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HISTORIAS
EN LA TIERRA
Manual de excavación arqueológica
CRÍTICA
GRIJALBO MONDADOR!
BARCELONA
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Título original:
STORlE DALLA TERRA
Manuale di scavo archeologico
7. Ilustran esta cuestión los tres ensayos finales ( «Lo ordinario y lo importante» I «Proce
der hacia atrás•/ «Análisis de lo sumergidos), incorporados en la edición italiana de 1991.
8. En algunas regiones como el Lacio coexisten diversas soprintendenze arqueológicas
(Lacio, Etruria Meridional, Roma, Ostia) mientras que en las regiones autónomas (Sicilia, Va
lle de Aosta ... ) las competencias son regionales.
9. El monopolio casi total que sobre la arqueología de un determinado territorio ejercen
ciertos soprintendenti es justamente criticado por aquellos profesionales, muchas veces prove
nientes de la universidad, que ven como se les niega el acceso a determinados conjuntos de ma
teriales, cerrados bajo llave incluso durante decenios, o se les impide con falsas excusas interve
nir en ciertos yacimientos.
LO. Si tomamos como ejemplo la ciudad de Roma, veremos que al frente de las soprinten
denze arqueológicas de la antigua Urbs se encuentran Adriano La Regina (Ministerio) y Euge
nio La Rocca (Ayuntamiento). La figura equivalente en la estructura administrativa española
sería un jefe del Servicio de Arqueología de una Comunidad Autónoma. Salvo pocas poquf·
simas excepciones estos puestos se hallan ocupados por funcionarios con incipientes carreras
en el campo de la investigación, en ningún caso catedráticos, y cuyas opiniones tienen poca in·
cidencia en la sociedad.
)
)
X HISTORIAS EN LA TIERRA )
11. Pienso que, sin menoscabar las competencias de las diversas Comunidades Autóno
mas, el Ministerio deberla promover, como hacía en los años ochenta, foros de discusión enca
minados a la coordinación de criterios y líneas de actuación. A propósito de los inventarios: A.
Jimeno Martínez, J. del Val Recio y J. J. Femández Moreno, eds., Inventarios y cartas arqueo
lógicas (Soria 1991), Valladolid, 1993; AA.VV., Catalogacián del Patrimonio Histórico, Instituto
Andaluz del Patrimonio Histórico, Junta de Andalucía, Sevilla, 1996. Véase también M.A. Que
rol y B. Martínez, La gestión del Patrimonio Arqueológico en España, Alianza Editorial, Ma
drid, 1996.
12. Véanse los trabajos de Femando Melina y Femando Contreras en la bibliograña final
de este volumen. A propósito de la opinión de Carandini sobre la situación de la arqueología en
Andalucía, que en este libro califica de «Paraíso científico e institucional. .... , véase también La
laurea non/a t'orcheologo [Tavola rotonda, Roma, 8 maggio 1992), Padus s.c.a., Padua, 1993, es
pecialmente las intervenciones de A. Carandini (pp. 106107) y X. Dupré (p. 108).
13. Femando Melina et al., «Un sistema de información arqueológica para Andalucía», en
Catalogación del Patrimonio Histórico, Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, Junta de
Andalucía, Sevilla, 1996, pp. 7685.
14. Quien haya tenido la oportunidad de enseñar una excavación a un arqueólogo italiano
recordará una serie interminable de preguntas que pueden llegar a sorprender. En realidad no
es más que una consecuencia de este, en mi opinión positivo, espíritu critico.
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA XI
Ja investigación. De la misma manera que Nino Lamboglia tuvo que sufrir los
duros ataques que personajes como Giuseppe Lugli el hombre de la técni
ca edilicia hacían al método estratigráfico, Andrea Carandini y los repre
sentantes de su escuela han sido objeto de críticas por parte de aquellos que
creen que la obsesión por la metodología lleva a olvidar los objetivos finales
de una intervención arqueológica o por aquellos que dan más valor al cono
cimiento de las fuentes clásicas que a la utilización de una adecuada meto
dología en el trabajo de campo. Una correcta lectura de este libro permite
observar como Carandini defiende la realización de excavaciones metodoló
gicamente correctas sin por ello menospreciar, más bien lo contrario, ni a los
autores clásicos ni a las otras muchas fuentes de información histórica. A pe
sar de ello, los detractores de la Uamémosle «cultura material» han llegado a
acusar al propio Carandini creo que injustamente de haber traicionado
a Ranuccio Bianchi Bandinelli, el gran maestro de una generación de impor
tantes arqueólogos italianos incluido el propio autor de este libro. Ca
randini y su escuela no han despreciado en nada la tradición de estudios so
bre lo bello de la antigüedad, simplemente los bao complementado con el
estudio y el análisis de lo menos bello, de lo cotidiano, incluso de lo sórdido
pero igualmente importante para la comprensión del pasado, para la com
prensión de las historias conservadas en la tierra.
Sin embargo, la propensión a la crítica y al debate de nuestros colegas ita
lianos, tan positiva en ámbitos científicos, se convierte en un factor negativo
cuando las discusiones se centran en aspectos de tipo práctico u organizati
vo. Pongamos un ejemplo. A pesar de lo mucho que creo se ha discuti
do al respecto, todavía no se ha encontrado una fórmula para articular unos
mecanismos de coordinación entre el mundo de la gestión del patrimonio ar
queológico, representado por las soprintendenze, y los estamentos universi
tarios que, a parte de sus tareas docentes, se dedican fundamentalmente a la
investigación: la colaboración generalizada entre los profesionales de ambos
campos de actividad representaría un avance importante en el buen gobier
no del extraordinario patrimonio arqueológico italiano. •s
Contrasta con esta realidad el poco debate existente en España" y que,
en el caso que nos ocupa, explica la escasez de una crítica metodológica o que
las sucesivas ediciones italianas de Storie dalla terra no hayan sido objeto de
15. Evidentemente 54! dan algunas excepciones, debidas a la existencia de una buena rela
ción a nivel persona.!. En la propia ciudad de Roma, por ejemplo, no existe un marco institucio
nal en el que los representantes (ministeriales y municipales) de la gestión del patrimonio ar
queológico, de la universidad y del mundo de la investigación puedan debatir conjuntamente los
problemas que afectan al patrimonio arqueológico de la capital del Imperio.
16. «Arqritica nace como consecuencia de una reOexión sobre el panorama de las publica
ciones arqueológicas en España, que advierte dos hechos claros: por un lado, la escasa atención
que las revistas especializadas dedican a la recensión ... Por otro lado, la falta de critica en las
escasas publicaciones que se consagran a esta parcela tan importante de la divulgación científi
ca ... Ante el patente vado de la discusión arqueológica española ... •, Editorial de Arqritica, 1,
Madrid, 1991. Una buena prueba de lo dicho ha sido el fracaso editorial de Arqritica que no ha
superado los 5 años de vida.
Xll HISTORIAS EN LA TIERRA
20. Son los mismos años ca los que, en Roma, se crean la Associazionc lnternazionale di
Archeologia Classica (1945) y la Unionc Intemazionale degli lstituti di Arcbeologia, Storia e
Storia dell'Arte in Roma (1946). Massimo Pallottino, en Speculum Mundi. Roma centro inter
nazionale di ricerche umanistiche, Roma, 1992, pp. 913 y 4752.
21. Martín Almagro Bascb, «El recuerdo desde España del profesor Nino Lamboglia», Ri
vista di Studi Liguri, 43, Bordighera, 1977, pp. 17 ss.
22. Martín Almagro Basch y Nino Lamboglia, «La estratigrafía del dccumano A de Am
purias», Ampurias, XXI, Barcelona, 1959, pp. 1 ss,
23. La excavación estratigráfica realizada por Lamboglia, coa la colaboración de José Sán
chez Real, en el relleno interno de la muralla republicana de Tarraco, a principios de los años
cincuenta, suministró las pruebas definitivas de la plena romanidad del recinto defensivo de
aquella ciudad, demostrando la validez de la tesis de Joan Serra Vilaró. Nino Lamboglia, «li pro·
blema dellc mura e dellc origini di Tarragona», Miscelánea Arqueolágica, I, Barcelona, 1974, pp.
397 SS.
24. Véase, por ejemplo, «Crónica de los Cursos Internacionales de Prehistoria y Arqueo
logía en Arnpurias», Miscelánea Arqueológica. 1, Barcelona, 1974, p. KYUJ.
25. En los años sesenta, el propio Andrea Carandini participó como alumno.
26. Un buen ejemplo en Joan Maluqucr, El yacimiento hallstéttico de Cortes dt Navarra.
Estudio critico, «Excavaciones en Navarra», 4 y 6, Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1954
y 1958 (en especial el tomo segundo), y Joan Maluqucr, Cita estratigrdfica en ti poblado de «La
Pedrera» en Va/lfogona de Balaguer, Urida, «Publicaciones Eventuales», 2, Universidad de Bar
celona, Barcelona, 1960.
}
)
XIV HISTORIAS EN LA TIERRA
)
La instalación en España del Deutsches Archéologisches Institut, con la
apertura de una sede en Madrid, creo que no incidió, en los primeros años,
en la difusión en nuestro país del valor del análisis estratigráfico. Pero sí es
cierto que, en un segundo momento, cuando las excavaciones del Instituto se
extendieron por diversas zonas de la península y empezó a publicarse Ma
drider Mitteilungen (1960), buena parte de la comunidad arqueológica hispá
)
nica quiso emular la pulcritud de las excavaciones «de los alemanes», exca ,
vaciones en las que se aplicaba el método Wbeeler y en cuyas publicaciones
se podían observar secciones y cortes estratigráficos dibujados con gran ma
estría. No se trata aquí de hablar de la influencia, claramente positiva, que en
la arqueología española ha tenido el Instituto Arqueológico Alemán; deseo
solamente destacar que, durante muchos años, sus excavaciones y, especial
mente, sus publicaciones han sido un modelo a seguir.27
La arqueología clásica española de los años setenta, en lo que a exca
vaciones arqueológicas se refiere, era, en parte, fruto de estas in.fluencias y )
continuaba su evolución perfeccionándose en la aplicación del método Whee
ler/Lamboglia y rellenando los más o menos caóticos diarios de excavación.
La arqueología urbana apenas había hecho acto de presencia y, en conse
cuencia, no se habían producido aquellos cambios que, en otros países, esta
ban poniendo en cuestión la utilidad del método vigente. La verdad es que r
poco se ha escrito en España acerca de la introducción y difusión en nuestro
país del uso de los nuevos sistemas de registro de datos arqueológicos com
pletados con la elaboración del diagrama estratigráfico de Harris.P Pero todo
parece indicar que, paralelamente a cuanto había ocurrido, años antes, con el
método Wbeeler/Lamboglia, introducido en España a través de Ampurias de
la mano de un italiano (Nino Lamboglia), fue de nuevo gracias a la expe
riencia italiana (excavación de Andrea Carandini en Settefinestre) que el
método Harris llegó a la península a través de Ampurias, esta vez gracias a
un británico (Simon J. Keay) que había participado en la excavación de Set
tefinestre. Recordando aquellos carteles que bajo la dictadura llenaban las
carreteras de la provincia de Girona y que rezaban «Ampurias puerta de
griegos y romanos en España» podríamos decir que Ampurias también fue la
puerta de entrada de los métodos Wbeeler/Lamboglia y Harris/Carandini en
la península ibérica. Para ser exactos, la primera excavación española en la
que se utilizaron fichas de registro arqueológico fue la excavación de la villa
27. Una visión de los cincuenta años del Instituto Arqueológico Alemán en España en
José María Luzén, «Arqueología alemana en España y Portugal. Una visión retrospectiva», Ma
drider Mitteitungen, 36, Maguncia, 1995, pp. 1 ss.
28. Véase el prólogo de Emili Junyent a Edward C. Harris, Principios de estratigrafía ar
queológica, Crítica', Barcelona, 1991, pp. vn ss.; en lo que respecta a Cataluña, véase Isabel O.
Trócoli y Rafel Sospedra, eds., Harris Marrix. Sistemes de registre en arqueotogia / Recording Sys
tems in Archaeology, «Col. El Fil d'Ariadna. Historia», 9, Publicacions de I'Estudi General de
Lleida, Lleida, 1992, 2 vols. Mi gratitud por las informaciones facilitadas en relación a esta cues
tión por Luis Caballero (Madrid), Alberto Lépez (Barcelona), Femando Molina (Granada), Ju
lio Nüñez (Vitoria), Raquel Vilasa (Coimbra) y Juan Zozaya (Madrid).
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA XV
29. Assumpta Roure, «La primera experiencia amb l'escola anglesa: Vilauba», en Harris
Matrix. Sistemes de registre ... , l, pp, 19 ss.; AA.VV., La 11iJ,/a romana de Vilauba (Camós), «S�
rie MonogrMica», 8, Girona, 1988, pp. 1213.
30. Phil Banks y Juan Zozaya, «Excavations in tbe Caliphal Fortress of Gormaz (Soria),
19791981: a summary», en Papers in lberian archaeology, «B.A.R, lnternatiooal Series», 193,
1984, pp. 674 ss.; Juan Zozaya, «Evolución de un yacimiento: el castillo de Gormaz (Soria)», en
André Bazzana, ed., Castrum 3, Guerre, fortification et habita/ dans le monde méditerranéen au
moyen 4ge (Madrid, 2427 novembre 1985), MadridRoma, 1988, pp. 173 ss,
31. Una parte del colectivo profesional, desinteresada en los progresos metodológicos apli
cados al trabajo de campo, sigue todavía pensando que «excavar en extensión» significa afectar
grandes superficies de un yacimiento.
32. AA.VV., El Fórum roma d'Empúries, Barcelona, 1984; véase especialmente el aparta
do dedicado a metodología y al sistema de registro utilizado, pp. 25 ss.
33. Mercedes Urteaga, que había colaborado con el Depanment o/ Urban Archaeology del
Museo de Londres, fue quien lo introdujo en Euskadi; generalizándose a partir del Curso de Ar·
queolog!a de Intervención (San Sebastián, 1987). Años más tarde (1991), el propio Edward C.
Harris participaría en las «Jornadas Internacionales Arqueología de Intervención», celebradas
también en San Sebastián: AA.VV., Jornadas Internacionales Arqueologla de lntervencién, Go
bierno Vasco, Bilbao, 1992, 508 pp.
)
)
XVI HISTORIAS EN LA TIERRA
34. Esta reunión se organizó de forma improvisada y no ha sido ni será jamás publicada.
A este mismo periodo corresponde la aparición de la traducción española de Archeologla e cul
tura materiale, la primera obra de Carandini traducida a nuestro idioma: Andrea Carandini, Ar
queologla y cultura material, Mitre, Barcelona, 1984.
35. Isabel G. Trécoli y Rafel Sospedra, eds., Harris Matri.x. Sistemes de registre en arqueo
logia / Recording Systems in Archaeotogy, «Col. El Fil d'Ariadna. Historia», 9, Publicacions de
l'Estudi General de Ueida, Ueida, 1992, 2 vols. Todas las contribuciones a esta reunión se ha
llan publicadas en catalán y en inglés. Aprovechando su presencia en nuestro país, Edward C.
Harris fue entrevistado por Isabel G. Trócoli y Joaquín Ruiz de Arbulo para la Revista de Ar·
queologia (109, mayo de 1990, pp. 5658).
36. A propósito de las características y objetivos del centro, véase Taller Escota d'Arqueo
logia, 19871990, Tarragona, 1990; Xavier Dupré Raveotós, «El Taller Escala d'Arqueologia
{TED'A) de Tarragona», en actas de las 1 Iomades sobre la situaciá professional en l'arqueolo
gia (Barcelona, 1987), CoHegi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Cien
cies de Catalunya, Barcelona, 1992, pp. 201 ss.; «La ricerca scientifica come strumento di tutela
dei beni archeologici: l'esperienza di Tarragona» (actas del congreso Roma e le capital! europe
ee dell'orcheotogia; Roma, 12/15.()1991), en Eutopia, 1.2, Roma, 1992, pp. 43 ss.; «Organlzzazío
ne dell'archeologia in arnbito urbano: il Taller Escola d'Arqueologia {TED'A) in Tarragona
(Spagna)», Ocnus, 2, Universitá degli Studi di Bologna, Bolonia, 1994, pp. 53 ss. Valoraciones
criticas en Josep M. Notta «El TED'A i l'arqueologia urbana a Catalunya», Revista d'Arqueolo
gia de Ponent, 1, Lleida, 1991, pp. 326 ss.; Simon J. Keay, «New light on the colonia Iulia Urbs
Triumphalis Tarraco (Tarragona) during tbe late empires, Ioumal o/ Reman Archaeology, 4,
Micbigan, 1991, pp. 387 ss.; Carmen Aranegui y Vicente Lerma, «Archéologie urbaine: évolu
tion recente de la situation en Espagne», Nouvetles de t'Archéotogie, SS, París, 1994, pp. 30 ss.
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA XVII
37. TED'A, «Registro informático y arqueología urbana», en actas del congreso Archeo
n y
logia e lnformatica (Roma, 35 marzo /988), Roma, 1988, pp. 1 ss.; «Arqueología Restaura
ción», en ConservationRestauration des biens culturels. Traitement des supports. Travaux inter
disciplinaires (Paris, 24 novembre 1989), París, 1989, pp. 91 ss.; Xavier Dupré Raventós, «La
organización de los archivos arqueológicos: la experiencia del TED'A•, en Iruerbentzto Arkeo
logia. Jornadas Internacionales Arqueologla de Intervención (San Sebastián, diciembre de 1991),
Bilbao, 1992, pp. 279 ss.; Joaquín Ruíz de Arbulo, «El registre de dades en l'arqueologia urba
na: l'experiencia del TED'A,., en Harris Matri». Sistemes de registre ... , l, pp. 41 ss,
38. Véase, en la bibliografía final de este libro, los trabajos de Gian Pietro Brogiolo, T12ia
no Mannoni y Roberto Parenti, entre otros.
39. Gian Pietro Brogiolo, «Prospcttive per l'archeologia dell'archlteuura», Archeologia
dell'Archttettura, 1 (suplemento a Archeologia Medievo/e, XXII) Florencia, 1996, pp. 11 ss. En
esta misma monografía véase una interesante contribución de un joven arqueólogo espai'lol:
Juan Antonio Quirós, «Produzione di laterizi nella provincia di Pistoia e nalla Toscana medie
vale e posimedievale», pp. 41 ss.
40. Diversos son los equipos de investigación que se ocupan de esta disciplina: Luis Caba
llero en el Centro de Estudios Históricos del CSIC (Madrid); Antoni González y Alberto López
en el Servei del Patrimoni Arquiiectánic Local (Barcelona) y Agustín Azcarate y Julio Núñez en
la Universidad del País Vasco (Vitoria).
41. Luis Caballero y Pablo Latorre, eds., Leer el documento construido, número monográ
fico de Informes de la Construcción, n.º 435 (enerofebrero), CSIC, Madrid, 1995. A destacar
también: Luis Caballero, «El método arqueológico en la comprensión del edificio (sustrato y es
trucrura)», en Curso de mecánica y tecnología de los edificios antiguos, Colegio Oficial de Ar
quitectos de Madrid, Madrid, 1987, pp. 13 ss.; Antoni González, «Por una metodología de la in
tervención en el patrimonio arquitectónico (El monumento como documento y como objeto
arquitectónico)», en Monumentos y Proyecto. Jornadas sobre criterios de intervención en el Pa
trimonio Arquitectánico, Ministerio de Cultura, Madrid, 1987, pp. 37 ss.; Agustín Azcárate,
«Aportaciones al debate sobre la arquitectura prerrománica peninsular: la iglesia de San Román
de Tobillas (Alava)», Archivo Español de Arqueología, 68, Madrid, 1995, pp. 188 ss.; Alberto
López, ed., tnvestigocions arqueologi.ques i hisroriquts al Berguedá (/1). Sant Lloren; de Pedret
prop Bagd. Sant Quirie de Pedret, «Quaderns Cienufics i Tecnics», 6, Servei del Patrimoni Ar·
quitectónic Local, Barcelona, 1995
)
)
XVIII HISTORIAS EN LA TIERRA
los arqueólogos, y también arquitectos, que en nuestro país dedican sus es
fuerzos a la comprensión de la evolución histórica de edificios. )
Estoy convencido que la lectura de Historias en la tierra. Manual de ex
)
cavación arqueológica, ayudará a resolver muchas dudas a quienes dedican
sus esfuerzos a recuperar el pasado mediante, pero no solo, el trabajo de cam )
po. También servirá para que creo haber entendido que este es uno de los )
objetivos de Andrea Carandini los jóvenes arqueólogos y los estudiantes
de arqueología asimilen las muchas y magistrales lecciones contenidas en las
páginas de este libro que el lector se dará cuenta de ello es mucho más )
que un manual de excavación arqueológica. De ellos también se espera que
reflexionen sobre los numerosos temas planteados y se cuestionen acerca de )
importantes problemas como por poner un ejemplo el hecho que, mien
tras en cualquier ciencia «seria» los avances metodológicos son inmediata
)
mente aplicados o criticados en publicaciones especializadas; en arqueología,
ciertos colectivos profesionales pueden permitirse el lujo y la veleidad de no )
aplicar a sus trabajos los nuevos métodos de investigación sin ni tan siquiera
exponer las razones que les han inducido a una tal decisión. Si la publicación
de este libro contribuye a mejorar algunas de las situaciones aquí brevemen )
te expuestas, la arqueología española estará en deuda con su autor.
4 HISTORIAS EN LA TIERRA
A. c.
Julio de 1991
..
l
GAETANO DE SANCilS
¡
realidad sino que veis un montón de información sobre
mí. Las cosas pueden entrar en el mundo de la co �
municación sólo por medio de informes. El número "1'
de diferencias potenciales en un objeto es infinito.
Sólo poquísimas se convierten en diferencias eficaces,
en informaciones. La información está concentrada
en los contornos. El claroscuro es una cosa óptima,
pero los hombres sabios ven los contornos y por esto los
trazan.
G. BATESON
)
)
)
)
)
)
INTRODUCCIÓN
I
tratígrafo fundamentalmente se ocupa, como si fuera un campesino de la his
toria. Mirando haciendas y fábricas con los techos hundidos sobre restos de
utensilios él aprende los procedimientos de la ruina, como la vida clara y
multiforme tiende naturalmente hacia una única dura oscuridad.(Observar
las razones progresivas de un hundimiento no es difícil, porque se trata en
cualquier caso de proceder hacia delante, que es la dirección de la vida a la
que estamos acostumbrados. Arduo es al contrario seguir el camino inverso, v._
es decir, penetrar en las espigas de trigo para reconstruir en la imaginación { '1'
la ciudad destruida subyacente, porque la ruina oblitera y cubre los frag
mentos de todo lo todavía conservado, de tal modo que el investigador está
obligado a descender de forma antinatural, hacia atrás, en lo desconocido)
/ Pero para utilizar la destrucción a favor de la reconstrucción hay que agudi
) zar el ingenio, como quien ha perdido un objeto y debe volver a reconstruir
¡ lajornada en tiempos y lugares invertidos. Por dicho motivo hay que desa
( rrollar el arte de la estratigrafía.
INTRODUCCIÓN 13
Cuestiones disciplinarias
Preguntas y respuestas
Calidad y cantidad
Si lo escrito y las imágenes no son ya los únicos lugares del valor his
tórico, entonces resulta claro que no se excava para encontrar estatuas ni
papiros, es decir, para colonizar lo subterráneo con nuestros conocimientos
inveterados. La excavación enriquece cualitativamente la evidencia, acer
cándose cada vez más a la vida pretérita. El subsuelo no es sólo una reser
va de sobresuelo sumergido que sacar a la luz, así como un alma no es sólo
un armario que forzar. En la ruina y en la tierra las cosas se degradan en
modos particulares, que son distintos de los destinos de los edificios con
servados todavía en uso. Lo «enterrado» es más bien «lo enterrado». Al
descender entre los contextos estratificados la evidencia frágil, latente, in
coherente y heterogénea se revela de forma sorprendente y más difícil
mente integrable en nuestros conocimientos habituales de aquello que es ya
literaria, artística y anticuariamente conocido. Se trata de saber manejar
sustancias pesadas y opacas, que se levantan al plano aéreo del conoci
miento, con todos los riesgos de empobrecimiento e imprecisión que se co
rren cuando se quiere traducir un texto o una dimensión, pero también con
f
INTRODUCCIÓN 15
Un juego universal
exploradores que señalaban en los mapas islas apenas divisadas. Pero el mun
do de las estructuras y de los objetos es muy variable, sin una anatomía fi
ja, por lo que es imposible ser especialista de las manufacturas de todas las
épocas y de todos los lugares. Esto no significa, gracias a la universalidad del
método estratigráfico, que en la excavación de un lugar pluriestratificado el
director deba irse sustituyendo en función de las épocas que se encuentren al
descender. Es en el laboratorio, contemporánea o posteriormente a la exca
vación, donde deben confluir las competencias de los diferentes especialistas
llamados a intervenir.' Conocemos excavaciones bien dirigidas por estratí
grafos que no eran especialistas de los contextos explorados. No conocemos,
en cambio, excavaciones bien dirigidas por historiadores, historiadores del
arte y anticuarios especialistas de aquellos contextos pero ignorantes del mé
todo estratigráfico. Las peores destrucciones se deben a la presunción inver
sa. Pienso en el joven H. Hurst que había destacado como un óptimo exca
vador en Gloucester y había sido sabiamente nombrado director de la misión
arqueológica británica en Cartago, aunque no estaba particularmente fami
liarizado con la cerámica, el arte y la arquitectura norteafricanas. Los gran
des resultados de su excavación se debieron sin duda a su capacidad de cap
tar los problemas fundamentales del yacimiento, pero quizás también al
parcial desconocimiento de aquellos lugares y de las preguntas de los inves
tigadores de la tradición poscolonial francoitaliana y a su familiaridad con la
arqueología provincial de la Europa septentrional, habituada a buscar forti
ficaciones, edificios de madera, muros expoliados y otras realidades que muy
poco habían interesado a los viejos amantes de aquellas materias (Hurst
Roskams, 1984). Si hubiese sido un topógrafo de Roma, un etruscólogo o un
especialista de historia arcaica habría investigado de forma diversa las ver
tientes septentrionales del Palatino, condicionado por mis intereses prece
dentes, mientras que en las condiciones en las que me hallaba pude excavar
con mayor ingenuidad aquella colina como si hubiese sido un oppidum cual
quiera. Fue así como alcancé a encontrar las trazas de lo que me pareció era
la fortificación ritual palatina y quizás también las de su pomerium, lo que en
los círculos especializados más acreditados resulta todavía de buen gusto
cuestionar.
Objetividad y subjetividad
Destrucción y documentación
Cada fuente debe ser usada con análogas exigencias pero con distinto
grado de rigor, una lectura errónea no daña un texto, ni una mirada falaz des
gasta una imagen, pero una excavación equivocada o una remoción destru
yen para siempre la evidencia enterrada. Equivale a quemar las páginas del
único ejemplar existente de un libro inmediatamente después de su lectura.
¿Qué quedaría del mismo sin una transcripción o, al menos, un resumen fi
dedigno? No se puede levantar un estrato, la preparación de un pavimento,
una cloaca o un muro sin destruirlos. Sólo revestimientos significativos como
mosaicos, frescos y estucos merecen las complicadas y costosas extracciones
no destructivas realizadas por los restauradores. Cuanto mejor es el estado
de conservación de una fase de un monumento, más difícil se convierte el
descender a las fases precedentes subyacentes. No se puede ver una cosa cu
bierta por otra sin extraerla y, si resulta incoherente, destruirla. La casa de
INTRODUCCIÓN 19
Monumentos e indicios
20 HISTORIAS EN LA TIERRA
Regreso a la arquitectura
•
La verdad es que los arqueólogos, siguiendo las huellas de los historia
dores del arte (al menos desde Longhi en adelante), han traicionado a la
arquitectura. Es bastante raro que en una facultad de letras se enseñe de
forma satisfactoria «Dibujo y análisis de monumentos» o «Historia de la ar
quitectura». A pesar de ello todas las disciplinas arqueológicas en muchas
ocasiones se ocupan de edificios antiguos y deben prepararse para poder
afrontar los problemas que éstos plantean, a partir de las enseñanzas funda
mentales de la arqueología clásica y medieval. No se trata de enfatizar ex
clusivamente el lado técnico o ingeníerístico o de exaltar solamente lo histó
ricoartístico y cultural. Más bien el problema consiste en combinar del modo
más satisfactorio la precisión cuantitativa de las cuatro dimensiones espacio .
�
temporales con la precisión cualitativa de la investigación histórica.
INTRODUCCIÓN 21
¿ Dejar de excavar?
Hay quien piensa, especialmente entre los historiadores del arte, que no
se debería excavar más, limitándose a conservar y conocer lo que se halla a
la vista. Es como decirle a alguien: «reordena tu memoria y no aprendas
)
)
22 HISTORIAS EN LA TIERRA
)
más». Conservar una biblioteca significa estudiar en ella, reordenarla, incre )
mentarla y no limitarse a quitar el polvo de los estantes. La excavación es la
premisa necesaria de cualquier estudio y restauración de lo visible y conoci
do. Solamente sometiendo un edificio a análisis antes de su conservación, se
entiende ya su última fase de vida e inmediatamente afloran, entrelazadas en
una misma porción de espacio, sus fases precedentes y las construcciones que
lo han precedido en aquel lugar. Mientras en superficie las construcciones
aparecen diferenciadas unas de otras, en el subsuelo esto no ocurre y todo
está fragmentariamente preservado en un formidable enredo. Por otro lado,
un edificio sólo es comprensible si se halla inscrito en la serie de sus períodos
de existencia y en el contexto de las otras construcciones que le han precedi
do y seguido en su mismo espacio. No existe una capa de rebozado o una su
perficie pavimenta! en la que uno puede legítimamente pararse y decir: «no
quiero saber más». La investigación es como una desmalladura que avanza y
que no se sabe dónde acabará. Dejar de excavar significaría dejar de conocer
la actualidad del mundo material, en sus contextos. ¿Qué sentido tiene para
nosotros una ruina entendida acumulativamente y, por lo tanto, superficial
mente? El objeto que tenemos delante no es jamás uno solo, pues siempre se
haJJa compuesto por una pluralidad de cosas conectadas de forma diversa y
comprendidas en poco espacio, como los tejidos de un organismo. Tocar un
eslabón significa hallarse inmediatamente ante toda la cadena a la que éste
pertenece. A no ser que uno se conforme con bellos paisajes, ruinas bordea
das de acantos y fachadas venerables en una visión encantada que se teme al
terar. Desgraciadamente las carrozas del grand tour ya han salido todas. La
excavación es inevitable por ser uno de los modos de conocimiento de la mo
dernidad, la cual, si se vive plenamente, hace al encanto amigo del desen
canto, que el estilo mane de lo prosaico y a la iconografía buena compañera
de la anatomía y de la apariencia, entendida con todo lo que esconde. Así,
explicación y fantasía alcanzan a convivir por primera vez.
Excavación y ahorro
Si se quiere conocer todo hay que excavarlo todo, por lo que cada evi
dencia resulta devorada por propio deseo de comprenderla. Donde antes
había estratigrafía predominaría el vacío incontrastable. Sin embargo, la con
gruencia y lo placentero de los testimonios no siempre permiten esta des
trucción impune para el saber. Resulta inútil destruir estructuras si no hay
una estratificación importante para inspeccionar, así tomo es absurdo demo
ler muros cuyas cimentaciones hubieran cortado toda la estratificación. Se
trata de escoger, caso por caso, si debe prevalecer la lógica de la excavación
(porque lo más importante está debajo) o la de la valorización (porque lo
más importante ya ha sido descubierto). Pero el ahorro detrae conocimiento
y el conocimiento supone la eliminación del ahorro. En este campo rara
mente se puede realizar una elección unívoca. El reino del espacio tridimen
�
INfRODUCCIÓN 23
1 )
24 HISTORIAS EN LA TIERRA
)
dualmente, sino en fases, especialmente en países como Italia donde, entre
}
las dos guerras, el trabajo de campo decayó significativamente. Esto ha difi
cultado la comprensión entre los que se formaron entre los años treinta y los )
sesenta y los que lo hicieron entre los setenta y los noventa. La primera de
estas dos generaciones es la que en Europa ha generalizado el descubri
miento de la estratigrafía, que se remonta a finales del siglo pasado, y que ha
visto en Italia los primeros arqueólogos de campo verdaderamente moder
nos, como Lamboglia y Bernabó Brea: figuras, junto a pocas más, tan ejem 1
plares como aisladas en un mar de escasa competencia. La segunda genera 1 )
ción es la que ha asistido y participado en aquel enorme desarrollo y difusión
en todos los sentidos de la disciplina que los más conservadores se obsti
nan en negar.
De oscuro y personal pequeño artesanado, cuyos secretos conocía sola
mente quien lo practicaba, la arqueología se ha convertido en los últimos de
cenios en un gran juego universal, con sus reglas y sus conocimientos, sus
prácticas y sus teorías, su ciencia y su profesionalidad. Esta maduración no se
puede comprender en términos de continuidad, como todo desarrollo huma
no que pasa por estadios muy diversos: infancia, adolescencia, juventud ...
Hoy en día, también en Italia, la arqueología ha madurado gracias a incom
prensiones y esfuerzos dolorosos. El cambio de mentalidad con la época an
terior, especialmente en el centro de la península y sobre todo en Roma (en
el norte estaba Lamboglia y en el sur Bernabó Brea), era verdaderamente
enorme. Para superarlo era necesaria una sacudida.
Los jóvenes que han participado en la transformación, penalizados por el
aislamiento y el retraso en su carrera, han sido algunas veces intempestivos y
presuntuosos (el clima todavía era el del 68), pero han tenido el mérito de
traer Europa a Italia en lo que respecta a la arqueología de campo, impor
tando nuevas técnicas, adaptándolas y replanteándoselas desde el punto de 1 )
vista cultural. Sus teorías, ideas y conciencias han sido consideradas por los
defensores del pasado como pura ideología. Sus escritos sobre la historia de
la historiografía arqueológica, los primeros que han arrojado luz sobre la era
fascista y la posguerra, han generado escándalo y se han tomado como un
ataque a la nación. Las simpatías por la arqueología británica han desperta
do resentimientos contra la pérfida Albión. Los nuevos descubrimientos han
sido considerados como banalidades. Y, sin embargo, aquellos jóvenes no
han negado jamás los méritos de la generación precedente, incluso la han va
lorado en lo posible, para fundar sobre dichos principios las bases de su más
moderna arqueología.
¿Qué sentido puede tener un manual de excavación para los que piensan
que cada monumento debería ser excavado a su manera? Proliferaban los
manuales de excavación más allá de los Alpes. Éramos tan buenos que ni uno
solo ha sido escrito por nosotros. Historias en la tierra es, por lo tanto, uno de
los muchos resultados de aquella segunda generación, harta del desorden sin
genio como norma de investigación. Quiere explicar las razones de dicha ge
neración, valorizarla y defenderla, porque el ataque en su contra todavía no
INTRODUCCIÓN 25
ha acabado. ¡Qué tranquila debe ser la vida para quien considera que todo
es obvio, previsible y dado de una vez por todas! ¿Sabremos nosotros enten
der las quejas ya existentes de los más jóvenes mejor de cuanto hemos sido
capaces de tolerar el descrédito de los mayores? Los jóvenes que nacen mo
destos nacen ya viejos, porque la potencia creativa del que se embarca por
primera vez en la vida no puede dejar de enorgullecer a quien la posee y no
irritar a quien se haJla más allá del ocaso. Pero las iras de los adultos hacia
los jóvenes, frecuentemente justificadas, no deberían llegar nunca a neutrali
zar sus méritos. Vengarse de la inteligencia es como castigar la vida. La mo
destia se aprende con los años.
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l. HISTORIA Y PRINCIPIOS
DE LA ESTRATIGRAFÍA
Geología y arqueología
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1 )
28 HISTORIAS EN LA TlERRA
)
historia de la historiografía arqueológica contemporánea en lo que respecta
a las actividades de campo.1 Téngase en cuenta que el primer congreso na
cional celebrado en Italia (en Siena) sobre Come l'archeologo opera sul cam
po. Per un minimo comune denominatore nei metodi de/l'archeologia degli in
sediamenti fue en 1981, el mismo año en que apareció la primera edición de
Storie dalla terra, el primer manual de arqueología estratigráfica escrito por
un arqueólogo italiano, por muy extraño que parezca.2
Desde un primer momento las estratificaciones en los yacimientos huma
nos debieron presentarse más complejas que las producidas por los agentes
naturales, al menos por el carácter incoherente y frágil de los estratos acumu
lados por los hombres respecto a las sólidas sedimentaciones rocosas. Tam
bién las manufacturas humanas debieron parecer menos constantes y extra
vagantes respecto a la evolución regular de los vegetales y de los animales, al
menos por la ausencia de todo tipo de selección natural y por la presencia de
los cambiantes gustos del hombre, que sustituye un objeto más elemental por )
otro más perfeccionado y otras veces hace lo contrario por amor a la tradición.
, A pesar de ello, los arqueólogos se bao dado cuenta con notable retraso que
su ciencia era por diversas razones diferente de la de los geólogos (Harris,
1979). Pero aquel mimetismo casi a la letra, con un siglo de retraso, de lo que
daneses, norteamericanos e ingleses habían ido descubriendo sobre la historia
de la tierra no fue inútil para la arqueología de campo, que conservó un nexo
esencial con el paradigma de los indicios.
La mejor arqueología de la primera mitad de nuestro siglo pertenece to
davía a la primera época del saber estratigráfico moderno. Alcanza su vérti
ce con M. Wheeler (1954) y K. M. Kenyon (1956), cuyos trabajos se concen
traron entre los años treinta y cincuenta. En los años veinte la excavación
podía consistir todavía en desenterrar, como indican los principios metodo
lógicos de L. Woolley publicados en 1930 y reeditados a principios de los cin
cuenta con la siguiente y significativa nota del autor: «me he ocupado aquí de
principios y éstos cambian poco o nada». Las excavaciones en Oriente esta
ban especialmente mal dirigidas, funcionaban a base de propinas (baksheesh)
y era ya una conquista si el arqueólogo se ocupaba de plantas de edificios
además de los objetos muebles (Woolley, 1954). La primera arqueología es
tratigráfica no nace pues en las ciudades soleadas de Oriente y del Medite
rráneo, sino en los grises centros fortificados prerromanos de Inglaterra, para
ser exportada a todas partes, como ha ocurrido con el método Wheeler, rá
pidamente divulgado y adoptado a nivel internacional. Marcó una época la
excavación en los años treinta de Maiden Castle (Wheeler, 1943). En las sec
ciones de este Hillfort las unidades estratigráficas aparecen perfectamente
definidas y numeradas, incluso para certificar la procedencia de los materia
les. Esto ocurría por primera vez, es decir, que aquellas secciones marcaron
una época y crearon escuela, lo que desgraciadamente no ocurrió con el son
deo de Boni en el Comicio, a los pies del Capitolio (Boni, 1900).
En estas sutilezas de importancia fundamental no pensaba en cambio A.
Maiuri (1938), el gran excavador de Pompeya. En sus publicaciones, las es
HISTORIA Y PRINCIPIOS DE LA ESTRATIGRAFÍA 29
)
plias excavaciones sin publicar y que consistieron en desenterrar restos: Ca
randini et al., 1986) y se extiende casi hasta nuestros días (condicionando la
mentalidad de quienes, tan sólo partidarios de la arqueología históricoartís
tica y monumental, todavía rechazan la estratigráfica considerándola como
un componente puramente técnico y secundario de esta disciplina).
No es una casualidad que la recuperación de la arqueología estratigráfi
ca tenga lugar en Italia una generación más tarde, discretamente y en una
zona marginal de la península, con las excavaciones de N. Lamboglia en Al
bintimilium (Ventimiglia), en los años 19391940, y las de L. Bernabo Brea
en las Arene Candide, cerca de Finale Ligure, en los años 19401942. Ambos
están influenciados por la arqueología de más allá de los Alpes y por la pa )
leontología italiana, especialmente de la escuela florentina, a la que se debe
el mérito de la primera excavación sistemática del paleolítico superior italia
no, publicada por G. A. Blanc en 1920 (Bietti, 1990). La excavación de Ven
timiglia (Lamboglia, 1950) es la primera de época clásica que puede compe
tir con las de Wheeler si bien Lamboglia nunca siguió dicho método, en
realidad se convirtió en un poswheeleriano ante litteram, y la de las Arene
Candide (Bernabo Brea, 1946) es la primera que, con iguales características,
se ocupó de nuestra prehistoria menos remota. Estas dos excavaciones ligu
res, ambas publicadas en Bordighera, dedicaban una especial atención a las
secciones, algo natural para aquella época, dibujadas además con criterios
gráficos muy parecidos (Lamboglia, 1950, figura 2; Bernabo Brea, 1946, figu
ra 4).
Tan sólo durante la última generación la arqueología estratigráfica ha
conseguido emanciparse de la geología y de la paleontología para autodefi
nirse como una disciplina histórica específica. Esta última revolución ha te
nido lugar, una vez más, en Inglaterra, donde ya a finales de los cincuenta se
comenzaba a superar el método de M. Wheeler y se inventaban nuevos prin
cipios y prácticas, que se afirmaron a lo largo de los setenta y que todavía son
sustancialmente válidos. Pensemos en las excavaciones de S. S. Frere (1971
1983) en Verulamium, de B. Cunliffe (1971a, 1971b, 19751976) en Fishbour
ne y en Porchester, de M. Biddle (1975) en Winchester y de P. Barker (1975,
1980) en Wroxeter, sólo por citar los más famosos de aquel afortunado mo
mento.
Entre la segunda mitad de los años setenta y los ochenta los nuevos mé
todos británicos cruzaron el canal de la Mancha estableciéndose desde el
Louvre al Palatino. De las excavaciones en Cartago y en Settefinestre en
Etruria se ha hablado ya en el prefacio (p. 1) y otras similares también se po
drían citar, incluso de época medieval (Francovich, 1986; FrancovichParen
ti, 1987). Después llegó la experiencia de las excavaciones urbanas en Italia,
decisiva para el progreso de estos estudios en nuestro país.4
En estos últimos años los procedimientos de excavación no hao hecho
grandes progresos. Los temas sobre los que la arqueología británica está aho
ra trabajando se refieren a otros aspectos, como el uso de los ordenadores, la
paleoecologfa, la arqueometría y los sistemas de archivo y de publicación, es
HISTORIA Y PRlNCIPIOS DE LA ESTRATIGRAFÍA 31
� . ., ,
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Estratificación en general
dos ellos conllevan desplazamientos de materiales. Por dicho motivo, las cir
cunstancias estratigráficas de los yacimientos ubicados en colinas o en mon
tafias son diferentes de las de los yacimientos en llanuras sedimentarias, por
que cambian, por ejemplo, los criterios interpretativos en lo relativo a la
deposición de los materiales. El flujo de las aguas superficiales arrastra los
materiales hacia abajo y las cerámicas aparecen rodadas (Mannoni, 1970).
Se conocen también modificaciones de materiales preexistentes sin que
se hayan desplazado, debidas a compresiones, cocciones, perturbaciones bio
genéticas y metabolismo inducido.! El análisis de una estratificación presu
pone siempre el análisis de los procesos naturales y/o antrópicos que la han
determinado, con el fin de reconocer las condiciones históricas y paleoam
bientales que han provocado su formación.
La formación de una estratificación tiene lugar por ciclos, es decir, a tra
vés de períodos de actividad y de menor actividad o de pausa. Durante las
pausas pueden acaecer muchos fenómenos, pero no procesos de crecimiento
de la estratificación. La acción está representada por los estratos, y la pausa
por las superficies de los estratos. Dichas superficies son películas intangibles
a las que los geólogos han llamado interfacies y representan el período (que
puede ser muy corto) de exposición de un estrato, es decir, el lapso de tiem
po transcurrido entre un estrato formado y uno que comienza a formarse en
cima del primero, algo así como su vida.
Una acción de deposición/acumulación conlleva siempre un estrato (el
dato material) y su superficie o interfacies (el dato inmaterial). Generalmen
te se presta mayor atención al primero que al segundo, pero se trata de un
error, porque la reconstrucción histórica debe tener en cuenta las lagunas de
HISTORIA Y PRINCIPIOS DE LA ESTRATIGRAFIA 33
a e d e F
FIGURA 6. La superficie de 2 ha sido frecuentada y su volumen ha disminuido sensi
blemente durante su vida, antes de la formación de 1, pero de forma tan uniforme que
resulta irreconocible.
F1GURA 8. 5 y 7 han sido cortados por 4, más tarde rellenados por 3; posteriormente
se ha efectuado el segundo corte 2, después rellenado por l.
F1GURA 12. Perímetro y relieve de la superficie de un estrato con curvas de nivel aco
tadas.
4 '100 o.e.
6 200 «c.
FIGURA 14. (a) Material residual de otro estrato más antiguo (triángulo); (b) mate
rial coetáneo a la formación del estrato (círculo); (e) material de intrusión proceden
te de otro estrato más tardío (rectángulo).
L
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38 HISTORIAS EN LA TIERRA
)
F1GuRA 18. Los estratos arqueológicos de tierra no pueden ser invertidos: 1 y 2 son
estratos nuevos respecto a 4 = 5 y 6 = 7.
L
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40 HISTORlAS EN LA TIERRA
FIGURA 21. Con las primeras formas de vida concentrada en un yacimiento prevale
cen los estratos artificiales sobre los naturales.
. ....
. ·... · .. ·.
.. .... · ..·. ·..
. · :·.····
.: : .. ··. . .
·;\.: ·. ·:··.. . .....
queda al margen del yacimiento y acaba por jugar un papel subalterno. Des
de este punto de vista la ciudad se presenta como un conjunto intensamente
interrelacionado de acciones humanas que excluye fundamentalmente el
predominio de la naturaleza dentro de sus límites. Las estructuras verticales
construidas por el hombre (fosos, terraplenes, empalizadas y muros) estable
cen conjuntos estratigráficos completamente artificiales, fortificados, no sólo
contra el enemigo, sino también contra la lluvia y los torrentes (figura 21).
Los diferentes modos de actuar de la naturaleza y del hombre pueden
comprenderse en términos de energía. La naturaleza emplea normalmente
energías bastante más bajas que las usadas por el hombre incluso cuando uti
liza sólo el pico y la pala. Las precipitaciones, los cursos de agua y los vien
tos desplazan poco a poco y con poca fuerza partículas mínimas. Así se for
man los estratos homogéneos de los que se ha hablado (figura 22). Con sus
músculos y herramientas el hombre transforma situaciones precedentes,
transporta materiales pesados, construye monumentos que, una vez abando
nados, se hunden formando grandiosas ruinas, e incluso éstas son la expre
sión de la alta energía atesorada en aquellas construcciones y, por lo tanto, se
convierten en monumentos de monumentos (figura 23). Por no hablar de las
convulsiones que el hombre llega a producir con sus máquinas y sus artefac
tos, desde los diques a los rascacielos (figura 24), cuya fuerza es casi similar
a la de la naturaleza cuando se desencadena en un cataclismo. La compleji
HISTORIA Y PR1NC1PIOS DE LA ESTRATIGRAFfA 41
F1GURA 23.
�
Formación de estratos artificiales (en época preindustrial).
42 HISTORIAS EN LA TIERRA
vida humana procediendo por finos niveles artificiales y tomando de los mis
mos muestras de tierra para analizar en el laboratorio.
Se piensa siempre en el hombre como productor de instrumentos, obras
de arte y arquitecturas. Con menor frecuencia se le considera también como
excavador o constructor, creador de cuencas de deposición y acumulador de
estratificaciones. Por lo tanto, no sorprende que las unidades estratigráficas
por él producidas sean, en muchos aspectos, diferentes de las naturales, espe
cialmente porque reflejan su complicada forma de proyectar y sus imprevisi
bles motivaciones. Existe sin duda una relación entre complejidad cultural y
productiva. La relativa sencillez de las mánufacturas y de los yacimientos
prehistóricos se corresponde perfectamente con un mundo que no escribe y,
viceversa, la creación de las obras de arte y de los monumentos refleja fiel
mente un mundo que sabe escribir. Desde este punto de vista la documenta
ción escrita se muestra como el complemento natural de la rica producción
artesanal y manufacturada de una sociedad de época histórica. La contrapo
sición entre escritura y materia trabajada no tiene pues ningún sentido, ya
que cada una de estas dos fuentes puede expresar mejor lo que la otra a du
ras penas consigue susurrar. De la misma forma que la mente no sustituye al
cuerpo humano, lo escrito no sustituye a lo manufacturado. Estratificaciones
y archivos son dos expresiones de una misma faz.
Hasta ahora se ha reflexionado bastante poco acerca de los diferentes ti
pos de estratificación. En las épocas prehistórica y protohistórica e incluso en
otras más tardías, como la altomedieval, puede predominar o manifestarse
conspicuamente la estratificación de origen natural o de carácter homogé
neo. En las otras épocas prevalece, en cambio, la estratificación arqueológi
ca compleja. En la época industrial el desarrollo de la mecanización, de la
limpieza urbana y de la protección de los monumentos ha modificado el ca
rácter de la estratificación, a veces complicándola aún más y a veces simpli
ficándola basta el extremo. Este Libro trata, sobre todo, de la estratigrafía ar
queológica de la época preindustrial, cuando acaba el predominio del campo,
se establece un antagonismo entre éste y la ciudad y no se ha llegado todavía
al dominio incuestionable de ésta (Carandini, 1979b). Se intentará indivi
dualizar los principios que permiten leer la estratificación creada artesanal
mente por el hombre. Existen una serie de constantes en su comportamien
to sobre el terreno que deben conocerse si se quiere afrontar de forma
metódica el conocimiento de la tierra y de las materias plasmadas por el
hombre. Las reglas de la estratigrafía son, en esta especie de descenso a los
infiernos, nuestro único Virgilio.
2. DE LA ESTRATIFICACIÓN
A LA ESTRATIGRAFÍA
Prospecciones
F1GURA 25. Desarrollo diferenciado de los cereales ante la presencia de muros y fo.
sos enterrados (Webster, 1964, figura 1).
ticas del suelo (un suelo ácido no conserva, por ejemplo, los restos orgáni
cos). Para medir previamente la potencialidad arqueológica de una estratifi
cación (el único dato objetivo sobre el que se puede basar una programación
de la investigación) y calibrar la estrategia a seguir en la excavación podemos
ayudamos con sondeos, trincheras y calicatas, o con análisis no destructivos
como el estudio de la documentación iconográfica, gráfica, escrita y relativa
a investigaciones anteriores, como la interpretación de las fotografías aéreas,
las prospecciones ( con recogida de materiales en la superficie cuadriculada
del yacimiento), los cambios en la vegetación debidos a la presencia de es
tructuras subterráneas (figura 25), la elaboración de plantas con curvas de ni
vel, las prospecciones geofísicas y los análisis químicos (Carver, 1983, 1986
1989; Barker, 1986). Algunos de estos análisis se realizan desde hace años: a
principios del siglo xvn, en Richborough, Carnden observaba los cambios en
la vegetación (Daniel, 1976). Otros han sido adoptados sólo recientemente,
como los experimentados en York (Carver, 1991b; cf. también Clark, 1990).
Existe un punto en el que la labor del excavador, la del topógrafo y la del
paleoecólogo coinciden materialmente. El primero debería unir la estratifi
cación artificial con la natural que la rodea. Los segundos deberían recons
truir la configuración de los terrenos en las diversas épocas históricas: caídas
de detritus y aluviones plasman y alteran continuamente el suelo, por lo que
sin su estudio no se puede saber si un vacío de yacimientos es real o se debe
a que dichos agentes naturales han enterrado o erosionado aquellos hábitats.
En dichos casos, se puede recurrir, allí donde termina el yacimiento y co
mienza el campo circundante, a lo que puede llamarse una trinchera paleoe
colágica, experimentada en Italia con éxito a los pies de la colina de Settefi
nestre (Carandini, 1985a, 1 •, pp. 40 ss.). Una excavación mecánica permitió
sacar a la luz y documentar allí un perfil de la estratificación del Valle d'O
ro, en cuyo centro se halla la colina de Settefinestre, útil para comprender los
modos y los tiempos de la formación de los terrenos. La excavación manual
de un sector de la sección, con la ubicación tridimensional de los materiales
como debe realizarse en presencia de estratos naturales, permitió datar
su sucesión. Esencial para datar es la presencia de manufacturas en los es
tratos, por lo que una trinchera de este tipo debe siempre excavarse junto a
un yacimiento (figuras 2628).
1 )
46 HISTORIAS EN LA TIERRA
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FIGURA 28. Trinchera paleoecológica, en parte excavada a mano, con ubicación tri·
dimensional de los materiales numerados progresivamente mediante carteles (siste ..
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ma usado en Settefinestre: Carandini, 1985a, 1 ••, figuras 2030).
DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAFfA 47
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Forma de la excavación
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FIGURA 31. Sondeos preliminares en una villa romana (V), con patio (C), jardines
(G), celdas para los esclavos (CS), pocilga (P) y granero (GR). Ejemplo de Settefi
nestre (Cajandini, 1985a, 1 . figura 139).
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50 HISTORIAS EN LA TIERRA
F1GuRA 33. (a) Secciones con testigos preestablecidos que eventualmente pueden
quitarse (sistema Wheeler). {bl3) Sección acumulativa con testigos provisionales y
móviles (sistema Barker).
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F1GU1tA 34. Bajo los testigos se esconden sorpresas incluso cuando, a ambos lados, la
estratificación parece regular y sencilJa (crítica al sistema Wheeler).
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FIGURA 35. Un mismo estrato o una fila de agujeros para postes separados y par
cialmente tapados por los testigos resultan más difíciles de comprender (crítica al sis
tema Wheeler).
FIGURA 37. Diferentes niveles debidos a distintos ritmos de excavación en cada uno )
de los sondeos (crítica al sistema Wheeler).
FIGURA 39. Los testigos para sostener los muros se suman a los testigos preestable
cidos, lo que reduce de forma considerable el espacio de la excavación (crítica al sis
tema Wheeler).
DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAFÍA 53
1921
FIGURA 40. Sondeos arqueológicos más antiguos en un área de excavación más re
ciente.
DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAFÍA 55
F1GuRA 41. La excavación y los materiales que produce forman las unidades estrati
gráficas más recientes del lugar (en algunos casos puede ser útil separar la tierra, las
piedras, los ladrillos y la tierra ya cribada).
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Procedimiento de la excavación
58 HISTORIAS EN LA TIERRA
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FIGURA 43. Si se excava 1 y luego 2 todo va bien. Pero si se excava primero 2, 1 cae
sobre 2 mezclándose con él y contaminándolo (a no ser que se apuntale l...).
@:,��---�. -, ----�
FIGURA 44. 1, 2 y 4 cubren pero no están cubiertos por otros estratos, por lo que pue
den ser excavados; luego le toca el turno a 6 y a 7; después a 8 y, finalmente, a 9 (3, 5
y 10 no son excavables porque son interfacies intangibles o superficies en s{).
FIGURA 45. Superficies sucias; superficies limpias; superficies distintas (pero que to
davía no se han relacionado entre sí gracias a las superposiciones físicas).
el único que permite evitar confusiones (figura 43} es necesario seguir la
siguiente regla: «solamente se pueden excavar las unidades que no se hallan,
ni tan sólo parcialmente, "cubiertas" ( desde el punto de vista estratigráfico)
por otras unidades estratigráficas» (pp. 120 ss.). Pero mientras es relativa
mente fácil identificar en sección las unidades que no cubren y que no están
cubiertas por otras (figura 44) por dicho motivo en el pasado se privilegió
este tipo de visión y de documentación, resulta más difícil hacerlo hori
zontalmente en planta y cuando se excavan grandes superficies. Esta es una
de las mayores dificultades con las que se encuentra uno que está apren
diendo. Hay que saber distinguir los estratos por su consistencia, su color, su
composición y por lo que contienen. Pero estas características sólo pueden
ser observadas por un ojo experimentado, tras haber limpiado perfectamen
te las superficies de los estratos (figura 45) y en las condiciones justas de hu
medad (en el Mediterráneo nos obstinamos en excavar durante los meses
más calurosos por temor a la lluvia, que es la mejor amiga del estratígrafo ).
Las superficies de los estratos deben mostrarse de forma clara, como los te
DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAFfA 59
FIGURA 46. (a) Para identificar las relaciones de superposición física entre los estra
tos 1 y 2 hay que incidir en planta con la trowel en el límite entre 1 y 2. Entonces se
ve que 1 sigue por debajo de 2, que, por lo tanto, lo cubre. (b) Puede ocurrir que se
incida de forma errónea, hacia el estrato cubierto. Hay que repetir la operación en la
dirección adecuada, que es la inversa.
*
• 5
FIGURA 47. En la estratificación arqueológica una pieza recuperada a una cota más
baja (cuadrado) puede pertenecer a un estrato más reciente que aquel al que perte
nece una pieza (asterisco) recuperada a una cota superior. La posición tridimensional
de los materiales no tiene aquí ningún significado (contrariamente a lo que ocurre en
la estratificación natural con vestigios de presencia humana).
b e
FIGURA 48. Secuencia del derrumbe de un techo, muros y estucos pintados. De un
dibujo de E. Fentress (CarandiniSettis, 1979, panel 44).
FIGURA 49. El estrato 1 contiene conjuntos de estucos pintados caídos y tres mate
riales cerámicos. Si una vez acabada la excavación los conjuntos se restauran y se co
locan revistiendo el muro 4, se desplazan de la unidad estratigráfica 1 a la 2, de for
ma que en la caja del estrato 1 sólo quedan los tres fragmentos cerámicos.
seno del estrato, las placas de estuco se numeran progresivamente y cada pla
ca (relativamente coherente o incoherente) se subdivide en subplacas corres
pondientes a las cajas en las que la subplaca se coloca.'
b 0
FIGURA 50. (a) Excavación analítica (1, 2 y 4 abandono, 3 y 5 roderas, 6 enlosado, 7
massicciata, 815 estratos de preparación, 16 abandono, 1718 tumba); (b) excavación
sintética {1 abandono, 2 y 3 roderas, 4 calle enlosada, 5 abandono, 67 tumba).
• Profesionales cuyas competencias corresponden a las que en Espai'la tienen los arqueó
logos territoriales o provinciales. Véase el Prefacio a la edición española, pp. rxx, (N. del t.)
)
)
64 HlSTORlAS EN LA TIERRA
)
FIGURA 51. Una habitación excavada por cuadros alternos (se obtienen dos seccio
nes normales entre sí).
FIGURA 52. Un conjunto regular puede ser excavado por cuadros, como si se tratase
de una sola habitación (figura 51). Ejemplo sacado de la pocilga de Settefinestre (Ca
randini, 1985a, 1 .. , figura 284).
FIGURA 53. Un complejo simétrico puede excavarse en su mitad, de forma que seco
nozca al menos una habitación de cada tipo. Ejemplo sacado del peristilo de Settefi
nestre (Carandini, 1985a, 1 ••, figura 95).
FrGuRA 54. Imagen ideal de una excavación urbana entendida como laboratorio
abierto al público {obsérvese la entrada, el recorrido, los paneles explicativos y la sala
didáctica).
,L.
)
)
66 HISTORlAS EN LA TIERRA )
)
Roma en diversas excavaciones de la Soprintendenza arqueológica). Pero a
dichas actividades debería dar continuidad un museo históricotopográfico
en el que presentar maquetas con las reconstrucciones de las estructuras ar
quitectónicas, si fuera posible a tamaño natural. Desde esta óptica resulta
ejemplar la excavación de Coppergate en York, en un principio visitada por )
un millón de personas y a la que ha seguido el Viking Centre con la recons )
trucción de una parte de la York vikinga y de su excavación, visitado por casi
un millón de personas al año.? El concepto es el de implicar al público en el )
problema básico de la reconstrucción arqueológica, utilizando incluso me
dios espectaculares. Pero en Italia se está todavía lejos de todo esto, prevale
)
ciendo aún la idea de que los restos materiales antiguos hablan por sí solos y
que explicaciones y reconstrucciones son de mal gusto y restan encanto a los )
originales, lo que no es cierto si las explicaciones se hacen de forma adecua
da y en la justa medida. Colecciones de ruinas como nuestras áreas arqueo
lógicas y colecciones de objetos como nuestros museos, no pueden ser, a fi )
nales de este siglo, el único modo de presentar el pasado.
0=G
F10URA 55. Relación «igual a» (una fosa ha separado en las unidades 3 y 4 un estra
to originalmente unitario).
F1ouRA 56. Relación «se une a» (dos muros que forman un ángulo han sido cons
truidos juntos sin que uno se apoye en el otro).
GJ
1
0
FIGURA 57. Relación «cubre/ cubierto por» (el estrato 1 cubre parcialmente al 2, por
lo que tiene que haberse formado con posterioridad al 2).
F1GuRA 58. Relación «se apoya en/ se le apoya» (el muro 1 se ha apoyado al 2 in
mediatamente después de su construcción o en un momento de su vida, por lo que es
en cualquier caso más tardío).
68 HISTORIAS EN LA TIERRA
. cp )
0=G
FIGURA 59. Relación «corta/ cortado por» (la fosa 2 ha cortado los estratos 3 = 4, que,
por lo tanto, son anteriores).
)
FIGURA 60. Relación «rellena/ rellenado por» ( el estrato 1 ha rellenado la fosa 2, que, )
por lo tanto, es anterior).
o
1 o1
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2
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4 4
1
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1
5 5
6 1 )
F1GuRA 61. Ejemplos de diversas correlaciones entre la unidad 3 y las 2, 4 y 5 en un )
diagrama estratigráfico.
FIGURA 62. Faltan relaciones físicas entre los estratos 3 y 4, pero dadas sus caracte
rísticas de estratos de derrumbe muy similares y apoyándose ambos sobre los pavi
mentos análogos 5 y 6 y sobre el propio muro 7, se puede suponer una correlación
cronológica entre los estratos 3 y 4 y otra entre 5 y 6.
DE LA ESTRATIFTCACIÓN A LA ESTRATIGRAFÍA 69
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FIGURA 64. Algunos ejemplos de las infinitas relaciones topográficas posibles.
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70 H1STOR1AS EN LA TIERRA
DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAFÍA 71
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b
FtGURA 65. Distinción de los estratos: (a) sencilla; (b) compleja (la flecha indica el
plano de cambio, el paréntesis la zona de transición y el corchete las zonas de homo
geneidad y la entidad total de los estratos).
72 HlSTORIAS EN LA TlERRA
F1GURA 68. (a) La distinción de los estratos posteriores y la forma del estrato 3 vie
nen dadas por su interfacies, mientras que su volumen está comprendido entre su in
terfacies y parte de las de los estratos 4 y 5. (b) La formación del volumen del estra
to 3 está comprendida entre la superficie del estrato 4 y su propia superficie y ha
durado aproximadamente un día (31 de diciembre de 1980). (e) La vida del estrato 3
está comprendida entre su interfacies y la formación del volumen de 2 y ha durado
aproximadamente un día (2 de enero de 1981).
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····
�
�
FIGURA 69. Mezclados y desplazados los estratos 1 y 2 pierden sus superficies y, por
lo tanto, su identidad y se homogeneizan en el nuevo estrato 3, identificable gracias a
su superficie. )
ojos hacia arriba, mientras su mitad inferior está limitada por una membra
na clara que no es una verdadera epidermis.
La metáfora del «nacimiento, vida y muerte» de un estrato no debe to
marse, como ya hemos visto, como una verdad absoluta, pues éste puede ser
)
objeto de alteraciones ( aportaciones, remociones, traslados y modificaciones
físicoquímicas) en cualquier momento sucesivo a una primera aportación de
materia y, por lo tanto, incluso durante su formación. Los ciclos de deposi
ción y de posdeposición no tienen que ser sucesivos en el tiempo y pueden
combinarse entre sí: un topo no espera para cavar su madriguera a que un es
trato haya acabado de formarse, como ocurre frecuentemente en el humus.
Desde esta óptica el suelo no debe verse como algo estático, sino como una
realidad en continua transformación a causa de los procesos de alteración de
posdeposición causados por la fauna, la flora, el hielo/deshielo, los movi
mientos de materiales en pendientes debidos a la gravedad, la expansión/con
tracción de las arcillas, los gases del suelo, el viento, los fenómenos artesia
1
nos, el crecimiento y rotura de cristales, la resolución y precipitación de sales
en el suelo, los fenómenos telúricos, las formas de degradación/cambio del es 1
tado físicoquímico, la erosión natural, el corte/remoción por parte del hom
',
bre y el paso de animales y hombres (De Guío, 1988).
Los materiales que aparecen sobre la superficie de un estrato y bajo el vo 1
lumen del que se le superpone son, con frecuencia, de difícil interpretación. Se
pueden atribuir al estrato superior con la ventaja de no contaminar con mate
1
riales posiblemente más tardíos el inferior, como pasa con las intrusiones.
También se pueden atribuir a la vida y/o al abandono del estrato inferior y sim
bolizar, en sí mismos, una especie de unidad estratigráfica sin tierra. A veces
·I
los materiales correspondientes a la vida y/o al abandono se superponen y
quedan englobados en el nivel superior de un estrato que ha cumplido las fun
ciones de un pavimento de tierra batida (pp. 186 ss.). En tal caso, lo más pru
dente sería excavar el estrato en dos niveles, el primero con una limpieza enér
gica de la parte superior del volumen y el segundo retirando la parte más baja
(por lo tanto, no contaminada) del volumen del estrato (figura 70). Este es uno
de los casos raros en los que un estrato arqueológico debe ser excavado en dos
niveles por motivos que no son meramente prácticos, porque es uno de los po
cos casos en que dos acciones radicalmente diferentes pueden confundirse en
lo que parece una sola unidad estratigráfica, que no se puede dividir en dos es
tratos por la homogeneidad física de su composición.
DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAÁA 75
b 3
FIGURA 70. (a) Las tres piezas dispuestas entre los estratos 1 y 3 pueden atribuirse al
volumen del estrato 1 y, también, (b) a la vida y/o abandono del estrato 3 y, en dicho
caso, determinan, incluso en ausencia de la tierra, el estrato intermedio 2. (e) Si pie
zas correspondientes a la vida y/o al abandono del estrato 3 (por lo tanto, originaria
mente, de un teórico estrato 2) ban sido englobadas por apisonamiento en el nivel su
perior del estrato 3, este último deberá ser excavado en dos niveles: 3a (que contiene
las piezas del estrato teórico 2) y 3b (la parte no contaminada de 3).
FIGURA 71. Tipos de estrato (unidades estratigráficas positivas): (a) horizontal; (bf)
verticales (rellenos unitarios de fosas, montones, terraplenes, empalizadas y muros).
b
)
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1
1
1
FlGURA 72. (a) Un estrato se deposita en la depresión A; {b) los muros de una casa
determinan la cavidad Ben la que se depositan estratos; (e) en las cavidades A y B se 1
depositan otros estratos que modifican su forma; {d) la cavidad B está saturada y 1 )
queda obliterada por un estrato de la depresión A, que está también casi llena y, por
lo tanto, cercana a la obliteración. 1
mw, I
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Superficies en sí
Tenemos tendencia a creer que las piezas en las que desmontamos el sub
suelo son solamente aquellas bolsadas de relativa indistinción que constitu
yen los estratos con sus volúmenes y sus superficies. Se trata de un error por
que conocemos acciones materialmente reconocibles que no son estratos. De
hecho, tanto el hombre como la naturaleza, aparte de depositar y acumular,
erosionan, gastan, desmontan, expolian y destruyen. La propia excavación es
una de estas actividades. Podemos definir estas acciones como negativas, y
son tan importantes como las positivas, que reconocemos con mayor facili
dad. Una empalizada es tan importante como un terraplén.
Para el excavador la dificultad reside en el hecho de que cada remoción
de material se hace evidente mediante la ausencia del mismo, habiéndose
convertido el volumen de estratificación removido en una o más unidades es
tratigráficas en otro lugar, y lo que ya no está no se puede tocar, excavar ni
limpiar pero sí identificar, dibujar y fotografiar. Al limpiar la «superficie» de
un estrato se extrae en realidad el nivel inferior del volumen del estrato su
perior o se raspa ligeramente la capa superior del volumen del estrato infe
rior, por lo que, en realidad, nunca se limpia una superficie, se pone en evi
dencia por el contacto correctamente identificado entre los dos volúmenes de
dos estratos. Dichas superficies negativas son, por lo tanto, un no ser en cuan
to a su volumen, una laguna de la estratificación, interfacies o superficies en
sí, donde las diferentes superficies ( el «techo» y el «lecho») confluyen en una
única superficie de discontinuidad (De Guío, 1988).
Estas superficies de unidades estratigráficas negativas deben distinguirse
de las superficies de las unidades estratigráficas positivas, de las que ya he
mos hablado. Estas últimas sirven para distinguir en el espacio y en el tiem
po los volúmenes de los estratos y constituyen un aspecto de su esencia, dado
que mantienen sus mismas relaciones estratigráficas, por lo que no tiene sen
tido numerar el volumen y la superficie de un estrato, ya que esta última no
constituye una verdadera unidad estratigráfica. Las transformaciones sin des
plazamiento o aportación de materia, debidas a compresión, cocción o qui
mismo inducido, tampoco modifican la secuencia de la estratigrafía, por lo
que resulta absurdo distinguirlas como unidades estratigráficas, aunque sir
van para comprender la génesis y la historia de los estratos que las han su
frido (Leonardi, 1982).
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78 HISTORIAS EN LA TIERRA
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cales son las fosas, los fosos y los propios cortes de una excavación arqueo
lógica (figura 74). Horizontales son las erosiones y las remociones a nivel de
estratos horizontales (figura 75d) y los arrasamientos o destrucciones de es
tratos verticales, como las crestas de los muros (figura 75e). Las unidades es
tratigráficas negativas verticales (figuras 75ac) pueden destruir a su vez uni
dades estratigráficas positivas horizontales y verticales (figura 75) y unidades
estratigráficas negativas verticales y horizontales (figura 76).
Debemos recordar que además de las unidades estratigráficas positivas y
negativas, debidas a la sedimentación y a la erosión, se dan también, en ca
sos de superficies expuestas, obliteraciones de los caracteres sedimentarios
por obra de los procesos pedogenéticos (Crernaschi, 1990).
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UE
)
)
11
1
F1GURA 78. Hay tres soluciones gráficas para numerar el estrato 68: (a) solución a
J )
descartar por reiterativa; {b) solución para las secciones; (e) solución para las plantas.
1 )
J
Los arqueólogos han comenzado a numerar regularmente los estratos des
de los años treinta, pero todavía son muchos los estratos sin numerar en las ex
trañas secciones publicadas, incluso recientemente, en las Notizie degli Scavi
(entre ellas las, por otro lado bien dibujadas, de la excavación de Pirgos en el
Supplemento WI de 1970), por lo que este criterio se puede considerar en Ita
lia de nueva adquisición. Todavía parecía más raro numerar los muros, mien
tras que muchas veces se han numerado en las plantas las habitaciones de un
edificio, operación justa pero que no suple la falta de numeración de los mu
ros, ya que las habitaciones no son unidades estratigráficas, sino conjuntos de
éstas y, en consecuencia, actividades ya interpretadas (pp. 145 ss.). Tan sólo re
cientemente se ha comenzado a numerar las superficies en sí de las unidades
estratigráficas negativas: fosas, fosos, rebajes de estratos y arrasamientos de
muros. La experiencia enseña que es justo uniformarse a la norma siguiente:
«toda unidad estratigráfica positiva o negativa, horizontal o vertical, natural o
artificial, casual o intencionada, además de ser identificada, relacionada con
las demás y documentada, debe ser numerada en una única serie progresiva de
números árabes, sin que sea necesario que el orden de la serie numérica co
rresponda al orden de la secuencia estratigráfica». Se pueden ilustrar los dife
rentes tipos de unidades estratigráficas a numerar en un diagrama (figura 77).
En sección se atribuye el número que indica un estrato a su volumen, mientras
que en planta éste aparece sobre su superficie (figura 78).
DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAFfA 81
Secuencia estratigráfica
'
J.
DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAFfA 83
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'UIITA
rn 1 1
lTI=ITJ 1 r:p [O
• tri
b
e
1
FIGURA 80. (a) Relación de igualdad (1 y 2 representan la misma unidad); (b) rela
ción en el tiempo (la unidad 2 bajo la unidad l significa que la precede en el tiempo);
(e) correlaciones (las unidades 1 y 2 puestas a un mismo nivel se consideran contem
poráneas).
este fin. De hecho, las secciones y las plantas seleccionan siempre un aspec
to diacrónico o sincrónico de la realidad que se quiere representar y no per
miten la visión global de todas las unidades estratigráficas, de sus relaciones
y correlaciones esenciales, la única que permite controlar de forma sintética
toda la estratificación traducida en estratigrafía (figura 79).
Una representación global de la estratigrafía no puede ser topográfica, es
decir, realista, sino solamente estratigráfica, es decir, reducida a la única di
mensión del tiempo relativo, lo que conlleva el paso del verismo al simbolis
mo, como por ejemplo un diagrama en el que aparezcan todas las unidades es
tratigráficas reducidas a números. En el diagrama dichos números se inscriben
en un rectángulo y las relaciones esenciales que se establecen entre ellos se re
presentan por líneas de conexión entre los rectángulos que contienen los nú
meros. Este diagrama se parece a un árbol genealógico (figura 80) en el que las
tres dimensiones de la topografía, intraducibles en la bidimensionalidad del
papel, pueden ser introducidas reduciéndolas a la bidimensionalidad cronoló
gica de un «antes» y de un «después», y, por lo tanto, a la cuarta dimensión del
tiempo, la cual se puede representar en una hoja aunque recurriendo en algu
nos casos a la solución gráfica de los «puentes» (p. 86).
A esta solución se ha llegado, sólo en tiempos recientes, después de un
84 HISTORIAS EN LA TIERRA
1 )
1 1
2 ;5
FIGURA 81. (a) La unidad 1 precede estratigráficamente a la 2 y a la 3 (se baja por las
líneas de 1 a 2 y a 3), que no mantienen entre sí ninguna relación estratigráfica propia·
mente dicha (no se puede subir ni desplazarse lateralmente de 2 a 3 o viceversa).
4 6 4 6
FIGURA
H H
5 1
82. La unidad 4 estratigráficamente es más tardía que la 5 y la 7. La unidad
7 tiene una relación estratigráfica directa con la 4. demostrada por las dos líneas que
separadamente conectan la unidad 4 con la 5 y la 7, lo que sirve para ilustrar que nin·
guna relación estratigráfica directa conecta la unidad 6 con la 5 (al no poderse desde
6 subir a 4 para después bajar a 5), como podría erróneamente pensarse si el diagra
ma se hubiese hecho en forma de H: véase la segunda solución propuesta (en la que
de 6 se baja a 5, lo que implica una relación inexistente entre ambas unidades).
1
4
hL-g
F1GURA 83. Si bien existe una relación física de superposición entre la unidad 2 y la
5, la línea que las conecta directamente es reiterativa, dado que esta misma relación
se halla ya indicada por la línea que pasa por la unidad 3, que en la secuencia asume
una posición intermedia entre ambas unidades.
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4 9
FIGURA 85. Diagrama estratigráfico: (a) mal dispuesto; (b) bien dispuesto (las uni
dades 7 y 8 se han invertido).
)
86 HISTORIAS EN LA TIERRA
1 1
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1'21 128 f2? 122
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132
1J5
1
FtGURA 86. La línea que va de la unidad 129 a la 134 pasa por debajo (indicándolo
con un semicírculo) de la línea que une las unidades 130 y 135, por lo que se evita que
la unidad 129 aparezca en relación directa, de hecho inexistente, con la unidad 135.
con la de una visita guiada al monumento que tenga una propia lógica, fase
por fase. Pero en un yacimiento complicado ocurre inevitablemente que, in
cluso después de haber estudiado las mejores disposiciones de las ramas del
árbol estratigráfico, un cierto número de unidades estratigráficas se hallen
entrelazadas de forma tao compleja que hace inadecuada la representación
bidimensional del diagrama. En dicho caso, es necesario servirse de una so
lución que sugiera un elemento tridimensional, lo que se obtiene introdu
ciendo en el diagrama semicírculos de conexión o puentes, que permiten a las
líneas horizontales cruzarse con otras verticales evitando, gracias a esta es
pecie de «paso subterráneo», cruzarlas perpendicularmente y crear relacio
nes inexistentes a los niveles estratigráficos subyacentes (figura 86). En cual
quier caso, es necesario reducir los puentes a lo estrictamente imprescindible
para obtener un diagrama claro. 5) Al final del diagrama deberían aparecer
dos siglas: FE = Final de la excavación), que indica el punto en el que la ex
cavación ha debido interrumpirse; o FEA = Final de la excavación arqueo
lógica, que significa que se ha llegado a lo que en lenguaje convencional se
llama la tierra «virgen».
La utilidad del diagrama estratigráfico se puede comprender aplicándo
lo tan sólo al dibujo de una sección (figura 87), pero resulta todavía más evi
dente si incluimos en él todas las unidades estratigráficas, aparezcan o no en
las secciones y las plantas del período.
La elaboración del diagrama estratigráfico corre paralela a la excavación.
Más exactamente sigue a la identificación con la trowel de las relaciones en
tre las unidades estratigráficas (figura 46) previa a la propia excavación, si
bien finalizada ésta debe ser recontrolada. Al final de cada jornada hay que
verificar y reorganizar el diagrama para continuarlo al día siguiente. Una vez
en el laboratorio se debe proceder a unificar los diversos diagramas del área
de excavación, inicialmente elaborados por los responsables de los diversos
sectores. El diagrama global del área de excavación, correspondiente a un
DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAFfA 87
m
w1
1'12
1
.,.1
15
1
1 b
1
e 1f
FIGURA 87. (a) Sección; (b) axonometrfa desgajada de la sección; (c) diagrama es
tratigráfico de la sección.
1,
J
)
88 HISTORIAS EN LA TIERRA )
a
F1ouRA 88. (a) Se identifican con la trowel las relaciones de superposición física en
tre las unidades estratigráficas que se han diferenciado en superficie; (b) se elabora el
diagrama que indica el orden bajo el cual excavar dichas unidades (1, 3, 6 y 8 pueden
ser excavadas simultáneamente en primer lugar, después le llega el tumo a 5 y, final
mente, a 10).
nación de los alzados se obtiene en este caso un alzado general interior que
puede relacionarse con el exterior por medio de las aperturas. Más tarde se
rán los pavimentos los que conecten las cuatro paredes de los alzados de de
talle (FrancovichParenti, 1988, p. 278, figuras 1415). La estratigrafía de los
edificios tiene algunas características propias en lo relativo aJ «cubre/cubier
to», las correlaciones y la repetibilidad de los experimentos estratigráficos,
características que deberían identificarse y describirse mejor.
A continuación veremos cómo el diagrama desarrolla una función de
guía esencial en todas las operaciones de síntesis que siguen a la excavación,
del estudio de los materiales a la determinación de las actividades o de los
grupos de actividades a la periodización y a la elaboración de las plantas
compuestas o de período, que son el presupuesto fundamental de las recons
trucciones finales.
3. LA DOCUMENTACIÓN
LAS FICHAS
90 HJSTORJAS EN LA TIERRA
:
FIGURA 89. Sondeos y áreas de excavación dentro de las diversas zonas en las que se
ha subdividido el yacimiento.
l. Códigos de catalogación: 1.1. Ficha SAE, 1.2. Código unívoco, 1.3. Enti
dad que ficha, 1.4. Entidad competente.
2. Referencia a otras fichas: 2.1. Localizaciones (2.1.1. Localización geográfi
ca, 2.1.2. Centro histórico, 2.1.3. Zona urbana [figura 89), 2.1.4. Sector ur
)
)
92 HISTORIAS EN LA TIERRA
llNA J )
)
bano, 2.1.5. IGM (NT. Mapa del Istituto Geografico Militare), 2.1.6. Par
cela catastral, 2.1.7. Datos de excavación: Entidad responsable, Entidad fi
nanciadora, Autor de la excavación, Fecha de la excavación, Colabora
dor/es de excavación, Bibliografía).
3. Objetos: 3.1. Sondeo, 3.2. Habitación, 3.3. Sector (figura 90), 3.4. Cuadrí
cula.
4. Cronologla: 4.1. Cronología genérica, 4.2. Cronología específica, 4.3. Cri
terio de datación.
5. Datos técnicos: 5.1. Posición del sondeo, 5.2. Medidas, 5.3. Cota, 5.4. Con
diciones finalizada la excavación, 5.5. Restauraciones a realizar, 5.6. Pro
puesta de excavaciones a realizar.
6. Datos analiticos: 6.1. Geomorfología, 6.2. Geología, 6.3. Pedologfa, 6.4. Si
tuación agrícola y natural, 6.5. Uso actual del terreno, 6.6. Investigaciones
precedentes, 6.7. Motivo de la excavación, 6.8. Observaciones acerca del
método, 6.9. Interpretación, 6.10. Secuencia cultural, 6.11. Observaciones.
7. Datos administrtuivos: 7.1. Situación jurídica, 7.2. Condicionantes existen
tes, 7.3. Uso actual, 7.4. Propuestas para la protección y la revalorización.
8. Documentación: 8.1. Documentación fotográfica (8.1.1. Tipo, 8.1.2. Orga
nismo/propietario, 8.1.3. Colocación, 8.1.4. Número de negativo, 8.1.5.
Autor, 8.1.6. Fecha, 8.1.7. Cota, 8.1.8. Bibliografía), 8.2. Documentación
gráfica, (8.2.1. Tipo, 8.2.2. Escala, 8.2.3. Organismo/propietario, 8.2.4. Co
locación, 8.2.5. Número de inventario, 8.2.6. Autor, 8.2.7. Fecha, 8.2.8. Bi
bliografía), 8.3. Representación gráfica del matrix (diagrama estratigráfi
co), 8.4. Videodisco, 8.5. Bibliografía específica, 8.6. Referencia a viejas
fichas, 8.7. Elaboración, 8.8. Funcionario responsable, 8.9. Revisión e in
formatización, 8.10. Fecha de registro, 8.11. Actualización.
l. Unidad estratigráfica.
2. Códigos de catalogación: 2.1. Código unívoco, 2.2. Entidad que ficha, 2.3.
Entidad competente.
LA DOCUMENTACIÓN 93
L
J
)
94 HISTORIAS EN LA TIERRA
1.1.l.l. No = Arcilla Limosa. 1.1.1.2. Sí = Arcilla arenosa. 1.2. No. ¿El sedi )
mento tiene una consistencia lisa como la seda? 1.2.1. No= Limo arenoso. )
1.2.2. Sí. ¿El sedimento tiene también una consistencia viscosa? 1.2.2.l. Sí=
Limo arcilloso. 1.2.2.2. No = Limo. 2. Sí. ¿El sedimento mancha los dedos?
2.1. Sí. ¿El sedimento adquiere la forma de una bola adherente? 2.1.l. Sí= )
Arena arcillosa. 2.1.2. No = Arena limosa. 2.2. No. ¿Los granos de arena )
son iguales o mayores que los de azúcar? 2.2.l. Sí= Arena gruesa. 2.2.2. No.
¿Los granos de arena son como los de la arena marina o de las dunas?
2.2.2.1. Sf = Arena mediana. 2.2.2.2. No = Arena fina».
Hay que tomar seriamente en consideración las observaciones hechas a
la ficha de UE por Balista et al. (1988), aunque el tipo de documentación for
malizada que éstos proponen es complicado, difícil y largo, por lo que hurta
mucho tiempo a la propia excavación. Nos parece justo profundizar en la lec
tura analítica de los fenómenos sedimentarios y pedogenéticos (una de las
mayores carencias actuales de la arqueología de excavación), pero hacer hin )
capié de forma demasiado unilateral en esta dirección corre el riesgo de ha
cer olvidar que es el abe estratigráfico elemental el que frecuentemente se ol
vida en las excavaciones y que un exceso de tecnicismo en dicha línea puede )
desmotivar a los excavadores o distraerles de los otros aspectos del conoci
miento que también son importantes para la comprensión de la excavación.
Una nueva propuesta de ficha de UE para la prehistoria ha sido planteada
por Galiberti (1989). Sin negar la utilidad de dichas contribuciones, la nece
sidad de separar la arqueología prehistórica de la histórica es algo más la
tente en el Mediterráneo que al otro lado de los Alpes y este interés en mar
car las diferencias perjudica, a veces, a las dos.
Para esta parte, cf. pp. 60 ss. Mientras que la ficha de UE resulta en par
te insuficiente para la descripción de estratos cuyo interior deba excavarse
microestratigráficamente (como en el caso de estucos pintados caídos), es del
todo inadecuada para la descripción de unidades estratigráficas de revestí
)
)
96 HISTORIAS EN LA TIERRA
l. Tipo de tumba.
2. Corte de la tumba.
3. Contenedor funerario.
4. Gráfico del esqueleto (colorear los huesos conservados).
5. Cotas (cráneo, sacro, pies).
6. Orientación.
7. Posición del esqueleto.
8. Estado de conservación.
9. Descripción (medidas, posición de las extremidades, patologías, etc.).
10. Relaciones físicas.
11. Diagrama estratigráfico (sólo si no hay contenedor funerario, ya que la
posición estratigráfica es idéntica a la de este último).
12. Calidad de la excavación y de la recogida de materiales.
13. Tratamiento conservativo.
14. Materiales asociados con el esqueleto (precisando también cómo se han
recogido}.
LA DOCUMENTACIÓN 99
l. Tabla de materiales.
2. Códigos de catalogación: 2.1. Código unívoco, 2.2. Organismo que ficha,
2.3. Organismo responsable.
3. Referencia a otras fichas.
4. Localizaciones: 4.1. Localización geográfica (colocación), 4.2. Coloca
ción específica, 4.3. Inventario del Museo o de la Soprintendenza, 4.4.
Localización geográfica (del haUazgo ), 4.5. Modalidad del hallazgo, 4.6.
Datos de excavación.
5. Objeto: 5.1. Objeto (5.1.1. Definición del material, 5.1.2. Clase/Varíe
dad/Representación, 5.1.3. Producción, 5.1.4. Forma, 5.1.5. Definición,
5.1.6. Ttpo).
6. Cronologla: 6.1. Cronología genérica, 6.2. Cronología específica.
7. Daros técnicos: 7.1. Material y técnica (7.1.1. Técnica de elaboración,
7.1.2. Superficie externa [tratamiento], 7.1.3. Superficie externa [color],
7.1.4. Superficie interna [tratamiento], 7.1.5. Superficie interna [color],
7.1.6. Pasta), 7.2. Decoración (7.2.1. Definición/Molduras, 7.2.2. Técnica,
7.2.3. Posición, 7.2.4. Descripción).
8. Daros cuantitativos: 8.1. Ejemplares enteros (8.1.1. Número [total], 8.1.2.
Diámetro del borde, 8.1.3. Diámetro del fondo, 8.1.4. Altura, 8.1.5. Peso
total, 8.1.6. Inventario), 8.2. Ejemplares reconstruidos (8.2.1. Número
[total], 8.2.2. Diámetro del borde, 8.2.3. Diámetro del fondo, 8.2.4. Altu
ra, 8.2.5. Porcentaje de circunferencia, 8.2.6. Peso total, 8.2.7. Inventario),
8.3. Fragmentos (8.3.1. Parte conservada, 8.3.2. Número, 8.3.3. Peso,
8.3.4. Diámetro del borde, 8.3.5. Porcentaje de circunferencia, 8.3.6. In
ventario).
9. Datos anallücos: 9.1. Datos epigráficos, 9.2. Análisis de laboratorio, 9.3.
Observaciones.
10. Documentación: 10.1. Documentación fotográfica, 10.2. Documentación
gráfica, 10.3. Paralelos bibliográficos, 10.4. Referencia a viejas fichas,
10.5. Redactor, 10.6 Funcionario responsable, 10.7. Revisión e informati
zación, 10.8. Actualización.
Una ficha para las muestras de suelo todavía no se ha elaborado por par
te del Instituto central del catálogo.
La que se usa en Londres (Site manual, 1990), además del número de
unidad estratigráfica y de muestra (a numerar en un registro especial) y de
los códigos de catalogación, prevé las voces siguientes.
Una ficha para cada material o muestra paleoambiental con el fin de ob
tener identificaciones o precisar cronologías (Cl4, dendrocronología, etc.) no
ha sido todavía elaborada por el Instituto central del catálogo. Se usa, en cam
bio, en el Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Londres.3
Medidas tridimensionales
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FIGURA 91. Sistema de triangulación a partir de piquetas situadas en los bordes del
área de excavación (las lineas discontinuas indican algunas mediciones de control).
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FlGURA 92. Teoría del sistema de coordenadas. (a) Punto teórico de origen (0/0). (b)
Falso punto de origen, seleccionado con el fin de tener en la excavación secuencias de
números en las centenas y en las decenas para las abscisas y las ordenadas (1201200)
para evitar posibles confusiones (BiddleKjolbye Biddle, 1969).
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FtGURA 93. Una aplicación del sistema de coordenadas a un área de excavación. Las
piquetas (d) se han colocado alrededor de la excavación a intervalos de un metro y
las varillas metálicas (e) en la excavación a intervalos de dos o cuatro metros. 135/237
indica un punto y también, precedido por M (M 1351237), el ángulo suroeste de un
metro cuadrado (a). 147.51/2388.49 indica un centímetro cuadrado (b). Una sección
puede, por lo tanto, identificarse indicando los dos puntos que delimitan la línea de
sección (e) (BiddleKjolbye Biddle, 1969).
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104 HlSTORJAS EN LA TIERRA
FIGURA 94. Parrilla para dibujar las plantas en la excavación (Barker, 1977, figu
ra 50).
FIGURA 96. La mira y quien la sostiene vistos desde el nivel óptico. La medida que
se lee en la mira es 162,5 cm.
cima o por debajo del punto cero. Cuando el punto a acotar se halla fuera
de la visión del instrumento, por estar demasiado alto respecto de éste, se
puede utilizar la mira invertida, haciendo coincidir su cero con el punto a
acotar y sumando en vez de restar a la altura del instrumento la medida le
ída sobre el punto a acotar (figura 97).
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FtGURA 97. Uso del nivel óptico y de la mira para tomar cotas. (a) Punto cero:+ 120
cm (altura del instrumento). (b) Punto a tomar: 120 cm (altura del instrumento)220
cm (medida leída sobre el punto a tomar)= 100 cm (cota del punto). (e) Punto a to
mar: 120 cm (altura del instrumento) 90 cm (medida leída sobre el punto a tomar)
= + 30 cm (cota del punto). (d) Punto a tomar: 120 cm (altura del instrumento)+ 350
cm (medida leída sobre el punto a tomar con la mira invertida) = 470 cm (cota del
punto).
mar. Cuando las cotas sobre el nivel del mar se calculan y se trasladan a las
plantas de unidad estratigráfica ello se indica en la voz relativa a las cotas, que
se halla en la parte posterior de la ficha de unidad estratigráfica.
Secciones y alzados
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F1GuRA 98. La excavación y la sección «a pozo» simplifican la estratigrafía oscure
ciendo la complejidad de la realidad (en línea discontinua).
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FIGURA 99. Dos secciones paralelas de un Limón ofrecen dos imágenes diversas en
tre sí. Lo mismo ocurre en una estratificación.
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a lo largo de un determinado plano vertical, cuya posición en el espacio tie
ne que figurar en planta. Inmediatamente después de dicho plano la situa
ción puede cambiar incluso de forma drástica (figura 99). En este sentido se
puede afirmar que la sección ofrece una visión muy selectiva de una estrati
ficación pero capaz de ilustrar su complejidad y su profundidad.5 La sección l
)
representa a sí misma y poco más. Por lo tanto, considerar la sección como la
1
mejor guía para una correcta actuación en la excavación tiene poco senti l
do, porque se excava inmerso en un espacio tridimensional y la sección sólo 1
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comprende dos dimensiones. Solamente la planta acotada consigue, en cier
ta forma, sugerir las tres dimensiones dentro de la limitación bidimensional
del papel, por lo que parece más isomorfa a la estratificación y a su excava
ción. También por este motivo el excavador debe excavar como si fuese un 1
helicóptero que aterriza verticalmente y no como un avión que vuela en ho )
1
rizontal (figuras 100, 101).
Allí donde predominan los intereses sedimentarios y pedológicos la sec
ción es la base de la documentación (Balista et al., 1988; BrogíoloCremaschi
Gelichi, 1988; Cremaschi, 1990), por lo que la preferencia por un tipo de do
cumentación gráfica depende también de las características de la excavación
y de los intereses preferentes de los excavadores.
Lamboglia dio un paso adelante respecto a la rígida cuadrícula wheele
riana al evitar realizar sondeos demasiado pequeños y al disponer secciones
móviles a lo largo de los puntos cruciales de la excavación. Las cotas se to
maban a partir de unas gomas elásticas colocadas a nivel por encima de la ex
cavación. De tal manera se obtenía solamente el perfil de las superficies de
1
1
1
LA DOCUMENTACIÓN 109
FIGURA 100. (ae) Excavación incorrecta según la imagen de la sección (las unidades
2 y 4 se mezclan).
F1GURA 101. (AF) Excavación correcta según la planta (la sección de los estratos en
curso de excavación se indica con un punteado).
b e
a b e
FIGURA 103. El testigo estrecho y temporal no es una solución aconsejable.
F1GURA 104. Cartelitos con los números de los estratos, sujetados con clavos, en las
superficies de los estratos, en planta y en sección.
obstante, el humus tiene que ser acotado para poder añadir su perfil a las sec
ciones que se planteen sucesivamente.
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FIGURA 106. Trincheras entrecruzadas de expolio de muros mostrando secciones oca
sionales que permiten conocer, al menos parcialmente, la estratificación del lugar, sin
necesidad de excavarla.
FIGURA 107. La excavación de una gran trinchera para una cloaca urbana pone a la
vista una sección ocasional.
b e d
F1GURA 108. Diversos modos de dibujar una sección. (a) Las superficies no se indi
can con líneas. (b) Sólo se indican con líneas las superficies de las unidades estrati
gráficas negativas. (c) Se indican con líneas todas las superficies. (d} Se indican con Lí
neas todas las superficies y las de las unidades estratigráficas negativas con un trazo
más grueso.
queológica son las relaciones entre las diferentes superficies, ya que de ellas
se puede obtener la secuencia física de la estratificación. De ahí la necesidad
de dibujar con precisión los contornos de los estratos. Hay que determinar
mediante la excavación dónde acaba un estrato y dónde comienza el si
guiente. Tal decisión debe tener un paralelismo gráfico en las líneas que per
miten reconocer las superficies de la unidad estratigráfica en sección. Los es
tratos tienen una individualidad propia y nosotros no podemos renunciar a
separarlos mediante la excavación. La sección no es el retrato fisonómico
sino la documentación de una estratigrafía en un plano vertical, no como se
muestra sino como se ha comprendido: objetiva y al mismo tiempo impreg
nada de interpretación. Wheeler y Larnboglia hacían bien al separar con lí
neas continuas los límites de los estratos. La solución de indicar solamente
con líneas las superficies de las unidades negativas (Harris, 1979, figura 15}
es visualmente desafortunada, al igual que aquella antinaturalista de indicar
con una línea más delgada las superficies de los estratos y con una más grue
sa las superficies en sí (figura 108).
Cada excavación debe adoptar una simbología para caracterizar la com
posición y las inclusiones de los diversos estratos que resultaría difícil de ha
cer de forma realista, como humus, estructura constructiva seccionada, arci
lla, arena, tierra mezclada con mortero, cenizas, tierra, preparación de pared,
pavimento de mosaico, pavimento en spicatum, pavimento de cal y fragmen
tos de cerámica, batido de cal, preparación de pavimento, firme de piedras y
argamasa, mortero y fragmentos de opus caementicium, estucos, carbón, pie
dras, desechos.!
En el Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Londres las
secciones se dibujan a escala 1:10, indicando los puntos cardinales y las coor
denadas espaciales en los extremos de la línea de sección. Pero no hay que
respetar siempre dicha escala, corrientemente se utiliza la 1:20. Resulta có
modo que la escala de las secciones se corresponda con la de las plantas.
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118 HISTORIAS EN LA TIERRA
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FIGURA 110. Hoja preimpresa para plantas y secciones a utilizar en áreas de excava
ción con cuadrícula (modelo en uso en el Departamento de Arqueología Urbana del
Museo de Londres).
ciones). Las voces que aparecen en la parte inferior de la boja son: dibujo de,
control, fecha y yacimiento. La intersección inferiorizquierda (suroeste) debe
contener los datos de las coordenadas. En esta misma parte de la boja, dos lí
neas verticales y dos horizontales determinan nueve cuadrados de los que hay
que indicar con una x el central, correspondiente a la hoja en cuestión, y los
adyacentes si por ellos se extiende la misma unidad estratigráfica, documen
tada en otras hojas. En el espacio destinado al diagrama estratigráfico sólo
se indican las unidades excavadas y ya dibujadas en el mismo cuadrado. En el
espacio destinado a observaciones se indican ocasionales símbolos especiales
utilizados para caracterizar el dibujo u otras eventualidades. El número de
planta/unidad se repite en la hoja, arriba a la derecha, para facilitar su locali
zación en el clasificador (figura 110).
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122 HISTOR1AS EN LA TIERRA )
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FIGURA 112. Tres grupos de tres fases constructivas sucesivas, representadas de for
ma acumulativa al final de cada serie. Dichos edificios, constituidos por la suma de to )
das sus fases, históricamente no han coexistido jamás a excepción hecha de la visión
que de ellos tiene el arqueólogo una vez acabada la excavación.
F1GURA 113. Dos fases sucesivas de un mismo edificio. El estrato 5 ha cubierto y, por
lo tanto, borrado los muros de la habitación 1, mientras que se apoya en los de la habi
tación 4 que constituyen un añadido a los muros de la precedente habitación 2, inme
diatamente anterior a la formación del estrato 5. La representación de los estratos ho
rizontales impide materialmente la elaboración de plantas diacrónicas acumulativas.
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F1GURA 114. Dos muros superpuestos en una planta diacrónica pueden interpretar
se de tres formas diversas (un muro se superpone a otro, o lo corta, o dos muros se
apoyan en un tercero).
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126 HISTORIAS EN LA TIERRA
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lutas sobre el nivel del mar (indicadas sobre triángulos con el vértice hacia
abajo) y números de unidad estratigráfica (precedidos, si es necesario, por el
número de sondeo o área seguido de un punto). Los muros y los paramentos
determinan unidades funcionales o habitaciones que tienen un número propio
(precedido por la letra A), que debe indicarse en el Registro de las habitacio
nes. Los muros existentes bajo el plano de sección, por lo tanto vistos de for
ma virtual, se caracterizan de forma naturalista para documentar la técnica
constructiva a nivel de su coronamiento. En realidad estas crestas de muros
son superficies de destrucción, que deberían ilustrarse en otra fase, ya que la
superficie original de un muro es la que se hallaba a nivel del techo. Pero si
guiendo este criterio nos hallaríamos ante la paradoja de representar de for
ma realista los muros sólo en su fase de obliteración, por lo que hay que re
presentar la técnica en la fase de construcción, dejando para la obliteración
solamente el límite sin caracterizar de las correspondientes interfacies de des
trucción. Los muros conservados en alzado por encima del plano de sección y,
por lo tanto, seccionados por éste se pueden representar con una línea conti
nua para los paramentos, ya que el núcleo, a dicho nivel invisible, puede apa
recer entre líneas discontinuas. Para indicar la calidad de los materiales de
construcción se pueden utilizar simbologías de trazos que, por el nivel de abs
tracción, deben explicarse en una leyenda. También se pueden caracterizar
con colores o trazos diversos tipos de unidades estratigráficas: pavimentos de
calles, preparaciones de cal y cerámica, argamasa y cal, preparaciones y suelos
de tierra, estratos de desechos, muros de arcilla, derrumbes de muros de era
ticium, de arcilla y de piedra, derrumbes de techos y estucos y derrumbes de
tejados. Los pavimentos en opus spicatum pueden representarse con una cier
ta caracterización para indicar la orientación del motivo. Los revestimieñtos
murales se pueden indicar con una ligera línea continua paralela al muro y con
LA DOCUMENTACIÓN 127
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FIGURA 118. Alzado y plantas compuestas de muros de tres fases constructivas; con
línea discontinua las estructuras reutilizadas (Medri, 1988, figura 3).
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119. Alzado y plantas compuestas de muros de dos fases constructivas; con
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Fotografías
Los conjuntos. Muy útiles resultan las fotos que encuadran toda el área
de excavación y el paisaje en el que ésta se encuentra. Para obtener tal re
sultado hay que subir al lugar más alto que se pueda: un edificio o una coli
na. Una o más fotografías montadas juntas de un barrio de una ciudad o de
una zona de campo se pueden después tranquilamente transformar en un di
bujo con la reconstrucción de los edificios antiguos en el contexto de la geo
morfología de la zona, como se hizo en la villa de Settefinestre (Carandini,
1985a, 1 *, figuras 38, 114), en un barrio de Bolonia y en Comacchio (Gelichi
Merlo, 1987; Merlo, 1990), en Rocca San Silvestro (Francovich, 1988, gráfico
de P. Donati) y en Luni (Donati, 1990, pp. 9697). También son de gran utili
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130 HISTORIAS EN LA TIERRA
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dad las fotografías tomadas desde un globo (en Italia las primeras son de G.
Boni: Carandini et al., 1986, figura 127), desde una cometa, desde un ala del )
ta, desde un helicóptero o desde un avión, pero aquí se entra ya en el campo
de la topografía arqueológica.'!
A falta de sistemas sofisticados para tomar fotografías desde arriba hay
que conformarse con escaleras ligeras de dos hojas con prolongación o con
andamios diversos. También para las fotografías de conjunto hay que tener
en cuenta todos los detalles. En este caso también son más aconsejables los
encuadramientos paralelos o perpendiculares a los ejes principales de las es
tructuras a documentar y el uso del gran angular basculante, porque la ven
taja de poder encuadrar un gran sector de excavación es superior a las des
ventajas de las deformaciones ópticas. Tanto la limpieza de la excavación
como la luz difusa son también aquí requisitos fundamentales. La aurora, el
crepúsculo y el cielo nublado son circunstancias favorables para fotografiar
conjuntos. Los estratos deben estar bien expuestos, los muros descamados,
las fosas vaciadas, los cortes verticales, los bordes de la excavación limpios,
sin gomas elásticas ni trastos (figura 120): no tiene que haber personas, ni ins
trumentos de trabajo, ni cajas de materiales, etc. Una de las buenas razones
para excavar grandes áreas por fases es la de poder representar en una foto
grafía una realidad más o menos sincrónica, aunque una fotografía nunca po
drá sustituir a una planta compuesta de período o de fase.
También puede resultar útil hacer una mosaico de fotografías verticales
de forma que se cubra todo el área de la excavación. Dichas imágenes am
pliadas a la misma escala de la planta general pueden servir para compro
barla y completarla en sus detalles (Barker, 1977 y 1986). En toda fotografía
tiene que aparecer la pizarra, el metro y la flecha indicando el norte, pero
también es bueno planificar alguna fotografía sin estos instrumentos.
LA DOCUMENTACIÓN 131
LA INFORMÁTICA
4. NARRACIÓN Y EDICIÓN )
1.1
Búsqueda del
sitio por exca Psleoambieme, Reconstrucciones, Preguntas
var encuadramiento análisis no des históricas
topográfico truciívos, sondeos
1.2
Planteamiento Sistema de refe
de la excava Forma Procedimiento reacias para las
ción de la excavación de la excavación planimetrías
de la excavación
2.3
Comunicación Publicaoón de Publicación de
Archivo las estructuras los materiales
que se manifiesta una pasión. Pero estos golpes de intuición iniciales también
son peligrosos, pudiendo conducir a errores tan inútiles cuanto clamorosos,
por lo cual es mucho más inteligente fijarse con la mente en blanco a la nor
ma del árbol estratigráfico, para que los frutos nazcan de éste tras la madu
ración y no se cuelguen al mismo desde fuera, como se hace con los árboles
de Navidad. Todo esto significa que, a cada paso hacia la interpretación libre
y personal, debemos asegurarnos de haber exprimido la linfa estratigráfica
en cada una de sus gotas de relativa objetiva necesidad. Sólo entonces nues
tra audacia reconstructiva provendrá de la esencia de las cosas y, cuando se
vea obligada a separarse momentáneamente de ellas, representará en cual
quier caso su espíritu en la forma más consecuente. En esta fantasía al hu
milde servicio de la verdad, dentro de los límites en los que ésta pueda ma
nifestarse, reside la parte éticamente mejor y estéticamente más bella del
trabajo del excavador.
Hay que tener buena capacidad de síntesis para dominar una avalancha
de hechos aislados que puede aplastamos antes de que hayamos sido capa
ces de extraer la porción de discurso en aquéllos implícita. Pero si no experi
mentamos el drama de la pérdida de objetividad no estaremos nunca seguros
de haber utilizado cada uno de los indicios mínimos como un ladrillo para
erigir nuestra construcción histórica. Por otro lado, ¿qué edificio erigiríamos
si no sintiéramos el deseo de liberarnos razonablemente de aquellos ladrillos
para imaginamos la futura arquitectura y para proyectar el modelo con el
que capturar lo que queda de la verdad después de haberla desmontado para
sacarla a la luz? Sin la obsesión divisora del detalle y el delirio unificador de
la teoría (vicios mentales extremos templados por su continua alternancia)
no existe una investigación profunda, pero es difícil mantener en equilibrio
estas dos tendencias opuestas.
En el momento en que se pasa del reino de la secuencia estratigráfica de
las unidades de acción al de la secuencia de las unidades de actividad, el ex
cavador cruza el límite que separa la materialidad de la documentación de la
narración de las vicisitudes humanas. Las unidades de actividad ya no son
de hecho realidades estratigráficas, sino grumos de problemas y, por lo tan
to, de narraciones: núcleos de existencia traducidos en artefactos. Habiendo
partido de los «átomos» de la materia documental, entrevemos ya a este ni
vel una historia que va tornando forma. Nada hay más fascinante que este
proceso de destilación que traduce el desorden indefinible de los mundos pa
sados en estados de cosas organizadas y configuradas. Aquí reside la capaci
dad de revivificación de la arqueología.
Como en todo buen proceso de destilación, se dan diferentes momentos
en los que tienen que acaecer cosas diversas. Anticipar el después o retrasar
el antes no lleva a buenos resultados, al igual que la entrada a destiempo de
un instrumento musical. Una intervención con un grado excesivo de subjeti
vidad desentona en una fase inicial de la reconstrucción, mientras que puede
insertarse armoniosamente en una fase final. La discusión a un cierto nivel
tiene que tomar en cuenta sólo los datos ya presentados en los niveles pre
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138 HISTORIAS EN LA TIERRA
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142 HISTORIAS EN LA TIERRA
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Las reconstrucciones gráficas
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Toda la documentación gráfica de una excavación no se publica, ya que
es objeto de un proceso de condensación sintética similar al que se ha visto
en relación al diagrama. Las plantas de las unidades estratigráficas se dividen
en dos grupos. El primer grupo sirve para elaborar las plantas compuestas y
el segundo acaba, tras haber sido utilizado, en el archivo donde, en el futuro,
servirá para el control general de los datos. Las secciones de cada una de las
unidades estratigráficas también se dividen en dos grupos, el primero de los
cuales, formado por las unidades estratigráficas más significativas, será el úni
co que llegará a la imprenta. También en dos grupos se dividen las grandes
secciones y los alzados, editándose sólo el primero, formado por los gráficos
más elocuentes. La documentación más importante a elaborar en forma de
dibujo la constituyen, como ya se ha dicho, las plantas compuestas y de pe
ríodo que, por norma, tienen que publicarse todas. Las secciones interpreta
das con unidades estratigráficas caracterizadas por períodos y las plantas es
quemáticas caracterizadas por fases de las estructuras constructivas pueden
facilitar ulteriormente la lectura de la excavación, permitiendo su compren
sión a los historiadores y a todos aquellos que estén interesados en ella.
Pero si queremos tomar en consideración los edificios como realidades
globales, la documentación gráfica hasta aquí descrita resulta insuficiente.
Faltan las reconstrucciones en las que el arqueólogo restaura la integridad de
los restos a partir de pruebas, indicios y comparaciones. Éstas pueden pre
sentarse en forma de plantas (basadas en la planta compuesta), de sección
alzado (basada en la sección interpretada), de axonometría (basada en las
anteriores) y de dibujos en perspectiva, que pueden hacerse también a partir
de fotografías (Carandioi, 1985a, 1 **, figuras 55 y 88; Merlo, 1990, figuras 7,
23 y 27). El punto culminante de la reconstrucción arqueológica es la crea
ción de objetos tridimensionales como las maquetas, cuya publicación, en
forma de fotografía, puede ser de gran utilidad.
Una vez relegado el aparato filológico a los correspondientes gráficos
(como las plantas compuestas), uno tiene ya la libertad de recrear la realidad
perdida en las reconstrucciones de conjunto y de detalle. Si las reconstruc
ciones deben simular la vida perdida, intentando recuperar lo que podríamos
NARRACIÓN Y EDICIÓN 143
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144 HISTORIAS EN LA TIERRA
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llamar los proyectos arquitectónicos originarios, tienen que ser no ya esque )
máticas sino naturalistas y, mucho mejor, si están enriquecidas con el color
(Carandini, 1985a, 1 • y 1 ••, passim). Por dicho motivo, las reconstrucciones
pueden ser de parte de una habitación, de una estancia, de un grupo de éstas 1
o sector, del conjunto de un edificio o de una parte o la totalidad de un con )
junto. En las plantas reconstructivas hay que indicar los recorridos (de los 1
)
propietarios, del servicio, etc.), es decir, la circulación entre las diferentes sa 1
las, aunque sólo sea para mostrar en la reconstrucción del período sucesivo h}
cómo el tapiado de algunas puertas y la apertura de otras es suficiente para )
alterar el significado de toda la planimetría. En los correspondientes pies de 11
figura se explican las funciones de cada una de las estancias, que pueden va )
11
riar en los periodos sucesivos (Carandini, 1985a, 1 ••, figuras 97, 134 y 138).
Pero las reconstrucciones en su conjunto no presuponen solamente la totali 1
dad del aparato filológico aplicado a lo relativo a la excavación, sino también )
l
un amplio conocimiento de la historia, del arte y de la antigüedad, que es el )
que permite establecer los paralelismos necesarios. La altura de las diversas
estancias de la villa de Settcfinestrc se ha reconstruido, por ejemplo, a partir
de la media de las medidas que se pueden obtener en las estancias análogas
mejor conservadas en la zona del Vesuvio (Carandini, 1985a, 1 ••, figuras 164
ss.) y una casa aristocrática de la Roma arcaica se ha reconstruido, decorado
y amueblado inspirándose en las tumbas etruscas coetáneas de Cerveteri y
Tarquinia (Carandini, 1990a, la maqueta se conserva en el Museo della Ci
viltá Romana de Roma).
En el siglo pasado y a principios del presente se documenta una verda
dera pasión por las reconstrucciones gráficas, las maquetas y las casas de ta
maño natural hechas siguiendo modelos antiguos, como la del arqueólogo S.
Reinach en BeaulieusurMer, y por todo lo que pueda servir para facilitar la
comprensión de los monumentos del pasado.4 Después de la última guerra
mundial este interés ha sido eliminado, sustituido por propósitos de equí
voco cientificismo (Carandini, 1987b). Nada hay más mezquino y perjudicial
que este culto fetichista por lo que queda, sea un fragmento o una ruina,
y que prohíbe la hipótesis reconstructiva incluso sobre el papel. Para recons
truir es necesario basarse en una infinidad de datos detallados y en una vas
ta cultura. Tan sólo quien no dispone de aquélla puede simular que los anti
guos vivían entre muros de dos palmos de altura y al aire libre. Carece de
sentido opinar que una hipótesis no merece una reconstrucción porque otras
hipótesis también sean posibles o porque haya sido formulada en un mo
mento demasiado reciente. No es justo que tan sólo deban publicarse o dar
se a conocer las soluciones ya consolidadas o unívocas. Los lectores y los
observadores tienen el derecho de conocer las diversas tendencias interpre
tativas y lo que está ocurriendo en el campo de la investigación. Existe un te
mor paralizante y autodestructivo a equivocarse, por lo que se evitan las re
construcciones injustamente consideradas demasiado audaces o se las acepta
tan sólo como vagos trazos volumétricos o divagaciones divulgativas alejadas
de la seriedad de la investigación científica. Se deben soportar, en cambio, los
NARRACIÓN Y EDICIÓN 145
EL catálogo y la publicación
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NARRACIÓN Y EDICIÓN 153
EL EXCAVADOR
El director de la excavación
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FIGURA 123. Esquema de la excavación ideal. (A) Área para fragmentos arquitectó
nicos. (B) Cocina y comedor. (C) Alojamientos y baños. (D) Dirección, administración
y archivo. (E) Responsables de los sectores de la excavación y archivo correspondien
te. (F) Responsables de los materiales, muestras y clasificaciones, con archivo. (G) La
boratorio para materiales, tipologías y clasificaciones, con archivo. (H) Responsable y
laboratorio de dibujo, maquetas y exposiciones, con archivo. (I) Responsable y labora
torio de fotografía, con archivo. (L) Responsable y laboratorio de restauración, con ar
chivo. (M) Responsable y laboratorio de paleoecologfa, con archivo. (N) Responsable
y laboratorio de topografía, con archivo. (O) Biblioteca y seminario para proyectar ex
posiciones y preparar la publicación de la excavación. (P) Depósito de herramientas.
(O) Depósito de materiales y muestras. (R) Sala de exposiciones. (S) Aparcamiento.
162 HISTORIAS EN LA TIERRA
Los excavadores
Hasta hace poco tiempo la excavación estaba considerada como una obra
llena de peones, en la que sólo de vez en cuando aparecía el arqueólogo o un
ayudante suyo para controlar la investigación. De hecho, la excavación se ad
judicaba a empresas privadas inexpertas en excavaciones arqueológicas es
tratigráficas, que no funcionaban por unidades estratigráficas sino por metros
cúbicos de tierra excavada o por niveles de profundidad abstractos. Esta
práctica reprobable, que por desgracia no ha desaparecido completamente,
reflejaba la concepción según la cual la excavación era una operación exclu
sivamente de carácter práctico y, por lo tanto, esencialmente un movimiento
de tierras.
Pero ahora la excavación se presenta cada vez más como la actividad de
investigación de una comunidad científica en una porción de estratificación
o en un monumento transformados en laboratorio al aire libre, en el que se
desarrollan actividades científicas complejas. Una comunidad de este tipo
puede también servirse de obreros, pero estudiantes y licenciados en ar
queología son los que, en cualquier caso, deberían jugar un papel principal.
Al menos una tercera parte del presupuesto global de una excavación debe
ría estar destinado al trabajo de los arqueólogos (como se desprende de la
experiencia de las excavaciones urbanas en Roma). En cirugía es el médico,
y no el enfermero, quien opera. Por dicha razón es fundamental poder retri
buir a los jóvenes por el trabajo de excavación (lo cual por ahora todavía no
es posible), por la documentación realizada (esto es, en cambio, posible) y
por publicar lo que se ha encontrado (sólo ocurre en casos excepcionales).
Lamboglia excluía una participación directa del arqueólogo en la exca
vación. Podía entrar en el sondeo para dirigir desde más cerca al obrero, para
recoger materiales y para documentar las estructuras. No han faltado en los
años pasados casos especiales en que arqueólogos han trabajado incluso de
forma manual en sus excavaciones. Pero la participación normal del arqueó
logo en todas las operaciones manuales de la excavación es una conquista re
ciente. La experiencia británica de las grandes excavaciones sin obreros ha
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA 163
sido, desde este punto de vista, una auténtica novedad. Que fuera posible lle
var a cabo en Italia una excavación sólo con el trabajo manual de estudian
tes y licenciados se demostró por primera vez, a grao escala, en la investiga
ción italobritánica de Settefinestre (19761981) y, posteriormente, en las
sucesivas experiencias en el campo de la arqueología urbana, en el que el tra
bajo profesional y el de los voluntarios han sabido integrarse con el de los
obreros, especialmente necesario allí donde el volumen de cada estrato es
apreciable (a partir de algunas excavaciones urbanas en Roma se ha calcula
do que sería necesario un obrero por cada seis arqueólogos). En estos casos
no se ha observado jamás ningún tipo de oposición del arqueólogo al traba
jo manual, oposición que se ha dado en el caso de algunos restauradores
acostumbrados a trabajar sólo con objetos ya extraídos del terreno y en la os
curidad del laboratorio. Una restauración de urgencia en la excavación re
sulta todavía rara en Italia, aunque materiales estructurales como estucos
pintados o materiales muebles cuya recuperación resulte particularmente de
licada constituyen una realidad cotidiana en las excavaciones (Carandini,
1986a; Melucco Vaccaro, 1989).
Problemas como la capacidad física de soportar esfuerzos, el seguro (ga
rantizado por la universidad para los estudiantes), la vacuna antitetánica, la
seguridad (uso de escaleras, vestuario correcto, cascos, formas de moverse, de
levantar pesos y de usar los instrumentos), las dotaciones y los conocimien
tos de curas de urgencia, el uso de instrumentos mecánicos, las obras de pro
tección, etc., son de una importancia fundamental y están adecuadamente
tratados en el manual del Departamento de Arqueología Urbana del Museo
de Londres (diciembre de 1988). Una cierta experiencia en trabajo de cam
po es fundamental para el arqueólogo profesional, especialmente desde que
no excavan sólo los obreros. También resultan útiles los «reglamentos» de las
excavaciones, en los que la obviedad de algunas normas sólo puede irritar
a quienes están habituados a trabajar sobre todo con mano de obra asala
riada y no con un gran número de estudiantes y licenciados (Manacorda,
1982a).
No existen muchas oportunidades en la civilización industrial para fundir
manualidad y cultura, esfuerzo e ingenio. Desde este punto de vista la exca
vación arqueológica es un lugar ideal de formación en el sentido de una re
composición entre mente y cuerpo y de una reunificación del conocimiento
histórico (los más reacios entre los antiquistas a lo que representa la excava
ción son los jóvenes filólogos clásicos y es con ellos con quienes los arqueó
logos tienen mayores problemas para colaborar).
po, para publicar y valorizar los monumentos, hay que replantear de nuevo
la relación entre las soprintendenze y la universidad. Éstas deben poder ha
llarse en la condición de formar historiadores y arqueólogos profesionales,
pero ello no es posible si no se abren campos institucionales y normativos,
que no consistan solamente en la simpatía y la buena disposición individual,
para una colaboración sustancial en el conocimiento y la salvaguarda de los
bienes culturales arqueológicos. Para ello los ministerios competentes debe
rían dotar a los departamentos de arqueología o, al menos, a las escuelas de
especialización con laboratorios y con medios para investigar en museos y en
el campo, es decir, «policlínicos» arqueológicos (Francovicb, 1981, pp. 357 ss.;
FrancovichParenti, 1988, pp. 13 ss.).
Un paraíso científico e institucional se creó en 1984 en la comunidad au
tónoma de Andalucía, donde la arqueología de protección es ágil, todavía no
se ha burocratizado y participa de la investigación, y la arqueología universi
taria se halla implicada en la protección del patrimonio. Las dos arqueolo
gías se encuentran anualmente en congresos en los cuales los proyectos fi
nanciados por la comunidad autónoma se ilustran para justificar la inversión
realizada con dinero público. Se excava en años alternos para poder publicar
e incluso el trabajo de publicación se paga gracias a la financiación pública
que, en general, es sustanciosa.
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F1GURA 124. Los limites de la excavación se indican con gomas elásticas fijadas en
clavos dispuestos de tal manera que no coincidan con los ángulos de la misma.
EXCAVAR
)
)1
F1GURA 125. Entre el Límite de una excavación y un muro paralelo al mismo se ex
)
cava con dificultad por falta de espacio. Puede darse el caso que aparezca en la sec
ción un segmento de muro poco visible y no documentado en la excavación. Esto ocu
rrió en Settefinestre (Carandini, 1985a, 1 .. , figura 257, UE 30.70).
Por otro lado, tampoco es bueno partir de una excavación limitada para am
pliarla sucesivamente, porque ello supone la pérdida de relaciones estrati
gráficas y de tiempo. Una indicación precisa más: no es aconsejable situar los
límites de la excavación cerca de un muro y paralelamente al mismo porque
en el espacio que queda entre el muro y el límite pueden perderse impor )1
tantes unidades estratigráficas (figura 125).
En las excavaciones urbanas el área de excavación debería determinarse
también en función de la topografía del conjunto y las posibles divisiones en
sectores de responsabilidad deberían coincidir con los diferentes edificios,
quizás de un mismo conjunto. Es preferible no subdividir la intervención en
demasiados sondeos o áreas de excavación que conllevan el inconveniente de
tener diversas series numéricas, necesarias para identificar las unidades es
tratigráficas. La lógica de la excavación requiere un conocimiento global de
toda el área a estudiar pero, a veces, hay que adecuarse a contingencias de ti
po práctico que obligan a respetar ciertas zonas (árboles, muros no excava
dos, conducciones, obras de protección) y a limitaciones en el avance de la
excavación (figuras 38, 39).
Hay que intentar escoger, especialmente en zonas urbanas, espacios que
no estén demasiado alterados por unidades estratigráficas sucesivas, como
rebajes, vertederos o subterráneos (figura 126). En las zonas rurales prevale
ce la acumulación, y la estratificación aparece sustancialmente inalterada en
sus diversas fases, mientras que en las zonas urbanas la acumulación y la des
trucción se mezclan y, frecuentemente, esta última prevalece. La consecuen
cia de ello es una estratigrafía llena de lagunas. De fases 'histéricas completas
pueden quedar mínimos residuos o incluso nada (figura 127). A veces las es
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA 171
AflO ISOO
tructuras murales se han cortado unas a otras de forma que de un muro que
da sólo un pequeño tramo en un punto y otro tramo en otro, por lo que no
resulta fácil comprender que, en realidad, se trata de la misma unidad estra
tigráfica. Al reconstruir la secuencia hay que tener en cuenta estas destruc
ciones, estos vacíos y estos mínimos restos de estructuras, que quizás fueron
de grandes dimensiones. La importancia de una estructura no puede juzgar
se por el grado de conservación con el que ha llegado hasta nosotros: de la
muralla de Teodosio II en Cartago sólo se conservan algunas pocas piedras
(Carandíni et al., 1983).
Un problema especialmente complejo es el de los cortes de la excava
ción, en concreto cuando superan un metro y medio de profundidad. Llega
dos a este punto hay que reforzarlos, al igual que se deben apuntalar los mu
ros inestables (figura 128). Para que un corte sea seguro debe tener una
inclinación de 45 grados o debe estar escalonado, lo que resulta más aconse
jable especialmente para el dibujo de las secciones en los cortes (figura 129).
En uno de los lados de la excavación resulta útil, si ello es posible, disponer
de una rampa para la extracción de la tierra y para permitir el acceso de
medios mecánicos. Si la estratificación, en la parte superior, se presenta poco
coherente es mejor hacer taludes, escalonados u otro tipo de protecciones,
reservando los cortes verticales para aquellos puntos en los que la estratifi
172 HlSTORlAS EN LA TIERRA
FIGURA 128. (a) Refuerzo de una pared. (bc) Apuntalado de muros inestables.
Ejemplo de Settefinestre (Carandini, 1985a, l .. , figura 212).
FIGURA 129. (a) Corte apuntalado. (b) Corte en talud (45 grados) ante una estratifi 1
cación frágil. (e) Corte escalonado.
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FIGURA 130. (a) Corte junto a una calle (estratificación compacta). (b') Corte junto
al muro de un subterráneo. (b2) Corte junto a un estrato frágil, que debe evitarse.
cación sea más compacta. En las ciudades, las calles y los muros perimetrales
de los edificios vecinos resultan de gran utilidad para establecer los límites de
la excavación (figura 130). También es importante determinar cuál es el lu
gar más adecuado para acumular la tierra procedente de la excavación y es
tablecer el recorrido de las carretillas para acceder al mismo. Los temas re
lativos a estas cuestiones prácticas, a los que aquí se hace una breve mención,
se hallan suficientemente ilustrados, en lo que concierne a los arqueólogos,
en el manual del Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Lon
dres (diciembre de 1988).
LA EXCAVAOÓN COMO PRÁcnCA 173
Comportamientos
)
)
1 )
FIGURA 132. No hay que colocarse ni sentarse junto a los perfiles de ta excavación.
)
)
Los principiantes tienden a sentarse en la excavación para descansar e in
cluso para excavar. Es mejor estar fuera de la excavación y no resulta fácil
excavar sentado. Hay que evitar sentarse en los perfiles o sobre los muros,
por motivos de seguridad y de conservación (figura 132). La mejor posición
para excavar es de pie o arrodillado, utilizando rodilleras o alfombrillas (fi
gura 145). Pueden usarse guantes, pero es cierto que tras pocos días de tra
bajo sin guantes se forman unos callos que los hacen innecesarios.
1
EL uso de Las herramientas" )
1 \
Pensar que técnicas especialmente desarrolladas puedan hacer innecesa
1
ria la habilidad del hombre en la excavación equivale a equiparar la investi
gación estratigráfica a un proceso industrial. La excavación será siempre una 1
forma de artesanía especializada. Incluso en las grandes excavaciones britá
nicas no se ve un despliegue de instrumentos sofisticados. Existen actividades
de campo tecnológicamente muy bien dotadas pero cuyos resultados cientí
ficos son bastante modestos.
Para excavar, ante todo, hay que saber mover el propio cuerpo en rela
ción con los instrumentos que uno debe usar. Para aquellos que se han for
mado en la universidad este conocimiento no puede darse por descontado.
La primera cosa que hay que aprender es a no cansar excesivamente la espi
na dorsal. Para ello, por ejemplo, hay que doblarse hacia adelante partiendo
de la zona de la pelvis sin curvar los hombros ni la espalda, de manera que
toda la zona dorsal se mantenga básicamente plana (figura 133).
Para algunos trabajos hay que saber usar el pico. Resulta útil para traba
jos pesados, para preparar perfiles de tierra e, incluso, en trabajos ligeros en
los que el pico resulta más adecuado que la alcotana. En este último caso hay
que coger el mango del pico con una mano en posición avanzada (figura 134).
• El lector observará algunas diferencias entre las herramientas utilizadas en Italia y las 1
que normalmente se utilizan en las excavaciones realizadas en nuestro país: palas, paletas, pale �
tines, capazos ... (N. del t.) 1 )
l
1 )
1
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA 175
FIGURA 135. Uso «pesado» del pico. (a) Cómo levantar la herramienta. (b) Cómo
bajar la herramienta.
Para trabajos de mayor dureza hay que levantar el pico hacia arriba, in
cluso por encima de los hombros si es necesario (Joukowski, 1980, lo prohí
be). Al bajarlo hay que aprovechar la fuerza de gravedad. Para ello resulta
oportuno desplazar, durante la caída, la mano izquierda hacia la otra mano
(figura 135). La tierra debe trabajarse en orden y a la misma profundidad
para facilitar la intervención sucesiva con la pala. Para romper muros y bó
)
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176 HISTORIAS EN LA TIERRA :n
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FIGURA 136. Uso erróneo de la pala. 11
vedas el uso del pico no es aconsejable, siendo más adecuado un mallo o, in
cluso, un martillo neumático. Excavar con el pico entraña la recolección no
exhaustiva de los materiales existentes en el estrato. 1
' )
avanzada. Para meter la pala en el montón de tierra removida por el pico hay
que aprovechar todo el peso del propio cuerpo, apoyando la mano izquierda
en la rodilla izquierda. No se debe empujar la pala con el pie, como si fuera '�
1
una laya. Si hay necesidad de hacerlo ello indica que no se ha sabido apro
vechar el peso del cuerpo o que la tierra no ha sido suficientemente frag
mentada con el pico. Una vez introducida la pala en el terreno hay que bajar
un poco, pero de golpe, el mango con la mano derecha para levantarlo in
mediatamente después de modo que quede la tierra bien ubicada en la base
de la pala. Aprovechando el propio peso de la pala llena hay que balancear
la herramienta hacia atrás tanto cuanto sea necesario para palear la tierra ha
cia el lugar escogido. Al palear hacia adelante, cuanto más se baja la mano
derecha más hacia arriba va la tierra, lo que resulta especialmente útil cuan
do la carretilla se encuentra en un punto elevado. Cuanto más seco es el mo
vimiento de lanzar la tierra, ésta se mantiene de forma más compacta en el
aire durante su trayecto {figura 137). Hay que evitar caminar con la pala lle
na yendo hacía la carretilla. Usándola lateralmente la pala puede servir para
recoger tierra (figura 138), pero este movimiento es incómodo y para ello re
sulta más adecuado utilizar la azada.
El uso de la pala de forma rectangular {figura 139) es especialmente efi
caz. Para hincarla en la tierra también en este caso hay que utilizar el peso
del propio cuerpo, haciendo fuerza con la mano izquierda sobre la rodilla iz
quierda. Para ello hay que doblarse significativamente, lo que para algunos
resulta muy fatigoso. Aprovechando el peso de la herramienta llena hay que
balancear la pala hacia atrás para lanzarla después hacia adelante y palear.
Cuanto más se baja la mano derecha en este movimiento, más alto va a pa
r
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA 177
rar la tierra paleada (figura 140). La pala rectangular desplaza más tierra, la
lanza más arriba y es especialmente útil no sólo para recoger la tierra en un
montón, sino también para limpiar las superficies de los estratos, evidente
mente de forma menos precisa de cuanto pueda hacerse con una trowel
178 HISTORIAS EN LA TIERRA
)
1
)
1
)
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FIGURA 141. Cómo utilizar la pala rectangular para recoger la tierra y limpiar por
encima la superficie de los estratos antes de utilizar la trowel.
(véase más adelante). En estos casos hay que girar la pala tirándola hacia uno
mismo con la derecha y apretando hacia abajo con la izquierda (figura 141). ,
Por motivos de seguridad es de importancia fundamental controlar el buen )
1
estado de los mangos de las herramientas citadas.
La herramienta reina de la excavación es la paleta inglesa, de forma
triangular, puntiaguda, forjada en un único trozo de acero y con mango. Exis
ten de diversas medidas pero la más aconsejable tiene 10 cm de longitud. En
inglés se llama pointing trowe/. Esta herramienta tiene muy poco que ver con
la paleta normal que se usa en el Mediterráneo, grande, flexible y sin punta,
completamente inútil en una excavación (figura 142). La trowe/ también pue
de fabricarse en Italia y en las excavaciones se ha generalizado ya el uso del
verbo «traulare». •
La trowel sirve para muchos usos pero sobre todo para rebajar el volu
men de los estratos no muy consistentes y para completar la excavación de
�����__)
FIGURA 142. La paleta británica, o trowel, y la paleta mediterránea.
aquellos estratos duros cuando hay que identificar las superficies de los es
tratos subyacentes. Resulta adecuada también para limpiar los muros, ya que
penetra fácilmente en los intersticios de las piedras. Puede utilizarse con de
licadeza o con fuerza según la presión que se ejerza sobre la misma. Cogién
dola por la hoja o utilizándola al revés se incide y se rasca con gran eficacia.
Cuando un estrato es muy compacto es conveniente romperlo usando esta
herramienta a modo de puñal (figura 143). Excavar con la trowel permite la
recolección casi total de los materiales contenidos en el estrato.
Es aconsejable utilizar la trowel asociada al recogedor (figura 144), de
forma que el movimiento para extraer la tierra y exponer la superficie del
nuevo estrato coincida con el transporte de la tierra con el recogedor (figura
)
180 HISTORIAS EN LA TIERRA
)
1
)
)
FIGURA 146. Instrumento en forma de gancho (de jardinería) útil para limpiar los 1
muros. )
1
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)
b
a )
)
FIGURA 148. La flotación. (a) Sección del bidón. (b) Funcionamiento.
J
)
se vierte en pequeñas cantidades. La segunda criba se sostiene con una mano
mientras que con la otra se remueve la tierra para facilitar su filtrado, al final
se vierte todo en el agua. Con esta simple operación los materiales orgánicos, )
cuyo peso específico es menor que el del agua, flotan y ayudados por el conti
nuo fluir del agua caen en una tercera criba, igual a la segunda, colocada fuera j
del bidón, bajo la boca de salida del mismo. Los materiales orgánicos recogi
dos se dejan secar en esta última criba. Entonces se extrae del agua la primera
criba de malla ancha y se recuperan los posibles materiales inorgánicos. Pa
ra concluir la operación se vacía el recipiente para extraer la tierra deposita
da en el fondo abriendo el grifo correspondiente (figura 148}. Una vez secos,
los restos orgánicos se envuelven con materiales que impidan la formación
de moho, como tela, papel absorbente o «scottex», y se encierran en bolsas de
plástico con la correspondiente etiqueta en la que se indican los datos relati
vos a la localidad, el año, el área y el estrato (Camaiora, 1981, pp. 299 ss.).
Lista de herramientas
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F1GURA 149. (a) Infraexcavar el estrato 1, con posibilidad de intrusiones (el triángu
lo) en el estrato 2. (b) Superexcavar el estrato 2 afectando al estrato 3, con posibili
dad de incluir un residuo (el cuadrado) en el estrato 2.
Estratos horizontales
Hay que limpiar con atención la parte superior de los volúmenes de los
estratos horizontales para descubrir perfectamente sus superficies. Resulta
más peligroso no excavar completamente un estrato que excavarlo excesiva
mente afectando al sucesivo. En el primer caso se incurre en el gran riesgo
de la intrusión, mientras que en el segundo se crea la posibilidad de aumen
tar artificialmente la proporción de los residuos, lo que no crea problemas
desde el punto de vista de la cronología (figura 149). Cuando la superficie de
un estrato no se ve clara en sus relaciones estratigráficas es mejor no dejarse
llevar por la obsesión de las secciones, que lleva a cortar verticalmente los es
tratos para obtener una visión de las relaciones de los mismos en sección
(figura 150). Es mejor afrontar el problema desde arriba evitando las des
trucciones cognoscitivas. Si los estratos no se distinguen significa que las par
tes superiores de sus volúmenes no se han limpiado correctamente. En dicho
caso, hay que rebajar unos pocos milímetros para llegar a identificarlos. Es
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA 185
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•
FrouRA 151. (a) Excavar «a contrapelo» conlleva riesgos. Para buscar el estrato 5, ya
diferenciado del estrato 3, el excavador se «come» el estrato 4. (b) Esto no puede ocu
rrir si se excava siguiendo el orden de las superposiciones físicas de los estratos y si,
en vez de buscar un estrato determinado, se busca una nueva unidad estratigráfica
cualquiera, como el estrato 2 por debajo del l.
mejor destruir poco sobre una superficie amplia que mucho en una reducida.
Si nos imaginamos un área perfectamente limpia, ésta se nos presenta como
un conjunto de superficies de diversa composición y color. Observando esta
especie de planta compuesta al natural no se pueden obtener directamente
relaciones entre las diferentes superficies, por lo que resulta necesario inda
gar ulteriormente allí donde dichas relaciones son visibles, es decir, inspec
cionar con delicadeza las juntas de las superficies para ver cómo se relacio
nan entre s{ (figura 44).
Hay que ir en busca, no de un estrato concreto, sino de cualquier tipo de
cambio, incluso pocos millmetros por debajo de la última superficie identifi
cada. Contrariamente, si se busca algo ya conocido, existe el riesgo de perder
estratos mientras se va en su busca. Por esta razón, es necesario que los ex
cavadores avancen en dirección de la pendiente y siguiendo la dirección de
las superposiciones estratigráficas. De hecho, cuando se excava a contrapelo,
por llamarlo de algún modo, se corre el riesgo de actuar en dos o más estra
tos a la vez, al estar obsesionados en buscar un estrato preestablecido (figu
ra 151). Una unidad estratigráfica no se presenta inmediatamente como una
acción interpretada. Se trata, simplemente, de una acción, quizás incompren
sible, pero identificable e interpretable en un segundo momento.
Se tienen que observar con atención los estratos de destrucción y de
abandono considerados generalmente de poca importancia y que, en reali
dad, son fundamentales para reconstruir el alzado de un edificio en ruinas.
Dichos estratos pueden revelar que los muros perirnetrales de una construc
ción eran de piedra y los internos de arcilla o en opus craticium, que una par
te de la construcción tenía un segundo piso (como puede observarse a partir
de las diferencias en el grosor del estrato de arcilla de muros disgregados),
cuáles eran las paredes cubiertas y las que estaban expuestas a la intemperie,
186 HISTORlAS EN LA TIERRA
las formas de vida precaria, no siempre fáciles de apreciar, que pueden ha
berse dado en un edificio a lo largo de su proceso de expolio y de abandono
(Carandini, 1985a, l**, pp. 8299, figuras 157160). Distribuciones concretas
de materiales aflorantes pueden indicar la presencia de edificios de made
ra de los que aquellos materiales constituían la preparación o el pavimento,
como en el poblado posclásico surgido sobre los niveles de destrucción de la
basílica romana de Wroxeter (Barker, 1977, p. 110; 1986, pp. 106 ss.). Otras
veces, en cambio, son las dimensiones especiales de los estratos o sus colora )
ciones concretas las que indican formas pobres de hábitat (Barker, 1977, fi )
gura 38; 1986).
Hay que poner mucha atención en el estudio de las diferentes fases de un
mismo edificio. Puede haber sido objeto de variaciones incluso durante su
construcción. Puede haberse degradado en modos y tiempos diferentes en
cada una de sus partes. Puede haber atravesado por períodos económicos, so
ciales y culturales muy distintos, que se habrían reflejado en diversas mane
ras de utilizarlo, modificarlo y ampliarlo. Lejos de conformarse con continui
dades inexistentes «el yacimiento ha sido habitado desde el siglo 11 hasta el
VI d.C.», el excavador busca las soluciones de continuidad, incluso los mí
nimos cambios que afectan a la vida de una estructura (casa de campo, villa
catoniana, varroniana, columeliana, pliniana, pequeño pueblo de campesi
nos, refugio de pastores y bandidos, etc.). Una arqueología que se limite a to
mar nota de la persistencia de los yacimientos durante largos períodos, que
no sepa captar las interrupciones y alcanzar la esfera de los acontecimientos
(sobre este problema, véase Musti, 1989, p. 80), es una arqueología incipien
te, inmadura y, en definitiva, poco útil para la narración histórica.
Hay que intentar comprender la formación de cada estrato. Por dicho
motivo, cada arqueólogo debería tener nociones elementales de sedimento
logía y de pedología. La primera estudia los procesos de acumulación y de
erosión: aluvión, deposición de detritus, coladura, desplome y hundimiento.
La segunda estudia la transformación de las superficies expuestas: formación
de horizonte orgánico, actividad biológica, procesos de fisuración, químicos, de
movimiento de arcillas, arado, pisado, infiltraciones de tierra, asentamien
tos (Limbrey, 1975; Arnoldus HuyzenveldMaetzke, 1988). Los secretos de la
formación de los estratos, siempre interesantes, son tan necesarios de desve
lar cuanto mayor es la influencia de los agentes naturales, cuanto más sim
ples y efímeras son las huellas de la vida humana y cuanto más el abanico de
las fuentes se reduce solamente a la información estratigráfica ( como en la
prehistoria, en la protohistoria y en la época altomedievaJ).
Un simple estrato puede revelar, a veces, su propia dinámica de forma
ción de forma muy evidente, lo que ocurre en las acumulaciones poco ho
mogéneas, como los estratos de estucos, de bóvedas y de elementos arqui
tectónicos y escultóricos caídos (pp. 60 ss.). En dicho caso, el estudio de la
formación de los estratos es el presupuesto de cualquier tipo de restauración
rigurosa y de recomposición de los conjuntos iconográficos, como en el fa
moso caso de los frontones de Olimpia (figura 152). En el caso de bóvedas
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA 187
caídas hay que identificar los diversos elementos y los perfiles de ruptura y
colocarlos en planta con una flecha que indique la dirección del derrumbe y
el grado de inclinación. Hay que dibujar una sección de cada uno de los ele
mentos, en la que se destaquen sus características más relevantes. A cada
pieza se le puede dar un número de conjunto, como se hace con los estucos,
al que pueden referirse las piezas más fragmentarias y esporádicas (pp. 95 ss.).
Gracias a la superposición de los conjuntos se puede comprender la dinámi
ca del derrumbe de una cubierta, llegando de esta forma a la reconstrucción
del edificio (Carandini, 1985a, 1 ••, figuras 235236).
188 HISTORIAS EN LA TIERRA
a b
FIGURA 154. (a) Las piedras y los ladrillos se dejan sobresalir en los cortes, si no se
hacen agujeros. (b) Para leer la estructura de los suelos, especialmente de la arcilla,
no hay que alisarlos en sección, sino trabajarlos con la trowel, primero hincada y des
pués usada lateralmente.
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FrGURA 155. La parte alta de una fosa o de un montón pueden aparecer en planta
bajo el mismo aspecto.
Márgenes y terraplenes
FIGURA 156. Terraplenes (con y sin estructura de madera) asociados a fosos (Webs
ter, 1964, figura 7).
tes, los muros tienden, en general, a conservarse. De los muros de arcilla sólo
se conserva, a veces, la parte inferior (Carandini, 1985a, 1 ••, figuras 123125,
139142 y 151152), incluso de los muros con banqueta de piedra y alzado de
arcilla se conserva sólo su parte inferior y, raramente, se puede documentar
su alzado de arcilla. Sin embargo, se conservan los estratos formados por la
arcilla disgregada depositados a los lados de la banqueta de piedra (ibid., fi
guras 27, 136, 151 y 152). Los muros con alzado de arcilla, bien documenta
dos en época arcaica, también son muy frecuentes en época helenística y ro
mana, incluso en edificios de lujo y con frescos: desde las casas de Delos a la
villa de Settefinestre. El sistema con el que se construían estos muros loco
nocemos gracias a Vitruvio (CarandiniSettis, 1979, pp. 49 ss.; Carandini,
1985a, 1 *, pp. 61 ss.), a tratados del siglo xvm (Costruziorü di case in terra,
1793) y a testimonios actuales facilitados por las tribus bereberes, especial
mente de Marruecos (figura 157a; Donati, 1990). La variedad existente de
muros con armazón de madera, cañizos y arcilla (figura 157b)4 o con arma
zón de madera y paneles de obra (Carandini, 1985a, 1*, figura 62; 1••, figu
ras 128 y 146147; Merlo, 1990) es muy grande. Los propios muros de piedra
o en opus caementicium se pueden construir de muchas maneras, suficiente
mente estudiadas por los especialistas en técnicas edilicias como para ilus
trarlas de nuevo aquí.!
Hay que conocer los principales tipos de cimentaciones de un muro para
poder comprender a fondo la relación entre los estratos y las estructuras
(Giuliani, 1990). Los tipos de cimentaciones son: 1) vista de frente, es decir,
de trinchera ancha, con los obreros trabajando dentro de la trinchera, o vista
por encima, es decir, trinchera estrecha, con los obreros trabajando sobre el
muro o en los bordes de la propia trinchera; las trincheras después se relle
nan con tierra (Parenti, 1988b, figura 2); 2) a saco, con la trinchera (compac
tada o sin compactar) completamente llena de mortero; 3) a saco, con la trin
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA 191
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FtGURA 157b. Armazones de madera con paneles de madera, corteza y arcilla y con
adobes (Donati, 1990, figura de la p. 54).
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192 HISTORIAS EN LA TIERRA
FIGURA 157c. Diversos modos de serrar un árbol (Donati, 1990, figura de la p. 39).
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FIGURA 158. Principales tipos de cimentación: (a) vista; (b) a saco; (e) a saco con pe
queñas trincheras de cimentación; (d) a saco y vista superpuestas; (e) a saco o a fosa
vista en un lado y vista en el otro.
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁcnCA 193
1
FIGURA 160. (a) Muro asociado a un terraplén añadido o rehecho en una segunda
fase; (b) muro asociado a un terraplén contemporáneo (Webster, 1964, figura 7).
quitectónica (ibid., figuras 90, 91 y 120; 1 u, figuras 220, 221, 225 y 226), en
las maquinarias agrícolas (ibid., pp. 32 ss., figuras 241 ss.), en las letrinas
(ibid., figuras 18 y 119121), en los pozos y en las cisternas (ibid., figuras 14 y
44), en las cocinas tibid., figuras 36 ss.) y en las pavimentaciones de calles en
su relación con las cloacas y los muros perimetrales de los edificios que las
delimitan (manual del Departamento de Arqueología Urbana del Museo de
Londres, 1988).
Se conocen muros de fortificación generalmente asociados a fosos, como
los de Esmirna (Nicholls, 19581959), como los supuestos en la base de la ver
tiente septentrional del Palatino, datables entre los siglos VIIIVI a.C. (Caran
dini, 1989a, 1990a y 1990b) o como los hallados en el Lacio (Guaitoli, 1984),
llegando hasta el muro de Teodosio U en Cartago (Carandini et al., 1983;
HurstRoskams, 1984; Hurst, 1986b). Se conocen también muros asociados
a terraplenes, en los que el muro puede haber sido añadido o rehecho en
un segundo momento o puede formar parte del proyecto inicial (figura 160).
Un famoso ejemplo del primer caso es la muralla serviana de Roma (Gjers
tad, 1960, figuras II ss.). Ejemplos del segundo caso son muchas de las forti
ficaciones de Italia central, como la muralla de Pompeya (Maiuri, 1929, figu
ra 12).
Las columnas no son todas de piedra ni de mármol. Hay columnas de
madera y también columnas construidas, para cuya elaboración se han podi
do utilizar ladrillos con uno de sus lados redondeado. En este caso, al caer
una columna puede hacerlo de forma unitaria o rompiéndose en numerosos
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁcnCA 195
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F1GURA 161. Una estructura termal con suspensurae presenta problemas a nivel de
secuencia estratigráfica.
pedazos (Carandini, 1985a, 1 ••, figuras 21, 2629, III, 136, 150, 154, 190, 194,
289 y 305).
En los monumentos antiguos difícil.mente se conserva una estratigrafía a
doble nivel, excepto en el caso frecuente de las suspensurae de los complejos
termales, en donde los pilares de ladrillo aguantan el pavimento de la sala
que se halla suspendido por encima del pavimento real de la construcción.
Este es un típico ejemplo en que la sucesión física de los estratos no corres
ponde con la secuencia estratigráfica (figura 161; ibid., figura 130). Otros ca
sos similares son los tubos de terracota de los muros de las termas tibid., fi
gura 221), las cloacas de época moderna construidas en galería (manual del
Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Londres, 1988) y las
galerías subterráneas hechas por los expoliadores para recuperar materiales
de construcción, bien documentadas en Roma, especialmente en el Palatino.
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F1GURA 166. Hay que identificar correctamente y limpiar a fondo las superficies de
destrucción (las crestas) de los muros, eliminando toda traza de otros estratos de des
trucción más tardíos formados por piedras.
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FIGURA 167. (a) Tablas de madera de un umbral fijadas con tacos y estacas clavados
verticalmente en el suelo. Estructura conservada en situación anaeróbica en York
(Barker, 1977, figura 81). (b) Elementos que se hubieran encontrado en planta si la
madera se hubiese descompuesto.
F1GURA 168. (a) Agujero con poste. (b) Agujero de poste, con poste descompuesto.
(el) Agujero de poste arrancado (sección); (c2) agujero de poste arrancado (planta).
El agujero (e) es un agujero de expolio (Barker, 1977, figura 31).
del poste descompuesto se llenan de tierra, o 4b) puede que se desee restau
rar la estructura, que se eliminen los restos del poste y que se excave una nue
va fosa para el nuevo poste con una forma y unas dimensiones distintas de la
anterior. 5) Esta última operación puede repetirse muchas veces (hasta quin
ce veces en las puertas de algunos hillforts británicos).
Fosas
Al igual que las fosas para los postes, también los otros tipos de fosas o
trincheras pueden evidenciarse limpiando con atención los estratos a los que
cortan. A veces, la tierra que rellena una fosa puede ser similar a la del pri
mer estrato cortado por la misma, por lo que la fosa se observa claramente
sólo a partir del estrato sucesivo, de características claramente diversas (fi
gura 171).
202 HISTORIAS EN LA TIERRA
1
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FIGURA 173. Fosas cortadas entre sí (siguiendo el orden cronológico: 6, 4 y 2). r\
FIGURA 168. (a) Agujero con poste. (b) Agujero de poste, con poste descompuesto.
(el) Agujero de poste arrancado (sección); (c2) agujero de poste arrancado (planta).
El agujero (e) es un agujero de expolio (Barker, 1977, figura 31).
del poste descompuesto se llenan de tierra, o 4b) puede que se desee restau
rar la estructura, que se eliminen los restos del poste y que se excave una nue
va fosa para el nuevo poste con una forma y unas dimensiones distintas de la
anterior. 5) Esta última operación puede repetirse muchas veces (hasta quin
ce veces en las puertas de algunos hillforts británicos).
Fosas
Al igual que las fosas para los postes, también los otros tipos de fosas o
trincheras pueden evidenciarse limpiando con atención los estratos a los que
cortan. A veces, la tierra que rellena una fosa puede ser similar a la del pri
mer estrato cortado por la misma, por lo que la fosa se observa claramente
sólo a partir del estrato sucesivo, de características claramente diversas (fi
gura 171).
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FlGURA 171. Se puede pasar por alto la parte superior de una fosa. (a) Excavación
incorrecta. (b) Excavación correcta.
1
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LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA 203
Deposiciones funerarias
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F1ouRA 174. Diversos tipos de fosos defensivos (Alexander, 1970, figura 54).
1
)
1
Fosos y trincheras
Existen fosos de muchos tipos: desde los de los campos {figura 42) a 1
los defensivos (figura 174). Gracias a la arqueología experimental, sabemos )
1
que los fosos cambian notablemente en un período de diez afios {Coles, J
1973, figura 13). Poco después de su creación el frente del terraplén y el 1
foso comienzan a rellenarse con un primer estrato de origen natural. Por
ello, sus perfiles se presentan ya atenuados. Después de un cierto tiempo
un foso ya obliterado puede ser cortado por uno sucesivo {figura 175). Una
serie de fosos, cortados uno dentro de otro y datados en el siglo vn y pri
mera mitad del VI a.c., bao sido localizados en la vertiente septentrional del
Palatino, estando relacionados con murallas consideradas de carácter ritual
(Carandini, 1989a, 1990a y 1990b). Los fosos pueden identificarse inclu 1
so en una sola trinchera, pero el experimento debe repetirse para aumen )
tar o corregir la información obtenida. Solamente una excavación en exten 1
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1,
FIGURA 175. Historia de un foso. (a) El primer foso acabado de excavar. (b) En cur
so de colmatación. (e) Se excava un segundo foso que corta al precedente y que rápi
damente comienza también a colmatarse.
Cortes de muros
Al igual que todos los tipos de unidades positivas, los muros también
pueden ser cortados verticalmente por cualquier tipo de unidad negativa. Un
muro puede haber sido cortado para modificar una estancia, abrir una puer
ta o una ventana, excavar una fosa, una tumba, un foso o una canalización,
incluso todo el frente de un edificio puede haber sido desplazado, recons
truido o destruido por la inserción de un nuevo edificio (como el palacio de
los reyes musulmanes por el de Carlos V en la Alhambra de Granada). Es
tos cortes verticales deben distinguirse de los horizontales, que producen un
rebaje del nivel del muro, determinando las llamadas crestas.
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1
206 HISTORIAS EN LA TIERRA ?
1
Trincheras de expolio
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La arqueología tradicional solamente estaba interesada en las grandes 1
realidades monumentales. Actualmente estamos capacitados para utilizar el )
más mínimo detalle para nuestros fines reconstructivos e incluso para deli '>
mitar la planta de estructuras ausentes, es decir, de edificios cuyos muros han
)
sido «saqueados». Su forma nos la sugiere la forma de las trincheras de ex
polio. Por suerte, los ladrones de piedras no hacían excavaciones estratigrá )
ficas y se limitaban a seguir las estructuras que querían expoliar, sin excavar
a los lados. Las trincheras de expolio ofrecen pues noticias sobre el propio
expolio y sobre la alineación de la estructura «saqueada», de la que frecuen
:;
1
temente quedan restos en el fondo de la trinchera. En algunos casos, estas
trincheras afectan a las de cimentación. En dicho caso, existe el riesgo de ,)
que, excavando la de expolio, la tierra de la de cimentación pueda caer y )
1
mezclarse con la de aquélla. Ante una tal situación, resulta aconsejable ex )
cavar primero la trinchera de cimentación para garantizarse su integridad, 1
aunque debería excavarse primero la de expolio (figura 176).1º
Uno de los primeros en excavar trincheras de expolio fue Wheeler en
1 '
)
Verulamium en los años treinta. La metodología y la práctica se han desa
rrollado mucho desde entonces, especialmente en la excavación del Old 1
Minster de Winchester (BiddleKjolbye Biddle, 1969). El fondo de la trin }
chera es el que indica la dimensión original del muro expoliado. Debemos 1
)
presuponer que las cimentaciones de una misma época son aproximada 1
mente análogas; en consecuencia, las trincheras de expolio deberían ser si )
milares en cuanto a su anchura y profundidad. Debemos presuponer que ')
las cimentaciones de épocas diversas son diferentes y, por lo tanto, sus trin
cheras de expolio deberían poder distinguirse claramente. Existen excep
ciones a esta regla, como cuando se observan diversos tipos de cimentacio
nes para diferentes tipos de estructuras en alzado en un mismo edificio y en 1
)
una misma fase edilicia. Dos cimentaciones que no estén ligadas entre sí
l
implican la conservación de una fina porción de suelo no excavada por las )
trincheras de expolio de las dos cimentaciones, ya que éstas tienen una for
ma curva en la parte inferior (figuras 180 y 181). Cimentaciones diferentes
y muros que se apoyan los unos en los otros pueden pertenecer a fases dis
tintas pero también a una misma fase edilicia. Tampoco es obligatorio que
el expolio se realice en un único momento, ya que puede identificarse una
secuencia de expolio. Esta secuencia puede reflejar exclusivamente los tiem
pos internos del expolio o los tiempos diversos de abandono de cada una
de las partes de un mismo edificio.
Para captar esta complicada serie de relaciones hay que excavar las trin
cheras de expolio en grandes áreas, cortándolas transversal y longitudinal
mente, y siguiendo una serie de indicaciones: 1) a un mismo muro corres
ponde una misma trinchera de expolio (figura 177); 2) dos muros vecinos y
contemporáneos pueden ser expoliados contemporáneamente o uno después
del otro (figura 178); 3) dos muros situados uno al lado del otro pero de di
LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA 207
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poráneamente o uno tras otro (BiddleKjolbye Biddle, 1969). ,,,
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FIGURA 179. Dos muros vecinos y de época diversa pueden ser expoliados contem
poráneamente o uno tras otro (BiddleKjolbye Biddle, 1969).
el lado sur, lo que indicaba que las tareas de expolio de las estructuras se lle
varon a cabo avanzando de norte a sur (Hurst, 1986a).
Canalizaciones
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1 •
1 :
F1GURA 180. Dos muros vecinos y de diversa época (por la diferencia existente en
tre las trincheras y por las porciones de tierra dejadas entre ellas) pueden ser objeto
de expolio en momentos diferentes; el muro de la izquierda había sido ya expoliado
antes de la construcción del de la derecha, que también fue expoliado más tarde
(BiddleKjolbye Biddle, 1969).
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Trincheras agrícolas
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FIGURA 184. Surcos de cultivo. (a) Superficie formada por diversos estratos antes de
la excavación de los surcos. (b) Surcos excavados. (c) Surcos llenos de tierras diver
sas, adecuadas para el cultivo (Carandini, 1985, 1 ••, figuras 203, 204, 207, 208 y 210).
para conservar las secciones. Las crestas de los muros, si están expuestas a la
intemperie, deberían consolidarse. Los pavimentos de calidad pueden cu
brirse con arcilla expandida (Leka), tela de mosquitera y tierra. Los estucos
pintados también pueden protegerse con arcilla expandida contenida por un
muro de piedra seca, tela y tierra. Las bases de columna de obra y de estuco
u otros elementos del género se pueden proteger del mismo modo, utilizan
do estructuras de madera forradas con tela de mosquitera como contenedo
res de la arcilla (figura 185).
Los estratos horizontales se pueden tratar con herbicida. Las unidades
estratigráficas negativas deberían rellenarse con tierra. Sólo en casos espe
ciales puede descartarse el recubrir la excavación y plantearse el problema
de su valorización. No es adecuado dejar las ruinas abandonadas y sin vigi
lancia o invertir demasiado dinero para dejar a la vista restos que no sean
212 HISTORIAS EN LA TIERRA
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F1GURA 186. Embalaje de un estuco pintado una vez arrancado de la pared. Ejem
plo de Settefinestre (solución propuesta por el Instituto central para la restaura
ción).
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FIGURA 187. Caja de embalaje para contener las partes en las que se ha dividido un
mosaico arrancado. Ejemplo de Settefinestre (solución propuesta por el Instituto
central para la restauración).
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1
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)
LO ORDINARIO Y LO IMPORTANTE
Longhi fue un Croce de los objetos. ¿ Cómo aceptar su «estilo, única mo
ral del arte» ?3 Más tarde matizó la cuestión,4 pero su compenetración con el
espíritu de las diversas épocas se parece mucho a la licuefacción y es dema
siado adverso al control de los documentos ajenos al reino de lo bello. En él,
el mostrar la «poesía figurativa» prevalece sobre el demostraré
Si el estilo es la única moral del arte, el contexto acaba por jugar un pa
pel secundario. Sirve, como máximo, para establecer el «valor de conexión
ambiental», más importante cuanto menor es el valor cualitativo intrínseco
de una obra. Un cuadro aislado, juzgado desde el punto de vista estilístico
como «mediocre», puede ascender al grado de «importante» si se analiza en
el contexto de sus circunstancias materiales. Ante objetos de gran calidad el
valor de su contexto acaba por ser algo accidental.6
Longhi polemizó con Croce manteniéndose no obstante fiel a su estética.
Las artes pictóricas, plásticas y arquitectónicas para él formaban parte de la
«poesía figurada» y esta última pertenecía a la «poesía sin ulteriores especi
)
ficaciones». Longhi parece en esto más «crociano» que el propio Croce, por
que incluye en las artes mayores a la arquitectura, que Croce en cambio dis
tinguía prudentemente de la verdadera poesía figurada. Longhi, sin quererlo,
facilitaba la indistinción entre poesía literaria y artística, que Croce teorizaba
basta el límite de decretar la muerte de una historia del arte autónoma, que
Longbi obviamente no podía aceptar.7 Aboliendo cualquier distinción de gé
nero entre las artes mayores, el crítico de arte acentuaba el idealismo del fi
lósofo, pero al mismo tiempo estaba obligado a atenuarlo, contradiciéndose,
para defender la legitimidad de su disciplina.
Longhi se contradecía además cuando reabsorbía en el concepto de poe
sía los aspectos prácticos ligados a la arquitectura, pero no los de las otras ar
tes aplicadasdesplazando por lo tanto el límite entre poesía y no poesía, para
trazarlo de nuevo, falto de lógica, inmediatamente después. Del templo de la
LO ORDINARIO Y LO IMPORTANTE 219
\
•
Para entender las diferencias culturales entre las viejas clases apenas
eclipsadas y la categoría actual hay que volver a Nietzsche, que contrasta la
cultura burguesa y prevé proféticamente nuevas necesidades, hoy en día en
grao parte satisfechas por los actuales detentadores del poder.
Existe un desprecio simulado hacia todas las cosas a las que en realidad
los hombres atribuyen la máxima importancia, hacia todas las cosas próximas
... Viceversa, la estima de las «cosas más importantes» no es casi nunca del
todo genuina ... Una desagradable consecuencia de esta doble hipocresía es
que las cosas próximas, como por ejemplo comer, vivir en una casa, vestirse,
tener relaciones sociales, no son hechos objeto de reflexión ... y ... puesto que
estas cosas se consideran degradantes, si se les retrae la propia seriedad inte
lectual y artística.e'
Debe admitirse que las cosas más cercanas de todas son generalmente mal
vistas y muy raramente tomadas en cuenta ... Ser ignorantes, no tener los ojos
dirigidos hacia lo que es pequeño y ordinario esto es lo que hace que para
muchos la tierra no sea más que «un valle de lágrimas» ... Curas y maestros y
la sublime ambición de dominio de los idealistas de todo tipo ... comienzan ya
224 HlSTORlAS EN LA TIERRA
inculcando al niño que lo que cuenta es otra cosa ... Ya Sócrates se defendía
con todas sus fuerzas contra esta altiva dejadez de lo humano a favor del hom
bre y con un dicho de Homero solía llamar la atención acerca del verdadero
ámbito y de la esencia de todos los remedios y de los pensamientos: «es esto y
sólo esto decía lo que de bueno y de malo me ocurre en casa».2.1
Nosotros debemos volver a ser buenos vecinos de las cosas próximas y no
dejar de mirarlas en modo tan despreciativo como hasta ahora se ha hecho,
mirando a las nubes más allá de aquéllas ... Quien ha aprendido a despreciar
el presente y las cosas cercanas y la vida y a sí mismo y nosotros ... recibi
mos todavía hoy en nuestra sangre por herencia algo de este veneno del des
precio hacia las cosas cercanas.P
Es característico de una cultura superior el apreciar las pequeñas verda
des no espectaculares, halladas con un método severo, más que los errores jo
cosos y deslumbrantes, debidos a épocas y hombres metafísicos y artísticos. La
primera reacción ante aquellas verdades es un gesto de desprecio, como si nos
hallásemos Crente a cosas ilegítimas: cosas modestas, vacías, frías, que se pre
sentan aparentemente tan poco estimulantes cuanto bellos, espléndidos, em
briagadores, incluso beatiñcantes se presentan aquellos ... Los que rinden cul
to a las formas, con su criterio de lo bello y de lo sublime, tendrán en principio
buenas razones para reír, pero apenas la valoración de las verdades discretas
y el espíritu científico empezarán a dominar ... 27
Hasta ahora era ... la rareza ... la que ennoblecía. Pero nótese al respec
to que sobre la base de esta norma se ha juzgado injustamente y calumniado
en bloque a favor de las excepciones todo aquello que era habitual, inmedia
to e indispensable, todo lo que, en definitiva, servía para conservar la especie
y constituía en general la regla de la humanidad hasta nuestros días. Conver
tirse en el abogado de la regla: esta podría ser quizás la última forma y la ültí
ma gentileza con la que se manifiesta sobre la tierra el sentido de la nobleza.P
l
LO ORDINARIO Y LO IMPORTANTE 225
Para el mundo antiguo existe ya una historia arqueológica del arte, pero
no es así todavía para el mundo medieval y el moderno, lo cual también es
responsabilidad de los arqueólogos posclásicos que, hasta ahora, no se han
preocupado de los grandes monumentos y de sus decoraciones, temiendo las
críticas de los historiadores del arte y de la arquitectura o quizás por un ex
cesivo amor por las cosas marginales. Si bien es cierto que la arqueología ha
aprendido mucho de la historia del arte en lo que respecta a la crítica figura
tiva ( como demuestra la obra de Bíanchi Bandinelli) y que en el terreno de
las relaciones de producción e iconográficas la arqueología y la historia del
arte se han intercambiado experiencias útiles (si bien el arqueólogo, «dumm
aber fleissig», ha desarrollado procedimientos y pruebas más certeros), en el
campo de las antigüedades (abandonado para la época posclásica a los anti
cuarios del mercado) y en el de la tipología, de la estratigrafía y de la topo
grafía la arqueología tiene muchas cosas que enseñar a la historia del arte.
ra». De ello se deduce que «la única figura fundamental es la figura de la con
tigüidad: en un primer grado ésta se realiza en metonimia o sinécdoque y en
el segundo se multiplica y se espesa en metáfora». Esta contigUidad concep
tual no es más que «la proyección abstracta de una contigUidad que puede
existir de forma preliminar en el espacio y en el tiempo de la realidad física
o psíquica o entre un elemento del mundo material y un elemento del mun
do interior».38
Traducido al mundo de las cosas, es como decir que en el origen está la
contigüidad metonímica del contexto y sólo a continuación, mediante una
condensación intuitiva, fantástica e innovadora, aflora la similitud metafóri
ca del estilo. El estilo existe porque tiene un sentido tan lábil del contexto
que le permite fundir dos o más conjuntos, forzando de tal manera a su pro
pia geografía pero, al mismo tiempo, exaltándoles en su nueva fusión. Por
ello el tipólogo, el estratígrafo y el topógrafo serán mejores cuanto en mayor
manera consigan conectar, de forma inductiva o deductiva y aprovechando
los más tenues indicios, actividades aparentemente alejadas que pertenezcan,
en cambio, a una misma secuencia productiva, a una misma cuenca estrati
gráfica o a un mismo paisaje. De tal manera aquéllos desvelan metonimias vi
vientes, nuevas configuraciones y circunstancias del mundo. Mientras que el
historiador del arte y el anticuario, metáforas vivientes, serán mejores cuan
to en mayor manera consigan imaginar abductivamente conexiones entre
paisajes, cuencas y secuencias diversas, y todavía con mayor habilidad cuan
do paisajes, cuencas y secuencias se hallen dispersas y sea necesario combi
nar las cosas con verosimilitud y fantasía.
)
232 HISTORIAS EN LA TIERRA
cas ha sido olvidada a favor de uno solo de los dos polos. Esta orientación
unidireccional de la investigación se explica por la homogeneidad de los me
dios disponibles para tratar las metáforas, respecto a la heterogeneidad de
los medios necesarios para tratar las metonimias. Llevando la cuestión a tér
minos literarios equivaldría a decir que se ha estudiado más la poesía, sede
primordial de la metáfora, que la prosa, sede primordial de la metonimia.39
Estas preponderancias se observan también en las investigaciones ligadas
al mundo de los objetos, en las que los investigadores han sufrido con mayor
frecuencia la afasia de la contigüidad, reduciendo la bipolaridad funcional
que regula aquel mundo a la sola función de similitud. Se ha estudiado más
la poesía de las obras de arte que la prosa de las cosas de la vida. Desde este
punto de vista se podría decir que el historiador del arte ha sufrido general
mente de afasia de la contigüidad y el arqueólogo de la de la similitud, in
cluso que la propia existencia de dichas disciplinas es fruto de la afasia y, por
lo tanto, si se quiere, de una enfermedad. La existencia de una historia del
arte arqueológica en los estudios clásicos, mucho más rara en los estudios
posclásicos, se explica por el hecho de que las lagunas en el campo de la si
militud, típicas en lo que nos queda del mundo antiguo, nos han inducido a
dar mayor valor a los datos de la contigilidad.
El lenguaje y las obras del hombre deberían estudiarse pues en toda la
variedad de sus funciones contrapuestas y antes de tomar una de ellas en
consideración se debería entender en qué modo se relaciona con las otras. Si
no, nuestro comportamiento investigador hacia los objetos parece descom
pensado y falto de reequilibrio. De forma diversa se han comportado los gran
des escritores del siglo xtx, a partir de las novelas históricas de la primera mi
tad de aquel siglo,40 que han sabido combinar el componente «fantástico» de
la metáfora con el «realista» de la metonimia, esforzándose en poner en es
cena las acciones libres de sus personajes en atmósferas concretas en el espa
cio y en el tiempo. Bajo esta óptica, la novela «realista» presenta un modelo
ideal en el que los historiadores de las cosas, prescindiendo de que sean ar
queólogos o historiadores del arte, deberían inspirarse para superar su inspi
ración unilateral.41 El mundo de los objetos, de hecho, ya no lo imaginamos
como una lista patrimonial de obras maestras, sino como tantas cosas diver
sas en transformación combinadas en diferentes series de estados de cosas
sucesivos en el tiempo.
)
234 HISTORIAS EN LA TIERRA
A la generación que, entre los años treinta y setenta de nuestro siglo, sos
tuvo el cientificismo de la historia, desarrollando análisis estructurales de cir
cunstancias históricas colectivas, ha sucedido otra que prima la descripción
narrativa, coloca de nuevo al hombre en el centro de la investigación y vuel
ve a escribir en el «bello stile». ¿De la ciencia histórica se ha regresado a la
literatura histórica?
Esta restauración del relato se debería a la idea de que cuanto mayor es
el cientificismo de los procedimientos tanto menor es la relevancia de los
resultados." Resultaría más tranquilo aceptar que en este campo no hay
vencedores ni vencidos, que a una época de polaridad metodológica ha su
cedido otra dispuesta a aceptar la compatibilidad entre los diversos paradig
mas, por lo que la analítica y la narrativa, el estudio de las circunstancias y
del hombre, acaban por potenciarse mutuamente: «una mayor conciencia de
la dimensión narrativa no conlleva atenuar las posibilidades de conocimien
to de la historiografía, sino al contrario intensificarlas».52
Desde los años setenta se ha desarrollado una tendencia «irónica» fren
te a la verdad histórica. White había mantenido, por ejemplo, que detrás de
cada historia hay un substrato preconceptual, un paradigma mctahistórico,
por el que la investigación histórica no sería más que un arte: «en cualquier
campo de estudio no reducido (o elevado) todavía al estado de ciencia ver
LO ORDINARIO Y LO IMPORTANTE 237
escriben los historiadores sea lo que realmente ocurrió, que historia de la his
1
toriografía e historia puedan identificarse. Demasiada riqueza original de fe )
nómenos y de atmósferas se ha desvanecido con el paso del tiempo. Dema 1
)
siada es la nueva conciencia y capacidad de sueño con la que nos lanzamos
sobre los monumentos. Al resucitar el pasado les prestamos parte de nuestra )
sangre, haciéndoles vivir con ello otras existencias, como en la metempsico 1
sis. Ningún acontecimiento se halla jamas sólo y acabado en el pasado, pero 1
siempre está de alguna manera activo en su futuro, por la continua actuali )
zación a la que le somete el hombre continuamente. Pero algo de la sustan 1
I�
1
l
PROCEDER HACIA ATRÁS
recía que podían captarse mejor con el olfato del cazador, mientras que los i
segundos mejor con el rigor formal del científico.4
El triunfo de lo adivinatorio en la investigación histórica llevaba fatal
)
mente a una concepción demasiado tradicional y limitada de la investigación )
histórica, al borde del autolesionismo. Luego llegó un nuevo ensayo de Ginz 1
)
burg, más equilibrado y aceptable, aunque tuvo menos éxito que el prece 1
dente.! Un lustro de debate no había pasado en balde.
1
)
Unos años más tarde llegó a mis manos Estudio en escarlata de Conan 1
Doyle, en una reimpresión de la tercera edición (Londres, 1898). Pensé en )
)
PROCEDER HACIA ATRÁS 241
El que indaga debe saber apreciar el valor del mínimo detalle: «incalcu
lable es la importancia de lo infinitamente pequeño». Para una gran mente
nada es demasiado pequeño. Ha sido la medicina la que, por primera vez, ha
hecho tangible la importancia de lo ínfimo, al descubrir el mundo de los mi
crobios: «saber identificar y valorar con precisión incluso las menores dife
rencias es la virtud esencial de cualquier diagnóstico médico», ha escrito el
Dr. J. Bell. Su doble le responde: «para mi ojo experimentado cada signo so
bre aquella superficie tenía un significado». Freud añade a este interés «mo
relliano» por el detalle el interés por los «desechos» (El Moisés de Miguel
Ángel), en el sentido de que lo que se rechaza puede ser más significativo que
lo que se ha elegido. Pequeño, roto, feo y descartado, estos son los rasgos tí
picos del detaUe. A pesar de que su apariencia no sea exactamente estética,
el buen investigador lo tiene muy en consideración.
S. H. llega a brillantes resultados gracias a intuiciones que le surgen en
casa o en el curso de sus pesquisas: «no hay nada mejor que la documenta
ción de primera mano». Esta intuición del detective recuerda a «un perro de
caza, de pura sangre y bien adiestrado». Pero la intuición de S. H. es sólo apa
rentemente venatoria: «llegué a la conclusión sin darme cuenta de los pasos
intermedios que, sin embargo, existían». En su intuición pesa, más que un in
controlable olfato adivinador (típico de los investigadores mediocres), la
conciencia de los pasos mentales rigurosamente individualizados y relacio
nados, siempre exhibidos con una elegante demostración al final del relato.
La chispa de genialidad es para él una condensación fulgurante de reglas for
malmente aplicadas: «toda la secuencia de pensamientos no ocupó más de un
segundo». En esta intuición la regla y la falta de éstas son amigas y se poten
PROCEDER HACIA ATRÁS 243
S. H. parte del presupuesto de que «no hay nada nuevo bajo el sol y todo
hecho tiene su precedente». Lo que cuenta es saber controlar la casuística:
«hay una gran familiaridad entre los diversos crímenes y, si se conocen con
precisión los detalles de un millar de casos, sería extraño no llegar a resolver
el que hace mil uno». De esta manera se vuelve a la imagen del amigo ínti
mo: «se le reconoce rápidamente, incluso entre una muchedumbre de hom
bres vestidos todos igual, que sólo se distinguen por las pequeñeces, por lo
que conociéndolas se puede proceder a la identificación». Para alcanzar sin
gularidad en una muchedumbre hay que buscar extrañezas en lo pequeño,
alli donde todo parece uniforme y normal. Las pequeñeces se convierten en
tonces en enormidades. Pero para seleccionar estas pequeñas grandezas, es
tos detalles significativos, es necesario el tamiz del método tipológico, que
sabe articular cosas y acontecimientos en grupos, formas y tipos, siguiendo
reglas previamente establecidas (como en la clasificación botánica). La pre
cisión tipológica Lleva al investigador a escribir grandes monografías sobre
temas aparentemente fútiles, como la de S. H. «sobre las ciento catorce varie
dades de ceniza de tabaco». Tipos de zapatos, improntas, manchas y suelos
atraen la atención del detective: «tras largas caminatas me ha mostrado
dice Watson salpicaduras de barro en sus pantalones y por su consisten
cia y color sabía decirme en qué parte de Londres se habían producido»
(como el arqueólogo cuando clasifica los estratos). Si el test de S. H. sobre las
manchas de sangre se hubiese descubierto antes, centenares de criminales no
estarían libres, confundidos con la gente. El problema reside en identificar en
el ovillo incoloro de la vida la trama de lo que se quiere identificar: «nuestro
deber es devanar, aislar y exponer en su totalidad ... » (como hace el ar
queólogo con los estratos, antes de excavarlos). Para determinar una crono
logía resulta válido el razonamiento según el cual lo que «cubre» es más tar
dío que lo que está «cubierto»: «botas de cuero habían pisado aquel suelo y
sobre aquellas huellas habían caminado zapatos de punta cuadrada», calza
dos evidentemente por alguien que había llegado allí en un segundo mo
mento (un razonamiento estratigráfico típico del excavador).
más bien una graduación de condiciones entre estos dos extremos, por lo que
debe entenderse a qué nivel un fenómeno se registra en el campo existente
entre la forma y la no forma, entre el orden y el caos. Imaginemos que una
biblioteca incendiada se transforme en un estrato de cenizas. Se trata de una
evidencia estratigráfica completamente diferente de la que ofrece Pompeya.
A partir de las lesiones y de las contracciones de la ciudad vesuviana pode
mos acercarnos fácilmente a la integridad de la ciudad en época flavia, pero
desde el estrato de cenizas no podremos reconstruir con fidelidad la biblio
teca incendiada. Podremos, como máximo, comprender que las cenizas son
lo que queda de la biblioteca e intentar obtener de aquel estrato negruzco el
máximo de información sobre una estructura que ha dejado de existir.
Al transformarse en ceniza, una gran cantidad de espacio segmentado y
de tiempo narrado se ha perdido para siempre al esfumarse irreversiblemen
te las letras, los libros y el propio orden de los mismos. Con la catástrofe su
frida por este cerebro social, la identidad discontinua de la palabra se ha
transformado en un silencio casi ininterrumpido. La confusión producida es
enorme pero no total porque ha quedado un estrato de cenizas que tiene, aJ
menos, una fecha y un límite. Queda pues una especie de «bolsa» que con
tiene algo que no parece ser muy interesante. Con el incendio hemos des
cendido con temor al espectro de la morfogénesis, nos hemos acercado al lí
mite más allá del cual la homogeneidad deja de ser relativa y tiende a ser
absoluta. Si no hubiese quedado ni el estrato de cenizas, pero pudiésemos co
nocer la realidad de la biblioteca quemada a través de fuentes no estratigrá
ficas, en dicho caso se hubiera superado el límite y nos habríamos hallado en
el punto en el que se pierde cualquier tipo de distinción y que nosotros con
sideramos la nada.
Pero volvamos a nuestro estrato de cenizas. El excavador se esforzará
para descubrir la mínima diferencia, la más modesta traza de espaciotiempo,
y se aventurará en él como en un infinito intensivo con la esperanza de re
cuperar en profundidad todo lo que se ha disuelto en la superficie. Intentará
de todas maneras traducir, al contrario que el incendio, las cenizas en estan
terías, libros y caracteres y, si tiene suerte, llegará quizás a recuperar briznas
de textos e indicios de su colocación original, pero no podrá jamás pasearse
entre los libros como, en cambio, ahora puede todavía pasearse por las caJJes
de una Pompeya recientemente excavada y restaurada. En el caso de la bi
blioteca se ha producido el desorden y la contracción de una riquísima mul
tiplicidad de funciones proposicionales en una sola función, la de su ruina y
tendencial reductio ad unum. Por el estratobolsa de cenizas se interesarán,
no ya los bibliotecarios que escaparon al incendio y para los que «todo se ha
perdido», sino el arqueólogo que llega mucho tiempo después de la catástro
fe y al que esta materia informe, pero todavía con algunas briznas de espa
ciotiempo, le parece aún reveladora y matriz de una historia que si no ha
bría desaparecido completamente. ¿ Ubicar y dimensionar la biblioteca de
Alejandría no sena ya una labor útil para quien quisiera reconstruir el mal
conocido urbanismo de la antigua ciudad? Los pobres estratos a los que se
)
)
250 HISTORIAS EN LA TIERRA
Queda por descubrir qué tipo de relación pueda existir entre la memoria
en el interior de nuestro ser y la memoria en el mundo material exterior, por
ejemplo en una ciudad multiestratificada. El malestar en la cultura (1929)
contiene una reflexión de Freud de máxima importancia:
en las que se destruye casi de forma regular (como en los cuerpos de los ani
males y los humanos).
Algo parecido a lo que ocurre en la psique puede observarse en algunas
instituciones religiosas y sociales, en las que las nuevas fórmulas se acumulan
a las precedentes tan sólo modificándolas de forma muy lenta, como en la
«estratigrafía» de las fiestas de primavera y de las bodas en el Lacio, desde la
protohistoria a la época medio republicana romana:
... por esto la «estratigrafía» de las fiestas primaverales y de las bodas, posible
gracias al insistente perdurar de ritos y leyendas, tiene un interés extraordina
rio para la historia de la mentalidad y de las estructuras sociales. Pero a dife
rencia de las estratigrafías arqueológicas, en las que los estratos se distinguen
claramente y los materiales más antiguos en ellos contenidos son una especie
de reliquia inútil, la estratigrafía ideológica es así sólo en apariencia: los es
tratos no se definen de forma mecánica y lineal, sino que se muestran como
clusters, burdamente definibles en sentido cronológico, de elementos en parte
antiguos y en parte recientes y pertenecientes a momentos de llegada diversos,
y así los fósiles no se convierten nunca en tales, sino en épocas muy lejanas de
su nacimiento y de su uso principal, siendo continuamente forjados y pro
puestos de nuevo en los diversos «estratos», hasta el límite de su consumo.'
• Familia de fotógrafos florentinos, en activo en la segunda mitad del siglo xrx. Documen
taron ampliamente tanto los monumentos antiguos como los paisajes urbanos y las obras de arte
de Italia. (N. del t.)
256 HISTORIAS EN LA TIERRA
)
Con las alas plegadas alcanza a liberarse de la tempestad que proviene del
Paraíso. No desprecia el cúmulo de ruinas que se eleva aJ cielo y que todo lo
oscurecería si no fuera por su empeño incesante en aclarar. En este recorri
do hacia atrás los muertos y sus cosas viven una segunda vida, expuestos de
nuevo a la luz y sometidos a la piadosa exégesis del ángel, en un comentario )
perpetuo. El pasado se convierte así en actualidad y crece como el presente
hacia un futuro sin limites.
Estos dos ángeles presiden nuestra vida y son fuerzas contradictorias
pero necesarias de la existencia tal y como nos ha sido dada.
NOTAS
Prefacio (pp. 15)
l. B. Croce, Con tributo olla critica di me stesso, 1915. A favor de uoa separación radical en
tre filosofía e historia estaba D. Cantimori (c!. p. 157, nota 1).
2. l. Calvino, «Leggerezza», en Lezioni Americane, 1988.
3. T. Mano, Considerazioni di un impolitico, 1918.
El debate anunciado con la arqueología francesa no se llevó a cabo pero la Universidad de ">
Siena, con sus ciclos de lecciones, ha continuado siendo el más importante centro de debate so ).
bre estas cuestiones. En 1987 el tema ha sido L'architettura e il restauro dei monumenti (Franco
vichParenti, 1988; sobre el tema véase también Carandini, 1mb), en 1988 Le scienze applicate
all'archeologia (MannoniMolinari, 1990), en 1989 Lo scavo: dalla diagnosi atl'edizione (Fran
covichManacorda, 1990) y en 1991 l/archeologia del paesaggio (FrancovichManacorda, e.p.).
3. Significativo es el episodio relatado por Lugli (1959): «me gusta recordar la sorpresa que
tuve en una excavación estratigráfica para recuperar algún fragmento del primitivo templo de
Júpiter (Capitolino]. A ocho metros de profundidad se entrevé una pieza de hierro esmaltado,
de forma redondeada, con asa lateral fácilmente reconocible ... Nos miramos atónitos, luego
,·
empezamos a reír. Cerramos rápidamente la excavación y del templo de Júpiter de los Tarqui
nios ya no se habló más». La estratigraña como método para fechar monumentos no está con
templada por Giuliani (1990), p. 21.
4. Hudson (1981); Manacorda (1981), (1982a), (1983), (1985b), (1987); Carandini et al.
(1985); Casragnoli et al. (1985); Visser TravagliWard Perkins (1985); La RoccaHudson (1986);
Milanese (1987); Panella (1987) y (1990); Archéologie urbaine (1982); Archeologla urbana in
I'
Lombardia (1984); con un ensayo de M. Carver sobre la arqueología urbana en Europa y la
bibliograña correspondiente; Archeologia urbana a Napoli (1984); Archeologia urbana e restau
ro (1985); FrancovichParenti (1988); Archeologia urbana a Roma (1989); MorselliTortorici
(1989).
5. Barker (1977), pp. 119 ss.; Leonardi (1982); Devoto (1985); Amoldus Huyzenweld
Maetzke (1988); Balista atal. (1988); De Guio (1988); BrogioloCremaschiGelichi (1988); Cre
maschi (1990).
l. Delano Smith (1979); Potter (1979); CeluzzaRegoli (1981), pp. 301 ss.; Ammerman
(1981); KellerRupp (1983); MacreadyThompson (1985); Shennao (1985); Haselgrove (1985);
De Guio (1985); FerdiereZadora Río (1987); Maire VigueurNoyé (1988); CarandiniCeluzza
Fcntrcss (1981); RegoliTerrcnato (1989); Barker, c.p.; Fcntress, e.p.; Pasquinucci (1989); sobre
el planteamiento de un proyecto arqueológico topográfico y de excavación, cf. Carandini
(1988b) y Regoli (1988); para un debate acerca de la arqueología del paisaje y la Forma Italiae,
cf. Carandini (1989() y Sommella (1989); véase también CeluzzaFentress (1990); Redman
(1990); BarkerLloyd (1991), FrancovichManacorda, e.p.
2. Cuando a la multiplicación de las secciones en los cortes se añade la costumbre de cribar
la tierra en los límites de los sondeos, como ocurrió en la excavación de Koster Site (lllinois) que
aparece en la portada del manual de Joukowsky (1980), entonces el riesgo de intrusión es exce
sivo. El manual de Barker (1977) es citado por Joukowsky como uno de «los libros más útiles».
pero no ilustra la técnica de excavación en grandes áreas y propone de nuevo el método Whee
ler.
3. Véanse los Annual Reports de la Oxfordshire Archaeological Unit; BensonMiles (1974);
Barker (1986), figuras 26 ad,
4. Véase una propuesta de ficha en las pp. 95 ss.: FentressFilippiPaoletti (1981); Fentrcss
(1982); Carandini (1985a), 1 ••, pp. 215 ss.
5. B. D'Agostino, «Prefacio» a Barker (lm).
6. Mannoni (1985); l. Ferrando Carbona, en Francovich (1988), pp. 119 ss.; Carver (1989).
7. Véanse los «Annual Reports» del York Archaeological Trust; la 0/ficial Guide de Jorvik.
Viking Centre; el St. Saviour's Archaeological Resource Centre, en el que se implica al público
en el estudio y conservación de los materiales; el arqueólogomanager es Addyman (1988); véa
se también Carandini (1989c); la Universidad de York organiza desde 1990 un Master's Degree
en «Archaeological Heritage Management».
NOTAS (PP. 4145) 261
3. La documentación (pp. 89133)
9. Carandini (1985b).
10. Censor incansable de la arqueología en Roma es F. Zeri, L'inchiostro variopinto, Milán
1985. De su polémica se disocia E. Castelnuovo, en L'Indice, 3, 1986, p. 31. Cf. también los artf
culos de A. Carandini en l'Unité, 4 de mano de 1981, p. 3; Pace e guerra, 10 de marzo de 1983;
1/ Corriere della Sera, 20 de marzo de 1983 (Corriere romano); Rinascita, 3 de junio de 1983; 11
Messaggero, 26 de octubre de 1983; y Carandini (1985d).
11. Sul'urilird e il danno della storia per gli uomini, 1874.
12. Cartas a L Bonfant, 1877, y a G. Sand, diciembre de 1875.
13. Longhi, Mania Preti, cit.
14. R. Bianchi Bandinelli, en La critica d'arte, 1942, p. 11. G. Agosti, «La fortuna di Aby
Warburg», Quademi stortct, 1985, p. 40.
15. Carta del 3 de mayo de 1953.
16. Como se desprende de una carta a G. Einaudi del 28 de junio de 1953.
17. Carta del 16 de enero de 1952.
18. Carta del 1 de mayo de 1929.
19. T. Mann, José y sus hermanos, 19331943.
20. R. Bianchi Bandinelli, Organicitá e astrazione, Milán, 1956; id., Arcñeologia e cultura,
Roma 19791, p. 197, nota 8. Cf. también A. Carandini, Rinascita, 16 de febrero de 1985.
21. Carta del 14 de agosto de 1948.
22. P. Sylos Labini, Le classi sociali negli anni'BO, RomaBari, 1986.
23. M. Enzensberger, Su/la piccola borghesia, Milán, 1983. G. Ruffolo, La qualitd socia/e,
RomaBari, 1986.
24. F. Nietszche, Humano, demasiado humano, 1879, 11.2.5. (trad. cast.: Edaí. Madrid, 1984).
25. lbid., 11.2.6.
26. /bid., 11.2.16.
27. /bid., 1878, 1.1.3.
28. Id., La gaya ciencia, 1887, I.55. (trad. cast.: Akal, Madrid, 1988).
29. Id., Humano, demasiado humano, cit.
30. Enzensberger, Su/la píceo/a borghesia, cit.
31. R. Bianchi Bandinelli, Introduzione all'archeologia, RomaBari, 1975.
32. Cf. pp. 30 ss.
33. E. Castelnuovo, «Per una storia sociale dell'arte», Paragone, 313, 1976, pp. 3 ss. y 323,
1977, pp. 3 ss. Cí. también Arre, industria e rivoluzione, Turín, 1986.
34. S. Seuis, «Artisti e commiuenli fra Quauro e Cinquecento», en Storia d'ltalia Einaudi,
4, Turín, 1981; id., Presentación a A. Sesnec, La sopravviventa degli antichi del, TurCn, 1981, e
Introduccián a F. Saxl, La [ede negli astri, Turín, 1985.
35. Nietzsche, Humano, demasiado humano, cit.
36. A. Carandini, "La cultura e il comportamento professionale delle maestranze artigiane
tardoanricbe», en La parola del passato, 1963, pp. 378 ss.
37. R. Jakobson, Saggi di linguistica generale, Milán, 1986; Ginzburg, Mostrare e dimostra
re, cit.
38. A. Henry, Metonimia e mera/ora, Turín, 1975.
39. Jakobson, Saggi; cit.
40. VV.AA .. Storie su storie. Indagine sui romam:1 storici (18141840), Vicenza, 1985.
41. C. Ginzburg, «Provee possibilitb,en N. ZemonDavis, /1 rirornodi Martín Guerre, TurCn,
1984, pp. 131 ss. (hay trad. cast.: El retorno de Mart(n Guerre, Antoni Bosch, Barcelona, 1984).
42. Véase M. Pratz, Filosofia dell'orredamento, Milán, 1981.
43. R. Bianchi Bandinelli, Geggiano, Ed. del Grifo, Montepulciano, 1985. Cf. lám. 37.
44. P. Thomton, // gusto della casa (16201920), Milán, 1984.
45. M. Wackemagel, // mondo degli artlsti ne/ Rtnascimento florentino. Committenti, bot
theg« e mercato dell'arte, Roma, 1994. El Palazzo Vecchio se toma en consideración no acumu
lativamente, como resultado final de una serie de alteraciones, sino como una historia de «equi
librios» urbanísticos, arquitectónicos, decorativos, artísticos y funcionales, de los que a veces
quedan pocas trazas, por lo que hay que reconstruirlos paso a paso. El palacio se analiza como
lo harCa hoy en día un arqueólogo, tomando en consideración las diversas fases del barrio y de
)
)
264 HlSTORlAS EN LA TIERRA
la plaza, la fachada, los interiores, tanto sus disposiciones como sus decoraciones. Se siguen los
traslados de las estatuas y de los mínimos enseres, fijándose incluso en las bases para los obje
tos y en otros mínimos detalles, fundamentales, no obstante, para la reconstrucción de las visio
nes de conjunto. Se propone incluso la búsqueda en el mercado de las piezas perdidas. Para cada
fase constructivodccoraliva se estudian las fuentes de financiación, los encargos y los artistas.
Incluso para cada una de las habitaciones se dibujan las que en lenguaje arqueológico se llama
rían plantas y alzados «de fase", para poder dibujar los diversos contextos, a las que hay que
ailadir lo que falta y eliminar lo que ha sido ai\adido. Salen a la luz las funciones de las salas e
incluso el ceremonial correspondiente. Iglesias, palacios, elementos necesarios para fiestas y es
pectáculos se estudian a partir de la secuencia de los assetti y luego se afronta el estudio parti
cularizado de esculturas, pinturas, etc. Wackcmagel ha escrito: «debemos actuar con el interés
universal puro y objetivo del botánico, que encuentra dignos de observación no sólo las flores y
los frutos peñumados, sino también toda la estructura del árbol, cada una de las briznas de hier
ba e incluso las malas hierbas»,
46. R. Bianchi Bandinelli, «Un tempo lontano», Studi Etruschi, 24, 19551956, pp. xt ss.
(texto que me indicó G. Agosti).
47. ld., «Storieua d'Italia», en Da/ diario di un borghese, Milán, 1962, pp. 414 ss.
48. Id., Storiciul deil'ane dassica, Florencia, 1950, pp. 145 ss.
49. Thornton, // gusto della casa, cit.
50. Bianchi Bandinelli, Da/ diario, cit.
51. Es una idea provocadora de C. Ginzburg, «Spie. Radici di un paradigma indiziario», en
W.AA. Crisi della ragione, Turín, 1979, p. 169 que contrasta con todo lo afirmado de forma más
razonada en Prove e possibilitd, cit.
52. /bid.
53. H. White, Retorica e storia, Nápoles, 1978.
54. G. Duby, 11 sogno della storia, Milán, 1986.
55. Ginzburg, Preve e possibiliul, cit.
56. Carandini, 1985a, 1••, pp. 182 ss.
57. Fundamental acerca de la relación entre una cosa en sí misma e informe/información es
G. Bateson, Verso una ecologia della mente [1972) y Mente e natura [1979) (cf. epígrafe).
Las abreviaturas de los títulos de las revistas son las del Année Philologtque.
Se ha indicado con e.p. los trabajos que se hallan en prensa.
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274 HISTORIAS EN LA TIERRA
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Lamboglia, N., XI, xu, xm, XIV, 24, 29, 30, 49, Pirgos, 80
81,82, 89, 107, 109, 114, 162 Pisa: Cruce (Centro Nazionale Universitario
Lanciani, R., 53, 125 di Calcolo Elettronico), 131
Leopoldo de Toscana, 234 PittRivers, Julian, 53, 156
Liguria, 63 Po, valle del, 197
Londres, 197, 198; Museo de, 31, 91, 9697, 98, Poe, Edgar Allan, 20
101, 105106, 114, 118, 119, 127, 140, 141, Pompeya, 28, 54, 116, 194, 209, 212, 247, 249,
148, 172, 184; riberas del Támesis, 197; Vic 250,254, 255
toria and Albert Museum, 233 Porchester, 30
Longhi, R., 218220 Porellino, 234
Lubbock, J., 27 Pratz, M., 263 n. 42
Lugli, G., xi, 29 Priene, 145
fNDICE ONOMÁSTICO Y TOPONl'MJCO 279
Ramsés II, 4
Reinach, S., 144 Tarquinia, 194
Richborough, 45 Tarquinios, 120
Rocca San Silvestre, 129 Teodosio II, 171, 194
Roma, 11, 16, 23, 54, 66, 140, 251; Circo Má Terrenato, Nicola, 5, 124
ximo, 120; Collegio Romano, 29; Columna Thomton, P., 263 n. 44, 264 n. 49
Trajana, 29; Comicio, 28; Cripta de Balbo, Torelli, M., 265 n. 5
115; Forma Urbis, 125; Foro romano, 19, Tucídides, 11
23; foros imperiales, 2, 23, 219; muralla ser
viana, 194; Murallas Aurelianas, 254; Mu
seo della Civiltá Romana, 120, 144; Museo Valle d'Oro, 45
Etnográfico, 29; Palatino, 17, 30, 53, 82, Ventimiglia, 30, 49, 81, 85
123, 125, 157, 261 n. 5; Panteón, 254255; Vertiere, 234
Porticus Liviae, 203; San Michele, 29; San Verulamium, 30, 206
ta Lucia in Selci, 116; Santa Maria Anti· Vitruvio, 190
gua, 207; templo de Apolo Sosiano, 53;
templo de Fortuna y Mater Matula, 120;
templo de los Cástores, 120; templo de Sa Wackemagel, M., 233, 263264 n. 45, 265 n. 7
turno, 120; Via del Corso, 254255; Via Fla Warburg, A., 220
minia, 254 Ward Perkins, J. B., 167
Romanelli, P., 29 Wheeler, M., XII, XIV, 28, 30, 4754, 89, 107,
Roskamus, 17 114, 156, 206
White, H., 235, 264 n. 53
Winckelmann, J. J., 225
Sanguigna, 11 Winchester, 30, 85, 206, 261 n. 5
Sebeok, Thomas A., 245, 264 n. 7 Wittgenstein, Ludwig, 219
Serlorenzi, M., 116, 124 Woolley, L, 28
Settefinestre, vm, 1, 30, 45, 60, 89, 99, 129, Worcester, 64, 155
139, 141, 144, 145, 154, 157, 163, 166, 190, Wroxeter, 30, 186, 198
212, 237, 261 n. 1
Settis, Salvatore, 5, 145, 263 n. 34
Siena, 28, 89; Universidad de, 260 n. 2; Villa York, 45, 66, 96, 197; Universidad de, 260 n. 7
del Pavone, 234
Spence, Craig, XVI
I Spina, 197 Zeri, F., 263 n. 10
Stendbal, Henri Beyle, 11, 47, 234 Zozaya, Juan, xv
'
ÍNDICE ANALÍTICO
acciones, 56, 66; numerar las, 7882 decoración arquitectónica, 116
acontecimientos, 57, 139142 dejar la excavación, cómo, 210212
actividades, 57, 81, 139142, 143 f. deposición, 3133
acumulación, 3132 deposiciones funerarias, 203
agujeros, 197199 desgastes, 33 t.. 195196
alfombrilla para las rodillas, 180 f. destrucción, 3132 y r, 34, 196
altura de estación, 104105 diagrama estratigráfico, 51, 80 y r, 8288, 89,
alzados, 88, 101, 107, 114116, 127 f., 128 r, 106, 124, 134, 140, 146, 147
129 diario de excavación, 89, 159
alzados de los períodos, 116, 117 f. dibujo, 102107
áreas de excavación, 53, 169172 dirección correcta en una excavación, 108109
arqueología: e historia del arte, 217238; y geo y f., 173 y (., 185 y (.
logía, 2731, 247; y psicología, 247258 director de la excavación, 89, 156160
arqueología de monumentos, 2021 discurso histórico, 31, 134138
arqueometría, 30 documentación gráfica, 101127
Introduccién 11
Una conquista moderna 11
Proceder hacia atrás 12
Cuestiones disciplinarias 13
Preguntas y respuestas . 13
Calidad y cantidad . 14
Construcción, ruina y estratificación 15
Deberes del excavador. 15
Un juego universal. 16
Objetividad y subjetividad . 17
Destrucción y documentación 18
Monumentos e indicios 19
Regreso a la arquitectura 20
¿Dejar de excavar? 21
Excavación y ahorro 22
Méritos de una generación 23
2. De la estratificación a la estratigrafía 43
Estrategias y métodos de excavación 43
Prospecciones . 43
Forma de la excavación 47
Procedimiento de la excavación 56
Excavación experimental, de urgencia y el público . 62
284 HISTORIAS EN LA TIERRA
3. La documentación . 89
Las fichas . 89
Fichas de las unidades estratigráficas y de sus materiales 89
Ficha de sondeo arqueológico {SAE) . 91
Ficha de unidad estratigráfica (UE) 92
Ficha de unidad estratigráfica mural (UEM) 94
Ficha de unidad estratigráfica de revestimiento (UER) .
Ficha de unidad estratigráfica lígnea (UEL)
95
96 !
Ficha de unidad estratigráfica de deposición funeraria (UED)
Tablas de materiales (TMA)
98
99 l
Ficha de material arqueológico (RA) . 100 i
1
Ficha de las muestras paleoambientales (FMP) . 101
Los gráficos y las fotografías 101
Medidas tridimensionales 101
Secciones y alzados 107
Planimetrías 116
Fotografías. 128
La informática 131
El uso del ordenador 131
¡
La edición de las estructuras 145 1
El catálogo y la publicación 151
La publicación de los materiales 154
Los materiales y la cronología absoluta. 155
Notas . 259
Bibliografía . . . . . 266
Índice onomástico y toponímico 277
f ndice analítico 280
L
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