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Por primera vez un alto tribunal se atreve a señalar al expresidente por sus posibles nexos
con los paramilitares.
Tampoco lo veo sometiéndose mansamente a las reglas mínimas del Congreso. Él, que se
ha acostumbrado al monólogo, a hablar sin que lo interpelen y sin que nadie ni nada le
imponga mociones de ninguna clase, ¿acaso se va a sentir a gusto compartiendo su vibrante
oratoria con los mortales?... Mmm, lo dudo. ¿Se imagina qué puede pasarle a Cristo el día
en que le toque quitarle el micrófono en pleno debate porque se excedió en sus minutos o
porque no le tocaba el turno?
Pero además, de congresista ya no podrá salir a decir tan fácilmente las mentiras con las
que acostumbra cautivar a sus súbditos, como la de decir que se opone a la venta de Isagén,
(motivo por el cual acaba de presentar una demanda con el propósito de frenar su
privatización).
De congresista a Uribe esas mentiras le van a costar más caro. No faltará el senador que le
recuerde en su cara lo que todos saben en Isagén: que Uribe de presidente quería venderla y
que dejó el proceso en marcha; el mismo que ahora de expresidente-congresista quiere
frenar a través de una demanda.
Pero más allá de estos temas de forma que repito le van a costar mucho trabajo a Uribe, el
expresidente llegaría al Congreso con un ala rota: entraría a ejercer de congresista con una
nueva investigación en su contra por paramilitarismo, además de la que ya tiene en la
Fiscalía por cuenta de lo sucedido en su hacienda Guacharacas.
Allí, al parecer, habría operado una Convivir que habría cometido masacres en los tiempos
en que él era gobernador de Antioquia. Según Verdad Abierta, en una versión dada por un
paramilitar desmovilizado del bloque Metro, John Fredy González Isaza, afirma que esta
Convivir “ se trataba de los mismos paramilitares y el administrador de esa finca era
colaborador de estos”. González fue asesinado en la cárcel en 2011.
Esta nueva investigación va mucho más allá de la que hay en su contra en la Fiscalía por la
finca Guacharacas y en esta ocasión él ya no puede decir que es una investigación
impulsada por una “Corte prevaricadora”, ni que ha sido urdida a instancia de algunos
periodistas bogotanos que tanto le molestan, ni por opositores que quieren cobrarle su lucha
contra el terrorismo, sino por la sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín.
Esa sala, presidida por el magistrado Rubén Darío Pinilla, acaba de pedirle a la Comisión
de Acusaciones que lo investigue por sus presuntos nexos con los paramilitares. Y aunque
la noticia pasó prácticamente inadvertida por la prensa, por primera vez un alto tribunal se
atreve a señalar al expresidente por sus posibles nexos con los paramilitares y plantea la
posibilidad de que él haya podido tener un papel importante en la génesis del
paramilitarismo, sobre todo en Antioquia, cuando fue gobernador y apoyó a las Convivir.
También (por fin) resultan por primera vez sospechosas sus estrechos vínculos con
personas a las que se les ha relacionado con el paramilitarismo como Pedro Juan Moreno, el
general Rito Alejo del Río, Noguera, entre otros. A los ojos del magistrado Pinilla “no es
posible estar dentro de una piscina y no mojarse”.
Ahora sabemos que la desmovilización fue parcial y que la mayoría de los mandos medios
de las autodefensas son en este momento los cabecillas de las bandas criminales.
Esa no es la verdad expresidente Uribe.
Alguna vez el entonces presidente Uribe me dijo que debía contarle al país la verdad sobre
mi paso por la guerrilla. Había liderado una investigación académica sobre la parapolítica y
Uribe quería menoscabar mi autoridad moral en el debate sobre la perversa alianza entre
líderes políticos y paramilitares.
Acepté el reto y escribí Mis años de guerra, un libro que ahora es utilizado por los amigos
del expresidente para incubar procesos judiciales en mi contra. No me arrepiento. Creo que
al país le hace mucho bien que quienes participamos en el conflicto hagamos memoria de la
guerra.
La semana pasada Rubén Darío Pinilla, magistrado del Tribunal Superior de Medellín,
pidió investigar a Uribe por sus nexos con los paramilitares. Inmediatamente el
expresidente anunció una respuesta pública a todos los interrogantes formulados por el
tribunal. Tuve la esperanza de que le contaría muchas verdades al país. No fue así. Hay en
su relato verdades a medias y mentiras flagrantes. Voy a ocuparme de algunas en esta
columna, quizás vuelva sobre el asunto en otra.
En su relato hace una férrea defensa de las Convivir. No acepta que se las asocie con
criminales. Esta mentira se sale de toda proporción. Salvatore Mancuso era el asesor
nacional de las Convivir y su organizador y jefe en Córdoba, Diego Vecino en Sucre, Jorge
40 en Cesar y Raúl Jazbún en Urabá. Al mismo tiempo eran los organizadores y jefes de las
autodefensas.
La primera noticia de esa realidad la dio Mancuso en su libro de 2004 cuando no pasaba
por su imaginación que iba a terminar enfrentado a Uribe. Estas cooperativas de seguridad
fueron el principal mecanismo de reclutamiento de los miembros de los paramilitares a
finales de los años noventa cuando el fenómeno creció y se extendió por el país.
Considera Uribe que el proceso penal al general Rito Alejo del Río es una injusticia y que
la pacificación de Urabá, en los años de su gobernación en Antioquia, fue un ejercicio
institucional. Otra enorme falacia. En Urabá los homicidios saltaron en 1997 a 700 y en
1998 a 800. Fue el lugar de mayores masacres en esos años. Los paramilitares, con la
complicidad de la Brigada, produjeron ese baño de Sangre. Tal horror no tiene ningún viso
de legalidad.
El coronel Carlos Alfonso Velásquez, quien era el segundo de Rito Alejo, tuvo la decencia
de denunciar los hechos y por ello fue separado del Ejército. En ese territorio dominado por
los paramilitares se hicieron las reuniones cumbres que dieron origen primero a las
Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá y luego a las Autodefensas Unidas de Colombia.
Allí estaba el cuartel mayor de los paramilitares y de allí salieron las expediciones que
fueron hasta Mapiripán en el Meta y hasta Catatumbo en Santander para perpetrar las
horrendas masacres que el país conoce.
Todos los puntos de respuesta al magistrado Pinilla terminan con esta aseveración: “El
gobierno que presidí combatió al paramilitarismo, lo desmontó, lo sometió a la justicia y a
la reparación de víctimas, llevó a muchos de sus integrantes a la cárcel y extraditó
cabecillas”. Verdad a medias. El desarme y la desmovilización de los paramilitares fue un
mérito indudable de Uribe. Nadie le puede quitar esto.
Pero hay dos cosas que empañan esta realidad. Ahora sabemos que la desmovilización fue
parcial y que la mayoría de los mandos medios de las autodefensas son en este momento los
cabecillas de las bandas criminales. Sabemos también que la intención inicial de Uribe y el
comisionado Luis Carlos Restrepo era protegerlos a toda costa de la extradición y darles un
estatus político.