Está en la página 1de 2

CAPITULO 2 PROTECCION DE LA DEMOCRACIA EN ESTADOS UNIDOS.

¿Pero porque ningún demagogo ascendió a la presidencia hasta 2016 en EE.UU.? una de las
primeras cosas que señalan los autores es que aspirantes no faltaron, mucho menos el apoyo
público a estos. Es decir, figuras extremistas han salpicado el paisaje político estadounidense
desde largo tiempo. Solo en la década de 1930 existían en Estados Unidos hasta 800 grupos
extremistas de derecha. De ese periodo surgieron figuras en la misma línea como el padre Charles
Coughlin, Huey Long, Joseph McCarthy, George Wallace, etc. Es decir, la veta autoritaria de los
Estados Unidos viene de lejos. No fue insólito el importante apoyo que recibieron estas figuras.
Entonces, para responder a la pregunta, los autores señalan que antes los candidatos de los
partidos los elegía un reducido grupo de traficantes de influencia que no rendía cuentas ni ante las
bases del partido ni ante la ciudadanía. Es decir, era a puerta cerrada, lo cual no era democrático,
pero aseguraba que las figuras marcadamente inadecuadas quedaran afuera de las votaciones y
de la Casa Blanca. El motivo no era por moralidad, sino que a los jefes les interesaban seleccionar
apuestas seguras con opciones de ganar, era la aversión al riesgo lo que los hacia esquivar a los
extremistas. Esta idea de filtro nace con la creación de la republica estadounidense misma, tal es
así que a los padres fundadores les preocupaba profundamente proteger la democracia mediante
mecanismos de selección. Por lo tanto, al diseñar la constitución y el sistema electoral optaron por
un presidente que se ajustara a su idea de gobierno popular republicano, pero no confiaban en la
capacidad de la ciudadanía de juzgar y votar, como es el caso de Alexander Hamilton para el cual y
sus colegas era imprescindible dotar a las elecciones de algún mecanismo de selección. Y ese
mecanismo fue el del colegio electoral, integrado por compromisarios responsables de elegir al
presidente, y el de las elecciones indirectas. Pero el auge de los partidos en el siglo XIX cambió el
funcionamiento del sistema electoral a tal punto de que el colegio electoral rindiera su autoridad
como mecanismo de selección ante ellos, en cuyas manos se encuentra hasta la actualidad. Así fue
como los partidos se convirtieron en los guardianes de la democracia estadounidense. Y como son
ellos quienes seleccionan a los candidatos a la presidencia, los partidos tienen la capacidad y
responsabilidad de mantener figuras peligrosas fuera de la Casa Blanca.

El punto de inflexión fue el año 1968, un año desgarrador para los estadounidenses. Guerra de
Vietnam fuera de control, asesinato de Martin Luther King y de Robert F. Kennedy (hermano de
John F. Kennedy, asesinado también, pero en 1963). La ciudadanía ya no confía en el viejo sistema
y entra en crisis la modalidad de nominación de candidatos. La legitimidad del sistema político
estaba en juego y había una gran presión por hacerlo más transparente. Se creó la comisión
McGovern-Fraser para afrontar estas complejidades y publicó una serie de recomendaciones que
aceptaron los dos partidos antes de 1972 bajo un viejo refrán: “la cura para los males de la
democracia es más democracia”. A partir de 1972, la inmensa mayoría de los delegados, tanto de
las convenciones demócratas como las republicanas, serían elegidos en caucus y primarias a nivel
estatal. En ese marco, los delegados serian preseleccionados por los propios candidatos para
asegurar lealtad. En la década de 1980 los demócratas modificaron esta reforma y estipularon un
cupo para los delegados nacionales compuesto por funcionarios electos (gobernadores, alcaldes,
congresistas) en vez de ser elegidos en las primarias. Se trata de súper-delegados que representan
casi un 20% del total y que constituyen un mecanismo para contrarrestar la elección de candidatos
con los que no comulgan. Echas estas modificaciones, para los autores, la pregunta pasa a ser
¿podrían llegar a ser demasiado democráticas? Al colocar las nominaciones presidenciales en
manos del electorado, las primarias vinculantes debilitaban la función de selección de los partidos
y abrían las puertas a candidaturas sorpresas. Pero, eludir a la elite del partido resulto más fácil en
la teoría que en la práctica: para conseguir una mayoría de delegados es preciso imponerse en las
primarias de todo el país y eso requiere de dinero, cobertura favorable de la prensa y gente
trabajando en el territorio. Así, cualquier candidato que quiera llegar al final de la extenuante
carrera de obstáculos que son las primarias de EE.UU. necesita aliados entre donantes, editores de
prensa, grupos de intereses, activistas y políticos de la esfera estatal como gobernadores, alcaldes,
senadores y congresistas.

También podría gustarte