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LOS INGRESOS PÚBLICOS

Clasificación de los ingresos públicos.


Los ingresos tributarios y precios públicos.

Asignatura: Economía Pública


Grado de Ciencia Política y Gestión Pública - Modalidad online
Alumno: Fernando Rodríguez Revuelta
Los ingresos públicos Economía Pública

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN ................................................................................................................. 3
2. LOS INGRESOS PÚBLICOS: Concepto y clasificaciones .................................................. 3
2.1. Criterios para clasificar los ingresos públicos ............................................................ 4
2.2. Clasificación de los ingresos públicos ....................................................................... 7
3. LOS INGRESOS TRIBUTARIOS: Concepto y clases ......................................................... 8
3.1. Elementos básicos de los tributos ............................................................................ 10
3.2. Tasas ........................................................................................................................ 13
3.3. Contribuciones especiales ........................................................................................ 17
3.4. Impuestos ................................................................................................................. 20
4. PRECIOS PÚBLICOS ......................................................................................................... 23
5. SISTEMA FISCAL ESPAÑOL ........................................................................................... 26
6. CONCLUSIONES ............................................................................................................... 26
7. BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................. 27

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1. INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como objetivo principal analizar con profundidad la tipología de los
distintos ingresos públicos en el ordenamiento fiscal español, incidiendo de manera especial
en los recursos denominados tradicionalmente ordinarios, es decir, en los ingresos tributarios
(tasas, contribuciones especiales e impuestos) y en los precios públicos. Después de
conceptualizar los ingresos públicos, estableceremos los diferentes criterios que se han
utilizado para su clasificación, para posteriormente describir las características y elementos
básicos que configuran los ingresos ordinarios. De esta forma, profundizaremos los
contenidos expuestos en los epígrafes 8.1 y 8.2 de los apuntes correspondientes a la Unidad 8.

2. LOS INGRESOS PÚBLICOS: Concepto y clasificaciones

Cuando hablamos de ingresos públicos nos referimos al dinero que percibe el Estado y demás
entes que conforman la Administración Pública, en todos sus niveles territoriales y/o
funcionales, con el objeto fundamental de financiar todos los gastos públicos. De ello, por
tanto, se deduce que no pueden considerarse ingresos públicos las prestaciones en especie o
prestaciones personales, como pudiera ser, en su caso, un servicio militar, y tampoco aquellos
bienes que el Estado adquiere mediante el ejercicio de la expropiación forzosa1. Igualmente,
la definición de ingreso público hace mención al Estado (léase, en su amplitud máxima, ente
público) como la “persona” que percibe el ingreso, independientemente de que su actuación
sté regulada por normativa de Derecho Público, como sucede para los ingresos tributarios, o
por normas de Derecho Privado, como en el caso de los ingresos obtenidos por la enajenación
de ciertas propiedades patrimoniales del Estado, que también se consideran ingresos públicos.
Por último, de la citada definición de ingreso público, se puede extraer que la finalidad del
mismo es la financiación de los diferentes gastos públicos. Por ello, otros ingresos
monetarios, como las multas o sanciones, aunque son usados también para financiar diferentes
gastos del sector público, no son considerados ingresos públicos, en tanto en cuanto su
finalidad última no es la financiación del aparato administrativo del Estado sino reprimir y/o
corregir ciertos comportamientos contrarios al ordenamiento jurídico. Y por último, no
pueden considerarse ingresos públicos aquellas cantidades monetarias que, aunque obren en

1
Nuestra Carta Magna abre la posibilidad de que el Estado pueda, por causa justificada en la que prime el interés
social, expropiar bienes de particulares. Conforme a su artículo 33.3 CE, “nadie podrá ser privado de sus bienes
y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente
indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las leyes”.

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poder del Estado, no pueda disponer de ellas al no poseer el título jurídico que le permita su
plena disponibilidad, como sucede en el caso de las fianzas o depósitos (Romero, 2014).

2.1. Criterios para clasificar los ingresos públicos

A lo largo de la historia diversos teóricos y hacendistas han propuesto distintas taxonomías o


criterios para delimitar y clasificar los diferentes tipos de ingresos públicos. Adam Smith2 los
divide en ingresos originarios, entendidos como aquellos que el Estado obtiene con los
mismos medios que los que pudiera utilizar un particular; mientras que los ingresos
derivados son aquellos obtenidos por el Sector Público utilizando su poder (prerrogativa) de
coacción (Navarro y Paniagua, 2016).

Por otro lado, Seligman 3 desarrolla la clasificación propuesta por Smith y divide en tres
grandes categorías los ingresos públicos, a saber: Ingresos gratuitos, ingresos contractuales
e ingresos coactivos. Los primeros se derivan de cesiones al Sector Público realizadas por los
particulares de forma voluntaria. Los ingresos contractuales son los que percibe el Estado al
prestar un servicio o actividad dirigida a los particulares, es decir, son ingresos que financian
(en parte o en su totalidad) una actividad o servicio realizado por la Administración, siendo
esta actividad o servicio de solicitud voluntaria para los particulares, quienes recibirán un
beneficio individual y divisible por su uso o consumo. Para ello, el Sector Público establece el
precio del bien o servicio correspondiente. Dicho precio, a su vez, se puede clasificar,
dependiendo de su relación con el coste medio de producción del servicio, bien o actividad,
en precios privados, cuasiprivados, públicos o políticos4. Y por último, los ingresos coactivos

2
Adam Smith fue un economista y filósofo escocés (1723-1790), considerado uno de los principales autores de
lo que se denomina economía clásica y liberalismo económico. Su obra más importante, “Investigación sobre la
naturaleza y causas de las riqueza de las naciones”, publicada en 1779 es considerada como la base de la doctrina
económica liberal. En dicha obra, defiende el sistema capitalista en su forma más liberal; partiendo de que la
economía se desarrolla gracias al interés personal de los individuos, la mano invisible del mercado será la quien
regule el reparto de las riquezas entre los diferentes sujetos de la sociedad. [https://redhistoria.com/biografia-de-
adam-smith-padre-del-liberalismo-economico/]
3
Edwin Robert Anderson Seligman fue un economista estadounidense (1861-1939) cuyos trabajos más
influyentes fueron dedicados al papel de la tributación en el sistema económico. Integrante de numerosas
comisiones de impuestos del Estado de Nueva York, sus aportaciones teóricas se enfocaron principalmente a la
cuestión de los sistemas tributarios progresivos, así como a las consecuencias de la carga impositiva sobre la
producción. [https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/seligman.htm]
4
Los precios privados son fijados por el Sector Público con arreglo a las reglas del mercado, es decir, buscando
maximizar los beneficios. En los precios cuasiprivados, estos tienen apariencia de privados pero se han

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son los ingresos derivados smithianos, subdividiéndose, a su vez, en ingresos coactivos


derivados del dominio del Estado sobre los bienes de los particulares (como en el caso de las
expropiaciones), los ingresos derivados del poder penal del Estado (multas y sanciones
económicas) y los ingresos derivados del poder fiscal del Estado, conformados por los
ingresos tributarios (tasas, impuestos y contribuciones especiales) y cuyo objetivo es financiar
los gastos públicos (Navarro y Paniagua, 2016).

Finalmente, Neumark 5 clasifica los ingresos públicos en función de la fuente de donde


proceden, dividiéndolos en aquellos derivados de la economía pública, de la economía
privada y los procedentes de la revalorización de activos. Los primeros tienen su origen en
transferencias recibidas de corporaciones o instituciones de una misma economía pública, de
empresas de carácter público o del exterior. Los de economía privada se subdividen, a su vez,
en aquellos obtenidos en base al principio de contraprestación, los derivados del principio de
soberanía, donde se incluyen los impuestos, contribuciones especiales, tasas, expropiaciones o
multas y los procedentes de la deuda pública forzosa, es decir, los derivados de la acuñación
de moneda. Los última clase de ingresos proceden, debido a una posible política inflacionista
impulsada por el Estado, del aumento de valor los ingresos o de la pérdida de valor de las
posibles deudas estatales (Navarro y Paniagua, 2016).

Tal y como hemos visto en los párrafos precedentes, los hacendistas han ido proponiendo
diferentes clasificaciones de los ingresos públicos. Tres son los criterios básicos en los que se
han apoyado a la hora de definir los ingresos entre ordinarios y extraordinarios: Periodicidad,
finalidad y procedencia. Según el criterio de periodicidad, son ingresos ordinarios los que
recibe el Estado de forma periódica, mientras que los extraordinarios pasan a formar parte del
tesoro estatal en circunstancias especiales, es decir, eventualmente. Dicho criterio, por otro
lado, resulta controvertido, en tanto en cuanto algunos ingresos ordinarios, como las
contribuciones especiales, que no se ingresan de manera periódica, no encajarían con esta
definición (Bustos, 2017) y (Romero, 2014). Dependiendo de la finalidad de los ingresos, los

determinado considerando los posibles beneficios sociales del bien correspondiente. En cambio, el precio
público es aquel que cubre el coste medio de la producción del bien o servicio, careciendo, por tanto, de fines de
tipo lucrativo. Y por último los precios políticos se establecen para incrementar el consumo de determinados
bienes y servicios, siendo inferiores al coste medio de la producción y, por tanto, originando pérdidas al Sector
Público (Navarro y Paniagua, 2016).
5
Fritz Neumark fue un economista alemán (1900-1991), asesor político en materia económica y destacado
autor de obras relativas al papel de los impuestos en la economía. Dichas obras se engloban dentro al ámbito
económico de Turquía. [http://www.larramendi.es/es/consulta_aut/registro.do?control=FILA20180003288]

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ordinarios son los obtenidos para la financiación de los gastos corrientes del Estado, mientras
que la finalidad de los ingresos extraordinarios será la financiación de las inversiones públicas
(Bustos, 2017). Por último, dependiendo de la procedencia, los ingresos ordinarios son los
obtenidos de la renta de los individuos, como puede ser cualquier impuesto, mientras que los
ingresos extraordinarios tienen su origen en el patrimonio del sujeto, como sucede con la
emisión de deuda pública en la que los ciudadanos “usan” sus ahorros para aumentar los
ingresos del sector público. Este criterio crea confusión, pues si la adquisición de la deuda
pública se realiza con la renta del individuo nos hallaríamos ante un ingreso ordinario
(Bustos, 2017).

Además de los citados criterios de clasificación, se pueden establecer otras perspectivas para
elaborar una clasificación que pudiera satisfacer al mayor número de hacendistas. De esta
forma, dependiendo de la necesidad de autorización parlamentaria para autorizar la ejecución
de los ingresos, los ordinarios son aquellos para los que no se precisa una autorización, de
manera expresa y en forma de ley de presupuestos, del Parlamento correspondiente. Mientas
que los extraordinarios, sí requieren de la autorización previa del poder legislativo para su
ejecución, quien, para la emisión de deuda pública, debe establecer el límite máximo de
endeudamiento que el gobierno no puede superar (Bustos, 2017).

Otra perspectiva es la que considera que los ingresos extraordinarios son aquellos que
disminuyen el patrimonio neto del sector público, como sucede cuando el Estado emite deuda
público o acuña nueva moneda, pues se está aumentando el pasivo cuyo pago deberá afrontar
en el futuro; o al privatizar una empresa pública, que conlleva una inmediata disminución del
activo perteneciente al sector público. Mientras que los ingresos ordinarios no originan
ningún cambio, en primera instancia, sobre el patrimonio del Estado (Bustos, 2017).

Otro criterio clasificatorio es aquel que divide los ingresos según el tipo de normas jurídicas
que los regula. De esta forma, distinguimos entre ingresos públicos regulados o sometidos a
normas de Derecho público, en los que la Administración puede ejercer las prerrogativas y
poderes de los que goza por el hecho de su personalidad, como la presunción de legalidad de
los actos administrativos o ejecutoriedad de estos; e ingresos públicos regulados, en su núcleo
esencial, por la normativa del Derecho privado, primando, por tanto, fundamentos reguladores
de relaciones entre iguales. No obstante lo anterior, para los ingresos sometidos al Derecho
privado, una vez se hayan obtenido conforme a las reglas recogidas en ese ámbito jurídico, su
gestión y ejecución estará sometida al Derecho público (Romero, 2014).

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Finalmente, algunos autores han diferenciado los ingresos públicos según su presencia o no en
los presupuestos, distinguiendo entre ingresos presupuestarios y extrapresupuestarios. El
inconveniente claro de esta clasificación es que es contraria al principio de universalidad del
presupuesto, por el cual todos los ingresos y gastos deben estar incluidos en los presupuestos
generales y el principio de unidad, que exige la existencia de un único presupuesto, por lo que
esta división parece contraproducente (Romero, 2014).

2.2. Clasificación de los ingresos públicos

A la vista de los distintos criterios expuestos en el apartado anterior, generalmente se


clasifican los ingresos públicos de la siguiente forma:

Tabla 1. Clasificación de los ingresos públicos


Ingresos ordinarios Ingresos extraordinarios
Ingresos tributarios
Ingresos patrimoniales
Precios públicos Tasas Emisiones de deuda
Contribuciones especiales Acuñación de moneda
Impuestos

Fuente: Elaboración propia a partir de Bustos (2017)

A los ingresos ordinarios, conformados por los ingresos procedentes de precios públicos y por
los de carácter tributario, les dedicaremos el apartado 3 y 4 del presente trabajo. En cuanto a
los ingresos extraordinarios, a modo síntesis, podemos indicar lo siguiente:

1. Ingresos patrimoniales: Son los ingresos derivados de la explotación y/o enajenación


de aquellos bienes que conforman el patrimonio de las entidades públicas. Este
patrimonio lo constituyen los bienes de dominio o uso público y aquellos que integran
el patrimonio privado de los entes públicos. Los ingresos patrimoniales pueden
proceder de los rendimientos de los bienes patrimoniales (por su venta o
arrendamiento) o de la participación, de forma directa o indirecta, del sector público
en el desarrollo de una actividad empresarial (Romero, 2014).
2. Emisiones de deuda: Los ingresos procedentes de la emisión de deuda pública son
aquellos efectuados, de manera voluntaria, por terceras personas en las arcas de los
entes públicos, a cambio de la obligación de estos de devolver el capital cedido, más
los intereses que, en su caso, hayan sido pactados previamente. Básicamente,

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constituyen un préstamo que los particulares realizan a favor del Estado a cambio de
unas retribuciones en forma de intereses sobre el capital cedido. En España, el Tesoro
Público (http://www.tesoro.es/deuda-publica), adscrito al Ministerio de Economía y
Empresa, es el órgano encargado de las subastas periódicas de deuda pública que el
Estado efectúa (Romero, 2014). Aunque la emisión de deuda puede significar un
ingreso importante cuando los intereses ofrecidos son relativamente atractivos, los
actuales intereses negativos hacen que los inversores se alejen de este tipo de
productos financieros6.
3. Acuñación de moneda o señoreaje: Este tipo de ingreso extraordinario procede de la
emisión de dinero. No obstante, esta práctica puede producir inflación, lo que afectaría
a los equilibrios económicos de la sociedad (balanza de pagos, reducción del consumo
ante la subida de precios, desempleo, incremento de la presión fiscal…), pero también
a la cantidad recaudada por el Estado en forma de impuestos (Bustos, 2017).

3. LOS INGRESOS TRIBUTARIOS: Concepto y clases

El artículo 2.1 de la Ley 58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria (LGT7), define los
tributos como “los ingresos públicos que consisten en prestaciones pecuniarias exigidas por
una Administración Pública como consecuencia de la realización del supuesto de hecho al que
la ley vincula el deber de contribuir, con el fin primordial de obtener los ingresos necesarios
para el sostenimiento de los gastos públicos. Los tributos, además de ser medios para obtener
los recursos necesarios para el sostenimiento de los gastos públicos, podrán servir como
instrumentos de la política económica general y atender a la realización de los principios y
fines contenidos en la Constitución”.

De la definición anterior, podemos deducir que los tributos se caracterizan por establecer un
vínculo jurídico obligacional entre el ente público y el sujeto pasivo. No obstante, dicha
obligación no surge por el acuerdo voluntario entre ambas partes, sino que viene derivada por
la normativa legal, es decir, es la ley quien “fija que realizados los hechos que ella contempla
6
Puede leerse este interesante artículo sobre los tipos negativos de las Letras del Tesoro: “Los últimos 9
millones de euros: los tipos negativos expulsan a los españoles de las letras del Tesoro”, en
[https://www.invertia.com/es/noticias/renta-fija/20190721/los-ultimos-9-millones-de-euros-los-tipos-negativos-
expulsan-a-los-espanoles-de-las-letras-282677]
7
La LGT es la norma que contiene los principios generales y esenciales, comunes a todos los tributos, además de
determinar los distintos procedimientos para su establecimiento, control y recaudación, además de regular las
relaciones entre los contribuyentes y los entes públicos tributarios (Rueda, 2012).

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de forma abstracta, surja esa obligación de dar” (Collado y Luchena, 2013:233). Igualmente,
los tributos tienen carácter pecuniario, es decir, se ejecutan con el pago del sujeto pasivo de
una cantidad determinada de dinero; se fundamentan, por tanto, en la obligatoriedad de
entregar una cantidad monetaria a una Administración Pública, aunque las deudas tributarias
también pueden saldarse, conforme al artículo 60 LGT, mediante otros medios (efectos
timbrados o especie) cuando así se disponga reglamentariamente. Asimismo, la capacidad
económica de los individuos será el criterio validador de los tributos. Por último, la finalidad
de estos es, principalmente, atender las necesidades económicas y financieras del sector
público, sin perjuicio de que puedan también servir de instrumentos de la política económica
general (Romero, 2014) y (Collado y Luchena, 2013).

Podemos definir el tributo, tal y como se ha venido haciendo tradicionalmente, como “la
obligación de realizar una prestación pecuniaria a favor de un ente público para subvenir a las
necesidades de este, que la ley hace nacer directamente por la realización de ciertos hechos
que la misma establece” (Sainz, 1962:156).

La reserva de ley es otra de las características de los tributos, ya que, tal y como recoge la
Constitución Española (CE) en su artículo 31.3, “solo podrán establecerse prestaciones
personales o patrimoniales de carácter público con arreglo a la ley”. De esta forma, el
establecimiento de los tributos, que son prestaciones patrimoniales de carácter público, queda
reservado a la ley, únicamente pueden establecerse con arreglo a esta y, en todo caso,
respetando el principio de capacidad económica (García, 2012).

Una clasificación de los tributos es la que distingue entre tributos fiscales y parafiscales.
Estos últimos se caracterizan, primeramente, por no estar recogidos en el presupuesto del ente
público que es titular de dichas obligaciones y, en segundo lugar, por su afectación a gastos
concretos y predeterminados por el citado ente que recibe dichos ingresos. Teniendo en
cuenta que la no presupuestación queda implícitamente prohibida para el sector estatal8 y que
la afectación parece contraproducente, pues la decisión de acometer un gasto no pude estar
condicionada a la obtención de recursos para afrontar dicho gasto, la clasificación de ingresos
tributarios recogida en el artículo 2.2. LGT se considera más relevante (Menéndez, 2019).

8
Según el artículo 134.2 CE, los Presupuestos Generales del Estado “incluirán la totalidad de los gastos e
ingresos del sector público estatal”, lo que obliga presupuestar todos los ingresos que correspondan al Estado.
No obstante, otra cuestión sería para el caso de los presupuestos de las Comunidades Autónomos o de las
Entidades que conforman la Administración Local.

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Dicho artículo clasifica los tributos en tasas, contribuciones especiales e impuestos, cuyas
características fundamentales devienen del grado de contraprestación asociado al ingreso o el
beneficio obtenido por el sujeto pasivo.

3.1. Elementos básicos de los tributos

Son elementos básicos de los tributos el hecho imponible, el sujeto pasivo, la base imponible,
la base liquidable, los tipos de gravamen, la cuota íntegra, la cuota líquida y la deuda
tributaria (Bustos, 2011).

1. Hecho imponible: Conforme a lo establecido en el artículo 20 LGT, el hecho


imponible viene establecido por “el presupuesto fijado por la ley para configurar cada
tributo y cuya realización origina el nacimiento de la obligación tributaria principal”.
Es decir, es el acto o la circunstancia, que puede ser tanto de naturaleza económica
como jurídica, que la ley establece y cuya realización lleva aparejada el nacimiento de
la obligación tributaria respectiva (Navarro y Paniagua, 2016). Tomando como
ejemplo la “tasa por la utilización privativa y aprovechamientos especiales
constituidos en el suelo, subsuelo o vuelo de la vía pública a favor de empresas
explotadoras de servicios de suministros” del Ayuntamiento de Burgos, regulada por
la Ordenanza Fiscal número 2229, según su artículo 2, el hecho o circunstancia que
provoca el origen de la tasa es “la utilización privativa o el aprovechamiento especial
constituido en el suelo, subsuelo o vuelo de las vías públicas municipales, por
Empresas Explotadoras de Servicios de Suministros que resulten de interés general o
afecten a la generalidad o a una parte importante del vecindario”.
2. Sujeto pasivo: El artículo 36.1 LGT establece que el sujeto pasivo es “el obligado
tributario que, según la ley, debe cumplir la obligación tributaria principal, así como
las obligaciones formales inherentes a la misma, sea como contribuyente o como
sustituto el mismo”. Es decir, es la persona natural o jurídica obligada legalmente a
cumplir una obligación de carácter tributario, diferenciándose entre sujeto pasivo
jurídico (el que debe realizar la prestación tributaria) y el sujeto pasivo económico,
quien es el que “soporta realmente la carga económica del tributo” (Navarro y
Paniagua, 2016:10). Asimismo, cabe distinguir también entre el contribuyente, a quien
se le impone la carga tributaria correspondiente por el hecho de ser el titular de la

9
Puede consultarse el texto de dicha Ordenanza en http://www.aytoburgos.es/normativa/ordenanza-numero-222-
ordenanza-reguladora-de-la-tasa-por-utilizacion-privativa-o-aprovechamientos-es

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obligación y el sustituto del contribuyente, persona natural o jurídica que, en


determinados casos tasados, asume la obligación en sustitución del titular de esta
(Navarro y Paniagua, 2016). En su caso, según el artículo 36.3 LGT, “el sustituto
podrá exigir del contribuyente el importe de las obligaciones tributarias satisfechas,
salvo que la ley señale otra cosa”. En el supuesto, tal y como se recoge en el artículo
35.7 LGT, de que concurran varios obligados tributarios en el mismo presupuesto de
una obligación, estos responderán a ella de manera solidaria, salvo que por una ley se
disponga otra cosa (Colao, 2015). En nuestro ejemplo de tasa y conforme a lo indicado
en el artículo 3 de la citada Ordenanza número 222, los sujetos pasivos son las
empresas explotadoras de los suministros objeto de la tasa, siempre y cuando sean
titulares de las correspondientes redes a través de las cuales se efectúen los
suministros, excluyendo los servicios de telefonía móvil.
3. Base imponible: Tal y como se recoge en el artículo 50.1 LGT, “la base imponible es
la magnitud dineraria o de otra naturaleza que resulta de la medición o valoración del
hecho imponible”. Es decir, es la cuantificación del hecho imponible con el fin de
poder calcular la cuantía de la obligación tributaria correspondiente. Dicha
cuantificación suele realizarse en términos monetarios o dinerarios, aunque también,
en algunos supuestos, puede expresarse en unidades físicas, como en el caso de metros
de cableado, litros de carburante…etc. Según el artículo 50.2 LGT, para determinar la
base imponible pueden utilizarse la estimación directa (artículo 51 LGT), la objetiva
(artículo 52 LGT) o la estimación indirecta (artículo 53 LGT). Con carácter general se
utilizará el método de estimación directa, aunque la ley puede establecer los supuestos
en los que sea aplicable la estimación objetiva. En todo caso, la estimación indirecta
tendrá carácter subsidiario. En el ejemplo que estamos observando, el artículo 5.1 de
la referida Ordenanza, “la base estará constituida por los ingresos brutos procedentes
de la facturación que obtengan anualmente, en el término municipal de Burgos, las
Empresas a que se refiere el artículo 3”.
4. Base liquidable: Según el artículo 54 LGT, “la base liquidable es la magnitud
resultante de practicar, en su caso, en la base imponible, las reducciones establecidas
en la ley”. Es decir, es el resultado de de sustraer a la base imponible las reducciones
que la legislación pudiera establecer (Navarro y Paniagua, 2016) y (Colao, 2015). En
nuestro ejemplo, al no contemplarse ningún tipo de reducción, la base liquidable se
corresponde con la base imponible.
5. Tipo de gravamen: Es la cuantía o proporción, generalmente expresada en tanto por
ciento, que se aplica sobre la base liquidable para calcular la cuota íntegra del tributo

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correspondiente (Navarro y Paniagua, 2016). Tal y como se recoge en el artículo 55.2


LGT, los tipos de gravamen o tipos impositivos pueden ser específicos, cuando el
tributo se calcula en base a unidades o conjunto de unidades, o porcentuales, cuando
se calcula aplicando un porcentaje sobre las bases monetarias del hecho imputable. A
su vez, los tipos impositivos pueden ser proporcionales o progresivos; los primeros se
mantienen inalterados e independientes de la base imponible correspondiente,
mientras que los segundos se incrementan cuando la base imponible aumenta. En su
caso, cuando el tipo de gravamen es progresivo, nos podemos encontrar con una
progresividad continua (cuando se aplica un único tipo a toda la base imponible, una
vez se haya definido esta) y por escalones (cuando se aplica un tipo a cada escalón de
la base, una vez se haya definido esta) (Colao, 2015). Asimismo, el artículo 55.3 LGT
establece que pueden aplicarse tipos cero, así como tipos reducidos o bonificados. En
el caso de nuestro ejemplo, tal y como se expresa en el artículo 6 de la Ordenanza
número 222, el tipo impositivo es del 1,5%.
6. Cuota íntegra y cuota líquida: La cuota íntegra, según el artículo 56.1 LGT, se
calcula aplicando el tipo de gravamen a la base liquidable o, en su caso, será una
cantidad fija establecida al efecto en la normativa reguladora del tributo. Por otro lado,
conforme a lo indicado en los apartados 5 y 6 del artículo 56 LGT, la cuota líquida
“será el resultado de aplicar sobre la cuota íntegra las deducciones, bonificaciones,
adiciones o coeficientes previstos, en su caso, en la ley de cada tributo”, mientras que
la cuota diferencial “será el resultado de minorar la cuota líquida en el importe de las
deducciones, pagos fraccionados, retenciones, ingresos a cuenta y cuotas, conforme a
la normativa de cada tributo”. Esta última cuota puede ser positiva, debiendo el sujeto
pasivo abonar dicha cantidad, cero, o negativa, en cuyo caso tendrá derecho a la
devolución correspondiente (Colao, 2015). En el ejemplo que estamos analizando, la
cuota íntegra se calcula multiplicando 1,5% a la base imponible, coincidiendo con la
cuota líquida, ya que la Ordenanza número 222 no prevé bonificaciones o reducciones.
7. Deuda tributaria: El artículo 58 LGT establece los elementos que componen la
deuda tributaria, a saber: “la cuota o cantidad a ingresar que resulte de la obligación
tributaria principal o de las obligaciones de realizar pagos a cuenta”, además de, en su
caso, “el interés de demora, los recargos por declaración extemporánea, los recargos
del período ejecutivo y los recargos exigibles sobre las bases o las cuotas, a favor del
Tesoro o de otros entes públicos”. De esta forma, la deuda tributaria es el resultado de
aumentar la cuota diferencial con los intereses de demora, recargos o sanciones que,
en su caso, pudieran corresponder (Navarro y Paniagua, 2016). Cabe indicar que los

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intereses de demora tienen como finalidad compensar al ente público por el retraso en
el pago en el que pudiera incurrir el sujeto pasivo; los recargos por declaración
extemporánea tienen el objetivo de incentivar el cumplimiento de la obligación, pues
cuando el sujeto pasivo presenta una liquidación con retraso, pero de manera
voluntaria, la ley establece unos recargos que no constituyen sanciones tributarias; los
recargos en período ejecutivo son los establecidos normativamente cuando la
obligación pasa a reclamarse en vía ejecutiva (no voluntaria por parte del sujeto
pasivo); por último, los recargos exigibles sobre las bases o las cuotas, a favor del
Tesoro o de otros entes públicos son figuras tributarias que establecen la cuota
tributaria correspondiente en base al esquema del tributo legalmente configurado
(Colao, 2015).

Esquema nº 1: Elementos básicos del tributo.


Cuota líquida Deuda
Base imponible Base liquidable Cuota íntegra Cuota íntegra tributaria
Hecho
imponible Cuantificación del Base imponible Base liquidable por tipo más recargos y Cuota líquida
hecho imponible menos reducciones gravamen menos más recargos e
deducciones intereses

Fuente: Elaboración propia a partir de la Ley General Tributaria

3.2. Tasas

Tanto el apartado a) del artículo 2.2. LGT, como el artículo 6 de la Ley 8/1989, de 13 de abril,
de Tasas y Precios Públicos (LTPP), definen las tasas como “los tributos cuyo hecho
imponible consiste en la utilización privativa o el aprovechamiento especial del dominio
público, la prestación de servicios o la realización de actividades en régimen de derecho
público que se refieran, afecten o beneficien de modo particular al obligado tributario, cuando
los servicios o actividades no sean de solicitud o recepción voluntaria para los obligados
tributarios o no se presten o realicen por el sector privado”. De esta definición se deduce, en
primer lugar, que las tasas se cobran por un servicio o actividad administrativa que se realiza
en contraprestación al pago de aquellas, es decir, las tasas se destinan a una actuación
administrativa beneficiosa (de manera inmediata) para el sujeto pasivo, lo que le diferencia de
los impuestos, pues estos se destinan al gasto público en general (García, 2012).

También podemos extraer de lo indicado en el citado artículo que existen dos tipos de hecho
imponible, a saber: la utilización privativa o aprovechamiento especial del dominio público,
como puede ser la tasa por la instalación de un vado, donde se utiliza de forma especial una

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parte del dominio público limitando el uso general por parte de otros individuos (García,
2012); y la prestación de servicios o realización de actividades, con las características
indicadas en dicho artículo, como sucede, por ejemplo, en el abono de tasas por la expedición,
por parte de una Administración Pública, de documentos administrativos. Este tipo de
actividades o servicios tendrán que ser, por otro lado, susceptibles de individualización, no
pudiéndose exigir el pago de una tasa en el caso de que los servicios o actividades objeto de
aquella redunden en un beneficio común (Romero, 2014).

Igualmente, otra característica para que pueda establecerse una tasa es que la solicitud o
recepción del servicio público o de la actividad administrativa que conforman el hecho
imponible sea de carácter voluntario. Para ello, se considerará que la solicitud o recepción de
dicha actividad no es voluntaria cuando venga impuesta por la normativa legal (ley o
reglamento), como en el caso de las tasas por la renovación del carnet de conducir, o cuando
dichos servicios o actividades sean imprescindibles para la vida privada o social del sujeto
pasivo (Menéndez, 2019), como sucede con una tasa de recogida de basuras. En este tipo de
actividades, no podría hablarse de voluntariedad cuando los servicios prestados por la
Administración “responden a una necesidad que, de acuerdo con el grado de desarrollo social,
pueda clasificarse de esencial” (Collado y Luchena, 2013:242), lo que lleva a un debate más
profundo sobre las funciones y competencias que, en relación a la vida de las personas, deben
realizar las distintas Administraciones, al no existir ninguna disposición que determine cuáles
son los servicios que han de considerarse imprescindibles para la vida privada o social de los
individuos (García, 2012).

La no susceptibilidad de prestación del servicio por el sector privado es otra de las posibles
características que definen los tributos. Es decir, podrá establecerse una tasa cuando los
servicios o actividades sean prestados por el sector público (en régimen de Derecho Público),
de forma exclusiva, sin competencia alguna ni concurrencia privada. Esta condición, tal y
como ha establecido la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, ocurre cuando se da “una
posición de monopolio por parte del sector público, ya sea monopolio de hecho o de derecho”
(STC 185/1995), como podría suceder en el caso de la imposición de una tasa para un servicio
de guardería ofrecido por un Ayuntamiento cuando no exista otra servicio similar, de carácter
privado, en el mismo término municipal (García, 2012) y (Menéndez, 2019). Ello no impide,
no obstante, que el servicio o actividad sea prestado por concesionarios o sociedades, de las
distintas formas previstas por la legislación administrativa, siempre cuando se lleve a cabo en
régimen de Derecho Público (García, 2012).

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Los ingresos públicos Economía Pública

Por lo tanto, para estar ante la presencia de una tasa en relación a actividades y servicios, ha
de cumplirse cualquiera de los dos requisitos expuestos anteriormente, es decir, la no
voluntariedad y la prestación de dichos servicios por parte del sector público, pudiendo existir
servicios o actividades en los que se den ambos condicionantes, aunque solo es necesario que
se dé uno de ellos para calificar el ingreso como una tasa (García, 2012).

En cuanto a la clasificación de las tasas, estas pueden dividirse según sea la Administración
que las impone. Cabe distinguir, por tanto, entre tasas del Estado, de las Comunidades
Autónomas y las de las Corporaciones Locales. Las primeras vienen reguladas por la LTPP,
las relativas a las autonomías se regulan en la Ley Orgánica 8/1980, de 22 de septiembre, de
Financiación de las Comunidades Autónomas (LOFCA), mientras que las tasas dentro del
ámbito local se ordenan en los artículos 20 al 27 de Real Decreto Legislativo 2/2004, de 5 de
marzo, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley Reguladora de las Haciendas
Locales (TRLRHL) (Menéndez, 2019).

En relación a lo anterior, el artículo 13 LTTP contiene una serie de actividades o servicios por
los que Estado, una vez se cumplan los presupuestos anteriormente descritos, podrá establecer
tasas por su prestación, como son, entre otros, los servicios sanitarios, servicios académicos o
expedición de certificados o documentos a instancia de parte. Por otro lado, el artículo 20.4
TRLRH también incluye un catálogo de servicios (que no sean de recepción voluntaria o no
los preste el sector privado) por los que las entidades locales pueden imponer una tasa, como
en el caso de servicio de guardería rural, otorgamiento de licencias de apertura de
establecimientos o cementerios locales. En el caso de las Comunidades Autónomas, la
LOFCA no incluye ningún catálogo de servicios o actividades susceptibles de gravarse
mediante tasa (García, 2012). No obstante, lo que sí queda claro para todos los ámbitos
administrativos es que la tasa tiene un carácter potestativo, es decir, aún dándose los
supuestos que pudieran conllevar la imposición de una tasa, el ente público no está obligado a
su establecimiento, siendo una potestad dentro de sus competencias (Menéndez, 2019).

En cuanto a los sujetos pasivos, en calidad de contribuyentes, y tal como establecen los
artículos 16 LTPP y 23 TRLRHL, serán las personas físicas o jurídicas (pero también
herencias yacentes, comunidades de bienes u otras entidades sin personalidad jurídica que
constituyan un patrimonio separado susceptible de imposición) “beneficiarias de la utilización
privativa o aprovechamiento especial del dominio público o a quienes afecten o beneficien,
personalmente o en sus bienes, los servicios o actividades públicos que constituyen su hecho

-15-
Los ingresos públicos Economía Pública

imponible”. Asimismo, dentro del ámbito local, el mismo artículo 23 TRLRH relaciona
quiénes tendrán la condición de sustitutos del contribuyente, como los constructores y
contratistas de obras en el caso de las tasas establecidas por el otorgamiento de licencias
urbanísticas; mientras que el artículo 17 LTPP señala quiénes pueden ser dichos sustitutos
para las tasas del sector estatal (García, 2012) y (Menéndez, 2019).

En cuanto a la cuantificación de las tasas, es decir, para determinar el importe de estas, hay
que distinguir entre las tasas por utilización privativa o aprovechamiento especial del dominio
público y la tasa por la prestación servicios o la realización de actividades. Para las primeras,
los criterios usados para fijar los importes de las tasas correspondientes son el valor del
mercado que tendría la utilización en el caso de que el bien fuese de dominio público (que se
aplicará con carácter general), en los procedimientos de contratación pública el criterio será el
valor económico de la proposición adjudicada y en el caso de las empresas de suministros, la
tasa vendrá fijada por el 1,5% de los ingresos públicos previstos.

Por otro lado, para fijar las tasas por la prestación de servicios se tendrá en cuenta los costes
directos e indirectos de dichos servicios o actividades, la amortización del inmovilizado y los
costes necesarios para responder a un desarrollo normal del servicio o actividad a prestar.
Asimismo, la fórmula para el cálculo de la cuota tributaria que puede utilizarse, una vez se
haya establecido de forma reglamentaria, será la de una cantidad fija establecida, la cuantía
resultante de la aplicación de una tarifa o, en su caso, la aplicación conjunta de ambos
métodos de cálculo (García, 2012).

Por último, señalar que las Administraciones pretenden con las tasas financiar y sostener los
servicios y actividades públicas, por lo que el coste real de estas deberá recaer sobre los
beneficiarios de las mismas. El principio de equivalencia, recogido en el artículo 7 LTPP, así
lo establece al afirmar que “las tasas tenderán a cubrir el coste del servicio o de la actividad
que constituya su hecho imponible”. No obstante lo anterior, al considerarse las tasas como
ingresos no afectados, en línea con lo establecido en el artículo 27.3 de la Ley 47/2003, de 26
de noviembre, General Presupuestaria, su cuantía no se destina de forma directa para la
financiación del servicio correspondiente, sino que se sumará al resto de ingresos públicos,
destinándose la cantidad que el ente público considere adecuada para el desarrollo y
funcionamiento normal de la actividad o servicio público correspondiente (Menéndez, 2019)
y (Romero, 2014).

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Los ingresos públicos Economía Pública

3.3. Contribuciones especiales

El artículo 2 LGT, en su apartado b), define las contribuciones especiales como “los tributos
cuyo hecho imponible consiste en la obtención por el obligado tributario de un beneficio o de
un aumento de valor de sus bienes como consecuencia de la realización de obras públicas o
del establecimiento o ampliación de servicios públicos”. En línea con esta definición,
Menéndez conceptualiza las contribuciones especiales de la siguiente forma: “Obligación
legal y pecuniaria establecida en favor de un ente público en régimen de derecho público,
cuyo deudor manifiesta una capacidad económica consistente en la obtención de un beneficio
o un aumento de valor de sus bienes como consecuencia de la realización de obras públicas o
del establecimiento o ampliación de servicios públicos” (Menéndez, 2019:RB-6.5).

Aunque las contribuciones especiales, también denominadas como contribuciones de mejora


(Navarro y Paniagua, 2016), pueden establecerse en el ámbito estatal, autonómico y local, es
en este último donde adquieren una mayor relevancia. Por ello, el TRLRHL, que regula el
régimen y funcionamiento de las Haciendas Locales, es la normativa más detallada que
podemos encontrar en relación a las contribuciones especiales, concretamente en sus artículos
28 al 37 (García, 2012), y en los que nos fijaremos para analizar este tipo de tributos10.

El hecho imponible de las contribuciones especiales viene condicionado, primeramente, por la


existencia de una actividad administrativa (en forma de obra pública o establecimiento a
ampliación de servicios públicos), como sucede cuando se construye un parque público o se
realiza el asfaltado de una calle. Esta circunstancia comporta una diferencia esencial entre las
contribuciones especiales y los impuestos, pues en el caso de estos últimos no es necesaria
una actividad determinada de la Administración, mientras que para las contribuciones
especiales sí constituye una condición necesaria (pero no suficiente). Asimismo, en relación a
las tasas, estas pueden ser exigibles por la prestación de un servicio público, mientras que las
contribuciones especiales se imponen por la ejecución o realización de una obra o por la
instalación o ampliación de un servicio público. La otra característica es que el hecho
imponible debe proporcionar un beneficio especial o aumento de valor de los bienes de los
sujetos pasivos cuando se instale o se amplíe un servicio público determinado o se realicen

10
Para ver un ejemplo de contribución especial, puede consultarse la Ordenanza Fiscal nº 201, del Ayuntamiento
de Córdoba, por la que se regula la Contribución Especial para la financiación de las inversiones municipales en
el servicio de extinción de incendios.
[https://sede.cordoba.es/images/pdf/ORFI/ORDENANZAS%20FISCALES%202017/O201-17.pdf]

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Los ingresos públicos Economía Pública

unas obras concretas. No obstante, dicha ventaja no puede ser abstracta, pues todas las obras o
servicios públicos benefician, de una u otra forma, directa o indirectamente, al conjunto de la
sociedad, sino que deberá ser individualizable, de manera objetiva y real, para los
contribuyentes que han de satisfacer la cuota de este tipo de contribuciones (Romero, 2014).
Tal y como el Tribunal Supremo ha indicado “el beneficio obtenido debe ser real, efectivo y
actual y no puede depender de circunstancias hipotéticas o aleatorias para que se materialice
en un futuro” (García, 2012:52).

De las definiciones anteriores se deduce que las contribuciones especiales son un tributo
afectado al correspondiente gasto para ejecutar la obra o para establecer o ampliar un servicio
público concreto. Es decir, las contribuciones especiales solo pueden ir destinadas a financiar
los gastos de la obra o servicio para los cuales se hubiesen exigido (García, 2012).
Igualmente, la capacidad económica, que va a fundamentar el cobro de la contribución,
deviene del beneficio o aumento de valor de los bienes de, en su caso, los obligados
tributarios, siempre que este beneficio sea como consecuencia directa de la realización de
obras o instalación de servicios públicos, realizados por la administración o ente público que
va a exigir el abono del citado tributo (Menéndez, 2019).

Asimismo, tal y como establece el artículo 22 TRLRHL, “las tasas por la prestación de
servicios no excluyen la exacción de contribuciones especiales por el establecimiento o
ampliación de aquéllos”; es decir, se puede dar compatibilidad entre tasas y contribuciones
especiales debido a que, aunque parezcan iguales, los hechos imponibles son distintos. Un
ejemplo de ello es el caso de que un Ayuntamiento exija a varios de los vecinos del municipio
el pago de una contribución especial con el objeto de ampliar el servicio de recogida de
basuras, siendo compatible con la exigencia de una tasa por la prestación del mismo servicio
de recogida. Verdaderamente, el hecho imponible de la primera es la ampliación de un
servicio mientras que el de la tasa es la prestación de dicho servicio (García, 2012).

En relación al cobro de las contribuciones especiales, estas se devengarán cuando las obras
hayan sido ejecutadas o cuando el servicio objeto de las mismas haya comenzado a prestarse.
En consecuencia, cabe diferenciar dos partes fundamentales en el establecimiento de las
contribuciones especiales, a saber: Primeramente, el órgano competente deberá aprobar la
contribución especial para financiar la obra o el servicio correspondiente; estamos pues, ante
el acuerdo de imposición y ordenación de la contribución, previamente a la ejecución de la
obra o al servicio prestado. Dicho acuerdo de imposición deberá contener el valor del coste

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Los ingresos públicos Economía Pública

previsto de las obras y servicios, la cantidad que ha de repartirse entre los beneficiarios o
sujetos pasivos, además de los criterios que se utilicen para el reparto. Posteriormente, cuando
ya se ha ejecutado la obra o se haya prestado el servicio, se produce el devengo del tributo.
Esta dualidad puede crear un problema en el caso de que el sujeto pasivo sea titular de un
inmueble que incrementa su valor por las obras acometidas y es gravado por la contribución
especial, cuando se produce un cambio de titularidad de dicho inmueble. En estas situaciones,
el acuerdo de imposición de la contribución establece como contribuyente al propietario del
inmueble en ese momento. Si dicho bien se transmite con posterioridad a la imposición de la
contribución, pero antes de la fecha del devengo, el nuevo propietario, al tiempo de devengo,
se convertirá en sujeto pasivo de la contribución. En esta caso, el primer propietario deberá
comunicar la transmisión al ente público titular de la imposición, en el plazo de un mes, a
contar desde la fecha en que la transferencia se produjo (García, 2012).

Aunque el devengo de las contribuciones especiales está relacionado con el momento en el


que se ejecuta la obra o comienza a prestarse el servicio correspondiente, la legislación actual
permite al ente público impositor la exigencia de pagos anticipados a los sujetos pasivos. En
este caso, una vez se haya aprobado el acuerdo de imposición y ordenación de la contribución,
el ente podrá recaudar las contribuciones especiales, pero respecto al coste previsto para el
ejercicio siguiente. Aunque la exigencia de pagos anticipados ha creado múltiples
controversias entre hacendistas y juristas, el Tribunal Constitucional ha declarado, tal y como
recoge la STC 233/1999, que dichos pagos anticipados no son inconstitucionales, siendo
comparables a los pagos a cuenta en el IRPF que tienen como objetivo básico el garantizar el
cobro efectivo de una cuantía futura (García, 2012).

En relación a la cuantificación de la contribución a nivel local, y conforme a lo establecido en


el artículo 31 TRLRHL, la base imponible tiene un límite máximo del 90% del coste que la
entidad debe soportar para llevar a cabo las obras de mejora o para establecer o ampliar el
servicio público objeto de la contribución. De esta forma, el 10% restante tendrá que ser
abonado o financiado por la Corporación respectiva, es decir, las entidades locales no pueden
financiar todo el coste de la obra o servicio con la cuantía a ingresar por este tributo, debiendo
sufragar la cantidad restante con otro tipo de recursos, que pueden ser tributarios o no. En
cuanto a la fijación de la cuota tributaria a abonar por los beneficiados-contribuyentes, el
artículo 32 TRLRHL, para la Administración Local, fija una serie de reglas, a saber: Con
carácter general, se aplicarán los metros lineales de fachada de los inmuebles, su superficie,
volumen edificable y el valor catastral. Si la contribución es para el establecimiento o mejora

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Los ingresos públicos Economía Pública

de servicios de extinción de incendios, podrá ser distribuida, de manera proporcional a las


primas recaudadas en el año anterior, entre las compañías aseguradoras que cubran riesgos de
bienes situados en el municipio impositor. Mientras que para la construcción de galerías
subterráneas, la contribución será distribuida entre las empresas que vayan a utilizarlas en
razón al especio reservado para cada una de ellas, aunque todavía no lo usen de forma
inmediata (García, 2012) y (Romero, 2014).

Este tipo de tributos no ha estado exento de críticas. Por un lado, muchos autores sostienen
que existen obras de mejora o servicios que benefician a los propietarios de inmuebles
particulares, pero también hay otro tipo de obras, como puede ser la construcción de una vía
férrea, que perjudican a otros propietarios. Algunos hacendistas, para estos casos, piensan que
debería operar una contribución especial negativa o en sentido inverso, es decir, los
perjudicados tendrían que ser recompensados (Navarro y Paniagua, 2016). Otra de las críticas
vertidas sobre este tipo de contribuciones se deriva de la dificultad para establecer, en
multitud de casos y situaciones, la relación directa (y objetiva) entre el beneficio que recibe el
sujeto pasivo y las obras públicas o establecimiento o ampliación de un servicio público
concreto. Resulta complicado verificar el aumento de valor de los bienes de los obligados a
abonar las contribuciones especiales, lo que puede acarrear cierta arbitrariedad que, en todo
caso, excede la discrecionalidad asociada a este tributo (Menéndez, 2019).

En resumen, las contribuciones especiales, como modalidad tributaria a medio camino entre
las tasas y los impuestos (Menéndez, 2019), gravan a los sujetos cuyos bienes aumentan de
valor por la realización de obras o establecimiento o ampliación de servicios públicos, lo que
les convierte en una figura tributaria ligada a la obtención de los sujetos pasivos de beneficios
cuantificables (medibles monetariamente).

3.4. Impuestos

Los impuestos, tal y como viene establecido en el apartado c) del artículo 2.2. LGT, se
definen como “los tributos exigidos sin contraprestación cuyo hecho imponible está
constituido por negocios, actos o hechos que ponen de manifiesto la capacidad económica del
contribuyente”. Es decir, son transferencias monetarias, de carácter coactivo, de los
particulares (físicos o jurídicos) hacia el sector público, establecidas mediante ley (reserva
legislativa), pero no correspondidas por contraprestación individualizada concreta o
determinada (Navarro y Panigua, 2016).

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Los ingresos públicos Economía Pública

Que no exista contraprestación viene derivado de la propia naturaleza de los impuestos, pues
no hace falta una actividad o servicio administrativo que motive el pago de los impuestos. De
esta manera, la falta de contraprestación se convierte en el elemento diferenciador básico de
los impuestos frente a las tasas y contribuciones especiales. Por ello se concluye que, en
términos estrictamente jurídicos, el contribuyente que paga impuestos no puede exigir al ente
público recaudador ninguna prestación concreta a cambio. Aún así, no significa que, aunque
no se dé una contraprestación inmediata o directa, lo recaudado no redunde en beneficio de
los contribuyentes. Es decir, aunque el impuesto no se vincule a una contraprestación
determinada, huelga decir que los importes exigidos pasarán a integrarse en los créditos
presupuestados para actuaciones en el ámbito de la sanidad, educación, medio ambiente u
otras actividades público-administrativas beneficiosas para el conjunto de la sociedad (García,
2012) y (Menéndez, 2019).

Por otro lado, el hecho imponible viene constituido por negocios, actos o hechos en los que se
manifiesta la capacidad económica de los sujetos pasivos. Aunque la capacidad económica
está también presente en las tasas como en las contribuciones especiales, no siendo una
característica exclusiva de los impuestos, en el caso de estos últimos se va a manifestar con
mayor claridad e intensidad (García, 2012). En consecuencia, Menéndez (2019:RB-6.3)
propone la siguiente definición del impuesto: “Obligación legal y pecuniaria establecida en
favor de un ente público en régimen de derecho público, cuyo deudor manifiesta una
capacidad económica caracterizada negativamente por la ausencia de actuación administrativa
y positivamente por gravar su renta, patrimonio o consumo”. De esta forma, los impuestos se
caracterizan por mostrar una dimensión negativa de la capacidad económica, traducida en que
los entes públicos no realizan actividad o servicio en contraprestación; y una dimensión
positiva respecto a dicha capacidad, en tanto en cuanto, el impuesto gravará, dependiendo de
su clase, la renta, el patrimonio o la adquisición de bienes y servicios de los distintos sujetos
pasivos (Menéndez, 2019).

En cuanto a las clases de impuestos, podemos encontrarnos con diferentes clasificaciones,


destacando las que los diferencian entre personales y reales, subjetivos y objetivos, periódicos
e instantáneos, directos e indirectos y fiscales y extrafiscales (García, 2012):

1. Impuestos personales y reales: En los primeros, el hecho imponible no puede ser


concebido sin hacer referencia a un individuo o persona concreta, es decir, sin
relacionarlo con la persona que lo realiza; mientras que en los segundos, el hecho

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Los ingresos públicos Economía Pública

imponible es autónomo y puede concebirse sin hacer referencia alguna a una persona
determinada, es decir, se pueden definir sin ningún sujeto. Por ello, para la
determinación de la deuda tributaria de los impuestos reales únicamente es necesario
saber la manifestación concreta (y cuantificada) de la capacidad económica gravada
del individuo, independientemente de la identidad del sujeto pasivo (García, 2012) y
(Romero, 2014).
2. Impuestos subjetivos y objetivos: Para regular los impuestos subjetivos se tienen en
cuenta las circunstancias personales del contribuyente, como el Impuesto sobre la
Renta de las Personas Físicas (IRPF), que grava la renta de los individuos teniendo en
cuenta sus circunstancias personales y familiares. Es decir, para el cálculo de la cuota
tributaria se toma en consideración dichas circunstancias de los sujetos pasivos.
Mientras que en la regulación de los impuestos objetivos no se tiene en cuentas tales
condicionantes, como sucede en el caso del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), en el
que la deuda se fija en función del valor catastral del bien gravado. No obstante, en el
caso del IBI, el impuesto puede adquirir cierta subjetividad, pues la ley dota a los
ayuntamientos correspondientes de la potestad de establecer bonificaciones para
sujetos pasivos titulares de familias numerosas (García, 2012) y (Romero, 2014).

Aunque pudieran confundirse los impuestos subjetivos y objetivos con los personales
y reales, ambas clasificaciones son diferentes, pues la distinción de estos últimos se
hace en relación al hecho imponible gravado, mientras que la división de la
clasificación primera se realiza en función de los elementos del impuesto que
establecen su cuantía. De esta forma, ambas clasificaciones son compatibles, pudiendo
existir impuestos personales subjetivos u objetivos, además de impuestos reales que
pueden ser subjetivos u objetivos (Menéndez, 2019).
3. Impuestos periódicos e instantáneos: Los impuestos periódicos se caracterizan
porque el hecho imponible se da a lo largo de un período de tiempo, denominado
período impositivo y que, habitualmente, suele ser de un año; en cambio, en los
instantáneos, el hecho imponible se termina cuando se realiza este, es decir, se
fundamentan en acciones puntuales (que no fugaces) cuya realización provoca el
devengo del impuesto. El IRPF es un ejemplo de impuesto periódico, cuyo período
impositivo, de carácter anual, finaliza a 31 de diciembre; mientas que el Impuesto de
Transmisiones Patrimoniales (ITP) se considera un impuesto instantáneo, que grava
cada operación de transmisión de patrimonio y se devenga cuando sucede dicha
operación (García, 2012) y (Romero, 2014).

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Los ingresos públicos Economía Pública

4. Impuestos directos e indirectos: Esta clasificación depende de cómo se manifieste la


capacidad económica de los sujetos pasivos. Son impuestos directos cuando esta
manifestación es directa (la renta o el patrimonio) e indirectos cuando se produce de
manera mediata. El impuesto sobre sociedades tiene carácter directo, pues es indicador
de la capacidad económica de este tipo de personas jurídicas, mientras que un
impuesto como el IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido) es un ejemplo de impuesto
indirecto, pues el sujeto pasivo traslada la carga de este tributo sobre el consumidor
final de los bienes o servicios gravados (Bustos, 2017) y (García, 2012).
5. Impuestos fiscales y extrafiscales: Los primeros tienen una finalidad únicamente
recaudatoria o de carácter fiscal, mientras que los segundos sirven, además, “como
instrumentos de política económica general y para atender a la realización de de los
principios y fines contenidos en la Constitución” (García, 2012:12). Los impuestos
medioambientales en el ámbito de las CCAA son un ejemplo de impuesto extrafiscal.

Asimismo, desde la perspectiva del tipo de hecho imponible que pueden gravar, podemos
encontrarnos con impuestos sobre la renta, sobre el patrimonio o en relación al consumo. Los
primeros gravan los bienes y derechos de contenido económico que forman parte del
patrimonio de una persona en un período de tiempo concreto, mientras que los segundos se
fijan en el patrimonio, integrado por el conjunto de bienes y derechos económicos de los que
es titular un individuo, en un momento determinado. Aunque ambos conceptos estén
estrechamente ligados, cabe diferenciarlos, ya que el patrimonio viene constituido, a lo largo
del tiempo, por la renta no gastada. Por último, los impuestos sobre el consumo gravan
aquellas adquisiciones de bienes, derechos o servicios para los que el sujeto pasivo ha usado
parte de su renta o patrimonio en la adquisición. En relación a los impuestos sobre el consumo
algunos hacendistas han cuestionado su existencia, ya que la adquisición de bienes
considerados necesarios para la subsistencia, no manifiesta fehacientemente la capacidad
económica de las personas que han de abonar el tributo (Menéndez, 2019).

4. PRECIOS PÚBLICOS

De conformidad con los artículos 24 LTPP y 41 TRLRHL, “tendrán la consideración de


precios públicos las contraprestaciones pecuniarias que se satisfagan por la prestación de
servicios o la realización de actividades efectuadas en régimen de Derecho público cuando,
prestándose también tales servicios o actividades por el sector privado, sean de solicitud
voluntaria por parte de los administrados”. De esta definición podemos extraer dos

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Los ingresos públicos Economía Pública

características esenciales de este tipo de precios, a saber: la actividad o servicio recibido debe
ser de solicitud voluntaria, ya que si la persona está obligada a solicitarlo, nos hallaríamos en
un presupuesto para la imposición de una tasa; y por otro lado, el citado servicio o actividad
debe ser también prestado por el sector privado, pues si así no sucediera, es decir, si el
individuo quiere recibir dicho servicio, aunque sea voluntariamente, y solo puede solicitarlo
ante una Administración Pública, estaríamos en presencia de una tasa (Romero, 2014). Es
decir, debe existir, dentro del ámbito territorial del ente público que preste la actividad o
servicio, empresas privadas que oferten los mismos (Menéndez, 2019).

Por lo tanto, los precios públicos se caracterizan por dos requisitos que deben darse de manera
simultánea, que son la voluntariedad del sujeto pasivo y la existencia de un ente privado que
también preste o realice el servicio o actividad gravada (García, 2012). De esta forma, tal y
como sostiene Pérez Reoyo, los precios públicos se hallan a mitad de camino entre los
tributos y los ingresos regulados bajo el Derecho Privado, siendo la característica esencial la
concurrencia en la prestación del sector privado, sin la cual estaríamos bajo el presupuesto de
poder exigir una tasa (Candela, 2011).

Los precios públicos se puedan dar en todos los niveles territoriales del Estado (nacional,
autonómico y local). Asimismo, aunque conforman parte de los ingresos públicos y sirven
para financiar los gastos públicos, se diferencian de las tasas y no tienen la consideración de
tributos, debido a su carácter de no coactividad, es decir, al ser de solicitud voluntaria. Por
esta razón, los precios públicos no se consideran prestaciones patrimoniales y, en
consecuencia, no están sometidos al principio de reserva legal establecido en el artículo 31.3
CE. No hace falta una ley para establecer un nuevo precio público ni para regular sus
características esenciales, pudiéndose realizar mediante normas de carácter jerárquicamente
inferior a las leyes (García 2012) y (Menéndez, 2019).

Por otro lado, al no considerarse tributos, tampoco estarán sujetos al principio de capacidad
económica, es decir, para fijar los precios públicos no es necesario tener en cuenta la
capacidad económica de los sujetos que hayan de satisfacerlos. Para establecer dichos precios,
su cuantía deberá cubrir, como mínimo, el coste económico derivado de la ejecución de las
actividades o prestación de servicios gravados, sin perjuicio de que, en determinados
supuestos y por razones de interés público, se fijen precios por debajo del coste del servicio o
de la actividad, en cuyo caso, previamente habrá de adoptarse las previsiones presupuestarias
que cubran la parte del coste no subvencionado. Mientras que en las tasas el importe de estas

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Los ingresos públicos Economía Pública

es, como máximo, el coste del servicio o actividad, la cuantía del precio público es, como
mínimo, el coste de aquellos (Menéndez, 2019).

Los obligados al abono de los precios públicos son aquellos sujetos que se benefician de los
servicios o actividades sujetas a dichos precios. Dicho abono se podrá realizar tanto en
efectivo o mediante efectos timbrados y podrá exigirse desde que dé comienzo la prestación
del servicio objeto de su exigencia. En el caso de que, por causas no imputables al obligado,
no se llevase a cabo la prestación o servicio correspondiente, el ente público procederá a la
devolución del importe correspondiente. Asimismo, en el caso de deudas por precios
públicos, la Administración puede exigir su abono en vía de apremio, es decir, usando las
mismas prerrogativas con las que cuenta para la exigencia de los tributos (García, 2012).

Por último, hay que tener en cuenta que se pueden dar circunstancias en las que, para un
servicio en el que se está exigiendo un precio público, haya que exigirse, en vez de dicho
precio, una tasa tributaria. En este caso, no será necesario notificar de manera individual a los
sujetos pasivos el cambio de naturaleza (de precio público a tasa), siempre que el sujeto
pasivo y la cuota de la nueva tasa sean los mismos que el obligado al pago y el importe del
precio público sustituido. Tampoco habrá que realizar dicha notificación individual si se
produce un incremento de la cuantía que corresponda con una actualización de carácter
general del importe (García, 2012)

También han surgido autores que han criticado tanto la conceptualización como la imposición
de los precios públicos. No resulta fácil determinar cuándo se da una solicitud voluntaria de
un servicio público, ya que dependerá, en muchos casos, de las circunstancias personales del
beneficiario. Por ejemplo, se puede exigir un precio público por una revisión médica (junto a
su correspondiente informe o certificado médico), pues esta puede ser voluntaria para un
individuo que quiera conocer su estado de salud; no obstante, si la persona está obligada
legalmente a someterse a esa revisión para, por ejemplo, ser nombrado funcionario, la
voluntariedad ya no es tan evidente.

En definitiva, aunque con la distinción entre tasas y precios públicos el legislador haya
querido diferenciar actividades y servicios esenciales para la sociedad (a los que se podría
gravar mediante tasa) frente a otro tipo de actividades o servicios (sometidos a precio
público), a veces, el fin pretendido no se ha logrado, al no quedar claramente definida la
voluntariedad de acceso a la actividad o servicio gravado (Menéndez, 2019).

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Los ingresos públicos Economía Pública

5. SISTEMA FISCAL ESPAÑOL

A modo de síntesis, podemos esquematizar las principales figuras impositivas que componen
los ingresos ordinarios del sistema fiscal español:

Tabla 2. Clasificación de los ingresos ordinarios del sistema fiscal español

HACIENDA ESTATAL Y AUTONÓMICA


Impuestos
Directos Indirectos

Impuesto sobre la renta de las Impuesto sobre transmisiones patrimoniales onerosas


persona físicas (IRPF) y actos jurídicos documentados (ITPAJD): Actos
HACIENDA ESTATAL, AUTONÓMICA Y LOCAL

jurídicos documentados, transmisiones patrimoniales


Impuesto sobre sociedades (IS) onerosas y operaciones societarias

Impuesto sobre la renta de los no Impuesto sobre el valor añadido (IVA)


residente (IRNR)
Impuestos especiales (IIEE); Alcohol, tabaco,
Impuesto sobre el patrimonio juegos…
(IP)
Tasas Impuestos sobre primas de seguros (IPS)
Impuesto sobre sucesiones y
Contribuciones donaciones (ISD) Impuestos aduaneros
especiales
HACIENDA LOCAL
Precios Públicos
Impuestos
Obligatorios Potestativos o voluntarios

Impuesto sobre construcciones, instalaciones y obras


Impuesto sobre bienes inmuebles
(ICIO)
(IBI)
Impuesto sobre el incremento de valor de los terrenos
Impuesto sobre actividades
de naturaleza urbana (IIVTNU)
económicas (IAE)
Prestación personal y de transporte (en los
Impuesto sobre vehículos de
municipios de menos de 5.000 habitantes) que pude
tracción mecánica (IVTM)
ser sustituida por pago en metálico
Impuesto sobre el patrimonio
Impuesto sobre gastos suntuarios en la modalidad de
(IP)
caza y pesca (IGS)

Fuente: Elaboración propia a partir de García (2012) y Sánchez (2019).

6. CONCLUSIONES

Los ingresos ordinarios de los entes públicos, que comprenden las tasas, contribuciones
especiales, impuestos y precios públicos, constituyen la mayor parte de los créditos con los
que cuenta el sector público para financiar sus servicios y actividades. El Estado de Bienestar,

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Los ingresos públicos Economía Pública

surgido tras la Segunda Guerra Mundial, provocó un aumento sustancial del papel del Estado
en la economía y en las sociedades, de tal forma que los derechos sociales (y su coste)
tomaron protagonismo en las políticas de los gobiernos respectivos. Ahora bien, para
satisfacer el incremento del gasto generado por esta nueva situación, es fundamental una
financiación suficiente con el objetivo de cubrir las necesidades y demandas de la ciudadanía.
Para ello, los tributos y los precios públicos conforman las figuras contributivas en las que la
sociedad participa (directa o indirectamente) en el sostenimiento de las actividades propias del
Estado (en todos sus niveles administrativos). Una vez que hemos estudiado cada tipo de
ingresos, una primera derivada sería preguntarnos si todas esas figuras son realmente
necesarias para mantener la “maquinaria estatal”, si la capacidad económica está presente en
todas ellas o, incluso, si los impuestos sobre la renta o patrimonio, desde una perspectiva
liberal, enmascaran una confiscación de bienes por parte del Estado. En definitiva, pasaríamos
a un debate ético-político sobre cómo ha de configurase el funcionamiento del Estado: con un
aparato mínimo, una sociedad civil protagonista y un sector privado que, en base a las leyes
del mercado, protagonice la mayoría de los servicios o necesidades de la ciudadanía; o por el
contrario, un Estado que intervenga y provea a la sociedad de bienes y servicios más allá de
factores o leyes de mercado.

7. BIBLIOGRAFÍA

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 Bustos Gisbert, Antonio (2017). Curso Básico de Hacienda Pública. Editorial Civitas.
 Candela Talavero, José Enrique (2011). “Los precios públicos en la Administración
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 Collado Yurrita, Miguel Ángel y Luchena Mozo, Gracia María (dirs) (2013). Derecho
Financiero y Tributario. Parte General. Editorial Atelier.
 García Heredia, Alejandro (2012). Ingresos tributarios y precios públicos. Universitat
Oberta de Catalunya.
 Menéndez Moreno, Alejandro (dir) (2019). Derecho Financiero y Tributario. Parte
General. Lecciones de Cátedra. Editorial Civitas.
 Navarro Pascual, Reyes y Paniagua Soto, Francisco Jesús (2016). Hacienda Pública II.
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general. Ediciones Universidad de Castilla-La Mancha.
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Estudios Políticos.
 Sánchez Sánchez, Ángel; Gil Maciá, Lorenzo y López Llopis, Estafanía (2019).
Sistema Fiscal Español. Universidad de Alicante.

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