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Cabe aclarar que aquí no se trabajará a raíz de las formas discursivas manifestadas en el papel, es
decir, no se responde al discurso material (ensayos, informes y demás documentos) empleado y
entregado por el profesor, bien como herramienta metodológica o evaluativa. Asimismo, la
intención no es enfocar la investigación en el propósito pedagógico, o sea, en la temática, contenido
o producto que se quiere o que se debe transmitir por parte del docente que sigue los parámetros
que establece cierta institución o academia; sino que se enfoca en la forma en la que este es
entregado, en el cómo se emite y por consecuente en el cómo será percibido por el alumno. Lo
anterior permite vislumbrar un panorama de posibilidades bastante amplio en el que la formación
que recibe la persona se ve alterada por el discurso que utiliza el educador.
Para el desarrollo de este informe se ha indagado y navegado por distintos apartados digitales como
páginas web, bases de datos y bibliotecas virtuales; en ellos ha sido posible hallar variedad de
artículos y tesis profesionales encaminadas tanto en la intencionalidad del discurso y su aplicación
en distintos contextos, como en las diferentes formas discursivas y sus respectivas influencias.
Trasladando esto al espacio educativo, que es donde se sitúa esta investigación, también se ha
logrado encontrar algunos documentos que dan cuenta de la importancia de desarrollar una
adecuada competencia comunicativa en dicho ámbito.
Por otra parte, se ha hallado en el trabajo de Luis Bernardo Peña Borrero (2008), titulado La
competencia oral y escrita en la educación superior, una serie de orientaciones dirigidas a
fortalecer el desarrollo y evaluación de competencias orales, específicamente en el espacio
universitario. En la indumentaria de mediaciones que resultan indispensables en el proceso
educativo, Peña Borrero sitúa al lenguaje como el más importante y lo define como: “… un
mediador de la actividad mental por el cual los estudiantes aprenden, reflexionan y entran a
participar en el diálogo continuado en el que se construye el conocimiento” (p. 2). En esta pieza
se postula a la lectura, la escritura y, por supuesto, a la oralidad como manifestaciones concretas
del lenguaje; pero, se establece que: “Lo importante no es el material de lectura o escritura, sino
lo que los profesores y estudiantes hagan con ellos, la forma como se apropian y utilizan los textos
de lectura o sus producciones escritas u orales para pensar y aprender mejor. La actividad de
Borrero cierra haciendo énfasis en que la expresión oral no radica solamente en su condición de
medio para rendir cuentas de su conocimiento adquirido en la universidad sino, ante todo, como
“… instrumento poderoso para producir y transformar el conocimiento, elevar la calidad de los
aprendizajes, desarrollar el pensamiento crítico de los estudiantes y hacerlos partícipes en el
proceso de su formación” (p. 9).
Aquí ya no solo se evidencia una gran responsabilidad en el discurso manejado, sino que, además,
se le otorga un notable poder a la expresión verbal que está continuamente en juego dentro del aula
de clase. Ahora bien, Luis Fernando Nieto Ruiz (2011), Magíster en lingüística de la Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia, reflexiona en su artículo El papel del lenguaje en las
estrategias discursivas para fomentar la enseñanza-aprendizaje, el papel del lenguaje en la
formación en valores y conocimientos del ser humano. Indagando entre líneas, se conoció que la
investigación tiene como objetivo concretar el papel que cumple el lenguaje en la noble labor del
profesor en el proceso de formación del estudiante. Nieto Ruiz halla que: “El lenguaje juega un
papel significativo en el proceso de enseñanza-aprendizaje en la medida en que se fomente el uso
de estrategias discursivas acordes para la formación de un ser idóneo, capaz de enfrentar retos
que le depara su vida en sociedad” (p.13). Tras la reflexión, se llega a la conclusión de que:
“La tarea que tiene el maestro se debe centrar, no en acumular, en sus estudiantes, una serie
de saberes, como requisitos institucionales, como temas para el momento de la evaluación
potenciando así la memorización, tópicos que en poco tiempo llegan al anaquel del olvido;
sino en ser la piedra angular de un proceso formativo del ser humano, en donde tenga cabida
competencias fundamentales como la propositiva, la interpretativa y la argumentativa;
además de esto, que contribuya con la formación de un ser con sentimientos, con valores, que
se respete a sí mismo y, por tanto, a los demás, que tenga la capacidad de pensar y reflexionar
sobre los diferentes problemas de su entorno” (p. 12).
Nuevamente una fuerte y estrecha relación resalta en la forma en la que el lenguaje utilizado
afecta directamente la formación que recibe el individuo. Pero todavía es pertinente continuar el
rastreo puesto que, aparentemente, son múltiples las formas con las que el educador debería
facilitarle al alumno el acceso al conocimiento. Dicho de otro modo, son muchas las posibilidades
de las que dispone el docente para acercar al estudiante a los objetivos previamente establecidos
por el sistema académico. Teniendo en cuenta, por cierto, que se cuenta con distintos educadores
para orientar un solo curso o asignatura.
En relación a eso, se toma la tesis de grado del Comunicador Social – Periodista de la Universidad
Libre de Colombia, Gonzalo Ernesto Guerrero Amaya (2012), enfocada en El lenguaje y la
comunicación para el desarrollo de competencias de expresión oral y escrita. La misma,
busca proponer una estrategia pedagógica orientada a un cambio en la actitud tanto del docente
como del estudiante frente a las responsabilidades académicas. Se desarrolla bajo el objetivo de:
“Plantear una estrategia para abordar la formación del estudiante en su necesidad de
desarrollar la lectoescritura y capacidad oral, a partir de un enfoque particular que busque
cambiar la actitud del docente para que desarrolle y aplique las competencias afectivas en el
acto de la clase y fuera de ella, como primer paso hacia la humanización del proceso enseñanza
– aprendizaje” (p. 14). Y al final, Guerrero Amaya logra afirmar que el profesor puede ser muy
idóneo y pleno de experiencia en su campo de formación, pero si no construye un muy buen ciclo
de comunicación es imposible llegarles a los estudiantes con su saber. Termina situándose, a
manera de conclusión, en que: “El emisor debe conocer muy bien a su receptor para lograr de
él la respuesta que espera y no otra, equivocada las más de las veces como resultado de las
barreras de comunicación que se interponen entre ambos sujetos” (p. 90).
“Se trata en este caso es de hacer al alumno consciente de que la lengua no es un mero
instrumento de transmisión a través del cual pasa el conocimiento y por eso debemos
dominarla. Más allá de eso, lo esencial es hacer ver al estudiante que la lengua es
conocimiento y que dicho conocimiento es el resultado de elecciones más o menos conscientes
por parte de alguien que, necesariamente, nos hace ver la realidad desde un punto de vista”.
Aquella persona que “necesariamente nos hace ver la realidad desde un punto de vista” de la
que habla Marimón, se refleja en la figura del docente. Él debe hacerle ver al estudiante que la
lengua es más que un medio de transmisión de conocimiento, como señala la anterior
investigación. Claramente, va tomando forma la idea de que el conocimiento o la enseñanza
aguarda en el lenguaje que emplea el emisor y no precisamente en lo que se quiere emitir.
Ya casi llegando al ocaso de esta selectiva búsqueda, Felipe Zayas (2012) de la Universidad de
Valencia, se postula como el siguiente autor que contribuirá a determinar el eje sobre el que
radicará esta investigación. Zayas compone una monografía titulada Los géneros discursivos y la
enseñanza de la composición escrita y, a pesar de que en ella se centra en los géneros discursivos
escritos, hace mención a un conjunto de características lingüísticas corporales y verbales que
funcionan como medio para pronunciar tales géneros discursivos. Por consecuente, Zayas declara
que: “Los hablantes seleccionan el género de acuerdo con el tipo de actividad que van a realizar
mediante el lenguaje dentro de una determinada situación discursiva” (p. 66). En las líneas
finales, el autor se explaya indicando una cantidad de ejemplos lingüísticos enmarcados en los
géneros discursivos escritos, pero que funcionan, además, como fichas que puede emplear el
emisor (en este caso el docente) para acoplar el discurso verbal con el que pretender instruir.
Por último, tenemos a Montserrat Mir (s.f.) de la Illinois State University quien nos ofrece su
artículo llamado La lectura como base para la comunicación oral. Este sin duda resulta de gran
utilidad ya que nomina a la lectura como piedra angular de la adecuada expresión oral y se centra
en una propuesta didáctica que tiene como objetivo promover el uso de la lectura dentro de las
aulas; dicha propuesta consiste en dejar que el alumno se apropie de los textos que desee lo
cual trabaja también como un estimulante que impulsa al estudiante a leer lo que le interesa
y no lo que le imponen. ¿Qué papel cumple el educador en esta investigación? Mir concibe al
educador solamente como una figura de acompañamiento que debe velar por que el estudiante
tenga a la mano el material correspondiente. Al mismo tiempo, dicho acompañante debe
procurar, por medio de una efectiva y asertiva comunicación, conocer los intereses de sus
discípulos. Montserrat acaba enfatizando que: “La lectura de libre elección permite que los
aprendices intercambien contenido nuevo y relevante para el objetivo preciso de la tarea
preparada por el educador” (p. 10).
Planteamiento de la pregunta
Después del anterior seguimiento ha sido posible poner sobre la mesa una serie de elementos que
deben consolidarse en un interrogante sobre el que comenzará a estructurarse la investigación. El
papel del educador y de los educandos, sin dejar de lado el propósito y los recursos, son los
elementos clave. Se parte desde los objetivos representados en los diferentes contenidos que deben
ser entregados al alumno y sobre los que gira el curso o seminario correspondiente; luego tenemos
al docente, que en su papel de “acompañante”, debe encargarse de unir al estudiante con el objetivo
previamente elaborado y para ello el profesor implemente materiales e instrucciones, pero como
hemos leído, la enseñanza no se halla en tales recursos sino en otro elemento que también posee
el educador: el discurso con el que orienta. Existen, patentemente, diferentes formas discursivas,
todas ellas heterogéneas puesto que cada docente usa una metodología y maneja una habilidad oral
única. Por otro lado, tenemos al estudiante que se halla a la expectativa, a él debe llegar el
aprendizaje y es en él donde, aparentemente, debe quedar claro el objetivo inicial de la clase.
Referencias
Otero Pérez, M. V. (2008). Mejora de la formación del profesorado a través del discurso educativo.
Madrid, España: Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado.
Nieto Ruiz, L. F. (2011). El papel del lenguaje en las estrategias discursivas para fomentar la
enseñanza-aprendizaje. Cuadernos de Lingüística Hispánica N.° 18.
Mir, M. (s.f.). La lectura como base para la comunicación oral. Illinois State University.