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Una mala elección, 1º) Reyes 12.

13–14

Pero el rey respondió al pueblo duramente,


desechando el consejo que los ancianos le habían dado, y
hablándoles conforme al consejo de los jóvenes, les dijo: «Mi
padre agravó vuestro yugo, pero yo lo haré más pesado aún;
mi padre os castigó con azotes, pero yo os castigaré con
escorpiones».

Una persona que asume responsabilidad en un puesto


que nunca antes ha ocupado hace bien en buscar quien lo
oriente. Este es prácticamente el único paso acertado que
tomó Roboam cuando falleció su padre Salomón. Antes de
tomar la decisión sobre qué camino recorrer buscó el consejo
de los que estaban cerca. Los ancianos, que conocían los
excesos de Salomón, recomendaban un camino de mayor
compasión y bondad. Los jóvenes, quizás inflados por el mero
hecho de haber sido consultados, recomendaron «mano dura».

Estas dos posturas ilustran bien la diferencia que distancia


a una generación de otra. Los jóvenes, que están en la etapa
de los sueños y el idealismo propio de los inocentes,
frecuentemente creen poder descubrir un camino que nadie
ha recorrido. Desprecian la experiencia de otros porque creen
que su propuesta, tal como ellos la presentan, nunca ha sido
intentada. Creen en los imposibles: un mundo de paz, una
tierra sin contaminación y una sociedad gobernada por el
amor. Todas las propuestas padecen del mismo mal: no han
sido probadas en el crisol de la vida y por lo tanto no pasan de
ser simples sueños.
Por otro lado, están los ancianos, los que han
transitado una buena porción del camino que le toca
recorrer a cada ser humano. La vida los ha golpeado.
Han sufrido una interminable sucesión de
contratiempos, obstáculos, infortunios e injusticias. Se
han visto obligados a aceptar que la vida no resultó tan
sencilla ni tan maleable como esperaban. Han sido
expuestos a suficiente cantidad de situaciones como
para opinar con cierto grado de inteligencia, sin ser
expertos ni haber estudiado con cuidado las
particularidades de cada caso.

En el pasaje de hoy, los ancianos recomendaban un


camino que no tenía nada de revolucionario, ni
extraordinario. Era el camino de la mansedumbre, la
consideración y la sencillez. El camino de los jóvenes
parecía mucho más atrevido y garantizaba, a corto
plazo, resultados impresionantes. Desafortunadamente,
Roboam escogió este segundo camino. El resultado fue
que dañó irreparablemente las relaciones con las tribus
del norte. El descontento eventualmente produciría una
infranqueable división en la nación de Israel.

Vivimos en una época donde la persona de


trayectoria es tratada cada día con mayor desprecio.
Los mayores y los ancianos son contemplados con
lástima, más que con respeto. Su opinión es
considerada «pasada de moda». La Palabra, no
obstante, nos anima a atesorar el camino recorrido por
los mayores, a ofrecerles el respeto que merecen por
haber transitado mayor distancia que nosotros en la
vida. Esto no quiere decir que estamos obligados a
hacer lo que ellos recomiendan. Pero la persona sabia
escuchará con cuidado lo que tienen que decir:
seguramente su perspectiva enriquecerá la nuestra y,
en ocasiones, nos salvará de cometer errores
innecesarios.

Para pensar:

¿Qué lugar ocupan los mayores en su congregación?


¿Qué clase de diálogo existe con ellos? ¿De qué manera
se les honra?

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