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Resumen: El hombre moderno pensó que al librarse de Dios, se había librado de todo
aquello que lo reprimía y ahogaba. Sin embargo, descubrió que al matar a Dios, se había
dado muerte a sí mismo. Porque si no hay Dios, la vida de hombre se vuelve absurda.
El Hombre, escribe Loren Eiseley, es el Huérfano Cósmico. Es la única criatura en el
universo que pregunta, "¿Por qué?” Otros animales tienen su instinto para guiarlos, pero el
hombre ha aprendido a hacer preguntas. "¿Quién soy?" pregunta el ser humano. "¿Por qué
estoy aquí? ¿A dónde voy?”. Desde la Ilustración, cuando se despojó de los grilletes de la
religión, el hombre ha intentado contestar estas preguntas sin hacer referencia a Dios.
Pero las respuestas que ha hallado no han sido estimulantes, si no oscuras y terribles. "Eres
un subproducto accidental de la naturaleza, el resultado de la materia más el tiempo y el
azar. No hay ninguna razón para tu existencia. Todo lo que enfrentas es la muerte."
El hombre moderno pensó que al librarse de Dios, se había librado de todo aquello que lo
reprimía y ahogaba. Sin embargo, descubrió que al matar a Dios, se había dado muerte a sí
mismo. Porque si no hay Dios, la vida de hombre se vuelve absurda.
Si Dios no existe, tanto el hombre como el universo están inevitablemente condenados a la
muerte. El ser humano, como todos los organismos biológicos, debe morir. Sin la
esperanza de la inmortalidad, la vida del hombre lleva sólo a la tumba. Su vida no es si no
una chispa en la oscuridad infinita, una chispa que nace, parpadea, y muere para siempre.
Por consiguiente, todos debemos enfrentar lo que teólogo Paul Tillich ha llamado "la
amenaza del no ser". Porque aunque ahora sé que existo, que estoy vivo, sé también que
algún día ya no existiré, que ya no seré más, que voy a morir. Este pensamiento es pasmoso
y amenazador: ¡pensar que la persona que llamo "yo" dejará de existir, que no será más!
Recuerdo vivamente la primera vez que mi padre me dijo que algún día yo moriría. De
algún modo, como niño, el pensamiento simplemente nunca había cruzado por mi mente.
Cuando me lo dijo, quedé lleno de miedo y una insoportable tristeza. Y aunque intentó
repetidamente asegurarme que esto ocurriría en mucho tiempo más, eso no parecía
importar. Fuese antes o después, el hecho innegable era que yo moriría y ya no sería más, y
esta idea me resultó abrumadora. Eventualmente, como todos, llegué a simplemente a
aceptarlo. Todos aprendemos a vivir con lo inevitable. Pero esa percepción infantil sigue
siendo cierta. Como el existencialista francés Jean-Paul Sartre observó, “algunas horas o
algunos años no hacen diferencia alguna una vez que se ha perdido la eternidad”.
Ya sea que llegue antes o después, la perspectiva de la muerte y la amenaza del no ser es
un horror terrible. Pero una vez conocí un estudiante quién no sentía esta amenaza. Decía
que había crecido en una granja y estaba acostumbrado a ver los animales nacer y morir. La
muerte era para él simplemente algo natural, parte de la vida, por así decirlo. Yo estaba
intrigado por lo diferente que eran nuestras perspectivas acerca de la muerte y
encontraba difícil entender por qué él no sentía la amenaza de no ser. Después de varios
años, pienso que encontré mi respuesta leyendo a Sartre. Sartre observó que la muerte no
es amenazante en tanto la veamos como la muerte del otro, cuando la vemos en tercera
persona, por así decirlo. Es sólo es cuando la internalizamos y la vemos primera persona
("mi muerte: Yo voy morir") que la amenaza del no ser se vuelve real. Como indica Sartre,
muchas personas nunca asumen esta perspectiva de primera persona en su vida; uno
puede mirar incluso su propia muerte desde un punto de vista de tercera persona, como si
fuera la muerte de otro o incluso de un animal, como hizo mi amigo. Pero el verdadero
significado existencial de mi muerte sólo puede apreciarse de la perspectiva de primera
persona, cuando comprendo que yo voy morir y dejaré de existir para siempre. Mi vida es
simplemente una transición momentánea del olvido al olvido.
Y el universo, también, enfrenta la muerte. Los Científicos nos dicen que el universo se
está expandiendo, y todo en él se aleja más y más. Mientras esto sucede, se vuelve más y
más frío, y su energía se agota. En el futuro todas las estrellas se consumirán y toda la
materia colapsará en estrellas muertas y agujeros negros. No habrá luz en absoluto; no
habrá calor; no habrá vida; sólo los cadáveres de estrellas y galaxias muertas, siempre
expandiéndose en la oscuridad interminable y las frías profundidades del espacio: un
Universo en ruinas. Así que no sólo la vida de cada persona individual está condenada; la
raza humana entera está condenada. No hay escapatoria. No hay esperanza.
Veámoslo desde otra perspectiva: Los científicos dicen que el universo en originó en una
explosión denominada el "Big Bang" hace unos 13 mil millones años. Suponga que el Big
Bang nunca hubiera ocurrido. Suponga que el universo nunca hubiera existido. ¿Qué
diferencia sustancial haría? De todos modos, el universo está condenado. En última cuenta,
no hace ninguna diferencia si el universo alguna vez existió o no. Por consiguiente, carece
de significado último.
Lo mismo es verdad respecto la raza humana. La humanidad es una especie condenada en
un universo agonizante. Porque la raza humana dejará de existir en el futuro; da lo mismo
si alguna vez existió. La humanidad, así, no es más significativa que un enjambre de
mosquitos o un corral de cerdos, pues su destino es el mismo. El mismo ciego proceso
cósmico que los escupió en primer lugar se los tragará a todos en el futuro.
Y lo mismo es verdad de cada persona individual. Las contribuciones del científico al
adelanto de conocimiento humano, las investigaciones del doctor para aliviar el dolor y el
sufrimiento, los esfuerzos del diplomático por afianzar la paz en el mundo, los sacrificios
de hombres buenos en todo lugar para mejorar la condición de la raza humana: todos
éstos llegan a nada. Éste es el horror del hombre moderno: dado que acaba en nada, es
nada.
El hombre del siglo XX llegó a entender esto. Lean "Esperando a Godot" de Samuel
Beckett. Durante toda la obra dos hombres mantienen una conversación trivial mientras
esperan que llegue un tercer hombre, quién nunca lo hace. Nuestras vidas son así, está
diciendo Beckett; sólo matamos el tiempo esperando. ¿Qué?, no lo sabemos. En un trágico
retrato del hombre, Beckett escribió otra obra en que el telón se abre revelando un
escenario cubierto de basura. Durante treinta largos segundos, el público se sienta y mira
fijamente en silencio esa basura. Entonces el telón se cierra. Eso es todo.
Los existencialistas franceses Jean-Paul Sartre y Albert Camus entendieron esto también.
Sartre retrató la vida en su obra "Sin Salida" como el infierno. La línea final de la obra son
las palabras de resignación, "Bien, sigamos con él." Así, Sartre escribe en otra parte acerca
de la "náusea" de la existencia. Camus, también, vio la vida como un absurdo. Al final de su
novela breve "El Extranjero", el héroe de Camus descubre en un destello de comprensión
que el universo no tiene significado y no hay Dios para darle uno.
Así, si no hay Dios, entonces la vida misma carece de sentido. El hombre y el universo
carecen de significado último.
No hemos sido capaces de mostrar que la razón requiere el punto de vista moral, o que
todos que las personas verdaderamente racionales, desprovistas de mitos o ideologías, no
necesitan ser individuos egoístas o los amorales clásicos. La razón no decide aquí. El
cuadro que he pintado para usted no es uno agradable. La reflexión acerca de él me
deprime. . . . La pura razón práctica, incluso con un adecuado conocimiento de los hechos,
no le llevará a la moralidad.[1]
Pero el problema es aún peor. Porque, dejando de lado la inmortalidad, si no hay Dios, no
puede haber estándares objetivos del bien y el mal. Todo lo que confrontamos es, en
palabras de Jean-Paul Sartre, el hecho desnudo, carente de valor, de la existencia. Los
valores morales son ya sea sólo expresiones de gusto personal o los derivados de la
evolución y condicionamiento socio-biológico. En un mundo sin Dios ¿Quién puede decir
qué valores son correctos y cuales no? ¿Quién puede juzgar que los valores de Adolfo
Hitler son inferiores a los de un santo? El concepto de moralidad pierde todo significado en
un universo sin Dios. Como un eticista ateo contemporáneo señala,"decir que algo es malo
porque. . . esta prohibido por Dios, es. . . absolutamente comprensible para cualquiera que
cree en un legislador Divino. Pero decir que algo está mal. . . aun cuando no haya ningún Dios
para prohibirlo, no es comprensible. . . . " "El concepto de obligación moral [es] ininteligible
aparte de la idea de Dios. Las palabras permanecen pero su significado ha ido"[2]. En un
mundo sin Dios, no puede haber bien y mal en un sentido objetivo, sólo nuestros juicios
subjetivos cultural y personalmente relativos. Esto significa que es imposible de condenar
la guerra, la opresión, o el crimen como algo malo. Ni tampoco es posible alabar la
fraternidad, la igualdad y el amor como algo bueno. Porque en un universo sin Dios, el bien
y el mal no existen, sólo está el hecho desnudo y sin valor de la existencia, y no hay nadie
que diga que tu tienes la razón y yo estoy equivocado.
No hay Propósito Último Sin la Inmortalidad y sin Dios
Si la muerte nos espera con los brazos abiertos al final del camino, ¿cuál es entonces el
propósito de la vida? ¿Es todo para nada? ¿No hay razón para la vida? ¿Y qué del universo?
¿Es absolutamente en vano? Si su destino es una tumba helada en el vacío del espacio
exterior, la respuesta debe ser: Sí, es vano. No hay ninguna meta, ningún propósito para el
universo. Los restos de un universo muerto simplemente seguirán expandiéndose y
expandiéndose. Para siempre
¿Y qué del hombre? ¿No hay ningún propósito en absoluto para la raza humana? ¿O
simplemente desaparecerá algún día en el olvido de un universo indiferente? El escritor
inglés H. G. Wells previó tal perspectiva. En su novela "La Máquina del Tiempo", el viajero
del tiempo de Wells viaja lejos en el futuro para descubrir el destino de hombre. Todo lo
que encuentra es una tierra muerta, salvo por un poco de liquen y musgo, orbitando un
gigantesco sol rojo. Los únicos sonidos son el zumbido del viento y las suaves olas del mar.
"Más allá de estos sonidos inanimados", escribe Wells, "el mundo estaba silencioso.
¿Silencioso? Sería difícil expresar su quietud. Todos los sonidos de hombre, el balido de oveja,
los gritos de las aves, el zumbido de los insectos, el movimiento que sirve de fondo a nuestras
vidas, todo se había acabado"[3]. Y así, el viajero de tiempo de Wells regresó. ¿Pero a qué?
meramente un punto anterior en la carrera sin objeto hacia el olvido. Cuando como no
cristiano leí por primera vez el libro de Wells pensé, "¡No, no! ¡No puede acabar así!" Pero si
no hay Dios, así es como acabará, nos guste o no. Ésta es la realidad en un universo sin
Dios: no hay esperanza; no hay propósito.
Lo que es verdad para la humanidad como un todo es verdad individualmente para cada
uno de nosotros: estamos aquí sin ningún propósito. Si no hay Dios, entonces nuestra vida
no es cualitativamente diferente de la de un perro. Como el antiguo autor de Eclesiastés lo
pone "Los hombres terminan igual que los animales; el destino de ambos es el mismo, pues
unos y otros mueren por igual, y el aliento de vida es el mismo para todos, así que el hombre
no es superior a los animales. Realmente, todo es absurdo, y todo va hacia el mismo lugar.
Todo surgió del polvo, y al polvo todo volverá". (Ecl 3:19-20 NVI). En este libro, que se lee
más como un pedazo de literatura existencialista moderna que como un libro de la Biblia,
el escritor muestra la futileza de placer, la riqueza, la educación, la fama política, y la honra
en una vida condenada a acabar en la muerte. ¿Su veredicto? “¡Vanidad de vanidades! Todo
es vanidad!" (1:2). Si la vida acaba a la tumba, entonces no tenemos ningún propósito
último por el cual vivir.
Pero más que esto: aun si no acabara con la muerte, sin Dios la vida aún carecería de
propósito. El hombre y el universo serían entonces simples accidentes del azar, lanzados a
la existencia sin razón. Sin Dios, el universo es el resultado de un accidente cósmico, una
explosión fortuita. No hay razón para su existencia. En cuanto al hombre, es un capricho de
la naturaleza—un producto ciego de la materia, más el tiempo, más el azar. Es
simplemente un poco de cieno que desarrolló racionalidad. Como un filósofo lo ha puesto:
"La vida humana está montada sobre un pedestal subhumano y debe desplazarse por sí sola
en el corazón de un universo silencioso e inconsciente.''[4]
Lo que es verdad del universo y de la raza humana también es verdad de nosotros como
individuos. Si Dios no existe, entonces usted es simplemente un aborto de la naturaleza,
lanzado a un universo sin propósito para vivir una vida sin propósito.
¿Entiende usted la gravedad de la alternativa que se nos presenta? Si Dios existe, hay
esperanza para el hombre. Pero si Dios no existe, todo lo que nos queda es la
desesperación. ¿Entiende por qué la pregunta sobre la existencia de Dios es tan vital para
el ser humano? Como un escritor acertadamente lo ha puesto "Si Dios está muerto,
entonces el hombre también está muerto".
Desgraciadamente, la gran masa de la humanidad no comprende este hecho. Continúan
adelante como si nada hubiera cambiado. Me recuerda la historia de Nietzsche del loco
que en las primeras horas de la mañana irrumpió en el mercado, linterna en mano,
gritando: "¡Busco Dios! ¡Busco Dios!" Dado que muchos de los presentes no creían en Dios,
provocó mucha risa. "¿Dios se ha perdido? " se mofaron de él. "¿O está escondido? ¡O quizá
se ha ido de viaje o ha emigrado!" Le gritaron y se rieron. Entonces, escribe a Nietzsche, el
loco se volvió hacia ellos y los atravesó con su mirada
"¿Dónde está Dios? " gritó, 'yo les diré. Nosotros lo hemos matado: ustedes y yo. Todos
nosotros somos sus asesinos. ¿Pero cómo hemos hecho esto? ¿Cómo pudimos beber al
mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte entero? ¿Qué hicimos cuando
desencadenamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se está moviendo ahora? ¿Lejos de
todos los soles? ¿Acaso no nos hundimos continuamente? ¿Hacia atrás, hacia los lados,
adelante, en todas las direcciones? ¿Queda un arriba y un abajo? ¿No estamos
extraviándonos como en una infinita nada? ¿No sentimos el aliento del espacio vacío? ¿No
se ha vuelto más frío? ¿No viene noche y más noche? ¿No deben encenderse las linternas
por la mañana? ¿No oímos todavía del ruido de los sepultureros que están enterrando a
Dios? . . . Dios está muerto. . . . Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo nosotros, asesinos
entre los asesinos, nos consolaremos?"[5]
La muchedumbre miró fijamente al loco en el silencio y asombro. Por fin este azotó su
linterna en el suelo. "He venido demasiado pronto" dijo. "Este tremendo evento todavía
está en camino, no ha alcanzado los oídos del hombre todavía". Los hombres no
comprendieron realmente las consecuencias de lo que habían hecho al matar a Dios. Pero
Nietzsche predijo que algún día la gente comprendería las implicaciones de su ateísmo; y
este descubrimiento introduciría una edad de nihilismo: la destrucción de todo significado
y valor en la vida.
El problema fundamental con esta solución, sin embargo, es que es imposible vivir de
forma consistente y alegre dentro de tal cosmovisión. Si uno vive de forma consistente, no
será feliz; si uno vive felizmente, es sólo porque no es consistente. Francis Schaeffer ha
explicado bien este punto. El hombre moderno, dice Schaeffer, vive en un universo de dos
pisos. En el piso de abajo está el mundo finito sin Dios; aquí la vida es absurda, como
hemos visto. En el piso superior está el significado, los valores, y el propósito. Ahora, el
hombre moderno vive en el piso de abajo porque cree que no hay Dios. Pero no puede vivir
felizmente en un mundo tan absurdo; por tanto continuamente da saltos de fe al piso
superior para afirmar el significado, valor, y propósito, aún cuando no tiene derecho a ello,
dado que no cree en Dios.
Echémosle, entonces, una nueva mirada a cada una de las tres áreas en que vimos que la
vida es absurda sin Dios, para mostrar cómo el hombre no puede vivir consistente y
alegremente con su ateísmo.
Significado de la Vida
Primero, el área del significado. Vimos que sin Dios, la vida no tiene ningún significado. Aun
así, los filósofos continúan viviendo como si la vida tuviera significado. Por ejemplo, Sartre
afirmó que uno puede crear significado para su vida escogiendo libremente seguir un
cierto curso de acción. El propio Sartre escogió el Marxismo.
Ahora esto es absolutamente incoherente. Es incoherente decir que la vida es
objetivamente absurda y después decir uno puede crear significado para su vida. Si la vida
es realmente absurda, entonces el hombre está atrapado en el piso inferior. Intentar crear
significado en la vida representa un salto al piso superior. Pero Sartre no tiene ninguna
base para este salto. Sin Dios, no puede haber ningún significado objetivo en la vida. El
programa de Sartre realmente es un ejercicio de autoengaño. Sartre realmente está
diciendo, "Hagamos como que el universo tiene significado." Esto es simplemente
engañarnos a nosotros mismos.
El punto es este: si Dios no existe, entonces la vida objetivamente carece de sentido; pero
el hombre no puede vivir de forma consistente y feliz sabiendo que la vida no tiene
sentido; así que para ser feliz simula que la vida tiene significado. Pero esto es, claro,
completamente inconsistente, porque sin Dios, el hombre y el universo carecen de
cualquier significancia real.
El valor de Vida
Volvámonos ahora al problema de valor. Aquí es donde ocurren las inconsistencias más
escandalosas. En primer lugar, los humanistas ateos son totalmente incoherentes al
afirmar los valores tradicionales del amor y hermandad. Camus ha sido correctamente
criticado por sostener inconsistentemente la absurdidad de la vida y la ética del amor y
hermandad humana. Los dos son lógicamente incompatibles. Bertrand Russell, también,
fue inconsistente. Pues aunque era ateo, era un abierto crítico social, denunciando la
guerra y las restricciones a la libertad sexual. Russell admitió que no podía vivir como si los
valores éticos simplemente fueran una cuestión de gusto personal, y que encontraba su
propia visión, por consiguiente, "increíble." "No sé la solución", confesó[7]. El punto es que
si no hay Dios, no puede existir un bien y mal objetivos. Como dijo Dostoyevsky "Todas las
cosas están permitidas."
Pero Dostoyevsky también mostró que el hombre no puede vivir de esta manera. No
puede vivir como si fuera perfectamente correcto que soldados maten niños inocentes. No
puede vivir como si fuera perfectamente correcto que dictadores como Pol Pot
exterminen a millones de sus propios compatriotas. Todo en él clama que estos actos son
malvados, realmente malvados. Pero si no hay Dios, no puede hacerlo. Así que da un salto
de fe y afirma los valores de todos modos. Y cuando lo hace, revela la insuficiencia de un
mundo sin Dios.
El horror de un mundo desprovisto de valor se hizo real para mi con una nueva intensidad
hace unos pocos años atrás, cuando vi un documental televisivo de la BBC llamado "The
Gathering", Se trataba de una reunión de sobrevivientes del Holocausto en Jerusalén
dónde reencontraron amistades perdidas y compartieron sus experiencias. Un prisionera,
enfermera, contó cómo había llegado a ser la ginecóloga de Auschwitz. Ella observó que
las mujeres embarazadas eran agrupadas por los soldados bajo la dirección del Dr.
Mengele y alojadas en los mismos cuarteles. Pasado algún tiempo, notó que no se volvía a
ver a ninguna de estas mujeres. Hizo algunas averiguaciones. "¿Dónde están las mujeres
embarazadas que fue alojadas en esos cuarteles?” "¿No se enteró? " fue la respuesta. "El
Dr. Mengele las usó para vivisección."
Otra mujer contó cómo Mengele había ligado a sus pechos para que no pudiera amamantar
a su pequeño. El doctor quería descubrir cuánto tiempo un infante podía sobrevivir sin
nutrición. Desesperadamente esta pobre mujer intentó mantener a su bebé vivo dándole
los pedazos de pan empapados en café, sin resultados. Cada día el bebé perdía peso, un
hecho que era evidentemente monitoreado por el Dr. Mengele. Una enfermera vino en
secreto a esta mujer y le dijo, "He arreglado una manera para que usted pueda salir de
aquí, pero usted no puede llevar a su bebé con usted. Traje una inyección de morfina que
puede darle al niño para acabar su vida." Cuando la mujer protestó, la enfermera insistió:
"Mire, su bebé va a morir de todas maneras. Al menos sálvese usted." Y así, esta madre le
quitó la vida de su propio bebé. El Dr. Mengele se enfureció cuando se enteró de ello,
porque había perdido su espécimen de experimentación y, buscó entre los cadáveres para
encontrar el cuerpo descartado del bebé y así poder tener un último registro de peso.
Mi corazón se rasgó por estas historias. Un rabino que sobrevivió al campo lo resumió bien
cuando dijo que en Auschwitz era como si existiera un mundo en que todos los Diez
Mandamientos hubieran sido invertidos. La humanidad nunca había visto tal infierno.
Y aún así, si Dios no existe, entonces en cierto sentido, nuestro mundo es Auschwitz: no
hay un bien y un mal absolutos; cualquier cosa está permitida. Pero ningún ateo, ningún
agnóstico, puede vivir de forma consistente con tal perspectiva. El propio Nietzsche, quién
proclamó la necesidad de vivir más allá del bien y del mal, rompió con su mentor Richard
Wagner a causa del problema del antisemitismo del compositor y su estridente
nacionalismo alemán. Del mismo modo, Sartre, escribiendo justo después de la Segunda
Guerra Mundial, condenó el antisemitismo, declarando que una doctrina que lleva al
exterminio no es meramente una cuestión de opinión o gusto personal, de igual valor que
su opuesto[8]. En su importante ensayo "El Existencialismo Es un Humanismo", Sartre se
esfuerza vanamente por eludir la contradicción entre su rechazo a la idea de valores
divinamente preestablecidos y su deseo urgente afirmar el valor de la persona humana.
Como Russell, no podía vivir con las implicaciones de su propio rechazo de los absolutos
éticos.
Un segundo problema es que si Dios no existe y no hay inmortalidad, entonces todos los
actos malvados de los hombres quedan impunes y todos los sacrificios de los hombres
buenos quedan sin recompensa. ¿Pero quién puede vivir con tal perspectiva? Richard
Wurmbrand, quien fue torturado por su fe en las prisiones comunistas dice
Y lo mismo se aplica a los actos de autosacrificio. Hace varios años, ocurrió un terrible
desastre aéreo en pleno invierno, en que un avión que despegaba del aeropuerto de
Washington, D.C., se estrelló contra un puente sobre el río Potomac, zambullendo a los
pasajeros en las heladas aguas. Cuando los helicópteros de rescate llegaron, la atención se
enfocó en un hombre que una y otra vez empujó la escalera de cuerda colgante hacia otros
pasajeros en lugar de ser el mismo llevado a la seguridad. Seis veces pasó la escalera.
Cuando llegaron nuevamente, había fallecido. Había dado gratuitamente su vida para que
otros pudieran vivir. La nación entera volvió sus ojos a este hombre en respeto y
admiración por el acto bueno y desinteresado que había realizado. Y aún así, si el ateo está
en lo correcto, ese hombre no fue noble, hizo la cosa más estúpida posible. Debió haber
ido primero por la escalera, empujando a otros si era necesario para sobrevivir. ¿Pero morir
por otros que ni siquiera conocía, renunciar a toda la breve existencia que tendría? ¿Para
que? Para el ateo no puede haber ninguna razón. Y aún así el ateo, como el resto de
nosotros, reacciona instintivamente con alabanza para la acción generosa de este hombre.
De hecho, uno probablemente nunca encontrará a un ateo que viva de forma consistente
con su sistema. Porque un universo sin responsabilidad moral y carente de valor es
inimaginablemente terrible.
El propósito de Vida
Finalmente, miremos el problema del propósito de la vida. La única manera en que la
mayoría de las personas que niegan el propósito en la vida viven felizmente es, ya sea,
inventando algún propósito, lo que es auto engaño como vimos con Sartre, o no llevando
su perspectiva a sus conclusiones lógicas. Tome el problema de muerte, por ejemplo.
Según Ernst Bloch, la única manera en que el hombre moderno puede vivir ante la muerte
es tomando prestada subconscientemente la creencia en la inmortalidad que sus
antepasados sostuvieron, aunque él mismo no tiene ninguna base para esta creencia, dado
que no cree en Dios. Al tomar prestados los remanentes de una creencia en la
inmortalidad, escribe a Bloch, "el hombre moderno no siente el abismo que
incesantemente lo rodea y que ciertamente finalmente lo engullirá. A través de estos
remanentes, salva su sentido de identidad. A través de ellos surge la impresión de que el
hombre no está pereciendo, si no solo que un día el mundo tiene el capricho de no
aparecerle más." Bloch concluye, "Este ánimo, bastante superficial se alimenta de una
tarjeta de crédito prestada. Vive de esperanzas antiguas y del apoyo que estas una vez
habían proporcionado"[10]. El hombre Moderno ya no tiene derecho a ese apoyo, dado
que ha rechazado a Dios. Pero para vivir con un propósito, hace un salto de fe al afirmar
una razón por la cual vivir.
O finalmente, tome el determinismo biológico alguien como Francis Crick. La conclusión
lógica es que el ser humano es como cualquier otro espécimen de laboratorio. El mundo se
horrorizó cuando descubrió que en campos como Dachau los nazis habían usado a
prisioneros para experimentos médicos en humanos vivos. ¿Pero por qué no? Si Dios no
existe, no puede haber ninguna objeción en usar a alguien como conejillo de indias
humano. El fin de esta perspectiva es el control de la población en que el débil y el no
deseado son muertos en orden a dar lugar al fuerte. Pero la única manera en que podemos
protestar de forma consistente contra esta perspectiva es si Dios existe. Sólo si Dios existe
puede haber propósito en la vida.
Éste es el espantoso veredicto pronunciado sobre el hombre moderno. Para sobrevivir,
debe vivir en el auto engaño. Pero incluso la opción de la Mentira Noble es finalmente
impracticable. Para ser feliz, uno debe creer en él en un significado, valor y propósito
objetivos. ¿Pero cómo puede uno creer en esas Mentiras Nobles y al mismo tiempo en el
ateísmo y relativismo? Mientras más convencido se esté de la necesidad de una Mentira
Noble, menos se puede creer en ella. Como un placebo, una Mentira Noble opera sólo en
aquéllos que la creen verdad. Una vez que hemos visto a través de la ficción, la Mentira
pierde su poder sobre nosotros. Así, irónicamente, la Mentira Noble no puede resolver el
predicamento humano para cualquiera que ha llegado a ver ese predicamento.
La opción de la Mentira Noble lleva por consiguiente, en el mejor de los casos, a una
sociedad en que un grupo elitista de illuminatis engaña a las masas para su propio bien,
perpetuando la Mentira Noble. ¿Pero entonces por qué aquéllos de nosotros que estamos
bien informados debemos seguir a las masas en su ilusión? ¿Por qué debemos sacrificar
nuestro interés propio por una ficción? Si la gran lección de los últimos dos siglos el
relativismo moral e intelectual es, entonces ¿por qué (si pudiéramos) pretender que no
sabemos esta verdad y vivir una mentira en cambio? Si alguien contesta, "en beneficio de la
coherencia social", uno puede legítimamente preguntar por qué debo sacrificar mi interés
propio en beneficio de la coherencia social. La única respuesta que el relativista puede dar
es la coherencia social es en mi propio interés, pero el problema de esta respuesta es que
el interés propio y el interés de la manada no siempre coinciden. Además, si (por puro
interés individual) me preocupo de la coherencia social, la opción totalitaria me siempre
está abierta: olvidemos la Mentira Noble y mantengamos la coherencia social (así como mi
propia autorrealización) a expensas del bienestar personal de las masas. Rue consideraría
tal opción indudablemente repugnante. Pero ahí está el problema. El dilema de Rue es que
él obviamente valora profundamente la coherencia social y la plenitud personal en sí
mismas; en otros términos, estas son valores objetivos, los que según su filosofía no
existen. Él ya ha hecho el salto al piso de arriba. La opción de la Mentira Noble afirma lo
que niega y así se refuta a sí misma.
El Éxito del Cristianismo Biblico
Pero si el ateísmo falla a este respecto, ¿que pasa con el Cristianismo bíblico? Según la
cosmovisión cristiana, Dios sí existe, y la vida de hombre no acaba a la tumba. En el cuerpo
de resurrección el ser humano puede disfrutar de vida eterna y comunión con Dios. El
Cristianismo bíblico por lo tanto provee de las dos condiciones necesarias para una vida
significativa, valiosa, y con propósito para el hombre: Dios e inmortalidad. Debido a esto,
podemos vivir de forma consistente y feliz. Así, el Cristianismo bíblico tiene éxito
precisamente donde el ateísmo colapsa.
Conclusión
Ahora, quiero dejar claro que no he mostrado aún que el Cristianismo bíblico sea verdad.
Pero lo que he hecho es exponer claramente las alternativas. Si Dios no existe, la vida es
fútil. Si el Dios de la Biblia existe, entonces la vida es significativa. Sólo la segunda de estas
dos alternativas nos permite vivir de forma feliz y consistente. Por consiguiente, me
parece que aun cuando la evidencia para estas dos opciones sea completamente igual, una
persona racional debería escoger el Cristianismo bíblico. Me parece positivamente
irracional preferir la muerte, la futileza, y la destrucción a la vida, el significado y la
felicidad. Como dijo Pascal, no tenemos nada que perder y el infinito que ganar.
Referencias
[1] Kai Nielsen, "Why Should I Be Moral?" American Philosophical Quarterly 21 (1984): 90.
[2] Richard Taylor, Ethics, Faith, and Reason (Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall, 1985), 90,
84.
[3] H.G. Wells, The Time Machine (New York: Berkeley, 1957), chap. 11.
[4] W.E. Hocking, Types of Philosophy (New York: Scribner's, 1959), 27
[5] Friedrich Nietzsche, "The Gay Science," in The Portable Nietzsche, ed. and trans. W.
Kaufmann (New York: Viking, 1954), 95.
[6] Bertrand Russell, "A Free Man's Worship," in Why I Am Not a Christian, ed. P. Edwards
(New York: Simon & Schuster, 1957), 107.
[7] Bertrand Russell, Letter to the Observer, 6 October, 1957.
[8] Jean Paul Sartre, "Portrait of the Antisemite," in Existentialism from Dostoyevsky to
Satre, rev. ed., ed. Walter Kaufmann (New York: New Meridian Library, 1975), p. 330.
[9] Richard Wurmbrand, Tortured for Christ (London: Hodder & Stoughton, 1967), 34.
[10] Ernst Bloch, Das Prinzip Hoffnung, 2d ed., 2 vols. (Frankfurt am Main: Suhrkamp
Verlag, 1959), 2:360-1.
[11] Loyal D. Rue, "The Saving Grace of Noble Lies," address to the American Academy for
the Advancement of Science, February, 1991.