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Escuelas geopolíticas en América Latina

América en la geopolítica mundial fue desde finales del siglo XV hasta el


primer tercio del siglo XIX, víctima del “euro-colonialismo”; y después de sus
luchas de liberación, lo fue del neo-colonialismo económico y en algunos casos
político de los Estados Unidos. También lo fue Cuba hasta finales de los años
cincuenta y principios de los 60, en que su revolución entró a depender de la
Unión Soviética por afinidades ideológicas de izquierda, necesidades
económicas apremiantes y protección militar ante amenaza inminente, hasta
que el desmoronamiento de la cortina de hierro en 1991 se vio ostensible e
indetenible y empezó a depender de la solidaridad de la comunidad
internacional, especialmente de Naciones Unidas, que se atrevió a condenar el
bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos a la Isla, a enfatizar sobre
el respeto debido a la autonomía de los pueblos para darse su propio régimen y
sobre el respeto de principios universales como el de “no injerencia en los
asuntos internos de las naciones”.

La semilla de la “revolución de izquierda” promovida por Fidel Castro durante


la guerra fría con el apoyo soviético, había quedado sembrada en toda América
Latina con una visión geopolítica continental, a la cual contribuyó desde otro
ángulo estratégico pero con la misma base ideológica “marxista-leninista”, la
naciente, creciente y distante “Revolución China” de la era Mao Tse Tung.

Bajo este contexto geopolítico surgieron en casi toda América Latina los
movimientos contestatarios de izquierda, las “guerrillas armadas” ruso-
comunistas y chino-comunistas, de las cuales superviven algunas,
especialmente en Colombia y algún reducto en el Perú; en otros, se han
vinculado a la institucionalidad e incluso han llegado al poder por la vía
electoral como los casos de la Presidenta del Brasil y de los actuales Presidentes
de Nicaragua, Uruguay y El Salvador.

Estos fueron los antecedentes de la geopolítica en América Latina y el punto


de partida de su evolución histórica, que ha llegado hasta el día de hoy en que
el eje central se ha movido de Cuba a Venezuela sin variar su matriz ideológica,
así sus formas de comportamiento y liderazgo operativo hayan cambiado de
manos y de estrategia; algo parecido a lo que para la geopolítica en sus orígenes
fueron los geógrafos alemanes Karl Ritter y Friedrich Ratzel en el Siglo XIX,
cofundadores de los modernos estudios geográficos, quienes conceptualizaron
sobre la importancia de utilizar todas las ciencias en el estudio de la geografía
subrayando la influencia del medio físico en la actividad humana, y sus
ejecutores, ya no solo geógrafos sino políticos, como fueron los casos de Sir
Halford Jhon Mackinder (británico) con su teoría del Hertland (o región
cardinal, principal o fundamental) que señalaba en 1904 a la zona norte y central
de Euro-Asia, por su aislamiento geográfico y por su riqueza en recursos
naturales, como el centro del poder político que controlaría al mundo; y el caso
del geógrafo y general del ejército alemán Karl Haushofer, quien desarrollando
las teorías de Ritter y Ratzel, le dio contenido político al principio que este había
acuñado del “espacio vital”, o sea, del “territorio que un país alegaba necesitar
para lograr la autosuficiencia”, sobre el cual se edificaron en el siglo XX la
geopolítica de los proyectos nazi y soviético, finiquitados prontamente debido
a sus propias contradicciones e inconsistencias.

Venezuela en los últimos doce años de gobierno de Hugo Chávez ha manejado


un modelo geopolítico típico de la izquierda revolucionaria bolchevique,
autodenominado “socialismo bolivariano”, copiando algunas tácticas del
prototipo cubano, conquistando gobiernos y candidatos a la Presidencia a
cambio de petróleo y petrodólares y llenando de retórica “anti-yanqui” el
espectro electromagnético del continente.

La geopolítica bolivariana ha pretendido extravasar los límites y fronteras de


algunos de sus vecinos con pretensiones territoriales expansivas, que al fracasar
por ilusoria e irresponsable, la han obligado a replegarse y cambiar de táctica,
unas veces armándose “hasta los dientes” y amenazando con guerras fronterizas
y otras apoyando públicamente la guerra de guerrillas que libran hace medio
siglo grupos subversivos de izquierda en tales países, tal cual lo hicieron Rusia,
China y Cuba a estas mismas organizaciones, en los años 50 y 60.
De otra parte, se continúan comprando por el gobierno patriota las solidaridades
con su causa, de gobiernos laxos con inclinaciones socialistas, dándoles créditos
súper blandos de petróleo a cambio y en ciertos casos hasta donándoles el
preciado hidrocarburo, como ocurre con algunas de las islas caribeñas que
apoyan el Alba, Bolivia y Nicaragua; o financiando campañas políticas de
aspirantes presidenciales de aquellas mismas tendencias políticas.

El caso del Paraguay fue uno de los grandes fracasos de la “geopolítica


tradicional del continente americano” y “de la geopolítica bolivariana”, pues
ninguna de ellas previó, la primera, los vacíos del ordenamiento jurídico
constitucional y legal de este país en materia de garantías procesales para el
juzgamiento político del primer mandatario de la nación; y, la segunda, calculó
mal el respaldo popular y militar al ex presidente Lugo en la reciente crisis,
habiendo perdido un buen aliado.

El Alba, Mercosur, Unasur y la Celac son tres de los esfuerzos integracionistas


promovidos o respaldados por la izquierda bolivariana a nivel continental para
competir “geopolíticamente” con la influencia capitalista y especialmente
norteamericana en el continente americano, especialmente en la OEA y sus
organismos adscritos y dependientes.
Sin embargo el analista Fabián Bosoer dedicó en Safe Democracy un artículo
a la nueva geopolítica en América Latina, y en estas líneas queremos añadir
algunas observaciones a esa realidad. La geopolítica considera al Estado desde
una metáfora biológica, al modo hobbesiano: es un organismo vivo,
supraindividual, en lucha continua por su existencia. Y la geopolítica sería la
conciencia geográfica del Estado, la visión que tiene de su espacio vital, o
Lebenstraum.

Si el axioma de la geopolítica es el de Spykman (ningún país que no tenga una


influencia superior a su extensión geográfica tiene destino), podemos decir que
la mayoría de los países latinoamericanos no tienen destino: se lo imponen
otros.
BRASIL, ARGENTINA Y CHILE
Brasil tiene una posición privilegiada, central, en América Latina, con fronteras
con todos los países sudamericanos, menos Chile y Ecuador. Mira a Paraguay,
Argentina y Uruguay, con los que está asociado en el Mercosur, y también a
Bolivia, cuyo gas necesita. El traslado de su capital a Brasilia, en época del
presidente Juscelino Kubitschek de Oliveira (1956), y sus necesidades
comerciales de acceder a un puerto en el Pacífico, son elementos relevantes de
su geopolítica.

Itamaratí piensa de manera distinta a sus vecinos: no globaliza, y en sus


relaciones con la realidad no media una ideología. Existe el hábito de aislar los
problemas, y en el análisis no se desparrama, siendo acaso el país más
pragmático de América Latina. En su día tenía el contrapeso de Argentina. Hoy
su competidor es Venezuela.

Argentina asume su posición excéntrica, y cuenta con una natural área de


influencia sobre todos aquellos países de su entorno que no tienen salida al
Atlántico: Bolivia, Chile y Paraguay. Sus necesidades energéticas le hacen
prestar especial atención a Bolivia, y ahora también a Venezuela. Su
descabellado intento de recuperar las Malvinas por la vía militar revela su
preocupación geopolítica por aquellas islas, y las riquezas del Atlántico Sur.
Chile aparece en su horizonte como una economía emergente, y un ejército más
preparado que el argentino.

Chile, probablemente como consecuencia de la larga estancia de los militares


en el poder, empezó a generar, si no una escuela, sí una preocupación
geopolítica, que, por otra parte, tampoco es nueva, si se piensa que ya en la
Guerra del Pacífico impulsó un pensamiento asociado a sus necesidades
territoriales y cupríferas, a expensas de Bolivia. Su dependencia energética
influye en ese pensamiento geopolítico.

Su presencia naval en el Pacífico Sur es inevitable, pues compite con Perú –que
hace reivindicaciones marítimas–, y hay un antecedente en su historia: en la
guerra que mantuvo contra Bolivia y Perú, derrotó en el mar al almirante
peruano Miguel Grau.

Es posible que sus intereses energéticos le lleven a conceder una salida al mar
a Bolivia, aunque en la solución a ese problema está implicado también el Perú.

Y otro centro de su atención es, obviamente, Argentina, con la que ha tenido


problemas de límites antes de la guerra de las Malvinas. Hoy los datos del
problema han cambiado.

MÉXICO, CUBA Y VENEZUELA


México define sus intereses geopolíticos en los territorios que se extienden hasta
la frontera con Colombia –todas las repúblicas centroamericanas–, que intenta
vertebrar con el llamado Plan-Puebla-Panamá (PPP), al que nos hemos referido
en otro artículo (DAR ENLACE).

Obviamente, su prioridad absoluta es su relación económica y política con los


Estados Unidos. La firma del Tratado de Libre Comercio (Nafta) lo sitúa en una
línea distinta del resto de los países de América Latina, y con el tiempo esa
distancia puede aumentar.

Cuba (como Malta hace unos años) es un caso claro de una desmesura, de una
desproporción entre su extensión, su poder económico, su lugar en el mapa y su
geopolítica. Sin embargo, tuvo la osadía de querer influir, no desde un
paradigma económico y global, sino puramente ideológico: su visión
geopolítica era hacer la Revolución. En ese contexto, la aventura del Che en
Bolivia parece una excursión de aficionados: más voluntarismo que estrategia,
más racionalismo (ideología) que sentido de la realidad.

Pero lo cierto es que su influencia fue mayor que la de México, Argentina y


Brasil.
Venezuela es una novedad: concibe un espacio geopolítico amplio, ambicioso,
en el que (estimulada por su riqueza petrolera) pretende competir con Brasil por
la influencia de la práctica totalidad de los países de Sudamérica.
Geopolíticamente, hoy Cuba es un cero a la izquierda: su impulso ha pasado a
Caracas, y en cierto sentido Cuba es colonia de Venezuela.

El impulso venezolano tiene dos aspectos positivos, y uno negativo: el impulso


integracionista y la capacidad de financiarlo con las arcas del Estado, repletas
de petrodólares, son los aspectos positivos; la componente ideológica que
impregna el comportamiento del presidente Chávez, es el aspecto negativo. Hay
que recordar que el impulso integracionista europeo, iniciado con la firma de
un acuerdo sobre el carbón y el acero, no era partidista, no era excluyente ni era
ideológico: sumaba, y no restaba.

En los planes del presidente venezolano, Bolivia aparece como cabecera de


puente de una política económica basada en la riqueza energética de ambas
repúblicas (petróleo venezolano más gas boliviano), cuya fuerza mancomunada
le permitiría influir hasta los países de la cuenca del Plata.

ARGENTINA, SIN PROYECTO DE PAÍS


Brasil quedaría rodeado por un círculo de países afectos a Venezuela, e inscritos
en la órbita de un espacio geopolítico concebido desde Venezuela. En esa nueva
realidad latinoamericana, las elites de Argentina (sin pulso y sin otra ambición
que ganar las elecciones) no parece que ejecute movimientos relevantes, a no
ser que sea relevante ir a la zaga de Venezuela.

El país lleva más de medio siglo concentrado en la política interior, y esa


obsesión le impide un pensamiento sereno y suprapartidista: los países no se
hacen con política interior, sino con política exterior, al servicio de la cual debe
estar la primera.
Perdió la riqueza y el prestigio internacional que alguna vez tuvo, y que puede
volver a tener, si pone la casa en orden, crea un Estado moderno, combate la
corrupción, se disciplina, define un proyecto de país, y piensa en una relación
con el mundo no mediada por un nacionalismo trasnochado y miope.

Puede serle útil contemplar la audacia (y los tropiezos) con que los países
europeos intentan superar las dificultades que se le presentan. No siempre lo
hacen bien (eso es evidente), pero hay un auténtico impulso integrador, que
actúa a modo de mito dinámico, capaz de orientar comportamientos y
actuaciones políticas, siempre en lucha contra las inercias del pasado.
ESCUELAS GEOPOLÍTICAS EN AMÉRICA
LATINA

Colegio: San Bernardo de Tarija


Nombre: Natalia Humacata Rocha
Curso: 6to “A” de secundaria
Fecha de entrega: 25/06/19

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