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¿Topología en Psicoanálisis?

Dr. Alfredo Eidelsztein

La topología no encuentra ningún lugar dentro del psicoanálisis tradicional plenamente vigente que creó
Sigmund Freud, el cual se fue desarrollando con los aportes de las escuelas argentina, francesa, inglesa,
norteamericana, etc. y en el que se admiten sin cuestionar las siguientes ideas:

1. El complejo de Edipo en el cual el padre pone límite a las pulsiones y a los deseos del hijo.
2. El inconsciente como las huellas de memoria de vivencias de satisfacción e insatisfacción
experimentadas.
3. El aparato psíquico interno al individuo (que lo divide entre yo, ello y superyó).
4. El deseo singular con el que cada uno nace.
5. Las pulsiones de vida y muerte originadas en el cuerpo biológico que exigen una actividad de descarga
al aparato psíquico.
6. El goce surgido de la sustancia viva singular de cada ser hablante.
7. La responsabilidad subjetiva por los propios actos y pensamientos.
8. La alienación al Otro desde el momento de nacer y la obligación de separarse de él para realizarse en
forma adulta y madura.
9. Las pulsiones y el goce, originados respectivamente en el cuerpo biológico y la sustancia viva de cada
uno, son inefables; las palabras no pueden más que capturarlos y expresarlos parcialmente.
10. La clínica como fuente de enseñanzas del psicoanalista y el psicoanálisis surge de lo que él aprende en
su práctica y en su propio análisis.
11. El psicoanálisis, tanto en su práctica clínica como en sus concepciones teóricas, está estrechamente
vinculado a las artes, como la poesía, la pintura y el cine, ya que ellas también intentan expresar aquello
imposible de decir y que proviene del interior de cada uno y se distancia por las mismas razones de la
ciencia que forcluye al sujeto ya que no puede operar con las diferencias singulares.

La topología no posee ningún lugar dentro del saber del psicoanalista, nada sugiere que un psicoanalista deba
estudiar y articular las nociones de la topología de superficies al psicoanálisis si las concepciones
anteriormente listadas no son profundamente cuestionadas. Estudiar topología sin la radical problematización
del modelo vigente en psicoanálisis sólo sería un tema de afinidades y apetencias personales. Así como
algunos psicoanalistas se dedican con mucho gusto a articular el psicoanálisis con el cine, otros lo hacen con
la poesía y otros con las concepciones de Badiou, Heidegger, incluso con metáforas de Borges, etc.; quienes
manifiesten habilidades y apetencias por las matemáticas, darán cursos, seminarios y publicarán textos sobre
topología pero con el propósito -sabiendo o no– de homogeneizar las teorías de Freud con las de Lacan, las de
Lacan con las de Miller, etc., y así fomentar el desarrollo del psicoanálisis hacia una perduración de su forma
clásica, anulando las diferencias radicales que la topología aporta a un nuevo modelo teórico y práctico del
psicoanálisis.

La idea de mantener vivo al psicoanálisis, incluso revitalizarlo, lleva a los psicoanalistas de las distintas
instituciones y corrientes que sostienen al psicoanálisis de siempre a preguntarse por “la clínica de hoy”, “el
síntoma o los síntomas actuales”, “las modalidades modernas del sufrimiento”, “el modo de goce en nuestro
días”, “los tipos de parentalidades en el siglo XXI”, etc. Para ellos, el psicoanálisis habría adquirido un modo
del saber intemporal mientras que los cambios y las novedades procederían de la realidad social.

Dicho saber inalterable, cerrado y acabado del freudolacanismo moderno no requiere de la topología. Su
teoría ya está establecida, la topología sólo sería un agregado aleatorio.

Sin embargo existe la posibilidad de sostener una posición heterodoxa, la de un nuevo psicoanálisis, que
Jaques Lacan intentó desarrollar, enseñar y difundir. Este psicoanálisis, el que se sostiene en y postula una
“reforma del entendimiento”,[1] requiere ineludiblemente de la topología, pero sólo como uno de los
instrumentos que junto a la lingüística (la de Jakobson, no la de De Saussure), la lógica (las paraconsistentes
modernas, no la de los principios de identidad, no contradicción y tercero excluido), la antifilosofía (la
“filosofía” antiontológica) y la crítica sistemática a los fundamentos del psicoanálisis freudiano, sirve a los
fines de la subversión de la concepción de lo que se entiende por “sujeto”. Dentro de esta estructura
interterritoral donde habita el psicoanálisis es que este último tiene para ofrecer a tales disciplinas su aporte
específico: a la lingüística el concepto de “lalengua”, a la lógica postularla como ciencia de lo real y a la
filosofía proponerla como asociada al discurso amo; todo esto aprovechando los recursos teóricos provistos
por la topología.

Junto a otras herramientas de las matemáticas y de las físicas modernas, la topología sólo se hace necesaria
dentro de un programa de investigación, aquel que Lacan comenzó a desarrollar desde 1953 en Función y
campo del habla y el lenguaje en psicoanálisis.[2] Incluso más: el psicoanálisis tradicional no puede admitir
las consecuencias teóricas y clínicas que Lacan obtiene de la articulación de la topología al psicoanálisis. Si se
rechaza la subversión y se considera de alguna forma a la topología en psicoanálisis, como sucede en ciertos
casos, es para forzarla a decir lo mismo que ya se sabía desde Freud y así confundirla con las concepciones de
la geometría euclídea: la concepción vulgarizada del espacio y de los objetos del mundo, entre ellos el
hombre.

Hace más de 10 años publiqué un libro sobre las funciones de la topología en la clínica psicoanalítica,[3] pero
la propuesta en él sostenida fracasó frente a la consistencia del sentido común psicoanalítico que abreva en el
psicoanálisis tradicional vigente y no admite que el mismo sea subvertido. Salvo casos de notable
heterodoxia, como, por ejemplo, las que manifestaron en ciertos contextos Freud y Lacan, el psicoanalista
tiende a ser hoy un personaje conservador y casi antiguo ya que –al estilo de un religioso o un marxista-,
supone que posee una clave inalterable y de aplicación universal para interpretar y modificar el mundo en el
que habita, establecida para siempre en 1899 por un genio único.

Pero también hay que destacar que las propiedades características del psicoanálisis tradicional sostenidas casi
sin modificaciones sustanciales por las diversas corrientes e instituciones psicoanalíticas coinciden con las
ideas de las posiciones ideológicas conservadoras respecto a las cuestiones que atañen al sujeto. Es propio de
las concepciones más tradicionalistas admitir que se debe imponer la responsabilidad subjetiva, que el padre
debe limitar la búsqueda de satisfacciones con las que sus hijos nacen, que todos poseemos un mundo interno
que nos hace ver la realidad según el color del cristal que éste nos hace portar, que estamos divididos
internamente ,[4] que las pulsiones y el goce provienen del cuerpo anatómico, que se aprende de la
experiencia, que los asuntos humanos se expresan mediante el arte y se los reprime con la ciencia, etc. No
hace falta citar la numerosa bibliografía de estudios de género, de autores foucaultianos y feministas que lo
denuncian con argumentos mayoritariamente válidos hace ya medio siglo.

Incluso Lacan critica al medio psicoanalítico, ininterrumpidamente desde mediados de la década del ’50 del
siglo pasado hasta su fallecimiento, por la ausencia de espíritu científico y el atraso en el conocimiento de los
avances de las teorías científicas, lo que hace que lo califique de oscurantista.[5]

Es en relación a los avances del paradigma científico, especialmente en el ámbito de las ciencias formales (las
matemáticas y las físicas modernas) que Lacan propone para el psicoanálisis: el tiempo lógico, el
materialismo de los términos del lenguaje, la insubstancia, el habla y el gozo planteados como campos de
fuerza, la energía como pura cifra en lugar de cantidad y la concepción topológica del espacio. Pero para los
psicoanalistas de la vivencia y la experiencia todo esto está viciado de intelectualismo e idealismo; los
mismos motivos por los cuales Freud rechazó, para el psicoanálisis, las matemáticas y las físicas de su época
y cultura.

Desde la perspectiva de la enseñanza de Lacan y sus objetivos de reforma del entendimiento y subversión de
la concepción del sujeto, se debe afirmar respecto a la pregunta de por qué topología en psicoanálisis, que él
no la obtuvo de su práctica como analista ni por haberse analizado varios años ni se lo enseñó la clínica ni la
lectura de la obra de Sigmund Freud. La descubrió leyendo a Kurt Lewin,[6] de quien incorporó tanto la
noción de campo como las consideraciones topológicas derivadas del estudio que aquél hizo de la línea
cerrada de Jordan aplicada a los fenómenos sociales y de grupo. Lo que desmiente, aunque más no sea para el
psicoanálisis, el décimo prejuicio de la lista que inaugura este escrito. Respecto de los otros prejuicios de la
misma, y para que se pueda comprender por qué la topología de superficies es necesaria para la formación y
la práctica del psicoanalista de un psicoanálisis distinto del vigente, establezco la siguiente tabla en la que
opongo las concepciones de Lacan a los prejuicios del psicoanálisis clásico y vigente:
De ser aceptadas las sustituciones propuestas por Lacan a los tradicionales prejuicios psicoanalíticos por los
nuevos conceptos, entonces la topología resulta ineludible en psicoanálisis. ¿Por qué? Voy a presentar sólo
dos argumentos de los numerosos que avalan el planteo de la necesariedad de la topología de superficies en el
nuevo psicoanálisis que Lacan, según él mismo afirma, fracasó en enseñar.[7]

El primero: la topología es una geometría, uno de los modos establecidos por las ciencias formales para el
planteo y la concepción del espacio. Existen, aunque popularmente se desconoce, distintos modos de plantear
y concebir el espacio, lo que desmiente la creencia kantiana que suponía que el tiempo y el espacio eran
formas a priori de la sensibilidad; pero, cabe aclarar, tampoco son producto de la experiencia. Tiempo y
espacio así como materia, energía, etc., son conceptos que se originan en modelos teóricos, en el caso de
Occidente, modelos teóricos científicos. El problema radica en que al desconocer su origen se sostiene un
modelo científico aristotélico-medieval con importaciones newtonianas (como en el caso de la filosofía de
Kant y el psicoanálisis de Freud), creyendo que se trata de tiempo, espacio, materia y energía “reales” a las
que se conoce por experiencia personal. Además, como se desprende con claridad de lo recién afirmado, el
“sentido común occidental” respecto de estos temas, se consolidó hace 23 siglos.

La ciencia moderna no sólo ha establecido que son válidas por igual distintas geometrías, como la euclidiana,
la proyectiva, la topológica, etc., -ninguna de las cuales proviene de la medición de la Tierra ni de
experiencias personales-, sino que, además, esto se convierte, en el campo de la física moderna, en el continuo
espacio-temporal al que se articula la ecuación,-la igualdad, entre la energía y la materia-. A todo esto no se
puede llegar jamás a través de experiencias y vivencias personales, ya que es absolutamente anti-intuitivo.

Entonces, con la pregunta ¿Topología en psicoanálisis?, se trata del problema de la concepción del espacio en
general y de la espacialidad de los entes con los que se opera en la clínica psicoanalítica, por ejemplo: sujeto,
otro, Otro, objeto a, falo, cuerpo, etc., y las relaciones entre sí.

En la tradición psicoanalítica, como en el caso de Freud y el resto de los psicoanalistas salvo Lacan, se trata
de la aplicación en psicoanálisis de una concepción espacial euclídea que nada justifica, excepto el prejuicio
del sentido común, y que ha impedido plantear la siguiente pregunta: ¿cuál será la geometría más adecuada
para aplicar al sujeto del inconsciente? Si se utiliza la geometría euclidiana milenaria, el sujeto es planteado
como un huevo con divisiones internas, como posee todo huevo (dentro de la cáscara se localizan la clara, la
yema, el disco germinal, etc.). Este objeto, que Freud describió como el “huevo del individuo
psíquico”[8] poseerá contenidos propios y, pasando ahora al otro gran modelo freudiano, como un unicelular,
entrará en intercambio con el medio. Incorporará nutrientes y expulsará residuos, lo que en psicoanálisis se
conoce como los mecanismos de introyección y proyección.[9] En el caso del huevo del individuo psíquico se
localizarán en su interior además de las pulsiones y el goce, las huellas de los eventos significativos de su
existencia bajo el modo de marcas indelebles. Por otra parte, el intercambio social, la vida en sociedad y
cultura, derivado de estas concepciones freudianas que coinciden con el sentido común hegemónico en
Occidente, pueden ser descriptos tal como lo hace Norbert Elias,[10] como el choque de las bolas sobre la
mesa de billar: cada uno buscando su propio beneficio, ganancia y satisfacción y los otros serán medios para
hallarlo u obstáculos (malestar en la cultura).

Se debe tener en cuenta que la topología utilizada por Lacan, la topología de superficies, fue desarrollada
plenamente en época de Freud como se puede deducir de las fechas de nacimiento y muerte de sus principales
creadores: Leonhard Euler (1707-1783), Carl Gauss (1777-1855), August Möbius (1790-1868), Johann
Listing (1808-1882), Camille Jordan (1838-1922), Felix Klein (1849-1925) y Henri Poincaré (1854-1912).
Por lo tanto, no se trata de épocas sino que en cada momento histórico se oponen ideologías, prejuicios y
posiciones teóricas.

La topología plantea en su fundamento una dificultad al sentido común: opera con superficies, esto es: entes
bidimensionales. Sin embargo para la ideología occidental moderna sólo existen “realmente” entes
tridimensionales sometidos a la ley cartesiana establecida para la res extensa: partes extra partes. Esta ley
afirma que ningún objeto material puede ocupar la sección del espacio que otro ocupa en el mismo momento,
lo que ya fue rechazado plenamente por la ciencia desde fin del siglo XIX.

Cabe recordar que la física moderna establece, desde hace ya muchas décadas, que no hay diferencia esencial
entre cuerpo y onda, y que entre los modelos teóricos más reputados para la concepción de los constituyentes
fundamentales de toda la materia y fuerzas del universo figura la teoría de supercuerdas, que postula que tales
componentes consisten, “son” supercuerdas: entes bidimensionales, sólo ondas, puros movimientos y las
ondas cohabitan en el espacio.

Si se pasa del modelo freudiano del sujeto tridimensional, como una esfera con contenidos propios y
separados por una membrana del entorno, a un modelo bidimensional tal como propone Lacan para el sujeto
del inconsciente, resultado de la articulación de cadenas significantes constituidas por la “bidimensionalidad”
de la metáfora y la metonimia, se puede escapar al individualismo que caracteriza hasta ahora al psicoanálisis.
La estructura bidimensional del sujeto habilita plantearlo en la lógica de una “inmixión de Otredad en toda
concepción del sujeto”, título de la conferencia pronunciada por Lacan en Baltimore, EE.UU. (21 de octubre
de 1966).[11] En tal lógica “inmixión” designa la mezcla en todo planteo del sujeto de elementos del otro, del
Otro y del %, en un modo de “fusión” en el cual se hace imposible distinguir los componentes articulados o su
origen.

Esta propiedad de las superficies, entes bidimensionales, se puede representar en forma gráfica mediante las
siguientes figuras:

a las que se debe considerar como interpenetrándose simultáneamente una a la otra,[12] clave para las
concepciones del psicoanálisis para Lacan: la inmixión de Otredad. Si una superficie representa al sujeto y la
otra tanto al Otro y al %, entonces queda claro que no hay contenidos propios ya que no hay interior ni
exterior, lo que permite concebir al sujeto sin asuntos individuales; lo que habilita a su vez, por un lado a
concebir al inconsciente estructurado como un lenguaje, al que tampoco se lo puede plantear como interno ni
externo de nadie y, por el otro, como el discurso del Otro/%, tampoco posible de concebir ni adentro ni
afuera.
Segundo argumento: se pasa a considerar ahora, una de las posibles estructuras que las superficies pueden
adquirir según la topología, el toro, al que se puede representar sumergido en el espacio tridimensional de la
siguiente forma:
Así se obtiene otra forma de plantear la inmixión de Otredad. La misma, está más directamente asociada a la
crítica a la segunda tópica de Freud, tal como se puede leer a todo lo largo de la enseñanza de Lacan y en
forma más explícita, en el Seminario de Caracas.[13]
Freud, a pesar de crear el psicoanálisis y el rol social del psicoanalista, nunca superó en sus concepciones los
límites del individualismo, del biologicismo y del materialismo ingenuo, tal como se observa con claridad en
su esquema de la división de la personalidad psíquica si se lo compara con un huevo:

En el modelo del huevo (se debe tener en cuenta que Freud presenta un corte sagital del huevo tridimensional
mediante una representación bidimensional), se observa claramente que en el núcleo -la yema del huevo-, se
localiza al Yo. Lacan rechaza de plano tal concepción y partiendo de su axioma “yo es otro/Otro/%”, perfora
el huevo y lo convierte en un toro al que se puede concebir según otra lógica que la freudiana:

Como se observa en la representación, por el meollo vacío del sujeto pasa el Otro/% y viceversa, lo que
permite así articular estas dos propiedades fundamentales del nuevo psicoanálisis propuesto por Lacan: el
sujeto particular (el toro es una superficie cerrada con su agujero central) ni singular ni individual y la
constante inmixión de Otredad. Además, esta concepción de los anillos entrelazados, es la base topológica
que le dará a Lacan la posibilidad de construcción de la cadena borromea, pero ya en modo de
entrelazamiento brunniano.

Existen muchos más argumentos que avalan la necesidad del uso de la topología en la teoría psicoanalítica,
tales como: a) la solución al problema freudiano de la doble inscripción con la banda de Möbius, b) el cross-
cap como estructura para concebir la realidad desde la perspectiva del fantasma en lugar de la óptica de la
fantasía y c) la superficie (botella) de Klein para el planteo de la transferencia específica a la práctica del
psicoanálisis; sólo he destacado los más significativos e ignorados.
Como conclusión propongo que el título “¿Topología en psicoanálisis?” deje de ser una pregunta sino una
afirmación: “¡Topología en psicoanálisis!”.

[1] Lacan, J. (1984). El seminario. Libro 2. Barcelona: Editorial Paidós. p. 175; (2012). Otros escritos. El
psicoanálisis. Razón de un fracaso. Buenos Aires: Paidós. p. 365.

[2] Propongo traducir así el título de Lacan, sustituyendo “palara” por “habla”.

[3] Eidelsztein, A. (2006). La topología en la clínica psicoanalítica. Buenos Aires: Letra Viva.

[4] Cf., por ejemplo, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de R. Stevenson publicado en 1886.
Stevenson, R. L. (2016). El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Barcelona: B.S.A.

[5] Lacan, J. (2010). Escritos 2. La significación del falo, Kant con Sade, Posición del inconsciente. Buenos
Aires: Siglo Veintiuno (2012). Op. cit. Otros escritos. Breve discurso a la ORTF; Discurso de Roma.

[6] Cf. Lewin, K. (1969). Principles of topological psychology. E.E.U.U.: McGraw-Hill.; (1988). La teoría
del campo en la ciencia social. Barcelona: Paidós.

[7] Eidelsztein, A. (2009-2010). El Rey está desnudo. Nº 2 y 3. El fracaso de Lacan. Buenos Aires: Letra
Viva.

[8] Freud, Sigmund. (1979). Obras completas. Tomo XIX. El yo y el ello. Buenos Aires: Amorrortu editores.

[9] Criticado por Lacan en El Seminario 16, De Otro al otro, clase 18 del 30 de abril de 1969.

[10] Cf. Elias, N. (2000). La sociedad de los individuos. Barcelona: Península.

[11] Lacan, J. (1966). Communication et discussions au symposium international du John Hopkins Center a
Baltimore. 21 de octubre de 1966. Disponible en: ecole-lacanienne.net/es/bibliolacan/pas-tout-lacan.

[12] Cf. Tomei, Mario, Topología elemental, edición de autor, Buenos Aires, 1993; en especial pág. 47 y
subs.

[13] Miller, J.-A. (1987). Escisión, Excomunión, Disolución. El seminario de Lacan. Buenos Aires:
Manantial.

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