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La finalidad del Concilio es llevar la luz de Cristo a los hombres y a la Iglesia, esta
última es el sacramento de unión con Dios y los Hombres. esto ocurre dentro de la iglesia,
prefigurada en la historia del pueblo de Israel hasta llegar en la presencia del Padre. Tal
Iglesia nació en la predicación de Cristo y se expandió por su sangre derramada en la
Cruz. La unidad de los fieles se da en el sacrificio eucarístico y la vida de tal iglesia es el
Espíritu Santo, el cual los lleva hacia la verdad, hacia el encuentro con su esposo (Cf Ap.
22, 17)
En ese Reino hay muchas semillas, todas han de ser cuidadas hasta que germinen.
Las semillas son las enseñanzas de Cristo. Estas son la prueba de la presencia de Cristo
en la tierra, tal presencia es también verificada por la fuerza del Espíritu Santo que obra
en los enviados a apacentar a sus ovejas. El Reino de Dios ha sido llamado en el A.T de
muchas maneras: redil, campo, edificio, esposa y cuerpo. En todos ellos se resalta que
tiene una pieza fundamental, la cual les completa: Cristo.
En virtud del bautismo los bautizados tiene un sacerdocio común por la regeneración
y por la unción del Espíritu Santo. Es por ello mismo que pueden ofrecerse como hostia
viva y santa que agrade a Dios. Por tal motivo han de dar testimonio de Cristo y su
esperanza a todos los hombres. la diferencia que radica entre el sacerdocio ministerial y
el común es solo en esencia. Los consagrados por el sacramento del orden están
capacitados para ofrecer el sacrificio eucarístico y los que tiene es sacerdocio Común
están capacitados para recibirlos, en virtud de una vida de santidad.
La vida de quienes están con el sacerdocio común, esta mediada por la participación
plena en los sacramentos lo cual se manifiesta concretamente en la unidad con todo el
pueblo de Dios y en el llamado a la santidad. Todo ello mediado por la fe; en ese sentido
“la fe que Espíritu santo mueve y sostiene, al pueblo de Dios, bajo la dirección del
magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la
verdadera palabra de Dios. (1Tes. 2. 13)” (LG 12) Además, el pueblo goza de diversidad
de carismas con los cuales dispone y prepara para realizar todo tipo de obras acordes a
la necesidad de la iglesia.
Como pueblo, está presente en todas las razas de la tierra, estos hacen parte de una
ciudadanía celestial, los cuales tienen en común, es que el Santo Espíritu habita en ellos
y por ello «quien habita en Roma sabe que los de la India son miembros suyos». Tales
miembros están llamados a la comunicación de bienes y a ser buenos administradores
de la multiforme gracia de Dios» (1 P 4,10). Tiene ciudadanía plena quienes aceptan
todos los medios de salvación y de organización establecidos por la iglesia. Todo ello es
suscitado por el Espíritu en la totalidad de sus miembros y con la finalidad de estar unidos
bajo un solo rebaño y un único pastor.
Tal deseo de salvación llega a abarcar también a las personas de otros credos, esta es
también una obra del Espíritu Santo, el cual busca que se cumpla el designio de Dios,
quien constituyó a Cristo principio de salvación para todo el mundo. Y esta tarea es
obligación de todo bautizado.
Para acompañar a este Pueblo de Dios, Cristo dejó encargados, a los cuales dio
múltiples ministerios para el bien de todo su pueblo, es decir, la salvación. Tales ministros
fueron primero a los hijos de Israel y luego a el resto de los pueblos. Estos fueron
llamados apóstoles que, llevando el evangelio a todas partes, teniendo a Cristo como
centro de su vida. (cf. Ap 21, 14; Mt 16, 18; Ef 2, 20). Una vez terminada su labor dejaron
algunos colaboradores inmediatos, tales personas serian llamadas obispos por una
sucesión que se remonta hasta Dios mismo. (cf. Hch 20,28)
Los fieles han tenerlos como padre en cristo en virtud del bautismo y por la doctrina. (cf.
1 Co 4,15; 1 P 1,23), por ultimo los diáconos son servidores del pueblo de Dios en cuanto
a la liturgia, de la palabra y de la caridad.