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Las y los funcionarios reconocen el racismo como un fenómeno existente en la sociedad colombiana.
Éste es el caso de Soledad, afirma que el ra-cismo es un fenómeno al que no escapan los funcionarios
que trabajan en programas de intervención social, pero también habla de las dificultades que tienen
para llegar a esto, de la siguiente manera: […] al menos uno que ya tiene la conciencia y que ha
trabajado con la gente y que quiere uno y desea, y esa es su proyección, mirarlos todos con una misma
mirada, no es fácil hacerlo, no es fácil, uno mismo cae, puede caer…, uno mismo tiene algo allá que
uno dice, no, pero yo no soy, yo no, nunca, y uno no debe hacerlo. […] inclusive a veces somos un
poquitico hasta especiales con ellos, sabiendo por toda la situación porque llegaron acá y como están
viviendo.
Por un lado, su formación les orienta a que traten a los demás pasando por alto sus diferencias. Pero
por el otro, los poderes públicos y el mandato de la nueva Constitución enfatizan la importancia de
respetar las diferencias culturales entre sus usuarios y de considerarla en la aplicación de sus políticas.
Los principios éticos que guían su desempeño profesional les demandan “respetar” la especificidad de
quienes son percibidos como diferentes culturalmente. Pero muchas veces este respeto significa crear
una imagen de ciertas poblaciones solo por pertenecer a cierto grupo olvidando lo diferentes que
pueden ser entre sí.
Una de las posibles explicaciones a estas negaciones reside en que la sociedad colombiana se
construyó durante más de un siglo en torno a un modelo de nación monolingüe, mono étnica y mono
cultural. Este modelo que redefinía a la nación colombiana como “mestiza y orgullosa de serlo” exigía la
desaparición y ocultamiento de la diversidad étnica y cultural del país, al mismo tiempo que legitimaba,
sin cuestionarlo, un orden socio racial jerárquico que engendraba desigualdades sociales y económicas.
Igualmente, este modelo era “asimilacionista”, al buscar incorporar en la cultura general ciertos valores
de los grupos indígenas y africanos, que se percibían como de interés general o de importancia
artística, pero en una clara perspectiva de “blanqueamiento” biológico y cultural asimilado al progreso,
en un momento en que las naciones latinoamericanas luchaban por ser reconocidas como modernas.
La problemática aún se mantiene oculta debido a que las acciones de discriminación no son registradas
o no son muy escandalosas, además de que es de carácter individual o indirecto, pero de todas
maneras está ahí y puede ser peor, porque aunque la ley 1482 del 30 de noviembre del 2011 contra del
racismo castiga todo tipo de discriminación social, esto no impide actos como la divulgación de “chistes”
que sin intención promueven una imagen racista en las personas que los dicen o incluso en los niños
que ni siquiera entienden bien lo que es un chiste.