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ASAMBLEA GENERAL XXIII

Aportación de D. Gustavo Cúneo [DM-P-02]


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Sinodalidad y reducción en la hermandad,


un camino de esperanza que fecunda nuestra historia

Vestida de paciencia, deliberadamente decidida a permanecer, «la esperanza»


persiste en medio de nuestra compleja y desengañada historia, verdea en la
fragilidad y en la belleza de un pequeño brote, haciéndose presencia pequeña y
vulnerable allí donde hay un clamor, un lamento, una necesidad, una ilusión que se
trunca, una casa que se cierra, un hermano que se va.

Aún en su fragilidad «la esperanza» es capaz de una fecundidad insólita que nos
abraza a todos. Desde esta perspectiva, y con esperanza fecunda deseo abordar los
temas «Sinodalidad» y «Reducción» en la Hermandad, para que pueda abrirse paso
en nuestra historia con su promesa de vida.

I. SINODALIDAD.

En el Documento Marco de preparación para la Asamblea General XXIII, luego de


una introducción se desarrolla con escasos 8 números el tema «Sinodalidad y
Discernimiento en común».

Hablar de Sinodalidad y pensar aplicar este concepto a la Hermandad implicaría


cambios profundos. Una Hermandad sinodal sería una Hermandad participativa y
corresponsable. En el ejercicio de la sinodalidad estaría llamada a articular la
participación de todos los operarios, según el carisma de cada uno, con la autoridad
conferida por Cristo en la Hermandad. La participación de los Operarios se funda
sobre el hecho de que todos están habilitados y son llamados para que cada uno
ponga al servicio de los demás los respectivos dones recibidos del Espíritu Santo.
No se puede hablar de sinodalidad sin conversión de corazón y de mente, sin un
adiestramiento ascético en la acogida y en la escucha recíproca, y sin una auténtica
disponibilidad. Sin todo lo anterior, de poco sirven los mecanismos exteriores de
comunión, estos podrían transformarse en simples máscaras sin corazón y sin rostro,
en algo vacío y externo, sin vida y sin espiritualidad, y se estaría al servicio de una
autopreservación. La Sinodalidad implica conversión.
La puesta en práctica de la sinodalidad exige que se superen algunos paradigmas,
todavía presentes en la cultura eclesiástica y en nuestra Hermandad, porque
expresan una comprensión de la misma no renovada, marcada por el clericalismo y
no por la eclesiología de comunión.

Hablar de sinodalidad es algo más que usar una palabra de moda, designa ante
todo «el estilo» peculiar que califica la vida y la misión. Este «modus vivendi et
operandi» expresa la figura de Iglesia que brota del Evangelio de Jesús y que hoy
está llamada a encarnarse en la historia.
La sinodalidad es algo más que lo expresado por el Documento Marco de
preparación para la Asamblea General XXIII, en la cita de pie de página N1 en la que
le atribuye a la Comisión Teológica Internacional que la participación en la sinodalidad
es de «todos» por «algunos» y con la «decisión de uno» cosa que no dice el texto
original nn 72. 79. 106 citado por el Documento Marco. El desafío que tenemos hoy
como Hermandad si queremos hablar y vivir la sinodalidad de una manera auténtica
y sin maquillajes que la distorsionan es intensificar la mutua colaboración de todos,
evitando la tentación de un excesivo autoritarismo disfrazado.

Dicen las AG XIV, 29; XIX, 32; XX, 38: «A la Asamblea, además de lo que asisten
por el propio cargo, asistirán como comisionados de los restantes operarios
sacerdotes uno por cada diez o fracción superior a uno, elegido por todos los
operarios sacerdotes de entre ellos mismos, en cada circunscripción, realizándose el
escrutinio por el Concejo Central».

Teniendo en cuenta el Directorio 2019-2020, en estos momentos el número de


asambleístas elegibles, dada la proporción determinada en la AG XXII (Conclusión
29) es de 15 asambleístas; 8 son representantes de la Delegación de España y 7 son
representantes de las demás delegaciones.

A los efectos de fomentar la sinodalidad y generar mayor participación de los


operarios en algo tan importante para la vida y el caminar de la Hermandad como
son las Asambleas Generales y sabiendo que se realizan cada seis años, y que nos
hemos reducido considerablemente en número, me parece oportuno y necesario
proponer:

1) Que asista un representante cada ocho operarios o fracción de uno. De este modo
según Directorio 2019-2020: la Delegación de África aumentaría su representatividad
en un 50%, la Delegación de México aumentaría su representatividad en un 33%, la
Delegación del Cono Sur aumentaría su representatividad en un 33%, la
Circunscripción General y España aumentaría su representatividad en un 11% y la
Delegación de Venezuela mantendría la representatividad actual.

2) Si vemos en el directorio 2019-2020 que La Circunscripción General es


independiente de cualquier delegación. Si las conclusiones de las AG antes
mencionadas dicen que las elecciones se realizarán en cada «circunscripción».
Pregunto: ¿Por qué la Circunscripción General no vota de manera independiente y
se la une a la Delegación de España? ¿Por qué se une a España y no a Venezuela, ya
que con esa unión le ayudaría a aumentar un 33% su representatividad? ¿Los mismos
argumentos que se pueden esgrimir para no unirla a Venezuela no se podrían aplicar
también para no unirla a España?

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3) En la actualidad, para la Asamblea General XXIII, la Circunscripción General
vota para la Delegación de España. De este modo, los operarios en Estudios
destinados en Roma votan para una Delegación en la cual y hasta el momento jamás
estuvieron destinados.

Propongo que los operarios en Estudio que pertenezcan a la Circunscripción General,


o que estén abocados solamente para estudiar y sin un oficio pastoral, aunque sea
en alguna delegación, voten para su delegación de origen y no para España.

Con este modo propuesto, en esta Asamblea General XXIII la Delegación de México
hubiese tenido un asambleísta más, es decir habría aumentado un 33% su
representatividad. Esto no lo propongo como una idea de bombero jubilado, en el
año 2002 cuando yo estaba estudiando en Roma y se celebraba la Asamblea General
XX voté para la Delegación del Cono Sur, es decir mi delegación de origen. Podríamos
afirmar que ya hay jurisprudencia en este tema.

4) Usando el lenguaje del Documento Marco y de la Comisión Teológica Internacional


antes citado, en el N 79 dice: «Los participantes en las asambleas y sínodos, por
elección o por nombramiento episcopal, son los llamados “algunos”, a quienes se les
confía la tarea de celebrar el Sínodo».

Pregunto: ¿Por qué el escrutinio de los llamados «algunos» lo tiene que hacer el
Consejo Central y no cada Circunscripción o Delegación que es quién le confiere la
representatividad?

Propongo: que los escrutinios de elección de asambleístas, representantes o de los


«algunos» se realice en cada Circunscripción o Delegación.

II. LA REDUCCIÓN EN LA HERMANDAD


El tema «LA REDUCCIÓN EN LA HERMANDAD», desarrollado en 23 números del
Documento Marco, de preparación para la Asamblea General XXIII, habla mucho de
reducción, repliegue, «de discernimiento de las tareas», «desde la concentración
en las tareas históricamente más propias a la búsqueda de nuevos campos no
explorados, pasando por nuevos modos de gestionar los actualmente cultivados».
Se dice también que «ese discernimiento no solo afectaría a la selección de tareas,
sino también a la formación de los distintos equipos: número de operarios,
cualidades, condiciones y formación de sus miembros» … Que «es fundamental la
cuestión de la identidad de la Hermandad, en cuanto asociación sacerdotal, con los
fines, objetos y nervios propios, la forma de vida y vivienda común, y las concreciones
históricas del carisma».

Vemos que el Documento Marco aborda de manera interpretativa las causas, los
motivos, las reacciones y las consecuencias que tiene la «reducción en la
Hermandad». Vista toda la teoría interpretativa desarrollada y considerando que soy
de pueblo, que me gusta el agua clara y el chocolate espeso y que no tomo mate con
endulzante veo oportuno y razonable en función del sentido común.

Pregunto: ¿Qué pasaría si aplicáramos el concepto «reducción» al equipo de


gobierno y promoviéramos más la sinodalidad y la participación de los operarios
«viviendo en esta etapa de reducción o concentración con intensidad y alegría,
personalmente y como Hermandad, el ser sacerdotes y operarios» de una manera
sinodal?

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El documento La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, de la Comisión
Teológica Internacional en el N 76 dice que «la puesta en práctica de la dimensión
sinodal de la Iglesia debe integrar y “aggiornare” el patrimonio de la antigua
ordenación eclesiástica con las estructuras sinodales nacidas por el impulso del
Vaticano II y debe estar abierta a la creación de nuevas estructuras».
Propongo: Optar de manera profética y sin miedos por un equipo de gobierno
sinodal, integrado por tres operarios en lugar de cinco. Que sea un gobierno sinodal,
«con dialogo» y «discernimiento en conjunto» con los operarios en y desde las
respectivas plataformas pastorales y sus delegaciones, que privilegie el «SER» antes
que el «HACER».

En una Hermandad sinodal, todos los Operarios, en la libre y rica diversidad de


sus miembros, serían convocados para orar, escuchar, analizar, dialogar, discernir y
aconsejar para que se tomen las decisiones pastorales más conformes con la voluntad
de Dios, escuchando lo que el Espíritu les dice a través de su Palabra que resuena en
la actualidad, interpretando los signos de los tiempos con ojos de fe.

Para llegar a formular las propias decisiones, el Consejo General debe escuchar
con atención los deseos y la voz de los Operarios. El derecho canónico prevé que, en
casos específicos, deban actuar sólo después de haber solicitado y obtenido los
diversos pareceres según las formalidades jurídicamente determinadas.

Entre las tantas reducciones que estamos viviendo hay una que me preocupa ya
que afecta de manera directa al «SER» operarios y es la reducción en el «DIÁLOGO».

Por eso propongo una Hermandad Sinodal, con Gobierno Sinodal en «DIÁLOGO
SINODAL» que implica valor tanto en el hablar como en el escuchar. No se trata de
trabarse en un debate en el que un interlocutor intenta imponerse sobre los otros o
de refutar sus posiciones con argumentos contundentes, sino de expresar con respeto
cuanto, en conciencia, se percibe que ha sido sugerido por el Espíritu Santo como útil
en vista del discernimiento comunitario, al mismo tiempo que abierto a cuanto, en
las posiciones de los otros, es sugerido por el mismo Espíritu «PARA EL BIEN
COMÚN».
El criterio según el cual «la unidad prevalece sobre el conflicto» vale en forma
específica para el ejercicio del diálogo, para tratar la diversidad de opiniones y de
experiencias, para aprender «un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente
donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad
pluriforme que engendra nueva vida», haciendo posible el desarrollo de «una
comunión en las diferencias».
En efecto, el diálogo ofrece la oportunidad de adquirir nuevas perspectivas y
nuevos puntos de vista para iluminar el examen del tema que se está tratando.

III.CONCLUSIONES:
1) Propongo elevar el número de asambleístas, representantes de los operarios para
las AG, utilizando el criterio de elección de un representante cada ocho operarios o
fracción de uno, con el fin de favorecer una mayor participación, corresponsabilidad,
representatividad y sinodalidad de los operarios, obteniendo de esta forma una
mayor presencia de las Delegaciones de la periferia.

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2) Que la Circunscripción General vote como una circunscripción aparte y que no se
integre arbitrariamente a la delegación de España; o en su defecto, que quienes
integran la Circunscripción General voten para sus respectivas delegaciones de
origen.

3) Que los sacerdotes operarios que se encuentran estudiando, sin tener una
actividad pastoral específica encomendada por la Hermandad, voten para su
delegación de origen sin importar el lugar donde estén estudiando o viviendo.

4) Que los escrutinios de elección de asambleístas, se realice en cada Circunscripción


o Delegación y que los resultados sean informados al Consejo General.
5) Que se opte por un equipo de gobierno integrado por tres operarios en lugar de
cinco y por un estilo de gobierno sinodal, donde no se de todo cocinado como a los
niños pequeños, sino que los operarios, en la libre y rica diversidad de sus miembros,
sean convocados para orar, escuchar, analizar, dialogar, discernir y aconsejar para
que se tomen las decisiones pastorales más conformes con la voluntad de Dios,
escuchando lo que el Espíritu les dice a través de su Palabra que resuena en la
actualidad, interpretando los signos de los tiempos con ojos de fe.

6) Que se promueva el diálogo de modo que se pueda expresar con respeto cuanto,
en conciencia, se percibe que ha sido sugerido por el Espíritu Santo como útil en vista
del discernimiento comunitario. Diálogo, para tratar la diversidad de opiniones y de
experiencias, para aprender «un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente
donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad
pluriforme que engendra nueva vida», haciendo posible el desarrollo de «una
comunión en las diferencias».

Una vez que la «Sinodalidad» y la «Reducción» adquieran el lugar que les


corresponde en nuestra vida como Hermandad, estaremos en condiciones de permitir
que nuestra esperanza se despierte, se avive y se fortalezca al encontrarnos
ocupados y preocupados, no tanto en nuestras expectativas y deseos, sino en una
nueva realidad fruto de la conversión; donde la esperanza siempre activa, siempre
frágil y siempre potente pueda atravesar los muros de la desesperanza causados por
la reducción y el temor al cambio; y esté siempre viva, en compañía de la fe y el
amor, para iluminar a la Hermandad por este camino de Sinodalidad y Reducción
haciendo fecunda nuestra historia.

Gustavo Alejandro Cúneo

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