Está en la página 1de 2

Curso Práctico de INTELIGENCIA EMOCIONAL

Módulo 2

Lectura Guiada 6

EL PODER DE CONTAGIO DE LAS EMOCIONES


Las emociones son contagiosas. Como lo expresaba el psicoanalista suizo Carl G.
Jung: ‘En la psicoterapia, aunque el médico mantenga un desapego
absoluto con respecto al contenido emocional del paciente, el solo
hecho de que éste tenga emociones ejerce un efecto en él. Y si el
médico cree poder elevarse por encima de eso, comete un grave
error. No puede hacer más que cobrar conciencia de que está
afectado. Si no lo comprende así, es demasiado altanero y no
entiende lo más importante’.
Lo que vale para el íntimo intercambio de la psicoterapia no es menos válido en el
taller, en la sala de directorio o en el invernáculo emocional de la vida oficinesca. Si
transmitimos con tanta facilidad los estados de ánimo, eso se
debe a que pueden ser señales vitales para la supervivencia. Nuestras emociones
nos indican en qué concentrar la atención, cuándo prepararnos para actuar. Son
captadores de atención, que operan como advertencias, invitaciones, alarmas, etc. Se
trata de mensajes potentes, que transmiten información crucial sin poner
necesariamente esos datos en palabras. Las emociones son un método de
comunicación hipereficiente.

En el grupo humano primitivo, el contagio emocional (la difusión del miedo de persona
en persona) debió de actuar como señal de alarma, concentrando inmediatamente
la atención de todos en el peligro inminente: un tigre al acecho, por ejemplo.

En la actualidad, en las empresas, opera el mismo mecanismo colectivo cada vez que
se divulga el rumor de una alarmante caída en las ventas, de una inminente ola de
despidos, de una nueva amenaza por parte de cierto competidor. En la cadena de
comunicaciones, cada persona activa el mismo estado emocional en el que
sigue, y así pasa el mensaje de alerta.

Como sistema de señales, las emociones no requieren de palabras, dato que,


según los teóricos evolucionistas, es uno de los motivos por los que han
desempeñado un papel tan crucial en el desarrollo del cerebro humano, mucho antes
de que las palabras se convirtieran en una herramienta simbólica para los hombres.
Este legado evolutivo significa que nuestro radar emocional nos afina con quienes
nos rodean, ayudándonos a interactuar con más facilidad y eficiencia.

Las emociones de otra gente ‘entran’ en nosotros, las absorbemos. Nuestros


límites son permeables, lo que significa que así como los acontecimientos externos
pueden desencadenar emociones en nosotros, otro tanto puede suceder con las
emociones de otra gente.

El choque de los estados de ánimo es en una buena medida la razón de que la


intimidad sea tan difícil. Pero es probable que los estados de ánimo de su pareja
nada tengan que ver con usted: está siendo ella misma, pasando por emociones
desencadenadas internamente. ¡Se debe aprender que las emociones del otro nada
tienen que ver con uno!

CÓMO LOS SENTIMIENTOS PASAN DE PERSONA A PERSONA


En virtud del principio de resonancia, las emociones de una persona no sólo son
sentidas sino también captadas por otras. Quiero decir que existe contagio emocional.
Este es generalmente inconsciente y puede ocurrir en una fracción de segundo.

Por ejemplo, si se le acerca un individuo con ánimo abatido, usted súbitamente


también se siente deprimido; pero si el otro viene entusiasta y vibrante, usted se
contagia de ese estado emocional. Esto subraya que uno de los fundamentos de la
inteligencia emocional es manejar su nivel de energía: cuando uno está tenso y
cansado, los problemas y obstáculos le parecen más grandes de lo que son y
además uno es más susceptible de ser ‘infectado’ por la depresión anímica de otros.
Por el contrario, si renueva sus energías y logra mantenerse tranquilo y alerta, este
estado emocional le comunica ‘inmunidad’ natural y puede también contribuir a que
los demás se sientan menos agitados y mejore su estado de ánimo.

¿Lo deprime el solo hecho de estar cerca de ciertas personas? Tal vez no sepa por
qué pero lo siente desde lejos. Son personas que tienen la manía de describir
problema tras problema, agrandando las cosas triviales, exagerando y quejándose,
con muestras de autocompasión y de ser siempre víctimas y mártires, tal vez con
acompañamiento de suspiros y quejidos. Esta conducta la han llamado varios
investigadores ‘descarga en cadena’, observando que la persona descarga o
acumula una serie de problemas sobre la cabeza del que la escucha. Esto es cosas
muy distinta de franquearse con los demás, acto en el cual uno expresa con
franqueza, con oportunidad y en debida forma, lo que piensa sobre una cuestión,
idea, circunstancia o experiencia.

También podría gustarte