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Creaciã"n y Antropologã-A Teolã"gica9-13
Creaciã"n y Antropologã-A Teolã"gica9-13
La primera está contenida en Mt. 6,26-30 (par. Lc. 12,24-28): “Miren las
aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y su Padre celestial
las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? Por lo demás, ¿Quién de ustedes puede,
por más que se preocupe, añadir un solo como a la medida de su vida? Y del vestido,
¿Por qué preocuparse? Observen los lirios del campo, cómo crecer: no se fatigan, ni
hilan. Pero yo les digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste,
¿No lo hará mucho más con ustedes, hombres de poca fe?.” El contexto es una
exhortación a la confianza en Dios. El creyente no debe preocuparse tanto de la comida
y del vestido cuanto de la búsqueda del “Reino y su justicia”. El resto le será dado por
añadidura.
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Cf. W. MICHAELIS, “prwto,tokoj”, TWNT VI, pp. 572-582.
Hijo de Dios hecho hombre. Este ser concreto, encarnado, es la imagen de Dios en
cuanto refleja en una naturaleza humana y visible, la imagen de Dios invisible (v. 15).
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La joven comunidad de Colosas estaría siendo tentada por ideas y prácticas cultuales
procedentes del primer gnosticismo, ideología sincretista que amalgamaba elementos de diversa
procedencia y que atentaba contra el primado absoluto de Cristo. La gnosis, en efecto, separa
dramáticamente Dios y mundo, creación y redención. Frente a esta cosmovisión dualista, Col.
1,15-20 ofrece la visión grandiosa de una realidad integrada, no escindida, polarizada en torno a
un ser personal que le confiere consistencia, sentido y plenitud del principio al fin, que crea para
salvar y salva cuanto ha creado.
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En otra parte el autor recuerda que “el universo fue formado por la palabra de Dios”
(Heb. 11,3).
las cosas), más aún, es aquél “por quien Dios hizo los mundos” (diV ou- kai.
evpoi,hsen tou.j aivw/naj) (una formulación muy parecida en Col.). Él es también
“resplandor de la gloria e impronta de su ser” (Col., más brevemente, lo llama
“imagen de Dios invisible”), “el que sostiene todo con su palabra poderosa” (Col.:
“todo tiene en él su consistencia”). Por último, la función redentora, que la tercera
estrofa de Col. asignaba al Cristo Creador, es ratificada aquí al atribuir al Hijo “la
purificación de los pecados”.
Puede parecer paradójico, pero la lógica del discurso joánico postula que
sólo el amor de Dios por el mundo hace que los seres humanos que están en el mundo,
puedan rechazar la oferta de salvación. Estar en el mundo es un dato que no se puede
alterar, porque pertenece a la condición humana. Además, y esto es lo más importante,
solamente estando en el mundo el ser humano puede saber del amor de Dios y del envío
del Hijo. No existe ningún proceso de salvación que no se desarrolle en el mundo. Si el
ser humano se cierra al anuncio de salvación su “estar en el mundo” revela su “ser del
mundo”, su pertenencia a una comunidad de pecado que no acepta la oferta del amor de
Dios. En la perspectiva del cuarto Evangelio esto tiene lugar en la confrontación con la
persona de Jesús como revelador del Padre.
a) La antropología paulina.
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En II Cor. 12,1-4 Pablo narra una experiencia personal de éxtasis. Fue arrebatado
hasta el tercer cielo (v. 2), hasta el paraíso, donde escuchó voces inenarrables (v. 4). Sobre
ambas experiencias hace la misma afirmación: “si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé,
Dios lo sabe.” Por el tipo de experiencia, el estar fuera de sí, no es posible determinar si es que
Pablo puede pensar la realidad del ser humano separada de la realidad somática.
El término griego sa,rx traduce en los LXX generalmente al
hebreo rf'B' (bāsār). Hay ciertas formas que denotan su origen bíblico. Por ejemplo,
cuando se habla de “toda carne” (griego: pa/sa sa.rx; hebreo: rf'B'-lk') para
indicar en forma genérica a todos los seres humanos (cf. I Cor. 1,29; Gál. 2,16; Mc.
13,20; Lc. 3,6; Gn. 6,12; Nm. 18,15; Sal. 136,25). Cuando Pablo afirma en Gál. 1,l6 que
después de su experiencia cristológica (Gál. 1,15) no pidió consejo “ni a la carne ni a
la sangre” (sarki. kai. ai[mati), quiere decir que no se dirigió a ninguna instancia
humana solicitando orientación o ayuda para afrontar la nueva situación que le tocaba
vivir.8
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Las listas de pecados y de vicios son típicas de la ética estoica. El judaísmo helenista
las hace suyas (hay muchos ejemplos en los escritos de Filón de Alejandría), y por su mediación
serán asumidas en la tradición cristiana. Pablo utiliza tales listas sin seguir un esquema fijo. Cf.
I Cor. 5,9-11; 6,9; II Cor. 12.20; Rm. 1,29s.; 13,13. Dentro de los textos deuteropaulinos cf. Col.
3,5.8-9; Ef. 4.31; 5,3-5; I Tm. 1,9s.; 6,4; II Tm. 3,2-4; Tit. 3,3.
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El lenguaje de Pablo es muy consecuente. Hablará de la resurrección de los muertos
y del cuerpo espiritual, pero nunca de la resurrección de la carne o de una carne espiritual. El
Lo que determina en forma tan negativa el orden de la carne no es
ninguna oposición entre cuerpo y alma, o entre materia y espíritu, sino la realidad del
pecado. Los textos más importantes están contenidos en el cap. 7 de la carta a los
Romanos, un trozo de difícil inteligencia, pero clave para una comprensión adecuada de
la antropología paulina. Como lo dice 7,1-4 el tema está dado por el intento de quien
quiere salvarse por el cumplimiento de la ley. En realidad, el problema atañe no
solamente a la ley judía como posible camino de salvación, sino a toda otra forma de
salvación en la que el ser humano confía en sus propias fuerzas, sin reconocer que sólo
Dios puede salvarlo con su gracia.
b) El nuevo Adán.
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A. L. THOMPSON, Responsability for Evil in the Theodicy of IV Ezra. A Study
Illustrating the Significance of Form and Structure for the Meaning of the Book, Missoula 1977,
pp. 337-338.
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La excepción se encontraría en IV Esd. IV,30, donde la utilización de un pasivo
divino, estaría atribuyendo a Dios el haber sembrado, al principio, el grano de semilla mala en el
corazón de Adán.
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F. García Martínez compara esta concepción con la encontrada en Qumrán y
concluye que “dans les écrits qumrâniens, comme dans le IVe Esdras, le mal est dans tout
homme, ‘bâtisse de péche’, depuis le sein maternel; mais, malgré les quelques allusions
sporadiques au YSR ’ŠMH dans 1QH et même la mention du YSR R‘ dans 11QPsa XIX,15 (‘que
le mauvais penchant ne prenne pas possesion de mes os’), à Qumrân on ne place pas l’origine
du mal dans le cor malignum mais dans l’action de Belial, de Satan, de l’ange des ténèbres, etc.”
(F. GARCÍA MARTÍNEZ, “Traditions communes dans le IVe Esdras et dans les mss de Qumrân”,
RQ 15 (1991) p. 297).
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Al respecto, resulta muy oportuna la costatación hecha por L. Vaganay: “Pour
expliquer la fragilité humaine, l’auteur en appelle donc à son expérience personnelle. Jamais il
ne fait intervener Satan ou ses anges, sous forme de démons tentateurs. Dans tout son livre, il ne
les mentionne même pas. Il veut trouver en nous-même, et uniquement en nous, le vrai motif de
notre impuissance en face du bien.” (L. VAGANAY, Le problème eschatologique dans le IV e
5) El hombre es responsable de controlar la inclinación mala, aunque la
victoria sobre la misma es el resultado de la asistencia divina (cf. VIII,6).
6) El “arma” principal contra la inclinación mala es el conocimiento y
cumplimiento de la Ley.17
I Corintios 15,21-22.45-49:
Romanos 5,12-21:
Filipenses 2,6-11:
d) El hombre nuevo.
3º. La esfera eclesial. Ef. 2,14-15 presenta bien este aspecto. Las dos
partes de la humanidad: judíos y no-judíos forman un “hombre nuevo” colectivo:
“Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que
los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus
preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo hombre nuevo, haciendo la paz.”
La expresión eivj e[na kaino.n a;nqrwpon es sorprendente. Se esperaría que
dijera: para crear de los dos un solo pueblo nuevo. Pero, en realidad, el trasfondo de la
expresión “hombre” en esta frase, es “Adán”. Que él es “uno solo” se halla en contraste
con “los dos”. El nuevo y único hombre, para el cual debían crearse los dos grupos de
la humanidad, quiso Cristo crearlo en sí. Tal era el fin de aquel derribo del vallado de la
ley, a fin que unos y otros surgieran como el único hombre nuevo en Cristo. Por lo
tanto, la imagen utilizada quiere decir que el único hombre nuevo es, por un lado, el
“hombre” integrado por judíos y no-judíos, y por el otro, es Cristo mismo. Esto no es
una contradicción, sino que significa que Cristo, como el único hombre nuevo, abarca
en sí a judíos y no-judíos, y de tal forma que unos y otros -juntos- son ese único hombre
nuevo.