaban durante toda la noche. La voz con la que nací se hizo un nuevo amigo, eran dos
voces las que conversaban dentro de mi cabeza mientras yo me reía de la conversación. Se quejaban
gritándose, luego se sentía como si se abrazaran, y llamaban a otra de las voces que dominaban mi
cabeza. Tenía doce, como mucho, trece años y a veces me cansaba de luchar contra mi propio dolor,
contra mi propio cuerpo. Me encontraba sentado afuera en las escaleras del motel y bebía de una botella
de alcohol porque mi padre me daba permiso, a veces el muy hijo de puta tenía razón; olvidas cuando
bebes.
Las aguas de mi interior flotaban en una buena dirección sin demostraciones de agresión que
nacían de la nada. Conseguí que las voces fueran un susurro agradable que me ausentaban del mundo. Mi
madre se levantó buscando su famosa cajetilla de tabaco donde escondía la droga más fuerte. Me
sorprendió verla en pie gritando, gesticulando y andando de un lado para otro en su amarga agonía.
Rishelle, era adicta a esa cajetilla de tabaco que quemé en el contenedor del motel. Ahí calciné el
pequeño artefacto que autodestruía a mi madre, y antes de lanzarlo dentro lo besé sintiéndome saciado.
La tensión a mi alrededor alteraban a las voces. Ella me encontró poniéndome en pie para atender
su dichosa exclamación. Me negué en absoluto, me defendí perfectamente como un puto rey y no me
creyó. Nos gritamos. Pensó que era mi padre. Luego ella me levantó la mano. Creo que por primera vez
le devolví el golpe. Más tarde le lancé la botella de alcohol casi vacía. Las voces en mi interior me
premiaban. Yo era feliz. Era feliz cuando me subí encima de su cuerpo y la zarandeé con todas mis
fuerzas, apretando sutilmente su cuello mientras recordaba todas las putadas que me ha hecho desde que
nací.
La fiesta que se montó en mi cabeza era tocar el cielo. Rishelle, el paraíso. A veces era un
infierno encontrar mi paz, que las voces se callaran para que pudiera vivir. Por eso apretaba con orgullo
su garganta, porque el silencio que se originó en la habitación serenaba mis instintos y todos ellos
desaparecían. Mi cuerpo se rindió conectándome al suyo que yacía muerto.
Sabía lo que hacía, sabía que estaba matando a mi madre y sabía que eso estaba bien. Tan solo lo
sabía.
Antes de parar apreté sus ojos porque una voz risueña me obligó. Admito que no quería y fue un
acto de cobardes, pero… pero hundí sus ojos y llené mis dedos de sangre.
Cuando mi padre entró en la habitación no creía lo que veía. Le habían avisado de que su mujer
estaba gritando de nuevo y él vino corriendo del bar, no lo suficientemente rápido pues no pudo evitar
que su hijo asesinara a su madre. Conseguí disfrutar plenamente de un vacío que se sentía bien. Por
supuesto que me pegó una paliza y por supuesto que me regañó, en silencio, susurrando, lidiando con mi
imborrable sonrisa.
Tapamos el cadáver antes de verterlo en el mismo contenedor del motel, casualmente en el que se
encontraba la cajetilla de tabaco que le costó la vida a mi madre. Mi padre estaba muy nervioso.
Mientras actuaba tragaba el alcohol de su botella, yo le seguía por instinto, por hacer algo. Y en vez de
sentirme tan miserable como él, estaba conociendo el puto paraíso, pajarillo. Me di cuenta de lo cruel
que había sido matar a mi madre cuando nos fuimos a media noche del motel y dejamos casi todas
nuestras pertenencias dentro. Ambos elegimos la peor opción; huir sin encubrir las pruebas del delito.
Encontrar a tu madre no fue tan difícil para mi padre. Él sabía moverse por los ambientes de la
noche y yo no le era un problema porque me obligó a emborracharme. No le hice caso. Ya sabes cómo se
conocieron. Se abalanzaron sobre el otro y follaron en una de las habitaciones de un club. Todos nosotros
les esperamos en silencio a que terminaran, los gemidos se repetían y el amanecer apretaba fuerte cuando
mi padre hizo acto de presencia.
Tanto mis voces como yo estábamos indignados por el desprecio. Algunas de ellas decían que le
matara y otras que no fuera un dolor en el trasero. El cabrón me trajo un donut y un café, y fingió que nada
pasaba. Recuerdo que bajé del coche, le lancé el líquido caliente a la cara y… y quería luchar, quería
pelear, necesitaba verle sufrir. Pero tu madre… tu madre era hermosa.
Se movía como una profesional incluso si no estaba de servicio. Sonreía caminando hacia
nosotros dos y me distrajo; ella fue la razón por la cual no asesiné a mi padre esa mañana. Él era un
cumulo de babas con tu madre cuando me presentó como su único hijo, Kainer Scott. ¿Quién le dio
permiso para cambiarme el nombre? Me gusta Hyden. Hyden es mi verdadero nombre. Y es mío. Yo soy
Hyden. Iba a estallar en sus caras, me preparaba mentalmente para ello pero… tu madre me distrajo
nuevamente; abrió los brazos para mí. Luego sonrío.
El primer abrazo que he recibido en mi vida me lo dio tu madre. Allí, en el aparcamiento del club
donde trabajaba y donde estaba a punto de cometer otra locura, sentí por primera vez el amor de una
figura maternal y las voces mansas cantaron victoria cuando me rendí. Ya conoces el resto, los primeros
días fueron una luna de miel para nuestros padres. Le decía a tu madre que era un hombre viudo que
cargaba con un niño, a veces enfermo, y que quería comenzar una vida nueva. Le repetía que se sentía
muy solo, que no nos darían un visado y que pronto tendrían que separarse. Tu madre no lo consintió, se
negó a separarse de él, de nosotros.
No preguntes por qué no intervine en la película, era un espectador más del desastre.
Mi padre era un romántico borracho y tu madre una mujer desesperada. Ambos eran una pareja
que nunca se amó porque se utilizaron. Firmaron los papeles de matrimonio en el juzgado y yo lo hice
como testigo, también lo sabes, pero lo que nunca te conté es que todas las voces de mi interior se
alegraban por ello. Muchas de ellas desaparecieron mientras hacíamos los trámites o simplemente
entramos en un supermercado. Pasé dos días en calma porque la voz de tu madre lograba que mi paz
interior se instalara dentro de mí, y porque sentía emoción cuando ellos dos hablaban de una vida en
familia.
Sí, sabía que tenía dos hijas pequeñas. Hablaba de vosotras. Exigí una habitación para mí solo,
mi padre me regañó y tu madre confirmó que tendría lo que quisiera. La emoción me duró poco cuando
dijo que os había dejado solas, a ti cuidando de un bebé. Imaginé que sus dos hijas estarían con un
vecino, familiar o adulto, pero… pero nunca hubiera pensado eso de tu madre.
Me costó entrar en casa. A veces lo hemos hablado y te he contado la verdad. No era fácil
entrometerme en una familia hecha y con dos niñas que serían mis nuevas hermanas. Sentí que tú me
odiabas. Cuando te vi toda enfadada con tu madre porque se había vuelto a casar, y traía a un niño
también, supe que nos habíamos equivocado con la mujer que nos había dado un visado. Un apellido
nuevo.
Abandoné el porche para hablar con mi padre. Cargábamos con la compra y recuerdo que me
amenazó con ir a la cárcel si la policía nos encontraba. Por eso nos sentíamos obligados a permanecer
con vosotras hasta que la noticia se olvidara en Estados Unidos. Nunca he sabido si nos buscaban o no,
quizá mi padre puso la muerte de mi madre como excusa para empezar una nueva vida en Canadá.
Supongo que hasta ahí sigues la historia. No es más que una infancia de mierda, con dos personas
de mierda y la suma de un conjunto de malditas voces que nacieron conmigo. El resto de mi vida y de lo
que he hecho, lo conoces. Has sido mi fiel compañera en todas las decisiones que han tomado por mí, que
has tomado por mí cuando no quería ir al instituto o no me apetecía salir.
Verás, Rishelle, pasé por una horrible etapa cuando nos fuimos a vivir juntos. Todas mis voces se
acomodaron firmemente en mi cabeza y no podía tratarlas porque son una mierda. Por mucho que
intentara mis movimientos más estudiados, ellas ganaban la batalla y se imponían a mí. En mi pre
adolescencia me humillaban dominándome siempre que querían, no eran felices si salía o si entraba, si
estudiaba o si intentaba integrarme con los demás niños… ellas… ellas eran superiores a mis fuerzas y
sólo el silencio en casa conseguía apaciguar sus insistencias. Cuando salía al patio en el instituto me
aislaban, me inducían al balanceo de mi cuerpo porque odiaban a los alumnos, a los profesores, a todos
ellos… Jamás olvidaré esos años estudiando ya que creías que había hecho eso antes. No, mis padres no
tenían la decencia de matricularme. En la comuna no se estilaba la enseñanza, tampoco preguntaba por
ello, me divertía más al aire libre.
Dejando atrás la primera fase de nuestra vida cotidiana yendo al instituto, llega otra nueva fase
que me condenaría a mi propio delirio. Tú, Rishelle. Tú. Crecías, mi amor, crecías y estabas
convirtiéndote en una señorita muy guapa. Las voces que habitaban dentro de mí me decían que te tirara
los tejos, yo les contradecía que eras muy joven para mí y que eras como mi hermana. Y como estarás
viendo, tienes a detractores y a fieles que te consideran de la familia. Rish, yo… yo quisiera indagar en
lo mucho que te amo pero estoy perdiendo la cabeza.
Me he enamorado de ti. Me enamoré de ti mucho antes que tú de mí. ¿Cómo? Sencillo, tú mi amor,
has sido la única persona que ha dominado a todas las voces que todavía permanecen en mi mente, en mi
cuerpo, en mí.
Cuando hablabas todas se callaban dejándome solo, permitiendo que me enfrentara a tu dulce voz
de indicaciones o de conversaciones. Ellos desaparecían en silencio para que yo fuera el que lidiara
contigo, el que me comunicara. He aprendido a ser yo. Desde tu inconciencia me has ayudado más de lo
que jamás nadie lo hará, y por eso me he sentado aquí para escribirte esta carta. Porque mereces la
verdad.
Llegué al término Alter Ego después de leer un artículo en la biblioteca del instituto. Yo me
avergonzaba de quién era cuando estábamos juntos; los dos crecíamos, nos hacíamos adultos y me
ayudabas inconscientemente a saciar las voces de mi cabeza. Pero para explicártelo quería respaldarme
con información cien por cien viable. Nunca llegué a imprimir el artículo, nunca he leído más mierda
sobre lo que rondaba en mi cabeza y nunca lo hice porque no se equivocaban. Temía la palabra
‘enfermedad’, siempre la he temido. Yo no estoy enfermo. No lo estoy aunque te empeñes en que sí. Tan
solo convivo con las voces, son como mis hermanas, ellos son como mis hermanos, él soy yo.
He nacido con un Alter Ego, Rishelle. Reconozco que las voces son planificadas por una sola
persona que se llama Hyden Becker. Él es un perdedor, un maldito perdedor en constante y consecuente
lucha. Él me odia, él me empuja aplastándome en un agujero negro donde hace un poco de frío. Mucho
frío. Allí abajo me congelo, me pierdo en un mundo diferente y no poseo el control. Allí abajo es el sitio
donde vivo siempre que él logra vencerme. Allí abajo es un espacio reducido de infierno en el que sufro
cuando no estás conmigo. Tu cabello largo es mi aliciente, es la cuerda por la que escalo si consigo ganar
la batalla y saciar mi propia voz.
Me volví loco, pajarillo. Le devolví el beso. Sentí que quería acostarme con ella, hacer el amor o
follar con una mujer de verdad, no con una adolescente que podría hacer daño. Pero algo pasó por mi
cabeza y actué con rabia, dolor. Agarré una baldosa y se la hinqué en la garganta. Sí disfruté, por si te lo
preguntas, no me arrepentí de ver la cara de una mujer que nos enchufaría en un club de mierda. Así no
quería nuestro futuro. Lo cambié por los dos. Por los tres.
Esa mañana disfruté como un niño, Rishy. Corté su cuerpo en pedazos alabado por todas las voces
crueles que gritaban en mi interior. La más severa me apuñalaba el corazón, una de las más rebeldes
bailaba protegiéndome de las demás. Y la verdad es que era tan solo mi Alter Ego actuando sin
regresión. Como desconozco cuándo leerás esta carta, he escondido el cuerpo de tu madre en el sótano
que arreglamos no hace mucho. Lo he cerrado con un candado. No recuerdo si te he contado algo para
alejarte de la puerta, pero pretendo ocultarte la pérdida hasta el final. Hasta que ya no pueda más.
También he matado a tu tía Allyson. He de admitir que no sentía que debía hacerlo, pero él ha
querido. Mi Alter Ego actuó por mí y yo no me negué. Él sabe cómo dominarme; se queda quieto, congela
mi cuerpo y estudia detenidamente los alrededores. Hablabas con Allyson en la habitación de tu madre,
fui tan idiota que escondí la ropa manchada de sangre en el armario, por eso olía tan mal. Tu tía
descubrió algo. Lo tuvo que descubrir porque te quiso arrancar de casa y llevarte con ella, alejarte de mí.
Y aunque no lo quería permitir por las malas, él lo hizo por mí. Bajé las escaleras, me lanzó al agujero y
golpeé a tu tía. La maté en el acto. Supe que la maté y me gustó la sensación. Ambos éramos felices al
respecto. Por si no lo sabes, enterré su cuerpo al lado del club, algún gilipollas la encontrará si no lo has
confesado ya tú.
Contarte lo que me ocurría usando las muertes de tu madre y de tu tía no era buena idea. Mi Alter
Ego conseguía dominarme siempre que quería, pronunciando voces diferentes y siendo un hijo de puta
utilizándome como escudo. Y pretendía quedarse. El muy cabrón pretendía estar contigo y… y… amarte,
sentirte, torturarte… no lo sabía. Necesitaba ponerte a salvo, ponerte a salvo de mi propio yo antes de
que llegara a ti por completo.
Tranquila mi amor, respira hondo porque Alyelle está viva. Ella no merecía vivir una vida llena
de carencias afectivas y materiales. ¿De veras creías que hacerte cargo de una niña era así de sencillo?
¿Qué ocurriría cuando necesitara otras cosas que no sean una cuerda y unas piedras para jugar? ¿Qué
pasaría cuando exigiera un móvil o dinero para tabaco porque ya fuma con sus amiguitas? Alyelle
merecía una familia. Una familia que ni tú ni yo hemos tenido. Al menos, los dos somos dos jóvenes
enamorados que nos tenemos el uno al otro. Ella no tenía a nadie. Sin su madre, sin su tía, sin su
hermana… ella sufriría en su madurez las consecuencias de su niñez. Es por eso que la he dejado en la
puerta de un convento. Le amenacé con matarla si contaba donde vivía y quienes eran su familia. Luego,
me presenté en Servicios Infantiles e inventé una mierda de historia para que fueran a recogerla. El
convento no era el destino elegido para la niña, fue un trampolín mientras hacia los trámites legales que
confirmé tras inventarme que la vi rondando y perdida por la calle. Si se lo creyeron o no, jamás lo
sabremos. Espero que sea feliz. Porque tú la quieres, yo la quiero, ambos queremos que sea feliz y con
nosotros no lo sería.
Me temo que eso es todo, Rishelle. He construido una jaula para encerrarte porque todas las
voces se callan. Porque él duerme, y me deja dormir. Soy feliz así. Me cuesta verte y…
Has estado en la jaula y has sobrevivido. Sigues viva. Por él, por mí, por todo. Te dije que me
cogieras las manos cuando me perdieras y que… me duele la cabeza, Rishelle. He cogido un soplete que
encontré en un viejo almacén. ¿Qué te ha hecho? ¿Qué te ha hecho él? No recuerdo.
Me da miedo. Él me da miedo, Rishy. ¿Qué hago? ¿Qué hago con él? Se ha empeñado en irnos a
una montaña. Ha matado a un hombre que vivía allí, lo ha enterrado en algún lugar bajo la nieve. Ha
robado una furgoneta, dice que no te atará pero… huye, mi amor, huye lejos de mí y de él. Por favor, no te
quedes conmigo. Te amo más que a mi propia vida, pero… pero es hora de que esto se termine.
Atiéndeme. No tengo tiempo. He conseguido meterlo dentro del mismo agujero negro en el que me
mete él. Es un hijo de puta. ¿Te ha tocado? Me da igual. Volveré. Volveré a por ti. Y lo sabrás cuando te
mire a los ojos y me veas solamente a mí. ¿A que lo sabrás? Por favor, dime que me amas. Dime que me
amas a mí. Él es un…
Arrugaré los papeles, no te asustes. A veces tengo fuerzas. No te dejes manipular por sus
palabras, él pretende cuidar de ti pero también quiere follar contigo. Y si me amas no lo hagas aunque sea
yo… aunque sea el mismo rostro al que amas. No somos iguales.
Vale, he guardado todos los papeles, la carta, y me atrevo a suplicarte una última petición.
Prométeme que lo harás por mí. Por ti. Por Alyelle. Por tu madre. Por tu tía… por aquellos que te
arrebaté y que tu querías. Rishelle, mátame, mi amor. Hazlo. Mi niña, hazlo por favor. Es así como lo
destruiremos. Ya me he cansado de luchar. Estoy cansado de verte llorar, de verte reír y que sea con él,
de verte sufrir, de verte sentir… él no soy yo. Yo no soy así. Quiero destrozarle, luego descomponer su
alma y ser simplemente yo, Hyden Becker. Empezar contigo una vida de sueño. Recuperar a Alyelle y ser
felices. Ser tuyo. Solamente tuyo.
Siento haberte perdido. Siento haberte hecho daño. Siento haberte dejado con él, porque ha sido
el único que ha vencido en esta relación. No sé qué tiene planeado para los dos, qué hará contigo o qué
no; mantente firme, sé una mujer fuerte y mátame.
Mátame. Deseo morir, descansar, sonreír, volar… liberarme de la carga con la que nací. Morir
significaría renacer. Acabar con el dolor que me produce mirarte desde un agujero de mi alma y no poder
tocarte.
Él no quiere… él me lo prohíbe.
Te haré una señal cuando bajemos por la escalera. Pegaré una patada a la baldosa, esta se caerá y
encontrarás la carta arrugada. Lo distraeré. Aunque el olor es fuerte en la casa porque tu madre se ha
descompuesto… haré lo que esté en mis manos para darte espacio. Quiero que leas mi historia, dos, tres,
cuatro, cinco… las veces que necesites para llegar al final y hacer realidad mi sueño.
Si no lo consigues me enfadaré contigo. Me rendiré. Te dejaré sola con él. Lidiarás con tu propia
carga por no haberme hecho feliz. Me encerrarán. Sabes que lo harán. Me sentarán en un sillón incómodo
que estará postrado frente a una ventana enrejada. Atarán mis manos, mis pies, y me darán medicación
que no necesito. Es así como será mi futuro si no consigues librarte de mí. Si no cumples mi deseo de
morir.
Por favor, Rishelle, te amo, y te lo diré cuando tenga fuerzas de aplastarle y mirarte a los ojos. Te
amo, siempre te amaré. No lo olvides.
Si te estás preguntando si deberías cumplir con mi última voluntad, pregúntate si podrías vivir
sabiendo que no la has cumplido.
Recupera a Alyelle, sed felices y mira al cielo cuando te sientas perdida porque yo estaré
mirándote desde arriba. Protegiendo a las dos mujeres más importantes de mi vida. Por favor, si la niña
te pregunta dile que hice lo mejor para ella. Que no me guarde rencor. En cuanto a ti, mi amor, te amo y
me duele no haberte podido defender de él. Las voces, su voz, mi alter ego… él ha vencido. Y debemos
reconocérselo.
Hyden Becker.
FIN
- EPÍLOGO –
Ella ya me espera en la puerta, incluso ha salido avanzando unos pasos para encontrarse
conmigo mientras me encamino nerviosa portando un pastel de chocolate. Lo mira sonriente, sé que ha
sido una buena idea hornearlo.
—Hola Rishelle.
—Te he traído esto y… bueno… pensé que… leí que el chocolate ayudaba a reforzar algo como
la memoria y… supongo que como tú…
Tengo la enorme suerte de que mi hermana Alyelle me haya querido recibir. Ella… ya es una
mujercita y… y tiene su vida yo… tampoco es que…
—¿Cómo estás?
—Muy bien. Encantada con el… con el clima… ya sabes… el calor y... ¿Y tú? ¿Cómo te van los
exámenes?
Otro corte. Otro silencio. Otra brecha desastrosa que se abre entre nosotras.
Cuando Hyden murió me centré exclusivamente en recuperar a mi hermana. Ella era todo lo que
me quedaba en mi vida. Me ayudaron en el hospital, algunos abogados y también varias asociaciones.
Pero Servicios Infantiles fueron los que me pusieron inconvenientes ya que no me dieron información,
tampoco se acobardaron cuando presenté una denuncia por admitir a una menor bajo documentos falsos.
Eso hice. Acepté el trato para cumplir con la ley y esperé durante un año entero a que mi hermana
cumpliera los dieciocho años. La misma noche de su cumpleaños contacté apurada con sus padres y les
pregunté si ya podía hablar con Aly; ellos respondieron que se marchó de viaje con sus amigos.
Todavía no me acuerdo cómo tuve la santa paciencia de rendirme a las excusas estúpidas que me
decían sus padres por teléfono. Me entretenían mientras hacían movimientos legales en mi contra para
evitar que contactara con mi hermana. Por supuesto, sus peticiones fueron más que rechazadas. Alyelle
tenía dieciocho años y tomó la decisión correcta cuando le comentaron que su hermana mayor la buscaba.
Le conté la verdad. Hasta el día de hoy, es la única persona en el mundo que conoce toda la
verdad. Sin límites. Sabe quién es Hyden, qué ocurría en casa y cómo viví seis largos años de mi vida
junto a él. Encerrada. Sintió compasión por mí, pero también me confesó que ella tenía un plan de vida
junto a su nueva familia y que estaría de acuerdo en verme de vez en cuando. Se me cayó el mundo
encima cuando soltó que era feliz con sus padres, con sus hermanos, con sus tíos, abuelos… era feliz con
una familia que no era la suya.
Me retiré. Dejé de presionarla. Dejé de llamarla. Dejé de insistir en vernos al menos unas cuantas
veces al mes, tal vez un par de días por semana… ella… ella entró en la universidad y es feliz. La he
perdido, ha encontrado a una buena familia y la aman tanto como la amo yo.
Hago lo correcto, acudir a ella desesperadamente si decide verme. Abandono aquello que esté
haciendo para atender a Aly, lo llevo en la sangre, es como un acto reflejo de hermandad. Hoy nos ha
tocado una visita corta en la puerta de su casa. Ha comentado en sus dos mensajes que no puede
entretenerse porque los exámenes empiezan pronto. Pero que estaría bien charlar un rato conmigo.
Sostiene la tarta en sus manos, evitando mi mirada. Ella es una señorita muy guapa, quizá es una
copia idéntica a mi madre que a pesar de su apariencia desastrosa también era bella. Aly ha crecido,
mucho más que yo, eso es cosa de su padre biológico que nunca llegamos a conocer.
A veces no sé cómo romper el hielo entre nosotras, aunque siempre la esperaré esté donde esté.
—Vale.
—Entiendo. Lo haré.
—Bien. Entonces…
—Te llamo.
Nos quedamos a una distancia demasiado corta que hubiera precedido a un tierno abrazo. Pero
Alyelle se gira antes de tiempo levantando la mano mientras se despide de mí. Yo, imito su gesto soltando
el aire que contenía en los pulmones y retrocedo sonriente.
Hoy he hecho un avance que me ilusiona. Hemos permanecido más de cinco minutos en el mismo
tramo. Un logro para ambas.
Conduzco lentamente por la ciudad hasta el final de la cuesta. Siempre que quedo con mi hermana
me paso por la construcción de los nuevos apartamentos. Un magnate ha comprado las antiguas
propiedades que estaban en ruinas y las ha derribado para levantar un gran imperio. El nuevo aspecto del
proyecto me da buenas impresiones. Ya no queda nada de nuestro hogar, fui feliz viviendo allí en la
ignorancia y en la no ignorancia.
Aparco mi coche en el hueco del parking que me corresponde. Ahora vivo en un pequeño
apartamento de unos cincuenta metros cuadrados, quizá tiene menos, pero es lo único que puedo pagar en
el centro de la ciudad. Aprieto el botón del ascensor que me lleva a casa, miro algunos folletos de
publicidad y me percato de algo extraño cuando las puertas se abren.
Silencio.
Me resulta sorprendente que en la mañana de un sábado mis vecinos no tengan compañía ni
problemas con el volumen de la música. Alzo el llavero de casa para girar las seis llaves por las
cerraduras, saludo a una vecina que se ha subido en el ascensor y borro la sonrisa tan pronto le pierdo de
vista.
—¡He vuelto!
Echo un vistazo a la casa desde la puerta, sonrío porque todo está en orden. Todo excepto el rey
de mi vida.
—¿Cariño, duermes?
—Con la tía Alyelle, ¿sabes que te lo he dicho? —Me agacho abriendo los brazos pero mi hijo no
está por la labor de correr hacia mí, —¿te has enfadado porque piensas que me he ido sin ti?
Alyelle no quiere ver a mi hijo. No quiere saber nada de él. Creemos que le recuerda a… a
Hyden y… y ella le guarda mucho rencor.
Ella se informó por su cuenta de las mentiras que contaron en prensa y televisión, no pude hacer
nada para borrar su manera de ver las cosas puesto que mi versión nunca encajó con sus ideales.
Entiendo su dolor, entiendo que era una niña muy pequeña y cada día se daba cuenta de la locura que se
vivía en casa. No lo ve como una enfermedad, sino como un acto de traición. Y arrastró a mi hijo, sé que
no es nada personal, pero me molesta que le haya apartado sin darle la oportunidad de conocerle. Menos
mal que jamás le he contado cuán idéntico es a su padre, en todos los sentidos.
Mi hijo tiene cinco años. Me quedé embarazada de Hyden Becker, en la cabaña, el mismo día que
decidió regresar. Luchó fuerte contra su otro yo y me miró tímidamente a los ojos como solo él sabía
hacerlo. Aunque no estuvimos juntos el tiempo suficiente, hicimos el amor.
Creamos juntos a nuestro hermoso hijo. Un niño que posee en su interior a un demonio que no le
permite vivir. Los médicos le llaman enfermedad y otros ciertos términos que no estoy dispuesta a
aceptar porque mi hijo no está enfermo. Yo le llamo inquietud, falta de equilibrio emocional, miedo,
inestabilidad y… podría seguir. Conozco un montón de definiciones médicas que lo alejan de la palabra
enfermedad.
—¡Mierda!
—Oye, —grito desde la cocina mientras saco la bandeja de carne —así no se habla a una madre.
—Está bien jovencito, ¿quieres que vaya a tu habitación y te quite todos tus juguetes?
—¡Esto no son juguetes, zorra! —Se asoma para encararme, —no son de verdad.
Mi hijo no se toca.
Mi hijo es un ser especial, un ser cien por cien controlado por su madre. He modificado la casa
para adaptarla a sus capacidades; colgando la televisión en la pared, fijando los muebles al suelo,
quitando todo aquello que esté a su alcance, comprándole juguetes especiales para que no se haga daño,
colocando la compra en los armarios superiores… mi casa es una vivienda digna para Hyden.
Aderezo el asado para la cena de esta noche. Sonrío felizmente porque mi hijo ha entrado en la
cocina. Se acerca a mí arrastrando los pies, ha agachado la cabeza y ha cargado el peso de su cuerpo
sobre sus hombros.
—Cansado, mamá.
—¿Quieres ayudarme?
—Me encantaría.
Suelto lo que tenía en mis manos para coger a mi hijo en brazos. Le beso contenta porque ha
vuelto a mí, siempre encuentra el camino hacia su madre.
—Esta noche tenemos visita y prepararé tu asado favorito —evito disimuladamente que se
propine golpes en la cabeza. Su alter ego podría morirse y dejar a mi hijo en paz.
—¿Con patatas?
Le siento en la encimera de mi pequeña cocina mientras colabora conmigo. Pasamos unos minutos
siendo madre e hijo, y le premio considerablemente cuando realiza una buena acción; quiero que
recuerde cuál es la diferencia entre el bien y el mal, creo que es una buena forma de manipular a su alter
ego. Él lo hace con mi hijo, yo lo hago con él.
El timbre de casa nos asusta a ambos. Olvidé desconectarlo esta mañana, rezo porque no hayan
venido mientras el niño ha estado solo. Todo, absolutamente todo puede afectarle. Ya se ha encerrado en
su habitación porque algo en su cabeza le ha taladrado lo suficiente como para quitármelo. Por el
momento ha ganado. Su alter ego ha ganado.
Sonriente, abro la puerta después de haber preguntado. Nuestra visita se ha adelantado. Al otro
lado hay dos bellas féminas, una mujer morena que hace una mueca y una niña que no está demasiado
contenta.
—Adelante, pasad.
La mujer lo hace primero lanzándose contra mi cuerpo y adivino el significado del gesto. Le
devuelvo la fuerza dándole un beso sonoro que la calma por el momento. La niña, su hija de once años,
nos mira aburridas mientras carga con una pequeña maleta de decoración rosada. Me agacho soportando
el tirón de mi espalda y me gira la cara.
La madre me mira y afirmo mientras la niña corre hacia él. Mi baño es seguro, lo sabe.
—Ha sido largo, pero ha merecido la pena. No querría estar en otro lugar que no fuese en tu casa,
contigo y con Hyden.
Tarrah se puso en contacto conmigo cuando me vio en las noticias de televisión. Insistió a pesar
de que rechazaba sus llamadas porque por aquel entonces estaba obsesionada con Alyelle. Además,
también ocultaba a la sociedad que estaba embarazada de un asesino y quería evitarla; ella fue su amante.
Nos encontramos por primera vez en un supermercado, yo buscaba un paquete de pañales y ella se
presentó bloqueándome la salida. Vi a una hermosa mujer morena, de ojos oscuros y de piel perfecta…
sentí envidia. Pero un sonido gutural que salió de la garganta de una niña llamó mi atención y centré mi
vista en su hija, la pequeña Tarrah. Otra copia idéntica de su padre. Las dos iniciamos una bonita amistad
que mantenemos dado que nuestros hijos son hermanos, y hoy en día se ha convertido en mi mejor amiga.
Ella sufrió a Hyden de una manera distinta a la mía, se enamoró de él y nunca pudo confesarle que se
había quedado embarazada.
Ellas viven en las afueras de la ciudad pero nos llamamos todos los días. Solemos vernos algún
que otro fin de semana, en vacaciones o cuando mi hijo me está volviendo loca y absorbe mi energía.
Tarrah es mi apoyo, una mujer increíblemente fantástica que he rechazado por temor a que supiera que
estaba embarazada de él, a que exigiera algo. Ella no es así, es buena y Hyden hizo una buena elección
eligiéndola como compañera sentimental.
Acaricio su mano evaluando la tensión de su cuerpo. Acaba de soltar una pequeña maleta que
abulta demasiado para quedarse unos días. Ella, reacia a mi toque, sonríe a su hija que viene por el
pasillo seguida de su hermano. Mi hijo… mi hijo ya no es adorable… ahora su alter ego le está
dominando y le odio por eso.
—¿Por qué? ¿Me ignoras? ¿Me ignoras porque no soy una niña? ¿Es eso? Como quieras, yo no te
obligaré. Pero no entres en mi habitación. Ah, y olvídate de dormir en el mismo espacio que yo. No. Lo.
Consentiré.
—Ellas no son invitadas, ella es mi hermana. Lo que quiero saber es dónde mierda está ese
gilipollas de mi padre postizo.
—Te pienso encerrar, —achico los ojos amenazándole —luego cogeré la venda del horror y te
inmovilizaré. Todo el cuerpo. Te ataré durante una semana. Una semana hasta que aprendas el valor de
tratar bien a nuestras invitadas.
—Pero…
Hyden me desafía con la mirada… retirándose, alzo los brazos para hacerme con su alter ego.
Tarrah sonríe porque dice que me admira más de lo que pueda imaginar, a veces no se cree que mis
métodos sean efectivos y siempre se asombra por mi fortaleza mental.
—Impresionante.
—Es tu hermano, cielo, y es especial. Como tú para mamá. Es el niño especial de Rishy.
Tarrah me mira pidiendo mi consentimiento. ¿Gritar? No hago otra cosa en el día que no sea gritar
a mi hijo. Es mi dulce rutina.
La cocina de mi casa está justo en un rincón de esta, tiene barra americana y una pequeña mesa
para dos donde apoya el trasero. Busco en los armarios superiores algo para almorzar. Ella suspira hasta
tres veces seguidas. Sonrío porque sé lo que sucede, sé lo que oculta, lo sé. Es una sensación que ha
crecido en mí ya que tengo una especie de super poderes para captar este tipo de situaciones.
—¿Y bien?
—¡No me lo puedo creer! —Le lanzo una bolsa de patatas fritas, —yo trabajo.
Aparto a Tarrah susurrándole que distraiga a mi hijo, lo hace indicándole que se siente en el sofá
junto a su hermana, pero este se pega a mis piernas hasta que abro la puerta y el pobre se va corriendo
huyendo de la visita.
—Hola preciosa, —nos besamos y me retiro para que vea a Tarrah. —¿Me he olvidado de
recogeros en la estación?
Rich saluda a Tarrah como un buen amigo. Se vuelve hacia mí mientras compruebo todas las
cerraduras y nos encontramos abrazándonos. Pregunta por el niño, yo le digo que está bien, y acto seguido
pregunta a Tarrah por su hija. Ambos empiezan a hablar sobre los nuevos trayectos de los trenes.
Conocí a Rich el mismo día que ingresé en el hospital. Era mi psicólogo, el encargado de mi caso
y de velar por mi bienestar. Se comportó como un buen profesional, asesor, compañero y amigo. Solo
tenía ojos para mi Hyden y mi actitud con él era distante. Cuando él murió, y mi mundo se descompuso,
Rich fue el único que permaneció a mi lado día y noche. Se quedaba en mi casa para consolarme cuando
me despertaba gritando, cuando las pesadillas me atizaban con dureza siempre que cerraba los ojos,
también se ocupó de las gestiones para que recuperara a mi hermana pequeña. Por no hablar de la
increíble actitud que tuvo conmigo en aquellos momentos cuando lo perdí todo.
Supongo que nos fuimos enamorando discretamente. Con el tiempo, poco a poco. Mi vida ha
sufrido fuertes cambios que han alterado mis emociones, mi actitud, mis sentimientos… Rich no se ha
separado de mí. Hemos vivido juntos demasiadas mierdas que ya están casi superadas, y cuando le dije
que me había quedado embarazara de Hyden él me apoyó sinceramente.
Rich es mi pareja, mi amigo, mi amante, mi… mi todo. Rich ha ocupado mi corazón, y yo merecía
estar enamorada de un hombre que me correspondiera en sus plenas facultades. Aunque nos separan casi
veinte años no podría sentirme mejor con él, me completa y me ofrece lo que necesito. Salimos desde
hace cinco años y no lo cambiaría por nadie.
Él no debería estar aquí. Había quedado con su hija pequeña para almorzar, me muero por
preguntarle qué ha ocurrido porque han sido realmente rápidos si ya han terminado. El divorcio con su
mujer fue una tortura; interpuso una denuncia por abandono de hogar y le han obligado a pagar los costes
del juicio, y los estudios de sus dos hijas menores. La mediana es universitaria y la pequeña lo será el
año que viene. La madre de sus hijos les ha puesto en su contra, trata con la menor porque es la única que
le dirige la palabra y me apena que los otros le hayan rechazado sin más. Yo no he roto ninguna familia,
estaba rota cuando nos conocimos.
Nos apoyamos mutuamente mientras lidiamos con nuestros problemas y sacamos tiempo para
olvidarnos de todo y dedicárnoslo a nosotros.
Ambos vivimos en casas separadas porque no pude mantener el hogar donde conviví con mi
primera familia. Habían pasado un par de meses desde que Hyden murió y unos hombres se presentaron
en mi casa para decirme que debía abandonarla. Tanto Rich como yo luchamos, nos presentamos en un
montón de oficinas para intentar salvarla pero las propiedades del barrio eran historia porque un magnate
las había comprado. La policía selló la gran mayoría de mi casa y yo quería restaurarla cuando me
recuperara… no pude cumplir mi sueño.
Alquilé un pequeño apartamento en el centro de la ciudad y Rich alquiló otro justo al lado de este
edificio. Vivir sola es mi condición si quiere que estemos juntos. Al principio lo aceptó porque creyó que
necesitaba espacio, adaptarme… con el paso de los años descubrió que lo dije en serio y a menudo me
pide que vivamos en pareja. En una casa como la de Tarrah. Como una familia.
Me niego a convivir con él por pura manía. Por privacidad. Porque mi hijo es especial. Él se
pasa todo el día trabajando en el hospital, luego hace horas extras en una consulta privada y a veces
ayuda a sus compañeros. Rich llega a casa reventado, lo último que quiero es que tanto mi hijo como yo
le molestemos. Se enfada mucho si le repito el mismo argumento porque no es del todo válido, lo sé,
pero… es que nos funciona realmente bien así. Estamos juntos cuando ambos podemos y tengo un lugar
donde estar cuando no puedo controlar el brote psicótico de Hyden.
Trabajo por horas en un supermercado. Mis horarios varían según la disponibilidad de mi novio
porque Hyden no quiere quedarse con ninguna canguro. Rich y yo nos organizamos todos los domingos y
trabajamos duramente en conseguir nuestros objetivos. Últimamente ha dejado en mi buzón folletos de
viviendas que insiste en que estudie, yo no sé si estoy preparada para el avance. A él tampoco le
importaría tener más hijos conmigo y… es que todo le parece perfecto.
Aunque mi novio es un buen hombre, yo necesito una vida para tomar ciertas decisiones.
—¿Es que no comemos? —Hyden aparece gritando con sus manitas en la cintura. Rich se separa
de mí porque le empujo ligeramente. Mi hijo es mi prioridad. Por favor, que su alter ego no le
avergüence.
—Enseguida, mi amor.
—Rishelle, déjame a mí —Rich se interpone entre nosotros dos. Su figura le ahuyenta. Sé que se
acobarda si alguien más enorme que él le mira fijamente a los ojos. He aprendido mucho del psicólogo.
Sonrío a Tarrah porque ella también lo hace. Somos como una pequeña familia y nos conocemos
demasiado.
—¡Mamá, mamá, mamá! —Hyden se lleva las manos a la cabeza buscando el pelo que no tiene.
Le rapo cada vez que le crece para que no se haga daño o heridas.
—No le permites que domine tus impulsos, pequeño. Si te tortura con su voz, ponte en tus pies y
corre hacia tu madre.
—Sé que estás ahí dentro. ¿Te parece bonito hacerle esto a tu madre? Venga, calla su voz y
regresa. Te estamos esperando.
Quiero atender a mi hijo pero Rich me lo prohíbe. Sí, él es el psicólogo, me ha ayudado y a veces
consigue calmarlo mejor que yo, pero él me necesita.
—¿Jugarás conmigo?
—Es verdad tía Tarrah, cuando se hace de noche mi mamá lo echa de la casa.
—Así no sucede exactamente —me defiendo inocentemente. Le despido cuando ambos nos vamos
a dormir… en camas separadas, en apartamentos separados…
—¡Eres la mejor madre del mundo! —Hyden también se sonroja. Es tan guapo que duele mirarle.
Es una delicia de niño, no lo cambiaria tampoco por nadie. Es mío. Nació del amor real entre su padre y
yo.
—¡Pizza, sí! Por favor mami, pizza, pizza, pizza… —el niño se revuelve en los brazos de mi
novio. Yo sonrío buscando también la aceptación de Tarrah que afirma con la cabeza.
—¿Puedo ir contigo, papá? —Me asusto negando. Que mi hijo salga a la calle sin mí me pondría
nerviosa. Tenemos invitadas. No sería buena idea.
—He pensado algo mucho mejor, ¿y si ayudas a mamá a poner la mesa mientras bajo y la traigo?
Prometo que te compraré tu favorita de queso.
—No me gusta el queso —eso ha sido una prueba inteligente por parte de Rich. A mi hijo no le
gusta el queso. Pretende potenciar su memoria.
—¿Las aceitunas?
—¿Anchoas?
Ato tanto sus pies como sus manos. Le canturreo que sus super héroes favoritos duermen de la
misma forma tan especial. Detesto cuando su alter ego aprovecha la vulnerabilidad de sus bajas defensas
para atacarle y salir a flote.
—¿Se ha dormido?
—Sí, aunque no prometo nada. Seguramente su alter ego esté aquí, fingiendo que duerme con los
ojos cerrados cuando en realidad nos está oyendo.
Tarrah se acerca sonriendo a Hyden. Amó a su padre, mucho menos que yo, pero salieron y ella
se enamoró perdidamente del galán que le cortejaba. Mi Hyden nunca entregaría su alma a otra que no
fuese yo, sin embargo, su alter ego pensaba lo contrario.
Entre un intercambio de sonrisas, oímos una serie de ruidos que provienen de la pequeña sala de
mi casa. Ambas nos miramos respondiéndonos en silencio.
—¿Cuándo empezó?
—¿Quién lo sabe?
Su hija está destrozando todo aquello que encuentra a su alcance. Grita que quiere matar a alguien
y hace pausas para reírse. Ninguna de las dos reaccionamos, permanecemos en silencio e imito su postura
sentándome en el suelo junto a la cama de mi hijo.
Tenía la intuición de que Tarrah había heredado el carácter especial de su padre, como mi hijo.
Su madre se ha mostrado positiva desde su nacimiento, incluso se ha negado en rotundo a cualquier
explicación médica impartida por mi novio. Pero en mi interior sabía que la niña sería idéntica a su
padre y hermano. Hyden se sentiría orgulloso de sus hijos aunque conlleve vivir con una serie de voces
que dominan sus acciones.
Suspiro acariciando la mano de mi hijo. Tarrah agacha la cabeza masajeándose la frente, su hija
está rompiéndolo todo. El adelanto de su viaje y su falta al trabajo no era una casualidad. Mi mejor
amiga me necesitaba, nos necesitaba para hablar de la nueva actitud de su hija. Yo he sido más
observadora que Tarrah, en el cumpleaños de su hija la pillé hablándole a alguien en el espejo y la
excusó diciendo que jugaba.
—Nadie te la quitará. Sácala del colegio antes de que ocurra alguna desgracia, contrata a un
profesor y manipúlale por si Servicios Infantiles vienen a tocar las narices.
—Por la noche araña las paredes. Por el día rasga un árbol. Habla sola, se hace daño en el pelo y
grita que me odia.
—Cariño, tranquila, no tengas miedo, —me arrastro para mostrarle mi apoyo —Rich y yo te
ayudaremos.
—¿Qué le diré a mi familia, a mis padres, a mis amigos? No puedo arrancarla de una vida que ya
había planeado para las dos.
—Te lo advertí.
—Lo sé, y yo no… no quería admitirlo. Pero tenías razón. Mi hija es igual de loca que su padre.
—Eh, utilizar el término de locura me pone de mal humor, —sonrío chocando mi hombro con el
suyo, —y ahora los hermanos se hablarán entre sí. Algo como… de alter ego a alter ego.
—¿Así cómo? Nuestros hijos son especiales. Tienen un carácter, una personalidad y una forma de
ver la vida muy distinta al ser humano convencional. Hay que saber tratarlos. Nosotros lo hacemos de
maravilla con Hyden y tú serás igual de buena madre con Tarrah. Además, ¿qué hay del amigo de Rich?
¿Saldrás con él? Si te vienes a vivir a la ciudad podremos ser vecinas.
—¿Sí?
—No te preocupes, cielo, el único familiar de tu tío Rich que me habla es su tía y siempre he
odiado esa vajilla. Menos mal que está rota.
—Yo no he sido.
—Claro que no. Ya le dije que atornillara bien la estantería, no te preocupes. ¿Quieres un
refresco?
—Nos encantaría.
—¿A quién?
Tarrah, mi amiga, rompe a llorar cuando su hija se da media vuelta sonriendo. Acaricio su
espalda besando también su hombro. La hermana de Hyden posee en su interior a otra persona y actúa
idénticamente como su padre. Tiene esa mirada profunda, esa otra mirada desafiante, esa otra manera de
responder, ese desdén egocéntrico y esos gestos que hacía el hombre del que me enamoré.
Susurra que me espera fuera, y cuando sale de la habitación cierro la puerta. Compruebo la
respiración de mi hijo. Beso su frente, su rostro, sus brazos, sus piernas… todo, observo si su alter ego
está despierto o si le está dejando dormir.
Me subo en la cajonera que instalé dentro del armario de mi hijo, rebusco entre todas sus cosas y
llego hasta las cenizas de Hyden Becker. Poso los labios en la fría urna mientras acaricio la estructura
con la yema de mis dedos.
—Hola, mi amor. Te echo mucho de menos. No sabes cuántas veces me acuerdo de ti, me acuerdo
de los dos. Prometo que jamás amaré a otro hombre que no seas tú. Lo de Rich es pura distracción hasta
que nuestro hijo muera y luego me reúna con vosotros dos. Estaba decidida, mi amor, me prometí morir
contigo pero mi vientre empezó a crecer y no pude ignorarlo. ¿Ves lo guapo que es? Es como tú. Tiene tus
ojos, tu cuerpo y tu sonrisa. Él sabrá quién es su verdadero padre cuando llegue el momento. Espero que
estés descansando allá donde estés y que no te olvides de mí. Te quiero. Te quiero mucho. Mi vida, tengo
visita, pero luego vendré y te contaré cómo evoluciona el alter ego de Hyden. Prometo que lo destruiré,
él no se llevará a nuestro hijo. Hasta luego, cariño. Te amo.
Dejo la urna en su rincón. También beso el reloj que me acompañó durante seis años. No sé si
tenía algo de especial, pero me recuerda a él, a Alyelle, a que una vez fui una adolescente y tenía a dos
personas a mi cargo. Mi primera familia.
Conservo a mi hermana de grupo sanguíneo, no pude recuperarla, pero Hyden me envió a otra
mujer que considero parte de mi segunda familia; a Tarrah. Ahora, junto con su hija, y junto con mi novio,
son los líderes en solitario de mi corazón. Guardando los trozos más grandes para mi hijo Hyden Lynn y
su padre Hyden Becker.
He aprendido que la vida no tiene límites y que los límites los dictamino yo.
Así será hasta el día de mi muerte, y entonces, me reuniré con el gran amor de mi vida.
BIBLIOGRAFÍA
Trilogía Neandertal:
Neandertal
Neandertal Cavernícola
Neandertal Eterno
Hermanos Trumper:
Malditamente Sebas
Jodidamente Sebastian
*Estos dos últimos son anexos a la trilogía Neandertal, debes leer primero la trilogía*
Trilogía El líder:
El líder: Hada
El líder: El imperio
El líder: La huida
Keith
TODOS MIS LIBROS SON AUTOPUBLICADOS POR DECISIÓN PROPIA EN LA PLATAFORMA DE AMAZON.
PODÉIS ADQUIRIRLOS SIEMPRE EN VUESTROS PAÍSES A TRAVÉS DE AMAZON.COM, EN ESPAÑA AMAZON.ES Y EN
MEXICO AMAZON.COM.MX. TAMBIÉN ESTÁN DISPONIBLES EN FORMATO PAPEL ADEMÁS DEL DIGITAL DONDE LO
PODÉIS LEER EN LA APLICACIÓN AMAZON KINDLE, DISPONIBLE PARA DESCARGAR GRATIS DESDE VUESTROS PLAY
STORE HABITUALES APLICABLE A CUALQUIER DISPOSITIVO: KINDLE, TABLETS, MÓVILES Y ORDENADORES.
CONTACTO
WWW.FACEBOOK.COM/MARYFERREAUTORA
INSTAGRAM: MARYFERRE_
TWITTER: MARYFERREONLINE
No suelo ser activa en mis redes sociales pero siempre os leo desde allí e intento contestar todos los mensajes.