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EL ARMARIO DE CARLA

Presumida y coqueta era la señorita Camiseta Rosa. Y, para


mal de males, unas flores la adornaban, con lo que
alimentaba su soberbia. No quería que ninguna otra prenda le
rozara ni se pegara a ella, ya que no soportaba tener arrugas.
Se sentía la preferida de Carla y le gustaba presumir de ello.
Dentro del armario era un verdadero tormento.

A la señorita Camiseta Rosa le gustaba despreciar al señor


Jersey Verde por su aspecto áspero y gordo. Se reía de la
señora Camisa a Cuadros por estar pasada de moda. Le
irritaba el señor Chándal Gris por acabar siempre con
manchas de barro. Y al pobre y viejo señor Pijama Amarillo le
entristecía diciéndole que nunca vería la calle, que su sitio
siempre sería estar entre las sábanas.

Pero lo que la
señorita Camiseta
Rosa no sabía es que
el señor Jersey Verde
conocía la nieve, la
señora Camisa a Cuadros siempre estaría con Carla porque
era la favorita de su mamá, el señor Chándal Gris sabía
montar en bicicleta y el viejo Pijama Amarillo vivía grandes
aventuras con la pequeña en sus sueños. Así que ellos eran
felices y decidieron no hacer caso a los comentarios de la
señorita Camiseta Rosa.

Con el paso del tiempo, la señorita Camiseta Rosa empezó a


palidecer. Tantas puestas y lavados estaban acabando con su
color. Además, empezaba a nacerle en las mangas una
pequeña pelusilla que con los días acabaría convertida en
pelotillas. ¡Horrorrrrrr! Fue así como la siempre alegre
señorita Camiseta Rosa acabó sus días triste en el fondo de
un cajón.

El resto de la ropa dejó de oír


sus desprecios, ahora era el
sonido del llanto el que inundaba
el armario. Como el resto eran
buenas prendas, quisieron animar a la señorita Camiseta
Rosa. Le recordaron todos los momentos buenos que había
pasado con Carla y la cantidad de fotografías en las que ella
era la protagonista. Le enseñaron a quedarse con las cosas
buenas y a no darle importancia a las malas. Así fue como la
señorita Camiseta Rosa descubrió que no se debe despreciar
a nadie y que toda la ropa es importante y tiene su función.
La armonía y la paz, desde entonces, reinó en el armario de
Carla.

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