Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Università di Siena
De la rèverie a la alucinación.
El sueño en la modernidad
literaria hispanoamericana (1900-1925)
1
Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, en Obras completas, I, edición de
Luis López-Ballesteros, Madrid, Biblioteca Nueva, 1973, pp. 343-720.
2
Arthur Schopenhauer, // mondo come volontà e rappresentazione, I, 5, Milano,
Mursia, 1991, pp. 55.
3
Henri Bergson, El ensueño, en La energía espiritual, Buenos Aires, Austral, 1982,
pp. 93-116.
4
Hans Blumenberg, La leggibilità del mondo, Bologna, II Mulino, 1985, p. 358.
5
Rubén Darío, El mundo de los sueños, en Obras Completas, I, Madrid, Afrodisio
Aguado, 1950, pp. 887-981.
do, entre otros, los trabajos, bien documentados - analizados también por
Freud 6 - del marqués D'Hervey de Saint-Denis 7 y de Vaschide8, incluidos
en el marco de una psicología muy siglo XIX. También lo es, a su manera,
Darío, en su búsqueda de una profundidad, de una espiritualidad, que lo
lleva, como remedo decadente, al espiritismo, y a la intuición de una región
profunda del yo, una suerte de "doble".
Moderna es, en cambio, la actitud de análisis de Darío, en la que va
ensamblando sus propios sueños y estableciendo una comparación y una crí-
tica. Así lo hace con los sueños de London J. Rogers9. En campo literario,
Darío selecciona una obra sin antecedentes en la osadía de los temas y del
estilo: los cuentos de Alphonse Séché, De los ojos cerrados10. También es
moderna su crítica:
6
S. Freud, La literatura científica sobre los problemas oníricos, en La interpretación de
los sueños, en Obras completas, I, ed. de Luis López-Ballesteros, Madrid, Biblioteca Nueva,
1973, pp. 349-405.
7
Publicó Les songes et les moyens de les interpréter, París, Amyot, 1867. Darío tam-
bién ofrece algunos datos, en El Marqués D'Hervey de Saint-Denis, en El mundo de los sueños,
cit., pp. 942-959.
8
Nicolaie Vaschide (1874-1907): psicólogo y psiquiatra rumano, realizó en Francia
importantes trabajos en psicología experimental sobre los procesos sensoriales. Publicó "El
sueño y los sueños" en 1911.
9
Observaciones de un inglés, en El mundo de los sueños, cit., pp. 907-914.
10
Tentativas de expresión, en El mundo de los sueños, cit., pp. 928-941.
11
En El mundo de los sueños, cit., pp. 973-981.
12
Gastón Bachelard, La poetica della rèverie, Bari, Dedalo, 1993, p. 19.
13
Ángel de Estrada, Formas y espíritus, Buenos Aires, Ángel de Estrada, 1916: La
cariàtide de Leda, pp. 113-118; son también rèveries, entre otras, La Diana Borghese, págs.
104-107; El cigarrillo, pp. 5-10.
A veces, no sólo los sueños, las fantasías marginales o los recuerdos, sino
también la realidad misma parecen anunciar una conversión inminente,
como promesa o prenda de otra realidad14. Pero cuando la ensoñación susti-
tuye a la realidad del día, se vuelve quimera, engañoso monstruo de tres
rostros: los que se ensueñan construyen castillos en el aire.
Don Ramiro, el protagonista de la novela de 1908 15 de Enrique Larreta
(Argentina, 1873-1961), sueña despierto; todo hace mella en su ánimo: "Su
imaginación soñaba según las estampas" (81). Cuando el padre Vargas
Orozco le encomienda la misión de espionaje entre los moros, ya
Los sueños verdaderos, los que al despertar pueden ser contados, tienen
un estilo. La retórica del sueño ha ofrecido a la literatura, desde antiguo, el
recurso de hacer del sueño escenario narrativo, dejando a la inventio libertad
expresiva. Quizá sea éste el último gran momento literario que lo planteará
como modalidad de la expositio. Forma elíptica para el relato breve, lo oníri-
14
Jean Pfeiffer, La passione dell'immaginario, en Maurice Blanchot, Lo spazio lettera-
rio, Torino, Einaudi, 1975 [1955], p. IX.
15
Enrique Larreta, La gloria de don Ramiro. Una vida en tiempos de Felipe Segundo,
Madrid, Victoriano Suárez, 1908.
16
Ángel de Estrada, El Sueño de una noche en el castillo y otros poemas, Buenos Aires,
Ángel Estrada y Cía, 1925, pp. 1-112.
17
M. Ugarte, Sueños, en Las mejores páginas, Barcelona, Casa editorial Araluce, 1929,
pp. 230-236.
18
En Carlos Octavio Bunge, La sirena (Narraciones fantásticas) [Obras Completas,
14), Madrid, Espasa-Calpe, 1927, pp. 191-211.
Como era mi prometida, yo la abracé, la besé en sus rojos labios [...] ¡Siete
años!... ¡Pobre Nanela!... Pero tú sabes... - Sí, yo también sé [...] que el pérfi-
do de Tucker, mi tío y mi tutor, tiene la culpa. — [...] Yo sabía que Tucker era
tu padre [...] - Algunas veces es mi padre, otras un extraño, otras mi tío y
tutor. Eso depende del estado de ánimo. - Cierto, ciertísimo - le contesté
(198-199).
Son, en cambio, sueños dentro del cuento, y sin duda sueños literarios,
los de Ángel de Estrada y Pedro Emilio Coli (Venezuela, 1872-1947), en los
que el sueño, engarzado en un relato, presenta dos planos de ficción, él de la
realidad del protagonista, y el del elemento que desencadena, condiciona o
interrumpe el del sueño.
El sueño se suspende:
Yo, en tanto, me despierto con un diario caído a los pies, sonrío a mi propio
sueño, y vuelvo á leer los telegramas que á estas horas, sin duda, recorren el
mundo: "Los boxers atacan la legación de Inglaterra [...] el grito de la multi-
tud es: '¡abajo los europeos!'; y á los europeos empieza á abandonarles la espe-
ranza" (170).
19
Ángel de Estrada, Formas y espíritus, cit., pp. 310-317.
20
Ángel de Estrada, Formas y espíritus, cit., pp. 167-170.
Sin duda la rebelión de los boxers, en los cien días de Pekín, ha de haber
suscitado un sentimiento de indignación y de vulnerabilidad en la concien-
cia de la Europa moderna.
El sueño de una noche de lluvia21 (1901) de Pedro Emilio Coli, comien-
za con una réverie de la infancia, que conduce al sueño, cuyo escenario oní-
rico es pretexto para fantasear sobre los lugares literarios que responden a la
estética del soñador adulto.
La lluvia le evoca sus primeros viajes ideales en los barcos de papel. Se
desliza en el sueño, va en una negra galera en peregrinación al Castillo de
Elsinor, para descubrir el secreto de Hamlet. Se descubre en un manuscrito
que fue Marcelo, amigo del príncipe, quien envió a su criado, fingiendo ser
el espectro del padre de Hamlet, para aconsejarle la venganza. El viaje a
Elsinor se torna innecesario:
de todas las bocas partió un clamor armonioso, que ya despierto era sólo el
de la nota de la lluvia en los canales y sobre los tejados de la ciudad noctur-
na y pluviosa (53).
21
En Pedro Emilio Coli, El paso errante (Antologías y selecciones, 27), Caracas,
Biblioteca popular venezolana, 1948, pp. 47-53.
22
Hesíodo, Teogonia, 746-767, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina,
1968, p. 54.
23
Blanchot, cit., pp. 142-143.
24
Amado Nervo, El bachiller. Un sueño. Amnesia. El sexto sentido {Obras completas,
13), Madrid, Biblioteca nueva, 1920, pp. 59-119.
¡Señor — replicó la princesa con voz apagada —, sois Rey, Rey todopoderoso;
pero todo el poder de Vuestra Majestad no basta para aprisionar una sombra
ni para retener un ensueño! (115).
25
Blaise Pascal, Les Pensées, disposés suivant l'ordre du cahier autographe. Texte critique
de G. Michaut (Collectanea Friburgensia 6), Fribourg, 1896, párrafo 608, 1, p. 290.
26
James Hillman, II sogno e il mondo degli inferi, Milano, Est, 1996 [1979], p. 55.
27
Ángel de Estrada, Formas y espíritus, cit., pp. 27-35.
28
Blanchot, cit., p. 139.
29
Immanuel Kant, I sogni di un visionario, spiegati coi sogni della metafisica, Milano,
BUR, 1995.
30
Ovidio, Metamorfosis, XI, 635-675, a cura di Mario Ramous, Milano, Garzanti,
1995.
31
Blaise Pascal, Les Pensées, cit., párrafo 536, 3, p. 227.
32
Rubén Darío, Cuento de Pascuas, en Obras completas, IV, Madrid, Afrodisio
Aguado Editor, 1955, pp. 117-129.
por la puerta que, extrañamente a esas horas, está abierta, para salir por el
otro extremo, que, seguramente, estará abierto. De repente tropieza con una
piedra que se queja: una de las cabezas de Lycosthenes. Siente estar dentro
de un prodigio, con la deformación angustiosa de los íncubos: en su mente,
las frases leídas en el periódico del día: "¡Ultima hora! ¡Trípoli! ¡La toma de
Pekín!" (126); una forma de lira, con una cabeza como la del Orfeo de
Moreau, y una voz que decía: "¡Vendrá el día de la concordia y la lira será
entonces consagrada en la pacificación!" (127). Un árbol lleno de cabezas
gritaba. Quiere huir y se ve acorralado por cabezas: la de la Medusa, la de
Holofernes; la de San Juan Bautista, la de Pablo, la de María Estuardo y otras,
que aumentaban en macabro amontonamiento. "Dije para mí: ¡Oh, mal
triunfante! ¿Siempre seguirás sobre la faz de la tierra? ¿Y tú, París, cabeza del
mundo, serás también cortada con hacha, arrancada de tu cuerpo inmenso?"
(128). Del grupo en que se veía la cabeza de Luis XVI avanzó la figura
episcopal del mártir Dionisio, el de las Galias, con su cabeza en las manos,
que exclamó: "¡En verdad os digo, que Cristo ha de resucitar!". La muche-
dumbre fabulosa de cabezas repite: "¡Cristo ha de resucitar!" (129). El final,
desenfadado, casi una nimiedad, rompe el efecto y convierte todo el relato en
una perfecta y lograda ilusión onírica: "Nunca es bueno dormir inmediata-
mente después de comer - concluyó mi buen amigo el doctor" (129).
Muy distinta es la pesadilla de Julio Herrera y Reissig (Uruguay, 1874-
1905) en Mademoiselle Jaquelin (1902) 33 . Es un sueño catártico, que permi-
te al ensoñado protagonista elaborar la desilusión, al saber por Don Roque,
el encargado de la casa de huéspedes, que aquella encantadora voz era la de
la vieja del segundo piso, "todo revoque, relleno, betún, con tamañas pelo-
tas de goma y estopa entre las varillas del corsé, una estantigua" (366). El
sueño llega tras tres días de fiebre y gracias al "hada Morfina" (367). Se
encontraba en un lecho con aspecto de ataúd nupcial. La bella se acercaba.
Comienza la desintegración, la descripción de don Roque se entreteje en el
sueño: con mueca fúnebre, sus labios se dislocaban; los dientes de loza se le
caían; los ojos giraban vertiginosos convirtiéndose en moluscos que pendían
de las órbitas huecas; sus mejillas se arrugaban como larvas. La visión horri-
ble es escandida por la igualmente horrible risa de don Roque. La mons-
truosa figura se desarmó, y del corsé "saltaron macabramente dos mundos de
33
Julio Herrera y Reissig, Mademoiselle Jaquelin, en Cuentos, en Poesía completa y
prosa selecta, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978, pp. 363-368.
goma hasta donde yo estaba, chocando una eternidad como dos cabezas del
Dante en frenesí vertiginoso de besos enloquecidos..." (367).
La pesadilla, liberatoria, lo reconcilia con la realidad y lo lleva a una
valoración, despierta y piadosa, de su propio espejismo:
Con la sencillez de una historia de aldea, como en los sueños de las bue-
nas noches, el protagonista de Sueño de amor (1900) 34 de Evaristo Rivas
Groot (Colombia, 1864-1923), soñaba que en un pequeño salón leía su
libro favorito a su esposa; al quedarse dormida, el protagonista la contempla
y, ebrio de felicidad,
34
En José María y Evaristo Rivas Groot, Cuentos (Biblioteca aldeana de Colombia),
Bogotá, Minerva, 1936, pp. 133-145.
35
En Carlos Octavio Bunge, La sirena (Narraciones fantásticas) {Obras Completas,
14), Madrid, Espasa-Calpe, 1927, pp. 151-178.
el umbral, donde fue encontrada sin vida a la mañana siguiente. Lita había
ido a conocer el país de los muertos.
36
Ya en la Biblia: Génesis 28, 12 Qacob) y Génesis 37 y 40 (José); Daniel 4, 16-24; o
en los Padres de la Iglesia, por ejemplo San Agustín (Confesiones III, 11).
37
José María Rivas Groot, Resurrección, en José María y Evaristo Rivas Groot,
Cuentos, cit., pp. 17-103.
38
Cuento del Hijo, en la trilogía Las Divinas Personas, en Pedro Emilio Coli, El paso
errante (Antologías y selecciones, 27), Caracas, Biblioteca popular venezolana, 1948, pp. 54-
73 (60-67).
39
Blanchot, cit., pp. 234 y 139.
Hay una, demonio, de cuernos agudos y dientes sólidos, de faz roja, calentu-
rienta al contacto de una inyección de sangre en Ira. Hay otra, boquiabierta,
los ojos semientornados, con escapes de una llama de vino, las narices chatas,
resoplantes, alas de un fuelle que alimenta la Lujuria. La que sigue inspira la
repulsión de un vómito, y de sus labios corre la baba petrificada en lágrimas
de cera, entre los estremecimientos de la Gula. La de al lado, coronada de
erguidos pelos, explayando risa sarcàstica, quizás imbécil, por lo estéril, y
amarga por lo mismo, plasma las miserias de la Envidia. Con los párpados
caídos, en la inacción que mata la voluntad, luce la Pereza de muchos años,
infiltrada como un sueño de siglos, una quinta, sumergiéndose en ambiente
crepuscular que toca los lindes de la bestia" (327-328).
El mismo Ziami acabó alguna vez en la siguiente forma el relato: "Unos mari-
neros me recogieron de la calle y me llevaron á casa. Yo no creo en la mitad
de las cosas acaecidas, pero al despertarme encontré el gran espejo de mi gabi-
40
Hillman, cit., p. 44.
41
Á. de Estrada Formas y espíritus, cit., pp. 318-331.
Has soñado también, has soñado. Imaginabas una noche que tus dedos
recorrían las piernas de un baldado y el mal en el acto desaparecía; y en tu
ensueño ambicioso, el Señor Nuncio hallábase presente y prometía ir luego a
Roma para iniciar el proceso de tu canonización. ¡Ah! esto lo habías olvida-
do. Pues yo te lo recuerdo. El ensueño, Rufino, es traidor, y callando, callan-
do, se cuela (621).
42
E. Barrios, El hermano asno, en Obras completas, II, Santiago de Chile, 1962, pp.
541-632.
43
Efrén Rebolledo, El enemigo, en Obras completas, Introducción... por Luis Mario
Schneider, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, 1968, pp. 135-158.
ción es un personaje, cansa a sus víctimas, las lleva a la Locura. Para Gabriel
Montero, "Sus noches eran un hervidero de pesadillas sensuales" (137): veía
mujeres desnudas, incitantes: una lujuria cerebral, y después, el arrepenti-
miento. Al despertar recordaba la fantasía, dando vida a las imágenes lasci-
vas, a los apetitos sexuales que lo esclavizaban. Convertido en verdugo, soña-
ba con su víctima, Clara, cuya candidez y religiosidad lo incitaban. En un
desfile de fantasmagorías, el hábito de estameña se convertía en gasa tran-
sparente.
La obsesión nocturna lo persigue, y actúa como si soñara. Ante la pre-
sencia de Clara, no pudiendo destruir la imagen que el deseo le configuraba,
loco, destruye la realidad: alucinado, la derriba y la posee. Desvanecida la
visión, huye como un ladrón.
En El Evangelio del amor ^ (1918-1922) de Enrique Gómez Carrillo
(Guatemala, 1873-1947) el conde Teófilo Constantino Niforos de Bizancio,
arrepentido de sus pecados de juventud, se deja guiar por sus visiones. Al
descubrir que el amor entre el hombre y la mujer es júbilo de la creación,
revelado por el Evangelio, reza por sus hermanos del Monte Athos para que
dejen de considerar el amor como abominación:
44
Enrique Gómez Carrillo, El evangelio del amor, Madrid, Renacimiento, 1925.
9. Hypnos y Thanatos
Sueño y muerte son hermanos gemelos: uno, sereno y dulce para los
hombres; el otro, de corazón de hierro y alma de bronce, es implacable.
Retiene al primer hombre que logra atrapar45; el sueño de Hypnos es breve,
el de Thanatos, definitivo, entrar en él es un riesgo, puede llevar al abismo,
a la nada.
Rodolfo, en Aguas del Aqueronte46 (1902) de Herrera y Reissig, busca el
olvido en el sueño de la muerte: "La Muerte [...] Era un sueño flavescente,
vago [...] ¡Trágame Noche Eterna!" (352). Prepara, con la exhuberancia
decadente de su fantasía, el lecho fúnebre cubierto de flores, y antes de inge-
rir el arsénico los amigos rompen la copa, ofreciéndole otro tipo de muerte:
45
Hesíodo, cit., pp. 54-55.
46
Julio Herrera y Reissig, Cuentos, en Poesia completa y prosa selecta, Caracas,
Biblioteca Ayacucho, 1978, pp. 352-360.
47
Manuel Díaz Rodríguez, Sangre Patricia (Biblioteca Popular Eldorado), Caracas,
Monte Ávila, 1972.
Llega a mi cabeza y pienso y deseo cosas que nunca imaginara; llega a mi len-
gua y no puedo impedir que hable, hable, hable. Todas las palabras que antes
escuchara, o leyera en la escuela, acuden y piden que las pronuncie [...] Y si
el calofrío llega a mis piernas, mis piernas se agitan impacientes [...] ¿Cómo
puede mi abuela decir que estoy enfermo? Mis piernas se van. ¿Dónde van?
Ligado a ellas, sobre ellas voy (34).
48
Pedro Prado, Alsino, 3 a ed., Santiago, Nascimento, 1928.
¿Volando? - exclama - ¡Otra vez vuelve esta pesadilla! ¿Hasta cuándo soñaré
que vuelo? ¡Y cuan fácil es! ¡Vamos! más y más alto... [...] A despertar! A
despertar! - exclama (294).
Se toma de las alas y las aprieta, echándose hacia abajo, en una caída
vertiginosa. Su cuerpo se enciende, el fuego lo consume y Alsino se disuelve
convertido en infinitos átomos. Al final del vuelo iniciático de la muerte,
Alsino despierta al sueño definitivo de la nada, de la noche total.