Está en la página 1de 2

"Contra Sor Juana"

Las famosas Redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz, aquellas que comienzan con los
versos: Hombres necios que acusáis / a la mujer, sin razón..., han tenido impugnadores.
Ceñudos varones han dado respuesta a la invectiva de La Décima Musa, y han empleado en su
respuesta el mismo metro y forma que usó la monja de San Miguel Nepantla.

He encontrado una de esas respuestas, la publicada en 1888 por el licenciado Justo Cecilio
Santa-Anna, tabasqueño. Atrevido señor debe haber sido éste, y de seguro escandalizó con
su composición a la sociedad de San Juan Bautista. Así se llamaba Villahermosa antes de que
don Francisco J. Santamaría la bautizara con el poético nombre que ahora tiene.

Los versos que pergeñó don Justo para responder a sor Juana son lapidarios, contundentes.
En ellos pone a la mujer como Dios puso al perico. Yo me limito a transcribirlos por pura
curiosidad, pero no me hago responsable de los conceptos y opiniones del autor. He aquí sus
redondillas:

Mujeres: ¿por qué os quejáis


de nuestra ardiente pasión,
cuando vos sois la ocasión
de aquello que reprocháis?
¿De veras no nos amáis?
¿De veras no nos queréis?

¡Si no os buscamos, veréis


que vosotras nos buscáis!
Si sois de carne y de huesos
como nosotros los feos,
tendréis los mismos deseos,
y hasta los mismos excesos.

Os diré, no por enojos


ni por causaros agravios,
que si no son vuestros labios
sí nos llaman vuestros ojos.

Y ¿quién causa más horror


entre el hombre y la mujer?
¿El que compra su placer
o la que vende su honor?
No acuséis de deslealtad,
y de loco en su rigor
a quien os da con su amor
la única felicidad.

Cuando en brazos de un galán,


centelleantes las miradas,
y nerviosas y agitadas
sentís infinito afán;
cuando en lánguido embeleso
de emoción ardiente y loca
unís la boca a otra boca
en interminable beso;
y sobre el pecho oprimido,
temblorosas de pasión,
sentís de otro corazón
el presuroso latido;
y creéis desfallecer
sólo al pronunciar un nombre
¿no pensáis que es sólo el hombre
la dicha de la mujer?
Y aquí poner punto quiero.

Adiós y felicidades,
aunque muchas más verdades
se quedan en el tintero.

Eso, ya lo dije, no lo digo yo. Eso lo dijo en 1888 el licenciado Justo Cecilio Santa Anna,
tabasqueño.

También podría gustarte