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Un cuento infantil para niños con pesadillas:

‘El ladrón de sueños’

El ladrón de sueños, un cuento para niños sobre las pesadillas


Noa tomó su bolsa de sueños, como cada atardecer. El sol estaba a
punto de ocultarse. Hoy tenía sueños de todos los colores: cielos
estrellados, bosques del color de la esmeralda, playas infinitas y
montañas vestidas de silencio.
Tenía sueños de carreras, de risas, de chocolate. Y muchos
sueños de nubes de algodón. Y aunque sus sueños eran
menudos, hoy tenía la bolsa llena.

– Bien, es la hora- dijo antes de salir volando.

El hada Noa reparte sueños preciosos a cada niño


Su primera parada fue la casa de Azucena, una niña a la que le
encantaba bailar. Así que rebuscó en su bolsa hasta encontrar un
sueño de ballet y se fue de puntillas.
A Daniel le entregó su sueño de caballos sin jinetes y a Miguel
uno de coches.

A Margarita le encantaba soñar con sus juguetes y a


Carmencita con el mar.
Y así pasó Noa toda la noche, de aquí para allá, descargando su
bolsa en forma de suaves y mullidos sueños.

Sólo temía encontrarse con Oto, un ogro orejudo que le tenía


tanta manía, que la iba persiguiendo, transformando todos sus
sueños en pesadillas. Y no es que le tuviera miedo, sino que le
daba mucho más trabajo.

Oto y las pesadillas de los niños


Oto era enorme, y muy feo. Tenía unos ojos pequeños y unas
garras muy afiladas. Lo peor de todo es que era capaz de
meterse en sus sueños para arrojar alguna bruja, un trol, unas
sombras y cientos de ruidos extraños.

Si embargo, era bastante tontorrón e incapaz de hacer daño a


nadie. Los niños le tenían miedo por los sueños que dejaba,
pero Noa sabía que en realidad Oto era bonachón, y sí, muy
travieso. Conocía muy bien a cada niño, y no dudaba en dejarle
un sueño relacionado con alguno de sus miedos.
A Juan, que tenía pánico a las arañas, le dejaba pesadillas de
insectos enormes. Y a María, que tenía un miedo atroz a caerse,
le obligaba soñar que andaba de puntillas por una cornisa…

Así que, cada vez que Noa se encontraba con Oto, tenía que
volver al mismo sitio de donde salía el ogro para intentar
transformar de nuevo las pesadillas en sueños hermosos.
¡Cuánto trabajo le daba el dichoso Oto!

De cómo Noa descubrió que alguien le robaba los


sueños
Bueno, ese día al menos, Noa no se había topado con Oto, pero
en cambio vio a lo lejos una sombra entrar en la casa de Azucena.
Noa se acercó despacito y miró por la ventana sin que la vieran.
Pero..¿quién era ese? ¿qué estaba haciendo? Era pequeño y
llevaba una caña de pescar.
– ¡Es un ladrón de sueños!

Noa se asustó mucho. Decidió seguirle y vio cómo se llevaba dos,


tres y hasta cuatro sueños más. Al final el hombrecillo se fue
dando saltitos, de tejado en tejado, hasta una buhardilla oculta
entre las nubes. Allí guardaba los sueños robados.

Noa intenta convencer al ladrón de sueños


El ladrón de sueños salió de la buhardilla, se tumbó en una nube
y se echó a dormir.

Noa se acercó y le susurro al oído:

– Devuelve los sueñoooos.


El ladrón de sueños apenas se inmutó. Pegó un suspiro y siguió
durmiendo. Y Noa insistió:

– ¡Devuelve los sueños! ¿Para qué los quieres?


Y el ladrón de sueños venga a roncar, dormía y dormía sin parar.

Noa decidió esperar al amanecer.

Cuando el ladrón despertó, se pegó un susto tremendo.


– ¿Y tú quién eres?- le preguntó al hada.

– Esos sueños que tú robas, son míos- le contestó el hada.

– No son tuyos. Los robé a unos niños.


– Yo se los di.

– Pues los tomé prestados.

– No se los pediste-. Noa se enfadó aún más – ¿Por qué se los


robas?

– Los necesito.

– ¿Coleccionas sueños?

– Sí.

– ¿Y qué haces con ellos?

– Los escribo.
Noa supo que no iba a conseguir más. Se dio la vuelta y regresó
a su casa. Desde entonces entendió que hay tres tipos de
sueños:

– Los que recordamos, las pesadillas de Oto, y los sueños que


tuvimos y no recordamos porque alguien los robó para escribir.

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