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Introducción.

El Origen de la psicología en Argentina ha condicionado la formación teórica y las


prácticas, orientándolas básicamente hacia la psicología clínica psicoanalítica.
Complementariamente, los golpes de Estado entre los años 1976-83, determinó que la teoría y la
práctica social fueran consideradas equivalentes a subversión, confinando los posibles desarrollos
de la Psicología Comunitaria a experiencias personales de un reducido número de psicólogos con
escasa producción teórica y sistematización

Orígenes de la Psicología Comunitaria en la Argentina. A partir de la creación de la carrera de


Psicología en 1954 en la UNR, ser psicólogo fue sinónimo de ser psicoanalista o psicoterapeuta, y
este diseño identitario acabo condicionando los desarrollos posteriores. Posteriormente, durante
50 años, la construcción social del psicólogo estuvo signada al hiperdesarrollo de la psicología
clínica psicoanalítica, que hizo de la psicoterapia un modo de vida, una ideología, una cultura y un
objeto de consumo de la poderosa clase media urbana argentina. En el marco de esta cultura
psicologizante, las teorías y prácticas producidas dentro de otras subdisciplinas psicológicas fueron
absorbidas y forzadas a ser reescritas a fin de poder incorporarse a la cultura dominante. Uno de
los efectos negativos de dicha colonización fue el escaso o nulo desarrollo de producción y teoría
en Psicología Comunitaria.

Una particularidad de la psicología comunitaria en Argentina fue el hecho de que la práctica


preexistió a la teoría. Así se ilustra con los ejemplos del Servicio de Psicopatología del Hospital
Gregorio Araoz Alfaro que funcionó como un departamento de psiquiatría (1956) que incorporó
los principios de la psiquiatría social, de la psicología comunitaria y modelos innovadores de
gestión en salud provenientes de experiencias europeas y norteamericanas. Otro ejemplo fue la
experiencia Lanús que dio origen al Primer Plan de Salud Mental de CABA.
En aquella época los referentes teóricos e instrumentales fueron Caplan (perspectiva preventiva y
visión interdisciplinaria orientada a una concepción de salud mental que desbordaba los esquemas
psiquiátricos de la época). Las transformaciones que estos modelos impartían necesitaban de un
equipo interdisciplinario que exigía la flexibilización de las barreras profesionales. Al mismo
tiempo, al proponer una concepción social de la enfermedad y de la cura, cuestionaba los modelos
tradicionales usados para diseñar la organización de un servicio institucional, permitiendo la
incorporación de modelos de gestión participativos provenientes de la psiquiatría social. Otros
influyentes en estos primeros tiempos fueron Basaglia, Cooper y Laing, y Maxwell Jones.

Durante 1967 y 1968 se produjo la primera experiencia de comunidad terapéutica en hospital


psiquiátrico de Latinoamérica. Ocurrió en Entre Ríos, en el Hospital Neuropsiquiátrico Antonio
Roballos. Estas experiencias entrerrianas, se expadieron en otras provincias: Buenos Aires, Santa
Fé, Mendoza. Instalaron lo social y lo comunitario en el campo de la salud mental.

A comienzos de la década de 1970, comenzó un proceso de integración de psicólogos a los


programas de erradicación de viviendas de villas de emergencias y en el plan nacional de núcleos
habitaciones transitorias. Esto evidenciaba que los psicólogos habían ganado legitimidad
profesional y expresaban un reconocimiento social que trascendía las limitaciones legales de la
época.
¿Cuáles fueron los obstáculos que dificultaron el surgimiento de una psicología
comunitaria consolidada?

- Sucesivas dictaduras para las que el abordaje comunitario era sospechoso y subversivo.
- Influencia del modelo médico-clínico instaurado en las carreras de Psicología que
formaron a los primeros docentes.
- Esfuerzos del estudiantado avanzado y jóvenes graduados por construir y legitimar una
identidad profesional orientada a la práctica clínica.

El camino de legitimación. Las políticas de Extensión Universitaria ocupan un lugar destacado


en las universidades públicas argentinas y han sido un fértil terreno para la inserción inicial de la
psicología en el ámbito comunitario.
En el intento de recuperar las antiguas experiencias destruidas por la dictadura:

- Córdoba (1984): materia de Estrategias de Intervención Comunitaria.


- Córdoba (1998): programa de Practicas Comunitarias
- Córdoba (2007): modificación en el Plan de Estudios, donde se incorporó un área de
prácticas pre-profesionales que incluía el contexto social-comunitario.
- CABA (1987) creación de materia Estrategias de Intervención Comunitaria.
- CABA (1989): ciclo de seminarios por especialistas en el área comunitaria.
- CABA (2008): materia Psicología Comunitaria.
- CABA (2002): carrera de especialización en Psicología Comunitaria y Maestría en Psicología
Social Comunitaria.
- Mar del Plata (1997): creación de la primera Maestría de Psicología Social Comunitaria del
país.
- Tucumán (1992-95): primeros cursos de postgrado de Psicología Comunitaria del país.
- Rosario (1999): carrera de especialización de postgrado en Psicología Clínica Institucional y
Comunitaria.

Desafíos actuales de la Psicología Comunitaria Argentina.

1. Problemas con el concepto de participación comunitaria: la participación comunitaria es


una noción emergente en Ciencias Sociales que ha expandido su sentido original hasta ser
utilizado en campos tan diversos como los de la salud colectiva, salud comunitaria,
atención primaria de la salud, salud mental, salud ambiental, cultura popular, educación y
participación ciudadana. Sin embargo, el “uso” instrumental que se le ha dado no siempre
se sostiene por la ecología de ideas que lo sustenta en el campo de la Psicología
Comunitaria. Un detallado análisis de las variadas formas en que se lo utiliza muestra que
en otras áreas se lo vacía de sentido transformándolo en una mera herramienta o en un
ingrediente de un discurso populista y demagógico. La diversidad de sentidos y usos
mencionada podría tener tanto el efecto de expandir y enriquecer el concepto como el
riesgo de vaciarlo de contenido.
2. Desafíos en políticas públicas y demanda laboral: las formas en que en la Argentina se han
incluido los instrumentos de la psicología comunitaria en las políticas sociales del Estado y
en los proyectos de las ONG interroga acerca de la factibilidad de una psicología
comunitaria utilizada en contextos que diluyen tanto su rigor metodológico como sus
valores. En el universo de las ONG, las constantes incertidumbres de financiamiento a
mediano y largo plazo y las turbulencias políticas desafían las metodologías participativas,
ya que estas requieren de tiempos “humanos”. La presión de modelos de planificación
descendentes pone en riesgo las bases participativas sobre las que se asientan la
sustentabilidad, la apropiación y el fortalecimiento de las transformaciones. En el marco
de la psicología comunitaria latinoamericana, las metodologías participativas han
concebido el “tiempo” como un recurso estratégico valioso en los procesos de
fortalecimiento comunitario. La creciente tendencia a la fugacidad y la eventualidad de las
relaciones, y una cultura de la superficialidad que caracterizan la modernidad imponen un
modo de construcción social que entra en contradicción con la perspectiva participativa,
dificultando la construcción de relaciones estables, la consolidación de experiencias y su
sistematización. Este escenario mundializado propone un desafío mayúsculo a una
psicología comunitaria que ha basado su identidad en la construcción de relaciones
solidarias, identidades comunes, horizontales y futuros compartidos. En nuestro país las
formas de gobierno basadas en modelos de democracia delegativas, en los que el
clientelismo político es llevado a la categoría de política de Estado se impone el desafío
que proponen los dobles discursos. Las lógicas clientelistas cuestionan la posibilidad de
creación de relaciones solidarias y colaborativas, desafiando los principios y la ética con las
que los psicólogos comunitarios construyen sus propuestas.
3. Identidad: no se ha podido nuclear a los psicólogos comunitarios en torno a objetivos
comunes. La ausencia de espacios comunes, comunidades de prácticas, agrupamientos,
pueden ser una de las razones que expliquen la falta de institucionalización de los grupos
de psicólogos comunitarios.
4. Formación de recursos: el hecho de que la práctica anteceda a la formación académica
contribuyó al reforzamiento de la habitual brecha entre el mundo académico y el mundo
de las prácticas. Por otro lado, la IAP, considerada como rasgo singular de la Psicología
Comunitaria Latinoamericana, no tuvo reconocimiento en las facultades de Psicología
argentinas y, por el contrario, se instaló como instrumento metodológico en las carreras
de Trabajo Social. Por otro lado, los psicólogos argentinos se encontraron ante el desafío
de tener que repensar sus presupuestos sin contar con el ámbito “natural” para esa tarea:
la comunidad académica.
5. Desafíos ante una sociedad fugaz y fragmentada: los profesionales enfrentan el hecho de
tener que convivir y pensar sus acciones en medio de los cambios culturales de las últimas
décadas, en los que se destacan los generados por el nuevo capitalismo, ya que afectan las
formas de construcción de subjetividades y la producción de las tramas relacionales. Se
trata de escenarios sociales que parecerían ir en dirección contraria a las relaciones de
cooperación, de solidaridad y de construcción de sociedades más justas. Este panorama
propone interrogantes que parecerían impactar en el corazón de los principios de la
Psicología Comunitaria y en el sentido de sus acciones.

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