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Resumen Filosofia
Resumen Filosofia
A comienzos del siglo VI a. C. se produjo una auténtica revolución intelectual en las colonias griegas de Asia
Menor, donde las tradicionales explicaciones del mundo basadas en los mitos dejaron paso a formas de
pensamiento fundamentadas en la razón
La filosofía de la naturaleza
Siguiendo la búsqueda de ese fundamento común del universo, Jenófanes de Colofón, nacido hacia el año
570 a. C., afirmó por vez primera la unidad de todas las cosas y señaló como principios la tierra y el agua.
Fundador de la escuela de Elea (en el sur de Italia), fue un crítico de la sociedad y la religión, y su
relativización de las creencias constituyó un importante paso en el avance del pensamiento racional.
Parménides, nacido hacia el 540 a. C. en Elea, se aparta del espíritu de observación de los filósofos de
Mileto y busca en el orden ideal la permanencia del ser. De este modo, al rechazar las apariencias captadas
por los sentidos y afirmar el carácter completo, inmóvil e infinito del ser como única realidad, identificada
con el pensamiento, Parménides inicia la corriente metafísica de la filosofía.
Frente a esta idea de la permanencia del ser, surge el pensamiento de Heráclito, nacido en la segunda
mitad del siglo VI a. C. en Éfeso, al norte de Mileto. Para él el universo no tiene permanencia, sino que se
halla en un constante proceso de transformación o flujo. Heráclito vio en el logos (término griego que
significa ¿palabra, pensamiento o razón¿), el elemento común que une a los hombres entre sí y con la
naturaleza.
El atomismo
Muy interesante como anticipación de la física moderna es la teoría de los átomos fundada por Leucipo,
nacido la segunda mitad del siglo VI a. C. en Mileto o en Elea. Afirmó que la realidad física está compuesta
de átomos, partículas indivisibles, diminutas e infinitas que se mueven constantemente en el vacío.
Demócrito, nacido en Abdera hacia el año 470 a. C., sostuvo que el ser de Parménides, inmutable y eterno,
consistía en infinitos seres, los átomos («lo que no puede dividirse más»), con los que podía explicarse el
mundo de la experiencia y el nacimiento, la multiplicidad y el perecer de las cosas.
Pitágoras nació en torno al año 570 a. C. en Samos, aunque estableció su escuela en Crotona. Sus seguidores,
los pitagóricos, formaban una especie de secta en la que se mezclaban los rituales y prácticas secretas con la
convivencia comunitaria, la investigación científica, la enseñanza (con preceptos muy rigurosos) y la actividad
política.
Pitágoras creía que la armonía de las esferas celestes, determinada mediante relaciones entre números,
constituía el auténtico fundamento de la realidad. De hecho, está considerado como el padre de
las matemáticas, y a pesar del halo de misterio que los rodeaba, los trabajos matemáticos de los pitagóricos,
entre los que destaca el conocido teorema de Pitágoras, constituyen auténticas aportaciones científicas.
Influidos por los cultos mistéricos de Orfeo, los pitagóricos creían que el alma es inmortal y transmigra de unas
especies a otras, que lo que ha sucedido vuelve a repetirse periódicamente y que todos los seres vivos están
unidos por lazos de parentesco.
El amor y la inteligencia
Poco antes de la aparición de los dos grandes filósofos de la época clásica, Platón y Aristóteles, destacan por la
novedad de sus ideas otras dos grandes figuras del pensamiento griego:
Empédocles (490-430 a. C.) se interesó por la observación de la naturaleza y realizó hallazgos científicos,
como la relación entre el aire y la sangre en la respiración o el hecho de que la luz necesita un tiempo para
viajar desde el Sol a la Tierra. Formuló la teoría de los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua), que
constituyen «las raíces de todo», y afirmó que el amor y el odio son las fuerzas que mueven el mundo.
Anaxágoras (nacido hacia el año 500 a. C. en Clazómenas, Asia Menor), introdujo la filosofía jonia
en Atenas y fue procesado por impiedad al sostener que «el Sol es una masa de piedra incandescente». Su
teoría más original fue la del principio de orden conocido como nous (inteligencia), una especie de amor,
como el de Empédocles, pero de naturaleza intelectual, que organiza el cosmos.
Sofista procede de la palabra griega sophos, que significa ¿sabiduría, maestría o experiencia¿ en un campo
concreto del conocimiento. Los sofistas eran una especie de maestros ambulantes que divulgaban sus
enseñanzas frecuentemente a cambio de dinero.
Especialistas en el debate de ideas y preocupados por la definición del significado de palabras y conceptos,
partían de una crítica de los valores tradicionales, como el bien, la justicia, la verdad, la ley, la belleza, etcétera,
que consideraban relativos.
Los sofistas empleaban un método basado en los siguientes presupuestos:
La formación del individuo ha de abarcarlo todo e integrar todos los conocimientos.
El conocimiento es un proceso que cambia y avanza con el tiempo.
El conocimiento tiene un carácter relativo, ya que está fundamentado en la sensación y ésta nunca puede
expresarse en juicios concretos, sino, a lo sumo, en las distintas opiniones de los hombres.
La validez del conocimiento es dudosa.
Sócrates
Pese a que no dejó escrito ningún texto, Sócrates (470-399 a.C.) es un personaje central en la cultura europea.
Nació en Atenas, hijo de un escultor y de una comadrona. Seguramente recibió las enseñanzas de los sofistas en
las plazas atenienses, en una época inestable marcada por la guerra del Peloponeso (431-403) y la dictadura de
los Treinta Tiranos (404).
En el año 399, pese a que la democracia ya se había restaurado en Atenas (403), Sócrates fue acusado por tres
ciudadanos de tres delitos:
No respetar a los dioses de la ciudad.
Introducir nuevos dioses.
Corromper a la juventud.
Fue condenado a muerte. Platón describe sus últimos momentos en tres de sus
diálogos: Apología, Critón y Fedón. Su figura se conoce además por textos de Jenofonte y Aristófanes, que
describen un personaje distinto al de Platón.
El método socrático
Partiendo de la inscripción del oráculo de Delfos que rezaba «Conócete a ti mismo», Sócrates destaca, como los
sofistas, el aspecto subjetivo de la reflexión filosófica, en la que emplea dos instrumentos:
El razonamiento inductivo.
Las definiciones universales.
El procedimiento utilizado es la pregunta, el «qué es», que configura el fundamento de la ciencia. Pero en su
forma de preguntar lo que hace Sócrates es examinar lo que cree saber su interlocutor mediante:
La ironía, que consiste en llevar a quien habla la ignorancia que se oculta en su supuesto saber. Sócrates,
que «sólo sabe que nada sabe», utiliza su no-saber para avanzar en el conocimiento.
La mayéutica, o arte de dar a luz, que completa el proceso irónico al conducir al descubrimiento de la
verdad a través de una serie de preguntas encaminadas a ello. De esta manera, la mente humana engendra
el concepto, que constituye el momento esencial del saber.
La ética de Sócrates
La finalidad de la ironía y la mayéutica no era otra que la educación del hombre en la búsqueda del bien,
identificado en la ciudad con el bien colectivo, la justicia. Conocer el bien es lo mismo que hacer el bien. Esa
búsqueda del conocimiento del bien constituye un ejercicio continuo que se define como virtud o excelencia
(areté).
El obrar bien es el principio del placer y la felicidad, puesto que nadie obra a sabiendas contra su propio
provecho. Esta ética que parte de la intimidad del hombre adquiere una dimensión colectiva al aceptar cada ser
humano la verdad en la que se sustenta la comunidad a la que pertenece y que se manifiesta en las leyes. Ello
explica el acatamiento, por parte de Sócrates, de la ley que le condena a muerte, pues es preferible «sufrir la
injusticia que cometerla».
El filósofo y su obra
Platón nació en el año 427 a. C. en Atenas, en el seno de una familia aristocrática. Vivió en su juventud los
desastres de la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta, que supuso el fin de la hegemonía ateniense. A
los veinte años conoció a Sócrates y a los cuarenta fundó en Atenas la Academia, que representó el primer
centro de formación política e intelectual de la juventud. Murió en el año 347.
Escritor de extraordinarias cualidades literarias, sus obras están estructuradas en forma de diálogos, en los
que distintos personajes expresan sus opiniones en un ejercicio constante de estímulo intelectual. Entre estos
diálogos, destacan: Apología, Critón, Gorgias, Crátilo, Fedón, El banquete, República, Fedro,Timeo y Leyes.
La materia y la idea
En la República, Platón se pregunta por el significado de la justicia y la naturaleza de una sociedad justa, y para
responder a estos interrogantes formula una original teoría del conocimiento, ilustrada mediante el
conocido mito de la caverna, según la cual son dos los niveles de la realidad:
El mundo las apariencias (phainomena), de las sombras, que es el que perciben los sentidos. Éste es el
mundo de la materia, compuesto por objetos imperfectos y sujetos a continua mutación.
El mundo de las ideas, de la luz, al que se llega mediante el camino del conocimiento. Es el mundo de las
formas ideales, perfectas y universales.
El abstracto mundo de las ideas tiene su expresión en las palabras, y por eso Platón se interesa mucho en
descubrir la riqueza del lenguaje y en definir los significados de las palabras y conceptos.
Pero las ideas no sólo son conceptos más o menos generales que sirvan para ordenar los diversos sentidos de
las palabras, sino que son, además, el fundamento y el modelo del mundo real.
El alma y el conocimiento
Para Platón, el alma o psique es el principio de la vida del cuerpo (por tanto está separada de éste) y se
compone de tres fuerzas o funciones:
La que entiende, o intelecto.
La que quiere, o voluntad.
La que siente o desea por debajo de las otras dos.
El alma existe antes que el hombre concreto al que da vida (metempsicosis), y por eso cada individuo ha
conocido antes lo que luego llegará a saber. Así, aprender no es otra cosa que recordar, pues en un tiempo
anterior el alma ha conocido esa realidad verdadera o mundo de las ideas perfectas, que se identifica con
el bien.
La idea del bien es el objeto del conocimiento, y a partir de ella adquieren sentido la justicia, la belleza, la
verdad y todas las demás cosas. Al participar del mundo de las ideas y, por tanto, del bien, los hombres tienden
a alcanzarlo mediante un proceso de imitación o mímesis.
La educación y la virtud
Junto con el impulso que arrastra al hombre al conocimiento, el hombre que ha salido de la caverna, y que por
tanto posee la verdad, siente la necesidad de mostrar a los demás el camino que él ha seguido. El saber no es tal
si no se comunica, y a partir de este sentimiento solidario o necesidad de compartir desarrolla Platón su teoría
de la educación o paideia.
En relación con la necesidad de la educación, Platón se pregunta si puede el hombre aprender la virtud (areté),
es decir, si puede mejorar su propia naturaleza. El objetivo de ese aprendizaje de la virtud o excelencia no es el
dominio de los otros hombres, sino el dominio de sí mismo, el «conócete a ti mismo» de la inscripción del
templo de Apolo en Delfos. En consecuencia, la enseñanza ha de basarse en la reflexión, como forma de
despertar el deseo del bien que duerme en nuestra memoria.
En relación con el impulso que mueve al hombre a compartir la verdad con los demás desarrolla Platón
su teoría del amor (eros) y la amistad (philía), como expresiones de la necesidad que tiene el hombre de
proyectarse hacia sus semejantes. Sujeto a múltiples necesidades, el ser humano necesita convivir con los
demás en la ciudad, la polis, para la que Platón pretende definir un modelo de organización capaz de establecer
su ideal de justicia.
En este proyecto político, que puede considerarse el primer modelo de utopía, Platón señala que, para que la
ciudad sea justa y el Estado procure la felicidad a todos los ciudadanos, y no sólo a una clase determinada, es
preciso:
Definir la idea de la justicia, tal como se plantea en la Apología en relación con la condena de Sócrates.
Superar la concepción tiránica de la política, en la que algunos ciudadanos imponen por la fuerza o por el
engaño su particular egoísmo.
Educar a los ciudadanos y, sobre todo, a los políticos.
Lograr que, mediante esa educación, el poder sea ejercido por los más inteligentes y generosos.
Aristóteles nació en Estagira en el año 384 a. C., y a los diecisiete años fue enviado a Atenas, donde fue alumno
de la Academia platónica (ver t3). En el año 342 aceptó la invitación de Filipo, rey de Macedonia, para ocuparse
de la educación de su hijo, Alejandro Magno. En el 334 volvió a Atenas, donde fundó el Liceo. A la muerte de
Alejandro, en el 323, fue acusado de impiedad y tuvo que abandonar Atenas y refugiarse en Calcis, donde murió
en el año 323.
Nos han llegado muchos textos escritos de Aristóteles, constituidos sobre todo por notas que tomaba para
discutir con sus discípulos. Estos textos, que tratan materias como la biología, la física, la política, la poesía,
la retórica, el teatro, la lógica y la ética, pueden dividirse en cinco grupos de libros:
La lógica, u Organon, instrumento intelectual que sirve para manejar el pensamiento.
La naturaleza, fruto de las observaciones sobre el mundo animal y los fenómenos celestes.
Ética y política, es decir, sobre el comportamiento humano, individual o colectivo.
Teoría del arte, desarrollada en Poética y Retórica.
Metafísica o filosofía primera, referida al ser y compuesta por un conjunto de escritos breves redactados
en diferentes épocas.
Ética y política
En el análisis del comportamiento humano, Aristóteles parte de la afirmación de que el bien es una tendencia
natural del hombre. Para alcanzar ese bien, identificado con la felicidad o eudaimonia (vivir bien), que es un
bien en sí mismo al que todos los seres humanos aspiran, es necesario que el hombre cumpla la «función» que
le corresponde como tal hombre: su excelencia o virtud (areté), que consiste en su capacidad de pensar o, lo
que es lo mismo, en el ejercicio de la razón.
Esta búsqueda de la felicidad a través de la virtud, aun siendo individual, está siempre sumida en el contexto
colectivo, pues el bien de cada uno ha de confluir con el bien de todos, de la ciudad (polis). En consecuencia, la
ética queda incluida en el ámbito de la política.
Para explicar esa convergencia entre la ética y la política, Aristóteles propugna la educación como medio para
crear mejores ciudadanos, y elabora una teoría de las virtudes que postula el término medio entre actitudes
extremas.
La lógica
El estudio de la ética y la política lleva a Aristóteles a descubrir la importancia del logos (la "palabra") y la
comunicación, y de ahí se deriva otro de sus grandes descubrimientos: la lógica.
El lenguaje, entendido como organon o instrumento de investigación, sirve para alcanzar «formas» que
ayuden a deducir la verdad. Así, mediante las proposiciones con las que «decimos» el mundo, organizamos
formalmente el mundo.
Varios conceptos componen la lógica de Aristóteles:
Las categorías, o formas más generales de la realidad. Las diez categorías aristotélicas determinan las
cosas y sirven, además, para atribuir un predicado a un sujeto.
El silogismo, o procedimiento para demostrar la necesidad de la conclusión en la unión de proposiciones
distintas. El silogismo está formado por tres oraciones, dos de las cuales son las premisas y la tercera es
la conclusión que de ellas se deduce. Aristóteles establece los fundamentos de la lógica formal al sustituir
los conceptos por letras.
Premisas: Todos los hombres son mortales. A=B Sócrates es hombre. C=A
Conclusión: Sócrates es mortal. C=B
La inducción, o demostración que parte de proposiciones particulares para llegar a formas generales o
universales de conocimiento.
La metafísica
Siguiendo una tradición filosófica representada notablemente por Parménides (ver t1), Aristóteles desarrolla
una nueva interpretación del ser, analizando para ello los distintos sentidos o formas de decir el verbo ser, y
afirmando que todas sus significaciones se refieren a un solo principio: la sustancia.
En la filosofía primera o ciencia del ser, Aristóteles establece varios conceptos:
Sustancia y accidente. La sustancia es lo que existe en sí mismo, individualmente, mientras que los
accidentes acompañan y determinan la sustancia.
Materia y forma. La materia es de lo que están hechas las cosas, mientras que la forma es lo que las
distingue. Aristóteles plantea el «deseo» de la materia de ser «informada».
Potencia y acto. La forma es algo así como el acto o energía que pone en obra la posibilidad o potencia de
la materia. Las cosas encierran en sí sus propias realizaciones, como la semilla contiene al árbol.
El tiempo. El paso de lo posible a lo real implica el movimiento, y éste requiere, a su vez, el paso del
tiempo en un proceso continuo.
El motor inmóvil. La teoría del tiempo y el movimiento continuos conduce a Aristóteles a suponer la
presencia de un motor inmóvil que no está supeditado al tiempo ni ha de pasar de la potencia al acto. Se
trata de un acto o pensamiento puro al que aspiran todas las cosas en la busca de la perfección. Ese motor
inmóvil mueve al universo, no por contacto directo, sino por una relación de amor.
San Agustín
San Agustín supo integrar el pensamiento pagano, en especial la filosofía platónica, con el cristianismo,
iniciando la filosofía cristiana medieval, de importancia decisiva para la formación de las mentalidades
europeas. A partir de su pensamiento político se desarrolló la teoría de los dos poderes, de los cuales el
espiritual (el papado) es superior al poder temporal (el poder civil).
El filósofo y su obra
San Agustín escribió un gran número de obras que configurarían la teología de la cristiandad occidental.
Sobresalen los discursos contra las sectas de los maniqueos y los pelagianos y el tratado Contra Académicos. Sin
embargo, sus dos títulos más influyentes son La ciudad de Dios y las Confesiones.
La Ciudad de Dios: presenta la historia humana como un conflicto entre la comunidad que integran
miembros inspirados por la gracia y el amor de Dios, y la comunidad formada por los que han depositado
su amor en el mundo y en sí mismos, renunciando a Dios.
Las Confesiones: contienen una descripción de su autobiografía espiritual dividida en un antes y un
después de la conversión.
Cristianismo y filosofía
La conciliación entre la fe y la razón queda recogida en la fórmula siguiente, que será todo un programa hasta el
siglo XIII: cree para entender. Esto significa que la filosofía debe tomar como punto de partida la fe y las
escrituras, y que la filosofía sólo tiene valor en cuanto coincide con la verdad del cristianismo.
Partiendo de una concepción platónica, San Agustín sostiene que el conocimiento intelectual es una acción de
Dios en nosotros, que consiste en la iluminación de unas verdades necesarias, eternas e inmutables.
Coincide con el neoplatonismo en la visión de Dios como inteligencia que contiene en sí las ideas ejemplares o
los arquetipos del mundo visible.
El protagonismo de la divinidad se extiende más allá de su contribución cognoscitiva. Para San Agustín, Dios ha
creado el mundo ex nihiloo de la nada. La materia es una creación de Dios resultado de una decisión voluntaria
y libre, un acto espontáneo de la voluntad libre y del amor divino. Sin embargo, la creación se despliega en el
tiempo y los seres individuales alcanzan su maduración en el curso del tiempo y con arreglo a lo dispuesto por
la Providencia.
Ahora bien, la materia o la creación visible no es eterna; nace con el tiempo a diferencia de la eternidad de Dios,
que es ajena al tiempo.
A la hora de abordar esta cuestión hay que distinguir entre dos clases de mal: el mal físico y el mal moral.
El mal físico o natural (enfermedades, catástrofes o epidemias) no proviene de Dios. Se trata más bien de
una privación o de una deficiencia cuyo origen hay que buscar en la materia misma constituyente de la
criatura. Por consiguiente, el mal físico no existe.
El mal moral, por su parte, es obra del hombre y de su comportamiento injusto con sus semejantes y sus
criaturas.Tiene su origen en la libre voluntad, en el sentido de «capaz de pecar y no pecar», con que Dios
creó al hombre. Por esto, Dios no es responsable del mal uso de la libertad del hombre ni de la entrada del
mal en el mundo.
La concepción de la historia
La filosofía de la historia de San Agustín describe un proceso que afecta a todo el género humano. Se trata de
una historia universal, jalonada por una serie de acontecimientos sucesivos que avanzan hacia una meta
final por medio del ejercicio de la providencia divina. Pero este proceso está caracterizado por el conflicto
entre dos comunidades que habitan el mundo: la ciudad de Dios y la ciudad terrena.
A la primera pertenecen todos los que hacen entrega de su amor a Dios, constituyen una iglesia invisible y
son peregrinos en la tierra hacia un fin trascendente y una recompensa eterna. San Agustín divide la
historia de la ciudad de Dios en seis edades, considerando el momento contemporáneo como la sexta edad
del mundo. Ésta habrá de durar hasta la segunda venida de Cristo, el juicio y la consiguiente separación
definitiva de las dos ciudades para dirigirse cada una a su destino eterno.
La ciudad terrena está formada por los que han puesto su amor en el mundo, en sí mismos, los que se
identifican con las virtudes cívicas y han renunciado a Dios abocándose, por ello, a la muerte eterna.
A diferencia de la concepción cíclica del tiempo y de la historia característica de la filosofía griega, San Agustín
basa su representación de la historia en una concepción lineal, progresiva y escatológica (tendente a un fin
último) del tiempo.
En sentido estricto, el racionalismo es una pluralidad de tendencias que agrupa a filósofos de los siglos XVII y
XVIII. Los más representativos son: Descartes, Spinoza y Leibniz. Las características de este movimiento son:
La creencia de que es posible conocer mediante la razón la estructura y la naturaleza de la realidad.
El mundo tiene una estructura lógica que permite comprenderse a partir de un conjunto de principios
deductivos.
Estos principios tienen su origen en el entendimiento.
El modelo que adopta el racionalismo es el modelo matemático basado en unos pocos axiomas.
El objetivo de Descartes era establecer un conocimiento seguro, estable, garantizado más allá de toda duda
razonable. Descartes se enfrenta a un clima intelectual inclinado hacia el escepticismo y propiciado por:
Las opiniones rivales sobre la ciencia.
La escisión religiosa creada por la Reforma.
La revitalización del escepticismo de la mano de Montaigne.
El propósito de Descartes se basó en:
Encontrar un principio absolutamente inmune a toda duda, una verdad que por su claridad y distinción
fuera imposible dudar.
Alcanzar un saber ordenadamente adquirido y construido por la razón.
El camino hasta encontrar una primera verdad pasa por poner a prueba la fiabilidad de los sentidos, los
enunciados matemáticos y la capacidad para distinguir el sueño de la vigilia.
Llegado a este punto Descartes encuentra una verdad evidente que escapa a la duda: la verdad necesaria de la
propia existencia como sujeto que duda y es víctima del engaño. De modo que su primera certeza fundamental
fue «Pienso, luego existo» (Cogito ergo sum).
De aquí deduce Descartes el criterio de certeza por excelencia: todo aquello que se perciba con la misma
claridad, distinción y evidencia que la existencia como un ser pensante será verdadero.
Las ideas
El argumento ontológico
La idea de Dios es una idea innata que representa a la infinitud, algo que sólo se puede atribuir a una realidad
proporcionada con lo que representa: Dios. El sujeto finito no puede haber producido esa idea de un ser
infinito; el infinito es la condición positiva del sujeto finito limitado. Por tanto, Dios existe necesariamente como
autor de la idea de sí mismo impresa en la res cogitans.
Descartes procede a deducir la existencia del mundo externo a partir de la certeza de la existencia de Dios.
El argumento es:
«Sé que Dios existe, que es omnipotente, que es mi creador y sé que es benévolo.
Dado que Dios me ha creado y es benevolente, no puede permitir que me engañe al creer que el mundo
existe después de todo lo que he hecho por asegurar mis creencias.
Dios asegurará en último término que no estoy equivocado y se convierte en garantía de las ideas que tengo
sobre el mundo externo.»
Hume
David Hume se propuso introducir el método de investigación experimental en la ciencia del hombre. El
objeto de nuestra experiencia son los contenidos de la conciencia a los que llama percepciones, que pueden ser:
impresiones o ideas.
Impresiones: sensoriales o internas.
Ideas: se derivan de las impresiones.
La causalidad:
Hume sostiene que la conexión entre dos hechos no es un dato de la experiencia: es más el resultado de una
creencia después de advertir repetidamente la conjunción de dos acontecimientos. La causalidad, pues, tiene
un origen psicológico y es fruto de una asociación de ideas.
La identidad:
Al admitir sólo las percepciones aisladas que hacen referencia a impresiones o ideas, niega la existencia de
una identidad al margen de dichas percepciones. La identidad es más bien un conjunto de recuerdos, un haz de
sensaciones que la memoria o la imaginación tienden a reunir.
La ética:
Hume quiso liberar a la filosofía moral de todo carácter especulativo. Las claves de su ética son:
Las distinciones morales se establecen a partir de los sentimientos de aprobación o de desaprobación
vinculadas a las perspectivas del dolor y el placer.
El sentimiento es el fundamento de lo que llamamos bueno o malo, virtud o vicio.
La razón es esencialmente teórica.
En la valoración moral lo que prima son los sentimientos y las pasiones: «la razón es esclava de las
pasiones».
Niega que exista regla alguna en el razonamiento que nos permita pasar de los juicios fácticos a los juicios
morales.
La moral radica en virtudes, deberes y sentimientos naturales (gratitud, benevolencia y simpatía) que son
universales.
La justicia es una virtud artificial que surge de la reflexión y del deseo de satisfacer las inclinaciones
naturales.
Kant (I)
Es difícil saber si Immanuel Kant es el último de los ilustrados o el primero entre los idealistas. En todo caso
Kant es mucho más que la letra de su filosofía. En él se valora una forma de hacer filosofía, rigurosa, honesta,
analítica, que se hace cargo de todos los fenómenos de la vida humana.
La razón teórica
La investigación de Kant sobre la posibilidad de la razón para conocer está marcada por un distanciamiento
entre el racionalismo y el empirismo. Este distanciamiento se denomina giro copernicano: las propiedades de
los objetos están determinadas por la naturaleza del observador.
Las dos fuentes del conocimiento son:
La sensibilidad: mediante ella los objetos nos son dados.
El entendimiento: mediante él los objetos son pensados. Gracias al entendimiento podemos ordenar y
clasificar la experiencia sensible y convertirla en objeto de conocimiento.
El proceso que sigue la razón para alcanzar el conocimiento comienza en las intuiciones, pasa por los conceptos
y termina en las ideas.
Las intuiciones: son formas a priori de la sensibilidad externa o interna; modos de percibir la realidad
sensible y que, al precederla, hacen que sea posible conocerla. El espacio y el tiempo son condiciones
previas a la experiencia, necesarias y universales, pues nada se puede conocer al margen de ellos.
Los conceptos: no se derivan de la experiencia. Proceden del entendimiento y son aplicados a la
experiencia. Los conceptos son independientes de la experiencia, pero sólo ellos nos permiten dar sentido a
la experiencia al captar las relaciones que mantienen los objetos percibidos. Los conceptos o categorías
forman el aparato conceptual necesario para convertir la realidad sensible en objeto de nuestro
conocimiento. Las cuatro más importantes son: cantidad, cualidad, relación y modalidad.
Las ideas: son conceptos especiales que no se pueden abstraer de la experiencia ni tienen aplicación en
ella. Son nociones alejadas de la percepción sensible. Ejemplos de estas ideas son la inmortalidad
del alma, Dios y la libertad.
La principal función del entendimiento es elaborar juicios mediante la síntesis de intuiciones y conceptos. Una
vez determinado el origen, la sensibilidad y el entendimiento, hay que examinar dónde radica la validez de los
juicios que emitimos. Kant hace una doble distinción para añadir, finalmente, que los juicios sobre los que se
basa el conocimiento de la naturaleza son los juicios sintéticos a priori. Kant propuso la siguiente clasificación
de los juicios:
Juicios a priori: son aquellos cuya verdad es independiente de la experiencia (El todo es mayor que las
partes).
Juicios a posteriori: son aquellos cuya verdad está basada en la observación ordinaria (El gato está en el
sofá).
Juicios analíticos: son aquellos en los que el predicado está contenido en el sujeto (El círculo es redondo).
Juicios sintéticos: juicios en los que el predicado no está contenido en el sujeto (M. Jordan mide 2,1m).
Juicios sintéticos a priori: son los que nos dan información del mundo pero cuya verdad es universal y
necesaria. El ejemplo más claro es el principio de causalidad: todo cambio ocurre de acuerdo con la ley de la
conexión entre causa y efecto. Según Kant no es analítica, pues el concepto de cambio no implica la noción
de que algo sea causado; y es a priori porque se trata de una proposición universal y necesariamente
verdadera, que puede demostrarse mediante la razón humana.
Después de establecer los límites del conocimiento y de las condiciones que lo posibilitan, Kant se ocupa
también de los desvaríos o ilusiones de la razón. Éstos tienen su origen en el impulso que lleva a aplicar las
categorías más allá del ámbito de la experiencia sensible.
Cualquier intento de trascender los límites de la realidad fenoménica nos conduce a paralogismos (inferencias
incorrectas), antinomias(contradicciones) y sofismas. Ejemplos de estos desvaríos son las ideas
trascendentales: el alma, el mundo y Dios.
Kant argumenta que no se puede demostrar por medio de la razón teórica ninguno de los principios
tradicionales de la metafísica: ni la inmortalidad del alma, como pretende la psicología, ni la naturaleza del
mundo como totalidad, ni la existencia de Dios, como sostiene la teología. Kant confiere a estas ideas un papel
distintivo y afirma que tienen un uso regulativo: aunque no sirven para pensar objeto alguno, nos permiten
tener una visión más unificada del sujeto y del mundo.
Con relación a Dios, Kant critica los argumentos ontológico, cosmológico y físico-teológico, pero afirma que se
trata de un ideal de la razón pura.Y es que imaginando la naturaleza como si fuera obra de un ser inteligente
llegamos a la investigación de las leyes a las que está sometido el mundo.
Kant (II)
Kant, después de explorar las condiciones que hacen posible el conocimiento de la realidad sensible, va a
extender su investigación al campo de la filosofía práctica y al campo de la reflexión estética. Se trata de las
otras dos parcelas de la vida racional del hombre y que culminan el gran edificio de la razón.
La voluntad
Cuando se trata de determinar el valor moral de una acción, Kant señala que lo decisivo no es el fin que se
persigue o los resultados que se obtienen, sino el motivo que hay detrás de la acción y que determina la
voluntad.
Una acción es moralmente buena en sentido estricto cuando la voluntad sólo reconoce como motivo para
actuar el deber de actuar como se debe. Es decir, cuando está determinada por la razón en forma de principios
universales.Y no lo es, o sólo relativamente, cuando está determinada por elementos externos a la razón, como
los sentimientos, las inclinaciones u otros factores contingentes.
Los imperativos
Los mandatos morales vienen expresados en forma de imperativos; los imperativos pueden ser hipotéticos o
categóricos.
Los imperativos hipotéticos sirven para realizar acciones que son buenas en tanto que permiten alcanzar
un fin.
Los imperativos categóricos son incondicionales y prescriben una acción por sí misma. Tienen que ser
cumplidos necesariamente por los hombres en tanto que son racionales.
Los mandatos morales de los imperativos categóricos exigen el respeto a la autonomía y a la dignidad del
hombre, siendo la libertad la condición que hace en última instancia posible las acciones con valor moral.
Las dos formulaciones más importantes son:
Actúa de tal forma que el principio que puedas querer que determine tu acción se convierta en ley
universal.
Actúa de tal manera que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro,
siempre y en todo momento como un fin y nunca exclusivamente como un medio.
La felicidad
Aunque es una aspiración universal, la felicidad no se puede convertir en el principio determinante de las
acciones morales. No todos los hombres la entienden de la misma manera.
La felicidad sólo cabe esperarla cuando se ha hecho todo lo que se debe. La reconciliación entre la naturaleza de
los deseos humanos (la felicidad) y las exigencias de la ley moral (el deber) tienen en Dios no su garantía, sino
su mejor expresión.
La política
La concepción política de Kant está comprometida con los ideales de la Revolución Francesa e influenciada por
la filosofía de Rousseau.
Siguiendo a Rousseau, sostiene que la autoridad política se funda en la voluntad general y en la idea regulativa
del contrato social. El Estado tiene que garantizar la libertad, la igualdad y la dignidad de todos los ciudadanos.
El uso de la coerción para evitar acciones que no sean compatibles con la libertad de todos es moralmente
permisible para erradicar los impedimentos contra la misma.
Al igual que otros contractualistas, Kant es partidario de extender las características de un Estado democrático
y liberal a todos los demás, con el objeto de conseguir la paz. Para ello tienen que cumplirse las siguientes
condiciones:
Que todos los Estados posean una constitución republicana que asegure los derechos fundamentales.
Que revista una unión pacífica basada en una confederación de Estados.
Que se reconozca un derecho a la ciudadanía mundial limitado.
La estética
En su libro Crítica del juicio, Kant sienta las bases del juicio estético para diferenciarlo del juicio científico y del
juicio moral.
Los juicios estéticos o del gusto no se basan exclusivamente en las sensaciones individuales que producen
experiencias agradables o desagradables. Los juicios estéticos encierran una pretensión de validez
universal basada en el sentido común: la facultad para reconocer que algo es bello, obteniendo una
satisfacción desinteresada con su contemplación, se refiere a la forma de la finalidad. «Belleza es aquella
forma de la finalidad de un objeto, en cuanto es percibida en él sin la representación de un fin».
Kant complementa el placer estético que produce la belleza con lo sublime: se refiere a algo ilimitado,
desborda a todas nuestras facultades y va acompañada de la idea de totalidad.
En la segunda parte de la Crítica del juicio se ocupa de la relación entre el juicio estético y el juicio
teleológico. La idea de finalidadsirve para definir la belleza del siguiente modo: un objeto bello no tiene
una finalidad inherente, la finalidad es algo que proyecta el sujeto en ella. Es una finalidad subjetiva y por
eso dice Kant que es una finalidad sin fin. Pero existe también otro tipo de finalidad objetiva que se refiere a
la naturaleza, pues nada en ella es vano o está sujeto a un ciego mecanismo natural.
Esta idea de finalidad es necesaria para complementar a las leyes de la física, es una idea regulativa que sirve
para impulsar nuestros esfuerzos para la interpretación de la naturaleza por el juicio.
Hegel (I)
Hegel es el más constante y reflexivo de los pensadores idealistas. Su inmenso proyecto filosófico encierra los
objetivos de sistematizar las concepciones que le antecedieron y crear un nuevo aparato conceptual que
posibilite la comprensión del conocimiento y de todas las dimensiones de la naturaleza humana. La recepción
de la filosofía de Hegel será determinante para entender la evolución de todo el siglo XIX.
La mayor parte de la obra escrita por Hegel previa a La fenomenología del espíritu era una reflexión sobre el
cristianismo con la intención de reformarlo. El objetivo de la religión cristiana es hacer que el hombre adquiera
conciencia de su naturaleza para transformar el mundo externo en algo que le satisfaga como ser espiritual.
Las fases del cristianismo, según Hegel, son:
En sus orígenes el cristianismo ofrece una solución positiva y culturalmente unificadora frente a las
propuestas de las escuelas helenísticas.
La transformación de la comunidad cristiana en Iglesia sufre un cambio con el contacto de los germanos
con el cristianismo.
Los pueblos germanos adoptan un cristianismo basado en el principio de libertad para interpretar la
realidad invisible, objeto de amor y de fe.
En la síntesis de los pueblos germanos y el cristianismo se descubre el espíritu que, al mismo tiempo,
descubre en sí mismo a Dios.
El espíritu es el poder sobre lo sensible y lo externo, lo que permite configurar un sentido de lo ideal. El
hombre, como espíritu, encierra tensiones entre lo que sabe del mundo y lo que quisiera que fuera el mundo,
entre el mundo de la naturaleza y el del ideal. Esta distinción es lo que Hegel denomina Espíritu finito.
El espíritu adquiere diferentes formas de conciencia que culminan en una conciencia total o «conocimiento
absoluto», que se puede describir como la autoconciencia del espíritu. Cuando el espíritu no toma conciencia
de sí como oposición radical entre el ideal y la realidad, el resultado es una conciencia desgraciada.
La conciencia desgraciada
La conciencia desgraciada aspira a ser independiente del mundo material, a ser eterna y espiritual. Al
mismo tiempo, se reconoce como parte del mundo físico y sensible, produciéndole penalidades. Esto divide
al individuo, le enfrenta a sí mismo y le hace creer que todo lo bueno es obra de Dios.
Una conciencia desgraciada no comprende que las cualidades espirituales de Dios son de hecho cualidades
del propio individuo.
La conciencia desgraciada es una conciencia alienada que proyecta su naturaleza en un lugar fuera de su
alcance y convierte el mundo real en un mundo miserable.
El amo y el esclavo
Hegel describe distintas formas de la conciencia desgraciada encarnadas en las siguientes figuras:
El estoico.
El monje.
El alma bella.
El ciudadano respetuoso.
El amo.
El esclavo.
En la relación amo-esclavo existe una escisión entre los elementos de dos conciencias individuales: el
reconocimiento del yo y la libertad.
La separación se produce cuando el amo sólo reconoce su personalidad y su libertad en sí mismo, y cuando el
esclavo sólo las reconoce en el amo. De esta forma, uno y otro se privan de la verdadera posibilidad
de reconocimiento mutuo y renuncian al desarrollo verdadero de la autoconciencia, hundiéndose en una
condición infrahumana.
La superación de esta situación se logra mediante un proceso en el que el esclavo se hace cada vez más
consciente de su autoconciencia gracias al valor que adquiere el trabajo como elemento unificador de sí mismo.
Conclusiones
Cuando el espíritu llega a conocerse a sí mismo como la realidad última y definitiva y cuando comprende
que todo lo que le era ajeno y hostil forma parte de él, el proceso dialéctico lleno de tensiones y conflictos
llega a su fin. Este final es el conocimiento absoluto.
Dicho final coincide con un estado de libertad, porque el espíritu ya no está controlado por fuerzas
externas, y es capaz de aplicar su principio de racionalidad al mundo con el fin de organizarlo.
Una vez constatado que la autoconciencia se convierte en libertad porque el espíritu es la realidad última,
comprendemos que las leyes del desarrollo histórico, las del espíritu y la razón son las mismas, lo cual le
lleva a afirmar: «Todo lo real es racional, y todo lo racional es real».
La libertad se logra cuando conocemos la realidad y dejamos de enfrentarnos a ella.
Hegel (II)
Hegel fue consciente de que la Revolución Francesa obedecía al descubrimiento básico del mundo moderno: la
libertad. Comprendió que frente a él no podía alzarse el espíritu alemán. Estaba convencido de que Alemania
debía asumir ese hecho revolucionario y los ideales de libertad e igualdad como la esencia del Estado.
La lógica es una disciplina que se ocupa de la estructura y de los principios del razonamiento. Para Hegel, en
cambio, la lógica estudia el pensamiento. Pero como, según él, no hay realidad objetiva independiente
del pensamiento, ya que el pensamiento es realidad objetiva, la lógica tiene que ocuparse de la realidad. Ahora
bien, esta realidad es la realidad última en su forma pura, abstraída de las formas concretas que adopta en las
mentes de los hombres, o seres finitos, o en el mundo natural. En este último sentido, la lógica hegeliana se
emparenta con la lógica tradicional.
El método dialéctico
Ética y política
El espíritu tiene también su manifestación dialéctica en tres momentos: el espíritu subjetivo, el espíritu
objetivo y el espíritu absoluto. El espíritu objetivo comprende las producciones del espíritu subjetivo; entre
ellas, la ética y la política.
Hegel distingue entre moralidad y eticidad.
La moralidad es la voluntad subjetiva del bien que no reconoce ninguna autoridad externa como principio
de sus acciones.
La eticidad es la realización y determinación concreta del bien dentro del conjunto de las instituciones
sociales y políticas: la familia, la sociedad civil y el Estado.
La sociedad civil
Es una fase intermedia entre el individuo y el Estado; también se la considera la fase embrionaria del Estado.
La sociedad civil permite la satisfacción de las necesidades sociales y está compuesta de estamentos sociales:
Los campesinos.
Los industriales.
Los funcionarios.
Los profesionales de libre elección.
En cada uno de estos estamentos el individuo, sabedor de la necesidad de limitarse a una forma de trabajo,
puede conseguir el reconocimiento y la dignidad como miembro de la sociedad civil.
El Estado
La importancia del Estado en la filosofía moral y política de Hegel descansa en dos puntos:
El Estado constituye la expresión más lograda del espíritu objetivo.
El Estado se configura como el auténtico garante de la libertad.
INSTANCIA SUPERIOR
El Estado, como instancia superior y soberana, es responsable de procurar la seguridad y estabilidad social,
propiciar un verdadero sentido de la justicia y permitir la participación de los hombres en el patrimonio
económico para resolver sus necesidades más urgentes.
Hegel se distancia de las concepciones contractualistas o liberales que entienden el Estado como el producto de
la libre voluntad de los individuos. Para Hegel, formar parte del Estado no es una decisión que toma el
ciudadano. Lo quiera o no, lo decida o no, la verdad del individuo está sostenida por su pertenencia al Estado;
todo lo que el hombre es, dice Hegel, se lo debe al Estado.
MARCO DE LA LIBERTAD
Hegel considera al Estado como el marco de la realización efectiva de la libertad. El ámbito en el que se supera
la contraposición entre libertad subjetiva y libertad objetiva.
El Estado no pone limitaciones a la libertad, sino que la hace posible en dos sentidos:
El Estado permite a las personas una gran libertad subjetiva, mucha más que cualquier otra forma
histórica de organización social.
Las instituciones que forman parte del Estado permiten a los individuos expresar y exteriorizar
sus voluntades sin que deriven en enfrentamientos de unos contra otros.
El Estado también representa una idea que une a los ciudadanos política y afectivamente:
Desde el punto de vista político, porque les permite armonizar sus intereses particulares y libres con los
intereses universales.
Desde el punto de vista afectivo, porque el Estado inculca el sentimiento de patriotismo y genera un
sentimiento de identidad y de pertenencia al todo que impide la desintegración, como ocurrió en la
sociedad ateniense.
Comte y el positivismo
La ley de los tres estadiosSegún Comte, las actitudes de la reacción y de la revolución que luchaban en Europa
se podían considerar los dos estadios iniciales de la evolución histórica del espíritu humano, que habrían de
superarse en un tercer estadio: el estadio positivo.
El estadio teológico: la creación del mundo y del orden político se explica a partir de la intervención de
Dios a fin de que el hombre se represente el universo como una unidad.
El estadio metafísico: los agentes sobrenaturales son sustituidos por entidades abstractas, fuerzas ocultas
o virtudes de las cosas.
El estadio positivo: se caracteriza por la observación de los hechos y el razonamiento sobre ellos. Este
saber positivo está basado en hechos, es útil, cierto, exacto y constructivo.
Esta sucesión de estadios tiene para Comte una necesidad invariable y, quisieran o no los hombres, entrarían en
este camino que les permitiría resolver sus problemas reales.
La clasificación de las ciencias
En el conjunto de las ciencias se puede establecer una jerarquía:
La matemática.
La astronomía.
Las ciencias físicas.
La química.
La biología.
A estas ciencias hay que sumarle el estudio de los hechos y los fenómenos sociales: la sociología.
Positivismo y religión
Comte sostiene que la estabilidad y el orden social no se pueden conseguir sólo mediante un saber positivo,
sino que hace falta un conjunto de sentimientos sociales que posibiliten una unidad espiritual
entre los hombres: la religión, una religión positiva basada en el amor, el orden y el progreso, a
la que Comte denomina altruismo.
Nietzsche
Friedrich Nietzsche representa el mejor intento de construir un nuevo universo espiritual, una vez que se han
desmoronado los valores y las creencias morales, religiosas, políticas y filosóficas sobre las que se asienta la
modernidad. Lo que él pretendió, y no siempre se ha entendido, era sentar las bases de una nueva subjetividad,
una cultura popular distinta, y recomponer la exterioridad e interioridad de la vida en nuevo espíritu creador y
liberador.
El primer libro de Nietzsche, El origen de la tragedia, significa una forma nueva de comprender el espíritu de
Grecia antes de la aparición en escena de Eurípides, Aristófanes y Sócrates. Nietzsche distingue en el mundo
griego antiguo dos fuerzas o actitudes:
Lo apolíneo: representa la armonía, la medida y el equilibrio, valores que se encuentran en la escultura y
en la arquitectura.
Lo dionisíaco: espíritu que representa el frenesí desatado en los festivales en honor del dios Dionisio, que
encarna las fuerzas irracionales y la alegría de vivir.
Nietzsche se muestra partidario de una recuperación del espíritu dionisíaco que había quedado sepultado en la
cultura occidental desde Sócrates.
El espíritu libre
El nihilismo
El eterno retorno
La doctrina del eterno retorno no debe entenderse como una concepción cosmológica, o como una teoría sobre
la vuelta de los acontecimientos que ya han tenido lugar en el pasado. El eterno retorno encierra una
concepción moral y una concepción del tiempo.
Desde el punto de vista moral el eterno retorno es la repetición selectiva de la fuerza que expulsa a todo lo
que limita la vida y la libertad creadoras.
Desde el punto de vista temporal es una crítica a la concepción lineal del tiempo y a la defensa del
carácter eterno de los instantes, sin un futuro predeterminado.