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El presente libro está organizado en torno a la idea de patrones y proce-

sos delictivos; reto que se afronta partiendo de Durkheim. Una serie de


procesos determinan la celebración de y la participación en interacciones
o ritos; éstos hacen nacer determinados patrones; finalmente, algunos de
éstos gozan de fuerza causal y de este modo influyen en los procesos.
Los patrones evocan la distribución u organización de un fenómeno, son
agrupaciones de cosas semejantes, de eventos con una estructura pareci-
da. Distinguimosanalíticamente entre patrones estructurales y culturales.
Desde este punto de vista,las tasas de criminalidad se distribuyende modo
muy heterogéneo a lo largo del mundo; el delito es un fenómeno funda-
mentalmente urbano; la desigualdad es un correlato de las tasasde crimi-
nalidad; y la economía también guarda relaciones con la criminalidad a
nivel agregado. La concepción cultural más extendida, relacionada con el
trabajo de Sellin, implica la existencia de unos valores que cristalizan en
normas, las cuales int1uyenen que se cometan delitos. La idea de subcul-
tura ha desplegado una gran influencia en Criminología, mientras que la
cultura puede relacionarse también con el delito cuando coexisten a la
vez varios códigos de conducta yeso genera ambigüedad o ambivalencia.
Los procesos son un fenómeno dinámico con varias fases y referido a la
biografía de las personas y grupos de los que forman parte. Tienen por lo
tanto un carácter individual o grupal y se ubican en un nivel de análisis
distinto al agregado o macro. Dentro de los procesos incluimos variables
sociodemográficas como el sexo y la edad que influyen en las interaccio-
nes en que un sujeto se ve envuelto, como es el caso de sus actividades
cotidianas. Los procesos de crianza y socialización, que implican una in-
fluencia externa de otros individuos e instituciones, son muy influyentes
en las vidas de las personas: la familia, los mentores y el matrimonio se han
relacionado con la criminalidad. Finalmente, la delincuencia es un fenó-
meno colectivo:codelincuencia, redes y criminalidad organizada se estu-
dian en este ámbito.
Con este trabajo, la Colección de Estudios de Criminología y Política criminal,
de la que soy Director, alcanza su cuadragésimo volumen. Esta Colección
busca la excelencia en el ámbito de su materia y es la única especializada
en Criminología positiva mayoritaria en los países de habla hispana. Su
aspiración es promover un área de conocimiento rigurosa en sus plantea-
mientos -tanto desde un punto de vista teórico como empírico- y modesta
en sus conclusiones. Puesto que la Colección no recibe ningún tipo de
ayuda externa, debe publicar trabajos de la máxima calidad y excelencia
-al tiempo que su libertad no se ve coartada. Puesto que la Criminología
positivamayoritariase encuentra infradesarrollada en España, las coleccio-
nes de calidad con obras que busquen la excelencia deben ponderarse es-
pecialmente.
ALFONSO SERRANO MAÍLLO

PATRONES Y PROCESOS
DELICTIVOS
La naturaleza y características del delito
en la sociedad contemporánea
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un
sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este
electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y
por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de
delito contra la propiedad intelectual (are 270 y siguientes del Código Penal).
Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o
escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con Cedro a través de la web www.
conlicencia.com o por teléfono en el 91 7021970/932720407.

Este libro ha sido sometido a evaluación por parte de nuestro Consejo Editorial.
Para mayor información, véase www.dykinson.com/quienessomos

© Alfonso Serrano MaíJIo


Madrid

Editorial DYKINSON, S. L. - Meléndez Valdé s, 61 - 28015 Madrid


Teléfonos (+34) 91544 28 46 - (+34) 915442869
e-mail: info@dykinson.com
http// www.dykinson.es
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ISBN: 978-84-1324-047-3
Depósito legal: M-6018-2019
Preimpresioii e Impresión:
SAFEKA T, S.L.
Laguna del Marquesado, 32 - Naves j, K, y L - 28021 Madrid
urunusnjeiuü. ann
Prof. Dr. iur, Dr. se. soco Dr. h. c. Alfonso Serrano Maíllo
Profesor Titular de DerechoPenal y Criminologia, UNED

PATRONES Y PROCESOS
DELICTIVOS
La naturaleza y características del delito
en la sociedad contemporánea
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un
sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este
electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y
por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de
delito contra la propiedad intelectual (art, 270 y siguientes del Código Penal).
Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o
escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con Cedro a través de la web www.
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Depósito legal: M-
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SAFEKAT, s.t:
LagU1U1 del Marquesado, 32 - Navesj, K, Y L - 2802/ Madrul.
www.s(ifekat.c011l
A la memoria de Chester Britt.
Cuando imaginamos la felicidad evocamos «Una vida sin ries-
gos, sin lucha, sin búsqueda de la superación y sin muerte. Y
por lo tanto sin carencias y sin deseo [...] Metas afortunada-
mente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes»;
existe «el ideal tonto de la seguridad garantizada, de las recon-
ciliaciones totales, de las soluciones definitivas», «En vez de de-
sear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar
arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, desea-
mos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de
abundancia pasivamente recibida»; «la dificultad de nuestra
liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las
cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angus-
tia de la razón»; «En lugar de desear una filosofía llena de in-
cógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina
global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que
nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí
han existido»,
Zuleta, Elogio de la dificultad, 9-10 y 15.
ÍNDICE

PRESENTACIÓN. Un programa de investigación 15

CAPÍTULO 1
Introducción
l. PATRONES YPROCESOS DELICTIVOS 22
2. PATRONES ESTRUCTURALES: UN ENFOQUE DURKHEIMIA-
NO.....................................................................................................................................
26
3. PATRONES CULTURALES 32
3.1. Cultura: un enfoque durkheimiano 32
3.2. La cultura en la Criminología contemporánea: valores y sub-
culturas 33
3.3. El sesgo anticultural de las ciencias sociales contemporáneas.. 34
4. PROCESOS DELICTIVOS 35
5. ASPECTOS METODOLÓGICOS: LA MEDICIÓN DEL DELITO 36
5.1. Estadísticas oficiales 36
5.2. Encuestas de victimación 41
5.3. Estudios de autoinforme 43
5.4. Conclusión 44
6. ASPECTOS METODOLÓGICOS: ESTUDIOS INDIVIDUALES Y
REDUCCIÓN DE LA INFORMACIÓN 44
6.1. Estudios individuales .. 44
6.2. Metaanálisis 49
7. CONCLUSIONES 52
CAPÍTULO 2
Patrones estructurales
1. PATRONES INTERNACIONALES DE CRIMINALIDAD 58
1.1. las tasas de homicidios y su evolución 58
1.2. ¿Un descenso global en las tasas de criminalidad? 62
2. URBANIZACIÓN 67
3. DESIGUALDAD 69
4. ECONOMÍAYDELINCUENCIA 72
4.1. Tasasde desempleo y tasas de criminalidad 72
4.2. Ciclos económicos y tasas de criminalidad 81
4.3. Privación relativa 83
5. VALORACIÓN 86

C,APÍTULO3
Patrones culturales
1. CULTURAYDELITO 92
1.1. La cultura entendida como valores y normas compartidos 92
1.2. Valores culturales y delito: la cultura de la pobreza 94
1.3. Preocupaciones centrales y delincuenciajuvenil.............................97
2. SUBCULTURAS 100
2.1. La subcultura de la violencia 100
2.2. La subcultura de la pobreza de personas de color 107
2.3. La subcultura de los skinheads neonazis norteamericanos (SNN) 109
2.4. Terrorismo yihadista interno y subcultura 112
2.5. «El código de la calle» 113
2.6. La subcultura de la violencia del Sur de Estados Unidos 123
3. CONFLICTOSNORMATIVOS 126
3.1. Conflictos normativos y su origen 126
3.2. Conflicto cultural y delincuencia 130
3.3. Sociedades pluralistas y conflicto normativo 131
3.4. Exposición parcial a una cultura 132
3.5. Conflicto normativo y creación de normas penales sesgadas 132
3.6. La tesis del conflicto entre el honor y el sueño americano 133
4. TEORÍA CULTURAL 136
4.1. Introducción 136
4.2. Tipos de grupos criminales según las dimensiones de cuadrí-
cula y de grupo 137
5. VALORACIÓN 139
5.1. La crítica de Kornhauser a los modelos culturales 139
5.2. Otras consideraciones teóricas 141
5.3. Subculturas y delitos culturalmente motivados 143
5.4. Conclusión: un malentendido 145
ÍNDICE 13

CAPÍTULO 4
Procesos biográficos
l. SEXOYDELITO 148
1.1. Tendencias diferenciales al delito entre mujeres y hombres.. 148
1.2. Factores de riesgo y delincuencia en mujeres y hombres 156
2. EDAD 160
2.1. La curva de la edad 160
2.2. Continuidad delictiva 164
3. CARACTERÍSTICAS FÍSICAS Y MENTALES 166
3.1. Personalidad 166
3.2. Inteligencia 168
3.3. Otras 171
4. INMIGRACIÓN 173

CAPÍTULO 5
Procesos de crianza y socialización
1. FAMILIA 180
1.1. Familia y criminalidad 180
1.2. Procesos de transmisión intergeneracional.........................................
183
1.3. Hermanos y delincuencia 192
1.4. Hogares rotos y delincuencia 194
1.5. Castigo físico y abuso en la crianza 197
2. MENTO RES: APRENDIZAJE y OPORTUNIDAD 199
3. MATRIMONIO, VIDA EN PAREJAYDESCENDENCIA 203
3.1. Matrimonio y criminalidad 203
3.2. Vida en pareja 210
3.3. Descendencia 211

CAPÍTULO 6
Procesos grupales
1. CODELINCUENCIA.......................................................................................................
214
2. REDES Y DELITO 226
3. DELINCUENCIA ORGANIZADA 230
3.1. La idea tradicional de delincuencia organizada 230
3.2. El modelo del mercado 232
3.3. ¿Bandas organizadas? 240

BIBLIOGRAFÍA 243

SOBRE EL AUTOR 271


PRESENTACIÓN.
Un programa de investigación

Por mucho que se haya abundado en la precaria situación de la Crimi-


nología positiva mayoritaria en España y en América Latina -e incluso en la
persec.llción que ha sufrido y sufre en Ull contexto en general desfavora-
ble-, sigue siendo sorprendente lo poco que sabemos sobre la mayoría de
las cuestiones que se tratan en esta obra en nuestros países. Algunos consi-
deran que se trata sencillamente de un problema de financiación. En pri-
mer lugar, ésta es una afirmación irrefutable, carente por lo tanto de conte-
nido empírico. En segundo lugar, en España al menos se financian muchos
proyectos llamados de investigación.Finalmente, como he tratado de defen-
der en otros lugares, la financiación no es imprescindible para que exista
incluso investigación de excelencia. Como indica Bourdieu, las dificultades
de la ciencia son sociales1• Si cuestiones como muchas de las que revisamos
aquí no han sido estudiadas entre nosotros es sencillamente porque no nos
las hemos planteado. En efecto, salir de la etapa de infancia autoimpuesta
en que se encuentra nuestra disciplina exige seleccionar los objetos de estu-
dio y las preguntas de investigación de modo autónomo e independiente.
Por supuesto, si estosobjetosy preguntas se van a imponer desde la política,
rara vez serán científicasantes que ideológicas o políticas. En unas inquie-
tantes recientes declaraciones al diario español El País, el Presidente de los
máximos representantes de las universidades españolas declaraba que «pe-
dimos más autonomía real. Está consagrada en la Constitución, pero no es
tal. Somos más un vicerrector de los gobiernos, que un rector de nuestras
universidades.La autonomía universitariaes muy escasa [... ] Somosuno de
los países que menos autonomía universitaria tiene, según la Asociación
Europea de Universidades(EUA).El 24 de 29»2. Lo que describe esta afir-
mación tiene, naturalmente, hondas consecuencias.
Una disciplinaque proponga un enfoque científicotiene que enfrentar-
se a los de tipo ideológico,los cuales,heterogéneos como son, aquí aparcan

I Bourdieu, (1984]: 54.


2 Accesible en https:/ /elpais.com/sociedad/2018/09/18/actualidad/ 1537286304_615121.
html
sus diferencias debido a que definen el campo de una misma manera. Lo
que llamamos Criminología positiva mayoritaria es heredera de la Escuela
positiva italiana. De hecho, el término Antropología criminal la describe de
modo más preciso que el que actualmente se utiliza 3. Pero si bien puede
decirse que Lombroso y sus seguidores pillaron por sorpresa a los sectores re-
accionarios y conservadoresde la sociedad española de finales del siglo XIX,
desde aquella experiencia y otras como las de von Liszt o Jiménez de Asúa,
éste ya no ha sido el caso hoy en día. Pero como al mismo tiempo aquellos
sectores han perdido gran parte de su poder y ya no pueden concentrarse
en que la Criminología no exista -como no existió durante la mayor parte
del franquismo-, han de ensayarestrategias diferentes. En efecto, existe en
la actualidad un esfuerzo desde los grupos conservadores sutil pero cons-
ciente por colonizarla Criminología, lo cual incluyealejarla de sus objetos de
estudio y de sus preguntas básicas,como las que aquí se revisan. No se pro-
nuncian sobre los serios problemas que afrontan sus instituciones preferi-
das, pelO se enzarzan en que sus atacan tes actúan con libre albedrío. Con
esto no niego que las demás orientaciones ideológicas, como las progresis-
tas y de izquierdas, no traten de limitar y colonizar nuestra disciplinaen el
mismo grado o más, pero al menos ahora mismo creo que lo hacen entre
nosotros de modo menos sutil.
El estudio de los patrones y procesos delictivoses una importante tarea
criminológica. Algunos de ellos, de hecho, son tan importantes que deben
ser objeto de un tratamiento particular y especializado, como los patrones
de asociación diferencial y la variable autocontrol. Como es cada vezmás
habitual en Criminología, una generalidad de investigacionesse encuentra
desconectada de la teoría -e incluso puede apreciarse una despreocupación
y desconexión teórica de los planteamientos más generalest- y sigueuna
aproximación inductiva. Por otra parte, existe en la literatura una cierta
ambigüedad sobre el carácter potencialmente causal de lasasociacionesque
se revisan. Aunque como regla general aquí insistimosuna vezmásen que
correlaciónno equivale a causación, de modo que a menudo estaremoshablan-
do de meros factores de riesgo o predictores, no cabe duda de que muchos
autores parecen asumir una tal conexión, aunque sea indirectay remota,
como cuando conjeturan mediaciones, aunque a menudo, repito,sinuna
guía teórica'';.
Pero, naturalmente, la Criminología y sus cultivadores no estamosfue-
ra del mundo, de modo que experimentamos las influenciassocialescomo
todo hijo de vecino. Durkheim hipotetizó que cuando las poblacionesau-

, Si bien Criminología tiene un tono más científico que el de una disciplina como la Antropo.
logía -que a menudo insiste en rechazar el paradigma científico-natural- y se aloja un poco el
estigma de los italianos.
4 Mars, 2013: 17.
5 Auty et al., 2015: 27-29; Auty et al., 20] 7: 227-228; Farrington et al., 2017:14;losmismos,
2018: 127-132;Lynarn et al., 1993: 187-194.
16 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

sus diferencias debido a que definen el campo de una misma manera. Lo


que llamamos Criminología positiva mayoritaria es heredera de la Escuela
positiva italiana. De hecho, el término Antropología criminal la describe de
modo más preciso que el que actualmente se utiliza". Pero si bien puede
decirse que Lombroso y sus seguidores pillaron por sorpresaa los sectores re-
accionarios y conservadores de la sociedad española de finales del siglo XIX,
desde aquella experiencia y otras como las de von Liszt o]iménez de Asúa,
éste ya no ha sido el caso hoy en día. Pero como al mismo tiempo aquellos
sectores han perdido gran parte de su poder y ya no pueden concentrarse
en que la Criminología no exista -corno ~o e~istió durante la mayor parte
del franquismo-, han de ensayar estrategias diferentes En efecto, existe en
la actualidad un esfuerzo desde los grupos conservadores sutil pero cons-
ciente por colonizar la Criminología, lo cual incluyealejarla de sus objetos de
estudio y de sus preguntas básicas, como las que aquí se revisan. No se pro-
nuncian sobre los serios problemas que afrontan sus instituciones preferi-
das, pero se enzarzan en que sus atacantes actúan con libre albedrío. Con
esto no niego que las demás orientaciones ideológicas,como las progresis-
tas y de izquierdas, no traten de limitar y col~nizar nuestra disciplina en el
mismo grado o más, pero al menos ahora mismo creo que lo hacen entre
nosotros de modo menos sutil.
El estudio de los patrones y procesos delictivoses una importante tarea
criminológica. Algunos de ellos, de hecho, son tan importantes que deben
ser objeto de un tratamiento particular y especializado,como los patrones
de asociación diferencial y la variable autocontrol. Como es cada vez más
habitual en Criminología, una generalidad de investigacionesse encuentra
desconectada de la teoría --e incluso puede apreciarseuna despreocupación
y desconexión teórica de los planteamient~s más generales4_ y sigue una
aproximación inductiva. Por otra parte, existe en la literatura una cierta
ambigüedad sobre el carácter potencialmen:~ c~us.a1 de lasasociaciones que
se revisan. Aunque como regla general aqUlmsisurnosun" vez más en que
correlación no equivale a causación, de modo que a menudo estaremos hablan-
do de meros factores de riesgo o predictores, no cabe duda de que muchos
autores parecen asumir una tal conexión, aunque sea indirecta y remota,
como cuando conjeturan mediaciones, aunque a menudo, repito, sin una
guía teórica".
Pero, naturalmente, la Criminología y suscultivadoresno estamos fue-
ra del mundo, de modo que experimentamos lasinfluenciassociales como
todo hijo de vecino. Durkheim hipotetizó que cuando laspoblaciones au-

, Si bien Criminología tiene un tono más científico que el de una disciplina Como la Antropo-
logía -que a menudo insiste en rechazar el paradigma cientjfico-natural_ y se aloja un poco el
estigma de los italianos.
• Mars, 2013: 17.
5 Auty et al., 2015: 27-29; Auty et al., 2017: 227-228; FarringlOIlel al., 2017: 14; los mismos,
2018: 127-132; Lynam et al., 1993: 187-194.
PRESENTACIÓN 17

~:ntan y, por lo tanto, también lo hacen las interacciones, aumenta tam-


ble~ la diversidad o diferenciación y que, como consecuencia, el sistema
SOCIal se sostiene ahora como un organismo animado en el que los órga-
nos Son independientes entre sí, pero en el que al mismo tiempo todos
dependen para subsistir de los demás. Este es precisamente el escenario
q.uepredomina en la Criminología positiva mayoritaria -el tipo de solida-
ndad que la vertebra-, al menos en el ámbito anglosajón, y que se traduce
e_l1publicaciones superficiales accesibles a todo el mundo, artículos cien-
tíficos como productos de consumo, exigencia de revisión de una literatu-
ra que obvie cualesquiera consideraciones serias, búsqueda del consenso
y huida de la confrontación académica ... Esto es lo que ya dijo con más
gracia Baltasar de Collazos en Coloquios (segundo) -que se insertan en la
tradición picaresca-, publicados en Lisboa en 1568: «no nos metamos en
tantas Honduras». Bajo estas condiciones y parafraseando a Bernstein, se
puede contraponer una Criminologia en profundidad con una Criminologia
en extensión6.
En la presente monografía se ha tenido que recurrir por regla a investi-
gaciones de contextos socioeconómicos muy distintos entre sí, sobre todo
estadounidenses ybritánicas,si bien se ha hecho un esfuerzo por identificar
trabajos europeos continentales-en todos los casosse ha trabajado a partir
~e las fuente' originalesy no de literatura secundaria. Algunosautores sos-
llenen que esto no deberíaser fuente de preocupación ya que no ven moti-
vo para que los factoresde riesgo no sean universales".Adviértaseque sólo
una teoría puede hipotetizarsi un factor tendrá un alcance universal-como
el autocontrol o los vínculos sociales-o no -como la frustración derivada de
unas altas aspiracionespromocionadas culturalmente, combinadas con un
bloqueo de las oportunidades, característica del sueño americano. En el
enfoque de los factoresde riesgo no existe en el caso típico una teoría que
pueda responder a estapregunta, con la consecuencia de que la misma no
puede resolverse medianteel método inductivo propio de los factores de
riesgo y, en general,de muchos enfoques revisadosen este libro -en el que
a veces no contamosmásque con un apoyo teórico precario. A mi juicio,
esta necesidad de recurrira estudios empíricos procedentes de contextos
rnarcadamente distintosal nuestro es desafortunado -aunque, repito, inevi-
table cuando en algunoscasos se financia mucho menos la investigación

6 Bernstein, 1975:67·73.Ello se relaciona igualmente con la individualización, Serrano Maí-


Uo, 2016: 71-73.
También por este motivohe procurado utilizar tanto publicaciones recientes como con más
años e incluso decididamente antiguas, ya que éstas están en términos muy generales más cuida-
das. Por poner un ejemplo del estricto terreno criminológico -y ni siquiera de los más famosos-,
nadie que haya leido la obra de Miller (1958; 1959; 1962) de hace justamente sesenta años se
preguntará por qué se describemás abajo. Autores como Durkheirn y Parsons, o Sellin entre no-
sotros, sencillamente formanparte del habitus contemporáneo de las ciencias sociales, esto es que
no pueden pensarse al margendel trabajo de aquellos.
7 Murray et al., 2018:334.
18 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

empíricaque su destrucción. Como consecuencia,sugiero que los hallazgos


que se reportan en las páginas que siguen se vean más como hipótesis que
deben contrastarse en el ámbito español y latinoamericano que como he-
chos conocidos sobre la naturaleza y características del delito en nuestras
sociedadescontemporáneas. Dicho con otras palabras, lo que propongo es
un programa de investigación8•
Esta advertencia no es retórica. Cualquiera que esté familiarizado con
la investigación social estadounidense sabe que los mecanismos que se
describen están allí cruzados por la raza y el racismo, entre otros elemen-
tos diferenciales y particulares, en una medida que no es comparable a
nuestros contextos. Así, Parker ha señalado que algunas variablescrirnino-
lógicas, como las tasas de homicidios, ocultan serias diferencias en razón
de la raza, con las consecuencias de que, por una parte, ni siquiera pue-
den compararse entre sí en términos descriptivos; y de que, por ot.ra, res-
ponden a procesos causales distintos". Esto limita de modo dramático la
aplicabilidad directa, acrítica de los hallazgos de la Criminología nortea-
mericana a nuestros países -a la par, por cierto, que limita igualmente la
confianza misma en muchos análisis que no hayan tenido en cuenta esta
contingencia.
Es un motivo de satisfacción que con esta monografía la Colección de
Estudios de Criminología y Política criminal, de la que soyDirector, alcance su
cuadragésimo volumen. Esta Colección busca la excelencia en elámbito de
su materia y es la única especializada en Criminología positivamayoritaria
en los países de habla hispana. Puesto que la Colección no ha recibido nin-
gún tipo de ayuda externa, debe publicar trabajos de la máximacalidad y
excelencia -al tiempo que su libertad no se ve coartada. Puesto que la Cri-
minología positivamayoritaria se encuentra infradesarrollada en España,las
colecciones de calidad con obras que busquen la excelencia deben ponde-
rarse especialmente -algo que quizá no ocurre tanto con disciplinasya esta-
blecidas. La colección incluye a autores como A. Beristáin Ipiña,F.Bueno
Arús, E. R. Zaffaroni, H. Kury, C. Birkbeck,]. Alvarado Planas,C. Herrero
Herrero, M.Aebi,]. A. Brandariz, D. Varona, M. A. Cano Paños,T. Fernán-
dez Villazala,1.González Sánchez, entre otros.
La excelencia de algunas de las monografías aparecidas en lacolección
y su ubicación en el paradigma positivo mayoritario implica unaprofusión
de Tablas con análisis estadísticos, de una enorme complejidad;una supe-
rabundancia de citas y referencias bibliográficas; y una prolijidad en la
argumentación, sobre todo en la definición de los conceptos utilizados.A
tal fin, la editorial Dykinson y la Colección en particular facilitanque el
proceso de edición sea llevado a cabo por los mejores profesionalesal ser
las dificultades técnicas formidables. Esto es decisivo porque trabajosde

8 Lakatos, 1970: 132-133.


9 Parker, 2008: 41-42 y 110-113.
PRESENTACIÓN 19

esta naturaleza dificilmente pueden alcanzar la excelencia sin un control


exhaustivo del proceso de edición y de la calidad del producto final. Por
todo ello, también es un motivo de satisfacción -aparte de un deber y
quizá un mérito- que varios de los 26 libros que he escrito o editado ha-
yan aparecido en esta editorial y en esta colección -si bien he publicado
en otras 8 editoriales o instituciones: Thomson Reuters-Aranzadi; Tirant
lo Blanch; Edisofer-BdeF;Instituto Peruano de Criminología y Ciencias
Penales-Centro de AltosEstudiosen Ciencias]urídicas, Políticas y Sociales;
Thomson Reuters-Revistados Tribunais;ARAeditores; Universidad de Los
Andes; y]oshua Editores;y espero trabajar próximamente con la editorial
Forense !".
Considero un privilegiohaber podido exponer mi modesto pensamien-
to en todos estos trabajos. También lo es poder llegar a relativamente mu-
cha gente. En efecto, para el presente Curso Académico 2018/201Y,figuro
en mi Universidad en el séptimo puesto por carga docente total (=4,1785,
para una media de 1,3751de los 1.216 profesores de mi Universidad) 11, y
en el primer puesto en asignaturas de Grado (=3,5442,para una media de
0,9018) 12 (datos consultados el8 de enero de 2019) 13.
El doctor Tomás Fernández Villazala,de la Secretaría de Estado de Se-
guridad; el profesor doctor Ignacio GonzálezSánchez, de la Universidadde
Gerona; la profesora doctora María Fernanda Realpe Quintero, de la Uni-
versidad Pontificia de Comillas -que me ha animado con insistencia y ha
tratado de convencerme de que publicar libros de calidad no es una pérdi-
da de tiernpo-; el profesor Marco Teijón Alcalá,Profesor-Tutordel Centro
Asociadode la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid;
y la doctoranda Patricia Puente Guerrero, de la Universidad Nacional de
Educación a Distancia,han leído partes de este trabajo y ofrecido acertadas
consideraciones. En particular agradezco al profesor Teijón Alcaláque me
haya ayudado en la fase de edición de este libro coordinando el proceso de
corrección de las pruebas de imprenta. Una mención especial merece mi
maravillosa familia, con mi amor y mi agradecimiento por su paciencia y
comprensión.
Concluyo con mi recuerdo y mi agradecimiento hacia el Profesor Ches-
ter Britt, bajo cuya dirección trabajé durante mi estancia como Profesor
Visitanteen Northeastern University,en el Fenway,durante el Curso Acadé-
mico 2006-2007.A él le dedico humildemente este trabajo. El sello de su

10 He publicado capítulos de libros en volúmenes de 17 editoriales diferentes.


11 Este cálculo probablemente está infraestimado. Por ejemplo, no tiene en cuenta las tesis
doctorales que estoy dirigiendo en la actualidad (carga=O), tres de ellas en estado muy avanzado;
ni los Cursos de Formación Permanente y Extensión Universitaria que dirijo -los cuales son un
importante legado krausista y de Ciner de los Ríos en particular.
12 El siguiente puesto docente figura una carga docente de 3,0705 en asignaturas de grado.
13 Siempre he sido responsable de asignaturas a lo largo de todo el Curso Académico. Por
ejemplo, este Curso imparto tanto asignaturas anuales como cuatrimestrales en ambos cuatrimes-
tres.
20 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

trabajo,aparte de su calidad y profundidad, es la combinación de una fina


elaboración teórica y de un sofisticadoanálisisempírico. Su prematuro fa-
llecimiento nos priva de uno de los más brillantes y tenaces teóricos del
control social y deja un tanto desamparada a la rama más fiel al racionalis-
mo crítico y a la excelencia de nuestra disciplina14.

Grantchester, 22 de septiembre de 2018.

'4 Puede leerse su obituario en Revista de Derecho UNED, núm. 22,2018, pp. 485489,dispo-
nible en la web <http://revistas.uned.es/index.php/RDUNED/article/view/22272/18202>.
CAPÍTULO 1
Introducción

El presente libro está organizado en torno a la idea de patrones y proce-


S?s?elictivos. Este planteamiento fue propuesto en su día por Sutherland,
SIbien no definió muy bien estos conceptos ni la relación que existe entre
ellos. En esta obra afrontamos este reto partiendo del trabajo de Durkheim.
De acuerdo Conel mismo, una serie de procesos determinan la celebración
de y la participación en interacciones o ritos; éstos hacen nacer determina-
dos patrones; finalmente, algunos de éstos gozan de fuerza causal y de este
modo influyen en los procesos.
. _Antes de explorar estos patrones y procesos es menester revisarla medi-
cion del delito, esto es la metodología en que se basa esta exploración.
Los patrones estructurales se estudian a partir de la concepción dur-
kheimiana de solidaridad mecánica y orgánica que aparece fundamental-
mente en el libro La división del trabajo social (1893). Patrones estructurales
relevantespara la distribución del delito son la urbanización, la desigualdad
o los cicloseconómicos, por citar unos pocos ejemplos.
Los patrones culturales se pueden estudiar a partir de la concepción
durkheimiana de cultura en términos simbólicos que aparece en el libro
L.asformas elementales de la vida religiosa (1912), la obra maestra de este autor.
Sin embargo, la misma ha pasado más bien desapercibida en una Crimino-
logía que se ha inspirado más por la relativamente sencilla versión de valo-
res y normas de Sellin. Se puede apreciar este enfoque en el estudio de
culturas,subculturas y conflictos culturales.
Finalmente, procesos relevantes son los individuales,de crianza y socia-
lizacióny de grupo. Cada una de estas categorías han dado lugar a impor-
tantes hallazgose incluso explicaciones en Criminología.

SUMARIO. CAPÍTULO 1. INTRODUCCIÓN


l. PATRONES Y PROCESOS DELICTIVOS
2. PATRONES ESTRUCTURALES: UN ENFOQUE DURKHEIMIANO
3. PATRONES CULTURALES
3.1. Cultura: un enfoque durkheimiano
3.2. La cultura en la Criminología contemporánea: valores y subculturas
3.3. El sesgo anticultural de las ciencias sociales contemporáneas
22 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

4. PROCESOS DELICTIVOS
5. ASPECTOS METO DO LÓGICOS: LA MEDICIÓN DEL DELITO
5.1. Estadísticas oficiales
5.2. Encuestas de victimación
5.3. Estudios de autoinforme
5.4. Conclusión
6. ASPECTOS METODOLÓGICOS: ESTUDIOS INDIVIDUALES Y REDUC-
CIÓN DE LA INFORMACIÓN
6.1. Estudios longitudinales
6.2. Metaanálisis
7. CONCLUSIONES

1. PATRONES Y PROCESOS DELICTIVOS

En este libro entendemos la Criminología, siguiendo a Sutherland y


fundamentalmente sobre la base de lasfunciones que desempeña aquélla,
como «el cuerpo de conocimientossobre el delito como fenómeno social.
Incluye dentro de su ámbito los procesos de elaboración de las leyes, de
infracción de las leyesy de reacción a la infracción de las leyes»1; a la vez,
también se ocupa de la extensión del fenómeno delictivo". Este mismo
autor es quien introduce la idea de patrones y procesos delictiuos", Ya en la
primera edición de su conocido manual incluyeseccionessobre variables
sociodemográficas,estructura social, condiciones físicasy men tales, ete.
Sin embargo, en esta aproximación inaugural de 1924 las trata sr rriple-
mente en relación con la causación del delito -y no, verbigracia, en sí
mismas y como hechos conocidos (con los que debe ser coherente una
teoría). El interés específicode Sutherland por la Criminología cOrr1ienza
con su llegada a la Universidad de Illinois en 1919; y el manual de 1924
fue su primera publicación importante sobre la materia, cuando contaba
con 41 años de edad", Debido en parte a la buena acogida de este traba
j05, fue pasando durante los siguientes años por varias Universid::a.dese
Instituciones hasta que llegó a la de Indiana en 1936. Durante estos años
pudo profundizar en la materia y madurar su concepción de la rra, isma6.
Por ello, la segunda edición del manual, diez años despuésde la primera,
es una versión muy mejorada, con ampliaciones y cambiossignific. ativos.
A partir de ahí Sutherland es más claro en que algunos de estos pa.. trones
y procesos no tienen que tener necesariamente un rol causal,pero que 110

I Sutherland, 1934: 3; Sutherland y Cressey, 1978: 1.


2 Sutherland, 1924: 11; Sutherland y Cressey, 1978: 29.
s Sutherland, 1924: 111 sobre todo.
, Geis y Goff, 1983: xxvi.
Gaylord y Galliher, 1988: 12-13 y 75-76.
6 Gaylord y Galliher, 1988: 83-100; Geis y Goff, 1983: xxvi-xxviii,
INTRODUCCIÓN 23

por ello son menos relevantes? Sutherland y sus discípulos ya no variarían


esta posturas.
A pesar de su seminal contribución, ni Sutherland ni sus seguidores
ofrecen una definición o aclaración de su planteamiento. Por este motivo,
aquí tendremos que reconstruir estos conceptos partiendo de la obra de
Durkheim, algo que se hará más evidente en los próximos epígrafes. Nues-
tro planteamiento es el reflejado en el Gráfico número 1.1.

Gráfico 1.1.
Relación entre patrones y procesos

Patrones
~~
~ Interacciones/Ritos]

[Procesos

Debe advertirse de entrada que, como se ha dicho, muchos -quizá la


mayoría- de los factores que mencionaremos no guardan una relación cau-
sal directa -y a menudo ni siquiera indirecta- con el delito. Del mismo
modo, esos tres elementos -patrones, interacciones/ritos y procesos- pue-
den desagregarse en otros, si bien tanto por sencillez como por fidelidad al
planteamiento originario de Durkheim conservaremos este esquema. Sí se
desagrega del par procesos-patrones el elemento interacciones/ritos, que
tiene un carácter ontológicamente autónomo", aunque por parsimonia lo
trataremos junto a los procesos -de ahí los corchetes. Puede adelantarse lo
siguiente: una serie de procesos determinan la celebración de y la participa-
ción en interacciones o ritos; los mismos a su vez hacen nacer de modo
em rgente determinados patrones; finalmente, algunos de estos patrones
gozan de fuerza causal y de este modo influyen en los procesos de la parte
izquierda del esquema. Habrá que volver sobre este esquema debido a su
carácter problemático.
La idea de patrón evoca la distribución u organización de un fenóme-
no, por ejemplo de la criminalidad o de variables relacionadas con la mis-
ma; los patrones son agrupaciones de cosas semejantes, de eventos con
una estructura parecida. En sentido más técnico, el patrón se crea -y re-
crea continuamente 10_ a partir de interacciones entre individuos y grupos,
es un elemento emergente de estas relaciones. La idea de patrón tiene un

7 Sutherland, 1934: 63.


8 Sutherland et al., 1992: 104.
9 Goffman, 1967: 84-85, 94, 105,113-114 Y134-136.
10 Turner, 1988: 362.
24 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

carácter supraindividual, se ubica en un nivel de análisis agregado 11. Los


patrones responden a un carácter más o menos fijo y resistente al cambio
como pueden ser la estructura jurídico-penal, el grado de industrializa-
ción de un país o sus infraestructuras, pero también pueden ser más efí-
meros y cambiantes como los ciclos económicos. Ejemplos de patrones
son las tasasde delincuencia y su distribución a lo largo de diversos países
y regiones; el grado de urbanización; o la distribución de la riqueza. Aun-
que nuestro interés en estos procesos en esta obra se limita en lo sustan-
cial a su influencia causal en los procesos responsables de la criminalidad
a nivel individual y en su correlativa conexión con las tasas de delincuen-
cia, en realidad es igualmente relevante su aparición de modo emergente
a partir de procesos y ritos/interacciones 12. En efecto, el delito se concen-
tra de modo desproporcionado en ciertos países o regiones; en lasciuda-
des; y, algunas de sus modalidades, en momentos de auge económico.
Factores como los recién mencionados tienen una naturaleza predomi-
nantemente estructural puesto que se refieren a cómo una sociedadestá
construida; solo que la estructura es ontológicamente inseparable de la
cultura entendida habitualmente en Criminología como valores,creen-
cias, normas, comportamientos y estilos de vida de una sociedad que se
transmiten de una generación a otra. En efecto, estructura y culturason
elementos que pueden separarse de modo analítico, pero al mismotiem-
po Íntimamente relacionados entre sí.
La idea de emergencia, recién reseñada, es nuclear aquí. Durkheimla
describe como sigue: «Siempre que al combinarse distintos elementosori-
ginan, por su misma combinación, fenómenos nuevos, hay que reconocer
que estos fenómenos dimanan no de los elementos, sino del todo formado
por su unión», si «esta síntesis "sui generis", que constituye toda sociedad,
produce fenómenos nuevos, diferentes de los que se engendran enlascon-
ciencias individuales, hay que admitir que estos hechos específicosresiden
en la misma sociedad que los produce y no en sus partes», «No se lospuede
reabsorber en los elementos sin contradecirse, pues, por definición,supo-
nen algo diferente de lo que contienen dichos elementos» 13; «Laasociación
es también, un factor activo que produce efectos especiales. Resultapor sí
misma algo nuevo [... ] que aparezcan fenómenos cuyas propiedadescarac-
terísticas no se encuentran en los elementos de que se componen-".
Ciertamente, algunos de los factores que estudiamos bajo estascatego-
rías son relevantes como procesos y como patrones y existe, por lotanto,un

" Serrano Maíllo, 2009a: 206-211. En el estricto ámbito criminológico no exiSlen teorías
multinivel plausibles, pese a que se reclama su oportunidad, Rosenfeld e t al., 2013: 13-14. Sobre
si son posibles, escéptico, Serrano Maillo, 2009a: 211. Volveremos sobre esta cuestiée al final de
este capítulo.
12 Mayhew, 1980: 339; Turner, 1988: 365-369.
13 Durkheim, [1895]: 24-25.
" Durkheim, [1897]: 340.
IN'r'RODUCCIÓN
25

~~!apamiento l~, ~or ,ejemplo, el género es por un lado ~~levante pO,rqu:


d cta a la partlClpaclOn en ritos de los individuos -rarnbién a la criminali-
d:d- y ~s por otro lado relevante como patrón derivado de los ~ismos -~n
bl:ermmad~, ~~siciones pU,edehaber una ratio de,hom~res/muJer_es vana-
rel , o' Una división del trabaio
:J
diferencial. Ambas dimensiones de genero se
aClonan entre sí.
P~r proceso entendemos un fenómeno dinámico que tiene varias fases
y está referido de modo más directo a la biografía de las personas y gru-
~os de los que forman parte, La idea de proceso tiene un carácter indivi-
Ual o grupal y se ubica en un nivel de análisis distinto al agregado o
lll<lcro+dos niveles de análisis ontológicamente diferentes, Ejemplos de
P:()cesos que influyen en la participación en ritos/interacciones son el
genero, la edad, el estatus inmigrante y la desventaja social.v. que corres-
pOnden
111l '
a un individuo concreto, Todos estos elementos influyen en las
eraCclOnes en que uno participa y que crean de modo emergente pa-
,trone s partlcuicul ares; solo que estos patrones, una vez genera d os, tam bié ien
111fluyenen los individuos y en sus relaciones 16, Muchos de estos factores
PUeden verse como variables, por ejemplo sociodemográficas, de modo
qlle el término proceso debe entenderse de modo flexible, también en
C,llantoque conectado con los ritos/interacciones. Sin embargo, al mismo
t\empo podemos referirnos a muchas de estas variables como procesos en
e sentido de que no son eventos fijos sino que habitualmente gozan de
U,l1 estatus dinámico. Por ejemplo, el mismo género -que parecería redu-
Cltse a una dicotomía- no es algo fijo, determinado", sino algo complejo
qlle se construye; y una construcción a la que podemos contribuir noso-
e
tros m'ismos 17 , onnell añade que el género debe verse mas biien como -
UI) ele mento re laci
E aciona 1, o sea un marco en el que 1os m
indilVIid uos actuan
'18 ,
1) este sentido, parece asumible incluso en este caso extremo hablar de
procesos,
Este esquema durkheimiano que aquí segllir~mos es problemático. A su
terl.Or:

1. U?a serie de variables y/o procesos determinan la participación en ritos


e tnteracciones.

--- 15
16
Bushway y Reuter 2002: 191.
'
:r . Desde un punto de vista analítico, en puridad lo que aquí estudiamos como procesos son
p eVlosa las relaciones o interacciones y, por lo tanto, también a los patrones, que a su vez influ-
ye!)
a tl.sobre ,os
I prirneros,
' S'm embargo, el orden expositivo
irívo que
nue sigue
sicue este
este lib
I ro conce de.si
e, slgUlend o
Lu khelm, la primacía a los ritos,

Hubiera sido posible organizar el conocimiento de acuerdo con otro esquema. Por ejemplo,
~p~~ ..
so' la pensar en la dicotomía división y estratificación social por un lado; y estructura e institucumes
Clalespor otro (1),,, y el resultado no hubiera sido muy diferente.
(1) Braham yJanes, 2002: ix-xv:, Payne , 2013'. 3-15', Rosenfeld et al" 2013: 15.
1;
Connell, 2009: 5-6.
18 Connell, 2009: 10.
26 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

2. Estosprocesos y, más mediatamente, estos ritos e interacciones hacen


nacer de modo emergente patrones agregados. Puede verse aquí una
conexión micro-a-macroo una causalidadhacia arriba.
3. Los patrones agregados, que gozan de independencia ontológica, ejer-
cen su influencia causal sobre los procesos individuales, esto es tienen
también fuerza causal.Puede verse aquí una conexión macro-a-microo
una causalidadhacia abajo.

Sin embargo, este esquema contiene una serie de ambigüedades 19 e in-


cluso problemas serios cuyasolución no es sencilla20. A pesar de ello, es un
planteamiento a mijuicio plausible y superior a la mayoríade susalternati-
vas.El problema básico, desarrollado por Giddens, es que la teoría parece
asumir que individuos aisladosse unen de modo espontáneo y hacen nacer
de la nada una entidad nueva y distinta de ellos, que a la vez tiene poderes
causales". Si por un lado esto evoca la vieja crítica que Durkheim había
hecho en su día al concepto de hombre presocial de Spencer -esto es, un
sujeto al margen de la sociedad que a continuación entra en ella22_, por
otro califica de implausible la existencia de unos patrones que existen de
modo independiente de losindividuos que le dan viday sobre losque influ-
yen causalmente. Adviértaseque la distinción tiene que ser ontológicao no
podría hipotetizarse una causalidad hacia abajo -por eso algunasdefensas
más o menos sofisticadasde este esquema durkheimiano sencillamente ro-
dean el problema más que enfrentarse frontalmente y resolverlo.

2. PATRONES ESTRUCTURALES: UN ENFOQUE DURKHEIMIANO

En esta obra distinguimos entre patrones estructurales y culturales. Una


cuestión compleja es la relación entre estructura social y cultura23. Para
afrontarla nos hasaremos, como se ha adelantado parcialmente, en la obra
conjunta de Durkheim 24. La estructura social hace referencia a relaciones so-
ciales ordenadas y duraderas; y la cultura a símbolos compartidos. Se trata de
elementos emergentes de ritos/interacciones. Bajo condicionesnormales,
estos dos elementos aseguran el orden y la solidaridadsocial y,por lo tanto,

19 Turner, 1990: 1090-1092.


20 Vid. más en general Lukes, 1973: 223 y 228; Parsons, 1968: 361-362.
21 Giddens, 1971: 87-88; el mismo, 1984: 171.
2. González Sánchez, 2018: 115-143.
23 Existen muchas concepciones de esta conexión, así como enfoques reduccionistas. Por
ejemplo, en Sutherland (1) se produce una cierta conflación de estructura y cultura en cuanto
que la primera se entiende en términos de normas compartidas, en Línea con ciertascorrientes
del interaccionismo simbólico. Nuestro enfoque es, como se verá, muydiferente.
(1) Sutherland, 1934: 7-9.
24 Aunque existen periodos en el trabajo de Durkheim -siendo el más relevanteel tardío-,
también existe una relación entre ellos, Serrano Maíllo, 2016: 254-255.
INTRODUCCIÓN 27

el mantenimiento de los sistemas sociales y su cambio pacíñco ". Aunque


estructura y cultura pueden estudiarse como elementos distintos y con una
existencia autónoma y específica, esta afirmación debe matizarse mucho ya
que su conexión es tan íntima que no pueden entenderse por separado,
sino integrados en un único sistema. Estructura y cultura en el fondo son
elementos analítica-", y no ontológicamente diferentes'",
¿Qué es la estructura social según Durkheim? La observación cotidiana
revela personas o grupos de personas interaccionando unos con otros, du-
rante un cierto tiempo y con una determinada distancia fisica y social-por
ejemplo, jerárquica 28. Sin embargo, ello no es aleatorio, sino que se ajusta
a unos patrones regulares. Estas relaciones ordenadas, regulares y durade-
ras conforman la estructura social y reflejan las propiedades organizativas
de una sociedad. Dicho de otro modo, la estructura social es lo que subya-
ce a esas relaciones que se observan y que pueden parecer azarosas; son su
base interna, su estrato profundo. Adviértase que la estructura es un ele-
mento emergente en el sentido de que (analíticamente) resulta de las inte-
racciones y sus características. Por este motivo se trata de algo esencialmen-
te dinámico, en recreación constante, aunque al mismo tiempo real y
tangible. Por supuesto, la estructura es algo distinto a la mera suma de los
individuos y sus interacciones regulares. Pero, al mismo tiempo e inmedia-
tamente, la estructura se impone a los individuos, que pueden hacer muy
poco para modificar algo objetivo y externo a ellos mismos". No sólo eso:
es coercitiva, puede imponer sanciones, constriñe su comportamiento ... En
una metáfora ilustrativa,]enks habla de «muros invisibles de prisiones+".
En términos analíticos, los individuos influyen sobre una estructura que no
es otra cosa que el producto de sus relaciones e interacciones, de sus ritos;
y viceversa:la solidaridad genera interacciones " y las interacciones gene-
ran solidaridad'".
Quizá es ingenuo juzgar la estructura en términos valorativos, pero, en
sí misma considerada, seguro que no es algo malo. Durkheim, sin embargo,
da un paso más y la valora como algo positivo en el sentido de que permite

25 En efecto, el modelo durkheimiano es dinámico. De este modo, también afectan a la es-


tructura social cambios que se pueden producir a lo largo del tiempo tales como ciclos económi-
cos.
26 Kornhauser, 1978: 12-13; Radcliffe-Brown, 1957: 106.
27 Durkheim, [1893]: 151 y 221. Esta es la forma más habitual de ver la naturaleza de estos
elementos en nuestra disciplina, con el añadido también habitual de que la estructura operasobrela
cultura, Stewart y Simons, 2010: 573 y 576; Stewart et al., 2008: 139-140.
28 Collins, 1994: 187. En muchos debates sobre las cuestiones que revisamos en este capítulo
suele plantearse la cuestión de qué fue primero. No es que esto sea especialmente importante,
pero en el caso de Durkheim lo primero y preponderante es el ritual -una forma de comporta-
miento.
29 Durkheim, [1893]: 102-103; el mismo, [1895]: 23-24 y 29-30.
30 Jenks, 2005b: 30-32, cita tomada de 32.

~I Durkheim, [1893]: 75.


'2 Durkheim, [1893]: 128.
28 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

el orden y la vida colectiva". En efecto, en nuestro autor existe un trasfondo


funcionalista -que entiende que ningún elemento social es caprichoso, sino
que cumple una función esencial=-, la crítica feroz de lo cual se ha conver-
tido en un lugar común, pero que si se toma como una metáfora más bien
libre puede ser útil. La estructura, que es como el «tejido» de lo social.",
permite la vida social al generar solidaridad de acuerdo con dos tipos: la
solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica -la famosa dicotomía durkheí-
miana.
La solidaridad mecánicas" corresponde a sociedades poco desarrolladas y
se basa en la uniformidad: estructuralmente existe una baja división de lo
que Durkheim llama el trabajo social. Al mismo tiempo, existe una concien-
cia colectiva ampliamente compartida y apenas hay disenso; a la par que los
símbolos son concretos y nítidos para todo el mundo, como un león en
cuant.o que animal fuerte y feroz -que signifique lo mismo para todo el
mundo. Como en una máquina inanimada, todas las piezas funcionan al
unisono ".
Sin embargo, cuando las poblaciones aumentan y, por lo tanto, también
lo hacen las interacciones, aumenta también la diversidad o diferenciación,
o sea la división del trabajo social'" -con el acento en el aspecto ocupacional
de la diversidad o especialización 39. Como consecuencia, la conciencia co-
lectiva -o quizá más propiamente las representaciones colectivas- se hace
más ligera y toma más peso la individual; y los símbolos son menos claros y
exigen una cierta reflexión por parte del individuo'". La diversidad de las
sociedades más densas encierra dos fuerzas sociales contrapuestas, antagó-
nicas que se compensan 41. Por un lado, favorecen la individualización y
debilitan la solidaridad en el sentido que acaba de decirse; por otro lado,
aumentan la solidaridad porque cada individuo depende cada vez más de
los demás. El sistema social se sostiene ahora como un organismo animado
en el que los órganos son independientes entre sí, pero en el que almismo
tiempo unos dependen de otros para subsistir. Durkheim denomina a este
tipo solidaridad orgánica~2.
La solidaridad orgánica, característica de sociedades avanzadas como
las nuestras, ya no se basa en unas ideas y sentimientos comunes, sino en

33 Durkheim, [1893]: 206 y 215.


34 Durkheim, [1893]: 43, 49, 57, 63, 126-127, 151, 216,327 Y339.
35 Jenks, 2005b: 31.

36 Durkheim, [1893]: 83-129, 151-154 Y 267-270.


37 Lukes no cree que la analogía máquina-organismo vivo deba tomarse demasiado en serio,
1973: 148.
!lB Durkheim, [1893]: 146 y 232.
39 Turner, 1981: 385-387.
40 Durkheim, [1893]: 181, 198-199, 202 Y341-342.
41 Durkheim, [1893]: 53, 323 Y333-334.
12 Durkheim, [1893]: 131-154, 175-176, 181, 198-199, 202,205-206,216-217,267.270,341_
342, 400 Y404.
INTRODUCCIÓN 29

nuevas instituciones de diversanaturaleza y sus relaciones entre ellas; a


l~ par que permite crecer la autonomía de los individuos, que ya no es-
tan complemente envueltosyabsorbidos por pequeñas unidades socia-
le~. Como he adelantado, la concienciaindividual se libera parcialmente
IfolIen~ras la colectiva se debilita.Ni que decir tiene, eso sí, que la con-
CIenCIacolectiva conservaen todo caso una importancia nuclear43.
A efectos ilustrativos,Bernsteinofrece un ejemplo en el ámbito de la
ed~cación escolar del pasode un sistemade solidaridad mecánica a otro de
sohd~ridad mecánica. Esteautorseñala que el control social en el colegio
cambIa Conel paso de una formade solidaridad a otra: de una transmisión
de valores comunes a una confrontaciónde los alumnos como individuos;
de un equipo escolar reducido a otro amplio con una mayor división del
trab.yo; de unos grupos fijoscomola clasea una organización más flexible;
de una pedagogía basadaen el aprendizajede elementos concretos relativos
a Contextosparticulares a otra en la que se destacan los medios a través de
los cuales se crea el conocimiento;de una educación en profundidad a otra
en.extensión; e incluso de escuelasarquitectónicamente cerradas a otras
abiertas en las que se ve el interior y se aceptan visitas.Como resultado del
pasoa una solidaridadorgánica,señalaBernstein, la relación entre profesor
y alumno adquiere una forma más individualizada y menos jerárquica y el
r?_lde los alumnos en particular está cada vez menos definida. En conclu-
s~o_n,puesto que todos dependen unos de otros, en las nuevas escuelas exis-
tina una mayor flexibilidad44.
A_unquese han vistorealidades paradigmáticamente diferentes en am-
bos tiposde solidaridad mecánica y orgánica.", Durkheim sostiene no sólo
que p~eden coexistir,sino que la solidaridad orgánica no puede aparecer si
no existepreviamente solidaridad mecánica ". Por ejemplo, que un barrio
g?ce de eficacia colectiva-una versión o dimensión de la solidaridad orgá-
nica- o por el contrario sufra violencia y criminalidad puede depender del
g:a~o.de confianza -solidaridad mecánica- que existiera en un momento
hlstoncoprevio, al margen de la densidad social de dicho barrio.
Laestructura social implica la existencia de ciertas posiciones y determi-
na los.contactosde quienes ocupan dichas posiciones entre sí -quiénes in-
teracc.I?nanentre sí, bajo qué condiciones, etc.-, al margen completamente
de qUienessean las personas concretas que ocupan dichas posiciones. Des-
de estepunto de vista, la diferenciación de que habla Durkheim se refiere a

.j, D
. urkheim, [1893]: 205. Frente a los críticos cabe decir que aquí se incluyen elementos de
tipOeconómico (J), si bien Durkheim no abunda en ellas porque esjustamente el paradigma
~on.trael que está reaccionando, de modo que da por hecho su existencia. Sobre el concepto de
IllStltuciónen Durkheim, vid. [1895]: 30.
(1) Lukes, 1973: 139.
'1<1 Bernstein, 1975: 67-73.

13 Jenks, 2005b: 25.

46 Durkheim, [1893]: 323-325.


30 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

cómo se distribuyen los individuos en posiciones sociales. Blau divide la di-


ferenciación en desigualdad, cuando aquélla se refiere a posiciones con dife-
rencias jerárquicas, como las derivadas de la clase social y heterogeneidad, en
otro caso, como ocurre con la religión, a la par que cree que las diferencia-
ciones pueden ser continuas o categóricas.". Si la estructura emerge de in-
teracciones y a la vez influye en éstas, la diferenciación abre oportunidades
para unas interacciones y coloca barreras para otrasf".
Un elemento clave de la teoría durkheimiana es la densidad morai", que
en su dimensión más básica se refiere sencillamente al número de personas
que se concentran en un espacio físico de un cierto tamaño -lo cual deter-
mina las interacciones entre aquellas. La densidad social, por lo tanto, de-
pende básicamente del tamaño de la población, de la tasa de natalidad/
mortalidad y de los movimientos migratorio s por un lado; de los medios de
transporte y comunicación; y, en consecuencia, de la distribución y concen-
tración de la población a lo largo del territorio 50. La densidad social deter-
mina la estructura social; de modo que alteraciones en la primera se tradu-
cen en cam bios en la segunda 51. El aumento de la densidad tiene la
consecuencia de que se eleva igualmente la lucha por la supervivencia -un
argumento darwinian052-, de modo que los individuos se ven forzados a
competir por recursos, por prestigio 53, ete. La división del trabajo social
debida a la presión social es el resultado de este proceso complejo; y es la
división del trabajo a la par lo que genera solidaridad (orgánica) 54. Aunque
los motivos de esta conexión causal no quedan completamente claros en
Durkheim 55, deben relacionarse con un proceso de autoselección quizá co-
nectado con una forma adecuada de cumplir la función de mantenimiento
del grupo 56.
Volveremos sobre este punto, si bien debe conservarse en mente que en
Criminología tienen una gran aceptación las transiciones macroestructura-
les a micro. Por ejemplo, Brooks-Gunn y sus asociados estudian la conexión

47 Blau, 1977: 3-4, 8-11 Y 45-99.


4S Blau, 1977: 10.
49 Durkheim, [1893]: 300 y 306; el mismo, [1897-1898J: 247.
50 Blau, 1977: 160-166; Durkheim, [1893]: 301-304.
51 En particular, Durkheim conjetura que a mayor densidad social, mayor diferenciación
social. Esta proposición tiene la forma de una ley,algo que caracteriza la postura de nuestroautor,
Durkheim, [1893]: 39.
52 Durkheim, [1893]: 311-318. Sobre e impacto de Darwin en las ciencias socialesde su
tiempo, vid. Jenks, 2005a: 30-31.
53 Parsons, por ejemplo, mantiene que la competición entre individuos debe versesobre
todo en términos de prestigio social y de satisfacción de la ambición, y no de subsistenciafisica(1)
-como sabemos, Durkheim da preferencia al grupo ocupacional en su trabajo.
(1) Parsons, 1968: 323.
54 Dmkheim, [1893]: 65-66 y 71.
55 Ya que, por ejemplo, esta misma situación podría dar lugar sencillamente a la eliminación
de parte de la población, Parsons, 1968: 323.
56 Tur ner, 1990: 1091 y 1095-1096.
INTRODUCCIÓN 31

entre la estructura y el desarrollo individuala travésde las característicasdel


barrio donde se reside y las respuestas de la familia a estas coridiciones";
~rutchfield y Wadsworthla influencia del barrio sobre el comportamiento
Juvenil,incluyendo el delictivo,a travésdel mercado laboral, el empleo ju-
venily la experiencia laboral de los padres".
Terminamos con unas últimas observaciones:

a) Llevadoa una posición pura, esta tesispuede llevar a explicaciones es-


tructuralistas en las que los individuos no desempeñan ningún rol ".
Hechos macro son explicados mediante otros hechos macro. Aunque
esta postura es lícita y quizá sea la esencia de la Sociología60, a mijuicio
no representa la tesis durkheimiana, en la que aparece tanto lo agrega-
do o social como lo individual". En realidad, se ha visto una evolución
en su pensamiento desde el primer polo del primer Durkheim hacia el
segundo del Durkheim tardío'", si bien aquí tratamos de integrar ambos
puntos de vistasiguiendo siempre a la literatura'".
b) En ciencias sociales encontramos una amplia gama de posturas: desde
los que rechazan que existauna estructura'"; a quienes niegan que haya
una cultura independiente, esto es algo más que una mera consecuencia
de la estructura"; pasando por quienes proponen una especie de inte-
gración y ver, verbigracia,la estructura como cultura".
e) La agencia puede verse como un tercer elemento junto a estructura y
cultura, si bien aquí se toma como un elemento residual que pueden
entrar como explicación cuando se agoten las anteriores -de modo que
idealmente es un factor redundante'". En este sentido, la acción puede
influir en la estructura y no sólo al revés'".

57 Brooks-Gunn et al., 1997: 281-282.


58 Crutchfield y Wadsworth, 2013: 152-153.
59 Blau, 1977: 3. Vid. así mismo Durkheirn, [1893]: 389 y 466.
60 Mayhew, 1980: 339-340 y 346; el mismo, 1981: 637-640.
61 Serrano Maíllo, 2016: 255. Porpora sostiene, por el contrario, que la postura durkheimia-
na sobre la estructura concebiría ésta (únicamente) como regularidades con forma de ley, de lo
cual se excluiría cualquier rol para la agencia o una dimensión de patrones estables, 1989: 197-
198; a la par que critica esta postura, 203; el mismo, 2015: 42-45. Una contestación en Sawyer,
2005: 85.
62 Turner, 1990: 1090.
63 Vid. Sawyer, 2005: 100-124 y 210-230; Turner, 1981: 381-387; el mismo, 1988: 358-362; el
mismo, 1990: 1093-1102.
64 Sellin, 1938: 26-27.
65 Wacquant y Wilson, 1989: 25.
66 Miller, 1959: 139; el mismo, 1962: 169.
67 En contraste, movimientos actuales le conceden un rol mayor a la agencia, vid. Porpora,
2015: 128.
68 Anderson, 1976: 51 y 216; el mismo, 1999: 296.
32 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

3. PATRONES CULTURALES

3.1. Cultura: un enfoque durkheimiano

En la tradición de Durkheim, la cultura tiene un carácter social.Aquí en-


tenderemos cultura cornosistema de símbolos y significados". Geertz define la cul-
tura como «un patrón transmitido históricamente de significadosencapsula-
dos en símbolos,un sistemade concepciones heredadas expresadasen formas
simbólicasa travésde los cualeslos hombres comunican, perpetúan y desarro-
llan su conocimientosobre la viday susactitudeshacia ella»;«un sistemaorde-
nado de significadoy símbolos [... ] en virtud del cual los individuos definen
su mundo, expresan sus sentimientosy hacen susjuicios»70. Los símbolos,que
pueden ser cualquier cosa, evocan en nuestras sociedadesalgo invisiblepero
real y compartidoy hacen posible la representación y el significado71.
Entendida de este modo, la cultura está compuesta por comprensiones
y significadosque no son individuales ni privados sino compartidos y públi-
cos; a la par que abarca acciones, creencias, ritos. No es un poder causal,
algo que por sí mismo inicie una acción o permita una explicación etiológi-
ea, ni tampoco una caja de herramientas o estrategias": sino un marco o
contexto para la comprensión de la vida y del mundo 73. Así, la cultura per-
mite tipificary evaluar, en la afortunada frase de Douglas, la cultura media
nuestra experiencia", Cuando un individuo se enfrenta con una nueva viven-
cia espera que se trate de una categoría típica del mundo tal y como lo
comprende. Por muy novedosa y extraña que sea, sólo existe un número
limitado -y socialmente construido- de categorías para clasificarla y por lo
tanto esperamos que nuestro sistema taxonómico dé cuenta de la misma":
Estos sistemasclasificatorios,agrupatorios de experiencias son simbólicos, en
cuanto que deben ser abstracciones. Como correlato, estas tipificaciones
son igualmente imprescindibles para comunicarse y entenderse recíproca-
mente con otros irrdividuos", En segundo lugar, la cultura permite evalua-
ciones de las experiencias por ejemplo mediante esquemas cognitivos y
emocionales de una dicotomía como es el bien y el mal.
Como acaba de decirse, mediante la cultura, los actores pueden expli-
carse el mundo y comunicarse utilizando el sistemacompartido de símbolos
y significados:aquélla constituyeun sistema o complejo que funciona como

69 A1exander, 1992: 295; Jenks, 2005a: 60; Parsons, 1977: 168. Sobre la evolución de esta
tradición, particularmente en Anu·opología, vid.Jenks, 2005a: 34-38 y 40-42.
70 Geertz, 1973: 89 y 144. Críticamente con el enfoque aquí patrocinado, Swidler, 2001: 19-23.
71 Rawls, 2004: 39-40, 143-146, 166, 168, 180,224 Y273-275.
72 Swidler, 1986: 273 y 276-282; la misma, 2001: 24-40.
73 Jenks, 2005a: 61.
71 Douglas, [1966]: 40 y 129.
75 Durkheim y Mauss, [1903]: 2-5.
76 Rawls, 2004: 1-3 y 39.
INTRODUCCIÓN 33

«fuentes extrínsecas de información»?". La cultura, finalmente, es aprendida


a través del proceso de socialización 7S.

3.2. La cultura en la Criminología contemporánea: valores y sub culturas

Como repetiremos, en Criminología existe una gran imprecisión sobre


qué se entiende por cultura-así como términos derivados como subcultura.
En algunos estudios parece que existe una única cultura en un país; en
otros da la impresión de que se cruza una calle y se cambia de cultura?";
mientras que algunos más parecen sugerir que en un mismo lugar pueden
coincidir varias culturas de modo simultáneos".
Siguiendo a la Iiterarnra'", puede entenderse que en un país o región o
bien en un grupo social amplio y heterogéneo tenderá a existir una única
cultura, que en nuestra disciplina a veces se ve como dominante o generatriz
-esto ocurre en los enfoques subculturales. El motivo de que exista una única
cultura es que de otro modo sería dificil la comunicación entre los miembros
de ese grupo, no digamos ya una mínima cohesión que permitiera su unión.
Por poner un ejemplo, Saney, que adopta un enfoque cultural para explicarlas
altas tasas de criminalidad de Estados Unidos'", afirma que «las normas y va-
lores que abarcan el panorama del mundo [norte]americano contemporá-
neo [... ] influyen de manera indirecta en la naturaleza de la estructura social
y del comportamiento individual en todas las situaciones de la vida"83.
Según Miller, existen tres conexiones entre cultura y delito: en ocasio-
nes, ciertas prácticas culturales son en sí mismas delictivas; otras veces caben
tanto opciones lícitas como ilícitas, pero estas últimas son más ventajosas ya
que permiten obtener algo más rápidamente y con menos esfuerzo; final-
mente, la cultura exige una respuesta a ciertas situaciones que implica la
comisión de algún delito.".
Los valores 1SUIl la base ue
las teorías subculturalcs'". Una subcultura
contiene algunos valores distintos de los dominantes, pero no están en con-
flicto con ellos. Puede asumirse que existen sub culturas en la actualidad y
un ejemplo puede encontrarse en grupos de niños e incluso adolescen-
tes86. Si bien la subcultura suele relacionarse en nuestra disciplina con la
desviación y el delito, existen subculturas en las que predomina lo proso-

77 Geertz, 1973: 92.


78 Durkheim, [1925]: 61 y 64-65; Parsons, 1951: 11-12, 16,34-37 Y 226-243.
79 Como en el caso de Stewart y Simons, 2010: 575-576 y 579.
80 Cano Paños, 2016: 305.
81 Curtis, 1975: 7-9; Yinger, 1960: 625-633.
82 Saney, 1986: 10, 12 Y 47-86.
8' Saney, 1986: 6.
84 Miller, 1958: 18.
85 Ball-Rokeach, 1973: 737.
86 Sutherland et al., 1992: 109.
34 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

cial'". En este sentido, una sub cultura no tiene que ser algo necesariamente
inferior a una cultura más amplia puesto que grupos artísticos avanzados han
sido definidos como subculturas'". Las subculturas tampoco se confunden
con las bandas, si bien existen teorías criminológicas que así lo han hecho'".
Downes?" distingue dos tipos de subculturas: las que se forman fuera de una
cultura dominante, como en el caso de grupos inmigrantes que llegan a un
nuevo país; y las que se forman dentro de una cultura dominante ya sea como
una respuesta positiva -grupos de adolescentes, miembros de una profe-
sión ... - o negativa -subculturas criminales, grupos políticos o religiosos radi-
cales o extremistas ... Por el contrario, una contracultura tiene valores distintos
de los dominantes, que al mismo tiempo están en conflicto con estos segun-
dos. Que existan subculturas no implica, como veremos, que existan subcul-
turas delictivas ni que los valores sean una causa de la criminalidad.

3.3. El sesgo anticultural de las ciencias sociales contemporáneas

Puede hablarse tranquilamente de un sesgo anticultural en las ciencias


sociales y en la Criminología contemporánea en concreto 91. Aunque casi
por norma se relaciona la cultura con algo negativo, coercitivo, opre-
sor'" ... , uno de cuyos ejemplos más conocidos es la llamada cultura del con-
trol propuesta por Garland, la esencia de la cultura y de los mecanismos
culturales es ofrecerprotección a los indiinduos",
En segundo lugar, no sólo predominan las críticas a las teorías culturales
y subculturales -a menudo in toto-, incluidas las de tipo ideológico "; sino
que además se les presta poca atención ". Esta actitud crítica es resumida
por Aebi cuando escribe, desde las antípodas de nuestro planteamiento
durkheimiano ", que «sólo hay seres humanose ". Más acerado, Wacquant
acusa a uno de los enfoques culturales más influyentes en la actualidad, el
del código de la calle, de adoptar «una posición culturalista con implicacio-
nes políticas profundamente perturbadoras en cuanto que hace responsa-
bles a los habitantes del gueto de su propia situación apurada a causa de sus
valores desviados o de la ineptitud de sus roles»?".

87 Anderson, 1990: 12-21.


88 Parsons, 1951: 411-412.
89 Downes, 1966: 12.
90 Downes, 1966: 9.
91 Bourgois, 1995: 318 y 232; Sullivan, 1989: 242.
9'2 Tonry, 2004: 64.
93 Serrano Maílto, 2016: 466.
94 Advertido ya por Surratt et al., 2004: 44.
9, Horowitz, 1983: 15.
96 Durkheim, [1897]: 337.
97 Aebi, 2008: 73.
98 Wacquant, 2002: 1500, vid. también 1521 y 1527.
INTRODUCCIÓN 35

. Esta asimetría valorativaentre estructura y cultura se manifiesta en los


SIguientes comentariosde WacquantyJ. Wilson: «han creado una división
!lormativa ficticiaentre laspersonas de color de las ciudadesque, al margen
de su realidad [...] sólopuede palidecer cuando se la compara a la brecha
estructural objetiva que separa a los residentes del gueto de la sociedad ge-
!leral y a los constreñimientosmateriales colectivosque pesan sobre ellos»,
Para concluir con que «sise utiliza el concepto de infraclase, debe ser un
Concepto estructural [...] No debe ser utilizado como etiqueta para desig-
llar una nueva raza (breed) de individuos moldeados libremente por una
cultura de la pobreza mítica y todopoderosa» 99. Dejando de lado que la
:ultura también es objetiva en cuanto que compartida y se impone a los
Individuosigual que la estructura; y dejando de lado que estructura y cultu-
ra se encuentran íntimamente relacionadasy en ningún caso son elementos
a~tónomos cuando no contrapuestos; en esta obra valoramos las invesliga-
c~o~espor sus méritos científicosy no por sussupuestasconsecuenciasideo-
loglCas.Una teoría estructural y otra cultural deben competir entre sí si-
g~iendo ciertos criterios de carácter empírico, y no es posible -aunque sí
:omodo- decidir a favor de uno de ellos de modo apriorístico por razones
Ideológicas.
Finalmente, cultura y estructura a menudo se tratan en Criminología
Comoentidades independientes y casiopuestas entre sí100 -cuando aquí las
hemosconsiderado diferentes únicamente desde un punto de vistaanalíti-
co,no ontológico.
Las críticas científicas son legítimas, pero tienen por delante el dificil
retode afrontar preguntas criminológicamente relevantes sin recurrir a la
cultura-en particular en su versión simbólica de base durkheimiana. Así,
Borowitzafirma en relación con la comunidad de Chicanos que estudia
quelas «explicaciones estructurales de las diferencias son insuficientes en
Cuantoque no pueden explicar diferencias culturales entre grupos que ocu-
panprácticamente el mismo estatus socioeconómico»; y que existen ele-
mentosculturales que no se alteran incluso aunque cambie la posición es-
trtlcturaldel grupo; a la par que abunda en que las mismas desigualdades
estructuralesno son vividas, experimentadas del mismo modo por grupos
distintos
101.

4, PROCESOS DELICTIVOS

He dividido los procesos delictivos en tres grandes grupos: biográficos;


desocializacióny crianza; y de grupo. Entre las variables o patrones indivi-
duales
se incluyen el sexo; la edad; características fisicasy mentales como la

99 Wacquant y Wilson, 1989: 25 (énfasis añadido).


100 Ousey y Wilcox, 2005: 5.
101 Horowitz, 1983: 27, de donde procede la cita, 31 y 234.
36 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

personalidad, la inteligencia, la constitución física, el autocontrol, etc.; el


estatus inmigración, que ciertamente es un concepto muy amplio que re-
quiere ser desagregado; la clase social y el estatus socioeconómico; la mora-
lidad (individual) tanto en su dimensión cognitiva como en la emocional; o
el empleo. Figuras más genéricas como las carreras criminales o la predic-
ción o evaluación del riesgo de criminalidad o reincidencia también se en-
cuadran en este punto.
Los procesos de socialización y crianza incluyen a la familia -Ia crianza,
la criminalidad y experiencia en el Sistema de Administración de Justicia de
padres, hermanos y otros familiares, el conflicto familiar, el maltrato y la
violencia, los hogares rotos, etc.-, a la escuela, a los mentores y al matrimo-
nio, la vida en pareja y la descendencia.
Por último, proc.~sos de grupo son los pares y los procesos de asociación
diferencial en general, la codelincuencia, las redes, la delincuencia organi-
zada y las bandas delincuentes, muchas de ellas de jóvenes.

5. ASPECTOS METODOLÓGICOS: lA MEDICIÓN DEL DELITO

5.1. Estadísticas oficiales

El estudio de los patrones y procesos delictivos tiene una base empírica


que es menester describir de modo crítico. Esto se refiere tanto a las fuentes
de información sobre el delito como a las investigaciones que se han valido
de las mismas para extraer hallazgos de modo habitualmente inductivo y en
ocasiones incluso contrastar hipótesis 102.
La idea de las estadísticas procede y es característica del Estado moderno
-y de ahí toma precisamente su nombre. Para su organización, llega un
momento en el que el Estado necesita conocer cuantitativamente diversas
cuestiones: cuál es la lenta y la producción para organizar la recogida de
impuestos y la Hacienda; el número de individuos para establecer un ejér-
cito permanente, etc. Las primeras estadísticas sobre el delito aparecieron
en Francia en el primer tercio del siglo diecinueve y enseguida fueron utili-
zadas para medir su extensión.
Las estadísticas oficiales son datos recogidos y elaborados por distintas
Instituciones -no por los investigadores. Se trata, fundamentalmente, del
Ministerio de Interior, que informa de los delitos conocidospor la policía y
otros cuerpos y fuerzas de seguridad; el Ministerio deJusticia y la Fiscalía
General del Estado, sobre las actividades de los Jueces y Tribunales de Justi-
cia; y, por último, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, que
ofrece datos sobre los internos en prisiones. Serrano Gómez ofrece una
clasificación de las estadísticas existentes en España:

102 Sobre esta cuestión, vid. Fernández Villazala, 2008: passim.


INTRODUCCIÓN 37

a) Estadísticaspoliciales;
b) Datos de la FiscalíaGeneral del Estado;
c) Estadísticasjudiciales;
d) Datos de los Tribunales de Menores;
e) Datos de prisiones103.

El estado de las estadísticassobre el delito en nuestro país deja mucho


que desear. De entrada, no son publicadas de manera organizada y sisterná-
tIca. Los datos, a mayor abundamiento, incluyen incongruencias, carencias
y ?~tos a todas luces erróneos. La información que ofrecen no es exhaustiva
IIIsIgue siernpre criterios estrictamente criminológicos. Por último, y entre
otras, losrnismosson recogidosy preparados por un organismo directamen-
te dependiente del Ministerio del Inrerior '?'.
d Aunque la fuente de información preferible depende en buena medida
e. lo .q~e se desee estudiar y en principio todas ellas deberían tender a
COInCIdIr, en general pueden mencionarse dos sencillas reglas metodológi-
cas -especialmente relevantes para la medición de las tasas delictivas.

a) Sellin COnsiderócon acierto que un dato será tanto más preferible cuanto me-
nos ha~Q penetrado en el sistema y el procesode Administración dejusticia. Ello
es debIdo a que, desde que tiene lugar, la cuantificación de un delito va
dando diversos pasos: verbigracia, primero la víctima lo detecta, decide
?~n.unciarlo, se presenta en la comisaría, la policía lo registra, la policía
InICIauna investigación,la policíadetiene a un sospechoso,se decide que
pas~a disposición judicial, etc. El proceso puede ser muy largo. La clave,
s?gun Sellin, es que cada uno de estos pasosimplica una decisión (denun-
~Iar,re?istrar, investigar...) de continuar con la investigaciónde dicho de-
lito o bIen sacarlo del sistema.Puesto que el resultado de estas decisiones
no es aleatorio, los datos que van superando las distintasetapas -y siguen
fo~mando parte de sucesivasestadísticas oficiales- se encuentran cada vez
~as sesgados y, de este modo, se contaminan cada vez y no ofrecen una
Ima~en fidedigna de la realidad, sino una clara y cada vezmás sesgada.Es
decir,q~e la regla metodológica es que los datos sobre delitos conocidos
por la.Policía son los preferibles -y los datos sobre internos los menos
prefenbles porque tenderán a estar muysesgados!".
b) En.seg~ndo lugar, los tipos más graves son los preferiblespara la medición del
delz.to.L;as razones son semejantes a las anteriores. Aunque no es la única
v~nabl~ que tiene influencia para que un delito vayasuperando los dis-
~nto P~sos y decisiones por los que pasa -eso es, que un delito sea iden-
tificado como tal, que se informe a la policía, que ésta decida registrarlo

103 S
101 errCL.::::noGómez, 1986: 21-47.
Mosh_ er et al., 2002: 91-98.
105 Selli•.••. , 1931: 346; el mismo, 1953: 165-166; Sellin yWolfgang, 1964: 31 y 165-]87 sobre
todo.
38 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

e investigarlo, etc.-, en vez de ser sacado del sistema, la gravedad de la


conducta es decisivo. En general, por ejemplo, es más sencillo que unas
lesiones graves o un robo en una viviendavayansuperando todos y cada
uno de los pasos que un hurto 106.

Las estadísticasoficialesen general, como cualesquiera otras fuentes de


medición del delito y metodologías en la ciencias humanas y socialesy en la
Criminología en concreto, sufren muy serios problemas. Entre ellos,y sin
ánimo exhaustivo, se encuentran los siguientes.

a) No todos los delitos que se cometen en realidad pasan a formar parte de


las estadísticasoficiales.Esto puede ocurrir cuando ni la víctimani nadie
se da cuenta de que se ha cometido un delito; cuando no se denuncia el
hecho, por ejemplo porque se considera que el mismo es de escasaim
portancia o que la policía no podrá hacer nada; o cuando la policía se
abstiene de registrar el hecho 107. Esto es lo que se conoce como cifra
negra 108. Más preciso, Serrano Gómez distingue entre cifra oscura, en la
que el delito, aunque se conoce su existencia, no se registra porque no
hay denuncia o porque no hay pruebas; y criminalidad oculta, en la que
la víctima desconoce que ha sufrido un delito o bien es la primera inte-
resada en que el delito permanezca oculta'?".
Ello quiere decir que no es posible conocer mediante las estadísticas
oficialesel número total de delitos, aunque sí se asume que debe existir
una determinada relación de los indicadores con el mismo. En segundo
lugar, debido a que esta razón puede variar en gran medida de un país
a otro -e incluso de una jurisdicción a otra-, el uso de las estadísticas
oficialespara llevara cabo comparaciones sobre tasas delictivasinterna-
cionales absolutas es muy problemático 110.
En efecto, la cifra oscura no es constante ni se distribuye al azar, sino
que podría encontrarse influenciada sistemáticamentepor ciertos facto-
res. MacDonald encontró que factores económicos y específicos de los
incidentes son decisivosen la decisión de denunciar, así como que las
tendencias a denunciar -y, por lo tanto, los índices de la cifra oscura-
dependen básicamente de los cicloseconómicos111.
b) No todos los delitos tienen la misma posibilidad de formar parte de las
estadísticas, de modo que éstas tenderán a estar sesgadas (sistemática-

106 Coleman y Moynihan, 1996: 85; O'Brien, 1985: 25, 31-32 Y37.
107 Sobre las causas de la no denuncia por parte de la víctima, vid. Serrano Gómez, 1986:
57-59.
108 Coleman y Moynihan, 1996: 3-6,8-12,15,20-21,70 Y82-83; Mosher et al., 2002: 26, 38-42
y 84-86.
109 Serrano Gómez, 1986: 21, 47 Y52-71.
110 O'Brien, 1985: 35.
111 MacDonald, 2001: 128-130 y 137-143, así como 132-137 sobre la metodología seguida.
INTRODUCCIÓN 39

mente) -y no simplemente erradas azarosamente 112. Por ejemplo, los


llamadosdelitosde cuello blanco son verdaderos delitos pero tienden a
no aparecer en las estadísticasoficiales113; también puede ocurrir que
losdelitos cometidospor determinadas minorías o clasessocialesdesfa-
vorecidastengan una mayor probabilidad de aparecer 114.
Albrecht considera que, en efecto, las estadísticasoficialesno captan la
delincuencia organizada.Para este investigador,más allá, los aumentos
oficialesen delitosde esta naturaleza -Ia mayoríade los cualesno tienen
víctimasdirectas claras- suelen responder mucho más a cambios en la
aplicación de la ley -por ejemplo, que la policía se preocupa más por
este tipo de actividadesy les dedica másmedios personales y materiales-
que a cambiosreales en las tendencias y desde luego a su volumen real.
Por este motivorecomienda atender mucho más al impacto socialy eco-
nómico de estas conductas ilícitas que a la mera cuantificación, poco
realista de acuerdo con sus investigaciones,de supuestos punibles 115. El
mismo autor se muestra igualmente cauteloso respecto a la medición
oficialde los delitos de los inmigrantes. Las estadísticasoficialesarrojan,
sin duda, una desproporción entre delitos de nacionales y extranjeros,
pero cuando se procede a incluir una serie de controles -por ejemplo,
edad y sexo- las razones disminuyen de modo notable; y en general es
posible identificar subgrupos dentro de los extranjeros cuando se desa-
gregan las cifras oficiales116.
c) Las estadísticas oficiales también son reflejo, al menos en parte, de la
actividad de la policía y demás cuerpos y fuerzas de seguridad. Por ejem-
plo, si van a ser evaluados según el aumento o disminución de los índi-
ces de delincuencia o si, por el contrario, esos índices van a ser decisivos
para la asignación de recursos, es posible que se den ciertas presiones
formales o informales que lleguen a moldear su comportamiento res-
pecto al registro de delitos; igual que también puede ser influyente los
medios materiales y el número de miemhros asignados a una comisaría,
así como factores tan variados como la edad y grado de profesionalidad
estos últimos, entre otros!".
d) Otros problemas técnicos incluyen calificaciones incorrectas de deter-
minadas conductas debido a la imprecisión de la ley y de las distinciones
entre delitos por su gravedad 118.
Pese a que, sobre la base de las críticas anteriores y otras, parte de la
doctrina española ha mostrado una nula confianza en las estadísticas

112 Serrano Gómez, 1986: 49.


113 Larrauri Pijoán, 1991: 85-87.
11. Mosher et al., 2002: 86.
115 Albrecht, 1998: 1-35; el mismo, 2004: 79-101.
116 Albrecht, 1997: 58-67 y 69-87.
117 O'Brien, 1985: 27-34 y 3&.37.
118 Mosher et al., 2002: 87-9l.
40 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

oficialespara la medición del delito 119, las mismasson imprescindibles.


Si se acepta que es legítimo e incluso imprescindible para la sociedad
contemporánea conocer de la forma más aproximada posible el índice
de delincuencia de un país, si éste aumenta o disminuye, determinados
correlatos del delito, eventualesimpactos de medidas de Política crimi-
nal, etc., entonces simplemente es difícil renunciar a las estadísticas ofi-
ciales. Una razón muy sencilla es que no existe en nuestros países, hoy
por hoy, otra fuente de información al respecto: no hay, por ejemplo,
estudios de victimacióncomparablesen ámbito y periodicidada los que se
han venido realizando en paísesanglosajones.Un rechazode las estadís-
ticas oficiales es hoy, pues, algo muy difícil de asumir.De este modo,
LaFree afirma que «la evidencia disponible sugiere que los datos sobre
arrestos del UeR [colección estadounidense de datos oficiales], espe-
cialrnerne para delitos gravesy especialmente a nivelnacional,propor-
cionan información que refleja tendencias del delito realessegún las caracte-
rísticas de los delincuentes» 120.
Que no sea asumible un rechazo de las estadísticasoficialesno quiere
decir, ni mucho menos, que reflejen la realidad comoun espejo.Antes al
contrario, 10 que se mantiene es que las estadísticasparecenofrecer in-
dicaciones de los niveles o tasas de delitos y de sus tendenciasa lo largo
del tiempo, sobre todo para ciertos delitos y para unpaís en concreto
-es decir, que las comparaciones internacionales sonespecialmente
complejas. La interpretación de las estadísticases, porlo tanto, de una
complejidad extraordinaria; siendo en la medida delo posibleconve-
niente recurrir a fuentes alternativas y complementariasde medida.
Según Best, la sociedad contemporánea existe un «mercadode proble-
mas sociales» en el que determinados actores se venobligadosa com-
petir para recibir atención -y a continuación puedeser que también
medios y poder para afrontar el problema social quepromuevan. Es
decir, que puesto que existen muchos potenciales problemas socialesy
no todos pueden recibir una atención y unos mediossuficientes,los
proponentes de unos y otros han de competir entres:si nospreocupa-
mos por un problema social -más o menos real-, tenemosque dejar
otro sin atender. Estos actores, para captar la atenciónde laopinión
pública, pueden afirmar que dicho problema se encuentramuyexten-
dido y que, de este modo, puede afectar a cualquiera. Cuandono exis-
ten datos, lo que suele acontecer cuando se llamalaatenciónsobre un
determinado problema social por primera vez,existe la posibilidadde
que no existan en absoluto indicadores sobre la extensión delmismo,
de modo que siempre cabe la posibilidad de ofrecer datos inventados,
en general grandes números. Tarde o temprano, sinenbargo,espreciso

119 Díez Ripollés e t al., 1996: 17-19.


120 LaFree, 1998: 38 (énfasis añadido).
INTRODUCCIÓN 41

recurrir a datos cuantitativossobre el problema socialde que se trate,


preferiblemente estadísticas oficiales -en principio las que gozan de
mayor autoridad entre los medios y la opinión pública-; de modo que
no es extraño que se entable una disputa sobre lo que debe medirse,
esto es si debe utilizarseun concepto amplio del fenómeno -que agran-
daría la magnitud del mismo y,por lo tanto, captaría una mayor aten-
ción- o restringido. Continuando con nuestro autor, Best sugiere que
esto es lo que aconteció en los años ochenta en Estados Unidos con el
problema del rapto de niños (child abduction). Si las (incorrectas) esti-
maciones que se ofrecieron en los primeros momentos oscilaron ¡entre
unos 50.000 y unos 67 o 69 casosal año! en Estados Unidos, el debate
terminó concentrándose en cómo definir el concepto de rapto de cara a su
cuantificación, qué es lo que hay que contary registrar bajo dicha rúbrica
en las estadísticas. Dependiendo de si se incluyen los intentos o sólo los
supuestos consumados, raptos de muy escasaduración, casosen los que
un padre sin la custodia se llevaal hijo o hija durante unas pocas horas,
etc. en incluso desapariciones de chicas o chicos que simplemente hu-
yen de sus casas, los datos de las estadísticas oficialesvariarán de forma
dramátical21• Independientemente de la opinión que cada uno pueda
tener de este caso concreto, lo decisivo, siempre siguiendo a Best, es
reconocer eljuego de fuerzas e intereses que se encuentra detrás de la
elaboración de las estadísticas.

5.2. Encuestas de victimación

La Criminología ha desarrollado métodos de medición del delito alter-


nativos a las estadísticas oficiales, como los estudios de autoinforme y las
encuestas de victimación 122. En las mismas, se toma una muestra de perso-
nas, de viviendas o de locales de negocio y se contacta con dichas personas,
moradores o personal para que informen de los delitos que han sufrido n
un determinado periodo de tiempo -generalmente el último año o losúlti-
mos seis meses- o a lo largo de su vida. Los estudios suelen hacerse a través
del teléfono o mediante un entrevistador que les visita y entrevista cara a
c~ra. Las encuestas pueden realizarse a nivel local, regional o nacional,si
bien hay experiencias internacionales-'".
Estos estudios se han revelado imprescindibles en la medición de las
tasas delictivas, su evolución y comparación; para estimar el riesgo de victi-

12J Best, 1988:84-92; el mismo, 1990:8-16,22-37,45-64,89-102,151-188 Ypassim; el mismo,


2001: 14-21,2&-29,39-44,121-127,129-131,145-146 Y159-171.
122 Sobre la historia de los estudios de victimación, vid. Coleman y Moynihan, 1996:12-13y
71-74; Mosher et al., 2002: 53-56.
12!1 Sobre la metodología de los estudios de victimación, vid. Killlas, 1990:153-165;
el mismo,
2001: 65-74.
42 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

mación y sus correlatos; para estudiar cómo ocurren los delitos personales
-su fenomenología-; y el costo del delito; para desvelar las necesidades de
las víctimas; e incluso para el test de teorías. Además de ser una fuente al-
ternativa y, más aún, complementaria para la medición del delito, tienen la
ventaja de ofrecer datos que no aparecen en las estadísticas oficiales. Este es
el caso, verbigracia, de características de las víctimas o ciertas actitudes, sen-
saciones o estimaciones, como el miedo al delito 124.
También lamentablemente, y como ya hemos indicado, no existen en
España estudios de victimación comparables a los que se vienen realizando
en países anglosajones y del norte de Europa+". Del mismo modo España
no ha participado más que en algunas ediciones de la Encuesta Internacio-
nal de Victimación 126.
Como ya sabemos, todos los métodos de medición del delito en concre-
to sufren de importantes problemas, y las encuestas de victimación no son
una excepción. Comparten ciertos serios problemas generales con los mé-
todos de las encuestas y entrevistas, incluidos los estudios de autoinforme,
amén de otros específicos, también serios en su conjunto.

a) Existen problemas específicos de las muestras, como su selección y del


acceso a la misma. No todos los seleccionados participarán en la entre-
vista; muy probablemente, las personas que rehúsan participar o que
por cualquier otro motivo no lo hacen tenderán a ser distintas de las
que sí participan, y de este modo tenderán a sesgar la muestra, si no se
toman medidas correctoras.
b) Las preguntas pueden ser ambiguas, de modo que la definición que el
investigador o la ley tienen de un delito, o bien sus límites, no coinciden
con lo que la víctima tiene en mente. Incluyen relativamente pocos de-
litos. Puesto que los delitos muy graves son por fortuna escasos, es dificil
que una muestra, salvo que sea muy grande, detecte alguno.
e) Existe una tendencia a ofrecer respue tas socialmente deseables. Otro
sesgo es que no es fácil reconocer ciertos tipos de delitos o cuando el
autor es alguien cercano.
d) Es posible olvidar que se ha sufrido algún delito o bien, como el efecto
que produciría un telescopio, creer que un delito que se sufrió hace
tiempo ha acontecido hace menos de seis meses o un año. Del mismo
modo, se pueden señalar delitos que se han sufrido en otro lugar, por
ejemplo cuando se hacía turismo en un país extranjero.
e) Pueden existir diferencias entre grupos de población, verbigracia los
delincuentes pueden definir como delictivas menos conductas que un
individuo honrado.

124Díez Ripollés et al., 1996: 18-19 y 22; O'Brien, 1985: 39 y 57-60.


125Vid., por ejemplo, Bondeson, 1991: 334-345;Mayhew y Hough, 1991: 306-327; O'Brien,
1985: 40-45.
126 Vid. al respecto van Dijk et al., 1990: passim.
INTRODUCCIÓN 43

f) Los encuestados pueden simplemente mentir de modo consciente, ver-


bigracia porque desean llamar la atención sobre una conducta que les
parece grave o porque así creen satisfacer a su interlocutor.
g) El entrevistador puede influir en el entrevistado, y así sesgar los datos;
jO incluso inventarse las encuestas, si no es controlado y no existen me-
dios de comprobación, para ahorrarse trabajo!
h) También existen influencias dependiendo del tipo de metodología y
diseño que se siga; y, de este modo, una gran diversidad metodológica
podría dificultar la comparabilidad de los resultados!".

5.3. Estudios de autoinforme

En estos estudios se pregunta a un grupo de delincuentes o, más a men~-


do, ~ una muestra de individuos por los delitos que ellos mismos han comen-
do.junto Con otras posibles cuestiones 128. Su flexibilidad representa una ven-
taja enorme. Los estudios de autoinforme desempeñan un papel fundamental
en la Criminología contemporánea, en especial para el test de teorías y para
estimar los correlatos del delito. Aunque potencialmente es imaginable su
uso para la medición de las tasas delictivas, el hecho de que se requieran
grandes muestras para tal fin y que incluso éstas tiendan a no incluir delin-
cuentes serios 129, ha conllevado que apenas se hayan utilizado para este fin 130.
Los estudios de autoinforme también comparten muchos problemas
metodológicos generales de las metodologías de las encuestas a las que a~a-
bamos de hacer referencia. Otros más específicos son los siguientes, en mn-
gún caso con ánimo exhaustivo.

a) Puesto que una muestra de individuos en general no incluirá delincuen-


tes serios, la mayor parte de los delitos que se detectan en los estudios
de autoinforme son muy leves. A menudo, por ejemplo, se recurre a
muestras de estudiantes por la facilidad que tiene el investigador para
acceder a los mismos, que incluso pueden ser sus propios alumnos -los
delitos que han podido cometer, y puede ponerse el lector en esta tesi-
tura, tenderán a ser intrascendentes.
b) Es posible que existan diferencias entre distintos grupos a la hora ?e
reconocer los delitos que han cometido. Hay evidencia de que los delm-
cuentes tenderán a reconocer menos delitos, por ejemplo porque defi-
nan como tales sólo conductas relativamente graves.

127 Coleman y Moynihan, 1996: 74-82; Mosher e t al., 2002: 13 y 158-167; O'Brien, 1985: 39 y
48-56.
128 Sobre la historia de los estudios de autoinforme, vid. Coleman y Moynihan, 1996: 12-13
y 48-59; Mosher et al., 2002: 42-53.
129 Coleman y Moynihan, 1996: 63-64.
130 Mosher et aJ., 2002: 109-119.
44 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

c) Como consecuencia de la flexibilidad que ofrecen, la existencia de dise-


ños distintos hace dificil la comparación entre estudios.
d) También existen problemas metodológicos más o menos específicos 131.

5.4. Conclusión

Aunque sólo hemos vistode pasada los formidables problemas que afron-
tan los distintos métodos, la medición de delito resulta de una complejidad
colosal: es muy difícil de medir y toda cautela en las interpretaciones es
poca!". Ni que decir tiene que conocer, verbigracia, el número totalde deli-
tos que se producen un país o comunidad es una quimera. Ello noquiere
decir, sin embargo, que no existan en la actualidad ciertos métodosque han
ofrecido ya importantes frutos y que resultan muy prometedores parael futu-
ro. Estos métodos, a mayor abundamiento, son mejorados constantemente.
La pluralidad de métodos debe ser celebrada. La Criminologíay de las
ciencias humanas y sociales en general deben recurrir a tantas fuentesde infor-
mación y enfoques metodológ;icos como sea posible. No pueden permitirseel lujo
~e despreciar ninguna de ellas, incluso aunque algunas sean sin dudasupe-
flores a otras. Por este motivo, estadísticas oficiales-de distintos tipos-,en-
cuestas de victimación, estudios de autoinforme y otros métodosimagina-
bles se han revelado en buena medida compatibles y complementmiosy deben
compaginarse entre sí para la medición del delito y otros fines'", Las su-
puestas discrepancias suelen deberse mucho más a problemas concretos
que a dificultades epistemológicas insalvables 134. Esto no quieredecirque
los hallazgos vayan a ser idénticos, pero si estudian una realidadsubyacen-
te 135 tenderán a ser compatibles y complementarios. La regla eS,entonces,
el recurso a tantas fuentes y metodologías como sea posible, entendiendo
que todas las metodologías tienen sus ventajas e inco nvenientes'"

6. ASPECTOS METODOLÓGICOS: ESTUDIOS INDIVIDUALFS


y
REDUCCIÓN DE LA INFORMACIÓN
6.1. Estudios individuales

. Para revisar los distintos patrones y procesos delictivos utilianmosestu-


dIOSindividuales, que pueden ser de nivel individual o agre~ado, por un

'" Sobre los problemas que afron tan los estudios de esta naturaleza, vid. O'Brien, 1985:70-
79; Piquero et al., 2002: 494-496 y 521-523.
132 Mosher et al., 2002: 2, 5 Y 21-22.
133 Blumstein yWallman, 2000: 3; Conldin, 2003: 7-11;O'Brien, 1985: 14.
134 Blumstein et al., 1991: 254-257; los mismos, 1992:123;O'Brien el al., 1~195Y398-400.
Menos optimistas, sobre todo en lo referente a la medición de la evolución dddtlilo, Menard,
1992: 106-111.
135 Popper, 1963: 63, 116-117 Y 213.
136 Braithwaite, 1979: 22.
INTRODUCCIÓN 45

lado; y resúmenes o estudios de reducción de la información por otro, los


cualespueden ser narrativoso meta-analíticos.Comoiremosviendo,existen
distintos tipos o diseños de estudios individualesque se han utilizado para
el estudio de los patrones y procesos delictivos.Los experimentos verdade-
ros o con asignaciónaleatoriaa grupo (o grupos) de controly experimental
son el patrón oro para el establecimiento de relaciones causales,pero casi
nunca se pueden hacer en nuestra disciplinapara los finesrecién señalados,
al margen quizá de algún experimento que se ha considerado natural'",
Series temporales, comparaciones, estudios transversales,etc. pueblan las
páginas que siguen. De todos los estudios individuales,los más importantes
probablemente son los que siguen un diseño longitudinal.
La mayoría de los estudios existentes en Criminología son individuales
y de carácter transversaL.Además de sus potenciales particularidades, este
diseño no permite establecer el orden temporal de las variables. Una limi-
tación adicional que comparten con los longitudinales y que además pasaa
continuación a los estudios de resumen es que los estudios individuales
proceden mayoritariamente de contextos no sólo bastante homogéneos en-
tre sí, sino en los que el delito es en ellos un evento afortunadamente poco
frecuente. Es conveniente, por lo tanto y en la medida de los posible, com-
pletar la literatura existente con datos de contextos distintos de los habitua-
les occidentales y con una mayor presencia del delito. La ciudad de Cali,
Colombia, tiene en efecto una tasa de criminalidad alta, en particular para
delitos graves como el homicidio. Se ha llegado a decir que el delito forma
parte de la vida cotidiana de los habitantes de esta urbe. La muestra del
Estudio de DelincuenciaJuvenil de Cali (2010) está compuesta por casi 1.000
chicos y chicas. Los participantes fueron contactados en sus colegios, aun-
que se incluyó a algunos desescolarizados por ser un problema serio en la
región. Las edades objetivo fueron 14 y 16 años, pero al entrevistar a todos
los miembros de las clases, este rango se vio ampliado. La muestra no es
representativa, pero trató de maximizar la variabilidad. Aunque esta inves-
tigación no se diseñó para la identificación de factores de riesgo, sino para
el test de teorías criminológicas, ofrece algunas opciones a este respecto 138.
Los estudios con un diseño longitudinal cuentan con una muestra de in-
dividuos,denominada panel, que es seguida a lo largo de cierto tiempo y de
la que se toma información sobre variables relevantes a intervalos determi-
nados. Los estudios longitudinales se consideran de máxima calidad cuando
tienen una naturaleza prospectiva -y no retrospectiva-; cuando se contacta
con los participantes muy pronto en sus vidas, incluso cuando son niños
pequeños; cuando se toman frecuentes mediciones, como pueden ser anua-
les o bianuales; cuando la muestra es representativa o al menos es heterogé-
nea; cuando cuentan con una muestra relativamente amplia de al menos

137 Goddard, 1912: 59 y 68.


138 Sobre el Estudio de DelincuenciaJuvenil de Cali, vid. Serrano Maíllo, 2017: 82-115.
46 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

varioscientosde individuos;cuando se obtienen mediciones de un número


elevado de variables-tanto independientes como dependientes, esto es va-
riasestimacionesde comportamientos ilícitosy desviados-;a travésde varios
modos de recogida de información -autoinformes, entrevistas personales,
datos oficiales...- y una variedad de informantes -participantes, padres,
profesores...-; cuando están basados en teoría criminológica y existe una
estrategiade control del error de medición; cuando tienen una duración de
al menos 5 años o llegan hasta el inicio de la edad adulta; y cuando se mini-
miza la pérdida de sujetosl39. Estudios tan exigentes como para reunir todos
estos elementos no son fáciles de realizar.
Algunos de estos estudios longitudinales siguen a cohortesde individuos
y por ese motivo son llamados estudios de cohorte 140. Una cohorte está
compuesta por sujetos que comparten una mismacaracterística, como sue-
le ser el año de nacimiento. Así, los famosos Estudios de Cohortede Filadelfia
de Wolfgangy sus colegas.El primero de ellos contó con 9945 niñosnacidos
en esta ciudad en 1945 y que seguían allí a los 10-17 años. El segundosiguió
a losjóvenes nacidos en 1958 en Filadelfia y que residían en dicha ciudad
norteamericana a la edad de 10-17 años, cuya muestra ascendíaa 27.160
sujetos. Ambos grupos fueron seguidos por sus registros policialeshasta la
edad de 30 y 26 años respectivamente, y la de 1945 fue entrevistadaa los
26141• Otros estudios pioneros de enorme relevancia para la Criminología
son los de los Glueck en los años cuarenta del siglo pasado, uno de ellos
reanalizado y continuado parcialmente luego por Sam pSOIlyLaub;y el de
McCord -el Estudio Juvenil de Cambridge-Somerville, en Mas chusetts-, con
datos de 650 niños que asistían a escuelas publicasen 1937·1939.
La principal ventaja de los diseños longitudinales es qu~h.ipotéticamen-
te permiten establecer el orden temporal de las varia.bles.P, Por ejemplo,
permiten estudiar qué aparece antes en la vidade las perscmas,la comisión
de delitos o ciertas particularidades socialese individualesEsto es decisivo
pUl ejemplo para establecer las causas del delito, o r gan.ar una política

criminal eficaz o testar teorías criminológicas. Por ejern._plo, Jolliffe y sus


colegas estudiaron la relación entre estados depresivos y -<le ansiedady cri-
minalidad y en particular se preguntaron por el orden neiporal de estas
variables: ¿la depresión y la ansiedad típicamente an t.ece-dn a la comisión
de delitos de modo que pueden ser una causade los rnisf.!!l1os, oes más bien
al revés? La clave es que para responder a preguntas de e::&e tipoes preciso
medir variables en momentos temporales distintos (t.l , L.) ya que una
causa debe anteceder siempre a un efecto 143. A tal fin, e6WS investigadores
recurrieron al Estudio Juvenil de Pittsburgh, en parti c rrlar-uu muestra más

139 Murray y Farrington, 2010: 633; Murray et al., 2018: 269.


140 Murray et al., 2010: 1201; Traey el al., 1990: 5 y 7.
141 Traey el al., 1990: 22-36.
142 Caspi et al., 1993: 28; Traey et al., 1990: 17-20.
,.,3 Serrano Maíllo, 2009a: 201.
INTRODUCCIÓN 47

joven de 503 chicos que habían comenzado a seguirse a la edad de 7 años.


En este estudio se obtuvieron estimacionespara cada individuo de ansiedad
y depresión por un lado y hurto y violenciapor otro a las edades de 11 y 16.
Los investigadoresencontraron que típicamente la comisión de delitos an-
tecede a los estados negativos recién mencionados 144. Aunque el estableci-
miento del orden temporal no equivalea causación,al menos sí excluyeque
los estados de ansiedad y depresión puedan ser una causa de la criminali-
dad, al menos en esta muestra.
Ulteriores importantes estudios longitudinales (prospectivos,de panel)
que mencionaremos en este trabajo son los siguientes.

l. El Estudio Longitudinal de Cambridge o Estudio de Cambridge de Desarrollo


Delictivo (CSDD)es uno de los esfuerzos pioneros y a la vez más impor-
tantes en Criminología. Corueuzó en 1961bajo la dirección de West,a
quien unos años más tarde se unió Farrington. Originariamente se con-
tactó con 411 niños de 8-9años de edad que vivíanen un área muy es-
pecífica de clase trabajadora de Londres. Un puñado de ellos tenían
necesidades especiales. La información se ha ido recogiendo regular-
mente hasta que los sujetos tuvieron 48 años de edad. Entre 2004y 2013
se trató de entrevistar a todos los hijos biológicos de la muestra 145.
2. La Encuesta NacionalJuvenil, de Estados Unidos tiene el interés de contar
una muestra representativa a nivel nacional estadounidense y está com-
puesta por 1.725 adolescentes que contaban con entre 11 y 17 años en
1976. Fueron en trevistados regularmente hasta 1993 y luego en 2002-
2003. Elliott y Huizinga son sus principales investigadores.
3. El Estudio de DesarrolloJuvenil de Rochester, bajo la dirección de Thornbe-
rry, Lizotte y Krohn, cuenta con una muestra de escuelas públicas de la
ciudad de Rochester, en el Estado de Nueva York,cuyos integrantes te-
nían 13 o 14 años en 1988, y que residían mayoritariamente en barrios
con altas tasas de delincuencia. Fueron seguidos a intervalos regulares
hasta que cumplieron 32 años. Esta investigación también ha seguido a
los hijos de los participantes.
4. El Proyecto deDesarrollo Social de Seattle, encabezado por Hawkinsy Catala-
no, recurrió en 1985a 808 niños y niñas de 10 años de esta ciudad nor-
teamericana. Siguió regularmente a esta muestra hasta los 27 años o
más. Incluye un elemento de intervención 146.
5. Huizinga y Esbensen encabezan la EncuestaJuvenil de Denver, con 1.527
niños y nifias de entre 7 y 15 años que vivían en barrios con altas tasas

1... Jolliffe et al., 2019: 3 sobre los datos y 5 Y7 para los resultados (referencias del documen-
to en prensa).
145 Farrington y Malvaso, 2019: 210-213; Farrington et al., 2009: 112-113; Theobald y Farrin-
gton, 2009: 499-500.
146 Hawkins et al., 2000: 5-6; Herrenkohl et aJ., 2000: 178-179.
48 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

de criminalidad de esta ciudad de Colorado en 1988. Se han recogido


datos al menos hasta 2002.
6. El Estudio juvenil de Pittsburgh es una iniciativa de Loeber, Stoutha-
mer-Loeber y Farrington y partió de 1.517 niños de 7 a 13 años que
asistían a escuelas públicas en el curso 1987-1988en la ciudad de refe-
rencia. Ha obtenido información hasta los 43-45años de los participan-
tes. Este estudio cuenta con una versión compuesta por una muestra
exclusivade chicasque comenzó en 1999-2000cuando tenían 5 años. Es
de un tamaño relativamenteamplio 2.450debido a que, como es sabido,
ellas delinquen mucho menos que los chicos de modo que se requieren
muestras amplias para alcanzaruna potencia estadísticamínima. Este es
el Estudio de Chicas de Pittsburghl47•
7. El Estudio juvenil de Oregon ha seguido a 206 niños de 10 años de Euge-
ne-Springfield,en aquel estado del Oeste de Estados Unidos. Los niños
fueron seguidos hasta que cumplieron 30 años. Sus investigadores más
importantes son Patterson, Dishion y Capaldi.
8. Por último, aunque sin ánimo de exhaustividad,Moffitt y Caspi dirigen
el Estudio Multidisciplinar sobre Salud y Desarrollo de Dunedin, en Nueva
Zelanda. Su muestra estaba compuesta por 1.037niños y niñas nacidos
entre 1972 y 1973 en dicha ciudad, los cuales fueron contactados por
primera veza la edad de 3 años y seguidos regularmente hasta que cum-
plieron los 32 años 148.

Estos estudios se encuentran entre los más importantes debido a que,


puesto que fueron puestos en marcha hace tiempo y sus datos han podido
ser analizados con detalle, es mucha la información que procede de los
mismos. En la actualidad están en marcha muchos otros estudios de esta
naturaleza de los que se espera obtener conocimiento criminológico en los
próximos lustrosoAunque casi todas las investigacionesmencionadas proce-
den de Estados Unidos, precisamente una de lasmás importantes de la ac-
tualidad es el Estudio de Desarrollo juvenil y dejóvenes Adultos de Peterborough,
dirigido por Wikstrómdesde la Universidad de Cambridge+".
Los criminólogos también utilizan y han utilizado otros estudios longi-
tudinales que tienen una vocación mucho más general o incluso ajena a
nuestra disciplina, como algunos que existen en el ámbito de la salud o la
Psicología.Este es el caso, por poner un ejem plo,del Estudio Longitudinal de
Cohorte Británico sigue a 17.287individuos nacidosen una misma semana en
1970.El estudio cuenta con registros médicos y entrevistas con los padres
desde el nacimiento de los niños y niñas, así como entrevistas con éstos
desde que cumplieron 5 años 150. El Estudio Nacional Longitudinal de Salud de

147 Ahonen et al., 2017: 763-764.


148 Caspi et al., 1993: 21; Moffiu y Caspi, 1999: 1-2; Moffitt et al., 2001: 10-22.
149 Wikstrórn et al., 2012: 44-104.
15O Murray et al., 2010: 1199-1201.
INTRODUCCIÓN 49

los Adolescentes (Add Health) tiene también esta condición; comenzó en


1994con una muestra representativa de 20.000niños y niñas en variaseda-
des escolares y se repitieron las mediciones en 1996,2001-2002,2008 Y
2016151•

6.2. Metaanálisis

La forma más habitual, al menos hasta hace poco, de revisarlas investi-


gaciones existentes sobre una materia es narrativa. El comentarista, cons-
ciente del carácter único de cada artículo o libro científico, los comenta de
modo individualizado y extrayendo, en su caso, patrones comunes. Por
ejemplo, yo mismo utilicé esta estrategia para revisar los estudios sobre la
relación entre autocontrol y criminalidad, con pruebas muy consistentes en
favor de la misma!=. Esta herramienta no es incompatible con otras, como
losmetaanálisis153. La revisiónnarrativa no ofrece un estadísticode resumen
que cuantifique la fuerza de una relación o la capacidad predictiva de un
factor de riesgo, lo cual es una importante limitación. Al mismo tiempo no
es un mero recuento de votos154 ya que se revisan de modo individualizado
y crítico las aportaciones individuales.
Una alternativa cada vez más frecuente son los metaanálisis, en los que
la información de todos los estudios sobre una determinada cuestión es
reducida y estimada de modo cuantitativo155. Pratt y CulIen señalan entre las
ventajas de los metaanálisis la oferta de tamaños del efecto, que son preci-
samente la estimación cuantitativa; la toma en consideración de la hetero-
geneidad metodológica de las contribuciones individuales; la codificación
siguiendo criterios públicos; la generación de una base de datos dinámica a
la que pueden añadirse futuras investigaciones;y añaden que, al poder rea-
lizar estudios específicos para el caso de que se detecte alguna carencia
importante en un metaanálisis, esta herramienta de resumen permite igual-
mente orientar la investigación futura 156.
Existen muy distintos tamaños del efecto utilizables en metaanálisis+".
Uno de los más conocidos es la d de Cohen, que (un tanto por acuerdo) in-
dica efectosaltos cuando es superior a 0,5, medios cuando se ubica entre este
valory el 0,25 Ybajos cuando supera el 0,1 pero no alcanza el 0,25158• El coe-
ficiente de correlación (r), del que existen versiones ponderadas, tiene la

151 Daigle et al., 2007: 263.


152 Serrano MaíUo, 2013: 143-178.
153 Pratt y Cullen, 2005: 381.
151 Lipsey y Wilson, 2001: 6.
155 Lipsey y Wilson, 2001: 1-3; Wolf, 1986: 9-10.
156 Pratt y Cullen, 2005: 377 y 387.
157 Hawkins et al., 2000: 84-85; Lipsey y Wilson, 2001: 3-5 y 146-156; Pratt y Cullen, 2005: 389;
Wolf, 1986: 31-32.
15" Cohen, 1988: 82; Murray et al., 2018: 273.
50 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

ventajade su estandarizaciónyla sencillezde su interpretación. Puede tomar


valoresentre O-ausencia total de relación- y 111-relación absoluta. Larazón
de lasventajas(RV)aparece también con una cierta frecuencia 159. Razonesde
lasventajasde 2 -o 2,5para otros comentaristas160_ o superiores suelen tomar-
se como un efectofuerte 161 y en realidad indican el aumento del riesgode un
fenómeno dada la presencia del factor de interés. Por ejemplo, una razón de
lasventajasde 2 indica que el riesgo -en nuestro caso, típicamente de delin-
cuencia o criminalidad- se dobla (se multiplica por 2) cuando el elemento o
variablede interés está presente. Sin embargo, si el riesgo es en primer lugar
muy bajo, el hecho de que se doble por la presencia de una variable en la
práctica puede carecer de relevancia. Como acaba de adelantarse, existen
distintas versionesponderadas de estos estadísticos162.
En ocasiones, los tamaños del efecto que se emplean no son absolutos en
el sentido de que no se refieren a la naturaleza, sino que son relativos y se
refieren a otros tamaños del efecto calculados en el mismo estudio, cuando
éste es amplio. Esto quiere decir que se toman todos los efectos estimados y
se clasificanen bajos, medios y altos o en otras categorías y de este modo se
les asignan valores numéricos 163. Por supuesto, un valor relativo muy alto
puede ser testimonial en el mundo real, o sea en términos absolutos. Esto
complica aún más lasya de por si complejas estimaciones de los tamaños de
los efectos 164.
Los metaanálisis son merecedores de algunas consideraciones. En pri-
mer lugar, el llamado problema de las naranjas y limones. El problema es que
el metaanálisis en el caso típico tiene que integrar investigaciones muy he-
terogéneas entre sí, por ejemplo con diseños metodológicos distintos, ope-
racionalizaciones de las variables que no coinciden, muestras diferentes,
etc. Esto plantea cómo es posible obtener una estimación de conjunto de
cosas tan dispares -algo así como calcular el peso de cítricos distintos. Para
contrarrestar, en esta herramienta es posible codificar las particularidades
de las investigaciones empleadas -al menos algunas de las conocidas- y con-
trolarlas estadísticamente 165.

159 Farrington et al., 2017: 11-12; los mismos, 2018: 123-124.Muchos autores españoles pre-
fieren mantener el término inglés odds miro. No lo apunto porque ello sea injustificado ya que yo
no discuto por los nombres, sino porque es buen ejemplo de cómo la estadística que ha llegado
hasta nosotros, cuyo origen en anglosajón, nos resulta tan poco intuitiva.
160 Murray et al., 2018: 273.
161 Así, por ejemplo, Besemer et al., 2017: 166; Murray y Farrington, 2008: 141; Murray I
al., 2010: 1201.
162 En el texto y siguiendo una convención, utilizaré prefijos como wo adj para referirme
estas versiones ponderadas o ajustadas por el tamaño de la muestra, la independencia, etc.
163 Así, por ejemplo, Murray et al., 2018: 273; Pratt y Cullen, 2005: 389.
164 Mi recomendación suele ser fijarse en los signos de los estadísticos,ya sean coeficientes (
tamaños de los efectos, y su nivel de significación estadística, aunque sin dogmatismos. Por ejeru
plo, fuera del modelo lineal en análisis de regresión, la interpretación de estadísticos es una tan'
compleja.
165 Pratt y Cullen, 2005: 386-387; Wolf, 1986: 39-40.
INTRODUCCIÓN 51

En segundo lugar,el problema del archivador. Puestoque los investigadores


revisan estudiospreviamente realizados,cabe la posibilidadde que algunos
de ellos no hayan sido publicados por ejemplo por inconcluyentesy hayan
terminado en un armario archivador o, más comúnmente, más o menos olvi-
dados en un ordenador. A tal fin, los investigadoresdeben realizar una bús-
queda de todos los estudios que potencialmente hayan terminado en esta
situación -lo cual ya de por sí es dificil.Una complicaciónadicional impor-
tante es que muchos estudios no es que hayan terminado archivados,es que
sencillamente no se completaron por entender sus autores que sería dificil
publicarlos. No puede pensarse ingenuamente que la mayoríade las revistas
científicasson algo distinto de un negocioy que no publican preferentemen-
te aquello que les puede dar beneficioscomo es el caso,a nuestros intereses,
de trabajos con hallazgos sustantivos-¿quién citaría o compraría una publi-
cación que no informa de ninguna evidenciasignificativa,lo cual, por cierto,
debe ser lo habitual en una disciplina dificil y rigurosa? En un reciente me-
taanálisis, Beamer y sus asociados, por ejemplo, indican que únicamente
encontraron un estudio sin publicar, concretamente uno que estaba en fase
desarrollo, y que por lo tanto pensaba publicarse en el futuro 166.
Para afrontar este problema, los investigadores suelen recurrir a la lla-
mada red de seguridad que estima cuántas investigacionestendrían que existir
con hallazgos nulos o contrarios como para anular lo reportado por el aná-
lisis167. Este número a menudo alcanza cifras relativamente altas superiores
al ciento o incluso mucho más!". Al mismo tiempo, sin embargo, esta atrac-
tivaidea tiene alguna limitación 169.
Al mismo tiempo existe el problema de la basura dentro, basura fuera: la
calidad de un metaanálisis no puede ser mejor que el de las investigaciones
particulares utilizadas. En el caso típico puede esperarse una alta heteroge-
neidad en la calidad de las aportaciones originales. A fin de minimizar esta
complicación, el resumen puede ponderar el peso de cada investigación
según su calidad o incluso eliminar las de baja calidad 170.
Finalmente, la consideración a mijuicio más seria que ameritan los me-
taanálisis -y probablemente la única que no tiene solución- es que no se
trata de un procedimiento inferencial. La idea, siguiendo a Glassy sus cole-
gas, es que la inferencia no estájustificada ni al nivel de los individuosni al
de los estudios. Al nivel de las personas, es improbable que los participantes
en los distintos estudios hayan sido muestreados a partir de poblaciones
definidas con técnicas ni remotamente probabilísticas. Puesto que en el
caso típico no existe un muestreo probabilístico, la teoría inferencial tiene

166 Besemer et al., 2017: 170.


167 Pratt y Cullen, 2005: 386; Wolf, 1986: 9-10.
168 Gershoff, 2002: 548; Pratt y Cullen, 2005: 401, si bien en sus estudios reportan hallazgos
con tamaños de redes de seguridad inferiores a 20, 400.
169 Lipsey y Wilson, 2001: 166.
170 Pratt y Cullen, 2005: 386-387.
52 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

escasaaplicación en los metaanálisis-salvo en los raros casos en que se den


estas exigentes condiciones-, entendiendo aquélla como lajustificación de
la inferencia de parárnetros desconocidos de poblaciones definidas o cono-
cidas,y no meramente hipotéticas 171.
La mayoría de los metaanálisis en Criminología han sido realizados por
equipos relativamente pequeños de investigadoresy se refieren a cuestiones
muy concretas, de modo que losiremos mencionado a su debido momento.
Existen, sin embargo, algunos ejemplos de metaanálisis a una escala mayor,
como los que siguen.

l. El metaanálisisde la Oficina de JusticiaJuvenil y Prevención de la Delin-


cuenciaJuvenil (OlJDP) reunió a 22 investigadores que durante dos
años revisaron 66 estudios longitudinales (tanto prospectivos como re-
trospectivos)con muestras dejóvenes -que debían ser la unidad de aná-
lisis- relativamente heterogéneas -esto es que no hubieran sido seleccio-
nados por haber cometido actos criminales o desviados- y se centró en
la comisión de actos violentos como lesiones o amenaza de lesiones a
otros. Su gran ventaja es la revisión de número muy amplio de factores
de riesgo, además en diseños longitudinales".
2. Este estudio está conectado vía participantes y momento temporal con
el metaanálisis de Lipseyy Derzon de 1998,el cual organiza los factores
de riesgo en 5 grupos jerárquicos según su capacidad predictora de la
violenciao delincuencia seria a la edad de 15-25años, a partir de estima-
ciones tomadas a los 8-11 o a los 12-14años de edad. Por ejemplo, los
factores incluidos en el primer grupo tienen correlaciones medias ajus-
tadas a las particularidades de cada investigación longitudinal original
(wr) superiores a 0,3; y los del grupo 5 entre 0,04y 0,1173•

7. CONCLUSIONES

La investigaciónsobre patrones y procesos delictivostiene en gran medi-


da un carácter descriptivo174. Por eso es comprensiblela relativafalta de aten-
ción a aspectos causales de muchos procesos 175. Incluso cuando existe una
preocupación causal se echa de menos la teorizaciónprevia que permita de-
rivar hipótesis, orientar la investigacióny proponer controles relevantes 176.

171 Glass et al., 1981: 197-199. Vid. también Lipsey y Wilson, 2001: 161-167.
172 Hawkins et al., 2000: 1-2.
'" Hawkins et al., 2000: 6.
17<1 Así, Bushway et al., 2013: 48.
175 Box, 1987: 68 y 75; Rosenfeld et al., 2013: 6.
176 Crutchfield y Wadsworth, 2013: 152. Vid., con detalles y en conexión con uno de los te
mas básicos de este epígrafe,]encks y Mayer, 1990: 112-113, 118-121, 125, 130, 137, 154-162, 167 ~
173-181.
INTRODUCCIÓN 53

Más en general, una orientación inductiva parece dominar el estudio de los


patrones y procesos delictivos. Esto puede verse por ejemplo en los tests de
hipótesis interactivas, de las que a menudo no se ofrece ya una justificación
teórica, sino una argumentación que no sea puramente ad hoc del signo de
los coeficientes; mientras que las conjeturas de mediación a veces van intro-
duciendo variable tras variable a ver qué encuentran.
Una observación habitual es que el delito es un fenómeno tan heterogé-
neo que, igual que no sería plausible construir explicaciones generales a
nivel individual, tampoco debe serio proponer patrones y procesos genera-
les. Intuitivamente se puede pensar en delitos violentos y contra el patrimo-
nio. Como he defendido en otros lugares, los enfoques generales son prefe-
ribles en igualdad de condiciones a los tipológicos, que además tienen que
afrontar ellos mismos unos problemas metodológicos formidables-?". Igual
que a nivel individual la versatilidad es un argumento muy sólido contra las
tipologías, existen pruebas a nivel agregado de una conexión entre delito
contra el patrimonio y violencia, una conexión que podría ser incluso cau-
sal!". Por ejemplo, Baumer y sus colegas, con datos de 82 ciudades nortea-
mericanas, señalan una fuerte asociación entre la tasa de delitos contra la
propiedad y homicidios, tanto para la tasa total como para la limitada a los
cometidos por jóvenes, jóvenes adultos y adultos de homicidios 179.
La advertencia metodológica esencial que debe conservarse en mente
es que asociación o correlación no equivalen a causalidad. Los llamados
factores de riesgo o concurrentes permiten predecir el delito y la criminali-
dad y algunos pueden ser causas del delito, pero establecer una correlación
o un factor predictivo no implica causalidad 180. Esta importante advertencia
es ignorada casi sistemáticamente. Por supuesto, algunos estudios y sus ha-
llazgos pueden tener una alta calidad metodológica por ejemplo según el
Listado de Calidad de Cambridge 181 -que tiene en cuenta la adecuación de
muestreo, el tamaño muestral, el porcentaje de respuestas, el diseño, las
correlaciones o la calidad de las medidas de variables dependientes-, pero
eso no altera nuestra advertencia 182.
Algunos autores consideran que la replicación es esencial en ciencias hu-
manas y sociales 183. La replicación consiste en repetirun estudio para com-
probar si los resultados que se obtienen son coincidentes -por supuesto, no
siempre es sencillo decidir cuándo dos estudios son tan parecidos que uno

177 Serrano Maíllo, 2009a: 211-215.


178 Farrington y Loeber, 2011: 68-69; Rosenfeld et al., 2013: 16. A los presentes efectos, no
tiene mayor relevancia la naturaleza real de la relación entre ambas modalidades delictivas, una
vezque la misma puede establecerse.
179 Baumer et al., 2013: 66.
180 Murray y sus colegas plantean que los factores de riesgo sean universales, Murray et al.,
2018:334.
181 Jolliffe et al., 2012: 304-305.

182 Vid. sobre este punto Murray et al., 2009: 1-21.

183 Lósel, 2018: 257-260, con matizaciones.


54 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

es una replicación del otro. Existen pruebas de que más de la mitad de los
estudiosen Psicologíano son confirmados cuando se repiten, en concreto
sólo el 39 por ciento de cien estudios prominentes lo fue en una reciente
investigación184.
Muchos estudios se limitan a reportar efectos bivariados, de modo que
puede esperarse que desaparezcan cuando se controlen otras variablesl'".
Aunque por supuesto no puede esperarse que variables que aparecen rela-
tivamentepronto en la vida de las personas conserven un impacto en com-
portamientos que tienen lugar muchos años más tarde -cuya relación será
mediada en el caso típico-, las variablesque deben controlarse son contem-
poráneas. Por ejemplo, en el estudio longitudinal de cohorte británico se
encontró que un bajo cociente intelectual a la edad de 5 años predecía de
modo robusto problemas de conducta a la edad de 10 años y condenas cri-
minales entre los lb y los 34 años (razón de lasventajaszLfi) 186. Sin embar-
go, cuando se recurre a modelos multivariantes con control de otros facto-
res de riesgo, este carácter predictivo desaparece 187.
Finalmente,un problema muyserio que afrontan lashipótesis sobre efec-
tos macro-a-micro-que aquí asumimos, sin embargo, en nuestro enfoque
durkheimiano-, en particular en el marco de modelos estructurales, es el de
la selección.Por ejemplo, se puede hipotetizar que determinadas característi-
cas de los barrios ejercen una influencia sobre el comportamiento de sus
habitantes -causación social.Aunque esto es plausible,cabe preguntarse si no
podría ser más bien que los individuosno pueblan un barrio u otros de modo
aleatorio-o sea que se han seleccionado-, de modo que podrían ser sus par-
ticularidadesy conductas las que, agregadas,arrojarían determinadas carac-
terísticasde los barrios -seleccum causal-, lo cual también puede asumirse.
Puesto que es el que más habitualmente se plantea en Criminología,
puede decirse que es un problema de dificil solución desde un punto de
vista empírico dadas las limitaciones habitualmente existentes en ciencia:
humanas y sociales188. Así,Rosenfeld y sus colegasconceden que, aunque s
han empleado diversos enfoques metodológicos para tratar esta cuestión
-diseños transversalescon controles, quizá multinivel;diseños longitudina-
les que siguen a individuoso comunidades a lo largo del tiempo; y modelos
relativamente sofisticadosde nivelación del grado de propensión-, nunca
es posible eliminar completamente un sesgo de selección 189.
Por lo tanto, una cuestión básicaes ¿qué es más importante, la causación
social o la selección causal?La causaciónsocialve en la conducta individual

184 Bohannon, 2015: 910-911.


185 Pratt y Cullen, 2005: 377.
186 Murray et al., 2010: 1202; la excepción eran las condenas de chicas entre los 16 y los 1'1'1
años,
187 Murray et al., 2010: 1203.
188 Fang et aJ., 2013: 122.
189 Rosenfeld et al., 2013: 18.
INTRODUCCIÓN 55

un resultado de influencias agregadas -o sea que propugna mecanismos


macro-a-micro-; la selección causal ve en los elementos agregados de una
comunidad un resultado de las conductas individuales -o sea mecanismos
micro-a-macro. Si, por ejemplo, la teoría general del delito o del autocon-
trol favorece el segundo mecanismo 190, en la literatura parece prevalecer el
primero. Como he defendido con más detalle otro lugar, el problema, por
el contrario, es si es posible ofrecer una teoría unificadora de variables y
explicaciones macro y micro a la vez y que ambos nivelesgocen del mismo
peso, o sea que sean insesgados o iguales'?', En el estricto terreno empírico
se mantienen las dificultades para establecer efectos contextuales. En el plano
teórico, Sampson 192 y Wikstrórn y sus colegas193 ofrecen el siguiente argu-
mento: «la selección es mucho más que un incordio estadístico [...] [ofre-
cemos] una visión alternativa que invoca a la vez el poder de la estructura y
de la elección -"<:adenasde selección?», «inclusoaquí el contexto importa:
la gente se muda por una serie de razones, pero raramente son característi-
cas de los barrios de origen y destino irrelevantes en las evaluaciones cogni-
tivas [...] el sesgo de selección es él mismo una forma de efecto del ba-
rrio» 194. Este planteamiento, sin embargo, no resuelve desde un punto de
vista teórico cómo es que todas las diferencias individuales -en términos no
sólo de autocontrol sino también de capital social, capacidad individual,
etc.- son irrelevantes a la hora, verbigracia, de cambiar de barrio; y desde
una perspectivaempírica tampoco controla de modo exhaustivo las diferen-
cias individuales,con la consecuencia de que no puede excluir que parte de
los efectos situacionales no sean realmente efectos individuales 195.

190 Gottfredson y Hirschi, 1990: 166-168.


191 Hirschi, 2002: 257.
192 Sampson, 2012: 288-290 y 308.
193 Wikstrórn et al., 2012: 38.
194 Sampson, 2012: 288 y 308, énfasis eliminado.
195 Jencks y Mayer, 1990: 173-181.
CAPÍTULO 2
Patrones estructurales

~omo sabemos, lospatrones evocanla distribución u organización de un


fenomeno, son agrupaciones de cosas semejantes, de eventos con una es-
tructura parecida. AUJ1quedistinguimos analíticamente entre patrones es-
tructurales y culturales, los que aquí revisamos son los que más atención
reciben en la Criminología contemporánea. Este planteamiento de los pa-
trones nos obliga a abstraernos de la idea de que sólo existen individuos
que más o menos se desplazan, interaccionan con otros y se congregan de
modo libre o aleatorio, y por 10 tanto a observar el carácter sutilmente pau-
tado de estos fenómenOS.La idea subyacente es que existen fuerzas estruc-
turales superiores a los individuos y frente a las que nada podemos hacer,
algunas de las cuales se encuentran detrás de las tendencias al delito, a la
victimación o a la firmeza o benevolencia frente al delito.
Para empezar, las tasas de criminalidad se distribuyen de modo muy
heterogéneo a 10 largo del mundo. Aunque en la mayoría de las naciones
se observa un descenso generalizado de la delincuencia, existen importan-
tesvariaciones en áreas particulares. Naturalmente, la medición del delito,
que es siempre un reto, aquí alcanza niveles de dificultad sobresalientes.
El delito es un fenómeno fundamentalmente urbano, lo cual se explica
en buena medida por el menor control social informal que tiende a haber
en las ciudades con cOJUlparacióncon las áreas rurales. Al mismo tiempo,el
tamaño de los núcleos es relevante, al tiempo que existen notables variacio-
~es.denrro de cada uru o de ellos, por ejemplo dependiendo de las caracte-
nstlcasde los barrios.
La desigualdad ha sido vista como un correlato de las tasas de crimina-
li?ad,aunque se trata .de un concepto con muchas dimensiones y con muy
dIversasunidades de an:"1álisis a nivel agregado que dificulta enormementeel
estudiode hipótesis en").este ámbito.
La economía tamlfoién guarda relaciones con la criminalidad a nivel
agregado,pero como en el caso de la desigualdad, existen numerosas como
plicacionesy pruebas n:nixtasy contradictorias para algunas hipótesis. Ejem·
plos de la conexión erritre economía y delito a nivel macro son las tasasde
desempleo, los ciclos ('económicos o la privación relativa en comparación
58 ALFONSOSERRANOMAÍLLO

con la absoluta, que tiene un componente de desigualdad igual de relevan-


te que el económico.
Finalmente, otros patrones estructurales relevantespara las tasasde cri-
minalidad son los relacionados con las comunidades y con la distribución
espacial de los eventos.

SUMARIO. CAPÍTULO 2. PATRONES ESTRUCTURALES


1. PATRONES INTERNACIONALES DE CRIMINALIDAD
1.1. las tasas de homicidios y su evolución
1.2. ¿Un descenso global en las tasas de criminalidad?
2. URBANIZACIÓN
3. DESIGUALDAD
4. ECONOMÍA Y DELINCUENCIA
4.1. Tasas de desempleo y tasas de criminalidad
4.2. Ciclos económicos y tasas de criminalidad
4.3. Privación relativa
5. VALORACIÓN

1. PATRONESINTERNACIONALESDE CRIMINALIDAD

1.1. las tasas de homicidios y su evolución

Alrededor del mundo existen grandes diferencias en las tasas de crimi-


nalidad que experimentan los distintos países. Esta distribución forma un
patrón estructural y la literatura suele relacionarlo con otros elementos es-
tructurales más que culturales. De entrada, deben señalarse grandes dificul-
tades para la medición del delito a nivel internacional, además de las que
revisamosmás arriba: distintas formas de medir el delito, distintas definicio-
nes legales, tendencias diferenciales a denunciar y a registrar las denuncias,
etc. son propias de naciones concretas. Por ejemplo, algunos países son más
punitivos que otros, lo cual se traduce en tipos penales más amplios o en
una mayor intervención del Sistema de Administración de Justicia; en cier-
tos lugares un delito se registra simplemente cuando se presenta una de-
nuncia, mientras que en otros se exige una cierta comprobación; factores
como la confianza en la policía son importantes para que una persona se
decida a presentar una denuncia o llamar a la policía, y existen diferencias
dramáticas entre los habitantes de distintos países, entre otras muchas varia-
bles influyentes '. Tampoco las encuestas de victimación, cuando existen,
están exentas de problemas ya que la confianza en los entrevistadores o la
deseabilidad social, o bien factores técnicos como la cobertura telefónica
pueden variar de modo sobresaliente de un país a otro".

I Serrano Maíllo, 2009a: 156-161.


2 Van Dijk et al., 1990: 104-105, por ejemplo.
PATRONES ESTRUCTURALES 59

Algunos autores apuntan a fuentes de datos alternativasy en todo caso


ajenas a los Estados como una forma válida de medir el delito". Así, algu-
nas instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS)facili-
tan estimaciones de homicidios a lo largo del mundo. El Banco Mundial
ofrece información relativasobre homicidiosa partir de datos de la primera
y agrupados en Regiones".Se observa que América Latina y el Caribe es la
región que sufre la mayor tasa de homicidios, con 22,3 por cada 100.000
habitantes para 2015 (22,5 para 2014). En la Unión Europea, por ejemplo,
esta cifra es muy inferior, de 1 punto para 2015 (y2014).Asia del Sur,Amé-
rica del Norte y Oriente Medio y África del Norte muestran puntuaciones
intermedias de, respectivamente, 3,6, 4,6 Y3,4 homicidios por 100.000ha-
bitantes para 2015 (y 3,7,3,6 Y3,9 para 2014). El Áfricasubsahariana cuen-
ta con cifras también altas: 9,4 puntos para 2015 (9,5 para 2014). Lappi-Se-
ppálá y Lehti combinan datos de salud y del Sistemade Administración de
Justicia y calculan las siguientes medias ponderadas por 100.000habitantes
para los homicidios ocurridos entre 2008 y 2012 por continentes: Améri-
ca=17,3;Mrica=13,6; Oceanía=6,6; Europa=l.I: Asia=2,95. Baumer y Wolff
utilizan 11 regiones mundiales y muestran un escenario más heterogéneo
con datos combinados". Naturalmente, estas cifras deben tomarse con
gran cautela, pero quizá se encuentran entre las mejores disponibles. Por
supuesto, no sólo existen grandes diferencias en el seno de cada una de
estas grandes y heterogéneas regiones, sino que puede haber divergencias
entre el homicidio y otras modalidades criminales.
Para países individuales,los datos directos de la OMSson especialmente
útiles". En el cuartil superior -con 9,9 homicidios por 100.000 habitantes
en 2016- hay 46 países, de los cuales 23 corresponden al continente ameri-
cano y 19 al africano; en el percentil superior -con 16,86 homicidios por
100.000habitantes en 2016- había 18países, de los cuales 14 correspondían
al continente americano y 4, el resto, al africano. Las advertencias metodo-
lógicas antes reseñadas, por supuesto sin ánimo de exhaustividad, siguen
siendo de aplicación ahora. A nivel individual y siempre según los datos de
la OMS, los diez países con mayores tasas de homicidios en 2016 fueron
Honduras, Venezuela, El Salvador,Colombia, Trinidad y Tobago,Jamaica,
Lesoto, Sudáfrica, Brasily Bahamas (rango homicidios por 100.000habitan-
tes=29,7055,5).
Estos mismos datos pueden compararse con los de 2000 para compro-
bar la tendencia de los homicidios en los datos de la OMS a lo largo del

3 Baumer y Wolff, 2014: 247; Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 138.


4 <https://www.worldbank.org/>. Como se puede observar, estas regiones no son pura-
mente geográficas, lo cual puede ser ventajoso con comparación con los criterios de otras organi-
zaciones.
5 Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 141-143.
6 Baumer y Wolff, 2014: 255-262.
7 <https://www.who.int/>.
60 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

mundo. En el cuartil superior -con 12,4 homicidios por 100.000habitan-


tes en 2000- había 46 países en aquel año, de los cuales 16 correspondían
al continente americano y 20 al africano; en el percentil superior -con
19,66 homicidios por 100.000 habitantes en 2000- hay 18 países, de los
cuales 10 corresponden al continente americano y 4 al africano. A nivel
individual y siempre según los datos de la OMS, los diez países con mayo-
res tasas de homicidios en 2000 fueron Colombia, Sudáfrica, Honduras,
El Salvador, Lesoto, Venezuela,]amaica, Brasil, Federación Rusa y Guate-
mala (rango homicidios por 100.000 habitantes=26,8 90,6). Por el contra-
rio, los 15 países con menos homicidios tanto en 2000 como en 2016
pertenecen a la Europa occidental, más]apón, Baréin y Singapur (éste
sólo para 2016) (rango homicidios por 10.000 habitantes en 2000=0,6
1,40; Yen 2016=0,2 0,8).
Como puede observarse, existen grandes diferencias entre países a 10
largo del globo"; así como una continuidad entre los que más homicidios
sufren a nivel mundial. Américay en particular AméricaLatina sufre lasmás
altas tasasde homicidios, un protagonismo que como mínimo se ha mante-
nido cuando no se ha incrementado entre 2000 y 2016. Europa occidental
se ubica en el otro extremo del continuo. Finalmente, igual de importante
e' que las tasas de homicidios a nivel mundial se han vi to reducidas en los
últimos años: si la media de homicidios por 100.000 habitantes según la
OMS fue de 7,8 homicidios por 100.000habitantes en 2000, esta tasa se re-
dujo a 7 en 2005, a 6,7 en 2010 ya 6,4 en 2015. En mis propios cálculos
utilizando los datos desagregados antes mencionado de la OMSy una esti-
mación alternativa para 183 países, la tasa media fue de 9,547 en 2000;y de
8,112 en 2016, o sea una reducción semejante. Esta estrategia me permite
calcular la desviación típica, que ascendió a 10,504 en 2000 y a 9,596 en
2016, lo cual apunta a una convergencia en las tasas de criminalidad a 10
largo del mundo. La Tabla 2.1 muestra las tasas de homicidios por 100.000
habitantes en 2000, 2005,2010 Y201!Jsegún los datos de la OMS para las
seisregiones que esta misma organización establece. La misma información
es desplegada en el Gráfico 2.1. Aparte de corroborar las indicaciones antes
señaladas, estos datos sugieren una ligera reducción general en las tasas de
homicidios entre 2000 y 2015 en las seis regiones, con la excepción del con-
tinente americano.
También a nivel de los países individuales puede explorarse la tenden-
cia de los homicidios, siempre según los datos de la OMS. Lo primero que
llama la atención son, de nuevo, las dramáticas diferencias que aparecen:
si países tan diferentes como Singapur, Luxemburgo, Malawi y Estonia
muestran reducciones del 75 por ciento o más en sus tasas de homicidios
entre 2000 y 2016; Trinidad y Tobago, Perú, Panamá y Belice -estos, sí,
más homogéneos al formar parte de América Latina y el Caribe- arrojan

8 Baumer y Wolff,2014: 234 y 255-256; Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 137.


PATRONES ESTRUCTURALES 61

Tabla 2.1.
Tasas de homicidios por 100.000 habitantes para seis regiones (2000-2015)

Re 'ón 2000 2005 2010 2015


África 13,4 12,1 11,2 10,3
Mediterráneo occidental 6,9 6,5 6,6 6,5
Región europea 8,1 6,8 4,1 3,3
América 18,2 17,3 19,1 18,6
Asiasuroriental 5,4 4,6 4,2 4
Pacífico occidental 2,9 2,4 1,9 1,7
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la OMS.

Gráfico 2.1.
Tasas de homicidios por 100.000 habitantes para seis regiones (2000-2015)

25

20

15
............•......•.•..... •.......................
:--_. .:..--- .. -........'.- - - - - - - -
10

5 - ---
. . -.. --:--. ~
------- ..--....;
_.:--.
o
2000 2005 2010 2015

- - Medlterrán o occidental - Asia suronental


Región europea •••••• Afnca

Pacífico occidental -América

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la OMS.

aumentos de entre el 219,70 Yel 70,93 por ciento entre 2000 y 2016. De
183 países, se observa un descenso entre ambas fechas en 146 de ellos
(79,78 por ciento) y un aumento en 36 de ellos (19,67 por ciento) 9. En
términos generales, en efecto, también ahora se nota una reducción gene-
ral (media de todos los países=descenso del 19,29 por ciento; desviación
típica=30,01; N=183).

9 En Grecia no hubo aumento ni descenso según estos datos.


62 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

No sólo existen diferenciasentre países,sino que asimismose han descrito


internas a los mismos.Así,Parker habla de un descenso desigual del delito y
apunta a que, en EstadosUnidos, no es posible comparar las tasas de homici-
dios de personas blancas y de color 10. Cuando desagrega las tasas de homici-
dios por raza y sexo encuentra que, aunque la tasa total ha descendido de
modo notable, la de hombres blancos ha descendido lentamente desde 1980
al menos y que la de mujeresblancasse ha mantenido estable desde entonces.
Aunque la tendencia general es clara, también resaltan desigualdadesllamati-
vas,a la par que se pone en duda un efecto causal de políticasgenerales 11.

1.2. ¿Un descenso global en las tasas de criminalidad?

Justamente esta idea de Ull descenso global en la tasas de criminalidad


(crime drop) ha sido defendida por algunos autores, aunque habitualmente
centrándose más en delitos contra el patrimonio -que, como es sabido, son
los más frecuentes con diferencia, aunque también las más afectadas por
sesgos- que contra las personas y homicidios en particular. La idea de des-
censo en la criminalidad se aplicó originariamente a Estados Unidos. Este
es un país con tasas de criminalidad, en particular violenta, especialmente
elevadas, si no a nivel mundial, sí al menos a nivel de las naciones occiden-
tales. Esto es bien sabido independientemente de los datos utilizados 12. A
partir de mediados de los años noventa del siglo pasado comenzó un des-
censo en las tasas de criminalidad, en particular de la violenta. Por ejemplo,
las tasas de homicidios habían permanecido relativamente bajas, inferiores
a 5 por cada 100.000 habitantes en dicho país hasta 1965, año en el que
comenzó un aumento vertiginoso hasta 1970seguido de fluctuaciones leves
entre 8 y 10 homicidios por 100.000. Aunque los años siguientes a 1980
mostraron un cierto descenso, 1985 marcó la salida de un aumento rápido
hasta 1992, año en el que se ubica aproximadamen te del descenso (drOfJ),
que ha continuado hasta nuestros días. Este proceso es confirmado por las
principales fuentes de información empírica sobre el delito y sus tenden-
cias". Blumstein y WaIlman afirman que este descenso estadounidense no
responde a una única causa, sino a la operación conjunta de varias,entre las
que mencionan el control de armas, la actividad del Sistemade Administra-
ción de Justicia en general, el declive de los mercados de crack, el aumento
de las oportunidades dada la benignidad relativa de la situación económica
y cambios demográficos. Añaden que algunos de estos factores se refuerzan
mutuamente e interaccionan entre sí 14.

10 Parker, 2008: 41-42.


11 Parker, 2008: 21-29.
12 Van Dijk et al., 1990: 98-99.
13 Blumstein y Wallman, 2000: 1-4 y 6-7,3 sobre todo.
14 Blumstein y Wallman, 2000: 5-6 y 8-10.
PATRONES ESTRUCTURALES 63

Como acaba de decirse, algunos autores han sugerido que este descenso
no se habría limitado a Estados Unidos sino que sería prácticamente global.
Por ejemplo, Eisner describe dos fasesrecientes en la evoluciónde la violen-
cia grave, una ascendente entre la década de los 50 y la de los 90 del siglo
pasado y otra descendente desde entonces". Farrell y sus colegas defien-
den un descenso global de la criminalidad y escriben que «la extensión de
la evidencia que sustenta esta hipótesis [... ] es bastante abrumadora: la
probabilidad de que tantas fuentes diferentes y de diversoslugares apunten
en la misma dirección por casualidad es infinitesimalmente baja» 16. Van
Dijk y Tseloni se apuntan a esta idea para los países occidentales con datos
tanto de encuesta como oficiales,si bien alegan que en estos últimos la cla-
ridad es menor por mejoras en registro de denuncias 17.
Un estudio especialmente interesante a nuestros intereses es el de Alva-
zzi del Frate y Mugelliniya que sostiene un descenso global en los homicidios
utilizando datos de 100 países procedentes de Naciones Unidas. Estasinves-
tigadoras sostienen que la mayoría de países en los cuartiles segundo, terce-
ro y cuarto han experimentado un descenso en las tasasde homicidiosy que
lo mismo ha tenido lugar en el primer cuartil -el más afectado por las tasas
de homicidios- en el periodo 2009-2010.Por ejemplo, para América obser-
van un aumento de las tasas entre 1995-2010y 2004-2010,con fuertes cam-
bios en las tasas por 100.000 habitantes de, respectivamente, 4,2 y 4,6 pun-
tos; seguido de un descenso del 0,118• Las mismas autoras muestran datos
de Panamá y Venezuela en los que se contempla un aumento constante
prácticamente entre 1995y 2009 seguido de un descenso entre 2009y 2010
-esto es, un solo año-, lo cual les lleva a concluir que «Venezuela [... ] y
Panamá no experimentaron un descenso en la criminalidad hasta 2009»19.
Según los datos de la OMS aquí empleados, estas dos naciones sufrieron un
aumento de las tasasde homicidios entre 2000 y 2016 del 34,43 Ydel 83,04
por ciento respectivamente. Estos datos no arrojan pruebas, pues, de nin-
gún descenso, aunque naturalmente puede haber años concretos para los
que la tendencia se frena o incluso se revierte de modo temporal. Una con-
clusión sobre una tendencia a partir de una variación de un año para otro
es prematura.
Como repetiré, estos análisis tienen un carácter empírico mucho más
que teórico, lo cual es lógico si se considera lo audaz de hipotetizar -no di-
gamos ya tratar de explicar, en su caso- tendencias globales en un fenóme-
no tan complejo como el delito.

15 Eisner, 2008: 298, así como 310-311 sobre el homicidio.


16 Farrell et al., 2014: 422, así como 424-432 y 436, si bien con pruebas limitadas a países
occidentales.
17 Van Dijk y Tseloni, 2012: 19-21 y 29-31.
18 Alvazzi del Frate y Mugellini, 2012: 137 y 141 sobre todo, y 135 sobre los datos; 150 con
matizaciones.
19 Alvazzi del Frate y Mugellini, 2012: 139.
64 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Como vimos más arriba, los datos mostrados señalan un descenso am-
plio de las tasas de homicidios a lo largo del mundo, pero con notables ex-
cepciones que no pueden ignorarse: un 20 por ciento de países han sufrido
un aumento de dichas tasas entre 2000 y 2016; Ytodo un continente, el
americano, muestra también una tendencia ascendente. Con datos más
completos que los míos, aunque para menos países, de autoridades sanita-
rias y del Sistema de Administración de Justicia, Lappi-Seppálá y Lehti sos-
tienen que el cambio entre 1990/1992 y 2008/2011 ha sido a mejor en
Europa, Asiay Oceanía, pero a peor en América; así como que a nivel indi-
vidual 25 países han visto aumentadas sus tasas de homicidios en dicho pe-
ríodo en comparación con 50 en el que la situación mejoró. Además, calcu-
lan que el incremento para América fue del 79 por ciento, un dato muy por
encima del rango entre el 26 y el 37 por ciento de los descensos de los otros
• • 20
tres contmentes que menCIOnan .
Los mismos autores ofrecen una revisión más detallada agrupando países
que a sujuicio comparten elementos culturales, revisión que arroja un eleva-
do grado de heterogeneidad: Dinamarca y los países escandinavos han visto
cómo sus tasasde homicidios se rebajan desde 1990o poco después; lo mismo
que muchos de los restantes países occidentales europeos, cuyo descenso se
iniciaba algo más tarde, a mediados o en algún caso finales de los años noven-
ta del siglo pasado; mientras que en Inglaterra, Irlanda y Escociael descenso
comenzó después de 2000;finalmente, los paísesdel Sureste de Europa mues-
tran reducciones en momentos que no coinciden 21 pero que se ubican entre
1990 y 200022• No es muy distinto lo que encuentran Lappi-Seppálá y Lehti
para los países del Este de Europa, si bien aquí las tasas de homicidios son
superiores en la mayoría de los casos a los de la parte occidental". América,
Estados Unidos y Canadá se ajustan al patrón de rebaja desde 1990 o poco
después": y también existen países latinoamericanos con este patrón. Sin
embargo, ahí terminan las semejanzas en términos generales: varios países
sudamericanos se apartan del mismo y la mayoría de los de América Central
y del Caribe muestran tendencias crecientes en los últimos lustres". También
hay una cierta divergencia en países asiáticoscomo Hong Kong,Japón y Sin-
gapur debido a que sus tasas llevan reduciéndose décadas".
A la misma conclusión negativa sobre una rebaja global del delito llegan
Baumer y Wolfftras analizar las tendencias del homicidio en diversas nacio-

20 Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 138-141 sobre los datos y 143-144 para los resultados.
21 Baumer y Wolff, 2014: 256, conceden mucha importancia a que los periodos en que co-
mienza el descenso, como en muchos casos europeos, no coincide, algo que considero exagerado
para la hipótesis de interés.
22 Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 147-151 y 161.
23 Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 151-153 y 161-162.
2·' Lappi-SeppaJa y Lehti, 2014: 153 y 162.
2, Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 155-157 y 162.
26 Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 157 y 159. Estos autores carecen de datos como para encon-
trar tendencias claras en África, 159 y 161.
PATRONES ESTRUCTURALES 65

nes con datos combinados. Sostienen que existen excepciones al patrón


descendente en América; que en Europa las tasasllevandescendiendo mu-
chos años; y que existe una gran heterogeneidad dentro de cada región.
Afirman que «el ampliamente reportado descenso en homicidios [... ] no
fue un fenómeno globah27•
Por lo que se refiere a otros ilícitos, como los delitos contra el patrimo-
nio, tampoco existe un acuerdo por lo que se refiere a distintas conductas
aun sin salir de Europa'". Utilizando. El debate se centra en la tendencia
general y en tipos delictivos particulares. Por ejemplo, algunos autores in-
cluyen en el descenso de la criminalidad la violencia contra mujeres y ni-
ños'"; pero otros se muestran escépticos 30. A un nivelgeneral, Aebi y Linde
rechazan que exista un descenso de la criminalidad ya en el viejocontinen-
te. Sustentan su argumentación en datos oficiales,pero advierten que deli-
tos conocidos por la policía, delincuentes conocidos por la policiay estadís-
ticas sobre condenas correlacionan de modo muy elevado para diversos
tipos delictivosy para entre 7 y 10 países, de modo que a sujuicio son medi-
das válidas de las tasas de delincuencia o al menos de sus tendencias!'.
Utilizando estos datos oficiales rechazan que exista una linea general en
Europa de descenso de la criminalidad en todas sus formas. Por ejemplo,
escriben que «los delitos de contacto disminuyeron de modo significativo
en sólo dos de siete países europeos occidentales para los que existía infor-
mación» 32; y concluyen que «uno no puede hablar de descenso general del
delito en Europa-P".
Aunque hemos visto que es dudoso que pueda hablarse de un descenso
global en la criminalidad, el mismo está bien documentado para un cierto
número de regiones y países. Un número significativode autores han apun-
tado como potencial explicación ~4 las teorías de la oportunidad, concreta-
mente a un aumento de los guardianes capaces de impedir un delit035. Es
audaz tratar de explicar un fenómeno tan complejo mediante un mecanis-
mo tan sencillo, al tiempo que puede haber algunas causas comunes, como
afirman Farrell y otros". Las teorías de la oportunidad ofrecen más una

27 Baumer y Wolff, 2014: 234, de donde procede la cita, así como 256 y 258-259; sobre los
datos vid. 246-252.
28 Escépticos, por ejemplo, Baumer y Wolff, 2014: 236.
29 Farrell et al., 2014: 432-433 y 436; Kangaspunta y Marshall, 2012: 126.
30 Aebi y Linde, 2012: 70.
31 Aebi y Linde, 2012: 42, 47 Y68-69, así como 39-42 sobre la metodología seguida.
32 Aebi y Linde, 2012: 60.
3' Aebi y Linde, 2012: 70.
M Mayoritariamente, la literatura excluye que se trate de un efecto del aumento de las tasas
de encarcelamiento, así por ejemplo van Dijk y Tseloni, 2012: 32.
35 Aebi y Linde, 2012: 67; van Dijk y Tseloni, 2012: 32; Farrell et al., 2014: 455-456, 458-474
Y481, estos últimos autores no excluyen el homicidio de sus planteamientos, si bien afirman que
no hay estudios suficientes, 474.
36 Farrell et al., 2014: 436; cercanos, van Dijk y Tseloni, 2012: 33.
66 ALFONSO SERRANO MAiLLO

explicación de la victimación que de la delincuencia y han sido criticadas


por irrefutables". Ofrecen dos mecanismos contradictorios: por un lado,
un aumento de los objetos susceptibles de ser victimizados hipotetiza au-
mentos en las tasas de delitos; por otro, un aumento de los guardianes en
forma de cámaras y elementos de seguridad hipotetiza lo contrario. Esta
segunda es la causa-independiente de la teoría- que invocan los defensores
de la tesisde la seguridad o reducción de las oportunidades por aumento
de los guardianes capaces de prevenir el delito.
Sin embargo, la audacia es bienvenida en el ámbito científico. Centrán-
donos exclusivamente en América Latina, parece difícil que esta hipótesis
de la seguridad pueda explicar que existan tanto aumentos notables como
descensossobresalientes en las tasas de homicidios entre 2000 y 2016: Perú,
Panamá, Belice,Bolivia,México,Costa Rica yVenezuelahan empeorado su
situación con porcentajes entre el 34,43y el 107,14;mientras que Ecuador
Colombiay Paraguay han mejorado la suyacon porcentajes entre el 52,43 ;
el 60,43.Muchosde estos paísescomparten muchos elementos estructurales
y culturales como para que la situación de la seguridad haya sido tan dramá-
ticamente diferente en unos lugares y en otros. De ser esto así y aunque el
concepto de causalidad que utilizamos en Criminología es probabilístico,
una aproximación causal no puede sencillamente ignorar lo que Ocurre en
uno de los continentes más grandes y poblados del mundo.
Fijémonos por ejemplo en Colombia, que ha reducido de modo drásti-
co su tasa de homicidios en un 52,43 por ciento entre 2000 y 2016 según
datos de la OMS.Al mismo tiempo, Colombia ha experimentado procesos
que en el caso típico implicarían un aumento de la criminalidad y de los
homicidios en particular, como es una «urbanización acelerada» -aunque
también cambios demográficos significatívos ". Colombia tiene una larga y
trágica tradición de violencia desde los años 50 con un fuerte aumento de
los homicidios en los años 80 y 90 Yun fuerte descenso desde hace dos
décadas, coincidiendo en buena medida con el auge y declive de los gran-
des cárteles de la droga. Así, pueden distinguirse cinco etapas en las tasas
de homicidios según los datos del Departamento Nacional de Planeación
en este país latinoamericano: una primera de tasas en ligero aumento en-
tre 1970-1984,una segunda de aumento vertiginosoentre 1984y 2002,una
tercera de descenso entre 1992-1998-aunque todavía manteniendo tasas
extraordinariamente altas-, un nuevo ascenso durante un breve período
de tiempo y, finalmente, el descenso generalizado, ya mencionado desde
2002 o poco antes". No parece que cambios en la estructura de Oportuni-
dades puedan explicar cambios tan rápidos y tan vertiginosos.Bonilla Me-
jía, tras revisar la literatura con una orientación económica, escribe que
«La mayor parte de los trabajos indica que lo que explica la explosión de

S7 Serrano Maíllo, 2009a: 334-335.


38 MeJo, 2017: 283-292.
39 BoniJla Mejía, 2009: 29.
PATRONES ESTRUCTURALES 67

la violencia durante los años ochenta no son cambios en la pobreza o en la


desigualdad, sino el auge del narcotráfico y el derrumbe de la justicia» 40.
Si el caso de Colombia puede extenderse a otros países, la Criminología
necesitará explicaciones altamente sofisticadas para explicar cambios glo-
bales en las tasas de homicidios, cambios que además encierran profundas
divergencias.

2. URBANIZACIÓN

El delito es un fenómeno fundamentalmente urbano41. Baumer y Wolff


encuentran que el porcentaje de urbanización de un país predice en senti-
do positivo los homicidios -a más urbanización, más muertes violentas- en
sus datos combinados de nivel global. En realidad, se trata de un hallazgo
muy robusto a lo largo de varios modelos multivariantes en los que el efecto
directo no parece ser mediado por otros factores.", Entorfy Spengler utili-
zan datos oficiales de varias fuentes para revisar potenciales causas econó-
micas y sociales de distintos tipos delictivos en países europeos entre 1990 y
1996 Yseñalan que el nivel de urbanización -medido según el trabajo urba-
no o rural- es un predictor de la agresión y el hurto agravado 43. En su
metaanálisis a partir de 214 estudios sobre variables agregadas en general y
1984 estimaciones de tamaños de efectos, Pratt y Cullen encontraron que el
nivel de urbanización predecía las tasas de criminalidad, si bien el tamaño
de su efecto era moderado (wr=0,243; adjr=0,162)44. McCall y otros identi-
fican que la estructura poblacional-una variable compuesta por el tamaño
y la densidad poblacional- pronosticaba de modo positivo las tasas de homi-
cidio en un modelo multivariante ". Sin embargo, Lappi-Sepálá y Lehti
muestran en sus datos sobre homicidios a nivel mundial entre 2004 y 2012
un efecto predictor del grado de urbanización en el sentido contrario: a
más urbanización, menos criminalidad, si bien úrricamerrtc a nivel bivariado
y para la muestra total-el efecto desaparece cuando la muestra se desagrega
según el nivel de desarrollo o en modelos multivariantes ".

40 BoniUa Mejía, 2009: 23. Las teorías de la oportunidad precisamente se ubican en la tradi-
ción del delincuente racional. Aunque no es evidente que el narcotráfico haya dejado de tener
una fuerte presencia en el país, todo apunta a que ya no existen grandes cárteles, sino organiza-
ciones mucho más pequeñas y limitadas en sus operaciones.
41 ElIis et al., 2009: 52-59; Villazala Fernández y Serrano Maíllo, 2018: 9~98; Weisheit y Don-
nermeyer, 2000: 311-314.
42 Baumer y Wolff, 2014: 268, 271-272 y 277-278.
43 Entorfy Spengler, 2002: 174-175, así como 124-126 y 140-142 Y 145-148 sobre los datos
empleados y la estrategia analítica. Los autores utilizan una estrategia de regresión por pasos que
es rechazable, 126.
44 Pratt y Cullen, 2005: 398-401, sobre la metodología de este trabajo, 388-389.
45 McCall et al., 2010: 232-233.
46 Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 165.
68 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Como vimos, Durkheim señala la concentración de personas como un


elemento importante para la estructura social. En particular, sobre la urba-
nización escribe que «las causas sociales de que depende el suicidio están
[... ] estrechamente ligadas a la civilización urbana, y es en los grandes cen-
tros donde son más intensas»; «el suicidio, como la locura, está más exten-
dido en las ciudades que en los campos» 47. Fuerzas macro, pues, son res-
ponsables de esas diferencias. Tal es la relevancia de esta variable que la
mayoría de estudios explicativos e incluso descriptivos en Criminología se
han centrado en el ámbito urbano y han excluido pueblos y ciudades pe-
queñas de las encuestas de victimación. Ello ha convertido al ámbito rural
en algo poco conocido e incluso invisible, si bien en los últimos años se viene
reclamando una Criminología rural48•
En España, Fernández Villazala y yo mismo hemos estudiado la evolu-
ción de la criminalidad en el medio rural y urbano, utilizando el límite de
los 30.000 habitantes para distinguir uno de otro ". La delincuencia se mi-
dió a partir de estadísticas policiales. El estudio reveló un aumento constan-
te de la criminalidad en el medio rural hasta 2009; y una disminución a
partir de 2012. La tendencia era más marcada cuando se utilizaban datos
absolutos que cuando se utilizaban datos relativos. Por lo que se refiere al
ámbito urbano, se observó un ligero aumento constante hasta 2008 en el
que la tendencia se invirtió al menos hasta 2016. Ello tanto con cifras abso-
lutas como relativas.
La tasa de criminalidad era, según este estudio, mucho más elevada en
el ámbito urbano que en el rural, con diferencias robustas a lo largo de los
años. En el medio urbano se ha producido además una disminución más mar-
cada de la delincuencia que en el medio rural, principalmente en los últimos
años. Como acabo de decir, el punto de inflexión de las tendencias es 2009
en el medio rural y 2008 en el medio urbano, en los que se inicia una tendencia
decreciente de las infracciones penales.
La investigación también se preguntó por diferencias según el tamaño de
las poblaciones de las provincias"°. A tal fin se crearon tres zonas:A (provincias
con poblaciones iguales o superiores a l.000.000 habitantes); B (iguales o
superiores a 500.000 habitantes e inferiores a l.000.000 habitantes); y C (in-
feriores a 500.000 habitantes). La zona B, esto es provinciasde tamaño inter-
medio, presentaba las tasas de infracciones penales más elevadas.Incluso la
zona C superaba a la A desde 2008. La zona A, con provincias de más pobla-
ción, es la zona con menos tasas delictivas.Esto sugiere que el tamaño de la
población puede correlacionar positivamente con el delito a nivel provincial,
pero que las diferencias entre el medio rural y urbano son genuinas y no se

'i7Durkheirn, [1897]: 36 y 117-120.


48 Donnermeyer y DeKeseredy, 2014: 28-50.
"9 Sobre la definición de rural en Criminología, Donnermeyer y DeKeseredy, 2014: 4-6; Wei-
sheit y Donnermeyer, 2000: 311-312
.0 Vid. Durkheim, [1897]: 114-120.
PATRONES ESTRUCTURALES 69

explican por diferencias a nivel de la divisiónadministrativaterritorial recién


mencionada. Dicho con otras palabras,el delito se concentra básicamenteen
ciudades pobladas, no tanto en otras áreas -como las provincias- pobladas.
La relación entre el delito y el tamaño de la población es, sin embargo,
más compleja?'. Por un lado, dentro de las ciudades existen grandes dife-
rencias, y también dentro de cada rango existe una enorme heterogenei-
dad. Así, por ejemplo, D. Gottfredson y sus colegas encontraron escasasdi-
ferencias en la criminalidad de losjóvenes en el ámbito urbano y rural 52•
Por otro lado, la relación entre tamaño de población y tasa de criminalidad
puede no ser lineal'".

3. DESIGUALDAD

La desigualdad tiene muchas dimensiones relacionadas con el delito.


Con datos de ciudades norteamericanas, Baumer y otros encontraron una
relación negativa entre ingresos mínimos y homicidio a nivel agregado, aun-
que no para delitos contra la propiedad ". Hsieh y Pugh revisan metaanalí-
ticamente 34 estudios con datos agregados e identifican 76 conexiones en-
tre condiciones económicas como pobreza y desigualdad y delitos violentos
y pudieron establecer que todas menos dos (97,3 por ciento) eran positivas
y significativasdesde un punto de vista estadístico. Las relaciones eran ade-
más de un tamaño moderado, con casi el 80 por ciento superiores a r=0,25
y en el caso típico entre 0,3 y 0,5.Las asociaciones se encontraron a lo largo
de varias unidades de análisis incluyendo naciones, regiones, barrios, etc.
Los autores añaden diferencias según tipos delictivos,con asociaciones más
fuertes entre pobreza y desigualdad y homicidio y agresión por un lado; que
con violación y robo con violencia o intimidación por otro 55.
El metaanálisis de Pratt y Cullen sobre variables agregadas mue tra que
los factores macro relacionados con la desigualdad y las dificultades econó-
micas eran los de más peso de todo su estudio, que incluye casi 2.000 tama-
ños del efecto, 3 grandes dominios de variables, 7 teorías y 31 efectos agru-
pados. En particular, encontraron que la fuerza de las instituciones no
económicas era el predictor más fuerte de las tasas de criminalidad, con un
tamario del efecto notable (wr=-0,391;adjr=-0,391); que el desempleo te-
niendo en cuenta su duración era el segundo efecto más poderoso
(wr=0,308;adjr=O,387)56; y que también predecían la delincuencia a nivel

51 Donnermeyer y DeKeseredy, 2014: 6-8.


52 Gottfredson et al., 2002: 152-155.
53 Blumstein, 2000: 37-38; Brantingham y Brantingham, 1984: 152-155.
54 Baumer et al., 2013: 66.
55 Hsieh y Pugh, 1993: 182-198.
56 El metaanálisis incluye cinco operacionalizaciones distintas del desempleo, con efectos
variados: rango adjr« 0,096 0,387, Pratt y Cullen, 2005: 398-401.
70 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

macro la pobreza (wr=O,234; adjr=O,253, la desigualdad (wr=O,17;


adjr=O,207)y el estatussocioeconómico (wr=-O,097; adjr=-O,118)57. Los mis-
mos autores señalan, por el contrario, que la mayor parte de estos factores
tiene una baja estabilidad,lo cual está determinado por cambios significati-
vosa lo largo de distintas especificacionesy por redes de seguridad con ns
bajas.En concreto, la estabilidad de la fuerza de lasinstituciones no econó-
micas,del desempleo en casi todas sus versionesy del estatus socioecónomi-
co era baja; y alta la de la pobreza'".
Baumer y otros encontraron una relación negativaentre Producto Inte-
rior Bruto (PIB) del condado y tasasde homicidio tanto para delitos contra
la propiedad como homicidios 59. Entorf y Spengler encuentran pruebas
mixtas de la influencia del PIB a nivel nacional ya que observan una rela-
ción en modelos sencillospara muchos delitos; pero que, en modelos mul-
tivariantes más completos, o bien desaparece por ejemplo en el caso del
hurto, hurto de vehículos de motor o robo con violencia o intimidación o
tráfico de drogas; o bien muestra signos contrarios -positivo en la agresión
y negativo en el homicidio 60.
La desigualdad no afecta a todo el mundo por igual, sino que se ceba en
los más desaventajados, «en los más pobres entre los pobres» 61. En su tesis
cultural, Curtis afirma que, en su contexto de desigualdad, losjóvenes de
color ven limitadas o incluso anuladas sus posibilidades de expresar su mas-
culinidad -una masculinidad culturalmente normativizada por la cultura do-
minante. La violencia,pues, es una forma de expresar subculturalmente dicha
masculinidad cuando otras opciones lícitas no son posibles'". Dicho con
otras palabras, estos comportamientos violentos son normales desde el punto
de vistade la subcultura y,al mismo tiempo, no son contraculturales en el sen-
tido de opuestos a una cultura dominante ya que expresan en parte estos
elementos culturales mayoritarios'", Los estructuralistas afirmarían que
esto es consecuencia en primer lugar de una desigualdad de tipo agregado.
Savelshergrevisalos cambios que se produjeron en los paísesdel Este de
Europa con la caída del muro de Berlín, en los que las tasas de criminalidad
aumentaron de modo rápido 64 y sostiene que ello fue debido en parte a un
aumento de las desigualdades. Concretamente sostiene que las expectativas
de mejoras se habían propagado de modo generalizado, pero no así las
probabilidades de éxito: «los medios legítimos para alcanzarlas no se han
incrementado en el mismo grado» 65. Como he sostenido en otro lugar si-

57 Pratt y Cullen, 2005: 378, 398-401 Y424-426.


58 Pratt y Cullen, 2005: 400 y 402-404.
59 Baumer et al., 2013: 66.
60 Entorf y Spengler, 2002: 129-131, 134-137, 139 Y170.
61 Guerra, 2013: 258.
62 Curtís, 1975: 30, 31-32, 61, 69-71 Y90-91.
63 Curtís, 1975: 127-129.
6. Savelsberg, 1995: 212-218.
65 Savelsberg, 1995: 218.
PATRONES ESTRUCTURALES 71

guiendo a Kury, estos cambios se explican mejor a través de la teoría dur-


kheimiana de la anornia'".
Otra forma de desventaja se produce a nivel comunitario o de barrio. En
efecto, el delito se concentra en determinados barrios e incluso en espacios
y lugares más concretos. Se trata, en términos más generales, de barrios des-
aventajados desde un punto de vista social y económico. Según Fagan y sus
colegas, su problema es que entran en una especie de circulovicioso en el que
las dificultades estructurales generan criminalidad al menos de modo indi-
recto y ésta a su vez retroalimenta los problemas macro y mediadores. Por
ejemplo, el aumento de la criminalidad reduce el control social informal,
dificulta que existan puestos de trabajo en el barrio o se rompen los vínculos
familiares. Así las cosas, las desventajas comunitarias y las tasas de criminali-
dad se retroalimentan y refuerzan recíprocarnente'". Fang y sus colegas sos-
tienen que la relación entre desventaja comunitaria y tasa de criminalidad
no es lineal. Más concretamente, el nivel de desventaja debe alcanzar un
cierto mínimo para que tenga una influencia sobre el delito a nivel agrega-
do. Estos autores utilizaron datos del estudio longitudinal Add Health para
testar esta hipótesis mediante varias herramientas estadísticas. No sólo en-
contraron evidencia favorable a esta conjetura, sino que señalan igualmente
un efecto techo: a partir de un determinado nivel de desigualdad, ésta deja
de tener efectos criminógenos. Si hubiera que dibujar la relación entre des-
ventaja y delito a nivel agregado nos aparecería una z invertida'",
Otra fuente más de desigualdad procede de la inmigración. Centrándonos
en el nivel agregado, Baumer y Wolff no encontraron en su análisis explicati-
vo de las tendencias globales del homicidio que el nivel de inmigración des-
plegara ningún rol causal sobre esta forma de criminalidad 69. Entorf y
Spengler sí encuentran una conexión, pero limitada al hurto de vehículos de
motor, robo en vivienda y homicidio, pero no, por el contrario, para hurto,
robo con violencia o intimidación, agresión o tráfico de drogas 70.
Martinez y Nielsen estudiaron la violencia entre los inmigrantes de color
haitiano -esto es, latinos y no afroamericanos- en la ciudad Miami, y la
compararon con la de otros grupos. A tal fin, utilizaron datos del Censo
sobre características de las distintas comunidades de Miami en que residían
de modo mayoritario ciertos grupos concretos; así como datos sobre victi-
maciones por asalto agravado y robo a mano armada entre 1996 y 1997, Y
que fueron denunciadas ante la policía 71. En concreto, distinguieron 6 co-
munidades locales con poblaciones de distinta conformación; en particular,

66 Serrano Maíllo, 2009a: 358.


67 Fagan y West, 2013: 215-219; Fagan et al., 2003: 1553-1554 y 1589-1591. Abundan en la
reducción en este escenario del control social informal Lynch y Sabol, 2004: 272-274.
68 Fang et al., 2013: 124, 131-132 Y134-135, así como 124-128 sobre los datos.
69 Baumer y Wolff, 2014: 242-243, 268-269 Y276-277.
70 Entorfy Spengler, 2002: 129-137, 139 Y170.
71 Sobre la metodología, Nielsen y Martinez, 2006: 222.
72 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

la población predominante en una de ellas, Little Haiti, era la de inmigran-


tes haitianos mencionados72• Los autores encontraron que los haitianos
eran, frente a afroamericanos, latinos y personas de raza blanca, los que
tenían menores tasas de victimación en los delitos de referencia; y que esto
era cierto sobre todo para sus propias comunidades, ya que ellos mismos
tenían tasas de victimación más elevadas en áreas predominantemente
afroamericanas y muy desaventajadas que en Little Haiti 73. A un nivel de
análisis superior al individual, a pesar de las tremendas condiciones de des-
ventaja que experimentan los Haitianos -individuos de color con un estatus
inmigrante-, sus tasas de violencia son relativamente bajas. Más allá, el pro-
pio barrio de Little Haiti puede ofrecer una protección frente al delito 74.
Otro interesante trabajo en esta línea es el del propio Martinez sobre ho-
micidios latinos. Este autor recopiló casi 3.000 informes de la policía sobre
homicidios de Miami de principios a mediados de los arios YO del siglo pasa-
do. A continuación, repitió la experiencia de recogida de datos en San Diego,
El Paso y Houston, y también contó con información de Chicago. El autor fue
capaz de ubicar geográficamente los hechos en los barrios y comunidades en
que habían tenido lugar, cada uno de ellos con características y W1apoblación
-por ejemplo en atención a los grupos raciales y étnicos predominantes y/o
minoritarios- especificas?". Tras numerosas comparaciones y exploraciones,
concluye que «el supuesto vínculo inmigración/delito ha tenido una influen-
cia relativamente pequeña en los latinos» 76; y que los delitos de que son res-
ponsables los latinos -de nuevo, inmigrantes o con un estatus inmigrante-
son menos de los que cabría esperar atendiendo a sus condiciones de vida.".
Sampson ha extraído, en un trabajo titulado «Puertas abiertas no invitan
criminales», una ulterior, nueva interpretación de estos hallazgos a nivel
agregado, y señala que la inmigración que han venido experimentando los
Estados Unidos desde los años 90 ha sido una causa del descenso en las tasas
de delincuencia de dicho país desde entonces ".

4. ECONOMÍA Y DEliNCUENCIA

4.1. Tasas de desempleo y tasas de criminalidad

Existen pruebas de una correlación positiva entre tasas de desempleo y


tasas de criminalidad, aunque con algunos hallazgos mixtos que no pueden

72 Para una descripción de las distintas comunidades, Nielsen y Martinez, 2006: 219-221.
73 Nielsen y Martinez, 2006: 225 y 227.
7-1 Nielsen y Martinez, 2006: 213-214 y 228. Esta idea también subyace al planteamiento y a
los hallazgos de Zhou y Bankston, 1998: 196-202 y 224-227 sobre todo.
75 Con más detalle para la metodología, Martinez, 2002: 8-10, 67-74, 77 Y115.
76 Martinez, 2002: 3 (énfasis eliminado).
77 Martinez, 2002: 4-5, 12, 31,39,45,48,50-52,79,84,93,96-103,108-114, 116-126 Y132-139.
78 Sampson, 2006.
PATRONES ESTRUCTURALES 73

ignorarse 79. La conexión es esperada por teorías como las de la frustración,


el conflicto y la elección racional'". Los resultados se complican debido a
que puede haber diferencias dependiendo de los datos empleados, del tipo
de delito y del grupo de edad. Así, ya en estudios pioneros, Box advierte de
las serias limitaciones de los datos oficiales y de que datos sobre victimacio-
nes pueden arrojar resultados distintos'"; Ehrlich encontró que la asocia-
ción positiva entre desempleo y delito era más elevada para el robo con
violencia e intimidación y el robo en vivienda que para el asesinato, con
datos de registros federales estadounidenses a lo largo de más de 35 años'";
y Glaser y Rice que la correlación positiva era particularmente alta para ta-
sas de delitos contra el patrimonio cometidos por individuos de entre 20 y
45 años de edad, con datos que también incluían delitos contra las personas
en tres ciudades norteamericanas para un período de 20 años'". A pesar de
éstas y otras dificultades, es posible extraer, como nos disponemos a ver, al-
gunas conclusiones.
Box ofrece una revisión de la literatura hasta prácticamente los años
noventa del siglo pasado, si bien insiste en las limitaciones metodológicas
de la mayoría de las investigaciones y propone que cualquier conclusión
espere a trabajos más sólidos'". Box identifica tres grandes estrategias para
establecer la relación entre tasas de criminalidad convencionales y desem-
pleo: series temporales, diseños transversales y estudios longitudinales. Las
series temporales consisten en datos sobre un objeto que tiene una natura-
leza cíclica recogidos en distintos momentos temporales y ordenados crono-
lógicamente. Por ejemplo, puesto que la tasa de desempleo o el Producto
Interior Bruto se refieren al año natural, gozan de una naturaleza cíclica.
Ahí reside su diferencia fundamental con los estudios longitudinales. Este
exhaustivo trabajo identifica 18 investigaciones que habían recurrido a se-
ries temporales, de las que 13 favorecían la hipótesis de la relación positiva
y 5 n085; 32 investigaciones transversales, de las que 19 encontraron la mis-
ma conexión y 13 n086; y una investigaciúu longitudinal, sobre la que luego
volveremos, que igualmente y pese a ciertas consideraciones favorece la hi-
pótesis de la conexión positiva'".
Box critica el uso de datos sobre arrestos como medida agregada de
criminalidad que emplean muchos estudios debido a que es una fuente de
información muy alejada de la infracción. Esto último quiere decir que exis-
ten muchas contingencias de las que depende que llegue a producirse un

79 Braithwaite, 1979: 97; Danser y Laub, 1981: 51.


80 Cantor y Land, 1985: 319.
SI Box, 1987: 69, 71, 73-74, 77, 79, 90-91 Y93.
S2 Ehrlich, 1975: 409-411.
83 Claser y Rice, 1959: 168.
81 Box, 1987: 68.
85 Box, 1987: 69-71.
S6 Box, 1987: 78-79.
87 Box, 1987: 93-95.
74 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

arresto o no, como la conocida hipótesis de la contaminación ecológica, de


acuerdo con la cual la policía tiende a ser más punitiva en unos barrios que
en otros; o bien cambios en las tendencias a denunciar un hecho delicti-
vo88. Este argumento puede extenderse a datos oficiales semejantes como
las condenas'"; siendo preferibles los procedentes de encuestas de víctima-
ción 90 y autoinformes 91. De este modo, Box reduce los estudios que en-
cuentra al remover los que utilizan datos oficiales como los recién mencio-
nados. Verbigracia, el total de 19 investigaciones favorables a la relación
entre desempleo y delito a nivel agregado en diseños transversalesy 13 con
hallazgosnulos u opuestos; se convierte en 15favorables y 10 contrarios'".
Como conclusión a la revisión de la investigación disponible en su mo-
mento, Box escribe que «losestudios de series temporales existentes ofre-
cen un cierto apoyo a la idea de que el desempleo y el delito se encuentran
conectados causalmente, en particular para hombres jóvenes» 93; que «la
evidencia derivada de estudios transversales favorece la hipótesis de que
desempleo y delito están relacionados», si bien la relación sería más fuerte
si se limitara a hombres jóvenes 94; y que en el único estudio longitudinal
relevante «Eldesempleo se relaciona de modo inmediato con los arrestos
subsiguientes- 95.
El importante estudio longitudinal (de panel) que identifica Box es el
de Thornberry y Christenson. Una de las investigaciones más famosas en
Criminología, publicada a principios de los años setenta, es la que llevaron
a cabo Wolfgang y sus colegas con una cohorte de Filadelfia de los niños
nacidos en 1945.Thornberry y Christenson seleccionaron una submuestra
del 10 por ciento de la muestra original de Filadelfiay obtuvieron informa-
ción sobre la historia laboral y los arrestos que habían experimentado a
cada edad. Este estudio, por lo tanto, se ubica en un nivel de análisisindivi-
dual, en contraste con lo que más nos interesa en este epígrafe. Los autores
encontraron que el desempleo se relacionaba de modo instantáneo y causal
con ~lcrimen; que la relación era más fuerte para grupos de edad más ele-
vada; y que el modelo ajustaba mejor para los conjuntos más desaventaja-

88 Box, 1981: 167-176; el mismo, 1987: 69, 71, 74 Y90-91.


89 Box, 1987: 73.
90 Box, 1987: 69,77 Y81.
91 Box, 1987: 95.
92 Box, 1987: 78-79.
93 Box, 1987: 69 (énfasis original eliminado).
9<1 Box, 1987: 85.
95 Box, 1987: 95, si bien el autor sostiene que ello sería más por la acción de la policía que
tiende a ser más punitiva cuando aumenta el desempleo, en línea con las teorías del conflicto, 190.
La coincidencia de la revisión de Box con otra anterior de la literatura entre 1925 y 1981 es
elevada, como cabía esperar: «el desempleo aumenta el delito reincidente; el desempleo parental
y juvenil aumenta la delincuencia juvenil [... ]; y el desempleo aumenta que se vuelva a condenar
a las mismas personas, la tasa de encarcelamiento y el tamaño de la población penitenciaria»,
Hakim, 1982: 450.
PATRONES ESTRUCTURALES 75

dos: individuos con antecedentes, de color y de clase trabajadora?".En esta


investigación, los autores también observaron efectos recíprocos, esto es
tanto del desempleo sobre el delito como del delito sobre el desempleo?".
Box, cuyavaliosa revisión acabamos de describir,ofrece un estudio trans-
versal propio con datos sobre arrestos y tasas de desempleo de las 43 áreas
policiales en las que se dividen Inglaterra y Gales. Encuentra una relación
muy elevada entre robo en vivienda, violencia contra las personas, vandalis-
mo y hurto y tráfico de material hurtado por un lado y tasasde desempleo
por otro lado (rango para r=0,423 0,572; R2>0,398); Yalgo menor entre
robo con violencia o intimidación y estafa por un lado y tasasde desempleo
por otro lado (rango para r=0,338 0,342; rango para R2=0,2 0,3); con la
única excepción de los delitos sexuales, cuyacorrelación no era significativa
desde un punto de vistaestadístico. Box considera que ha podido establecer
el orden temporal y afirma que «esto apoya la imagen de que el desempleo
está conectado causalmente a los niveles de criminalidadv'".
Con datos más actuales, Raphael y Winter-Ebmer estudiaron la relación
entre datos estatales anuales de desempleo y siete delitos federales, contro-
lando por algunos importantes factores, y encontraron este mismo patrón
de asociación positiva. En particular, informan de que, de media, un des-
censo del 1 por ciento en la tasa de desempleo se traduce en un descenso
de entre el 1 Yel 2 por ciento en la de robos en vivienda, hurtos y robo de
vehículos de motor, si bien los delitos violentos no permitían extraer con-
clusiones fiables 100.
Land y otros advierten en un estudio con 11 variables estructurales y a
lo largo de varios años y unidades espaciales que la tasa de desempleo se
relaciona con la de homicidios, solo que de modo negativo: según hay más
paro, hay menos muertes violentas. La explicación residiría en las tesisde la
oportunidad: los ciudadanos tenderán a pasar menos tiempo en la calle y
más en sus casas,protegidosJOJ• Este signo negativo no es el más habitual en
la literatura. En una replicación posterior con datos hasta 2000, estos auto-
res señalan que la relación es baja, inconsistente -sólo es significativaen dos
de los cuatro años estimados- y,ahora, positiva J02.

D6 Thornberry y Christenson, 1984: 403-405, sobre todo 405; así como 401-403 sobre los
aspectos de hecho.
97 Thornberry y Christenson, 1984: 405 y 408-409.
98 El coeficiente de correlación (R2) se interpreta como el porcentaje de la varianza en la
variable dependiente -en este caso los delitos- atribuible a una variable independiente -aquí la
tasa de desempleo. Se trata de un estadístico estandarizado propio de la regresión lineal que pue-
de tomar valores entre O y 1, que corresponden respectivamente a una varianza explicada del O y
el 100 por cien.
09 Box, 1987: 84-85.
100 Raphael y Winter-Ebmer, 2001: 273.
101 Land et al., 1990: 946-949, 951 Y953,947 sobre todo, 935-938 sobre ciertos detalles em-
píricos relevantes.
102 McCall et al., 2010: 231 y 234-235, parte empírica en 229.
76 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

De Fronzo utiliza datos de unidades administrativas relativamente pe-


queñas y observa que «lastasasde desempleo tenían efectos estadísticamen-
te significativosy positivossobre la violación, el robo en viviendasy el hur-
to» 103. El objeto primario de este trabajo reside en las ayudas sociales, y
encuentra pruebas de que reducirlas tendría un efecto agravante en la cri-
minalidad 104.
Elliott y Ellingworth utilizaron datos sobre criminalidad en regiones y
áreas procedentes de la encuesta de victimación de Reino Unido de 1992,
así como sociodemográficosdel censo de 1991 para contrastar la hipótesis
de que existe una relación entre desempleo masculino y delitos contra la
propiedad y contra las personas. Concluyen su análisis transversalcon que
sí existe una tan asociación positiva, al menos en los delitos contra la pro-
piedad 105.
Información empírica canadiense analizada mediante series temporales
porJanko y Popli para variostipos delictivosapunta a una conexión positiva
entre tasasde desempleo y delincuencia contra el patrimonio, aunque no
de tipo violento: a nivel nacional, un aumento en el desempleo predice su-
bidas de robo en vivienda y robo con violencia o intimidación 106; a nivel
regional, lo mismo acontece para el robo en vivienday la estafa 107; mientras
que cuando se tienen en cuenta ciertos controles, al tiempo que se reduce
el rango de años utilizados,se vuelveal patrón de la relación con los delitos
contra el patrimonio 108.
En Nueva Zelanda, concretamente con datos de entre 1984 y 1996
para 16 regiones del país oceánico, Papps y Winkelmann muestran que la
tasa de desempleo y la de delitos por l.000 habitantes se mueven de modo
muy semejante, con un coeficiente de correlación r de 0,4l. En un análisis
de regresión descubren que, para sus datos, un aumento del 10 por ciento
en la tasa de desempleo se relaciona con un ascenso en la de criminalidad
de un 1,4 por ciento aproximadamente. Cuando desagregan el total de
delitos por categorías, incluyendo delitos contra el patrimonio y violentos,
confirman que para la mayoría de ellos la relación es respaldada por los
datos 109.
Pruebas en general favorables a la relación entre empleo y desempleo
tanto adulto como juvenil son reportadas por Entorf y Spengler, quienes
utilizan un conjunto de medidas y transformaciones. En modelos rnultiva-
riantes relativamente completos, el empleo adulto es un predictor del hur-
to, hurto de vehículos de motor, robo en viviendas,homicidio y tráfico de

103 De Fronzo, 1983: 128.


104 De Fronzo, 1983: 125-132.
105 ElIiott y Ellingworth, 1996: 86; los mismos, 1998: 529.
106 Janko y Popli, 2013: 8-9 y 11-12, descripción de la metodología en 6-8.
107 Janko y Popli, 2013: 10-12.
108 Janko y Popli, 2013: 11-12.
109 Papps y Winkelmann, 2000: 57-61.
PATRONES ESTRUcrURALES 77

drogas, aunque no del robo con violencia o intimidación y otras infraccio-


nes; mientras que la tasa de desempleojuvenil predice el hurto de vehículos
a motor y el robo con violenciao intimidación; pero no el hurto o el tráfico
de drogas 110.
Con series temporales norteamericanas de entre 1948y 1985,Devine y
sus colegas asilan un efecto positivode las tasasde desempleo y las de homi-
cidio, robo en vivienda y robo con violencia o intimidación, así como el
orden temporal esperado por estos enfoques 11l. Esalgo relativamente aisla-
do que estos investigadoresseñalen un rol a nivelagregado para elementos
de políticas de control social,junto a los más habituales econórnicos' ".
Carmichael y Ward utilizan datos regionales de Reino Unido y anuncian
una asociación «sistemática»positivaentre tasasde robo en viviendasy des-
empleo masculino, relación que sc mantenía independientemente del ran-
go de edad empleado y tras controlar por el riesgode detección y de castigo
y etnicidad. Sin embargo, las tasas de daños y de robo con violencia e inti-
midación únicamente se relacionaban en este estudio con el desempleo
juvenil, no así con el adulto; justo lo contrario que pasaba con el hurto: su
conexión se limitaba al desempleo adulto 113.
En su importante revisión de 63 estudios -42 con datos transversales y
21 con series ternporales-, Chiricos afirma que las dudas que había desper-
tado la asociación entre tasasde desempleo y de criminalidad respondían a
un conservadurismo exagerado y que, por el contrario, sí que existía dicha
relación positivay a menudo significativadesde un punto de vistaestadísti-
co J 14. Chiricos añade que esta conexión se había hecho más evidente desde
los años 70 del siglo pasado para los delitos contra la propiedad -en rela-
ción a los años en que él escribe- y que era más fuerte cuando se utilizaban
unidades menos agregadas ya que ahí había menos sesgos!". Este autor es-
cribe que «el alto desempleo puede tener un impacto desmoralizador en un
barrio particular o en una sección de una ciudad o condado que crea un
clima de desesperanza o anomia con consecuencias criminógenas incluso
para aquellos que no están directamente desernpleados- 116.
Sin embargo, en un importante estudio clásico con series temporales,
Cantor y Land -quienes ya se habían mostrado escépticos- encontraron
ejemplos de lo contrario de la conexión positiva recién descrita y concluye-
ron que «larelación entre tasasde desempleo y tasasde delincuencia puede
ser positiva, negativa o inexistente dependiendo del tipo de delito y de si
uno se centra en los efectos sobre la oportunidad criminal o sobre la moti-

110 En torf y Spengler, 2002: 129-137, 139 Y170.


111 Devine et al., 1988: 414-417; para consultar la parte empírica, 411-414.
112 Devine et al., J 988: 417.
II~ Carrnichael yWard. 2000: 559; los mismos, 2001: 114-115.
111 Chiricos, 1987: 203.
115 Chiricos, 1987: 195.
116 Chiricos, 1987: 195.
78 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

vación criminal>,117. Estosautores sostienen que es preciso explicar esta va-


riabilidad. Como en la obra de Durkheim 118, Cantor y Land sostienen que
existen en las sociedades dos fuerzas relacionadas con el desempleo que
operan en sentido opuesto por lo que se refiere a su conexión con las tasas
de criminalidad.Por un lado, en toda sociedad la población se distribuye de
modo continuo respecto a su motivación para delinquir. Cuando se eleva el
desempleo, se produce al mismo tiempo un desplazamiento de dicha distri-
bución hacia la derecha, esto es hacia una motivación más alta. En igualdad
de condiciones, pues, las tasas de criminalidad aumentarán. Pero, por otro
lado, cuando sube el desempleo disminuyen al mismo tiempo las oportuni-
dades para delinquir -en la tradición de las teorías de este tipo como la de
las actividades rutinarias. Esto se explica porque cuando el desempleo au-
menta se reduce la circulación de personas y mercancías, esto es que la ac-
tividaddel sistema se reduce; y las casas pasan a estar más tiempo ocupadas,
O sea que aumentan los guardianes capaces de evitar el delito 119.
A mayor abundamiento, puede señalarse que Land ya había explorado
hipótesis parecidas sobre efectos de oportunidad y desigualdad socialjunto
a Lawrence Cohen y otro, sosteniendo que la estratificación social tiene un
efecto indirectosobre las tasasde criminalidad mediado por varias dimensio-
nes de la oportunidad -exposición, guardia capaz, proximidad de ofensores
potenciales, atractivo y propiedades de delitos particulares 120. Con datos de
encuestas nacionales contrastaron hipótesis derivadas de su modelo yanun-
ciaron pruebas parcialmente favorables al mismo mediante procedimientos
analíticos complejos 121.
Si ambos fenómenos -motivación y oportunidad- fueran contemporá-
neos, no se observaría ningún cambio porque ambos tenderían a cancelarse
recíprocamente -en realidad existen aquí ciertos problemas analíticos. Sin
embargo, Cantor y Land sostienen que a menudo será el elemento oportuni-
dad el que con más celeridad seguirá al aumento de la tasa de desempleo-un
descensode la actividaddel sistemay un aumento de losguardianes capaces-,
que será automático, contemporáneo l22. Por el contrario, el desplazamiento
de la motivación hacia la derecha, esto es hacia una motivación más alta en
términos agregados, tenderá a retrasarse hasta que los efectos del desempleo
se agudicen y se terminen las ayudas sociales. Como puede observarse, el
modelo de Cantor y Land pronostica un efecto indirecto del desempleo sobre
la criminalidad mediado por la motivacióny la oportunidad 123.

117 Cantor y Land, 1985: 330. Una crítica al enfoque metodológico de estos autores y de
otros que les han seguido en Greenberg, 2001: 323 sobre todo.
118 Vid. por ejemplo Durkheim, [1897]: 350.
119 Cantor y Land, 1985: 323-326 para la parte empírica y 326-330 para los hallazgos.
120 Cohen etal., 1981: 507-512.
121 Cohen et al., 1981: 516-522, 521 sobre todo; y 514-516 para la parte empírica.
122 Cantor y Land, 1985: 321.
123 Land et al., 1995: 58-60.
PATRONES ESTRUCTURALES 79

En 1987, Cantor y Land sostuvieron en un trabajo inédito que su hipó-


tesis puede variar según el tipo de delito 124. Para los delitos contra el patri-
monio como el hurto y el robo en viviendadebería haber una conexión más
inmediata entre aumento de la tasa de desempleo y de estos crímenes ya
que se trata de responder más rápidamente a una situación de precariedad
sobrevenida -esto es, que el desempleo podría ser una causa del delito a
nivel individual en algunos casos. Para contrastar esta hipótesis utilizaron
datos mensuales en vez de anuales. Informan de un efecto significativopo-
sitivo de la fluctuación del paro en un mes dado sobre los delitos contra la
propiedad del mes siguiente, que los investigadoresatribuyen a un aumen-
to de la motivación para delinquir que es mucho más inmediato aquí que
para otros delitos. Este aumento era seguido por un efecto negativo de la
fluctuación del paro en un mes dado sobre los delitos contra la propiedad
al cabo de dos meses.Cuando estos efectos positivosy negativosse estudia-
ban a lo largo de unidades anuales, no se observaba ningún efecto por
cancelación de los mismos. En el modelo de Cantor y Land, sin embargo,
esto es más bien excepcional ya que en el caso típico los efectos a cortoplazo
de un aumento de la tasa de desempleo sobre el delito serán negativos-por
una reducción de las oportunidades y un retraso en los cambios agregados
en motivación 12.5.
Los mismos autores replicaron su estudio algunos años más tarde utili-
zando series temporales anuales de entre 1946y 1990.La evidencia obteni-
da coincidía con la original y su modelo explicaba entre un 30 y un 45 por
ciento de la varianza en las tasas de criminalidad 126. En primer lugar, infor-
man de efectos negativos contemporáneos de la oportunidad criminal y
positivos de la motivación criminal para el robo con violencia o intimida-
ción, robo en vivienday hurto -con coeficientes además muy elevados-; de
efectos negativos contemporáneos de la oportunidad para el homicidio y el
hurto de vehículo de motor, pero no positivos; y de efectos no significativos
para la violacióny la agresióu !", que no casan con las predicciones de Can-
tor y Land. Los investigadores,a mayorabundamiento, no encontraron que
los efectos variaran según la edad o la raza 128; ni que estuvieran mediados
por procesos de prevención o encarcelamiento 129; así como que sus hallaz-
gos no diferían de los de estudios de nivel micro'".
En otro estudio sobre la relación entre pirámide poblacional y tasas de
homicidio y hurto de vehículosde motor en EstadosUnidos desde la Segun-

12' Ya Cantor y Land, 1985: 330.


125 Land et al., 1995: 76-77. También es importante tener en mente la unidad temporal
empleada: años o meses.
120 Land et al., 1995: 69, vid. con la descripción de la información utilizada 6g..65.
127 Land et al., 1995: 70.
128 Land et al., 1995: 71 y 77.
129 Land et al., 1995: 74-74 y 77.
130 Land et al., 1995: 74-75 y 77.
80 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

da Guerra Mundial, Cohen y Land señalan que los cambios en las tasas de
ambos delitos pueden explicarse por cambios en los grupos de edad con
mayor tendencia al delito y por los elementos oportunidad y motivación
criminal. A mayor abundamiento, la asociación que encuentran entre tasa
de desempleo y sus dos delitos vuelve a ser negativa, aunque sólo significa-
tiva para el hurto de vehículos de motor!". A la luz de este hallazgo llegan
a escribir de modo audaz que «las teorías macrodinámicas de la causación
del delito pueden ser muy sencillas»132 -algo que no se corrobora en la pre-
sente monografia 133.
Finalmente y para aumentar la complejidad, un hallazgo negativo de la
conexión que ahora nos ocupa procede del estudio de Baumer y otros con
datos de 82 ciudades estadounidenses de 1980 a 2009. Encontraron que el
porcentaje de fuerza laboral desempleada no se relacionaba más que con
una de sus cinco variablesdependientes -el homicidio perpetrado por jóve-
nes adultos-, controlando por el efecto de diversosfactores. La variable in-
dependiente porcentual, de todos modos, no es particularmente válida 134.
Lauritsen y sus asociadas estudiaron la asociación entre tasas de delito y va-
rias variables independientes -como pobreza, desempleo juvenil o pesimis-
mo de los consumidores- con datos de encuestas de victimación de entre
1973y 2005;Ysostienen que el desempleo juvenil es el indicador más débil
y el menos claro de violenciajuvenil 135.
Crutchfield y Wadsworth creen que debe distinguirse el efecto del em-
pleo sobre la criminalidad para el caso de los adultos y para el dejóvenes y
de niños, así como que la influencia sobre estos últimos es indirecta y con-
textual 136. También Danser y Laub, quienes utilizaron las encuestas de victi-
mación norteamericanas de 1973 a 1978, sostienen que existe un efecto de
la edad: la relación entre tasas de desempleo y de robo con violencia o inti-
midación eran significativaspara hombres blancos de entre 12 y 17 Yentre
21 o más años de edad, pero no cuando se tomaban en consideración todas
las edades y razas 137.

131 Cohen y Land, 1987: 177-179.


152 Cohen y Land, 1987: 179. En sentido semejante, Mayhew, 1981: 630.
133 El principal problema teórico de esta contribución de Land y otros es que motivación y
oportunidades no son elementos completamente independientes entre sí -incluso en una expli-
cación sobre tasas y no sobre euentos-: un aumento de la motivación va seguido de modo automá-
tico por un aumento de las oportunidades ya que muchos objetos que antes pasaban desapercibi-
dos se convertirán en susceptibles de victimación sencillamente porque ahora hay más
delincuentes motivados; y un aumento de las oportunidades no puede concebirse al margen de
delincuentes motivados, Serrano Maíllo, 2009b: 210-220.
131 Baumer et al., 2013: 66, así como 63-64 sobre los datos.
135 Lauritsen et al., 2013: 112, y 90-94 con los detalles metodológicos.
136 Crutchfie1d y Wadsworth, 2013: 153-154.
m Danser y Laub, 1981: 35-38 y 40. En efecto, cada vez más autores apuntan la existencia de
potenciales interacciones, esto es que la relación entre desempleo y delito dependerían de terce-
ras variables. Sin embargo, sin una teoría que especifique qué variables y en qué sentido determi-
na la conexión que hemos estudiado en este epígrafe, estas investigaciones corren el riesgo de
PATRONES ESTRUCTURALES 81

Del mismo modo, la relación puede cambiar a lo largo del tiempo, por
ejemplo acentuarse en épocas de mayor precariedad 138. Así,Chiricosconfir-
ma la relación entre desempleo y criminalidad a nivel agregado y sostiene,
tras revisar 63 estudios, que la misma suele aparecer más frecuentemente en
estudios de los años ochenta que de los años setenta ya que en el intervalo
las tasas de paro habían aumentado significativamentehasta convertirse en
un problema prácticamente crónico 139.

4.2. Ciclos económicos y tasas de criminalidad

La existencia de ciclos económicos es un fenómeno relativamente bien


establecido. Se trata de fluctuacione no alearorias, irregulares, recurrentes
y de intensidad diferente en las que a una etapa de prosperidad, expansión
o activación económica sigue otra de contracción o recesión 140. Aunque
existen ciclos de duración diversa, en Criminología han recibido especial
atención los que se pueden considerar medianos, de entre 7 y 10años apro-
ximadamente -aunque eso no quiere decir que sean fácilmente predeci-
bles. Algunas de las etapas pueden ser especialmente intensas y derivar en
crisis y depresiones. Por lo tanto, cabe preguntarse si existe alguna relación
entre ciclos económicos y tasas de criminalidad. Por ej mplo, podría ser
que en épocas de auge económico, esto es según la economía es mejor o
mejora, hubi ra más delitos por la existencia de más oportunidades para
delinquir tanto n términos de viviendascon u ocupantes fuera trabajan-
do como de viandantes con más dinero encima tanto para ser atracados
como para comprar objetos obtenidos de modo ilícito -modelo ciclico-; o
menos delito por la existencia de más oportunidades para ganarse la vida de
modo lícito y más inversión en prevención y control del delito -modelo con-
traciclico'",
Existen diversasformas con las que se pueden medir los ciclos económi-
cos como el Productor Interior Bruto, la actividad comercial, el comporta-
miento de la bolsa, etc. 142; pero una de las más habituales es la tasa de des-
empleo, que, con un rezago de varios meses, acompaña a los ciclos de modo
válido143.

capitalizar en hallazgos particulares para muestras concretas, esta es la vieja idea criticada en su
tiempo por Matza, 1964: 15.
19B Hakim, 1982: 453.

1M Chiricos, 1987: 188-190.


1.0 Danser y Laub, 1981: 49.
1.1 Varios mecanismos teóricos posibles sobre la relación entre ciclo económicos y tasas de
criminalidad en Cook y Zarkin, 1985: 115-125. Sobre la heterogeneidad de los liSOS el concepto de
oportunidad en Criminología, vid. Serrano Maíllo, 2009: 41-68.
142 Bushway et al., 2013: 25.
1'~ Bushway et al., 2013: 25-26; Land et al., 1995: 57. Por eso existe un solapamiento con lo
revisado más arriba, solo que la perspectiva teórica es diferente.
82 ALFONSOSERRANOMAÍLLO

En un importante estudio clásicosobre los nueve cicloseconómicos que


tuvieronlugar en EstadosUnidos entre 1933y 1981Ycuatro tipos delict:ivos,
Cooky Zarkin encontraron un patrón mixto: el robo en viviendasy el robo
con violenciae intimidacióneran contracíclicos-a más auge económico" me-
nos delito-; el hurto de vehículos de motor cíclico-a más auge económico,
más delito-; y el asesinato acíclico -no se ajustaba a los ciclos económicos.
Desde el final de la segunda Guerra Mundial, informan de correlaciones
alrededor de r=0,60para las tasas de robo en viviendasy el robo con violen-
cia e intimidación por un lado; y tanto la tasa de desempleo como la razón
empleo/población por otro. Estiman que durante las recesiones se produ-
cen aumentos sustancialesde estos dos delitos contra la propiedad: 1111. in-
cremento de entre un 7 y un 8 por ciento en la tasa de desempleo se tradu-
ce en un incremento del 2,3 por ciento en la tasa de robos con violencia e
intimidación y de un 1,6 en la tasa de robos en viviendas1.14.
Bushwayy sus colegas replicaron, con un enfoque analítico sofisticado
que empleaba variasherramientas, el estudio de Cook y Zarkin ampliando
la serie de datos a 2008 -y añadiendo los cuatro ciclos económicos que se
produjeron en Norteamérica desde 1981 y hasta entonces, lo cual implica
13 ciclos completos. Los hallazgos fueron casi idénticos: el robo en vivien-
das y el robo con violencia e intimidación eran contracíclicos; el hurto de
vehículos de motor acíclico o ligeramente cíclico; y el asesinato era acícli-
co 145. Bushwayy su equipo añaden que el homicidio y el suicidio eran.lige-
ramente contracíclicos, aunque las pruebas no eran muy firmes 146, Estos
autores estudian si estos patrones dependían de la edad, y afirman que éste
es el caso para el suicidio y para el hurto de vehículos de motor: en el caso
de la muerte autoinfligida, la tendencia era contracíclica para los mayores
de 24 años y cíclica para los menores de 15; mientras que el carácter cíclico
del hurto de vehículos de motor se limitaba a los menores de 18 años, si
bien éstos están sobrerrepresentados en los autores de este tipo de infrac-
ción 147.
Centrándose en los períodos de recesión, Baumer y sus asociados sí
creen que puede existir un aumento de la criminalidad durante los mismos,
tal y como esperaría una teoría de la elección racional, pero sólo cuando se
dan a la vez otras condiciones. Esto es, que el aumento de las tasasdedelito
en situaciones de recesión está condicionado por otros factores. Contrasta-
ron esta hipótesis de modo inductivo y encontraron que variables iníluyen-
tes en la relación -dicho de modo más técnico, que interaccionabancon la
crisis económica- eran la inflación para el caso de los delitos contrala pro-
piedad y los ingresos medios para el homicidio -según eran más elevados
los niveles de estas terceras variables, más fuerte era también el efectodel

141 Cook y Zarkin, 1985: 124-126.


1'15 Bushway et al., 2013: 33,38-39 Y46-47.
146 Bushway et al., 2013: 35 y 39.
147 Bushway et al., 2013: 30, 39 Y47.
PATRONES ESTRUCTURALES 83

desempleo-; pero no así las tasas de encarcelamiento y el tamaño de los


cuerpos de policía, las prestaciones pOTdesempleo ni el tráfico de drogas 148.
Lauritsen y sus asociadas encontraron una asociación entre el pesimis-
mo de los consumidores a nivel agregado -posiblemente relacionado con
una recesión- por un lado y tasasde homicidios y actosviolentos con armas
de fuego juveniles por otro lado, sobre todo para el caso de los hombres 149.
Estas autoras utilizaron datos de victimación 150.
Finalmente, Box ofrece una revisión de la literatura sobre delitos de
empresas y de la policía, o sea delitos que habitualmente serían denomina-
dos de cuello blanco o de los poderosos, y concluye que tienden a aumentar
sus ilícitos en momentos de recesión, esto es cuando aumenta el desempleo,
bajan los beneficios, etc. Eso sí, el mismo autor apunta a lo limitado de los
datos tanto por su número como por su potencial sesgo al provenir de con-
denas judiciales 151.

4.3. Privación relativa

La privación relativa, otro componente de naturaleza económica, es la


escasez de cosas materiales o dinero en sí mismo que sufren determinados sectoresde
la población en comparación con otros grupos o personas: lo relevante no es la
pobreza o las carencias mismas, sino las comparaciones que desvelan la des-
igualdad 152. Puede verse como la dimensión «subjetiva»de la privación 153.
Esta idea desempeña un rol en algunas aproximaciones teóricas, como la
Criminología realista 154, la teoría general de la frustración 155, la de la legiti-
midad de las instituciones 156 o la de la anomia institucional l". Algunos au-
tores, sin embargo, no creen que la privación relativa y la pobreza absoluta
puedan distinguirse respecto a sus efectos sobre las tasas de criminalidad; y
Land y sus compañeros escriben que «aunque estas variablesque correlacio-
nan pueden ser conceptual y operacionalmente distintas, análisis de com-
ponentes de los espacios de las variables sugieren que no son muy distintas
empíricamente; las ciudades, áreas metropolitanas (SMSAs)y estados con
altos (bajos) niveles de privación absoluta también tienden a tener altos
(bajos) nivelesde privación relativa»158.

1<18 Baumer el al., 2013: 67-70 y 72-73.


149 Lauritsen et al., 2013: 94-110, 94 Y 109-110 sobre todo.
150 Lauritsen et al., 2013: 90-94.
151 Box, 1987: 98-106, sobre todo 102 y 105.
152 Serrano Maíllo, 2009a: 499.
153 Box, 1987: 86.
154 Young, 1992: 41.
1,55 Agnew, 1992: 48.
156 LaFree, 1998: 119-120.
157 Passas, 2006: 176 y 178.
158 Land et al., 1990: 943-944 y 953-954, cita tomada de 944.
84 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Young-quien, como muchos, no comparte el criterio de Land y otros


sobre la falta de autonomía de la privación relativa- explica que, en la tra-
dición de la frustración, la criminalidad es la respuesta a una comparación
entre uno y la sociedad. Por ejemplo, entre las aspiraciones legítimas en
una sociedad concreta y lo que uno logra o espera lograr, quizá afrontando
unas barreras estructurales. En el caso de la privación relativa, la compara-
ción es entre grupos: tanto grupos que tienen más que el grupo propio y
eso se percibe como algo injusto; o, continúa este autor, grupos que tienen
lo mismo o incluso menos que el propio, pero también se percibe como
injusto. Este enfoque ciertamente tiene conexiones con la frustración,
como la celebrada idea de Young de la sociedad bulírnica, que por una
parte engulle a un enorme número de individuos a través de la educación,
pero a continuación los excluyey los vomita fuera del mercado laboral y de
consumo 159.
En una revisiónde la literatura hasta los años noventa sobre la conexión
entre el Índice Gini160 y la criminalidad agregada, Box encuentra 16 investi-
gaciones transversalesy una de series temporales y concluye que todas ellas
favorecen la relación entre privación relativa a nivel agregado y delitos con-
tra el patrimonio y violentos no-fatales, pero no así con el homicidio, esto
es con la violencia fatal!".
Lappi-Sepálá y Lehti utilizan datos sobre homicidios en todo el mundo
para analizar una serie de predictores y reportan que los más fuertes en
modelos multivariantes son una medida de desarrollo nacional llamada Ín-
dice de Desarrollo Humano (HDI) y de la que informa Naciones Unidas y
el ya mencionado índice Gini, ambos de naturaleza económica 162. Sin em-
bargo, también trabajando con datos sobre homicidios a nivel mundial,
Baumer y Wolff no observaron ningún efecto del índice Gini en modelos
multivariantes 163.
Land y sus colegas con datos de ciudades, áreas metropolitanas y estados
norteamericanos de 1960, 1970Y 1980,observaron que el Índice Gini no se
relacionaba con la tasa de homicidios en análisis controlando por diversas
variables. A lo largo de varios modelos, había coeficientes tanto positivos
como negativos, con una única excepción todos no significativosestadísti-
camente hablando 164. Sin embargo, estos autores sostienen que este Índice
es más bien un indicador de otra variable de orden superior que denomi-
nan componente privación de recursos/riqueza, de modo que su empleo ana-

159 Young, 1999: 8-9, 23, 47-48, 181-182 Y194; el mismo, 2007: 31-25, 30-34, 36-38, 41-45,36,
48-49,65,143-144,155 Y 192.
160 Este estadístico puede oscilar entre Oy 1 -a veces el valor se multiplica por 100, lo cual

facilita la interpretación-, donde Osignifica una situación de perfecta igualdad en los ingresos-o
en otro fenómeno- y 1de perfecta desigualdad.
161 Box, 1987: 86-87 y 90.

1(;2 Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 164-165 y 208.


16~ Baumer y Wolff, 2014: 268 y 271-272.

161 Land et al., 1990: 939.


PATRONES ESTRUCTURALES 85

lítico de modo aislado carecería de justificación. Este componente de se-


gundo orden incluye asimismo como indicadores el porcentaje de familias
bajo el umbral de la pobreza y los ingresos familiaresmedios". En análisis
subsiguientes, el componente privación de recursos/riqueza-que combina pri-
vación absoluta y relativa- predecía las tasas de homicidios en EstadosUni-
dos, siendo además el elemento más fuerte en análisis multivariantes166. El
mismo hallazgo de una relación positivaaparece en su replicaciónposterior
con datos de hasta 2000167•
Con datos de Islandia de escolarescontactados en 83 colegios,Bernburg
y sus asociados encontraron apoyo para la teoría. A nivel individual,la pri-
vación económica predecía tanto la delincuencia como la violencia;pero, y
esto es lo relevante para la tesis, a nivel agregado el efecto dependía del
estándar de vida de los grupos de referencia: en comunidades escolares en
las que la privación económica era común, el efecto a nivel individual era
débil; mientras que el efecto era fuerte en comunidades en las que la priva-
ción era rara J68.
Drassy LaFree proporcionan evidencia empírica en favor de esta hipó-
tesis, así como argumentos teóricos que explican potencialmente su pa-
pe1169• En particular, estos autores se preguntan por la paradoja de que en
Estados Unidos las tasas de criminalidad aumentaron durante las décadas
de 1960 y parte de la de 1970 del siglo pasado pese a que la situación eco-
nómica era de crecimiento y favorabley pese a que las oportunidades edu-
cativaspara los grupos más desaventajados se habían vistomejoradas. Estos
autores mantienen que, al mismo tiempo, aquella época de mejoras se vio
acompañada por un aumento de la desigualdad en los ingresos entre per-
sonas de color y de raza blanca, en particular dentro de estosgrupos 170, e hipo-
tetizan que en esta desigualdad relativa intrarracial se encuentra la explica-
ción. Para contrastar esta hipótesis utilizan series temporales con datos
sobre tasasde arrestos de ingresos de afroamericanos y blancos de robo con
violencia o intimidación, robo en vivienday homicidio entre 1957 y 1990171.
Informan estos autores de que la desigualdad intrarracial en los ingresos en
razón de la raza era un buen predictor de las tasas de arrestos. Las tasas as-
cendentes en las tasas delictivasde Estados Unidos se explicaban mejor por
medidas de desigualdad en los ingresos de naturaleza intrarracial que por
medidas de bienestar económico de tipo absoluto. Incrementos en la des-
igualdad en los ingresos iba acompañada de aumentos en las tasasde arres-

1&5 Land et al., 1990: 943.


166 Land et al., 1990: 946-947 y 950-951.
167 McCall et al., 2010: 231 y 233.
168 Bernburg et al., 2009: 1236-1239 y 1241; los aspectos empíricos se describen en 1230-
1235.
169 LaFree, 1998: 119-120; el mismo, 1999: 125-141.
170 LaFree y Drass, 1996: 616.
171 LaFree y Drass, 1996: 618-621 sobre los datos empleados.
86 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

tos tanto para blancos como para personas de color, pero si los arrestos de
los primeros tenían como predictores tanto las variables de desigualdad en
los ingresos como de bienestar económico; los arrestos de los segundos sólo
eran pronosticados por las medidas de desigualdad. Los autores concluyen
que no son medidas de privación absolutas las relevantes para explicar las
tasas delictivas,sino las de percepción relativa de privación. En su caso par-
ticular,más logros educativosacompañados de más desigualdad intrarracial
en los ingresosfue la causa del aumento de la criminalidad en el período de
de referencia". Además, encontraron una interacción en el sentido de que
la relación entre logros educativos y tasas de arrestos dependía de la des-
igualdad en los ingresos por razas: más logros se traducían en más arrestos
para las personas de color cuando aumentaba la desigualdad; más logros se
traducían en menos arrestos para los blancos cuando se reducía la desigual-
dad 173.
En efecto, una forma que puede tomar la privación relativaes la desigual-
dad en los salarios. Grover revisa variasinvestigacionesde hasta mediados de
la década de 2000 e informa de una conexión entre tasasde criminalidad y
desigualdad salarial: según es mayor la brecha en lo que ganan grupos dis-
tintos de trabajadores, más aumenta la tasa de criminalidad 174.

5. VALORACIÓN

Para concluir, podemos mencionar algunas consideraciones sobre los


estudios que hemos revisado.Desde un punto de vistaempírico, en algunos
de ellos faltan controles que pueden ser relevantes 175. En general existe
también un problema del orden temporal: ¿el desempleo genera más deli-
to?, o ¿más delito genera más desempleo y precariedad económica? 176. Por
ejemplo, existen algunas pruebas de que el delito puede afectar negativa-
mente a la actividad económica!". Aunque se ha criticado el uso de datos
agregados ('/8, éstos son imprescindibles para testar numerosas hipótesis re-
levantes, algunas de las cuales han sido revisadasmás arriba'?".
Otro problema de los elementos estructurales de naturaleza económica
es para algunos autores la existencia de diversosindicadores muy heterogé-
neos entre si. A mi juicio, esto no es problemático ya que, en línea con la
idea de Braithwaite de la concurrencia de debilidades 180, es precisamente la

172 LaFree y Drass, 1996: 628-629.


'" LaFree y Drass, 1996: 627-628.
17. Grover, 2008: 36.
175 Box, 1987: 91.
176 Grover, 2008: 38.
177 Entorfy Spengler, 2002: 143-144.
178 Graver, 2008: 38.
179 Vid., por ejemplo, Entorfy Spengler, 2002: 129-137.
ISO Braithwaite, 1979: 22.
PATRONES ESTRUCTURALES 87

confluencia de hallazgos guiados por teoría lo que permite tener confianza


en que se ha encontrado algo verdadero. Land y sus colegas comparten la
preocupación antes señalada y afirman que la misma -esto es, la existencia
de indicadores heterogéneos- es la causa de que se hayan reportado en la
literatura hallazgos contradictorios entre sí 181. Para corregir esta complica-
ción proponen una reducción de la información mediante análisisde com-
ponentes principales, de modo que puedan extraerse factores comunes a
varios indicadores de orden inferior, a la par que eliminar un potencial
problema de colinealidad severa182. Por ejemplo,en vezde regresar las tasas
de homicidios sobre el tamaño de la población y la densidad de la pobla-
ción -en realidad transformaciones logarítmicasde las mismas-, reducen la
información de las dos últimas variablesindependientes y crean un compo-
nente principal de estructura poblacional". Land y sus asociadossiguen en
este punto a W.J. Wilson, quien señala que en el interior de muchas ciuda-
des norteamericanas coexisten diversos elementos económicos y sociales
desaventajados, de modo que unos llevan a otros, todos se refuerzan entre
sí y los problemas toman un significado cualitativamentedistinto 184. Desde
este punto de vistano es posible separar analíticamente distintas variablesy
aislar sus efectos independientes ya que estas variables se encuentran Ínti-
mamente relacionadas entre sí en el mundo real -esto es un problema de
multicolinealidad severa. Wilson se refiere a este como un problema de
«efectos de concentración» 185. Por el contrario, Parker ha criticado este enfoque
y ha afirmado que «losinvestigadoresse encuentran mucho más inclinados
a utilizar Índices compuestos, típicamente generados a través de análisis de
componentes principales», el uso de los cuales «significaque ya no puedes
estimar la contribución particular de cada constructo» 186. La crítica de Par-
ker es acertada si esta estrategia es utilizada de modo infundado. Una re-
ducción de la información como la que proponen Land y otros sólo está
justificada cuando se basa en teoría sólida y cuando se sigue un procedi-
miento analítico confirmatorio y no meramente exploratorio.
Desde un punto de vistateórico, muchas teorías tradicionaleshan incor-
porado procesos como los que hemos revisado aquí. También algunas teo-
rías del conflicto ofrecen explicaciones testables, como que en momentos
de recesión, el Estado se vuelve más punitivo y por este motivo aumentan
los delitos y las condenas 187. Sin embargo, los mecanismos subyacentes a

181 Sobre la inconsistencia de los hallazgos y que, en realidad, generalmente existen pocas
pruebas de efectos de elementos estructurales sobre el delito, tras revisar un elevado número de
investigaciones, Land et al., 1990: 927-932.
182 Land et al., 1990: 951; McCall et al., 2010: 221-224.
183 Land et al., 1990: 942-943.
184 Wilson, 1987: 57.

185 Wilson, 1987: 46-62, sobre todo 46 y 58.

186 Parker, 2008: 42.


187 Box, 1987: 95 y 190; Grover, 2008: 39.
88 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

muchas de las conexiones son poco conocidosv". La idea general que pre-
domina en Criminología es que estos patrones tienen efectos indirectos
sobre los individuos+",
Como hemos visto, los factores macro son relevantes en la explicación
del delito. Algunas versiones del control social parecen hipotetizar únicamen-
te transiciones micro-a-macro. Matsueda ofrece un ejemplo: las personas
bajas en autocontrol, por sus propias características que incluyen dificulta-
des para conseguir y conservar un empleo y relaciones personales, tienden
a encontrarse aisladas y con escasos recursos. Como consecuencia, carecen
de medios para residir en lugares ventajosos y se ven relegados en barrios
de rentas bajas y tasas delictivas altas. Se trata como vemos de un caso de
autoselección. Matsueda continúa con que estos mismos sujetos tendrán
dificultades para inculcar auto control en sus hijos. Esta trayectoria sería
justo la opuesta a la de personas altas en autocontrol, que pueden residir en
barrios de mayor estatus y menor carga delictiva y, a la vez, inculcar auto-
control en sus hijos 190. Ahora bien, estas mismas teorías, como la del auto-
control, son compatibles con efectos macro -esto es transiciones ma-
cro-a-micro. Esto, sin embargo, no quiere decir que éste sea un tópico
importante para la teoría general del delito. Esta discusión sobre causación
social y selección causal 191 es reseñable porque importantes desarrollos de
las últimas década en teoría sociológica tratan de superar, entre otras (fal-
sas) dicotomías, la diferenciación entre niveles de análisis macro y micro.
Así, entre los pensadores modernos, ya Elias mantiene que la Sociología se
encuentra en un callejón sin salida mientras siga haciendo un «uso aislado»
del hombre y la sociedad, esto es mientras los trate de modo independiente;
y escribe que «es imposible separar a los hombres en singular de los hom-
bres en plural» 192.
Por último, una consideración clave aquí es la llamada falacia ecolágica'":
Por ejemplo, que exista una relación entre tasa de desempleo y de crimina-
lidad no nos dice nada sobre quién comete los delitos, esto es si son los
desempleado s o los que tienen empleo 194. De hecho, existen pruebas de
que gran parte de los delitos son cometidos por quienes tienen empleo,
incluso cuando existe una relación agregada entre desempleo y criminali-
dad 195. Esto es especialmente importante porque centrarse en la relación
entre desigualdad y delito puede estigmatizar precisamente a quienes más
sufren las injusticias sociales. Grover insiste en ese punto y añade que el

188 Lauritsen et al., 2013: 112; Wikstróm y Treiber, 2016: 1233.


189 Guerra, 2013: 256.
190 Matsueda, 2008: 113 y 126.
191 Vid. el planteamiento de Mohler y Earls comparando la relevancia relativa de ambas pre-
guntas,2002: 114 y 120.
192 Elias, [1970]: 134-158, citas tomadas de 138 y 149.
193 Devine et al., 1988: 417.
191 Entorfy Spengler, 2002: 133.
195 Grover, 2008: 38.
PATRONES ESTRUCTURALES 89

Sistema de Administración de Justicia puede creer que, en efecto, existe


una asociación neta entre desempleo y crimen a nivelindividual (sobre la
base de pruebas macro) y, por lo tanto, generar una predicciónque se cum-
ple a sí misma 196.

196 Grover, 2008: 35 y 39.


CAPÍTULO 3
Patrones culturales

El concepto de cultura es muy complejo y existen muchísimas definicio-


nes. El estudio de la relación entre cultura y delito alcanzó su cénit hacia los
años cincuenta del siglo pasado. En la actualidad pueden encontrarse tanto
estudios empíricos como teorías explicativas de esta base. La concesión cul-
tural más extendida, relacionada con el trabajo de Sellin, implica la existen-
cia de unos valores que cristalizan en normas, las cuales influyen en que se
cometan delitos.
En particular, la idea de subcultura ha desplegado una gran influencia
en Criminología. Si se tiene una visión omnicomprensiva e inflexible de la
cultura -justo al contrario de lo que pensaba Durkheim- como Parsons,
entonces es comprensible que la desviación exija hipotetizar la existencia de
grupos subculturales que comparten algunos de los valores mayoritarios,
pero no todos. Subculturas de este tipo se han pretendido observar en el
Sur de Italia, en ciertos barrios pobres del interior de grandes ciudades
norteamericanas y en el Sur de Estados Unidos, así como en grupos parti-
culares de individuos como terroristas yihadistas o neonazis.
Otra forma en la que la cultura puede relacionarse con el delito se pro-
duce cuando coexisten a la vez varios códigos de conducta yeso genera
ambigüedad o ambivalencia. No es que un grupo albergue valores distintos
a los de otro y haya un choque entre ellos, sino que alberga a la vez valores
contradictorios. También aquí encontramos interesantes propuestas, como
la de Kornhauser sobre el código del honor y el del sueño americano.
Finalmente, la llamada teoría cultural también ha desplegado una cierta
influencia en nuestra disciplina, y se ofrece algún ejemplo. La teoría cultu-
ral no siempre encaja bien en la llamada Criminología mayoritaria.
Legítima como es la orientación cultural en Criminología y, de hecho,
ha producido importantes estudios descriptivos y explicaciones teóricas e
incluso ha establecido algún hecho empírico -motivo por el cual ha de re-
chazarse el sesgo ideológico que existe contra este enfoque-, esta orienta-
ción, como digo, es merecedora de algunas importantes consideraciones,
como las expuestas por Kornhauser, las cuales son expuestas al final de este
capítulo.
92 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

SUMARIO. CAPÍTULO 3. PATRONES CULTURALES


l. CULTURA Y DELITO
1.1. La cultura entendida como valores y normas compartidos
l.2. Valores culturales y delito: la cultura de la pobreza
1.3. Preocupaciones centrales y delincuencia juvenil
2. SUBCULTURAS
2.1. La subcultura de la violencia
2.2. La subcultura de la pobreza de personas de color
2.3. La subcultura de los skinheads neonazis norteamericanos (SNN)
2.4. Terrorismo yihadista interno y subcultura
2.5. «El código de la calle»
2.6. La subcultura de la violencia del Sur de Estados Unidos
3. CONFLICTOS NORMATIVOS
3.1. Conflictos normativos y su origen
3.2. Conflicto cultural y delincuencia
3.3. Sociedades pluralistas y conflicto normativo
3.4. Exposición parcial a una cultura
3.5. Conflicto normativo y creación de normas penales sesgadas
3.6. La tesis del conflicto entre el honor y el sueño americano
4. TEORÍA CULTURAL
4.1. Introducción
4.2. Tipos de grupos criminales según las dimensione' de cuadrícula y de
grupo
5. VALORACIÓN
5.1. La crítica de Kornhauser a los modelos culturales
5.2. Otras consideraciones teóricas
5.3. Subculturas y delitos culturalmente motivados
5.4. Conclusión: un malentendido

«[Cjuanto más generales e indeterminadas son las reglas de la conducta y las


del pensamiento, más debe intervenir la reflexión individual para aplicarías a
los casos particulares»,
Durkheim, [1893]: 181.

1. CULTURA Y DELITO

1.1. La cultura entendida como valores y normas compartidos

Existen muy numerosas y heterogéneas definiciones de cultura. En la


tradición de Durkheim, la cultura tiene un carácter social y se entiende
como sistema de símbolos y si~ni~cados. Geertz hablaba de «un patrón
transmitido históricamente. de. slgI1lficad_osencapsulados en símbolos»; y de
«un sistema ordenado de significado y slmbolos» l.

1 Geertz, 1973: 89 y 144. Críticamente con ese enfoque, Swidler, 2001: 19-23.
PATRONES CULTURALES 93

Rara vez, sin embargo, la Criminología +O incluso la Sociología- ha recu-


rrido a la sofisticada concepción simbólica durkheimiana recién descrita". Más
habitualmente la cultura es entendida en nuestra disciplina y en las ciencias
criminales en general, ya sea de modo expreso ya implícito, como un conjunto
de valores y normas compartidos''. La clave se encuentra en entender que se
trata de valores y normas compartidos y que por ese motivo son objetivos y reales
-tanto como pueda serIo una mesa- y no meramente subjetivos e individua-
les". Durkheim diría que son valores y normas propios de comunidades y que
se imponen a los individuos por el hecho de formar parte de las mismas"
En términos más precisos, es habitual que los valores se entiendan como
principios, valoraciones y orientaciones generales y abstractos que se mani-
fiestan a través de normas, que son más concretas. Las normas guían a los
individuos en su comportamiento. Aunque no implica necesariamente una
conexión causal, el planteamiento que se encuentra en la literatura y qlle
trato de describir es el siguiente:

valores ~ normas ~ acción

Así las cosas, la asunción es que la acción, ya sea lícita o criminal, está
conectada con las normas y valores de los individuos". En la tradición par-
soniana, Kluckhohn define los valores como «una concepción, explícita o
implícita, distintiva de un individuo o característica de un grupo, de lo que
es deseable la cual influye en la selección de entre los modos, medios y fines
de acción disponibles» 7. Los valores fundamentales son compartidos y tie-
nen una cierta vigencia temporal. Aunque son generales y abstractos, tienen
una orientación hacia la acción e incluyen límites para la misma. No son
meras preferencias, sino que son opciones que se consideran justificadas y
en este sentido son deseables". Como acabo de decir, suele entenderse que
los valores deben cristalizar en normas más concretas. La Criminología de
orientación cultural, por lo tanto, estudia estas conexiones al entender que
la cultura (así entendida) es relevante para la explicación del delito". POI
poner un ejemplo de nivel individual, se puede hipotetizar que quien tiene
valores favorables a la violencia-dicho más técnicamente: quien forma par-
te de una comunidad que ostenta este tipo de valores- será más proclive a
recurrir a la agresión 10. Como se acaba de decir, se espera una conexión

2 Excepciones en Horowitz, 1983: 12 y 20-21; Sellin, 1938: 58 nota 1.


3 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 97.
4 Durkheim, [1897]: 344.
5 Durkheim, [1912b]: 100 nota 68.
6 Sellin, 1938: 28; Wolfgang y Ferracuti, 1967: 101-102 y 113-115.
7 Kluckhohn, 1951: 395 (énfasis eliminado). Los valores llevarían a la acción.
8 Kluckhohn, 1951: 393-403 y 415, así como 403-409 sobre su medición.
9 Hamm, 2004: 327.
10 O bien que quien alberga estos valores puede aceptar también la norma de agredir a
quien le falte al respeto. Adviértase que esto no es evidente. Puede no existir relación alguna entre
94 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

entre los valores y las normas a través de las que se expresan por un lado y
la acción por otro. Aunque la mayoría de las teorías culturales y subcultura-
les en sentido estricto hipotetizan la existencia de valores de algún modo
prodelictivo, también cabe que pronostiquen que el delito es el resultado
de unos valores centrados en algo distinto de la criminalidad pero que con-
duce a ella de algún modo indirecto 11.
Una cuestión importante es que los valores no sólo se refieren a objetos
particulares como la familia, la economía, etc., sino -y esto es incluso más
importante- que se encuentran jerarquizados 12. Hablar de valores es, cierta-
mente, ofrecer un listado, pero un listado en el que a unos valores se les
concede más peso que a otros. Por ejemplo, se ha mantenido que en muchas
sociedades occidentales contemporáneas se concede una gran relevancia a
los valores familiares, pero que éstos Se encuentran j erárquicam ente por
debajo de los valores económicos. Por lo tanto, aquí se abre la puerta a que,
si existen diferencias entre los valores de grupos e individuos y sus respecti-
vas tendencias delictivas, éstas sean debidas a que ostentan valores diferentes
o a que sus valores coincidan en términos generales, pero no así su ordena-
ción jerárquica. Del mismo modo, cambios a nivel grupal o individual-como
en el caso paradigmático del proceso de desistimiento- pueden ser debidos
tanto a cambios en los valores que se ostentan como a cambios en su jerar-
quización. Todo ello, naturalmente, en el caso de que exista una relación
entre valores y normas por un lado y acción delictiva por otro. La jerarquiza-
ción de los valores rara vez ha sido estudiada en Criminología y en la prácti-
ca analítica predomina la constante de que los valores llevan a la acción.

1.2. Valores culturales y delito: la cultura de la pobreza

La idea de que hay valores culturales en sentido estricto que tienen un ca-
rácter criminógeno y explican la criminalidad ha tenido un predicamento
muy limitado en Criminología. Algunos modelos clásicos que sí lo han pro-
puesto -y que por lo tanto son excepcionales- son los de Lewis y Miller.
Lewis propuso la idea de «cultura de la pobreza», la cual incluiría valores
prodelictivos 13. Frente al término cultura, la literatura en general parece
preferir el término subcultura para denominar a este concepto 14 y Lewis
ciertamente lo utiliza también 15. Sin embargo, este autor define cultura
como «un diseño para la vida que se transmite de generación a genera-

ambos elementos, existir una relación causalmente espuria, resultar los valores consecuencia de
la agresión ...
11 Erlangen, 1976: 490.
I! Wolfgang y Ferracuti, 1967: 97-99.
13 Lewis, 1961: xxiv-xxvii; el mismo, 1966: 19-25.
14 Harvey y Reed, 1996: 491 nota 1.
15 Lewis, 1961: xxvii.
PATRONES CULTURALES 95

ción»!", definición algo ambigua que sin embargo permite incluirsu plan-
teamiento bajo un paraguas cultural en sentido estricto. Además,si en tér-
minos más consistentes con nuestra definición, entre una única cultura
común en una misma sociedad y más de una cultura en coexistenciaexiste
un continuo, entonces el trabajo de Lewisse ubica más cerca del segundo
extremo que la mayoría de propuestas aquí revisadas". Por todo ello trata-
remos la tesis de Lewis-así como la de Miller- como una teoría cultural.
Lewisafirma que la pobreza es habitualmente vistacomoalgo puramen-
te negativo, esto es como la ausencia de algo, en particular carecer de medios
económicos, la privación económica. Sin embargo, la mismatambiéninclui-
ría aspectos positivos: «tiene una estructura, una base lógica,y mecanismos
de defensa sin los cuales los pobres dificilmente podrían seguiradelante»18.
Se trata de un estilo de vida que se transmite de padres a hijos y que en el
caso de México llevaría arraigado en los sectores más desaventajadosdesde
la conquista española hacia 1519.El autor identifica variosescenariosagre-
gados que pueden dar lugar a una cultura de la pobreza que él aprecia en
muchos lugares del mundo, incluyendo barrios o subbarrios de Londres,
París y México. Entre las características universales de esta cultura se en-
cuentran una relativamente baja esperanza de vida,alta proporción dejóve-
nes, orientación local, baja formación, desconexión de organizaciones
como seguros médicos, sindicatos, partidos políticos, ete., una lucha cons-
tante por salir adelante con altas tasas de desempleo, infraempleo, ingresos
bajos, ausencia de ahorro y liquidez, escasas reservas de comida en casa,
ete., viviendassobreocupadas, falta de intimidad, altas tasasde alcoholismo,
etc., baja capacidad para demorar las gratificaciones y planear el futuro,
unidas a un cierto fatalismo -esto es que sus vidas están fuera de su con-
trol-, entre otras.
En relación con los valores an tisocialesy prodelictivos, Lewisseñala que
la cultura de la pobreza incluye el machismo y la creencia en la superiori-
dad del hombre Ireute a la mujer, así como el «recurso frecuente a la vio-
lencia para resolver disputas, frecuente uso de la violencia en la crianza de
la prole, maltrato doméstico a la esposa, iniciación temprana al sexo [... ]
una relativamente alta incidencia del abandono de madres e hijos»19.
Lewisconcluye que esta cultura «puede verse como un intento de bus-
car soluciones locales a problemas de los que no se ocupan las instituciones
y agencias existentes debido a que las personas no son elegibles para ser
atendidas, no se lo pueden permitir o desconfían de ellas»?".

16 Lewis, 1961: xxiv.


17 Si por el contrario se tratan como posiciones discretas, entonces parece dificil que la se-
gunda opción -que dos culturas autónomas e independientes convivan en un mismo espacio so-
cial- pueda darse.
18 Lewis, 1961: xxiv,
19 Lewis, 196]: xxvi.
2" Lewis, 1961: xxvii,
96 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

La hipótesis de la cultura de la pobreza, que como vemos toca del delito


y la desviaciónalgo de pasada, ha sido criticada desde distintos frentes". En
primer lugar, parece ignorar elementos estructurales que constriñen a los
individuos, de modo que su cultura es una adaptación a dichas fuerzas que
bloquean sus oportunidades. Si se removieran estas limitaciones, también
los valores cambiarían 22. La cultura, en efecto, es algo dinámico y es poco
plausible que, como cree Lewis, pueda mantenerse durante siglos". Por
ejemplo, también se ha visto en este enfoque un exceso de determinismo
que no deja lugar para la agencia individual.".
Más en concreto, los habitantes del interior de las ciudades tienen en
una mayoríade casosun deseo de ser decente... pero sin un empleo es dificil
serlo" ... yjustamente el problema que se sufre en estas zonas es el de una
carencia de empleo y de oportunidades para accerler a uno, verbigracia por
carencia de transporte público ".
WJ. Wilson rechaza ver aquí efectos de unos valores particulares, sino
de un aislamiento social ocasionado por una acumulación de desventajas
estructurales ". La tesis de la cultura de la pobreza, por lo tanto, estaría
confundiendo elementos estructurales y culturales.
Desde un punto de vistaempírico,]ones y Luo estudiaron si existía una
relación entre tres dimensiones de actitudes -ética del trabajo, valoresfami-
liares y ética de la dependencia- y la pobreza -una variable (independiente)
que distinguía entre pobres y limítrofes con la pobreza por un lado y quie-
nes no eran pobres por otro ". Los hallazgos descartaron la relación con
alguna pequeña matización. Así mismo observaron que la raza desempeña-
ba un rol interactivo sígnificativo". Los resultados, pues, fueron contrarios
a la teoría de la cultura de la pobreza, aunque el delito no era la variable
dependiente.
Finalmente y con un tono más ideológico, se ha visto en el trabajo de
Lewisun apoyo para políticas públicas limitadoras de la movilidad socialde
los pobres, en particular de los de color".

21 Para una crítica general, con varias dimensiones, vid. Leeds, 1971: 228-281. Desde el es-
tricto punto de vista metodológico, Leeds apunta problemas de muestreo, hipótesis alter nativas y
cómo se conectan las interpretaciones con las observaciones, 1971: 227.
22 Anderson, 1990: 240-241 y 245-247; el mismo, 1999: ]08-114, 120-121,166,176-177,234,
286-287,313,316 Y325; Wilson, 1987: 158-159; el mismo, 1996: 72 y 176.
23 Lewis, 1961: xxv.
24 Bourgois, 1995: 16-17; Sullivan, 1989: 243.
25 Anderson, 1976: 31 y 210; Bourgois, 1995: 4 y 135-136.
26 Wilson, 1996: 3-24.
27 Wilson, 1987: 61-62.
28 Sobre la metodología, vicl.Jones y Luo, 1999: 445-447.
29 Jones y Luo, 1999: 447-453.

30 Witson, 1987: 13. Como no es inhabitual con los enfoques (y críticas) ideológicas, nos
encontramos con terreno pantanoso por la ambivalencia de unos y otras. Así, Harvey y Reed han
visto en el trabajo de Lewis una obra de orientación marxista y anticapitalista que celebra la capa-
PATRONES CULTURALES 97

1.3. Preocupaciones centrales y delincuencia juvenil

Miller ofreció otra teoría cultural -más propiamente criminológica- en


sentido estricto y, aSÍ,habla abiertamente de un «sistema cultural particu-
lar» y de «fuerzas cul rurales- 31. Miller, pues, hipotetiza que la cultura de
clase baja a la que él se refiere incluye elementos prodelictivos genuinos.
Esto se traduce en que no se trata simplemente de darle la vuelta a los va-
lores de clase media: si sólo se tratase de algo negativo y no de un «esfuerzo
positivo para lograr lo que es valorado por esa tradición y para acomodarse
a sus normas explícitas e implícitas», no podría perdurar en el tiempo ". Su
teoría no es general, sino que se limita a los delitos cometidos por ciertos
miembros de grupos adolescentes de barrios de clase baja". Miller no ha-
bla de valores, sino de preocupaciones centrales, un conjunto de las cuales
serían características de la clase social baja o al menos unas estarían más
presentes en ellos. Estas preocupaciones centrales se refieren a las áreas o
cuestiones que tienen en cuenta, a las que atienden, que consideran, que
despiertan emociones acentuadas ... los miembros de una clase social. No
se trata de elementos unidimensionales que enfocan el comportamiento
en una dirección concreta, sino precisamente de temas que figuran en las
preocupaciones de los jóvenes; las preocupaciones, entonces, están com-
puestas por al ternativas. Por ejem plo, MilIer afirma que en la clase media
predomina en el chico la preocupación central del éxito evaluado por sus
símbolos externos, pero que en la clase baja esta preocupación central
cede a la de los problemas y que, por lo tanto, una madre de familia en esta
posición social no evalúa al novio de la hija en referencia a la dimensión
éxito sino a la de los problemas, o sea si predomina una potencialidad de
producir problemas o de evitarlos. Más en general, el estatus se juzga en
este ámbito por esta preocupación central y no por el éxito, como en la
clase media. En las clases bajas las dicotomías básicas son respetuoso de la
ley-infractor, policía-criminal, sheriff-fuera de la ley, et c. -y no, verbigracia,
tener o no tener": Las dicotornías desempeñan un rol clasificador de natura-
leza cultural fundamental.". Las preocupaciones se encuentran ordenadas
de modo jerárquico y ponderadas, ya que en realidad no existen únicamen-
te en las clases bajas, las cuales se caracterizan más bien por el ranking que
conceden a aquellas en comparación por ejemplo con la clase media. Fi-
nalmente, las preocupaciones centrales tienen un aspecto público, abierto
y otro privado o latente; y una orientación que puede ser positiva -confor-

cidad de resistencia de los pobres en vez de culpados por los males que padecen ignorando las
condiciones estructurales que se les imponen, 1996: 480 y 483 sobre todo.
31 Miller, 1958: 5-6.
'2 Miller, 1958: 19.
" Miller, 1958: 5; el mismo, 1959: 63.
~ Miller, 1958: 8.
35 Serrano Maillo, 2016: 468.
98 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

marse con el polo de la orientación de que se trate- o negativa-rechazado


o evitado 36.
Las preocupaciones centrales de que habla Miller son los problemas, la
dureza, la astucia, la excitación, el destino y la autonomía, así como la per-
tenencia y el estatus". Este es además el orden jerárquico que ocupan la
preocupaciones de losjóvenes de clase baja38.
Los problemas están conformados por el área del comportamiento infrac-
tor de leyesy del respetuoso de las leyes. Unas veces, meterse en problemas e
un medio públicamente reconocido de obtener estatus, por ejemplo en un'
banda; otras veces,no es reconocido abiertamente así pero de modo latent
puede servir a otras funciones; finalmente, en ocasiones existe un compro-
miso público con el respeto de la ley,pero un compromiso latente o privad
de infringida.
La dureza incluye la habilidad y fuerza física,la bravura, el atrevimiento,
la masculinidad, etc. por un lado; y la debilidad, la cobardía, etc. por otro.
Miller afirma que existe entre los hombres adolescentes de las clases bajas
una obsesión por la masculinidad que procede de que muchos de ellos s
han criado sin una figura paterna. Sin embargo, estosjóvenes pueden adop-
tar roles públicamente femeninos que privadamente se interpretan como
signos de dureza, como el hecho de cocinar ocasionalmente por su familia
o grupo.
La astucia abarca desde la habilidad para ser más listo que otros, obten r
dinero mediante el ingenio, dominar el engaño, etc.; hasta la candidez y la
ingenuidad. Ser astuto implica ser capaz de obtener cosaspreciadas median-
te la «agilidad mental» y sin «esfuerzo físico».Por eso, en comparación COIl
los admirables habitantes de la calle, eljoven cree que el profesor de la es-
cuela sabe muy poco y le desprecia'". Miller afirma que muchos de estos
jóvenes ensayan constantemente entre ellos la astucia mediante juegos de
cartas o de destreza para ver quién demuestra más competencia. Tambi -'11
describe una práctica que podríamos llamar de toma y dara (r/,nin' the dozens¡
-en sentido común- en el que dos se meten el uno con otro, hacen una gracia
sobre el otro, le ponen un poco en ridículo, etc., una especie dejuego en I
que se premia la inventivay el ingenio.
La excitación oscila entre la búsqueda de sensaciones, la atracción por el
riesgo, el gusto por el cambio, etc.; y el aburrimiento, la pasividad,la hornr
geneidad, etc. El primer extremo está representado por la «noche dejuerg;'
(night on the toum¡» bebiendo, jugando, ligando ... ; y el segundo por estar
pasando el rato sin hacer nada con los amigos (hanging out).
El destino versa sobre tener o no tener suerte. Muchos de estosjóvenes
creen que sus vidas dependen de fuerzas extrañas a ellos sobre las que po ·0

36 Miller, 1958: 6-7.


37 Miller, 1958: 6-19; el mismo, 1959: 64-75, 133-134 Y 137-138.
38 Millel~ 1958: 7.
39 Miller, 1959: 66, 133 Y136, concediendo también un rol a la familia.
PATRONES CULTURALES 99

pueden hacer, de modo que es inútil esforzarse por lograr meta alguna.
Estasfuerzas no son religiosas,sino están relacionadascon el destino y con
fuerzas mágicas,de modo que pueden llevara cabo rituales para ver si cam-
bia su suerte. La idea es que una vezque se comienza a tener buena suerte,
ya todo en adelante saldrá bien. Este elemento se puede apreciar en eljue-
go, que también está relacionado con la excitación -como muestra este
ejemplo, las preocupaciones no están desconectadasentre sí40•
La autonomía se refiere a estar libre; o sometido a constreñimientos ex-
ternos, a la autoridad, dependencia de alguien que te da órdenes o te cuida,
etc., esto es de nuevo dos extremos. Miller afirma que lo que se valora pú-
blicamente es la autonomía, pero que privadamente estosjóvenes buscan
que alguien cuide de ellos. En casos extremos, los adolescentes pueden
realizar actos desviadospara ingresar en alguna institución t.otal-o incluso
escaparse si creen que van a quedar en libertad-, una institución que les
controle e incluso que les castigue... lo cual puede verse como una prueba
de que alguien se ocupa de ellos, que alguien «lessalvade ellos mismos»41.
Miller incluye dos metapreocupaciones centrales más de un nivel analí-
tico superior puesto que dependen de las preocupaciones centrales que
acabamos de mencionar: la pertenencia y el estatus. La pertenencia se refiere
a formar parte de un grupo, que se diga de uno que «está con nosotros».
Esto se logra comportándose de acuerdo con el extremo de problemas,
dureza, astucia... favorecido por el grupo e implica acatar las normas de un
grupo y violar las de otro u otros. El estatus depende del grado en que se
actúe de acuerdo con los extremos de problemas, dureza, astucia... favore-
cidos por el grupo. En particular, los niveles más altos de estatus se valoran
de acuerdo con la adultez que demuestre un sujeto, esto es según su com-
portamiento se asemeje al de un adulto del barri042•
MiIler hipotetiza que losjóvenes de clases bajas que se ven envueltos en
delitos lo hacen porque es el medio más factible, de entre los que su cultura
considera viables, para obtener «fines, estados o condiciones yue SUll valo-
rados, y evitarlos que son desvalorados».Esto lo hacen aunque conocen, sin
duda, la naturaleza ilegal de los actos que realizan, si bien la esperanza de
potenciales beneficios por ejemplo en términos de prestigio les hacen incli-
narse por el crimen:". Al mismo tiempo, Miller señala que, en general y a
pesar de todo, esosjóvenes prefieren no utilizar la violencia. Por ejemplo,
ante la perspectiva de una lucha entre bandas, que siempre es algo que in-
funde gran temor a todos los participantes, lo que suele ocurrir es que
cuando un grupo considera considera que ha sufrido un insulto o se le ha
faltado al respeto, incursiona en el territorio enemigo en busca de los miem-
bros de la otra banda, pero sin que habitualmente se les encuentre. En tales

40 Miller, 1959: 68·71.


'11 Miller, 1958: 8-13.
42 Miller, 1958: 13-14.
43 Miller, 1959: 65.
100 ALFONSO SERRANO MAÍ110

ocasiones, estosjóvenes muestran públicamente su disgusto, pero en el fon-


do están aliviados:han podido vengar la afrenta ya que han buscado vúlien-
temente al enemigo y a la vez han evitado una pelea que podría haberles
causado daños incluso serios. Miller habla en esos casosde un «patrón r.tua-
lizado. 44.
De todos modos, este autor reconoce que no todos losjóvenes de clase
baja son iguales y describe tres patrones de adaptación a su situación de
desventaja: la de aquellos que permanecen estables debido a que o oien
carecen de aspiraciones de mejorar su condición o bien no tienen posibili-
dades para ello; la de aquellos que sí tienen aspiraciones de ascenso social
y lo logran; y, finalmente, la de aquellos que tienen aspiraciones pem no
posibilidades y recurren al delito para aumentar su estatus -estos serianlos
innovadores de Merton ".

2. SUBCULTURAS

2.1. La sub cultura de la violencia

Un trabajo importante es el relativo a la subcultura de la violencia,d


Wolfgang y Ferracuti. El mismo es destacable en primer lugar porque ana-
liza muchos de los fundamentos de la Criminología. Por ejemplo, es inter -
sante el estudio de los métodos inductivo y deductivo, que tratan de apIove-
char de modo conjunto t". En esta misma línea metateórica, Wolfgangy
Ferracuti apuestan por la integración, si bien al mismo tiempo rechazan
una mera yuxtaposición que toma elementos de modo acrítico y sin saber
cómo se van a combinar y conceden la enorme dificultad que subyaceal
esfuerzo:". Ofrecen un esfuerzo integrador fundamental al nivel de lasdis-
ciplinas, entre Sociologíay la Psicología y entre Criminología clínica y soci
lógica:"; y otro entre factores de riesgo y teorías generales". Otra preocu
pación constante de la tesis de la subcultura de la violencia se refiere a !tI
medición de los constructos y variables que emplea en sus hipótesis: existe
una reflexión constante acerca de los retos y dificultades que afronta el
modelo y sobre cómo superarlos, sin caer nunca en un optimismo injustif
cado'", El objeto de estudio de su teoría explicativa, sin embargo, es bastan
te limitado, centrándose en homicidios no premeditados'"; o en su esuidir I

44MiUer, 1958: 17-18.


45Miller, 1959: 72.
46 Wolfgang y Ferracuti, 1967: xx-xxi. En contra del método inductivo y a favor del deducn
vo en Criminología, en la tradición de Popper, Serrano Maíllo, 2009a: 42-45.
47 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 1-13 y 71-75.
48 Wolfgang y Ferracuti, 1967: xix-xx, 67-71 y 162.
49 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 58-67.
50 Vid., verbigracia, Wolfgang y Ferracuti, 1967: 107-113 y 121-140.
51 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 141.
PATRONES CULTURALES 101

sobre Cerdeña concluyen que, al menos aquí, la subcultura se limita a la


violencia".
Wolfgang y Ferracuti reconocen que el concepto de subcultura es rela-
tivamente reciente en Ciencias sociales -apenas se remonta a 1945- y, sobre
todo, ambiguo. Su propuesta parte de la existencia de valores y normas
culturales en el sentido de que evocan respuestas simbólicas; que los valores
se encuentranjerarquizados; y que en una sociedad dada es cierto que algu-
nos valores reciben una afirmación absoluta, pero que en realidad existe
una gran variabilidad y no sólo otros valores centrales son rechazados, sino
que incluso valores contestados o secundarios para una mayoría pueden
resultar afirmados por algunos grupos 53. Es de esta variabilidad de valores
de donde pueden nacer las subculturas: las mismas pueden aceptar, recha-
zar, priorizar, etc. estos elementos culturales sin llegar a salirse del siste-
ma ". Las subculturas, por lo tanto, se encuentran dentro de un sistema
cultural superior, pero albergan ciertos juicios y valores particulares que, en
cantidad o calidad, pueden incluso entrar en conflicto con aquél y que tien-
den a provocar un cierto aislamiento de la subcultura y sus miembros. Esta
variabilidad tiene la consecuencia de que junto a subculturas toleradas exis-
tan otras conflictivas que son rechazadas por la cultura mayoritaria ".
Los valores compartidos por los miembros de la subcultura se reflejan
en una conducta esperada. En línea con lo que vimos más arriba, pues, en-
tienden que los valores son «estándares normativos que son parte del reper-
torio de respuestas que un individuo puede utilizar como alternativas de
acciónv'"; y que las normas sobre el comportamiento brotan de un sistema
de valores. Los valores median la relación entre el individuo por un lado y
las normas sociales y la acción por otro " Aunque Wolfgang y Ferracuti
conceden un cierto margen en las normas de conducta, el comportamiento
de ciertos grupos tiende a ser una manifestación de los valores compartidos
por la subcultura'". Estos autores añaden que puede haber subculturas
compuestas por grupos independientes que nunca o casi nunca interaccio-
nan entre sí, como por ejemplo conjuntos de pandilleros repartidos por
una gran ciudad; que existen diferencias individuales en el seno de los gru-
pos; y que las subculturas incluyen sanciones para quienes violen normas
subculturales, por ejemplo excluyendo al individuo del grupo o incluso con
medidas más severas 59. Por último, la tesis aquí descrita propugna que los

52 Ferracuti el al., 1970: 110.


j3 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 97-98.
01 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 99.
55 Kluckhohn, 1951: 415; Wolfgang y Ferracuti, 1967: 99-101 y 109-110.
56 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 114 (énfasis eliminado), siguiendo en ello aJacob y Flink.
57 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 114-115 y 127.
58 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 101-102 y 113-115.
59 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 102-104 y 106. Estas diferencias individuales de naturaleza
biológica o psiquiátrica, sin embargo, no son suficientes para explicar la criminalidad, 200-201 y
220.
102 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

valoresse transmiten por un mecanismo de aprendizaje, tomando elemen-


tos propios de esta familia de teorías criminológicas, que puede llegar a
incorporar la violencia a la estructura de la personalidad de los indivi-
duos'".
Wolfgangy Ferracuti concluyen con que el hecho de pertenecer a una
subcultura que contempla la violenciacomo una opción posible afecta tam-
bién a la percepción de los contextos en que se mueven. Concretamente,
las «variacionesen el mundo circundante, los retos continuos y las frustra-
ciones cotidianas» que todos experimentamos es más probable que sean
vistaspor los miembros de una subcultura de la violencia como «estímulos
agresivosque demandan una reacción inmediata y una contra-agresión»61.
La teoría de la subcultura de la violencia sostiene, para explicar esta
forma de criminalidad, que el uso abierto de la violenciaes una consecuen-
cia de un núcleo de valoresque se ha desgajado de la cultura general y que
conforman un sistema normativo subcultural. Es por lo tanto un plantea-
miento agregado, si bien se refleja en las tendencias individuales de los
miembros de la subcultura y puede testarse con datos individuales'". Bajo
ciertas circunstancias, eso sí, la violencia es una reacción obligada y la inac-
ción no sólo es castigada sino que puede generar sentimientos de frustra-
ción y culpa en el sujeto'".
Wolfgang y Ferracuti ofrecen una serie de proposiciones relacionadas
con su teoría:

a) Una subcultura no diverge de modo absoluto de la cultura de la que se


ha desgajado. Las diferencias son relativasy siempre existen unos valores
compartidos. La cultura de la violencia,por ejemplo, no está compuesta
únicamente por valores pro-violentos,sino que es más compleja.
b) La violencia no se ejerce de modo constante por los miembros de la
subcultura de la violencia,sino únicamente bajo circunstancias determi-
nadas. La mayor o menor frecuencia en el uso de la agresión depende
del grado en que la subcultura ha penetrado en la cultura nuclear de
que se trate. A un nivel inferior al macro, amén de existir diferencias
individuales en destacando entre el final de la adolescencia y la edad
media la frecuencia con que se recurre a la violencia por parte de los
miembros de la subcultura.
e) Las actitudes favorables a la violencia se instauran en los individuos me-
diante un proceso de aprendizaje; el cual incluye una serie de refuerzos
como el daño que se produce a la víctimay el premio del medio emplea-
do. Con el tiempo, la violencia puede convertirse en un hábito. Al mis-

60 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 107 y 267.


61 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 157.
62 Así en Ferracuti y Wolfgang, 1973: passim, donde utilizan varios grupos según su posición
social para testar hipótesis de su teoría.
6' Wolfgang y Ferracuti, 1967: 262-263.
PATRONES CULTURALES 103

mo tiempo, la subcultura contempla sanciones como la expulsión del


grupo para quien no recurre a la violencia, esto es para quien infringe
una norma de comportamiento esperado. Finalmente, los miembros de
la sub cultura no entienden el uso de la violencia como algo ilícito y, por
lo tanto, no experimentan sentimientos de culpabilidad'".

Finalmente, Wolfgang y Ferracuti ofrecen algunos ejemplos de lo que


podrían ser subculturas de la violencia. Así está el caso de Sicilia, si bien
conceden que desde hace tiempo la violencia ha dejado de representar la
primera opción para la mafia; el llamado Código «Barbaricino» de Córcega,
que exige vengar cualquier injuria y tilda de deshonorable a quien se abs-
tiene de ello, y que se puede encontrar además en algunas partes del Sur de
Italia; o la vendetta de Albanova, una comunidad relativamente aislada próxi-
ma a Nápoles en la que la violencia es relativamente frecuente y la venganza
un comportamiento socialmente esperado ".
En un trabajo publicado a principios de los año setenta que revisaba la
literatura y al mismo tiempo ofrecía un análisis empírico propio, Erlangen
concluía que la evidencia no favorecía a la teoría de la subcultura de la vio-
lencia. El autor además observó en sus datos que los pobres de raza blanca
era más probable que utilizaran la violencia que los de color -aunque la
teoría de Wolfgang y Ferracuti no e refi re en lo esencial al color de la piel,
no s raro que este elemento se haya incluido en estudios norteamerica-
nos'". Más importante incluso es que Erlangen concluyó que, aunque la
te is fuera en general cue tionable, «Todos los datos disponibles tienen li-
mitaciones de distinto tipo, y no puede decirse que la tesis haya sido testada
de modo definitivo»?".
Ball-Rokeach contrastó si personas que varían en el recurso a la violen-
cia se diferenciaban por un lado en su actitudes hacia la violencia (hipóte-
is 1); y por otro en sus patrones valorativos subyacentes (hipótesis 2). Estos
segundos son más generales que las actitudes hacia la violencia. La autora
mantiene que sus hallazgos no favorecen a la teoría de la subcultura de la
violencia debido a que las asociaciones en el caso de la hipótesis 1 son muy
modestas; ya que sólo existen diferencias en 6 de los 36 valores analizados
para la segunda hipótesis'". De modo adicional, la investigadora no encon-
tró una relación entre valores machistas y violencia; ni diferencias entre
internos encarcelados por delitos violentos y no violentos; ni apoyo para la
teoría en el caso del hornicidio'". Sin embargo, estos hallazgos son ambi-

61 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 158-162 y 314-316.


65 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 272-273,279 Y281-282.
66 Erlangen, 1974: 286 y 289, así como 282-284 sobre los datos empleados.
67 Erlangen, 1974: 289.
68 BaH-Rokeach, 1973: 739 y 747 para la primera hipótesis y 742 Y747 para la segunda, 737-
739 sobre los datos utilizados y la metodología seguida, así como 742-743 con las conclu iones.
6" Ball-Rokeach, 1973: 741 y 743.
104 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

~uos: aunque el tamaño del efecto en el caso de la hipótesis 1 sea modesto,


-existe una asociación estadísticamente significativa entre valores proviolen-
tos y comportamientos agresivos; y el hallazgo de 6 asociaciones no puede
desecharse sin más?".
Baron y sus asociados estudiaron la relación entre valores subculturales
proviolen tos y ejercicio efectivo de la violencia en jóvenes sin hogar, y en-
contraron pruebas a favor de esta hipótesis. Al mismo tiempo identificaron
algunas variables relacionadas con la adquisición de valores subculturales
de este tipo en la familia, familias que habitualmente tenían en el caso de
estos sujetos una orientación pro-agresiva; y en interacciones durante la vida
en la calle. Sus experiencias negativas llevan a estar personas a adoptar un
estilo de vida desconfiado y defensivo y en ocasiones a recurrir a la violen-
cia.". Pese a que la muestra era pequeña, incluyen algunos controles impor-
tantes, aunque se echa de menos alguno más.
En un estudio multinivel de Islandia, Bernburg y Thorlindsson encon-
traron que una serie de valores se relacionaban con la agresión tanto para
chicos como para chicas. En particular, informan de la existencia de varios
conjuntos homogéneos de valores, de entre los que nos interesan los que
denominan «valores de neutralización»; y de que niveles más altos en este
factor principal se relaciona con una mayor tendencia al comportamiento
agresivo a nivel individua!". Este es un estudio sólido, si bien hubiera sido
conveniente que controlaran el autocontrol y la delincuencia de los pa-
res 73.
Cao y sus colegas analizaron si el uso de violencia era favorecido más por
blancos o por personas de color y encontraron que sí, pero en un sentido
opuesto al hipotetizado según estos investigadores por Wolfgang, Ferracuti,
Curtis y otros. Por un lado, los blancos favorecían más que sus compañeros
de color el recurso a la violencia en casos defensivos -como golpear a un
extraño que ha entrado ilegalmente en la casa de unc--; mientras que por
otro lado no había diferencias en casos ofensivos -corno golpear a un extra-
ño que se está manifestando en contra de algo en lo que cree el ofensor 74.
Cao y sus colegas, sin embargo, no tienen en cuenta que, como se dijo, la
subcultura de la violencia no se limita a distinguir según las razas -aunque

70 Ball-Rokeach achaca la significación estadística al tamaño muestral, pero fácilmente po-


dría haber repetido los análisis con una subrnuestra aleatoria; y el de las 6 asociaciones a un pro-
ducto del azar, que es una explicación posible pero no necesaria, 1973: 739.
Aunque el estudio utiliza la escala de valores de Rokeach, que quizá no sea la más indicada
para testar la teoría de referencia ya que ésta no hipotetiza una contraposición entre valores-
Wolfgang y Ferracuti no proponen una contracultura-, en todo caso debería arrojar diferencias
entre miembros y no miembros de la subcultura de la violencia si es que ésta existe.
71 Baron et al., 2001: 767-775 para los datos y 779-780 para los resultados.
72 Bernburg y Thorlindsson, 2005: 469 y 471; Y461-464 para los datos y la metodología.
" Sin estas variables, los modelos pueden estar mal especificados.
74 Cao el al., 1997: 373-374, así como 369-373 sobre la metodología, 370-371 en particular
para los ítems mencionados.
PATRONES CULTURALES 105

ello es relevante-; y, sobre todo, que se remite a grupos más concretos de


individuos, en el caso típico desfavorecidos socioeconómicamente y que
viven en los centros de las grandes ciudades nortearnericanas75.
Caramazza y Leone aplicaron la teoría de la subcultura de la violencia a
los secuestros en Cerdeña. Estosautores encontraron una evoluciónen este
fenómeno a lo largo del tiempo en el sentido de ir adquiriendo un carácter
más organizado frente a unas prácticas originariamente esporádicas. Estos
cambios tuvieron como consecuencia un aumento de la frecuencia de los
secuestros desde mediados de los años sesenta del siglo pasado, una amplia-
ción de las zonas de riesgo y una ampliación de las víctimas a extranjeros,
sobre todo turistas 76. Sin embargo, los autores sostienen que la etiología y
naturaleza de los secuestros no había variado en lo esencial, sino que senci-
llamente se había adaptado ligera y superficialmente a unas nuevas circuns-
tancias. La explicación de la subcultura de la violencia sigue siendo válida
para estos autores. Caramazzay Leone encuentran que el origen de los se-
cuestradores y su modus operandi no había cambiado, sino que había una
continuación de una tradición ancestral. En otras palabras, se aprecia «una
continuidad de un modelo tradicional de criminalidad y no se creó un nue-
vo tipo» 77. Así, los secuestrados eran retenidos en cuevas en el interior
montañoso de la isla,se contactaba con sus familias mediante cartas evitan-
do el teléfono y otras formas más actuales de comunicación ... exactamente
igual que rechazaban otros avances tecnológicos y se enorgullecían de su
labor pastoril, que era su ocupación habituaF8.
Caramazza y Leone explican esta tradición de secuestros por un viejo
sistema que es antagonista del sistema general y «se basa en la agresión, la
violencia, la rebelión contra el sistema legal»79. Se trata, pues, de una serie
de valores subculturales nacidos de una serie de condiciones históricas ad-
versas como la opresión fiscal, malos gobiernos, etc. y que se ha podido
mantener por el aislamiento de la región: se trata de una «subcultura vio-
lenta», de una comunidad que ve el secuestro tan inmoral como el pasto-
reo'". Este valioso estudio es consistente con la tesis de la subcultura de la
violencia pero, al carecer de una naturaleza cuantitativa, no permite estima-
ciones precisas ni excluir otras potenciales explicaciones.
Ousey y Wilcox, en un estudio multinivel bastante sólido, vieron que,
controlando variables agregadas e individuales importantes, existía una re-
lación entre valoresviolentos y violencia al nivel de los individuos, una rela-

75 Los autores controlan por los ingresos familiares mediante una variable ordinal de 5 ca-
tegorías respuesta, sin que las diferencias entre blancos y personas de color sean muy distintas
(rnedías=í.Iz y 3,55 respectivamente), Cao et al., 1997: 371-372.
76 Caramazza y Leone, 1984: 30-40.
77 Caramazza y Leone, 1984: 70.
78 Caramazza y Leone, 1984: 40-45 y 68.
79 Caramazza y Leone, 1984: 70-71.
80 Caramazza y Leone, 1984: 68 y 69-72.
106 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

ción que era relativamente constante a lo largo de las escuelas incluidas en


su muestra. Al mismo tiempo, comprobaron que, a nivel agregado, el nivel
de violencia de las escuelasse relacionaba positivamente con su nivelmedio
de valores proviolentos'".
En otro estudio sencillo, con pocos controles, Smith encontró pruebas
de una subcultura de la violencia entre jugadores amateurs canadienses de
hockey sobre hielo, si bien únicamente para violencia relacionada con la
práctica del deporte, no fuera del mismo.Además, no encontró que existie-
ra relación entre clasesocial y violencia82.
Aunque a mijuicio la tesisnuclear de Wolfgangy Ferracuti hace referen-
cia a valores, es cierto que también mencionan que la subcultura de la vio-
lencia puede operar de modo indirecto. Puesto que no recurrir a la violen-
cia es algo demandado por el grupo, abstenerse de utilizarla puede ser
objeto de sancionesinformales. De este modo, al margen de los valores que
uno albergue, puede verse compelido a la violencia por la presión del gru-
po. Este mecanismo está claramente descrito, aunque sea de pasada, por los
autores: «La contranorma es la no violencia. La violación de la violencia espe-
rada y requerida probablemente terminará con la expulsión del grupo»83.
Uno de los primeros en testar esta versiónde la teoría fue Erlangen, aunque
sin apoyo empírico para la misma'".
Quienes han hecho popular este mecanismo de la teoría de la subcultu-
ra de la violencia han sido R. Felson y sus colegas, quienes hablan de «Un
proceso alternativo -referido aquí como "control social"-»y citan a Reed en
apoyo del misrno'". El estudio, que es multinivel, está centrado en escuelas,
y los investigadores observan que en unas es más probable que una respues-
ta agresiva a una provocación reciba el beneplácito de los pares que en
otras; y que, a nivel individual, la delincuencia es más un sometimiento a las
demandas o al control del grupo que la aceptación o internalización de una
serie de valores'". Un problema metodológico del estudio de Felson y sus
asociados se refiere a la falta de control de variables fundamentales en Cri-
minología, en particular de la tradición del control social, en la que pare-
cen ubicar su hipótesis estos investigadores'". Otros autores han encontra-

81 Ousey y Wilcox, 2005: 13 y 15-16 sobre todo, 9-12 sobre los datos. Estos investigadores,
como suele ser habitual, no estudian la dimensionalidad de los valores, sino que se limitan a sumar
las respuestas a ítems individuales que se asume que son indicadores de una variable latente, 10.
82 Smith, 1979: 243-244 y 239-242 sobre los datos empleados.
83 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 160.
81 Erlangen, 1976: 488.
85 Felson et al., 1994: 157. No importa repetir que este mecanismo estaba descrito, acaso de
pasada, pero en un lugar destacado de la obra fundamental de Wolfgang y Ferracuti.
86 Felson et al., 1994: 168-170, y 158-162 para conocer la parte metodológica.
87 Esta crítica para este estudio ya en Ousey yWilcox, 2005: 15 y 17. Otro problema no igno-
rabie es que los autores señalan un problema de colinealidad severa y toman una serie de medidas
correctoras, vid. Felson et al., 1994: 163 y 165-166. Sin embargo, no existe ningún test formal de
la hipótesis de multicolinealidad y, sin duda, el mero hallazgo de una correlación relativamente
PATRONES CULTURALES 107

do evidencia favorable a esta hipótesis del control social'"; mientras que la


evidencia que observaron otros más la contradice'". Cuando los análisis se
refieren estrictamente a los valores individuales,la evidencia es favorable a
la tesis de Wolfgangy Ferracuti 90.
Finalmente, la tesis de la subcultura de la violencia +O al menos una
versión de la misma- se puede emplear para explicar el estilo de vida de
ciertos grupos de personas, como es el caso de las trabajadoras sexuales de
Miami estudiadas por Surratt y otros con una metodología en parte descrip-
tiva y cualitativa. Estos autores encontraron que muchas de las mujeres de
su muestra habían sufrido abuso físico (45 por ciento) y/o sexual (50 por
ciento) durante su infancia; así como que muchas habían sido atacadas
violentamente por sus clientes en el último año (40 por ciento), incluyendo
violaciones (12,9 por ciento). Una mayoría de ellasconsumía alcohol y dro-
gas y algo menos de la mitad no tenían hogar. Dicho con otras palabras, se
veían expuestas a «encuentros violentos en sus vidas cotidianas [... ] el con-
flicto y la violenciainterpersonal habían permeado las vidasy la experiencia
de estas mujeres desde una temprana edad». Surratt y sus colegas sostienen
que estas trabajadoras callejeras del sexo han vividoy vivenen una «subcul-
tura de la violencia» e incluso abren la puerta a la presencia de creencias
subculturales -por lo tanto más en línea con Wolfgangy Ferracuti- cuando
escriben que ellas consideran el abuso «esperable e inevitable»91.

2.2. La subcultura de la pobreza de personas de color

Una versión heterodoxa de las tesis de Lewisy Wolfgang y Ferracuti es


la llamada subcultura de la pobreza de personas de color. Curtís revisó la
distribución de delitos graves siguiendo una metodología comparada y en-
contró que uno de los pocos patrones que trascendía fronteras era el carác-
ter intragrupal del homicidio -dicho con otras palabras, los homicidios tien-
den a tener lugar entre agresores y víctimasde la misma «raza, etnia, casta,
y así». Por ejemplo, para 17 ciudades norteamericanas en 1967, el 65,7 por
ciento de los homicidios, el 65,9 por ciento de los asaltos agravadosy el 59,6
de las violaciones tuvieron como agresor y VÍctimaa dos personas de color;

elevada, aunque no exagerada, entre dos variables y el cambio de un signo no son pruebas defini-
tivas. Otras potenciales infracciones de las asunciones del modelo no son revisadas. La considera-
ción básica es el recurso a un tipo de regresión (ridge regression) que es controvertida -personal-
mente no la recomiendo.
88 Bernburg y Thorlindsson, 2005: 469.
89 Ousey y Wilcox, 2005: 14-15 y 16-17, con consideraciones más generales sobre el trabajo
de Felson y otros.
90 Los análisis con ridge regressum arrojan pruebas mixtas sobre la teoría de la subcultura de
la violencia a nivel de valores individuales; los análisis básicos arrojan pruebas inequívocas a favor
de la teoría, dejando de lado el problema mencionado en el texto de los controles.
9l Surratt et al., 2004: 49-55, citas tomadas de 51 y 55.
108 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

yel 24 por ciento de los homicidios,el 23,9por ciento de los asaltosagrava-


dos y el 29,6 de las violacionestuvieroncomo agresor yvíctimaa dos perso-
nas de raza blanca -el resto, menos delll por ciento en cada caso,agresor
y víctima eran de una de raza blanca y otra de raza negra'". Añade que,
aunque el acceso a armas de fuego desempeña un rol fundamental, existen
determinantes más poderosos de las tasasde homicidios de tipo cultural.".
Curtis concluye a partir de estos datosque «elhomicidio y la agresión están
guiados por profundas tendencias culturales»94. Siguiendo a Wolfgangen
su idea de homicidio precipitado por la víctima95, Curtis observa que en algu-
nos delitos violentos la víctima ha atacado primero o simultáneamente al
agresor, hasta el punto de que el resultado lesivopor ejemplo en un homi-
cidio, puede depender de la casualidad -como quién ha accedido a un
arma de fuego-; lo cual puede sugerir que la agresión como valor puede
estar presente tanto en los agresores como en las víctimas, que quizá for-
men parte de una misma unidad social'".Otro hecho especialmente desta-
cable para Curtis es la frecuencia desproporcionada de los delitos cometi-
dos por hombres de color de estatus sociocconómico bajo de grandes
ciudades. Para explicar estos fenómenos este autor plantea un modelo cul-
tural y rechaza que la gente de color norteamericana no tenga más cultura
que la mayoritaria o que la que tengan sea un batiburrillo de creencias in-
conexas. Antes al contrario, existe una tal cultura y en particular algunos
valores que merece la pena conservar y defender. Curtis recurre a una mo-
dalidad amplia de cultura que incluye en su concepto «valores,comporta-
mientos, actitudes, metáforas, expectativas, definiciones de la realidad y
significados específicos de una comunidad que los comparte» 97. Reconoce
elementos estructurales detrás de dicha subcultura: bloqueo de oportunida-
des económicas y racismo institucional; al tiempo que pide concentrar las
políticas públicas en los elementos estructurales, lo cual hará variar los cul-
turales como consecuencia 98.
La subcultura de la pobreza de personas de color se estructurarÍa de
acuerdo con Curtis en torno a una serie de dicotomías. Además, al incluir
Curtis en su definición de cultura tanto comportamientos como valores, la co-
nexión causaltípica de muchos modelos culturales se diluye. Su propuesta
es de este modo original y genuinamente cultural. Las dicotomías o «pará-
metros descriptivosmedibles» son los siguientes: creencia en el determinis-
mo-creenciaen el libre albedrío; expresión demostrativa-expresiónmecáni-

92 Curtís, 1974a: 21.


93 Curtís, 1974a: 161.
91Curtís, 1974a: 20-32, 20-24 sobre todo, sobre la raza, cita tomada de 160.
95Wolfgang,1958: 258-265.
96 Curtís, 1974b: 595-598; si bien el autor rechaza al mismo tiempo una extensión extensiva
del concepto de precipitación del delito por parte de la víctima, como en el caso de definir de este
modo delitos contra la libertad sexual de personas que practican autostop, 604.
Y7 Curtís, 1975: 2, s7-9 y 12, cita tomada de 7.
98 Curtís, 1974b: 604; el mismo, 1975: 17-18 y 126; el mismo, 1978: 170.
PATRONES CULTURALES 109

ea en el discurso y la acción; identificación con la resignación y la


tragedia-ausencia de identificación; estilo de vidaflexible-inflexible;y cinis-
mo hacia los motivos de las personas-fe en los motivos de las personas. La
subcultura de la pobreza de personas de color se caracteriza en particular
por favorecer el primer término de cada dicotomía: creencia en el deterrni-
nismo; expresión demostrativa; identificación con la resignación y la trage-
dia; estilo de vida flexible; y cinismo hacia los motivos de las personas'",
Con este esquema, Curtis construye una subcultura -no una cultura-ló-
gicamente consistente en la que los elementos de la cultura dominante con-
servan su rol y no es preciso recurrir a una inversión de las normas conven-
cionales.Esta subcultura permite adaptarse a unas condiciones estructurales
que pueden ser muy adversasy puede incluir el delito violento l'",

2.3. La subcultura de los skinheads neonazis norteamericanos (SNN)

Uno de los puntos de partida de Hamm en su trabajo sobre skinheads


neonazis norteamericanos (SNN) es que se trata de una realidad diferente
a la de lasbandas -algo con lo que este trabajo no puede estar más de acuer-
do. Si las bandas son a menudo el resultado dejóvenes que se rebelan con-
tra condiciones opresivas que pueden estar ocasionadas por el racismo, el
fenómeno que estudia este autor no encaja en aquel molde 101.
Hamm afirma que se forma parte de un grupo de SNNcomo resultado
de su propio racismo individual; que la violencia es parte del estilo subcul-
tural de estos grupos; que esta violencia tiene como finalidad únicamente
«promoverun cambio político instalando el miedo en gente inocente»; que
sus componentes proceden de los sectores más marginales de entre losjó-
venes norteamericanos; y que comparten una misma ideología, como es la
neonazi; un mismo estilo de vestir que incluye cabezas afeitadas y ciertas
prendas de vestir,calzary adornarse; y un mismo estilo de música que inclu-
ye el llamado power-rock blanco o, más genéricamente, la power-music blanca;
mientras que entre susvalores no hay sitio para el amor o la ternura -como
en otras agrupaciones criminales de jóvenes- sino nada más para una espe-
cie de dominio político absoluto y fantasioso 102.
En el caso de los SNN, Hamm dedica mucha atención a lo largo de su
trabajo a un individuo particular que utilizaba medios de comunicación,
publicaciones,conciertos, etc. para hacer apología de este movimiento neo-
nazi y racista; yal que concede un rol causal nuclear en su dispersión 103.

99 Curtís, 1975: 12.


I()() Curtis, 1978: 166.
101 Harnm, 1993: 62; el mismo, 2001: 157-163.
102 Hamm, 1993: 62-65, 71 Y73-75, cita tomada de 62; el mismo, 2004: 326. En particular,
sobre la relevancia de la música en estos contextos, vid. el mismo, 2003: 201-217.
103 Harnm, 1993: 65-68, 152 Ypassim.
110 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Este sujeto fue además el creador de ciertas asociaciones supremacistas


blancas. Hamm evoca aquí un trabajo clásico de Yablonsky104 en el que se
describen bandas juveniles delincuentes lideradas por un psicópata105. Todo
esto es relevante porque, según Hamm, una política criminal eficaz exige
estar atentos a estos sujetos particulares y,sobre todo, evitarque tengan acce-
so a una financiación ilegal, que puede incluso proceder de delitos gra-
ves 106.
Los SNN utilizaban algunas estrategias de reclutamiento como concier-
tos y otros eventos y fiestas, revistas para jóvenes, propaganda de diversa
naturaleza, internet y empleos informales como guardias de seguridad.'?",
Sin embargo, parece que la mayoría de los miembrosbuscaron ellos mismos
estas organizaciones 108 -esto es, qll~ no fueron reclutados-, lo cual concuer-
da con lo que Hamm señala sobre la etiología: un racismoy odio graves.
Hamm introduce una distinción entre los SNN:quienes han cometido
actos terroristas y quienes no. Para los primeros existe la norma de la violen-
cia: «laviolencia es la norma entre los terroristas; es una parte fundamental
de su estilo subculturaL La no violencia, por lo tanto, es una forma de des-
viaciónen el seno de una subcultura terroristajuvenil» 109. Sin embargo, esta
violencia no es vista por los SNN como algo predatorio e ilícito. Antes al
contrario, la misma se percibe como una vía necesaria para proteger los
valores del grupo y siempre como una respuesta a un agresión previa, de
modo que la violencia neonazi es percibida por su perpetradores como una
acción virtuosa amparada por la legítima defensa y que nunca es gratuita
sino instrumental 110. Eso sí, una camiseta con un cierto mensaje puede ser
suficiente a los ojos del SNN como para justificar una agresión brutal!".
Hamm considera que los grupos SNN aparecen en contextos sociales
determinados. En primer lugar, observa que entre los correlatos o quizá
causasfiguran la posesión de armas y la exposición a ciertos grupos de mú-
sica y a ciertos medios que pueden lanzar mensajes racistas, elementos que
se encuentran protegidos constitucionalmente en Estados Unidos. En se-
gundo lugar, apunta a las políticas conservadoras de Estados Unidos y Reino
Unido de los años ochenta 112. A un nivel individual, Hamm descarta diver-

104 Yablonsky, 1962: 195, quien en realidad no limita el calificativo de sociópata o psicópata
a los líderes.
105 Harnm, 1993: 71.
100 Hamm, 1993: 212.
107 Hamrn, 1993: 68-7l.
108 Hamm, 1993: 167-168.
109 Hamm, 1993: 155.
110 Hamm, 1993: 156-158. Hamm pone el ejemplo de los ritos de paso en los que se utiliza
violencia -en la tradición durkheimiana pueden servir para entrar en el grupo operando una
transformación en el individuo, y habitualmente incluyen sufrir dolor-, que son desconocidos
entre los SNN, 158-159.
111 Hamm, 1993: 156-157.
112 Hamm, 1993: 160 y 212-215.
l'AlKUNJ',~ L.ULl UKALt,~ 111

sas variables que aparecen habitualmente en Criminología 113, como es el


caso sobresaliente en su caso de los pares delincuentes, que a su juicio no
despliegan ningún rol relevante en los SNN114. En otros lugares, sin embar-
go, concede un rol al aprendizaje 1 15.
Hamm ofrece una teoría sobre las subculturas terroristas juveniles. J óve-
nes procedentes de familias de clase trabajadora relativamente bien ajusta-
dos socialmente entran en contacto con la power-music blanca y determina-
das publicaciones y medios que hacen nacer en ellos fantasías e incluso
paranoias. De acuerdo con estas creencias infundadas ciertos grupos socia-
les conspiran contra los intereses y el honor de la clase trabajadora blanca.
Estas convicciones les llevan a buscar transformarse activamente a sí mis-
mos: abandonar sus realidades cotidianas para «convertirse en algo mayor,
algo que les engrandezca como personas. Se convierten en skinheads».
Como consecuencia de la amenaza que representan las personas de color,
los homosexuales y losjudíos, comienzan a pensar en la necesidad y justifi-
cación de la venganza frente a estos grupos -de modo sobresaliente hacia
hombres de color que salen con mujeres blancas, homosexuales que no
ocultan su orientación e inmigrantes que tratan de integrarse en la sociedad
norteamericana. Finalmente, Hamm señala dos factores desencadenantes
de la violencia: las armas y la cerveza 116.
Ya se dijo que este patrón sólo puede tener lugar en un determinado
contexto social Como puede apreciarse, otra aportación interesante de
Hamm es su sugerencia de que una parte del proceso causal es una creación
de los propios sujetos, los cuales buscan activamente su transformación per-
sonal '!".
Los SNNconforman una subcuItura y sus valores despliegan un rol cau-
sal decisivoen su uso de la violencia. Albergan creencias morales contrarias
a la moralidad mayoritaria, favorecen la venganza y admiran a los nazisy su
ideología a la par que odian a ciertos grupos como los hombres de color, los
homosexuales o losjudíos: «Sus almas están llenas de caos. Su moralidad
requiere violencia, y se ejerce la violencia» 118.

113 Entre estas variables que Hamm descarta se encuentran la alienación y los vínculos socia-
les, 1993: 162-169.
'''' Hamm, 1993: 155-156,159,160 Y168.
115 Hamm, 1993: 154.
116 Hamm, 1993: 210-212, cita tomada de 211 el mismo, 2004: 326-327.
117 Hamm, 1993: 210-211; el mismo, 2004: 327.
118 Hamm, 1993: 197-205, cita figura en 205. En un estudio sobre redes en Estocolmo, Sar-
necki encontró un grupo de extremistas izquierdas y de derechas; y escribe que «todos los delitos
cometidos por losjóvenes de extrema izquierda parecían motivados políticamente», así como que,
aunque para el otro grupo había más dudas, «La diseminación de tales "ideologías neutralizado-
ras" podría muy bien ser una de las funciones más importantes de las redes de extrema derecha»,
2001: 115-116 y 120.
Sobre este trabajo puede decirse que Hamm cuenta con muy pocas observaciones y limita sus
análisis cuantitativos a comparaciones bivariadas, sin control alguno. Cualquier conclusión causal
o incluso predictiva parece dificil de justificar.
112 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

2.4. Terrorismo yihadista interno y subcultura

Algunos autores han aplicado modelos culturales al llamado terrorismo


yihadista. Este es el caso en España de Caño Paños, quien se decanta por el
término subcultura y parte de dos modelos teóricos:el del conflicto cultural
de Sellin J 19 Yel de la subcultura de clase trabajadora de Albert Cohen 120.
Cano Paños cree que la inmigración yla residencia en comunidades aisladas
favorece la coexistencia de «dos culturas y sociedades:estosjóvenes forman
parte de ambas, pero no pertenecen a ninguna», de modo que «necesitan
definir su identidad y encontrar su lugar en el mundo» 121. Piénsese por
ejemplo del individuo que se ve expuesto a una cultura en su casa y a otra,
la mayoritaria, en la escuela. En estos casos puede darse una radicalización
de esosjóvenes: la radicalización, que puede ser «una sorprenden te trans-
formación» 122, es un proceso por etapas en el que individuos que se ven
discriminados, están descontentos con su vida y no encuentran sentido a su
existencia pueden abrazar una subcultura terrorista. En concreto y de modo
más formal, cuatro son los procesos que Cano Paños hipo tetiza relaciona-
dos con la radicalización, a saber.

a) Ausencia de sentimiento de pertenencia a la sociedad de acogida.


b) Escasasperspectivassociales y profesionales de éxito.
e) Conflictos bélicos que se perciben como ataques al Islam.
d) Eventos sociales que igualmente se perciben como ataques al Islam.
e) Factores individuales 123.

Bajo estas circunstancias, pues, estosjóvenes buscan una identidad y la


encuentran en grupos subculturalesjuveniles yihadistas:«el Islam les otorga

119 Cano Paños, 2006: 19-24 y 29; el mismo, 2011: 74; el mismo, 2016: 305.
120 El profesor de la Universidad de Granada también selecciona el modelo de Albert Cohen (1)
-que a mijuicio no es compatible con el de Sellin- y compara las características del delito en el autor
americano y en el terrorismo yihadista interno, en particular suicida. Sin embargo, Cohen parte de la
base de que los miembros de las subculturas delictivas buscan un estatus que favorece la sociedad en
general, si bien transforman los criterios de estatus para poder acceder al mismo al menos en su grupo
ya que el más general les está vedado. En este escenario, estar vivo no es un signo de estatus, sino una
condición para alcanzarlo. Cometer un atentado suicida -en los ejemplos que propone el autor (2)-,
por lo tanto, no es algo consistente con la teoría de Cohen ya que la misma no contempla que losjó-
ven es desviados puedan buscar un estatus en otra vida. Según el relato de Cano Paños, los jóvenes
suicidas no parecen apreciar el estatus de sus pares de clases favorecidas, sino despreciarlo y sus valores
no parecen ser simplemente los de las clases medias al revés, sino que parecen tener un contenido
propio. Finalmente, morir violentamente no debe ser divertido; y si se muere para alcanzar algún
premio en otra vida, entonces los eventos terroristas no se hacen por el mero hecho de hacerlos.
(1) Cano Paños, 2016: 326-336.
(2) Cano Paños, 2016: 333.
121 Cano Paños, 2016: 305.
122 Cano Paños, 2009: 29.
123 Cano Paños, 2016: 307-314.
PATRONES CULTURALES 113

un sentido a sus vidas», encuentran «una nueva patria a la que denominan


Islam» 124. El mismo autor sostiene, en todo caso, que en realidad existen
varios tipos de terroristas islamistas!". A nivel agregado, Cano Paños man-
tiene que en algunas ciudades europeas y españolas en particular se estarían
formando «sociedades paralelas» de grupos de individuos más o menos ho-
mogéneos que elegirían aislarse de la sociedad mayoritaria, y que estas co-
munidades serían un lugar propicio para el reclutamiento de terroristas
yihadistas 126.
Una aportación significativa de Cano Paños es que contempla la apari-
ción de subculturas en el interior de un país o cultura 127, cuando la mayor
parte de la literatura española sólo contempla esta posibilidad como resul-
tado de la llegada de inmigrantes.

2.5. «El código de la calle»

Uno de los trabajos más impactantes de las últimas décadas es el de Eli-


jah Anderson sobre lo que denomina el «código de la calle», el cual parte
de un trabajo etnográfico del autor. En ciertas áreas urbanas caracterizadas
por la depresión económica y la criminalidad, en particular el tráfico de
drogas a pequeña escala, «las reglas de la ley civil se han visto seriamente
debilitadas, y en su lugar un "código de la calle" toma a menudo mucha
fuerza». En estas zonas alienadas de grandes ciudades donde la policía tiene
una escasa influencia y un interés mínimo y la propia seguridad depende de
uno mismo, surge una especie de «Derecho de la gente» y de «justicia calle-
jera» 128. Sobre todo resultan importantes para evitar la victimación el respeto
-ser tratado de modo correcto- y la capacidad de hacer creíbleque uno se va a
vengar si es ofendido. El «código de la calle» consiste en «un conjunto de re-
gIas informales que gobiernan el comportamiento público informal, parti-
cularmente la violencia». Se trata de unas normas de carácter cultural que
a veces son opuestas a las de la sociedad mayoritaria, que se hacen cumplir
aplicando sanciones a los infractores por las personas de orientación calle-
jera y que pueden admitir la violencia como algo que se aprueba 129. Conocer
el código se relaciona con una especie de «astucia callejera» que implica
saber cómo comportarse en las distintas situaciones que pueden darse en la
vida cotidiana de los barrios interiores de las ciudades 130. El código se apren-

124 Cano Paños, 2016: 316, así como 314, 322 Y324; y, el mismo, 2009: 17-20.
125 Cano Paños, 2009: 36.
126 Cano Paños, 2011: 67, sobre la idea de sociedadesparalelas, vid. 50, 52-53 Y73.
127 Cano Paños, 2009: 17.
128 Anderson, 1999: 9-10 y 34; así como el mismo, 1976: 185; el mismo, 1990: 194; el mismo,
1994: 81-82 y 94; el mismo, 2002: 1547. Bourgois, 1995: 174, habla de una cultura callejera. Abundan
sobre la desconfianza hacia la policía, Padilla, 1992: 63 y 89.
129 Anderson, 1999: 33, de donde procede la cita anterior.
130 Anderson, 1990: 230-232 y 252-253.
114 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

de desde la infancia, en un proceso que no está muy alejado de la asocia-


ción diferencial y el reforzamiento'!',
Incluso en una zona relativamentedelimitadase pueden distinguir áreas
más concretas entre las que existen diferencias significativasen materia de
seguridad y delito. Si algunas parecen integradas y sus pobladores son res-
petuosos de las leyes+",en otras domina el crimen y el miedo al delito 13~.
Así, cierto parque sirve de escenario para que la gente ofrezca una determi-
nada imagen o presentación de sí misma, por ejemplo respondiendo de
modo agresivo a una disputa o incluso amenazando con un arma de fuego.
En esta área el rechazo de la leyes visibley,en su lugar, el código de la calle
determina la forma de comportarse en estassituaciones-un código que los
habitantes de estos lugares deben conocer y al que deben ajustarse 134. En
estas zonas donde predomina el miedo yeso implica que las normas mayo-
ritarias no se apliquen, como la señora que espera C011 su coche en medio
de la calle, interrumpiendo el tráfico, mientras su acompañante se corta el
pelo, sin que nadie se atreva a decir nada para evitar un posible conflicto.
Anderson serialaque el código de la calle -que invita a evitar cualquier tipo
de confrontación- «proporciona un elemento de organización socialy real-
mente reduce la probabilidad de violenciaaleatoria» 13.".
Los barrios interiores de la ciudad están compuestos por familiasdecen-
tes y callejeras. Lasprimeras se preocupan por sus hijosy tienen esperanzas
en su futuro, tratan de educarles en los valoresmayoritarios136, les sirven de
modelos poderosos y se esfuerzan por mantenerles alejados de las calles,
incluso en el muy habitual caso de familias monoparentales. Los hijos de
familias decentes no lo tienen fácil en la escuela y cuando están fuera de
casa cuando sus valores tienen que competir con los del código de la calley
a menudo se enfrentan a un dilema de difícil solución: perseverar en la
decencia o sucumbir al código de la calle 137. Así,Bourgois relata el caso de
la madre que está en contra de su hijo robe, pero que no puede hacer
nana 138. Como vemos,estasfamiliasdecentes no pueden aislarsedel código

ISI Anderson, 1999: 67-71, 136 Y150.


132 Anderson, 1999: 16 y 18.
133 Anderson, 1999: 29-30 y 37 por ejemplo.

13-1 Anderson, 1999: 22-23; existen otros escenarios de este tipo, como las escuelas, 93-98.

135 Anderson, 1999: 20, 26-27, 29 Y310, cita procede de 27. Sin embargo, existe aquí una
fuente de ambigüedad ya que no se sabe si la señora está infringiendo el código de la calle ya que
ignora qué puede pasarle según a quién interrumpa el camino =rnás abajo volveremos sobre si la
adopción del código de la calle reduce la victimación-; o no, ya que puede ser una muestra de
osadía y, por lo tanto, de instaurar temor en otros. Por este motivo no es posible equiparar el có-
digo de la calle con un código moral, que sí debe ofrecer una organización social clara, por utilizar
el término de Anderson. El código de la calle tiene un carácter prudencial, no moral: nadie pue-
de decir que quien con buenas palabras invita a la señora a dejar de obstruir la calle infringe algún
mandato moral, aunque seguramente no sea lo más prudente.
136 Guerra, 2013: 270.
IS7 Anderson, 1999: 93-106.
138 Bourgois, 1995: 197.
PATRONES CULTURALES 115

de la calle y al menos ocasionalmente deben desplegar algún tipo de ame-


naza para evitar su victimación presente o futura, como la madre que tiene
que tomar un bate de béisbol y mostrarse agresivapara evitar que unos ve-
cinos agredan a su familia. La idea nuclear de Anderson es que estasfami-
lias decentes encuentran muchas dificultades en estosbarrios interiores de
la ciudad 139, sobre cuyo espacio público han perdido el control 140. La decen-
cia rechaza el delito y genera un cierto respeto para quienes la poseen 141.
Por el contrario, las familiascallejeras tienden a tener vidasdesorganizadas,
a ser desconsiderados e irrespetuosos con los demás, enseñan a sus hijos
valores de dureza y mala educación y sus deberes como padres los cumplen
de modo esporádico 142. Para éstas,el delito puede ser una fuente de orgullo
-y no sólo una fuente de ingresos-, sobre todo cuando no tienen otra 143;
quizá incluso desde una edad relativamente ternpranal".
Como se ha mencionado, Anderson sostiene que el respeto eaun elemen-
to esencial de la vida en los barrios interiores de la ciudad no sólo porque
sirve de protección frente a la victimación, sino también porque permite
una mínima autoestima que de otro modo podría desaparecer 145. El respe-
to, sin embargo, es algo difícil de conseguir y fácil de perder y su conserva-
ción exige una lucha casidiaria, o sea que es precario 146. En buena medida,
el código de la calle gira en torno a la adquisición y mantenimiento del
respeto 147. El respeto implica que sea creíble que el sujeto vengará cualquier
afrenta, que no tiene miedo y que está dispuesto a recurrir a la violencia 148.
Existen también aquí una valoración positiva de la masculinidad, esto es
una magnificación de la fisicalidady la rudeza y una cierta posición privile-
giada de los hombres, una exaltación del machismo 149.
El código permite el delito, en particular el menudeo de drogas, y la
violencia1.00: «Elcódigo mantiene que la fuerza hace el derecho a que, si está
cualificado, una persona que necesita algo puede sencillamente tomarlo

I~'¡ Anderson, 1994: 84-86; el mismo, 1999: 33, 37-45, 55-65, 72,145-146 Y287; el mismo,
2002: 1542-1543. La decencia también se manifiesta fuera del ámbito familiar, en una especie de
«grupo primario extendido», como una construcción social, que se negocia con otros compañeros
por ejemplo alrededor de una tienda de licores, el mismo, 1976: 22, 55-56, 210 Y216.
140 Bourgois, 1995: 12 y 34.
1'11 Anderson, 1976: 31, 152 Y155.

1<2 Anderson, 1999: 45-53 y 287.


1'" Bourgoís, 1995: 130.

1'1< Guerra, 2013: 265.


'"'5 Anderson, 1999: 66-106; Bourgois, 1995: 130-131. Esto es consistente con el rechazo de
Anderson a que estos barrios se caractericen por una desorganización social omnipresente, 1976:
2 y 4.
1<6 Anderson, 1976: 153, 158, 192,207 Y209.
1<7 Anderson, 1994: 86; el mismo, 1999: 66-67.
1<8 Anderson, 1976: 130, 134-135 Y 152-158; el mismo, 1990: 172-173 y 178-179; el mismo,
1994: 94; el mismo, 1999: 66, 72, 76, 91-93 Y131.
1<9 Anderson, 1994: 89-90; el mismo, 1999: 91-93, 159-160, 167-169, 172-175,288-289 Y314.
150 Anderson, 1999: 286; Padilla, 1992: 4.
116 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

por la fuerza o mediante la astucia»151. Aunque los habitantes de los barrios


interiores de la ciudad pueden pensar que el tráfico de drogas es algo que
está mal, encuentran razones para tolerarlo 152. Así,Padilla describe cómo
los consumidores de droga protegen a los traficantes de la policía y,sobre
todo, cómo los vecinos 153; mientras que Edberg y Bourgois describen los
mercados informales que aparecen en los barrios y cómo contribuyen a
reforzar el código 154. El delito -que además desempeña un rol en la que-
brantada economía local- se legitimay se genera una especie de «cultura de
fuera de la ley»155.
El código de la calle responde a causas agregadas o macro: cambios
económicos, pobreza, racismo, desatención por parte de las instituciones,
etc. 156. Anderson hipotetiza el siguiente curso causal: en primer lugar, en-
contramos fuerzas económicas que han impactado en amplios sectores de
las ciudades, sobre todo reduciendo las oportunidades de empleo, y que
vuelven muy dificil la vida de los habitantes de color de clase trabajadora
de ciertos barrios; así como la negación de estas dificultades por la socie-
dad mayoritaria y sus instituciones.Por ejemplo, Anderson insiste en cómo
la policía se desentiende de los conflictos que puedan surgir en estos ba-
rrios, mientras que otros sectores socialeslos acusan de ser vagosy peligro-
SOSI57. Se trata de elementos macro o agregados que pronostican potencia-
les patrones culturales en las ciudades. En segundo lugar, este estado de
cosas caracterizado por la privación y la desigualdad económica genera
frustración ya que los individuos no son capaces de enfrentarse con una
dura realidad omnipresente y,como consecuencia, el delito y el menudeo
y consumo de drogas, los embarazosjuveniles no deseados, la dependencia
de los servicios públicos, la marginalidad, etc. dominan el escenario social
de los barrios interiores de la ciudad. A su vez, estos fenómenos acentúan
las dificultades del barrio al aumenta su inseguridad, estigmatización, re-
forzar los prejuicios y el racismo contra sus pobladores, etc. Elementos
micra, pues, contribuyen a su vez a robustecer unas fuerzas macro 158. A
continuación, la estructura social y familiar se ve resentida y se debilita y,
como consecuencia, los niños dejan de socializarseen los valores mayorita-
rios; mientras que losjóvenes y adultos se ven alienados -esto es apartados,

151 Anderson, 1999: 125.


152 Anderson, 1999: 121 y 132-135; Horowitz, 1983: 163-165.
153 Padilla, 1992: 107 y 122.

I.~I Edberg y Bourgois, 2013: 183-184.

155 Anderson, 1989: 75; el mismo, 1999: 317 y 320.


156 Anderson, 1989: 60; el mismo, 1990: 240-241 y 245-247; el mismo, 1999: 108-114, 120-121,

J66, 176-177, 234, 286-287, 313, 316 Y325; el mismo, 2002: 1539-1540.
15' Anderson, 1976: 2; el mismo, 1994: 82; el mismo, 1999: 47, 81, 127 Y313-318; el mismo,
2002: 1542. La policía puede no sólo desentenderse, sino también ser peligrosa, Bourgois, 1995:
30 y 36-37.
158 Anderson, 1976: 51 y 216. Horowitz abunda en cómo los extraños a la comunidad des-
aventajada -en este caso de Chicanos-les ven a través de prejuicios, 1983: 3J y 37.
PATRONES CULTURALES 117

separados de la sociedad más general- y llegado un punto ya no saben qué


hacer cuando se les presenta una oportunidad para mejorar sus vidas.En
este escenario, y más en las sociedades individualistascontemporáneas, es
fácil para la sociedad mayoritaria y sus instituciones culpar a los individuos
y, como consecuencia, el Estado se varetirando poco a poco en vezde ayu-
dar a los individuos vulnerables a ajustarse a los cambios económicos 159.
Sus habitantesjóvenes, de color, sin empleo ... pueden llegar a ser demoni-
zados por la sociedad mayoritaria 160. Dicho con otras palabras, se cierra el
círculo.
En efecto, Anderson observa aquí un círculo viciosodifícil de romper
por variasrazones 161. Esta idea de círculo viciosoes conocida en este terre-
no. Por ejemplo W.J. Wilson escribe, en referencia al interior de muchas
ciudades norteamericanas, que «lascomunidades de la infraclaseestán pla-
gadas de desempleo masivo,falta de aplicación de la leyflagrante y abierta
y escuelas de rendimiento insuficiente» 162. Volviendoa Anderson, por un
lado, encontramos estas fuerzas socialesy económicas que oprimen lasvidas
de los habitantes de los barrios interiores de las ciudades, pero al mismo
tiempo estos habitantes pueden aprovecharse de estas circunstancias por
ejemplo para atemorizar a otros individuos, quizá sujetos blancos de clase
media que se guían por estereotipos y ven a losjóvenes de color como un
riesgo. Esta forma de actuar, que ocasionalmente puede ser beneficiosa
para algunos individuos, tiene el efecto de retroalimentar la desconfianza
con que se ve al barrio y sus pobladores, de modo que genera un círculo
vicioso163. Además de eso, el hecho de que un número desproporcionado
de residentes hayan pasado por prisión contribuye a la estigmatización del
barrio 164.
Aunque Anderson afirma que la mayoría de los habitantes de los barrios
interiores de la ciudad no están completamente investidos del código de la
calle, hipotetizaque esto sí ocurre con una «minoría significativade jóvenes
callejerosdel núcleo duro que mantienen el código para establecer reputa-
ciones que son integrales para el orden social existente [... ] Para ellos, los
estándaresy reglas del código de la calle son el único juego que existe en la
ciudad» 165. Con esto, Anderson parece pasar de una subcultura que abarca-
ría quizá a una mayoría de los habitantes de estas zonas, para los que los
valoresde la sociedad mayoritaria siguen siendo relevantes; a una contracul-
tura o «culturaoposicional» con valores propios y opuestos a los generales,

159 Anderson, 1999: 315.


160 Anderson, 1999: 318.
161 Sobre medidas de control y prevención del delito derivadas de este modelo, vid. Stewart
et al., 2008: 142 sobre todo.
162 Wilson, 1987: 58.
16l Anderson, 1990: 176, 182, 190 Y 192.
1&1 Fagan y West, 2013: 216.

165 Anderson, 1999: 312-313.


118 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

en particular en lo tocante al delito y la violencia, que no corresponde a un


grupo entero y compacto sino a una parte del mismo. A pesar de este carác-
ter, el código de la calle parece tener una alta capacidad expansiva y para
penetrar en lo más íntimo de ciertos barrios: «el código comienza a domi-
nar sobre su cultura pública» 166; «una ideología de alienación que apoya
una cultura oposicional- 167; según más jóvenes participan de él, «más nor-
mativo se vuelve el código de la calle» 168; «desarrollan una ideología contra-
ria a la de la sociedad más convencional, una que no sólo aprueba sino que
realza su posición» 169.
Stewart y Simon contrastaron si la disposición a emplear la violencia
bajo ciertas circunstancias se relaciona, tal y como predice Anderson, con la
delincuencia violenta, Estos autores encontraron evidencia favorable a la
hipótesis en un modelo multinivel. En concreto, residir en un barrio en el
que prevalece el código de la calle -los autores hablan de una «cultura ea-
llejera»- y adoptar uno el código implicaban ambas variables y de modo
independiente una mayor tendencia a la violencia; al mismo tiempo, ambas
variables -una agregada y otra individual- interaccionaban en tre sí en el
sentido de que el efecto del código era más fuerte cuando se residía en un
barrio en el que imperaba la subcul tura de referencia 170. Aunque el estudio
controla variables relevantes, no lo hace con el autocontrol ni con variables
del control social, salvo una excepción 171.
Estos mismos autores y con los mismos datos encuentran más pruebas
favorables a la teoría del código de la calle. En concreto, que vivir en un
barrio desaventajado socioeconómicamente con niveles elevados de violen-
cia, vivir en una familia con orientación callejera -en oposición a una orien-
tación decente-, experimentar discriminación racial y sufrir niveles eleva-
dos de frustración hace más probable que se adopte el código de la calle, al
menos la disposición a reaccionar de modo violento cuando existe una ten-
tación. Esto favorece la tesis de Anderson. En segundo lugar, Stewart y Si-
mon encuentran qllP. la arlopr ión rlel r.órligo de la calle media el efecto de
las variables antes mencionadas sobre el delito, aunque sólo en parte. Este
hallazgo es más ambiguo en relación con la tesis de referencia ya que el

166 Anderson, 1999: 93.


167 Anderson, 1999: 107.
168 Anderson, 1999: 134.
169 Anderson, 1999: 165; así como 168, 173, 176, 234 Y262.
170 Stewart y Simon, 2010: 586-591; y 578-584 para la metodología. Utilizan la estimación de
la variable dependiente en t2 y la de las variables independientes en tI. Como era de esperar,
existía una elevada correlación entre las dos medidas de la variable dependiente en tl y t2, 580.
171 Una consideración importante es que la variable dependiente en este estudio es una di-
cotomía (1), de modo que si se ha empleado la forma funcional correcta, el término multiplicati-
vo que utilizan no captura el efecto interactivo que buscan los autores (2), de modo que el hallaz-
go relativo a su segunda hipótesis sería incorrecto, Serrano Maíllo, 2017: 160.
(1) StewartySimon, 2006: 12; los mismos, 2010: 581.
(2) Stewart y Simon, 2010: 587-589. Los autores son pal-cos sobre los análisis.
PATRONES CULTURALES 119

efecto de variablesde control no desaparece completamente, cuando no se


conserva 172.
Otro estudio de Stewarty Simon también apoya a la teoría, en particular
que verse sometido al estrés de los barrios desaventajadosdel interior de las
ciudades favorece la adopción del código de la calle y que esto, a su vez,se
relaciona con una mayor tendencia a recurrir a la violenciaL73. En esta inves-
tigación, sin embargo, no se encontró que pertenecer a una familia de
orientación callejera --envezde decente- predijera más adelante una mayor
criminalidad, lo cual no concuerda con las predicciones de Anderson J74.
Brezina y sus colegas utilizaron modelos de ecuaciones estructurales
para testar hipótesis derivadas de la tesis que aquí revisamos. A nuestros
intereses, encontraron que valores relacionados con el código de la calle -
en realidad sobre la venganzaJ75- predecían las conductas violentas 176. Tam-
hién recurren a este enfoque analítico Barr y sus asociados, quienes obser-
varon que la adopción del código de la calle es perjudicial para las
relaciones de pareja ya que implica un aumento de la hostilidad y el conflic-
to, derivadas precisamente de la adopción de los valores de referencia 177; si
bien las pruebas son menos claras a la hora de comprobar que este efecto
se encuentra más acentuado en los hombres en comparación con las muje-
res!".
El uso de modelos de ecuaciones estructurales es debatible en este con-
texto 179. En primer lugar, estos autores testan modelos muy complejos que
no es fácil que ajusten de modo adecuado sin reajustes, sobre todo cuando
se cuenta con relativamente pocas observaciones; y para los que no es fácil
contar con una potencia estadísticaaceptable -en este caso la hipótesis nula
es el buen ajuste del modelo. Pero, sobre todo, estos modelos exigen una
teoría bien especificada, y Anderson escribe una etnografía de la que se
pueden derivar hipótesis concretas, pero difícilmente un modelo como los
que proponen los autores recién reseñados 180.
Puesto que los barrios interiores de las grandes urbes norteamericanas
a menudo son el caldo de cultivo para bandas juveniles, Matsuda y sus cole-
gas analizaron la conexión entre éstas y el código de la calle. Estos estudio-
sos informan de que entrar en una banda elevala presencia de valores del

172 Stewart y Simon, 2006: 9-16 para los datos; 20 y 23-24 para la primera hipótesis y 23 Y25-
26 para la segunda.
173 Stewart y Simon, 2009: 7-11 sobre la metodología y 12-14 sobre los hallazgos.
174 Stewart y Simon, 2009: 14-15.
175 Brezina et al., 2004: 314.
176 Brezina et al., 2004: 32 y 322 sobre todo, y 312-314 para la metodología.
177 Barr et al., 2012: 91-94 sobre los datos; 97 para los resultados.
178 Barr et al., 2012: 97 y 101-102.
179 Barr et al., 2012: 14-15; Brezina et al., 2004: 313.
ISO Brezina y sus colegas incluso insisten en que su modelo está derivado de un trabajo ajeno

a Anderson, Brezina el al., 2004: 316.


120 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

código de la calle en los individuos 181; y que estos valores median en parte
la relación entre ser miembro de una banda y cometer hechos delictivos 182.
Algunos comentaristas han encontrado evidencias del código de la calle en
comunidades distintas de las personas de color,como son asiáticos y otros 183.
Anderson no habla mucho de bandas, de modo que es debatible qué hipó-
tesis pueden derivarse de su teoría al respecto; a mi juicio, lo más básico es
que la adopción del código de la calle y una orientación callejera favorecían
la en trada en una banda como forma de adquirir respeto y protegerse de la
victimación en los barrios del interior de las ciudades. Encuentran un efec-
to directo Mears y otros 184.
Una de las principales críticas empíricas al modelo de Anderson es que
no parece que la adopción del código de la calle reduzca la victimación,
sino que más bien aumenta su riesgo. Así, por ejemplo, McNeeley y Wikox
encontraron en un modelo con unos controles pobres que la creencia en el
código de la calle elevaba la probabilidad de sufrir robo a mano armada,
robo en vivienda y vandalismo, aunque no hurto l'". Stewart y otros infor-
man del mismo hallazgo con un diseño longitudinal y con unos controles
más completos: la adopción del código de la calle eleva el riesgo de victima-
eión más allá de lo que se asocia a vivir en un barrio pelígroso 186. A mayor
abundamiento, Bourgois relata que culturas callejeras como la que describe
Anderson pueden tener un elemento autodestructivo tanto para la comuni-
dad como para sus miembrosv", Por su parte, Horowitz encontró que 10 que
más se admiraba en una comunidad desaventajada no era el recurso fácil a
la violencia, sino precisamente la capacidad de resolver afrentas sin recurrir
a la violencia, lo cual se reservaría para casos extremos -algo que se conoce
en el argot como coolness'í",
Mears y sus colegas estudiaron el efecto de la adherencia al código de la
calle entre internos en prisiones y encontraron una relación positiva entre
esta variable y el comportamiento violento en la cárcel. En los análisis se
echan de menos algunos controles importantes. Los autores afirman que el
código de la calle es un sistema cultural de creencias que es importado a las
prisiones por sus portadores 189.

ISI Matsuda et al., 2013: 452 y 45&-457, así como 44&-450 sobre la metodología.
182 Matsuda et al., 2013: 452-453 y 457-458.
18~ Edberg y Bourgois, 2013: 18&-187.
181 Mears et al., 2013: 713-714.
185 McNeeley y Wilcox, 2015: 105&-1060, así como 1053-1056 sobre los datos y 1055 en parti-
cular sobre los controles.
186 Stewart et al., 2006: 434-439 sobre los datos y 439-442 Y44&-447 sobre los resultados.
187 Bourgois, 1995: 8-11.
188 Horowitz, 1983: 87-88 y 187.
189 Mears et al., 2013: 713-714 y 717; Y703-710sobre los métodos. Estos autores testan algunas
hipótesis interactivas, 714-715 y 717, pero el procedimiento que siguen es incorrecto puesto que
los términos multiplicativos no aíslan en efecto hipotetizado fuera del modelo lineal, 711, vid.
Serrano Maíllo, 2017: 160.
PATRONES CULTURALES 121

En un estudio cualitativo a partir de narrativas de 118 delincuentes


encarcelados, Brookman y otros observan la presencia de cuatro elemen-
tos del código de la calle en los relatos de los criminales: la exigencia de
castigar faltas de respeto, la necesidad de evitar victimacionesfuturas me-
diante actos de violencia que inspiren miedo, la importancia de reforzar
la autoconfianza mediante la agresión y conservar estatus y respeto en las
calles manteniendo una reputación de individuo violento 190. Por ejemplo,
un ladrón callejero afirma no tener un deseo particular de venganza, pero
que si se cruza con quien le ha victimizado previamente no le queda más
remedio que atacarle; mientras que una trabajadora sexual sostiene que
sabe defenderse a sí misma y que no necesita a la policía 191. Interesantes
como son estos relatos, no constituyen una prueba formal a favor de la
teoría y algunas de las interpretaciones son discutibles cuando no anecdó-
ticas.
En otra investigacióncualitativa,Naterer encontró que niños que vivían
en la calle en una ciudad ucraniana y que estaban tanto expuestos a la vio-
lencia cotidiana como a la desatención cuando no al abuso de la policía
habían desarrollado un código que favorecía la cooperación y la solidari-
dad 192. En este caso, pues, la presión estructural no había dado lugar a lo
descrito por Anderson, sino que en vez de resaltarse la búsqueda de status
y la expresión de la masculinidad, aparecía una fórmula alternativa para
buscar una seguridad que de otro modo sería aún más precaria'". De nue-
vo, no nos encontramos ante un test de la teoría debido a las diferencias
con textuales entre uno y otro escenario -piénsese en el efecto del racismo
o del acceso a armas de fuego. El interés de este estudio para nosotros resi-
de en cómo la cultura -¡si es que es cultura!- debe desempeñar un rol pro-
tector que puede adoptar distintas formas, algunas de ellas ciertamente
paradójicas. La cultura, al margen del rol que acaso pueda desempeñar en
la explicación del delito, no puede verse simplemente como algo negati-
V0194•
Otro estudio cualitativo, siguiendo una pluralidad de métodos, es el de
Richardson y St.Vil con una muestra de quince jóvenes delincuentes. Estos
chicos consideraban que, en las condiciones de desempleo del contexto en
que vivíany ante la convicción de que les sería imposible conseguir un em-
pleo remunerado, el delito es una forma de trabajo. Por ejemplo, disparar
a otros, pintar grafitis, pelearse, etc. son formas de trabajaren la calle a
tiempo completo. Puesto que el trabajo es una forma de obtener estatus y
capital, el delito y la desviación pueden desempeñar este rol bajo ciertas

I!J() Brookman et al., 2011: 20-21 sobre los datos y, respectivamente para los cuatro elementos,
21-23 y 27-28; 21, 23·24 Y28; 21, 24-25 Y28; Y21, 25-27 Y28.
191 Brookman et al., 2011: 2 y 25.

192 Sobre abusos de la policía, Padilla, 1992: 173.

193 Naterer, 2015: 1394 y 1396-1400.

194 Serrano Maíllo, 2016: 466.


122 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

condiciones -sobre todo cuando el empleo ha desaparecidocompletamen-


te 195. Además, una carrera criminaly desviadapermiten el ascensoen laje-
rarquía de la calle según se es más eficazo se adquieren nuevascompeten-
cias delictivas.Concretamente, estos autores ven el delito como una forma
de adquirir el respeto callejero de que habla Anderson. Así, uno de los
participantes en el estudio describe el verseenvuelto en violenciacomo un
modo de construirse una reputación. En particular,el robo a mano armada
le permite a uno «ser conocido» y alcanzar estatus puesto que se obtienen
trofeos que pueden exhibirse públicamente 196. Richardsony St.Vil parecen
dar un paso más al hipotetizar la existencia de una cultura: «la violencia
estructural de la encarcelación masivaentre algunos hombres jóvenes de
color ha creado en algunos barrios pobres del interior de las ciudades una
cultura en la que la violencia directa es percibida como esperada. normati-
va, y con un valor añadido en la campaña por el respeto» 197. A todo ello
pueden añadirse las complicaciones a nivelindividual, familiary comunita-
rio del encarcelamien to masivoque sufren las personas de color en Estados
Unidos 198.
En su trabajo etnográfico, Sullivandescribe la ambivalenciade los habi-
tantes del interior de las ciudades norteamericanas hacia el delito. Por un
lado, no quieren llamar a la policía por los lazos que les unen a los delin-
cuentes, porque éstos prefieren no victimizara quienes conocen y porque
habitualmente el delito les proporciona bienes baratos. Pero, al mismo
tiempo, «muchos adultos locales desaprueban el delito tanto por un senti-
miento general de moralidad como por el temor a ser victimizados» 199.
Como vemos, esta ambivalencia no implica una aprobación del delito como
apunta Anderson para muchas familias callejeras. Sullivan, además, ofrece
un enfoque más bien estructural que otorga a lo cultural un rol secundario
y subsidiario: la cultura entra enjuego una vez que se ha agotado a explica-
ción estructural'P'.
Un análisis particularmente crítico con la tesis recién expuesta es el de
Wacquant. Por una parte, acusa de Anderson de maniqueísmo al tomar
partido por las familias decentes y dibuja unas familias callejeras en las que
todo es negativo y deficiente y que son valoradas desde el punto de vistade
las primeras, un maniqueísmo que determinaría sus análisis'?'. El código
de la calle, en segundo lugar, sería demasiado impreciso: por un lado in-
cluye tanto las normas como los comportamientos y cae en ciertas contra-

195 Wilson, 1996: 3-24.


196 Richardson y St. Vil, 2015: 71, 75, 83 Y85-89,79-83 para una descripción de los métodos.
197 Richardson y Sto Vil, 2015: 92.
108 Fagan y West, 2013: 232-233; Fagan et al., 2003: 1554 y 1584 sobre todo; Lynch y Sabol:

2004: 273; Travis, 2002: 17-25.


199 Sullivan, 1989: 132, de donde procede la cita, y 244.
200 Sullivan, 1989: 242 sobre todo.
201 Wacquant, 2002: 1489-1490, 1521 Y 1527.
PATRONES CULTURALES 123

dicciones; por otro no se sabe muy bien cuáles son sus orígenes; y final-
mente deja fuera elementos que deben ser importantes como la posesión
de armas, los efectos de la encarcelación masiva de jóvenes de color, etc.202•
Tercero: el código reduciría a sus portadores a peleles, sujetos pasivos a
merced de unos valores acerca de los cuales no pueden hacer nada 203. Wa-
cquant también aprecia una cierta culpabilización de las mujeres cuando
exalta el rol de las abuelas ya que, si por un lado destaca su contribución a
que las familias puedan salir adelante, por otro lado se ven en dicho rol
porque, paradójicamente han fracasado como madres'?", Finalmente, la
tesis de Anderson no sería generalizable ajuicio de Wacquant205. Dejando
de lado la imprecisión que subyace al trabajo de Anderson -y, quizá, a una
mayoría de investigaciones en nuestra disciplina-, la mayoría de las obser-
vaciones de Wacquant son ideológicas y critica asunciones reales o presun-
tas de la tesis del código de la calle, que pudieran ser metafísicas. A mi
juicio, la clave de las consideraciones del autor francés está en su diferen-
ciación tajante entre estructura y cultura: una dicotomía que igualmente
puede asimilarse a lo bueno -explicaciones estructurales- y lo malo -cul-
turales.

2.6. La subcultura de la violencia del Sur de Estados Unidos

Algunos autores han avanzado una teoría subcultural para explicar la


mayor tendencia a la violencia que se ha apreciado en el Sur de Estados
Unidos en comparación con el Norte, al menos en épocas históricas. Re-
cuérdese que la Guerra civil norteamericana (1861-1865) enfrentó al Norte
contra el Sur y que no sólo preexistían grandes diferencias entre ambas re-
giones sino que la misma contienda tuvo unas consecuencias dramáticas en
los pobladores de los estados sureñosj'". Por ejemplo, Gastil observa una
tasa de homicidios desproporcionada en los estados del Sur de Estados Uni-
nos qlle achaca a una «cultura regional», afirmando que «la cultura que se
desarrolló en los estados sureños en los siglos pasados conduce a tasas de
homicidios más elevadas» 207; y Hackney escribe que «la violencia sureña es
un patrón cultural» 208; mientras que Reed sostiene que «los registros histó-
ricos y las estadísticas reales sobre delitos sugieren que los sureños sí que
tienen una tendencia a apelar a la fuerza para zanjar sus diferencias», así

202 Wacquant, 2002: 1491-1493, 1497-1499, 1501,1523,1525 Y1527.


203 Wacquant, 2002: 1493.
204 Wacquant, 2002: 1495.
205 Wacquant, 2002: 1522. Una respuesta a estas consideraciones en Anderson, 2002: 1533-
1550.
206 A favor de esta tesis, con datos empíricos a su favor, Gastil, 1971: 412-425.
207 Castil, 1971: 414 y 425.
208 Hackney, 1969: 919.
124 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

como que es más probable que tengan armas de fuego incluso aquellos que
no practican la caza209. La tesisde la subcultura sureña destaca por un lado
la presencia de valoresfavorablesal perdón de la violencia bajo ciertas cir-
cunstancias; y por otro un exagerado sentimiento del honor y de la obliga-
ción de responder a las injurias.
A nivel agregado, Nelsen y otros informan de que las tasas de homici-
dios en realidad están influenciadas por la distribución de la población en
las zonas centrales de las ciudades, zonas suburbanas y no metropolitanas
más que por patrones regionales másamplios. Por otro lado, si para el caso
de las personas blancas,sus nivelesde homicidios tendían a converger entre
el Sur y el Oeste del país -si el Oeste no había superado ya al Sur-, para las
personas de color no había un patrón claro: aunque en los centros de las
ciudades y zonas no metropolitanas la tasa de homicidios perpetrados por
personas de color era superior en el Oeste, y lo mismo sucedía en las zonas
suburbanas para el Sur; las diferencias eran escasas210.
Un estudio a nivel agregado que sí encontró evidencia favorable a la
teoría de la subcultura de la violenciasureña es el de Messner,que observó
una desproporción en las tasasde homicidios de ciertas áreas metropolita-
nas llamadas SMSAs-una unidad espacial urbana- para el Sur de Estados
Unidos y para la composición racial"!'. También a nivel macro, Pratt y Cu-
llen encontraron una conexión entre efecto sureño y tasas de criminalidad,
pero bajo o moderado (rw=0,072;adjr=0,125)212.
También Land y sus colegas señalan una relación positivaentre subcul-
tura sureña y tasas de homicidio a lo largo de varias unidades temporales y
espaciales estadounidenses. En particular, con datos de 1950, 1960, 1970 Y
1980 aislaron el efecto en un modelo multivariante para las ciudades y las
unidades espaciales urbanas -aunque estas medidas no estaban disponibles
en 1950-; pero para el nivel de los estados estado, sólo para 1960213• Igual-
mente informan de una conexión positiva en su replicación posterior con
datos hasta 2000, aunque añadiendo que la fuerza de la relación había des-
cendido notablemente desde 1990 e incluso desde entre 1980214•
Dixon y Lizotte rechazan la tesis de la subcultura de la violencia sureña
estudiando patrones de posesión de armas de fuego. Informan de que la
posesión por un lado no está ligada a la región una vez que se controlan
factores estructurales; y que por otro lado tampoco se relaciona con valores
subculturales como los especificados por la tesis de referencia 215.

209 Reed, 1986: 46-47, cita tomada de 46; este autor confirma que los sureños son vistos como
violentos por sus compatriotas de otras regiones, 45.
210 Nelsen et al., 1994: 155-156 y 158, para los métodos vid. 152-153.
211 Messner, 1983: 997-1001.
212 Pratt y Cullen, 2005: 399-401 y 420.
m Land el al., 1990: 945-953.
21'1 McCall et al., 2010: 231, 233-234 Y236.
215 Dixon y Lizotte, 1987: 397-399, métodos en 389-396.
PATRONES CULTURALES 125

Ellison encontró, utilizando una encuesta general, que los nativos del
Sur de Estados Unidos era mucho más probable que perdonaran formas
defensivaso vengativasde violencia216. Almismo tiempo, estaactitud estaba
menos marcada en los másjóvenes, de lo cual podía esperarse que esta cul-
tura sureña favorecedora de la violencia, aunque sí parecía existir, fuera
desapareciendo con el paso del tiempo y los Estados Unidos se fueran ho-
mogenizando más y más?".
Erlangen reporta hallazgosdesfavorablespara la teoría, si bien en mo-
delos muy sencillos:por un lado, las personas de color nacidasfuera del Sur
de EstadosUnidos era más probable que recurrieran a los puñetazosque las
nacidas en el Sur; y, por otro, no había diferencias entre ambos grupos res-
pecto a la aprobación de la violencia218.
Al margen de las explicaciones más criminológicas que hemos revisa-
do, basadas en valores subculturales o en una concepción exagerada del
honor, Vandal ofrece una aproximación histórica que concede una gran
importancia a la postguerra norteamericana, esto es el período 1866-1884,
para explicar la violencia sureña. Esta etapa incluye la llamada Recons-
trucción, una época considerada muy perjudicial para las personas de co-
lor. Lo que Vandal describe es una impactante recolección de abusos ho-
rribles contra las personas. de color en Luisiana y en la que las medidas
para favorecerlas fueron testimoniales. Esta recolección incluye en primer
lugar el fraude político y electoral hasta llegar a la práctica exclusión de
las votaciones de las personas de color. En segundo lugar, existía en todo
el Sur una ausencia de legalidad y orden que dio lugar a una devastadora
e impune violencia contra las personas de color, incluyendo linchamien-
tos. Los linchamientos, cuyo fin era el control de esta población desprote-
gida, contribuyeron a crear un «terror contra los negros» y se tradujeron
en éxodos masivoshacia las ciudades y hacia el Norte. Los linchamientos
se habían «justificado. en tiempos anteriores precisamente por la ausen-
cia de legalídad -que daba lugar a tomarse la justicia por la propia mano,
por supuesto con grandes abusos-, pero se mantuvieron incluso cuando
ésta estaba ya instaurada. Algunos grupos de blancos se beneficiaron no
ya simbólica, sino incluso económicamente de esta situación de terror. El
autor documenta con detalle la tolerancia que existía hacia los lincha-
mientos. En tercer lugar, al mismo tiempo existía una gran tolerancia por
parte de los blancos hacia los homicidios y delitos graves cometidos entre
personas de color. Vandal afirma que este hecho tuvo consecuencias dra-
máticas y se tradujeron por un lado en la aparición del mito del «negro
malvado (bad nigger»> y por otro lado en que incluso las personas de color
honestas no tuvieran más remedio que recurrir ellas mismas a la violencia
para resolver los conflictos que surgieran, así como para defenderse. Van-

216 Ellison, 1991: 1229 y 1232, así como 1227-1229 sobre la metodología.
217 Ellison, 1991: 1232.
218 Erlangen, 1976: 486 y 488.
126 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

dal cree que estos procesos históricos son fundamentales para compren-
der el racismo y las condiciones de opresión de los afroamericanos y sus
tasas de violencia en las grandes ciudades actuales; así como que la brecha
en las tasas de homicidios de blancos y personas de color había comenza-
do antes de que se formaran las urbes contemporáneas -esto es, que su
origen es anterior y puede tener un componente cultural más allá del es-
tructural!'".

3. CONFLICTOS NORMATIVOS

3.1. Conflictos normativos y su origen

Teóricos como Sutherland y los continuadores de su obra sostienen que


el delito puede ser consecuencia de un conflicto normativo interno de algu-
nas sociedades en su conjunto -no de comunidades más pequeñas, sino de
sociedades generales. Según estos autores, un conflicto normativo surge
cuando en una sociedad no existe consenso bien sobre las metas deseables
o sobre los medios lícitos para alcanzadas; o bien cuando coexisten grupos
con normas que no son conocidas por otras comunidades. Este tipo de so-
ciedades se caracterizarían por favorecer y proscribir a la vez el delito, por
premiarlo y castigarlo al tiempo 220.
Este favorecer y proscribir a la vez es un caso de ambivalencia. Bauman
entiende que las sociedades contemporáneas, en comparación con épocas
pretéritas, se caracterizan precisamente por la ambivalencia. A su juicio, el
proyecto de la modernidad era precisamente eliminar cualquier forma de
ambivalencia ya que pone en duda el orden establecido. Piénsese en la ho-
mosexualidad: puesto que pone en duda que unas determinadas concepcio-
nes de familia, de identidad, de roles sociales, etc. sean las únicas posibles,
entonces muchas sociedades antiguas y actual s han tratado y tratan de
proscribirla a través de castigos y otras formas de control social. Bauman
sostiene que en muchas sociedades actuales se ha abandonado este proyec-
to limitador y ahora es ya posible en las mismas vivir con ambivalencia.
Como consecuencia, la homosexualidad se encuentra más tolerada, las mu-
jeres pueden aspirar a un cierto progreso social, etc. Y los individuos ya no
experimentamos desasosiego cuando no somos plenamente coherentes con
nosotros mismos o cuando nos contradecimos, de modo que ya no tratamos
de evitarlo?".
En otro lugar he sostenido que la Criminología ha desempañado tradi-
cionalmente este rol de poner en duda un determinado estado de cosas,
concretamente uno dominado por el Derecho penal y sus escuelas, abrien-

219 Vandal, 2000: 193-208.


220 Sutherland et al., 1992: 105.
221 Serrano Maillo, 2016: 82.
PATRONES CULTURALES 127

do la puerta a planteamientos alternativos de estudio del delito y de formas


de control y prevención del mismo. El despunte que tímidamente se obser-
va en la Criminología española -y el mismo hecho de que el amable lector
pueda estudiar un Grado en Criminología- estaría posibilitado por estos
cambios sociales que nos permiten vivir con ambivalencia.
Sutherland y sus colegas traen a colación tres desarrollos criminológicos
que favorecerían el conflicto normativo -y la aparición de subculturas-: la
competición cuando la estructura social no permite a algunos grupos socia-
les alcanzar las metas culturalmente valoradas; el «desfase cultural»; y la
interpenetración cultural'P. Revisemos cada uno de estos patrones por se-
parado.

a) La competición. En la teoría clásica de Merton, la desviación es una forma


de respuesta o adaptación -entre otras posibles- a una situación social
en la que la cultura favorece unas metas y -a menudo con menos énfa-
sis- unos medios lícitos para alcanzadas, pero la estructura social impo-
ne barreras a ciertos grupos desaventajados. Merton se refiere a esta
adaptación desviada como «innovación» en el sentido de que ciertos
individuos buscan formas novedosas, innovadoras de alcanzar las metas
deseadas, aunque sea mediante la infracción de normas legales!". A
nivel agregado y aparte del bloqueo estructural de las oportunidades de
los más desfavorecidos, esta situación tenderá a ser más prevalente se-
gún la cultura ponga más énfasis en las metas y menos en la licitud de
los medios?".
Lo que Sutherland y sus asociados añaden es, en primer lugar, que
procesos contemporáneos como los de individualización -que impli-
can que los individuos se definen cada vez más en términos individua-
les, de ellos mismos; y menos en términos colectivos, de pertenencia a
grupos225_ tenderán a aumentar la competitividad y, en consecuencia,
la presión hacia la desviación para competir en un ámbito de desigual-
dad 226.
En segundo lugar y de modo aún más relevante para nosotros, la solu-
ción innovadora, cuando es adoptada por un número suficiente de in-
dividuos, conllevará la invención de valores que justifican las conductas
desviadas, una especie de moralidad alternativa-". De este modo se pue-
de generar conflicto cultural entendido como conflicto de valores.
Aunque el propio Merton no concede tanta atención a los valores, su-
giere que algunas situaciones implican un «fracaso moralmente prescri-

222 Sutherland et al., 1992: 106-116.


223 Merton, 1968: 186-187,193-203,213,230-235 Y246-248.
221 Teijón Alcalá, 2018: 89.
225 Serrano Maíllo, 2016: 71-73.
226 Sutherland et al., 1992: 107.
227 Sutherland et al., 1992: 108.
128 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

to» 228. Si esto es así y las normas culturales empujan a los individuos
hacia su fracaso, entonces es comprensible que en sociedades individua-
listas y diferenciadas como las nuestras puedan aparecer sistemas valora-
tivos en conflicto con el mayoritario.
b) El «desfase cultural». Se trata de una idea de Ogburn, uno de los científi-
cos sociales más influyentes de la Escuela de Chicago. Este autor sostie-
ne que los dos problemas principales que presenta la rapidez de los
cambios en las sociedades actuales son el del ajuste del hombre a la
cultura -o de ésta a aquél- por un lado; yel del ajuste de diversas partes
de la cultura entre sí. Esta segunda dimensión se explica porque la cul-
tura estaría compuesta por varios elementos que no cambian a la misma
velocidad. Puesto que las distintas partes de la cultura se encuentran
relacionadas entre sí, cambios en una de ellas exige adaptaciones en las
otras. Cuando esta situación de equilibrio no se logra, lo cual es proba-
ble cuando las modificaciones son vertiginosas, se produce un desajuste
o desfase cultural=".
Ogburn propone el ejemplo de la industria y la educación. Cambios
en la primera quizá debidos a descubrimientos o invenciones exigen
cambios en la segunda, por ejemplo para poder trabajar en aquella.
Ahora bien, estos cambios en la educación pueden requerir un cierto
tiempo adicional, por ejemplo varios años, justamente a lo que se re-
fiere el concepto de desfase interno de una cultura, de algunas de sus
partes 230.
Ogburn señala que las condiciones materiales de la vida como casas, fá-
bricas, productos, etc. requieren para su empleo creencias, gobiernos,
leyes, etc., que tienen un carácter no material. De este modo, cambios en
las condiciones materiales exigen cambios en los elementos no materia-
les. Este autor denomina «cultura adaptativa» a la parte de la cultura no
material que se ajusta a las condiciones materiales. Por ejemplo, cuando
los bosques estadounidenses comenzaron a deforestarse se produjo un
lento paso de la explotación a la conservación: la política y las leyes fo-
restales son por lo tanto parte de la cultura adaptativa. La familia, por el
contrario, habitualmente se adapta en algunos aspectos a cambios en las
condiciones materiales mientras que a la vez conserva otros, de modo
que tiene un carácter parcialmente adaptativo. En ambos casos, el rea-
juste puede llevar tiempo, con la consecuencia de que se presenta un
desfase entre condiciones materiales y la cultura adaptativa no mate-
ria1231• Por supuesto, el escenario puede ser mucho más complejo, verbi-
gracia con más elementos implicados'V.

228 Merton, 1968: 200.


229 Ogburn, 1950: 200-201; el mismo, 1964: 29-31.
23{) Ogburn, 1950: 201.
231 Ogburn, 1950: 202-206.
232 Ogburn, 1950: 210.
PATRONES CULTURALES 129

En supuestos de desfase cultural pueden aparecer desajustesentre leyes


penales, costumbres, creencias ... , con la consiguiente posibilidad de
que aparezcan conflictos normativos: conductas penadas en el Código
penal que ya no son antisociales, yal revés 233.
Reinarman mantiene que un caso particular de desfase cultural se pro-
duce cuando las leyespenales existentes están desfasadasy castigancom-
portamientos que la sociedad considera lícitos. Comienza con varios
ejemplos tomados de la historia del castigo como la idolatría en el siglo
XVlI y la prohibición de música en ciertos locales abiertos al público en
el último tercio del siglo XX234; y continúa proponiendo la prohibición
de drogas como un caso de obsolescencia contemporánea de la ley pe-
nal. Según este autor, desde los años cincuenta en Estados Unidos se ha
venido generalizando el consumo de drogas como tranquilizantes, esti-
mulantes, etc. hasta convertirse en una forma de autogobierno o auto-
control que esa sociedad ha internalizado.
Como factores responsables del mantenimiento de estas normas puniti-
vas, el autor señala en primer lugar la industria del control de lasdrogas
-esto es, agencias de aplicación de las leyes de tipo policial- que en el
fondo tratan de conservar su poder; y,en segundo lugar, que justamente
estas leyespunitivas etiquetan como delincuentes y aíslan a los consumi-
dores de drogas, con el efecto de que el consumo de drogas aparece
relacionadojustamente con lo que la sociedad teme y trata de evitarcon
las leyespunitivas antes mencionadas-". Ahora bien, Reinarman sostie-
ne que los norteamericanos rechazan la prohibición del cannabis y favo-
recen su tratamiento como el alcohol; y que el consenso internacional
sobre la proscripción de muchas drogas ya no existe236.
Lo interesante del trabajo de Reinarman no es tanto si tiene razón o no
-por ejemplo, el autor no ofrece una revisión sistemática de la opinión
de los norteamericanos ni añade ningún estudio empírico-, sino preci-
samente cómo el cambio socialpuede producir desajustesentre las leyes
criminalesy las creencias y actitudes ciudadanas; y, de modo más plausi-
ble, conflictos normativos entre partidarios y opositores a determinados
comportamien tos.
e) La interpenetración cultural. El tercer supuesto que mencionan Sutherland
y sus seguidores es un conflicto normativo producido sencillamente
cuando dos sistemasculturales distintos entran en contacto. Esto puede
producirse cuando códigos normativos diferentes rigen en áreas adya-
centes; cuando un grupo cultural penetra y coloniza el territorio de
otro; o cuando una comunidad emigra a otra área237•

2~3 Sutherland et al., 1992: 113.


2M Reinarman, 2014: 67.
235 Reinarman, 2014: 71-73.
2~ Reinarman, 2014: 75-76.
237 Sutherland et al., 1992: 114-115.
130 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

3.2. Conflicto cultural y delincuencia

SutherIand y Sellin, que mantenían una amistad personal, trabajaron en


la idea de conflicto cultural de modo paralelo, aunque publicaron sus con-
clusiones de modo individual. El segundo de ellos ofrece un informe muy
matizado sobre la relación entre conflicto cultural y delincuencia en el que
expone una teoría, pero en el que también deja lugar para la crítica del
modelo 238. Esta última, sin embargo, es habitualmente pasada por alto y se
describe la primera sin mayores matizaciones.
Sellin parte de que en las sociedades contemporáneas existe una plura-
lidad cultural, de modo que conviven a la vez varios códigos culturales F'.
Esto puede ocurrir bien por la aparición de diferenciaciones sociales en el
seno de una cultura preexistente, por la llegada de inmigrantes o por la
conquista de otros territorios 240. Este autor sostiene, además, que la ley re-
presenta los valores de los poderosos, que de este modo imponen sus for-
mas culturales?".
Grupos diversos, pues, responden a no-rmas de conducta diferentes -ya
sea, repito, porque se han desgajado de la cultura general, ya porque pro-
ceden de otros lugares. Las normas de conducta son definidas por Sellin
como actitudes sociales de un grupo acerca de cómo se puede actuar bajo
determinadas circunstancias, actitudes que han cristalizado en una norma
cuya infracción lleva aparejada una sanción 242. Sellin recurre aquí al argu-
mento parsoniano de que los individuos interiorizan estas normas, que pa-
san a formar parte de su personalidad 243. Por supuesto, puede darse el caso
de un conflicto de normas cuando en una situación se pueden aplicar más
de una norma de conductas". Estas normas de conducta tienen a su vez re-
sistencias potenciales diferentes, en el caso típico depende de la fuerza de las
sanciones que lleva aneja su infracción 245.
Sellin sostiene que la infracción de una norma de conducta depende
de la resistencia grupal que ofrezca dicha norma y describe las situaciones
en las que puede infringirse una norma: cuando no hay resistencia del
grupo o cuando la resistencia está disminuida -cuando la resistencia del
grupo es completa no cabría infracción alguna. Un sujeto no experimen-
tará ningún tipo de resistencia grupal cuando no hay sido capaz de recibir
la norma por ejemplo por alguna enfermedad mental; cuando su grupo
cultural no posea esa norma; cuando la situación en que se encuentra es

238 Sellin, 1938: 107.


2~9 Sellin, 1938: 29, 59-60,66,105 Y 107.
240 Sellin, 1938: 29-30, 63, 66, 84, 86 Y 108.
211 Sellin, 1938: 21-22.
2·'2 Sellin, 1938: 28-30 y 107, 28 sobre todo.
2"~ Sellin, 1938: 25, 28 Y39-45.
24<1 Sellin, 1938: 29 y 57.
245 Sellin, 1938: 33-35.
PATRONES CULTURALES 131

definida por su grupo de modo distinto a otro, por ejemplo el mayoritario


o poderoso; o, finalmente, en casos en los que se infringe una norma de
modo accidental. Un sujeto experimentará una resistencia grupal dismi-
nuida cuando haya interiorizado normas que están en conflicto y que pro-
ceden de grupos distintos -el propio del individuo y otro grupo ajeno-;
caso en el que la conducta dependerá de cuál sea la influencia dominan-
te 246. Como vemos, la clave para Sellin es que uno en realidad nunca in-
fringe una norma propia -que forma parte de su personalidad, como aca-
bamos de decir-, aunque sí puede infringir normas de otros grupos
socio-culturales.

3.3. Sociedades pluralistas y conflicto normativo

La teoría de la asociación diferencial de Sutherland y muchas otras teo-


rías del aprendizaje conceden una gran importancia a la homogeneidad
cultural de una sociedad. Cuando un único código moral predomina, los
individuos tenderán a verse expuestos a un exceso de definiciones favora-
bles al respeto de tal código y, por lo tanto, a no delinquir en igualdad de
condiciones. Por el contrario, cuando existe pluralidad normativa es más
probable que los individuos tiendan a verse expuestos a definiciones favora-
bles y desfavorables a dicho código norrnativo "? No sólo eso, bajo condicio-
nes de pluralidad, Sutherland hipotetiza que variables que normalmente
carecerían de peso criminógeno pueden pasar a tenerlo ya que, aunque el
conflicto no determina necesariamente la criminalidad, sí reduce la protec-
ción frente a la desviación 248. Esto es consistente con el principio de Suther-
land de que el efecto del conflicto normativo está mediado por el proceso
de asociación diferencial=''.
Este autor trata la cuestión del conflicto normativo sobre el delito en
relación con la llamada segunda generación de inmigrantes: jóvenes que
han nacido en los países de acogida a los que cuyos padres emigraron. Aun-
que es incorrecto decir que los jóvenes de segunda generación sean un
grupo homogéneo que sistemáticamente tiene una mayor tendencia al de-
lito, algunos de sus componentes sí parecen delinquir de modo despropor-
cionado. Se trata, en todo caso, de un grupo heterogéneo. Sutherland indi-
ca que estos jóvenes pueden vivir un conflicto normativo entre los códigos
de sus padres y el del país donde residen. Este conflicto puede aumentar el
riesgo de criminalidad, aunque acabamos de decir que Sutherland entiende
que se trata de un efecto indirecto 250.

246 Sellin, 1938: 42-43.


247 Sutherland, 1947: 6 y 154; el mismo, 1956: 107.
2.S Sutherland, 1947: 167.
2.9 SlItherland, 1947: 80; el mismo, 1956: 125.
25<1 Sutherland, 1947: 79-80 y 126-129.
132 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Adviértase que no se trata de que losjóvenes hayan interiorizado un


código normativo opuesto al mayoritario,sino de que vivenen un contexto
en el que existen dos códigos alternativos. Por este motivo, las teorías del
aprendizaje social contemporáneas, por ejemplo la de Akers, no son real-
mente teorías culturales-", Repito que esto es muy distinto de hipotetizar
que unos jóvenes han interiorizado un código contrario al mayoritario y
que cuando delinquen sencillamente siguen unos valores y unas normas
propios de una cultura autónoma, particular que conviveen el mismo terri-
torio con otra mayoritariay que supuestamente favorece-aquélla- el delito
y la violencia-".

3.4. Exposición parcial a una cultura

Otra situación en la que puede aparecer el delito resulta de una exposi-


ción parcial a una cultura. Sutherland conjetura que esto puede estar detrás
de algunos grupos de inmigrantes que estarían familiarizadoscon la cultura
pública de Estados Unidos, pero no con su cultura privada, respecto de la
que estarían aislados. Este autor cree que la cultura pública es fácilmente
accesible para todo el mundo a travésde los medios de comunicación, los
deportes, etc.; y que favorece el dinero fácil, el consumo compulsivo y un
estilo de vida lujoso. Esta cultura pública está en conflicto con los estánda-
res de trabajo duro y ahorro de muchos grupos de inmigrantes, que como
consecuencia ven la cultura norteamericana como algo exagerado que pro-
mueve la competitividady relega al ser humano a un plano muysecundario.
Al mismo tiempo, Sutherland cree que el contacto con la cultura privada es
muy limitado: no es que ésta sea una panacea ni que sólo albergue elemen-
tos positivos,pero sí es un medio de reducción de las tendencias exagera-
das, consumistas,etc. de los ciudadanos y de los niños en particular. Suther-
land cree que este supuesto de conflicto cultural es responsable de la
criminalidad de algunos individuos253.

3.5. Conflicto normativo y creación de normas penales sesgadas

Otro enfoque del conflicto normativo, de corte más crítico, sugiere que
el Derecho penal responde a que determinados grupos logran que sus valo-
res se vean reconocidos y protegidos por el Estado. Según estos autores, el
proceso comienza cuando un grupo cree que alguno de sus valores-Suther-

2!.1 Akers, 1996: 241-243; el mismo, 1998: 90. Sin embargo, como estamos viendo, algunos
pasajes de la obra de Sutherland apuntan en la dirección de las teorías culturales, Serrano Maíllo,
2009a: 348.
252 Cano Paños, 2016: 322-323.
253 Sutherland, 1956: 117.
PATRONES CULTURALES 133

land menciona la propiedad y la belleza medioambiental- está en peligro y


utiliza su influencia política para que se castiguen conductas que atentan
contra tales valores. El Derecho penal se convierte de este modo en una
herramienta de un grupo frente a otro. Sutherland apunta la paradoja de
que, al hacerse partícipe del conflicto entre dos partes, el Estado contribuye
de este modo a continuar el conflicto en vez de eliminarlo t".
Es importante advertir que este enfoque no se confunde con la teoría
unificada del conflicto ya que para ésta lo que determina el conflicto son los
intereses de grupos. Por un lado, los grupos son para Voldy Bernard y otros
mucho más dinámicos que las culturas o subculturas puesto que aparecen y
desaparecen con facilidad. En segundo lugar, no es que los valores sean
irrelevantes, pero sí son secundarios y suelen ser el resultado de intereses y
adaptarse a ellos255. Como vemos, esta segunda teoría es más consistente
con la tradición marxista, para la que la ideología es una variable depen-
diente.

3.6. La tesis del conflicto entre el honor y el sueño americano

En el marco de una inve tigación etnográfica sobre una comunidad chi-


cana en E tados Unidos, Horowitz explora las con ecuencias de verse ex-
puesto a dos códigos culturale qu pueden entrar en conflicto. Esta autora
parte de una concepción situacional de la cultura, en la que ésta no es un
constructo omnicomprensivo sino que se manifiesta en situaciones y que e
relevante para la orientación de la acción. La cultura no sólo refleja sino que
determina el significado de las relaciones sociales.Los patrones de compor-
tamiento adquieren su sentido por efecto de la cultura, como en el caso de
una interacción entre dos personas en una situación particular o el rol de
una madre en una familia concreta. A través de la cultura juzgamos y eva-
luamos nuestro comportamiento y el de los demás. Qué significa todo esto es
algo determinado por la cultura, que por ello mismo no es algo estático y
fijo, sino dinámico y en un estado constante de cambio-".
Horowitz mantiene que en la comunidad de chicanos que estudia se
encuentran presentes a la vezdos códigos culturales: el código del honor y
el del sueño americano. El segundo es un código instrumental cuya base va-
lorativa se determina por el éxito personal, por ejemplo en términos finan-
cieros; pero el el honor no sejuzga por resultados, sino por las evaluaciones
públicas de otros. El código del honor implica que uno tiene que estar
continuamente atento a las valoracionesque otros hacen de nosotros para
contestarlas si es preciso y reasegurar nuestro yo. Como consecuencia, vio-

25-1 Sutherland, 1956: 103 y 108-109. Como vemos, este autor ensayó diversas versiones de la
tesis del conflicto cultural.
255 Vold, 1958: 20~219; Vold y Bernard, 1996: 270-277.
256 Horowitz, 1983: 19-21,27-29 Y222-223.
134 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

laciones de la etiqueta -como no saludar o mirar fijamente,que en nuestras


sociedades occidentales por regla pasan desapercibidas-se pueden conver-
tir en una afrenta si se interpretan como una falta de reconocimiento o de
respeto hacia uno. Normalmente estos dos códigosno entran en conflicto
ni suponen un problema para los Chicanosya que se aplican a situaciones
diferentes: el código del honor en la calle y en la familia; y el del sueño
americano en la escuela,la comunidad y el empleo. Sin embargo, ocasional-
mente sí se produce un conflicto cuando ambos códigosse pueden aplicar
a una misma situación, yen tales casos aparece una ambigüedad sobre el
significadode la situación.Estosson lossupuestoscontextualesde conflicto
entre los códigos que forman la base teórica del trabajo de Horowitzf".
Horowitz hipotetiza la existencia de conflicto cultural cuando contrapone
una cultura general o global, mayoritariaque gira en torno al sueño ameri-
cano; y una «cultura de la comunidad». Una ilustración de este conflicto se
encuentra en el significado del empleo: para el sueño americano es una
forma de promocionarse y alcanzar el éxito; mientras que para el código
chicano es una forma de sacar adelante a la familia=".Bourgois pone otro
ejemplo de conflicto entre normas en el grupo que él estudia: por una par-
te, el código mayoritario en el que creen les exige un comportamiento líci-
to y un trabajo honrado, pero ni tienen la oportunidad ni la formación su-
ficiente como para cumplir con este código; por otro, la cultura callejera en
que se han criado les ofrece una forma de autoestima e identidad que ne-
cesitan, así como tanto la opción como el capital cultural precisoP". Cuando
se comparten ambos códigos pueden darse situaciones de ambigüedad que
pueden conducir a la violencia.
En una situación en que son de aplicación ambos códigos se produce un
conflicto y, como consecuencia, existe ambigüedad sobre la definición de
aquella. Bajo estas circunstancias, los participantes en la situación no están
seguros de a qué atenerse y deben negociar entre ellos para establecer un
significado fijo.Ahora bien, cuando se llevaa cabo una acción sobre la base
de la definición que se propone, los individuos revelan públicamente su
identidad social.Dicho con otras palabras, cuando negocian la definición de
la situación están negociando también cómo van a serjuzgados y valorados
por la audiencia, en particular qué tipo de identidad se les va a atribuir P".
En el caso de los Chicanos existe una ambivalencia producida por la
confluencia de los dos códigos. Por un lado, está claro que creen en el sue-
ño americano y se esfuerzan por alcanzarIo, lo que ocurre es que impedi-
mentos tanto estructurales como la forma que tienen los extraños de verIos
como vagos y peligrosos les impide lograrlo. Estos prejuicios se aprecian

m Horowitz, 1983: 22-27,32,74-75,80,86,88-89,92,149-151,208-209,220-225 Y232-234; Y


52-76 sobre la familia chicana y sus símbolos.
258 Horowitz, 1983: 224.
259 Bourgois, 1995: 130-131 y 135-136.
260 Horowitz, 1983: 28.
PATRONES CULTURALES 135

especialmente en la escuela -guiada por valores mayoritarios de clase me-


dia-, que considera que losjóvenes chicanos son imposibles e incapaces de
aprovechar las oportunidades que se les brindan 261. La revisión de Guerra
concluye que «losprofesores de estudiantes de ingresos bajos, en compara-
ción con los de ingresos medios, era más probable que minimizaran los
debates e interacciones [...] Otros estudios han encontrado que los profe-
sores es menos probable que feliciten a estudiantes de minorías de bajos
ingresos. Además, las expectativasde los profesores sobre los alumnos que
ven como agresivosy potencialmente violentospueden resultar en profecías
que se autocumplen-r". Por otro lado, también creen en el código del ho-
nor y en los criterios culturales que ofrece para la valoración propia y de los
demás -por este motivo, nos dice la autora, raros son los individuos que
abandonan su comunidad para viviren otros lugares, incluso aunque mejo-
re su situación económica263.
En la vida callejeraes donde más relevanciatoma el código del honor ya
que la propia imagen y el ego pueden ser sometidos a constantes desafíos
que no pueden dejarse sin respuesta, si es que se desea mantener una iden-
tidad consistente con el código. El código del honor exige una respuesta
violenta a cualquier amenaza a la autoestima. Esto no quiere decir que la
agresión sea frecuente, ya que depende de la interpretación que se dé por
los participantes a una situación concreta. Horowitzparece seguir la idea de
Matza264 de deriva cuando escribe que losjóvenes oscilanen tre ambos códi-
gos y que, por lo tanto, la violencia no tiene que ser frecuente. Como se
dijo, ésta puede aparecer cuando existe una ambigüedad normativa sobre
qué normas son de aplicación. El código del honor define como una afren-
ta la puesta en duda de la propia masculinidad, la ruptura de la etiqueta, la
violación de la pureza sexual de alguna chica de la familiay las acusaciones
de dependencia de otros. El código genera una alta sensibilidad a este tipo
de violaciones, que son interpretadas como una revocación del yo y crean
una preocupación por el honor personal. Así,el honor se relaciona con la
habilidad para lograr que otros te traten con respeto en las interacciones
interpersonales, esto es recibir un trato deferencial correcto en público; y
exige en caso contrario una respuesta violenta que restaure una imagen
propia de masculinidad, dominación e independencia. No ser tratado de
modo correcto y, en su caso no responder adecuadamente, conlleva una
imagen pública de debilidad'P.

261 Padilla abunda sobre la mala experiencia que supone la escuela para sus puertorriqueños
tanto por su falta de preparación como por el rechazo que experimentan, y afirma que estosjóve-
nes pasan del infierno de la escuela al cielode la banda, 1992: 5, 40 Y69-78, referencia procede de 77.
262 Guerra, 2013: 264.
263 Horowitz, 1983: 32 y 38-51; así como 44-46, 137-158 Y223-224 sobre la escuela, sobre todo
149-151.
264 Horowitz, 1983: 80, 87-88 Y164.
265 Horowitz, 1983: 80-82, así como 88-89; la autora concede la existencia de diferencias de
grupo e individuales, 88-90.
136 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

4. TEORÍA CULTURAL

4.1. Introducción

Para concluir, revisaremos algún desarrollo que relacionan la teoría cul-


tural, entendida en un sentido muy general y casi residual, y el delito y la
criminalización. A la teoría cultural pertenecen en particular tesis sofistica-
das que han inspirado modelos o enfoques criminológicos, como la pro-
puesta durkheimiana de Douglas de la cuadrícula y el grupo.
Agger ofrece un resumen de los principales puntos de partida de los
llamados estudios culturales. Como acaba de señalarse, éstos parten de un
concepto extendido de cultura que abarca a todo el sistema de vida de un
pueblo; y que tiene un carácter dinámico, continuamente cambiante; los
estudios culturales legitiman y celebran formas populares de cultura -como
la música pop- que a menudo se contraponen con la alta cultura -rnúsica
c1ásica-, como si ésta fuera la única valiosa; tienen una visión conflictual de
la sociedad y rechazan las ideas de orden y consenso; reclaman la interdis-
ciplinariedad; y asumen que no existe un punto de vista absoluto en materia
valoraliva, sino que existe aquí una amplia relatividad 266.
La llamada Criminología cultural revisa la relación entre la cultura enten-
dida en un sentido muy amplio y la criminalización. En general, adopta una
orientación conflictual en la que una elite de poderosos define qué es cri-
minal y qué no lo es, incluso en casos que son equivalentes según los inves-
tigadores. Naturalmente, las metodologías cuantitativas son rechazadas.
Uno de los temas centrales de esta Criminología cultural es la criminaliza-
ción por parte de los poderosos de formas y expresiones culturales en el
arte -como el rock y otros estilos musicales, ciertos tipos de fotografia, etc.-
; en los estilos de vestirse -como los punks-; e incluso en los estilos de vida
en general-como bandas de moteros. A través de un proceso, unas formas
culturales son definidas como indeseables y otras como deseables; o, como
mínimo, se va imponiendo la distinción más o menos artificial entre una
alta y una baja cultura. Las elites poderosas están formadas básicamente por
empresarios y grupos conservadores; mientras que lo grupos definidos
como criminales ofrecen una resistencia e incluso una celebración y disfru-
te de su desviación. La Criminología cultural también estudia el rol de los
medios de comunicación en el proceso de criminalización. Habría, en con-
clusión, un proceso de criminalización de base cultural que decide qué es
delito y qué no lo es sin limitaciones en la práctica; el delito no existiría en
sí mismo, al margen de procesos de base cultural t". Como reconocen algu-
nos de sus principales representantes, «Por supuesto, no hay nada intrínse-
camente nuevo en estas declaraciones-F".

266 Agger, 1992: 2-11, 17-21 Y24-40.


267 Ferrell et al., 2008: 1-24; Presdee, 2000: 17-30.
268 Ferrell et al., 2004: 2.
PATRONES CULTURALES 137

La Criminología cultural también estudia los aspectos atractivos de la


criminalidad y otros comportamientos habitualmente considerados desvia-
dos por la sociedad mayoritaria. El delito puede ser visto como una activi-
dad de riesgo en una sociedad ambivalente hacia el mismo en el que, por
ejemplo, las personas con una relativamente elevada posición social se invo-
lucran voluntariamente en actividades de riesgo como ciertos deportes=".

4.2. Tipos de grupos criminales según las dimensiones de cuadrícula y de


grupo

Gerald Mars ofrece una tipología de formas de delincuencia partiendo


de la teoría cultural de Mary Douglas, una autora relacionada con la tradi-
ción durkheimiana. Esta autora trata de ofrecer un criterio para clasificar
sistemas culturales y lo hace a partir de dos dimensiones: cuadrícula (grid)
y grupo. Cuadrícula debe entenderse en el marco durkheimiano de que la
cultura es un sistema clasificatorio -y comunicativo- que permite ordenar y
clasificar las experiencias 270.Douglas sostiene que los sistemas clasificatorios
pueden ser más o menos claros y coherentes. La cuadrícula, entonces, pue-
de verse como una variable que va desde niveles bajos de gran o incluso
total confusión colectiva en los que los significados están ausentes; hasta
niveles elevados en los que los significado están claros para todo el mundo.
Los primeros se ejemplifican con sistemas clasificatorios privados; y los se-
gundos con sistemas clasificatorios compartidos. En segundo lugar, la di-
mensión de grupo hace referencia al control a que está sometido un indivi-
duo por la presión de los otros. De nuevo puede verse como un continuo
desde egos que no experimentan presión alguna y en este sentido son com-
pletamente independientes; hasta egos completamente controlados por la
presión del grup0271. A partir de este planteamiento, la autora ofrece una
tipología de ambientes sociales según su ubicación en el espacio bidirnen-
sional que c1ihujan las dos dimensiones cuadrícula y grupo!".
Mars toma este planteamiento con una cierta flexibilidad y considera la
cuadrícula como el criterio que «pregunta hasta qué punto una sociedad es
capaz de imponer reglas y constreñimientos sobre sus individuos, limitando
de esta manera sus elecciones [... ] De este modo una sociedad con muchas
reglas y constreñimientos -tal como las sociedades de castas de la India- se-
ría catalogada "fuerte" en cuadrícula (grid) ,,273.Tanto cuadrícula como gru-

269 Grover, 2008: 4445.


270 Durkheim, [1893]: 181.
27. Douglas, 1996: 62-64; la autora varió de modo significativoen su teoría de la cuadrícula
y el grupo, de modo que aquí me he limitado a la última versión.
272 Douglas, 1996: 69.
273 Mars, 2013: 2. En esta interpretación mi traducción del término grid pierde sentido, y
sería preferible el término español red. El vocablo red, al mismo tiempo, es utilizado en otros
contextos por la teoría sociológica y criminológica y puede dar lugar a confusión.
138 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

po evocan sistemas de control y constreñimiento; la diferencia esencial pa-


rece estar en que la cuadrícula se refiere a constreñimientos externos sobre
el grupo -en nuestro caso, el grupo criminal-; mientras que grupo se refie-
re a constreñimientos internos. Aunque este tratamiento puede tener base
en el trabajo de Douglas?", a mi juicio es menos claro que el antes descrito.
Por otro lado, es cierto que esta dimensión es más fácil de analizar empíri-
camente en la interpretación de Mars.
La cuadrícula es analizada por Mars en términos del uso del «espacio,
el tiempo, los objetos, los recursos, el trabajo y la información», elementos
que determinan la autonomía, aislamiento, reciprocidad y competencia
del sistema -de la cultura, según Mars. La autonomía hace referencia al gra-
do en que un individuo puede llevar a cabo una tarea del modo definido
por él o ella; el aislamiento de otros es elevado en sistemas jerárquicos y bajo
cuando existen contactos entre los individuos; la reciprocidad implica poder
dar trabajo a otros; y la competencia depende inversamente de los constreñi-
mientos que encuentran los sujetos. La cuadrícula -la capacidad de impo-
ner reglas y constreñimientos- será más elevada según la autonomía sea
más baja, el aislamiento más elevado, la reciprocidad menor y la competen-
cia menor i".
La dimensión del grupo depende de la «frecuencia y mutualidad del
contacto, el alcance de las actividades bajo la tutela del grupo y la solidez de
sus fronteras». Según existan más contactos cara a cara entre la misma gen-
te, el alcance de las actividades se extienda y la percepción de la particulari-
dad de los comportamientos internos sea más elevada, también la dimen-
sión de grupo será más elevada 276.
Como se dijo, cuadrícula y grupo permiten construir un espacio bidi-
mensional que a su vez puede dividirse en cuatro regiones discretas de cua-
drícula alta y grupo bajo, cuadrícula alta y grupo alto, cuadrícula baja y
grupo bajo y, finalmente, cuadrícula baja y grupo alto. Estas regiones son
denominadas por Mars respectivamente fatalismo.jerarquía, individualismo
competitivo y encaves igualitarios. El autor indica a continuación que estos
cuatro tipos pueden coexistir en una misma sociedad, en particular en el
mundo criminal, y procede a ofrecer ejemplos de los mismos.
El tipo de la situación de fatalismo se caracteriza por niveles altos de
cuadrícula y bajos de grupo, o sea fuertes constreñimientos externos y bajo
apoyo grupal. Se trata del delincuente aislado que trabaja solo?".
El tipo de la jerarquía se caracteriza por niveles elevados tanto de cua-
drícula como de grupo. Se relaciona con una alta división del trabajo, some-
timiento a las reglas, lo cual incluye sanciones graves, y respeto a la autori-
dad. Los intereses de los individuos se someten a los del grupo y exis.te una

274 Douglas, 1996: 59.


275 Mars, 2013: 2-3 y 10-13.
276 Mars, 2013: 3-4.
277 Mars, 2013: 11,30-315-6, 19-25 Y81-109.
PATRONES CULTURALES 139

elite que ejerce una dirección centralizada y planea a largo plazo. Un ejem-
plo sería la Mafia del Sur de Italia'?".
El tipo del individualismo competitivo se caracteriza por niveles bajos
tanto de cuadrícula como de grupo. Se trata de actores relativamente inde-
pendientes que se insertan en redes flexibles y de escasa duración, que
cuentan con unas reglas mínimas y siguen una orientación cortoplacista. El
estatus se alcanza a través de la competición, son flexibles y se adaptan fácil-
mente a los cambios. Un ejemplo sería el criminal que actúa como un em-
presario, que se apoya en una red o que puede actuar para otros como
consultor o para tareas en las que se ha especializado ?".
El tipo de los encaves igualitarios se caracteriza por niveles débiles de
cuadrícula y elevados de grupo. Se parece a la jerarquía en que existe una
fuerte identidad de grupo y unas motivaciones ideológicas e idealistas y las
fronteras internas y externas están bien definidas. Sin embargo, se concede
poca autoridad a los líderes y las disputas pueden acabar en la escisión del
grupo en varias facciones. Mars pone el ejemplo de algunas organizaciones
terroristas y activistas políticas de menor niveF80.
Mars nos ofrece una taxonomía de cuatro organizaciones o solidaridades
criminales inspiradas en Douglas. En este sentido puede verse como una
aplicación de la teoría sociológica a la Criminología 281. Es un trabajo original
y tiene un alto valor heurístico. Aunque Mars dibuja sus grupos como tipos
ideales+", lo cierto es que no es fácil observar la mayor parte de ellos. Por
ejemplo, sencillamente no existen organizaciones criminales como las dibu-
jadas bajo la terminología de jerarquía. La excepción es naturalmente la si-
tuación de fatalismo, la parte del león de la criminalidad conocida.

5. VALORACIÓN

5.1. La crítica de Kornhauser a los modelos culturales

Kornhauser, que trabaja en la tradición del control social, ofreció en su


día una profunda revisión crítica de los modelos culturales y subculturales
que sigue vigente. Este trabajo, redactado bajo unas circunstancias muy di-
ficiles por la salud de su autora, representa uno de los hitos de nuestra dis-
ciplina. Las consideraciones son las siguientes.

a) Los modelos culturales asumen que no existe la desviación ya que los


seres humanos no tienen más capacidad que la de seguir las normas

278 Mars, 2013: 5-6, 19-25 Y81-109.


279 Mars, 2013: 7-8 y 28-30 .
• 80 Mars, 2013: 8-9, 25-27 Y59-80.
281 Mars, 2013: 17.
282 Mars, 2013: 18.
140 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

culturales en que han sido socializadosy que han interiorizado=". Esta


afirmación no es sólo poco plausible ya que ninguna sociedad puede
asegurar una socializaciónperfecta de todos sus miembrosv", sino que
choca con abundante evidenciaempírica por ejemplo sobre el arrepen-
timiento de muchos criminaleso sobre que sus valores a menudo coin-
dicen con los mayoritarios-".
b) Como consecuencia de lo anterior, los modelos culturales entienden
que el orden procede del consenso -paradójicamente en algunos auto-
res, una postura ideológicamente conservadora286_, pero puesto que en
las sociedades existen grupos culturales diferentes -o no habría delitos-
en vez de normas que respondan a valores comunes, el orden que efec-
tivamente se observa no tiene explicación posible. Kornhauser cree in-
cluso que esos enfoques profetizan sociedades orwellianas en las que la
guerra es la paz287•
c) Los modelos culturales asumen una variabilidad ilimitada de posibles
valoresy normas legales288. Sin embargo, muchos comportamientos son
castigados en prácticamente todas las culturas conocidas.
d) Kornhauser señala que son muy pocos los ejemplos que se pueden pre-
sentar como delitos con una motivación cultural=".
e) El orden temporal no tiene que ser necesariamente el propuesto por los
modelos culturales: el comportamiento o una situación particular pue-
den ser el origen de unos valores concretos. Kornhauser habla así, al
referirse a grupos que se reúnen en las esquinas de barrios desaventaja-
dos, de una pseudocultura que tiene su origen en el fracaso de estas
personas -y no al revés-, que por otro lado no tienen ningún compro-
miso genuino con una supuesta subcultura-".
f) Es poco plausible que una cultura dirija a un grupo hacia su destruc-
ción 291. La cultura, por el contrario, siempre tiende a ofrecer protec-
ción 292 y a que el delito sea una mala idea, una opción irracional t".
g) Kornhauser escribe que «Puesto que una subcultura es una propiedad
de una colectividad, debe demostrarse que las unidades sociales que
supuestamente son las portadoras de una subcultura se encuentran es-

2B3 Kornhauser, 1978: 29, 34-35, 44 Y181.


284 Kornhauser, 1978: 250.
265 Kornhauser, 1978: 71, 77, 214-218 Y242.
286 Jenks,2005a: 133.
287 Kornhauser, 1978: 44-45 y 182.
288 Kornhauser, 1978: 36,183,185 Y251; vid. Sellin, 1938: 23.
289 Kornhauser, 1978: 185 y 187, motivo por el cual se reproduciría tanto el ejemplo del
padre siciliano, Sellin, 1938: 68. Ejemplos como éste, además, podrían caer en tautología, Korn-
hauser, 1978: 187.
290 Kornhauser, 1978: 20.
291 Kornhauser, 1978: 218 y 228.
292 Serrano Maíllo, 2016: 466.
293 Gottfredson y Hirschi, 1990: 18, 20 Y29, aunque también 33.
PAlRUNES CULTURALES 141

tructuralmente unidas-F". La idea es que un grupo cultural necesita


estar conectado entre sí ya que de otro modo perdería sus creencias y
desaparecería. Kornhauser señala que la respuesta de los teóricos cultu-
rales a esta observación ha sido recurrir a la banda, pero las bandas
precisamente segmentan en vez de unir, luchan entre ellas ... ; aparte de
que los miembros de las bandas no parecen especialmente aptos para el
mantenimiento de una subcultura porque no tienen mejores habilida-
des sociales que sus pares respetuosos de las normas, no forjan relacio-
nes estrechas entre ellos y no valoran especialmente la solidaridad. De
este modo, concluye la autora, «una "subcultura en guerra civil" es una
contradicción en térrninos-F".
h) Finalmente, la autora abunda en que el concepto de cultura es muy
ambiguo y parece referirse a todo 10 social/".

Sobre la base de estas críticas, Kornhauser rechaza tanto los modelos


culturales como los subculturales.

5.2. Otras consideraciones teóricas

A las plausibles críticas de Kornhauser se pueden añadir algunas consi-


deraciones más.

a) Muchos de los correlatos sociodemográficos del delito, como el género,


la edad, ete., no cambian a lo largo de numerosas culturasj'".
b) Las subculturas deben ser como mínimo incompletas ya que sus miembros
no están dispuestos a abandonar unos valores mayoritarios que, sin embar-
go, incluyen un estado que no pueden alcanzaré". Para muchos de los
trabajos que hemos revisado existe una gran conexión entre la subcultura
que describen y la cultura mayoritaria, global en que se inserta o, a menu-
do, de la que se desgaja'?" Por ejemplo, Bourgois escribe sobre sus vende-
dores de drogas latinos de El Barrio que «No son "otros exóticos" operan-
do en un inframundo irracional. Al contrario, están "hechos en [Norte]
América". Jóvenes altamente motivados, ambiciosos del interior de la ciu-
dad han sido atraídos a una economía de la droga que se expande rápida-
mente y genera multibillones de dólares» precisamente porque «creen en
el sueño americano»; «en su búsqueda de éxito incluso siguen los más
mínimos detalles del modelo clásico Yankee de movilidad ascendente. De-

24t Kornhauser, 1978: 230.


29; Kornhauser, 1978: 231-235, cita procede de 231.
2% Kornhauser, 1978: 186 y 247.
297 Wolfgang y Ferracuti, 1967: 159 y 258-260.
29!! Suttles, 1968: 223 y 231-233.
29!l Bourgois, 1995: 114, 126, 131 Y 326;Jenks, 2005b: 12.
142 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

sarrollan agresivamente sus carreras como empresarios; toman riesgos,


trabajan duro y rezan para que la suerte les acompañe» 300.Jenks añade con
acierto que «losocial trasciende la lealtad al grupo pequeño. Encontrar la
propia identidad en un segmento de un sistema clasificatorio es tener al
menos un conocimiento tácito del todo del sistema clasificatorio»301.
e) Algunos de los modelos que hemos visto podrían sencillamente re con-
ducirse a versiones de la teoría del aprendizaje social ~02, que no necesita
hipotetizar la existencia de variaciones culturales o subculturales303.
d) Muchas de las teorías que hemos visto son testadas con datos individua-
les304, cuando al menos igual de decisivo es su predicción agregada de
que existen grupos con valores subculturales, algo que pasa desapercibi-
do en test empíricos.
e) Como acabamos de ver, Kornhauser señalaba el problema del orden
ternporal=". Algunas versiones del etiquetamiento pronostican un pro-
ceso de desviación secundaria según el cual individuos etiquetados se
integran en subculturas; e incluso autores corno Hamm reconocen que
sus investigados buscan formar parte de un grupo, de modo que la per-
tenencia a una subcultura puede ser una variable dependiente '", Algu-
nos estudios, eso sí, han encontrado pruebas favorables al orden tempo-
ral especificado por los modelos culturales+".
f) Pese a que es la clave de los valores, se ha prestado poca atención a sus
jerarquíasé'".
g) Algunas asunciones subyacentes a algunos enfoques valorativos puede~
ser problemáticas, como el concepto parsoniano de internalización -asi
Anderson: «Para cuando son adolescentes, la mayoría de losjóvenes han
internalizado (internalized) el código de la calle»309-;la conexión entre
valores y acciones+"; la relevancia de los valores desde un punto de vista
cultural"!': la propia ambivalencia que a menudo acompaña a los valo-
res, rechazando de este modo que se trate de algo clar0312 -antes al
contrario, los valores son difíciles de observar y, por 10 tanto, de incluir
en estudios científicos313_; la asunción de que los valores ofrecen una

seo Bourgois, 1995: 326.


301 Jenks, 2005b: 36, así como 38 y 40.
302 Brezina et al., 2004: 309 y 322.
sos Así, por ejemplo, Baron et al., 2001: 788.
so< Así lo demandan, verbigracia, Wolfgang y Ferracuti, 1967: 153.
305 Kornhauser, 1978: 20.
9()6 Hamm, 1993: 71.
W7 Brezina et al., 2004: 320.
S08 Miller, 1958: 6-7.
S09 Anderson, 1999: 72.
SIO Horowitz, 1983: 233.
su Porpora, 2015: 163-165; SwidJer, 2001: 80-81.
~12 Saney, 1986: 192.
~13 Miller, 1958: 7.
PATRONES CULTURALES 143

percepción positiva, cuando en realidad pueden también ser negativos


o, mejor, moralmente neutrales t'"; o su potencial conexión con otras
tradiciones como la teoría de la acción racional+"
h) Desde un punto de vista empírico, Lappi-Sepálá y Lehti encontraron
que todos sus factores culturales -los cuales incluían valores y puntos de
vista morales, culturas nacionales, aceptación de la violencia y confianza
social- no predecían los homicidios a nivel mundial entre 2004 y 2012
en modelos multivariantes+". También el metaanálisis de Pratt y Cullen
sobre las variables macro y su conexión con las tasas de criminalidad
juzga que las teorías subculturales reciben un apoyo débil en su esfuer-
zo, muy inferior al de otras explicaciones alternativas'!".

5.3. Sub culturas y delitos culturalmente motivados

He dejado dos cuestiones clave para el final. La primera es que un nfo-


que basado en lo social aspira a ofrecer explicaciones exhaustivas de fenóme-
nos relevantes. Una vez agotada esta opción, por ejemplo, aquí recurrimos
a la idea de agencia pero con un carácter residual y provisional. La idea de
subcultura, como señalaJenks, en el fondo representa una renuncia prema-
tura a seguir explorando las posibilidade de lo social. En sus propias pala-
bras, «la subcultura es una de las formas en que los teórico sociales fraca-
san o sencillamente evitan explicar 10 social en términos de lo social», «En
vez de afrontar las dificultades que la idea de "sociedad" presenta, el teórico
renuncia o abandona el gran, totalizador concepto con una justificación
ideológica en términos de las políticas del día de hoy»318.
La segunda cuestión final tiene un carácter ideológico y, por lo tanto,
aquí la trataremos de modo tangencial-'" -aunque veremos que está Íntima-
mente relacionada con la reclamación de lo social que acabamos de hacer.
Por una parte, muchos autores parten de que vivimos en la actualidad en
sociedades multi- o pluriculturales. A estos comentaristas les parece eviden-
te que en nuestras sociedades no existe una única cultura, pero sin embargo
no explican cuántas existen, cómo se relacionan entre sí y dónde termina
una y comienza la otra -preguntas difíciles que, al ser ignoradas, no les de-
jan en mejor posición que la de aquellos a quienes critican. Sea como fuere,
la idea clave es que estas diferencias culturales deben respetarse y tolerarse,
cuando no promoverse. El problema se presenta cuando estas diferencias
son constitutivas de delito. Sin duda, existen conductas propias de algunas

~14 Miller, 1958: 7.


m Bourgois, 1995: 24.
316 Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 182-189 y 208.
m Pratt y Cullen, 2005: 420-421 y 429.
318 Jenks, 2005b: 132 y 145, Ytambién 26; así como el mismo, 2005a: 133, 141 Y 145.
319 En este ejemplo puede apreciarse la ambivalencia de los enfoques ideológicos.
144 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

comunidades -incluso de algunas culturas- que son delictivassegún la ley


penal nacional del lugar en que tienen lugar.Por ejemplo,cierta tribu de la
selva colombiana castiga ciertos delitos con penas físicas,concretamente
latigazos.Por lo tanto, existeun problema a la hora de decidirlos límitesde
la tolerancia de particularidades culturales constitutivasde delito. Natural-
mente, una comunidad es tolerante cuando tolera conductasgraves,como
pueden ser las delictivas.Estaes una primera postura que puede observarse
en muchos juristas.
Ahora bien, que esta sea una realidad que existe no nos dice nada
acerca de su extensión y fenomenología. Concretamente, los estudiosos
occidentales que estudian lo que denominan delitos culturalmente motivados
no ofrecen pruebas empíricas de la existencia de los mismos en sus países
más que de modo testimonial. Aunque a veces señalan algunos casos a
modo de ejemplo, o bien se trata de conductas que no son delictivas o
bien la asunción de motivacióncultural es irrefutable. El problema, según
una segunda postura, viene dado porque al defender al menos de modo
implícito motivaciones culturales o conflictos culturales y hacerlo además
para casos relativamente graves como exige la demanda de tolerancia se
exageran las diferencias culturales entre grupos -algunos de los cuales pue-
den ser de inmigrantes de primera o segunda generación 320. Naturalmen-
te, para quien destaque la inescapabilidad de lo social, como hace la tra-
dición durkheimiana, y crea que no ·e puede viviraislado, en una especie
de isla, de esa realidad sui generis que es la sociedad global, por ejemplo
nacional, las diferencias culturales entre los grupos o comunidades tende-
rán a ser en el mejor de los casos residuales en el campo del delito y la
criminalidad. Puesto que toda comunidad se define al menos en parte en
oposición a otra comunidad o grupo, aquella exageración -que además a
menudo procede de comentaristas que ofrecen una imagen progresista y
tolerante- puede dar lugar, de modo paradójico, a reacciones de rechazo
e incluso xenófobas. Esta es la postura por ejemplo de un jurista, Kühne,
quien escribe con dureza que «el "conflicto cultural" no es sino una metá-
fora de la estrechez intelectual y la ignorancia que deberían ser superadas
mediante la educación. Este es el único medio de evitar la estigmatización
y la victimación de las minorías [... ] Esto puede evitarse porque funda-
mentalmente éste es un elemento intelectual en cuanto que opuesto a lo
cultural»321 .
En referencia a los delitos culturalmente motivados, es bueno ser tole-
rante, pero en materia criminal quizá no haga falta; es bueno ofrecer una
imagen tolerante de uno mismo, pero en materia criminal quizá no sea
posible porque, sencillamente, a día de hoy no existen pruebas empíricas
sólidasde culturas-ni de subculturas- criminales.

320 A la vez que se exagera la homogeneidad de los poseedores de determinados valores,


Miller, 1958: 7.
321 Kühne, 2002: 98.
PATRONES CULTURALES 145

5.4. Conclusión: un malentendido

Como conclusión, podemos rechazar la idea de que existan subculturas


criminales en el seno de nuestras sociedades nacionales contemporáneas.
Mucho menos plausible incluso es que exista una pluralidad de culturas en
nuestro contexto y que ello tenga alguna relevancia criminológica!". Por lo
tanto, existe una única cultura en nuestro país, lo cual es consistente con la
presencia a la vez de muy diversascomunidades que se caracterizan por sus
ritos y creencias.
A mi juicio, quienes defienden este punto de vista cultural, como los
proponentes de la teoría de los delitos culturalmente motivados,parten de
un malentendido. Estos comentaristas entienden que sociedades tan hete-
rogéneas como las occidentales actuales no pueden responder a una única
cultura, sino que deben ser pluriculturales o multiculturales=". Esjusto al
revés: podemos quizá esperar la aparición de subculturas allí donde la cul-
tura es compartida sin fisuras por una colectividad, donde todos sus miem-
bros comparten unos códigos claros y férreost". Esto es, allí donde opera
una solidaridad mecánica fuerte. En efecto, un enfoque cultural que quiera
explicar la desviación en un contexto de conciencia colectivatotalizadora y
de conciencia individual ligera no tiene más remedio que recurrir a las
subculturas. Sin embargo, las sociedades contemporáneas son flexibles,
como un edificio construido a prueba de terremotos. Aunque los defenso-
res de los delitos culturalmente motivados aprecian esta heterogeneidad
con claridad, yerran en su consecuencia.
Como vimos,en las sociedades contemporáneas no rige una solidaridad
mecánica sino orgánica, según Durkheim. Yen esta situación se dan los
presupuestos de la siguiente ley: «cuanto más generales e indeterminadas
son las reglas de la conducta y las del pensamiento, más debe intervenir la
reflexión individual para aplicarlas a los casos particulares»; «cuanto más
general se hace la conciencia común, más lugar deja a lasvariaciones indi-

322 Existe una diferencia, según la literatura, entre sociedade pluriculturaJes y multicultu-
rales e incluso otras. Aquí utilizaremos ambos términos como intercambiables para referirnos a la
hipótesis de que dos o más culturas convivan en el mismo sitio, al margen de la relación que haya
entre ellas.
323 aturalmente, otra cosa es que utilicen el término cultura para referirse a comunidades
discretas, pero eso implica el problema (irresoluble) de definir las fronteras entre unas y otras y
explicar cómo un mismo individuo puede formar parte de muchas culturas a la vez y ubicarlas en
un continuo de distancias sociales sin que exista un elemento superior englobador del que el su-
jeto mismo forma parte.
324 Por este motivo, Jenks, 2005b: 84-86, afirma que el sistema parsoniano precisa de las
subculturas: al describir un sistema social total que determina la acción social, la desviación, si es
que existe, debe responder a subculturas. A mijuicio, esta observación tiene sentido habida cuen-
ta de la tremenda influencia de Parsons incluso en las ciencias sociales contemporáneas, a menu-
do no ya de modo implícito, sino expresamente rechazado. Ideas como la de la internalización de
los valores y de la ambigüedad de la moralidad proceden igualmente de Parsons, aunque se nie-
gue este origen por quienes le siguen.
146 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

viduales [... ] No hay fijas más que reglas abstractas que puedan ser libre-
mente aplicadas de maneras muy diferentes», «Porhacerse, pues, más racio-
nal, la conciencia colectiva se hace, pues, menos imperativa, y, por esta
razón también, estorba menos el libre desenvolvimiento de las variedades
individuales».Precisamente porque «lasrepresentaciones colectivas [... ] se
van indeterrninando», no hay lugar para las subculturas en sociedades como
la nuestra: «lasconciencias colectivaslocalespueden conservar su individua-
lidad en el seno de la conciencia colectiva general y que, como abarcan
horizontes más pequeños, les es más fácil permanecer concretas-Y'.

325 Durkheim, [1893J: 181,202,339 Y341-342, de donde proceden todas las citas.
CAPÍTULO 4
Procesos biográficos

Los procesos son un fenómeno dinámico con varias fases y referido a la


biografía de las personas y grupos de los que forman parte. Tienen por lo
tanto un carácter individual o grupal y se ubican en un nivel de análisis
distinto al agregado o macro. El término biográfico parece preferible al de
individual porque éste sugiere una vieja distinción por disciplinasque aquí
precisamente queremos superar.
Dentro de los procesos incluimos variables sociodemográficascomo el
sexo y la edad que influyen en las interacciones en que un sujetose ve en-
vuelto, como es el caso de sus actividades cotidianas. El sexo, comoes bien
sabido, es la variable que se asocia de modo más firme con el delito en el
sentido de que los hombres delinquen más y,en particular, cometendelitos
más graves.
La edad guarda una correlación muy fuerte con el delito. Lacurvade la
edad refleja esta asociación, primero positivay luego negativa.Estostérmi-
nos positivo y negativo se refieren en esta obra al sentido de lasasociaciones
o correlaciones, por ejemplo en el caso de que una variable aumente (o
disminuya) y otra aumente a su vez (o disminuya) se habla de unaasocia-
ción, correlación, efecto ... positivo; mientras que el negativosereferiríaal
sentido opuesto, esto es que cuando una variable aumente la otratiendaa
disminuir. La relación entre edad y delito al menos a nivelde grupoejem-
plifica ambas correlaciones positiva (hasta los 20 años máso menos)y nega-
tiva (desde entonces).
Mucho menos claras son las conexiones entre criminalidady caracterís-
ticas físicas y mentales como la conformación física,la personalidad,lainte-
ligencia y otras. Otros procesos o variables de naturaleza biográficaSonel
empleo o las distintas dimensiones de las carreras criminales.

SUMARIO. CAPÍTULO 4. PROCESOS BIOGRÁFICOS


1. SEXO Y DEUTO
1.1. Tendencias diferenciales al delito entre mujeres y hombres
1.2. Factores de riesgo y delincuencia en mujeres y hombres
148 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

2. EDAD
2.1. La curva de la edad
2.2. Continuidad delictiva
3. CARACTERÍSTICAS FÍSICAS Y MENTALES
3.1. Personalidad
3.2. Inteligencia
3.3. Otras
4. INMIGRACIÓN

1. SEXO Y DEUTO

1.1. Tendencias diferenciales al delito entre mujeres y hombres

El sexo es una de las variables de más peso en la vida personal de los


individuos. Influye en las opciones que una persona puede tomar en su vida
y también en su quehacer cotidiano, así como en los sistemas de control
informal a que se ve sometida y en la probabilidad de victimación '. La
variable que se socia de forma más sólida con la criminalidad es precisamen-
te el sexo: frente a las mujeres, los hombres son responsables de un porcen-
taje absolutamente desproporcionado de los delitos que se cometen en una
comunidad. La criminalidad de las mujeres no sólo es mucho menor sino
que, además, se limita a un abanico de infracciones penales relativamente
pequeño y más leve". Una importante investigación longitudinal de panel
que ofrece mucha información sobre la relación entre sexo y criminalidad
y desviación es la de Dunedin, con Moffitt a la cabeza. En este epígrafe va-
mos a recurrir a este trabajo de modo extensivo. Este estudio no sólo abun-
da en estas diferencias en tendencias antisociales, sino que sus investigado-
res principales recuerdan que las mismas proceden no ya de definiciones,
muestras, medidas. etc. sino incluso de disciplinas muy distintas entre sí'.
En este estudio se ofrecen comparaciones de los comportamientos desvia-
dos de chicos y chicas con datos oficiales y no oficiales. Comenzando por
estos últimos, comparaciones de informes de los padres a las edades de 5, 7,
9, 11 Y13 años; profesores a los 5,7,9, 11 Y13 años; autoinformes de los
propios participantes cuando tenían 11, 13, 15, 18 Y21 años; y reportes de
un amigo o familiar que les conociera bien a los 18 y 21, todas estas fuentes
de información, como digo, coinciden en que los chicos se ven envueltos en
más actos desviados que las chicas de modo estadísticamente significativo.

I Factores biográficos e individuales son especialmente relevantes para la predicción de la


victimación. Por ejemplo, con datos de una edición especial de la Encuesta Nacional de Vidimación
de Estados Unidos, Lauritsen establece como factores de riesgo familiares negativos la edad y ser
mujer, 2003: 8, datos descritos en 2-3.
j Belknap, 2001: 81-85; Chesney-Lind, 1986: 82; Chesney-Lind y Shelden. 1998: 7-21; Daly,1994:
165-166; Heidensohn, 1995: 2-10; Moffitt et al., 2001: 1-2,23-52 Y57; Nagel y Hagan, 1983: 84-108.
3 Moffitt et al., 2001: 23, vid. asimismo 38-52.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 149

La única excepción en Dunedin fueron los informes de los padres a los 15


años, en los que existe una diferencia a favor de los varones (valores z me-
dios=0,05 versus -0,05), pero no significativaal nivel 0,01. Moffitty sus aso-
ciados subrayan la consistencia de los hallazgos y calculan un tamaño del
efecto pequeño para el sexo (d=0,25). Al mismo tiempo, observan que la
menor diferencia se produce en la adolescencia media".
Pasando a los datos oficiales,los criminólogos de Dunedin encontraron
diferencias aún mayores en contactos policiales entre los 10y los 16 años
(rango RV=2,14,1; rango d=0,430,78), registrosjudiciales entre los 13y los
21 (rango RV=2,84,8; sin contar las penas de prisión) e información del
Ministerio de Transporte sobre sanciones en el ámbito del tráfico rodado
de vehículos de motor (RV=4,4).La relación más elevada corresponde a
haber sido condenado a prisión alguna vez (RV=11,7)5.
Las mayores diferencias con datos oficiales en razón del sexo se encon-
traron para delitos violentos (RV=4,8;d=0,86) y las menores para delitos
relacionados con el alcohol y las drogas (d=0,57;RVpara condena por estos
delitos=2,8)6. Esta misma diferencia se observaba en los delitos cometidos
en un periodo de 12 meses y tanto para datos de autoinforme entre los 13
y los 21 años como de condenas a los 21: en comparación con las mujeres,
los hombres confesaron entre 2 y 3,7 más delitos violentos y fueron conde-
nados 32 vecesmás por esta modalidad especialmente grave;y confesaron
entre 1,6 y 6,6 más hurtos y experimentaron 4,2 veces más condenas por
este delito contra el patrimonio; pero en delitos relacionados con el alcohol
y las drogas sólo confesaron entre 1,5 Y2,6 más delitos -con la excepción de
los delitos de esta naturaleza confesados a la edad de 15 años (razón=1/1)-
y apenas fueron condenados 2,4 veces más". En este estudio de Dunedin
son delitos relacionados con el alcohol y las drogas la venta de cannabis, el
consumo de drogas duras, la venta de drogas duras y estar borracho y pro-
vocar desórdenes públicos". Otro ámbito en el que Moffitt y sus asociados
encontraron escasasdiferencias en razón del sexo fue en el abuso contra la
pareja, en particular en las formas menos serias de este comportamiento9.
Puede abundarse en la relación entre sexo y desviación. Por ejemplo, en
España hubo en 2017 283.936 detenciones e investigados 10 en el caso de

4 Moffitt et al., 2001: 27-28 y 37, así como 24-26 con detalles metodológicos.
5 Moffitt et al., 2001: 30-32 y 37.
ti Moffitt et al., 2001: 31-32.
7 Moffitt et al., 2001: 3~37.
8 Moffitt el al., 2001: 34.
9 Magdol el al., 1997: 69 y 75, 70 sobre la información a que se recurrió; Moffitt y Caspi,
1999: 4-5 y 9, así como 1-2 sobre los datos; Moffitt et al., 2001: 57-61 y 69 sobre los hallazgos sus-
tantivos, 54-57 sobre aspectos metodológicos y 61-69 sobre ciertos retos que podrían afectar a sus
hallazgos.
10 Puede generar confusión la mezcla de estos dos elementos, arrestados por un lado e in-
vestigados o imputados -que se refieren a lo mismo, si bien con un cam bio rerminológico operado
por la reforma de 2015 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal- por otro.
150 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

hombres por infracción penal según los datos del Ministerio del Interior; por
solamente 60.831 en el de mujeres. La tasa para hombres es aproximada-
mente de 12,5 por 1000; y 2,57 por 1000 para mujeres (media para ambos
sexos=7,4) (ver Tabla 4.1 y Gráfico 4.1). Si nos detenemos en delitos tan
graves como homicidios y asesinatos para el mismo año 2017, hubo 915 de-
tenidos e investigados de sexo masculino (3,99 por 100.000) y 102 del feme-
nino (0,43 por 100.000; media para ambos sexos=2,18). La Tabla 4.1 muestra
y extiende esta información, que se muestra igualmente en el Gráfico 4.1. La
población reclusa española en la primera semana de enero de 2019 ascendía
a 50.611 internos, de los que solamente 3.854, el 7,53 por ciento, eran muje-
res. Aunque las diferencias dependen en buena medida del tipo de delito,
siguen siendo sobresalientes. Pese a que se ha advertido que la magnitud de
las diferencias puede depender de dimensiones espaciales y temporales y de
otros ámbitos, las mismas se mantienen con mínimas excepciones". Bartola-
mé y sus asociados aplicaron cuestionarios de autoinforme a una muestra de
conveniencia en tres instituciones de Educación Secundaria de una provin-
cia española y afirman que «el porcentaje de chicas y chicos que ha cometido
las conductas estudiadas es similar en ambos casos», que hay «grandes seme-
janzas», así como que «Los chicos y las chicas presentan más semejanzas que
diferencias en sus patrones de conducta antisocial» 12. Ahora bien, estos in-
vestigadores comparan si chicas y chicos han cometido alguna vez una serie
de comportamientos que pueden ser tan relativamente leves como haber
consumido alcohol o drogas, haber faltado al colegio o haberse ido/colado
de algún sitio sin pagar. En todo esto ciertamente no encuentran diferencias
significativas entre unos y otras 13. Sin embargo, cuando nos fijamos en com-
portamientos de una cierta gravedad como comprar algo robado, haber sido
expulsado del centro educativo, vandalismo, portar armas, amenazar con
agredir físicamente o verse envuelto en peleas, la prevalencia de los chicos
es claramente superior al de sus compañeras.
El metaanálisis de Lipsey y Derzon encontró que el género era un predic-
tor fuerte de la violencia o delincuencia seria entre las edades de 15-25 años
ya se hubiera estimado a la edad de 6-11 (wr=0,26) u 12-14 (wr=0,19) 14. Otro
importante metanaálisis de Archer informa de que las diferencias en las ten-
dencias de hombres y mujeres en distintas formas de agresión son claras y
que, naturalmente, los hombres estaban más dispuestos a recurrir a la misma.
Por ejemplo, el efecto para la agresión total era de tamaño moderado a través
de autoinformes, observación directa e informes de pares y profesores (rango
d=0,42 0,63), lo mismo que para sus componentes físico (rango d=0,39 0,84)

11 Vid. Moffiu et al., 2001: 1-2, 7 Y53-70.


12 Bartolomé et al., 2009: 3, 6 Y10, Y3-4 para la metodología y 4-6 con más detalle sobre los
hallazgos.
13 Informan en su Tabla 1 de tests mediante Chi cuadrado, cuya hipótesis nula hace referen-
cia a relaciones.
14 Hawkins et al., 2000: 7.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 151

Tabla 4.1.
Tasa por 1000, frecuencia y razón de arrestos e imputaciones en España
por sexo (2012-2017)

Año 2012 2013 2014 2015 2016 2017


Tasa Hombres 15,24 15,11 14,274 12,654 12,179 12,437
Mujeres 2,788 3,008 2,978 2,560 2,508 2,566
Razón 5,466 5,467 5,023 4,793 4,944 4,855
Frecuencia Hombres 351.377 346.531 326.025 288.527 277.743 283.936
Mujeres 66.098 71.169 70.324 60.432 59.312 60.831
Razón 5,316 5,3]6 4,869 4,636 4,774 4,683
Elaboración propia a partir de datos del Ministerio del Interior y del Instituto Nacional
de Estadística para 1 de julio.

Gráfico 4.1.
Arrestos e imputaciones por sexo por 1000 residentes en España
(2012-2017)

18
16
.......................
14 .... .....
12
... .... ... ..... ..........
10
8
6
4
- -- - •..•. -------------- ... _
2
O
2012 2013 2014 2015 2016 2017

•••••• Hombres - Mujeres -Razón

Elaboración propia a partir de datos del Ministerio del Interior y del Instituto Nacional
de Estadística para 1 de julio.

y verbal (rango d=0,14 0,51), a lo largo de las mismas fuentes de información


-si bien la significación estadística de estos tamaños del efecto a menudo de-
pendía de algunas observaciones particulares influyentes o outliers. Como se
aprecia, la diferencia es mayor en violencia fisica que en verbal, aunque sin
152 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

que el signo de la asociación llegue a revertirse 15. Igual de importante es que


estas diferencias, sin llegar nunca a revertirse para la agresión verbal, se ob-
servaban a lo largo y ancho de países culturalmente muy distintos de los cinco
continentes ". Más recientemente, el mismo Archer ha calculado que las dife-
rencias en agresión física entre hombres y mujeres alcanzan tamaños del efec-
to entre moderados y fuertes (rango d=0,33 0,91) 17. Con datos de AddHealth,
Daigle y otros escriben que ellos cometieron una media de 1,64 actos delicti-
vos por 0,99 de ellas, diferencia que era válida tanto para delitos violentos
(0,63 y 0,36 de media respectivamente) como no violentos (1,01 y 0,66 de
media respectivamente) 18. En el Proyecto de Seattle, ser hombre elevaba de
modo significativo el riesgo de comportamiento violento a la edad de 18 años
(RV=2,31) 19. Utilizando datos procedentes de la primera Encuesta Internacio-
nal de Delincuencia Autoinformada (ISRD) de varios países, Junger-Tas indica
que los chicos cometen entre 1,5 y 2 veces más delitos contra el patrimonio y
entre 2 a 4 más delitos violentos que las chicas 20. Algún delito como el hurto
en tiendas muestra diferencias pequeñas o incluso inexistentes en razón del
sexo'", Con una amplia muestra de niños y niñas de entre 6 y 17 años proce-
dentes de 12 culturas distintas, Crijnen y sus colegas reaseguran que existen
diferencias pequeñas pero consistentes entre hombres y mujeres en proble-
mas de externalización, que incluyen los síndromes delictivo y agresiv022• El
Estudio de Cali, en un contexto muy distinto del de la mayoría de las investiga-
ciones occidentales, tanto cultural como criminógenamente, confirma que el
sexo es un factor fuertemente relacionado con la criminalidad (RV=2,3) yel
consumo de drogas (RV=2,3) en el sentido de que ser hombre aumenta de
modo estadísticamente significativo la probabilidad de ambos comportamien-
tos. Nivette y sus compañeros comprobaron en un estudio en 63 países de
ingresos medios y bajos que, entre los 12 y los 15 años, los chicos era mucho
más probable que reconocieran haberse visto envueltos en peleas en los últi-
mos doce meses que las chicas (RV=2,68), si bien al mismo tiempo existían
dramáticas diferencias entre los países incluidos en la muestra, con razones
de las ventajas oscilando prácticamente entre 1 y 923• Los datos autoinforma-
dos suecos de Nilsson -adolescentes de entre 14 y 16 años- revelan que el

15 Archer, 2004: 302-306 y 308.


16 Archer, 2004: 309.
17 Archer, 2009: 254.

18 Daigle et al., 2007: 269 y 263-268 con los datos.


19 HerrenkohJ et al., 2000: 180-181 y 183.
20 Junger-Tas, 1994: 376 y 38l.

21 Junger-Tas, 1994: 376. Naturalmente y por lo que se refiere estrictamente a la frecuencia,


los datos oficiales infraestiman los delitos que realmente se producen. Por poner un ejemplo lirni-
tado a uno de los sexos, Ahonen y sus asociados señalan que para calcular los delitos que cometen
las chicas -más exactamente, para equiparados a los que arrojan los autoinformes- hay que mul-
tiplicar las acusaciones formales casi por tres, Ahonen et al., 2017: 768-769.
22 Crijnen et al., 1997: 1270 sobre los datos y 1272-1274 Y1276 sobre los hallazgos sustantivos.
23 Nivette et al., 2018: 4-6, 3-4 sobre los datos.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 153

60,2 por ciento de los chicos sehabía vistoenvueltoen alguna actividaddelio-


tiva durante al año anterior en comparación con el 46,4 por ciento de sus
compañeras, una diferencia significativadesde un punto de vista estadístico
(d=0,47).A nivel de delincuencia individual,ellosincurrían más en hurto en
tiendas, vandalismoy hurto, así como en delitos de agresión, en los que las
diferenciaseran las mayores de esta investigación24.
Mención especial por su ámbito requiere el estudio de Steketee y sus
compañeras con datos de autoinforme de la segunda Encuesta Internacional
de Delincuencia Autoinformada (ISRD-2),que incluye 25 países europeos y 5
del Norte y Sur de América. Estas investigadorasmuestran que las diferen-
cias en razón de género, esto es que los hombres delinquen más y cometen
delitos más graves, parecen tener un carácter global. La Tabla 4.2, tomada
de la publicación de estas autoras, expresa en razones de las ventajas esta
realidad, con valores superiores a 1 indicativosde mayor actividad criminal
en chicos que en chicas. Con apenas una excepción que no alcanza la signi-
ficación estadística (RVpara delitos patrimoniales levesen Europa Occiden-
tal=Ll z, no significativo), en todas las modalidades y en todas las regiones
los chicos reconocen más delitos que sus compañeras, con las menores di-
ferencias por tipología en la más leve -delitos patrimoniales leves- y las
mayores a nivel geográfico en América Latina -al menos en los pocos países
representados en esta investigación2.0.

Tabla 4.2.
Razones de las ventajas para delincuencia de chicos y chicas para el último
año, según Steketee et al.

Tipo de delito
Patrirnoniales Patrimoniales Violentos Violentos
leves graves leves graves
Región Países anglosajones 1,51 2,63 2,77 1,82
Europa del Norte 1,48 2,72 2,71 1,83
Europa Occidental ns 4,09 3,09 2,64
Europa del Sur' 1,31t 4,34 2,51 2,99
Países exsocialistas 1,64 3,91 2,71 2,06
América Latina 1,59 4,44 4,29 3,65
Todas las razones de lasventajas significativasal nivel alfa=0,0001excepto donde indi-
cado (ns=no significativo)y para t donde alfa=O,Ol.
Fuente: Tomado de Tabla 2 en Steketee et al., 2013:97.

24 Nilsson, 2017: 1083 y 1087.


25 Steketee et al., 2013: 95-97 y 100, así como 92-95 sobre la parte empírica.
154 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Los estudios de prevalencia del paradigma de las carreras criminales abun-


dan en la misma diferenciaen razón de sexo. La prevalencia hace referencia
al porcentaje de individuosque han delinquido alguna vez a lo largo de su
vida. En el (segundo) Estudio Longitudinal de Filadelfiase encontró que
el 33 por ciento de los hombres y el 14 por ciento de las mujeres habían
sido detenidos alguna vez antes de que hubieran cumplido 18 años por
delitos que excluían los de tráfico de vehículos de motor26• Datos oficiales
de Inglaterra y Galesapuntan a que sobre el15 por ciento de los hombres
y el 3 por ciento de las mujeres nacidas entre 1953y 1963habían sido con-
denados antes de los 17años de edad por un delito relativamenteserio que
excluía las infracciones de tráfico de vehículos de motor o la embriaguez27•
El Estudio de Chicas de Pittsburgii reporta que el 32,1 por ciento de sus muje-
res reconoció en datos autoinforrnados algún delito entre los 12 y los 17
años, un 27,5 por ciento actos violentos; y un 13,1 por ciento h.urtos/";
mientras que el 11 por ciento recibió la formulación de alguna acusación
judicial formal; el 9,1 por ciento por algún acto violentos;y el 3,8 por cien-
to por hurtos, de nuevo en algún momento entre los 12 y los 17 años de
edad 29.
El estudio de Dunedin también ha estudiado problemas socialesy psi-
quiátricos asociadosa la desviaciónen hombres y mujeres. El hallazgogene-
ral de comorbidad, esto es que casi todos (90 por ciento) los individuos
antisociales también experimentaban hiperactividad, dependencia del can-
nabis o síntomas de esquizofrenia, era común a ambos sexos. La principal
diferencia residía en que las féminas tenían una mayor probabilidad de
sufrir depresión severa30.
Existeevidenciamixta sobre silas tendencias antisociales,expresadas en
términos de agresividad,aparecen cuando los infantes son bebés o si a estas
edades los niveles de agresión son iguales en niñas y niños pequeños. Kee-
nan y Shaw,por ejemplo, revisan la literatura y afirman que la misma no
rechaza la hipótesisde nivelessimilaresde conductas problemáticas, esto es
que unas y otros se comportan igual en términos de grupo. A partir de los
4 o 5 años comenzarían a aparecer las diferencias entre chicos y chicas. Este
patrón de semejanza en sus comportamientos aparece en esta revisión en
temperamento, inhibición del comportamiento, problemas externos e in-
ternos y, en particular, en agresión -donde, de las 6 investigaciones obser-
vacionalestransversalesy longitudinales, dos encuentran diferencias en ra-

26 Tracy et al., 1990: 275-276.


27 Murray y Farrington, 2010: 634.
28 Ahonen et al., 2017: 766.
29 Ahonen et al., 2017: 768. Algunos autores consideran que la delincuencia tiene un carác-
ter normativo durante la adolescencia, esto es que prácticamente todos losjóvenes han delinq uido
alguna vez. Por ejemplo, Ahonen y sus socios cifran en un 82 por ciento los hombres jóvenes que
reconocen algún delito en estudios de autoinforme, 762. Si se toma el concepto de delito en sen-
tido estricto, esta afirmación es probablemente una exageración.
3(} Moffiu et al., 2001: 7, 138-143 Y 149.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 155

zón de género (en una los grupos dominados por niñas eran más agresivos;
en otro los niños eran más agresivos),pero no los otros cuatro, todo ello a
edades muy tempranas, antes de los dos o tres afios". Las diferencias a
partir de los 4 o 5 años sería resultado, según estos autores, de la socializa-
ción, que tendría el efecto de transformar las tendencias antisociales de las
chicas -pero no de los chicos- en problemas internos, esto dirigidas hacia
ellas en vez de hacia orros". Otros investigadores,sin embargo, han encon-
trado que las diferencias entre niños y niñas aparecen muy pronto en sus
biografías y quedan establecidas antes de los dos años -aunque luego pue-
dan ampliarse con el paso a otras etapas vitales.Así,Baillargeon y sus asocia-
dos sostienen, a partir de datos longitudinales de Quebec, que las diferen-
cias entre sexos están presentes ya al menos a los 17 meses de vida33.
Como se ha anunciado, existen pruebas de que la brecha de género
varía de unas etapas vitales a otras, generalmente en el sentido de que e
van ampliando. En esta línea, Coté reporta un metaanálisis con diferencias
en desviación por razón de género que aumentaban de un tamaño del efec-
to d=26 entre los 6 y los 11 años; a un tamaño d=ü,35 entre los 11 y los 13; y
concluye su revisión con que «aunque la brecha entre varones y féminas
está presente durante los años preescolares, se amplía considerablemente
entre la infancia y la preadolescencia»34. También Hay anuncia el mismo
fenómeno, y lo achaca a que las chicas maduran antes que sus compañeros,
con la consecuencia de que la brecha aumenta durante la adolescencia'".
La desviación puede tratarse igualmente como variable independiente,
esto es como potencial causa de comportamiento y situaciones futuras. Es
en este ámbito donde los investigadores de Dunedin encuentran quizá las
más acentuadas diferencias en razón del sexo y afirman que «lassecuelas
de los problemas de conducta se prueban distintos según el sexov ". En
concreto, los problemas conductuales predecían, en el caso de las mujeres,
dificultades en la vida en el hogar, en la salud y depresión; y en el de los
hombres complicaciones en el ámbito laboral y frente al Sistema de Admi-
nistración de Justicia, así como abuso de sustancias. Sí eran cumunes a
ambos sexos la tendencia a relacionarse y unirse sentimentalmente con
otros individuos desviados, tener descendencia en la adolescencia y verse
envueltos en violencia doméstica. En el caso de las chicas, su tendencia
delictiva se veía especialmente agravada cuando se emparejaban con un
hombre desviado".

31 Keenan y Shaw, 1997: 96-100.


3. Keenan y Shaw, 1997: 100-104 y no.
33 . Baillargeon et al., 2007: 16-17 para sus datos y 17-19 para sus hallazgos. De este modo no
es extraño que se hayan visto factores biológicos en las causas de la brecha de género --esto es, que
los hombres delinquen más que las mujeres-, así Eme, 2007: 607-623.
34 Coté, 2007: 185 y 190, de donde procede la cita.
!\5 Hay, 2007: 1534.
36 Moffitt et al., 2001: 7.
37 Moffitt et al., 2001: 7-8,168-169 Y 182.
156 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

1.2. Factores de riesgo y delincuencia en mujeres y hombres

Una cuestión importante es si existen diferencias en los factores de ries-


go y quizá también en las causas que están detrás de la delincuencia de
hombres y mujeres. Incluso desde un punto de vista descriptivo, Simpson
asegura que «existen tendencias y patrones únicos en la violencia criminal
femenina» que deben ser investigados". Ahora, sin embargo, nos interesa
la parte más predictiva.
El estudio de Dunedin midió más de 35 factores de dominios muy hete-
rogéneos y sus responsables afirman que «los hallazgos mostraban semejan-
zas llamativas entre hombres y mujeres respecto a los factores de riesgo del
comportamiento antisocial» 39. La correlación múltiple de todos estos fac-
tores era de r=0,72 para los chicos y de r=0,69 para las chicas, pero estos dos
estadísticos no eran distintos entre sí desde un punto de vista estadístico ".
Los únicos factores que parecían ser diferentes en unos y otras eran los dé-
ficits neurocognitivos, temperamentos fuera de control, bajo control de los
impulsos e hiperactividad, en la que ellos puntuaban más alto que sus corn-
pafieras ". La misma investigación longitudinal encontró que el patrón de
delincuentes persistentes a lo largo de la vida era muy infrecuente en el caso
de las chicas en comparación con los chicos:", si bien los factores de riesgo

38 Simpson, 1991: 116.


39 Moffitt et al., 2001: 6. En otro estudio sobre violencia en la pareja, sin embargo, si encon-
traron diferencias significativas, Magdol et al., 1997: 73-74.
40 Moffitt et al., 2001: 106.
41 Moffitt et al., 2001: 101-108 y 121.
'12 Moffitt hipotetiza la existencia de dos grupos de delincuentes, los persistentes a lo largo
de la vida y los que limitan sus infracciones a la adolescencia, 1993: 674-687. Moffitt y sus colegas
consideran que los hallazgos de Dunedin favorecen esta tesis taxonómica, Moffitt et al., 2001: 8 y
207-224, sobre todo 221, y 226.
La dicotomía de Moffitt también sería válida, según estos investigadores, en el caso de las
chicas, Caspi et al., 1993: 28. Por ejemplo, algunos de estos investigadores descubrieron en el Es-
tudio de Dunedin que la razón chico-a-chica era de 10/1 para los que comenzaban su carrera
criminal en la infancia pero sólo de 1,5/1 para los que lo hacían en la adolescencia. Las chicas que
se comenzaban en la infancia mostraban un alto riesgo de criminalidad, pero no así sus compañe-
ras más tardías. Por lo tanto, estos autores sugieren que no existen diferencias significativas entre
chicos y chicas en materia de factores de riesgo ya que la diferenciación clave es entre quienes
comienzan a delinquir pronto y alargan sus carreras criminales, en los que, independientemente
de su sexo, se concentran los factores criminógenos; y quienes sólo delinquen durante la adoles-
cencia, quienes están libres de estos elementos. Naturalmente y por lo señalado en el texto, los
hombres delinquen más, sobre todo en el camino crónico, Moffitt y Caspi, 2001: 358-359 sobre la
parte empírica y 359-367 sobre la sustantiva. En otro estudio en una línea semejante con datos del
mismo estudio longitudinal y modelos sofisticados capaces de identificar trayectorias latentes,
identificaron cuatro grupos -entre ellos los dos hipotetizados por Moffitt- y que a lo largo de la
distribución predominaban las semejanzas en razón del sexo: quienes se iniciaban en la infancia
arrastraban factores criminógenos, pero no así los que esperaban a la adolescencia, yeso fueran
chicos o chicas, Odgers et al., 2008: 673-712 676-682 sobre la parte de los datos y 704-706, sobre
todo, para los resultados.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 157

que predecían que se entrase en dicha trayectoria eran los mismos para
unos y otras. Precisamente las chicas rara vez se convertían en delincuentes
persistentes por la rareza de que estosfactores de riesgo se dieran en ellas".
Centrándose en la personalidad, Kueger y sus asociados confirmaron con
datos del estudio de Dunedin que los tres grandes factores que subyacían a
las varias escalas del Cuestionario de Personalidad Multidimensional (MQP) se
relacionaban con cuatro medidas delictivas de modo prácticamente igual
para chicos y chicas. Por ejemplo, las correlaciones de Spearman para chi-
cos y chicas para constreñimiento, emocionalidad negativay emocionalidad
positiva por un lado y delincuencia autoconfesada por otro eran -0,44 y
-0,44,0,34 Y0,48 Y0,1 Y0,5 respectivamente; y los (pseudo) estadísticos de
bondad de ajuste eran de 0,5 para ellos y 0,58 para ellas -sugiriendo una
capacidad predictiva de la criminalidad autoconfesada comparable t",
Otras investigacioneshan corroborado estos hallazgos.Así,en el estudio
longitudinal de cohorte británico se encontró que los mismos factores de
riesgo pronosticaban la criminalidad de los chicos y de las chicas:". Un
trabajo conjunto a partir de varios estudios longitudinales de 6 lugares en
Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelanda halló algunas diferencias relevan-
tes sobre carreras criminales, pero en un contexto de semejanzas notables
en las muestras de chicos y de chícas".
Otros trabajos, por el contrario, apuntan a factores de riesgo diferencia-
les por razón del sexo. Nilsson, por ejemplo, con datos de autoinforme de
889jóvenes adolescentes de Halmstad, Suecia, muestra notables diferencias
entre chicos y chicas en el efecto de variablesfamiliares. En el caso de ellos,
los factores de riesgo familiares que explicaban su delincuencia autoinfor-
mada eran la estructura familiar, el conflicto con los padres y la confianza
con los padres; mientras que para ellas no sólo estas variables no eran signi-
ficativasdesde un punto de vista estadístico, sino que su principal predictor
era la vinculación a los padres, que se revelaba irrelevante para sus compa-
ñeros. En realidad, el estudio de Nilsson también arroja ulteriores notables
semejanzas entre chicos y chica:s ya que no sólo compartían predictores
clave como tiempo pasado con los pares, sino que no todas las diferencias
eran significativasdesde un punto de vista estadístico, con lo que la falta de
coincidencia podía ser debida al azar y no ser genuina47•
Ahora bien, aunque los factores de riesgo eran muy semejantes en Du-
nedin para chicos y chicas y ambos sexos eran vulnerables a los mismos
factores de riesgo -este es el patrón que predomina en la literatura, pese a
las excepciones notadas-, Moffitt y sus compañeros encuentran que los pri-
meros muestran puntuaciones más altas en muchos factores de riesgo. En

43 Moffitt et al., 2001: 4-5, 214-215 Y226.


4' Krueger et al., 1994: 33:>-334.
45 Murray et al., 2010: 1205.
46 Broidy et al., 2003: 236, 224 sobre los datos.
47 Nilsson, 2017: 1087-1088, y 108:>-1086 para los aspectos empíricos del trabajo.
158 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

particular, los varones tienen los mismosnivelesde riesgo que las chicas en
factores relacionados con las madres y las familias,pero significativamente
más altos en muchos factores cognitivosy neurológicos y relativosal com-
portamiento infantil ya los parest". Tomados en conjunto, todos estos 35
factores derivadosde 5 dominios diferentes explicanun 65 por ciento en las
diferencias desviadasentre chicosy chicas".
Algo semejante se lee en el estudio de Daigley sus asociadoscon datos
de Add Health: en comparacionesbivariadasse apreciaban notables diferen-
cias en razón de sexo,si bien para factores que son comunes. Estosautores
clasificanlos factoresde riesgo según teorías que las destacan. Sin ánimo de
exhaustividad, los chicos sufren más victimacionesque las chicas, quienes
por el contrario están más afectadas por la depresión, sin embargo, no ob-
servan diferencias en el grado de autonomía y supervisión-teorías feminis-
tas-; los chicos sufren más fuentes tradicionales de frustración -esto es con
una orientación económica- y menos conflicto parental, pero menos even-
tos vitales negativos-teorías de la frustración-; existen algunas diferencias
en vinculación y, sobre todo, un mayorautocontrol en las chicas-teorías del
control social-; y,por último y rompiendo la línea de diferencias, no existen
en la delincuencia de los pares ni en la influencia de los pares -teorías del
aprendizaje'".
También las causas del delito, y no sólo los factores de riesgo, podrían
coincidir en hombres y mujeres, esto es ser invariantes en razón del sexo,
según Moffitty sus asociados.Estos autores apuntan, en primer lugar, varias
consideraciones críticas de los estudios que han sugerido lo contrario. En
primer lugar, estas investigacionesse habrían quedado cortas en las pruebas
estadísticasempleadas. Una forma habitual en Criminología de contrastar la
hipótesis de efectos diferenciales de un factor de riesgo consiste en ver si el
mismo predice la criminalidad, la desviación o lo que sea en ambos grupos
o solo en uno. Cuando la significación estadística se da para unos pero no
para otros, s concluyeque debe existir una diferencia. Sin embargo, esto es
un error ya en el modelo lineal puesto que puede haber un problema de
potencia estadistica", habitual cuando las muestras son pequeñas; pero, so-
bre todo, saber si dos coeficientes son distintos exige una contrastación esta-
dística específica. Dicho con otras palabras, solamente comparando directa-
mente sin pruebas formales dos coeficientes no es posible saber si son
distintos entre sí desde un punto de vista estadístico 52. En segundo lugar,
Moffitt y sus compañeros advierten de la insuficiencia de muestras de un
único sexo para contrastar hipótesis sobre los potencialmente distintos pro-
cesoscausales subyacentes en el caso de los chicos y de las chicas. En efecto,

48 Moffitt et al., 2001: lltJ..1l5 sobre todo.


49 Moffitt et al., 2001: 115-117.
50 Daigle et al., 2007: 279-280.
51 Britt y Weisburd, 2010: 313-332.
52 Moffitt et al., 2001: 4.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 159

estas hipótesis requieren muestras con hombres y mujeres y en números


elevados.El argumento, sin embargo, del equipo de esta autora es más bien
que al uso de muestrasde un único sexo subyacela idea de que deben existir
procesos etiológicosdistíntos'".Finalmente, estos autores mencionan un ses-
go de publicación. El sesgo de publicación se produce cuando la probabili-
dad de que un trabajo sea publicado en revistasy editoriales científicasno se
distribuye de modo aleatorio, quizá controlando por la calidad, sino que por
ejemplo los que arrojan ciertos hallazgos-los que son significativosdesde un
punto de vistaestadístico,los que son novedosos o llamativos,los socialmen-
te deseables, etc.- es más probable que salgan a la luz que otros -natural-
mente uno de los principales objetivosde los estudiosos.De nuevo, el argu-
mento de Moffitt y sus asociados es matizado: lo que sostienen no es tanto
que los hallazgos de procesos unitarios vayan a dejar de publicarse, como
que no se harán constar en títulos y resúmenes y pasarán más fácilmente
desapercibidos en revisionesde conjunto posteriores". A mijuicio, sin em-
bargo, existirán ambos procesos selectivos:precisamente los trabajos que se-
ñalan Moffitt y otros serán publicados si encuentran algo sustantivo más,
mientras que los que hallen diferencias en razón de género, controlando
quizá por su calidad, sí aparecerán en las publicaciones puesto que sejustifi-
can por ellos mismos.A continuación -esto es, respecto al conjunto de las
publicaciones, con una probabilidad distinta de que una investigación figure
en prensa-, se producirá lo que apuntan los investigadores de Dunedin:
unos harán hincapié en las diferencias entre hombres y mujeres y serán iden-
tificadospor estudios de resumen o reducción de la información tipo metaa-
nálisis o revisiones narrativas y los otros no. Todo ello, además, sin contar
con la reacción que puede provocar en los investigadoresávidospor publicar
el hecho de que exista, en palabras de Moffitt y sus compañeros, «un afilado
interés en diferencias en predictores y consecuencias en razón de sexo- ".
Estosargumentos, además, no son exhaustivos.Verbigracia,Haysostiene que
muchas diferencias que se aprecian entre chicas y chicos son debidas a un
pequeño grupo de varones que emplean la agresión con alta frecuencia.".
Naturalmente, las distintas teorías del control social-las chicas están
sometidas a más controles o los costes de sus conductas son más elevados-,
el aprendizaje -más contacto y más intenso con pares delincuentes- y la
frustración -diferencias en la exposición a fuentes de frustración o en el
manejo de emociones negativas- han ofrecido explicaciones sobre la brecha
de género, esto es el hecho de que las chicas delinquen menos que los chi-
cos. Una contrastación de varias de estas teorías es ofrecida por ]anssen y

53 Moffitt et al., 2001: 4-5.


51 Moffitt et al., 2001: 5.
55 Moffitt et al., 2001: 4. Ese es precisamente el título de su libro -Sex differences... - sobre la
materia. Lo que se describe en el texto siguiendo a Moffitt y otros debe ser generalizable a toda la
disciplina, no algo únicamente propio de esta área.
56 Hay, 2007: 1534.
160 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

otros con el Estudio de Pares, Actividades y Barrios (SPAN), una investigación


longitudinal holandesa que incluyevariables (independientes) del control
social y del aprendizaje. Tras una serie de análisis sofisticados,esos investi-
gadores concluyen que «Correlaciones entre crianza y autocontrol, actitu-
des delictivas,delincuencia de los pares y tiempo pasado en contextos cri-
minógenos eran significativosy en la dirección esperada para chicosy chicas
[... ] Estos resultados indican que existen más similitudes que diferencias
entre chicos y chicas-F. Estos enfoques teóricos, por lo tanto, mantienen
que las mismas explicaciones son aplicables a ambos sexos, algo que a día
de hoy parece plausible58. Por poner un par de ejemplos adicionales, Rebe-
llon ysus socios,quienes trabajan en la tradición de la frustración, sostienen
que la diferente tendencia al crimen es debida a diferencias en la anticipa-
ción de sentimientos de vergüenza por géner059; mientras que Chapple y
sus asociadas encuentran que ni lasmedidas de vínculos socialesni sus rela-
ciones en delitos contra el patrimonio se diferencian entre chicasy chicos'".

2. EDAD

2.1. La curva de la edad

Después del sexo la edad es el correlato -en sentido estricto- más sólido
del delito. Se sabe desde los inicios de lo que hoy consideramos Criminolo-
gía científica que los adolescentes son responsables de un número despro-
porcionado de delitos y que según se van haciendo mayores van cometien-
do, como grupo, más y más; así como que, a partir de un determinado
momento, los conjuntos de edades cometen cada vez menos actos crimina-
les, al menos como grup061.Esto es, que existe, a este nivel agregado como

57 Janssen et al., 2017: 512, y 508-509 sobre los datos empleados.

ss Serrano Maíllo, 2009a: 512. En su trabajo a partir de datos de Add Health, Daigle y sus
colegas, 2007: 272-277, informan de efectos diferenciales de algunas importantes variables -110 de
otras- procedentes de distintas teorías en chicos y chicas, pero al utilizar análisis de regresión no
lineal, no es posible contrastar la hipótesis de que los efectos son distintos. Steketee y sus compa-
ñeras utilizan interacciones para contrastar la hipótesis de la vulnerabilidad, pero al margen de la
interpretación que se conceda a sus hallazgos, la introducción simultánea de varias interacciones
en un mismo modelo es problemática, vid. Steketee et al., 2013: 97-100. Finalmente, Booth Yotros
afirman a partir de datos de una escuela que existen diferencias entre chicos y chicas, pero la
mayoría de los valores z que permiten contrastar la hipótesis nula de coeficientes iguales son infe-
riores a 11,961,Booth el al., 2008: 432-438 sobre los aspectos de hecho, 446 para sus conclusiones
y 444-445 sobre los contrastes.
59 Rebellon et al., 2016: 81-83, con pruebas empíricas a favor de su tesis.
60 Chappel et al., 2007: 372-374.
61 Quetelet, [1833]: 64-65. Aquí hablamos de la edad cronolágica,esto es la determinada por
los años que se cumplen, sobre cuya relación con la criminalidad hay abundantes pruebas, como
se indica en el texto. Caspi y otros aseguran, por el contrario, que más importante es la edad mológi-
ea, esto es el paso efectivo a etapas vitales como la adolescencia al margen de la edad cronológica
PROCESOS BIOGRÁFICOS 161

mínimo, una correlación primero positivay después negativaentre estas dos


variables.Haymucha evidencia recogida en épocas, lugaresy contextos muy
heterogéneos que.confirman esta correlación, o, lo que es prácticamente lo
mismo, la curva de la edad'". Por ejemplo, utilizando datos de autoinforme
de una encuesta internacional, J unger-Tasconfirma esta conexión 63.
Las pruebas, por lo que se refiere a España, tanto en la actualidad'"
como en épocas precedentes'", también parecen claras. En un estudio con
datos oficiales, yo mismo he encontrado pruebas claras de la curva de la
edad tanto para hombres como para mujeres para 2005, 2006 y 2011 en
España; y tanto con datos sobre arrestos y como con datos sobre arrestos e
imputacioriesv".Los Gráficos 4.2 y 4.3, elaborados con datos sobre arresta-
dos e investigados del Ministerio del Interior y del Instituto Nacional de
Estadística,reflejan la curva de la edad en conjunto y para hombres y muje-
res para 2017-resaltando lassemejanzasentre ambos grupos. Paso a descri-
bir los hallazgos.Losjóvenes de ambos sexos de 14 años son protagonistas
de un volumen reseñable de detenciones'". A partir de esa edad los grupos
de jóvenes experimentan cada vez más detenciones en términos relativos, y
de hecho se produce un aumento constante y vertiginosohasta alcanzar una
determinada edad, en nuestros casos los 18-19años. A partir de este mo-
mento, los grupos de edad sufren cada vez menos y menos detenciones de
modo continuado hasta llegar un momento en el que las mismas son abso-
lutamente excepcionales. Se trata, no importa repetirlo, de un patrón muy
bien conocido desde hace más de un siglo y reconocido en numerosas in-
vestigaciones descriptivas comparadas. Si se distribuyen gráficamente los
delitos según la edad de sus autores (con datos relativos), nos encontraría-
mos con la llamada curva de la edad: una curva con forma de punta de
flecha, de letra jota invertida o de tipi o tienda de los indios norteamerica-
nos, como prefiere informalmente Robert Sampson".

que uno tenga. Naturalmente, aquí se introduce un elemento de imprecisión; si bien debe existir
una correlación entre ambas concepciones de la edad. En una investigación con 297 de las 501
chicas participantes en el Estudio de Dunedin establecieron mediante modelos de vías y otros en-
foques que la edad de la primera menstruación -lo cual se relaciona con la edad biológica y no con
la cronológica- predecía de modo directo la violación de normas a la edad de 13 años y de modo
indirecto la delincuencia autorrevelada a los 15 años en colegios mixtos, aunque no en colegios de
chicas; así como que la edad de la primera menstruación se conectaba negativamente con conocer
a pares delincuentes en chicas sin problemas de externalización, aunque no con las que sí los ha-
bían tenido, Caspi et al., 1993: 22-27 sobre los resultados y 21-22 sobre la metodología empleada.
62 Britt, 2019: 14-15.
6. Junger-Tas, 1994: 376 y 381.
61 Serrano Maíllo, 1995: 795 y 801.
65 Serrano Gómez, 1970a: 33-34 y 55-6J.
66 Serrano Maíllo, 2013: 83-87. El Estudio de Chicas de PittslTurghencontró igualmente que la
delincuencia de las mujeres en relación con la edad sigue el mismo patrón general, Ahonen et al.,
2017: 766.
67 Fernández Molina y Rechea Alberola, 2006: 3-7.
68 También en Laub y Sampson, 2003: 86.
162 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Gráfico 4.2.
Arrestados e investigados por 1000 residentes en España (2017)

25

20

15

10

Elaboración propia a partir de datos del Ministerio del Interior y del Instituto Nacional
de Estadística para 1 de julio.

Gráfico 4.3.
Arrestados e investigados por 1000 hombres y 2500 mujeres residentes
en España (2017)

40
35 '0
t ••
30
o
i " .
••

25
,

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20 • .
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00

15 oo.

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••'0
10
00
.'.....
5 ...................
O

• o •• o. Hombres
-Mujeres

Elaboración propia a partir de datos del Ministerio del Interior y del Instituto Nacional
de Estadística para 1 de julio.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 163

Existen consideraciones metodolágicas sobre la curva de la edad, así como


dudas sobre su generalidad -en relación, verbigracia, con algunas formas
delictivascomo los llamados delitos de cuello blanco o con algunos grupos
sociales,como es el caso de las mujeres'". Sin embargo, en términos globales,
la evidencia que la respalda es sólida 70. En general, existen factores que
tienden a sobreestimar la forma de la curva -por ejemplo que losjóvenes
tienden a pasar mucho tiempo junto a otros compañeros de edades seme-
jantes y en ocasionesuno delinque pero son varioslos arrestados-, así como
factores que tienden a infraestimarla -como, verbigracia, que, en igualdad
de circunstancias, las probabilidades de que un joven sea detenido son me-
nores que las de un adulto. Shover ofrece un elenco de las fuentes de evi-
dencia que confirman esta relación, entre las cuales incluye,junto a las es-
tadísticasagregadas sobre arrestos, investigacionesetnográficas ocasionales,
estudios de autoinforme e historias de arrestos de delincuentes conoci-
dos?'.
De igual manera, tampoco es pacífica la interpretación de la curva de la
edad y de la correlación entre edad y delito 72. Por ejemplo, puesto que la
curva utiliza datos agregados, no tiene que coincidir con las tendencias
de los delincuentes a nivel individual. En efecto, podría ser que la curva
de la edad, por su carácter agregado, ocultara curvas diferentes para gru-
pos distintos, a lo cual habitualmente se refiere la Criminología como
trayectorias. La idea es que grupos de criminales distintos siguen trayecto-
rias distintas que, al agregarse, dan como resultado la curva que conoce-
mos, que por lo tanto enmascara una heterogeneidad subyacente. Puesto
que se trata de conjuntos de personas que no pueden observarse directa-
mente, también se puede hablar de grupos o clases latentes. Existen nu-
merosos estudios que han encontrado un número variable de trayectorias
o clases latentes longitudinales, habitualmente entre 4 y 6. En la actuali-
dad, esta es la postura mayoritaria. Una segunda posibilidad es que todas
las curvas de la edad idénticas idénticas, de modo que la suma de todas
ellas arroja una curva con la misma forma. La idea es que, incluso aun-
que uno no delinca nunca, es más probable que 10 hiciera hacia los 18-20
años. Esta es la postura de Gottfredson y Hirschi 73; y tanto el desapareci-
do Britt'" como Sampson y Laub 75 han ofrecido pruebas empíricas a favor
de la misma.
Finalmente, puede añadirse algo más. El mismo patrón de la curva de la
edad es aplicable a otros comportamientos relacionados con, pero distintos del de-

69 Kanazawa y Still, 2000: 436; Tittle et al., 2003a: 431 y 444-446.


70 Vid., en general, Birkbeck, 2006: 158-168; Piquero et al., 2007: 48-49.
71 Shover, 1985: 20-21.
72 Shover, 1985: 22.
7S Hirschi y Gottfredson, 1983: 552-554.
74 Britt, 1992: 175-184; el mismo, 2019: 26-27.
75 Sampson y Laub, 2003: 565-588, 585 sobre todo; los mismos, 2005a: 28 y 31.
164 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

lito": Este es el caso, para empezar, del consumo de drogas. Akers conce-
de que las característicassociodemográficasde los consumidores pueden
cambiar dependiendo del tipo de sustancia, pero que «existe una rela-
ción entre la edad y el consumo de drogas con el pico en la edad de los
jóvenes adultos» 77. Uihlein utiliza datos de la Encuesta Nacional sobre el
Abuso de Drogas norteamericana y concluye que «el consumo de mari-
huana se ajusta al mismo patrón general de la edad igual que otras for-
mas de delito y desviación»78. Otro ejemplo son los accidentes de tráfico,
un comportamiento que en sí mismo puede no ser delictivo y que intui-
tivamente podría ubicarse -erróneamente- en un paradigma del evento
fortuito?", Sorensen, verbigracia, revisa parte de la investigación empírica
en la materia y compara las curvas de la edad en relación con el delito y
con los accidentes de tráfico y escribe que «Igual que el delito, el hecho
de verse envuelto en accidentes mortales de tráfico tiene un pico en la
adolescencia tardía y poco a poco declina a partir de ese momento». El
mismo añade que, en contraste ahora con el delito, la curva de la edad
para los accidentes de esta naturaleza conoce un aumento a partir como
de los sesenta años, que el autor atribuye a «factores fisiológicos» que
incluyen una menor probabilidad para sobrevivir según se alcanza una
determinada edad 80.

2.2. Continuidad delictiva

La edad es también relevante por otra cuestión. La continuidad es otro


de los elementos de las carreras criminales con más apoyo empírico. La
misma hace relación a la conexión entre delincuencia juvenil y adulta,
sobre todo desde un punto de vista retrospectivo -puesto que prospecti-
vamente existe tanto continuidad como cambio, algo a lo a menudo se
refiere como paradoja de Robbins. En el estudio de Cambridge se descu-
brió que el 73 por ciento de los condenados durante su adolescencia
entre los 10 y los 16 años de edad habían sido condenados de nuevo en-
tre los 17 y los 24 años; mientras que sólo un 16 por ciento de quienes no
habían sido condenados en la adolescencia lo habían sido entre los 17 y
los 24.De los condenados en su adolescencia, el 45 por ciento fue conde-
nado de nuevo entre los 25 y los 32 años de edad, en comparación con el
8 por ciento de quienes habían pasado una adolescencia sin condenas.
Murrayy Farrington aclaran que los hallazgos no se alteran si se utilizan

76Hirschi y Gottfredson, 1983: 567; los mismos, 1994: 13.


77Akers, 1992a: 43-52, con referencias fragmentarias sobre el nivel individual, 51-52 sobre
todo, también de donde procede la cita.
78 Uihlein, 1994: 150.
79 Sorensen, 1994: 113. En esta misma línea de hallazgos, Ellwanger, 2006: 5 sobre todo.

so Sorensen, 1994: 121-124, citas proceden de 121 y 122.


PROCESOS BIOGRÁFICOS 165

datos de autoinforme en vezde oficiales81. En el Estudio Longitudinal de


Cohorte Británico se encontró que problemas de conducta a la edad de
5 años predecían de modo robusto problemas de conducta a la edad de
10 años (RV:2:2,5) 82. El metaanálisis de la OlJDP encontró que el compor-
tamiento agresivo a la edad de 6 a 13 años predice la violencia masculina
más adelante; así como que iniciarse en la violencia de modo temprano
es un predictor especialmente fuerte de su continuidad'". Lipsey y Der-
zon observaron igualmente una alta continuidad: las infracciones en ge-
neral predecían la violencia o delincuencia seria entre las edades de 15-
25 años ya se hubiera estimado a la edad de 6-11 (wr=0,38) o 12-14
(wr=0,26)84. El mismo Derzon señala en otra revisión de 60 estudios pros-
pectivos que la asociación entre comportamiento pasado y futuro es clara
(r=0,21), aunque añade que a veces se ha exagerado y abunda en las difi-
cultades para la predicción a partir de esta información 85. El Proyecto de
Seattle encontró que la iniciación temprana en la violencia a la edad de
12-13años y la venta de droga a las edades de 14 y 16 elevaban de modo
significativo el riesgo de comportamiento violento a la edad de 18 años
(rango RV=3,344,55)86. Murray y sus asociados señalan en su revisión de
estudios longitudinales en países de ingresos medios y bajos que el mejor
predictor del delito es el comportamiento desviado previo y que existe
una alta continuidad a lo largo del tiempo. En particular y a lo largo de
9 estudios, la correlación media (atenuada) para la continuidad en la
agresión fue de r=0,75 (d=1,6) y en los problemas conductuales de r=0,49
(d=0,9) -asociaciones elevadas y, además, altamente significativasestadís-
ticamente'". Los problemas de conducta también pronosticaban la violen-
cia futura (d=0,34 -un efecto medio-) y el delito (d=0,12 -un efecto
bajo-, solo que aquí no se alcanzaba la significación estadística, lo cual es
quizá achacable a que sólo había dos estudios); y el consumo de drogas
la violencia (d=0,69) 88.

81 Murray y Farrington, 2010: 635.


82 Murray et al., 2010: 1201, así como 1199-1201 sobre la metodología.
83 Hawkins et al., 2000: 2-3.
8' Hawkins et al., 2000: 7.
85 Derzon. 2001: 102 sobre todo, y 97-98 sobre la metodología.
86 Herrenkohl et al., 2000: 181-182.
87 Murray et al., 2018: 286, 288, 290 Y331-332.
88 Murray et al., 2018: 286-288.
El metaanálisis de la O]DP abunda en que quienes llevan a cabo actos violentos tienden
también a verse envueltos en otros comportamientos delictivos (1). Lipsey y Derzon, como aca-
bamos de decir, señalan una conexión entre violencia o delincuencia seria por un lado e infrac-
ciones en general por otro; a lo que hay que añadir el consumo de drogas, que sobre todo a la
edad de 6-11 años era el segundo predictor más fuerte de la violencia a la edad de 15-25 años
(wr=0,3) (2).
(1) Hawkins et al., 2000: 3.
(2) Hawkins et al., 2000: 7.
166 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

3. CARACTERÍSTICAS FÍSICAS Y MENTALES

3.1. Personalidad

Aparte del sexo y la edad, existen importantes ulteriores diferencias


individuales, algunas de las cuales podrían ser relevantes para la predic-
ción de la criminalidad, algunas de ellas de naturaleza física y mental. Es-
tas diferencias individuales son muy estables a lo largo de la vida de las
personas -aunque todo el mundo tiende a delinquir menos con el paso
del tiempo-: las diferencias entre individuos se mantienen'". Por ejemplo,
Roberts y DelVecchiorealizaron un metaanálisis a partir de 152 estudios
longitudinales y encontraron una alta consistenciade orden jerárquico de
los sujetos, esto es en el «lugar relativo de los individuos dentro de un
grupo». Concretamente, la consistencia de los rasgos durante la infancia
era de 0,31, durante la adolescencia tardía de 0,54, a los 30 años de 0,64 y
entre los 50 y los 70 de 0,74. Estos autores concluyen que «los resultados
de nuestro metaanálisis apoyan la inferencia de que los rasgos son bastan-
te consistentes durante el curso de la vida. Los resultados [en cambio] no
apoyan la hipótesis de que los rasgos alcanzan una meseta pronto en la
vida de las personas» 90.
Un primer constructo relevante es el de personalidad, el cual incluye
precisamente una tendencia a comportarse de cierto modo estable a lo lar-
go de tiempo y en contextos diferentes.Aunque la personalidad se entiende
compuesta por distintos rasgos-si bien no existe acuerdo sobre su número
y contenido-, existe una alta correlación entre todos ellos".
Aunque en el caso de los niños se puede hablar de personalidad solo en
un sentido limitado -a veces se utiliza el término temperamento-, existen
pruebas de una continuidad entre ciertos componentes o dimensiones de
la misma a edad muy temprana y la criminalidad adulta. En el estudio lon-
gitudinal de Dunedin se estudiaron, cuando los participantes tenían 3 años
de edad, 22 característicasconductuales a partir de informes de evaluadores
que se podían resumir en 3 componentes principales: falta de control, en-
foque y pereza. Estosfactores podían predecir muchos sucesosy comporta-
mientos que tenían lugar bastantes al10Smás tarde: la falta de control a la
edad de 3 años predecía comportamientos como como verse envuelto en
peleas,mentir y desobedecer entre los 5 y los 11 años y problemas de com-
portamiento externo entre los 13 y los 15 años; así como el desempleo y la
expulsión del trabajo -los niños caracterizados por falta de control a los 3
añosera 1,5veces más probable que carecieran de empleo y 2,5 vecesmás
probable que les hubieran echado hacia los 21 años de edad'". La caracte-

89 Jolliffe y Farrington, 2019: 355.


90 Roberts y DelVecchio, 2000: 14-15 sobre todo, citas tomadas de 4 y 20.
91 Jolliffe y Farrington, 2019: 357.
92 Caspi, 2000: 161 y 165.
PROCESOS BlOGRÁFICOS 167

rización como falta de control a los 3 años de edad predecía también la


criminalidad a la edad de 21 años tanto con datos de autoinforme como
oficiales: aquellos niños obtuvieron un valor z (estandarizado) positivo
(>0,2), en comparación con los demás niños, cuyas zs eran negativas". In-
vestigaciones como ésta son coherentes con la idea de continuidad mencio-
nada más arriba -de hecho, las medidas de los 3 años predecían en el estu-
dio de Dunedin los rasgos de la personalidad a la edad de 26 años?'. Caspi
concluye que «El niño por lo tanto se convierte en el padre del hombre (a
nivel p>.05),,95. Análisis que se condujeron cuando los participantes tenían
32 años confirman estos hallazgos tanto en general96 como para tipos con-
cretos de infracciones'".
En otra investigación con datos de Dunedin, Krueger y sus socios utili-
zaron el Cuestionario de Personalidad Multidimensional (MQP) para ana-
lizar su relación con cuatro medidas delicrivas: delincuencia autoinforrnada,
informes de algún conocido del protagonista, contactos policiales y conde-
nas judiciales. El MQP consta de 10 escalas que los investigadores reducen
a tres grandes superfactores: constreñimiento, emocionalidad negativa y
emocionalidad positiva. Ya nos hemos referido más arriba brevemente a
esta publicación de Krueger y otros. Los investigadores informan de que los
dos primeros superfactores se asociaban de modo consistente y estadística-
mente significativo con las cuatro medidas de criminalidad, el constreñi-
miento en sentido negativo (rango Spearman=-0,07 -0,44), Y la emocionali-
dad negativa -con la única excepción de las condenas para el caso de
mujeres (Spearman=0,09, no significativo)- en sentido positivo (rango Spe-
arman=O,09 0,48) 98. Más en detalle, los investigadores confirman que exis-
ten serias diferencias en la personalidad de quienes delinquen y de quienes
no lo hacen; y que si aquéllos se caracterizan por sentimientos de aliena-
ción, falta de cercanía social y gusto por el riesgo, éstos se reconocen por
una baja potencia interpersonal'".
Por lo que se refiere a la personalidad en sentido estricto, el modelo
contemporáneo más extendido es el llaruad o de los grandes cinco. De acuer-
do con el mismo, la personalidad cuenta con cinco grandes dimensiones:
extraversión, apertura al cambio, responsabilidad, cordialidad y neuroti-
cisma. Cada una de ellas tiene a su vez varios componentes 100. Miller y
Lynam llevaron a cabo un metaanálisis sobre la base de 59 estudios y cua-

9~ Caspi, 2000: 159 y 166-167.


9. Caspi et al., 2003: 509-510.
95 Caspi, 2000: 170. Como repetiremos, si, a pesar de todas las matizaciones del autor, esta
frase se toma como algo más que una licencia poética y se sugiere que tiene tintes causales, enton-
ces debe ponerse en duda.
96 Moffitt et al., 2011: 2695-2696.
97 Slutske et al., 2012: 514-515.
98 Krueger et al., 1994: 333-335,330-332 para revisar la parte metodológica.
99 Krueger et al., 1994: 334-336.
100 Egan, 2009: 63-80.
168 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

tro modelos de personalidad, entre ellos el de los grandes cinco. Encon-


traron que ocho dimensiones -que eran relativamente amplias- se relacio-
naban con comportamientos antisociales y que las ocho podían
reconducirse a las dimensiones de cordialidad (baja) y responsabilidad
(baja), pero no el neuroticismo, del modelo de los grandes cinco 10J. En un
metaanálisis posterior,]ones y sus colegas confirmaron los hallazgos pre-
cedentes sobre cordialidad y responsabilidad, pero añadieron una cone-
xión positivade los actos desviadoscon el neuroticismo (alto). Este esfuer-
zo se centró en dominios más concretos y observaron una relación entre
hostilidad, impulsividad y deliberación por un lado y comportamientos
desviados por otro 102.

3.2. Inteligencia

Hirschi y Hindelang fueron de los primeros en señalar modernamente


la relación entre inteligencia y criminalidad, añadiendo que este hallazgo
había tendido a ignorarse por la teoría crirninológica '?", Algo más tarde,
Wilson y Herrnstein incluso hipotetizan una relación causal entre ambas 101.
En la actualidad existen numerosas pruebas de esta conexión. En concreto,
parece existir un déficit en el nivel de inteligencia de los delincuentes fren-
te a los no delincuentes, en particular respecto a la inteligencia verbal más
que a la práctica 105. Esta es en realidad una idea clásica:que un déficit en el
coeficiente intelectual verbal con relación al espacial/performativo o prác-
tico, lo cual se relaciona con alguna disfunción del hemisferio izquierdo del
cerebro, estaría relacionado con la criminalidad 106. Un elemento especial-
mente relevante es la capacidad de interpretar objetos abstractos+".Como
hemos repetido en numerosas ocasiones, correlación no equivale a causa-
ción.
Choy y sus colegas afirman quc «Ala fecha, el corre lato cognitivo del
comportamiento antisocial, violento y criminal entre los individuosque no
se encuentran mentalmente enfermos son déficitsen la inteligenciageneral
(esto es el Cl o escala completa de Cl) », si bien añaden que puede haber

101 Miller y Lynam, 2001: 765-793.


102 Jones et al., 2011: 334335.
103 Hirschi y Hindelang, 1977: 577.
10'1 Wilson y Herrnstein, 1985: 166-172.
105 Farrington, 1996: 69, 86-88 Y127; el mismo, 2003: 149-150, 153, 160, 171 Y174; Gottfred-
~on y Hirschi, 1990: 69, 87 Y96; Hirschi y Hindelang, 1977: 572-573, 576-577 Y584; los mismos,
1978: 611-613; Loeber et al., 2003: 110-111; Wolfgang et al., 1972: 93, 246, 248 Y253.
106 Choy et al., 2019: 335, si bien añaden que otras investigaciones han encontrado déficits
en ambos tipos de coeficiente intelectual y en el espacial/performativo o práctico, 336; Moffitt,
1990: 121, 134-135, 137 Y141. Farrington, 1992a: 136, encontró una alta correlación entre inteli-
gencia verbal y no verbal.
107 Farrington, 1992a: 137.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 169

grupos de delincuentes sin estas carencias, como sería el caso de los psicó-
patasJ08. El estudio de Cambridge encontró que tanto una baja inteligencia
verbal como no verbal a la edad de 8-10años predecían haber sido conde-
nado a los 32 por acto violento (RV>2);mismo poder predictivo que con-
servaba la inteligencia no verbal a los 12-14años 109; y algo semejante ocurría
con otros comportamientos desviados-!",Másconcretamente, másdel doble
de los niños que puntuaron 90 o menos en tests de inteligencia no verbal
fueron condenados durante su adolescencia temprana, en comparación
con los que puntuaron por encima de 90 IIl. El metaanálisis de Lipseyy Der-
zon concluye que la inteligencia tiene una relación predictiva moderada
con la violencia o delincuencia seria entre las edades de 15-25años ora se
hubiera medido la inteligencia a la edad de 6-11 (wr=0,12)ora a la de 12-14
(wr=G.ll ) 112. Moffitt estima, a partir de datos empíricos, que la diferencia
en la inteligencia entre delincuentes y no delincuentes es de media desvía-
ción típica, o bien ocho puntos en la escala de coeficiente intelectual 1 13. Al
mismo tiempo, esta autora sugiere que las diferencias pueden ser mucho
mayoresentre grupos particulares, por ejemplo entre delincuentes crónicos
o de carrera y no delincuentes -supuesto en el que la diferencia podría
llegar a los 17 puntos en la escala 114. También la revisión de Murray y sus
asociados en países de ingresos medios y bajos avala la capacidad predictiva
de la inteligenciay el comportamiento antisocial 115. Algunas investigaciones
sugieren incluso que la inteligencia puede utilizarse como predictor de la
criminalidad desde edades muy tempranas que pueden llegar a los 3 o 4
años!":
La literatura ha apuntado que esta asociación podría ser un artefacto.
Jolliffe y Farrington, a quienes sigo aquí, rechazan los argumentos en esta
línea. En primer lugar, Moffittapunta a que el estilo de vida -como el de los
criminales- puede producir alteraciones en la inteligencia!'? -de este modo
señalando un potencial problema de orden temporal-, pero es improbable
que éste sea el único sentido temporal de la conexión. Así,jolliffe y Farrin-

108 Choy et al., 2019: 335.


100j Farrington, 1994: 227-228.
110 Farrington, 1993: 15.
111 Farrington, 1992a: 136; Murray y Farrington, 2010: 636.
112 Hawkins et al., 2000: 7.
us Moffitt, 1990: 112.
114 Moffitt, 1990: 112 y 154; esta sugerencia de efectos diferenciales ya en Hirschi y Hinde-
lang, 1977: 574.
w. Murray el. al., 2018: 295-296. Este estudio que combina la revisión narrativa y metaanalí-
tica se centra en países con bajos y medios ingresos sobre la base de que la mayoría de las investi-
gaciones individuales y revisiones proceden de naciones con elevados ingresos. A tal fin identifican
39 estudios longitudinales, si bien a menudo sólo pueden recurrir a linos pocos o a veces sólo a
uno o dos para ciertas cuestiones, Sobre la metodología, vid. 267-270 sobre todo. Vid, también
Farrington, 1993: 15-16.
116 Stattin y Klackenberg-Larsson, 1993: 369-376.
117 Moffitt, 1990: 126.
170 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

gton indican que gran parte de la evidenciaprocede de estudios longitudi-


nales en los que la inteligenciase midió antes de que se comenzara a come-
ter delitos!". En segundo lugar, podría ser que la inteligencia estuviera
relacionada tanto con la comisión de delitos como con la probabilidad de
ser arrestado. Así,YunyLee encontraron con datos del estudio longitudinal
Add Health que la inteligenciaverbal era un predictor de los arrestos con tro-
lando por variables como el autocontrol y los delitos previamente cometi-
dos 119. De nuevo,jolliffe y Farrington recuerdan que las pruebas proceden
tanto de datos oficialescomo de autoinforme 120; y que la conexión es seme-
jante independientemente de la medida utilizada 121. Finalmente, los mis-
mos autores rechazan que exista un sesgo en la medición de la inteligencia
por razones socialeso étnicas o que los hallazgossean un artefacto relacio-
nado con la clase social;el motivo es qne todos estos factores han sido con-
trolados en algunas investigaciones122. Como se ha adelantado, pues, es im-
probable que consideraciones como las recién reseñadas eliminen la
asociación que acaba de describirse 123.
El efecto de la inteligencia sobre la criminalidad es probablemente indi-
recto 124. Ward y Tittle contrastaron el efecto indirecto de la inteligencia a
través del rendimiento escolar por un lado y a través del tratamiento que
reciben los niños y niñas en el colegio.Este segundo modelo de la «reacción
escolar» implica no que la inteligencia esté detrás del rendimiento, sino de
cómo el sistema trata a los individuos dependiendo de esta característica.
Con tres oleadas del estudio longitudinal Youtli in Transition lograron estable-
cer que ambos modelos tenían un impacto sobre la criminalidad posterior,
pero que era el primero o modelo del rendimiento escolar el que prevalecía de
losdos en análisismultivariantes125. Con datos del Estudio deJóvenes dePittsburg,
Lynamy sus colegas tampoco encontraron pruebas de que la relación entre
inteligenciay criminalidad fuera espuria ya que controlaron por el efecto de
diversasvariables;ni de que el orden temporal fuera el opuesto al habitual-
mente hipotetizado. Al mismo tiempo, sostienen que el efecto está mediado
por el fracaso escolar para los chicos de origen afroamericano!".

118 Jolliffe y Farrington, 2019: 364-365.


119 Yun y Lee, 2013: 205-206 sobre todo, y 201-203 sobre los datos y la metodología; estos
autores añaden que esta asociación no se da en barrios desaventajados, pero no en los que no lo
son, 206-207.
120 Jolliffe y Farrington, 2019: 364.
121 Farrington, 1992a: 137.
122 Jolliffe y Farrington, 2019: 364-365; Murray y Farrington, 2010: 636.
123 Moffitt, 1990: 141.
124 Serrano Maíllo, 2009a: 256. Una revisión de hipótesis de efectosdirectos en Moffitt, 1990:
114-118. Esta hipótesis es especialmente consistente con la teoría general del delito puesto que
quienes son bajos en inteligencia tendrían menos facilidad para calcular las consecuencias futuras
de sus actos, vid. Gottfredson y Hirschi, 1990: 69.
125 Ward y Tittle, 1994: 189-190.
126 Lynam et al., 1993: 187-194.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 171

En el otro lado de la distribución,Oleson mantiene que tambiénexisten


sujetos de con un alto coeficiente intelectual o altas capacidades que co-
menten delitos. A tal fin ofrece un estudio de casos en los que sujetos de
alta inteligencia han sido responsables d delitos no sólo de cuello blanco,
sino violentos contra laspersonas 127.

3.3. Otras

Algunos factores relativosal embarazo y nacimiento se han relacionado


también con la criminalidad tales como por ejemplo que la madre fumase
durante el embarazo o el bajo peso al nacer!". Murrayy sus asociadosmues-
tran en su revisión que, a lo largo de entre 2 y 4 estudios originales, que
existe una conexión moderada entre el consumo de tabaco materno duran-
te el embarazo en los problemas de conducta y la violencia (rango d=0,13
0,36); Yentre la malnutrición y los problemas de conducta (d=0,35); pero
no del bajo peso, el nacimiento prematuro o la exposición al zinc o al pIo-
rno; ni tampoco que el consumo de leche materna fuera un factor protec-
tor129. El metaanálisis de Lipsey y Derzon señala que características fisicasy
médicasson un predictor modesto de la violenciao delincuencia seria entre
las edades de ]5-25 años al medirse a los 16-11años (wr=0,13) 130. Pese a,
como vemos, la existencia de algún apoyo empírico, el metaanálisis de la
OlJDP sostiene que estos factores no deben utilizarse para la predicción
temprana del riesgo de comportamientos violentos 131.
Algún autor ha sugerido una conexión entre nutrición y criminali-
dad, por ejemplo en el caso de hipoglucemia. Virkkunen encontró en un
estudio con 23jóvenes con personalidad antisocial que existía en ellos
una secreción de insulina relativamente alta, si bien sólo en quienes
mostraban ciertos desórdenes conductuales 132. El mismo autor junto a
Huttunen aplicó un test de tolerancia a la glucosa a 56 delincuentes vio-
lentos y los comparó con 20 controles, observando que en los sujetos
violentos con personalidad antisocial las concentraciones de glucosa en
sangre, que se habían elevado a niveles relativamente altos, cayeron a
niveles de hipoglucemia desde el que el retorno a valores base era len-
to 133. Investigaciones como éstas han llevado a algunos comentaristas a
proponer estudios de mayor calado para contrastar hipótesis sobre los
efectos de la hipoglucemia sobre la criminalidad o sobre factores conec-

127 Oleson, 2016: 228-243.


128 Murray el al., 2010: 1203.
129 Murray el al., 2018: 298-305.
130 Hawkins el al., 2000: 7.

131 Hawkins el al., 2000: 2.


"2 Virkkunen, 1983: 598-603.
133 Virkkunen y Huttunen, 1982: 30-34.
172 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

tados con la misma 134. Otros estudiosos, sin embargo, se muestran más
escépticos. Kanarek señala que a menudo los individuos con tendencias
violentas tienen también una historia de alimentación poco saludable y
abuso de alcohol, lo cual se relaciona por un lado con problemas con el
azúcar y por otro con un estilo de vida particular, de modo que bien
podría ser este último el que se encuentre detrás de la criminalidad, con
los problemas de salud como epifenómenos; también añade este autor
que existen problemas metodológicos relacionados con la alimentación
que los pacientes reciben en algunos estudios y con la propia medición
del azúcar; así como que lo que se establece es un problema de salud
quizá crónico, no que los delitos particulares tuvieran lugar cuando ha-
bía un exceso de producción de insulina o cuando los niveles de azúcar
eran bajos, o que antes de la perpetración no se hubiera abusado del
alcohol 135. Kanarek, sin embargo, no rechaza de modo categórico una
potencial conexión entre hipoglucemia o, más en general, nutrición por
un lado y criminalidad por otro ya que las investigaciones aún son esca-
sas y poco concluyentes 136.
Cambiemosde tercio. El Proyectode Seattle encontró que la hiperactividad
a la edad de 10, 14 Y 16 doblaba el riesgo de comportamiento violento a la
edad de 18 años (rango RV= 1,67 2,17); Y que la búsqueda de sensaciones
lo triplicaba (rango RV=3,18 3,50) 137; algo semejante a lo reportado por el
metaanálisis de la OlJDPI38.Murray y sus asociados observaron en su revi-
sión de estudios de países de ingresos medios y bajos que la hiperactividad
predecía la violencia,pero no la delincuenciajuvenil 139 •
ElEstudio de Cali encontró una asociaciónsignificativaentre hiperactivi-
dad/problemas de atención por un lado y criminalidad (RV=2,11) y consu-
mo de drogas (RV=1,7) por otro. La impulsividades un constructo psicoló-
gico que se ha relacionado con la criminalidad 140 y que se refiere a
diferenciasindividuales.En Criminología,la impulsividadse ha contempla-
00 mayoritariamentecomo un elemento o quizá dimensión del auto control,
en particular en el marco de la concepción de Gottfredson y Hirschi en su
teoría general del delito. Yomismo realicé una revisión narrativa de los es-
tudiosempíricosy encontré un gran apoyo empírico tanto para la teoría -si
bien existíauna cierta desconexión entre ésta y las metodologíasempíricas-
comopara la correlación entre autocontrol bajo y criminalidad 141.

134 Miczek et al., 1994: 17.


135 Kanarek, 1994: 524-525.
'''" Kanarek, 1994: 535.
137 Herrenkohl et al., 2000: 177.
158 Hawkins et al., 2000: 2.

'39 Murray et al., 2018: 294.


140 Farrington, 1992a: 135-136;Jolliffe y Farrington, 2009: 41-58; los mismos, 2019: 360-363;
Murray y Farrington, 2010: 635. El término autocontroltambién se ha empleado en Psicología, vid.
Moffitt et al., 2011: 2695-2696.
1-1, Serrano Maíllo, 2013: 143-178.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 173

4. INMIGRACIÓN

Algunas teorías criminológicas pronostican que los inmigrantes debe-


rían delinquir más que los nacionales 142. En esta línea, algunos estudios eu-
ropeos han encontrado que los inmigrantes delinquen más que losnaciona-
les y que es improbable que ello sea una mera consecuencia de que sufran
una mayor persecución por parte del Sistemade Administraciónde] usticia.
En un estudio noruego, Andersen y sus colegasrevisaron datos de acusados
de al menos un delito entre 2010 y 2013 entre los residentes permanentes
en el país escandinavo que tenían 15años o más en 2010.Estosinvestigado-
res contaban con datos oficialessobre cargosy un número identificativode
los sujetos afectados. Observaron que tanto los inmigrantes como los naci-
dos en Noruega con ambos padres inmigrantes estaban sobrerrepresenta-
dos entre los delincuentes registrados. Al mismo tiempo encontraron graIl-
des diferencias dependiendo del origen regional de los individuos, en
particular tanto por continente como por país de origen; y, por ejemplo,
hay países asiáticos muy sobrerrepresentados en las estadísticasy otros muy
infrarrepresentados. Cuando se toman en cuenta las característicassociode-
mográficas de los grupos -como su composición de acuerdo con la edad y
el sexo, cuya relación con la criminalidad es bien conocida-, las diferencias
se reducen pero no llegan a desaparecer. Las diferencias tampoco parecen
explicarse completamente por la discriminación. Las diferencias en este
estudio se extienden a casi todos los delitos -de hecho, Andersen y sus aso-
ciados indican una fuerte correlación entre delitos vioLentosy no violentos-
con excepción de los relacionados con las drogas, en los que los inmigran-
tes se encontraban infrarrepresentados 143. Con datos más extensos que van
a de 1992a 2015 muestran que la sobrerrepresentación de los inmigrantes
entre los delincuentes conocidos ha ido disminuyendo en Noruega con el
paso del tiempo 144.
Otras investigaciones han corroborado que los inmigrantes se encuen-
tran sobrerrepresentados en las estadísticas oficiales de los países nórdi-
cos 145. Esta misma metodología arroja resultados en la misma línea en Espa-
ña, esto es una sobrerrepresentación de inmigrantes en las estadísticas
oficiales146 y una gran heterogeneidad y variabilidad en su seno 147.
Sampson, Morenoffy Raudenbush llevaron a cabo un importante estu-
dio longitudinal de panel -en realidad, de cohorte-, con variables a varios

142 Así lo sugieren Lee y Martinez, 2006: 91; Martinez, 2006: 13-14; Martinez y Lee, 2000:

485-486 y 514; Rumbaut et al., 2006: 70; Serrano Gómez, 2004: 769.
14' Andersen et al., 2017: 24-41 y 57-58, así como 12 con más detalle sobre los datos; vid.
igualmente Skardhamar et al., 20l4: 120-123.
114 Andersen et al., 2017: 46-55 y 58.

145 Una revisión en Skardharnar et al., 2014: 110-111.

146 Serrano Gómez, 1969: 20.


117 Serrano Gómez, 1969: 26; el mismo, 2002: 230.
174 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

niveles, entre 1995 y 2002. El estudio incluíajóvenes blancos, negros y lati-


nos -como veremos, los latinos resultaron ser de distintas generaciones 148_
de entre 8 y 25 años de edad. También incluyeron en su estudio variables
relativas a los barrios en que habitaban derivadas de datos de encuesta y
oficiales. El trabajo se centraba en la delincuencia violenta y,en total, la
muestra estaba compuesta por 2974 individuos de toda la ciudad de Chica-
go149.Tanto losjóvenes como las personas adultas que los tenían a su cargo
fueron entrevistados 3 veces, esto es cada 2 años y medio IS0. El estudio en-
contró, entre otras cuestiones destacables,que variablesrelacionadas con el
contexto de las comunidades eran relevantes para explicar tanto la delin-
cuencia como las diferencias en razón de la raza o la etnia 151. Un hallazgo
fundamental es que ser inmigrante de primera generación reducía la pro-
babilidad de cometer delitos, esto es que era un factor protector, frente a
los de tercera o superior generación; y que incluso ser inmigrante de segun-
da generación era un factor de protección, aunque de menor entidad, tam-
bién en relación con los inmigrantes de tercera generación.
Varioscolegasy yo mismo administramos un cuestionario a una muestra
no representativa de jóvenes internos en Centros de la Comunidad de Ma-
drid La muestra incluíajóvenes de estatus nacional e inmigrante. El estudio
no encontró diferencias estadísticamente significativasentre el número y na-
turaleza de delitos y actos desviados cometidos por nacionales e inmigran-
tes 152.
También en España, Serrano Gómez encontró que muchos inmigrantes
tienen la intención de trabajar y delinquen menos que los nacionales, y
apun la para ello diversasrazones 153. Insiste en que «elinmigrante legal que
viene a trabajar no suele crear problemas de criminalidad»; «Elinmigrante
con contrato de trabajo suele delinquir menos que los nacionales del país
que les acoge: lo que quieren es trabajar, conseguir dinero para enviar a su
familiao regresar a su país»154.
Como hemos visto, a menudo se distinguen en la investigaciónempírica
y teórica varias generaciones. Las primeras generaciones están compuestas por
personasadolescentes o adultas que emigran a otro país; las segundas genera-
cionesson hijos de inmigrantes nacidos ellos mismos en el país de acogida
de suspadres o llegados a esas tierras a muy cortas edades. Las diferencias
entre ambas incluyen el contacto directo, inmediato con los lugares y cultu-
ras de origen y la potencial idea de regresar allí, ambas ausentes por 10 ge-
neral en las segundas generaciones. Desde el punto de vista criminológico,

"8 Sampson el al., 2005: 227.


149 Sobre las condiciones de dichas ciudades, vid. Martinez, 2002: 41-43 y 57-66.
ISO Sobre la metodología, Sampson et al., 2005: 225-226.
151 Sampson et al., 2005: 230 y 231.
152 Serrano Maíllo et al., 2008: 213,218 Y220.
153 Serrano Gómez, 1969: 13-14; el mismo, 2002: 223; el mismo, 2004: 764 y 767.
154 Serrano Gómez, 2004: 764 y 767.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 175

son las segundas generaciones las que, comogrupo, muestran una mayor
tendencia al delito 155.
Algunos autores entienden que esta dicotomía-primera y segunda ge-
neración- es insuficiente 156 y proponen términos mediosentre ambas. Rum-
baut, por ejemplo, habla de la generación 1'5:inmigrantesque llegan duran-
te su primera adolescencia (por ejemplo entre los 5 y los 12 años de edad).
Serían individuos marginales tanto al nuevo como al antiguo mundo, sin
formar parte «completamente de ninguno de ellos»!". Otra propuesta es la
más amplia de segunda nueva generación de Zhou y Bankston: pertenecen a
la misma los nacidos en el país receptor «onacidos en el extranjero de in-
migrantes contemporáneos que están creciendo en los EstadosUnidos [Es-
paña en nuestro caso] y en la actualidad pasando a la madurez» 158. El fun-
damento teórico es que estosjóvenes comparten estar creciendo en un país
nuevo y tener que enfrentarse, entre otras cosas, a la opción de bascular
hacia sus grupos de origen o bien hacia la nueva cultura y estructura carac-
terística del nuevo lugar donde residen 159.
Los inmigrantes de primera generación tienden a delinquir menos que los
nacionales en circunstancias semejantes, al menos para algunos niveles de
análisis160. O sea, sobre todo si se tiene en cuenta que los inmigrantes tien-
den a ser másjóvenes, a encontrarse desaventajadossocioeconómicamente,
a viviren barrios pobres, ete., esto es a estar expuestos a condiciones crimi-
nógenas 161, entonces parece claro que, como mínimo, delinquen menos de
lo que cabría esperar. Algunos autores hablan incluso, siguiendo a Rum-
baut, de la «paradoja de la inmigración» 162. A nivel de las comunidades, se
ha teorizado que ello podría ser debido -como pasaba en la investigación
recién señalada de Martinez y Nielsen- a que la inmigración tuviera un
efectoorganizativo en las comunidades, lo que se conoce como la perspectiva
de la revitalización de la inmigración. A su tenor, cuando los inmigrantes, en
especial cuando constituyen un grupo relativamente homogéneo, llegan a
una comunidad y vivenen la misma pueden aparecer nuevas formas de or-
ganización social,reforzarseinstituciones ya existentes en el área y aumen-

15j Vid. Killias, 1989: 13-40; Morenoffy Astor, 2006: 37,38,45 Y 53-54 sobre todo; Nielsen y
Martinez, 2006: 212-213; Rumbaut et al., 2006: 72 y 82-83; Zhou y Bankston, 1998: 194-195. Otra
explicación teórica -la de la «asimilación segmentada»- en Portes y Zhou, 1993: 74-94; Zhou y
Bankston, 1998: 236 sobre todo, aunque también 185-215; los mismos, 2006: 117-138.
156 Serrano Maíllo et al., 2008: 181-182.
157 Rurnbaut, 1991: 6l.
158 Zhou y Bankston, 1998: 2; vid. asimismo 4, 51-52 Y 243 nota 1.
159 Vid. Zhou y Bankston, 1998: 71-107 y 160-232.

160 Albrecht, 1997: 58-67 y 87; Butcher y Piehl, 1998a: 457-490; las mismas, 1998b: 654-676;
Lee et al., 2001: 559·576; Martinez, 1996: 131-143; el mismo, 2003: 33-41; el mismo, 2006: 8; Mar-
tínez y Lee, 1998: 291-302; Moren off y Astor, 2006: 36-38; Moren off et al., 2001: 517-556; Rumbaut
et al., 2006: 81; Sampson y Raudenbush, 1999: 603-647; Yeager, 1997: 145-168.
161 Hagan yPeterson. 1995: 14-36.
162 Lee y Martinez, 2006: 90 y 91; Martinez, 2006: 14.
176 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

tar, de este modo, los controles sociales informales de dicha comunidad o


bar rio+".
Por ejemplo, sobre la base de entrevistas en profundidad y observación
participante,]. Lee relata formas que los inmigrantes pueden utilizar para
evitar conflictos. Así, ciertos comerciantes coreanos o judíos en barrios ma-
yoritariamente poblados por afroamericanos emplean a personas de color o
ponen a mujeres al frente de sus comercios para que ejerzan de intermedia-
rios (brokers). Lee cree, eso sí, que pueden llegar momentos en que estas es-
trategias fallen y se imponga el conflicto 164. Este trabajo sostiene que incluso
en barrios teóricamente desorganizados tiende a prevalecer la armonía.
Bersani sostiene que cuando los inmigrantes de segunda generación
delinquen de modo desproporcionado, ello puede ser debido a experien-
cias únicas; o bien al hecho de que, sencillamente, se han asimilado hasta el
punto de convertirse enjóvenes nacionales, de modo que delinquen en la
misma medida que ellos y por las mismas causas -y no, por lo tanto, por
algo extraordinario 165. Para contrastar esta segunda posibilidad utiliza datos
de nueve oleadas de la estadounidense Encuesta Nacional Juvenil Longitudi-
nal, llevadas a cabo entre 1998 y 2005. El patrón que encuentra, sin embar-
go, es complejo. Cuando comparajóvenes inmigrantes de segunda genera-
ción con sus compafieros no inmigrantes de raza blanca, observa grandes
semejanzas hasta el punto de que sus comportamientos son predichos por
las mismas variables independientes, sin diferencias significativas. Sin em-
bargo, las comparaciones con nacionales de raza negra y latina arrojan al-
gunas divergencias no ignorables, por ejemplo en materia de supervisión y
género para los participantes de color y vinculación para los latinos 166.
Un problema clave de toda esta discusión es que el concepto de inmi-
grante es impreciso. Albrecht lo expresa del modo que sigue: «los conceptos
de «extranjero (foreign»> y «minoría étnica- son vagos y flexibles. No van
más allá de ser un término cesta de la compra que ni refleja un grupo ho-
mogéneo de personas ni ofrece guía teórica» 167. Se trata en buena medida
además de una construcción social y por ejemplo Young menciona a los
británicos que vienen a vivir al Sur de España, quienes no son vistos como
inmigrantest=, y Serrano Gómez a los turistas 169. La categoría encierra mu-
chos problemas añadidos como el de cuántas generaciones han de pasar
para que alguien se considere nacional y no inmigrante 170.

163 Lee y Martinez, 2006: 91; Martinez, 2002: 6 y 28; el mismo, 2006: 10; Nielsen y Martinez,
2006: 218-219.
16. Lee,2006: 143,148-150 Y 159, así como 145-148 y 160 nota 19 sobre la metodología.
165 Bersani, 2014: 77.
166 Bersani, 2014: 66-72 con la descripción de los datos y enfoque analítico y 75 Y 77-78 cors
los resultados.
167 Albrecht, 1997: 45.

168 Young, 2007: 131-133.

169 Serrano Gómez, 1969: 28-32.


170 Martinez y Lee, 2000: 487.
PROCESOS BIOGRÁFICOS 177

Algunosautores mencionan que el menor extranjero tiene más proba-


bilidadesde ser denunciado, detenido y, tras pasar por el sistema de justicia
penaljuvenil, ser encarcelado171. Roberts y Stalans afirman que «Siel públi-
co considera a los delincuentes como «extraños)'a la sociedad mayoritaria,
no es sorprendente que se hagan asociacionesen la mente del público en-
tre criminalidad y raza o etnia [... ] los estereotipos sobre los criminales
tienen claramente un elemento racial>,172; mientras que Bauman añade que
«Losinmigrantes [... ] encajan mejor en tal propósito que cualquier otra
categoría de villanosgenuinos o putativos»!".
Otra posibilidad con apoyo empírico es que inmigrantes y nacionales
respondiesen de modo diferencial a los cuestionarios de autoinforme y
unos declarasen más delitos que otros -quizá simplemente porque también
definen como delitos más comportamientos!".
Es posibleque existan subgrupos diferenciados dentro de los que hemos
denominado sujetos con un «estatusinmigrante», y que simplemente sólo
algunos subgrupos fueran especialmente tendentes al delito o se encontra-
sen marcadamente protegidos frente al mismo 175. En efecto, cabe señalar
que la investigación teórica y empírica en el terreno de la Criminología
mantiene de modo convincente que la categoría inmigrante -o, por ejemplo,
otras como raza, etnia, nacionalidad, etc.- por sí misma, en sentido global
no parece tener una gran repercusión en la criminalidad y el delito, pero
que ello no puede ocultar la necesidad de utilizar distinciones más específi-
cas, por ejemplo grupos particulares de inmigrantes según su procedencia
o generación a que pertenecen 176.

171 Vid., sobre la cuestión, Albrecht, 1987: 272-285; el mismo, 1997: 37, 69-87 Y88; Bielefeld
y Kreissl, 1983: 78-95; Hagan y Palloni, 1998: 367-385; Hagan et al., 1978: 396; McCarthy y Hagan,
2003: 134-137; McCord y Ensminger, 2003: 319.
m Roberts y Stalans, 2000: 113.
m Bauman, 2004: 56.
17, Albrecht, 1997: 6~7; Hindelang et al., 1981: 157-180;Junger-Tas y Marshall, 1999: 331-
335.
l7S Martinez, 2002: 27; Orobio de Castro, 2005; Orobio de Castro yJunger, 2006: 450 y 454.
176 Albrecht, 1997: 46 y 87; Martinez, 2003: 22-23; el mismo, 2006: 1-2 y 11; Martinez y Lee,
2000: 487; Skardhamar et al., 2014: 124; Zhou y Bankston, 1998: 2 y 51-52.
CAPÍTULO 5
Procesos de crianza y socialización

Los procesos de crianza y socialización, que implican una influencia


externa de otros individuose instituciones, son muy influyentes en las vidas
de las personas. Para empezar, el contexto habitual de crianza es la familia,
muchas de cuyasdimensiones han sido relacionadas con la criminalidad. La
familia es la institución central en la tradición de las teorías del control so-
cial, ya sea en la vinculación a la misma ya en una correcta crianza que esta-
blezca impedimentos para el delito. Existe mucha investigaciónsobre aspec-
tos más concretos de la vidafamiliary su potencial influencia sobre el delito
como la criminalidad de otros familiares, las familiasen las que falta uno de
los progenitores por separación, fallecimiento, encarcelamiento, etc., o el
abuso durante la infancia.
Sin embargo, las influencias de otros individuos pueden seguir siendo
relevantes a lo largo de la vida de las personas, como en el caso bien estu-
diado en nuestra disciplina de pares y otros residentes de los barrios. Un
elemento muy interesante son los llamados mentores, esto es sujetos que
pueden enseñar el oficio delictivo a otros, como el famoso carterista profe-
sional estudiado por Sutherland, cuyo testimonio está nada menos que en
la base de la teoría de la asociación diferencial. Los mentores pueden des-
empeñar un rol en el aprendizaje, en la adopción de una serie de valores
o en sacar más provecho de las actividades criminales y evitar ser detectado
y detenido.
La idea de que el matrimonio puede actuar como un impedimento para
el delito, tal y como esperan algunas versiones del control social,se ha con-
vertido en una de las más importantes de los últimos 25 años con la apari-
ción de la teoría del control social informal dependiente de la edad y debi-
do a que, en su marco, era capaz de explicar la curva de la edad y el cambio
en las carreras criminales, el destino más frecuente de todo delincuente y
que suponía un reto enorme para las explicaciones tradicionalesdel delito.
Con los cambios socialesy el descenso en las tasas de matrimonio, el retraso
de la edad media de los casamientos y el aumento de las de divorcios,el
efecto de esta institución -no tanto de los mecanismos teóricos subyacen-
tes- puede también estar modificándose.
180 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

SUMARIO. CAPÍTULO 5. PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN


l. FAMILIA
1.1. Familia y criminalidad
1.2. Procesos de transmisión intergeneracional
1.3. Hermanos y delincuencia
1.4. Hogaresrotosy delincuencia
1.5. Castigo físico y abuso en la crianza
2. MENTORES: APRENDIZAJE YOPORTUNIDAD
3. MATRIMONIO, VIDA EN PAREJA Y DESCENDENCIA
3.1. Matrimonio y criminalidad
3.2. Vida en pareja
3.3. Descendencia

l. FAMILIA

1.1. Familia y criminalidad

La familia suele figurar como un elemento etiológico importante en


muchas teorías de la criminalidad, como es el caso de las del control so-
cial '. Desde este punto de vista del control, Hirschi resume los mecanis-
mos preventivos de la familia: mediante una correcta educación, la familia
puede enseñar autocontrol a los hijos; con la restricción de las actividades
de los hijos, vigilándolos físicamente o preocupándose por dónde están
cuando no se encuentran con ellos; fomentando el cariño, el respeto o la
dependencia entre sí de los miembros de la familia; vigilando la casa frente
a potenciales asaltadores y protegiendo a los miembros de la familia de po-
tenciales agresores; o, por último, cuidando y preocupándose de los miem-
bros de la familia y garantizando su buen comportamiento t. Eventos y
procesos que tienen lugar más temprano en la vida de los niños tenderán a
tener consecuencias más sólidas y duraderas", Gottfredson y Hirschi aña-
den que la escuela podría desempeñar un rol notable en la prevención del
delito si las familias colaboraran con ella".

I Gottfredson y Hirschi, 1990: 97-105 y 229-230; Sampson y Laub, 1993: 64-98.


La familia es una institución fundamental también en el estudio de la victimación. Por ejem-
plo, con los datos de la edición especial de la Encuesta Nacional de Victirnaciánde Estados Unidos ya
mencionados, Lauritsen encuentra que el riesgo de victimación tanto por extraños como por co-
nocidos es mayor en familias con los dos padres que en las monoparentales; y establece como
factores de riesgo familiares negativos el tiempo de residencia en el hogar actual y residir con
ambos padres, aunque para los ingresos familiares ni el tamaño familiar, 2003: 4 y 9.
2 Hirschi, 1990: 49-54.
3 No encuentran que ello sea relevante para el encarcelamiento parental Murray y Farring-
ton, 2008: 181.
4 Gottfedson y Hirschi, 1990: 105-107. Existen pruebas de una conexión entre escuela y cri-
minalidad. Crutchfield y Wadsworth llevaron a cabo un estudio longitudinal y multinivel con datos
de la investigación Add Health e informan de que la vinculación a la escuela y las buenas notas tie-
PROCESOS DE CRIANZA YSOCIALIZACIÓN 181

Muchas pruebas empíricas han encontrado una relación entre diversos


aspectos familiares y la criminalidad posterior de la prole". Algunos facto-
res o aspectos familiaresque, sin ánimo de exhaustividad,se han relaciona-
do con la criminalidad a nivel individual son su tamaño, el conflicto fami-
liar, la ausencia de vinculación segura, o la pobreza familiar.
El tamaño de la familia se relaciona de modo positivo con la criminali-
dad a nivel individual. El Estudio de Cambridge encontró que pertenecer
a una familia amplia a los 8-10 años anticipaba comportamientos antiso-
ciales a los 18 y disfunción social a los 326; así como que la misma contin-
gencia a los 8-10 años y a los 12-14años predecían haber sido condenado
a los 32 por una conducta violenta (RV>2)7. De hecho, se trataba de unas
de las variables con más peso en modelos rnultivariantes". En el Estudio
Longitudinal de Cohorte Británico se advirtió que, en modelos multiva-
riantes, pertenecer a una familia amplia a la edad de 5 años predecía de
modo robusto problemas de conducta a los 10 años y condenas criminales
entre los 16 y los 34 años tanto para chicas como para chicos (rango
RV=I,4 2,1) 9.
MUITayy sus colegas, por el contrario, no encontraron que tener mu-
chos hermanos se relacionara con la violencia en investigaciones de países
de ingresos bajos y medios 10.
Matizado es el hallazgo de Sampson y Laub de que, por un lado, viviren
poco espacio despliega un efecto positivo indirecto sobre la criminalidad a
través de la paternidad ineficaz ya que los padres tienen que ocuparse de
bastantes problemas; y, por otro lado, que existe un efecto negativo directo
al aumentar la vigilanciay el control ya que, al estar másjuntos y con menor
privacidad, hay más guardianes capaces de evitar el delito 11.

nen un efecto preventivo muy elevado, controlando por el efecto de importantes variables (1). El
mismo hallazgo muestra el metaanálisis de la OlJDP, que añade el efecto criminógeno de abando-
nar los estudios y de los rarnhios frecuentes de escuela (2); YLipsey y Derzon al hilo de la actitud y
resultados académicos a las edades de 6-ll (wr=0,13) y 12-14 (wr=0,19), en relación con la VIolencia
o delincuencia seria a los 15-25 años (3). Con datos especialmente ricos, el Proyecto de Seattle
muestra que unos bajos resultados académicos, una baja vinculación al colegio, unas bajas aspira-
ciones educativas y unos frecuentes cambios de colegio a las edades de 14 y 16 elevaban de modo
significativo el riesgo de comportamiento violento a la edad de 18 años (rango RV=I,82 2,71) (4).
(1) Crutchfield y Wadsworth, 2013: 165-166 y 174, así como 158-161 sobre los datos y enfoque
analítico.
(2) Hawkins et al., 2000: 4-5.
(3) Hawkins et al., 2000: 7.
(4) Herrenkohl et al., 2000: 180-181.
s Farrington, 1992a: 139-140.
6 Farrington, 1993: 15.
7 Farrington, 1994: 227-228.
8 Farrington, 1993: 16.
9 Murray et al., 2010: 1203.
10 Murray el al., 2018: 318 y 323.
11 Sampson y Laub, 1993: 81-82 y 96.
182 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

El Proyecto de Seattle indica que el conflictofamiliar a los 14 o a los 16


años aumenta el riesgo de comportamiento violento a la edad de 18 años
(rango RV=1,612,16) 12. En el Estudio de Cambridge se encontró que el
conflicto familiar predecía lascondenasjuveniles (RV=2,8)y la criminalidad
autoconfesada (RV=2,4),aunque no las condenas adultas 13. En Estudio de
Cali se apreció una asociaciónentre el conflictofamiliarestimado mediante
una medida dicotomizada del ítem «En la familiaa menudo se discute o se
pelea entre nosotros»por un lado y comisión de hechos delictivos(RV=1,4)
y consumo de drogas por otro (RV=1,43;N=899).
Otro factor que se ha relacionado con la criminalidad es la falta de vin-
culación segura entre el infante y quienes le crían. Este concepto de vincula-
ción segura procede de la Psicologíay se relaciona con el trabajo de Bowlby.
Guerra informa de que en un metaanálisis a partir de 69 estudios y casi
6.000 niños y niñas se identificó que los niños y en menor medida las niñas
que tenían vinculaciones maternales inseguras y que por ello no toleraban
bien la separación «tenían un riesgo elevado de problemas de comporta-
miento y de agresión más tarde» 14.
La pobreza también se ha relacionado con la criminalidad, en particular
a travésde los efectosde la primera sobre la crianza.Así,Murray y su equipo
reseñan en su revisiónde trabajos de países de ingresos medios y bajos una
conexión positivaentre pobreza familiar y problemas de comportamiento y
violencia en la prole, si bien pequeña (rango d=0,12 0,18) 15. El estudio de
Cambridge encontró que unos bajos ingresos familiares, el desempleo del
padre y la pertenencia a una clase social baja a la edad de 8-10años prede-
cían haber sido condenado a los 32 por un delito violento (rango RV=2,48
3,21); mientras que el desempleo del padre a la edad de 12-14años prede-
cía haber sido condenado a los 32 (RV=4,04)16. Unos bajos ingresos fami-
liares, una viviendapobre y formar parte de una clase social baja predecían
comportamientos antisociales a los 18 años (RV>2)y disfunción social a los
32, con la xcepción para este último caso de la clase social baja 17. Con
datos de tres generaciones del mismo estudio de Cambridge, se encontró
en análisis multivariantes que unos ingresos familiares bajos predecían la
violencia de los hijos (RV parcial=2,6); y que una vivienda pobre la de los
nietos (RVparcial=2,2) 18. Los investigadores de la OlJDP reportan en su
metaanálisisuna relación entre pobreza y violencia 19. Lipseyy Derzon iden-
tifican el estatus socioeconómico de la familia como un predictor modesto

12 Herrenkohl et al., 2000: 180-181.


13 JubyyFarrington, 2001: 30.
11 Guerra, 2013: 260.
15 Murray et al., 2018: 317-319.
16 Farrington, 1993: 15-16; el mismo, 1994: 227-228.
17 Farrington, 1993: 15.
18 Farrington y Malvaso, 2019: 220.
19 Hawkins et al., 2000: 5.
PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN 183

de la violencia o delincuencia seria entre las edades de 15-25años cuando


se estimaba a los 12-14años (wr=0,1)20. El Proyecto de Seattle encontró que
la privación económica a la edad de 10 y 16 años, aunque no a los 14, pro-
nosticaba también de modo moderado el comportamiento violento a la
edad de 18años (rangoRV=I,511,61)21.
Guerra resume potenciales mediadores. Los problemas económicos, in-
cluidos los que son a corto plazo pueden generar estrés y reducir la habili-
dad para una crianza eficaz;los padres mismos pueden provenir de ambien-
tes semejantes y carecer de las habilidades óptimas para la crianza y para
solicitarayudaspúblicas; al tiempo que sus dificultades les impiden acceder
a recursos financieros que les ayuden a sobrellevar su tarea socializadora; la
pobreza familiar se conecta con exposición a agentes tóxicos desde antes
del nacimiento; los niños no sólo sufren los problemas económicos de sus
familias, sino también el de su barrio en una especie de «doble maldi-
ción,,22.

1.2. Procesos de transmisión intergeneracional

Un hecho conocido en Criminología es la conexión entre delincuencia


de los padres y de sus hijos. Forma parte del dicho anglosajón el delito rueda
en la familia (crime runs in the family)23, una versión desviada del de tal palo,
tal astilla. Besemer, utilizando datos del estudio longitudinal estadouniden-
se Add Health, sostiene que el 5 por ciento de lasfamiliasincluidas en la in-
vestigaciónhabía protagonizado más del 50 por ciento de losarrestos; el 10
por ciento, el 79 por ciento de los arrestos; y el 25 por ciento, el 100 por
cien de los arrestos".
Una famosa investigación norteamericana de finales del siglo XlX fue
pionera en la exposición de esta idea. Dugdale encontró durante una serie
de visitasa cárceles de cierto Condado del Estadode NuevaYorkseis perso-
nas que, aunque bajo cuatro apellidos distintos, realmente pertenecían a
una misma familia. Habían vividodurante generacionesen la misma locali-
dad, en la que su apellido se había convertido en un reproche. Dugdale
llegó a identificar a 81 miembros de la familia, ya fuera por sangre o por
matrimonio o convivencia, de los cuales 45 eran hombres:29 por sangre y
16 no. De los 29 hombres, familiarespor sangre, 17eran criminales;de los
otros 16,5 eran delincuentes". Dudgaleofrece una explicaciónsociológica
de esta familia de delincuentes, a quienes llamó losJukes.Escribe que «Las

20 Hawkins et al., 2000: 7.


21 Herrenkohl et al., 2000: 181-182.
22 Guerra, 2013: 259-260.
25 Farrington et al., 2009: 109.
2. Besemer, 2013: 148, así como 145-146 sobre los detalles metodológicos del estudio.
25 Dugdale, 1888: 7-9, así como 40-41.
184 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

características esenciales del grupo son la gran vitalidad, ignorancia y pobre-


za. Nunca han recibido ninguna formación que hubiera activado el gusto
estéti.co , los hábitos del razonamiento o incluso el deseo de la confortabili-
dad ordinaria de un hogar bien ordenado». Asume incluso no sólo que el
ambiente es el factor criminógeno determinante, sino que «la herencia mis-
ma es un resultado organizado de un ambiente que no cambia-P.
Un segundo estudio norteamericano sobre una familia con miembros
delincuentes es el de Goddard, quien a través de una interna en una insti-
tución que él dirigía"? descubrió una familia en la que podían identificarse
dos ramas que habían vivido separadas desde hacía seis generaciones, una
"buena» en la que no había criminales y otra «defectuosa» en la que había
criminales pero sobre todo débiles mentales, en lo que el investigador ve un
experimento natural 28. Este autor rechaza que el ambiente sea el único
factor importante para la etiología de la debilidad mental o que ésta pueda
mejorarse a nivel individual a través de la educación: «la conclusión es in-
evitable de que toda esta degeneración ha llegado como resultado de que
la mente defectuosa y la mala sangre (bad blooá) ha sido traídas a una familia
normal de buena sangre (normal family of good blood), primero de la chica
débil mental sin nombre y más tarde por contaminaciones adicionales de
otras fuentes», al tiempo que abunda en la robustez de su investigación en
cuanto que (supuesto) experimento natural P. También afirma la existen-
cia de una relación entre debilidad mental y criminalidad 30.
Aunque estos estudios son muy antiguos, existen en la actualidad prue-
bas de este fenómeno de la transmisión intergeneracional de la criminali-
dad, que en sentido estricto se refiere a la conexión padres-hijos. Besemer
y sus socios han presentado un metaanálisis a partir de 23 estudios apareci-
dos en 25 publicaciones+'. Señalan que la conexión es clara, con una razón
de las ventajas de 2,38 a nivel bivariado y de 1,83 en modelos rnultivarian-
tes'". Este factor no varía dependiendo de si se han utilizado datos oficiales
o autoinforrnados ". A continuación, estos investigadores señalan una serie
de potenciales moderadores 34. Murray y Farrington revisan y analizan 11
estudios sobre la conexión entre el encarcelamiento del padre o la madre y

26 DugdaJe, 1888: 66 sobre todo, de donde proceden las citas. Esto es importante porque
algunos años más tarde, la familia de losjukes volvió a ser estudiadas por Estabrook, quien alcan-
zó conclusiones etiológicas y de Política criminal bien distintas, proponiendo como alternativas la
custodia permanente y la esterilización, 1916: 85.
27 Goddard, 1912: 1-12.
28 Goddard, 1912: 59 y 68.
29 Goddard, 1912: 52-53 y 66-69 sobre todo, cita procede de 69.
'0 Goddard, 1912: 57 y 61-62.

31 Besemer et al., 2017: 164-167 sobre los detalles metodológicos de su trabajo, así como 167
sobre el cálculo de las razones de las ven tajas.
32 Besemer et al., 2017: 167, 170 Y 172.

3' Besemer et al., 2017: 170.


34 Besemer et al., 2017: 168-170.
PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN 185

el comportamiento antisocial de los descendientes y encuentran pruebas


favorables a esta relación en 8 de los estudios, mientras que en 3 no se al-
canzaba la significación estadística. Las razones de las ventajas oscilaban
entre un modesto 1,3 a 1,9 en tres estudios; a un elevado 8,5 en el que mos-
traba más fuerza; pasando por otras cinco investigacionescon tamaños del
efecto intermedios, cuyo rango iba de 2,2 a 3,135. El Estudio de Cambridge
indica que tener un padre condenado a los 8-10 años pronosticaba compor-
tamientos antisocialesa los 18 y disfunción social a los 3236; así como haber
sido condenado a los 32 por un crimen violento (RV>2) 37. De hecho, en
modelos multivariantes la condena paren tal se mostraba como uno de los
predictores más sólidos ". McCord encontró en su Estudio longitudinal de
Cambridge-Sommerville, de Estados Unidos, que la desviación del padre
era un factor predictivo de la criminalidad futura.". Aunque con alguna
excepción, la misma impresión procede del metaanálisis de la OlJDP40. El
metaanálisis de Lipseyy Derzon indica que tener padres antisociales es un
indicador de violencia o delincuencia seria entre las edades de 15-25 años
ya se hubiera estimado a la edad de 6-11 (wr=0,23) 012-14 (wr=0,16)4L.La
violencia y la criminalidad parental predecían la violenciaa la edad de 18
años cuando se estimaba a los 14 o a los 16 años (rango RV=1,842,03) en el
Proyecto de Seattle",
Estasinfluencias pueden desagregarse por sexo, como hacen Auty y sus
colegascon los mismos datos de Cambridge: que el padre haya sido conde-
nado se relaciona con una mayor probabilidad de que el hijo (RV=3,02) 10
haya sido, aunque para la hija no se alcanzó la significación estadística
(RV=3,48, no significativo);que la madre haya sido condenada se relaciona
con una mayorprobabilidad de que el hijo (RV=2,98)y la hija (RV=5,16) lo
hayan sido t", Estos autores, eso sí, añaden que los efectos se encuentran
mediados por variables que no coindicen: el de padres y madres sobre los
varones vía abuso de drogas del padre; el de los padres sobre las hijas vía
problemas de convivencia;y el de las madres sobre las hijasvía disciplina
dura". Besemer y sus colegasserialan finalmente que la transmisiónes más
fuerte de madres a hijas seguida de la transmisión de madres a hijos y de
padres a hijas,siendo la más débil la que se produce de padres a hijos". No

55 Murray y Farrington, 2008: 141-150.


56 Farrington, 1993: 15.
57 Farrington, 1994: 227-228.
38 Farrington, 1993: 16.
39 McCord, 2007: 81.
10 Hawkins et al., 2000: 3.
41 Hawkins et al., 2000: 7.
12 Herrenkohl et al., 2000: 180-182; la excepción era la violencia parental a los 16 años
(RV=1,35, no significativo).
13 Auty et al., 2017: 226 y 229,223-225 para la parte empírica.

14 Auty et al., 2017: 227-228.


45 Besemer et al., 2017: 170.
186 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

está claro que algunos efectossean distintos según se trate de un niño o de


una nifia".
Thornberry y sus colegas confirman que la delincuencia y el uso de
drogas por parte del padre predice de modo positivocomportamientos pro-
blemáticos de los hijos a los 8-9 años según los informes de las madres, si
bien el efecto se encuentra totalmente mediado en modelos de ecuaciones
estructurales por otras variablescomo la calidad de la crianza parental a la
edad de 6-7 años y la edad a la que los padres tuvieron la descendencia
(aunque no en todos los modelos) -a mayor nivel de desviación de los pa-
dres, antes tendían a tener los hijos;cuanto másjóvenes tenían al hijo, más
desviación mostraba éste". Besemer observa en los datos del estudio longi-
tudinal Add Health una similitud entre los contactos de padres e hijos con el
Sistema de Administración de Justicia: que uno o más de los padres sea de-
lincuente aumenta el riesgo de arresto, condena condicional (probation) y
encarcelamiento (rango RV=2,63 3,37); lo mismo que tener ambos padres
delincuentes (rango RV=2,11 4,49). El mismo autor nota que las diferen-
cias entre esos tres tipos de contacto y tener un padre o una madre delin-
cuente no son dramáticas, pero revelan la mayor robustez del caso del pa-
dre, con rangos para las razones de las ventajas de 2,443,39 Yde 2,32 2,78
respectivamente para padre y madre delincuen te ". Al mismo tiempo, en
modelos de ecuaciones estructurales, comprueba que los padres y las ma-
dres tienden a parecerse entre ellos (r=0,31)49.
La transmisión, naturalmente, no tiene que limitarse a una generación
sobre la siguiente. Farrington y suscolegas han estudiado esta cuestión con
datos del Estudio de Cambridge en primer lugar respecto a su primera gene-
ración. Informan de que el delito se concentra fuertemente en las familias:
el 6 por ciento de las familias era responsable de la mitad de todas las con-
denas; y casi el 75 por ciento de los padres que habían sido condenados te-
nían un hijo a su vez condenado 50. El mismo Farrington y sus sociosutiliza-
ron datos corrcspondi ntes a tres genemciones del estudio de Cambridge y
reportan que tener al padre condenado eleva el riesgo de violencia en las
generaciones de hijos y nietos (rango RVparcial=2,714,34) 51. Concentrán-
dose en la transmisión de la criminalidad de los hijos a los nietos -en rela-
ción con los participantes originarios del estudio de Cambridge- Farrington
y sus asociadas observan que la delincuencia autoinformada de los hijos a la
edad de 18 años pronosticaba la posterior de los nietos, sobre todo en el
robo en vivienda, robo de algo del interior de un vehículo, agresión y con-

46 Murray y Farrington, 2008: 182.


47 Thornberry et al., 2009a: 80-91; los mismos, 2009b: 312-320.
48 Besemer, 2013: 149.
49 Beserrier; 2013: 150.
50 Farrington et al., 1996: 47-60; Rowe y Farrington, 1997: 177-196.
51 Farrington y Malvaso, 2019: 220; sobre los datos y las generaciones, 210-214; Farrington
et al., 2009: 115-122, y 115 sobre los datos.
!'l{Ut;t.::sus m: t;lUANLA y SUt;lAL1LAt;lUN ~Ol

sumo de marihuana (rango RV=2,123,77); y que la delincuencia de los hi-


jos a la edad de 32 años pronosticaba la posterior de los nietos, sobre todo
en la agresión y el consumo de marihuana (rango RV=1,96 4,21)52; así
como que el factor predictivo más robusto se producía entre madres e hi-
jas". Aunque los autores anuncian serias diferencias dependiendo del tipo
de delito, la medida general basada en 11 conductas criminales y desviadas
autoinformadas y en la diferenciación entre el 25 por ciento más criminal
de la muestra y el resto, arrojaba unas razones de las ventajas elevadas tanto
para la edad de 18 (RV=3,48)como de 32 años de los hijos (RV=3,09)-en
la transmisión de hijos a nietos". Los autores exploran una serie de media-
dores". Los resultados con datos sobre condenas confirmaban la hipótesis:
la asociación era más fuerte para los delitos de empleo de armas ofensivas,
robo en vivienda,amenaza y violencia (rango RV=5,2810,57), pero igual-
mente elevado para una medida total de condenas (RV=3,46)56.
Estamos iendo yue el Estudio de Cambridge es uno de los que más
pruebas han arrojado sobre la relación entre encarcelamiento parental y
criminalidad. Una de las revisionesmás completas es la ofrecida por Murray
y Farrington, que comparan a los participantes en el estudio que estuvieron
separados de alguno de sus padres en algún momento antes de los diez años
por un lado y quienes no estuvieron separados porque suspadres no fueron
nunca encarcelados, quienes sí estuvieron separados pero por motivos dis-
tintos al encarcelamiento paren tal y quienes tuvieron a alguno de sus pa-
dres en prisión pero sólo antes de nacer. Estascomparacionesson realizadas
para cinco situaciones o conductas criminológicamente relevantes y para
varios momentos temporales en tres de las cinco situaciones o conductas.
La razón de las ventajas media para todos los escenarios descritoses de 3,4,
lo cual apunta a una asociación fuerte y positiva entre la separación de los pa-
dres por encarcelamiento entre el nacimiento y los 10 años y todos los de-
más supuestos. El grueso de las variaciones se encuentra en la comparación
con quienes no tuvieron a los padres encarcelados: la razón de lasventajas
media es superior aquí a 3 (RVmedia para la comparación con quienes no
sufrieron separación ni sus padres encarcelamiento=5,7; rango RVmedia
para la comparación con quienes sufrieron separación de sus progenitores
pero cuyospadres no fueron encarcelados=3,4 6,0). Con muypocasexcep-
ciones -5 de 33 cálculos-, la conexión se aprecia en la personalidadantiso-
cial en distintas edades, violencia autoconfesada a los 18años, delincuencia
autoconfesada en distintas edades, condena en distintasedades y encarcela-

52 Farrington et al., 2018: 125·126 y 132, así como 119-124 sobre la metodología, en particu-
lar 123-124 sobre el efecto del diseño y las razones de las ventajas.
;~ Farrington el al., 2018: 118.
51 Farrington et al., 2018: 127.
55 Aury et al., 2015: 27-29 -con especial atención a rasgos psicopáricos como mediadores-;
Farrington et al., 2017: 14; los mismos, 2018: 127-132.
56 Farrington et al., 2017: 12-14, y ó-12 sobre la metodología.
188 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

miento a los 40 (rango RVpara 28 asociacionessignificativas=3,113,4;ran-


go RV para 5 asociacionesno sígnificativas=Ll4,9)57. La situación cambia
cuando la comparación se hace entre losseparados de sus padres por encar-
celamiento y quienes tuvieron a sus padres encarcelados antes de nacer:
aquí la razón de las ventajasmedia a lo largo de 11comparaciones es eleva-
da (RV media=3,1), pero es debida por completo a una única variable de-
pendien te: la personalidad antisocial a los 14 años. Para todas las demás
conductas o situaciones, no puede descartarse que las razones de las venta-
jas hayan sido obtenidas al azar y realmente no apunten a conexión alguna
(rango RV=I,3 6,6, si bien el factor 6,6 -estar encarcelado a los 40- es una
especie de outlier ya que el anterior es 4). A pesar de todo, estos últimos
hallazgos no significativosdeben tomarse con cautela debido a que las cel-
das nrilizadas tienen frecuencias muy bajas (Ns=17y 23). Por todo ello, esta
revisión desagregada de Murrayy Farrington abunda en la conexión positi-
va entre encarcelamiento de los padres y comportamientos antisociales y
delictivos de los descendientes, la cual llega hasta edades muy tardías como
la personalidad antisocial a los 48, la condena entre los 33 y los 50 y el en-
carcelamiento a los 4058.
Los mismos Murray y Farrington dan un paso más y revisan las mismas
comparaciones para otros problemas no legales. En primer lugar, apuntan
a una conexión positiva entre encarcelamiento de alguno de los padres y
problemas de salud mental-concretamente, neurosis y an iedad-depresión-
de la descendencia, lo cual lo derivan tanto de una revisión de estudios
previos de investigadores independientes 59 como del Estudio de Cambrid-
ge -salvo para la comparación entre quienes habían tenido a los padres
privados de libertad antes o después de nacer, si bien debido a su baja fre-
cuencia no volveremossobre este elemento. Por lo que se refiere al estudio
que lleva el nombre de la ciudad del Cam, las razones de lasventajasencon-
tradas fueron superiores a 2 (RV media para la comparación con quienes
no sufrieron separación ni sus padres encarcelamiento-Zñ; rango RV me-
dia para la comparación con quienes sufrieron separación pero cuyospa-
dres no fueron encarcelados=2,3 3,2) 60.
En segundo lugar, apuntan a una conexión positiva entre encarcela-
miento de alguno de los padres y problemas con el alcohol, las drogas, la
educación y el empleo, lo cual lo derivan de nuevo tanto de una revisiónde
estudios previoscomo del de Cambridge. Las ilustraciones previas de otros
autores, aunque escasas, alcanzan en algunos casos razones de las ventajas
de 7,2 Y11,461• Por lo que se refiere al estudio longitudinal inglés recién

57 En algún caso puede confiarse en que la ausencia de significación estadística es un pro-


blema de potencia estadística derivado de la baja frecuencia de las celdas relevantes.
58 Murray y Farrington, 2008: 150-152.
59 Murray y Farrington, 2008: 153-157.
60 Murray y Farrington, 2008: 157-158.
61 Murrayy Farrington, 2008: 159-160.
PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN 189

mencionado, en general y con alguna excepción puede decirse que, en las


comparaciones entre grupos que ya hemos especificado-padres encarcela-
dos después del nacimiento por un lado y padres no encarcelados con o sin
separación de ellos- existe una relación para el consumo de drogas (rango
RV=1,6 4,8); fracaso escolar (rango RV=4,4 8,1); hacer novillos (rango
RV=5,410,3); no realizar los exámenes (rango RV=2,4 3,9); estar desem-
pleado a los 18 (rango RV=8,5 41,0) o a los 32 años (rango RV=2,0 3,1); y
un bajo éxito vital (rango RV=2,0 7,1). Sin embargo, también en general
puede decirse que no se encontró una conexión con el consumo de alcohol
a los 32 o a los 48 años; ni con el desempleo a los 48 aI1os62•
En resumidas cuentas, que quienes han sufrido el encarcelamiento de
alguno de los padres entre el nacimiento y los 10 años es más probable que
desarrollen alguno de los problemas señalados de tipo legal, mental, social,
de; su relación con el encarcelamiento en el estudio de Cambrirlge, por lo
tanto, es positiva.
Farrington y sus asociados han señalado varios mecanismos de transmi-
sión intergeneracional de la criminalidad: puede haber continuidades en la
exposición a los mismos factores de riesgo; emparejamiento selectivo, esto es la
tendencia de individuos con tendencias antisociales a unirse entre sí; in-
fluencia de unos miembros de la familia sobre otros; efectos relacionados
con la crianza inefectiva que se transmite de padres a hijos; mecanismos
genéticos; y, finalmente, una retroalimentación de sesgos del Sistema de
Administración de justicia en línea con la teoría del etiquetamiento 63. Sin
embargo, en otra investigación con datos de Add Health analizados con mo-
delos de ecuaciones estructurales, el mismo Besemer no encuentra efectos
indirectos de la criminalidad de los padres sobre la de los hijos a través del
ambiente familiar, pero sí directos. Yesto tanto para algún arresto, varios
arrestos, condena condicional (probation) y encarcelamiento. Estima este
investigador que la conexión directa es elevada64.
Besemer y otros han testado la hipótesis del etiquetamiento y afirman
que sus resultados favorecen que la criminalidad se relaciona C01l una acu-
mulación de desventajas-entre los que se incluyeel encarcelamiento parell-
tal 65. Sin embargo, el enfoque que adoptan -la inclusión de una interac-
ción- no identifica necesariamente un efecto del etiquetamiento en sentido
tradicional'". Woodard, por su parte, apunta a la potencial existencia de
interacciones. Por ejemplo, utilizando datos del estudio FragileFamilies and

&2 Murray y Farrington, 2008: 161-162.


es Besemer et al., 2017: 162-164; Murray y Farrington, 2008: 163-164; los mismos, 2010: 637.
&l Besemer, 2013: 150. El autor, sin embargo, no informa sobre el ajuste de su modelo,al
que además faltan controles.
65 Besemer, Farrington y Bijleveld, 2017: 7-10 y 4-7 sobre los datos.
66 Además, no solo faltan controles relevantes, sino que el término interactivo no captael
efecto pronosticado fuera del modelo lineal, vid. por ejemplo Besemer, Farrington y Bijleveld,
2017: 7.
190 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Child Wellbeing, con una muestra de 4898 individuos nacidos entre 1998y
2000,identifica que el efecto criminógenode tener a la madre en prisión se
modera con la presencia de un hermano, aunque éste no ejercía ningún
efecto directo sobre la criminalidad67.
Para la tradición del control social, como ya sabemos, los padres o ma-
dres que delinquen habitualmente no ejercitarán una crianza eficaz sobre
la prole. Aún así, se puede esperar una cierta variacióndependiendo de los
vínculos del progenitor y, por lo tanto, de la calidad de la relación con el
hijo o hija. La idea es que si la relación es negativa,que desaparezca tempo-
ralmente ese progenitor puede disminuir la criminalidad del descendiente.
Estaidea de que el efecto del encarcelamientopuede ser positivoo negativo
dependiendo de la relación padres-hijostiene apoyo ernpírico'".
Adviértase que una cosa es la delincuencia de los padres o madres y
otra su encarcelamiento. Naturalmente, se trata de variables que tende-
rán a correlacionar en alguna medida, pero nos interesa ahora que son
conceptualmente ortogonales y sus efectos son potencialmente distintos.
Para la estricta dimensión de la privación de libertad, Auty ha descrito las
consecuencias tanto para los progenitores, desde alteración de las identi-
dade para los padres'" a la angustia de las madres 70; para los hijos e hijas,
como puede ser el trauma 71; para las relaciones entre unos y otros, como
el distanciamiento 72; y para la familia, como el declive económico y una
reducción en la calidad y estabilidad de la crianza 73, sin ánimo de exhaus-
tividad.
Como vemos,el encarcelamiento de uno de los padres es un predictor
señalado de la criminalidad.", pero sin embargo su alcance es amplio. El
encarcelamiento tiene efectos negativos para las familias que lo sufren en
alguno de susmiembros, lo cual a su vezpuede generar de modo indirecto
-verbigracia a través de su impacto en la educación y socialización que la
familiapuede ofrecer- criminalidad 75. Algunos de estos efectosson sutiles,
como sentimientos de vergüenza?". Fagan y Wesl señalan que el encarcela-
miento de un familiar, habitualmente del padre, aumenta las dificultades
económicas del núcleo, dificulta la supervisión de los hijos y rompe los

67 Woodland y Coop, 2016: 340-347.


68 Slomkowski et al., 2001: 271-282; Woodland y Coop, 2016: 340-347.
69 Auty, 2012: 74-82.
70 Auty, 2012: 59-62.
71 Auty, 20J2: 102-109.
72 Aury, 2012: 59.
73 Auty, 2012: 109-114.
74 Murray y Farrington, 20J O: 637.
75 Fagan yWest, 2013: 216-218; Fagan et al., 2003: 1553; Lynch y Sabol, 2004: 273. En algu-
nos países el número de niños y niñas con algún padre en prisión es elevado; así Hagan y Dinovit-
zer, 1999: 137, hablan de más de un millón para Estados Unidos a finales de los años noventa, y
hoy existen 2.000.000.
76 Hagan y Dinovitzer, 1999: 126-127.
PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN 191

vínculos familiares, así como que la prole de padres encarcelados tiene un


desarrollo emocional, conductual y psicológico relativamente pobre. Escri-
ben que «Incluso cuando los comportamientos de los padres previos al en-
carcelamiento habían tenido influencias negativasen el desarrollo del niño
[... ] los efectos del encarcelamiento también se observan cuando el padre
o la madre deja el hogar para ingresar en la cárcel»77.
Sin embargo, puede esperarse que los efectos sean más severos en el
caso de encarcelamiento de la madre, ya que en este caso los hijos suelen irse
a vivir con personas ajenas a la familia nuclear, como tíos o abuelos; mien-
tras que si el encarcelado es el padre, los hijos normalmente se quedarán
con la madre. Así,Auty señala un estudio estadounidense en el que la ma-
yoría de los padres encarcelados informó de que los hijos estaban viviendo
con la madre (90 por ciento); mientras que las madres señalaron a los abue-
los (53 por ciento), los padres (28 por ciento), otros familiares (23 por
ciento) e instituciones de acogida (10 por ciento) 78. Las pruebas empíricas,
sin embargo, no son claras sobre si el encarcelamiento de la madre tiene
consecuencias más graves que las del padre sobre la conducta antisocial y
delictiva de los descendientes 79.
La evidencia del efecto del encarcelamiento de la madre sobre los hijos,
en realidad, es compleja, con hallazgos igualmente de efectos beneficio-
SOS80; y no significativos!'. Así, Wilderman y Turney utilizan datos de un
estudio más amplio sobre niños de 9 años con informes de cuidadores y
profesores y notifican que los niños y niñas que tienen a la madre privada
de libertad tienen un estatus socioeconómico desaventajado y muestran
problemas de comportamiento. Sin embargo, una vez que se controlan las
diferencias previas entre ellos y sus compañeros sin madres encarceladas,
los efectos del encarcelamiento son inexistentes, con algunos muy pocos
ejemplos de efectos positivosy negativos. Los problemas de estosniños, por
lo tanto, no parecen ser resultado de que la madre esté en prisión, sino de
factores previos'",
Algunos efectos del encarcelamiento de los progenitores pueden ser
sutiles y duraderos. Brayne y otras autoras han señalado que quienes han
tenido contacto con el Sistema de Administración de Justicia, como puede
ser haber estado en prisión o incluso haber sido arrestado, reducen volun-
tariamente su contacto con instituciones públicas que recogen o guardan
datos. Esto no tiene que ocurrir, sin embargo, con otras institucionesCÍvicas
o religiosas. Este fenómeno es denominado por esta autora evitación de siste-

77 Fagan y West, 2013: 218.


78 Auty, 2012: 59.
79 Murray y Farrington, 2008: 180.
80 Hagan y Dinovitzer, 1999: 121-158.
81 Turney et al., 2012: 1149-1163; este estudio reporta efectos nulos para el encarcelamiento
actual, pero no así para el que hubiera tenido lugar antes.
82 Wilderman y Turney, 2014: 1041-1065.
192 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

mas. Cuando un individuo ha tenido estasexperiencias y tiene que acudir a


una institución pública en la que podrían encon trarse sus datos o que po-
dría recopilar datos nuevos como es el caso de un hospital, una oficina de
empleo o un centro educativo, este individuo puede cambiar de opinión y
olvidarse de las gestiones que tenían que hacer. Es cierto que a menudo se
buscan estrategiaspara evitaruna exposición directa, como alegar que se ha
olvidado el documento nacional de identidad u otro carné. Según la litera-
tura, esto sugiere que la prisión extiende sus efectos y se solapa con otras
instituciones sociales. Esta situación es especialmente problemática en el
caso de madres que tienen que cuidar de sus hijos y que, por lo tanto, pue-
den dejar de acceder a servicios o prestaciones a las que tienen derecho y
que realmente necesitan; al tiempo que su identidad como madres puede
verse comprometida. Piénsese en el temor a que estas instituciones puedan
poner en duda su capacidad para cuidar de los hijos'". Este fenómeno, se-
ñala Brayne, estaría en expansión debido a nuevas estrategias policiales y
públicas en general que recurren a big data ya que ahora se rebajan los ni-
veles en que se considera que existe un riesgo y se emplean con finalidades
predictivas por un lado; y se combinan fuentes de información que antes
eran independientes por otro".

1.3. Hermanos y delincuencia

No sólo se ha descrito una conexión entre criminalidad y tendencias


desviadasde padres e hijos. La conexión positivaentre número y desviación
de los hermanos -sobre todo chicos85- y criminalidad propia es igualmente
conocida en Criminología'", Por ejemplo, Shaw describió en 1930 la histo-
ria de los cinco hermanos Martin, detenidos casi cien veces y que confesa-
ron a los investigadores más de 300 robos en viviendasy muchos otros deli-
tos. Sus pruebas apuntan no sólo a los hermanos como un factor de riesgo,
sino a que los mayores pueden actuar como reclutadores de los más peque-
ños'".
Utilizando información empírica del Concejo de Peoria, en Illinoi ,
Reiss escribe que de 151 robos en viviendas con más de un delincuente
juvenil, en el 24 por ciento había dos o más herrnanos'". El mismo Reiss y
Farrington, con datos del Estudio Longitudinal de Cambridge, observan
una tendencia a la codelincuencia con hermanos, sobre todo cuando el

83 Brayne, 2014: 370·373 y 375·386, así como 373-374 sobre los datos; la misma, 2017: 999·
1000; Goffman, 2009: 342·348 y 351·354.
8' Brayne, 2017: 985·987 y 992·996.
85 Fagan y Najman, 2003: 552.
86 Reiss y Farrington, 1991: 365.
87 Shaw, 1930: 4-5.
88 Reiss, 1986: 136; el mismo, 1988: 139.
PROCESOS DE CRIANZA YSOCIALlZAC[ÓN 193

sujeto tenía tres o cuatro hermanos de edades próximas a la suya'". Farrin-


gton informa de que, en el Estudio de Cambridge, tener un hermano con
problemas de comportamiento a los 8-10años predecía haber sido conde-
nado por un acto violento a la edad de 32 años (RV=2,44)90. Por lo que se
refiere a comportamientos no violentos, el mismo autor señala que tanto
tener un hermano con problemas de comportamiento como delincuente
anticipan comportamientos antisocialesa los 18,si bien sólo el primero de
ellos es un predictor de disfunción social a los 3291• Figura en el Proyecto
de Seattle que tener algún hermano delincuente a los 16 años, aunque no
antes, aumenta el riesgo de comportamiento violento a la edad de 18
(RV=2,26)92. Besemer nota una alta semejanza entre los contactos con el
Sistema de Administración de Justicia de los hermanos y hermanas entre
sí: contrasta 16 efectos y encuentra que, con una excepción (p=0,06), son
significativos desde un punto de vista estadístico (rango RV=2,117,8) 93.
Fagan y Najman emplean un estudio longitudinal australiano para compro-
bar si existen influencias criminógenas de los hermanos a la edad de 14
años. Informan de correlaciones bivariadas significativasdesde un punto
de vistaestadístico,y tanto según informes de las madres como de los pro-
pios chicos y chicas, entre el comportamiento delictivo de las hermanas
(ambas chicas) (rango r dependiendo de la fuente=0,21 0,33), los herma-
nos (ambos chicos) (rango r=0,260,41) y los hermanos de sexo mixto (ran-
go r=0,210,26) 94. Estos autores se preguntan si la similaridad entre herma-
nos es debida a experiencias familiares compartidas y responden
negativamente: al menos parte de la razón se encuentra en la relación
fraternal misma95.
Por último, Fagan y Najman señalan algunos efectos moderadores de la
relación, como el hecho de que los padres hayan sido arrestados, que re-
fuerza la semejanza entre hermanos (r=0,57cuando los padres habían sido
arrestados; r=0,20cuando no era el caso) 96.
Existeaquí de nuevo una consideración conceptual ya que podrían exis-
tir diferencias en el impacto de hermanos, medio-hermanos y hermanas-
tros; hermanos o hermanas; dependiendo de si vivenjuntos o no; y,en este
caso, cuáles son las características de la vivienda;o en conexión con la es-
tructura familiar.

89 Reiss y Farrington, 1991: 387.


90 Farrington, 1994: 227-228.
91 Farrington, 1993: 15; en modelos multivariantes, este factor no es tan robusto como otros
de sus compañeros, 16.
92 Herrenkohl et al., 2000: 181-182.
93 Beamer, 2013: 148-149, las comparaciones diferencian entre el género de los hermanos,
quiénes han contactado y cuatro estimaciones de contactos oficiales con la Justicia.
[).1 Fagan y Najman, 2003: 551-552 y 554; así como, en referencia a la parte empírica, 548-551.
95 Fagan y Najman, 2003: 552 y 554.
!16 Fagan y Najman, 2003: 553-554.
194 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

1.4. Hogares rotosy delincuencia

La idea de que existeuna relación entre familiasu hogares rotos es intui-


tivamente atractiva. El término es ciertamente desafortunado ya que una
dicotomía no puede captar la alta complejidad que se encuentra en la rea-
lidad 97. Un hogar roto es aquél en el que falta uno de los progenitores ya
sea por separación, fallecimiento u otro motivo. A nivel agregado, Pratt y
Cullen encontraron que la disrupción familiar era un predictor de las tasas
de criminalidad (wr=0,152;adjr=0,262)98.
Juby y Farrington informan de que los 75 chicos-de los 411que forma-
ban parte del panel- que vivíanpermanentemente en familiascon disrup-
dones a la edad de 15 años fueron condenados de jóvenes más (29 por
ciento) que los que vivíanen familias intactas (lR por ciento; RV=1,9);lo
cual valía igualmente para datos de condenas adultas (RV=1,8,no significa-
tivo) y de autoinforme (RV=2,1)99. El hecho de que la disrupción familiar
se debiera bien al abandono o bien a la muerte de uno de los padres no
parecía tener efecto diferencial sobre la delincuencia 100. Los autores tam-
bién señalan que las tasasde criminalidad de familiascon disrupciones por
un lado y con elevadosgrados de conflictointerno por otro eran muy seme-
jantes; que la pérdida de la madre era un factor más criminógeno que la del
padre; que la falta de armonía familiar era más criminógena que la pérdida
de un padre; y que los niños que tras la ruptura familiar siguieron viviendo
con las madres no delinquían más que los procedentes de hogares intac-
tos101. Los autores concluyen que «lasfamilias con disrupciones están aso-
ciadas en general con tasas de delincuencia relativamente altas»ya que las
diferencias seguían existiendo incluso tras controlar estadísticamente una
serie de variablesrelevantes102. En el Estudio Longitudinal Británico se encon-
tró que, en modelos multivariantes, la pérdida de uno de los padres a la
edad de 5 años predecía de modo robusto problemas de conducta a la edad
de 10años y condenas criminales entre los 16 y los 34 afios para el caso de
los chicos (RV=1,6)103.

97 jubeyFarrington, 2001: 23.


98 Pratt y Cullen, 2005: 399-401. Un ejemplo extremo es el de personas sin hogar. Por ejem-
plo, Puente Guerrero advierte que en las mismas concurren antecedentes personales y familiares
desfavorables. Tales circunstancias junto a condiciones de vida adversas pueden funcionar como
factores de riesgo sobre todo de victimación, 2019. La misma autora muestra, a partir de la En-
cuesta a las Personas sin Hogar de 2012, que aquellos individuos que refirieron pasar la noche a
diario en espacios públicos presentaban más de 1,5 veces más probabilidades de haber sido vícti-
mas de, al menos, un delito o agresión que quienes indicaron pasar habitualmente la noche en
lugares previstos para el alojamiento, Puente Guerrero, 2018.
99 juby y Farrington, 2001: 30; así como 27-28 sobre aspectos metodológicos.

100 jubyyFarrington, 2001: 32.


101 jubyy Farrington, 2001: 32-34 y 36-37.

10' Juby y Farrington, 2001: 34-36, cita tomada de 36.


103 Murray et al., 2010: 1203.
PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN 195

Otros estudios son algo más matizados.Aebi utilizó datos de la Encuesta


de Delincuencia Autorrevelada de Suiza,que contaba con una muestra repre-
sentativa de 970jóvenes de entre 14y 21 años. Comparó el porcentaje de
hijos e hijas de familias disociadasy completas y sólo encontró diferencias
significativasdesde un punto de vista estadístico para las infracciones en
materia de estupefacientes, tanto para la prevalencia total a lo largo de la
vida como limitada al último año. Esta ausencia de diferencias para los ro-
bos y hurtos, comportamientos violentos, comportamientos desviados y
comportamientos problemáticos se replicaba cuando la muestra se desagre-
gaba por sexo y edad 104. Aebi entiende que esta diferencia en infracciones
relativas a los estupefacientes es debida a que los hijos de familias rotas
crecen más rápido y llegan antes a ciertas etapas de desarrollo, adoptando
de este modo pautas de comportamiento que no corresponden a su edad
biológica, como ocurre como el consumo de tabaco 10.1. El mctaanálisis de
la OlJDP señala que los efectos probablemente dependen de la presencia
de otras variablesy que es menester llevara cabo análisismultivariantespara
contrastar interacciones+". Lipsey y Derzon encuentran un vínculo entre
el hogar roto y violenciao delincuencia seria entre las edades de 15-25años
ya se hubiera estimado aquél a la edad de 6-11 (wr=0,09) o 12-14
(wr=O,l)107, pero muy modesto y encuadrado en el grupo de factores más
bajo de su escalajerárquica.
En el Estudio de Cali se comprobó que existía una diferencia significativa
desde un punto de vista estadístico -marginal en el primer caso-, pero dé-
bil, entre vivircon los dos padres y vivirsólo con uno por un lado y crimina-
lidad (RV=1,3;p=0,08) y consumo de drogas (RV=1,8)por otro. Sin embar-
go, no se observó esa diferencia cuando quienes vivían con sus dos padres
eran comparados con quienes no vivíancon ninguno de ellos 108.
Farrington y otros apuntan tres posibles mecanismos que podrían co-
nectar esta circunstancias con la criminalidad futura de los hijos: el modelo
del trauma sostiene que la pérdida de uno de los padres tiene un efecto
perjudicial para la prole por la tensión a que les somete o por la pérdida de
una vinculación relevante; el modelo de la selección sugiere que cualquier
efecto puede reconducirse a diferencias previas en la familia, como que
padres que se ven envueltos en actividades de riesgo y delictivases más pro-
bable que sigan prácticas de crianza criminógenas y al mismo tiempo eleven
la probabilidad de que se rompa la familia -dicho con otras palabras, la
conexión hogar roto-criminalidad sería espuria-; y, finalmente, el modelo
del curso de la vida se centra en el proceso de múltiples estresores como el

IOt Aebi, 2008: 47.


105 Aebi, 2008: 29 y 35-44, para la parte empírica y los resultados respectivamente.
100 Hawkins et al., 2000: 4.
107 Hawkins et al., 2000: 7.
108 Aunque este tercer grupo tenía una frecuencia muy baja y no es fácil extraer conclusio-
nes.
196 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

conflicto familiar,empeoramiento de las circunstanciaseconómicas, cambio


de figuras paren tales por cambios en las parejas de sus progenitores y prác-
ticas de socializaciónineficaces?'.
Por supuesto, la ruptura de la familia puede relacionarse potencialmen-
te con una reducción de los vínculos de los hijos -por ejemplo, si falta uno
de los padres o si está ausente. Existen pruebas de que esta situación puede
superarse y que si existe una vinculación robusta o se refuerzan otras con
otros miembros de la familia extensa o incluso ajenos a la misma no deben
esperarse problemas criminales. Este argumento sugiere que la claveetioló-
gica de la criminalidad se encuentra en la calidad de las relaciones familiares
y no en si meramente existen o no 110. Así,McCord estudió con datos longi-
tudinales de Boston -Estudio Longitudinal de Cambridge-Sommerville-de
más de treinte año la relevancia de los hogares rotos y no apreció un efecto
criminógeno de los mismos: de los 71 hombres -de un total de 201- que
procedían de hogares rotos, el 41 por ciento había sido condenado por un
delito grave y un 20 por ciento adicional por delitos leves únicamente;
mientras que de los 130 que habían sido criados por los dos padres, el 32
por ciento yel 25 por ciento habían sido condenados por delitos graves o
levesrespectivamente. Las diferencias no son dramáticas. Más relevante era
la presencia de madres afectuosas: 35 hombres de hogares intactos y 14 de
hogares rotos, ambos grupos con madres afectuosas, delinquieron lo mis-
mo: únicamente en el 14 por cierto de los casos,esto es sin que la ausencia
parental tuviera efecto alguno. A mayor abundamiento, la tasa de crimina-
lidad de niños de hogares rotos sin madres afectuosas era del 62 por ciento;
la de niños de hogares unidos pero conflictivos,del 52 por ciento, indepen-
dientemente de que la madre fuera afectuosa o no; y la de niños de hogares
unidos sin conflicto del 26 por ciento!".

1tY.lJube y Farrington, 2001: 23-24; Murray y Farrington, 2010: 637.


110 McCord, 2007: 81. El estudio deJuby y Farrington, 2001: 30-31, observó que no existían
diferencias entre las familias intactas pero con alto conflicto y las familias con disrupciones -que
pueden tener tanto más o menos conflicto- respecto de la criminalidad de los hijos estimada con
datos de autoinforme y de condenas juveniles y adultas (rango RV= 1 1,4, no significativo); pero,
sin embargo, sí existían grandes diferencias entre familias intactas con alto y bajo nivel de conflic-
to (rango RV=2,4 2,8), excepto para las condenas durante la edad adulta. Puesto que no se infor-
ma del grado de conflicto de las familias rotas -conflicto que puede proceder de 'las nuevas pare-
jas de los progenitores o incluso de peleas entre padres separados, por ejemplo-, esto no prueba
que las familias rotas carezcan de un efecto criminógeno, aunque probablemente sí que su efecto
es en el mejor de los casos modesto. Como proxy de este grado de conflicto en las familias rotas
puede utilizarse el número de transiciones que han experimentado los niños, las cuales tiene un
rango de 1 a 3 o más, pero los análisis no son concluyentes debido a las bajas ns. Por ejemplo, si
se comparan los niños de familias intactas con alto conflicto con los de familias rotas con dos o
más transiciones se observa que RV=2; p=0,082 (test a una cola) para N total=95, esto es con una
potencia estadística modesta. Si se asume, como es plausible, que con una muestra mayor se alcan-
zaría la significación estadística, este ejercicio sugeriría un efecto independiente de la ruptura
familiar.
111 McCord, 2007: 62,78-81, Y76-78 sobre los aspectos metodológicos.
PROCESOS DE CRIANZA YSOCIALIZACIÓN 197

1.5. Castigo físico y abuso en la crianza

Una cuestión importante es el efecto que tiene el castigo físico durante


la crianza sobre la criminalidad futura de la prole. Las pruebas empíricas
apuntan a una influencia criminógena 112, si bien existen importantes mati-
zaciones derivadas de la metodología que se haya seguido 113 -que convier-
ten en compleja a esta conexión 114.
Gershoff ofrece un metaanálisis a partir de 88 estudios realizados a lo
largo de 62 años y sus hallazgos son opuestos al uso del castigo físico duran-
te la crianza ya que se conecta positivamente con problemas sociales y delic-
tivos. La autora mantiene que el castigo físico por un lado no logra los ob-
jetivos que se propone IJ5; y que por otro tiene efectos secundarios muy
negativos para la prole 116. Concretamente, el castigo corporal reduce la
internalización moral (d=-O,33) y aumenta la agresión (d=O,36) y la delin-
cuencia y el comportamiento antisocial (d=O,42),justo lo que se busca con-
trolar con la medida aquí revisada; y al mismo tiempo reduce la calidad de
la relación entre padres e hijos (d=-O,58) y la salud mental (d=-O,49) como
resultados no intencionados. Cuando las consecuencias se miden en la edad
adulta en vez de durante la infancia, el castigo físico predice la agresión
(d=O,57), los problemas de salud mental (d=O,09) y el abuso hacia la esposa
o hijo (d=O,13), aunque no el comportamiento delictivo y antisocial, al me-
nos en sentido estadísticamente significativo 117.
El trabajo de Gershoff ha sido criticado 118, tanto desde el punto de vista
metodológico como por mezclar prácticas de castigo muy duro con otras
leves. Si se tiene en cuenta la naturaleza metaanalítica del mismo y se evita
establecer conexiones causales!", poco hay que reprochar 120. Por ejemplo,
el problema del orden temporal no es fácil de afrontar 121, esto es la idea de
que es el mal comportamiento lo que conduce al castigo corporal, lo que
desde un punto de vista causal podría convertirse en un epifenómeno 122.
Pruebas menos claras arroja el estudio de Murray y otros sobre países de
ingresos medios y bajos: «los estudios sobre estilos de crianza autoritarios y
aspectos específicos de crianza dura generalmente muestran asociaciones
con comportamientos antisociales de los niños [... ] aunque no todos los

112 Farrington y Malvaso, 2019: 207-210.


m Malvaso et al., 2017: 32-33; los mismos, 2018: 20-32.
114 Malvaso et al., 2017: 33.
115 Gershoff, 2010: 3440; Gershoffy Bitensky, 2007: 233-235.
116 Gershoff, 2010: 40-47; Gershoffy Bitensky, 2007: 238-240.
117 Gershoff, 2002: 547 y 549, así como 542-544 sobre la metodología.
118 Vid., por ejemplo, Larzelere y Baumrind, 2010: 57-87.
119 Así lo reconoce expresamente la autora, Gershoff, 2002: 550.
120 Desde este punto de vista, incluso sugerencias como algunas de las de Larzelere y
Baumrind podrían ser todavía aceptables, 2010: 85-87.
121 Murray et al., 2018: 309.
12" Poniendo en duda este orden temporal, Gershoffy Bitensky, 2007: 235-236 y 238.
198 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

hallazgos son positivos»123. Más concretamente, el estilo de crianza autori-


tario -que incluye coerción, castigosduros y retirada del afecto- pronosti-
caba problemas conductuales y de agresión en una estimación a partir de
dos estudios en el caso de que tal estilo lo llevaraa cabo la madre (d=O,38);
pero el estilo que combinaba firmeza y cariño no alcanzaba la significación
estadística, quizá por el bajo número de estudios incluidos 124.
Guerra describe algunos potenciales mecanismos mediadores de la re-
lación entre castigo físicoy comportamiento antisocial: el castigo corporal
enseña al niño que la agresión es algo aceptable e incluso normativo; hace
que el niño trate de evitar a quienes le educan si les ve como agentes disci-
plinarios, lo cual reduce las oportunidades de socialización;hace a los niños
hipersensibles a pistas hostiles y a desconfiar de los demás; y puede dificul-
tar que se vea la moralidad y lo socialmente adecuado como patrones de
conducta e incentivos para el comportamiento correcto 125.
Por otro lado, los efectoscriminógenos del abuso y del abandono duran-
te la infancia -algo cualitativamentemás serio que el castigofísicoleve- han
recibido apoyo empírico 126. Así, en el metaanálisis de la OlJDPI27.Con una
muestra muy amplia procedente de un estudio longitudinal de Australia,
Malvasoy sus colegas establecieron que losjóvenes que habían sufrido mal-
trato era casi 10 veces más probable más adelante fueran condenados en
comparación con la población general, controlando por algunos facto-
re 128. La misma autora junto a Farrington utiliza datos correspondientes a
tres generaciones del Estudio de Cambridge -algo a lo que ya nos hemos
referido- para estudiar el efecto del maltrato de los padres sobre la crimi-
nalidad de los hijos;y el del maltrato de los hijos sobre los nietos en mode-
los multivariantes. Muestran que, en análisis multivariantes, una disciplina
dura de los padres predice la violencia de los hijos (RVparcial=3,03);y que
el castigo físico de los padres sobre los nietos predice la violencia de los
nietos (RV parcial=2,54) 129. Mersky y Reynolds, en un trabajo con una
muestra amplia, bastantes controles y grupo de comparación, reportan quc
el maltrato está asociado a delitos violentos y no violentos en el futuro, si
bien con diferencias según grupos y variables moderadoras 130. Los efectos
del maltrato no se limitan al sufrido durante la infancia: Smith y sus asocia-
dos observaron que el maltrato durante la adolescencia aumenta el riesgo
de arrestos según datos oficialesy de delincuencia autoinformada, de nuevo
en análisismultivariantes 131. Otras exploraciones, como la de Baskiny Som-

12~ Murray et al., 2018: 305-309, cita tomada de 309.


12' Murray et al., 2018: 309-312.
12' Guerra, 2013: 261.
126 Guerra, 2013: 261-263.
127 Hawkins el al., 2000: 3.
128 Malvaso el al., 2017: 42-44.
129 Farrington y Malvaso, 2019: 220.
ISO Mersky y Reynolds, 2007: 253-254.
m Smith et al., 2005: 1114-1116.
PROCESOS DE CRIANZA YSOCIALIZACIÓN 199

mers -que contaban con una muestra amplia, algunoscontroles y grupo de


comparación-, en línea con ciertas advertenciasmetodológicas,han repor-
tado que los efectosexisten, pero que pueden depender del tipo de maltra-
to e incluso del tipo de variable dependiente 132. Algode agua fría arroja el
estudio de Murrayy sus asociados sobre países de ingresos medios y bajos:
los cuatro estudios longitudinales que encontraron ofrecen conexiones dé-
biles o inexistentesentre el maltrato y otras formas de violenciafamiliar por
un lado y comportamiento antisocial por otro 133.
En Estudiode Calise comprobó que existíauna asociacióndelincuencia
por un lado y castigo fisico estimado mediante medidas dicotomizadas de
los items «En el último año los padres le han pegado una cachetada o gol-
peado fisicamentepor portarse mal» (RV=1,8)y «Algunasvecesen el último
año los padres le han golpeado tan fuerte que le ha causado magulladura o
sangrado» (RV=1.9);sin embargo la asociación no era significativaen el
caso del consumo de drogas (RV=1,3y 1,31,no significativo;rango N=896
907).
Wilsony sus asociadosllevaron a cabo un metaanálisissobre la base de
18 estudios acerca de la relación entre presenciar violencia antes de los 12
años y comportamiento antisocial, y encontraron un efecto mediano en
diseños longitudinales prospectivos (d=0,31),si bien menor que el de sufrir
una victimación134. Evansy otros revisaron también mediante un metaaná-
lisisa partir de 60 estudiosy 61 muestras el efecto predictor de la exposición
de violencia doméstica de comportamientos problemáticos hacia otros y
encontraron un efecto moderado (d=O,47)135.

2. MENTO RES: APRENDIZAJE y OPORTUNIDAD

Uno de los primeros ejemplos bien conocidos e influyentes de la cone-


xión entre mentores y criminalidad fue propuesto por Sutherland, y de
hecho el mismo tuvo una importante relevancia en el trabajo posterior de
este autor, en concreto en la construcción de la teoría de la asociacióndife-
rencial. En su investigación sobre el ladrón profesional -una historia de
vida comentada, en la línea de la Escuela de Chicago-, Sutherland afirmó
que no era suficiente con querer serIo, sino que era preciso tener la oportuni-
dad de convertirse en uno de ellos 136. En este caso, la oportunidad tiene

132 Baskin y Sommers, 2010: 106-117.


133 Murray el al., 2018: 312-314; vid. también sobre todo lo anterior Luntz y Widom, 1994:
670-674.
134 Wilson et al., 2009: 769-777; el efecto era mucho mayor en estudios transversales (d=O,8),
menos robustos metodológicamente.
135 Evans et al., 2008: 134-135, 133-134 sobre la metodología.
136 Steffensmeier y Ulmer, 2003: 231, coinciden en esta interpretación de la oportunidad
aplicada al trabajo de Sutherland.
200 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

que ver sobre todo con el acceso al tutelaje a cargo de alguien que ya es un
ladrón profesional. Sin dicha oportunidad, no es posible para este autor
clásico llegar a ser un ladrón profesional. En las propias palabras del prota-
gonista de la obra, «Cualquieraque tenga éxito en el delito [hits the big-time
in crime] en un lugar u otro por el camino, estuvo asociado con algún delin-
cuente exitoso que le tomó y le educó» 137. Yen las de Sutherland en sus
comentarios, «el tutelaje por ladrones profesionales y el reconocimiento
como ladrón profesional son elementos esenciales en la definición, génesis
y comportamiento continuado del ladrón profesional»; «Una persona no
puede adquirir reconocimiento como ladrón profesional hasta que haya
tenido tutelaje en el hurto profesional, y el tutelaje sólo se da a unas pocas
personas seleccionadas de entre el total de la población» 138. En principio,
ciertas carreras delictivaspar~c.~nmás propic.iasa la irlea de fJ.ue SI" precisa
de un men tor 1~9, tales como las de carterista profesional, falsificador de

Este concepto de mentor es distinto, por supuesto, del de otros tipos de relación. En este
sentido, el hecho de tener contactos que, verbigracia, puedan facilitar información, aumenta las
oportunidades para el delito, especialmente en el ámbito de las empresas criminales (criminal
enterpnses), Morselli, 2005: 4-5, 26-30 Y120-121 sobre todo.
1~7 Sutherland, 1937: 23.

118 Sutherland, 1937: viii y 211-215, citas proceden de vii y 211-212; el mismo, 1956: 23-24,
con evidencia empírica en este sentido a partir de estudios realizados por estudiantes, que no
encontraron más que un caso, y éste dudoso, de ciertas categorías de delincuentes que no hubie-
ran contado con un mentor. Cloward y Ohlin, 1960: 146 y 148-149, llaman la atención sobre ulte-
riores ejemplos, como la Escuela de Chicago o Tannenbaum.
139 Aunque utilizo aquí el término carrera criminal por su flexibilidad -que permite incluir
carreras de un único delito-, en realidad la posición de Sutherland hay que ponerla en el contexto
de su idea de sistemas de comportamiento en el delito. Aunque quizá ya apuntada en la primera
edición de su manual (1), Sutherland la desarrolla a partir de la tercera (2). El autor los define,
algo estrechamente, del modo que sigue: «una unidad integrada, la cual incluye, además de los
actos individuales, los códigos, tradiciones, esprit de ClJ7'fJs, relaciones sociales entre los participantes
directos, y participación indirecta de muchas otras personas. Es entonces esencialmente un modo
de vida de un grupo [... ] aunque una participación común y conjunta, con frecuencia se puede
identificar por el sentimiento de identificación de los que participan en el mismo»; a la par que
afirma que -De cara a realizar progresos en la explicación del delito, es deseable dividir el delito
en unidades más homogéneas» (3) -aunque también parece claro que no descarta la construcción
de teorías generales del delito como la que él mismo propone. No puedo detenerme aquí en esta
importante, aunque prácticamente abandonada en la actualidad, idea (4).
Como se ha apuntado, esta propuesta de sistemas de comportamiento no ha calado en la
disciplina. Incluso en lo referente al delincuente profesional y al carterista en concreto, esta cate-
goría probablemente choca con el hallazgo bien establecido de la versatilidad de los delincuentes.
Inclusive para el caso del protagonista de la obra de Sutherland, algunas voces comentan infor-
malmente que el mismo había incurrido en otras actividades delictivas y desviadas incluyendo el
consumo de drogas, esto es, que el mismo habría sido localizado más adelante y habría confesado
estas comportamientos -aunque no he sido capaz de encontrar en la literatura una fuente que así
lo atestigüe. Steffensmeier, en solitario y junto a Ulmer, ha estudiado en profundidad la vida de
un receptador, el cual tiene mucho en común con el ladrón profesional de Sutherland (5). Pues
bien, estos autores reportan que su protagonista llegó a asesinar a un cómplice en un robo cuando
éste resultó herido y existía POl- ello un riesgo cierto de ser detectado y detenido ya directamente
ya por la confesión de éste (6).
PROCESOS DE CRIANZA YSOCIALlZACrÓN 201

moneda, preparador de explosivos, etc. En muchos otros supuestos, esta


idea parece intuitivamente menos plausible: violencia de género, conduc-
ción bajo los efectos del alcohol o las drogas, atraco a mano armada, etc.
Steffensmeiery Ulmer, en referencia ahora al robo en viviendahabitada,
señalan que existen cinco condiciones para una carrera criminal exitosa.
Entre las mismasfiguran en primer lugar la que sigue: «el ladrón de vivien-
das profesional futuro debe aprender las muchas habilidades que se necesi-
tan para llevar a cabo robos en viviendalucrativos.Puesto que este conoci-
miento es al menos algo esotérico y por 10 general restringido a otros
ladrones de viviendasexperimentados, el potencial (would-be) ladrón de vi-
viendas debe aprender el oficio (cmft) al lado de un ladrón de viviendas
experimentado» 140. En realidad, esta propuesta se enmarca en la tesis más
general de Steffensmeier de las oportunidades ilícitas.A tenor de la misma,
existen en las sociedades diferencias a nivel individual y de grupo respecto
al acceso al conocimiento necesario o útilpara la comisión de hechos delic-
tivos.Este conocimiento puede ser de distinta naturaleza. Estas diferencias
también afectan al acceso a ulteriores cuestiones tales como el instrumental
o los contactos con personas o redes que pueden, de nuevo, permitir o fa-
vorecer el delito 141. Aquí parecen solaparse las ideas de mentores y de opor-
tunidad diferencial.
El propio Steffensmeier, sin embargo, es algo más cauto en estas apre-
ciaciones cuando se refiere a los receptadores. Aquí el acceso a un mentor
no aparece como un requisito tan importante en cuanto que esta actividad
ilícita puede aprenderse de diversas personas como cuando se pasa una tem-
porada en prisión o incluso se puede ir aprendiendo por cuenta propia en
un proceso de ensayo y error 142. En otro trabajo clásico sobre los recepta-
dores, Klockarsdibuja más bien un proceso continuo de aprendizaje a par-
tir de distintas fuentes, si bien en el caso específico del protagonista de su
historia de vida sí aparece una figura importante en la iniciación al mundo
del delito, concretamente un tío carnal 143.
No lejana es la postura de Lofland en su trabajo sobre ciertas sectas que
creen en un fin del mundo próximo. Quien tiene problemas personales
gravespuede querer buscar una solución, y puede incluso estar dispuesto a

(1) Sutherland, 1924: 22-24.


(2) Sutherland, 1939: 19-22,219,222-225 Y229-230.
(3) Sutherland, 1939: 218 y 219.
(4) Vid. con más detalle y considerándolo «Especialmente prometedor», aunque con críticas de
fondo a los enfoques tipológicos, Serrano MaílIo, 2004: 783-803,794-795 en especial y 842-844, cita
procede de 842 (énfasis añadido).
(5) Steffensmeier, 1986: 13-21; Steffensmeier y Ulmer, 2003: 242-248, sobre todo 242.
(6) Steffensmeier y Ulmer, 2003: 243.
110 Steffensmeier y Ulmer, 2005: 64, vid. también, de modo más concreto, 67, 71, 80-81 Y97.
141 Steffensmeier, 1983: 1010-1029.
142 Steffensmeier, 1986: 157, 187-191,206-207 Y257-261, sobre todo 188-190.
143 KIockars, 1974: 30-32, 35, 41 Y48-51, en especial sobre sus inicios con su úo Hoppo, 35 y 41.
202 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

seguir una opción desviada,pero sólo cuando entra en contacto, en el estu-


dio de nuestro autor, con individuosque forman parte de aquellas sectas y
se produce una iniciación y,como consecuencia, se generan unos vínculos
con los mismos, la persona con problemas puede optar por pasar a formar
parte del grupo desviado144. Esta investigación de Lofland, en la tradición
del interaccionismo simbólico,es, en realidad, de una gran profundidad. La
exposición a estas personas, entonces, puede dar lugar a una entrada e identi-
ficación con su sistemade creencias,hasta incluso cederles todos los medios
y bienes de que dispone 145; a la vez,diferencias individualesson importan-
tes, como es el caso por ejemplo de tener o no una perspectiva religiosa!".
Morselliy sus asociados han analizado empíricamente la relevancia que
un mentor tiene para un delincuente y su carrera criminal. A tal fin recu-
rrieron a datos de entrevistas cara a cara siguiendo el formato de un cues-
tionario a 193 internos en prisiones canadienses. Las preguntas incluían la
siguiente: «Entre la gente que te ha influido a lo largo de tu vida, ¿hayuna
persona que te introdujera en el ambiente criminal y que consideres como
tu mentor?». Ni que decir tiene que, además, se recogieron datos sobre
otras muy diversasvariables 147. Centrándose en quienes habían cometido
delitos que buscaban generar beneficios económicos, los autores encontra-
ron que, en efecto, algo más de una tercera parte de los encuestados (39
por ciento) reportó haber tenido un tal mentor. Ninguno manifestó haber
tenido más de uno 148. Asimismo,se halló que quienes habían tenido men-
tores ganaban más dinero y pasaban menos tiempo en prisión 149. Finalmen-
te, Morselliy sus colegas informan, recurriendo a métodos estadísticosalgo
sofisticados,de una relación significativaentre el hecho de tener un mentor
yel autocontrol. Concretamente, eran los sujetos con nivelesde autocontrol
más bajos los que con mayor probabilidad tenían o habían tenido un men-
tor, al menos de acuerdo con los datos de estos autores. Para éstos, en con-
clusión, «el tutelaje parece ofrecer estructura a individuos con un autocon-
trol bajo» LíO. Este estudio, así las cosas, sugiere que, en un cierto número
de casosde delincuentes motivados por la obtención rápida de dinero, el
hecho de contar con un mentor puede desempeñar un papel significativo
para alcanzar dicho fin.
Morsellitambién ha analizado, mediante estudios de casos,la influencia
de mentores o espónsores en el seno de organizaciones criminales. Así,
describe el caso de un sujeto que según iba ascendiendo en la escalajerár-

141 Lofland y Stark, 1965: 862-873; Lofland, 1966: 50-57 sobre todo -vid, Capítulo III sobre

la disposición y Nsobre la situación.


14; Lofland, 1966: 58-61, por ejemplo.
146 Lofland, 1966: 41-49.

147 Vid. Morselli et al., 2006: 24-26 sobre los datos utilizados; pregunta aparece en 23-24.
148 Morselli et al., 2006: 26.

149 Morselli et al., 2006: 30-32 y 34-35.

150 Morselli et al., 2006: 35 sobre todo.


PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN 203

quica de un grupo mafioso, también iba teniendo más oportunidades debi-


do a que podía contactar más directamente y con menos limitaciones con
los puestos más altos de mando. En este caso, el acceso a personas de man-
do con información privilegiada -en comparación con mandos medios de
la organización- es la clave para el éxito de este individuo.Morsellillama la
atención sobre cómo el acceso a un número muy pequeño de individuos
puede ser suficiente para construir una carrera criminal de un cierto éxi-
to1S1•
La investigaciónempírica, sin embargo, no siempre es optimista respec-
to a la existencia de tales mentores. Por ejemplo, Sarnecki estudió parejas
de codelincuentes en Estocolmo y encontró que los grupos -generalmente
parejas- normalmente tenían la misma edad y la misma experiencia crimi-
nal. El 60 por ciento de los sujetos sin antecedentes que cometieron un
delito en régimen de codelincuencia lo hizo con alguien igualmente sin
experiencia. En conclusión, este trabajo sugiere que los mentores sólo exis-
ten en casosexcepcionalesy que más bien el delito se aprende de otros con
igual experiencia 152.

3. MATRIMONIO, VIDA EN PAREJAY DESCENDENCIA

3.1. Matrimonio y criminalidad

Puede esperarse que el matrimonio, cuando genera un vínculo con la


pareja, sea un factor preventivode la criminalidad o que promocione un
proceso de desistimiento. Esto vale tanto para el evento de casarse como
para el estado de estar casado153. Así,según Sampson y Laub, el matrimo-
nio puede crear control social informal al desconectar el pasado del pre-
sente, al proporcionar más supervisión y control, al cambiar y dar estruc-
tura a las rutinas y al permitir una transformación de la identidad 1.'\4. Por
lo general, sin embargo, no es fácil aislar el efecto del matrimonio del de
factores preexistentes-incluyendo vínculos previos y autocontrol- que ex-
pliquen tanto el establecimientoy mantenimiento de relaciones románti-
cas con vocaciónde duración como la menor criminalidad. Por lo tanto,
distintas versionesde la tradición del control social pronostican un efecto
genuino del matrimoniosobre la criminalidad cuando éste genera víncu-
los; o un efecto nulo o, en otras palabras, un epifenómeno o resultado de
una selección-esto es,los individuosrelativamente más prosociales se auto-
seleccionarían en el matrimonio y en la desistencia. La asunción de esta

151 Morselli, 2005: 103-104Y122.


152 Sarnecki, 2001: 60-64y 66-67.
153 Bersani el al., 2009: 16.
154 Laub y Sampson, 2003: 41-44; Sampson y Laub, 2005: 17-18: Laub el al., 1998: 225-236.
204 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

perspectiva, sin embargo, es que los mecanismos, sean los que sean, son
universales 155.
A nivel agregado existe evidencialimitada sobre que el matrimonio pro-
nostica tasasde criminalidadmás bajas.Así,Baumer yWolffencuentran que
la tasa de divorciospredice en sentido positivolos homicidios -a más divor-
cios, más muertes violentas- en sus datos combinados de nivel global y en
modelos multivariantes 156. En el estudio de Entorf y Spengler la razón en-
tre divorcios y matrimonios es uno de los predictores más consistentes y
robustos controlando por diversasvariables y se relaciona con el hurto, el
robo en viviendas,el homicidio, la agresión yel tráfico de drogas 157. Land
y sus colegas afirman igualmente una relación positivaentre porcentaje de
divorcios y tasas de homicidio a lo largo de varias unidades temporales y
espaciales estadounidenses 158; lo mismo que en su replicación posterior
con datos hasta 2000,aunque añadiendo que la fuerza de la relación había
ido descendiendo entre 1970y 2000159• También a nivel agregado pero en
sentido opuesto, Lappi-Sepálá y Lehti no encontraron en sus datos sobre
homicidios alrededor del mundo entre 2004y 2012 un efecto predictor de
las ratios divorcios/población ni divorcios/matrimonios 160.
A nivel individual, el divorcio se relaciona con efectos negativos en los
hijos. Por ejemplo, Amato llevóa cabo un metaanálisiscon estudios nortea-
mericanos y otro con europeos y encontró tales conexiones adversas a lo
largo de diversosámbitos, incluyendo los actos desviados.Los tamaños del
efecto ajustados de los que informa son de -0,17 y -0,18, que son efectos
pequeños. Sin embargo, el problema reside en deslindar si se trata de con-
secuencias causalmente unidas al divorcio o a otras cuestiones, como la
tensión que pudiera existir en las familias antes de tomar esta decisión y
ejecutarla 161.
A nivel individual, el grueso de la investigación empírica favorece un
papel reductor del matrimonio sobre la criminalidad; así como que se trata
de una función de la vinculación. El acuerdo sobre esta cuestión es general
y Bersani y Doherty llegan a afirmar que este efecto está «demostrado» 162
-algo probablemente prematuro, como veremos, en parte por las serias
complicaciones metodológicas existentes, algunas de ellasantes menciona-
das. Esta es una de las hipótesisfundamentales de la teoría del control social
informal dependiente de la edad, que concede un rol causalal matrimonio.

155Sampson y Laub, 2005: 34.


156Baumer y Wolff, 2014: 268 y 271-272; este hallazgo no se produce, sin embargo, en todos
los modelos, aunque el signo del coeficiente siempre es positivo.
157 Entorfy Spengler, 2002: 129, 132-133,135-137,139 Y 170.
158 Land et al., 1990: 393,945,947 Y951-953.
159 McCall et al., 2010: 231, 233-234 Y236.
160 Lappi-Seppálá y Lehti, 2014: 174.
161 Amaro, 2001: 360-362; el mismo, 2014: 13-14.
162 Bersani y Doherty, 2013: 400.
PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN 205

Laub y Sampson, al hilo de su teoría del control socialinformal depen-


diente de la edad, han encontrado pruebas de que el matrimonio correla-
ciona de modo negativo con la criminalidad y predice el desistimiento de
una carrera criminal. Para contrastar esta hipótesis contaron con unos datos
excepcionales ya que recuperaron la información original de un estudio
longitudinal de los Glueck y lograron encontrar a algunos de los participan-
tes, extendiendo de este modo la investigaciónhasta los70 años de edad 163.
Mediante unos procedimientos analíticos sofisticadosy múltiples, encuen-
tran que el matrimonio en cuanto que VÍnculosocial explica cambiossigni-
ficativosen la criminalidad en la edad adultal". En términos cuantitativos,
estiman en dos de sus modelos que estar casado implica una reducción del
33 o del 36 por ciento -dependiendo del modelo, condicional o no- en la
criminalidad, en comparación con si ese mismo sujeto estuvierasoltero 165.
Los mismos autores ofrecen historias de vida de 70 de los hombres de
los Glueck.Arnold, que tenía una larga lista de antecedentes, se vioforzado
a casarse ya que su pareja se había quedado embarazada. Este individuo
mantuvo una vinculación débil con su esposa y continuó cometiendo deli-
tos, incluyendo de violenciadoméstica. Más tarde se divorcióy su vida siguió
estando marcada por la desviacióny el delito 166. Charles, quien tenía ante-
cedentes por hasta diez delitos juveniles, sobre todo hurtos y robos en vi-
viendas, se casó a la edad de 21 años y generó una vinculación muy fuerte
hacia su esposa, hasta el punto de que «estaba dedicado a ella». No se le
conocen delitos de adulto 167. El matrimonio es para sujetos como Charles
un punto de cambio positivo168.
En análisisposteriores, Laub y Sampson insisten en que la reducción en
la criminalidad es genuina y no una mera consecuencia de diferencias pre-
existentes, esto es un efecto de selección 169. También encuentran en que el
matrimonio marca una diferencia tanto cuando se compara al que se casa
con el soltero de características semejantes; como cuando se compara con-
sigo mismo, o sea que existe un cambio en la trayectoria del sujeto. Aunque
en el marco de la teoría del control social informal dependiente de la edad
estos autores reconocen la existencia de más puntos de cambio aparte del
matrimonio -concretamente el empleo y la entrada en el ejército-, las prue-
bas empíricas apuntan a que el casamiento es el que tiene el efecto más

163 Sobre los datos, vid. Sampson y Laub, 1993: 25-37.


164 SampsonyLaub, 1993: 143-178, 181-203 Y248.
165 Laub y Sampson, 2003: 259 y 262.
166 Sampson y Laub, 1993: 207-209, otros ejemplos en 211-214.
167 Sampson y Laub, 1993: 217-218, otros casos en 219-220; en las historias de vida revisadas
había ejemplos contrarios a la hipótesis de estos autores, esto es de sujetos con altas y bajas vincu-
laciones matrimoniales que, a pesar de ello, continuaron o abandonaron sus carreras criminales,
224-225,227-228 Y232-233. Otros casos como el reseñado en Laub y Sampson, 2003: 118-123 y
134-138.
168 Laub y Sampson, 2003: 148 y 175.
reo Laub y Sampson, 2003: 44-46 y 273.
206 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

fuerte -aunque las tres fuentes de control socialdespliegan un efecto inde-


pendiente sobre la rebaja en la criminalidad. El efecto del matrimonio es
sólido a lo largo de distintos tipos de delito 170.
Los mismos Laub y Sampson utilizan en otro estudio una metodología
contrafáctica'" -que trata de evaluarqué hubiera pasado si un evento hubie-
ra estado presente, siendo que no lo está, como puede ser el hecho de estar
casado cuando en realidad se está soltero- en los datos longitudinales de los
Glueck, actualizados.Informan de que estarcasadose asociacon una reduc-
ción de la probabilidad de delinquir de un 35 por ciento de media 172. Este
estudio es muy sólido -las pruebas se dan tanto en la muestra completa de
sujetos seguidos desde los 17 a los 32 años de edad; como en la del grupo
que identificaron y entrevistaron a los 70 años- y,como es habitual en ellos,
los autores se esfuerzan por comprobar la robustez de sus hallazgos!". Los
criminólogosañaden que este efectoreductor de la criminalidada causa del
matrimonio existía incluso en los casos con vinculacionesdébiles, en otras
palabras que el matrimonio era beneficiosopara todo el mundo 174.
Otras investigacionesvan en la misma línea. Monsbakken y sus compa-
ñeros utilizaron datos de todos los casados en Noruega entre 1995 y 2001
para investigarcambios intraindividuales,aunque sin grupos de control en
sentido estricto. Observan que el matrimonio tiene un efecto reductor de
la criminalidad en términos generales, aunque advierten de las dificultades
para realizar afirmaciones causales!".
Utilizando datos del estudio longitudinal National Youth Survey, Warr
encuentra que el matrimonio tiene un efecto reductor de la criminalidad,
solo que es indirecto, mediado porque se pasa menos tiempo con los ami-
gos y también se cambian algunos de ellos. Una vez que se controla este
efecto, el del matrimonio deja de ejercer una influencia directa sobre la
criminalidad 176.
El mismo National Youth Survey fue empleado más tarde por Kingy otros.
Una herramienta habitual es la llamada puntuación de propensión coincidente
(propensity score matching), mediante la que los participantes en un estu-
dio tratan de equipararse en ciertas variablesrelevantesque podrían enmas-
carar un efecto de selección. La idea es que, ya que no se puede hacer un
experimento verdadero, al menos se intenta que los grupos -en este caso
los que se casan y los que no- se asemejen lo máximo posible al margen de
dicha variable 177. King y sus asociados encuentran en modelos sencillos

170Laub y Sampson, 2003: 258-272 y 283-284.


171Sampson et al., 2006: 470-475.
172 Sampson et al., 2006: 498 sobre todo; así como 466, 475-485 Y488-489 sobre los datos.
m Sampson et al., 2006: 493-495 por ejemplo.
174 Sampson et al., 2006: 495-496.
175 Monsbakken, 2012: 5 y 15, así como 4-5 y 10-15 sobre los datos y metodología.
176 Warr, 1998: 188 sobre los datos; 190-191, 193 Y196-197 sobre el efecto del matrimonio

sobre los amigos; y 199-200 Y209 sobre los hallazgos principales.


177 King et al., 2007: 43; Theobald y Farrington, 2009: 504-506; Theobald el al., 2019: 477.
PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN 207

que, en efecto, el matrimonio reduce la criminalidad, pero más en el caso


de los hombres (b=-9,2)que en el de las mujeres (b=-2,6)178. Con análisis
más sofisticadosque incluyen la herramienta antes descrita, el hallazgo se
confirma en parte ya que ahora no existe ninguna relación significativa
desde un punto de vistaestadísticopara las mujeres, pero sí para los hom-
bres (coeficiente=-4,4)179. KingYotros añaden que el efecto depende de la
propensión individual a casarse: en el caso de los hombres, la relación es
más fuerte en el casode quienes tienen una menor probabilidad de casarse;
en el caso de las mujeres, cuya conexión media es inexistente, son las muje-
res con una probabilidad moderada a casarse las únicas que pueden bene-
ficiarse del matrimonio 180.
Farrington y sus colegas han estudiado la conexión entre matrimonio y
delito con datos del Estudio de Cambridge. En un trabajo pionero, Farrin-
gton y Westencontraron que el matrimonio tenía un efecto reductor de la
criminalidad y que no había pruebas de un efecto de selección porque quie-
nes habían delinquido y quienes no lo habían hecho tenían tendencias se-
mejantes a casarse181. También sugieren estos autores un efecto de la vincu-
lación ya que los matrimonios de corta duración tenían efectos más
modestos que los de larga duración 182. Con una muestra reducida de los
participantes en el mismo estudio longitudinal y mediante puntuación de
propensión coincidente, Theobald y Farrington replicaron el efecto reductor
de la criminalidad que significa casarse: las condenas para los que se casa-
ron pasaron de 1,42 antes de hacerlo a 0,47 después, en comparación con
sus controles, que pasaron de 1,35 a 1,09 -esto es, una reducción mucho
menor. Este efecto es de tamaño medio (r=0,33)183. Sin embargo, este efec-
to únicamente aparecía si el matrimonio tenía lugar a una edad relativa-
mente temprana. Dicho con otras palabras, el efecto beneficioso del matri-
monio sobre el contrayente -recordemos que el Estudio de Cambridge
únicamente incluye hombres- depende de su edad. Si el matrimonio tenía
lugar entre los 18y los 21 años la reducción en la criminalidad se estimaba,
dependiendo del ámbito temporal de la comparación, entre r=0,26y r=0,33;
si entre los 22 y los 24, entre r=0,22 y r=0,29;y si después de los 25, entre
r=0,04y r=0,17, una reducción no significativa.Los autores incluyen igual-
mente una replicación de estos hallazgos que apuntan en la misma direc-
ción P'. La reducción de la delincuencia si el matrimonio tiene lugar antes
de los 25 años se estima en un 70 por ciento 185. Theobald y Farrington

178 King et al., 2007: 51, y 39-48 sobre los datos.


179 King et al., 2007: 52.
ISO King et al., 2007: 54-57.
181 Farrington y West, 1995: 273-274.
182 Farrington y West, 1995: 277.
183 Theobald y Farrington, 2009: 507, y 500-504 sobre los datos.
184 Theobald y Farrington, 2009: 508-510, así como 511-513. Sobre posibles explicaciones,
vid. los mismos, 2011: 136-155.
185 Theobald et al., 2019: 478.
208 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

también afirman que la duración del matrimonio era relevante.Verbigracia,


los matrimonios tempranos que duraron menos de cinco años incrementa-
ron en un 9 por ciento la tasa de condenas+".
Bersani y sus colegas emplearon datos de un estudio longitudinal holan-
dés que contaba con 4.615 individuos extraídos a partir de una muestra
representativa de todos los casosjuzgados en dicho país en 1977-el estudio
incluía el 4 por ciento de todos los casos. Aplicando una metodología ana-
lítica multinivel, estos autores concluyeron que el matrimonio reducía en
un 35 por ciento la razón de las ventajas de ser condenado+".
Comparado la delincuencia entre las oleadas 1y III del estudio longitu-
dinal Add Health, Craig y Foster observaron que el matrimonio pronosticaba
una menor criminalidad. A tal fin recurrieron a análisis de regresión en los
que se controlaban distintas variables, incluyendo diferencias individuales
preexistentes en delincuencia 188.
Menos optimista es la investigaciónde Lyngstady Skardhamar,más próxi-
mos a la idea de autoselección. También ellos utilizan los datos de todos los
hombres casados, ahora por lo tanto excluyendo a las mujeres, en Noruega
entre 1995 y 2001. Sus hallazgos son que el cambio o el proceso de desisti-
miento comienza antes del matrimonio y que incluso éste puede verse más
como una variable dependiente de este proceso que como un factor causal
autónomo. Observan que en los años previosal matrimonio existeun descen-
so de la criminalidad y que tras el mismo incluso se aprecia un leveaumenlO
de aquella. Como consecuencia, el efecto independiente del matrimonio es
prácticamente nulo si se tiene en cuenta este proceso previo al mismo. La
idea general es que existe una ventana de desistimiento de unos 10 años, en
el que se inscribe el matrimonio, que es más una consecuencia que un deto-
nador del mismo 189. Añaden que en esos años previos existirá en muchos ca-
sosuna vida en pareja e incluso descendencia, lo cual sería la verdadera causa
del descenso en la delincuencia y no el matrimonio 190. En una replicación
con datos de todos los casadosen el mismo país, Noruega, entre 1997y 2001,
Skardhamar y sus asociadosvieron no sólo que la criminalidad se reduce an-
tes del matrimonio, sino -de nuevo- que incluso aumenta ligeramente una
vezque tiene lugar, o sea que el nivel de antisocialidad alcanza su punto más
bajo con el evento matrimonial. Aquí los autores hablan de un «efecto del
cortejo»-y no por tanto, de nuevo, del casamiento 191. Mássorprendente es su
hallazgo final de que los hombres delincuentes que se casan con una mujer
que ha delinquido reducen más su criminalidad que los que se casan con

186 Theobald et al., 2019: 478.


187 Bersani et al., 2009: 14 y 19, así como 8-12 respecto a los datos.
lBS Craig y Foster, 2013: 217 y 219, acerca del material empírico, 212-215.
189 Lyngstad y Skardhamar, 2013: 13-14,8-11 sobre los datos y la metodología; Skardhamar
y Lyngstad, 2009: 8-11 para la parte empírica y 12-13, 17 Y 19 para los hallazgos y discusión.
1!lO Skardhamar y Lyngstad, 2009: 13-14 y, sobre todo, 17.
191 Skardhamar et al., 2014: 420 y 423, así como 415-418 sobre los métodos.
PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACION

mujeres convencionales192. Estosinvestigadoresbasan en parte su aportación


en la crítica metodológicaa lasinvestigacionesprevias193.
Próximo y con modelos multivariantescomplejoses el siguiente artículo
científico. Con datos holandeses de hombres y mujeres delincuentes de alto
riesgo, Zoutewelle-Terovany sus asociadosconstaron efectospreventivosdel
matrimonio para los hombres. Estiman que estar casado se relaciona con
una rebaja del 37 por ciento en el número de delitos graves194. Sin embar-
go, no encuentran que ni el divorcio ni la duración del matrimonio tuvie-
ran una influencia positivao negativa sobre la criminalidad 195. Estos inves-
tigadores señalan que, siendo relevante el matrimonio, los efectos
preventivos más elevados se logran con lo que llaman el «paquete familiar
completo», que incluye tener descendencia -que es un factor más impor-
tante en modelos complejos,en los que al controlar este factor, el matrimo-
nio pierde su significaciónestadística196.
También el estudio de Burt y otros apunta importantes efectos de selec-
ción -al tiempo que de causación, esto es ambos procesos a la vez.Su inves-
tigación se basa en 289 parejas de gemelos hombres, de los que el 65,1 por
ciento eran monozigóticos, procedentes del Estudio Familiar de Gemelos de
Minnesota, que entrevistó a los participantes cuando tenían 17, 20, 24 Y29
años de edad -edad ésta de los 29 en la que el 58,8 por ciento estaba casado
o se había casado. Los autores encuentran que las diferencias en tendencias
antisocialesque existían a la edad de 29 años estaban ya presentes diez años
antes, lo cual sugiere un efecto de la autoselección y no causal del matrimo-
nio. En efecto, la diferencia entre individuos casados y solteros a la edad de
17 años era menor (d=0,26) que a los 29 (d=O,48),pero existía. Esto apunta
claramente a un efecto de la selección: los que se casan son los que tienen
menos tendencia a la desviación, por eso la brecha con sus compañeros
aumenta con el tiempo 197. Al mismo tiempo, los autores informan de que
sí había un efecto de esta institución en el sentido de que los que se habían
casado mostraban, tras la boda, menos tendencias antisociales que los que
permanecían solteros, controlando por las diferencias previas198. La conclu-
sión de este estudio, por lo tanto, es mixta: parece que inicialmente se pro-
duce un fuerte efecto de selección en el que los sujetos con menor tenden-
cia a la desviación tienden más a casarse; a continuación, el matrimonio
acentúa la tendencia a la conformidad.
Otros autores apuntan a interacciones. Por ejemplo, Mosbakken y su
equipo, con datos noruegos, sostienen que el proceso de desistimiento que

192 Skardharnar et al., 2014: 419 y 421-422.


193 Lyngstad y Skardhamar, 2013: 7; Skardhamar et al., 2015: 426-436.
194 Zoutewelle-Terovan et al., 2014: 1223 y 1227,1216-1219 sobre la parte empírica.
195 Zoutewelle-Terovan et al., 2014: 1223, 1225 Y1227·1228.
196 Zoutewelle-Terovan etal., 2014: 1225-1226 Y 1229.
197 Burt et al., 2010: 1312-1313, y 1310-1311 con los detalles metodológicos.
198 Burt et al., 2010: 1312-1313.
210 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

sigue al matrimonio depende de las características de la pareja. Concreta-


mente señalan que, en general, quienes se casan con quien tiene una his-
toria delictivareciente tienen una mayor probabilidad de delinquir, lo cual
apuntaría a una combinación de selección y de un efecto independiente
de la pareja 199. Sin embargo, sus hallazgos en realidad son difíciles de in-
terpretar.
La investigaciónempírica ha revelado un efecto reductor menor del ma-
trimonio en las mujeres que en los hombres/?'. Por ejemplo, los recién
mencionados Monsbakkeny sus compañeros advierten con sus datos norue-
gos que el matrimonio ayuda más en el caso de los hombres que en el de las
mujerest'". Bersani y sus sociosencuentran en sus datos de Holanda que los
hombres se benefician más del matrimonio: si el descenso en las razones de
lasventajas es dcl36 por ciento para los hombres, para las mujeres es del 21
por ciento i'". Añaden que la diferencia en el efecto entre los unos y las
otras se limita a los delitos contra la propiedad, pero no se produce en los
delitos violentost'", El estudio holandés de Zoutewelle-Terovany otros sen-
cillamente no encuentra un efecto preventivo del matrimonio para las mu-
jeres, aunque sí para los hombres'?'. También los datos longitudinales de
Add Health analizados por Craig y Foster apuntan a un efecto reductor del
matrimonio tanto para hombres como mujeres, pero más bajo para éstas
(b=-O,21versus b=-O,70)205.
Se han apuntado variosmecanismos potenciales de estos efectosdiferen-
ciales: los hombres se casarían con mujeres con menor tendencia a la des-
viación 206; las mujeres pondrían más énfasis en relaciones a largo plazo,
que por lo tanto generan más control social informal pero a la larga 207; los
hombres delincuentes tenderían a casarse con mujeres más prosociales y las
mujeres al revés,o en otras palabras, las mujeres se casarían hacia abajo y los
hombres hacia arriba208•

3.2. Vida en pareja

En su trabajo original, Sampson y Laub otorgan al matrimonio pero no a


la vida en pareja o cohabitación un efecto reductor de la criminalidadé". El

199 Monsbakken, 2012: 8-9 y 16-18.


200 King et al., 2007: 51-52; Theobald et al., 2019: 479-481.
201 Monsbakken, 2012: 16 y 18, así como 4-5 y 10-15 sobre los datos y metodología.
202 Bersani et al., 2009: 14 y 19.
203 Bersani et al., 2009: 1&-17.
204 Zoutewelle-Terovan et al., 2014: 1223 y 1227-1228.
205 Craig YFoster, 2013: 218-219.
206 Laub y Sampson, 2003: 45-46.
207 Monsbakken, 2012: 18; Uggen y Kruttschnitt, 1998: 342.
208 Bersani et al., 2009: 19; Laub y Sampson, 2003: 45-46 y 137.
209 Sampson y Laub, 1993: 7.
PROCESOS DE CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN Z11

argumento es en primer lugar que se trata de figuras cualitativamente distin-


tas, al menos desde el punto de vista de las teorías del control social. Algún
estudio, en efecto, ha encontrado diferencias entre ambas instituciones por
ejemplo en términos de equidad y felicidad 210. En segundo lugar, la decisión
de casarse probablemente responde a un mayor compromiso, según Craig y
otros"!'. Sin embargo, el mismo Sampson y sus asociados, en su trabajo con
un enfoque contrafáctico, informan de modo tentativo y provisional que la
cohabitación también tenía un efecto reductor de la criminalidad t".
Gottlieb y Sugie, con datos de la Encuesta Nacional de laJuventud y
utilizando indicadores que no coinciden en todos los casos, encuentran que
tanto matrimonio como vida en pareja reducen la criminalidad, pero más
en el primer caso: 36 por ciento en el primer caso y 11 por ciento en el se-
gundo t". Añaden que la estabilidad es un elemento importante, ya que
pasar de estar soltero a casarse reduce la delincuencia en un 35 por ciento,
pero el matrimonio estable lo hace en un 55 por ciento =eu comparación
con estar soltero-; a la vez que pasar de vivirsin pareja a cohabitar reduce
la delincuencia en un 13 por ciento, pero la cohabitación estable lo hace en
un 29 por ciento?". Finalmente, pasar de la vida en pareja al matrimonio
reduce la criminalidad en un 44 por ciento en una escala de variabilidadi".
En general, sin embargo, las pruebas sobre la relación entre cohabita-
ción y desistimiento son menos claras que para el matrimonio claras y pue-
de ser que la clave se encuentre en la calidad de la relación=". Así, Moffitt
y Caspi comprueban que en sus datos de Dunedin existía algo más de vio-
lencia en la pareja entre quienes cohabitaban que entre quienes estaban
casados"!".

3.3. Descendencia

La idea de que los hijos son un factor relevante para la reducción de la


criminalidad e incluso para iniciar un proceso de desistimiento es intuitiva-
mente atractiva/". De hecho, puede esperarse un tal efecto si se siente vin-
culación hacia el hijo o hija 219.

210 Skinner et al., 2002: 79-84 sobre los datos, 86-87 sobre equidad y 84-85 Y87 sobre felici-
dad; estos autores comparan la vida en pareja con otras figuras como el matrimonio, el matrimo-
nio tras vida en pareja, etc., con hallazgos semejantes.
211 Craig et al., 2014: 33.
212 Sampson et al., 2006: 497.
m Gottlieb y Sugie, 2018: 15, así como 8-12 del documento en prensa sobre los datos.
214 Gottlieb y Sugie, 2018: 18-21.
215 Gottlieb y Sugie, 2018: 21.
216 Skardhamar et al., 2015: 423-424;Theobald et al., 2019: 481.
217 Moffitt y Caspi, 1999: 5 y 11, 1-2sobre la información empírica.
218 Así, por ejemplo, Farrington y West, 1995: 251.
219 Sampson y Laub, 1993: 220.
212 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Con sus datos holandeses, Bersani y otros encuentran sí un efecto pre-


ventivo de los hijos en el caso de las madresv". En su estudio de los Países
Bajos, el equipo de Zoutewelle-Terovan advierte un efecto especialmente
fuerte de tener descendencia, sobre todo del primer hijo, un efecto incluso
superior al del matrimonio F". Para complicar un poco más las cosas, la
misma Zoutewelle-Terovan y Skardhamar repiten el fenómeno rebotedel ma-
trimonio para la descendencia: con datos de Holanda y Noruega a lo largo
de cinco años antes y después de tener un hijo, observan que la criminali-
dad desciende tras el embarazo y antes del nacimiento, pero que aumenta
a partir de éste 222.
Pese a la evidencia recién reseñada, otros estudios no han encontrado
efectos reductores de la criminalidad significativos de la paternidad o ma-
tcrnidad. Así en la revisión que ofrecen Theobald y otros, concluyen que
investigaciones corno las reseñadas son excepcionales y que «la mayoría
reporta poco o ningún efecto sobre la delincuencia», a la par que abren la
puerta a efectos diferenciales según el sexo -efectos más fuertes en madres
que en padres-, la edad -efectos más fuertes cuando la descendencia nace
antes de determinada edad de los padres-, o el estado civil -efectos más
fuertes en quienes están casados, por ejemplo F". Utilizando datos del Na-
tional Youth Survey, Warr no observa una conexión directa entre los hijos y
una reducción de la criminalidad, sino del matrimonio -que en realidad
impacta en el tiempo que se pasa con los pares?". Moffitt y Caspi, con in-
formación del Estudio longitudinal de Dunedin y limitándose a la violencia
en la pareja, señalan que los hombres de 21 con hijos reportaron tasas su-
periores a las de los hombres de la misma edad sin hijos, concretamente tres
veces más225; y que las relaciones más violentas se daban en padres con hijos
pequeños, sobre todo si no estaban casados'i".

220
Bersani et al., 2009: 19-20.
221
Zoutewelle-Terovan et al., 2014: 1225 y 1228-1229.
m Zoutewelle-Terovan y Skardhamar, 2016: 709, 714 Y718,702-706 sobre el enfoque empí-
rico.
223
Theobald et al., 2019: 482-488, cita tomada de 482.
22<
Warr, 1998: 204-206.
225
Moffitt y Caspi, 1999: 9-10, así como 1-2 sobre los datos.
226
Moffi tt y Caspi, 1999: 11.
CAPÍTULO 6
Procesos grupales

La delincuencia es un fenómeno colectivo. En su modalidad más senci-


lla, muchos delitos son cometidos en grupo y muchos delincuentes actúan
con compañeros. La codelincuencia ha desplegado una influencia impor-
tante en Criminología desde los años ochenta, animada por la obra de Reiss
en el marco del paradigma de las carreras criminales. Existen diversas esti-
maciones de la magnitud de este fenómeno. Distintas variables afectan de
modo dramático a la codelincuencia, sobre todo la edad.
La idea de red ha cobrado un gran protagonismo en ciencias sociales
desde los trabajos de Granovetter o Castells.De hecho, en términos genera-
les puede verse como una teoría explicativa de las sociedades occidentales
actuales, que ya no están formadas por grupos cerrados y fuertemente vin-
culados de sujetos,sino por redes flexibles caracterizadas por vínculos débi-
les. Características de estas redes, como puede ser su tamaño o no redun-
dancia, pueden explicar algunos comportamientos criminales.
La delincuencia organizada es otra modalidad colectivade criminalidad,
aunque rodeada de consideraciones conceptuales y empíricas.
Las bandas, a menudo llamadas bandas juveniles delincuentes, han re-
cibido una gran atención por parte de la Criminología contemporánea.
Uno de los principales problemas para su estudio es su carácter dinámico y
cambiante. Así,se ha descrito una gran expansión del fenómeno en Estados
Unidos y, con ello, hondas alteraciones en su estructura y composición.
Desde el punto de vistaindividual,uno de los principales debates se refiere
a si los sujetos se autoseleccionan para formar parte de las bandas y por eso
tienen una tendencia relativamente alta a delinquir; o si por el contrario
son características de los grupos más que las individuales preexistentes las
que explican dicha tendencia. Este fenómeno requiere un tratamiento es-
pecífico aparte.

SUMARIO. CAPÍTULO 6. PROCESOS GRUPALES


1. CODELINCUENCIA
2. REDES Y DELITO
3. DELINCUENCIA ORGANIZADA
214 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

3.1. La idea tradicional de delincuencia organizada.


3.2. El modelo del mercado
3.3. ¿Bandas organizadas?

1. CODEUNCUENCIA

La delincuencia, en particular lajuvenil, a menudo es un comportamien-


to que implica a más de una persona l. El patrón de la codelincuencia se ha
encontrado en diversoslugares del mundo y épocas y utilizando fuentes de
información empírica distintas". En realidad hay más sentidos de colectivi-
dad y la literatura ha estudiado la fenomenología de los pares delincuentes,
los hermanos o familiares antisociales, los mentores, etc. por un lado; y de
las parejas criminales, la delincuencia organizada, las bandas y otras formas
colectivasde participación por otro. La codelincuencia en sentido estricto es
la modalidad más básica y sencilla de delincuencia colectiva. Se produce
cuando dos o más personas cometen de modo conjunto un hecho delictivo".
La misma debe distinguirse" de los procesos de asociación diferencial en los
que un individuo, en el caso típico porque interacciona con delincuentes-
pares delincuentes o quizá un mentor-, se ve expuesto a definiciones favora-
bles a la infracción de las normas. Como ya sabemos, la asociación con pares
delincuentes es uno de los predictores -probablemente es una causa- más
sólidos de la criminalidad, así como el cimiento de las teorías del aprendiza-
je social. Sin embargo, estos pares delincuentes, para ejercer una influencia
sobre un individuo, no precisan participar en ningún hecho delictivocon él.
Sin duda, las teorías del aprendizaje social no asumen dicha codelincuencia,
aunque sí son consistentes con la misma".
El fenómeno de la codelincuencia es conocido desde hace tiempo. Por
ejemplo, Shaw señalaba en 1938 que, en un estudio sobre 6.000 casos de
hurto en el Condado de Cook -esto es, la ciudad de Chicago-; en el 90,4
por ciento de los delitos habían participado conjuntamente dos o másjóve-
nes". El mismo Shaw junto a McKay encontraron en su famoso estudio

I Andresen y Felson, 2010a: 4; Emler et al., 1987: 99; McCord y Conway, 2002: 15; van Mas-
trigt y Carrington, 2019: 126; van Mastrigt y Farrington, 2009: 552; Reiss, 1986: 122-123; Reiss y
Farrington, 1991: 360; Sarnecki, 2001: 1-2; Warr, 2002: 31-34.
2 Van Mastrigt y Farrington, 2009: 552; Reiss y Farrington, 1991: 360. El término «codelin-
cuencia» fue propuesto originariamente en este campo o al menos generalizado por Reiss.
5 Van Mastrigt y Farrington, 2009: 552; Reiss, 1980: 11. Advirtiendo divergencias rnetodoló-
gicas relevantes entre los estudios, van Mastrigt y Farrington, 2009: 557; sobre la medición de la
codelincuencia, vid. Andresen y Felson, 2010b: 67-70.
4 Sobre la necesidad, aquí compartida, de diferenciar estos fenómenos, Reiss y Farrington,
1991: 361; matizando esta necesidad y destacando el rol de los pares como codelincuentes, Me-
Gloin y Stickle, 2011: 422-425; Morselli, 2005: 120-121.
5 Hochstetler et al., 2002: 559-565. También otras tradiciones teóricas, Britt, 2003: 161-176.
G Shaw, 1938: 10.
PROCESOS GRUPALES 215

sobre delincuencia juvenil y áreas criminales que el 81,8 por ciento de los
jóvenes que habían sido llevados ante el Tribunal de Menores del mismo
Condado de Cook en 1928habían cometido el delito de que seles acusaba
como miembros de un grupo; porcentaje que ascendía a los 89 puntos en
el caso del hurto. Esto llevó a los investigadores a afirmar que «la mayor
parte de los actos delictivos [juveniles] son cometidos por chicos en gru-
pos»; así como que «la delincuencia [juvenil]es esencialmenteun compor-
tamiento de grupo» 7. Aunque estos porcentajes son quizá algo exagera-
dos, dejan clara la naturaleza colectiva de gran parte de la actividad
criminal. Incluso la codelincuencia puede tener mayor relevancia para la
fenomenología criminal que las bandas criminales", siendo éstas mucho
más conocidas.
Pese a esta tradición de hallazgos, la consolidación de que la codelin-
cuencia es algo criminológicamente relevante vino de la mano del pararlig-
ma de las carreras criminales, hacia 19809. Por este motivo, sobre todo
originariamente la discusión sobre la codelincuencia se ha relacionado con
la prevención del delito 10 y, en particular, con la inocuización o incapaci-
tación selectiva11 -y, en menor medida, con otros parámetros propios de
las carreras criminales12.
En efecto, como señalan los hallazgosantes mencionados, muchos delin-
cuentes actúan en régimen de codelincuencia y muchos hechos delictivos son
cometidos por dos o más personas de modo conjunto. Asílas cosas,en toda
esta sección, pero en particular en este primer momento, es importante
tener en cuenta que la codelincuencia puede referirse a varios objetos dife-
rentes: a delincuentes y codelincuentes en cuanto que individuos por una
parte; y a delitos en cuanto que eventos por otro 13. Esta distinción es im-
portante y en parte explica hallazgos aparentemente contradictorios que
aparecen en la literatura 14.
Comencemos por los individuos.Reissacude a los incidentes de victima-
ción, procedentes de encuestas de esta naturaleza, entre julio de 1972 y
1975, en qll~ se había podido estimar el número de agl-e~ures y menciona
que en un 64,3 por ciento de los casosexistía uno solo; en un 15,9por cien-

7 Shaw y McKay, 1969: 73 y 83; vid. también Shaw, 1938: 101.


8 Sarnecki, 2001: 14.
9 Van Mastrigt y Carrington, 2019: 126, señalan que durante mucho tiempo no se vio con
claridad la relevancia de la codelincuencia, si bien esta situación ha cambiado en la actualidad y
se dispone ya de importante información empírica.
10 Andresen y Felson, 2010a: 4-5; los mismos, 2010b: 77-78; van Mastrigt y Farrington, 2009:
554; Reiss, 1980: 12 y 15-16; el mismo, 1988: 157-160.
11 Reiss, 1986: 121-122;el mismo, 1988: 118-119, 122-123 Y161; Reiss y Farrington, 1991: 367.
12 Piquero et al., 2007: 120; Reiss, 1986: 122 y 146-150.
13 Van Mastrigt y Farrington, 2009: 555-557.
14 En efecto, la medición de la codelincuencia arroja estimaciones muy heterogéneas. Van
Mastrigt y Farrington encuentran en la evidencia disponible un rango que va del 79 al 12 por
ciento, 2009: 555.
216 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

to dos; y más de dos en el resto15• El mismo Reissutiliza datos de 1979 del


Concejo de Peoria, en Illinois,EstadosUnidos, e informa de que los ladro-
nes de viviendas solitarios constituían apenas la tercera parte de todos los
infractores de esa clase;y, con datos de robos con violenciao intimidación
de 1982 de todo Estados Unidos, que sólo la cuarta parte de quienes se ha-
bían visto envueltos en estos delitos habían actuado solos; así como que
había casi la misma proporción de grupos de dos, tres y cuatro o más ladro-
nes con violencia o intimidación 16. Hood y Sparks comentan que, hasta los
veintitantos años de edad, más de la mitad de los delincuentes tienen copar-
tícipes ". Lanz y Hutchison identifican a un 54 por ciento de delincuentes
de su muestra de condenados por robo en vivienda o entrada ilegal en
propiedad ajena en Pennsylvania como ofensores en régimen de codelin-
cuencia al menos una vez en un período de diez años 18. Sarnecki reporta
que el 60 por ciento de su muestra de delincuentes de Estocolmo había te-
nido algún codelincuente, mientras que el 40 por ciento restante eran de-
lincuentes solitarios''".Van Mastrigty Farrington, utilizando datos del Nor-
te de Inglaterra, reportan que el 69,8 por ciento de los delincuentes nunca
había tenido un codelincuente, en contraste con el 30,2 por ciento que lo
había tenido alguna vez20. Con datos canadienses, Carrington escribe que
el 24 por ciento de quienes delinquen han cometido algún delito con co-
participes".
En términos dinámicos, existen tres patrones posibles de codelincuen-
cia22:

a) Un sujeto que siempre delinque solo, ya sea que haya delinquido una
única vez;o bien que siga una carrera criminal más o menos extensa.
b) Un sujeto que siempre delinca en grupo, de nuevo en uno o más delitos.
e) Finalmente, los delincuentes de carrera pueden seguir un patrón mixto,
compaginando hechos en solitario y en codelincuencia. Este tercero pa-
rece ser el patrón más habitual con diferencia en quienes cometían va-
rios delitos o seguían una carrera crimirial", Por ejemplo, utilizando
los datos de Peoria, Reiss observó que, de 467 delincuentes juveniles, el
16,9por ciento había delinquido siempre en solitario; el 19,5 por ciento

15 Reiss, 1980: 13.


16 Reiss, 1986: 123; el mismo, 1988: 121.
17 Hood y Sparks, 1970: 87.
18 Lantz y Hutchinson, 2015: 672, así como 665 sobre los datos.
19 Sarnecki, 2001: 41. Este autor utiliza varias bases de datos empíricos. Las más importantes
son la de B6rlange y la Estocolmo, la primera fuente de una investigación de 1986 y de otra de
2001. Sobre la metodología de ambas investigaciones, vid. 2001: 25 y 30-35.
20 Van Mastrigt y Farrington. 2009: 562.
21 Carrington, 2002: 282.
22 Piquero et al., 2007: 97.
23 Reiss, 1988: 117, 133, 136, 150-151 Y 155; Reiss y Farr ington, 1991: 361-362, 371 Y 393;
Sarnecki, 2001: 46 y 50.
PROCESOS GRUPALES 217

siempre con partícipes; y el mayoritario 63,6 por ciento había combina-


do hechos en solitario y acompañado 24.

Pasemos ahora a los eventos criminales. Reiss encuentra en sus datos de


1979 de Peoria, que la mitad de los robos en el interior de viviendas habían
sido cometidos por infractores solitarios; y en sus datos de robos con violen-
cia o intimidación de 1982 que un poco más del 50 por ciento estaba prota-
gonizado por un único delincuen te-". Piquero y sus colegas y Reiss y Fa-
rrington, utilizando datos del estudio longitudinal de Cambridge,
mantienen que la mitad de los delitos de los participantes en el estudio, que
eran todos hombres, hasta la edad de treinta y dos años, habían sido come-
tidos en solitario ". Andresen y Felson observaron en datos canadienses
que entre un 37 y un 54 por ciento de robos con violencia o intimidación,
robos en viviendas, agresiones agravadas y hurtos habían sido cometidos por
codelincuentes'". Bernasco encontró en su estudio de La Haya que sólo el
30 por ciento de los robos en viviendas había sido cometido en régimen de
codelincuencia'". Van Mastrigt y Farrington, con datos ingleses, reportan
que el 89,9 por ciento de los delitos cometidos en aquella jurisdicción lo
habían sido en solitario". Otras estimaciones rebajan la magnitud de la
codelincuencia a menos de la mitad de todos los delitos que se producen,
por debajo incluso del 30 por ciento ", Una reciente revisión de la litera-
tura sostiene que entre un 10 y un 15 por ciento de todos los delitos se reali-
zan en régimen de codelincuencia ".
Puesto que gran parte de las investigaciones han recurrido a datos ofi-
ciales, podría ser que hubiera una mayor probabilidad de ser descubierto y
detenido cuando se delinque en grupo que cuando se hace en solitario.
Esta hipótesis, denominada del riesgo diferencial de detención, sin embargo no
parece poder explicar por sí sola las diferencias reportadas por distintas
investigaciones 32.
Aunque hemos visto que existen grupos mayores de codelincuentes, lo
más habitual con diferencia en este fenómeno es encontrar únicamente dos
personas'", Por ejemplo, en el estudio longitudinal de Cambridge sólo el

24 Reiss, 1988: 123.


25 Reiss, 1986: 123; el mismo, 1988: 121.
26 Piquero et al., 2007: 103; Reiss y Farrington, 1991: 371, así como, sobre el estudio de
Cambridge y su metodología, 368-370.
27 Andresen y Felson, 2010a: 8.
28 Bernasco, 2006: 145.
29 Van Mastrigt y Farrington, 2009: 562.
so Lantz y Hutchinson, 2015: 660 dan precisamente este 30 por ciento como rango mínimo
que se encuentra en la literatura, en comparación con el 84 por ciento del máximo.
3\ Van Mastrigt, 2017: 338.
32 Van Mastrigt y Farrington, 2009: 570; Reiss, 1988: 125.
33 Lantz y Hutchinson, 2015: 660; Reiss, 1986: 126; el mismo, 1988: 121 y 126; Reiss y Farrin-
gLon, 1991: 362.
218 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

9 por ciento de los delitos había sido cometido por más de dos codelincuen-
tes, con un máximo de diez copartícipes para un único caso34; algo corro-
borado con datos más actualizados'", Bernasco informa de que sólo el 9,3
por ciento de los robos en viviendas que estudió habían sido cometidos por
más de dos personas, con un máximo de 7 y 8 ofensores, con un ejemplo de
cada caso ". Carrington hace notar que en sus datos de ofensores sólo el
6,84 por ciento de adultos había trabajado en grupos de 3 o más perso-
nas'". Grund y Morselli analizaron más de 75.000 eventos criminales come-
tidos por más de un delincuente en Quebec y sostienen que en el 77,12 por
ciento habíajustamente dos delincuentes, en el 16,04 por ciento tres y en el
7 por ciento restante cuatro o más ". Centrándose en ofensores y no en
eventos, Sarnecki encuentra que la media de codelincuentes en su muestra
de Estocolmo a lo largo de todo el período estudiado era de 2,3, si hien este
dato ascendía a 3,8 si se eliminaba el 40 por ciento de delincuentes solita-
rios'". En un caso sin duda extremo, McCord y Conway informan de un
grupo de 30 personas que delinquieron juntos una vez en su muestra.".
El proceso de la codelincuencia se encuentra muy influenciado por la
edad: los jóvenes tienden a participar de modo conjunto en hechos delicti-
vos, pero según van siendo mayores, más probable es que delincan en soli-
tario ". Este efecto de la edad por sí misma, además, parece ser más impor-
tante que el de la experiencia:", por ejemplo la derivada de darse cuenta
de que un copartícipe tiene la capacidad de delación.". Las encuestas de
victimación revisadas por Hindelang y otros muestran que los agresores ac-
tuaban en grupo y no en solitario cuando su edad se estimaba inferior a los
veintiún años:". Reiss describe una investigación de Inglaterra en la que el
75 por ciento de los asaltantes de viviendas adultos habían actuado en soli-
tario, en comparación con el 50 por ciento de jóvenes45• El estudio longi-
tudinal de Cambridge reveló que el número medio de codelincuentes des-
cendió del 1,2 para edades entre 10 a 13 años al 0,3 para edades de 29 a 32
años; que el porcentaje de delitos cometidos en solitario aumentó del 25 al
84 para los mismos grupos de edades; y que, ahora para todos los partici-

~ ReissyFarrington, 1991: 371.


35 Piquero et al., 2007: 103.
!16 Bernasco, 2006: 145.
37 Carrington, 2002: 282 y 286.
38 Grund y Morselli, 2017: 16.
!19 Sarnecki, 2001: 41.
.0 McCord y Conway, 2002: 24 .
•1 Carrington, 2002: 301; Hochstetler et al., 2002: 565; Hood y Sparks, 1970: 87-88; Piquero
etal., 2007: 119; Reiss, 1986: 133-134; el mismo, 1988: 120, 135-136 Y 151; Reiss y Farrington, 1991:
362 y 371; Warr, 2002: 129 .
•2 Reiss y Farrington, 1991: 376 .
• 3 Weerman, 2003: 407.

44 Hindelang, 1976a: 172; Reiss, 1988: 135 .


•\5 Reiss, 1988: 135.
PROCESOS GRUPALES 219

pantes en el estudio,la edad correlacionaba muy fuertemente con el núme-


ro medio de codelincuentes (r=-0,84)y con el porcentaje de delitos come-
tidos en solitario (r=0,92) 46. Van Mastrigt y Farrington subrayan que la
edad media de los delincuentes solitarios en el estudio de Cambridge era
26,5y la de los que actuaban con compañeros 21,9;así como que existíauna
correlación negativa entre la edad y la proporción de participaciones que
incluían un codelincuente por un lado (r=-0,22); y el número medio de
delincuentes por evento por otro (r=-0,22)47. Andresen y Felson reportan
con datos canadienses que el porcentaje de robo con violencia o intimida-
ción, robo en vivienday hurto cometidos por más de un delincuente des-
ciende vertiginosamente de más de un 60 a menos de unos 40 puntos entre
los 12y los 29 años de edad, con un descenso más moderado pero también
notable para el asalto agravad048. El descenso entre estas edades es muy
marcado y, aunque continúa, se vuelve más ligero a partir de esa edad, lo
cual sugiere que no cabe distinguir entre jóvenes y adultos de modo categó-
rico ya que la relación es continua, casi lineal.".
Como muestran Piquero y sus colegas, la distribución de la relación
entre codelincuencia y edad sigue la forma de una punta de flecha, seme-
jante a la llamada curva de la edad 50. Estos autores utilizan datos más ac-
tualizados del Estudio Longitudinal de Cambridge, en particular recurren
aquí a datos oficiales de 411 hombres. Hasta los 13 años predomina el pa-
trón solitario, con apenas 10 codelincuentes agregados de todos los delitos
cometidos por la muestra; entre los 13y los 17 el número de codelincuentes
aumenta de modo vertiginoso de los 10 hasta casi los 100; para ir descen-
diendo monotónicamente también de modo rápido hasta llegar a los 10
codelincuentes a los 21 años de edad; y luego continuando con fluctuacio-
nes entre Oy 30 codelincuentes para toda la muestra y reduciéndose defini-
tivamente a Odesde los 31 años en adelante. La correlación entre número
de codelincuentes y edad es elevada (r=-0,619)y significativadesde un pun-
to de vista estadístico.';'.
Los codelincuentes tienden a tener una edad próxima, y Reissy Farrin-
gton informan de una relativamente alta correlación para la edad de los
copartícipes (r=0,57)52. Sarnecki señala que en su investigaciónde Estocol-
mo el 76 por ciento de las parejas de codelincuentes tenían una diferencia
de edad de como mucho dos años;y que incluso cuando un joven delinquía
con adultos, estos tendían a ser relativamentejóvenes -echando por tierra

46 Reiss y Farrington, 1991: 371; la media de codelincuentes para el grupo de entre 10-16
años era de 1,2 y para el grupo entre 17-32 de 0,8, para una media global de 0,9,374-375.
47 Van Mastrigt y Farrington, 2009: 563.
48 Andresen y Felson, 2010a: 8-9; vid. igualmente los mismos, 2010b: 75-76.
49 Andresen y Felson, 2010b: 73-74.
50 Sobre la curva de la edad, vid. Serrano Maíllo, 2013: 83-90.
51 Piquero et al., 2007: 99,103-104,121 Y202, así como 98-99 sobre los datos y la estrategia
analítica para el estudio de la codelincuencia, También van Mastrigt y Farrington, 2009: 564-565.
52 Reiss y Farrington, 1991: 366,391 Y394.
220 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

la creencia extendida de que los delincuentes adultos suelen elegir compa-


ñeros muy jóvenes 53. Con datos australianos sobre homicidios, en contras-
te para un caso muy particular, Bricknell y Bryant observaron que cuando
el agresor era un joven, éste actuaba solo en el 51 por ciento de los casos;
pero que cuando participaba con otros, éstos eran adultos en un 34 por
ciento de los homicidios frente a un 13 por ciento en que todos eranjóve-
nes".
En los grupos de partícipes predominan los del mismo sexo, sobre todo
entre losjóvenes. Utilizando datos de Alemania de 1982, Reissadvierte que
las chicas tienden algo más a delinquir en solitario, si bien ello es un efecto
de su autoselección en tipologías que favorecen este patrón, tales como
hurto en tiendas, pequeños hurtos y prostitución. Y,con información de la
encuesta estadounidense de victimación del mismo año 1982, reporta que
las chicas es menos probable que se asocien únicamente entre ellas ya que
los grupos que incluían mujeres eran exclusivamente femeninos en el 36
por ciento de los casos. Dicho con otras palabras, en el 64 por ciento de los
casos en que había chicas como copartícipes, los grupos eran mixtos'". Van
Mastrigt y Farrington, por el contrario, informan de que las chicas delin-
quen en grupo un poquito más que los chicos: 24,1 por ciento frente al 21
por ciento de sus compañeros; si bien la diferencia era pequeña y práctica-
mente desaparecía cuando se miraba a la media de ofensores por delito:
1,36 para los chicos y 1,35 para las chicas ". En el estudio de la capital
sueca de Sarnecki, sólo en un 12 por ciento los casos de codelincuencia
eran mixtos. El 94 por ciento de los chicos eligió un compañero hombre; y
el 56 por ciento de las chicas eligió una compañera chica. Aunque en el
caso de los chicos esto apenas cambiaba con la edad -el porcentaje de elec-
ción del mismo sexo no bajaba nunca del 92 por ciento-, las chicas se mo-
vían hacia parejas mixtas según eran mayores'".
Los grupos de codelincuentes tienden a estar formados por individuos
de la misma raza o etnia, siendo raros los mixtos. Reiss observa en los datos
de victimación de 1982 que apenas un 6 por ciento de los delitos violentos,
independientemente del tipo particular que fuera, incluía a sujetos de razas
distintas como copartícipes 58. Esta conexión, sin embargo, puede estar en
parte explicada por la homogeneidad racial de los barrios norteamerica-
nos'", El estudio de Estocolmo de Sarnecki arroja que el 59 por ciento de
las asociaciones son étnicamente homogéneas. El autor distingue ocho gru-
pos étnicos y muestra el grado de homogeneidad de acuerdo con el total de

" Sarnecki, 2001: 53 y 65.


5. Bricknell y Bryant, 2018: 4 y 8.
55 Reiss, 1986: 132-133; el mismo, 1988: 134.
56 Van Mastrigt y Farrington, 2009: 365.
57 Sarnecki, 2001: 54 y 65.
58 Reiss, 1986: 133; el mismo, 1988: 135.
59 Reiss y Farrington, 1991: 391; en el mismo sentido, para Suecia, Sarnecki, 2001: 136.
PROCESOS GRUPALES 221

laetnia de que se trate en el país escandinavo.Encuentra que los nacionales


se encuentran algo infrarrepresentados entre los codelincuentes elegidos
por los individuos de origen étnico sueco (=0,8,siendo 1 indicativode au-
senciade asociación)-también para asiáticos,excepto oriente medio- pero
que en general existía una fuerte tendencia a elegir compañeros con el
mismo origen étnico para los otros seis grupos (rango valores=2,2 19) 60.
Estemismo autor informa de que, siendo la étnia o raza un criterio impor-
tante para la elección de codelincuentes, no 10 es tanto corno la edad o la
proximidad residencial".
Los codelincuentes tienden a vivircerca unos de otros. Reissy Farring-
ton encontraron en sus datos de Cambridge que en el 60 por ciento de los
casosde codelincuencia los sujetosvivían en el mismo distrito postal o a una
distancia de una milla, así corno que este patrón era independiente de la
edad'". Sí obser ó un efecto de la edad Sarnecki en la capital sueca: a más
edad, más distancia entre los lugares de residencia'". El hallazgo principal,
sinembargo, coincide con el de Reissy Farrington: el 67 por ciento de los
codelincuentesresidían en la misma área postal de las9 en que se divide el
Condado de Estocolmo; el 95 por ciento de los codelincuentes vivíaen el
Condado de Estocolmoy sólo el 5 por ciento vivíaen condados dístintos'".
Con datos de La Haya sobre robo en vivienda, Bernasco pudo establecer
que tanto delincuentes que actuaban en solitario corno acompañados lo
hacían teniendo en cuenta la accesibilidad de la vivienda,la proximidad al
barrio donde residían o que se tratara del mismo barrio donde vivían y el
número de propiedades, así corno que la única diferencia entre solitarios y
codelincuentes era que para los primeros tenía algo más de peso no tener
que salir del barrio'".
Los grupos de copartícipes en hechos criminales son inestables y efíme-
ros;y los codelincuentes tienden a cambiar frecuentemente a lo largo de sus
carrerascriminales hasta el punto de ser aquellos prácticamente intercarn-
biables'";al tiempo que los compañeros no están unidos por vínculos sóli-
dos'".Tan es así, que algunos comentaristas han puesto en duda que pue-
da hablarse de grupos en Criminología en un sentido significativo del
término ". Por ejemplo, ya Yablonskyhablaba de «algo cercano a un gru-

60 Sarnecki, 2001: 128-130 y 137.


61 Sarnecki, 2001: 135.
62 Reiss y Farrington, 1991: 365, 387-389 Y394.
63 Sarnecki, 2001: 57.
64 Sarnecki, 2001: 55-56.
65 Bernasco, 2006: 151-152. La asunción es que, por el mismo motivo, será más fácil que
colaboren quienes viven cerca, en igualdad de condiciones.
66 Reiss, 1986: 129-132; el mismo, 1988: 120, 129-130,132-133,142-144,148, 153 Y 155; Reiss
y Farrington, 1991: 361, 366 Y393; Sarnecki, 1990: 39; el mismo, 2001: 7&-77, 159 Y 162-163; Sho-
ver,1973: 502.
67 Sarnecki, 2001: 78 y 163-164.
68 Si esto vale para grupos pequeños, probablemente más aún para los grandes.
222 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

po» O quasigrupo'". Esto es relevante porque abre la puerta al concepto,


relativamente moderno, de red, caracterizada por contactos superficiales y
vínculos débiles -algo sobre lo que volveremos enseguida. Así, Grund y
Morselli informan de que el 90,11 por ciento de las parejas de su estudio
cometió un único delito de manera conjunta y no volvió a repetir, mientras
que un 5,74 por ciento repitió una única vez'", En su estudio de Estocol-
mo, Sarnecki observó que la gran mayoría de las participaciones de un mis-
mo grupo se habían limitado a un único evento delictivo y que apenas un
2,5 por ciento de aquellas sobrevivió seis meses. El mismo Sarnecki, sin
embargo, aunque concede que la mayoría de los codelincuentes no repite
compañero, sí observó en su otro trabajo de Borlánge que había algunos
pequeños grupos -no así la red más amplia- que mostraba una cierta con-
tinuidad en el tiempo 71. Shover afirma que las compañías de ladrones de
viviendas cambian constantemente, si bien existe algún pequeño equipo
que colabora en varios robos, lo cual es excepcional para este autor72•
La frecuencia de la codelincuencia -como vemos, por regla dos perso-
nas- en comparación con la delincuencia solitaria depende del tipo de de-
lito 73. Por ejemplo, Emler y sus colegas observaron en una muestra de
cuarenta jóvenes porcentajes de participación conjunta que iban del 9 Y17
por ciento en tirar basura al suelo y montar en bicicleta por la noche sin
luces respectivamente; al 97,7 Y98 por ciento en robar en casas abandona-
das y tirar piedras a coches y trenes 74. Los incidentes de victimación de los
años seten ta utilizados por Reiss muestran diferencias dramáticas depen-
diendo de la modalidad criminal, de entre un 64,1 y un 81,9 por ciento de
delincuencia solitaria para varios tipos de violación; a entre un 30,0 y un
54,7 por ciento para varios delitos personales contra el patrirnoriio ". El
estudio longitudinal de Cambridge muestra una variación de una media de
codelincuentes superior a 1 para el robo en vivienda, el robo con violencia
o intimidación y el hurto de algo del interior de vehículo de motor (rango
1,0-1,3); a una media de 0,7 para la estafa y la violencia 76. Esta misma, im-
portante investigación arroja igualmente que la relación entre edad y code-
lincuencia se mantiene independientemente del tipo de crimen 77; aunque
McCord y Conway encontraron en su muestra de delincuentes de Filadelfia
de 1987 diferencias entre los delitos cometidos en régimen de codelincuen-
cia contra el patrimonio y violentos: el descenso del porcentaje en coparti-
cipación comenzaba para los primeros hacia los 15 años y más tarde para los

69 Yablonsky, 1959: 108; el mismo, 1962: 222.


70 Grund y Morselli, 2017: 17-18 y 21; este estudio incluye algunas importantes matizaciones, 21.
71 Sarnecki, 2001: 25.
72 Shover, 1973: 502-503.
7g Sarnecki, 2001: 23.
74 Emler et al., 1987: 102.
75 Reiss, 1980: 13; así como el mismo, 1986: 134-135; el mismo, 1988: 136, 151 Y 161.
76 Reiss y Farrington, 1991: 374-375; vid. también Piquero et al., 2007: 105.
77 Piquero et al., 2007: 105; Reiss y Farrington, 1991: 375.
PROCESOS GRUPALES 223

segurrdos ". Delitos particulares en los que aparece más frecuentemente la


codelincuencia son el robo en vivienda, el robo con violencia o intimida-
ción, el vandalismo yel tráfico de drogas?"; así como los delitos contra el
patrimonio en el caso específico de las mujeres 80. También es más proba-
ble encontrar un autor solitario cuando éste y la víctima se conocen 81, o
sea en los llamados delitos en que existe una relación ofensor-víctima82•
Existen pruebas de que los delincuentes que actúan en grupo tienden a
delinquir más que quienes lo hacen en solitarie '". Así, Reiss y Farrington
encontraron en el estudio de Cambridge que los delincuentes solitarios
tienden a desistir; y que quienes habían cometido su primer delito en soli-
tario delinquían menos (3,6 delitos de promedio) que quienes se habían
iniciado acompañados (rango delitos de prornedio=ñ.O 5,1) 84. Sarnecki
encontró que un 45 por ciento de losjóvenes que habían delinquido alguna
vez en su estudio de Borlánge a lo largo de seis años formaba parte de una
red amplia que era responsable de la mayoría de los delitos que habían co-
metido todos los jóvenes'". En su investigación de Estocolmo, el mismo
autor apunta una correlación (r=0,24) entre el número total de codelin-
cuentes a los que uno está unido y el número de delitos del individuo; y
añade que la mayoría de quienes delinquían en solitario (88 por ciento)
sólo habían cometido un delito a lo largo de los cinco años del estudio y, en
conjunto, tenían una media de 1,16 delitos frente a la de 2,15 de quienes
habían tenido codelincuentes; los cuales además habían cometido más de
dos delitos en el 66 por ciento de los casos'", McCord y Conway subrayan
en su estudio que quienes comenzaron a delinquir pronto y actuaban en
régimen de codelincuencia al menos en el 25 por ciento de los casos fueron
detenidos casi el doble de veces que los que también habían comenzado a
delinquir pronto pero actuaban en solitario. Dicho con otras palabras, exis-
te una relación inversa en tre edad de la primera infracción y codelincuen-
cia; y una relación positiva entre codelincuencia y criminalidad persistente,
sobre tono para, los CJ.ue iniciaron su carrera criminal a edad temprana. Los
autores entienden en todo caso que existe aquí un efecto de la codelincuen-

78 McCord y Conway, 2005: 5, 13 sobre la metodología.


79 Grund y Morselli, 2017: 16; van Mastrigt, 2017: 338; Piquero et al., 2007: 98; Sarnecki,
2001: 57-59; Van Mastrigt y Farrington, 2009: 566; Weerman, 2003: 399.
so Koons-Witt y Scharam, 2003: 366.
SI Bricknell y Bryant, 2018: 1; Reiss, 1986: 135; el mismo, 1988: 137.
S2 Wolfgang, 1958: passim:
8~ Andresen y Felson, 201Ob: 67; Hindelang, 1976b: 121-122; McCord y Conway, 2002: 17-19
y 22; los mismos, 2005: 1; Reiss, 1986: 129; el mismo, 1988: 128-129; Piquero et al., 2007: 114 y 116;
Reiss y Farrington. 1991: 381 y 394.
s. Reiss y Farrington, 1991: 378.
85 Sarnecki, 1990: 39; el mismo, 2001: 25.
86 Sarnecki, 2001: 42, 44, 46-48 Y50; la correlación de 0,24 aumentaba notablemente (r=0,6)
cuando se excluía un grupo numeroso de outiers que tenían 30 o más codelincuentes.
224 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

cia independiente de la edad de inicio de la carrera criminal'". Piquero y sus


asociados señalan que los individuoscon carreras criminales máscortas tie-
nen menos compañeros que los que tienen carreras largas, y que los que
desplegan las carreras más largas son también los que emplean más compa-
ñeros codelincuentes; así como que también existe una asociación entre
inicio de la carrera y número de codelincuentes, con aquellos con inicios
más tempranos mostrando una mayor frecuencia de asociados (r=-0,753).
Los mismos autores añaden que individuoscon pocas condenas han tenido
pocos compañeros codelincuentes, justo lo contrario que quienes han teni-
do muchas condenas -ambas variables correlacionan de modo elevado
(r=0,878)88.
Además, quienes delinquen acompañados parece que planifican un
poco más sus actos'"; y que cometen delitos más graves90. Sarnecki infor-
ma de que, en sus datos de la capital sueca, el grupo de delincuentes solita-
rios había cometido delitos de asalto,homicidio y contra las personas en un
16,9 por ciento de los casos frente al 26,2 de los que actuaban acompaña-
dos'".
Algunosautores han llamado la atención sobre un tipo de codelincuen-
te que buscaría activamente compañeros de fechorías y que estos últimos
serían másjóvenes e inexpertos. Son los reclutadores'". Por ejemplo, Reiss
mantiene que sus datos de Peoria abonan más la idea de que losdelincuen-
tes de alta frecuencia son más reclutadores de otros que no sujetos dispues-
tos a delinquir con el primero que se lo proponga. Estos rec1utadores se fi-
jarían en individuos con menos experiencia criminal que ellos y cambiarían
frecuentemente de compañero, 10 cual podría otorgarles un rol importante
en que muchos jóvenes dieran inicio a una carrera criminal.". Reiss y Fa-
rrington encontraron igualmente un grupo de reclutadores de jóvenes
inexpertos, pero era relativamente pequeño: 6 de 22 delincuentes persisten-
tes?". Warr observa que muchos grupos de jóvenes cuentan con alguien
mayor y más experimentado, si bien el patrón más habitual es una combi-
nación de instigar a otros y ser instigado uno mismo'". Sarnecki informa
de que en su estudio de Borlánge, Suecia había un claro efecto reclutador
de nuevos miembros para la red criminal'". Padilla describe, para la banda

87 McCord y Conway, 2002: 17, 19-20Y25-26; los mismos, 2005: 7-8.


88 Piquero et al., 2007: 101-102 y 111.
8'J A1arid et al., 2009: 7.
90 Andresen y Felson, 2010b: 67; van Mastrigt, 2017: 353; McCord y Conway, 2005: 8.
91 Sarnecki, 2001: 44-45.
9'l Reiss y Farrington, 1991: 367.
~ Reiss, 1988: 118-119,145 Y148. Esto tendría grandes consecuencias para el control y pre-
vención del delito.
\)., Reiss y Farrington, 1991: 385.
% Warr, 1996: 33.
96 Sarnecki, 2001: 24, aunque en su estudio de Estocolmo encontró que los delincuentes
tendían a tener la misma o parecida edad y el mismo nivel de criminalidad, 53 y 60-61.
PROCESOS GRUPALES 225

puertorriqueña que estudia, tanto la existencia de un reclutamiento por


parte de adultos como que una adaptación a cambioslegislativosde la edad
penal puede ser precisamentela búsqueda chicosaún másjóvenesde lo que
se establezca legalmente'". En general, sin embargo, parece predominar
más la homofilia 98, esto es la tendencia a codelinquir con personas de la
misma o próxima edad y experiencia 99. Estoshallazgos más generales po-
nen en duda la existencia de un número significativode reclutadores 100. A
pesar de todo, es cierto que los pares, especialmente si uno de ellos actúa
como una especie de jefe, puede ayudar ajustificar un hecho delictivopar-
ticular; y, a más largo plazo, pueden convencer a uno de que otros están
constantemente violando la ley y que, por lo tanto, hacerlo uno mismo no
es incorrecto !Ol.
La teoría de la elección racional está presente en los intentos de explicar la
codelincuencia 102. El delincuente tomaría una elección atendiendo a los
costesderivados de la potencial delación de su acompañante y de la necesi-
dad de compartir el botín con él o ella; y a los beneficios de la división del
trabajo yel intercambio de información, que pueden variar de un delito a
otro y de una situación a otra. Como una versión de la elección racional,
Weerman ha planteado una teoría del intercambio 103, de acuerdo con la cual
la codelincuencia se produce porque otorga beneficios a los participantes
que de otro modo no se podrían alcanzar.El modelo parte de tres elemen-
tos para que pueda darse la cooperación: que un individuo esté dispuesto
a participar en régimen de codelincuencia; que sea posible acceder al mis-
mo; y que sea percibido como un partícipe atractivo. Weerman propone
una tipología dependiendo de estos elementos y una serie de factores que
inciden sobre ellos tales como la confianza, el tamaño de la red o el capital
criminal 104. Van Mastrigt y Farrington hipotetizan que es más el carácter
instrumental de la codelincuencia -esto es, cuánto ayuda a asegurar el éxi-
to de la empresa- que las características individuales de los agentes lo que
determina que se actúe en grupo o en solitario105. Las teorías de la oportu-
nidad, como sabemos, están conectadas con la elección racional 106. Warr
mantiene que algunos delitos sólo se pueden cometer si se cuenta con co-
partícipes, de modo que la codelincuencia puede afrontarse desde esas

97 Padilla, 1992: 83 y 95, el segundo argumento apunta a potenciales efectos criminógenos


de las leyes, si bien este autor sostiene que éstas tienden a tener efectos preventivos de distinta
naturaleza, 135, 141 Y171.
98 Warr, 2002: 27.
99 Reiss y Farrington, 1991: 391 y 394.
100 Grund y Morselli, 2017: 14.
101 Schwendinger y Schwendinger, 1985: 146-149.
102 Van Mastrigt, 2017: 339.
103 Sobre las teorías del intercambio más en general, vid. Blau, 1977: 19-44.
lO. Weerman, 2003: 398-414.
105 Van Mastrigt y Farrington, 2009: 567.
106 Serrano Maíllo, 2009a: 312-313; el mismo, 2009b: 83.
226 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

tesis de la oportunidad para el delito: un codelincuente puede ser una


oportunidad para un delito, mientras que su ausencia es un constreñimien-
to para ciertos eventoscriminales107. También menciona la idea de oportu-
nidad Tremblay,quien escribe que «Enmuchas situaciones la probabilidad
de que ocurra una infracción determinada depende en parte de la habili-
dad de un delincuente motivado para encontrar codelincuentes "apropia-
dos". 108, abundando en la relación entre las teorías de la elección racional
y de las actividadesrutinarias e integrándolas con la teoría de la asociación
diferencial 109.

2. REDES Y DELITO

Como se adelantó, el carácter a menudo grupal de la criminalidad, en


particular la juvenil, por un lado; y por otro lado la naturaleza efímera de
las asociaciones por otro lado abre la puerta a la idea de la red -esto es a
explicar la codelincuencia como una red 110. El enfoque de las redes socia-
les se centra no tanto en individuos como en las relaciones que existen entre
unidades de análisis,que pueden ser tanto individuos como, por ejemplo,
organizaciones. La idea es explicar los comportamientos de esas unidades
de análisisa travésde propiedades de las relaciones que existen entre ellos,
esto es de la estructura de la red que conforman las relaciones!".
En ciencias socialesy en Criminología en particular ha tenido una gran
repercusión el trabajo de Granovetter sobre la búsqueda de empleo, tanto
en el caso de quien carece de él como de quien desea cambiar de trabajo.
La idea más general es la íntima relación entre los nivelesmicro y macro de
análisis, que no pueden ser ignorados. Por este motivo, vínculos débiles -
que han sido vistosa vecescomo una fuente de alienación- pueden ser vita-
les para los individuos; mientras que los fuertes pueden conducir a la frag-
mentación 112. Los vínculos débiles son propios de redes; mientras que los
fuertes son los típicos que se dan entre amigos!". Granovetter señala que
la forma más eficaz de encontrar un empleo no es mediante la aplicación
directa o la impersonal de anuncios, convocatorias, etc., sino mediante la
forma indirecta de los contactos personales. No sólo es la forma más eficaz,
sino que tanto quienes buscan trabajo como quienes lo ofrecen lo prefieren
también desde el punto de vista subjetivo; y los que se han colocado me-
diante esta fórmula se muestran más satisfechos, tienen empleos mejores y

107 Warr, 2002: 84-85; también McGloin y Stickle, 2011: 424 y 436; Morselli, 2005: 4-5.
108 Trem blay, 1993: 17.
109 Tremblay, 1993: 34.
110 Morselli y Tremblay, 2004: 783-785; Waring, 2002: 36-37 y 42-43.
111 Sarnecki, 2001: 5.
112 Granovetter, 1973: 1378.
113 Granovetter, 1983: 201-202.
PROCESOS GRUPALES 227

ganan más dinero 114. Incluso más llamativo es que estoscontactos persona-
les informales a través de los que preferentemente se encontrabatrabajo no
eran los sólidos de la familia y los amigos, sino contactosdébiles,esto es con
personas con las que se veían o interaccionaban con escasafrecuencia. Gra-
novetter no sugiere que estos contactos débiles sean másútiles en momen-
tos de gran necesidad, pero sí en general. Los individuosforman parte de
redes en las que las otros son nódulos y con los que puedentener vincula-
ciones más o menos frecuentes, esto es sólidas.La información,en este caso
sobre ofertas de empleo, puede llegar más fácilmente y máslejos a travésde
vinculaciones débiles. De nuevo, no es que los amigosnoestén más motiva-
dos para ayudar, pero debido a su menor número es másdificilque puedan
hacerlo -e incluso había casos entre sus entrevistadosqueno querían utili-
zar los contactos más próximos para evitar debilitarlos o para evitar ser visto
como alguien que ha recibido ayuda!".
Granovetter y su idea de vínculos débiles y redes, pues,parece especial-
mente apto para estudiar la participación colectiva en eventos criminales.
Así, Reisshabla de una «red laxa de afiliaciones», de una«red de contactos
e intercambios» en la que existe un núcleo duro de miembroscentrales que
concentran el grueso de las conexiones, miembros centrales que nunca
llegan a la quinta parte de todos los miembros de la red. La mayoría de
quienes forman parte de la red no se conocen entre sí e incluso pueden
tener pocos contactos con otros miembros, pero en cualquiercaso forman
parte de ella y pueden recibir y compartir información, asícomo encontrar
copartícipes para sus actos criminales 116.
Verbigracia,Sullivanmenciona los contactos dentro delpropio Sistemade
Administración de Justicia. En su estudio etnográfico observócómo algunos
delincuentes trataban de «manipular el sistema» a travésde las conexiones
personales que tenían -abogados, familiares que trabajanen el Sistema de
Administración de Justicia, etc.-, las cuales son consideradaspor este autor
como más importantes que los recursos financieros. Así,relata el caso de un
individuo acusado de haber quemado una fábrica que graciasa un tío suyo
que trabajaba en la policía logró que la investigación secentrara en el socio
del acusado-que en primer lugar había dado el soplo sobreesta persona 117.
Reissy otros observan que la mayor parte de los episodios de codelin-
cuencia de adultos no surgen de su participación en grupos, sino de redes
informales y laxas cuyos miembros están conectados por este motivo, pue-

11<1 Granovetter, 1995: 4-5 y 11-16.


115 Granovetter, 1973: 1369; el mismo, 1995: 13 y 53-55. Otro autor que ha construido gran
parte de su trabajo aJrededor de la idea de redes es Castells. Por ejemplo, es famosa su descripción
del Estado contemporáneo no como un Estado débil (1) sino como un elemento de una red de
Estados nacionaJes, 2010: xxix-xxxii, 310, 328-332 Y356-366.
(1) Serrano Maíllo, 2016: 91-96.
116 Reiss, 1988: 141; Reissy Farrington, 1991: 366.
117 Sullivan, 1989: 196-197.
228 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

den «buscarse» entre sí activamente y que incluso pueden coincidir en bi-


llares, bares, tiendas de peristas ... 118; mientras que Roxell encontró que los
contactos para codelinquir no se hacen casi nunca en prisión, siendo éste
únicamente el caso del 2 por ciento de su muestra de sujetos que habían
salido de prisión en Suecia 119.
Características de estas redes pueden desplegar una influencia sobre el
comportamiento de sus miembros. Por ejemplo, Lantz y Hutchinson creen
que en estas redes pueden existir roles diferentes y que según la red es ma-
yor y más laxa, más persiste en el tiempo y más delitos se cometen por sus
miembros 120. McGloin y Piquero sostienen que cuando en una red existe
una relativamente alta redundancia -densidad de las vinculaciones, esto es
que cada individuo tiende a estar relacionado directamente con más indivi-
duos- también tiende a darse mayor especialización en la codelincuencia.
Esto sugiere que lo más importante para la especialización es la redundan-
cia o densidad y no el tamaño de la red 121. También Morselli y Tremblay
sostienen que el tamaño efectivo o no redundante de contactos es una ven-
taja ya que da acceso a más oportunidades para el delito y se relaciona con
mayores ingresos ilícitos 122.
Retornando el modelo de la elección racional, el ya mencionado Morse-
lli se apoya en la necesidad de que exista una oportunidad para poder llevar
a cabo algunos delitos para explicar la relación entre delincuencia y redes.
Este autor sugiere que la importante conexión entre pares y asociación di-
ferencial por un lado y criminalidad por otro, bien establecida en Crimino-
logía, puede verse como los elementos de una estructura personal de oportuni-
dad. Las asociaciones con otros delincuentes, pues, son oportunidades
favorables para el delito -igual que existen asociaciones negativas con otros
que se relacionan con impedimentos o falta de oportunidades para una
conducta concreta. Así, según es mayor la red de conexiones de un indivi-
duo respecto a una actividad determinada, también son mayores sus opor-
tunidades, al menos desde un punto de vista cuantitativo. Morselli añade
que quien no es exitoso en su carrera, por ejemplo profesional, dificilmen-
te aumentará sus conexiones de red 123. Las oportunidades que ofrece una
red no sólo se refieren a la comisión de delitos que además sean exitosos,
sino igualmente a la reducción de costes y riesgos 124.
Lo relevante de una red en relación son las oportunidades que ofrece,
en nuestro caso para el delito, no dependen única ni principalmente del

118Felson, 2003: 158; Reiss, 1988: 141 y 143; Shover, 1973: 502 y 508.
119Roxell, 2011: 375 y 384; con evidencia en el mismo sentido, Sarnecki, 2001: 82, 100y 166;
Tremblay, 1993: 23-24.
120 Lantz y Hutchinson, 2015: 662-663, 673-677 Y680.
121 McGloin y Piquero, 2010: 77-78.
122 Morselli y Tremblay, 2004: 790-791 y 795.
m Morselli, 2005: 120-121.
124 Morselli, 2005: 23.
PROCESOS GRUPALES 229

número cuantitativo de conexiones, sino de la estructura de las mismas.


Continúa Morsellicon que según una red contenga menos conexiones re-
dundantes, más aumentará el éxito criminal. La redundancia, ya menciona-
da, se produce cuando un sujeto, aunque tenga muchas conexiones, sólo
está relacionado con un número relativamente pequeños de compañeros,
como en una cuadrilla de amigos unidos entre sí por varias vías. En este
escenario existe un alto grado de redundancia. Por el contrario, cuando
existen relaciones con muchos más individuospor una solavíaexistemenos
redundancia. El tamaño efectivode una red, por lo tanto, depende del nú-
mero de individuosy conexiones que la forman y del grado de redundancia
presente. Una consecuencia de este esquema es que a menudo quienes se
encuentran en mejor situación para aprovechar la información que fluye
por la red son quienes ocupan posiciones periféricas en vez de quienes se
encuentran en el centro y son más visibles,pero con un alto nivel de redun-
dancia. Siguiendo a Burt, Morselliañade que los participantes más exitosos
de la red son quienes son capaces de rellenar los agujeros estructurales que
tenga en la red, esto es contectarse con cuantos más elementos de la red sea
posible y asegurar que le pueda llegar la máxima información posible -en
vezde la misma información repetidas veces- y elevarsu capacidad de aisla-
miento de posibles de lecciones -en vez de resultar demasiado visible12.;.
Morselli sostiene, pues, que aunque quizá no tan coordinado como a
vecesse considera, el delito organizado existe y recurre a estrategiasque no
son exclusivasdel mundo criminal sino también del legal. Las redes crimi-
nales están conformadas por contactos mutuos entre individuos con intere-
ses compartidos que, de hecho, excluyen que tenga que recurrirse a la vio-
lencia para asegurar la cooperación o resolver conflictos 126.
Waring ofrece una explicación de la codelincuencia como red en una
línea semejante. Parte de la base de que las redes aparecen en el ámbito lí-
cito para actividades que requieren algún tipo de «conocimiento o habili-
dad, rapidezy confianza entre los agentes», pero la existencia de consrrefii-
mientos impide otra forma de organización; cuando la situación exige
flexibilidadpara una adaptación rápida; y cuando existe confianza. La au-
tora añade que estas situaciones pueden ocurrir con algunas formas de cri-
minalidad como ciertos fraudes y delitos de cuello blanco; así como con
sujetos que tienen unos orígenes comunes, se parecen entre sí o incluso
han desarrollado vínculos entre ellos!". Waring señala ciertos mecanismos
que pueden afectar a la aparición de redes: presiones coercitivas, como
cuando uno o variosagentes obligan a otro u otros a adoptar ciertas formas
organizativas,con la consecuencia de que esto puede tanto facilitar como
impedir la aparición de redes; procesos miméticos, en los que se copia la
estructura de una organización -lícita o ilícita- que se percibe como exito-

125 Morselli, 2005: 23-26 y 121-122.


126 Morselli, 2005: 124-125.
127 Waring, 2002: 37-39.
230 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

sa; y, finalmente, isomorfismo normativo, caso en el que los agentes que van
a colaborar consideran que su asociación debe tener determinadas caracte-
rísticas que se consideran deseables 128.

3. DELINCUENCIA ORGANIZADA

3.1. La idea tradicional de delincuencia organizada

El concepto de delincuencia organizada, tal y como se utiliza en nuestra


sociedad e incluso en el ámbito académico, es ambiguo 129. La delincuencia
organizada puede verse como un continuo. McIntosh, por ejemplo, propu-
so una tipología de delincuencia profesional con cuatro escalones: la delin-
cuencia picaresca, muy poco organizada y sofisticada; la artesanal; la relativa
a proyectos; y la de tipo negocio. Tanto el contexto como el tipo de socie-
dad influyen en la prevalencia de cada uno de estos tipos 130.
Una organización, lícita o no, se caracteriza por una serie de requisitos
referidos al tamaño o número de participantes mínimo, existencia de unos
individuos que toman las decisiones y dan las órdenes -una especie de jefes-,
estructura jerárquica, división del trabajo, etc. Caben pocas dudas sobre la
realidad de organizaciones compuestas por un elevado número de sujetos,
con jefes claros, etc. Por ejemplo, está bien documentada ya la existencia de
grupos de bandoleros de más de veinte miembros con un jefe supremo que
residia como miembro respetable de la aristocracia de una población grande
y daba las órdenes oportunas a través de una cadena de mando para el asalto
a diligencias, secuestros, extorsión ... , en la Córdoba del siglo XIX 131. Sin em-
bargo, la mayoría de lo que puede considerarse una organización criminal
se encuentra lejos de este modelo casi ideal. Por regla, por ejemplo, el nú-
mero de personas que participa en estos grupos es mucho más pequeño y los
investigadores tienen que tomar una decisión acerca de los requisitos míni-
mos para considerar a un grupo criminal como organizado. Aparte de la
coexistencia de definiciones inconsistentes entre sí, la confusión a menudo
se produce también por un retroceso en estas exigencias mínimas, de modo
que la audiencia puede estar pensando en un grupo altamente organizado
cuando los investigadores están hablando de algo mucho más modesto y
descoordinado. Desde el punto de vista explicativo, además, la literatura ha
aplicado a la delincuencia organizada teorías criminológicas clásicas-".
Además, la comparación entre organizaciones para llevar a cabo acciones
lícitas y organizaciones para llevar a cabo acciones ilícitas no debería llevarse

128 Waring, 2002: 341-42.


129 Abadinsky, 2007: 1-6.
13() McIntosh, 1974: 16 y 29-30.
131 Zugasti, 1876-1880: passim.
132 Abadinsky, 2007: 14-33.
PROCESOS GRUPALES 231

demasiado lejos, como señala Díaz y Garda Conlledo+".En una organiza-


ción criminalse espera que las órdenes de losjefes sean ejecutadaspor quie-
nes se encuentran más abajo en la cadena de mando, quienes a su vezestán
al tanto de la ilicitud de la conducta, no concurre en ellos ningún defecto
-no sólono incurren en ningún error, sino que suscapacidadesintelectuales
y volitivasestán intactas- y, a menudo, incluso tienen la posibilidadde abste-
nerse de delinquir si así lo desean. En una organización no criminal, por el
contrario, se espera que quienes se encuentran más abajo en la cadena de
mando se abstengan de delinquir si reciben una orden en tal sentido. Díazy
Garda Conlledo pone el ejemplo de una orden para matar a otro. En com-
paración con una organización criminal como las descritasen algunas pelí-
culas, cuando el Gerente de un Hospital dio la orden de desconectar a un
paciente que aún tenía esperanzas de vida, los médicos sencillamente des-
obedecieron la orden por entenderla -de modo acertado- ilegal134.
Por todo lo anterior, no es sencillo ofrecer una definición criminológica
de delincuencia organizada que tenga una aplicación universal. Más aún,
incluso en los códigospenales -como el español- no queda completamente
clara la diferencia entre grupo, organización, etc.
La imagen de la delincuencia organizada que ha llegado hasta nosotros
a nivel popular está influenciada por el trabajo clásicode Cressey.Este autor
define el delito organizado como «cualquier delito cometido por una per-
sona que ocupa, en el marco de una división del trabajo establecida, una
posición designada para la comisión de delitos, dado que esa división del
trabajo incluya también al menos una posición para un corruptor, una po-
sición para un corrupto y una posición para un valedor (enforcer)» 13.,. Esta
definición implica la coordinación de las actividades del delincuente orga-
nizado con las de otros criminales; que esta coordinación tiene lugar a tra-
vés de reglas; que cada criminal ocupa un lugar en un conjunto de posicio-
nes; que esas posiciones son independientes de quien las ocupe; y que cada
individuo tiene sus propios derechos y obligaciones. Cresseyva incluso más
allá cuando compara esta organización con la de empresa que cuenta con
cajero, vendedor, contable ... o con el funcionario público y las normas que
regulan su función 136; y afirma que operar en una organización criminal
exige habilidades y trabajo duro 137.
En efecto, se ofrece aquí una imagen altamente organizada de la delin-
cuencia organizada. Nuestro autor describe una organización formal-como
la que se encuentra en muchas empresas privadas y en el ámbito público-,
la cual se caracteriza por tres notas principales: división del trabajo; activi-
dades de los miembros de la organización coordinadas a través de normas

,,~ Díaz y Carcía ConlJedo, 2018: 48-49.


1!14 Díaz y Carcía Conlledo, 2018: 46.
135 Cressey, 1969: 319; el mismo, 1972: 27 (énfasis eliminado).
136 Cressey, 1969: 313; el mismo, 1972: 26-40.
"7 Cressey, 1972: 17.
232 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

y códigos; y una orien tación de toda la organización hacia la consecución


de objetivos anunciados 138. En realidad, lo que hemos definido como de-
lincuencia organizada es para Cresseysólo una de las seisformas que puede
tomar una organización criminal 139. A nuestros intereses, existe una forma
con un grado incluso más elevado de jerarquización y división del trabajo
que incluye en su más alto nivel una comisión que toma las decisiones más
importantes y actúa como tribunal resolviendolas disputas que puedan sur-
gir; y una serie de consejos, también con gran poder en el marco de la orga-
nización, por debajo 140.
Cresseycree que este tipo de delincuencia organizada no sólo tiene una
existencia en la sociedad norteamericana de su época 141, sino que represen-
ta una gravísimaamenaza para la misma. A sujuicio, la delincuencia orga-
nizada, que si bien tiene parecidos y conexiones con la mafia italiana es un
producto propiamente estadounidense 142, no sólo controla la distribución
de bienes y servicios ilegales, sino que a través de estos medios ha logrado
amasar una fortuna descomunal que le permite operar en el mundo legal.
Esta penetración en el mundo legal pondría en riesgo las instituciones eco-
nómicas y políticas de un país. La delincuencia organizada podría, según
este autor, comprar a funcionarios y al Sistema de Administración de justi-
cia, controlar la legislación,a los políticos, construir monopolios. Por todo
ello representa un problema muy serio 143.
Como vamosa ver,existen pocas pruebas de que lo que describe Cressey
como delincuencia organizada, tomada de modo estricto, exista de modo
generalizado en nuestras sociedades. Los criminales no pueden anunciar
públicamente sus objetivosilícitos por el gran riesgo de detección que eso
conlleva;ni tampoco pueden recurrir al Sistemade Administración de Jus-
ticia para resolver conflictos serios; no existen asociaciones criminales tan
organizadas como describe el autor norteamericano; y,cuando existen or-
ganizacionesformales, éstas se utilizan más bien como tapadera 144.
Pasemos a un aspecto más concreto de lo que habitualmente se entien-
de como delincuencia organizada.

3.2. El modelo del mercado

Gottfredson y Hirschi (1990) pronosticaban que el delito tenderá a ser


poco sofisticadoy que, por lo tanto, el delito rara vez responderá a una na-

I!IB Cressey, 1972: 11, la cual se distingue de organizaciones informales, 10-12 y 69.
1~9 Cressey, 1972: 19-20, 26, 44, 53, 62 Y68.
140 Cressey, 1972: 20-26.
141 También cree que podría ser un problema en la sociedad británica, Cressey, 1972: 1-2.
142 Cressey, 1969: 26.
143 Cressey, 1969: 1-4; el mismo, 1972: 3-4.
1'14 Hawkins, 1969: 50-51; Morselli, 2005: 2 y 12-14; Smith, 1975: 306-310; Waring, 2002: 34-35.
PROCESOS GRUPALES 233

turaleza organizada. Conjeturan que los delincuentes, por su naturaleza


impulsiva,no serán muy proclivesa organizarse ni coordinarse, como tam-
poco lo serán a obedecer órdenes, a ser constantes y rigurosos en su ejecu-
ción incluso cuando deciden aceptarlas;que la desconfianzareinará en una
tal organización -por ejemplo respecto a la repartición de los botines-, con
el consiguiente riesgo de delación bien cuando se detiene a uno de miem-
bros de la organización o bien de modo espontáneo; el trato habitual con
personas que pueden ser vehementes no es fácil,etc.
Esta argumentación de Gottfredson y Hirschi es consistente con el tra-
bajo de autores como Reuter (1983). Este autor señala que la delincuencia
organizada era por lo habitual negada por la policía y el Sistemade Admi-
nistración de Justicia Norteamericano hasta 1961,durante el mandato de].
F.Kennedy, cuyo hermano era el FiscalGeneral.
Reuter (1983) investigó algunos ejemplos estadounidenses de lo que
suele interpretar como delincuencia organizada: el negocio del juego, en
particular el llamado números (numbers), una lotería ilegal;los narcóticosy
la usura. Reuter propone el modelo del mercado ilegal para describir y explicar
estos fenómenos: se trata de casosen los que existe una demanda -el juego,
el consumo de ciertas sustanciasy préstamos rápidos fuera de las víashabi-
tuales de financiación- y una oferta para cubrirla, si bien fuera de la Leyy
de modo que infringe el Código penal. Estos mercados ilegales funciona-
rían de modo semejante a los legales,incluyendo una serie de fuerzas exter-
nas propias del mercado que se imponen a los indivíduos145.
Como metáfora de gran valor heurístico, esta propuesta del mercado
ilegal es valiosa.Otro ejemplo semejante es el de carrera criminal (Serrano
Maíllo). Sin embargo, la comparación no debería llevarsedemasiado lejos:
los participantes en un mercado ilegal,en el caso típico, no pueden recurrir
a la publicidad para dar a conocer sus productos o servicios, no pueden
recurrir a la protección de la policía o del Sistema de Administración de
Justicia y afrontan costes a medio y largo plazo de detención.
Frente a este modelo son imaginables otras alternativas interpretativas
como los modelos de la empresa o del monopolio. En el primero se conjetura que
las actividades estudiadas por Reuter y otras semejantes funcionan por or-
ganizaciones parecidas a las firmas o empresas, con una jerarquía y organi-
zación nítidas. En el segundo se hipotetiza que incluso alguna o unas pocas
organizaciones ostentan el monopolio o el cuasimonopolio de las activida-
des ilícitasseñaladas.Puesto que en la naturaleza se pueden encontrar situa-
ciones muy heterogéneas -aunque también puedan ser muy excepcionales,
como puede ser un trébol de cuatro hojas-, el interés de la Criminología
reside en la frecuencia en que se dan estos casos ideales y comprobar cuál
de ellos prevalece. A responder a esta última cuestión dedicaremos las
próximas páginas.

I'Ir. Críticamente con este modelo, Morselli, 2005: 17.


234 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

Por lo tanto, aunque ya se ha dicho que no cabe duda de la existencia


de delincuencia organizada, la pregunta clave se refiere a su frecuencia,
esto es si es un fenómeno extendido que constituye un serio problema o si,
por el contrario, es algo relativamente excepcional cuyo control y preven-
ción no amerita una exagerada profusión de medios -los cuales, por lo
tanto, podrían emplearse en otras misiones.Al mismo tiempo, existen algu-
nas razones para que se sobreestime la frecuencia y carácter problemático
de la delincuencia organizada (Reuter, 1983). En primer lugar, se trata de
un fenómeno que genera temor en la opinión pública por su potencial para
penetrar en la Administración,incluyendo la policía,losjueces y tribunales,
etc. En segundo lugar, algunos grupos que trabajan en este fenómeno pue-
den tener un interés en su exageración como forma de competir por recur-
sos escasos:la policía puede esperar recibir más fondos si se define su acti-
vidad como una lucha contra grupos poderosos y potencialmente muy
dañosos que si se hace como la persecución de delincuentes de poca monta;
los investigadores pueden aspirar a conseguir proyectos de investigación
financiados,plazasde profesorado, institutos de investigación,atención me-
diática, etc. por los mismos motivos.Piénsese, de modo menos sutil, en un
delator que espera recibir beneficios a cambio de su información y los fun-
cionarios que desean el reconocimiento de su labor e incluso quizá su pro-
moción: la información que se obtenga será tanto más valiosasegún de pe-
ligroso sea el fenómeno que se quiere controlar y prevenir. Bajo estas
condiciones, la información facilitaday aceptada habitualmente no infraes-
timará la extensión, sofisticación,gravedad... en este caso de la delincuen-
cia organizada. Además, a menudo la información que se tiene de la delin-
cuencia organizada procede precisamente de la policía y de los
investigadoresespecializados.
Reuter (1983) encuentra en su investigaciónsobre mercados ilegaleslo
siguiente:

a) En estos mercados existen pocas limitacionespara la entrada. Dicho con


otras palabras, casi cualquiera se puede involucrar en los mismos, sin
tener que realizar, verbigracia, grandes desembolsos, como habitual-
mente ocurre en otros mercados legales.
b) Los participantes, o sea los empresarios ilegales, fijan sus precios de
acuerdo con fuerzas externas propias del mercado de que se trate. De
otro modo no tendrían clientes.
e) No hay rastro de ninguna situación de monopolio ni nada cercano, sino
que lo que se observa es un mercado fragmentado, esto es en el que
participan muchos empresarios pequeños.
d) A menudo los participantes no son profesionales, sino que estos com-
portamientos ilícitosson sólo una parte de susactividadesy de susingre-
sos.
e) Estas organizaciones, además de modestas, tienden a ser efímeras en el
tiempo, esto es a durar relativamente poco.
PROCESOS GRUPALES 235

Este autor concluye que actividades ilícitas que requieren colaboración no


implican necesariamente delincuencia organizada. De hecho, se muestra escépti-
co sobre que la delincuenciaorganizadasea un problema serio. Finalmente,
sugiere separar los conceptosde delincuencia organizada y mercadoilegal (Reuter,
1983;Waring, 2002:35-36).Como puede apreciarse, este enfoque coincide
con la tradición de Gottfredson y Hirschi (1990), para quienes el delito,
entre otros motivospor la naturaleza impulsivade los delincuentes, tenderá
a ser poco sofisticado y, en consecuencia, la delincuencia organizada será
excepcional.
Un caso que habitualmente se estudia en el marco de la delincuencia
organizada es el tráfico de personas y el contrabando de inmigrantes -o inmigra-
ción ilegal. Los mismos vienen tipificadosrespectivamente en los artículos
177 bis y 318 bis del Código penal español, a los que me remito para mayor
detalle. Estos protocolos siguen sendos protocolos de Naciones Unidas de
2000, los cuales a su vez siguen de la Convención de Europol de 1995. El
tráfico de personas evoca la idea de control de alguna o algunas personas con
la finalidad de explotarlo por ejemplo como trabajador sexual, trabajador
o mendigo forzado, extracción de órganos corporales, etc. -entre otros su-
puestos descritos por el artículo 177 bis. El contrabando de inmigrantes
consiste en ayudar a otros a entrar de modo ilegal en otro país, salvoque se
haga por motivos estrictamente humanitarios.
Como puede comprobarse, se trata de comportamientos diferentes-
como atestigua de modo intuitivo la relativa distancia numérica de los dos
artículos del Código penal mencionados-, con unas notas de ataque a las
personas más que al Estado, ausencia de agencia en la víctimay explotación
en el primero que no se dan en el segundo; que encajan a su vezen defini-
ciones naturales de delito.
Pese a esta diferenciación, a menudo existe entre ambas conductas de-
lictivasuna relación íntima. Por un lado, para algunos autores nos encon-
tramos ante un continuo, o sea con modalidades de gravedad diversa de un
mismo fenómeno (Salty Stain, 1997).Así mismo existen situaciones fronte-
rizas: casosen los que existe una presión para abandonar un país, pero en
los que no está clara la ausencia de agencia; casos en los que se producen
cambiosen las condiciones del viaje por circunstancias sobrevenidas impre-
visibles,como cuando se tiene que cambiar la ruta pero ya no es posible
volveratrás y se encarece el traslado; o cuando en un mismo desplazamien-
to se pasa por varias etapas que encajan alternativamente en una u otra
definición.
Un caso particularmente complejo se produce cuando el contrabando
se llevaa cabo mediante promesa de abono una vez alcanzado el destino. El
criminal ofrece tanto un servicio de inmigración ilegal como de préstamo
o financiación.Así,al final es perfectamente imaginable que la víctima ter-
mine en una situación de explotación propia del tráfico, pero la misma no
es debida al contrabando en el sentido de que no es su finalidad principal;
sino al préstamo. Seguramente habrá engaño y abuso en algunos de estos
236 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

supuestos, pero en otros la víctimaconocerá de antemano las condiciones


que le esperan y habrá aceptado.
Dependiendo de la valoración de estas circunstancias, el concepto de
tráfico tendrá una aplicación máso menos amplia -en sociedadescomo las
actuales, calificadasdel control, con clara tendencia hacia la segunda op-
ción-, lo cual determinará si los esfuerzos preventivosy de asistencia a las
víctimas, que por definición son limitados, se pueden concentrar más o
menos.
Los datos proporcionados por Frontex señalan a la existencia de va-
rias rutas de inmigración ilegal a Europa, entre las que destacan las del
Mediterráneo central y occidental. Pues bien, cada una de estas rutas
presenta unos cambios espectaculares, con aumentos y descensos vertigi-
nosos de cero a cientos de milesy al revés de entradas ile:gale.s-en el caso
típico con algún tipo de ayuda- en pocos meses. Este mercado tan flexi-
ble es consistente con un modelo mercado y está muy lejos de la alterna-
tiva del monopolio. En efecto, en una situación de monopolio no es po-
sible responder con tanta rapidez a las demandas del mercado. La
atención de esta demanda sólo es posible si muchos individuos o grupos
pequeños independientes pueden entrar y salir rápidamente del merca-
do. En otras palabras y siguiendo a la literatura (Campana, 2017), estas
observaciones sugieren:

a) No existe un monopolio de la inmigración ilegal en manos de uno o


unos pocos grupos dominantes.
b) Por el contrario deben existir muchos grupos pequeños que se ven en-
vueltos en estas actividades ilícitas.
e) La entrada en el mercado es sencilla y,así, los costes de entrada son ba-
jos.
d) No se requieren habilidades especiales ni un entrenamiento particular
para participar en este mercado.

Como se puede observar,se trata de un panorama coherente con la idea


de mercado ilegal de Reuter y en línea con Gottfredson y Hirschi.
De nuevo, no importa repetir que esto no excluye la existencia de delin-
cuencia organizada, aunque sí pone en duda que la misma domine ciertos
campos criminales. Así, Salt (2000) describe grupos mafiososque controla-
ban el contrabando de inmigrantes hacia el exterior de Polonia antes de la
entrada de este país en la Unión Europea; mientras que Vayrynen (2003)
calcula que el setenta por ciento de los clubs de alterne -que pueden dedi-
carse a la explotación de trabajadoras sexuales- del Soho londinense están
controlados por mafias albanas y kosovares.
Los delitos de contrabando ilegal y de tráfico de personas presentan
unos problemas metodológicos para su estudio formidables. Esto es carac-
terístico de muchos otros comportamientos que, con mayor o menor pro-
piedad, se definen como delincuencia organizada. Así, es dificil inferir las
PROCESOS GRUPALES 237

característicasgenerales del fenómeno a partir de estudiosparticulares,así


como ofrecer resúmenes narrativos o cuantitativosde la evidenciadisponi-
ble. Por este motivose ofrecen a continuación dos estudios.El primero de
Chin y Zhang sobre contrabando de inmigrantes chinos hacia el interior de
Estados Unidos, un estudio que tiene una naturalezacualitativa.El segundo
es una investigacióncuantitativade Campana, de la Universidadde Cambri-
dge, sobre tráfico de personas que viajande Áfricaa Europa. No es posible
extrapolar los hallazgosque reportan estos investigadoresa la generalidad
del fenómeno, pero hasta cierto punto sí son representativos de lo que se
ha publicado.
Chin y Zhang (2002)entrevistarona 129individuosque habían ayudado
a la introducción ilegal de inmigrantes chinos en Estados Unidos. Nos en-
contramos en principio, pues, ante un supuesto de contrabando de inmi-
grantes, aunque no se puede descartar que algunas de las víctimasse vieran
luego sometidas, verbigracia,a condiciones de trabajo abusivas-y que, qui-
zá, los delincuentes lo supieran o sospecharan. Estosautores informan de
los siguientes hallazgos:

a) Para verse envuelto en estos delitos no es preciso tener ningún tipo de


habilidad o talento especial.
b) Las carreras criminales de estos delincuentes eran relativamente cortas,
con una duración media de seis años.
e) No forman parte de mafias, salvoun pequeño porcentaje de siete pun-
tos.
d) En contra de la afirmación de Gottfredson y Hirschi (1990) de que el
delito habitualmente no produce grandes beneficios a susautores, estos
sujetos informaron de ganancias sustanciosas, con una mediana de
10.000 dólares y un máximo de 40.000 dólares por acción. Al mismo
tiempo, los costes parecen impredecibles ya que pueden aparecer com-
plicaciones no anticipadas que obliguen a variar la ruta o a otra serie de
gastos añadidos.
e) Entre las motivaciones destaca el dinero: el noventa y dos por ciento
señaló que esta es la razón de verse envueltos en el contrabando de in-
migrantes; mientras que apenas un siete por ciento dijo hacerlo para
ayudar a amigos.
f) En un setenta por ciento de los casos, el contrabando de inmigrantes
representaba una actividad a tiempo parcial para estos entrevistados.
g) Losgrupos de que formaban parte los delincuentes de Chin y Zhang no
eran muy grandes, y estaban compuestos por entre 2 y 3 miembros en
un cuarenta y seis por ciento de los casos; mientras que apenas un vein-
te por ciento formaba parte de grupos de seis o más personas.
h) Lasentrevistasarrojan una clara divisióndel trabajo entre los participan-
tes en estas actividades.
i) La toma de decisiones dentro de los grupos era relativamente democrá-
tica en la mitad de los casos.
238 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

j) Estosgrupos colaborabanrelativamentepoco con otros grupos: el seten-


ta y uno por ciento de los encuestados contestó que no existía una tal
colaboración.
k) Son introducidos en estasactividadespor amigos o familiares.
1) No se ven a sí mismos como delincuentes, sino que tienen una buena
imagen de sí mismos,considerándose empresarios,personas que hacen
el bien, etc. y afirmando alguno de ellos que sus familias estaban orgu-
llosasde lo que hacían.

Resulta evidente que la muestra de Chin y Zhang no es representativa,


con lo que no hay base para la inferencia. El escenario que describen de
nuevo se aproxima más al modelo del mercado ilegal que al del monopolio
o la empresa;y,con la clara excepción del punto d, al enfoque de Gottfred-
son y Hirschi.
Otros estudios reportan las mismasconclusiones de que el contrabando
de inmigrantes es una «red flexible» compuesta por muchos grupos que
«cooperan sobre la marcha» (Icduyguy Toktas,2002); de que no existe una
organización centralizada (Sanchez, 2015); sino «una red compleja de or-
ganizaciones de tamaño pequeño y mediano» (Pastore et al., 2006).
De pasada puede apuntarse que los hallazgosde estosautores se aproxi-
man a las teorías del aprendizaje socialal evocar un exceso de definiciones
favorablesa la infracción de las normas (elemento k) -sobre el rol de la fa-
milia, vid. Giordano- y al rol de las definiciones (elemento 1).
Chin y Zhang ponen sobre la mesa una ulterior cuestión de gran rele-
vancia para nosotros y que abunda en la idea de un mercado ilegal com-
puesto por grupos independientes. Muchos autores han apuntado que
delitos como el contrabando de inmigrantes o el tráfico de personas es-
tán compuestos por varias fases. En el primer caso puede haber varias
etapas en un largo viaje que incluye varios países, períodos de espera,
procura de documentos, cte.; mientras que una tipología habitual para el
segundo caso distingue entre el reclutamiento, el transporte y la explota-
ción (Aronowitzet aL, 2009). Como recalcaremos, la idea de especializa-
ción y división del trabajo (punto h) y de ausencia de colaboración con
otros grupos (punto j), abre la puerta a que grupos distintos de indivi-
duos participen en etapas diferentes y que exista una coordinación míni-
ma entre ellos.
Campana estudia dieciséiseventos de tráfico de personas. Se trataba de
mujeres nigerianas enviadasdesde su país a Italia para ser explotadas como
trabajadorassexuales.En dichos eventosse habían vistoenvueltascincuenta
y ocho personas: veinticinco criminales y treinta y tres víctimas. En cada
evento se habían trasladado vía aérea una media de dos víctimas (2,1 %) y
había participado una media de cinco delincuentes (5,3%).Para esta inves-
tigaciónse recurrió a variasfuentes de información de la policíay la Fiscalía
italiana,a partir de las cuales Campana pudo construir variasbasesde datos
para su análisiscuantitativo y el consiguiente test de hipótesis.
PROCESOS GRUPALES 239

A nuestros fines, Campana está interesado por la cooperación y coordi-


nación entre los agresores. En primer lugar, ofrece una descripcióngráfica
de los individuos que había participado a la vezen un mismo evento. En-
cuentra que existían cuatro sujetos que habían colaborado en una mayoría
de casos,pero que al mismo tiempo existían muchos criminalesque pare-
cían haber sido contactados de modo esporádico para alguna acción con-
creta, esto es que su participación había sido ad hoc más que permanente.
Aunque sí existe una cierta internalización, en el escenario predomina la
externalización de las intervenciones, siguiendo al autor de este trabajo.
Este mismo hallazgo se ve reforzado por que Campana sólo en dos de los
dieciséis eventos habían participado doce sujetos (el máximo), mientras
que en la mayoríasólo había cuatro o menos individuosimplicados.La ma-
yor parte de los criminalesde esta muestra, por lo tanto, no parecen formar
parte de una organización criminal permanente.
Por último, Campana estudia qué variablespredicen la coparticipación,
esto es de qué dependía que en un evento participaran más o menos perso-
nas. A tal fin regresa el número de colaboracionesentre los ofensoressobre
una serie de variables independientes. Puesto que este enfoque viola la
asunción de observaciones independientes, es preciso salir del modelo li-
neal y aplicar un tipo particular de regresión (QAP). El análisisarroja algu-
nos resultados sorprendentes, como que tener una edad próxima o el pa-
rentesco no eran determinantes estadísticamente significativos de la
cooperación o que la nacionalidad era un predictor negativo de la misma
-esto es, que los participantes tendían a colaborar más con sujetos de otras
nacionalidades. A nuestros intereses, sin embargo, dos hallazgosson espe-
cialmente relevantes: la coordinación dependía de que se desempeñaran
roles diferentes;y de que se participara en una misma etapa. El primer elemen-
to apunta a una especializacióny división del trabajo. Los roles son impor-
tantes porque los participantes no son intercambiables, no cualquiera pue-
de desempeñar un rol al azar: unos son dirigentes y toman las decisiones,
otros se dedican a procurar recursos, etc. Por eso, a la hora de organizar un
evento criminal se requiere coordinarse con sujetos que ocupen roles alter-
nativos, no cubiertos. En segundo lugar, Campana encontró que quienes
participaban en la etapa de transporte cooperaban entre sí; y que quienes
participaban en la explotación como responsables de clubs de alterne -las
llamadas madams- se relacionaban entre sí... pero que los primeros y los
segundos parecían autónomos. Grupos diferentes, pues, intervienen en eta-
pas diferentes y son independientes entre sí. No parece existir en estos ca-
sos, pues, una gran organización criminal que recluta, trasporta y explota a
estas mujeres nigerianas. Además, Campana sugiere que por esta vía se po-
drían trasladar 200 chicas al año, con lo que tampoco parece que nos en-
contremos ante nada parecido a un monopolio 146.

'46 Campana, 2016: 1-10.


240 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

3.3. ¿Bandas organizadas?

El estudio de bandas o bandas juveniles encuentra un grave problema


en su definición 147, el cual se ha agravado con la gran y creciente heteroge-
neidad y expansión que presenta su fenomenología 148. Kazyrytski afirma
que sí existen bandas en Europa y España, e identifica hasta doce bandas
latinas con un rango de integrantes entre más de 400 y menos de 25149• Al
mismo tiempo concede que «En el caso de Europa no hay suficientes inves-
tigaciones para poder ofrecer unas sólidas generalizaciones» 150 mientras
que la fenomenología que describe no parece identificar grupos con una
particular capacidad criminal 151• En todo caso existe un amplio acuerdo en
que las bandas europeas, si es que existen, son marcadamente distintas de
las norteamericanas, por ejemplo en términos de cohesión interna, mucho
menor en el viejo continente 152.
Como hemos visto, un modelo que subyace a algunos de los fenómenos
que hemos revisado es el de la elección racional. Padilla ha propuesto una
teoría sobre las bandas que encaja en esta tradición y que sugiere que son
empresas. Este autor estudia una banda de puertorriqueños en Chicago 153.
Estos jóvenes han renunciado a una cultura que les anima a buscar el
éxito pero que al mismo tiempo les impide obtenerlo y abrazan una contra-
cultura en la que esperan alcanzar «apoyo emocional y bienes materia-
les» 154. El punto de partida, pues, es una fuente de frustración estructu-
ra1155. Esto jóvenes se dan cuenta de su situación de desventaja y opresión
y, en vez de conformarse, reaccionan y buscan alternativas para alcanzar el
éxito -con el mismo ímpetu y ambición que sus compañeros de clase me-
dia 156_, en línea con la idea de Merton de los innovadores.
Su solución es la venta de drogas: la banda es una empresa que se encua-
dra en la economía norteamericana y cuenta con sus propias particularida-
des culturales y sus medios para «transmitir y reforzar sus virtudes empresa-
riales fundamentales» ló7. Desde este punto de vista, estos jóvenes no
consideran que su actividad sea ni algo malo ni un fracaso; ya que, aunque
son conscientes de que infringe normas mayoritarias, no les queda otra

117 Sarnecki, 2001: 14-15.


148 Sarnecki, 2001: 16 y 19.
149 Kazyrytski, 2010: 96, 112-113,212 Y319.
150 Kazyrytski, 2010: 104.
151 Kazyrytski, 2010: 144-149 y 153-177.
152 Sarnecki, 2001: 20.
153 Sobre los cambios étnicos en la ciudad desde los tiempos de Shaw y McKay, vid. Padilla,
1992: 25-26 y 28.
154 Padilla, 1992: 1-2,5,42,90,104 Y 167-169, cita procede de 2.
155 Padilla, 1992: 1-2,5,8-9,14,42,59,101-104,112,153-154,162,167-169, 176, 183-184, 187,
cita procede de 2.
156 Padilla, 1992: 14.
157 Padilla, 1992: 3.
PROCESOS GRUPALES 241

opción si no quieren resignarse a una existencia precaria y oprimida -una


situación de «pobre de largo recorrido», de trabajo duro que no les va a
sacar de la miseria 158. El tráfico de drogas es visto más bien como un nego-
cio -y a nivel individual un proveedor de empleo- en el que el delito no les
ocupa más que un tiempo limitado y en el que la violencia es un recurso
limitado a casos de necesidad en los que el negocio está en peligro. Dicho
con otras palabras, se genera una «ideología de la resistencia cultural» 1.'>9.
La banda gira en torno a la etnia: prácticamente todos los sujetos estu-
diados por Padilla son puertorriqueños cien por cien. Su empresa, por lo
tanto, es una empresa étnica. Este elemento étnico es decisivo ya que permite
que exista un grado significativo de solidaridad -solidaridad étnica- y de
identidad -iden tidad étnica 160.
Como vemos, Padilla rechaza que las bandas sean un fenómeno irracio-
nal, quizá compuesto o dominado por individuos con fuertes tendencias cri-
minales e incluso psicópatas. Antes al contrario, es una respuesta -ocasional-
mente incluso marcada por el coraje- a un contexto injusto y opresor y,
aunque genera una cultura propia, no se muestra paradójicamente comple-
tamente antagónica en el sueño y otros valores e ideales norteamericanos. La
banda es un negocio empresarial y, por lo tanto, responde a una organiza-
ción 161. De este modo, para favorecer su negocio las bandas favorecen la paz
en los barrios, imponen un control interno y pueden aplicar sanciones, pre-
paran algunos golpes y trabajan en equipo 162. La organización que describe
Padilla, sin embargo, es más bien elemental y predomina el elemento división
del trabajo con posiciones para proveedores y distribuidores droga, para ven-
dedores de cocaína y marihuana y para hurtos y robos; a la par que apunta
una cierta jerarquía; y menciona el establecimiento de una zona propia'P.
Frente a enfoques más racionales, algunas explicaciones se han centra-
do en aspectos no utilitarios como el sentido de pertenencia. En un trabajo
clásico, Short y Strodtbeck creen que las bandas son una respuesta a las
condiciones desfavorables cuando no hostiles que les ha tocado vivir 164.
Desde este punto de vista, el grado de organización de las bandas sería IIlU-
cho menor que el que propone Padilla!". Kazyrytski entrevistó a miembros
de la policía autonómica catalana, los Mossos d'Escuadra 166. Lo que se nos

158 Padilla, 1992: 159.


159 Padilla, 1992: 4-5,9, 13,63,67 Y124, cita tomada de 5. Abundando sobre la idea de resisten-
cia de ciertas comunidades ante las adversidades que experimentan, Edberg y Bourgois, 2013: 194
IGO Padilla, 1992: 3, 14,4&47,62,84,107,127,130 Y143.
161 Padilla, 1992: 95-96, 109, 111, 116 Y186.
162 Padilla, 1992: 101, 119, 120, 124, 149 Y151.
163 Padilla, 1992: 97,116,129 Y137-141; la organización que describe este autor parece su-
perficial en comparación con los requisitos y su nivel de exigencia que él mismo propone, 92.
1&1 Short y Strodtbeck, 1974: 47-76.

165 Vid. por ejemplo Short y Strodtbeck, 1974: 209.


166 Sobre la metodología, vid. Kazyrytski, 2010: 23-25. Este enfoque no es desconocido en la
disciplina, vid. Klein, 1995.
242 ALFONSO SERRANO MAÍLLO

ofrece, por lo tanto, es la visión policial y en este sentido experta por un


lado, pero por otro potencialmente sesgada167 en cuanto que elementos de
evaluación de la labor policial, indicador de la necesidad de asignación de
recursos, etc. Estas bandas callejeras están relacionadas por el contexto in-
migratorio de los últimos lustros 168. Las bandas del trabajo de Kazyrytskino
tienen una orientación criminal ya que la delincuencia es una parte menor
de sus actividades,no es habitual el empleo de armas blancas y no practican
el tráfico de drogas. Si existen ejemplos de violencia,si bien generalmente
limitada a losjóvenes pertenecientes a este movimiento l'". Tampoco en-
cuentra nuestro autor pruebas de territorialidad ni de una estructura sólida
ni mucho menos de jerarquización 170. El profesor de la Universidad de
Girona rechaza que se trate de un fenómeno importado directamente a
partir de las bandas de sus países de origen: «Lasbandas no mantienen re-
laciones de carácter instrumental con sus homólogos en los países de Amé-
rica Latina y no han sido implantadas por su voluntad» 171. Esta descripción
también aleja la imagen de organización que propone Padilla para las ban-
das españolas, en el caso de que existan.

167Críticamente con esta metodología, Padilla, 1992: 22.


168Este autor ofrece un enfoque plurifactorial sobre la aparición de las bandas, Kazyrytski,
2010: 278-283, 293 Y322.
169 Kazyrytski, 2010: 144-149 y 153-177.
170 Kazyrytski, 2010: 207-212.
171 Kazyrytski, 2010: 223.
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Zugasti y Sáenz, J. 1876-1880. El bandolerismo. Estudio social y memoria histórica, 10 vols.
Madrid: Imprenta de T. Fortanet.
SOBRE EL AUTOR

Alfonso Serrano Maíllo es doctor en Derecho por la Universidad Com-


plutense de Madrid; doctor en Sociología por la UNED; y doctor honoris
causa por la Universidad José Carlos Mariátegui, de Perú. Ha sido Profesor
Titular de Escuela Universitaria (por oposición de libre concurrencia con
un Tribunal de expertos en el área); y es en la actualidad Profesor Titular
de Universidad (por oposición de libre concurrencia con un Tribunal de
expertos en el área) del Departamento de Derecho penal y Criminología de
la UNED, del que ha sido director (2002-2014). Ha sido colaborador cientí-
fico del Instituto Max-Planck para Derecho penal extranjero e internacional
de Friburgo de Brisgovia (noviembre 1996 y abril-mayo 1997) y Profesor
Visitante en el Departamento de Criminología yJusticia Criminal de la Uni-
versidad de Maryland (octubre 2000-agosto 2001) y en la Escuela de Justicia
Criminal de la Universidad de Northeastern, Boston (octubre 2006-mayo
2007), así como Visiting Fellow del Instituto de Criminología de la Univer-
sidad de Cambridge (agosto 2015julio 2016). Ha obtenido un Reconoci-
miento por su «brillante trayectoria académica y profesional», concedido
por unanimidad por el Instituto Iberoamericano de Derecho penal (Méxi-
co-Buenos Aires); ha sido asimismo distinguido como Profesor Honorario
de las Universidades Latinoamericanas Católica Santa María, Nacional San
Agustín de Arequipa, Andina del Cusco,]osé Carlos Mariátegui, Inca Carci-
laso de la Vega de Lima y]FK de Buenos Aires. Entre sus publicaciones
destacan sus últimos libros El problema de las contingencias en la teoría del auto-
control (2.ª edición, 2013), Criminología del delincuente vial (2015,junto a Ma-
ría F. Realpe), Firmeza frente al delito y moralidad en la modernidad reflexiva
(2016), Oportunidad y delito (2.'"edición, 2017), Delito, moralidad individual y
controles (2017), Un estudio sobrelaformación de la Criminología española (2018)
y,junto a Alfonso Serrano Gómez, Derechopenal. Parte especial (l6.ª edición,
2011) .
Es un científico social independiente y no pertenece ni simpatiza con
ningún partido o grupo político, religioso o de cualquier otra naturaleza.
En las palabras de Nigel Walker, es «un hombre sin lealtades».
COLECCiÓN ESTUDIOS DE CRIMINOLOGíA
y POLíTICA CRIMINAL
DIRIGIDA POR ALFONSO SERRANO MAíLLO

INTRODUCCiÓN A LA CRIMINOLOGíA
SERRANO MAíLLO, A.
6. a ed. 2009.
DERECHO PENAL Y SOLIDARIDAD. Teoría y práctica del mandato penal de socorro
VARONA GÓMEZ, D.
2005.
DERECHO PENAL JUVENIL EUROPEO
VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C.
2005.
DELINCUENCIA DE MENORES. TRATAMIENTO CRIMINOLÓGICO y JURíDICO
HERRERO HERRERO, C.
2. a ed. 2008.
DERECHO PENAL JUVENIL
VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C. y SERRANO TÁRRAGA, M.a D. (Editores)
2. a ed. 2007.
EL ENEMIGO EN EL DERECHO PENAL
ZAFFARONI, E. R.
2007.
POLiTICA CRIMINAL INTEGRADORA
HERRERO HERRERO, C.
2007.
HISTORIA DE LA CRIMINOLOGíA EN ESPAÑA
SERRANO GÓMEZ, A.
2007.
ESTUDIOS DE HISTORIA DE LAS CIENCIAS CRIMINALES EN ESPAÑA
ALVARADO PLANAS, J. Y SERRANO MAíLLO, A. (Editores)
2007.
LA MEDICiÓN DEL DELITO EN LA SEGURIDAD PÚBLICA
FERNÁNDEZ VILLAZALA, T.
2008.
TEMAS DE CRIMINOLOGíA
AEBI, M. F.
2008.
INTERSECCIONESTEÓRICAS EN CRIMINOLOGíA. ACCiÓN, ELECCiÓN RACIONAL Y TEORíA ETIOLÓGICA
SERRANO MAíLLO, A. (Editor)
2008.
NOCIONES DE PREVENCiÓN DEL DELITO Y TRATAMIENTO DE LA DELINCUENCIA
BUENO ARÚS, F.
2008.
TUTELA PENAL AMBIENTAL
SERRANO TÁRRAGA, M.a D.; SERRANO MAíLLO, A.; VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C.
3"ed.2017.
AUTOEFICACIA y DELINCUENCIA
GARRIDO MARTíN, E.; MASIP PALLEJÁ, J.; HERRERO ALONSO, C.
2009.
OPORTUNIDAD Y DELITO
SERRANO MAíLLO, A.
2009.
PUNITIVIDAD y VICTIMACIÓN EN LA EXPERIENCIA CONTEMPORÁNEA. ESTUDIOS
KURY, H. y SERRANO MAíLLO, A. (Editores)
2009.
LA DIGNIDAD DE LAS MACROvíCTIMAS TRANSFORMA LA JUSTICIA Y LA CONVIVENCIA
(IN TENEBRIS, LUX)
BERISTAIN IPIÑA, ANTONIO
2010.
INDUSTRIA Y CONTAMINACiÓN MEDIOAMBIENTAL. UN ESTUDIO COMPARATIVO
DE LA PERCEPCiÓN DEL RIESGO EN COLOMBIA Y EN ESPAÑA
MARíA FERNANDA REALPE QUINTERO
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INMIGRACiÓN, DIVERSIDAD Y CONFLICTO CULTURAL
CARLOS VÁZQUEZ GONZÁLEZ
2010.
GENERACiÓN YIHAD. LA RADICALlZACIÓN ISLAMISTA DE LOS JÓVENES MUSULMANES
EN EUROPA
MIGUEL ÁNGEL CANO PAÑOS
2010.
EL PROBLEMA DE LAS CONTINGENCIAS EN LA TEORíA DEL AUTOCONTROL.
UN TEST DE LA TEORíA GENERAL DEL DELITO
ALFONSO SERRANO MAíLLO
2"ed.2013.
FENOMENOLOGíA CRIMINAL y CRIMINOLOGíA COMPARADA
CÉSAR HERRERO HERRERO
2011.
CRIMINOLOGíA COMPARADA: ESTUDIOS DE CASO SOBRE DELINCUENCIA, CONTROL SOCIAL
Y MORALIDAD
CHRISTOPHER BIRKBECK
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TEORíA SOCIAL, MARGINALlDAD URBANA Y ESTADO PENAL. Aproximaciones al trabajo
de Lo'ic Wacquant
IGNACIO GONZÁLEZ SÁNCHEZ
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RÉGIMEN PENITENCIARIO DE LOS TERRORISTAS EN ESPAÑA: LA PRISiÓN COMO ARMA
PARA COMBATIR A ETA
MIGUEL ÁNGEL CANO PAÑOS
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TRATADO DE CRIMINOLOGíA CLíNICA
HERRERO HERRERO, C.
2013.
LA GENERALIDAD DE LA TEORíA DEL AUTOCONTROL. Una primera extensión de la teoría general
del delito a los países de habla hispana
SERRANO MAILLO, A. y BIRKBECK, C. H. (Editores)
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EL ROL DE LA CRIMINOLOGíA PARA LA SEGURIDAD EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA.
SERRANO TÁRRAGA, M.a D.
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EL GOBIERNO DE LA PE;NALlDAD. La complejidad de la Política criminal contemporánea.
BRANDARIZ GARCIA, J. A.
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LA MORALIDAD HISTORIADA: EL MELODRAMA DE LA CRIMINALIDAD EN LAS AMÉRICAS
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CRIMINALIDAD ORGANIZADA. Aspectos jurídicos y criminológicos.
JULlÁN LÓPEZ-MUÑOZ
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HACIA UN DERECHO PENAL EQUILIBRADO. Plataforma razonable de política criminal.
CÉSAR HERRERO HERRERO
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TUPAMAROS: DERROTA MILITAR, METAMORFOSIS POLlTICA y VICTORIA ELECTORAL
JULIO BORDAS MARTíNEZ
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EL MODE~q GERENCIAL-ACTUARIAL DE PENALIDAD. Eficiencia, riesgo y sistema penal
JOSE ANGEL BRANDARIZ GARcíA
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CRIMI~OLOGíA. Parte General y Especial
CESAR HERRERO HERRERO
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FIRMEZA FRENTE AL DELITO Y COMUNIDAD EN LA MODERNIDAD REFLEXIVA. La tesis extendida
de los sentimientos de insequridad como teoría del control social
ALFONSO SERRANO MAILLO
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TEORíA CRIMINOLÓGICA. La explicación del delito en la sociedad contemporánea.
ALFONSO SERRANO MAíLLO
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IGNACIO GONZALEZ SANCHEZ y ALFONSO SERRANO MAILLO
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PATRONES Y PROCESOS DELlCTIVOS. La naturaleza y características del delito en la sociedad
contemporánea. ALFONSO SERRANO MAíLLO
2019.

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